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“La socialización es un proceso paradójico.

Por una parte es un proceso de inculcación; por otra, sólo se


realiza en la medida en que los actores se constituyen como sujetos capaces de manejarla. La sociología
crítica ha negado el segundo término de la paradoja, viendo en la escuela solamente un aparato de control.
La sociología clásica, la de la 'paideia' funcionalista, ha intentado superar la paradoja mediante la confianza
en la universalidad de la 'civilización' y de la modernidad y mediante la creencia en la capacidad de las
instituciones para proponer una experiencia coherente e integrada. Hoy no se puede aceptar ni el
'encantamiento' de la posición clásica, ni las aporías de una posición crítica que sólo percibe en la escuela un
aparato de inculcación, donde los alumnos serían tan sólo receptáculos pasivos de una ideología" (DUBET F.
y MARTUCCELLI D., 1998).
ROGERS
“Deseo comenzar este capítulo con un pensamiento que resultará sorprendente para algunos y quizás
ofensivo para otros: simplemente que, en mi opinión, la enseñanza es una actividad sobrevalorada. Después
de hacer esta afirmación me apresuro a consultar el diccionario para comprobar si expresé bien lo que quería
decir. Enseñar quiere decir “instruir”. Personalmente, no estoy interesado en instruir a nadie en cuanto a lo
que debe saber o pensar. ‘Impartir conocimientos o destreza’. Me pregunto si no sería más eficaz usar un
libro o la instrucción programada. ‘Hacer saber’. Esto me eriza la piel. No deseo hacer saber nada a nadie.
‘Mostrar, guiar, dirigir’. A mi modo de ver, se ha guiado, mostrado o dirigido a demasiada gente. Luego llego
a la conclusión de que efectivamente quise decir lo que expresé. Desde mi punto de vista, enseñar es una
actividad relativamente poco importante y sobrevalorada. Pero mi actitud implica más. Tengo un concepto
negativo de la enseñanza. ¿Por qué? Creo que porque hace todas las preguntas equivocadas. Cuando
pensamos en enseñar, surge la pregunta de qué enseñaremos. ¿Qué necesita saber una persona desde
nuestro superior punto de vista? Me pregunto si en este mundo moderno tenemos el derecho a presumir que
somos sabios sobre el futuro y que la juventud es tonta ¿Estamos realmente seguros acerca de lo que
deberían saber? Luego está la pregunta ridícula sobre la extensión del programa. El concepto de extensión
está basado en el supuesto de que todo lo que se enseña se aprende y todo lo que se presenta se asimila. No
conozco ningún otro supuesto tan falso. (…) Creo que nos enfrentamos a una situación enteramente nueva
en educación, en la cual el propósito de ésta, si hemos de sobrevivir, debe ser la facilitación del cambio y el
aprendizaje. (…) El único propósito válido para la educación en el mundo moderno es el cambio y la
confianza en el proceso y no en el conocimiento estático (…) Veo la facilitación del aprendizaje como el
objetivo de la educación, como el modo de formar al hombre que aprende, el modo de aprender a vivir como
individuos en evolución. (….) Sabemos (….) que la iniciación de tal aprendizaje no depende de las cualidades
didácticas del líder, de su conocimiento erudito de la materia, de la planificación del currículum, del uso de
materiales audiovisuales, de la aplicación de la enseñanza programada, de sus conferencias y presentaciones
ni de la abundancia de libros, aunque todos estos elementos podrían constituir recursos útiles en algunas
ocasiones. La facilitación de un aprendizaje significativo depende de ciertas actitudes que se revelan en la
relación personal entre el facilitador y el alumno.” ROGERS C. (1975); Libertad y creatividad en la educación. El
sistema no directivo. Buenos Aires, Paidós.

“El Maestro”.
ELT“Si se cree el maestro que la escuela no es el templo del saber y que él no es el verdadero, el genuino
sacerdote de ese templo, será preciso convenir en que cree que su misión no es tan sublime como lo afirma
todo el mundo pensante. Si no tiene fe en la escuela, si no tiene fe en su elevada misión, no tendrá
entusiasmo; sin entusiasmo profesional todo maestro es malo, tanto que nos parece criminal. Para que el
maestro de escuela comprenda todo lo elevado, todo lo noble, todo lo sublime de su misión, debe comenzar
por dignificarse a sí mismo, esto es, por despojarse de todas las pasiones humanas y convertirse para los
vecindarios en ejemplo constante de todas las virtudes; debe ser bueno, leal, caballeresco; elemento, en fin,
de orden para todos los vecinos. Dignificándose a sí mismo, dignificará su profesión; su apostolado le dará
tantos goces, tantas satisfacciones morales que le harán agradable su existencia. La felicidad duradera le
hallará en el cumplimiento de su deber. ¿Qué felicidad más grande puede darse que la de pasar días entre los
niños? Amad, oh maestros de escuela a los niños y amaréis a vuestra profesión. De este amor sacaréis el
mejor galardón para vuestra existencia.” “BOLETÍN DE EDUCACIÓN DE SANTA FE”. México Intelectual. Tomo
XXIV, pp. 239-240.
Julio Cortázar: Historias de cronopios y de famas (1962)

Instrucciones para llorar


Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto
que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio
u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas
y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.
Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el
hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho
de
Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas
manos con la palma hacia dentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en
un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos. Cortázar, Julio (1994). “Historias de cronopios
y de famas”, en: Cuentos completos I, Alfaguara, Buenos Aires-Madrid.

Instrucciones para subir una escalera


Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en
ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a
una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente
variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la
horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos
peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior,
principio que da sentido a la escalera, ya que cualquier otra combinación producirá formas quizá más bellas
o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso. Las escaleras se suben de
frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en
mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen
de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir
una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre
en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño
dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también
llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace
seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero
descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación
necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente
de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie). Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir
alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con
un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.
Cortázar, Julio (1994). “Historias de cronopios y de famas”, en: Cuentos completos I, Alfaguara, Buenos Aires-
Madrid.

Instrucciones inútiles
... Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los
niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media
del llanto, tres minutos.

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