Son las 5:30 A.M.

lo sé sin tener que mirar el reloj porque las oportunas ganas de orinar me
despiertan justo a esa hora. Me levanto, tropiezo con el desorden de la habitación, entro tanteado
al baño y aliviano la vejiga. Luego miro el reloj y preciso: las 5:32, vuelvo a la revolcada cama
mientras miro a un punto fijo en el cielorraso. Siento que me duele el cuerpo, en especial la cadera
y la nuca. Desde hace tiempo he pensado seriamente en iniciar una rutina de ejercicios de yoga
que nunca ejecutaré. Mejor recuerdo en el compromiso establecido con el libro que inicié anoche,
así que decido continuar la lectura, pero antes debo enjuagarme la somnolencia restante
provocado por el estado de letargo físico. Retorno al baño, me ducho. Al salir, descubro que mi
madre ya está despierta, ella automáticamente enciende la radio como todos los días, me
pregunta que si deseo café, le respondo que sí. ¡Ah la maldita radio! en especial la despiadada
emisora “La cariñosa”, sus escandalosas noticias de contenido vulgar silencian el melodioso trinar
de los pájaros. Ya no hay tranquilidad, no hay silencio, no hay concentración como para iniciar la
lectura. En ocasiones, el desespero me ha llevado a introducirme tacos de algodón en los oídos
para intentar menguar el ruido, funcionó unas semanas y fueron días felices hasta que una terrible
infección del oído izquierdo me impidió volverlos a obstruir. Ya no soporto más esta ofensa; hoy
he decidido tomar cartas en el asunto… voy a volar la emisora.

1) Las ganas de orinar me despiertan.

2) Me levanto.
3) Orino.
4) Regreso a la cama.
5) Pienso en –lo-s---- c-o-m-p-ro-mi-sos del día.
6) Retorno al baño.
7) Tomo una ducha.
8) Encuentro a mamá despierta, me ofrece café.
9) Escucho la radio y me molesto
10) Salgo de la casa a cumplir mi misión.
 sin eufemismo espeta como la odio, su ruidosa rimbombancia de noticias populares que dan
asco, si no se a quien le importa de pero salgo más rápido de lo que entre que nunca ejecuto dolor
en el