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.

orden del episcopado como monseñor


[igllfas de prunl e~ecesidad no sólo de que la Iglesia se li-
,oo cab~ d . ª trumento de la burguesia,
. 0 rnat111·cesraron

' sino
· tam b.' 1en
g1~ , . 0 e ins . ,,
og de la 1rnage . amplias funciones en la regulac10n de la
¡,erara do asumiera
lle el Esta oción de la equidad social. En otras palabras,
de q ' 1 en la prom
ornH Y .
b. d l 1· .
mente en los am 1entes e cato te1smo socia
.1
eC 00 d", creciente .,
se di~ 1.~ d ue el objetivo de la colaboraoon entre las clases en
v1cc1on e q b 1 . ., . d l
la con . d corporaciones comporta a a 1ntervenc1on activa e
. erior e 1as
el int diente a mejorar las condiciones de la clase obrera a tra-
Esrado, ten . . . 1 ., .1
a incisiva legis ac10n sooa .
vés dAhora
e un bien, a tal proposito' · conviene
· hacera1gunas observac10-
·
conclusivas: aunque la Iglesia persiguiese, además de estos obje-
~esos la sindicalización obrera bajo las banderas del catolicismo, no
av ,
puede afirmarse que en este plano haya tenido éxito. En vísperas de
la revolución militar de 1943, en efecto, los sindicatos católicos eran
minoritarios y estaban concentrados en sectores productivos de cla-
se media. En cambio, la Iglesia tuvo mayor eco en la tarea de "crear
el ambiente" favorable a este corpus de ideas en sectores creciente-
mente vascos de la clase dirigente, y en primer lugar entre aquellos
que, como se ha visto ya, habían adoptado el mito de la "nación ca-
tólica": los militares. No resulta para nada sorprendente en este con-
texto que Perón, un militar surgido de las filas del régimen castren-
se que se instauró el 4 de junio de 1943, inaugurase en poco tiempo
una incisiva política de reformas sociales.

3. LA IGLESIA Y EL PERONISMO. EL PRECIO DE LA "NACIÓN


CATÓLICA"

La historia de las relaciones entre la Iglesia y el peronismo está pla-


. d de la que se la afron-
gada de trampas sea cual fuere la pespect1va es .
' 'f' .1 1 de las interpretaciones
te. Y no sólo porque resulta d1 ic1 separarª . .. _
. b odo por su mtnnseca com
partisanas que la cicundan, sino so re t dº lanos en que cu-
.. . .. . , n de los iversos p
ple11dad, debida a la interseccio . de los que fueron sus
. 1·
vo lugar a la mult1p 1c1 aºd d de percepoones .
·dad del peronismo,
, . l table heterogene1 d
actores y, por últtmo, a a no 1· r el otro, especialmente es·
mundo cató ico, po
por un lad o, y del
435
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pués de su consistente crecimiento en los año .
. s treint p
un dato a menudo deJado de lado pero evident ª· or úlr
e 1a \TUel ltl)o
espinosa: el régimen peronista fue el primero que r . . :e aún rn/
, . e1v1nd1c,. l .-,~
les catoltcos como fundamento de su propia legiti .d O os idea,
. ., . 1 m1 ad de d
época d e la organizacion naciona . Es decir, fue el prime s ek
limitó a un reconocimiento formal de la influencia civi1~~Uenos,
catolicismo, o incluso a pretender gobernar contra la influe or~ del
la tradición católica. Todo esto da una idea de hasta qué pu:~~ª de
inevitable que la dime~sión religiosa .Y la política se confundie:
en el marco de su relación con la Iglesia. Esta razón, unida al hecho
de que la Iglesia desempeñara un rol tan importante en la legitima.
ción del nacimiento del peronismo como en la determinación de su
caída, en 195 5, explica el hecho de que no haya estudio sobre sus re-
laciones que no termine por desarrollar de manera casi exclusiva el
costado político e ideológico. Ésta será la línea argumental que se-
.
gwremos aqu1.
,

En primer lugar, al observar los orígenes del peronismo y sus


vínculos con el mundo católico es necesario cuestionar la difundida
convicción que sostiene la naturaleza instrumental de tales relacio-
nes, determinadas en esta óptica por la conveniencia mutua. Aho~
bien, no hay dudas de que en en ellas exisdó cierta instrumentah·
dad, tanto por parte de algunos sectores del peronismo como del
mundo católico, pero es equivocado hacer de ello la clave interpre·
tativa de su evolución. Por el contrario su naturaleza, tanto en las fa.
ses más ar~oniosas como en las de violenta ruptura, se comprende
solamente si se considera que en los orígenes del peronismo el aPor·
te del universo
. de 1·deas cat61'1co de los años treinta, tal como l0 he·
mos descripto no fu
. ' e un mero
. .
1nc1dente sino un elemento
fu0 da·
mental · El mito de la " ·6 d
pol't' .
l ico y social, generalme
naci n católica" como fundamento del or en
d
en cualquier caso sec 1 . ¡te reela?°rado, a menudo desfigura o,
ideológicas fundam u ariza O pero siempre vital en sus coordenadas
. enta1es, fue n d l .
msmo, al punto de rarte e código genético del pero-
que se mantuvo d d
nfl.
~o icto entre éste y la Iglesia ~un espués de que el tremen °
i.nsalvable. ¿Qué justifica una :rec1~ abrir entre ambos un abismo
(.Cuáles fuero l
n os elementos del
trfnac16n tan ·
· . taJante? Y, sobre
od
t o,
ron los funda mito nac1ona1 .
mentos doctrinarios y l . católico que permea-
e estilo 1"'"'
"""lítico
· de un mov1- .

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el peronismo? Vayamos por orden. Ante
. neo heterogéneo como d 1 eronismo estuvo la revo1uc1·6n m1·1·1tar d e1
011e , enes e p .
odo, en los ong decir una revolución en la que la Iglesia per-
c · de 1943 , es '
4 de jun10 ponía fin a la larga estación liberal en la Argen-
. evento que
cib16 un b , de sentar las premisas de la tan anhelada restaura-
. y que ha na
una . .
. . '4
Por cierto el nexo entre 1un10 del 3 y su resu ta o
1 d
ción cnsuana. ' 'd . d 1
elección de Perón a la pres1 enc1a e a repu 1ca, no es 1-
'bl. 1·
final, la
eal e incluso en ciertos aspectos resulta d.irectamente contrad'1cto-
:a. Sin embargo, vista desde la óptica de la Iglesia, la evolución del
régimen surgido de la revolución no puede separarse mecánicamen-
te en dos fases, como a menudo se ha hecho: la primera caracteriza-
da por una estrecha adhesión a los principios del integralismo cató-
lico, y como tal sostenida por las autoridades eclesiásticas, y la
segunda basada en la movilización obrera y la toma de distancia del
sustrato autoritario y nacionalista, aborrecido por la Iglesia por su
radicalización social y su carácter secular. Entre estas dos fases, que
sin duda existieron, hubo un estrecho nexo, al punto de que la con-
tinuidad entre las mismas fue luego reivindicada por los peronistas
Y?°r la Iglesia. Además de esto se produjeron en breve tiempo cam-
bios tan profundos en el contexto nacional e internacional, que alen-
taron no sólo a Per6n sino a las mismas autoridades eclesiásticas a
modificar muchos de los propósitos concebidos en el momento de la
r~olución. Veamos en qué sentido. En la primera fase de la revolu-
ción los militares confirmaron su vocación de ejército católico, retri-
buyendo plenamente el esfuerzo que la Iglesia había dedicado a su
cristianización en el decenio precedente. La "restauración argentinis-
ª que ellos afirmaban perseguir no era otra cosa que una vari·ante'
t ,,
·
part:icularmente autoritaria de la "restauración · cat61.ica,, q ue la Igle-
· invocaba
sia · desde hacía tiempo, ' desde el momento en que se. apo- a1·
. . l faro de la nac1on 1-
yaha en el supuesto de que el catohc1smo era e d . 0 y de
61 ic
dad · Y de hecho, el apoyo que gran parte del roun o cat
. ta Numerosos
l · 6 fue entusias ·
sus autoridades prestaron a la revo uci n b· t· dades de gobier-
cuadros católicos asumieron entone . es responsa 1 1
. ado de hecho " en
ducat1vo, entreg ce y
no, especialmente en el sector e . d l clero creció enorrneme~, a-
. . La"nfluenc1a
1 e -..J·d querecai.c
concesión" a la Iglesia. · ríada de rneut as . ba desde
se acompañó de la adopc-·16 n de una rn
1 · · d1ca
nto la Iglesia reivtn
~ . . diversos cua
han en los campos rn~ -·

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hacía tiempo: quedó sin efecto cualquier forma d
" . ,, c. d. d 1
e1 comunismo , rue suspen 1 a a actividad de 1
e toler
~ncia hac·
cos -dejando entrever la superación de la "demo os ~rt:tdos Pol' ~
crac1a libe 1t1.
lanzó una campaña de censura de los espectáculos d ral\.YSe
bres tendiente a imponer sobre ellas el respeto de¡~ ; las costuin.
0
Mas · bo 1og1a
" en genera1, 1a s1m " re11g1osa
· · se confundió defin·ral cató!'
. 1ca.
te con 1a patn'6t1ca; . en 1a topon1m1a . . d e la ciudad reapar ttrvarnen
. ·
. . . ec1eron l
nombres de santos y religiosos, como simbolizando la recon . os
cato"11ca· de 1os espacios . pu"bl.icos, a 1a par que 1as calles, las estac'
q\lista
1
nes y los edificios públicos comenzaron a alojar imágenes de la y·o.
lt•
gen -especialmente de las Vírgenes "generalas" de la Merced y del
Carmen- inauguradas en enfáticas ceremonias cuyo eje era la cele-
bración de la "nación católica". Ceremonias que, por otra pane, se
repitieron reiteradamente en las aulas, donde la expulsión de nume-
rosos docentes cuya ideología parecía ahora "antinacional" fue com-
pensada por el retorno de los crucifijos a las paredes. Éstas y otras
numerosas medidas del mismo tono alcanzaron su apogeo con el de-
creto con el que el ministro Gustavo Martínez Zuviría, un conocido
escritor católico nacionalista, impuso el retorno de la enseñanza re-
ligiosa a las escuelas públicas, sepultando con una firma la ley 1420.
Pero ya hacía tiempo, como se recordará, que la restauración católi-
ca no se entendía, para muchos católicos, como un mero conjunto de
medidas destinadas a extirpar el liberalismo, sino también como la
construcción de un "nuevo orden" que favoreciera la integración na-
cional Y previniera la revolución social. Por ello, cuando desde fines
de 1943 el coronel Perón comenzó a actuar en este sentido, apelan-
d.o ª las encíclicas sociales y recurriendo a un universo semántico Y
simbólico similar al del catolicismo social gran parte del mundo ca-
tóli~o lo .interpretó como la culminaéión ~atural del programa revo-
luc1onano. Per6n. , por otra parte, cultivaba· desde hacia, t1empü
· es-
trechas relaciones co 1 y
. na1· n ª gunos · exponentes del clero castrense
nac10 1sta que se co b . d1
apostolad ' . nta an entre los más activos en el campo e
o socia1, y su pol"t' .
fundada en 1 1 bo . 1 tea ten0tente a una mayor equidad soc1
·aI
a co a ración e 1
tisfacer a la Iglesia dad ntre as clases no podía menos que sa-
O
nadas ideológicas d,el .que se hallaba en sintonía con las coorde-
nac1onal catO¡ · . . .
parecía estar vol.vi·endo icismo. El Estado en defin1c1va,
a su ese · '
neta católica y, tal como la Iglesia lo~

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. . nizar la sociedad, infundiendo
. nía a cr1st1a
d
. ado, se 1sPo . ndo aquellos que por no serlo
, predic ; 1· os y extirpa
babia los valores cato ic . al de la nación. En este sentido no se
0 ella , r confes1on ,, d ,, d
e. l bao el caracte l; . católica" sino que se ocupo a emas e
vio a . una "Po 1uca , . .
l1·micóa realizar.
·
. ; lesiástica para que pudiera a1ustarse meJor
st1tuc1on ec . .
fortalecer 1ª in ¿·¿ omo religiosa y patriótica al mismo tiempo.
· · ' enten 1 a e .
asu m1sion, ncia y de manera sustancial, los recursos
taron en consecue ,
A~en ' nstrucción de seminarios, muchos de los cuales co-
desnnados a 1a co ,, l b
edificarse ,· ustamente en 1944, as1 como a as ecas pa-
menzaron a . ,, . · 1·
ra estudiar en ellos, y fue tamb1en asegurado el financ1am1ento so 1-
citado por la Santa Sede para autorizar la reapertura de la facultad de
teología y el seminario de Buenos Aires. Sin embargo, las cosas cam-
biaron rápidamente para la Iglesia y para el país. Los acontecimien-
tos internacionales de la última fase de la Segunda Guerra, favora-
bles a las democracias liberales, y las presiones ejercidas sobre el
gobierno argentino para que se adecuara a ellos, fueron determinan-
tes para imprimir un viraje político al gobierno militar. Y el mismo
efecto tuvo la extraordinaria oposición que suscitó no sólo su natu-
raleza autoritaria sino sobre todo su perfil clerical. Los pilares sobre
los cuales el gobierno militar había construido el edificio de la "na-
ción católica" -la neutralidad en el conflicto mundial la enseñanza
reli~i~~a en las escuelas públicas, el regreso de las uni;ersidades a la
t~adic10n escolástico-tomista, la supresión de la democracia partida-
ria, la solución corporativa de los conflictos entre capital y trabajo-
com~nzaron entonces a derrumbarse o, en el mejor de los casos, a ser
er~~ionados por la oposición. Muy pronto, en definitiva, el breve es-
peJ~smo de la restauración católica integral, realizada en condiciones
casi de laboratorio, se desvaneció. Para el gobierno y para la Iglesia
se abrió entonces una difícil transición, en cuyo devenir se empan-
tanó el largo ciclo del renacimiento católico argentino. ¿Por qué Y
de qué manera?
Si ello ocurrió no fue debido solamente al cambio polftico na-
. . . " deben bus-
cional e internacional sino también a hechos cuyas ratees .
' · A
carse en el interior del mundo católico. ntes qu e nada cabe decir
. J
dicción ínsita en e
que se volvió evidente en ese momento la contra . bo. Ja ar-
. . " te en efecto, evoca
mito de la "nación Católica . Por una par .·,. garantiza
· da Por el ca-
monía y la cohesión de la sociedad corporativa,

439
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racter confesional del Estado, pero por otra sur
presc1n . d"ir d e una e 1evad a d os1s . d e coerción po estaurac·~ 10n no
. d d ., . . r parte del E ?odia
do que aque11a soc1e a m1t1ca, s1 alguna vez h b" . stad0 .t
a ia ex1 'd ,lla,
tomado desde hacía ya mucho tiempo el rumbo d sti o, hab'
. ., e 1a secul . ta
y de la separac1on entre las esferas temporal y espiritual arizaci6n
· · · . ., . · Ala ti,.. d
e11o, para a 1canzar 1a cnsttan1zac1on integral de la sociedad \41. e
1
sia se encontraba atada a un poder político que a sus 01·0 d, bª,1gle.
. ., . ' s, e ia ha
cerse cargo de volver a unir lo que habia sido separado. Se des ·
. ., d ., d prende
que la I g 1es1a parec1a to av1a moverse entro del horizonte anacr0-,
ni co de la alianza entre el trono y el altar, en una época en laque ca.
da poder dependía crecientemente, para legitimarse, de su capacidad
para "conquistar" a las masas. Más aún, en el momento en que la vic-
toria de las democracias liberales en la guerra mundial cerraba, tam-
bién para la Iglesia, la época de los acuerdos concordatarios y abría
la de los partidos demócrata cristianos, surgía para ésta la obligación
de enfrentar tanto la creciente demanda de autonomía política del
laicado como la necesidad de hacer respetar los principios católicos
en un marco de pluralismo político e ideológico, no ya en el de~
régimen confesional de cristiandad. De hecho, empujada en tal di-
rección por la crisis del gobierno militar y por la evolución de la doc·
trina pontificia -expresada en el mensaje radial de la Navidad d.e
1944, en el que Pío XII explicitó por primera vez una suerte de ~n-
mado, aunque condicionado de la democracia sobre las demás or·
mas de régimen político-- la iglesia argentina comenzó a transitar un
camino paralelo al que Perón, con notable intuición, había comen·
zado ª recorrer. Es decir, el camino que en este nuevo contexto roo·
rallo separaba del "abrazo mortal" con los nacionalistas, artífices de
un régimen autontano · · Y c1eneal · para apostar a la amp¡·1ac10n ·" de las.
bases sociales. de la revol ucion, ·,, ¿'e manera de consentir . 1e sobreviv1r
a la restauración de l d . . ,, me·
d"10 d .
e 1a conquista d l
ª emocrac1a e incluso infundirle a esta, p0r
se
había inspirado 1 e lco~senso de las masas, los valores en que
Ademas , a revo uc16n de junio.
de éste , la 1nc1p1ent
· · · · · del catolicismo argent1n · 0 se
manifestó en el fr ente d e su c he cns1s ., o
existieran conflictos e l o es1on interna. No es que anees n
· éstos eran muyntre
veinte f
os cat'T
o icos; se recordará que en los ano "" s
d d recuentes p
o e una disputa en torno l . d ero entonces se trataba sobre co-
a mo elo d e organización
. más adecua-
440

-- ·.,. .... - Scanned by CamScanner


\ · tianización de la sociedad, que no cuestionaba
rar la cns ,, 1 fl.
do para l0 ~ . ta de la Iglesia de la epoca. Ta es con 1ctos, ade-
, . integra1is - .
el espine~ .do agudos también en los anos treinta, cuando se con-
, hab1an s1
roáS,
M . .
b la figura de Jacques anta1n y su rec azo e un
h d
aron so re , . ,
centr. . coercitivo e intolerante, nostalg1co de los reg1menes teo-
0
catohosm
, . s Entonces, el enfrentamiento · hac1a · e1 mundo cato'1º1co or1c1a
r:-.. • 1

crauco ·
aba sobre todo por la f ranJa · m1nontana
· · · de 1os 11amados "cato"1'1-
~: liberales", que el auge de la ideología nacional católica redujo a
la marginalidad. Ahora, en cambio, las divisiones entre los católicos
se habían agudizado hasta el punto de erosionar profundamente tan-
to la cohesión del mundo católico como la capacidad del episcopado
para ejercer su autoridad sobre él. Hacia 1945 la situación era muy
delicada, y no tanto porque el viento de la democratización que co-
menzó a soplar en aquellos años haya parecido, por un momento,
alentar la lucha de los católicos "liberales". Éstos, de hecho, no po-
dían contar de ningún modo con el apoyo de un episcopado imbui-
: do de un imaginario integralista que no dejó de condenar por un so-
e lo instante su disponibilidad a la colaboración con las ideologías
h· seculares. Fue sobre todo la politización de las filas católicas lo que
agudizó las divisiones, en cuanto la "nación católica" pareció dejar
de ser un mito para convertirse en una realidad el 4 de junio de 1943,
Yaún más cuando resultó claro que sus presupuestos habrían debi-
do imponerse en el terreno electoral. Lo que permanecía relativamen-
te compacto cuando se combatía el régimen liberal dejaba de serlo
cuando se .trataba de traducir a un programa de gobierno los princi-
pios de la restauración católica. Los católicos, entonces, comenzaron
ª diverger cada vez más, especialmente cuando debi~r?n pronu~ciar-
se sobre la política social de Perón y sobre sus ambiciones preside_n-
ciales. Además el hecho de que muchos de sus dirigentes _s~ hbub1le-
, . . d l b' militar no facilita a as
sen convertido en func1onanos e go ierno . ., · ·,
, .d O ident1ficac1on, en 1a op1n10n
cosas, sea porque hab1a conduci ª una . ·ficó el inicio
., 1 b. o sea porque s1gn1
publica, entre la Iglesia Y e go iern ' a migrar desde las
. . d fu que comenzaron
de un intenso drena)e e erzas, . · lmente a las filas pe-
. l políncas, especia . . .d r
organizaciones catól 1cas ª as · uar la obra 1nteia ª Pº
.d n natura1 conttn para
ronistas donde cons1 eraro
'
la revolución de jun:o·
na Iglesia que hab1a hec
. U
~:~e d'" o aparentemente,
oceso para OJlC ' ·d d de sus
su apoliticidad y de la un1 a

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fieles el punto de partida para la recristianiz . , . '1
. ac1on int f
ci6n. Pero que en realidad no lo era tanto si se e . egral de 1
. ,, ons1dera 1ana ¡'1
tificación entre la naoon y la catolicidad terminab que la id ' 1(!,
r. d t1· ªPorv
uno de los pro1un os con 1Ctos que atravesaban a la . eren cad
en.
.d . n·
'd 1 . ,,
tina una l1en a 1n 1g1 a a a naoon católica.
sociedad
argen.a 11
En tal contexto emergieron, ya entonces, también i
puntos de fricción entre Perón y la Iglesia: la radicaliza ~Portantes ~
. c1on del d· r·.
cursdo d e Peroh'n,dcada vez m ás violent.~, al punto de evocar el es;~- f.
tro e 1a 1uc a e c1ases; 1a acentuac1on en sentido obrerista d · ;1
e
re1ormas, ,, . para ague1vasto sector de cato'1'icos que, siebiSUs ,'
traumattea
consideraban necesaria una moderada legislación social, encontra~ t
su principal interlocutor en las clases medias y no en el proletariado }
fabril; su propensión a cancelar la autonomía de las organizaciones p
sociales católicas para conseguir la unidad del frente revolucionario, ?
como ocurrió con la formación del sindicato único. Detrás de tales 1
fricciones, que contenían in nuce el futuro conflicto, se ocultaba cuan- ~
.
to habría ido desgastando la relación entre Iglesia y peronismo en los ~
sucesivos diez años. De un lado, en efecto, el peronismo pretendió n
encarnar la "nación católica", considerándose a sí mismo como su na- r 1

tural vehículo en el orden temporal y, por lo tanto, con derecho a


contar con la activa colaboración de la Iglesia. Del otro, ésta no de-
jó de ambicionar la restauración del principio teocrático según el cual
el poder civil habría debido reconocer su primado, en tanto que in-
térprete de la ley de Dios. Dos concepciones, como se ve, contradic-
torias entre sí a pesar de su común inspiración ideal, dado que no
c~~templaban una neta separación entre orden temporal y orden es-
piritual Y, por ende, tendían a absorberse mutuamente.
~e cualquier modo, en el clima de democratización de 1945, la
1g1es1a se encontraba . . 1 / .
ca fu /. en una pos1c16n subalterna respecto de a uni-
erza po1it1ca que se pe fil b /
cional cat6lica d 1 r 1 ª ª como heredera de la ideolog1a na-
al grueso de l e ª revolución d e Junio,
· · Yque además atraia , por eIlo
. . as tropas católicas M, , 1
oposic16n, compuest · as aun, se daba el caso de que a
voc, l ª por sus trad
ar as conquistas u 1
· · l
. ic1ona es enemigos, pretend1a re-
,,
q.uc, si es cierto que;¡~: gob1er~o militar le había asegurado. Es
;:::tto;ibi.lidad de escap::: ~o;imi~nto político ofrecía a la Igle-
c triunfo de la Unión D acc1 ~ anticlerical que habría su-
emocrát1ca · .
, e incluso la de transrni-

442

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. ·deas y valores no lo era menos
chas de sus t '
bajadores rnu diciones de sustraerse a su control,
Jos era taba en con . 1 d
cir a vimiento es . miento clerical sino, a o sumo, e
el rno b de un mov1 .d ,,
que no se trata a .d de inspiración católica, surg1 o auto-
que el part1 o . · l
ya cedáneo de a~u de su voluntad, cuyo nac1m1ento a
un su dientemente b
orna e indep~n / . ente inhibido y que, para colmo, conta a
n b/a sistemancam d' .
Iglesia ha i . sectores provenientes de otras ·tra 1c1ones
rte de ingentes .
con elª~º d hostiles a ella. Por lo tanto, el hecho de que
'd 1' icas, a menu o h' .
1 eo og. . Perón en la campaña electoral, que lo 1c1era
l I les1a sostuviera a
.ª gl' · ente en la carta pastoral que el episcopado redactó para la
1rop 1otam d
·, n que más explícitamente fuera apoyado por parte e vastos
ocas10 , Y d' · d
sectores del clero, no quita que se tratara de un apoyo con 1c1ona o.
En pocas palabras, aunque numerosos católicos avalaron con entu-
siasmo al naciente peronismo e incluso adhirieron a él pensándolo en
términos de una coherente dimensión política de sus ideales en el te-
rreno religioso, muchos otros, especialmente en las cúpulas de la
Iglesia, lo sostuvieron como un "mal menor", capaz de enfrentar el
carácter laico de la oposición, o lo apoyaron interrogándose acerca de
la actitud que el movimiento habría de asumir concretamente en re-
lación con la Iglesia. Otros mantuvieron un alto grado de descon-
fianza, vistas las precoces tendencias del peronismo a defender su au-
tonomía.
Una vez explicitadas estas necesarias premisas, corresponde que
abo~demos el análisis de la década peronista propiamente dicha. Es
decir, la inaugurada por la victoria de Perón en las elecciones del 24
d: febrero de 1946. Sobre la relación que desde entonces se instau-
ro entre su régimen y la Iglesia existen muchas interpretaciones, des-
de las más simplistas a las más sofisticadas. U na reseña completa de
ellas es imposible en un espacio tan limitado como el nuestro. Rea-
grupándolas un poco artificiosamente, bastaría recordar que entre
las primeras se incluyen las que enfatizan la naturaleza popular del
catolicismo peronista y explican el conflicto con la Iglesia como re-
sultado del irreducible conservadurismo de la jerarquía eclesiástica.
Y también aquellas que, si bien reconocen la inspiraci6n cat6lica del
movimiento peronista, consideran que su heterogeneidad, además
de la personalidad desprejuiciada de su líder, habría permitido la in-
filtración entre sus filas de masones, comunistas y anticlericales de

443

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distinto tip~, qu~ habrían sido los artí~ces del conflicto.
menos simplista se encuentran quienes han det En una •
nea . ectado 11,
iración del peronismo a transmutar los preceptos u . , en la~.
P ., . . d n1versa1
magisterio eclesiastico en un con Junto e medidas diri . es dtl
emancipación de las clases populares, una anticipación deglidas a 1,
mas que veinte años más tarde habrían sacudido a la lgl ~ tefor.
. l' . es1a y
particular de las corrientes teo ogicas y pastorales basadas en ' " en
10
ción por los pobres" y de las críticas al carácter jerárquico de~ . 1>- ¡I
titución eclesiástica. Otra interpretación ha puesto el acento ins. 1
. . d 1 . , rnás
que en el carácter protorrel igioso e peronismo, en su natural
secular y secularizante, es decir en el hecho de que su vocación a::.
laborar en función política la doctrina católica habría infligido una
herida mortal a la arquitectura clerical y teocrática sobre la que se
había fundado el renacimiento católico y sobre la que se apoyaba el
pontificado de Pío XII. U na interpretación, ésta, muy sugestiva y
complementaria de la precedente. Por último, una lectura reciente-
mente revalorizada, de filiación neotomista, enfatiza, por un lado las
tendencias regalistas y absolutistas del peronismo, que lo colocarían
en continuidad directa con la aspiración de los regímenes liberales
del siglo XIX de edificar una Iglesia nacional autónoma de la univer-
sal, Y, por otro lado, destaca el rol desenvuelto por esta última en de-
fensa de la "sociedad" frente a sus pretensiones absorbentes. Una lec-
t~ra, :orno se ve, dirigida por completo a reivindicar la función
histórica de la Iglesia como baluarte de las libertades en contra de
~ tendencias absolutistas del Estado. Esta interpretación, aunque
tiene el mérito de po · . . .
. ner con Just1c1a el acento sobre el regalismo pe·
ronista, peca de evidente 1.d 1 . h d
que la ideolo , . eo ogismo porque descuida el hec o e
gia nacional cat61. · d
tonces tendía a ica que impregnaba a la Iglesia e en·
1'nd su vez a apelar a 1 fu d
· u.cir a las instituc· ª erza coercitiva del Esta o para

•onaL1·d ad", esto es ionesfly .a la soc·tedªd a " reconciliarse" con la "na·
la d ·
. octnna católica. y
'ª re eJar fiel ·
fi . e integralmente los principios e
d
~~Lid~l6gica que el ~ o u~ JUsta~ente sobre la base de tal pre·
~ utista su .......-1 n1srno e1erci6 e
pers . ~et. En rea.lid d en rorma crecientemente
(>ecttva nacional a ' al coloc
en lll.Odo arb· . católica, la int arse también ella en una
•trano la 1 h erpretació ·
ta.des respecto de 1~ . .uc a de la Igl~sia n t1ende a equiparar,
inJercncia estatal P<>r la defensa de sus liber-
. c.o n UQa 111,.1,._
'-&UI. por la defensa

Scanned by CamScanner
· dad tout court, sin considerar la vocación
d , . · l subyacente en el mito
es de la socie . d l " . , Ca
libcrttl e a nac1on -
de l"S . 0 on1es1ona
,o}uusrn
111llbs• •
c61i a''. una adecuada discusión de cada una de estas 1n-
pero, . dado que . h
.eriría demasiado espacio, es me1or presentar a o-
, dones requ . .
cerpreta d . .os la actitud de la Iglesia durante la década perorus-
ti gran es rasg
ra . d en cuenta que, como se di)o ya, dada la en buena parte
ca cenien o . l ..l 1ac· ,,
' , 0 inspiración ideol6gica, los diversos p anos ue su re 10n ten-
~~:~n a entrelazarse: el político y el Jurídico, el doctrinario y el ins-
titucional, etcétera. En este sentido, es necesario antes que nada se-
ñalar que no existe una sola lectura que no vea en 1949 un punto de
inflexión, o de auténtico vira)e, en las relaciones de la Iglesia con el
peronismo. Al mismo tiempo, ninguna explica de manera satisfac-
toria por qué justamente en ese año se habría verificado tal muta-
ción. Tratemos entonces de entenderlo, tomando al año 1949 como
divisoria de aguas, tanto de tales relaciones como de la historia misma
de la Iglesia católica. Antes de esa fecha, la Iglesia representaba uno
de los bastiones sobre los cuales se basó la consolidación del poder
peronista, en muchos aspectos todavía signado por la inestabilidad.
Su abierto y a menudo enfático apoyo al régimen contribuyó consi-
derablemente a la legitimación del peronismo, pero mucho más to-
davía a la afirmación en su interior de los ideales nacional católicos
~n detrimento de las demás corrientes ideológicas. Por otra parte, la
ideología entonces expresada y la política ejecutada por el gobierno
peronista eran, bajo muchos aspectos, poco más que proyecciones de
los diferentes elementos que nutrían el mito de la "naci6n cat6lica" ·
En el plano ideológico, por ejemplo, tales parecían su constante _p~e-
dicaci6n antiliberal y anticomunista y su aún más frecuen~e r~ivin-
d.1cac16n· del fundamento católico de la nac1on · a1·1dad · Por .1nd1gesta
. . ión maniquea que
que resultase para algunos católicos la contraposic , ,, .. blo" no
Per6n deducía de tales ideas al enfrentar O ig " r arqwa y pue
d ue las au-
,
hay dudas de que \a mayor parte de ellos la aceptaba,t~ e: ~ue detec-
. b d sde el momen É
toridades eclesiásticas la tolera an, e . · católico. ste, en
· el imaginario d l cual
taban en e\\a un nexo orgánico con hículo a cravés e. nal
~ oda.das como e1 ve . dad nac10 '
eiecto, veía a \as clases acoro arninado la identi. . ··cat6li-
e\ cosmopolitismo liberal había co~t bloº, par definición
. fi aba al pue
y por e\ contrario, ident1 ic

Scanned by CamScanner
co" con el depositario del "ser nacional" iod
' fl · b 1 1· · l" · · 0
~ otra
se re eJa a en a 1turg1a po 1t1ca elaborada po ello 't'Vt
re1Patfd1 0 ~ 1
por ejemplo, en los aniversarios del 17 de octub Peton· e,
. ., "l' .d re de 1945 ista
que 1a rel 1g1on cato 1ca y sus autort acles figuraron s. , en¡ 1

, no d eJo · ·fi1car por un instante


· " d e JUSt1 ·
1
pula de la arquitectura simbólica en estos años. En :~Pre en 1a:
Peron que su pol'.Plano SOc~¡
1t1ca d ,
obrerista era necesaria para reequilibrar los vínculos entre e ~enor
trabajo, de modo de dar inicio a la conciliación de los ¿1·c capitaJ Y
. , . . retentes .
tereses en una especie de reg1men corporativo presidido Por el Ein.
do. Ahora bien, ello no s6lo aplacaba, al menos en parte, la dese:~~
fianza de los sectores más conservadores del mundo católico, sino
. . l que
resultaba atractivo para e1 catol1c1smo en genera , que veía en los ob.
jetivos corporativos del gobierno pero nis ta un reflejo del espíritu de
la "tercera vía" católica. Y lo mismo puede decirse, en el plano in-
ternacional, respecto del sustrato ideológico de la que habría de de-
finirse como "tercera posición'' peronista, cuyos concretos efectos,
por ejemplo la estrecha alianza con el régimen nacionalista de Fran-
co o la colaboración con la Santa Sede en la política de ayuda a las
poblaciones de las naciones católicas europeas devastadas por la gue-
rra, fueron de tal magnitud que indujeron a la Iglesia argentina aver
en ellos una digna proyección de la civilización católica argentina. Y
los ejemplos podrían multiplicarse. ,
Sin embargo, sobre la naturaleza del apoyo católico a Perón, asi
como sobre sus límites, es necesario hacer algunas puntualizaciones.
Si para muchos católicos que adhirieron al peronismo como militan·
tes O funcionarios, tal apoyo se fundaba prevalentemente sobre los
aspe~tos políticos Y sociales del programa de Perón, en los que veían
r~fleJado el del catolicismo, para las autoridades eclesiásticas, espe·
cialmente para las vaticanas, el mismo dependía ante todo del gra-
dlole~ que el r~gimen peronista facilitara la acción apostólica de la
g es1a. Es decir de la d.d --t
' . me 1
a en que el peronismo representara re-'°
mente la restaurac16n de u E d O d re-
cristianización d d n sta católico favorable a la obra e
esea a por la I l · . . 'd d de
quitarle su predom· . g esia, exc1uyendo la pos1b1h a
1n10 en 1a cond ·, d 1 ru-
siasmo de la Iglesia po 1 . u~cion e este proyecto. E en .
r as or1entac10 d 1 ri-
meros años, en definitiva d b' nes e peronismo en sus P
se un movimiento que h' no, se e ia sólo a1 h ech o de que go berni-
ac1a suyos los principios de la doctfÍOª

Scanned by CamScanner
.,. -roen político parecía aceptar,
d O a que e1 reg 1
. sobre ro r. damento de la nacionalidad y del
'1' a sin 0 rol de run l ·"
caro ic ' enerales, su 1 tido una medida como a sanc1on
Jíoeas g . 1 En ta sen , . . .,.
en olícico socia . d 1 discutido decreto que re1ntroduc1na
ordeo p . n 1947 e tan .
amentaria e .. .,. n las escuelas además de ser excepcional
parl de la re1ig10n e '
la enseñanza d . ta simbólico, era tranquilizador desde el mo-
l unto e vis
desde e P firmaba el compromiso del Estado a apoyar la ac-
to en que con 1 b.
~~n 1autónoma de la Iglesia. A tal punto, que e go 1erno
cwn pastora 1· . 1 .
bró como Inspector General de Enseñanza Re 1g1osa a mismo
::dote al que la Acción Católica había confiado la dirección de su
Secretariado Central de Educación. Lo mismo puede decirse de las
imponentes manifestaciones de devoción católica y de respeto por las
autoridades de la Iglesia puestas en escena por las autoridades pero-
nistas en las innumerables consagraciones de tal o cual imagen de la
Virgen, y en particular en ocasión del Congreso Mariano de 194 7.
En sus primeros años, por otra parte, el régimen peronista siguió con-
voc~~do a ~~merosos cuadros católicos, continuó dirigiéndose a la
Ac~ion Catohca para solicitarle sugerencias en materia de legislación
social Y tuvo en cuenta sus objeciones en los casos de proyectos de
leyes que ella consideró contrarios a la doctrina de la Iglesia, como
en el caso de la introducción de la "libreta sanitaria". La sintonía que
se estableció entonces entre e1 gob.1erno y 1as organ1zac1ones · · cato"l.1-
·
c~ fue tal que el primero quiso colocar al asesor nacional de la Ac-
c1on C 'T
ato ica, monseñor Antonio J. Solari, a la cabeza de la terna pa-
ra la pr . . ,, d . ,, .
p ,, ~vtsion e la arquidiócesis de La Plata, una sede estrateg1~a.
0
d ~ ultimo, para no extendernos más sobre las circunstancias que tn-
UJeron a la Iglesia a prestar un fervoroso apoyo al peronismo, hay
que recordar el empeño sin precedentes que el gobierno demostr6 en
el fort alec1m1ento
· · de la institución ec1es1asttea. · ,, · Un empeño que re-
. ªba en las cúpulas eclesiásticas la confiianza respeero. ded un1 pero-
forz I _
nis d' 1 · · ,, apost6Iica e ª 1ge
. mo 1spuesto a respetar y apoyar ª mision d D spués de 1a
s1a ·d del Esta o. e
, Y no a convertirla en una servi ora d' salto ascendente,
asu . ,, de culto io un .1
nc1on de Perón el presupuesto . .b. ron un susranc1 a
' 1 b1spos reCI ie .
a1tnenos en términos absolutos, os o 1 benefició con meJo~es
· el e ero se aun
incremento de sus emolumentos, b tura previsional. Lo queodes fas
salarios y con una mas ,. generosa co er •
.b 6 como nunca antes
en e us '
.~ importa nte: e l E s cado. contr.J
mas uy

Scanned by CamScanner
obras y actividades que la Iglesia consid b .
d 1rus1 n d e su mensaJe
·c. '6 era a Vtt 1
. como para su rep od . ª es, tan
. r ucc16n to l'>'t
subvenc1onando nada menos que 22 sem· . como inst' ra.
. . . 1nar1os -y 'tuc¡
financiando completamente su costrucci6n-· b ..en algllnos
.. d b , su s1d1andO
mero creciente e ecas a los seminaristas· co 'b con un ,
, ntr1 uyend Od · .,
decisivo a cub rir los gastos de la facultad teológica d e~
·
asignan do sueldos a 1os m1em· bros de los diez cabilde Buenos. A·1~
. os eclesiás .
Y luego contribuyendo a la financiación de los viaJ·es d 1 tic~.
., . e os prela<lcg
a R orna o a otras sedes en ocas1on de peregrinaciones O visitas
.. d d .
rales, e~1m~en l . •; ~t()..
o. ~ 1mpue~tos a a 1mpo~ac1on de bienes desti~
a los ed1fic1os religiosos, e incluso concediendo subvencionesalaac.
tividad editorial confesional, como en el caso de la editorial católica
Difusión.
Dicho esto, resulta necesario reseñar también rápidamente los
elementos que, también a partir de entonces, preanunciaban el de-
terioro de las relaciones entre la Iglesia y el peronismo, entre los cua-
les se encuentra, en primer término, el carácter secular del último.
El peronismo, dadas las condiciones en que había surgido Ydada la
naturaleza heterogénea de sus protagonistas, había sido para la Igle-
sia una derivación espuria de la revolución de junio. No se trat~
de ningún modo del régimen integral de cristiandad que la Igles:a
había añorado tan largamente. El hecho de que 1a v1ctort · ·a de Peroo,
hubiese aparentemente confirmado que el mito · d e ¡a "nación cato-
. ba

=
lica" era mayoritario en el país porque presumiblemente ~efleJ:e-
el sistema de valores y creencias tradicional, tal como ha sido re. .
lado por la historiografía neotomista, no podía bastarle. En de6
va, casi la mitad de los ciudadanos argentinos, incluidos nUJll~ cales
católicos, h~bía votado por el frente político que aunaba a radi .
.
Y a comunistas .
y cuyo programa defendía ideales lac1stas q~~º
trastaban con la d occnna. católica.
. Lo que las elecciones
. · 1 reve·
hab"an
lado era lo que sospechaban los católicos más lúcidos: que en el pla·
no _po~ític;o 1~ .. nación católica" no era más que una ficci.ón, ~
an1fic1~ retórico. En consecuencia, si bien el apoyo al peronisJllO l
garantizaba los recu~os y los espacios que los partidos tradicion~es
no ~e habrían conced1do, la Iglesia no podía sin más n1 más sent1rst'
sausf~ha, desde .el momento en que. lejos de habe; sido rescau.rad9
la unidad confesional del país, éste se encontraba clnunátkaIIleoce

448
Scanned by CamScanner
.. En lugar de vincularse orgáni-
. d s cas11gua1es. . ., l
dos .rruca e Iglesia no deJO de buscar, con e
·d'do en dos partes, 1a d l
difl • una de esas 1 lar externo y superior respecto e a
eoce a . el ro tute ,
~ bueno Vac1cano, b ara sí desde hacía tanto tiempo. El he-
f1sco . e reclama a P . .,
na ¡,olínea qu . tendiese encarnar a la nac1on en su tota-
are peron1smo pre d 1 ·
cho de que e1 ., d hi"culo de los caracteres eternos e a nac10-
caracter e ve 1
Iidad en su . gar del catolicismo, podía ser tolerado por a
·d d y en primer 1u d . .,
nalt ª ' dida en que le concediese la libertad e acc1on
I Iesia sólo en 1a me . . .
g · d en la esfera doctrinaria que, a su JUICIO, le correspon-
y el pnma o . d l . .,
, r derecho propio. Pero fuera de ello las autorida es ec es1as-
dian po ., afi ·dad
ricas, incluso algunas de las figuras que sent1an mayores 1n1 . es
con el peronismo, como monseñor Caggiano, elevado sorpresivamen-
te a la púrpura cardenalicia por Pío XII en 1946, eran conscientes
de que ante un movimiento de tales características los riesgos no po-
dían ser menores que los beneficios: en el momento en que se hubie-
sen identificado con él más allá del límite que aconsejaba la pruden-
cia, de hecho, se habrían visto expuestas a un tipo de politización que
habría alejado de la Iglesia a la masa de argentinos que, si bien ha-
b!an votado contra Perón, seguían recibiendo los sacramentos y en-
v.1ando a sus hijos .a las horas de religión en las escuelas. Las estadís-
ticas demostraban, en efecto, que más del 90% de los estudiantes, a
lo largo de todo el territorio nacional, asistían a ellas regularmente.
Y tal forma de politización, además, habría dividido progresivamen-
te al mundo católico, afectando simultáneamente la autoridad de los
obispos. Por otra parte, aunque el peronismo se presentase a sí mis-
mo como un movimiento orientado al rescate espiritual de la nación
Y destinado a perdurar en el tiempo, muchos obispos, y con mayor
tazón las autoridades vaticanas, lo consideraban tan transitorio y mu-
table como los demás movimientos y regímenes políticos. Por ello,
más allá de una identificación con sus ideales, que indujo a ciertos
sacerdotes a postularse como candidatos en sus listas, o a contarse en-
r tre sus ideólogos más destacados, otros prelados, como el cardenal
Caggiano, además del mismo Pío XII, se propusieron ante codo apro-
vechar las oportunidades que ofrecía la llegada al poder de un s.o-
.
b1erno favorable a la causa católica . para 1nst1tuc10
· · · na1·zar 1 las cortqws-
. .
L.'. odo pa.r a ehnunar
tas obtenidas po.r medio de é l Y, soure t ' . d
definitivamente toda herencia de l1'beral'1smo o regahsmo del or e-.

449
Scanned by CamScanner
namiento constitucional. Y por el mismo motivo .
. 'd'.,. b. , 1a sun"" ,
peronisn10 no l es 1mp1 10 mantener a 1ena la puena .t'~t1a l><)r
las fuerzas pol1.,neas . y soo'ales h ost1·1 es a e'l , con el obje .al. dtálº&o c0r¡
al universo 1'deal d e l a "nac1on . , . Cato.,l.Ka '' . El ..partido ca tivo, .de atr,,,_
~~tk
. ., . to1ico'-' ~
celencia, por lo tanto, continuo siendo, mucho más que el po~~-
. . . . ,, bl f)erollts
el ejército, es decir, una 1nsc1tuc1on esta e del Estado sólid ~~
compromett·d a con l a m1s1on · · ., d e d e1en
1:. d er la "nacion
· , católica"arneor · t:
Tales circunstancias, que definían la naturaleza y los lími~
. ., . l d
apoyo eclesiasnco a nuevo or en po 1t1co, no eran desconocid
l" . es del
., 11 .e
ra Perón, que leta en e as una n1anuestacion e ingratitud por
. ., d . as Pl-
te de la Iglesia. Él, en definitiva, consideraba que no e.xistían m::
vos para que se mostrase tan celosa de su autonomía frente a uo
gobierno que no era más que la manifestación secular de su doctri-
na, que había prevenido la revolución social y atraído a las masas a
la "órbita del ser nacional"' por medio de una política social inspi-
rada en las encíclicas de los pontífices, y que, como si fuera poco1 ha-
bía puesto fin a la era liberal en Argentina. Semejante actitud, por
otra parte, le parecía aún más inconcebible por el hecho de que los
sectores populares, aquel "pueblo" cuya catolicidad la Iglesia habfa
tan largamente invocado para fundar el mito de la "nación carólim",
se sentían mayoritariamente identificados con el peronismo. El co-
rolario de esta línea argumental era la proyección, en relación con la
Iglesia, del mismo paradigma maniqueo sobre cuya base tanto és~1
como el peronismo habían diseccionado a la sociedad en su conjun-
to:. ¿no existía acaso un clero "bueno" y popular, que colabon1bi1
abiertam~nte con la causa nacional peronista, y un clero oligárqui-
co, especialmente en I ' · ' ue
b . os max1mos exponentes de la jerarqurn, q
o stacuhzaba el ca · . ., S b
la b d mino con sus pretensiones de autonon1ta? o re
ase e tales premisas . _1 •
trumental r . ' es comprensible que Perón recurriese fü ins-
ega11sta propor · d · 1
patronato para tr t d . ciona O por la constitución, es decir, a
. ' a ar e indu . I .
activa e incondic· cir ª a Iglesia a colaborar de n1anet'1l
,, tona1 con el gob. . d
ra · Esta actitud por terno Y su política "cristianiza o-
. , otra parre b ·
cornt:ntes de matriz . . 1 . ' resu1ta a atractiva también pan1 fos
mo ant1c eneal qu h .b' ' ' .
, Y a las cuales no result b . e a tan confluido en el peronis-
mo p , h a a s1emp
eron, acedes digerir la re sencillo, incluso p·im el n1is ..
que su gobiern b s numerosas d 'd '
o esta a adoptand0 Al me t as en f:'lvor del clero
· contra · las fuertes
• no, · presJO'" ·
.• 4SO

Scanned by CamScanner
. .das por las autoridades eclesiásticas cada vez que el gobier-
es eJerc1 d'd . b
a restaba a adoptar me 1 as que Juzga an contrarias a la doc-
P
00. se atólica, como es e1 caso d e 1a 1ey d e " profi11axis · socia
· l" , provo-
b een el interior
·rrina . de1 movimiento
. . . . d
peron1sta aira as protestas en
an sectores que, como 1os d e origen
ca. nos · · d te
sin · al que constituían su
'~:e, no eran para nada favorables al per61 clerical que el gobierno
rendía a imponerles. En consecuencia, tales presiones no podían si-
no resultar molestas también para Perón, que veía en ellas no sólo el
signo de un integralismo católico que buscaba someterlo a su tute-
. la, sino también un obstáculo para la estabilidad de su liderazgo den-
tro del movimiento, especialmente en aquellos casos en que hicieron
de telón de fondo a una sorda lucha dentro de sus filas que enfrentó
a los sectores católicos y nacionalistas, que reivindicaban el carácter
eminentemente católico del peronismo, contra los laboristas, que en-
fatizaban en cambio su espíritu obrerista. Por todas estas razones no
sorprende, por paradójico que pueda parecer en relación con el pri-
mer régimen político favorable a los ideales católicos después de mu-
chos decenios, que bajo el peronismo el patronato se ejerciese más
rígidamente que durante la vigencia de ese "modus vivendi" que ha-
bía atemperado sus efectos en los años treinta. Consecuentemente,
Perón violó la práctica consensual que se había impuesto en el pasa-
do entre gobierno y Santa Sede en relación con el nombramiento de
los obispos, buscando a toda costa obtener, aunque sin éxito, la ele-
vación al episcopado de uno de los más brillantes ideólogos del pe-
ronismo el padre Hernán Benítez, con el claro objetivo de lograr un
. .' . d 1 I 1 · on su movimiento. Y es
alineamiento menos reticente e a g es1a c .
e ·6 on reconoc1-
también por ello que dentro del episcopa ravoreci ' : d O
· aquellos obispos que co-
mientos verbales y recursos econ6micos, ªdh . la política y a la
lt bao su a es1 6n a
mo monseñor De Car1o, no ocu ª . ó asi·gnaciones meno-
. e pena11z con
doctrina peronistas, al tiempo q': F . por eJ·emplo, semos-
nsenor aso1ino, 1
res a aquellos que' como roo d 1 tonomia eclesiástica. Por os
traban particularmente ~elos~s e 6ª ~uderecho de patronato para re-
. . úlumo 1nvoc e nivel lo-
mismos motivos, por . ' . quellos párrocos que,ª .
. 1 bedienc1a a a . A ras acncu-
mover o reducir a a o al "n notable peron1sta. e~ n el
l tías a gu d 1enes e
cal provocaron mo es ban los temores e qu ·s.....º
' , . aumenta . d 1peron1 ""'"
des que en s1 .rrusmas 'do el advenimiento e
.' adO el clero habían acog1
ep1scop Y
451

Scanned by CamScanner
como un mal menor y con desconfianza se
.,, . ' agregara
que resultaron tam b1en motivos de inquietud n Illás tard
. ,, . d l d
ec1es1ast1Cas, comenzan o por a eterminación
para las autor¡eOttlls
. . ,, 1 l" . d 1 . d. ,, . con la qu l\ claq
siguio a po it1Ca e sin 1cato unico, perJ'udi' · e retó C:s
,, . . . ·.. c1a1para 1 . nller
mo catohco. Y en el mismo sentido, aunque más d" e 8•ndicai·'
. d l . tar iarn is.
cesan o recor ar a progres;va ocupación, por parte del eente., es ne.
en particular por la Fundación Eva Perón de much dp ton1srno 11
. . ' os e los ,,
considerados por la Iglesia de su natural competencia e es.Pacios
. . .l . .
d e 1a asistencia socia , sanitaria y recreativa de los sect
n el ter
reno
hiles de la sociedad. ores rn'as d'e.
Todo ello, en definitiva, hacía que ya desde antes de 194
· ·
vivieran, · a1gunas veces en las mismas 9pecon.
en e1 seno d e la Ig lesia,
nas y otras encarnadas en distintas personalidades o tendencias, ~o. 1m.
periosas razones tanto para adherir con entusiasmo al camino político
inaugurado por Perón como para observarlo con creciente sospecha.
El patrón de medida era, por un lado, el respeto o no del peronismo
en relación con la autonomía de las organizaciones y de la acción pas-
toral de la Iglesia; por el otro, la voluntad del gobierno para intro-
ducir jurídicamente, de ser posible en la misma constitución, los
principios católicos que solía invocar, de manera que la primacía re-
cuperada por el catolicismo obtuviera una sanción difícil de revertir
en el futuro. Pero, si bien es cierto que las consecuencias de tales po-
siciones habrían de conducir a la Iglesia a una oposición cada vez más
firme frente a las tendencias absolutistas del peronismo, y, por ende,
a convertirse en el receptáculo de las energías que los partidos polí-
ticos tradicionales no eran capaces de expresar, no es del todo con-
vincente la interpretación, sugerida a menudo, que ve en tal condu:·
ta una suerte de cruzada eclesiástica a salvaguardia de la democracia
política, frente a un gobierno de vocación autoritaria. E~ real~dad,
los documentos de la época ofrecen numerosos testimonios del he-
cho de que la Iglesia, por lo menos hasta 1949, no objetó particular·
m~~te la tendencia del peronismo a violar los procedimientos de~~:
crat1c_os y de que, incluso más tarde, su preocupación se dingio
esencialmente a preservar su autonomía y sus espacios de acción, no
los de la d.emocracia e~ s~. O por lo menos la democracia que ésta in-
vocó fue siempre la adJet1vada como "cristiana", es decir, aquella que,
como se recordará, aludía a un orden institucional y social de carác·
.-
452
Scanned by CamScanner
. al decididamente intolerante del plura-
r... rrerneote
confes1on
. Es y más en este sent1'do puede dec1rse
· con
rer rve . 0 ideol6g1co. . . d
. 0 p0Ift1c e . d 1 Iglesia hacia la democracia, expresa a a
hSJll 1 avers16n e a 'd 1e 1
niz6n que ª . ales más habituales -los partt os e on~reso a
rraYés de sus~culos cinematográficos y teatrales la rad10 etc.-
prensa, 1~ esr6 absoluto durante el decenio peronisra, dado que
rnorige en
00 seefi . .
. .
si bien manipulados o censurados, ellos s1gweron curo-
en d mava,
. d
·
sus funciones y permanecieron b ed'd ·
en uena m 1 a aJenos
pben o con . . .
la influencia eclesiástica. ¿Esa democracia, emancipada de la sum1-
:ión a la ley divina, no defendía acaso la ºlibertad para el error"? Y,
por ende, ¿no era acaso la democracia política como sistema y como
espíritu la que hacía posible la difusión cada vez más alarmante de
las sectas protestantes, del comunismo, de la "pornografíaº y de la
relajaci6n de las costumbres, fenómenos todos contra los cuales el
clero no dejó de conducir una insistente campaña, exhortando a las
autoridades públicas a intervenir para erradicarlos? Todo ello, natu-
ralmente, contribuía a crear tensiones con el gobierno peronista., pe-
ro revelaba además un problema mucho más profundo que en breve
requeríría la atención de las autoridades eclesiásticas: el de la brecha
cada vez mayor entre una Iglesia atrincherada en su universo de ideas
antimodemas y una sociedad que había asumido, también como efec-
to del aumento de los consumos populares, muchos de los rasgos de
la sociedad de masas, cada vez más impermeable a sus cruzadas mo-
ralizadoras .
. . Hemos de volver oportunamente sobre esta última cuestión, de-
cisiva para comprender los lejanos orígenes de la crisis en la que la
Iglesia Y el mundo católico comenzaron a sumergirse desde enton-
ces. Por ahora es necesario, a la luz del panorama claroscuro que he-
mos esbozado en relación con las relaciones entre la Iglesia Y el pe-
ronismo durante los años de mayores armonías, explicar por qué :5
justamente 1949 el año que suele identificarse como el del gran vi-
raje. Partiendo del supuesto de que lo que ocurrió entonces accu6 ~o-
rno un catalizador de una tendencia a la colisión que, como se ha vis-
to, tenía sólidas raíces. Y bien, lo que probableme nce ~are~;:
. fl ex1'6 n en las r elaciones entre la. 1g .1esta Y e b-
. . punto de 1n
dec1s1vo
~ de la Const1tuc16n Y e1 su
gimen peronista en 194 9 fue l ª re or~a . y la Santa Se-
.
siguiente grave confl 1cto entre
el gobierno argenuno

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d d bacía tiempo. Más aún en la medida en que la re-
de
1
el es e . .,
ceJaba0 /l conservó intacto el patronato, sino que desconoc10 las
forr11ª 00. so do las autoridades eclesiásticas respecto de la reformula-
renoas e .
s~ge d al unos artículos, en contraste con lo que en precedenoa ha-
h:,h:
0160
b1an
las asambleas constituyentes de Córdoba y de Entre Ríos.
. d l . ., , . "
Los constituyentes evitaron ecretar a a re11g1on cato1tea como re-
¡¡ ión de Estado" y se abstuvieron de elevar a rango constitucional
;to la enseñanza religiosa como la indisolubilidad del matrimo-
nio. En síntesis, se trataba de una constitución impregnada de espí-
ritu católico, pero que, además de conservar el sello regalista de la
de 1853, reafirmaba la naturaleza secular del catolicismo peronista.
Por supuesto que el gobierno tenía, desde su punto de vista, buenas
razones que oponer a las reivindicaciones eclesiásticas. Como el pa-
dre Benítez no dejó de informar a la Santa Sede, el gobierno depen-
día de una base social heterogénea e inestable, en buena pane refrac-
taria a la influencia del clero. De haber aceptado la supresión del
patronato habría puesto en peligro su cohesión interna, con el ries-
go de echar por la borda el éxito extraordinario que suponía atraer a
las masas obreras a la órbita de ideas católicas. En definitiva, un go-
bierno que pudiera ser caracterizado como clerical no le habría he-
cho bien ni siquiera a la Iglesia.
Por fundamentados o inconsistentes que fueran estos argumen-
tos, lo cieno es que no lograron evitar un enfrentamiento, casi una
ruptura, entre Perón y la Santa Sede. Ellos, en efecto, eran por un
lado anacrónicos, ya que obviaban la voluntad de la Iglesia de evi-
tar las consecuencias negativas que le había acarreado, en el pasado
reciente, la alianza con regímenes como el fascista, que fundabamt"O-
taban su poder en el control de las masas más que en la inspiración
de la Iglesia y que, con la excusa de protegerla, termirui~n por o-
focarla y ocupar abusivamente su lugar. Y, por otro, presCtndaan dt-
la dimensión universal de La Iglesia, que impedía que •. ~ t l l ~ t "
. , . , n caón sin verst'
pudiera reconocer determinados pnv1 1egio.~ a un11 .
y on much m s ra-
obligada a concederlos luego a r od as l s otras. . . . .
. 1 ue eso pr1v1leg1os er.10 re-
zón en un caso como el argentino, en e q ~ d d
~ . ¡ oc jone hab1a cspert
clamados por un rég,men q~e en varas 1 d l IBksia, y que' no
la sospecha de hacer un uso instrumenra ~ . en uo• ~
f~dameoraba en la. alianza earre el trono y d airar sano

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r
lición de fuerzas sujeta a la fluctuación de las opinio
g io. Como dijo monseñor Montini: la Iglesia reco ne~ Ydel sur
. d ,. noc1a el ta,
católico del gobierno e Peron, pero tenía que tomar carácter
frente a la pos1·b·1·d1 1 ad , a b so1utamente rea1 en tiempo Precau d c1ones ·
,. s e de
cia, de que un buen d1a llegase al poder otro gobierno rnocra,
hostil. En vistas de tal eventualidad, la Iglesia no podía quedle ~era
,. . que ar td
tificada con el reg1men gobernante, y sobre todo no Podía en.
riesgo de que 1os pnv1 . ·1eg1os
. otorgados a un go bierno catól' correr el
. 1co pu.
dieran ser usados en su contra por otro de signo contrario. No es
sual que se hicieran sentir entonces desde la prensa católica po e~-
. . ' r Pri-
mera vez, las v~ce~ de importantes figuras . del catolicismo que
reprobaban en terminas muy duros la tendencia del peronismo a ac.
tuar contra la libertad de la Iglesia. A tal situación, además, refería
sin duda Pío XII cuando, en 1950, confió al ex embajador Arpesa-
ni sus temores de que el presidente argentino siguiera los pasos de
Mussolini. Una confidencia que Arpesani, violando el secreto, co-
municó a Perón, suscitando en éste una ira que la sucesiva desmen-
t_ida vaticana no consiguió sosegar. En suma, dadas tales circunstan-
cias, es comprensible que deviniese un problema espinoso no sólo la
creación de nuevas diócesis, sino también la provisión de las que es-
taban vacantes; que Perón identificara un obstáculo en monseñor
Fietta, al considerarlo responsable de lo que juzgaba ingratitud de
la Iglesia; y, por último, que la Santa Sede se negase a tributarle a
Eva Perón la tan anhelada Rosa de Oro. Pero sobre todo, puede ex-
plicarse satisfactoriamente que para entonces tuviera lugar la drás-
tica aceleración de la ruptura de la sustancial concordia que hasta
ese momento había prevalecido entre el gobierno y la Iglesia. Rup-
tura qu:, ª. su vez, tenía buenas probabilidades de desembocar en
una. autent1c ª co¡ision,
· · " d es d e el momento en que ambos actores no
deJaron de remitirse J. am., · ,. l n-
. as a un universo de valores comun, e e
carnada en el mito de la "nación Catól"!Ca,, •
D esde entonces come ., .fi
la historiog f" nzo a ven icarse velozmente el proceso que
ra 1a acostumbra d · d
Es decir el ·
' peron1smo aun sin ab d
ª enominar peronización del Esta 0 •
lio en tanto que raíz d ' 'd . an onar las referencias al Evaoge-
e su 1 entidad co ., · . d n-
tonces su propia doctrin . . ~ . menzo a 1dent1ficar des e e
a, e1 JUst1c1alismo . · · na
-ya no específicamente católica- d .'., con 1a esencia cnstHl
e la nacion argentina, y a contra-

456
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laica de su religiosidad
leza popu1ar Y
ta base la natura 1 Iglesia. De este modo el pero-
obre es · utaba a a , ,
paner s . o clerical que irnp , 1 existencia de una brecha aun mas
a\a
de t1p
e otras cosas,
sugena a ·
, br'1endo entre el ep1scopa o
d
. 0 entr h bía venia a
n1stnf ~da que la que ya ~e da menazando de tal modo con socavar
pro u del laica o, a · El ·
buena parte , . .l .dad y la disci phna. peron1s-
yuna do catohco. a un1
\os pilares del mun f dºdo con el Estado, tendió desde enton-
to ya con un 1 . l
rno, a este pun d lazar a la Iglesia de los ámbitos en os que
· re~~a~ ld
ces y creoen d . 'n pastoral mientras buscó imponer a oc-
b' d arrolla o su acoo , l d
ha. ia. es . . 1· ta como encarnación de la nacionalidad en ugar e
mna 1usuoa is . ., l d A,
'\'ca en tanto que sublime reahzac1on de sus postu a os. un
1a cato 1 , l
, la liturgia peronista, al identificarse como nunca antes con a
mas, . b 1 , d l .
patriótica, se emancipó creci~ntemen~e, de la s1m o 0~1a Y e a ri-
tualidad católicas. La auténtica devoc1on por Eva Peron, que emer-
gió con extraordinario vigor a su muerte en vastos estratos popula-
res y que algunos sindicatos llegaron a traducir en peticiones al Papa
reclamando su beatificación, debía necesariamente significar un de-
safío al control que la Iglesia había adquirido desde hacía ya tiempo
sobre la ortodoxia de las devociones. Y, como si ello no bastara, el
conflicto por el patronato tuvo consecuencias·también en otros sec-
tores vitales para l~ relación entre Perón y l~ Iglesia. Basta observar
ª propósito de ello que la negociación en marcha sobre la reforma del
clero castrense s~ paralizó por estos motivos y que Perón resolvió el
problema violando la cadena jeraráquica e imponiendo en su cúpula
ª un capellán militar de su extrema confianza, el padre Wilkinson.
la tolerancia que sorpresivamente manifestó Perón hacia algunos
predicadores protestantes o hacia el espiritismo deben también com-
pre?derse en este contexto. Por último, en el plano de la política ex-
terior, la "tercera posición" peronista tendió cada vez más a liberar-
~e del rígido corset hispanista, procurando colocar la doctrina
JUSticialista como e1e del primado argentino en la América Hispana.
Por su parte, la Iglesia no permanec~ó pasiva y, aunque el pro-
gresivo distanciamiento del peronismo provocó profundas lacera-
ciones en sus fi.las, a partir de 1949 y con el apoyo de la Santa Sede
comenzó a perseguir un objetivo preciso: la defensa de la mayor au-
tonomía posible respecto de la injerencia cada vez más instrusiva
del Estado y de la pretensión del peronismo de encarnar la "aurén-

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. rolicidad". Desde entonces se apresuró a lanzar 0
uca ca ., .d . uevallle
·o"n apostólica -que hab1a langu1 ec1do en los años . nte
1a acc1 . . anterior
izando sobre todo a la Juventud secundaria y univers · . es,
organ . ., ., . ., _ 1tar1a en
una n
ueva rama de la Acc1on Catohca.
.
Ademas
.
renovó sus fu
es er
zos en pos de la fundación de una un1v~rsidad católica, presionan:
do al gobierno para que se_ comprometiera a recon~~r legalmente
los títulos, naturalmente sin obtener respuesta pos1t1va, e intensi-
ficó las denuncias contra la infiltración comunista en los sindicatos
y la difusión en el país del espiritismo y del protestantismo, en im-
plícita polémica con el gobierno. En general, la Iglesia se cuidó de
marcar las distancias respecto de aquellas actitudes del gobierno y
de algunos ambientes católicos que le eran adeptos y que se distin-
guían por su propensión a fundir el mensaje católico con el justi-
cialista. Por último, su renovado empeño pastoral acompañando a
la clase medía, a la que dedicó una Semana de Estudios Sociales,
constituyó una clara admonición a Perón, al que de tal modo repro-
chó implícitamente el haberse abrazado la causa obrera traicionan-
do su antiguo compromiso de favorecer la colaboración y la armo-
nía entre las clases.
Podría extenderse la lista de los eventos y de las actitudes que
dejaban traslucir una creciente frialdad cuando no directamente una
. '
ab~e1:a hostilidad, de la Iglesia hacia el peronismo. Lo que resulta
°;as importante, sin embargo, es observar que tal separación volvía
si pr~bable pero no ineluctable un conflicto tan radical como el que
habria de explotar a fi d e 1954. S1· ello ocurrió, en realidad, se de-
b1.6 ª una suma de he ines h A
ronista fu e os.. nte todo, al hecho de que la política pe-
e capaz de deterior f. l
había obten·1d0 1 ar ata mente el consenso que en 19
46
Perón. Por una re 6apoyo de tantos cato"l1cos, simpatizantes o no de
º

0 b1. az n ° por otra m h d 0

spos y a los mayores dºtgnat . uc d os e ellos, Junto a numerosos


tonces a madurar en al anos e la Santa Sede, comenzaron en-
una tác · · gunos casos un ,. d ·d
res porq 1
ita impaciencia re
specto del p
ª sor. 1 a aversión y en otros
l ue . es horrorizaba el 1 . eron1smo: los más conservado-
ª personalidad enguaJe el .
nos aristóc creado en torno a la fi asista de Per6n y el culto de
ratas desp . b 1gura de E ·
que estaban d . recia an profund vita, que como bue-
d ecepc1onad amente· 1 . .
e la tradición h" -os P<>r su míst· , os naaona11stas, Por-
1spana. l . ica plebe
' os •ntelectuale ya Y por su divordo
s Y 1os est dº
u tantes, porque se
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ás chato conformismo del régi-
1cada vez m d d 1
·inidos par e ·a1 Porque estaban cansa os e a com-
{ilfl opfl 61. s soo es, . b .
sent al unos car ico . . 0 político y retórica o rensta y se
.y g d urontar1sm . .
rnen, .6 peronista eª . ·a de las democracias cristianas eu-
binaci o r la expenenc1
,,,n acraídos pO
sentt¡u• od vía mas 1mportante es el hecho de que todos ellos,
, .
~. Pero t ª , poco en común, encontraron en el cues-
ror~ udo ten1an muy d
que a roen , . n peronista una argamasa, un elemento e
. to del reg1me l ·1·
rionarnien bl l que en 1946 habían encontrado en e anti 1-
hesión compara e a l b. é
co .
berahsmo. ornee nzaron entonces a pensar, y a gunos tam 1 na ac-

tuar, en v1·stas a una solución que contemplase .el reemplazo. de la fi-


ura de Perón, recomponiendo en tal perspectiva sus relaciones con
fos católicos democráticos que las autoridades eclesiásticas habían
marginado por su propensión a conciliarse con el liberalismo y aun
con algunos partidos tradicionales, especialmente con los radicales,
los que en el ínterin habían atenuado sus tendencias frentistas y mo-
derado su laicismo.
Entre las posibles soluciones algunos católicos, inspirados en el
pensamiento de Jacques Maritain, identificaron también la funda-
ción de un panido demócrata cristiano con el intento de arrebatar-
leª Perón la representación de los ideales católicos en la arena po-
lítica. Una perspectiva, ésta, señalada por muchos autores como una
del ' ·
as mas imponantes en el desencadenamiento de la violenta reac-
ción peronista, pero que las mismas cúpulas de la Sec~etaría de Es-
tado vaticana no consideraban digna de grandes posibilidades da-
da ~a renuencia del episcopado frente al nacimiento de un partido
de inspiración católica y, especialmente, frente al escaso margen de
conse~so del que habría podido gozar, habiéndose el peronismo
apropiado desde hacía tiempo de muchas de sus potenciales bande-
ras. Conviene pensar más bien que si la creciente tensión ent~e la
Iglesia Y Perón terminó por desembocar en un violento ~onflicto,
ello se debió al hecho de que la situación necesariamente invo1~cr?,
" anido cat61teo
ªl que en cierto
. , . Y auté nttco
sentido era el un1co ·
P .
, . de "peron1zac16 n
. ..
argentino: el ejército. Ya molesto por la pohtica pecto también
11evada adelante por el gobierno ª partir · de .19ad 4 9 res
por una estrecha
de las Fuerzas Armadas, muchos oficiales h~. fe::nces sectores del
1
red de vínculos persona1es Y de ideas conólo con el nacion . · alista-
. te pero no s ,
rnundo católico -espec1almen ,

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comenzaron a complotarse contra Perón cons·d
, l erand
O
tud frente a la Iglesia, y su pretensión de supl que su ac .
. . 1b 1 . . . antarla e t1 ..
la nacionalidad, vio a a os pnnc1p1os fundament °tno eje d
, . ,, . ., r . . a1es de la ,, . e
Catohca que su m1s1on prores1onal les obligaba ad e tlac1ón
. e1ender "
1951, por otra parte, un grupo de Jóvenes oficiales ca ,. . · la en
p uesto en escena en e, or
do ba 1a primera
. sublevación
to1tcos hab-1
..
m1 1ttar se.
a
contra Perón. ria
Por lo tanto, cuando en noviembre de 1954 Per6n atacó
, a tres
obispos y a una parte del clero acusandolos de conspirar contra su
gobierno, si bien muchos contemporáneos se sorprendieron, no pue-
de decirse que no estuvieran dadas las condiciones para que se en-
cendiera la mecha que habría de hacer estallar las tensiones acumu-
ladas. Al mismo tiempo, a esa altura de los acontecimientos, las
tensiones eran tantas y de tal naturaleza, y eran también tantos quie-
nes dentro del gobierno como desde la oposición estaban interesa-
dos en atizarlas todavía más, que el conflicto adquirió en breve una
fuerza destinada a conducir al país, por inercia, al borde de la gue-
rra civil, sin que nadie estuviera en condiciones de ponerle térmi-
no. En la oposición, en efecto, los partidos tradicionales no veían
otro medio ~ra derrocar a Per6n, mientras que entre los peronis-
tas, dada la erosión de las bases católicas y militares que habían ju-
gado un rol tan importante en los orígenes del movimiento, aumen-
taron su protagonismo los sectores sindicales más hostiles a la
influencia del clero. Los eventos más dramáticos de este conflicto
son conocidos: desde el bombardeo de la Marina a la Plaza de Ma·
yo hasta el incend'10 d e las 1g · por parte de los secuaces de Pe·
· 1es1as
rón; desde la activ · . 6
r1cos ·hasta la prisión
.. ª conspiración antiperonista de numerosos cat •
11
de presti·g· 'por parte del gobierno de muchos de e os Y
iosos sacerdot h '
hablar de la furia y d es, asta la expulsión de dos obispos; Por no
1
de la enseñanza rel 1· e. a rapid ez con que Perón decretó la supresi'60
. . y consi g1osa
de d 1vorc10 -6 en las escue1as publicas
,, . . od UJO
1ntr · 1a ley
. od . gu1 que la e . ,
intr ucir en su texto l onst1tuci6n fuera reformada para
allá de todo ello, el enf:e~:r~ción entre la Iglesia y el Estado. Más
sentó ~ara el catolicismo ar m1e~to frontal con el peronismo repre-
cuenc1as profu d . gent1n 0 un
profunda en l n as Y duraderas pról evento lacerante, de conse-
a que desde enton~es ogo de la crisis cada vez .tntÍS
comenzó d
. a cbatitse.
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