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oda actividad tiene un propósito y todo propósito requiere
cierta actividad. Todo los seres humanos activos
desarrollamos una gama a veces bastante amplia de
actividades, impulsados por los objetivos que deseamos alcanzar. No
importa ahora cuales sean esos objetivos. Pueden ser económicos,
culturales, sociales, estéticos, íntimos o públicos, altruistas o
egoístas. El hecho es que, por regla general, no vivimos deambulando
a la deriva sino persiguiendo determinados logros materiales o
inmateriales que desearíamos tener o alcanzar. Para ello nos
esforzamos individualmente, nos asociamos con otras personas,
constituimos asociaciones, sociedades y hasta Estados; siendo así
que los objetivos de la actividad pública quedan determinados por
toda una constelación de factores individuales y grupales de índole
política, social, cultural, económica e histórica - tan sólo para citar
los principales.
Pero una vez que una persona, una empresa o una institución como
el Estado han elegido un objetivo, la primera preocupación es la de
que algo puede "salir mal". Algo puede interponerse entre el
propósito, la voluntad de hacer, o la voluntad de Poder, y el logro del
objetivo. Ese algo, ese suceso, lo denominaremos técnicamente como
evento y lo presupondremos desfavorable por una cuestión
metodológica ya que los hechos de los cuales se ocupa la
Administración de Riesgos son todos aquellos que pueden significar
el fracaso de una gestión o un propósito.
Los eventos pueden ser de muy distinta naturaleza y pueden
provenir de muy distintas fuentes. Esencialmente, sin embargo, hay
dos pares de parámetros que permiten evaluar cualquier evento. El
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Parámetros de consecuencias
Las consecuencias de un evento pueden analizarse midiendo dos
magnitudes: (A) la frecuencia y (B) la severidad.
Frecuencia
Si un evento es físicamente posible, es razonable esperar que ocurra
una cantidad determinada de veces en cierta unidad de tiempo. Por
ejemplo: una vez por año; una vez por década; diez veces por día; o
una vez cada diez millones de años, etc. [2]
La frecuencia de un evento está en estrecha relación con su
probabilidad. El cálculo de probabilidades me indica que si tiro una
moneda al aire una cantidad infinita de veces, sacaré la misma
cantidad de "caras" que de "cecas". Naturalmente, esto no me
permite saber cuántas caras y cuantas secas lograré si tiro la moneda
al aire, digamos, unas diez o veinte veces. Pero me permite saber
que, mientras más veces tire la moneda al aire, más probabilidades
tendré de obtener una cantidad igual de caras y de cecas. Por otra
parte, también me indica que jugar a "cara o ceca" con una moneda
es menos arriesgado que jugar a obtener un número en una tirada de
dados puesto que las probabilidades de acierto en el caso de la
moneda son del orden de un 0.5 mientras que en el caso del dado
serían solamente de un 0.1666.
En el caso de los eventos estadísticos, el razonamiento es similar. Si
construyo una casa en un lugar que ha tenido dos terremotos en los
últimos cien años, mi frecuencia de ocurrencia dada por la
experiencia para el evento "terremoto" es de 2/100 - o sea una
probabilidad de 0,02 (1/50). Si, por otra parte, sé también que en los
últimos 130 años el lugar sufrió cinco inundaciones, para el evento
"inundación" tendré una frecuencia estadística de 5/130 con una
2) También puede tomarse la cantidad de resultados en una serie reiterada de eventos como. por
ejemplo, una vez cada 5.000 Km. recorridos; una vez cada 10.000 horas de vuelo; x veces cada n
revoluciones por minuto, etc.
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tendrá una severidad de $ 130.000.- Pero ése será tan solo el daño
material directo. Supongamos que el edificio era nuestra casa.
Después del terremoto, tendremos que vivir en algún lugar y, en
consecuencia, probablemente alquilemos una vivienda – al menos
por el tiempo que tarde la reconstrucción de nuestra casa. Si
suponemos que la reconstrucción tardará 10 meses y el alquiler de la
vivienda transitoria nos cuesta $ 400 por mes, tendremos por lo
menos $ 4.000 para agregarle al monto del daño real. Siguiendo con
este razonamiento podemos establecer muchos otros perjuicios
causados por el mismo evento y que en un principio no resultan tan
evidentes. Si el terremoto, además de destruir a nuestra casa,
destruyó también la empresa en la que trabajábamos y a
consecuencia de ello nos quedamos sin trabajo, la pérdida de
ingresos será un daño consecuencial importante. Si la casa, al
derrumbarse por el terremoto, aplastó también a nuestro automóvil,
tendremos otro daño material cuyo valor, obviamente, deberemos
sumar; y así sucesivamente.
Es fundamental tener presente todos estos elementos porque en la
práctica, dependiendo de los casos y las circunstancias, la
experiencia ha demostrado que la severidad de los daños indirectos
suele ser de entre 8 a 32 veces la de los daños directos. De hecho,
todos los administradores de riesgo están hoy de acuerdo en que el
daño material directo es solamente la punta de un iceberg, por lo que
el verdadero impacto de un siniestro es prácticamente siempre
mucho mayor de lo que cree la mayoría de la gente.
El riesgo
El concepto de riesgo
El concepto de "riesgo" tiene varias definiciones pero la gran mayoría
concurre en hacerlo equivalente a incertidumbre. Más
específicamente: nuestra representación más inmediata del riesgo es
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Predicción o previsión
Desde hace miles de años los seres humanos hemos venido buscando
herramientas para dominar el futuro. Analizada a fondo, la
administración de riesgos es, en realidad, una administración del
futuro. La prevención se refiere siempre a hechos que todavía no
sucedieron y busca anticiparse a hechos que probable – o
posiblemente – sucederán. Aún cuando tengamos una experiencia
pasada de hechos similares o iguales que ya han ocurrido, nuestra
labor de prevención sólo podrá utilizar esos hechos como una
experiencia acumulada. La labor de prevención se referirá,
necesariamente, a un hecho que no ocurrió. Si no fuese así, no sería
"pre-vención".
Pero ya hemos visto cuando hablamos de los escenarios que el futuro
es, esencialmente, impredecible. Los antiguos intentaron dominar el
problema del futuro tratando de adivinarlo. A esa intención
responden todas las "ciencias adivinatorias" que se han inventado,
desde la quiromancia, pasando por la astrología hasta las distintas
formas de profetizar. Sin embargo, durante los últimos 30 o 50 años
hemos ido poco a poco llegando a la conclusión de que las
predicciones son bastante inútiles.
Para entender esta aparente paradoja podemos echar mano a la
“Historia del Alcalde” que distintos autores han relatado de diversas
maneras. Pierre Wack la relató como la historia del alcalde de
Dresden y De Geus la cuenta como la del alcalde de Rotterdam. De
hecho, puede narrarse tomando a cualquier ciudad como referencia y
aquí utilizaremos a Hiroshima para ilustrar el punto.
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4 )- Los expuestos, no son ejemplos fantasiosos. Piénsese tan sólo en los casos de Sevesso (Italia)
y Bhopal (India). El caso del cianuro de hidrógeno es la explicación más plausible que se
encontró a un caso real ocurrido en una población de la zona sur del Gran Buenos Aires
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Control de riesgos
El concepto de "Control de riesgos" implica, en realidad, tres
enfoques diferentes para tres momentos distintos asociados a un
mismo riesgo:
1°) las medidas a tomar antes de la ocurrencia del evento;
2°) las operaciones a realizar durante la ocurrencia y
3°) las gestiones a realizar después de la ocurrencia.
Un riesgo estará controlado cuando sepamos, con la mayor exactitud
posible, qué es lo que haremos antes, durante y después de su
materialización.
Las acciones, las decisiones y las medidas tomadas antes del evento
se inscriben, por lo general dentro del marco de un Plan de
Prevención. Todo lo previsto para el tiempo que dure el evento se
vuelca normalmente en un Plan de Emergencia. Finalmente, todo
aquello que habrá que hacer y realizar una vez superada la
emergencia está contenido en lo que denominaremos el Plan de
Contingencia. Prevención, emergencia y contingencia constituyen
así los pilares del Control de riesgos, conformando un todo armónico
y complementario que abarca el "antes", el "durante" y el "después"
de un acontecimiento adverso.
La estrategia del control de riesgos consiste en actuar sobre los
parámetros básicos; ya sea sobre alguno de ellos o sobre todos
simultáneamente.
Para controlar un riesgo normalmente lo que se busca es reducir al
máximo posible su posibilidad, su probabilidad, su frecuencia y su
severidad. Utilizando la mayor cantidad posible de materiales
incombustibles en una operación o en un producto, reduciremos la
posibilidad de un incendio. Limitando las operaciones de soldadura
o a llama abierta al mínimo indispensable reduciremos la
probabilidad. Diagramando el trabajo adecuadamente para que las
operaciones con riesgo de fuego se realicen, por ejemplo, todas a la
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7) - No es el caso de la Argentina. En nuestro país la ley exige que la póliza sea emitida por una
compañía de seguros radicada en el país y registrada ante la Superintendencia de Seguros de la
Nación.
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8) - Los productos del tipo "bankassurance" pueden ser interesantes en nuestra opinión, aún
cuando, posiblemente, todavía falte una combinación más estrecha que la actual entre las
compañías de seguros y los bancos.
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9) - Si, por ejemplo, se hace la licitación de una concesión con la cobertura del riesgo a cargo del
concesionario, éste seguramente incluirá el costo del riesgo en su oferta económica.
10) - Vale decir: muchos siniestros pequeños, que causan poco daño económico individualmente,
pero que a lo largo de un lapso de tiempo relevante arrojan casi siempre sumas importantes.
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11) - Esto se relaciona con lo que mencionábamos antes en cuanto a que se necesita cierta "masa
crítica" para acceder a determinadas ventajas en el mercado asegurador. Una pequeña empresa
no se puede sentar con una gran Aseguradora a discutir las cláusulas de una cobertura de
automotores para su única camioneta. Para una gran multinacional o para un Estado Provincial,
con una flota de más de 300 unidades, ya sería otro cantar
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Conclusión
La administración de los riesgos públicos es perfectamente posible y
puede hacerse con la metodología expuesta. Dentro de este contexto,
sin embargo, los riesgos públicos poseen determinadas
características que deben ser atendidas puntualmente. Para hacerlo
de una manera ordenada y técnicamente sólida, cada caso debe
analizarse en profundidad. El método para ello es:
A) Determinar a qué riesgos está expuesta la institución, el
organismo público, o las Metas y Objetivos de su Plan
Estratégico.
B) Determinar y decidir qué riesgos pueden ser eliminados;
C) Determinar e instrumentar las acciones necesarias para el
control de los riesgos remanentes;
D) Decidir los niveles de retención y las opciones de autoseguro
E) Determinar y decidir los mecanismos de transferencia de
riesgo a adoptar.
F) Auditar periódicamente para actualizar procedimientos y
corregir errores.
A medida en que se avanza en el proceso, todas estas acciones se
incluyen en un cuerpo de estructuras, decisiones y documentos –
cuya filosofía esencial es muy similar a la que utilizamos cuando
construimos el Plan Estratégico – y entre los cuales cabe mencionar:
A) Una Política de Administración de Riesgos: establece los
lineamientos estratégicos que persigue la institución u organismo en
materia de riesgos; los criterios de prioridad que se emplearán; y las
responsabilidades y atribuciones de las estructuras que se ocuparán
de darle a los riesgos existentes un tratamiento adecuado.
B) Proyectos de Administración de Riesgos: Cada proyecto se
refiere a un área específica de riesgo y responde a una meta que se
desea alcanzar concordante con lo establecido en la Política. Todo
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decir: el área de los riesgos que se relacionan con el Poder y con las
decisiones que toman las personas que ejercen ese Poder.
Si definimos al Poder como la capacidad de incidir efectivamente en
el destino o devenir de un organismo político – y a la Política como la
actividad relacionada con ese Poder – se sigue que el riesgo político
deviene del ejercicio del Poder. De un modo concreto: se relaciona
con la actividad que las personas, movidas por su voluntad de Poder,
desarrollan con la finalidad de incidir en el destino de un organismo
político.
Por ser una actividad necesaria y específicamente humana (digamos
una obviedad: sin seres humanos no hay Política), la acción política
resulta ser siempre consecuencia de decisiones humanas tomadas
dentro del marco de una determinada cuantía de libertad o
discrecionalidad. Al ser la actividad el fruto de decisiones – más o
menos – libres, los riesgos del ámbito político son en su gran
mayoría consecuenciales, como oposición a los riesgos causales,
accidentales, súbitos, catastróficos o "actos de Dios, tales como p.ej.
un terremoto, la erupción de un volcán, un huracán, una sequía, una
inundación, una epidemia, etc. etc.
Queda sobreentendido que los riesgos catastróficos, independientes
de la voluntad del hombre, también pueden incidir en la actividad
política, principalmente por la gran cantidad de personas y daños
materiales que generalmente involucran. Sin embargo, no
constituyen riesgos políticos propiamente dichos, puesto que no se
hallan directa ni necesariamente relacionados con una cuestión de
Poder y es por eso que aquí los hemos tratado en el apartado
dedicado a la administración pública.
Dentro del contexto de un organismo político – como podría ser el
de un Estado – o dentro de un sistema de organismos políticos –
como sería, por ejemplo, el de una región o configuración
internacional políticamente organizada – el Poder nunca es el
objetivo de una sola persona o un sólo organismo. Por lo tanto, desde
el momento en que la actividad política se realiza siempre en el
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Pérdida de credibilidad:
Estrechamente emparentado con el anterior, este riesgo se refiere a
un matiz que es importante diferenciar. La pérdida de confiabilidad
se produce cuando se pierde la esperanza en que el Poder cumpla
con sus funciones. La pérdida de credibilidad se produce cuando se
sabe (o se cree saber), y existen (o se cree firmemente en la
existencia de) pruebas concretas de que el Poder persigue objetivos
total o parcialmente ajenos a los de su función específica. En este
último caso, lo que se pone en duda no es tanto la capacidad del
Poder para superar las divergencias, garantizar un futuro positivo y
coordinar los esfuerzos, sino algo mucho más grave: se duda de su
voluntad de hacerlo en absoluto. La duda respecto de la capacidad
genera el riesgo de una crisis de confianza: no confiamos en alguien
si creemos que no es capaz de hacer bien su trabajo. La duda
respecto de la voluntad genera una crisis mucho peor: la crisis de
credibilidad, en la cual ponemos en duda hasta que quiera hacer
bien su trabajo. La ineptitud genera pérdida de confianza. La
corrupción generará pérdida de credibilidad. Ambos riesgos, si se
dan simultáneamente, pueden ser letales para cualquier Poder
constituido.
Pérdida de proactividad
Por último, la conservación del Poder requiere la conservación de la
iniciativa. Todo Poder que se limita a reaccionar frente a las
situaciones planteadas por la realidad está condenado a eclipsarse y
a ceder su lugar ante quienes lo desafían. No es posible conservar el
Poder político adoptando una posición permanentemente defensiva
y cediéndole constantemente la iniciativa al adversario. Por más que
existe la posibilidad cierta de "jugar al contragolpe" – especialmente
en aquellas situaciones en dónde se vuelve crítica la elección del
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Consideraciones Finales
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n primer lugar, es preciso subrayar – otra vez – que debe
procederse con cautela y buen criterio en el empleo de los
métodos descriptos cuando se trata de aplicarlos al área
política. Es un hecho que no puede ni debe ser ocultado: las
herramientas que hemos estado viendo no provienen de la Política
como disciplina y no constituyen ciencias auxiliares arraigadas y
establecidas de la Ciencia Política. El planeamiento estratégico
proviene del ámbito empresario, la construcción de escenarios migró
del ámbito militar al empresario y la administración de riesgos
proviene originalmente de la industria del seguro.
No obstante, también es un hecho que estos métodos han venido
siendo aplicados al ámbito político – especialmente al de la Política
Internacional – desde hace ya una buena cantidad de años. Para
quienes se desviven por averiguar “qué hacen los exitosos” y tratan
de soportar su esterilidad intelectual creyendo que el plagio puede
suplantar a la creatividad, la buena noticia es que, si de copiar se
trata, hay muchos trabajos de varias instituciones y organismos que
pueden tenerse en cuenta, ya que estos métodos se vienen aplicando
extensamente en los países industrializados desde hace mucho
tiempo y con evidente éxito. La lista completa sería realmente muy
extensa pero, a título de referencia, podríamos citar a los siguientes:
Council on Foreign Relations, Inc. (CFR) de Nueva York. Esta
institución que opera desde 1921, integró su planeamiento político y
estratégico dentro del propio gobierno de los Estados Unidos a
través de su incorporación al mismo – en 1939, apenas iniciada la
Segunda Guerra Mundial – en lo que se conoció como el War and
Peace Studies Project. Finalizado el conflicto, esta organización
siguió participando en la determinación de la política exterior
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