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2019
V. Derecho a aprender.
VII. Bibliografía.
A. ¿Derechos absolutos?
Cuando nos referimos a derechos absolutos es pertinente, para abordar el tema,
definir qué entendemos por “derechos”.
Etchichury define a los derechos como “facultades para hacer o no hacer algo, o bien
para exigir que el Estado u otras personas particulares actúen de cierta forma o se abstengan
de hacerlo”1.
Partiendo desde esta concepción, de los derechos como “facultades” reconocidas por
la Constitución, podemos –o debemos- decir que ninguna facultad debe ser absoluta, en
tanto es necesaria una ley que reglamente su ejercicio, y una voluntad política necesaria
para efectivizarla (dicho de otro modo, traer a la realidad y volver pragmática una
atribución “ideal” y, en cierta medida, “abstracta”). Desde la otra cara de la moneda, no
podemos obviar el hecho de que dicha ley que “operativice” el derecho, de ningún modo
puede alterar su naturaleza2.
A través de la reglamentación legal del derecho, en cierta medida dicha facultad se ve
“relativizada”, en tanto y en cuanto la aplicación indiscriminada –y no reglamentada- del
derecho, nos llevaría indefectiblemente a un desequilibrio mismo del ordenamiento
jurídico.
La consideración sobre derechos absolutos (como el de la vida, defendida por parte
de la doctrina, hoy en día puesta en jaque debido a la disputa y lucha por la ley de
interrupción voluntaria del embarazo) en un contexto actual, frente al reconocimiento de
1
ETCHICHURY, HORACIO JAVIER y PICCARDO, IVANA, “Declaraciones, derechos y garantías”, en:
Hernández, Antonio María (ed.), “Derecho Constitucional”, La ley, Buenos Aires, 2012, p. 585.
2
“Los principios, garantías y derechos reconocidos en los anteriores artículos, no podrán ser alterados
por las leyes que reglamenten su ejercicio.”, Constitución Nacional, artículo 28.
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una “sobre abundancia” de otros derechos (que también podrían considerarse, de un modo u
otro, absolutos) es materia de fuerte disputa entre los operadores y de cualquier sujeto
ligado a la cuestión jurídica –y no ligado- también.
3
A partir de aquí “CSJN”.
4
CSJN, “Bahamondez, Marcelo s/ medida cautelar”, sentencia del 06/04/1993, La Ley T. 1993-I, p.
479-507.
5
CSJN, “Albarracini Nieves, Jorge Washington s/medidas precautorias”.
6
Votos de los Dres. Rodolfo C. Barra y Carlos S. Fayt, considerando N° 13.
7
Disidencia de los Dres. Augusto César Belluscio y Enrique Santiago Petracchi, considerando N° 9.
8
CSJN, “Bazterrica, Gustavo Mario s/medida cautelar”, Fallos: 308:1392, 06/04/1993.
9
Considerando N° 8 de la Corte.
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10
Voto del Dr. Enrique Santiago Petracchi, considerando N° 12.
11
CSJN, “Portillo, Alfredo s/infr, art. 44 ley 17.531”, Fallos: 312:496, 18/04/1989.
12
Constitución Nacional, artículo 21.
13
GODACHEVICH, MARIANO GABRIEL, “Nota al fallo “Portillo, Alfredo”, CSJN, 18/4/89”, p. 217.
14
Ibíd., p. 219.
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Se podría decir que es “la facultad que tiene el hombre, por el hecho de ser tal, de
satisfacer el alto fin de su formación plena.”15
A partir de tal definición de carácter categórica y –para nuestra suerte- amplia,
podemos afirmar que incluye no solo a lo conocido como “educación” (o su faz restringida:
educación formal primaria, secundaria, terciaria, universitaria, etc.) sino también a otro
campo en el que podríamos incluir perfectamente la cultura, la música, el deporte, la
ciencia, la tecnología, como así también lo atinente a educación sexual o educación vial.
Por otro lado, en cuanto a la importancia de este considerado “derecho humano”,
debemos “concebir a la educación como el vector más eficaz para la construcción de una
sociedad moderna y con movilidad social ascendente y como el mejor garante del
cumplimiento de fines planteados por el Preámbulo constitucional, como el de bienestar
general”.16
15
BRAVO, HÉCTOR FÉLIX, “Una confrontación de relevancia: derecho de huelga vs. derecho de
aprender”, Academia Nacional de Educación, Buenos Aires, 1996, p. 23.
16
BERNAL, MARCELO, “Derechos humanos (tercera parte)”, en: Hernández, Antonio María, “Derecho
Constitucional”, La ley, Buenos Aires, 2012, p. 678.
17
A modo de ejemplo: Ley 1.420; Ley 26.075; Ley 26.150.
18
Ley N°. 26.206 de Educación Nacional, B.O. del 27/12/2006, Art. 2.
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De tal artículo se puede inferir fácilmente que el Estado, prima facie, es el encargado
de garantizar y controlar (en el sentido de constatar su correcta y razonada aplicación) el
derecho a la educación en su sentido más amplio (incluyendo al “conocimiento” como
tal)19. Mal podría derivarse esta responsabilidad a institución u organización privada alguna
que haga las veces del Estado, sea nacional, sea provincial o de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires20.
Por otra parte, y muy necesario advertir en una sociedad muy ligada a lo comercial en
tiempos contemporáneos, el Estado nacional establece la no concepción de la educación
como servicio lucrativo, o que se aliente su mercantilización21.
19
Ibíd., Art. 5.
20
Ibíd., Art. 4.
21
Ibíd., Art. 10.
22
ROSETTI, ANDRÉS, “El derecho frente a la protesta social”, p. 353.
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23
COUSINET, ROGER, “¿Qué es enseñar?”, archivos de Ciencias de la Educación, 2014, vol. 8, n° 8,
p. 1 - 5.
24
Facultad constitucional de reglamentar derechos que posee el Estado.
25
Decreto Nacional N° 52/2018.
26
“Presupuesto de gastos y recursos de la Administración Nacional 2019” (LEY N° 27.467).
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27
Tal y como lo fue la “Ekklesía”, principal asamblea de la democracia ateniense en la Grecia clásica.
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V. Derecho a aprender.
En relación a lo expresado en el punto “III”, de este lado, como contraposición
necesaria al derecho a enseñar, nos encontramos con el derecho a aprender, concebido este
último como “adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio o de la
experiencia”28.
A partir de esta definición, se puede advertir fácilmente la necesidad de que ésta se
encuentre desde los primeros años de nuestras vidas.
También, podemos aclarar que no solo es necesario un “adquirir conocimientos” por
el hecho en sí mismo, si no siempre desde una postura lo más científica y menos lejana con
la propia realidad, poniendo un mayor énfasis en la calidad del conocimiento transmitido.
Desde un informe elaborado por “Entreculturas”29: “[…] Según los últimos datos de
UNESCO, 57 millones de niños y niñas están aún sin escolarizar y más de 770 millones de
personas adultas –dos tercios de ellas, mujeres– no saben leer ni escribir”.
Frente a esta cara de la moneda del derecho a la educación, podemos decir que su
afectación no es muy distinta, tanto por parte de actores políticos como sociales; en cuanto,
por ejemplo, un paro educativo por parte de docentes, o una falta de responsabilidad por
parte de la casta gobernante a la hora de negociar salarios o dedicar un mayor caudal del
presupuesto a la categoría que estamos analizando, incluyendo ello también el apartado
ciencia e investigación.
28
Definición tomada de la RAE (Real Academia Española).
29
Entreculturas, “Derecho a aprender: educación de calidad, educación transformadora”, disponible
en https://www.entreculturas.org/sites/default/files/derechoaaprender.pdf.
30
HERNÁNDEZ, ANTONIO MARÍA, “Derecho Constitucional”, La ley, Buenos Aires, 2012, p. 592.
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sobre el resto, ya que de imposible aplicación lógica y coherente sería una máxima que
predique una solución tal como “dar todo lo que aquél solicita”.
Además, la reglamentación de este derecho otorgaría una mayor seguridad jurídica y
confianza en el orden normativo todo, en cuanto cada quien sabría, de antemano, los
derechos y las obligaciones que le tocan al respecto; y en este último punto muy importante
es aclarar algo.
El poder ejecutivo, en su función de gobernación y administración; el poder
legislativo, elaborando leyes, reglamentaciones y controlando a los demás poderes; y el
poder judicial, coadyuvando a “hacer cumplir la ley de leyes”, en perfecta sintonía, esta
trinidad jurídica debiera confluir en la imposición de un presupuesto, unas bases educativas,
científicas e investigativas, un control razonado en las leyes que afectan a la educación, y
una ejecución de todo ello acorde a los distintos avances tecnológicos y de enseñanza, para
que el saber no se convierta en un mero derecho común y corriente, dejando su arbitrio a lo
que grandes compañías financieras puedan y quieran hacer con la educación misma.
2. Cientificidad: a través de la misma ciencia (no entendida ésta como un dogma, claro
está), aplicarse con todos sus avances constantes, logrando así una reforma en el
contenido educativo, aspirando siempre al progreso y nunca al retroceso u
oscurantismo. La aplicación de ella coadyuvaría a, por un lado, lograr una “base
inmutable” de contenidos fundamentales (por ejemplo, leyes físicas o lógicas); y por el
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otro, una perspectiva “dinámica” que permita la actualización constante del contenido
pedagógico (en este caso, contenidos más bien pertenecientes al campo de las ciencias
sociales, por citar un ejemplo conciso y sumamente asimilable).
VII. Bibliografía.
BRAVO, HÉCTOR FÉLIX, “Una confrontación de relevancia: derecho de huelga vs. derecho
de aprender”, Academia Nacional de Educación, Buenos Aires, 1996, p. 23.
COUSINET, Roger, “Qué es enseñar”, Archivos de Ciencias de la Educación, 8 (8), 1-5, en
Memoria Académica, disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.6598/pr.6598.pdf.
HERNÁNDEZ, Antonio María, “Derecho Constitucional”, Buenos Aires, La Ley, 1ª ed., 2012.
ROSSETTI, Andrés, “El derecho frente a la protesta social”, Andrés Rossetti y Magdalena
Álvarez (coord.), “Derecho de huelga y derecho a la protesta social: un análisis desde el
método de casos”, Córdoba, Advocatus, 2013, p. 353