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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación


Universidad Bicentenaria de Aragua
San Joaquín-Turmero

Profesor: Alumna:
Franklin Yanes Maria Peña
C.I: 19.994.254

San Joaquín, marzo de 2019


El Control Social, Poder y Abuso
En los tiempos actuales, en que las sociedades se transforman a gran velocidad y
que se producen nuevas formas de conductas delictivas, uno de los aspectos que más
preocupa a esta ciencia es detectar, mediante investigaciones, los factores criminógenos
y las condiciones que las producen, con el objetivo de proponer al Estado las políticas
sociales y criminales a seguir para controlarlas y así disminuir la criminalidad.

Es por ello, que se pretende abordar el tema del control social, debido que es
imprescindible que los órganos, organismos e instituciones del Estado y las
organizaciones de masas y sociales, que intervienen en el control social, tengan una
estrategia común en el momento de tributar sus intereses en el tema de la prevención del
delito y de las conductas antisociales.

Igualmente, la Criminología, como ciencia que se ocupa, entre otros aspectos, del
estudio del delito y de la persona del infractor, también ha abordado este aspecto en sus
estudios y ubica a los medios de comunicación en el control social informal, por
considerar que el carácter masivo de los mismos, les permite incidir a favor de la
aceptación, por los individuos, de las normas que a la sociedad le interesa hacer cumplir
para el mantenimiento del orden y la disciplina, calificándolos como "instrumentos
ideológicos".

De todo lo antes expuesto podemos resumir que el control social, ya sea en una
corriente o en otra, siempre ha estado asociado a la reacción social ante una conducta
desviada. De hecho el delito no puede analizarse en toda su magnitud sin relacionarlo con
el modo en que la sociedad reacciona ante él y cómo lo sanciona. No obstante a esto, no
podemos olvidar que el control social no sólo va dirigido a las personas que cometen
delitos, sino también hacia las personas por la cuales éste se ejerce, puesto que ella
necesita ejercer su dominio sobre todos los individuos que la componen.

Entonces definiremos el control social como los mecanismos que desarrolla la


sociedad a través de diferentes agentes o instrumentos que garanticen la aceptación por
los miembros de la sociedad de sus normas, valores, intereses y pautas de conducta ya sea
de manera voluntaria o forzada y las formas de sancionar (a través de la Ley o de
sanciones puramente morales a los transgresores de éstas.

El control social constituye un tema central de la sociología. El término aparece


en estudios sociológicos a finales del siglo XIX. Estos estudios examinaron los medios
que aplica la sociedad para presionar al individuo a adoptar un comportamiento conforme
a los valores sociales y, de esta forma, garantizar una convivencia pacífica. La sociología
del siglo XX le dedicó especial atención al examen de los elementos y de las finalidades
del control social. Definir el control social es una tarea difícil. Todo aquello que influencia
el comportamiento de los miembros de la sociedad, puede ser entendido como control
social. Alguien quiere hacer “A” y una otra persona o la institución le incentiva o le obliga
a hacer “B”. Esto significa que cualquier persona puede ejercer un control social sobre
los demás, aun a través de la simple expresión de ideales (Soriano, 1997, p. 317).

El término “control social” posee en la sociología un significado muy amplio. Así,


indica todo el proceso de socialización que orienta al individuo, integrándolo a los valores
y a los patrones de comportamiento social. Por esta razón, el control social está
íntimamente relacionado con los conceptos de “poder” y de “dominación política”, que
crean determinado orden social e integran a los individuos en este.

La sociología jurídica concentra su interés en el control social efectuado a través


del derecho y trabaja con unas series de distinciones (Soriano, 1997, p. 317), de las cuales
indicamos cuatro:

En primer lugar, existen dos modos de ejercicios del control social: como
instrumento de orientación y como medio de fiscalización del comportamiento social de
la persona. Ejemplos: el personaje de novela que detalla las consecuencias desastrosas de
la droga y de la violencia objetiva orienta al público; los policías que efectúan rondas
nocturnas en centro de la ciudad fiscalizan a las personas con relación a la posesión de
substancias tóxicas o de armas ilegales. En la mayoría de los casos el control social es, al
mismo tiempo, fiscalizador y orientador.

En segundo lugar, el control social se diferencia según los destinatarios. El control


social puede ser difuso (fiscalización de comportamiento de todos) o localizado (control
intenso de los grupos marginalizados o rebeldes que presentan un comportamiento
anómico).

En tercer lugar, el control social se diferencia según los agentes (fiscalizadores).


El control puede derivar de los órganos estatales o de la sociedad en general (presión
ejercida por la opinión pública, por la familia, por el ambiente de trabajo). En las
sociedades modernas, el control social es ejercido principalmente por los aparatos del
poder estatal que tienen por objetivo influenciar el comportamiento de las personas
orientándolas hacia los patrones de comportamiento preestablecidos a través de normas
jurídicas (control institucionalizado).

Una última distinción se refiere al ámbito de actuación. El control social puede


operar directamente sobre los individuos o indirectamente sobre las instituciones sociales.
El profesor ejerce un control social directo sobre los alumnos, en tanto que los órganos
del Ministerio de Educación pueden influir indirectamente sobre estos, alterando la
estructura o el programa de enseñanzas de las escuelas.

Según la teoría del conflicto social, los instrumentos y los agentes del control
inducen a las personas a que se comportaren de forma funcional de acuerdo al sistema.
“¿Que se controla”?, ¿“Quien es controlado”? ¿“Para que se controla”? Estas son las
preguntas formuladas por la teoría del conflicto social, que afirma que los detentores del
poder direccionan el proceso de legislación y de aplicación del derecho.

El sistema actual está fundado en la concentración del poder económico y político.


Objeto del control es el comportamiento que agrede el orden establecido, pero, en la
mayoría de los casos, el control es ejercido sobre las capas sociales más carentes.

Según la teoría de conflicto, con relación a su finalidad, el control social busca


favorecer los intereses de la minoría que tiene el poder y la riqueza (capital, prestigio,
educación, bienes de consumo). El control social denota una preocupación en condicionar
a las personas para que acepten la distribución desigual de los recursos sociales,
presentando al orden social como “justo” e intimidando a quien lo pone en duda.

Las reglas sociales no exponen una “voluntad general” o intereses comunes de


todos los ciudadanos. En otras palabras, los adeptos de la teoría del conflicto no aceptan
la idea de que es imposible realizar un control social democrático y en favor de la sociedad
como un todo, tal como sustentan los liberales. Resumiendo, las teorías del conflicto
parten de la existencia de grupos sociales desiguales con intereses divergentes y
consideran al control social institucionalizado como medio de garantía de las relaciones
de poder. Tales relaciones son siempre asimétricas. En otras palabras, se constata un
desequilibrio permanente entre los grupos sociales, insistiendo en la dificultad del igual
tratamiento y la reciprocidad en las relaciones sociales.

En otro sentido, junto al derecho, se sitúan otros dos medios de control social: el
poder y la burocracia. Derecho, burocracia y poder se relacionan entre sí y están
comprometidos en común en la tarea de controlar a la sociedad. El poder es el sujeto-
agente del control. La burocracia y el sistema jurídico son los principales medios
utilizados por el poder para ejercer el control en las sociedades modernas.

El poder está íntimamente relacionado con el control social. Ejercer este control
significa detentar un poder sobre las demás personas. Puede tratarse de un poder mucho
más “débil” y limitado por un determinado espacio o situación. Ejemplos: el poder del
árbitro sobre los jugadores de futbol; poder del celador sobre los funcionarios de un
edificio. Aquí interesa principalmente la forma más concentrada del poder en las
sociedades modernas, que se ha desarrollado en paralelo a la consolidación del sistema
Capitalista. Nos referimos al poder del Estado, que es el principal agente de control social.
El poder consiste en la posibilidad de que una persona o institución, influencie el
comportamiento de otras personas. Según la definición clásica de Weber, “poder significa
toda probabilidad de imponer la propia voluntad en una relación social, aun contra la
resistencias” (Weber, 1991, p. 33 e l999, p. 175). En esta definición se destacan dos
elementos:

a) El poder crea una relación de desigualdad entre aquel que impone su voluntad
(superior) y aquel que se somete a la misma (inferior). Como ya lo habíamos
afirmado, las relaciones de poder son asimétricas: las ventajas que obtiene el
superior son mayores a aquellas obtenidas por el inferior. Por esta razón el
poder fue definido como “cualquier relación social regulada por un
intercambio desigual” (Santos, 2000, p. 266). Cuanto más fuerte es el poder,
más contundentes serán los medios de coerción que están a su disposición;
cuanto más fuerte es el consenso del cual este goza, más probable será el
cumplimiento de sus órdenes. Ejemplo: la orden dada por un policial armado
para que una persona se retire de un estabelecimiento, tiene mayor
probabilidad de ser cumplida de lo que tendría si esta fuera dada por un mozo.
El 6 mozo detenta un poder dentro de un restaurante, que, por otro lado, es
menos intenso en relación al poder de un policía uniformado y armado, que
representa directamente el poder del Estado con su fuerza (autoridad,
posibilidad de aplicar sanciones penales, conocimiento de técnicas de
imposición de su voluntad)
b) La relación de poder indica que existe una chance de obediencia, ya que el
dominado puede oponer resistencia, y, si esta fuera eficaz, el dominante no
alcanzará sus finalidades. Por esto, el ejercicio del poder no puede ser más allá
de las probabilidades de imposición de mandatos. Las opiniones y los intereses
dentro de una sociedad están siempre en conflictivo y crean la tendencia a la
desobediencia, aun cuando se trate de un poder extremamente fuerte, eficiente
y legítimo. Por eso, quien ejerce el poder muchas veces necesita hacer
concesiones y cambiar sus planes ante de la resistencia de individuos o grupos.
Ejemplo: luego de una huelga de funcionarios públicos, el gobierno, muchas
veces, decide aceptar algunas de las reivindicaciones salariales. Prefiere, así,
adoptar la estrategia de la concesión (aunque sea parcial), ya que el
confrontamiento directo puede perjudicar la imagen del gobierno ante los
huelguistas y la ciudadanía. La historia indica que nunca existió un poder
verdaderamente absoluto, que haya conseguido, de modo efectivo y pleno,
imponer su voluntad y haya logrado hacer cumplir sus órdenes. Aun el poder
del Estado, que es lo más eficiente y legitimado en las sociedades modernas,
no puede impedir casos de desobediencia.

En otro orden de ideas, tenemos también que la burocracia es la organización


racional, formal y centralizada de una serie de recursos humanos y material, para obtener
la máxima eficacia por medio de reglas y procedimientos generales de aplicación
uniforme. La finalidad principal de la burocracia es la eficiencia, la racionalidad es
intrínseca a la burocracia y resulta de la adecuación a la consecución de los fines
establecidos.

El poder del Estado moderno se ejerce por medios burocráticos, organizados de


acuerdo con las reglas jurídicas. Es que la burocracia permite la centralización política
del poder moderno; esto es, el control efectivo de un territorio y de una población. Con
sus archivos, computadoras, saber técnico y con la posibilidad de aplicar sanciones, es
posible obtener una aplicación efectiva de las reglas establecidas por el poder. La
burocracia “conoce a los ciudadanos”. Las autoridades del Estado saben si una
determinada persona es casada o soltera, donde vive, donde trabaja, cuánto gana, cuál es
su nivel de estudio, si posee patrimonio, si posee antecedentes criminales, si viajó al
extranjero etc. Como todos somos obligados a proveer al Estado datos importantes acerca
de nuestras vidas y actividades (certificado de nacimiento, cédula de identidad,
certificado laboral, permiso para iniciar actividades económicas, declaración de
impuestos), la burocracia puede planear varias intervenciones en la vida de las personas
e influenciar tu comportamiento. Así, la organización burocrática ofrece la base para que
el derecho pueda desempeñar un papel de control social sobre el comportamiento de las
personas.

Para finalizar decimos que, las sociedades modernas son tan complejas que el
derecho no podría ser aplicado sin la existencia de una red de informaciones administrada
por el Estado. Piénsese en las posibilidades de control de una institución policiaca, que
posee un sistema de procesamiento electrónico de las impresiones digitales de la
población. Esta puede fácilmente constatar las impresiones digitales dejadas por los
asaltantes en el local del crimen. En otras palabras, la organización burocrática se
convierte en una Importante condición de eficacia del derecho en el Estado moderno,
permitiendo un control social masivo de la población.
El Delito de Cuello Blanco, Seguridad Industria

En los momentos actuales donde la delincuencia de cuello blanco y la delincuencia


económica se abren paso entre los engranajes legales, ocasionando enormes perjuicios a
las economías de prácticamente todos los países, pues es un flagelo que cobra
dimensiones exorbitantes, y que además se perfecciona, demostrando ser una modalidad
de delincuencia que requiere un enfrentamiento especializado, resulta necesario
caracterizar tanto al delincuente económico como al de cuello blanco, estableciendo su
basamento conceptual y diferenciación.

La criminología como ciencia se ha puesto a prueba con este nuevo objeto de


estudio que supuso un vuelco en la criminología tradicional, y que rompía con los cánones
establecidos para la delincuencia común. Proveniente del sistema capitalista, el sociólogo
norteamericano Sutherland introduce en el ámbito científico el concepto de delincuencia
de cuello blanco, y es a partir de allí que se comienzan a ver las clases más elevadas de la
sociedad como posibles delincuentes.

El aporte de Sutherland es innegable; sin embargo aún persiste una dispersión


doctrinal que no permite identificar claramente entre los términos delincuencia de cuello
blanco y la seguridad industial, por lo que ese será el propósito del presente trabajo:
marcar las distinciones conceptuales entre ambos conceptos e identificarlos.

Evidentemente, esto supondría un vuelco en el ámbito doctrinal, donde hasta el


momento este concepto ha sido abordado indistintamente, como propio del sistema
capitalista, ya que se basa principalmente en el nivel de correspondencia de la propiedad
privada con el individuo, su alta condición socioeconómica, así como el nivel de
profesionalidad del sujeto. Lo cierto es que el estudio en virtud de este tema resulta
necesario a partir de que carecemos de una clara distinción, primeramente del espectro
que abarca el delincuente económico y el delincuente de cuello blanco, así como los
puntos de confluencia que existen entre los dos.

Como fenómeno jurídico ambos tipos de delincuencia resultan de interés


investigativo puesto que rompe con lo científicamente plasmado por la criminología para
el tipo de delincuencia tradicional, pero como fenómeno se multiplica, crece y se
perfecciona cada día, y por ello las ciencias como herramientas aclaman una
profundización en el tema que permita sobreponerse a este flagelo, como reto que
igualmente a otros, el desempeño humano está llamado a enfrentar, pues la dinámica de
lo social y jurídicamente correcto varía por su propia esencia, y muestra de ello es esta
nueva tipicidad delictiva.

En virtud de ello abordaremos teóricamente lo que la doctrina recoge acerca del


tema, cuya interpretación tributará al establecimiento de las distinciones y delimitaciones
que permitan identificar correctamente ambos términos, los cuales no deberán ser tratados
de igual manera pues tal y como reflejaremos en el cuerpo de este trabajo, son
instituciones diferentes y requieren distinto tratamiento jurídico.

De esta manera decimos entonces que, varias son las acepciones que el término
de delincuencia económica posee en la literatura de matiz criminológico, siendo la de
mayor alcance e impacto internacional la de delincuencia de cuello blanco, cuya
denominación es atribuible a Sutherland en 1939, y que se usa comúnmente en todos los
idiomas. Son empleados además otros términos como delincuencia de caballeros y
delincuencia profesional.

Sutherland definió la delincuencia de cuello blanco como la violación de la ley


penal por una persona de alto nivel socioeconómico en el desarrollo de su actividad
profesional. Basándonos en el concepto ofrecido por Sutherland, la definición está
caracterizada primeramente por la comisión de un delito, cuyo autor pertenece a
determinada clase social y además a la relación que existe entre la infracción y la actividad
profesional que ejerce. Ubicándonos en el contexto histórico el aporte del sociólogo
norteamericano supuso un vuelco en los basamentos de la criminología que hasta ese
momento solo era capaz de divisar la comisión de delitos por individuos pertenecientes a
las clases inferiores de la sociedad, y su concepción del delincuente de cuello blanco tiene
el mérito de identificar a la delincuencia como un fenómeno no exclusivamente clasista.

Estas tres características son la esencia del término, lo cual es criterio común de
varios autores. Sin embargo existen otras características que identifican la figura y que en
la medida en que se evidencian con más fuerza o no, describen alguna de las demás
tipologías mencionadas. De tal manera a las anteriores se adicionan: la lesión de la
confianza en el tráfico mercantil, el abuso de la credulidad o ignorancia de la víctima, la
utilización de especial astucia por parte del autor para impedir su descubrimiento, bien
porque presenta el hecho como lícito, bien porque impide por distintas razones la
denuncia de la víctima, la conciencia de la ilicitud del hecho, pero no su trascendencia
criminal, la creación de una imagen de honorabilidad, la pertenencia del autor a un sector
de actividad económica, entre otros.

El término de delincuencia profesional se distingue por provenir de aquellos


autores que consideran un exponente de mayor fuerza el vínculo entre la infracción y la
actividad profesional que la pertenencia del autor a determinada clase social.

La delincuencia profesional es, según Schneider, aquella que lesiona las


esperanzas institucionalizadas que se anudan al rol profesional. Además se utiliza por esta
corriente la expresión “occupational crime”, que dista, por supuesto, su preocupación del
aspecto de clase que otros coligen de la delincuencia de cuello blanco.

Atendiendo a dicho concepto no solo cabría ubicar a la delincuencia de cuello


blanco, como fiel exponente de clases de alto nivel social, sino también se incluirían la
delincuencia de cuello azul, referida a las actividades de profesionales obreros. Así
abarcaría delitos unidos a la profesión médica (venta ilegal de narcóticos, aborto,
falsedades, abusos obligando al cliente a tratamientos inútiles, entre otros.), a la abogacía
(asesoramiento para la infracción de leyes fiscales, políticas o mercantiles, interposición
de falsas demandas de indemnización por accidente, etc.) y los delitos de las profesiones
obreras (reparaciones de coches, radios o relojes).

También se maneja en la doctrina un término asociado que es el de delincuencia


de caballeros cuyo exponente Kavaliersdelikt se refiere a los delitos cometidos por
personas de alto nivel social, aun cuando el hecho no guarde relación con su actividad
profesional.

Por otra parte, tenemos al segundo punto que debemos abarcar, el cual es la
Seguridad Industrial, siendo una realidad compleja, que abarca desde problemática
estrictamente técnica hasta diversos tipos de efectos humanos y sociales. A la vez, debe
ser una disciplina de estudio en la que se han de formar los especialistas apropiados,
aunque su naturaleza no corresponde a las asignaturas académicas clásicas, sino a un tipo
de disciplina de corte profesional, aplicado y con interrelaciones legales muy
significativas. La propia complejidad de la Seguridad Industrial aconseja su clasificación
o estructuración sistemática. En eso, no se hace sino seguir la pauta común del
conocimiento humano, que tiende a subdividir las áreas del saber con objeto de hacerlas
más asequibles, no sólo a su estudio, sino también a su aplicación profesional. Al abordar
la Seguridad Industrial es divisible como disciplina, y que ello mejora tanto el nivel de
impartición lectiva, como la comprensión de la fenomenología asociada a los riesgos
industriales, e igualmente la articulación legal de las disposiciones preventivas que se han
ido promulgando.

Al considerar y estudiar la evolución de los conceptos anejos a la Seguridad


Industrial se aprecia que, bien los técnicos, bien los legisladores, han optado por abordar
los temas de manera acotada en cuanto a casuística. Un intento omnicomprensivo de la
Seguridad hubiera sido fallido por la imposibilidad de abarcar todo el campo afectado.
Los técnicos y legisladores han ido reaccionando a medida que era posible abordar una
problématica acotable y de solución asequible. Ello ha influido en que la Seguridad
Industrial presenta, de hecho, una estructuración relativamente fácil de identificar. Cierto
es que las ideas expuestas aquí no solo proceden de esa consideración histórica y del
estudio práctico de cómo se articulan los organismos y entidades que velan por la
seguridad, sino que también proceden de una aproximación analítica al tema de la
Seguridad Industrial en su conjunto, como una unidad real, con cierta estructuración
interna, pero que en sus lineamientos fundamentales se rige por los principios y
estructuras.

La Ley de industria, define el objeto de la seguridad industrial como: "la


prevención y limitación de riesgos, así como la protección contra accidentes y siniestros
capaces de producir daños o perjuicios a las personas, flora, fauna, bienes o al medio
ambiente, derivados de la actividad industrial o de la utilización, funcionamiento y
mantenimiento de las instalaciones o equipos y de la producción, uso o consumo,
almacenamiento o desecho de los productos industriales”. Establece, también, que “las
actividades de prevención y protección tendrán como finalidad limitar las causas que
originen los riesgos, así como establecer los controles que permitan detectar o contribuir
a evitar aquellas circunstancias que pudieran dar lugar a la aparición de riesgos y mitigar
las consecuencias de posibles accidentes”.

La seguridad industrial está pues directamente vinculada a la actividad dentro de


la industria, La Ley considera industrias a “las actividades dirigidas a la obtención,
reparación, mantenimiento, transformación o reutilización de productos industriales, el
envasado y embalaje, así como el aprovechamiento, recuperación y eliminación de
residuos o subproductos, cualquiera que sea la naturaleza de los recursos y procesos
técnicos utilizados”, e incluye también los servicios de ingeniería, diseño, consultoría,
tecnológica y asistencia técnica directamente relacionados con las actividades
industriales.

La labor reguladora se desarrolla controlando los elementos que permiten


desarrollar la propia actividad industrial, como son los locales, las instalaciones,
máquinas, equipos, actividades, procesos y productos industriales siendo todo el conjunto
objeto de la seguridad industrial. La actuación de los trabajadores en el entorno industrial
da lugar a la Seguridad en el Trabajo. Todo ello tiene como fin eliminar los daños que se
producen en el entorno del trabajo, regulando el comportamiento de los actores que
intervienen: el empresario y el trabajador, y tiene como fin último obtener la salud
industrial y evitar daños al medio ambiente.

Los Organismos Nacionales encargados de promover la Seguridad Industrial en


Venezuela son los siguientes: Ministerio del Poder Popular para el trabajo, Instituto
Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), Instituto Nacional de Prevención, Salud y
Seguridad Laborales (INPSASEL), Ministerio del Poder Popular de la Salud, Instituto
Nacional de Cooperación Educativa (INCE) ahora se denomina: INCES.
Referencias Bibliográficas

José Cañas. Seguridad industrial, recuperada el 1 de marzo de 2019, de


http://www.slideshare.net/vimifosrh/manual-seguridad-industrial

Gálvez Puebla, Iracema y De Armas Fonticoba, Tania, "Los delitos de cuello


blanco. Un desafío ante la reacción social y la ejecución penal", disponible en Worl
Wide Web: http://www.derechopenalonline.com/derechophp Consultado 01/03/2019.

Dager Aguilar Avilés. Mayo 2010. El Control Social Y El Ordenamiento


Jurídico Una Conceptualización Desde El Objeto De Estudio De La Sociología
Jurídica. {Documento en línea}. Disponible en:
http://www.eumed.net/rev/cccss/08/daa4.htm

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