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del siglo XIX y principios del siglo XX y no, meramente, a partir de la década del ´30. Más
todavía, la Argentina supo tener excelencia en investigadores en educación cuando en 1914 la
Universidad de La Plata creara el Laboratorio de Psicopedagogía (Dabat, 1992). En Brasil, el
primer estudio de historia de la educación, de Pires de Almeyda, fue publicado en 1889.
La región latinoamericana asistió a un gran impulso en las décadas de 1950 y 1960 a las
políticas de CyT. Este impulso se manifestó principalmente en la creación de consejos,
siguiendo los lineamientos de UNESCO y de OEA (Albornoz, 2001). La creación de
organismos de ciencia y técnica contribuiría a la consolidación de las ciencias sociales (y
marginalmente de la educación), al ampliar el campo profesional de las disciplinas a través
de oportunidades de desarrollo de la profesión académica, mientras que algo similar
ocurría con la creciente intervención estatal en diversas áreas sociales para las cuales se
requería la incorporación a la burocracia de graduados de disciplinas sociales (De Sierra et
al., 2006).
En este contexto, Brasil sobresale por llevar adelante una política estatal activa para la
construcción de un sistema de educación superior y de investigación científica que pretende
seguir el modelo de los países desarrollados. Ya en la década de 1950, se establecen el CNPq-
Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico y la CAPES-Coordenação de
Aperfeiçoamento de Pessoal de Nível Superior. Desde fines de los 60 comienza el desarrollo de
un modelo universitario centrado en la investigación que incluye planes nacionales para la
formación de posgrado, un sistema nacional de evaluación de los programas de posgrado, y
asignación de becas (Neves, 2007).
Por lo tanto, no parece existir evidencia suficiente para afirmar que en la región, la
investigación educativa "ha sido más descriptiva que empírica o aplicada".
De hecho, en instituciones académicas latinoamericanas aún hoy subsiste una tradición que
avala a la investigación como tal sólo si esta es de carácter empírico e incluso experimental. En
México, la implantación de cursos de maestría y doctorado en la Universidad de México en
1955, implicó un énfasis definitivo en la formación de investigadores en educación (en
Pedagogía) con un explícito estímulo hacia los trabajos empíricos (Ducoing, 1990). Prueba de la
importancia de la investigación aplicada y experimental en América Latina parecen ser las
reacciones que suscitaba esta tradición. Hacia fines de los años ´20, el filósofo de la educación
Juan Mantovani, en una entrevista periodística, se quejaba del exceso de experimentalismo en
la investigación educativa, criticando a la psicología y a la didáctica experimental y a lo que él
denominaba "el imperio del método". (Carli, 1995). Por otra parte, en varios países, Colombia,
México, Brasil y Argentina, a partir de los años ´30 el desarrollo del sistema educativo genera
grandes desafíos en la investigación educativa, especialmente la volcada a los métodos
didácticos y a posiciones activas o radicalizadas en psicología lo que hizo que la presencia
latinoamericana en la Ligue Internationale de l´École Nouvelle fuera muy numerosa y de
amplia participación en la discusión internacional. Esta urgencia por mejorar las prácticas
educacionales generó una tendencia de investigación aplicada a los métodos de enseñanza,
como el caso del Instituto de Investigaciones Educacionales (en Brasil), a cargo de Anixio
Texeira, un pedagogo que supo combinar la gestión política con la investigación y la enseñanza
(Gonçalves Vidal, 1996). Esta rica y heterogénea historia impide una rápida categorización de
las principales estructuras teóricas o de aquellas que han jugado un rol más importante en la
investigación educativa.
En el campo de la investigación educativa, el optimismo pedagógico de las décadas de
1950 y 1960 tiende a ser reemplazado por posturas críticas (reproductivismo, nueva
sociología de la educación) que promueven un distanciamiento respecto del Estado y
cuestionan la objetividad del conocimiento científico. Comienza una etapa en la que
predominan los interrogantes epistemológicos acerca de los límites del conocimiento
objetivo, las impugnaciones a algunas de las formas y supuestos de la investigación
educativa preexistente y la incorporación de miradas que hacen énfasis en las cuestiones
relacionadas con el poder, la ideología y las relaciones entre la educación y sus
determinantes sociales (De Landsheere, 1996). En América Latina, se destaca durante los
70 la introducción del marxismo en el análisis de la educación, primero a través de la
influencia de Althusser y, más tarde, del pensamiento gramsciano (Buffa, 2005; Suasnábar,
2009), así como de la escuela reproductivista de Bourdieu y Passeron (García Guadilla,
2008).