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“LA MÁS SEGURA DE TUS VIDAS”

AUTOR: FRANCISCO PAVANETTO.

ÉL: 35 años. Atractivo, venido a menos.


ELLA: 35 años. Esbelta, manos finas, demasiada mujer para Él.
La acción transcurre en la actualidad, en un baño detenido en los años 60. De igual
forma la utilería y la vestimentas, salvo, cuando se indique lo contrario.

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Oscuridad.
Se escucha un susurro, la voz de un hombre que lentamente va cobrando nitidez.

ÉL: Salgo de un cuarto despierto y entro en otro cuarto despierto que da a otro cuarto
despierto…, hay pedazos de cuerpos por todos lados.
ELLA: (Lo serena) Shhh…
ÉL: Cuerpos hechos añicos, …ninguno está completo.
ELLA: Estas soñando.

Pausa.

ÉL: (Susurrando) Sólo necesito tus manos.

Lentamente avanza la claridad. Se descubre el interior de un baño antiguo. La pared de


azulejos, los sanitarios, la cortina que oculta un ventiluz, los grifos…, al igual que sus
ropas, corresponden a una ornamenta antigua. No tienen elementos de actualidad.
ÉL se encuentra aparentemente dormido sobre el inodoro y su cabeza descansa en las
manos de ELLA en una posición final que pareciera detenida en plena acción. Sus
cuerpos no se encuentran cómodos, hacen equilibrio como intentando no interrumpir
una fórmula para el sueño.

ÉL: El cerebro es la cabeza, eso explica el cráneo.


ELLA: (Resignada) ¿El cráneo?
ÉL: No tenemos más de uno (pausa), “EL” cráneo.
ELLA: La cabeza.
ÉL: Exacto, la cabeza.

ELLA le tapa los ojos con sus manos, una pequeña acción que busca sosegarlo.

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ÉL: 8 kg., una imprudencia para el equilibrio.
ELLA: Shhh…
ÉL: El cerebro es la cabeza. Cuando está dormida pesa menos, puedo sentirlo. No hay
nada más infantil que el cerebro, una muestra de las repetidas fallas de la evolución, la
concentración de todos nuestros temores en un solo lugar. Una falla estratégica.
Militarmente, una aberración.
ELLA: (Como un mantra que busca inducir el sueño) Puedo meter la cabeza en la
muerte… y sentir la humedad que permite que todo viva. La bruma no produce ningún
sonido, el reflejo del movimiento se extingue en el vapor. No huele a nada…
ÉL: (La interrumpe) Huelo tu perfume.
ELLA: No, no huele a nada.
ÉL: Shhh, no estás ayudando.

Se oye el rumor de unas voces proveniente de afuera del baño. Ella aguza sus sentidos
intentando escuchar más allá de las paredes.

ÉL: (Susurrando) Puedo meter la cabeza en la muerte y abrir los ojos...


ELLA: Basta.
ÉL: Puedo hacerlo.
ELLA: No lo dudo… La muerte no ejerce la misma presión que mi mano sobre tus ojos.
ÉL: Si los ojos fuesen importantes llevarían huesos. Todo lo importante está rodeado de
huesos.
ELLA: La panza.
El: Sólo hay vida donde hubo huesos. No me aterra no poder abrir los ojos…, no
mientras sienta tu mano.
ELLA: Shhh…

Pausa.

ÉL: Sigo acá.


ELLA: Se me duermen las manos.

Ella se levanta, desarma la posición y mira su muñeca izquierda corroborando su retraso


en un reloj inexistente. Como comienza a cambiarse. Él queda desarticulado en el
mismo lugar.

ELLA: Nunca tuve la necesidad de justificar un retraso, no sabría cómo. (Reflexiona)


Las falanges de mis dedos son muy… femeninas, no sirven para sostener una cabeza 9
horas seguidas. Una estadística sin valor para argumentar mi retraso. Tendría que
probarlo, les muestro mis dedos flacos (pausa), tengo los dedos de mi abuela que murió
aferrada a mi abuelo aferrado a-este-baño.

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ELLA recorre el baño con su mirada que concluye en su posición.

ELLA: Justo acá.


ÉL: Shhh…

Nuevamente el rumor en el aire, voces de niños que se filtran desde el exterior.


ÉL se dirige hacia la bañera, descorre la cortina y descubre un pequeño ventiluz desde
donde proviene el sonido. Se asoma.

ÉL: Saben que estamos acá.

Ella finge indiferencia. Observa su vestimenta, alisa el vestido, y se dirige al ventiluz.

ÉL: (La regaña) No se puede entrar en sociedad y luego salir como pancho por su casa.
ELLA: Nunca nos vieron entrar, nunca salimos, nunca entramos…
ÉL: (Reanuda en un susurro su mantra para el sueño) Meto la cabeza en la muerte, todo
mi cuerpo, todas las apalabras en un solo movimiento, y me salgo. Meto la cabeza en la
muerte y las palabras son el único movimiento dentro de mi cerebro, el cerebro dentro
del cerebro dentro…
ELLA: (Observando por el ventiluz) Están de fiesta.
ÉL: Quieren el baño, lo necesitan.
ELLA: No es un baño público.
ÉL: Es domingo, los domingos salen, se congregan en lugares, hacen sus… rituales,
necesitan baños.
ELLA: El baño es una unidad habitacional menor no creo que…
ÉL: ¡Quieren el baño! El baño es calidad de vida, el bidet es “civilización”, el baño es el
principal problema territorial en una sociedad. Todos lo saben, tu familia lo sabía, por
eso los honramos!

Pausa.

ELLA: El baño es una entidad neutral.


ÉL: No se puede ser neutral.

Pausa.

ELLA: Una puerta es neutral.


ÉL: No, en este caso neutraliza el adiestramiento social.
ELLA: La atmósfera.
ÉL: Neutraliza la vida.

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ELLA: La piel.
ÉL: Neutraliza el derroche de la sangre
ELLA: La mitad de todas las palabras del mundo.
ÉL: Neutraliza la mitad de todos los sentidos del mundo.
ELLA: El amor.
ÉL: Neutraliza la explotación de la pareja.
ELLA: El disfraz.
ÉL: Neutraliza las verdaderas intenciones.
ELLA: El tomate.
ÉL: La… (no se le ocurre nada).

Pausa.

ELLA: (Disfrutando lo que ve) Están disfrazados.


ÉL: Es una representación, disfrazados de “la evolución natural”, inventan su muerte
luego simulan la vida. Una farsa.
ELLA: Hay niños corriendo...
ÉL: ¡Es un acto panfletario, claro que hay niños! Participan de la fiesta sin distinguir
qué es real y qué no. Agotan sin saber, lo último que les queda de su infancia. (Afirma)
Hay globos.
ELLA: Sí.
ÉL: Hay mascotas.
ELLA: Sí.
ÉL: La fiesta social contempla una suelta de pelotas, disimuladamente los padres
arrojan diferentes esferas de colores a sus hijos atrayendo su atención. El niño que
corría inútilmente lo sigue haciendo, pero ahora con una finalidad: “recuperar” la
pelota. Se lo introduce en el sistema temporal: “recuperar la pelota lo antes posible”; se
lo introduce en el mercado: “recuperar la pelota lo más rápido posible antes de que otro
la consiga”. La escenificación continúa con el aprendizaje del niño a tomar posesión de
la pelota, pincharla, y guardársela debajo de la remera. Por último recurren a las
mascotas. Las mascotas son animales salvajes neutralizados por adultos. El niño es el
primer adulto para su animal domesticado y por imitación le arroja la pelota pinchada.
La mascota que aún conserva su instinto la corre y se la trae. Ser padre se constituye en
una secuencia de movimientos lógicos que en su repetición configuran el respeto, el
rendimiento y la obediencia. El ejercicio concluye cuando el padre recupera la pelota de
la mano del niño. (pausa) ¿Se suben a sus autos?
ELLA: Sí.
ÉL: Los perros en la parte de atrás, los hijos contentos.
ELLA: Sí.
ÉL: Algunos niños siguen corriendo.
ELLA: Sí.
ÉL: No hay más pelotas de colores.

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ELLA: No.
ÉL: No corren, (sentencia) huyen. (Agrega) Dejan de ser niños. Los padres regresan a
las casas, mañana trabajan. Los autos se van.
ELLA: Sí.

ÉL no dice más, se muestra satisfecho con su explicación.


ELLA vuelve a su lugar. Observa su vestido. Es una prenda antigua, ropa de su abuela.
Observa sus manos nuevamente.

ELLA: Entonces les muestro mis dedos flacos, no sirven de excusa, no podrían soportar
una cabeza 9 horas en continuado. ¿Una cabeza viva?, preguntarían. (Pausa) Ese es el
tipo de preguntas que me van a hacer, que solemos hacer.
ÉL: “Viva”, por supuesto, sino no me habría retrasado.
ELLA: No es un argumento sólido
ÉL: Es una excusa que se acerca a la realidad.
ELLA: La realidad misma no me serviría como justificativo.
ÉL: La cabeza es el centro del funcionamiento del hombre, si esto no es una buena
razón...
ELLA: Técnicamente es el cerebro.
ÉL: El cerebro atravesado por tus manos, la posibilidad de atravesar el cráneo sin
lastimar es la verdadera razón del retraso.
ELLA: No estás ayudando.

Ella continúa cambiándose. Tiene todo lo que necesita en el baño.

ÉL: (Reflexiona y concluye) Tenemos que protegernos (da unos golpecitos en la pared),
paredes de 15, el ventiluz fue una gran idea pero los tiempos cambian. Tenemos que ser
más precavidos. La puerta también es muy fina, tendríamos que…
ELLA: Nos está quedando chico el baño.
ÉL: Los hacen así para que quepan dentro de las casas.
ELLA: Una casa…
ÉL: Meten la vida dentro de una casa, la casa dentro de un cuarto, el cuarto en una
cama, los electrodomésticos, las mascotas, los muertos, todo dentro de la cabeza/casa;
es la condensación lo que los excita.
ELLA: Tengo que ir a trabajar.

El comentario lo hace sonreír. Ella lleva puesto un delantal antiguo de enfermera .

EL: (Cont.) Arman comisiones para analizar el cerebro, los estimula verse de
guardapolvos en los reflejos de los vidrios del hospital. Lo se porque vos lo sabes.

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(Pausa) El cerebro espera en la camilla quirúrgica con restos de grasita del tránsito de
los muertos, no hace falta ser higiénicos cuando se trata del cerebro, con los
guardapolvos alcanza, se los alisan con las manos al caminar (imita la acción, lo
divierte), ¡qué orgullo!, el estetoscopio, la matrícula, el recetario, todos en la mesa de
disección del cerebro, ebrios, entre “pares”, saben de lo que hablan porque están entre
“pares”, se codean, son “pares”, se tientan, son “pares”, se alisan el guardapolvo, pasan
todo el día así, pensando el cerebro, no lo tienen en cuenta, el cerebro a través de su
cerebro, una estrategia inútil: Al final del día nadie queda vivo.

Finaliza su prédica al momento que advierte que ELLA termina de calzarse un par de
guantes de calle. Se le abalanza y se los saca. Luego toma sus manos desnudas y las
coloca sobre su cabeza.
Pausa.
Espera por un efecto somnífero que nunca llega. Desiste.

ÉL: (Casi suplicando) Necesito dormir.


ELLA: Dos palabras.
ÉL: Tengo que dormir.
ELLA: Ningún problema que tenga sólo tres palabras puede ser
tan grave.
ÉL: No podemos salir. (Pausa) No sé nadar, no puedo amar, odio mi cuerpo, no fían
más, yo solía sonreír, recuerdo sólo tristezas, siempre miento mal, no tengo paz, no
puedo salir, quiero matar algo, mi hígado enfermo, no quiero vivir, no quiero morir,
tengo mil quilombos, huesos demasiado frágiles, busco venganza siempre, fui enterrado
vivo, no puedo tragar, dolor al respirar, me siento infectado, papá nunca volvió, me
violaron ayer, mataron al papa, me siento morir.

ÉL se dirige a un espejo/botiquín en la pared, lo abre, observa en su interior.

ÉL: Nos quedan provisiones para el resto de nuestras vidas.


ELLA: No existe el resto de mi vida, existe lo que queda de mi vida a través de los
restos de las vidas de los demás.

ÉL: Cada uno de “los demás” (señala más allá del ventiluz) están llenos de un mundo de
“otros” que no son tampoco ellos mismos. Estamos hechos de añicos.
ELLA: Puedo fingir la sirena de una ambulancia.
ÉL: Te llamás Irene.
ELLA: (Se alisa el delantal que lleva puesto) Puedo simular los ladridos de un perro.
ÉL: Acá estamos a salvo.
ELLA: El Lobo es como un perro salvaje, pero no ladra, aúlla.

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ÉL: ¿Cómo fue tu día?
ELLA: Nunca escuche uno.
ÉL: No, mejor tu semana. Lo que recuerdes.

Pausa.

ELLA: El lunes… salvamos a un tipo en el hospital cuando ya lo daban por muerto. Se


nos dio por festejar, una proeza, el tipo seguía vivo cuando comenzamos los descorches.
Por la tarde llegan sus familiares desconcertados y nos explican que ya habían hecho
todas las reservas, el cajón, el salón, el nicho, los trajes de duelo, el relleno del finado.
Que habían enviado todas las invitaciones, algunas al exterior, que una procesión estaba
en camino, todo arreglado, todo al revés, todo dentro de mi turno, las copas todavía con
champagne. Me hago llamar de urgencia. “Enseguida vuelvo”. Salgo.
Voy vestida de negro y llevo un ramo de flores en una mano. Acabo de entrar a una sala
de velatorio, el muerto frente a mí dentro de un cajón que ayudé a financiar. Busco la
corona que, al parecer, también financié, una Gold de crisantemos, gladiolos y claveles,
donde exigí que mi nombre figurase justo en el centro de los deudos, de esta forma al
entrar me entero que me llamo: Andrea Peyrano.
ÉL: ¿Andrea?
ELLA: (No se detiene) Los que ahora son mis nuevos familiares me saludan, me dan el
pésame. Abuso del protocolo para escabullirme hasta la capilla reglamentaria donde sin
reparar el culto al que corresponde, utilizo su intimidad para organizar mi nuevo rol. Al
salir despacho las flores, firmo por el costo total de la cosa, un pariente se me acerca y
me habla de una reunión: Soy el principal beneficiario del muerto. Hacemos números,
todo según lo acordado, todo en tiempo, todos contentos, chocamos las copas y
arreglamos para cenar, pero nunca llego, para entonces voy conduciendo una camioneta,
sentado a mi lado un viejo enjuto que me dice “apurá la marcha, Carolina”. Llegamos
a un parque, es de noche, el viejo me indica dónde estacionar, no baja, sin decir nada me
dice que “ya es la hora”. Me dirijo hacia la parte más oscura del parque hasta detenerme
bajo un árbol que me permite contemplar todo y a la ves ser invisible. Permanezco en
ese lugar y tardo en descubrir que desde el único sitio donde se me puede ver, es desde
la posición de la camioneta estacionada. Advierto la mirada del viejo. Escucho que algo
se introduce bajo la misma copa que resguarda mi posición, al instante se revela un
perro seguido de una muchacha demasiado joven para esas horas, entonces me
concentro en lo que hay que hacer. Sin disimular mi presencia tomo un cascote del piso
y lo descargo con perfecta violencia sobre la cabeza del perro que cae seco, sin dolor.
No hay sangre, la niña comienza a gritar, quiere escapar y llevarse el perro a la vez,
pero desconoce el peso de lo muerto. Su huída es tan torpe que me da tiempo para
volver a mirar al viejo que sigue la acción con unos prismáticos. Comprendo que ya está
cumplida mi parte, pero la presencia de la niña, sus aullidos, su estupidez por retrasar la
huída por su estúpida mascota me resuelven por la convicción de que puedo prolongar
el momento. La niña se calla al ver que me dirijo hacia ella con una baldosa.

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Al volver al estacionamiento el auto ya no está, en su lugar un pibe espera por un sobre
que llevo en la mano, se lo entrego, lo abre y cuenta los billetes. Mientras espero que
culmine, me observo las manos finas, increíblemente mansas, y comprendo que el
monto no será suficiente porque la niña no formaba parte de lo pactado. El viejo había
observado más de lo acordado, y la persistencia de su mirada había motivado ese exceso
al que me había prometido jamás volver.

Pausa.

ELLA: La “persistencia de la mirada” no es real,


EL: Es una forma de decir.

Pausa.

ELLA: No existen ojos que puedan percutir el estado molecular más débil de la materia.
Existe el rendimiento de la carne,
uno dice, “esta carne rinde”;
existe el peso,
uno dice “redondee un kilo”,
uno dice “déme algo para tirar a la parrilla”,
uno dice “cogotes para hacer caldo”,
uno dice “me manda mi mamá por picada especial”,
uno piensa “se ve seca y bordó”
pero dice “déme ese pedazo” y señala el pedazo seco y bordó.
Decís “yo no como carne” pero degollás la gallina de la misma forma que lo hacés con
una niña;
uno piensa “cuando se deja de entender el rostro,
cuando la lengua no está donde antes había sonidos,
cuando se junta la vida sobre lo que acaba de perderla,
cuando quedan al descubierto zonas que deberían apuntar hacia adentro,
es señal de que la mirada dejó de ser una excusa”.

Pausa.

ELLA: Pago lo que el hombre del estacionamiento dice que debo y me voy. Eso hasta
ayer.

Pausa.

ÉL: Esta es la más sana y segura de tus vidas.

Ella duda.

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ÉL: “…cuando quedan al descubierto zonas que deberían apuntar hacia adentro…”, no
hay necesidad de que seas obscena.
ELLA: Trataba de no aburrirte, la desnudez en su sitio es una redundancia. ¿Cuánto
hace que no nos bañamos juntos?
ÉL: ¿Esa desnudez?
ELLA: Sólo para recordarnos. Lo real en estado bruto.
ÉL: No lo recuerdo.
ELLA: Yo sí...
ÉL: Esa obscenidad ya no sirve, tenemos que buscar otra. Tenemos el baño, tenemos las
paredes, tenemos los pedazos de cuerpos…
ELLA: (Interrumpe) De un mismo cuerpo.
ÉL: Si, ahora hay que ejercitar.
ELLA: ¿Tenemos?
ÉL: Sí.
ELLA: ¿Como una pareja?
ÉL: Como animales.
ELLA: Ah, esa obscenidad. ¿Pero animales?
ÉL: Estoy tratando de llegar a algo.
ELLA: No voy a ningún lado.
ÉL: Yo te elegí. Porque hay que elegir, quedarse y darlo todo para cambiarlo todo.
ELLA: No teníamos muchas opciones.
ÉL: No fueron tus manos, fue mi cerebro el que decidió tus manos, que sin mi química
(se señala el cráneo) no serían mas que la dilatación del cuerpo en forma de dedos, sólo
dedos, un órgano confinado para tomar o saludar, o para romper una nuez (cierra su
puño simulando la acción, lo observa), el puño es la forma más inútil que ha dado el
universo. Una nuez partida dentro de un puño. Una nuez partida dentro de un puño
dentro de un guante, intentando disimular el único argumento real de una sociedad: el
tacto.
¡Dos millones de años reducidos a un solo sentido! El empequeñecimiento de la vida.
Los pedazos de los cuerpos, tus manos, mi cabeza, el tacto. La condensación es lo que
nos excita.

Ella repite al mismo tiempo estas últimas palabras, dando a entender que es un
monólogo recurrente. Él no lo advierte y continúa.

ÉL: Pero niegan la mayor condensación de la naturaleza: el instinto, ser exclusivo de


uno mismo. (Se alisa el guardapolvos inexistente, y adopta una postura profesional): La
oferta de las relaciones es la principal atracción de la corporación social, nos movemos
en secuencias autónomas: la serie de los amigos, la de la familia, la de los amantes, la

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de los vecinos, la de la aplicación de lo aprendido, la de lo secretamente humillante, la
de lo que finjo saber, la serie de las series de comportamientos que reprimo..., con todo,
no me detengo a esperar la serie “del aprendizaje de los propios errores”, la del “giro
inesperado que nos da la vida”. No, hoy mismo, mientras estabas en el hospital
partiendo cráneos o con el pero muerto, oprimí mi cabeza contra las manos de mi
secretaria. Ella simplemente se dejó, pero no pasó nada… (pausa), mañana voy a probar
con la ascensorista. La exclusividad no existe, todos tenemos una existencia múltiple,
todos tenemos un plan B, ¿cuál es el tuyo?

Pausa.

ELLA: Tomates.

ÉL no comprende la respuesta pero le resulta simpática. Por un momento ambos ríen.

Ella busca un bolso de mano, lo abre y saca una bolsa con tomates.
ÉL queda desconcertado frente a la bolsa que cuelga con 3 opulentos tomates rojos.

ÉL: ¿De dónde sacaste eso?


ELLA: Los compré.

ÉL: Por supuesto, saliste por la puerta y caminaste hasta una… (busca la palabra),
verdulería.

Ella no niega, tampoco asiente.

ÉL: Ni siquiera tenemos la llave de la puerta.

Pausa.

ÉL: ¿Cuánto te costaron?


ELLA: Treinta pesos el kilo.
ÉL: No tenemos dinero.
ELLA: Tampoco tenemos las llave de la puerta y acá están los tomates.
ÉL: Eso no es un kilo.
ELLA: 800 gr.
ÉL: ¿Tres tomates?
ELLA: Veintiséis pesos con cincuenta.
ÉL: Hoy es domingo.
ELLA: Son de ayer.

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ÉL: ¿Y qué esperabas para mostrármelos?

Ella deja la bolsa, él se abalanza y toma los tomates como si fueran piedras preciosas.
Los inspecciona. Está a punto de darles un mordiscón cuando ella lo interrumpe.

ELLA: Hay que lavarlos primero, (pausa) eso dijo el… (busca la palabra) verdulero.
ÉL: Tenemos salsa de tomate, (se dirige al botiquín, lo abre) latas de conserva como
para toda una vida, no es nece…

Se interrumpe al descubrirla a ELLA con un ramito de perejil en la mano.


Reacciona con un susto.

ELLA: Perejil.
ÉL: ¿“Perejil”?
ELLA: Sirve para el “tuco” (Lo repite buscando la entonación), “tuco”.
ÉL: ¿“Tuco”?
ELLA: Una salsa.

Pausa.

ÉL: (Concluye) No es la primera vez que salís.

Ella nada

ÉL: ¿Puedo ver el bolso?

ÉL se acerca cauteloso y lo toma sin oposición. Luego se aleja de ella tratando de


mantener una distancia “prudente”. Observa dentro del bolso y reacciona con espanto.
Lo gira y deja caer todo su contenido (todos elementos de la actualidad): Un abrelatas,
un celular, un libro, un servilletero de bar, una pintura de labios, un encendedor con
linterna, un pendrive, un dvd, y demás chucherías urbanas que evidencian un contacto
constante con circunstancias externas al baño.
Él levanta del bolso un pequeño recorte de diario, lo observa con desconcierto, no
conseguimos distinguir de qué se trata.

ELLA: No sabía que tenías una secretaria.


ÉL: Ya no. ¿Qué es todo esto? (Se refiere al contenido del bolso)
ELLA: Una conversación.
ÉL: ¿Cómo dos?
ELLA: No veo el riesgo.
ÉL: ¿Como en una pareja?
ELLA: Como una conversación.

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ÉL: ¿Por qué hoy?
ELLA: Las secretarias están diseñadas para hacer recordar, no dormir.
ÉL: ¿Y eso?
ELLA: Una “opinión al respecto”.
ÉL: Esto es absurdo, ¿de qué se supone que tenemos que hablar?
ELLA: No tiene importancia, ya estamos conversando

Pausa. Él mantiene la distancia. La observa.

ÉL: (Sentencia) El orden de las muertes está mal.

Pausa.

ELLA: Ajá. (Lo anima a continuar)


ÉL: No es el apropiado.
ELLA: …Ajá.
ÉL: Primero debería morir la niña luego el perro, de esta forma ella no sufre al perro
muerto.
ELLA: Ajá.
ÉL: Esa es mi opinión, “al respecto”.

ELLA: Lo estamos haciendo bien.

ÉL duda, luego arremete:

ÉL: 30 pesos tres tomates es un afane, (se corrige) un afano.


ELLA: (Piensa, luego sentencia) El útero es algo importante aunque no tenga huesos.

ÉL: (Sentencia) No se puede resolver el peso del cerebro.


ELLA: (Sentencia) Una cabeza muerta pesa más que una viva.
ÉL: (Sentencia) La gravedad de un problema no depende de la cantidad de palabras que
lo dicen.
ELLA: (Sentencia) No existe la ropa, existe el vestuario.
ÉL: (Sentencia) Lo único que se sostiene como real es lo que se construye en la
individualidad.
ÉL: (Sentencia) La estructura social de dos sólo se repite en los animales salvajes.
ELLA: ¿De una pareja?
ÉL: O una familia.

Pausa.

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ELLA: (Piensa, sentencia) La estructura social de la familia se repite en las fábricas, en
la iglesia, la escuela y el ejército.

ÉL: (Reflexivo) La familia es algo bueno.


ELLA: (Se alisa el vestido y adopta una postura profesional) La familia te ayuda a
sobrevivir en sociedad.

Ambos con entusiasmo ascendente.

ÉL: Seríamos buenos padres y madres.


ELLA: Permitiríamos que nuestros hijos nos críen.
ÉL: Dejaríamos que nos provean.
ELLA: Dejaría a mis hijos al cuidado de una familia como la nuestra.
ÉL: Los padres de los amigos de nuestros hijos permitirían que sus hijos nos visiten.
ELLA: Dirían que somos “como de la familia”.
ÉL: Tendríamos perros y los golpearíamos a la vista de los vecinos como muestra de
nuestro compromiso con lo ciudadano.
ELLA: El barrio es importante para una familia.
ÉL: Si mi hijo sufre un accidente me dejaría tranquilo que lo cuidase un vecino con
autoridad sobre su perro.
ELLA: Las mascotas mantienen unidas a las familias.
ÉL: El niño que golpea a su mascota con un palo aprende del palo la materia del mundo
y del perro el dolor.
ELLA: Las escuelas no permiten mascotas pero obligan guardapolvos blancos.
ÉL: Nuestros hijos aprenderán a sumar juntando las etiquetas de cigarrillos de la calle.
ELLA: Aprenderán a correr huyendo, que es la mejor manera de aprender a alejarte de
lo malo.
ÉL: Y nos enseñarán.
ELLA: Y cuando consideren zanjada nuestra educación nos harán abuelos.
ÉL: Los abuelos son los verdaderos padres.
ELLA: Y estaremos listos para comenzar a educar a nuestros nietos.
ÉL: Y nuestros hijos a dedicarse a la vida.
ELLA: Como en una familia.
ÉL: Como una familia.

Finalizan extasiados, orgullosos de su remontada.

Pero lentamente el orgullo deviene en vergüenza. Se han cebado, se han dejado llevar
por el vértigo del pensamiento.

Cuando consiguen serenarse él lee del pedazo de diario que cayó de la cartera, que aún
sostiene en la mano.

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ÉL: “Libra: Hace tiempo que no cambias nada de tu casa y ahora te sientes con ganas de
hacerlo. Se precipitará una visita inesperada. Te acostarás radiante”.

ELLA: (Observa el baño) Debe existir un orden que no hayamos probado.


ÉL: No podemos esperar visitas porque no hay puerta por las que entren.

Arroja el recorte del diario donde leyó el horóscopo a un tacho de basura, y se dirige al
espejo/botiquín, lo abre y busca algo dentro. Saca orgulloso una lata de salsa de tomate.

ELLA: Siempre terminamos tirando la mitad.


ÉL: (Seductor. Con la lata de pomarola en su mano)“Te acostarás radiante”.

Ella se sonroja y comienza a recostarse en el piso del baño en el lugar exacto donde
habría muerto su abuela y lentamente va adoptando la forma de un cuerpo muerto.

ÉL: (Buscando entre las cosas) ¿No viste el abrelata?


ELLA: (Desde el piso) Puedo fingir el llanto de un bebé si lo deseo.
ÉL: Ya se.
ELLA: Criar un niño es hundirlo, educar a alguien es alejarlo de sí mismo.
ÉL: Ajá.
ELLA: Los niños son curiosos, no tengo tantas respuestas.

Consigue abrir la lata y vuelve con dos cucharas.

ÉL: Hay que darles de comer en la boca.


ELLA: Tenemos que conseguir autonomía y experiencia personal antes de generar
dependencia.

Comen a cucharadas pulpa de tomate de la lata.


Lentamente van cobrando confianza y nuevamente se embalan.

ELLA: No quiero ser una madre que no esté dispuesta a abandonar a sus hijos el tiempo
necesario para que desarrollen sus capacidades de estar solos.
ÉL: Tienen que aprender a frustrarse, a decepcionarse y deprimirse por ellos mismos.
ELLA: Debemos primero experimentar la propia soledad del mundo. Ser padres es una
desventaja social, que anticipa el mayor estado de confusión del hombre: la vejez.
ÉL: La familia tiene demasiadas expectativas sociales.
ELLA: La familia es el complot perfecto del sometimiento.
ÉL: Es el agujero que cavamos donde cabemos todos.
ELLA: Los vecinos, los amigos, los parientes, las mascotas…
ÉL: Las mascotas son la principal causa de enfermedades de los hijos.

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ELLA: La familia modelo es “la familia arrinconada”.
ÉL: Individuos arrastrándose bajo un mismo techo.
ELLA: El lugar designado para desarrollar las fobias.
ÉL: Una unidad de costumbres para simular los afectos y el bienestar.
ELLA: No existe el bienestar, existe el ideal social del bienestar.
ÉL: Existe el uso y la manipulación.
ELLA: La sociedad sustituyen a la persona por el ideal de un otro.
ÉL: El espíritu gregario, el principal síntoma del retroceso.
ELLA: Soy mi propia familia, no necesito descendencia que me lo confirme
ÉL: ¡Ante todo soy mi propio proceso de sometimiento y aculturación!
ELLA: ¡Ante todo soy mi propio proceso de sometimiento y aculturación!

Extasiados por su retroceso, se detienen a bajar sus pulsaciones orgullosos de sí mismo.


Personifican un estado de agotamiento irreal.

Se van normalizando, mengua su excitación.


Él se queda mirando por el ventiluz. Ya es de noche. Afuera hay oscuridad y silencio.

ÉL: Ya están durmiendo.


ELLA: Shhh.

Ella permanece en el piso acostada en una posición que recuerda más a un cuerpo
muerto que a alguien descansando. Él se arrebuja en ella.

ELLA: (Susurrando) No podemos irnos pero podemos desaparecer. (Pausa) Justo acá,
aferrada al suelo.
ÉL: Radiante.

Pausa. Hasta el final hablan en susurros.

ÉL: Lo que huele tampoco es perfume, lo sé porque vos lo sabes.


ELLA: A veces pienso que todo esto, el baño, el sabor del piso, el sonido de mi propia
voz, el olor del perfume, todo tiene que ver con…
ÉL: Shhh… (Pausa. Agrega) con el cerebro.
ELLA: Un cerebro que quiere salir en un cuerpo que se quiere quedar.
ÉL: Shhh… (Pausa. Agrega) El piso comienza a humedecerse, siento el frío porque vos
lo sentís.
ELLA: Ya están durmiendo.
ÉL: No tienen a dónde ir.

15
ELLA: Veo pedazos de cuerpos por todos lados. Cuerpos hechos añicos, ninguno está
completo.
ÉL: Estas soñando.
ELLA: No, todos son pedazos míos.
ÉL: Shhh… (Pausa. Agrega) Es nuestra intimidad.

Pausa.
Ella abre y cierra su puño. Lo observa.

ELLA (En un susurro exiguo): Pienso que estamos bien.

Oscuridad.
Pausa.

ÉL: Necesito dormir.

Fin.

16

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