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INTRODUCCIÓN

Las nuevas tecnologías se han instalado de tal forma y a tal velocidad en nuestras vidas que
hoy no concebimos nuestra existencia sin el correo electrónico, el WhatsApp, las redes
sociales, o los buscadores. Vivimos en la era digital, por ello, los alumnos de la actual
Educación Secundaria Obligatoria y del Bachillerato, tienen que adquirir una alta
competencia digital, porque van a vivir en un mundo infotecnológico. Esto no plantea
ningún problema teórico, y los prácticos son fáciles de resolver, incluido el hecho de que
los alumnos sean nativos digitales y sus profesores inmigrantes digitales (Marina 2012),

pero tendremos que estar muy atentos al uso que hacen de estas tecnologías porque
puede no estar exento de peligros. A su vez, la adolescencia es una etapa crucial en el
desarrollo de toda persona. En ella se alcanza la madurez cognitiva a través de la
consecución del pensamiento formal, se establecen avances importantes en el desarrollo de
la personalidad que se manifestarán durante la madurez y se desarrollan muchas de las
conductas y actitudes sociales que rigen las relaciones con los demás. La adolescencia,
además de ese significado individual, tiene trascendencia en el colectivo social: nuestros
adolescentes de hoy son los ciudadanos de mañana, por lo que de ellos dependerá nuestra
sociedad futura. De ahí la importancia que tiene para toda la sociedad la educación de
nuestros jóvenes y adolescentes. Conocer el adecuado uso que esta población hace de las
TIC, o por el contrario, el uso inadecuado, el abuso, o la dependencia excesiva de las
mismas que experimentan muchas personas para alejarse de sus smartphones o
desconectarse de redes sociales, foros y mensajerías instantáneas (tipo WhatsApp) se la
conoce ya como “obesidad digital” si es de carácter habitual, o como nos indica Castell
(2003), “botellón digital” si se produce los fines de semana. Los adolescentes, viven
pendientes de los zumbidos, los pitidos, destellos y vibraciones de un mensaje nuevo en la
bandeja del correo, de un retweet, de un mensaje en el WhatsApp, etc…. Por otra parte,
debemos reconocer que existe un exceso de información y que la Red ha contribuido a
crear este síndrome de Diógenes informativo (Castellanos -no editado-). Lo cierto es que
no son pocas las personas que pasan muchas horas “vagabundeando” por la red y bajando
gran cantidad de información que acumulan sin capaces de “digerir”, ni de organizar. Este,
sin duda, puede ser otro de los riesgos de la red. Consideramos que es preciso abordar la
tecnología en términos de oportunidades para el futuro de nuestros jóvenes y eso exige un
conocimiento de la influencia real y del impacto que están teniendo en la vida de los
adolescentes, así como, una actitud positiva en el acercamiento a este mundo sin dejar de
señalar los peligros que, como en tantos otros temas, aparecen cuando se pasa del uso al
abuso. Lo que sí parece cierto es que la gestión del cerebro está cambiando con el uso de
las TIC y esto es ya una realidad imparable. Desde el punto de vista evolutivo, no nos
hemos enfrentado a un problema tan complejo, posiblemente, desde la invención de la
escritura (Marina 2012). El mundo está en internet. Al alcance de todos y en tiempo real. Es
algo apasionante y “mágico”. Parece claro que las TIC se han convertido en el agente de
socialización y de transferencia cultural más importante en este nuevo milenio (Vaucheret
2004). A través de estas tecnologías se están modificando hábitos de relación y formas de
intercomunicación de las personas. En el caso de los adolescentes, con independencia de
donde vivan, de que sean buenos, o no tan buenos estudiantes, o de su origen social, los
adolescentes viven “en la Red” y esto tiene sus peculiaridades. Se modifican formas de
relación y determinados comportamientos. También se modifica no solo la ortografía, por
ejemplo, para saber si van a quedar con los amigos se podría escribir” Kd+”; sino también
el propio lenguaje. Términos como “internetera”, “videoquedada”, “whatsappearnos” y una
cada vez más amplia gama de nuevos términos, se asumen en el lenguaje digital cotidiano.
También debemos de estar atentos a lo que señalan Lara et al. (2009) de que las TICS
tienen la potencialidad de lo que coloquialmente entendemos por “enganchar” y esto
puede conducir a la pérdida o debilitamiento de límites necesarios para el desarrollo de la
autonomía propia de las personas maduras. Por tanto, de no haber una intervención
apropiada, pueden estar gestándose problemas futuros y arraigándose pautas
dependientes que pueden ser factores precursores de adicciones. Así, trabajar en
habilidades preventivas adquiere una importancia capital ya que Internet puede llegar a
crear hábitos de adicción. Chicos y chicas pueden pasar mucho tiempo frente a la pantalla,
dejando de lado sus obligaciones y tiempo de ocio, que empiezan a mostrar síntomas de
malestar cuando no están frente al ordenador o el móvil y que basan sus relaciones con los
de más en una interrelación tecnológica. En este sentido, las redes sociales están
suponiendo una “revolución” en las relaciones interpersonales. International Journal of
Developmental and Educational Psychology 572 INFAD Revista de Psicología, Nº1-Vol.3,
2014. ISSN: 0214-9877. pp:571-576 LOS ADOLESCENTES Y EL USO DE LAS REDES SOCIALES
Para Carbonell et al. (2010), entre las aplicaciones específicas de internet, la posibilidad de
adicción se centra en las que presentan propiedades comunicativas y sincrónicas como, por
ejemplo, los chats y juegos de rol en línea, que permiten la comunicación hiperpersonal, el
juego de identidades, las proyecciones y la disociación sin consecuencias en la vida real. En
opinión de Turckle (2011) la tecnología suele darnos una ilusión de compañía sin las
exigencias que supone la amistad presencial. Es posible crear relaciones superfluas,
frecuentes pero poco profundas, en las cuáles el componente emotivo es decididamente
excluido o reducido al emoticón. El problema es que los adolescentes se escondan tras una
pantalla y no sepan relacionarse en la vida real. Además este tipo de relación puede tener
para ellos, el atractivo de llegar a ofrecerlos determinadas emociones placenteras que no
encuentran fácilmente en la vida real. Será necesario investigar más para saber si la
socialización virtual está cambiando de algún modo los valores de los jóvenes y las
implicaciones cerebrales subyacentes a este tipo de comunicación Garrote (2013). Así como,
valorar en qué medida pudiera estar afectando, o no, a las formas de comunicación
interpersonal, al ocio, al tiempo para estar con otros (amigos, familia, etc…), al tiempo de
estudio y de descanso, etc… Por otra parte, la brecha digital existente entre padres e hijos,
con gran desconocimiento en muchos casos por parte de aquellos de lo relacionado con la
informática y las posibles medidas de control y prevención, dificulta aún más el proceso
educativo y de orientación y seguimiento. En este sentido, en la casa, habría que considerar
que el ordenador es una herramienta más de trabajo y ocio y debe ser accesible para todos
situándose en un lugar visible para todos con el fin de evitar los problemas mencionados
de vistas a páginas inadecuadas, tiempo excesivo en el uso etc. Por ello, en esta parte del
trabajo, vamos a analizar algunas características del uso de internet y de las redes sociales
de los adolescentes escolarizados en la Comunidad Autónoma de Cantabria. Estas redes,
son el mejor exponente de la llamada extimidad, lo opuesto a la intimidad, parece que
ahora es necesario darse a conocer, contar lo que se hace, figurar en el centro de la
relación y atención. Los jóvenes perciben que el que no está en la red, “no existe”. Y esto
puede entrañar sus riesgos para los adolescentes.

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