Sunteți pe pagina 1din 2

Perspectiva del practicante

Practicante de Yoga desde hace 12 años, he profundizado en la técnica formándome como


profesora de Kundalini Yoga (en Gobinde, hace ya cuatro años) y como profesora de Hatha
Yoga Vinyasa este año. Estoy enamorada de la práctica, un amor que no decae con los años
sino que se vuelve más profundo e inclusivo.

¿Qué es para mí el Yoga?

El camino hacia una-misma. Camino hacia esta desconocida que le toca convivir
conmigo hasta que la muerte nos separe, mi alma.
Ella lo sabe todo sin certezas, lo abraza todo sin conceptos.
Es vida, es fluir, es amor, es locura.
El alma, algunos dicen Dios, es inabarcable e indefinible. Vivir en sus brazos es puro
gozo, pero cuando le pierdo la pista sólo consigo ser la peor versión de mi misma.
Acabo entre muros autoerigidos de miedo, dependencia, egocentrismo, inautenticidad,
crítica. Pero ahí está mi práctica.
La práctica es mi camino a casa. Lo que me permite acogerme a mí misma sin “peros”
sin “espera…” sin “eso sí, eso no me gusta”.
Por supuesto es un camino que no se acaba.

Caminando en compañía

Mejor así, porque es un camino que se disfruta, cada vez más. Como en la montaña,
donde las vistas se van ampliando cuando subes en altura: cada vez se van ampliando
las perspectivas y todo se vuelve más rico, más abundante… Al principio fue un poco
duro, todo hay que decirlo. Que esta niña tenía mucha mala hostia. Y que me enfado, y
que me enfado, y que lloro, y que no puedo, y que quiero matar al profesor…
Ahora me río de todo eso que fue sacando, todos esos procesos… sé que volveré a
enfadarme, volveré a llorar, pero que no será el fin del mundo, y menos del camino.
Estos procesos también los vi en mis compañerxs, cuánto han cambiado también mis
ellxs en su camino! Todos a su ritmo, hemos ido soltando papeles caducados, fantasmas
limitantes y máscaras de auto-proscripción…Aprendiendo a amarnos y a ayudarnos lxs
unxs a lxs otrxs. Amo este camino porque sé cómo desvela lo mejor de cada unx, lo más
bello, despojándonos de lo prescindible aprendido… Es lo que me llevó a querer
enseñar el yoga.

Caminando sin meta

A veces pero, lo que pasa es que de tanto querer ser la mejor versión de uno mismo uno
se pierde en el proceso, frustrándose al tanto mirar la meta (ese “yo” perfecto…otra
ilusión del camino) en vez de disfrutar el paisaje.
Eso me pasó a mí, tanto quería, quería tanto, que me acababa castigando intentando
forzar el camino…
Tuve que recordar (la vida me ayudó que ella es muy lista): “Caminante no hay camino,
el camino se hace al andar…”
Tal vez por la misma razón que tuve que dejar de fumar al menos cinco veces para
desarrollar tolerancia hacia los fumadores (¡es que no hay nada peor que un exfumador
amargado!) tuve que ir y volver de la práctica a la vida y de la vida a la práctica, hasta
desarrollar un cierto desapego tanto para la una como para la otra. Y así poder
integrarlas.
Y la meta, ¿qué meta? Si lo que importa es el camino.
Como decía sin cesar mi profe Sindu en la India “En el momento que algo se convierta
en obsesión, el propósito se ha perdido”. Ya no me obsesiono por el camino, confiando
en que aparecerá la siguiente etapa cuando esté preparada para acogerla…

Del cuerpo al alma

Con Sindu este año, estudié Hatha Yoga. No paraba de recordarnos que la obsesión por
las asanas es algo típicamente occidental, y que realmente la meta final del yoga es
espiritual, no física (eso pegándonos palizas de Surya Namaskara que después de tres
días casi no podíamos andar, claro). Se ve que dio resultado, porque cada vez mi
práctica se orienta más en este sentido. Busco claridad, busco ecuanimidad, más que
fuerza o flexibilidad (que vienen de todos modos si practicas regularmente).
Y claro que disfruto de sentirme fuerte y flexible. Y sí, me encanta sentir el trabajo
físico de una kriya bien sentida o el baile poético de un bello vinyasa, y presenciar el
fluir de la energía en mi organismo.
Y no pasa un día sin que me maraville de esta tecnología tan accesible y polifacética
que te permite refrescarte si tienes calor, calentarte si tienes frío, animarte si estás
deprimido o relajarte si estás estresado, a veces en cuestión de segundos… no paro de
admirar e indagar en cómo funciona todo eso por dentro, el trabajo sobre los meridianos
de energía, el efecto psicológico de la contracción o del estiramiento muscular y
fascial… me apasiona.
Pero… pero lo que más valoro, es la paz mental -que no siempre me acompaña, a ver si
alguien va a creer que me he iluminado…- y cada vez orbito más cerca de ella.
Es la lucidez para con mis emociones: más aceptación, menos proyección.
Es el coraje de amar aunque duela, porque es lo único que vale la pena.
Es la fe que el poder yace dentro de mí, aunque no es mío, sino parte y reflejo de un
poder mucho más grande al cual sólo necesito entregarme.
Es el saber que tengo los recursos para bailar con la vida, sea cual sea el ritmo que me
marque ella. Eso, para mí, es yoga.

S-ar putea să vă placă și