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1- Libre mercado

El neoliberalismo apuesta por un libre mercado, argumentando que es la forma más eficiente de asignar los
recursos. La principal característica del libre mercado es que los precios de los bienes y servicios son
acordados por los vendedores y compradores, según la demanda y la oferta, debido a que las regulaciones o
intervenciones gubernamentales son mínimas, o incluso inexistentes. El neoliberalismo plantea desregular el
comercio, en los ámbitos nacional e internacional, y dar lugar un mercado auto regulado. Algunos indican que,
para que esta auto regulación sea efectiva, deben existir en la sociedad ciertos valores fundamentales, como
el respeto, el reconocimiento del otro, la empatia, la honestidad y la solidaridad, entre otras virtudes.

2- Privatización
La ideología neoliberal indica que es necesario que el sector privado tenga una participación activa en ámbitos
tradicionalmente dominados por el Estado.
Los neoliberales consideran que ámbitos como la salud, la educación, la seguridad, la banca, los servicios
eléctricos, entre otros, deben estar privatizados.
Los detractores del neoliberalismo indican que los neoliberales han buscado privatizar casi todo el sector
público, habiendo sectores que se encargan de acciones administrativas muy relacionadas con el Estado.
Podemos mencionar por ejemplo la recolección de impuestos o asignación de multas, que deben seguir
perteneciendo al ámbito público.
Los críticos del neoliberalismo también exponen que la privatización de todos los ámbitos promueve el
aumento de la riqueza en los más acaudalados, y exige un mayor costo de los servicios a los usuarios.
3- Desregulación
Con la desregulación, el neoliberalismo busca generar un escenario con mayores oportunidades para la
inversión.
La intención es que las empresas vean reducidos los impuestos que se les aplican y las regulaciones que
pudieran interferir, de una u otra manera, en la oferta de sus bienes y servicios a nivel nacional o
internacional.
Este escenario de poca o ninguna regulación, puede generar arbitrariedades en cuanto a la situación laboral
de los empleados.
Críticos del neoliberalismo exponen que, en este espacio sin reglas, pueden llegar a reducirse también
beneficios que protegen el ambiente laboral o la salud de los empleados.
4- Competencia
La competitividad es una de las principales características del neoliberalismo. Según esta doctrina, las
relaciones humanas se basan en la competitividad; todas las acciones se realizan en ese contexto, con el aval
del Estado.
5- Crecimiento económico como vía para el progreso
El neoliberalismo considera que el Estado impide el desarrollo económico, social y cultural de las sociedades
debido a que frena las iniciativas individuales de progreso.
Según lo preceptos neoliberales, es a través del desarrollo económico que será posible que la humanidad
progrese. Y este desarrollo se conseguirá a través de la participación en un mercado sin regulaciones y
abierto al sector privado.
6- Reducción de impuestos
El neoliberalismo se caracteriza por demandar un mercado con menos impuestos. Esta reducción de
impuestos busca disminuir la participación del Estado en las acciones económicas.
Algunos detractores de este modelo indican que la disminución de los impuestos trae como consecuencia una
menor cantidad de recursos del Estado para programas sociales destinados a las poblaciones más
susceptibles.
7- Flexibilidad en el mercado laboral
Entre los preceptos característicos del neoliberalismo se encuentra:
• El deseo de que los mercados laborales se conciban de manera que les permitan mayor libertad en la
contratación de empleados
• En la organización general de su fuerza de trabajo
• En algunos casos, en la posibilidad de realizar sus actividades fuera del país de origen.
La crítica ante esta demanda del neoliberalismo es que los trabajadores quedan absolutamente
desprotegidos, porque dejan de existir regulaciones que les garanticen un ambiente laboral y salario
adecuados, entre otros beneficios.
8- La responsabilidad individual sobre la colectiva
Según el neoliberalismo, los individuos son iguales ante la ley pero, al mismo tiempo, tienen distintas
habilidades y capacidades que deben reconocerse y dejar que prosperen, para que sean los propios
individuos quienes generen el progreso en los ámbitos económico y social de un país.
Algunos opositores de esta doctrina indican que esto genera mucha presión en los individuos, debido a que,
por ejemplo, se responsabilizan a sí mismos por los fracasos laborales sin considerar que el contexto puede
haber influido en dicho fracaso.
Estos individuos terminan sintiéndose vencidos y terminan siendo considerados como tal por la sociedad.
9- Operaciones económicas simplificadas
Los preceptos neoliberales exponen que, dado que el Estado no dirige las operaciones económicas, hay
menos burocracia, lo que permite que los procesos sean más fluidos y rápidos.
Personas contrarias al neoliberalismo indican que la burocracia no ha desaparecido, sino que se ha
transformado en intercambios económicos entre los actores públicos y privados.
10- Recorte del gasto público
Uno de los principales preceptos del neoliberalismo es la intención de recortar el gasto público; esta acción
permite que se reduzcan los impuestos. Sin embargo, algunos críticos del neoliberalismo consideran que la
reducción del gasto público puede traer descontentos en la población y desestabilidad económica y social.

La publicidad es ya un elemento que forma parte de nuestra realidad cotidiana. Mediante canciones
pegadizas, frases ambiciosas e ingeniosas ocurrencias los anuncios publicitarios seducen y atrapan al
espectador. La complicidad lograda entre empresa-consumidor sólo puede entenderse si consideramos el
esfuerzo que se realiza con el objetivo de lograr una publicidad cada día más atractiva.

Sociólogos, psicólogos y pedagogos centran su trabajo en estudiar, comprender y trazar la vía para atraer no
sólo la atención, sino la simpatía del consumidor en potencia. Es más, a juzgar por ciertos eslóganes
podríamos decir que las grandes compañías aspiran a lograr nuestra felicidad.

Un joven que, tras asistir a un concierto, viaja por la noche en tren acompañado de sus mejores amigos, y,
mientras ellos duermen, él divaga en un monólogo interior sobre la existencia… No es la trama de la novela
de un escritor de best sellers, aunque podría serlo sin ningún problema, sino la imagen que la empresa Coca
Cola pretende transmitir al mundo. Es el rostro amable del capitalismo. Como también lo es Ronald Mc
Donald, gracioso representante de una empresa icono de la globalización económica y cultural, que no
contenta con devastar la nutrición y la cultura autóctonas de cada nación que invade, tiene aún la osadía de
autoproclamarse defensora de la multiculturalidad y transformar al vencido en flamante vencedor.

La publicidad es engañosa, no tanto en lo que promete con respecto a sus productos, como en la imagen que
da de la empresa. Pues nadie pensaría que Repsol pudiese ser una despiadada compañía que ha acabado
con el modo de vida de cientos de familias indígenas. Ni que Nestlé, con su tradicional imagen doméstica,
diese un trato muy dudoso a sus trabajadores. Con sus anuncios las empresas ofrecen espejismos a la
sociedad, pues ven una imagen muy distorsionada de lo que la empresa es en realidad. Quizá las imágenes
de niños ecuatorianos de siete años trabajando para Nike sean un poco más objetivas.

Pero volvamos al tema sentimental (que es lo que vende). Quizá la humanización que desprende la publicidad
de hoy no sea si no la confirmación de que hasta los sentimientos y las emociones pueden ser prostituídos y
manipulados para lograr un mayor número de ventas. Se trata de lo que alguien denominó como lovemarks.
Con su uso repetitivo de pronombres personales (siempre en singular para referirse al espectador y en plural
cuando se trata de la empresa) logran convencer a los compradores de que cada uno de ellos no es uno más.
Con tú, a ti, para ti, distinguen la singularidad de cada comprador, extrayéndolo de la masa a la que sin
embargo pertenece.

El capitalismo es la religión de hoy, y como toda gran religión posee grandes edificios, obras de ingeniería que
dan acogida a sus fieles. Las mezquitas, las iglesias, los templos del neoliberalismo del siglo XXI son grandes
centros comerciales que dan cabida a las masas de devotos del consumismo que cada fin de semana se
agolpan en sus extensiones sedientos de la paz y de la seguridad que encuentran en este tipo de áreas.

El acto de la compra no es un trámite más, las empresas mistifican este acto hasta el punto de que el éxtasis
de santa Teresa esculpido por Bernini o los versos de San Juan de la Cruz quedan en evidencia ante las
promesas eudemonistas de felicidad perpetua a las que las grandes empresas se compromenten. Sexo, éxito,
triunfo, confianza, etc.

¿Pero se pregunta el consumidor si existe una cruz a tanta sonrisa y a tanta fachada? En realidad la cara de
las empresas es tan engañosa como la de las azafatas y dependientas a las que se les exige una permanente
imagen de cordialidad (bajo cualquier circunstancia). Sin embargo el pensamiento único se ha extendido tanto
que ya nadie osa poner nada en duda, quizá porque hemos asumido la hipocresía hasta sus más trágicas
consecuencias.

Moda este sector fue pionero en los procesos de reorganización industrial en la época neolibe- ral. En ambos
estudios de caso, el cierre de fábricas y la utilización masiva de subcontratación a talleres urbanos informales
tuvieron como consecuencias una significativa concentración de capital por un lado, y un marcado deterioro
de las condiciones de trabajo por el otro. De hecho, la existencia de trata de personas y reducción a la
servidumbre de miles de trabajadores inmigrantes es fundamental para el funcionamiento de esta industria. En
la década de los setenta el estancamiento económico afectó las ventas de la industria de la moda. Para salir
́ eres implementaron principalmente una estrategia con profundas consecuencias en la
de la crisis, las firmas lid
organización de la producción. La industria en su conjunto se embarcó en una etapa de fuerte propaganda de
la moda, ampliándola al público joven y rompiendo con la tradición de apuntar solamente a mujeres maduras y
de cla- se alta. Ello incluyó un vuelco hacia la creación de imagen de marca. Muchas empresas lid ́ eres (como
por ejemplo la italiana Gucci) cerraron sus fábricas (o redujeron significativamente su personal) y se
concentraron en las etapas de concepción de los modelos y de marketing. El valor agregado ya no residia ́ en
la calidad del producto sino en el prestigio de la marca en el mercado. La pro- ducción física de la ropa, etapa
de mano de obra intensiva, fue subcontratada a países con menores costos de mano de obra, o a fábricas
más pequeñas ubicadas en las cercania ́ s de los mercados urbanos. Esta estrategia fue luego adoptada por
firmas más pequeñas hasta volverse una práctica dominante en la industria. Tal es así que la creciente
demanda masiva de ropa con alto contenido de imagen incentivó la aparición de nuevas empresas, pero éstas

ya no confeccionaron la ropa en sus propias fábricas o talleres sino que se trató de marcas y comercios que
subcontrataban la confección. Este hecho fue fundamental en el origen de los sistemas de talleres
clandestinos tanto en Buenos Aires como en Prato.

Este proceso de cierre de fábricas y vuelco hacia fuertes inversiones en diseño, marketing y logiś tica tuvo
como resultado un cambio fundamental en las relaciones de poder. como señalan Gereffi y Memedovic
(2003), durante los últimos años la cadena de valor de la indumentaria pasó de estar maneja- da por los
productores a estar controlada por los comercializadores (o, como las llaman los autores, las empresas
compradoras). En otras palabras, durante el fordismo existían miles de comercios que vendían ropa producida
por más bien pocas grandes fábricas; entonces, los productores tenían un mayor poder de negociación para
establecer precios y condiciones. Sin embargo, la concentración de las ventas en una menor cantidad de
grandes marcas y cadenas minoristas, y el surgimiento y crecimiento de pequeños talleres subcontratistas
durante las últimas décadas, permite que esa menor cantidad de comercializadores se aproveche de la
intensa competencia entre miles de productores para imponer precios y condiciones. Así, esta competencia
entre miles de pequeños o incluso micro-talleres por las órdenes de trabajo de las marcas y cadenas genera
una ‘carrera hacia abajo’ (run to the bottom) que lleva a los talleristas a aceptar condiciones antes
inaceptables.

Estos cambios en la industria de la moda, que deben ser entendidos en el marco de transformaciones más
generales en la economia ́ polit́ ica interna- cional y en el rol de los Estados, llevaron a una pauperización
generalizada de las condiciones de trabajo. Hoy en día, la industria de la confección está entre los sectores de
más bajos salarios en buena parte del mundo (ross, 2004). Se ha llegado incluso al extremo en el que la
servidumbre y la trata de personas es una cuestión central, no marginal, en el estudio del sector (Bonacich y
Appelbaum, 2000).

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