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El Miedo Manda

Habitamos un mundo gobernado por el miedo, el miedo manda, el poder come miedo, ¿qué sería
del poder sin el miedo? Sin el miedo que el propio poder genera para perpetuarse.
El hambre desayuna miedo.
El miedo al silencio que aturde las calles.
El miedo amenaza.
Si usted ama tendrá sida.
Si fuma tendrá cáncer.
Si respira tendrá contaminación.
Si bebe tendrá accidentes.
Si come tendrá colesterol.
Si habla tendrá desempleo.
Si camina tendrá violencia.
Si piensa tendrá angustia.
Si duda tendrá locura.
Si siente tendrá soledad.

El miedo global
Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
Y los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo a caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares. Los militares tienen miedo a la falta de armas.
Las armas tienen miedo a la falta de guerra.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones y miedo a la policía.
Miedo a la puerta sin cerradura.
Al tiempo sin relojes.
Al niño sin televisión.
Miedo a la noche sin pastillas para dormir y a la mañana sin pastillas para despertar.
Miedo a la soledad y miedo a la multitud.
Miedo a lo que fue.
Miedo a lo que será.
Miedo de morir.
Miedo de vivir.

Indicios
No se sabe si ocurrió hace un rato o hace siglos o nunca.
A la hora de ir a trabajar un leñador descubrió que le faltaba el hacha.
Observó a su vecino. El vecino tenía todo el aspecto de un ladrón de hachas. Estaba claro: la
mirada, los gestos, la manera de hablar.
Unos días después el leñador encontró el hacha que había perdido. Y cuando volvió a observar a
su vecino, comprobó que no se parecía para nada a un ladrón de hachas, ni en la mirada ni en los
gestos ni en la manera de hablar.
El Diablo es extranjero
El culpómetro indica que el inmigrante viene a robarnos el empleo. Y el peligrosímetro lo señala
con luz roja. Si el intruso, el venido de afuera, es joven y pobre y no es blanco, está condenado a
primera vista por indigencia o inclinación al caos o portación de piel. Pero si no es joven ni pobre,
ni oscuro, de todos modos merece la malvenida porque ha venido a trabajar el doble a cambio de
la mitad.
El pánico a la pérdida del empleo es uno de los miedos más poderosos en estos tiempos del
mundo gobernado por el miedo.
Y la verdad es que el inmigrante está siempre situado a primera mano, ahí no más, a la vista, a la
hora de encontrar culpables del desempleo, de la inseguridad y de otras muchas temibles
desgracias.
Antes Europa derramaba sobre el mundo, sobre el mundo entero: soldados, presos, campesinos
muertos de hambre... que eran protagonistas de las aventuras coloniales y han pasado a la historia
como mensajeros de Dios. Era la civilización lanzada al rescate de la barbarie.
Ahora el viaje ocurre al revés. Eso quiere ser la invasión de los invadidos. Los que llegan o intentan
llegar desde el sur al norte son protagonistas de las desventuras coloniales que pasan a la historia
como mensajeros del Diablo. Es la barbarie lanzada al asalto de la civilización.

El arte de mandar
Un emperador de China, no se sabe su nombre ni su dinastía ni su tiempo, llamó una noche a su
consejero principal y le confió la angustia que le impedía dormir. Le dijo: “Nadie me teme”. Como
nadie le temía nadie lo respetaba. Y como nadie lo respetaba nadie le obedecía. El consejero
principal meditó un ratito y opinó: “Falta castigo”. Y el emperador sorprendido dijo que castigo no
faltaba, porque él mandaba a la horca a todo el que no se inclinara a su paso. Y el consejero
principal le advirtió: “Pero esos, esos son los culpables. Si solo se castiga a los culpables, solo los
culpables sienten miedo”. El emperador chino pensó y pensó... y llegó a la conclusión de que el
consejero principal tenía razón. Y le mandó cortar la cabeza. La ejecución ocurrió en una gran
plaza pública, la plaza celestial, la plaza principal del imperio. Y el consejero fue el primero de una
larga lista.
Fábricas
Corría el año 1964. Y el dragón del comunismo internacional abría sus siete fauces para comerse a
Chile.
La publicidad, sobre todo la publicidad en la televisión, bombardeaba a los chilenos mostrando
imágenes de iglesias quemadas, de tanques rusos, de guerrilleros barbudos que secuestraban a
los niños y se los llevaban lejos.
Y hubo elecciones. Y el miedo venció.
Y Salvador Allende, el candidato derrotado me contó qué era lo que más le había dolido de esa
experiencia dolorosa.
La empleada de la casa de al lado, la casa de al lado de su casa, en el barrio de Providencia, era
una pobre mujer que trabajaba veinte horas por día ocupándose de los niños, lavando y
planchando la ropa, fregando, haciendo la comida... del día a la noche trabajando sin parar, esa
pobre mujer que había envuelto su ropa en una bolsa de plástico y la había enterrado en el jardín,
porque tenía miedo de que si ganaban los Rojos le expropiaran su propiedad.
Invasión
Tiene pánico a la invasión el país que nadie ha invadido jamás, y que sin embargo tiene la mala
costumbre de invadir a los demás.
En los años 80, el peligro se llamaba Nicaragua.
El presidente Ronald Reagan asustaba a la población. Y denunciaba el ¡inminente peligro, la
amenaza! de la invasión que iba corriéndose desde América Central, México, vía Texas entrando
en los Estados Unidos y apoderándose del país... mientras a espaldas del presidente un mapa
mostraba esa Gran mancha roja que avanzaba.. La teleaudiencia espantada no tenía la menor
idea de dónde quedaba Nicaragua... Ni sabía que ese pobre país había sido arrasado por una
dictadura de medio siglo, fabricada en Washington. Y después, por un terremoto que no dejó nada
en pie...
Y esa teleaudiencia asustadísima, tampoco sabía que ese “País Feroz” tenía en total cinco
ascensores y una sola escalera mecánica, que no funcionaba.

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