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de Tony Ortiz
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A Eva Diviany…
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“Sácalo…sácalo…antes que nos lleve el diablo”
Jaime López
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DRAMATIS PERSONAE
Julieta
II
Entonces despierto harta, cansada. De contar peso por peso cada día para el
desayuno, para la comida, para la cena, el pesero. De aguantar como cada mañana
al estúpido que te arrima sus miserias en el tercer metro que debes tomar para llegar
al trabajo al otro lado de la ciudad. Sí, a veces uno se cansa y se pone a imaginar
lo bella que podría ser la vida si de pronto pudieras, no sé, abrir la cartera y sacar
un teléfono celular para marcarle a un taxi. Esperar a que toque el claxon al estar
fuera de casa para llevarte a aquélla oficina donde un montón de gatos no mueven
un dedo si tú no lo ordenas. Vendería mi alma al diablo sin dudarlo por algo así. A
veces uno se pone a imaginar que mamá no murió por una pulmonía que cualquier
médico de cuarta hubiera curado si hubieras tenido el dinero suficiente para pagar
los veinticinco pesos de la consulta y los menos de mil de antibióticos. Sí, a veces
uno se cansa de que la imaginación sea perfecta y muy distinta a la realidad. Por
eso despierto, de pronto, sí cansada pero decidida. La enterré apenas ayer y con
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ella la poca decencia que me quedaba. Me dirijo al espejo y mojo mi rostro con la
poca agua que sale del grifo y lo decido. Decido que este día será diferente. Que
llegaré al trabajo, con el pelo suelto, húmedo todavía. Con las únicas zapatillas
lindas que he tenido en la vida, sí, las de los 15 años, aquéllas por las que un padre
ausente debía sustituir mis zapatos de piso. Llegaré al trabajo a esperar que el
se es una muy hermosa mujer como lo soy yo sólo queda una salida para esa
miseria. “No cedas, no caigas… no vayas a perder” decía mi madre en sus últimos
momentos cuando me veía dudar frente al espejo. Cuando en mis ojos leía que
podía ocupar esa bella figura, grandes ojos, grandes labios para salvarla. No cedí,
no caí. Pero sí perdí. La perdí a ella una cálida tarde de verano, la más calidad, la
más calurosa. En una tarde en donde el calor brotaba de las piedras la perdí por
una pulmonía. ¡Qué ironía! Pero no perderé un solo día más. Llego al trabajo con el
pelo suelto, húmedo todavía, con las únicas zapatillas lindas que he tenido en la
III
Dios me dio.
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El primero aparece. Sonrisa coqueta… así… apartar suavemente el cabello con los
dedos y fingir que no lo veo cuando se acerca al mostrador a pagar su coca de lata.
Cada día a las 3 de la tarde. Repetir, repetir, repetir. Hasta el día del primer ‘hola’.
El primer ‘hola’ de su parte, claro está porque una debe mantener siempre la
palabra. Repetir, repetir, repetir. “Soy Alfredo”, sonreír, “¿Los martes descansas?”,
Podría decirse que lo envolví. Sé que ustedes están pensando que lo envolví, pero
una tiene todo el derecho de sonreír. Es más, una tiene la obligación de sonreír
“¿Qué harás cuando salgas?”. Y ‘boom’, está adentro. Nadie debería subestimar el
poder de una sonrisa. ¿Quién dice que una sonrisa no puede cambiar el mundo?
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Quinta semana y ya no tengo que aguantar al estúpido que arrimaba sus miserias
cocas a las 3 de la tarde y que al parecer ahora me ama. Sería fácil amarlo, pero la
A veces pienso que no soy capaz de enamorarme. ¿Por qué lo pienso? Porque de
otra manera Alfredo hubiera sido el único. En esas primeras semanas sé que habría
fue así.
Ana dice que no debería engañar a Alfredo. ¿Cómo es que le dice? “Mi salvavidas”.
Pero, de cuando acá una solterona que acomoda la salsa Maggie en el anaquel del
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Y, sí, Alfredo se enteró de la existencia de Jerry. ¡Uy, Jerry! Y es que con ese
nombre una no podría ignorarlo. En realidad, se llamaba Gerardo, pero qué más da,
empezó a comprar una barra de chocolate todos los días. ¿Muy parecida a la
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historia de Alfredo? Quizás. Pero en un lugar como esos qué más se puede esperar.
Un día Alfredo golpeó a Jerry y al otro Jerry golpeó a Alfredo. Y al tercer día ambos
golpeara. Por eso crecí sin padre, porque la primera vez que mi padre le dejó
corriendo de casa y nunca más volvió. Jamás lo volvió a ver, y por ende yo tampoco.
Por eso es que les digo que no me golpearon con puños sino con palabras.
Tengo que elegir. O Alfredo o Jerry. Uno es un buen compañero y el otro un muy
sacado del autoservicio. “Tienes que elegir, Julieta” dicen cuando pasan por mí a la
misma hora. “Él o yo”. Y empiezo a llorar, obviamente. Empiezo a llorar y corro dos
Fue lo bueno porque a pesar de que el llanto fácil se me daba no podía elegir a
ninguno. Pensé que iba a ser más sencillo. Alfredo los lunes, miércoles y viernes; y
Jerry los martes, jueves y sábados. Los domingos descansar. Pero no contaba con
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Pero Ana no sabía que la vida estaba en mi contra desde el mismo día en que nací.
Nací morada. Sí. Y de cada 10 niños que nacen morados 9 tienen deficiencia mental
esa pequeña probabilidad es que viene tanta… como decirlo… pericia. Por eso es
que digo que la vida está en mi contra desde que nací, porque si hubiese nacido
con deficiencia mental hubiera, no sé, muerto a una edad muy temprana o mínimo
terminado mis días en uno de esos centros en donde las enfermeras te atienden día
y noche, donde no hay necesidad de penar por techo y comida, donde no tienes
que elegir entre Alfredo o Jerry. Pero, ¿por qué no elegir? Se preguntarán, por qué
Prefiero correr y no volver la vista atrás. Tal vez otro hombre se cruce en mi camino
y podría dejar muchas puertas abiertas en mi paso por este mundo. Porque una
Maggie en el anaquel del fondo el resto de su vida. No quiero decidir entre uno y
otro. No quiero. Y si ya encontré un hombre una vez… si ya lo hice dos… una tercera
ocasión no será nada difícil. Tomo mis pocas cosas y las meto en una maleta.
Empeño el celular, los aretes, el collar y la televisión que Alfredo y Jerry me han
obsequiado y salgo de casa. Busco otro trabajo. Atendiendo otro autoservicio para
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Miguel, Fernando, Saúl, Jorge, Ariel… toparme con otra Ana… salir corriendo
sucesivamente.
siguiente tarda en llegar. Y es que una no puede elegir así como así al hombre 66.
6…6…6 años de la muerte de mamá. 6 años de andar de aquí para allá. Una se
sorprendería de lo fácil que un hombre cae en las redes de una, cuando una lo único
Moreno. Grandes labios. Su cabello largo cae sobre su saco gris. “¿Quién demonios
usa un saco con este calor infernal?”, pienso. Se para frente al mostrador y me mira.
antes que yo. Me sonríe él primero y sus dientes son blancos como la leche. Y sale.
Sin decir palabra. Debí sonar muy convincente como para hacerlo marcharse.
espera afuera.
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Debía ser lo suficientemente estúpida como para acercarme pero algo dentro de mí
“Vidrios polarizados. No seas estúpida, Julieta” repito una y otra vez en mi cabeza
cuando mi mano se apoya en el auto. El cristal baja y ahí está él. “Julieta” exclama
─ Sube al auto.
─ Pero…
─ Sube al auto
por lo mismo. Rodeo el auto y subo. Un extraño olor llega a mi nariz. One Million de
Avanza por la calle y el motor no hace ruido alguno. Comenzamos a cruzar la ciudad
rumbo a casa sin decir una sola palabra. No me atrevo a voltear a verlo. Mi mirada
Muchas cosas pasan por mi cabeza. Quizás esté muerta por la mañana. Quizás
acabe en un barranco y me pudra sin que nadie sepa nada más sobre mí.
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“Para qué subí” pienso. Después de todo lo que he pasado. Y entonces lo entiendo.
Alguien se está vengando. Alguien de esos 65 ha mandado a este hombre por mí.
Volteo a ver la manija de la puerta. Vamos a 60km/h. “Nadie muere por aventarse
Uno…
Dos…
Me vuelvo a verlo por primera vez y sonríe. Con sus dientes blancos como leche.
─ ¿Perdón?
─ Bájame o grito.
─ Tranquila.
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─ Bájame o…
no abre.
─ ¿Quién eres? ─ le grito ─ ¿Quién te mandó? ─ Le oigo una y otra vez mientras lo
─ Tú me llamaste, Julieta.
─ ¿Qué?
─ “Vendería mi alma al diablo sin dudarlo por algo así” dijiste aquélla mañana hace
“Vendería mi alma al diablo”. Dice que dije. Tiene que ser un sueño.
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─ ¿Lista para hacer el trato?
VI
mañana siguiente, mucho antes de que sonara el despertador, con las sábanas
Me levanto como alma que lleva el… digo… muy muy rápido, y aprisa enciendo una
oigo repetir en mi cabeza. Y me quedo de rodillas frente al altar. Por casi dos horas.
¿Sentía miedo? No lo sé. Sé que pensarán que una debería saber cuándo tiene
miedo, pero en ese momento lo único que sentía era una gran confusión.
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Me levanto del piso sólo cuando el teléfono celular comienza a sonar. “¡El
─ Bueno.
─ ¿Julieta dónde estás? Debías abrir hace media hora─ escucho a mi jefa detrás
del auricular.
─ ¿Ah sí?
quedarás con…
Y la voz detrás del teléfono sigue hablando sin que yo la escuche. Mi atención está
fija en el hombre que me observa detrás del espejo de mi recámara. El de los dientes
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Me quedo muda.
─ 65 hombres han pasado por tu cama y has dejado a muchos con el corazón roto.
Él sonríe. Con sus dientes perfectos y sus ojos brillan a la luz de la vela que alumbra
a mi madre.
─ Eso sólo lo decides tú, Julieta. Observa a tu alrededor. Nada de lo que tienes te
donde cada noche finges que uno de ellos te lleva al orgasmo. Pero no te juzgo. No
─ Ah, ¿no?
la manera en que las personas lo obtienen. Les mientes, los enamoras, con una
sonrisa, lo sé, pero es una sonrisa vacía. Y con cada uno que pasaba por tu cuerpo
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Pero, no van a ustedes a creer que lo decía en serio. Mi madre había muerto la
noche anterior. Me había quedado sin un quinto después del pobre funeral que le
había logrado organizar. ¿Saben lo difícil que es sobrevivir sola? Mi madre no pudo
hacerlo. Cualquier de ustedes habría dicho una frase como esa en un momento de
crisis.
─ Tú no sabes amar, Julieta. Culpas a todos de lo que te sucede. Has tenido seis
─ ¿No lo hubo?
─ Hasta ahora no te apareciste. Uno no puede apostar con alguien que no lo mira
a los ojos.
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─ Voy a demostrarte que sé amar. Sé amar mejor que muchos. Mejor que todos los
─ ¡Trato hecho!
─ Sólo si lo logras, Julieta. Mientras tanto te seguiré desde las sombras. Y te deseo
suerte. Que el amor no te falle. Pero en mi experiencia, eso es lo que siempre pasa.
la regadera… los zapatos más bonitos que he tenido en la vida…. Y salgo por la
misma puerta, decidida, como seis años atrás…porque conmigo hasta el diablo se
VII
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VIII
Y no hago más que caminar. Por los parques…. Las avenidas… de pronto quiero
que el amor de mi vida se aparezca de la nada… como en los cuentos. Que llegue
y en un beso me despierte de esta pesadilla. Pero no será así. Lo sé. En este cuento
me toca representar a la bruja malvada. Entro a un bar por una copa. Creo que al
la barra y pido un Martini de fresa que bebo de dos tragos… y otro y luego otro…
cuando todo frente a mí comienza a dar vueltas. “Tú que piensas del amor” escucho
al otro lado del lugar. Y al volverme encuentro al bar-tender haciendo una estúpida
metáfora a una mujer con acento español. ¡Ridículos! “Si el amor fuera un país
compraría mi boleto de ida y al llegar desearía que alguien robara todas mis cosas
para no tener que volver jamás.” Me dan asco. El único viaje que el amor me hará
hacer sería al mismo infierno. No quiero escucharlos más. Necesito agua en mi cara
esto? Cuando mi madre abandonó a papá fue una cátedra de que el amor no existe.
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¿En qué estaba pensando? ¿En algún momento lo había sentido? Quería que el
amor fuera como el Martini que me subía a la cabeza, quería salir y encontrar al
cubículos y comienza a vaciar su vejiga tan aprisa que ni siquiera puedo gritar del
susto.
─ Discúlpeme señorita─ dice sin dejar de orinar─ el de los hombres está ocupado y
debía… debía…
─ No te preocupes.
─Le juro que nunca había hecho esto, pero era eso o habría un accidente en el
pasillo.
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Y me aferro a ella como se aferran aquéllas que creen encontrar el amor en los
─ Julieta.
mi pelo… dos Martinis más… y el bar-tender diciendo que cierra… un último Martini
─ No
─Anda…
─ No, Ricardo.
─ Ok.
─ ¿Ok?
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“¿Princesa?”, pienso. Papá me decía princesa.
─ Hasta mañana
─ Hasta mañana
“Que descanses, amor”, en el celular… ¿Amor?... ¿Por qué no? ¡Amor!... ¡Ridículo!
IX
“Sí, acepto”, decimos los dos una tarde de abril, la más calurosa de todas. Y
sellamos el trato con un beso en medio de miles de rosas rojas y una iglesia repleta
de su familia.
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¿La mía? Una parte la abandoné cuando yo tenía seis años, y la otra había muerto
seis atrás.
El único invitado mío, y sólo me percato de él pues Ricardo lo señala una y otra vez.
Es el hombre de los dientes de leche. ¡Por el amor de Dios! ¿Qué no se supone que
“Gracias”, repito una y otra vez cuando se acercan a felicitarme. “Son una estupenda
pareja” “Que el amor no les falte nunca” “El matrimonio es para toda la vida” Sonreír
─ Sonrisa Vacía, Julieta─ Me dice tras estrecharme. One million disimula otro olor
todavía.
─ Te equivocas─ Contesto sin dejar de sonreír para que nadie note mi angustia─
he ganado. ¿Lo ves? Rosa rojas, vestido blanco, Jesucristo clavado en su cruz a mi
espalda. Un esposo que ha jurado amarme por el resto de su vida. ¡Perdiste! ¡Ahora
déjame en paz!
─ ¿Y tú lo amas?
─ ¿Perdón?
─ ¡La llenaré!
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─ Eres una gran competidora.
─ ¿Amor?
si…
“Princesa”
“Sí”, es la palabra que busco. “Sí”, y todos mis problemas se acabarán. “Sí” … pero
nada sale de mi boca. Lo único que puedo hacer es prenderme de sus labios con
inundar sus entrañas. Me aferro a él y mis dedos quieren fundirse en su piel morena.
Escala mi cuerpo como ninguno de los otros… como ninguno de los 65 anteriores…
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Bueno…64… porque hubo uno que…
Y se aferra a mí, y sus dedos quieren fundirse con mi piel morena en aquel hotel
Nunca pensé en casarme. Siempre creí que era un formalismo estúpido. Un contrato
que podría disolverse con la mano en la cintura. Eso me enseñó papá… mamá…
costado. Con el sonido de alguna playa del pacífico colándose por la ventana…
moviendo las cortinas blancas… y el sol alcanza mi piel con su cálido abrazo.
Cualquiera, Ricardo mismo, pensaría que aquello era un indicio de que las cosas
mejorarían, que algo había llegado para iluminar mi vida como esos pequeños rayos
de sol. Pero yo sabía que simplemente se trataba de una de esas formas sutiles con
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El calor de la vela me indica que aún puedo sentir. Que algo en algún lugar de mi
cuerpo puede estremecerse. Ricardo no ha llegado del trabajo aún. Sigo doblando
sus camisas en esta luz tenue. Una tras otra, una tras otra. Alguien me mira desde
Mi cabeza se parte en dos. Por un lado, mi dedo se desliza por las facciones del
─ ¿Eres feliz, mamá? ─ le dije una noche de invierno mientras dejaba sobre la cama
─ Porque no sonríes.
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─ ¿Es porque dejamos a papi en casa?
─ A veces debemos dejar ir, Julieta. Aunque se estruje el corazón. Aunque algo por
dentro insista en que debes quedarte. En ocasiones uno debe tomar la maleta y
correr sin mirar atrás. Aunque se ame. Porque en el fondo una sabe que es lo mejor.
─ ¿Aunque se ame?
─ Sí, Julieta. Aunque se ame. Hay golpes que duelen más en el alma, mi niña.
─ Porque hay cosas que no debemos permitir. Todos merecemos ser felices.
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─ No digas eso.
─ Tú no sonríes más.
─ Porque te amo a ti. (Silencio) Tal vez ahora no lo entiendas, pero algún día, quizás
“Tú mereces ser feliz.” “Tú mereces ser feliz.” “Tú mereces ser feliz.”
Julieta”. Y corro al ropero… saco una maleta y comienzo a echar mi ropa, la mía.
Con la que hui la primera vez. Sonrío. Sincera. Por primera vez y me dirijo a la
puerta. Tengo que encontrarlo. Tengo que hacerlo. ¿Dónde? No lo sé. Giro el
picaporte y…
─ Ricardo… yo.
─ ¿Y esa maleta?
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(Silencio.)
─ No.
─ No, ¿qué?
─ No te amo.
“Gracias” exclamo por fin sin sentir dolor. Mi llave para irme.
ventana que daba a la calle… sonreír… el sonido de una coca de lata abriéndose
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XI
XII
“A veces pienso que no soy capaz de enamorarme. ¿Por qué lo pienso? Porque
de otra manera Alfredo hubiera sido el único. En esas primeras semanas sé que
Sé que lo dije. Sé que lo negué al principio. No pensé que llegaría a contarles todo.
¿saben? A veces me creo mis propias mentiras para hacer más tolerable este
mundo. Y no porque sea una gran mentirosa. Soy una gran creyente. Tanto que a
veces no sé qué es lo que creo en realidad y qué me obligo a creer. ¿Creen que es
Nos quedamos largo rato en el autoservicio. Él me invita una coca y la bebemos ahí
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y tiemblo. No me da su saco para cubrirme. Quizás porque no es una madrugada
fría. Es la madrugada más cálida que hubiera sentido jamás. De vez en vez volteo
a verlo y él sólo mira hacia la calle. Cuando le da pequeños tragos a su lata noto un
momento, pero tras una sonrisa, con sus dientes ligeramente amarillos, nuestros
dedos se entrelazan. Como hacía ya tanto tiempo. Caminamos por las calles de la
ciudad al mismo tiempo que el sol comienza asomarse por el horizonte. Sin decir
decimos nada. Sólo me mira con un par de lágrimas que se niega a derramar.
Estoy a punto de abrir mi boca para explicarle. Para decirle aquello que había
sucedido pero un dedo se posa en mis labios impidiéndolo. Y luego sus labios en
los míos. Sus manos en mis pechos. La ropa comienza a caer al suelo. Quedamos
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─ Es que… yo…
─ No sé qué pasó hace años. No quiero saberlo ahora. Desde hace tiempo esperé
─ Pero tú estás…
Comienzo a llorar. Profundamente y siento mis lágrimas sin saber qué hacer. Mi piel
─ ¿Qué pasa?
─ Dímelo, Julieta.
garganta.
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─ ¿No estás molesto por haberme ido así?… ¿Por lo de Jerry?… por…
─ No voy a negarte que me dolió… que por mucho tiempo creí que te odiaba, Julieta.
extrañaba.
─ No soy…
(Silencio largo.)
Limpia las lágrimas de mis mejillas y me hace el amor. Por primera vez en mi vida
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XIII
El amor… si de esto se trata es algo que nunca desearía dejar de sentir. Me levanto
de la cama sin hacer ruido. Quiero sorprenderlo. Voy a la cocina para prepararle
─ Hola, Julieta
─ ¿Tú? ¿Pero?
─ No te preocupes, aún no vengo por ti. Pero muy pronto, sólo no quería que lo
olvidaras.
─ Él me ama.
Baja de un salto de la barra y sale por la puerta de la cocina. Lo sigo, pero al llegar
a la sala ya se ha ido. No tengo miedo. Esta sensación que corre por mis venas por
primera vez me hace sentir a salvo. Tomo las llaves del departamento y me dirijo a
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echo llave. Entonces la veo recargada en la pared frente a la entrada. Al principio
─ Siete años y yo sabía que este momento llegaría. Sabía que de un momento a
otro ibas a aparecer. Te convertiste en una sombra que ni siquiera la luz del día
podía borrar. (Sonríe) ¿Qué tal hace el amor? ¿Así lo recordabas? Cuéntame. Dime
“¿Sabías que yo lo rescaté? ¿Que pegué los pedazos de su corazón roto cuando te
marchaste? ¿Que dejé de ordenar la salsa Maggie en el anaquel del fondo e intenté
ordenar su vida? Y por un momento pensé que lo había logrado, pero pronto lo
pensé que lo que yo sentía por él y que, para serte sincera, sentí desde el primer
día en que entró a aquel autoservicio cuando le sonreíste por primera vez, sería
suficiente para borrar tu recuerdo. Pero no. Seguía buscándote. En cada maldita
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cajera. En cada esquina. Y fue entonces que entendí que la única forma en que te
esperé. Día tras día, semana tras semana y año tras año deseando tanto como él
que aparecieras. Para que te tuviera entre sus brazos otra vez y entonces esa
puerta que dejaste abierta se cerrara para siempre. Y aquí estás. Con los mismos
zapatos bonitos con los que llegaste al trabajo ese día. Has cerrado la puerta ahora,
funcionan mejor las sonrisas, ¿recuerdas? Es más, guardé algo para ti. Toma. Es
Estuvo tan destrozado como Alfredo, ¿sabes? Pero él no tuvo a su Ana que
tuviste ya el tuyo. Es mi turno de amarlo de verdad. Porque dudo que lo que sientas
Julieta! Eso que sientes no va a matarte. No me mató a mí. Me dio las fuerzas
─ Sí.
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La niña entra al departamento con la llave que Ana me arrebata. Y mi corazón se
estruja de nuevo.
─ El amor le falló a Alfredo, Julieta. Me falló a mí. Y por lo visto te ha fallado también
a ti. Nos ha fallado a todos. No dejes que le falle a ella también. ¿Sabías que le
pusimos Julieta en tu honor? Fue idea mía. No… no agradezcas. Pensé en ese
momento que quizás con ese nombre su padre te olvidaría. Una Julieta nueva que
sustituyera a la Julieta de antes. Ahora sé que lo hice porque quiero que sea una
Julieta nueva, una Julieta feliz de verdad. Recta. Y mi recordatorio de que entre
tanta Julieta vil que existe en el mundo todavía pueden haber Julietas que amen de
verdad. Vete Julieta. Jerry te está esperando en su… cabaret… él puede ser tu
XIV
A veces debemos dejar ir. Aunque se estruje el corazón. Aunque algo por dentro
insista en que debes quedarte. En ocasiones uno debe tomar la maleta y correr sin
mirar atrás. Aunque se ame. Porque en el fondo una sabe que es lo mejor. Aunque
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Así llegué hasta este lugar. Jerry insistió en que debía contarles una historia para
amenizar el show entre cada canción. Así que aquí la tienen. Por cierto, no sientan
miedo si perciben One Million en el aire. Tal vez esta noche sí vengan por mí.
Aunque después de tantos años creo que debieron dejarme olvidada. (Sonríe
amarga).
Feliz día del amor. Para despedirme voy a cantarles El amor me ha fallado. ¿La
conocen?
FINAL
El texto fue representado por primera vez el 19 de marzo de 2016 en el Ágora de la Ciudad de
Xalapa, Veracruz con Eva Diviany en el papel de Julieta y con la dirección de su autor. Publicado
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