28 :ev 31 de octubre al 6 de noviembre de 2010 por las diócesis MAYAGÜEZ

EL ESPÍRITU SANTO Y MARÍA:

EFECTOS SALUDABLES
P. FLOYD L. McCoy Jordán
Para El Visitante
Dos meses del año dedica la Iglesia a la Santísima
Virgen María: mayo y octubre. Este último adquiere
un significado más profundo debido a que mientras
la Iglesia contempla a María a través de los misterios
del Rosario, muchos católicos están celebrando lo que
queda de una fiesta pagana que no tiene nada que ver
con el cristianismo: Halloween.
Si usted pasa por las comunidades donde viven
católicos, verá en muchas casas los adornos propios
de esta fiesta pagana, pero será raro que encuentre
que se esté rezando el rosario en familia. Peculiar a
Halloween es la figura de la bruja, una mujer que ha
hecho pacto con Satanás y, como consecuencia, tiene
poderes diabólicos y por lo tanto maléficos. Nada más
alejado de la figura de María, esclava del Señor (Lc.
1:38), que por su Sí hizo presente en el mundo al autor
de la vida. Pero estas y otras inconsistencias se dan con
mucha frecuencia en nuestros fieles y es indicio de que
hace falta una gran reevangelización.
Cuando surgió el cristianismo, surgió en un medio
ambiente pagano. Poco a poco los hombres y muje-
res que se convertían al cristianismo fueron dejando el
mundo pagano atrás. Las enseñanzas y prácticas cris-
tianas iban reemplazando en el corazón y en la mente
de aquellas gentes su estilo de vida anterior. Es irónico
cómo ahora, después de tantos siglos, el paganismo
le va ganando terreno al cristianismo, con el consenti-
miento de los que dicen que creen en Cristo.
Éste es un buen momento para reflexionar sobre
ese fenómeno de intromisión pagana en nuestra fe.
María nos ofrece una solución para que nosotros nos
abramos al Espíritu Santo y recibamos sus dones de
discernimiento y de sabiduría (I Cor. 12:8). Cuando el
arcángel Gabriel le dio el mensaje a María y ella acep-
tó, se llenó del Espíritu Santo (Lc. 1:35), provocando
una transformación en su vida. Hasta ese momento,
ella era una joven aldeana que vivía en el anonima-
to en un oscuro pueblito de campo llamado Nazaret.
Después de la experiencia del Espíritu, todo eso empe-
zaría a cambiar dramáticamente. El primer síntoma de
esa transformación nos lo provee el evangelista Lucas
a través de una serie de verbos y adverbios que reco-
gen lo que allí ocurrió.
Siguiendo la Biblia Latinoamericana dice el texto
que María “partió apresuradamente” a la casa de su
prima Isabel (Lc. 1:39). Es importante que nos fijemos
en esas palabras, ya que hasta ese momento la vida de
esta doncella discurría tranquila y lentamente, como
es lo propio en las culturas campesinas. Sin embar-
go esa tranquilidad y ese sosiego terminaron al lle-
var ahora María en su ser la fuerza del Espíritu Santo.
Con esa misma energía y ese mismo ímpetu, el texto
más adelante nos dice que al llegar a la casa de Isabel
“entró” (Lc. 1:40). En ambos casos el ritmo del evan-
gelio de Lucas se acelera. En primer lugar, en aquellos
tiempos y circunstancias, un viaje de la casa de María
en el norte a la casa de Isabel en el sur era un proyec-
to que había que planificar. Para mayor seguridad, la
persona debía incorporarse a una de las caravanas que
viajaban por esa ruta. Además, una joven como María,
especialmente en su estado de gestación, se estaba
tomando muchos riesgos. La impresión que nos deja
Lucas es que María, bajo la acción del Espíritu, sin pon-
derar los peligros “salió apresuradamente”. En segun-
do lugar nos dice el texto que María “entró” a la casa,
manteniendo así el ritmo de aceleración que el texto
representa. No en balde Isabel y su criatura quedaron
profundamente impactadas (Lc. 1:41-45).
Si leemos con detenimiento el texto donde dialo-
gan María e Isabel, veremos el ambiente de sorpresa,
de asombro que genera esa presencia inesperada de
la Virgen. Los gritos de Isabel y el brinco de Juan el
Bautista en el seno de su madre son parte de ese esce-
nario donde las cosas se han llenado de vida, de ener-
gía, donde no solamente María se ha transformado,
sino que transforma a los que están a su alrededor, nos
hablan de la presencia y la acción del Espíritu Santo.
María es modelo para nosotros los creyentes de
cómo nuestra vida también se transforma cuando nos
abrimos a la presencia de la Tercera Persona de la San-
tísima Trinidad. Octubre, mes del Rosario, es una bue-
na época para reflexionar sobre estos misterios de la
Virgen Madre de Dios. Si nos abrimos al Espíritu, como
lo hizo María, entonces recibiremos el don de discerni-
miento y el don de sabiduría, para rechazar un mundo
pagano que amenaza confundirnos y destruir nuestros
valores cristianos.

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Alicia Espada Barrios - Administradora