La Ilíada

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La Ilíada no relata la guerra de Troya que duró diez años, sino algunos episodios del último
año. La acción se desarrolla en el décimo año de la guerra entre aqueos y troyanos por la
posesión de Helena, esposa de Menelao, raptada por Paris.

Agamenón, jefe de las tropas aqueas o griegas, ha provocado la ira de Apolo por negarse a
devolver a Crises, sacerdote de Apolo, a su hija Criseida, a la que ha conquistado como
botín de guerra.

Se reúne la asamblea castrense (consejo de ancianos) y Agamenón cede y tiene que

devolver la joven a su padre, a pesar de preferirla a su propia esposa Clitemnestra. Para
resarcirse de esta pérdida, se apodera de Briseida, joven esclava que pertenecía a Aquiles
y que el Pélida la conservaba en su tienda como regalo honorífico.

Aquiles, indignado y enfurecido, jura mantenerse aparatado de la lucha, conjura a su

madre Tetis, que habita en las profundidades del mar, y exige que Zeus de satisfacción a su
ira. A ala noche siguiente, a través de un sueño ilusorio, Zeus incita a Agamenón para que
ataque a Ilión. El Atrida informa a los ancianos el sueño y ordena que se concentren las
tropas. Ulises y Néstor restablecen el espíritu de lucha. Magnificas comparaciones van
representado la marcha de las tropas.

La batalla incipiente se detiene, pues Menelao pele en duelo singular con Paris, después
de un juramente solemne de Príamo para terminar con la guerra de esta manera. París
habría muerto si Afrodita no lo hubiera conducido a su aposento envuelto en niebla.

Agamenón proclama el triunfo de su hermano y la guerra concluye. Sin embargo, las

diosas, Hera y Atenea, exigen la destrucción de Troya. Atenea incita a un troyano a romper
la tregua mediante un disparo de una flecha, Menelao queda herido y la guerra vuelve a
desencadenarse. Agamenón incita a los diferentes jefes mediante el estímulo de la
amonestación. Los troyanos combaten fieramente.

El abandono de la lucha por parte de Aquiles es una gran desgracia para el ejecito de los
aqueos. Una comitiva encabezada por Odiseo, se dirige a la tienda de Aquiles para pedirle
que vuelva, al combate. Aquiles e niega rotundamente, pues aún no se ha aplacado su ira
por el ultraje de Agamenón.
Después de informar a Agamenón la negativa de Aquiles, prosigue la lucha en las murallas
y cerca de las naves aqueas. La gran bata comienza en el XII y se extiende hasta el canto
XV. Los troyanos (o treucos) avanzan incontenibles.

Aquiles contempla la derrota de los aqueos y permite que Patroclo vista sus armas, pelea
furiosamente, pero Apolo, bajo la figura de Héctor traspasa su lanza por el pecho. Antes de
morir, vaticina la venganza de Aquiles y muerte de Héctor. Una lucha encarnizada se
desata alrededor del cadáver, mientras la victoria se inclina hacia el lado troyano.

Antíloco comunica a Aquiles la muerte de Patroclo y el Pélida se aflige tanto que Tetis oye
sus lamentos y promete pedir a Hefestos una nueva armadura.

Aquiles vuelve a la batalla, la última y más violenta de La Ilíada, en la cual combaten hasta
los dioses, impulsado por la venganza, se muestra devastado, como un incendio que arrasa
con leña seca.

En la batalla junto al río, la lucha alcanza una ferocidad incontrolable. Aquiles se apodera
de doce jóvenes, a quienes sacrifica por vengar a Patroclo. Aquiles da muerte a Héctor,
después de un terrible combate, lo despoja de la armadura, ata el cadáver a su carro y lo
deja tendido en el polvo.

El Pedro de Héctor, Príamo, suplica a Aquiles devolver el cuerpo de su hijo, Aquiles se

apiada, recordando a su propio padre, y entrega el cadáver. El poema termina con las
honras a Patroclo y con los funerales de Héctor, héroe troyano, entregado a Príamo, su
padre. Príamo regresa con el cadáver de Héctor y la promesa de tregua de doce días.

Andrómeda, Hécuba y Helena, lloran a Héctor y se levanta un túmulo. Hasta aquí trata la
obra La Ilíada, pero según la mitología griega esto continúa.