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Investigando acerca del abuso sexual, me surgió una pregunta, ¿Cómo un hombre
llega a agredir a una mujer si no es por la creencia de ser superior?, lo que me lleva
a considerar que en esta interacción existe un tercer agente: La sociedad. Como
mencioné en la introducción, en Colombia, tenemos una tradición histórica que
influye en esta problemática.
Colombia es un país con una tradición machista donde se ha educado a los niños a
ser un gran “varoncito” y de esta manera ser el que manda en la casa, teniendo así
poder sobre la mujer, su esposa. Los niños se crían con un modelo paterno que
cumple este modelo. Por lo que en la interacción entre hijos y padres, ha manejado
la misma línea durante décadas. Siguiendo esta línea que construye la cara del niño
y el padre, también construye la de la mujer; esta debe cumplir su papel de sumisa
y recatada, alguien prudente y virgen hasta el matrimonio.
Aunque este pensamiento ha cambiado y las líneas que se manejan dentro de una
familia han evolucionado, siguen encaminadas por la misma rama, la cara que se
maneja con la sociedad y los atributos que la componen se transforma; la mujer
debe hacerse la difícil y el hombre debe insistir hasta convencer. Las líneas, antes
definidas, de un ritual comienzan a disolverse.
Ahí tenemos otro problema de comunicación, las líneas que se asumen que se
deben seguir en un encuentro sexual, comienzan a redefinirse, volviendo difuso la
pauta a seguir.
Para concluir, la solución que propongo con las agresiones sexuales no es de efecto
inmediato; como futura educadora mi objetivo sería crear soluciones a
problemáticas comunes a largo plazo. En este caso, lo ideal es prevenir, evitar que
sucedan este tipo de agresiones. Enseñando en los colegios y escuelas a lo largo
de todo el país, desde que los niños y niñas tengan consciencia acerca de la
sexualidad, como tener una vida sexual responsable, donde se respete a la pareja;
explicando como el cuerpo puede comunicar mucho más que las palabras y cómo
reaccionar ante ellas, podemos lograr un cambio, brindando seguridad a la mujer y
al hombre la opción de decidir porque hasta ahora se piensa: “El hombre propone y
la mujer dispone”, pero en un encuentro donde están en constante colaboración las
decisiones que se tomen deben ser de dos.