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Análisis del problema comunicativo del abuso sexual de un hombre a una mujer

Por Ángela Sánchez Ramírez

Según la página Web de la Enciclopedia Jurídica, “la violación es el más grave de


los delitos en contra de la libertad sexual; comete violación el que tuviere acceso
carnal con otra persona, sea por vía vaginal, anal o bucal”; el acceso carnal solo es
considerado cuando ocurre una penetración. La violación siempre está relacionada
con un acto violento, sin embargo, una agresión sexual no es necesariamente de
esta índole, puede darse porque un hombre ignore de manera consciente todas las
señales que le están diciendo que esa mujer no quiere mantener relaciones
sexuales, como afirma el portal BuzzFeed.

En Colombia, este es un problema que está siempre presente y viene de una


tradición histórica bastante extensa. Sin embargo, a pesar de que este no es un
problema nuevo, sigue teniendo bastantes tabús en la sociedad.

Existen varios mitos entorno a esta problemática, como se enuncian en la página de


ayuda sobre agresiones sexuales, Me han violado. Uno de los más comunes es “La
mayoría de las víctimas son violadas por desconocidos en lugares aislados”, Es más
frecuente que el agresor sea un conocido de la víctima o incluso una persona de su
total confianza.

Con esa breve introducción y antes de continuar, considero pertinente sintetizar el


tema a analizar: El abuso o agresión sexual cometido por un hombre a una mujer
siendo el agresor un conocido de la víctima; Explicándolo desde algunos de los
axiomas o principios de la comunicación propuestos por Paul Waslavik, y desde los
términos que constituye el ritual de interacción según Erving Goffman.
El problema de la agresión sexual comienza desde el primer axioma que nos
presenta Waslavik: “La imposibilidad de no comunicar”. Por más que nuestro cuerpo
se halle en completa quietud y ninguna palabra salga de nuestra boca, seguimos
comunicando a los demás. Esto está relacionado con el cuarto principio:
“Comunicación digital y analógica”; la digital está relacionada con lo verbal, todo
aquello que es literal y lo analógico se basa en las otras formas de trasmitir, el tono,
el cuerpo, los gestos, etc.

En un encuentro sexual, se asume que todos tienen claro la premisa: No significa


No, siendo así clara la comunicación digital del encuentro. Una mujer puede decir si
continuar o no con el encuentro, y se supone que su pareja respetará su decisión.
Sin embargo, la comunicación analógica no está bien marcada, según el portal
LOLA (un portal feminista perteneciente a BuzzFeed España), el consentimiento
debe ser entusiasta y explícito; muchas veces comunicamos incomodidad, nos
dejamos de mover, de responder a las insinuaciones de nuestra pareja. Por más
que no hayamos concedido un permiso directo, nuestra comunicación analógica
marca los pocos deseos de continuar con el encuentro. Como es imposible no
comunicar, la otra persona de este encuentro debe ser consciente del poco
entusiasmo que hay para continuar. Lo anterior me lleva a dos preguntas: Si el
mensaje fue recibido, ¿Qué impide al hombre a detener con el encuentro?, ¿Existe
algún problema en el que ignoramos de manera consciente lo que la comunicación
analógica quiere decir?

Desde el pensamiento de Goffman, sabemos que en una interacción siempre hay


dos o más agentes interactuantes, es decir, dos a más personas siendo partícipes
de una comunicación. En el caso de esta problemática, los agentes interactuantes
son A (Mujer) y B (Hombre), estos construyen una cara y siguen una línea en la
interacción, la cara es la imagen de la persona que se reclama mediante atributos y
la línea es el esquema de actos verbales y no verbales. Los sucesos que ocurren
durante una interacción ayudan a transformar la cara de los participantes. En este
ritual, las líneas son claras y el respeto es una parte fundamental de ellas. Cuando
se comienzan a perder los “papeles” de la interacción se da paso a que ocurra un
abuso.

Investigando acerca del abuso sexual, me surgió una pregunta, ¿Cómo un hombre
llega a agredir a una mujer si no es por la creencia de ser superior?, lo que me lleva
a considerar que en esta interacción existe un tercer agente: La sociedad. Como
mencioné en la introducción, en Colombia, tenemos una tradición histórica que
influye en esta problemática.

Colombia es un país con una tradición machista donde se ha educado a los niños a
ser un gran “varoncito” y de esta manera ser el que manda en la casa, teniendo así
poder sobre la mujer, su esposa. Los niños se crían con un modelo paterno que
cumple este modelo. Por lo que en la interacción entre hijos y padres, ha manejado
la misma línea durante décadas. Siguiendo esta línea que construye la cara del niño
y el padre, también construye la de la mujer; esta debe cumplir su papel de sumisa
y recatada, alguien prudente y virgen hasta el matrimonio.

Aunque este pensamiento ha cambiado y las líneas que se manejan dentro de una
familia han evolucionado, siguen encaminadas por la misma rama, la cara que se
maneja con la sociedad y los atributos que la componen se transforma; la mujer
debe hacerse la difícil y el hombre debe insistir hasta convencer. Las líneas, antes
definidas, de un ritual comienzan a disolverse.
Ahí tenemos otro problema de comunicación, las líneas que se asumen que se
deben seguir en un encuentro sexual, comienzan a redefinirse, volviendo difuso la
pauta a seguir.

Siguiendo el pensamiento de Goffman, el afirma que en una interacción se busca


mantener la cara de todos los agentes, y en caso de perderla, se presentan cuatro
movimientos clásicos: desafío, ofrecimiento, aceptación y agradecimiento. Me
concentraré en el desafío ya que en el ocurre al momento de un abuso. Como ya
sabemos los agentes interactuante tienen una cara entre ellos que se modifica
según las acciones que tengamos. Al momento de una agresión, la línea que se
asume que había que seguir se modifica completamente y la cara que el agresor
mantenía se destruye para la víctima. Esto es algo de “obviedad”. Asumo que una
cara sea destruida por otra persona, es algo casi imposible de creer por aquellos
que lo rodean, es decir, la cara del agresor se destruyó para la víctima, sin embargo
esta permanecen para sus familiares, amigos y conocidos; al momento de denunciar
o que la víctima cuente de una manera más informal lo sucedido, se pierde la cara
que mantenía el agresor con los demás, pero como no presenciaron el suceso,
hacen una evitación para conservar la cara de este. Creo, que ahí explica, porque
denunciar abusos cometidos por conocidos o personas de confianza, sigue siendo
un tabú, la víctima asume que su círculo social (ya que suele ser el mismo),
cuestionará sus intenciones y hará lo posible por mantener la cara del agresor.

Para concluir, la solución que propongo con las agresiones sexuales no es de efecto
inmediato; como futura educadora mi objetivo sería crear soluciones a
problemáticas comunes a largo plazo. En este caso, lo ideal es prevenir, evitar que
sucedan este tipo de agresiones. Enseñando en los colegios y escuelas a lo largo
de todo el país, desde que los niños y niñas tengan consciencia acerca de la
sexualidad, como tener una vida sexual responsable, donde se respete a la pareja;
explicando como el cuerpo puede comunicar mucho más que las palabras y cómo
reaccionar ante ellas, podemos lograr un cambio, brindando seguridad a la mujer y
al hombre la opción de decidir porque hasta ahora se piensa: “El hombre propone y
la mujer dispone”, pero en un encuentro donde están en constante colaboración las
decisiones que se tomen deben ser de dos.

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