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Cosmogonía Griega

En esta oportunidad, en sus principios, como en los anteriores, existía un vacío, o un


caos, el caos no era más que una naturaleza informe en la que todos los elementos
estaban desperdigados en profunda confusión actuando de forma irregular a
conforme se supone que les correspondía. Y en primer lugar apareció Gea en
representación de la Tierra que le daba cobijo a todo aquel de forma segura y
completa, y a su lado aparece el dios del amor conocido como Eros, el ser inmortal
más bello y maravilloso que tomaba el corazón de quienes se acercaban a él y los
premiaba con la más pura energía para su bien.

Pero estos dos dioses no estaban solos, puesto que luego surgió del caos el dios Erebo,
la oscuridad y Nix como la noche, cuya unión engendró a Éter que representa la
luminosidad junto con Hemera que representa el día. Aquí desaparece Caos, ya no se
vuelve a hablar de él en toda la cosmogonía y todo va a ser originado a partir de Gea,
y luego del cielo y de la tierra.

De todos estos dioses surgió un gran linaje de divinidades de valores y males del
mundo. La tierra Gea comenzó por parir un ser de igual extensión, entre ellos Urano,
un cielo inmenso para los bienaventurados dioses, también colocó las altas montañas,
gratos albergues de ninfas que en ellas viven los bosques. Dio también a luz al estéril
Ponto, el mar, y mientras dormía contemplándola tiernamente desde las montañas
Urano, el Firmamento derramó una lluvia sobre sus hendiduras secretas, y ella
produjo hiervas, flores y árboles. Colocó a los animales, y las aves en cada árbol
según sus necesidades y las mismas lluvias llenaron huecos creando lagos, y mares,
para más tarde acoplarse a Urano y dar origen a seis titanes, Océano, Ceo, Crío,
Hiperón, Jápeto, Cronos, y seis titánides, Febe, Mnemosine, Rea, Tea, Temis, y Tetis,
así como a los Hecatonquiros, gigantes de cien brazos y cincuenta cabezas, y a los
Cíclopes, gigantes de un solo ojo.

Urano, avergonzado por el aspecto de sus hijos menores, los encerró en el Tártaro
regocijándose de su perversa acción y provocando así el enfurecimiento de Gea, quien
solicitó la ayuda de los Titanes para liberar a sus hijos y vengarse de Urano. Cronos,
de mente retorcida, el más terrible de todos los hijos se llenó de un intenso odio
hacia su padre y fue el único que accedió a su petición y recibió como arma una hoz
de pedernal tallada por su madre. El titán se enfrentó a su padre y lo castró con la hoz
arrojando los genitales y la herramienta al mar. La hoz, al caer al mar, dio origen a la
isla de Corfú y los genitales, en su choque contra el agua, produjeron una espuma de la
que nació Afrodita, diosa de la sexualidad. Tras obtener la victoria, Cronos encerró en
el Tártaro a Urano junto con los Cíclopes y Hecatonquiros, a quienes también temía. El
Titán se unió a su hermana Rea y ocupó el puesto de regidor del universo.
Sin embargo, Urano profetizo que uno de los hijos de Cronos le quitaría el trono y se
convertiría en el dios más poderoso. Claramente, a Cronos no le gustó en lo absoluto
ésta idea, así que juró que mataría a todos y cada uno de los hijos que tuviera. A
diferencia de su padre, Cronos optó por comerse a cada uno de sus hijos “Cuántos
hijos nacían de su unión eran devorados por él. Así lo fueron Hestia, Démeter, Hera,
Hades y Poseidón”, y esto, por supuesto, hizo enojar a Rea. La poderosa diosa estaba
furiosa, así que decidió irse a esconder y dar a luz a un hijo, Zeus, el dios que hoy en
día conocemos como el dios del rayo y del Olimpo. Cuando este nació, Rea engaño a
Cronos y le dio de comer una piedra envuelta en pañales en vez de a su querido hijo
para que éste pudiera librarse de la persecución de su padre, pudiendo crecer sano y
fuerte. Zeus se crió en Creta y al llegar a la edad adulta fue informado de lo sucedido y,
ayudado por su madre, hizo tomar una poción a su padre, quien vomitó a sus hijos. A
continuación, Zeus liberó a los Hecatonquiros y a los Cíclopes de su encierro en el
Tártaro y estalló la guerra entre los Titanes y los seguidores de Zeus.

Esta guerra es conocida como la Titanomaquia “Guerra de los Titanes”, y por


supuesto, se vio protagonizada por los Titanes, quienes lucharon desde el monte
Otris, y los Olímpicos, quienes llegarían a reinar en el Olimpo.

Cuando la guerra se dio por acabada y Zeus salió como victorioso, los titanes
sobrevivientes se vieron forzosamente encerrados en el Tártaro. Claro, dado que
durante la guerra Oceáno y las Titánides se mantuvieron neutrales no fueron
castigadas por Zeus.

Los tres hermanos, Zeus, Hades y Poseidón se repartieron equitativamente el reinado


de la tierra. Los mares, el Tártaro y los cielos fueron jugados en una apuesta, apuesta
en la que Zeus tuvo la dicha de obtener el reinado de los cielos, mientras que Poseidón
obtuvo el de las aguas y los mares y Hades, el hermano mayor, el que probablemente
tendría más derecho a encargarse de lo más prestigioso, le tocó lo más desafortunado,
el Tártaro. Condenado a una de soledad, no tuvo otra opción que resignarse.

Fue así como la responsabilidad de la creación de más dioses recayó en Zeus, quien por
supuesto ha sido reconocido como un dios bastante mujeriego. Se casó con Hera, la
Reina de los Dioses y tuvo un gran número de hijos, no solo con su legítima esposa,
sino que también con hermosas mujeres humanas y otras diosas para poder dar origen
a distintos seres mitológicos.

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