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MÉTODO HISTÓRICO
MÉTODO LITERARIO
1) ¿QUE GENERO DE LITERATURA ES EL LIBRO? Profecía, no cronológica,
Drama (con una carta en una de sus partes)
MÉTODO PANORÁMICO
1) ¿CUÁL ES LA IDEA PRINCIPAL DEL LIBRO? El desarrollo y cumplimiento de
varias profecías, a Israel y a naciones vecinas. La misericordia de Dios hacia
Israel, sus justos juicios; y su plan de restauración. Mostrando a Dios marcando el
ciclo de los acontecimientos de la historia; con el cumplimiento exacto de cada
profecía, tomando la idea telescópica.
Estructura de Jeremías
Título: “Profeta identificado con el corazón de Dios”
ISRAEL
5:1 Impiedad de
Jerusalén y Judá
6:1 Juicio contra
Jerusalén y Judá
7:1 Mejorad / Castigo DIOS LLAMA AL
por rebelión
CAMBIO
8:18 Lamento sobre
Judá t Jerusalén
10:1 Falsos dioses y
Jehová
11:1 Pacto violado
complot contra Jeremías
12:1 Jeremías y Dios
13:1 Señales y Judá a
cautiverio CONSECUENCIAS FUTURAS
14:1 Mensaje de la
sequía
15:1 Ira de Dios contra JUICIOS
Judá
JUSTOS
16:1 Juicio de Jehová
contra Judá
PARA
17:1 Corazón- Día de
reposo ARRANCAR
18:1 El alfarero y
oración Jeremías Y
Autor y fecha
Jeremías quien sirvió como sacerdote y también como profeta, fue el hijo de un
sacerdote llamado Hilcías (no el sumo sacerdote de 2 R 22:8 quien descubrió el
Libro de la Ley). Él era de la pequeña villa de Anatot (1:1), llamada hoy día Anata,
a unos 4,8 km al NE de Jerusalén en la porción de tierra que la tribu de Benjamín
heredo. Cómo una lección visual a Judá, Jeremías permaneció soltero (16:1-4). Él
fue asistido en el ministerio por un escriba llamado Baruc, a quien Jeremías
dictaba y quien copiaba y tenía custodia sobre los escritos compilados de los
mensajes del profeta (36:4, 32; 45:1). Jeremías ha sido conocido como "el profeta
que lloraba" (9:1; 13:17; 14:17), viviendo una vida de conflicto debido a sus
predicciones de juicio por parte de los babilonios invasores. Él fue amenazado,
juzgado por su vida, colocado en un cepo, forzado a huir de Joacín, públicamente
humillado por un falso profeta y arrojado a una cisterna.
Mientras que Joel y Miqueas habían profetizado antes del juicio de Judá, durante el
reinado de Josías, los principales profetas de Dios fueron Jeremías, Habacuc, y Sofonías.
Más adelante, contemporáneos de Jeremías, Ezequiel y Daniel, jugaron papales proféticos
prominentes.
Situación de Jeremías
Esfuerzo final de Dios para salvar a Jerusalén.
Jeremías vivió unos 100 años después de Isaías.
Isaías había salvado a Jerusalén de Asiria.
Jeremías quiso salvarla de Babilonia, pero no puedo.
La Situación Interna
El reino del norte había caído, y gran parte de Judá. Había sufrido una
derrota tras otra, hasta que solamente quedaba Jerusalén, que persistía en
ignorar las repetidas amonestaciones de los profetas, y se endurecía en su
idolatría y en su maldad. Estaba a punto de darse la hora del juicio.
La Situación Internacional
Babilonia, en el sur del mismo valle, se fortaleza. Egipto, 500 Km. al suroeste,
en el valle del Nilo, y que mil años antes había sido potencia mundial y luego
había decaído, se volvía ambicioso de nuevo.
El Mensaje de Jeremías.
La Osadía de Jeremías
Una de las dificultades que desde hace mucho tiempo han enfrentado los
críticos de la Biblia tiene que ver con las numerosas menciones de nombres
aparentemente insignificantes, insertados aquí y allá. Algunos especulan que
fueron agregados sólo para que los relatos parecieran auténticos. Otros sugieren
que ciertos personajes importantes de historias posteriores fueron incluidos
solapadamente en algunos relatos antiguos para cumplir una función poética. De
ser así, ¿cómo se explica la alusión a alguien como Nebo Sarsequín, una figura de
poca monta de un país extranjero y que tiene un nombre difícil que nunca vuelve a
ser mencionado, y que resulta ser correcto? Es obvio que el autor del libro de
Jeremías estaba muy familiarizado con los detalles de los tiempos en que escribió
y que se preocupó de ser preciso.
La repetición poética fue utilizada por Jeremías con gran destreza (véase,
p.ej., 4:23-26; 51:20-23). Jeremías combinaba la poesía con fragmentos largos de
narrativa descriptiva y autobiografía. También utilizó los criptogramas (25:26;
51:1, 41). En ciertas ocasiones las interpolaciones, citas textuales, son típicas del
estilo de Jeremías.
Cautiverio Judío de 70
años 536
3 586 Destrucción de
Jerusalén
Jeremí Nahúm
as y los
profeta 650
620
s de su JEREMÍAS
época
627 (53 años de ministerio) 574
(Reino del
Sur)
636 Sofonías62 Habacuc62 593 Ezequiel 5
3 1 609 59
605 Daniel
536
7 7 6 6 6 6 6 6 630 620 610 600 590 580 570 56 5 5 5
1 0 9 8 7 6 5 4 0 5 4 3
0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
Retos de Interpretación
1. ¿Cómo puede uno explicar que Dios prohíba la oración por los judíos
(7:16) y que diga que aun la mediación de Moisés y Samuel no podrían evitar el
juicio (15:1)?
3. ¿Cómo pudo él pronunciar cosas tan severas acerca del hombre que
anunció su nacimiento (20:14-18)?
1. El anhelo de Dios porque Israel sea tierna para con Él, como en
los días del primer amor (2:1-3)
2. Las lagrimas de siervo de Jeremías, como "el profeta que lloraba"
(9:1; 14:17)
3. La relación íntima que Dios tenía con Israel y que Él anhelaba
mantener (13:11)
4. Sufrimiento, como en las pruebas de Jeremías (11:18-23; 20:1-18)
y la suficiencia de Dios en todo problema (20:11-13)
5. El papel vital que la Palabra de Dios puede jugar en la vida (15:16)
6. El lugar de la fe al esperar restauración del Dios para quien nada es
demasiado difícil (Cap. 32, especialmente v v.17, 27)
7. Oración por la coordinación de la voluntad de Dios con la acción de Dios
para restaurar a Israel a su tierra (33:3, 6-18)
Referencias Proféticas
Importancia en la Biblia
El mayor aporte teológico de Jeremías fue su concepto del nuevo → PACTO (
31.31–34 ). Era necesario un nuevo pacto entre Dios y su pueblo porque
este último había violado el anterior. Se necesitaba un pacto nuevo, un
pacto de gracia y perdón escrito en el corazón humano, más que un
pacto legal grabado en piedra.
Jeremías veía en lontananza el amanecer de una era de gracia en la persona
de Jesucristo. Desde ese día «no enseñará más ninguno a su prójimo, ni
ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me
conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice
Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de
su pecado» ( 31.34 ). Tan importante es Jeremías 31.31–34 en la
teología bíblica que es el pasaje más largo del Antiguo Testamento que
se cita en el Nuevo Testamento ( Heb 8.8–12 ).
Fuente: http://www.indubiblia.org/jeremias-1
1. LA ÉPOCA
La vida de Jeremías abarca dos períodos muy distintos, cortados por el año 609, fecha de la muerte
del rey Josías. Los años que preceden a este acontecimiento están marcados por el sello del
optimismo: la independencia política con respecto a Asiria abre paso a una prosperidad creciente y
a la reforma religiosa. Los años que siguen constituyen un período de rápida decadencia: Judá se
verá dominada primero por Egipto, luego por Babilonia. Las tensiones internas y luchas de partidos
van acompañadas de injusticias sociales y de nueva corrupción religiosa. El pueblo camina a su fin.
El año 586 cae Jerusalén en manos de los babilonios y el reino de Judá desaparece definitivamente
de la historia. Para comprender su mensaje es preciso conocer más a fondo los dos períodos. Los
últimos reyes de Judá podemos presentarlos de dos formas: la primera, según el orden en que
gobernaron (Joacaz y Jeconías aparecen en minúscula dada la brevedad de su reinado):
1. AMON (642-640)
2. JOSIAS (640-609)
3. Joacaz (3 meses del 609)
4. JOAQUIN (609-598)
5. Jeconías (3 meses del 598)
6. SEDECIAS (597-586)
Sin embargo, esta serie no permite advertir las complejas relaciones familiares entre ellos, que
presento en el cuadro siguiente:
1. AMÓN (642-640)
2. JOSÍAS (640-609)
La muerte de Manasés (año 642) abrió un período de crisis en la historia de Judá. Este rey
despótico, cruel e impío había gobernado durante cincuenta y cinco años siguiendo una política
asirófila. Su sucesor, Amón, fue asesinado dos años más tarde (640). Entonces, un sector de la
población muy difícil de identificar salva a la monarquía matando a los conspiradores y nombrando
rey a Josías, hijo de Amón, que sólo cuenta ocho años de edad (cf. 2 Re 21,23s).
Durante su reinado cambia por completo la política interior y exterior. A partir de la muerte de
Assurbanipal (ocurrida entre 633 y 627 aproximadamente), Asiria se va debilitando a grandes
pasos; le resulta imposible mantener el control sobre los inmensos territorios conquistados. Esto
permite a Josías consolidar su reinado y promover una serie de reformas.
De acuerdo con los autores bíblicos, donde se produce el cambio más profundo es en el orden
religioso. Josías se halla en desacuerdo con la situación que le ha legado su abuelo Manasés. Hacia
el 632 comienza una reforma que culminará diez años más tarde con el descubrimiento del «Libro
de la Ley». En 2 Re 23,4-24 y 2 Cr 34-35 se cuentan las medidas tomadas por el rey para purificar el
culto y restaurar la Pascua .
Pero la reforma religiosa estuvo acompañada de una reforma política, que incluyó entre sus puntos
principales el deseo de restaurar el antiguo imperio de David o, al menos, los territorios del antiguo
Reino Norte. Es cierto que esto no se dice expresamente en ningún sitio. Pero en el segundo libro de
los Reyes se cuentan las siguientes intervenciones de Josías en esa zona: «Derribó también el altar
de Betel y el santuario construido por Jeroboán, hijo de Nabat, con el que hizo pecar a Israel. Lo
trituró hasta reducirlo a polvo y quemó la estela (...) Josías hizo desaparecer también todas las
ermitas de los altozanos que había en las poblaciones de Samaría, construidas por los reyes de Israel
para irritar al Señor; hizo con ellas lo mismo que en Betel. Sobre los altares degolló a los sacerdotes
de las ermitas que había allí, y quemó encima huesos humanos» (2 Re 23,15.19-20). Estos datos,
junto con el hecho incuestionable de que Josías se enfrenta al faraón Necao en Meguido, territorio
del antiguo Israel, demuestran para algunos de forma indiscutible que este rey llevó a cabo una
política expansionista en el norte, aunque no llegase a establecerse allí un sistema administrativo.
Al morir Josías, el pueblo nombra rey a su hijo Joacaz. Su gobierno sólo durará tres meses. El
faraón Necao, al volver de su expedición, lo destituye, impone a Judá un tributo de tres mil kilos de
plata y treinta de oro y nombra sucesor a Joaquín (Yoyaquím), hombre despótico e incrédulo, que
se ganará la animosidad del pueblo y, sobre todo, del profeta Jeremías.
Los primeros años de Sedecías transcurren en calma. Sólo el 594/593 hay un intento de rebelión
que no llega a cuajar. Pero en el 588 niega el tributo. Nabucodonosor le declara la guerra y asedia
Jerusalén el 5 de enero del 587. Tras año y medio de resistencia, la capital se rinde el 19 de julio del
586 . Sedecías y los jefes militares huyen, pero son capturados cerca de Jericó y llevados a presencia
de Nabucodonosor, que manda ejecutar a los hijos de Sedecías; a éste lo ciega y destierra a
Babilonia (2 Re 25,1-7). Un mes más tarde tiene lugar el incendio del templo, del palacio real y de
las casas; las murallas son derruidas y se produce la segunda y más famosa deportación.
Los sucesos posteriores (nombramiento de Godolías como gobernador, su muerte, huida a Egipto,
etc.) es preferible estudiarlos en relación con la vida de Jeremías para no repetir datos.
1. En la época de Josías (dieciocho años según los redactores) sólo tenemos un oráculo fechado,
aparte del relato de la vocación.
3. La actividad aumenta el año 605 (en el que tiene lugar la trascendental victoria de
Nabucodonosor sobre los egipcios en Carquemis).
4. Sin embargo, no se fecha ninguna intervención en los seis años siguientes (604-599).
7. Durante el año y medio del asedio de Jerusalén es cuando se cuentan más anécdotas sobre la vida
de Jeremías.
Estas lagunas demuestran que no se puede escribir una biografía completa de Jeremías. Además,
algunos autores niegan valor histórico a muchos de esos relatos sobre el profeta; por ejemplo, R. P.
Carroll, en su estudio From Caos to Covenant, en su comentario al libro de Jeremías y en otra serie
de artículos juzga tan imposible reconstruir la vida de Jeremías como reconstruir la vida de
Macbeth a partir de la tragedia de Shakespeare.
3. LA PERSONA
El título del libro (1,1) indica que Jeremías era hijo de Jelcías, «de los sacerdotes residentes en
Anatot». Es posible que su ascendencia se remontase a Abiatar, el sacerdote desterrado por
Salomón a Anatot (1 Re 2,26). Pero esto no pasa de simple conjetura. Por otra parte, Jeremías
nunca actuó como sacerdote. Algunos comentaristas han querido basar en este origen sacerdotal de
Jeremías una posible formación rígida y estricta, especialmente en la lucha contra la idolatría.
También esto es una suposición indemostrable.
Lo único cierto es que, todavía joven[1], recibió la vocación profética (1,4-10). No se siente atraído
por ella. Como Moisés, siente miedo, se considera incapaz e impreparado. Pero Dios no admite
excusas y encomienda a su mensajero la tarea más difícil: trasmitir su palabra en unos años
cruciales y trágicos de la historia de Judá. (Para una exposición más detallada del relato de la
vocación véase el apartado siguiente).
La introducción del libro afirma de manera indiscutible que su actividad comenzó el año trece del
reinado de Josías (1,2; igual en 25,3), y en otras dos ocasiones se repite que Dios le comunicó su
palabra en tiempos de Josías (3,6; 36,2). De acuerdo con esto, es frecuente fechar su vocación el año
627/626, lo que supone unos dieciocho años de actividad durante el reinado de Josías, que murió en
el 609.
Cada vez más autores ponen en duda la validez de estas fechas añadidas por el redactor o los
redactores. Pero la mayoría sigue manteniendo la opinión tradicional[2]. Y no falta quien, como
Lohfink[3], piensa que la primera actuación profética de Jeremías es el discurso del templo, en el
año 609, pero admite que antes de esa fecha desempeñó un papel público; a esa fase «preprofética»
de su vida atribuye Lohfink el núcleo de los capítulos 30-31. La idea de que Jeremías actuó en
tiempos de Josías me parece más adecuada, prescindiendo de que la vocación tuviese lugar el año
627. De acuerdo con esto, podemos dividir la vida del profeta en cuatro grandes períodos: los tres
primeros coinciden con los reinados de Josías, Joaquín y Sedecías; el cuarto corresponde a los años
posteriores a la caída de Jerusalén.
NOTAS
[1]. El término na`ar («muchacho») usado por Jeremías en 1,6 se presta a discusión. Lo
demuestran las diversas opiniones sobre la edad del profeta en el momento de la vocación: 17/18
años (Hyatt); menos de 20 (Skinner, Leslie, Pfeiffer); poco más de 20 (Goettsberger); alrededor de
20 (Cheyne, Orelli); entre 20 y 25 (Penna, Mariani); alrededor de 25 (Cornill); entre 20 y 30
(Nötscher); entre 25 y 30 (Vittonatto).
[2]. T. W. Overholt, "Some Reflections on the Date of Jeremiah's Call": CBQ 33 (1971) 165-84; H.
Cazelles, "La vie de Jérémie dans son contexte national et international": BETL 54 (1981) 21-39; J.
Scharbert, "Jeremia und die Reform des Joschija": BETL 54 (1981) 40-57; S. Herrmann en su
comentario en vías de publicación (BK XII), etc.
[3]. N. Lohfink, "Der junge4. LA VOCACIÓN
1. El texto (1,4-10)
Según Habel, el relato de la vocación de Jeremías sigue el esquema del de Gedeón[i], en el que se
detectan seis elementos:
Este mismo esquema se da en la vocación de Jeremías, con la pequeña variante de que la objeción
precede a la orden, cosa comprensible, ya que la orden aparece implícitamente en el discurso
introductorio al decir Dios "te nombraré profeta de las naciones".
3. Comentario
Encuentro con Dios (4). Llama la atención el carácter tan distinto con respecto a otras
vocaciones. Mientras Isaías contempla el trono de Dios rodeado de serafines, y Ezequiel describe
una extraña teofanía, Jeremías se limita a decir "recibí la palabra del Señor". Ella es lo único
decisivo para toda su vida. El lugar, incluso el modo, son secundarios. Todo el peso recae en esta
palabra que se comunica al hombre.
Discurso inicial (5). La idea principal se encuentra al final del verso: "te nombraré profeta de los
pueblos". Pero esta decisión de Dios es muy antigua. No se produce en un momento ni se basa en un
ofrecimiento personal del hombre, como ocurre en Isaías. Dios piensa en Jeremías antes de que
nazca. Lo que más subraya el texto es la acción de Dios (tres verbos en primera persona: te he
formado, elegido, consagrado) y el sujeto que se beneficia de esa acción de Dios (cuatro veces la
forma pronominal "te"). Sin embargo, al final se rompe la relación yo-tú para abrirse a los otros, a
todos los pueblos. Jeremías, al que se ha definido con frecuencia como el profeta de la intimidad,
nos dice desde el principio que no ha sido elegido para "gozar de Dios" sino para entregarse a los
demás. Y el modo de esa entrega será el de un profeta, el de una persona que habla en nombre de
Dios.
Objeción (6). A la acción divina sigue la reación humana. Jeremías siente miedo, no por hallarse
ante el Dios Santo, como Isaías, sino por la grandeza de su misión, para la que se considera
inadecuado. Como Moisés, aduce que no sabe hablar, y añade un argumento de mayor peso, su edad
tan joven.
Orden (7). Pero Dios no acepta su objeción, porque no le preocupan los valores o cualidades de sus
mensajeros. La orden incluye cuatro vervos fundamentales para la concepción del profeta: "enviar"
y "confiar una orden" por parte de Dios; "ir" y "hablar" por parte del hombre. Los cuatro se
corresponden en binas: enviar-ir, confiar una orden-hablar. Esta experiencia es básica en Jeremías,
que acusará repetidamente a los falsos profetas de que Dios no los ha enviado ni les ha dado una
orden (cf. 14,14). Al exponer su objeción, Jeremías se había quedado en su problema personal,
prescindiendo de los intereses de Dios y de las necesidades ajenas. Ahora el Señor restablece la
relación yo-tú-ellos, la única que justifica una vocación.
Palabras de aliento (8), con la fórmula típica "yo estaré contigo". El verso revela un dato muy
importante: el problema de Jeremías no radica en sus cualidades oratorias ni en su juventud sino en
su miedo; no un miedo al mensaje, sino a las personas. Podríamos pensar que se trata sólo de
fórmulas hechas, pero el resto del libro demuestra que éste fue uno de los grandes problemas del
profeta durante toda su vida.
Signo (9-10). Se inserta perfectamente en el contexto. Todo lo anterior está centrado en el tema de
la palabra y del hablar. Por eso Dios toca la boca[ii] y pone sus palabras en ella. Con esta última
expresión -que es una fórmula hecha, como demuestran los casos de Balaán y Elías- se refrenda la
autoridad del profeta, al subrayar que su mensaje no es invención humana sino palabra del Señor.
En el v.10, las consecuencias de la actividad de Jeremías se expresan con seis verbos; dos de ellos
(destruir y demoler) rompen el ritmo, el paralelismo y las aliteraciones. Muchos autores piensan
que se añadieron aquí por influjo de textos paralelos (18,7; 24,6; 31,28)[iii]. En cualquier caso, la
misión de Jeremías implica la destrucción de lo antiguo y la creación de algo nuevo. No es una
vocación para el inmovilismo, para conservar lo anterior. En una época de crisis, Dios va a
pronunciar una palabra importante, que no cabe en moldes antiguos.
Las diferencias con el relato de Isaías son notables. Algunas de ellas las hemos indicado de pasada.
El conjunto parece totalmente diferente. El concepto de intimidad resulta más acentuado que el de
servicio, típico de Isaías. Sin embargo, hay coincidencias fundamentales. Todo está en función de la
palabra que se debe transmitir al pueblo, palabra de condena y de esperanza, que chocará
inevitablemente con las expectativas de los contemporáneos. Por otra parte, Jeremías también
descubre aspectos nuevos de Dios, inesperados quizá para él, que condicionarán toda su vida. Sobre
todo, ese aspecto del Dios que lo obliga a aceptar un destino que no le atrae. Veremos más adelante
lo que esto supuso para Jeremías.
NOTAS
[i]. Cf. N. Habel, "The Form and Signifiance of the Call Narratives": ZAW 77 (1965) 297-323.
Distingue dos tipos de relatos: el representado por Gedeón, Moisés, Jeremías, y el representado por
Isaías y Ezequiel.
[ii]. Se advierte una clara diferencia con el signo recibido por Isaías; también a él le tocan los labios,
pero se trata de un rito de purificación.
[iii]. Así Volz, Rudolph, Vogt, Weiser, Steinmann, etc. Nötscher se niega a suprimirlos y Penna
piensa que es posible mantenerlos para poner de relieve la misión destructora del profeta. Es difícil
decidirse, aunque la eliminación de esos dos verbos permite un equilibrio perfecto entre la misión
destructiva (arrancar y arrasar) y constructiva (edificar y plantar). Jeremia als Propagandist und
Poet": BETL 54 (1981) 351-68.
Al reconstruir la actividad del profeta en esta época[i] conviene recordar que su vocación ocurre
durante la reforma religiosa y política de Josías, comenzada tímidamente el año 632 y que
culminará el 622 con el descubrimiento del Libro de la Ley. Por consiguiente, podemos distinguir
una etapa en la que era preciso seguir fomentando la reforma (627-622), un período de euforia (622
y siguientes) y quizá, como sugiere Bright, unos años finales de enfriamiento.
Mucho se ha discutido sobre la actitud de Jeremías ante la reforma[ii]. Según Farley, Puukko,
Duhm y otros, el profeta se habría opuesto decididamente a ella por lo que tenía de superficial y
engañosa. Así se comprendería la dura crítica de 8,8: "¿Por qué decís: somos sabios, tenemos la ley
del Señor? Si la ha falsificado la pluma falsa de los escribanos". Y también se comprendería que, al
descubrirse el Libro de la Ley, Josías no mandase consultar a Jeremías, sino a la profetisa Julda (2
Re 22,13s).
Sin embargo, son más quienes piensan que el profeta vio la reforma con buenos ojos. Una serie de
datos confirma esta segunda interpretación. Jeremías coincidió con cinco reyes, y sólo habló bien de
uno de ellos, Josías (cf. 22,15); la familia de Safán, uno de los mayores promotores de la reforma (cf.
2 Re 22,8-14), mantuvo muy buenas relaciones con Jeremías y lo libró incluso de la muerte (26,24;
29,3; 36,11-19; 39,14; 40,5-6); el profeta debió de ver en la lucha contra la idolatría y el sincretismo
el cumplimiento de uno de sus deseos más profundos. Los partidarios de esta postura consideran
justo afirmar que Jeremías no se opuso a la reforma; es probable que incluso colaborase con ella,
aunque años más tarde la considerase insuficiente. Naturalmente, lo anterior sólo es válido en caso
de que Jeremías hubiese actuado como profeta desde el año 13 del reinado de Josías.
La mayoría de los comentaristas lo descubre en los capítulos 2-3 y 30-31, dirigidos básicamente al
antiguo Reino Norte (Israel) y enriquecidos más tarde por el mismo profeta y sus discípulos con una
serie de oráculos a Judá[iii].
Para comprender estos capítulos debemos recordar la problemática religiosa y humana de las
personas a las que se dirigen. Desde el punto de vista religioso, el Reino norte fue siempre muy
adicto a los cultos cananeos, como lo demuestran los relatos de Elías y el libro de Oseas. Esto
implicaba un abandono de Dios, cambiar la fuente de aguas vivas por aljibes agrietados (2,13).
Desde el punto de vista humano, la situación era de profundo desánimo; al recuerdo de los
deportados un siglo antes (año 720) se unían las ciudades despobladas, una economía muy precaria
y la falta de cohesión política.
El problema religioso lo trata Jeremías especialmente en los capítulos 2-3, donde habla del
pecado y conversión. En 30-31 predomina el aspecto humano y el mensaje de salvación[iv]: el
sufrimiento del pueblo se volverá alegría, retornarán los desterrados y habrá abundancia de bienes.
NOTAS
[i]. H. H. Rowley, "The Early Prophecies of Jeremiah in their Setting": BJRL 45 (1962/63) 198-234,
concede capital importancia a la invasión escita. Para él, este hecho fue el que motivó la vocación de
Jeremías y sus primeros oráculos. Al no cumplirse sus predicciones, el profeta atravesó una
profunda crisis (15,10-20); además, quedó desprestigiado, y por eso no lo consultaron el año 622, al
descubrirse el libro de la Ley. Sin embargo, Jeremías apoyó inicialmente la reforma de Josías; esto
le provocó la persecución de sus paisanos de Anatot, familia sacerdotal que salía perjudicada con la
centralización del culto (11,18-12,6). Más tarde, quizá se desilusionase de los resultados de la
reforma. De esta reconstrucción de Rowley, el punto más discutido es el de la invasión escita. Se
oponen a ella: F. Wilke, "Das Skythenproblem im Jeremiabuch", en Alttestamentliche Studien für
R. Kittel (Leipzig 1913) 222-54; J.P. Hyatt, "The Peril from the North in Jeremiaj": JBL 59 (1940)
449-513; R. P. Vaggione, "Over all Asia? The Extent of the Scythian Domination in Herodotus": JBL
92 (1973) 523-30, también considera muy poco probable, "si no imposible", la identificación del
"enemigo del norte" con los escitas. A favor de la teoría escita se manifestaron: A. Malamat, "The
Historical Setting of Two Biblical Prophecies": IEJ 1 (1950/51) 154-9; H. Cazelles, "Sophonie,
Jérémie et les Scythes en Palestine": RB 74 (1967) 24-44.
[ii]. En orden cronológico, los principales trabajos sobre el tema son: J. Dahlet, Jérémie et le
Deutéronome (Estrasburgo 1872); A. F. Puukko, Jeremias Stellung zum Deuteronomium (Leipzig
1913); G. Hölscher, "Jeremia und das Deuteronomium": ZAW 40 (1922) 233-39; F. A. Farley,
"Jeremiah and Deuteronomy": ExpTim 37 (1925/26) 316-8; J. P. Hyatt, "Torah in the Book of
Jeremiah": JBL 60 (1941) 381-90; Id., "Jeremiah and Deuteronomy": JNES 1 (1942) 156-73; A.
Robert, "Jérémie et la réforme deutéronomique d'après Jér 11.1-14": ScRel (1943) 5-16; H. H.
Rowley, "The Prophet Jeremiah and the Book of Deuteronomy", en Studies in OT Prophecy,
Homenaje a T. H. Robinson (Edimburgo 1950) 157-74; H. Cazelles, "Jérémie et le Deutéronome":
RScRel 39 (1951) 5-36; S. Granild, "Jeremias und das Deuteronomium": ST 16 (1962) 135-54; J.
Scharbert, "Jeremia und die Reform des Joschija": BETL 54 (1981) 40-57.
[iii]. Naturalmente, los autores no se ponen de acuerdo al delimitar de forma exacta lo que
pertenece al profeta y lo que corresponde a los discípulos. Véanse las opiniones tan distintas de S.
Böhmer, Heimkehr und Neuer Bund. Studien zur Jeremia 30-31 (Gotinga 1976), que sólo atribuye
al profeta 30,12-15.23-24; 31,2-6.15-20 y H. W. Hertzberg, "Jeremia und das Nordreich Israel": TLZ
77 (1952) 595-602, que le atribuye gran parte de los cc. 30-31.
Esta referencia a la capital del sur basta para que los judíos se apliquen todo lo que sigue. Entresaco
algunos de los textos más importantes de los capítulos 2-3.
En el comienzo de los capítulos 2-3 descubre Vogt un poema en ocho estrofas. Su división y
subtítulos pueden resultar subjetivos, pero ayudan a comprender mejor el mensaje del profeta.
En este poema ofrece Jeremías una meditación histórica sobre la apostasía del Reino Norte, de tan
trágicas consecuencias. Ya desde el principio se denuncian los dos pecados fundamentales: alejarse
de Dios y seguir a los ídolos. Luego desarrolla la idea con otras imágenes. Alejarse del Señor
equivale a no preguntar por él, rebelarse contra él, abandonar la fuente de agua viva, no respetarle.
La idolatría consiste en seguir vaciedades, profanar la tierra con cultos de fecundidad, profetizar por
Baal, cavar aljibes agrietados. La expresión más lograda del pecado es “me abandonaron a mí,
fuente de agua viva, y se cavaron aljibes, aljibes agrietados que no retienen el agua”. Sustituir a Dios
por cualquier realidad absurda y sin contenido.
Jeremías insiste en lo incomprensible que resulta el pecado. Dios no ha dado motivos («¿qué falta
encontraron en mí vuestros padres?»), sino todo lo contrario (véase la estrofa 3 sobre los beneficios
divinos); ningún pueblo abandona a su Dios; en sí misma, la apostasía es absurda.
También subraya las consecuencias del pecado: devastación de la tierra (estrofa 7), en contraste con
la espléndida tierra de huertos (estrofa 3); amargura y tristeza (8, en contraste con el amor y cariño
iniciales (1).
a) En los profetas anteriores al exilio es fundamental la idea de que no se puede servir a dos señores,
Yavé y Baal (recordar el enfrentamiento protagonizado por Elías en el monte Carmelo: 1 Re 18,21).
Este principio se actualiza a veces aplicándolo a la política: no es posible aliarse con Dios y aliarse
con Egipto y Asiria. Se caería en una idolatrización de las grandes potencias. Tampoco es posible
servir a Dios y a la riqueza, como dirán los mismos profetas y subrayará especialmente Jesœs. Estas
¡reinterpretaciones! demuestran que la idolatría siempre tiene actualidad.
b) Aunque en nuestra situación de idolatría es posible que la mayor culpa la tengan los dirigentes
(como dice Jeremías en la estrofa 4), la actitud cristiana no debe ser de simple crítica demagógica;
cada uno debe incluirse en el pecado y reconocer la necesidad de convertirse.
Norbert Lohfink descubre en los cc. 30-31 un poema de siete estrofas (30,5-7.12-15.18-21; 31,2-6.15-
17.18-20.21-22) que anuncia al Norte un futuro nuevo y lo invita a unirse al Sur, aceptando su rey
(Josías) y su santuario (Sión). Según Lohfink, resulta inevitable hablar de Jeremías como de un
"propagandista del rey Josías y de su política".
Ofrezco su reconstrucción con un breve comentario: tras describir la situación trágica en la que se
encuentra el pueblo (1ª estrofa) y justificarla por sus muchos pecados (2ª), el profeta anuncia un
cambio de situación (3ª) y anima a los israelitas a marchar a Sión/Jerusalén (4ª). En ese momento,
las palabras consoladoras son interrumpidas por la queja realista de la matriarca Raquel, que llora
la pérdida de sus hijos; se le promete que volverán del destierro (5ª). Con un cambio de imagen,
quien habla ahora es Efraín (epónimo y símbolo del pueblo), pidiendo a Dios la capacidad de
convertirse; y éste reacciona con palabras parecidas a las de Oseas: "¡Si es mi hijo querido Efraín, mi
niño, mi encanto! Cada vez que le reprendo me acuerdo de ello, se me conmueven las entrañas y
cedo a la compasión" (6ª). El poema termina dirigiéndose a Israel como muchacha, invitándola a
volver y asegurándole un futuro feliz y fecundo.
te he tratado así.
4ª estrofa: A Sión
NOTAS
N. Lohfink, "Der junge Jeremia als Propagandist und Poet": BETL 54 (1981) 351-68.