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Los costos de transacción se refieren a los costos en que se incurre una persona
natural o jurídica para poder llevar a cabo un contrato en el mecanismo
económico del mercado. Las empresas y el crecimiento económico existen
porque al utilizar el mecanismo de mercado implica costos, de modo que las
empresas constituyen una manera más eficiente de organizar los recursos y
reducir los costos de llevar acabo cada transacción.
Resulta que reparar los frenos solo tiene un costo de S/. 200. Los S/. 2000 son
una externalidad. Son parte del costo social de la actividad de los microbusero,
pero no del costo privado de los mismos.
Esto crea una divergencia entre el costo social que el verdadero costo que
una actividad genera a la sociedad, y el costo privado, que es el que toma
en cuenta los individuos para decidir cómo comportarse, y que se identifica
con el costo de producción de un recurso. Con una inversión de S/. 200 se
evita una pérdida de S/. 2000 en daños. Se da pues un ahorro de S/. 1800, pero
si el microbusero no tiene que pagar los daños que genera no encontrará razón
lógica para gastar S/. 200 que reducen un costo que él nunca asume.
Quedando claro, la real diferencia entre costo privado y costo social, ya que uno
está relacionado los gastos operativos de la empresa para realizar sus
actividades normalmente, mientras el costo social es el que está relacionado con
la actividad que genera en la sociedad, los mismos que se encuentran en
divergencia porque necesariamente se tiene que tener una regulación estatal
para las posibles consecuencias negativas en la sociedad de causar daños la
empresa en caso de accidentes vehiculares., ya que esta responsabilidad no
esta directamente relacionado con el contrato de pasajero y conductor, sino más
bien a una consecuencia de la regulación estatal.
El ejemplo más común es el del humo de una fábrica que provoca efectos
nocivos en los que ocupan las propiedades vecinas. El análisis económico de tal
situación se ha realizado usualmente en términos de una divergencia entre el
producto privado y social de la fábrica, siguiendo el tratamiento de Pigou. La
conclusión a la que parece haber conducido este tipo de análisis a la mayoría de
los economistas es que sería deseable responsabilizar al dueño de la fábrica por
el daño causado a los afectados por el humo, o, alternativamente, fijar un
impuesto variable al propietario de la fábrica según la cantidad de humo
producido, equivalente en términos monetarios al daño que causa, o, finalmente,
excluir a las fábricas de los distritos residenciales (y presumiblemente de otras
zonas en las que el humo tendría efectos perjudiciales). Si los factores
productivos son considerados como derechos, se hace más fácil comprender
que el derecho a hacer algo que tenga un efecto dañino (tal como la creación de
humo, ruido, olor, etc.) es también un factor de producción.
Así como podemos usar un pedazo de tierra de forma tal que evite que alguien
cruce por ella, o estacione su auto, o construya su casa, también podemos usarla
de forma tal que le neguemos a ese alguien un panorama, o la quietud, o el aire
puro. El costo de ejercitar un derecho (de usar un factor de producción) es
siempre la pérdida que sufre la otra parte como consecuencia del ejercicio de
ese derecho: la incapacidad para cruzar la tierra, estacionar el auto, construir
una casa, disfrutar de un paisaje, tener paz y quietud, o respirar aire puro.
Si mi deseo por una casa nueva y el del vendedor de recibir dinero lo justifican,
estaremos dispuestos a incurrir en toda esta serie de costos, que pueden llegar
a ser importantes, para perfeccionar la transferencia de la propiedad de la casa
y el pago del precio. Estos costos son lo que Coase llamó costos de transacción.
Pero bajo ciertas circunstancias, los costos de transacción pueden impedir que
un contrato se celebre, a pesar de que, este contrato pudiera ser razonable y
beneficioso para ambas partes.
Por ejemplo, una fábrica podría obtener beneficios por S/. 1,000 pero, por medio
de la contaminación generar daños a sus 5,000 vecinos por S/. 1. a cada uno,
porque se ven afectados con enfermedades a las vías respiratorias. Obviamente
la sociedad estaría mejor si la fábrica cerrara, porque sólo produce S/. 1,000 de
beneficios y S/. 5,000 de pérdidas.
La pérdida social sería de S/. 4,000. En tal sentido, y asumiendo que la fábrica
tiene el derecho a continuar produciendo, lo que implícitamente la autoriza a
contaminar, existe una buena razón para que los vecinos celebren un contrato
con la fábrica por medio del cual, y a través de un pago, ésta dejara de producir.
Imaginemos que los vecinos se ponen de acuerdo para aportar cada uno S/. 0.40
(con lo que obtendrían S/. 2,000 en total) con los que irían a la fábrica y le
propondrían cerrar. Obviamente la fábrica aceptaría, pues recibiría S/. 2,000 (es
decir S/. 1,000 más que antes) por cerrar su fábrica. Los vecinos también
estarían mejor porque si bien se gastan en total S/. 2,000, se están ahorrando
en la práctica S/. 3,000 pues se alivian S/. 5,000 en daños.