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EL ÚLTIMO ABRAZO
DE DESPEDIDA
Experiencias paranormales de enfermeras
De Alejandro Parra
Hospitales y clínicas, sanatorios, hogares de ancianos, clínicas gerontopsiquiátricas,
salas pediátricas —incluso ambulancias— y otros centros de salud pueden convertirse
en «caldo de cultivo» de eventos inexplicables.
FENÓMENOS FÍSICOS
Una enfermera relató que mientras estaba sola preparando medicación para un paciente —que estaba
en otra habitación— salió «volando» sobre su cabeza un baxter de suero fisiológico: «Había cuatro
baxters solamente. ¡No había forma alguna de que se moviera así!». Otra enfermera en un hospital
relata que estando en la guardia nocturna en el servicio de otorrinolaringología «escuchaba cómo se
movían los instrumentos dentro de la bandeja en la que estaban... También que golpeaban la puerta
del despacho de enfermería. Cuando iba a abrir, no había nadie». Una enfermera que trabajaba en la
Unidad de Terapia Intensiva en la noche y estaba totalmente sola, a punto de dormir, vio como un pie
de suero perfectamente sostenido caía delante de ella: «Me levanté y lo acomodé. Ninguna puerta se
movió, no había ventanas por donde corriera aire... En otra ocasión encontré, en esa misma
habitación, todos los cajones abiertos».
Una enfermera relata un episodio singular en el sector de clínica médica del hospital: «Una noche,
dos compañeras vienen corriendo aterradas relatando que las luces se encendían y apagaban y que
les habían arrojado una silla. Comprobaron que no había gente a esa hora por los pasillos. Esa misma
noche ocurrieron otros sucesos, en el mismo sector, por la madrugada, cuando unos treinta
pacientes dormían. Las luces estaban apagadas, excepto la de nuestro despacho. Revisamos toda la
internación y todos los pacientes dormían. Minutos después, fui nuevamente yo misma y tampoco
vi nada. Mi compañera estaba aterrada y se quería escapar de la guardia...».
Un fenómeno común relatado por dos enfermeras trabajando en los quirófanos, por ejemplo, es el de
camillas que se desplazan de lugar: «Las colocaba de nuevo en su sitio, pero cuando volvía minutos
después, estaban nuevamente fuera [...] Las luces se encendían solas y se abrían los tubos de oxígeno,
oía que golpeaban la puerta, salía a ver quién era, pero no había nadie [...] cajones que se abren y
cierran...». A veces, estos episodios están en conexión con algún paciente aún vivo, pero en otras
ocasiones, el personal médico está solo, o acompañado por uno o más colegas.
EXPERIENCIAS EN NIÑOS
Las experiencias relacionadas con niños no son demasiado diferentes a las de los adultos. De hecho,
para los niños las visiones parecen ser tan reales, o incluso más, que la propia realidad. Numerosas
enfermeras pediátricas relatan haber tenido experiencias donde los niños pacientes de cáncer u otras
patologías, incluso accidentes, relatan visiones, escuchan música o sienten presencias o encuentros
con ángeles. Médicos pediatras, e incluso niñeras o cuidadoras de pacientes pediátricos en su hogar,
han sido testigos de estos eventos.
Las experiencias con niños pueden tener dos formas: protagonizar ellos mismos episodios
inexplicables, o bien ser el objeto de las visiones por parte de pacientes adultos, en una gran
variedad de formas y sensaciones (oír niños jugar o gritar, o tener visiones de niños). Aunque no hay
una clasificación de las formas de
estas visiones, numerosas
enfermeras relataron que una
costumbre común en los servicios
de pediatría, cuando un bebé o un
niño fallece, es abrir las ventanas en
aquellas habitaciones donde las
hay. Esta costumbre sugiere que su
«alma inocente pueda retornar a la
luz o se desprenda de su cuerpo
físico». Marta, una enfermera con
muchos años de práctica
hospitalaria relató: «Las enfermeras
más veteranas solían
recomendárnoslo». Es frecuente
sentir pellizcos en las piernas y pies,
o toques, como si un niño pequeño estuviera pidiendo atención. Marta recordaba el caso de una
enfermera colega que le dijo que, mientras trabajaba en un servicio oncológico del hospital pediátrico,
derramó accidentalmente talco sobre el suelo, y cuando regresó de recoger unos instrumentos había
encontrado diminutas huellas de pies de uno o varios niños. Se asustó mucho y de inmediato pasó un
trapo mojado para limpiar.
A pesar de haber borrado una evidencia tan elocuente, algunas enfermeras relatan como anómalas
numerosas resucitaciones de bebés prematuros. Licia, una enfermera pediátrica, recuerda su
experiencia:
Era una paciente [prematura extrema] muy inestable, que requería reanimación. Pesaba unos
setecientos gramos. Tuvo un paro, pero pese a nuestros intentos no pudimos reanimarla. Incluso
estuvimos reanimando más tiempo que el dictado por el protocolo. Después de casi veinte minutos,
se la declaró muerta. Típicamente, su rostro se transformó en marmolado. Al carecer de todo signo,
dos enfermeras y yo, junto al neonatólogo, que corroboró su muerte, la dejamos en la bandeja para
comunicarle el deceso a sus padres... Cuando el médico y nosotras reingresamos a la sala,
encontramos a la bebé totalmente rosada, llorando, absolutamente llena de vida y, sobre todo, sin
secuela neurológica alguna. Al menos desde mis conocimientos, esta resucitación espontánea
carece de todo sentido para mí y no le hemos encontrado ninguna explicación hasta ahora.
ANIMALES QUE ANTICIPAN LA MUERTE
Una experiencia frecuente relatada por cuidadoras y enfermeras en asilos de ancianos es la conducta
de algunos animales como, por ejemplo, aves y gatos en proximidad a la muerte de un paciente. Los
animales parecen tener un sentido que les da información antes de que los humanos la reciban. Rupert
Sheldrake, que analizó 2.500 casos de comportamiento inexplicable en animales, distingue tres tipos
principales: telepatía, sentido de la dirección (por ejemplo, animales que pueden retornar a su casa
desde lugares a muchos kilómetros de distancia) y premoniciones (por ejemplo, animales que han
anticipado desastres naturales y han huido de las áreas amenazadas). También encontré algunos
testimonios de familiares de pacientes hospitalizados cuyos perros ladraban y estaban muy inquietos
en cercanía al momento de la muerte de su dueño. (…)
Una enfermera relata el caso de un gato que merodeaba en el parque del hospital y se paseaba por
las ventanas de las habitaciones: