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Coordinación Técnica
Illapel
¡Por Dios! –le dijo–. ¡Qué inoportuna eres! ¡Qué mal momento para
venir a buscarme! ¿No ves que estoy a punto de terminar este retrato y me
encuentro en la parte más delicada, que es la sonrisa de la muchacha?
En su largo recorrido, la Muerte había visto todas las muecas, todos los
gestos posibles; sin embargo, nunca se había encontrado así, de frente, con
una sonrisa humana.
Y ella respondió:
¡Qué hombre tan especial debe ser, capaz de intimidar a la propia Muerte!
¡Tengo que conocerlo!
Porque los rostros humanos, Señor, son los paisajes más bellos del
mundo.
Ven. Acompáñame.
De manera que cada vez que nos emocionemos, nos regocijemos o nos
enternezcamos anta la belleza, la suavidad y la dulzura del rostro de un
recién nacido, no nos olvidemos de agradecer al viejo pintor, al pobre pintor
andrajoso, que allá en el cielo sigue pintando caras y rostros para cada uno de
nosotros.
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