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INTRODUCCIÓN cuestiono una interpretación previa

(escrita por Raúl Páramo Ortega),


cuestionamiento que de paso ejemplifica
Los textos aquí compilados son
el pensamiento crítico; adicionalmente,
diversos tanto por su origen como por su
ese ejercicio de pensamiento crítico
registro, pero todos apuntan a fomentar
coincide con una lectura metacrítica y al
la comprensión (incluyendo la
mismo tiempo propedéutica. Así, muestro
autocomprensión), la metacognición y el
que la comprensión de un texto debe
metaaprendizaje. Por cierto, esa
comenzar por el plano descriptivo e
intención no garantiza que alcancen
inferencial, y que solamente después de
dicho objetivo, y su utilidad seguramente
agotar esos niveles –y si todavía
variará de lector en lector.
subsisten en la historia aspectos no
Me limitaré, pues, a ofrecer algunas
directamente comprensibles– se justifica
pistas para orientar su lectura.
pasar al nivel interpretativo. Por cierto,
El primero corresponde a la
eso no es todo, ya que –además de
transcripción de una ponencia, que fue
ajustarse a esa secuencia– las
seguida de un diálogo espontáneo y
interpretaciones deben contribuir
bastante revelador de las inquietudes
efectivamente a la comprensión y no ser
que tienen algunos docentes chilenos.
meramente un dispendio hermenéutico ni
En la ponencia abordé algunas causas y
un derroche de la imaginación. Nuestra
ciertos efectos de inmadurez lingüística
metalectura muestra que en este caso
de los jóvenes chilenos, cuya
concreto había otras interpretaciones
precariedad léxica y semántica es
más plausibles para comprender el
solamente un aspecto del problema.
cuento, y que la hipótesis psicoanalítica
Demasiadas personas (estudiantes, pero
resulta comparativamente débil (lo que
también adultos e incluso educadores)
no implica devaluar muchos otras
creen posible desentenderse del
aplicaciones de ese enfoque a la
significado intersubjetivo de las palabras
literatura, al cine y al arte en general).
invocando “razones” personales (del tipo
Desde luego, la secuencia recomendada
“es que yo aplico de otro modo esa
y practicada en dicha metalectura
palabra”). Tal simplismo rebasa lo
(descripción → inferencias →
meramente cognitivo, pues tiene
interpretaciones) vale también para la
implicaciones cívicas. Adicionalmente,
atención de futuros pacientes y, en
hacia el final de esa ponencia introduje
general, para la interacción interhumana
sumariamente otras materias, (como el
responsable.
análisis psicocinematográfico y los
El tercer escrito expone el modelo de
niveles de lectura que conviene
análisis psicocinematográfico integral,
estimular), asuntos que abordo más
que más tarde explico mediante
extensamente en otros artículos.
aplicaciones concretas a ciertos filmes
El segundo consiste en una
(dos de esos artículos figuran en una
metalectura de cierta interpretación
segunda compilación de apuntes).
psicoanalítica de “Emma Zunz”, un
Finalmente, ofrezco aclaraciones
célebre cuento de Jorge Luis Borges,
respecto al marco conceptual del curso y
autor que a menudo se presta para
algunas propuestas psicoeducativas.
aproximaciones diversas. Primeramente,
En suma, mediante estos escritos
quisiera promover el pensamiento
organizado y desincentivar el simplismo.
Para ello insisto acá y allá en mediar la
metacognición y el avance progresivo
hacia lo que Morin llama “epistemología
de la complejidad”. Al mismo tiempo, los
escritos reflejan también una perspectiva
sociocrítica, pues la mercantilización
educacional está amenazando lo que
parecía ser el último refugio de la
gregariedad (es decir, el carácter público
–no necesariamente estatal– de la
educación). Finalmente, en varios de
estos escritos la reflexión va desde la
autocrítica hasta la metacrítica, pues
nacieron como reflexiones desde la
práctica, las que en ciertos casos tienen
alcances teóricos (por ejemplo, así nace
la propuesta de reformular el modelo de
la Enseñanza para la Comprensión).
EL PODER DEL LENGUAJE Y EL LENGUAJE DEL presentes. Pero como se trata de un agregado de
PODER EN CONTEXTOS EDUCACIONALES1 última hora, me concentraré en el tema principal y
sólo al final me referiré en cinco minutos al
(Transcripción de una exposición oral)2 aprovechamiento educacional del cine.

[I]
Quisiera hacer dos aclaraciones preliminares. La
primera es que, si bien me atendré al temario ya Entrando en materia, digamos que es casi un
acordado –el poder del lenguaje y el lenguaje del lugar común lamentar el enorme déficit en el
poder en contextos educacionales–, creo que son desarrollo lingüístico de nuestra población juvenil;
tantas sus raíces y tan numerosas sus pero, por desgracia, diversos datos e indicios
ramificaciones, que abordarlo requeriría una jornada acreditan que ese diagnóstico no es simple
completa y muchas ponencias. En mi caso, lo alarmismo. Para empezar, están las investigaciones
enfocaré mediante una combinación de testimonio, internacionales acerca de la comprensión lectora,
de reporte empírico y de reflexión desde la práctica cuyos resultados permiten una visión comparativa.
docente, a partir de mis disciplinas de origen, es Por pavoroso que parezca, esos estudios indican
decir, la psicología y la literatura. que el 80% de la población chilena no comprende lo
La segunda aclaración tiene que ver con algo que que lee; es decir, sólo alcanza los niveles primero o
conversábamos con los otros ponentes hace unos segundo, que son los más elementales: quienes
minutos durante el descanso; me refiero a las están en esos rangos quizás no puedan preparar
enormes potencialidades del cine para motivar y una mamadera para un bebé a partir de una receta
propiciar aprendizajes y metaaprendizajes escrita, ni hacer funcionar un electrodoméstico
significativos. Ocurre que he desarrollado un modelo siguiendo un instructivo básico.
de trabajo –que distingue seis dimensiones de Y hay todavía otros datos adicionales, que suelen
análisis y seis niveles de comprensión–, del que me pasar inadvertidos. Por ejemplo, los dos mejores
gustaría contarles algo, porque ha resultado niveles –es decir, aquellos compatibles con los
fructífero y quizás pueda servir a alguno de los estudios superiores– sólo son alcanzados por el 2%
de nuestra población; sin embargo, un 8% de las
personas evaluadas tenía “estudios universitarios”.
1
“El poder del lenguaje y el lenguaje del
poder en contextos educacionales” se publicó Eso indicaría que apenas la cuarta parte de quienes
en Gaceta de Psiquiatría Universitaria. 2011, estudian en la universidad está en condiciones de
Año 7, N° 4, pp. 468-479, disponible on line: lograr una comprensión propiamente universitaria y/o
http://revistagpu.cl/2011/GPU_Dic_2011_PD
profesional como para obtener real provecho de las
F/F-P-El-poder.pdf. Hubo una publicación
previa, como se consigna en la nota aulas. Para decirlo más “poéticamente”, tres cuartas
siguiente. partes de los investigados pasaron por la
2
La actividad se efectuó en el Centro universidad, pero la universidad no pasó por ellos.
Patrimonial Recoleta Domínica de Santiago, Por si fuera poco, hay otra investigación según la
entre el 14 y 15 de octubre 2009. El conjunto cual los gerentes chilenos tienen menos
de todas las ponencias fue publicado como
comprensión lectora que los obreros alemanes y
XI Seminario Patrimonio Cultural. El poder
del lenguaje y los lenguajes del poder II. escandinavos.
(Dibam, Santiago, 2010, 161 pp. La Lo más grave de todos esos datos son ciertas
transcripción de la ponencia (pp. 114-123) y implicaciones, que por desgracia no hemos meditado
del diálogo con el público (pp. 128-136) fue
una gentileza de la Dirección de Bibliotecas,
lo suficiente. Una consecuencia relevante es la
Archivos y Museos (DIBAM), que por cierto siguiente: si no lee, la persona no amplía ni
agradezco.
profundiza el vocabulario activo, de modo que así como los males de la democracia se superan con
difícilmente desarrollará las capacidades verbo- más y mejor democracia, también las dificultades de
simbólicas más propiamente humanas. En suma, no la lectura se solucionan con más y mejor lectura.
diversificará su conceptualización, no accederá a la Aclaro que no me mueve un ánimo alarmista,
abstracción y tampoco podrá sostener una pero me siento en el deber de recordar lo que
comunicación rica y matizada. A su vez, la diversas investigaciones muestran inequívocamente:
comunicación fluida y flexible constituye ni más ni para alcanzar una comprensión siquiera mediana de
menos que la base tanto del desarrollo cognitivo un texto de dificultad también mediana (digamos, un
como de la salud mental. escrito descriptivo o narrativo), se necesitan unas
Y es que, en gran medida, los humanos veinte mil palabras de vocabulario pasivo, pues de lo
conceptualizamos e interactuamos gracias al contrario la lectura se va entrecortando y se pierde el
lenguaje, no a pesar de él: las palabras son nuestro interés (y, por cierto, ni hablar del famoso “placer del
gran trampolín hacia la abstracción y la convivencia. texto”, esa consigna de Barthes que en el Chile de
Desde luego, sin ellas no cabe soñar –ni hacer soñar hoy resultaría ilusa). Añadamos que para textos más
a otros– en un salto cualitativo ni en educación ni en complejos, como los argumentativos o de teoría
calidad de vida. Y no hace falta aclarar que si no abstracta, se requiere dominar un vocabulario pasivo
logramos mejoramientos en esos planos, habremos de cincuenta mil palabras, y hay quienes plantean
cortado irremisiblemente el puente hacia un que en realidad se necesitan cien mil. Se ve a las
desarrollo sustentable. claras que estamos lejos –y muy lejos– de los
Como se puede apreciar, estamos ante un círculo estándares internacionales.
vicioso bastante dramático. Para detenerlo es Probablemente ustedes se han enterado de otra
indispensable captarlo de cerca, porque sólo así investigación, hecha sobre muestras de jóvenes
sentiremos motivación suficiente para enmendar el rioplatenses y chilenos, que descubrió que a esa
rumbo de las políticas educacionales. Y eso no vale edad los chilenos manejan un vocabulario activo de
sólo para nosotros, sino para cualquiera que vaya a 750 palabras, mientras en Buenos Aires o
tomar medidas, no importa en qué nivel lo haga o lo Montevideo los jóvenes se manejan con 2500, y me
intente. De seguro, las autoridades y las cúpulas – parece que en Europa la cifra se eleva a 5000.
directivas y educacionales– tienen información sobre Una vez más, hay que salir al paso de una
los déficits del país; pero captarlos en terreno lectura ingenua de estos datos: lo que ocurre con
(“desde el lugar de los hechos”) da una comprensión nuestros jóvenes no es meramente que no logren ser
más cercana. Pues una cosa es detener un círculo elocuentes o que sean demasiado lacónicos.
vicioso y otra muy distinta es revertirlo hasta Formularlo de ese modo sólo agravaría las
transformarlo en círculo virtuoso. dificultades y sería trivializar el problema. Por
Intentemos entonces comprender cómo se supuesto, la precariedad verbal provoca un habla
produce el ciclo y cómo se vicia. En la práctica entrecortada y penosamente lenta o reiterativa; sin
docente, uno nota que alguien con un lenguaje embargo, lo realmente triste es que, por encima de
insuficiente alcanza una comprensión lectora todo eso, la pobreza del lenguaje determina también
también insuficiente, ya que en esto no hay milagros. una pobreza del pensamiento y del psiquismo como
Ahora bien, quien lee sin comprender y percibe que globalidad.
su esfuerzo es vano –es decir, quien comprende que Y en un ambiente de confusión y sonambulismo
no comprende–, suele terminar frustrándose y generalizado, no debería extrañarnos que la
perdiendo motivación para seguir leyendo. farándula y los “opinólogos” seduzcan a audiencias
Finalmente, al no leer, la persona desecha el único cada vez más masivas. Debido a ese esmog
salvavidas que podía rescatarla del remolino. Porque cognitivo que envuelve a nuestra cultura, las
creencias infundadas cuentan tanto como los errores de escritura, pero jamás justificarlos. A veces
conocimientos serios, las opiniones valen lo mismo les pregunto si de veras creen que es un argumento
que los argumentos y las discusiones razonadas válido invocar una semántica individual, y qué
equivalen a debilidad, pues para muchos lo imaginan que ocurriría si en la vida normal todos nos
“corajudo” sería arrostrar los desacuerdos lanzando sintiéramos con el derecho de asociar las palabras a
puñetazos, cuchilladas o balazos. significados personales, prescindiendo de las
Por ahí asoma una consecuencia más de fondo acepciones compartidas. “Pensemos –les propongo–
todavía: junto con afectar los procesos cognitivos de qué pasaría si cada uno asumiera que arrendar es lo
la población, la precariedad lingüística afecta mismo que comprar, pagar es sinónimo de cobrar,
también la convivencia social, porque el lenguaje es permitir equivale a prohibir, aprobar es idéntico a
el último refugio de la gregariedad humana. Ser reprobar, aprender da lo mismo que memorizar,
ciudadano y ejercer como tal presupone compartir crear coincide con plagiar, etc. ¿Serían viables las
ciertas reglas y ciertos códigos intersubjetivos, y eso transacciones económicas, los grandes acuerdos,
es indisociable del lenguaje. Al fin y al cabo, quien ni los programas de gobierno, la educación, la propia
siquiera se da la molestia de averiguar lo que la cultura? ¿Podríamos acaso cultivar el amor o la
mayoría siempre entendió por tal o cual palabra, amistad? ¿Podría funcionar siquiera el almacén de la
¿por qué habría de interesarse en empatizar con los esquina?
otros o siquiera en respetarle sus derechos? Induciendo reflexiones de ese tipo, procuro que
Los que operamos en las aulas sabemos que la comprendan que el subjetivismo verbal originaría no
situación es así de sombría. La indolencia, el sólo un malentendido crónico y generalizado, sino
individualismo y el inmediatismo campean sin gran también un caos político y económico. Desde luego,
contrapeso. Desde luego, todos hemos notado que no hemos llegado aún a una situación tan extrema.
para muchos jóvenes el uso del lenguaje puede ser Nuestros jueces todavía distinguen entre falta y
muy caprichoso; sólo que eso no nos inquieta delito, engaño y mentira, dolo y fraude, hurto y robo,
mayormente ni nos inspira acciones o medidas timo y estafa. Pero nuestros políticos y nuestros
concretas. Por ejemplo, corrigiendo pruebas o periodistas no siempre manejan bien distinciones
trabajos de los estudiantes, cualquier docente capta elementales, como la dupla legalidad / legitimidad o
que confunden palabras de sonido similar (como incluso creer / saber. Por supuesto, muchas palabras
eminente / inminente, imputar / amputar, suspicaz / tienen similitudes semánticas innegables, pero esas
perspicaz), y también que usan indistintamente similitudes invitan a la distinción, no a la confusión.
términos afines, pero desentendiéndose de las En esa línea quisiera compartir algo que he
diferencias justamente cuando más importan los venido practicando desde hace unos veinte o
matices. Así, asumen erróneamente que son veinticinco años. Se trata de proponer ejercicios
sinónimos plenos tener y poseer, dar y otorgar, breves y elementales de semántica “silvestre”, pero
hacer, efectuar y realizar, agresividad y violencia, razonada; una diversión espontánea y colectiva que
etc. Pues bien, si uno les hace notar que no se hace en la sala de clases. Precisamente porque
incurrieron meramente en un “error de forma” o en me aterran las implicancias sociocognitivas de la
una “impropiedad semántica”, sino que terminaron precariedad verbal y conceptual, entrego al inicio de
comprometiendo la adecuación conceptual, muchos mis cursos –enseño básicamente psicología, pero a
alegan: “Pero es que yo uso así esa palabra”; o bien veces también literatura– un listado de errores
arguyen: “Es que para mí significa eso”. comunes en la escritura y otro listado de distinciones
No parecen comprender –y quizás nosotros relevantes que están a la base del entendimiento
tampoco les ayudamos a comprender– que aducir común. He traído aquí algunos ejemplos para
una semántica personal podría a lo sumo explicar los alumnos de psicología, pero que valen también en
cualquier ámbito: ¿Son lo mismo introvertido, abstracto de las expresiones al efecto que ellas
retraído, callado, parco, reticente, tímido, poco podrían provocar en los receptores.
comunicativo? ¿Equivalen avaro, tacaño, mezquino, En segundo lugar, me parece relevante destacar
cicatero? ¿En qué se distinguen narcisista, el procedimiento usado para promover el
egocéntrico, egoísta, ególatra, individualista? ¿Qué aprendizaje: en estos casos, mientras abordamos
tan afines son ambicioso y codicioso, inteligencia y distinciones aparentemente tan sencillas, los
lucidez, imaginación y fantasía, creatividad y estudiantes participan activamente y al mismo
originalidad, orgullo y vanidad? Por otro lado, a tiempo logran aprendizajes significativos. Por
veces les pido que hagan distinciones incluso más ejemplo, descubren que los significados son
primarias, como la dupla deseo / necesidad, que se sumamente variables, pero no al extremo de ser
confunde tan a menudo y con resultados tan caprichosos. Cuando Saussure definía al signo
lamentables. Por ejemplo, a veces uno desea lingüístico por su naturaleza “arbitraria”, lo que
chocolate, mayonesa o cigarrillos, pero rara vez los subrayaba era la convencionalidad de las palabras,
necesita; en algunos conflictos una parte desea porque pese a las connotaciones subjetivas que
liquidar o humillar a la contraparte, pero no necesita cada cual asocia a un vocablo, subsiste y prevalece
hacerlo (y de seguro todos necesitamos aprender a un núcleo de denotaciones objetivas o al menos
resolver conflictos de modo razonable y justo, intersubjetivas.
aunque no lo deseemos). Así, mientras descubren que las palabras son el
Por supuesto, mientras más natural resulte el resultado de acuerdos tácitos de innumerables
contexto en que uno introduce la distinción, más generaciones que necesitaban contar con ellas como
interés despierta. Por ejemplo, recuerdo un par de medios sencillos para referirse a algo (concreto
ocasiones, mientras comentábamos la película iraní como una cosa o abstracto como un concepto), los
Niños del Cielo y luego la brasileña Estación Central estudiantes comprenden que, sin referencias ni
(ambas muy recomendables), les preguntaba si referentes socialmente compartidos, el fantasma de
suscribirían lo que ciertos personajes decían a la incomprensión asoma por todas partes, haciendo
propósito del protagonista de cada una de esas inviable la convivencia y la civilización misma.
películas. En los dos casos había al menos algún Por último, los alumnos también empiezan a
personaje que en determinada escena decía que el captar que el diccionario sólo resuelve una parte de
niño protagonista era “obstinado”, “testarudo” o nuestras discusiones, porque a menudo no ofrece
“porfiado”; sin embargo, observando mejor las definiciones precisas de cada vocablo. Y esto me
conductas y las actitudes de esos niños, uno podía lleva a otro asunto: el uso ingenuo de los
recurrir a otros vocablos para describirlos. Les diccionarios de sinónimos e ideas afines. Creer que
mostraba entonces que no es una diferencia ‘formal’ uno puede consultarlos para sustituir una expresión
caracterizar a esos niños como “tenaces” o por otra es un error muy frecuente. En rigor, la
“perseverantes”, porque esos últimos conceptos se mayoría de esos diccionarios sólo ofrece listados
ajustaban mejor a lo observable y por lo tanto acumulativos, sin mayores explicaciones. Por
facilitaban una comprensión más precisa de esos supuesto, hay algunos diccionarios razonados de
protagonistas. Por cierto, en otros casos cabría sinónimos e ideas afines, pero en su mayor parte
hablar no ya de simple porfía, sino de “contumacia” o datan del siglo XIX y no se los reedita ni mucho
“empecinamiento”. Etcétera. menos se los actualiza (pienso en José Joaquín de
Lo que trato de compartir con ustedes es que, en Mora, López de la Huerta, Roque Barcia); en cambio,
primer lugar, los alumnos empiezan a interesarse en en países como Francia, un mismo sello (por
matices semánticos cuando los aterrizamos en ejemplo, Larousse) puede tener tres o cuatro
contextos pragmáticos, pasando desde el significado diccionarios razonados de sinónimos e ideas afines,
todos los cuales explican las diferencias de Otra consecuencia virtuosa es que empiezan a
significado mediante ejemplos y comparaciones. hacerse amigos del diccionario. Este es un logro
Ahora bien, si no se dispone de un buen colateral, pero nada menor, ya que hasta en la
diccionario explicativo y comparativo, las distinciones universidad la consulta del diccionario es infrecuente.
entre ideas afines o falsos sinónimos pueden Por ejemplo, cada disciplina cuenta con diversos
intentarse mediante un procedimiento alternativo: el diccionarios temáticos o disciplinares, pero incluso
de imaginar enunciados comunes en la vida los académicos prescinden de ellos. Sólo en
cotidiana. Por ejemplo, a veces enfrento a los castellano hay, digamos, unos treinta diccionarios de
estudiantes a preguntas como la siguiente: “¿Es lo psicología útiles, otros cincuenta de filosofía, veinte o
mismo ‘contestar’ y ‘responder’?” En la mayor parte treinta de lingüística, veinte o más de antropología y
de los casos, responden sí. Les pido entonces que arqueología, etc. Confieso que a mí me gustan
exploremos juntos algunas situaciones y enunciados mucho, porque me deparan gratas sorpresas. Por
concretos para ver si se pueden conmutar ambas ejemplo, hojeando un diccionario de física, me
palabras. “Me llamaron, y respondí” equivale a “Me capturó la distinción entre plasticidad y elasticidad,
llamaron, y contesté”. En casos como ése, se que hasta entonces yo no había pensado (y todavía
podrían usar indistintamente los dos verbos. Pero me pregunto por qué hablamos de artes plásticas
luego voy pidiéndoles que busquen nuevas para referirnos a algunas disciplinas que trabajan
situaciones y que verifiquen si los vocablos que con materiales rígidos, sin plasticidad). Después
estamos comparando son intercambiables en todas descubrí que en física existe otro término afín: la
ellas. Cuando la diferencia no surge resiliencia, que se refiere a la capacidad de ciertos
espontáneamente, yo mismo me encargo de poner materiales para soportar el trato duro o abrasivo,
algún ejemplo que facilite la toma de conciencia manteniendo la forma original o recuperándola
semántico-pragmática y los conduzca a una rápidamente. Ocurre que la psicología tomó en
distinción más fina. Por ejemplo, “Mi hijo quebró el préstamo ese término para aludir metafóricamente a
vidrio del vecino; yo respondo por él”, constituye un la capacidad de ciertas personas de soportar las
enunciado perfectamente aceptable, pero no resulta adversidades y aprender e incluso fortalecerse a
conmutable por “Mi hijo quebró el vidrio del vecino; partir de ellas.
yo contesto por él”. Definitivamente, ambas Por esa vía yo les mostraba a los alumnos, e
oraciones no denotan lo mismo, porque en el primer intento mostrar a los colegas, la necesidad imperiosa
caso responder alude a asumir un compromiso, idea de trabajar en los cimientos. En términos analógicos,
que está ausente en el segundo (de hecho, es diría lo siguiente: a nadie se le ocurriría que un pintor
distinto ser responsable que ser contestatario). O pudiera desarrollarse como tal si carece de colores,
bien decimos que un músculo responde al estímulo, ya sea porque es ciego o porque vive en el
pero no que contesta. Etcétera. claroscuro; tampoco se nos ocurre que alguien
En fin, lo que quiero recalcar es que, razonando pueda ser un buen dibujante si no parte de las
sobre la base de ejemplos, los alumnos desarrollan líneas, de los trazos. Pues bien, no es posible pensar
la conciencia semántica y se motivan para adquirir sin conceptos, y los conceptos están dados por el
una mayor precisión. Al mismo tiempo, cultivan el lenguaje. Pensar equivale a componer una partitura
raciocinio y descubren que la inteligencia se ejerce si en el pentagrama del lenguaje, usando las palabras
se ejercita; de paso, descubren que el entrenamiento como notas y articulándolas en una secuencia. Y
es más entretenido y fructífero si se hace en grupo. nadie progresa como músico sobre un piano de sólo
Por esas vías uno puede ir mostrando la tres o cuatro teclas.
conveniencia y aún la necesidad de mantenerse más Pero incluso esa metáfora es incompleta, porque
alerta a la semántica de la vida cotidiana. el lenguaje rebasa con mucho el simple “teclado” o
vocabulario. Todo lenguaje es bastante más que el Más allá de estos casos de humorismo
mero repertorio de palabras. También cuenta con involuntario, la indiferencia frente al lenguaje debería
reglas de combinación, o sea un sintaxis y una preocuparnos y ocuparnos. Parafraseando un poco a
gramática –a menudo implícita– que determinan lo Ezra Pound –gran poeta y gran crítico, pero muy mal
pensable. Por tanto, al tratar con descuido a las ideólogo–, digamos que un país sin lenguaje no
palabras, de un modo o de otro estamos también puede tener buenas leyes, ya que no se puede
aporreando el pensamiento. Así lo prueban a diario legislar sin palabras. A su vez, un país sin buenas
los titulares de los periódicos y las noticias de leyes no puede tener buena justicia, y quizás ni
televisión, donde son muy comunes noticias como siquiera pueda concebirla. Por cierto, un país sin
éstas: “Hubo un atraco millonario en tal o cual lugar y justicia es un país sin paz social, y un país sin paz
el ladrón no logró ser aprehendido”. Una vez más, social es un país invivible e inviable; a lo sumo es un
les pregunto a los alumnos qué paradoja es esa, territorio, pero no una patria. Nuestra primera patria
pues si el periodista afirma que el ladrón “no logró sería entonces el lenguaje, una patria que por cierto
ser aprehendido”, deja entender que, después de amamos, pero que también podemos y debemos
robar, ese ladrón intentó que lo aprehendieran, someter a una revisión descarnada e incluso
puesto que para lograr algo es requisito intentarlo. apasionada.
En otras palabras, estos medios nos cuentan que el Ahora bien, cuando la pasión entra en fricción
delincuente robó y luego intentó hacerse aprehender, con el lenguaje, suelen surgir nuevas palabras o
pero ni siquiera lo consiguió. Un receptor despierto expresiones válidas y creativas. Sin notarlo, siempre
debería quedar perplejo o haciéndose muchas estamos adoptando y validando con el uso
preguntas. ¿Se trataba de un delincuente expresiones que en su inicio fueron neologismos.
paradójico? ¿Se arrepintió del robo? ¿Y qué pasó Así, todo el mundo entiende qué es un dantesco
con los afectados, con el público y con la policía: por incendio, aunque nadie piensa en el Dante; del
qué no “accedieron” a tomarlo preso? mismo modo, no necesitamos haber leído
Y hay noticias aun peores: “Asaltaron a bella directamente a Kafka para captar qué son un
joven –da lo mismo que sea bella o no, pero el proceso o un sistema kafkianos. Y hay otros casos
periodismo siempre destaca ese rasgo–. más impresionantes; por ejemplo, alguna vez leí que
Afortunadamente, no logró ser violada”. Como ven, la palabra beso no existiría sin Catulo, pues fue él
la idea es la misma: de seguro el periodista quería quien la introdujo al latín.
reportar que el delincuente intentó violarla, pero que La literatura cumpliría entonces una función
afortunadamente no lo consiguió; sin embargo, en renovadora de la lengua. Quisiera poner este énfasis
realidad afirma que el intento fallido fue de ella, pues porque la pedagogía tiene que abordar la cara y el
intentó hacerse violar y no lo consiguió. Si hubiera sello de este asunto. Por un lado, cada docente debe
una cierta asistencia legal para esos casos y yo apuntar al objetivo menos grato y más convergente:
fuera el abogado de esa joven, procuraría conseguir que los estudiantes entiendan que el
compensarla cobrándole una gran millonada a esos lenguaje es un terreno compartido, una cancha
canales de televisión y a esos diarios, porque la han rayada donde operan reglas ya establecidas y que
ofendido doblemente: insinúan ante el país que la no cabe ignorarlas gratuitamente. Por otro lado, y al
bella muchacha es una especie de ninfómana mismo tiempo, el docente debe lograr que los
misteriosa, incapaz de motivar siquiera a un alumnos reciban cada día y en cada clase una
delincuente. De paso, deslizan un enigma, porque invitación para innovar de modo convincente. Y es
uno se pregunta qué motivos pudo tener el asaltante que, si se imponen ciertos vocablos, si llegan a
para declinar el ofrecimiento sexual de la joven… prevalecer ciertos usos o algunas reglas nuevas, es
porque esas innovaciones terminaron convenciendo
por su mayor eficacia o por su mayor expresividad. acerca de los personajes, distinguiendo las
Así que una tarea muy relevante de la educación dinámicas interpersonales, los procesos
consiste en mostrar simultáneamente estos dos intrapersonales (que no son observables, pero sí
aspectos de la tarea pendiente que tenemos todos inferibles o al menos conjeturables) y las dinámicas
con el lenguaje: aprender a hablar y escribir transpersonales (ya que ciertos personajes
“correctamente” y también “creativamente”; aprender experimentan transformaciones o adoptan alguna
a expresarnos en sintonía con el colectivo y, al posición éticoexistencial, trascendiendo así su nivel
mismo tiempo, con lealtad a nuestra condición de de ser).
individuos únicos e irrepetibles. Junto a esas tres dimensiones o planos
Y con esto quisiera hilvanar otra reflexión. Creo (interpersonal, intrapersonal y transpersonal),
que el desarrollo de la conciencia lingüística, propongo explorar también otras tres, que me
metalingüística y pragmalingüística, constituye una parecen al menos tan relevantes como las primeras
labor transversal y por tanto no es una tarea y que requieren hacerse cargo de la película como
exclusiva del profesor de castellano. No comprender obra de arte (es decir, privilegiando lo fílmico por
la necesidad de un trabajo mancomunado y sinérgico sobre lo cinematográfico). En primer lugar, está la
equivale a hipotecar nuestra educación. Así como no dimensión ideológica –y a veces contraideológica–,
esperamos que la capacidad de abstracción la cuya exploración demanda a los alumnos ser más
desarrolle sólo el profesor de matemáticas, porque críticos, ya que mayoritariamente las películas –y de
es tarea de todos, y así como tampoco esperamos seguro esta misma ponencia– operan con
que la profundidad del pensamiento la fomente sólo presuposiciones ideológicas que casi siempre pasan
el profesor de filosofía, asimismo debemos asumir inadvertidas. Luego está la dimensión simbólica, que
que la enseñanza convergente y divergente del requiere ir haciéndose más sensible a la significación
lenguaje es una misión compartida. Cultivar el y, de paso, ir interiorizando una mirada sistémica,
pensamiento y fomentar la imaginación son dos pues los símbolos adquieren significados diversos
caras de una misma moneda, verso y reverso de una según el contexto en que aparecen. Por ejemplo, en
misma paideia. Se trata de objetivos pedagógicos y tal o cual película se muestra un árbol, o una nube o
también andragógicos. Los especialistas deben tener simplemente agua; pero ese árbol no es sólo un
mayor protagonismo en esas tareas, pero jamás un árbol, la nube no es sólo una nube pasajera ni el
rol exclusivo ni excluyente. agua es meramente agua; también pueden trasuntar
metafóricamente algún rasgo de cierto personaje o
[II] de la situación, etc. Como los símbolos suelen ser
múltiples y muy polisémicos, los alumnos van
Quisiera ahora reflexionar acerca de las desarrollando esa sensibilidad sistémica a lo largo
potencialidades del cine y su aprovechamiento por del semestre. Finalmente, hay una última dimensión
parte de los educadores. relativa a la estética fílmica, que nos interpela para
Por años vengo trabajando y elaborando un que nos tornemos más perceptivos respecto a cuán
modelo y una práctica docente –que finalmente se convincentes son los guiones, las actuaciones, los
ha transformado también en una práctica de diálogos, qué tan acertados son los efectos
investigación–, que consiste en visionar una película especiales, los acompañamientos musicales, las
apreciándola con la mejor atención posible y locaciones...
estimulando después la argumentación y el A esas seis dimensiones (interpersonal,
aprendizaje cooperativo. Para orientar ese trabajo, intrapersonal, transpersonal, ideológica, simbólica y
propongo a los alumnos explorar seis dimensiones. estética), he agregado últimamente seis niveles de
Las tres primeras requieren observar y reflexionar comprensión. Comencé a distinguir estos niveles a
partir de los cuatro grados de interpretación que evaluativos sobre la película (o el libro) como
propuso el Dante (literal, alegórico, moral y místico), globalidad o bien acerca de algún pasaje, aspecto o
y traté de enriquecerlos con los niveles de personaje. La idea es que se sientan con derecho a
comprensión postulados por las investigaciones opinar valorativamente, pero luego de haber hecho el
pedagógicas y cognitivas sobre la lectura, más los esfuerzo preliminar de alcanzar los tres niveles
seis niveles de productos intelectuales propuestos previos.
por Guilford y los cuatro grados de apropiación —Un quinto nivel es la introspección. Para
introducidos por Gardner y Perkins en su propuesta alentarla sugiero a los alumnos que se autoexploren
de una enseñanza para la comprensión. Así, en relación con la película, pues una obra de arte
aprovechando, sintetizando y adaptando esas y otras genuina normalmente nos interpela de diversos
propuestas previas, elaboré una jerarquía de seis modos, aunque no seamos conscientes de ello. Por
niveles de comprensión del film, que por cierto se ejemplo, puede desafiar nuestros prejuicios,
pueden extrapolar sin mayores dificultades a la enrostrarnos nuestras incongruencias o hipocresías
lectura. y, por lo mismo, puede suscitar nuestras resistencias
—Un primer nivel es la lectura descriptiva, que se más o menos mecánicas.
alcanza cuando los alumnos logran contar la película —El sexto y último nivel es la derivación creativa
describiendo lo que pasó; es decir, quién hizo qué a o heurística. Aquí los invito a asumir la película como
quién, cuándo, cómo, dónde, para qué y con qué un puente hacia la propia creatividad o al menos
resultados. hacia la imaginación. Porque, como decía Valéry,
—Un segundo nivel es la lectura inferencial, que una obra del espíritu se dirige al espíritu y sólo a él.
supone hacerse cargo de aquello que la película no Por supuesto, se la puede emplear con otros fines,
muestra, pero que es posible inferir o colegir. pero el más importante es la estimulación del propio
—Un tercer nivel es la lectura interpretativa, en espíritu.
que intentamos profundizar nuestra comprensión Es todo por ahora. Muchas gracias.
yendo más allá de lo inferible, pero asumiendo que
nuestras hipótesis o nuestras conjeturas son falibles;
es decir, procurando que los estudiantes pierdan el PREGUNTAS DEL PÚBLICO
miedo a interpretar –puesto que vivimos
interpretando–, pero que al mismo tiempo descubran [Público] ¿Estamos preparados hoy los
y refinen una cierta ética de la interpretación, pues docentes para hacernos cargo de los temas, las
nadie tiene derecho a atribuir intenciones ni ideologías, los miedos que se pueden transmitir
significados arbitrariamente o por el solo placer de a través de un film? Imagino una clase con la
sentirse perspicaz. Como futuros psicólogos, película La lengua de las mariposas, en donde no
cientistas sociales o profesores, ellos deben asumir sólo se abordan temas de cómo educar o sobre
que en muchos casos la obra no se completa sin una qué educar, sino que se instalan temáticas de
interpretación; pero también deben saber que cada diversos ámbitos de lo humano. ¿Se puede
interpretación debe ser fundada, plausible e confiar en la transmisión de saberes del
iluminadora (es decir, debe ayudarnos a docente?
comprender, jamás confundirnos).
En esos primeros tres niveles invierto a lo menos [E. Llanos] Creo que sin duda hay ámbitos, en
un semestre, y en el semestre siguiente me cualquier obra de arte y por supuesto en el cine, que
concentro en los otros tres. se prestan más o que se prestan menos al ejercicio
—El cuarto nivel es la valoración, en que los docente o al aprovechamiento docente. Pero el
alumnos ejercen el derecho a emitir juicios asunto de lo ideológico –como tema o más bien
como dimensión implícita de una obra de arte– debe precisamente a preguntarnos acerca de si el modelo
ser puesto de relieve, porque de lo contrario se de mundo que muestra la obra de arte es o no
soslaya, y cuando una ideología no resulta compatible con la sustentabilidad de la vida humana.
detectable, puede resultar más perniciosa, más Por supuesto, eso presupone una pregunta
antihumana. Y no me refiero a las doctrinas ecológica, pero también implica mostrar que muchas
explícitas, que por último están argumentadas y que, veces hay en juego cuestiones que están
por tanto, pueden ser discutidas racionalmente y aparentemente naturalizadas y que sin embargo
eventualmente refutadas; me refiero a la ideología tienen un fundamento meramente ideológico, no
implícita, que casi por definición se funda en racional ni justo. De hecho, es ideológica la relación
premisas falsas, en argumentos falaces o en que nosotros establecemos con los animales, pues
razonamientos defectuosos, pero convincentes, que nos creemos dueños de sus vidas o superiores a
rara vez se orientan al bien común, ya que ellos, y asumimos que por lo tanto tenemos derecho
responden a intereses parciales. De ahí que sea tan a matarlos. O sea, lo ideológico puede llegar muy
necesario estimular el pensamiento crítico y el lejos y va más allá del poder meramente político, si
autocrítico. bien lo político suele ser su centro.
Por lo mismo, al abordar el plano ideológico, hay Desde el punto de vista de la pregunta, lo central
que poner atención en los mensajes implícitos antes era si podíamos tener o no confianza en que los
que en los explícitos. Por ejemplo, en el caso de la docentes están, en estos momentos, capacitados.
película mencionada en la pregunta, es muy claro Yo quisiera replantear el asunto: lo que nos debería
que en La lengua de las mariposas la mujer cumple importar es que esas personas tengan
roles muy secundarios, lo cual sugiere cierto autoconfianza, pero una autoconfianza realista. Eso
machismo de la época. También es muy claro que llevará al profesor a agenciarse cada día nuevas
en esa película –tal como la recuerdo– hay toda una instancias de formación. Creo que ni siquiera los
dinámica de interculturalidad: por ejemplo, la niña en críticos de cine más renombrados están en
que se fija el hermano del protagonista es de condiciones de erigirse en autoridades o receptores
aspecto oriental, al parecer es china, y eso la sitúa al ultracapacitados para detectar los innumerables
margen, por debajo de las otras mujeres, que ya mensajes, dimensiones y planos que contiene y
están marginadas. En un nivel más macro, el propio connota un film; del mismo modo, una obra artística
pueblo está al margen, pues pertenece a Galicia, es o literaria es lo suficientemente inagotable como para
decir, casi colindante con Portugal. Así que la que ningún profesor sienta que dijo la última palabra
dinámica centro / periferia se invierte, porque para la sobre ella. De lo que se trataría más bien es de
banda local es más fácil ir a tocar a Portugal que sembrar en los profesores una confianza en que sus
desplazarse a Madrid o Barcelona. También es claro capacidades de comprensión son el resultado de un
–aunque mucho menos perceptible– que en esa proceso continuo, porque cada cual puede progresar
película hay otro asunto “ideológico” que tiene que todos los días. Uno puede ver una buena película
ver con nuestra relación con los animales: hay un diez veces y descubrir cada vez algo nuevo y
personaje que, hastiado porque el perro de su relevante. Por lo mismo, uno puede aspirar no sólo a
amada le era hostil mientras hacía el amor con ella saber más acerca de esa obra, sino sobre todo a
casi a campo abierto, finalmente vuelve una noche transmitir esa confianza en el conocimiento como
resentido de que la amada ya no lo cotice, y producto de la perseverancia y del cariño. Porque de
simplemente lo mata clavándole un palo en las tanto amar una obra, uno la contempla más veces y
fauces. La escena misma se elude, pero se ve el cada vez con mejor atención; en ese sentido, lo
resultado. Pues bien, ocurre que hay una nueva nuevo que uno descubre en ella proviene del amor.
corriente, la ecocrítica, que nos enseña Cuando uno “visita” o “revisita” una película con
alumnos, y uno ya la ha visto, el alumno aprende [E. Llanos] Sí, incluso sin apoyo fílmico también.
vicarialmente que uno está aprendiendo todavía, y Bueno, García Lorca cuenta con varias obras
por lo tanto capta que para leer hace falta releer, filmadas, como Bodas de Sangre y La casa de
para comprender requiere pensar de nuevo, percibir Bernarda Alba. Por supuesto, Yerma es una gran
de nuevo, observar de nuevo. Y sin duda cualquier obra, y ninguna gran obra debería ser preterida o
profesor está en condiciones de emitir ese invisibilizada a causa de un sustituto fílmico. La
metamensaje lateral –no literal– de humildad, de gracia estaría en conseguir que, viendo la película, el
paciencia y de goce. alumno hiciera el juego de comparar ambos géneros:
Entonces yo reformularía la pregunta: ¿estamos el fílmico y el escrito (en este caso, el drama).
en condiciones de asumir que el otro también puede Tuve la suerte de tener en segundo medio
y debe tener confianza en su propia modificabilidad, (cuando tenía 14 años) a un profesor que resultaba
en su capacidad para renovar el acto o el intento de inmejorable para esos fines; de hecho tuvimos que
comprender? Yo tendría más preocupación por eso; leer una obra de él. Era el dramaturgo Fernando
por ejemplo, me preocuparía mucho si los docentes Cuadra Pinto, autor de La niña en la palomera. Con
tienen gran confianza en sus aprendizajes previos, él aprendimos a leer, y en ese tiempo no había –por
pero sin incrementar su confianza en los suerte– ninguna posibilidad de acceder a una
aprendizajes venideros, tanto de ellos mismos como película o a un DVD que reemplazara las obras
de sus alumnos. Esos nuevos aprendizajes podrían incluidas en el programa. Precisamente,
–y quizás deberían– aportar algunas sorpresas. comenzamos el curso analizando bajo su guía Bodas
En esta mesa comparto con un filósofo; él sabe de Sangre. Creo que nos marcó a todos, porque
perfectamente bien que las grandes obras de recuerdo que en las primeras interrogaciones acerca
filosofía a menudo están hechas del visitar y revisitar de la trama, los personajes y todo lo demás, él hacía
obras de otros filósofos, casi siempre previos, que preguntas que nosotros no hubiéramos anticipado de
finalmente inspiraron una visión distinta. Pero fue a ninguna manera (unas básicas y otras nada básicas,
fuerza de leer y releer esas obras que el nuevo como qué simboliza la luna en tal escena o qué
filósofo descubrió un vacío en ellas; sólo así simboliza el caballo en tal otra). A mí me marcó
descubrió un aspecto todavía perfectible, y así es mucho eso de leer con atención genuina, no
como se origina a partir de eso una nueva filosofía. ingenuamente; pero puedo confesar que en la
Insisto: yo me preguntaría si estamos en interrogación oral obtuve apenas un 5,0, y esa fue la
condiciones de tener y sostener esa confianza. La mejor nota… Sin embargo, aunque nos
confianza en un proceso que es abierto, cuyos frutos asustábamos, casi todos captábamos el mensaje de
no son inmediatos, pero casi siempre resultan fondo: hay que leer con más atención, sin
promisorios. apresuramiento y sin esperar resultados pedestres o
frívolos. En mi caso, descubrí algo más: el placer de
[Público] La comunidad sabe sobre la aplicar la atención para comprender más y así ir
potencialidad del cine y sus diferentes usos que transformándome en un lector cómplice, en un
usted sucintamente mencionó. ¿Cree que debería interlocutor personal de cada autor, un lector capaz
entrar en el mundo macro de cada de detectar ciertos guiños suyos que operan como
establecimiento, un programa de obras invitaciones para que cada uno se transforme en co-
dramáticas que puedan integrarse? Por ejemplo, creador de la obra.
Yerma, de Federico García Lorca, está filmada. Con esto quiero destacar otro punto. Creo que la
¿Se puede analizar las dimensiones que usted estimulación del estudiante pasa por un realismo en
expuso apoyándose en una obra como Yerma? la evaluación, y yo agradezco que Fernando Cuadra
me haya puesto un 5,0 y no un 7,0 en esa
evaluación inicial, porque no supe responder bien “contenido” o “proceso” versus “producto”. Y es que
dos de las siete preguntas, de modo que no merecía el arte nos enseña integrando la sensibilidad y la
mejor nota. Asimismo, también agradezco de abstracción, la intuición y el razonamiento, la
corazón mi paso por el departamento de Estudios inspiración y la autodisciplina, la naturaleza y la
Humanísticos, donde tuve clases como las de Castor cultura. He ahí su secreto.
Narvarte, que eran simplemente abrumadoras. Allí A su vez, la educación tiene mucho de ciencia,
uno terminaba descubriendo que había muchísimos pero también mucho de arte; se la puede mejorar
niveles de comprensión y apropiación de un texto; bastante con ciertas técnicas, pero también requiere
uno creía leer bien, lo que seguramente era una espiritualidad o al menos una vocación genuina. Por
creencia relativamente correcta si uno se comparaba eso la educación hipoteca su futuro y se desvirtúa
con el alumnado promedio; pero lo relevante es que cuando apuesta solamente a uno de esos dos polos.
la lectura que él proponía resultaba Casi siempre cabe distinguir, pero casi nunca
incomparablemente mejor y no meramente distinta conviene separar; necesitamos integrar, no
de la nuestra; era más abarcante y también más confundir; se trata de respetar las diferencias, no de
profunda; más analítica y al mismo tiempo más anularlas.
sintética; más abstractiva y por eso mismo más En el caso que usted menciona, creo que sin
atractiva. Yo agradezco muy sinceramente y en duda se podría incluir el trabajo con cine (por
público a docentes como Castor Narvarte o Jorge ejemplo, Shakespeare está abundantemente
Guzmán o Genaro Godoy o Juan de Dios Vial filmado); pero yo sugeriría que nunca se reemplace
Larraín, porque no me complacieron con notas el texto y que siempre se incluyan preguntas que
generosas, sino justas; ellos me estimularon exijan al alumno la lectura para disfrutar y comparar.
mostrándome cuán distante estaba aún de una meta Por lo demás, siempre habrá diferencias entre el
relevante. Así aprendí que la educación es un texto y el film; por último, algunos pasajes se pueden
proceso de perfeccionamiento continuo, y creo que ver filmados para cotejar cómo resuelve el cineasta
esa idea constituye una de las principales un problema que el escritor resolvió con palabras.
enseñanzas que el arte puede ofrecerle a la Además, mediante esos cotejos y esas
educación. No esperamos que el maestro de pintura, exploraciones, los estudiantes van desarrollando
a la hora de organizar una exposición, seleccione habilidades más transversales, como la curiosidad, la
simples manchas de sus alumnos; tampoco capacidad de asombro, la perspicacia, la creatividad.
esperamos que al finalizar su curso un maestro de Todo eso nos ilustra mucho acerca del arte y de las
música convoque con orgullo a la comunidad para posibilidades de comunicación.
escuchar solamente cómo sus alumnos se ejercitan
en distinguir una nota de otra, sino para presenciar [Público] Quería hacer un alcance. Creo que
alguna ejecución más compleja. Así, por muy inicial hay algo a lo que no se ha dado importancia y es
que sea un curso, debería culminar exigiendo un el valor que tiene la superación en los alumnos.
desempeño relativamente complejo, como elaborar Normalmente se le da el premio a los tres
un ensayo o siquiera una monografía proporcional a primeros lugares y el resto es como si no
los objetivos del curso. contara. Por ejemplo, hay alumnos que tienen un
El arte fomenta la paciencia del mediano y del 4,5 y luego se sacan un 5,0, y tanto para los
largo plazo; nos enseña a mirar nuestros logros profesores como para los padres pareciera que
parciales contrastándolos contra un telón de fondo eso no tiene importancia. Es decir: “Te sacaste
más ambicioso. Profundizando en la formación un 5, pero te podrías haber sacado mucho mejor
artística, la persona nota que van perdiendo sentido nota”. El niño está recibiendo una crítica y no
ciertas dicotomías ingenuas, como “forma” versus
una felicitación, y dice: “¿Qué saqué con mejorar A menudo pregunto a los alumnos: ¿cuánto se
mi nota, si estoy recibiendo más de lo mismo?” superó una persona que pasó del 2,0 al 3,0? La
¡Qué sucedería si yo reconozco en el niño esa mayor parte hace el cálculo mecánicamente y
situación y le digo: “¡Qué bien que vas responde: 50%. Pero eso es falso;
mejorando!”? Ellos necesitan sentirse aprobados matemáticamente, el progreso entre la nota 2 y la
y su autoestima también sube. nota 3 es un 100%, porque la escala no parte de 0,
sino de 1,0; es decir, la nota mínima parte ya de diez
[E. Llanos] Quiero responder contando una décimas. Por tanto, obtener un 2,0 implica estar 10
experiencia a propósito de esto mismo. Hace mucho décimas por encima del 1,0, mientras que lograr un
tiempo –casi tres décadas– vengo ponderando el 3,0 significa merecer 20 décimas por encima del 1,0.
metaaprendizaje, el aprender a aprender. Hoy todo Y está claro que 20 es exactamente el doble de 10,
el mundo habla de eso, pero todavía resulta poco así que quien sube su rendimiento desde un 2 a un 3
claro cómo identificar indicadores confiables del no se supera en un 50%, sino en un 100%. Con ese
metaaprendizaje y cómo estimularlo. En mi caso, me tipo de recursos les enseño a valorar lo pequeño que
resisto a meterme en el maratón de popularidad (que es propio. Porque no caben muchas dudas respecto
es la educación chilena) poniendo buenas notas, a que si un estudiante obtuvo un 2,0, no copió –o si
digamos de 5 hacia arriba. Aplico un nivel de copió, lo hizo muy mal–; es decir, esa persona puede
exigencia más bien alto y utilizo la escala de 1 a 7, decir con relativo orgullo: “Este es un 2,0 mío, y el
de modo que casi siempre hay alumnos que 3,0 siguiente también es mío, y si el profesor me lo
obtienen notas muy bajas; así que mi desafío es que subió a 3,3, eso no es un regalo, sino el
comprendan por qué obtuvieron esas calificaciones reconocimiento a mi progreso real”.
tan bajas. Procuro mostrar las enormes diferencias Siguiendo estrategias motivacionales y realistas
que hay entre ciertos “aprendizajes” mecánicos o de esa índole, he logrado casos de superación
meramente memorísticos y un aprendizaje profundo, extraordinarios. He visto que de pronto un alumno
relevante y extrapolable. Como los promedios de que está repitiendo por tercera o cuarta vez la
notas de mis cursos oscilan en torno al 4,0 ó 4,1, y asignatura, vuelve a hacer el curso conmigo, aunque
dado que cerca de un 30% reprueba los cursos, en principio debería aborrecerme. Y es que el joven
debo lograr que el alumno comprenda qué está termina entendiendo que yo no tengo nada contra él,
sucediendo y que no se desmotive. Porque hay que sino al contrario: intento darle una idea realista de su
recordar que vivimos en una cultura de la nivel real de logro, empleando parámetros que no
inmediatez, que no propicia precisamente la nos suman a él y a mí en el autoengaño ni menos en
paciencia. Entonces premio el metaaprendizaje y lo la complicidad. Y la mayoría comprende que todavía
hago de la siguiente manera: entre la primera y la tiene pendientes varios niveles de aprendizaje y que
segunda prueba, bonifico con una décima de premio lo mejor para él es saberlo y tener cartas de
a quien se haya superado en tres décimas, porque navegación claras y un horizonte nítido hacia el cual
superarse en tres décimas en mis pruebas no es tan avanzar.
fácil. De pronto un alumno obtuvo un 2,0 en la Me parece que esto debe ser considerado un
primera prueba, pero en la segunda obtiene un 3,0, y asunto central, porque los datos muestran que en los
en tal caso ese 3,0 ya es un 3,3, puesto que por años ´70 el promedio de la enseñanza media en
cada tres décimas de alza bonifico con una décima Chile era 4,6, mientras que hoy es un 5,8; sin
más. Y al fin del curso hago un ranking de quienes embargo, nadie puede garantizar que los
obtuvieron más décimas adicionales de bonificación, aprendizajes hayan mejorado en esa misma
y es increíble cómo eso estimula. proporción, y más bien hay indicios de lo contrario.
Es decir, estamos utilizando la escala de notas que
nominalmente sigue siendo de 1 a 7, pero en el 90% Todos podemos aprender de nosotros mismos y
de los casos va del 5 al 7. Y eso repercute no sólo de los colegas, codo a codo.
en el aprendizaje, sino en la cultura y en nuestros
hábitos ciudadanos. [Público] ¿Podría hablarnos de sublimación,
Por ejemplo, en algún momento [hacia 1975] se poesía y heurística?
pensó que era muy dañino para la autoimagen y la
autoestima del alumno, repetir en las fases más [E. Llanos] No por nada Freud pensaba que la
tempranas, y entonces se impuso la aprobación sublimación es el mecanismo de defensa
automática de primero a cuarto año de enseñanza fundamental a partir del cual se genera la
básica. El motivo invocado puede ser muy noble –si civilización, la cultura. Si yo no sublimo, termino
es que era noble, porque también podía tratarse de afrontando mis problemas a golpes, matando al otro.
una astucia política para aparecer con estándares de Y la obra de arte es quizás el mayor ejemplo de
repetición menos impresentables ante las audiencias sublimación, pero desde ese punto de vista yo diría
mundiales como la UNESCO y otras de esa índole–; que nos falta entender que la sublimación tiene un
pero aun asumiendo que esa aprobación automática aspecto neurótico –cuando es mera represión– y un
obedecía a buenas razones, parece que nadie pensó aspecto creativo, y en esa ambigüedad hay que
sistémicamente, previendo las consecuencias. aprender a moverse, porque la mayor parte de las
Porque esa medida tuvo otras repercusiones, otros veces las obras presentan lo uno y lo otro.
efectos colaterales. Para empezar, el alumno de
primero a cuarto año está formando hábitos, y si le [Público] ¿Y qué sería lo neurótico en el arte?
aseguramos una aprobación automática, él no logra ¿Cómo ponemos identificarlo?
percibir qué sentido tiene formar hábitos de estudio o
desarrollar cierta autodisciplina elemental. [E. Llanos] Por ejemplo, imaginemos que soy un
En definitiva, hay que pensar sistémicamente la artista enamorado de una vecina. Puedo
educación. Cuestiones como la que usted propone, mantenerme atado a mi propia neurosis, sin dar el
que yo secundo absolutamente, son muy centrales. paso hacia adelante. Entonces me limito a escribirle
Hay que pensar entre todos y a veces en voz alta, poemas o a dibujarla en silencio y hasta me da
compartiendo. Por ejemplo, he propuesto más de vergüenza saludarla. Y si soy incluso más neurótico,
una vez que adoptemos como hábito compartir al hasta la ataco en público, porque practico el
menos una vez al semestre algunas buenas mecanismo de defensa de la “formación reactiva”,
prácticas que hayan funcionado para fomentar el para que nadie sospeche que estoy enamorado de
aprendizaje. Esas buenas prácticas pueden ser ella. Eso sería claramente neurótico, al margen de
recursos creativos, medidas, estrategias y hasta cuán “buenos” resulten los poemas, los dibujos o los
trucos ingeniosos para motivar y evaluar con mayor cuadros creados a partir de esa represión. En
validez, confiabilidad y utilidad. Pero nunca he cambio, lo sensato, lo razonable, lo natural sería
logrado, en ninguna universidad, que se instaure un acercarse a la musa e intentar una relación con ella.
ritual colectivo de esa clase. Se toman y se dan Y es que un artista nos reconecta también con lo
cursos de invierno, de verano, de todos los tipos, natural, porque opera desde la experiencia, no desde
dictados por personas acreditadas o que se suponen la represión o la evasión.
que tienen mucho que enseñar a los docentes; pero
nadie asume que el profesor puede aprender de los [Público] Usted mencionó la heurística, pero
colegas y también enseñar a otros pequeñas cosas no me quedó muy claro en qué consiste. ¿Podría
como ésas, que sumadas pueden implicar una explicar?
batería de recursos muy amplia.
[Eduardo Llanos] La heurística tiene la misma para concebir variantes creativas o al menos
raíz que la famosa frase “Eureka”, dicha por plausibles.
Arquímedes; es decir: lo hallé, lo encontré; también, La literatura se enseña en los colegios con el fin
lo busqué. La heurística como disciplina estudia los de que el alumno se ponga en contacto con las
heurísticos, o sea, los principios y procedimientos de obras de imaginación “más perfectas”3. La filosofía
búsqueda que, sin necesariamente garantizar el se enseña así también: leamos esto porque este es
hallazgo de una solución, al menos hacen mucho un pensamiento tan redondamente elaborado y bien
más probable ese hallazgo. formulado que vamos a aprender mucho de él. Y
En cambio, los algoritmos sí garantizan el junto con conocer su contenido, puedo aprender un
hallazgo de la solución, obviamente en caso de estar modo de pensar o al menos de argumentar. Diría
bien aplicados; por ejemplo, una fórmula matemática que esa es una dimensión básica de la enseñanza:
es un algoritmo que, si se lo comprende bien y se aprovechar las enseñanzas laterales –no sólo las
siguen correctamente todos los pasos, nos permite literales– de las obras o de los acontecimientos, ya
solucionar un problema o despejar una incógnita. se trate de filosofía, literatura o matemáticas. Porque
Ciertamente, los heurísticos no pueden ofrecer en las matemáticas también hay aprendizajes
tantas garantías como los algoritmos; pero ocurre laterales, también caben la heurística y la creación
que muchos problemas no son susceptibles de un de variantes.
tratamiento algorítmico; por ejemplo, no hay una Se me vino a la memoria una anécdota. Ocurre
fórmula infalible para resolver una pena de amor o que un profesor de primaria tenía a todos sus
un desencuentro interpersonal, ni para organizar la alumnos muy inquietos, y entonces les dio una tarea:
trama de una novela o para componer un cuadro. En
–Sumen de uno a cien, o sea: 1 más 2 es 3; 3
casos de esa índole, cuando la simple lógica resulta
más 3 es 6; 6 más 4 da 10, y así sucesivamente.
impotente o inaplicable, los métodos, mecanismos,
Cuando lleguen a 100 me cuentan la cifra a que
dispositivos o procedimientos heurísticos sí suelen
llegaron.
ser de gran provecho, porque elevan la probabilidad
Bueno, el profesor pudo seguir haciendo su
de hallar buenas respuestas y en menos tiempo.
trabajo, pero de pronto notó que un niño estaba
En el plano del cine en particular, yo proponía
mirando el techo.
como última dimensión la heurística, porque se
–¿Y tú? –le pregunta–, ¿acaso no vas a hacer la
puede ver cine con vistas a incrementar la propia
tarea?
creatividad o al menos la imaginación.
–Ya la hice.
Concretamente, les pido a los alumnos –que ya han
–¿Cómo? ¿Ya terminaste?
pasado por varios cursos previos– que desarrollen la
–Sí.
imaginación, que la ejerzan y la ejerciten imaginando
–Pero no te demoraste nada… ¿Y qué resultado
escenarios alternativos. Por ejemplo: ¿Qué hubiera
te dio?
pasado si en tal o cual escena el personaje no
–5.050.
hubiera muerto o hubiera tomado tal otra decisión?
–¡Correcto! ¿Y cómo lo hiciste?
¿Qué pasaría si filmáramos esta película veinte años
–Muy simple, profesor. Sumé por pares,
después? ¿Cómo sería una película opuesta a ésta?
partiendo por el primer número y el último: 1 más
Les pido que utilicen la película casi como un
100 son 101. Después sumé el segundo con el
karaoke y que vayan imaginando variantes. Bueno,
penúltimo: 2 más 99 también son 101. Después
la metáfora del karaoke es más provocativa que
sumé el tercero con el antepenúltimo: 3 más 98
elocuente; más bien se trataría de un antikaraoke, un
también son 101. Así que descubrí que de 1 a 100
dispositivo que pone a prueba nuestra capacidad

3
Post dictum: Quise decir “más logradas”.
se forman 50 pares y todos suman 101. Entonces preparan subliminalmente para algo clave en el
multipliqué 50 por 101 y eso me dio 5.050. aprendizaje de las matemáticas: asumir la
convertibilidad, es decir, que una misma relación o
Bueno, ese niñito era Gauss, el futuro
un mismo valor se puede “expresar” de varias
matemático, y estaba practicando espontáneamente
maneras diferentes. Sin interiorizar la convertibilidad,
la heurística –aunque en este caso fue más bien un
sería imposible desarrollar capacidad matemática.
algoritmo–.
Pero ya no tengo más minutos…
Así que siempre podemos desarrollar la
[Fin de la grabación]
imaginación, y en eso la poesía y la psicología tienen
mucho que decir. Por ejemplo, las metáforas nos
COMPRENSIÓN, ARGUMENTACIÓN Y RELEVANCIA. Metalectura de un cuento de Borges4

1.- A continuación se ofrece una metalectura de “Emma Zunz”, cuento de Jorge Luis Borges que fue
objeto de una lectura lacaniana por parte de Páramo Ortega. Examinando la calidad de los argumentos
esgrimidos en favor de dicha lectura, surgen interpretaciones alternativas que parecen mejor fundadas. Se
probará que, según cómo se examinen los “hechos” y los datos textuales (cuáles se escojan, cómo se los
describa o explique, qué inferencias se formulen y qué interpretaciones plausibles se planteen), cabría
efectuar una serie de lecturas diversas, pero susceptibles de ser jerarquizadas en distintos niveles de validez
y profundidad.
En "Intento de interpretación psicoanalítica de un cuento de Jorge Luis Borges", Raúl Páramo Ortega 5
hace varias observaciones agudas, pero partiendo de una premisa cuestionable. A continuación, discutiré su
tesis reconociendo sus méritos parciales y proponiendo interpretaciones alternativas. Pero, claro, antes es
necesario tener el cuento íntegro a la vista. Helo aquí.

EMMA ZUNZ

El catorce de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la fábrica de tejidos Tarbuch y Loewenthal,
halló en el fondo del zaguán una carta, fechada en el Brasil, por la que supo que su padre había muerto.
La engañaron, a primera vista, el sello y el sobre; luego, la inquietó la letra desconocida. Nueve o diez
líneas borroneadas querían colmar la hoja; Emma leyó que el señor Maier había ingerido por error una
fuerte dosis de veronal y había fallecido el tres del corriente en el hospital de Bagé. Un compañero de
pensión de su padre firmaba la noticia, un tal Fein o Fain, de Río Grande, que no podía saber que se
dirigía a la hija del muerto.

Emma dejó caer el papel. Su primera impresión fue de malestar en el vientre y en las rodillas; luego de
ciega culpa, de irrealidad, de frío, de temor; luego, quiso ya estar en el día siguiente. Acto continuo
comprendió que esa voluntad era inútil porque la muerte de su padre era lo único que había sucedido en el
mundo, y seguiría sucediendo sin fin. Recogió el papel y se fue a su cuarto. Furtivamente lo guardó en un
cajón, como si de algún modo ya conociera los hechos ulteriores. Ya había empezado a vislumbrarlos, tal vez;
ya era la que sería.
En la creciente oscuridad, Emma lloró hasta el fin de aquel día del suicidio de Manuel Maier, que en los
antiguos días felices fue Emanuel Zunz. Recordó veraneos en una chacra, cerca de Gualeguay, recordó (trató
de recordar) a su madre, recordó la casita de Lanús que les remataron, recordó los amarillos losanges de una
ventana, recordó el auto de prisión, el oprobio, recordó los anónimos con el suelto sobre «el desfalco del
cajero», recordó (pero eso jamás lo olvidaba) que su padre, la última noche, le había jurado que el ladrón era
Loewenthal. Loewenthal, Aarón Loewenthal, antes gerente de la fábrica y ahora uno de los dueños. Emma,
desde 1916, guardaba el secreto. A nadie se lo había revelado, ni siquiera a su mejor amiga, Elsa Urstein.
Quizá rehuía la profana incredulidad; quizá creía que el secreto era un vínculo entre ella y el ausente.
Loewenthal no sabía que ella sabía; Emma Zunz derivaba de ese hecho ínfimo un sentimiento de poder.

4 Una primera versión de este artículo apareció en Praxis, Año 8, Nº 9, pp. 77-85. Esta versión distingue seis niveles de
apropiación lectora.
5 Ver AA. VV.: Psicoanálisis y crítica literaria. Selección y traducción de Juan M. Azpitarte Almagro: Akal Editor, Madrid,

1981, pp. 137-146.


No durmió aquella noche, y cuando la primera luz definió el rectángulo de la ventana, ya estaba perfecto
su plan. Procuró que ese día, que le pareció interminable, fuera como los otros. Había en la fábrica rumores
de huelga; Emma se declaró, como siempre, contra toda violencia. A las seis, concluido el trabajo, fue con
Elsa a un club de mujeres, que tiene gimnasio y pileta. Se inscribieron; tuvo que repetir y deletrear su nombre
y su apellido, tuvo que festejar las bromas vulgares que comentan la revisación. Con Elsa y con la menor de
las Kronfuss discutió a qué cinematógrafo irían el domingo a la tarde. Luego, se habló de novios y nadie
esperó que Emma hablara. En abril cumpliría diecinueve años, pero los hombres le inspiraban, aún, un temor
casi patológico... De vuelta, preparó una sopa de tapioca y unas legumbres, comió temprano, se acostó y se
obligó a dormir. Así, laborioso y trivial, pasó el viernes quince, la víspera.
El sábado, la impaciencia la despertó. La impaciencia, no la inquietud, y el singular alivio de estar en
aquel día, por fin. Ya no tenía que tramar y que imaginar; dentro de algunas horas alcanzaría la simplicidad de
los hechos. Leyó en La Prensa que el Nordstjärnan, de Malmö, zarparía esa noche del dique 3; llamó por
teléfono a Loewenthal, insinuó que deseaba comunicar, sin que lo supieran las otras, algo sobre la huelga y
prometió pasar por el escritorio, al oscurecer. Le temblaba la voz; el temblor convenía a una delatora. Ningún
otro hecho memorable ocurrió esa mañana. Emma trabajó hasta las doce y fijó con Elsa y con Perla Kronfuss
los pormenores del paseo del domingo. Se acostó después de almorzar y recapituló, cerrados los ojos, el plan
que había tramado. Pensó que la etapa final sería menos horrible que la primera y que le depararía, sin duda,
el sabor de la victoria y de la justicia. De pronto, alarmada, se levantó y corrió al cajón de la cómoda. Lo abrió;
debajo del retrato de Milton Sills, donde la había dejado la antenoche, estaba la carta de Fain. Nadie podía
haberla visto; la empezó a leer y la rompió.
Referir con alguna realidad los hechos de esa tarde sería difícil y quizá improcedente. Un atributo de lo
infernal es la irrealidad, un atributo que parece mitigar sus terrores y que los agrava tal vez. ¿Cómo hacer
verosímil una acción en la que casi no creyó quien la ejecutaba, cómo recuperar ese breve caos que hoy la
memoria de Emma Zunz repudia y confunde? Emma vivía por Almagro, en la calle Liniers; nos consta que
esa tarde fue al puerto. Acaso en el infame Paseo de Julio se vio multiplicada en espejos, publicada por luces
y desnudada por los ojos hambrientos, pero más razonable es conjeturar que al principio erró, inadvertida, por
la indiferente recova... Entró en dos o tres bares, vio la rutina o los manejos de otras mujeres. Dio al fin con
hombres del Nordstjärnan. De uno, muy joven, temió que le inspirara alguna ternura y optó por otro, quizá
más bajo que ella y grosero, para que la pureza del horror no fuera mitigada. El hombre la condujo a una
puerta y después a un turbio zaguán y después a una escalera tortuosa y después a un vestíbulo (en el que
había una vidriera con losanges idénticos a los de la casa en Lanús) y después a un pasillo y después a una
puerta que se cerró. Los hechos graves están fuera del tiempo, ya porque en ellos el pasado inmediato queda
como tronchado del porvenir, ya porque no parecen consecutivas las partes que los forman.
¿En aquel tiempo fuera del tiempo, en aquel desorden perplejo de sensaciones inconexas y atroces,
pensó Emma Zunz una sola vez en el muerto que motivaba el sacrificio? Yo tengo para mí que pensó una vez
y que en ese momento peligró su desesperado propósito. Pensó (no pudo no pensar) que su padre le había
hecho a su madre la cosa horrible que a ella ahora le hacían. Lo pensó con débil asombro y se refugió, en
seguida, en el vértigo. El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español; fue una herramienta para Emma
como ésta lo fue para él, pero ella sirvió para el goce y él para la justicia. Cuando se quedó sola, Emma no
abrió en seguida los ojos. En la mesa de luz estaba el dinero que había dejado el hombre: Emma se incorporó
y lo rompió como antes había roto la carta. Romper dinero es una impiedad, como tirar el pan; Emma se
arrepintió, apenas lo hizo. Un acto de soberbia y en aquel día... El temor se perdió en la tristeza de su cuerpo,
en el asco. El asco y la tristeza la encadenaban, pero Emma lentamente se levantó y procedió a vestirse. En
el cuarto no quedaban colores vivos; el último crepúsculo se agravaba. Emma pudo salir sin que lo
advirtieran; en la esquina subió a un Lacroze, que iba al oeste. Eligió, conforme a su plan, el asiento más
delantero, para que no le vieran la cara. Quizá le confortó verificar, en el insípido trajín de las calles, que lo
acaecido no había contaminado las cosas. Viajó por barrios decrecientes y opacos, viéndolos y olvidándolos
en el acto, y se apeó en una de las bocacalles de Warnes. Paradójicamente su fatiga venía a ser una fuerza,
pues la obligaba a concentrarse en los pormenores de la aventura y le ocultaba el fondo y el fin.
Aarón Loewenthal era, para todos, un hombre serio; para sus pocos íntimos, un avaro. Vivía en los altos
de la fábrica, solo. Establecido en el desmantelado arrabal, temía a los ladrones; en el patio de la fábrica
había un gran perro y en el cajón de su escritorio, nadie lo ignoraba, un revólver. Había llorado con decoro, el
año anterior, la inesperada muerte de su mujer –¡una Gauss, que le trajo una buena dote!–, pero el dinero era
su verdadera pasión. Con íntimo bochorno se sabía menos apto para ganarlo que para conservarlo. Era muy
religioso; creía tener con el Señor un pacto secreto, que lo eximía de obrar bien, a trueque de oraciones y
devociones. Calvo, corpulento, enlutado, de quevedos ahumados y barba rubia, esperaba de pie, junto a la
ventana, el informe confidencial de la obrera Zunz.
La vio empujar la verja (que él había entornado a propósito) y cruzar el patio sombrío. La vio hacer un
pequeño rodeo cuando el perro atado ladró. Los labios de Emma se atareaban como los de quien reza en voz
baja; cansados, repetían la sentencia que el señor Loewenthal oiría antes de morir.
Las cosas no ocurrieron como había previsto Emma Zunz. Desde la madrugada anterior, ella se había
soñado muchas veces, dirigiendo el firme revólver, forzando al miserable a confesar la miserable culpa y
exponiendo la intrépida estratagema que permitiría a la Justicia de Dios triunfar de la justicia humana. (No por
temor, sino por ser un instrumento de la Justicia, ella no quería ser castigada.) Luego, un solo balazo en mitad
del pecho rubricaría la suerte de Loewenthal. Pero las cosas no ocurrieron así.
Ante Aarón Loewenthal, más que la urgencia de vengar a su padre, Emma sintió la de castigar el ultraje
padecido por ello. No podía no matarlo, después de esa minuciosa deshonra. Tampoco tenía tiempo que
perder en teatralerías. Sentada, tímida, pidió excusas a Loewenthal, invocó (a fuer de delatora) las
obligaciones de la lealtad, pronunció algunos nombres, dio a entender otros y se cortó como si la venciera el
temor. Logró que Loewenthal saliera a buscar una copa de agua. Cuando éste, incrédulo de tales
aspavientos, pero indulgente, volvió del comedor, Emma ya había sacado del cajón el pesado revólver. Apretó
el gatillo dos veces. El considerable cuerpo se desplomó como si los estampidos y el humo lo hubieran roto, el
vaso de agua se rompió, la cara la miró con asombro y cólera, la boca de la cara la injurió en español y en
ídisch. Las malas palabras no cejaban; Emma tuvo que hacer fuego otra vez. En el patio, el perro encadenado
rompió a ladrar, y una efusión de brusca sangre manó de los labios obscenos y manchó la barba y la ropa.
Emma inició la acusación que había preparado («He vengado a mi padre y no me podrán castigar...»), pero
no la acabó, porque el señor Loewenthal ya había muerto. No supo nunca si alcanzó a comprender.
Los ladridos tirantes le recordaron que no podía, aún, descansar. Desordenó el diván, desabrochó el
saco del cadáver, le quitó los quevedos salpicados y los dejó sobre el fichero. Luego tomó el teléfono y repitió
lo que tantas veces repetiría, con esas y con otras palabras: Ha ocurrido una cosa que es increíble... El señor
Loewenthal me hizo venir con el pretexto de la huelga... Abusó de mí, lo maté...
La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero
era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había
padecido; sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios.

2.- HACIA UNA LECTURA LITERAL


Para facilitar la metalectura propuesta, citaré el resumen del cuento que el propio Páramo Ortega ofrece
en su artículo:

"Emma Zunz recibe la noticia de la muerte de su padre, que se suicidó por la depresión originada por una
falsa acusación de desfalco hecha por el verdadero autor, un tal Loewenthal. Emma Zunz decide vengarse de
Loewenthal matándolo. Para ello escoge como explicación para librarse de la justicia, el que supuestamente
Loewenthal la había violado. En realidad Emma Zunz se había dejado ‘violar’ antes por un marinero
desconocido, para así, dar mayor verosimilitud al falso motivo para el homicidio.
Emma Zunz da a entender que mata a Loewenthal porque Loewenthal la ha violado, cuando en realidad
Emma Zunz lo mata para vengarse de la acusación falsaria que Loewenthal había hecho contra su padre
años atrás".
Por ahora, nos bastará la síntesis precitada y la asumiremos como una descripción de los hechos. Esto
es sólo una operación provisional, un recurso meramente didáctico para ejemplificar un primer nivel de
lectura: el “literal”, que expresa una comprensión del cuento más bien ingenua. Sin embargo, luego nos
veremos obligados a impugnar el resumen de Páramo Ortega, pues demostraremos que no constituye un
mapeo adecuado del territorio y que sesga el análisis en favor de la hipótesis interpretativa de Páramo
Ortega.

3.- HIPÓTESIS DE PÁRAMO ORTEGA

Una vez más, cito textualmente a Páramo Ortega:

"El núcleo de la hipótesis interpretativa es el siguiente: Emma mata en Loewenthal (el acusador falsario
de su padre) a sí misma, en virtud de aquello de que todo homicidio es un suicidio (y viceversa). Se mata por
sentimiento de culpa de por fin haber cedido a la tentación de haberse acostado con su padre (en el pellejo
del marinero finlandés o sueco a quien se entrega). Al matar a Loewenthal, mata también a su padre por
haberla violado: 'Tú, padre, me violaste, no es que yo haya tenido deseos de acostarme contigo'. Emma Zunz
ve simbólicamente[,] tanto en Loewenthal como en el marinero, la figura de su padre. Hacia el marinero
desplaza su impulso sexual y hacia Loewenthal su agresión al padre[,] en quien primero proyectó su deseo de
comercio sexual" (p. 140).

Antes de discutir la hipótesis de Páramo Ortega, se impone examinar críticamente tres supuestos
discutibles que él desliza al sintetizar la trama. (1º): Asume como veraz la versión del padre, en el sentido
de que Loewenthal lo habría acusado fraudulentamente de un desfalco de su propia autoría, aunque en
rigor el texto no permite saber si efectivamente el padre contó la verdad a su hija. (2º): Da por sentado que
el padre realmente se suicidó. (3º): A partir de tales convicciones, Páramo Ortega aventura un diagnóstico
(depresión) que es todo lo probable que se quiera, pero que de ningún modo está respaldado por el texto.
En suma, da como hecho probado lo que es sólo una versión de los hechos; asume como certeza una
simple conjetura, y confunde lo verdadero con lo verosímil.
Nuestro autor hace varias acotaciones perspicaces para respaldar su hipótesis, si bien ello no la torna
más convincente. Por ejemplo, destaca que, tras leer la noticia, la primera impresión de Emma Zunz haya
sido “malestar en el vientre”, e insinúa que esa reacción tendría connotación sexual. También sugiere que
las analogías entre el padre y Loewenthal permiten a Emma racionalizar como venganza lo que sería un
deseo incestuoso, pero no aduce pruebas para semejante atribución.
4.- PROPUESTA DE METALECTURA.

Como el mismo Páramo Ortega observa, el cuento de Borges está sembrado de ambigüedades. Citaré
tres de las apuntadas por Páramo Ortega, formularé otras por mi cuenta y finalmente interpretaré esos hechos
en una línea divergente que estimo más simple, menos especulativa y mejor fundada.
4.1.- Emma Zunz aparece asociada a tres hombres: el padre, Loewenthal y el marinero, que
efectivamente tienen ciertos rasgos análogos. Para empezar, los tres presentan cierta dualidad identitaria:
mientras vivía en Argentina, el padre se llamaba Emmanuel Zunz, pero en Brasil pasa a llamarse Manuel
Maier; por su parte, Loewenthal había sido gerente de la fábrica y ahora era codueño de la misma (bajo el
nombre de Tejidos Tarbuch y Loewenthal); finalmente, el marinero elegido por Emma estaba acompañado por
otro –el descartado–, que era más joven.
Todo lo antedicho es cierto, pero también se podría argumentar que son recursos narrativos para
intensificar la atmósfera de soledad que rodea a Emma. Por otra parte, podríamos agregar que incluso quien
firma la carta también aparece rodeado de cierta ambigüedad: “un tal Fein o Fain, de Rio Grande”. En
cualquier caso, ¿qué demostraría todo eso? Nada, o apenas el regusto de Borges por la dialéctica entre el yo
y el otro (uno de sus poemarios se titula El otro, el mismo) y/o la virtual indistinción entre realidad y sueño
(tópico literario por excelencia) y/o la tendencia al paralelismo propia de todo creador. Así, quizás no sea
necesario explorar el inconsciente de Borges para “ver indicios de lo reprimido”, pues el cuento admite
también otras lecturas más sencillas. Por ejemplo, ambigüedades muy similares se dan en “El sur”, relato que
parece escrito en clave autobiográfica, pero cuya riqueza rebasa con mucho esa condición.
4.2.- Con los idiomas ocurre otro tanto: el padre debió hablar español, pero en Brasil tendrá que
arreglárselas con el portugués; por su parte, tras ser baleado, Loewenthal injurió a Emma “en español y en
ídisch”; por último, el marinero no hablaba español y no se sabía bien si era sueco o finlandés.
Por cierto, todo lo anterior está en la línea de las ambigüedades ya anotadas, pero de ningún modo
aporta pruebas que abonen la hipótesis de una violación paterna o siquiera indicios de un deseo incestuoso
por parte de la hija.
4.3.- Emma rompe la carta en que se le informa de la muerte de su padre, como también más tarde
romperá los billetes que le canceló el marinero. “En este punto –afirma el analista– pretendemos ver que
Borges deja asomar el hecho de que cada personaje del cuento encierra en realidad otro”. Luego se pregunta:
“¿Y por qué Emma Zunz escogió precisamente un marinero, es decir, a alguien no residente en su población?
Esta circunstancia nos lleva al hecho de que su padre –por lo menos últimamente– no reside en la ciudad de
Emma”.
Creo que la argumentación del analista se vuelve un tanto circular, y en cualquier caso dista mucho de
ser concluyente. De hecho, resulta plausible una explicación más sencilla o, como dicen los metodólogos,
más “parsimoniosa”: quizás Emma eligió a un marinero simplemente porque él partiría al día siguiente y
entonces sería muy difícil ubicarlo y citarlo a declarar en un eventualísimo juicio.
Por otro lado, volviendo al doble gesto de romper la carta y luego el dinero, parece obvio que en ambos
casos Emma está reaccionando con violencia simbólica ante experiencias dolorosas y decisivas: la muerte del
padre y la pérdida de su virginidad. ¿Hacen falta todavía más explicaciones?
4.4.- Por lo demás, el cuento ofrece también otros paralelismos. Por ejemplo, tras leer la carta, Emma
“recordó la casita de Lanús que les remataron, recordó los amarillos losanges de una ventana”; del mismo
modo, al entrar al hotel donde perderá su virginidad, reparó en una vidriera “con losanges idénticos a los de la
casa en Lanús”. Una vez más, ambas escenas (el duelo por el padre y el sacrificio de su virginidad para
simular una violación) están asociadas al dolor. Un dolor silencioso, por cierto, pero que preside todo el relato.
4.5.- Páramo Ortega parece no percibir que las señales de ambigüedad marcan también el carácter de
Loewenthal. De hecho, el narrador nos informa que, si bien para sus íntimos era un avaro, también “era, para
todos, un hombre serio”. Nótese bien: para todos. Y éste no es el único indicador de dualidad narrativa:
recuérdese que se lo muestra “incrédulo” ante Emma, pero también “indulgente”, al punto que sale a buscar
un vaso de agua para ella. Y esa amabilidad de Loewenthal no es trivial, ya que facilitó su propia muerte (se
recordará que Emma aprovechó ese momento para sustraer el revólver desde el cajón del escritorio). Más
aún: parece muy probable que Loewenthal supiera que a su vez Emma sabía dónde guardaba él esa arma,
puesto que eso “nadie lo ignoraba”. En consecuencia, cabe presumir que, al dejarla a solas unos segundos, él
estuvo consciente del riesgo que corría.
4.6.- El analista acierta al observar que el nombre de Emma Zunz está contenido en el nombre del padre:
Emma[nuel] Zunz. Pero esta suerte de anagrama da también una posible pista para otra lectura más bien
opuesta, sobre todo si la articulamos con lo apuntado en el párrafo anterior. En efecto, si Loewenthal era
culpable de haber calumniado y dañado gravemente al cajero Emmanuel Zunz, ¿cómo es que no asocia ese
nombre al de la obrera casi homónima que por añadidura trabaja en la misma fábrica donde lo hizo el padre?
¿No temía acaso que la verdad aflorara alguna vez, sobre todo manteniendo tan cerca a la hija del presunto
calumniado? ¿Cómo explicar semejante descuido en un hombre tan precavido y que ahora, siendo codueño
de la fábrica, tiene más poder que antes?

5.- EN POS DE LA RELEVANCIA

Así como debería llamar la atención de Loewenthal el que Emma trabaje allí donde su padre fuera
acusado de desfalco, a nosotros también deberían llamarnos la atención algunos otros hechos. Por ejemplo,
¿qué clase de padre es Emmanuel Zunz como para irse a otro país abandonando a su única hija? ¿Por qué
ella, mirando retrospectivamente su propia acción, “repudia y confunde” hoy “ese breve caos” de ayer?
¿Acaso está arrepentida de haber vengado a su padre?
Desde luego, no hay cómo contestar tales preguntas con datos indubitables, pero resulta interesante al
menos formularlas. En cualquier caso, hay otra pregunta clave: ¿cómo explicar tanta sangre fría, tanto cálculo
y esa enorme capacidad de simulación de parte de Emma? Intentemos responder a partir de datos más
seguros. En primer lugar, sabemos bien que rasgos de esa índole –cálculo, simulación, sangre fría– son
aprendidos y no innatos o instintivos. En segundo lugar, la narración indica que Emma apenas tiene un vago
recuerdo de su madre, lo cual sugiere que no fue clave en su crianza. En contraste, sabemos que para Emma
“la muerte de su padre era lo único que había sucedido en el mundo y seguiría sucediendo sin fin”; también
sabemos que, tras recibir la carta que le comunicaba su deceso, ella “lloró hasta el fin de aquel día”. Ahora
bien, si el padre había sido el principal y casi único modelo para Emma, ¿no es lícito conjeturar que quizás
ella aprendió vicarialmente de él tales características? ¿Acaso es descabellado conjeturar que Emmanuel
Zunz puede haberse fingido víctima de una maquinación para salvar su imagen de padre? ¿Por qué descartar
incluso que él haya simulado un suicidio para gozar luego del botín en otro lugar? Al fin y al cabo, no deja de
ser sospechoso que cambiara de identidad (ya no se llama Emmanuel Zunz, sino Manuel Maier) y también de
país (reside en Brasil, no en Argentina).
Por cierto, esas son sólo conjeturas, pero resultan al menos razonables. En medio de tanta ambigüedad,
las preguntas ya formuladas resultan pertinentes. De hecho, el propio narrador incrementa la carga de
ambigüedad alternando sus actitudes. En efecto, emplea un estilo omnisciente durante casi todo el relato, de
modo que sabe no sólo qué hizo Emma, sino también qué recordó, pensó o sintió; sin embargo,
extrañamente, en ciertos pasajes el narrador adopta un estilo conjetural, como si su omnisciencia presentara
vacíos. Por ejemplo, repárese en este pasaje:
“¿En aquel tiempo fuera del tiempo, en aquel desorden perplejo de sensaciones inconexas y atroces,
pensó Emma Zunz una sola vez en el muerto que motivaba el sacrificio? Yo tengo para mí que pensó una vez
y que en ese momento peligró su desesperado propósito […]”.
Si estas alternancias del narrador pudieran parecer aisladas o casuales, recordemos que hay otras
previas, como cuando el narrador afirma su omnisciencia y luego finge perderla:
“Emma vivía por Almagro, en la calle Liniers; nos consta que esa tarde fue al puerto. Acaso en el infame
Paseo de Julio se vio multiplicada en espejos, publicada por luces y desnudada por los ojos hambrientos,
pero más razonable es conjeturar que al principio erró por la indiferente recova… Entró en dos o tres bares,
vio la rutina de otras mujeres […]”
¿Estará Borges jugando con sus lectores? Luego de lucir una omnisciencia plena (“nos consta que esa
tarde fue al puerto”), de pronto se torna vacilante (“Acaso en el infame paseo de Julio se vio multiplicada en
espejos…”) y luego, como autocorrigiéndose, decide “conjeturar que al principio erró por la indiferente
recova…”, para luego reasumir su rol de narrador que todo lo percibe y todo lo sabe. Esto parece
desorientador.
Pero si reparar en tantos matices supone cierto “costo” atencional, también nos aporta notorios beneficios
cognitivos: comprender que el autor fue intencionalmente ambiguo, y que ello desautoriza de entrada
cualquier conclusión taxativa.

6.- DE VUELTA A LA LITERATURA

Hacia el final de su interpretación, Páramo Ortega afirma: “El cuento de Borges no es, naturalmente, una
historia, es un cuento, es un producto de la fantasía y la fantasía puede ser usada como un auxiliar para
controlar el instinto” (p.145). Por mi parte, diría que una obra literaria es ante todo un ejercicio de la
imaginación más que de la fantasía, y es en esa condición que nos interpela. Así, en lugar de conjeturar qué
quiso decirnos Borges con su cuento –información de nula pertinencia para el goce estético–, y antes que
espiar su inconsciente en una suerte de fisgoneo intrapsíquico, resulta preferible explorar su cuento como una
“obra abierta”, una suerte de entrada libre al baile de la creatividad. Una invitación tal se acepta o se declina,
pero es improcedente usarla para ocupar la pista de baile filmando o diagnosticando a quienes sí se
atrevieron a bailar.
Por otra parte, explicar no equivale a comprender, tal como enigma no es sinónimo de misterio. Si
contemplamos el arte como muestra de talento antes que como un muestrario de síntomas, podremos afinar
nuestra percepción y abrirnos a múltiples lecturas. En tal caso, la hipótesis psicoanalítica recién examinada
sería rescatable como una de varias posibles, y ni siquiera como la mejor argumentada. Por cierto, ninguna
obra puede prescindir del lector, pero cada lector debe controlar sus propias especulaciones, pues
sobreintepretar equivale a anular, y ni la obra más genial está inmune contra ese virus.
Desde luego, cabe destacar una ambigüedad mayor que las ya apuntadas y que el analista pasó por alto:
Emma planificó con todo detalle su crimen, pero al momento de ejecutarlo no logró revelarle a Loewenthal la
razón de su muerte: “No supo nunca si alcanzó a comprender”. Es decir, cometió un crimen perfecto, pero
una venganza fallida. ¿Concluiremos entonces que Emma asesinó a un inocente? Al menos está claro que no
fue instrumento de justicia alguna, ni humana ni divina. Lejos de eso, se encapsuló en un denso autoengaño;
cometió asesinato premeditado, que es delito gravísimo, e incurrió en la soberbia, pues se arrogó la facultad
de conocer la voluntad de Dios. Y es notable cómo se correlacionan e imbrican mutuamente esos tres
fenómenos (el error del autoengaño, el delito del asesinato y el pecado de la soberbia) con tres planos de
existencia: psicológico, cívico y espiritual, respectivamente.
Por último, hace falta recordar que la actitud y la acción de Emma son el efecto de un decir paterno. El
lector no tiene cómo averiguar quién dijo la verdad: el padre o Loewenthal; de hecho, el relato consiente
ambas interpretaciones. Lo que sí importa es que, al escuchar al padre exculparse e incriminar a Loewenthal,
la hija creyó su versión y más tarde cobró venganza. Otro tanto vale para Loewenthal: su acusación podría
ser veraz, fingida o incluso sincera y errónea. En ambos casos las personas no sólo hablaron, sino que
actuaron mediante la palabra. Aun sin ser debidamente acreditados, tales actos de habla tuvieron efectos
pragmáticos que de seguro nadie esperaba.

8.7.- HACIA LA AUTOCOMPRENSIÓN

Creo haber mostrado una jerarquía de varios niveles de lectura, desde los más sencillos hasta otros más
profundos. Se trata de un recorrido de seis estaciones, que ahora puedo explicitar con mayor nitidez:
1ª) Lectura literal.- Este primer nivel toma la forma de un resumen de “contenidos”. En el caso de textos
narrativos o dramatúrgicos, supone casi nada más que describir personajes, hechos, lugares y circunstancias
de la trama; en el caso de textos explicativos o argumentativos (columnas de opinión, monografías, ensayos,
artículos, etc.), la lectura literal describe el tema (de qué trata el texto), señala cuál es la tesis del autor y
distingue si ella está implícita o explícita.
2ª) Lectura inferencial.- Consiste en deducir lo explícito a partir de lo implícito. Por ejemplo, en este caso
se infiere que Loewenthal es judío; que el padre de Emma huyó a Brasil, puesto que quedarse en Buenos
Aires implicaba el riesgo de ser apresado, y que su cambio de nombre (Emmanuel Zunz / Manuel Maier) es
una maniobra para eludir la acción policial.
3ª) Lectura interpretativa.- Comienza allí donde terminan las inferencias seguras o muy probables, e
inevitablemente implica un menor grado de certeza. Con todo, las interpretaciones deben ser al menos
plausibles y fundadas, pues de otro modo desvirtuarán la búsqueda de sentido. Por ejemplo, en las páginas
previas formulé preguntas cuyas respuestas orientan la lectura en una línea opuesta a la de Páramo Ortega, y
espero haber demostrado que tales interpretaciones son más “sencillas” y sin embargo –y al mismo tiempo–
más plausibles.
De todos modos, esto no significa que toda interpretación sea un acto impropio que debamos evitar a
cualquier precio. Muy por el contrario: a menudo resulta casi inevitable interpretar, pues tanto la lectura como
la vida muchas veces nos empujan hacia una hermenéutica natural o “silvestre”. ¿De qué se trata, entonces?
Pues de procurar que nuestras interpretaciones iluminen el texto sin violentarlo con supuestos ajenos a él. Por
ejemplo, siguiendo la línea psicodinámica ya impugnada, alguien podría observar que las sílabas iniciales del
nuevo nombre del señor Zunz forman la palabra “mama” (Manuel Maier), que parecería remitir a la palabra
mamá; a continuación podría derivar de eso toda una teoría acerca de la culpa del padre por no haber sabido
reemplazar a la madre de Emma, etc. La pregunta sería entonces: ¿dónde detenernos?
4ª) Lectura valorativa.- Se traduce en juicios evaluativos acerca del texto como globalidad o sobre
algunos aspectos de él. Por ejemplo, podemos considerar este cuento como uno de los mejores del autor o
de la literatura argentina o de toda la lengua; o evaluar también qué tan verosímil resulta, de qué calidad es la
prosa o el estilo, cuán original es su trama, si funciona bien o mal el suspenso, etc.
Idealmente, uno debería abstenerse de emitir juicios valorativos sin haber alcanzado un nivel razonable
de comprensión en los tres niveles previos (literal, inferencial, interpretativo). En cualquier caso, para que los
juicios de valor no sean meras opiniones subjetivas, tendrían que estar fundados y expresados de tal modo
que otros puedan a la vez someterlos a una suerte de metaevaluación.
5ª) Lectura introspectiva.- Apunta hacia la autocomprensión del lector, mediante preguntas tales como:
¿Qué aprendo yo de mí mismo al leer esta historia? ¿Me comprendo ahora mejor que antes? ¿Qué puedo
extrapolar? En este caso concreto, un lector reflexivo podría preguntarse si no estamos todos –hasta cierto
punto– en la situación de Emma Zunz, pues ¿qué tan fiables son las versiones que hemos recibido de nuestra
familia, nuestra clase y nuestro entorno? ¿Nos hemos inclinado a veces a favor o en contra de alguien o de
una causa sólo a partir de versiones contadas y sin examinarlas críticamente? ¿Hemos tal vez actuado
vengativamente creyendo –como Emma Zunz– que éramos instrumentos de la “Justicia de Dios”?
6ª) Lectura heurística.- En este plano se trata de ir más allá del texto y avanzar hacia intertextos
imaginativos; intentaremos entonces imaginar variantes para la trama, los personajes, los diálogos o incluso
los mecanismos expresivos y el estilo. Se trata, pues, de ejercitar activamente la creatividad –y no sólo la
fantasía o la mera ensoñación–, con arreglo a los propósitos formativos que presidan el curso o la unidad
temática. Así, los estudiantes de psicología podrían preguntarse cómo abordarían a Emma Zunz en caso de
ser ella una paciente que les confiesa el asesinato; alguien que estudie derecho podría preguntarse con qué
recursos argumentativos desbarataría las coartadas de Emma, o cómo la defendería ante el tribunal; quienes
estudian cine podrían intentar hacer un guión o el story board de una eventual filmación de la historia; quienes
estudian o cultivan la literatura o el teatro podrían preguntarse cómo actuaría Emma en una hipotética
continuación del cuento que retomara su vida veinte o treinta años después.
Para ilustrar más claramente la lectura heurística e imaginativa, consideremos un ejemplo concreto. La
prensa especializada informó hace poco que Jaime Begazo (Lima, 1957), profesor de literatura residente en
Nueva York, publicó la novela Los testigos (2006), que tiene como personaje a Borges. En ella el narrador
argentino recibe la visita de un profesor de literatura que le formula preguntas sobre su cuento “Emma Zunz”,
incluyendo una acerca de Milton Sills. Se recordará que este personaje aparece apenas mencionado –y sólo
una vez– en el cuento que estamos analizando: “[…] debajo del retrato de Milton Sills, donde la había dejado
la antenoche, estaba la carta de Fain”. Sin embargo, y para sorpresa del entrevistador y narrador de la novela
de Begazo, su admirado personaje Borges hace varias revelaciones inesperadas sobre Milton Sills, lo cual
induce al protagonista a seguir esa pista. Así descubre que Milton Sills sostenía cierto romance con Emma
Zunz y que era un cómplice del asesinato que ella había cometido.
Pero si bien un texto literario –como el arte todo– nos remite por vía intertextual a otros textos, también
nos reenvía a la vida misma y nos sugiere que aprendamos a convivir con su carga de ambigüedad e
incertidumbre. Por cierto, la conducta humana puede ser objeto de interpretaciones y hasta requerirlas. Sólo
que, para ser plausibles, dichas interpretaciones deben resultar congruentes con los datos seguros. De otro
modo, ¿cómo distinguiremos entre una interpretación bien fundada, una conjetura razonable, una
especulación o un delirio? ¿Y cómo podríamos convivir en paz sin trazar esas distinciones elementales?
Vemos así que la lectura cuidadosa puede estimular hábitos más maduros y propicios para la convivencia
y la participación auténticamente democráticas. No es poco.
HACIA UN ANÁLISIS PSICOCINEMATOGRÁFICO INTEGRAL6

El presente texto nació como una manera de fijar por escrito ideas y distinciones explicadas y aplicadas
en el seminario Psicología y Cine, que impartí en 1999 para tesistas de la Escuela de Psicología de la UDP.
La bibliografía más técnica sobre apreciación fílmica no resultaba útil en el contexto de estudiantes de
psicología, más interesados en afinar su sensibilidad que en adquirir un tecnolecto distanciador y de provecho
incierto.
Sobre el tema existen, claro está, textos más “amigables”; pero confieso que su consulta casi no ha
afectado la elaboración de este artículo, que pretende ser todavía más básico y, de ser posible, también más
operativo.7
Con la orientación didáctica ya mencionada, en este artículo se proponen y describen seis planos de
análisis de una película. El tipo de ejercicio aquí sugerido busca primero afinar la percepción para hacer
distinciones útiles y relevantes, que apuntan a distintas dimensiones humanas, que a su vez remiten a
diferentes teorías o subdisciplinas. Por lo mismo, el modelo pretende favorecer una síntesis articuladora e
integrativa de la película sometida a análisis. Simplificando, se podría decir que en el momento del análisis se
procurará conocer cada filme en sus diversas partes, mientras que en el momento de la síntesis se tratará de
comprender el mismo filme ya como un todo articulado.
Así, sin pretensiones de exhaustividad, distinguiremos una primera tríada de dimensiones relativas a la
historia versus una segunda tríada relativa a la película entendida como obra de arte. En el primer caso
podemos asumir la historia como el sistema resultante de personas que interactúan entre sí
(intersubjetividad), se autoexploran y/o se conflictúan internamente (intrasubjetividad) y, al menos en algunos
casos, evolucionan de modo trascendente (transubjetividad). En cierto modo, estos tres primeros planos de
análisis pueden parecer los más elementales, pues no requieren forzosamente hacerse cargo del soporte
(imágenes cinematográficas) ni del carácter artístico de lo analizado; de hecho, reducida a sus anécdotas y a
las secuencias de interacción, cualquier película puede en principio coincidir con lo que un observador
cualquiera pudiera haber vivido u observado en la vida real (digamos, en una esquina de su barrio y no en la
pantalla del cine).
En el segundo caso, asumiremos que la película se nos presenta e impone en su condición de obra de
arte y de ficción (incluso cuando se trata de una “historia verídica” o muy realista). Desde luego, resultará
inexcusable examinar los mensajes ideológicos (o contraideológicos) que el filme, deliberadamente o no, nos
comunica. Asimismo, en su búsqueda de trascendencia y de universalidad, las películas suelen también
valerse de diversos y variados signos analógicos de segundo orden, que pueden ir desde emblemas aislados
hasta alegorías complejas y completas (plano simbólico). En cualquier caso, con o sin tales simbolismos, un
filme siempre implica algún tratamiento estético de sus distintos componentes (argumento, guión, actuación,
vestuario, escenografía, fotografía, música, efectos de sonido o de filmación, etc.).

6Con mínimas variantes, el artículo apareció en Mesa redonda, Universidad Central, Santiago, Nº 1, pp. 137-150.
7De todos modos, ofrezco a continuación sus señas: 1) Ramón Carmona [pseudónimo para un trabajo en equipo]: Cómo
se comenta un texto fílmico (Ediciones Cátedra, Colección Signo e Imagen, Madrid, 31996, 327 pp.). 2) Francesco
Casetti y Federico di Chio: Cómo analizar un film (Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, 21996 [11991] [Milán 1990], 278
pp.). 3) Giacomo Gambetti y Enzo Sernasi: Cómo se mira un film (EUDEBA, Buenos Aires, 21963 [11962], 367 pp.).
1) PLANO INTERSUBJETIVO

En este plano de análisis resulta pertinente observar qué tipo de interacciones establecen los personajes
y qué clase de actitudes interpersonales prevalecen en tales vínculos. Por tanto, convendrá explorar ciertas
dimensiones relacionales, como los continuos que van de la simetría a la complementariedad, de la
colaboración a la competencia, de la cordialidad a la hostilidad, del dominio a la sumisión, de la intimidad a la
distancia, de la confianza a la desconfianza. En una aproximación descriptiva, habrá que observar si la
interacción se organiza en díadas y/o más bien en tríadas o en sistemas más complejos. Entre estos últimos
pueden destacarse ciertas clases de “triángulos” no siempre notorios, pero con claros efectos pragmáticos.
Recuérdese el clásico triángulo edípico (Freud), en sus diversas variantes. También cabe mencionar el
“triángulo perverso” (Haley), en que un superior en jerarquía y/o en edad (por ejemplo, un abuelo o un
gerente) busca alianzas con alguien de status inferior o de menos edad (un nieto, un empleado) en contra de
alguien de nivel intermedio (un hijo, un yerno, un mando medio). En tercer lugar, recordemos el “triángulo
dramático” (Karpman), en que los interactores alternan los roles de perseguidor, víctima y salvador, casi
siempre sin poder controlar la mecánica interaccional.
Además, también será pertinente observar si se presentan secretos y/o mitos familiares o grupales,
complicidades, alianzas, coaliciones (generacionales o intergeneracionales). Una vez observados tales
fenómenos, convendrá evaluar si éstos son episódicos o sistemáticos, normales o patógenos, leves o
severos, agudos o crónicos. Por ejemplo, en los contextos familiares, grupales y de pareja suelen darse
relaciones doblevinculares, acusaciones recíprocas por impenetrabilidad extrema, mistificaciones, colusiones,
“enganches malignos” (con escaladas simétricas ya cronificadas), ciertas “misiones” o delegaciones
transgeneracionales que impiden la evolución psicológica de algunos personajes, etc.
Desde una perspectiva pragmalingüística, será útil observar los diálogos distinguiendo los enunciados
literales (locuciones), los actos realizados mediante la palabra (ilocuciones) y los efectos y repercusiones de
los mismos (perlocuciones). Por tal razón, convendrá identificar ciertas implicaturas conversacionales y
dilucidar tanto los sobreentendidos como los subentendidos y los malos entendidos.

2) PLANO INTRASUBJETIVO

En este plano se trata de explorar la subjetividad misma de los personajes principales, en la medida en
que ella pueda inferirse a partir de la riqueza de su vida emocional, su autoconciencia y su autoaceptación.
Suelen aparecer aquí conflictos y procesos “intrapsíquicos” de muy diversos tipos (es decir, no sólo
psicodinámicos), los que pueden ir desde la simple inmadurez hasta problemas vocacionales, de identidad, de
género o de conciencia, crisis por inadaptación a los nuevos estadios psicoevolutivos, etc.
Desde luego, incluso si se han originado en una infancia remota, todos estos fenómenos presuponen
contextos interaccionales; sólo que, para los efectos del análisis, resulta útil distinguir los factores “subjetivos”,
“intersubjetivos” y “objetivos” que confluyen en la historia (los que muy a menudo se retroalimentan en
círculos viciosos –y a veces virtuosos– de causalidad mutua). En otras palabras, al examinar lo intrasubjetivo
y lo intersubjetivo, habrá que regirse en primera instancia por el principio de distinguir sin separar, apuntando
en segunda instancia a la meta mayor de distinguir para unir.
Por ejemplo, vemos a menudo a personajes que tienen “deudas pendientes” consigo mismos y que,
desoyendo o ahogando sus propias conciencias, se involucran en situaciones o en relaciones que les
permiten mantener en el olvido ciertas partes de sí mismos (o incluso aparentemente “superarlas”), y que en
realidad terminan agravando la situación. En este sentido, nunca estará de más recordar que, en las
relaciones estrechas, suelen darse tendencias colusivas, las cuales por definición articulan una conflictiva
intrapsíquica y, correlativamente, una intensa atracción hacia un otro que parece libre de tal conflictiva (por
ejemplo, alguien que evita afrontar y superar su propia inmadurez o inseguridad tenderá a sentirse atraído por
alguien aparentemente maduro y asertivo).
En relación con esto, es iluminador el contraste entre el área ciega y el área oculta (Ventana Johari),
como también la tendencia al autoengaño, al autoentrampamiento y al autosabotaje.

3) PLANO TRANSUBJETIVO O ÉTICOEXISTENCIAL

Esta dimensión no es muy frecuente en el cine, pero episódicamente aparecen aquí o allá algunos
personajes que logran madurar, autorrealizarse y autorresponsabilizarse, alcanzando en tal proceso –siquiera
por momentos– una real autenticidad existencial. Surgen entonces vínculos profundos entre las personas y, a
la vez, algunas de ellas se orientan hacia planos trascendentes (transpersonales), aunque no necesariamente
místicos o semimísticos. En síntesis, los personajes y las escenas nos dejan la impresión de una apertura
expansiva del potencial humano, resultado de una integración intra e intersubjetiva que religa al individuo
consigo mismo –se supone que etimológicamente individuo significa indiviso– y también con los otros,
dándole un mayor sentido a su ser en el mundo y su lugar en la comunidad, en la naturaleza y en el universo.
Si el compromiso ético y la responsabilidad existencial aparecen con poca frecuencia o escasa
relevancia, es precisamente porque presuponen una resolución y superación de las dificultades propias de los
planos intrasubjetivo e intersubjetivo. La presunta espiritualización del sujeto aislado de su comunidad resulta
ideológicamente sospechosa y suele corresponder más bien a una forma de enajenación (y ni siquiera de las
más originales). La integración trascendente no puede ocurrir con prescindencia –y menos a expensas– de
los vínculos y los deberes interhumanos, sino precisamente de cara a los otros, puesto que, más allá del
ejercicio analítico, la subjetividad es indisociable de la intersubjetividad. De hecho, casi siempre que esta
dimensión surge, lo hace como consecuencia natural de que los personajes terminaron palpando y
asumiendo la interdependencia de sus vidas particulares y las vidas de los otros.
Insistimos: este religarse no necesariamente toma la forma de una religiosidad propiamente dicha. Del
mismo modo, tampoco hace falta que los personajes encarnen una suerte de existencialismo explícito y
programático; lo que sí suele ocurrir es que, a lo largo de la historia, algunos personajes comienzan a
madurar una sensibilidad ética y existencial que los enfrenta a la opción de asumir su propia libertad y su
propio compromiso consigo mismos y con el mundo, compatibilizando así la autonomía y la heteronomía.
En términos más operacionales, se puede observar que, en sus primeros grados, la orientación
transubjetiva suele tomar la forma del arrepentimiento, evolucionando hacia el remordimiento, lo que lleva a
ciertos personajes a reparar daños causados a terceros; otras veces se observan actitudes de contrición o de
atrición, como si los personajes hubieran ofendido a Dios.

4) PLANO IDEOLÓGICO

Si entendemos ideología básicamente como un sistema de creencias, valores y actitudes que los
individuos tienen respecto del orden social, notaremos que ese sistema deja ver su carácter de tal a través de
manifestaciones indirectas y a menudo poco conscientes. Para examinar el plano ideológico de un mensaje
dado, conviene tener presente que éste no opera meramente como un telón de fondo y que a veces contrasta
con las intenciones conscientes del emisor. Así, las opiniones y actitudes de éste –en el nivel implícito y
latente, casi nunca en el nivel explícito y patente– lo mostrarán a mayor o menor distancia de la visión de
mundo propia de su grupo social y de sus intereses correlativos. En tanto sistema de ideas, una ideología
comporta entonces un “saber” –o pseudosaber– que se presenta como natural o generalizable y, por tanto, no
discutible. En el caso particular del cine y de los objetos culturales, la ideología suele infiltrarse de modo
subrepticio –pero no necesariamente deliberado– al reproducir en el discurso las relaciones de desigualdad y
de injusticia prevalecientes en la sociedad, dejando así la impresión de que tales fenómenos son “hechos de
la causa” o “partes del paisaje” y que no ameritan cuestionamiento. Esta “naturalización” de ciertos hechos no
sólo favorece los intereses de una clase social (por ejemplo, la burguesía); también puede estar al servicio de
un género (por ejemplo, los hombres) o de un grupo (por ejemplo, una etnia, un partido) y hasta de una
profesión.
En Lenguaje e ideología, Reboul intenta escapar del criticismo estrecho que denuncia la ideología como
una idea errónea o perversa sostenida por mi oponente y de la cual el yo cree estar libre. Tal esfuerzo lo lleva
a caracterizar la ideología a partir de cinco rasgos constitutivos. En primer lugar, “una ideología es por
definición partidista”; es decir, confronta polémicamente ideas o posturas rivales, sin limitar su lucha a los
meros argumentos lógicos y racionales (como ocurre o se espera que ocurra en los mundos científico y
académico). En segundo lugar, “una ideología es siempre colectiva” y más bien anónima: normalmente es un
discurso ya hecho y disponible para ser creído antes que para ser pensado. En tercer lugar, “una ideología es
necesariamente disimuladora”, porque evita examinar a fondo sus incongruencias o valorar los argumentos
rivales y, en cambio, mantiene su fachada de racionalidad para ocultar su propia condición de pseudosaber.
En cuarto lugar, y a despecho de lo antes apuntado, “toda ideología se cree racional” y “pretende ser crítica”;
por lo mismo, apelará parcialmente a la ciencia, invocará datos o hechos supuestamente innegables y citará a
pensadores o figuras reconocidas por su inteligencia y versación. Finalmente, “la ideología es siempre el
pensamiento al servicio del poder”, de modo que lo admita o no, se advierta o no se advierta cumple la
función de legitimar la existencia y el uso de tal poder.8
Cuando el discurso contra el poder no se erige en otro poder y logra superar las autocontradicciones que
acechan desde su nacimiento al discurso contestatario, entonces es probable que estemos en presencia de
una utopía. En este sentido, el cine como cualquier arte suele oscilar entre la utopía, la denuncia
contraideológica y la propaganda ideológica.
De lo anterior se puede concluir que, en tanto representaciones de mundo, las ideologías equivalen a
pseudosaberes. Por mucho que el conocimiento lógicamente fundado no siempre tenga en la ciencia su mejor
ejemplo –ya que el discurso científico puede estar inficionado de ideología–, de todos modos se puede decir
que ésta al menos intenta autocorregirse y autodepurarse. En la ideología, en cambio, suelen predominar el
sincretismo –antes que el eclecticismo crítico–, las falacias y aun los simples sofismas; en este sentido, las
ideologías funden y confunden el saber y la valoración (de ahí que se las puede clasificar como
pseudosaberes), la argumentación racional y la defensa a ultranza de intereses inconfesados.9
A manera de ilustración, considérese la presencia de la mujer en el cine comercial, las teleseries y el
periodismo televisivo. Cualquier espectador crítico notará que allí abundan las mujeres más bien jóvenes y
atractivas: como si envejecer o no ser agraciadas fuera –y particularmente en el caso del género femenino–

8 Olivier Reboul: Lenguaje e ideología. Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 1986 [París, 1980].
9 Por cierto, existe una copiosa bibliografía sobre esta noción. Aunque en el presente artículo no se siguen sus
lineamientos, creo que hay dos obras particularmente recomendables: T. Eagleton: Ideología: una introducción (Editorial
Paidós, Barcelona, 1997 [Londres, 1990] y Teun A. Van Dijk: Ideología. Una aproximación multidisciplinaria (Editorial
Gedisa, Barcelona, 1999 [Londres, 1998]. Desde el punto de vista psicosocial, es útil el texto de Gerardo Pastor Ramos:
Ideologías. Su medición psicosocial (Herder, Barcelona, 1986, 304 pp.). Finalmente, el ya citado texto de Olivier Reboul
(ver nota anterior) puede resultar discutible en su toma de posición, pero es explícito y razonante.
una desgracia vergonzante que se debe ocultar para no incomodar al espectador (sobre todo si éste es
hombre). Obviamente, ese sesgo juvenilista y “estetizante” del cine y la televisión constituye una suerte de
ideologema que contradice e incluso niega la realidad (de la cual esa muestra de mujeres bellas y jóvenes
constituye un recorte interesado, al servicio de un machismo mercantilista). Pero ocurre que, aparte de este
muestreo estadísticamente desproporcionado, en los roles asignados a estas mujeres prevalecen patrones
todavía más excluyentes: o bien son atractivas y “poco pensantes”, en cuyo caso suelen ser “buenas”; o bien
son atractivas y pensantes, pero “malas”. Sólo las “feas” pueden darse el lujo de ser al mismo tiempo
“inteligentes” y “buenas”. Y si por un error del guionista o del director alguna mujer es simultáneamente
atractiva, inteligente y honesta, entonces se puede ir sospechando que, siguiendo su “naturaleza” más
recóndita, en algún momento empezará a transformarse en una suerte de arpía. Por último, si una heroína tal
(atractiva, inteligente y honesta) se resiste a actuar como bruja (y, por tanto, no manipula a los varones ni
traiciona a otras mujeres), entonces veremos casi indefectiblemente que terminará quedándose sola, sin
amigos ni pareja... Se convendrá en que esos estereotipos, aunque los hayamos descrito de modo
esquemático y en sorna –haciendo una caricatura de una caricatura–, dejan entrever una innegable función
ideológica.
La crítica contraideológica tiende, pues, a desmontar la retórica naturalizadora que sirve de soporte al
discurso ideológico. Desde una perspectiva tal se puede escrutar la conversación y las noticias de cada día, y
se descubrirá que, por ejemplo, cabe llamar “hombres públicos” a un senador o a un ministro, mientras que a
sus colegas femeninas de iguales funciones se las ofendería llamándolas “mujeres públicas”. Curiosamente,
el sexismo lingüístico parece venir actuando desde la eternidad: Dios es masculino y, en el caso de la madre
patria, pasa inadvertida la paradoja que late en su etimología (pater), la cual podría despejarse llamándola
simplemente matria, como hacía el malogrado poeta argentino Julio Huasi.
Así como la crítica feminista denuncia el machismo y el sexismo, los estudios culturales contribuyen a
desenmascarar el racismo y otros mensajes implícitos en la cultura de masas. Un “inocente” comic o una
“divertida” teleserie casi siempre obtienen su humor a costa de los más débiles y/o marginales y/o
desposeídos (cuyas vidas suelen ser tristes más bien que humorísticas: alcohólicos, homosexuales,
prostitutas, campesinos, etc.).
Por otra parte, se abre paso también una ecocrítica, que juzga hasta qué punto las obras de arte ofrecen
una visión compatible con una conciencia ecológica responsable y madura.
Después de lo explicado debería quedar claro que la palabra ideología no es un sinónimo de doctrina.
Para evitar el equívoco, si se desea aludir en el contexto de las corrientes de pensamiento a una doctrina o
cuerpo de ideas y/o ideales explícitos, convendrá hablar de ideologías políticas. Por sí solo, el término
ideología tiene en la tradición crítica iniciada por Marx una connotación peyorativa, ya que designa un
pensamiento distorsionado, casi un equivalente al mecanismo de defensa que en psicoanálisis se llama
racionalización. Seguramente a eso apuntaba Barthes cuando afirmó que la retórica –en tanto estrategia de
connotación, no en tanto disciplina– “es la faz significante de la ideología”.
Con todo, cabe preguntarse hasta qué punto el desmontaje contraideológico sortea el peligro de
convertirse en una nueva ideología. Darlo por sentado puede ser meramente una opción cómoda para
algunos, pero no un argumento y menos una prueba. La Escuela de Frankfurt, el estructuralismo, el
postestructuralismo de orientación barthesiana, lacaniana o foucaultiana, el socioconstruccionismo, el
deconstruccionismo, los estudios culturales y la semiótica social han prolongado la ya famosa Escuela de la
sospecha,10 enseñándonos que el ejercicio de la palabra este mismo, por cierto nunca es inocente ni
menos desinteresado. Por lo mismo, una manera de practicar esa lección sería aplicar a los maestros su
propio test y preguntarnos si los desideologizadores están libres de cualquier sospecha ideológica.
Pero, si termináramos asumiendo que todo discurso es ideológico de una u otra manera, restaría
averiguar si lo son en el mismo grado y si representan amenazas equivalentes tanto para cada individuo como
para la comunidad. En un contexto claramente favorable al liberalismo, Reboul se formula una pregunta
similar, y termina con un planteamiento de mayor alcance, que bien puede extrapolarse como criterio general,
más allá de su apología liberal:
“Sostengo, pues, que una ideología es más aceptable que otra en la medida en que se pueda tomar
seriamente su pretensión de ser racional; o dicho de otro modo, en la medida en que suspenda la
violencia del poder al que sirve y haga inútil la de sus adversarios. Una ideología es aceptable en la
medida en que uno pueda impugnarla sin destruirla, y sin destruirse” (Olivier Reboul, opus cit., p. 234).
Más poéticamente, la gran Violeta Parra se preguntaba en una de sus últimas canciones: “¿Qué vamos
a hacer con tantos y tantos predicadores?”. Y realmente no hay cómo saber si fue ese lúcido desencanto lo
que guió su mano cuando se dio muerte de un tiro en su carpa de La Reina en 1967. Por nuestra parte,
también podríamos o más bien deberíamos preguntarnos quién nos liberará de tantos liberadores.

5) PLANO SIMBÓLICO

El plano simbólico es uno de los más difíciles de definir. Nos ayudaremos citando a uno de sus mejores
estudiosos:
“Volviendo al tema de la delimitación de lo simbólico, para precisar más la finalidad de esta obra,
indicaremos con un ejemplo que en la fachada de un monasterio puede verse: a) la belleza del conjunto;
b) la técnica constructiva de la realización; c) el estilo a que pertenece y sus implicaciones geográficas e
históricas; d) los valores culturales y religiosos implícitos o explícitos, etc., pero también: x) el significado
simbólico de las formas. En tal caso, la comprensión de lo que simboliza un arco ojival bajo un rosetón
constituirá un saber rigurosamente distinto frente a los demás que hemos enumerado. Posibilitar análisis
de este carácter es nuestro objeto fundamental, sin que, precisémoslo una vez más, confundamos el
núcleo simbólico de un objeto, o la transitoria función simbólica que lo exalte en un momento dado, con
la totalidad de este objeto como realidad en el mundo. El hecho de que el claustro románico coincida
exactamente con el concepto de temenos (espacio sagrado) y con la imagen del alma, con la fuente y el
surtidor central como sutratma (hilo de plata) que liga por el centro el fenómeno a su origen, no invalida
[y] ni siquiera modifica la realidad arquitectónica y utilitaria de dicho claustro, pero enriquece su
significado por esa identificación con una ‘forma interior’, es decir, con un arquetipo espiritual” (Juan-
Eduardo Cirlot: Diccionario de símbolos. Editorial Labor, Barcelona,111995, pp. 16-17).
Pues bien, trocando el ejemplo del monasterio por una película cualquiera, concluiremos que captar sus
simbolismos –si los hubiere en abundancia, puesto que hay filmes de escasa carga simbólica– no tendría por
qué entorpecer su goce estético, ni la comprensión de sus alcances ideológicos o contraideológicos, ni la
discusión de su eventual verdad histórica, ni la celebración de su posible originalidad o de sus méritos
técnicos o actorales, ni su ubicación crítica en el contexto comparativo de la filmografía del mismo cineasta o

10Maurizio Ferraris se atreve a hablar, en un artículo homónimo, del "Envejecimiento de la ‘escuela de sospecha’". Ver
Gianni Vattimo y Pier Aldo Rovatti (eds.): El pensamiento débil (Ediciones Cátedra, Madrid, 1990 [Milán, 1983], pp. 169-
191).
de sus contemporáneos, etc. Bien realizada, la interpretación simbólica no sólo no debería obstaculizar los
demás análisis, sino que bien podría enriquecerlos.
Pero esa aclaración no nos exime de explicar qué es y cómo funciona un símbolo. En primer lugar,
digamos que el símbolo es un tipo de signo u objeto –y eventualmente un acto– que representa algo distinto
de sí mismo, merced a una relación comprensible para los miembros de la cultura que lo usa. Dicha relación
suele consistir en una cierta similitud o vínculo natural entre el simbolizante y lo simbolizado, tal que el
primero es siempre más concreto (a menudo se trata de un objeto visualizable y hasta palpable) y el segundo
siempre más abstracto. Así, por ejemplo, la paloma es un símbolo de la paz gracias a que nuestra cultura
reconoce en esa ave una inocencia y una indefensión enternecedoras, asociándola con una suerte de regalo
celestial: la paloma encarna, pues, unos atributos encontrables en el “cielo” y los acerca a la tierra. Nótese
que no cualquier animal puede simbolizar tan eficazmente la idea abstracta de ‘paz’: ni una gallina ni una rata
ni un alacrán servirían para ese simbolismo. Del mismo modo, si la balanza es un símbolo universal de
‘justicia’, ello ocurre porque ese instrumento expresa emblemáticamente la idea de equilibrio y, por esa vía
analógica, la equidad asociable con un juicio ideal, que requiere evaluar con ecuanimidad el “peso” de cada
versión y de cada argumento de la parte y la contraparte. Semejante carga simbólica –más las respectivas
connotaciones emocionales– no podría ser vehiculada igualmente bien por cualesquiera otros instrumentos,
como una brújula, un termómetro o un reloj.
La complejidad y la riqueza de los símbolos hacen de su estudio un campo necesariamente
multidisciplinar e incluso interdisciplinar, donde confluyen tanto las ciencias humanas (antropología, historia,
psicología) como las ciencias más formales (matemática, lógica), las humanidades y la filosofía, el
psicoanálisis y la semiología, la etnografía y la arqueología, la historia del arte y de las religiones, la
cibernética y la mitología, la hermenéutica y la estética, el esoterismo y la heráldica. Se comprenderá que
tantos asedios simultáneos generan notorias disparidades en la nomenclatura y en los énfasis. Así, las
nociones de símbolo de Peirce y Saussure difieren nítidamente entre sí, y otro tanto se puede decir de las
conceptualizaciones del símbolo en Freud y en Jung (para citar dos contrapuntos ya clásicos). Por otro lado, y
a pesar de las sutiles distinciones propuestas por Peirce, la tradición norteamericana suele llamar símbolo a lo
que la tradición europea llama signo.
Más importantes que esas diferencias terminológicas son, en todo caso, ciertas coincidencias
valorativas. En efecto, casi hay unanimidad para reconocer en el símbolo al portador de los significados
primigenios y más universales; su enorme capacidad para revitalizar en el hombre sus raíces profundas y sus
anhelos esenciales; el eficaz sincretismo con que amalgama lo terrenal y lo celestial, lo material y lo
inmaterial, lo individual y lo colectivo, lo consciente y lo inconsciente, lo humano y lo divino, lo sensorial y lo
intelectual, el pensamiento y el sentimiento, la percepción y la intuición. Asombra del símbolo la parquedad de
su significante y la elocuencia de su significado. De hecho, la polisemia resulta tan consustancial al símbolo
que casi debe incluírsela entre sus rasgos más esenciales. En cualquier caso, nadie mezquinará al símbolo
su idoneidad para expresar la ambigüedad y la polivalencia del ser: como ningún otro recurso semiótico,
permite aludir sin afirmar, velar sin ocultar, interpelar abiertamente a todos sin dirigirse exclusivamente a
ninguno. Desde un punto de vista psicológico, se podría decir que el símbolo favorece una conectividad más
fluida entre consciente e inconsciente (incluyendo el inconsciente colectivo de Jung). Casi siempre el
significante de un símbolo reenvía verticalmente nuestra atención hacia la naturaleza, mientras su significado
eleva el espíritu hacia un cielo de ultimidades casi intemporales; al mismo tiempo, al compartir con nuestros
semejantes el uso y la interpretación del símbolo, éste nos revincula horizontalmente con la comunidad. El
simbolismo constituye, pues, algo así como la quintaesencia de la comunicación: interhumana (horizontal),
ecológica (hacia la naturaleza) y espiritual (hacia un Dios presentido, pero nunca entrevisto).11

6) PLANO ESTÉTICO

Desde luego, cada película aspira –en mayor o menor grado– a ser reconocida y valorada como obra de
arte. Por muy verídica que sea su historia, e incluso suponiendo que en ella las personas reales interpretaran
ellas mismas sus papeles, aún así cabría distinguir entre personaje y actor, hechos y narración, veridicidad de
la historia y verosimilitud del filme. Ello supone un esfuerzo de selección y de composición que comienza ya
en la escritura del guión y continúa con innumerables decisiones respecto del elenco de actores, las
locaciones, la ambientación, los ángulos de filmación de las escenas, su secuencia y duración, la música, los
otros efectos sonoros y visuales, etc. Todos estos elementos buscan y/o producen efectos que en su
globalidad componen el plano estético. Por mucho que no seamos cinéfilos consumados ni críticos de arte
reconocidos, cada película nos interpela estéticamente; el análisis de este aspecto, a pesar de que lo
hagamos de modo “no profesional” y sin atenernos a una metodología especializada, no podríamos omitirlo
sin desoír y violentar el filme en una dimensión esencial.
Por otra parte, está resultando progresivamente más frecuente que las películas den señales –directas o
indirectas– que revelan cierta “conciencia” metafílmica. Casos extremos serían: Fellini Ocho y medio (1963),
título autorreferente que transforma en protagonista al cineasta y en cineasta al protagonista, quien se llena
de indecisiones durante los preparativos de una filmación; o La noche americana (1973), de François Truffaut,
que muestra precisamente el rodaje de una película (de paso, digamos que el título también es metafílmico,
puesto que “noche americana” es el nombre de un artificio cinematográfico que permite simular la noche en
escenas filmadas a pleno día); o La amante del teniente francés (1981), de Karel Reisz, cuya trama dual está
dada por la filmación de un romance que los actores terminan reproduciendo casi simétricamente en la vida
real. Y Woody Allen fue todavía más lejos con La rosa púrpura del Cairo (1985), pues allí nos muestra a un
actor que literalmente sale de la pantalla para interactuar con una cinéfila que lo admira, fusionando así lo

11 Aunque la interpretación dependerá del contexto en que la simbolización aparezca, cabe recomendar algunos
diccionarios de símbolos. Menciono en primer término tres obras cuya profundidad y amplitud garantizan una lectura
productiva e iluminadora: (1) Chevalier, Jean (dir); Gheerbrant, Alain (col): Diccionario de símbolos. Editorial Herder,
Barcelona, 1991 [París, 1969], 1.107 pp. Destaca por su enciclopedismo y su vasto alcance, resultado de un trabajo en
equipo. Con seguridad, lo más completo en su género. (2) Cirlot, Juan-Eduardo: Diccionario de símbolos. Editorial Labor
(Barcelona) y Grupo Editor Quinto Centenario (Colombia), 111995, 476 pp. Notable por su sensibilidad y apertura, que hace
olvidar su carácter de trabajo individual y torna provechosa su consulta (fue traducida al inglés ya en 1962). (3) Biedermann,
Hans: Diccionario de símbolos. Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, 1993 [Munich, 1989], 573 pp. Obra también individual y
más reciente, pero que aprovecha bien las experiencias previas de Chevalier y Cirlot, con un agregado de más de 600
ilustraciones. Cabe citar –esta vez en orden alfabético– otros diccionarios de menores dimensiones, pero también útiles: (4)
Becker, Udo: Enciclopedia de los símbolos. Ediciones Robinbook de España y Editorial Océano de México, México, 1997, 350
pp. (5) Bruce-Mitford, Miranda: El libro ilustrado de signos y símbolos. Librería-Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1997
[Londres, 1996], 128 pp. (6) Cooper, J. C.: Diccionario de símbolos. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2000 [Londres, 1978,
1998], 205 pp. (7) Deneb, León: Diccionario de símbolos. Selección temática de los símbolos más universales. Biblioteca
Nueva, Madrid, 2001, 324 pp. (8) [Oesterreicher-Mollwo, Marianne; Murga, Purificación (trad. y adapt.)]: [Diccionario Rioduero
de] Símbolos. Ediciones Rioduero, Madrid, 1983 [Friburgo, 1978], 231 pp. (9) Pérez-Rioja, José Antonio: Diccionario de
símbolos y mitos. Editorial Tecnos, Madrid, 31988 [11962], 434 pp. (10) Pillard-Verneuil, Maurice: Diccionario de símbolos,
emblemas y alegorías. Ediciones Obelisco, Barcelona, 1999, 234 pp. (11) Revilla, Federico: Diccionario de iconografía y
simbología. Ediciones Cátedra, Madrid, 1995, 439 pp.
“imaginario”, lo “simbólico” y lo “real” (ya que cualquier espectador terminará por percatarse de que, mientras
ve la película, está casi en la misma situación que la cinéfila que lo protagoniza). Con Cinema Paradiso (1989)
Giuseppe Tornatore rindió un verdadero homenaje al cine y su potencialidad para enriquecer la creatividad
personal y la vida comunitaria, incluyendo los vínculos intergeneracionales (el niño protagonista crece viendo
películas en el cine de su pueblo natal y termina transformado en cineasta, todo ello a raíz de una
enternecedora amistad con el encargado de proyectar las películas, que es un hombre ya mayor). Por otra
parte, no son menos metafílmicas aquellas películas en que el personaje principal resulta ser una actriz, como
Hiroshima mon amour (Alain Resnais, Francia, 1959), o Frances (Sam Shepard, EE. UU., 1982), inspirada en
la vida de la actriz Frances Farmer (1914-1970), que a su vez permite al director una mirada crítica acerca de
Hollywood. En Boogie nights (1997), Paul Thomas Anderson recrea el auge y la decadencia humana y
comercial del cine pornográfico, que termina sucumbiendo ante la competencia arrasadora de la industria del
video porno. Alberto Aristaraín muestra en Martín Hache (2000) las peripecias e incongruencias personales,
sentimentales y artísticas de un cineasta argentino que reside en España y cuyo hijo parece estar en riesgo
suicida. Con La niña de tus ojos (2000) Fernando Trueba narra la filmación de una película española en la
Alemania nazi. En El ladrón de orquídeas, Spike Jonze retrata a los gemelos Charlie y Donald Kaufman,
conocidos guionistas que, en un ejercicio de reflexividad extrema, hicieron el guión de la película.
Aparte de esos ejercicios de metarrodaje, muchas otras películas incluyen pasajes o elementos
metacinematográficos un poco menos evidentes. En ciertos casos, algunos personajes filman a otros: así
ocurre en Sexo, mentiras y videos (1989), de Steven Soderbergh; en Belleza americana (1999), de Sam
Manedes, y en más de una película de Pedro Almodóvar. En otros casos hay personajes secundarios que
hacen sus primeros aprestos fílmicos (Papa salió en viaje de negocios –1985–, de Emir Kusturica) o bien
espían mediante prismáticos (No amarás –1988–, de Krzysztof Kieslowski). Finalmente, en ciertas películas
los protagonistas son fotógrafos (Los puentes de Madison, 1995, de Clint Eastwood, o Secretos y mentiras y
Antes de la lluvia, para citar sólo filmografía reciente), y en no pocas los personajes cultivan la literatura y/o
alguna otra forma de trabajo artístico o cultural. Incluso algunas cintas nos hacen partícipes de las dificultades
que conlleva cultivar un arte y/o promover cultura bajo ciertas condicionantes sociohistóricas o políticas. Tales
serían los casos de Memorias del subdesarrollo (1968) o Fresa y chocolate (1993), del cubano Tomás
Gutiérrez Alea; Todas las mañanas del mundo (1990), del francés Alain Corneau; El maestro de música
(1997), del belga Gérard Courbiau, o El rey de las máscaras (1996), del chino Wu Tianming, entre
muchísimos otros.
Ante tan variadas y recurrentes señales, ¿no resulta natural y razonable interpretarlas como
autoalusiones del cineasta y/o recordatorios indirectos para que el público tenga presente que está ante una
obra de arte? Hasta cierto punto, se podrían considerar como equivalentes no verbales de lo que Austin llamó
enunciados performativos. De cualquier modo, esta reflexión del cine sobre sí mismo, realizada in situ,
produce en nosotros los espectadores una sorpresa de sabor paradójico, suscitándonos la pregunta de cómo
un filme puede presentar una historia y simultáneamente reflexionar sobre sí mismo. Pero en otras artes tal
reflexividad viene apareciendo hace ya siglos. En pintura, “Las meninas” de Velázquez y los autorretratos
serían ejemplos característicos. Por su parte, la literatura está llena de casos de mise en abîme o puesta en
abismo: desde el Hamlet de Shakespeare –en que hay teatro dentro del teatro–, o El gran teatro del mundo
de Calderón –donde Dios es el gran dramaturgo que mueve los hilos de las actuaciones humanas– y el
Quijote de Cervantes –cuyo protagonista es la literatura más que don Quijote mismo–, hasta las consabidas
metanovelas cuyos protagonistas escritores narran las vicisitudes por las que pasan mientras escriben una
novela (Niebla de Unamuno, Rayuela de Cortázar, El jardín de al lado de Donoso, etc.). En el caso del cuento,
algunos maestros del género ofrecen diversas variantes de metacuentos; para no ir más allá de Argentina,
recordemos el caso de Borges (“El Aleph”), Cortázar (“Continuidad de los parques”) y Denevi (“Charlie, cuento
por Cora Roca”). En el caso de la poesía –cuyo movimiento introversivo la predispone de suyo a la
reflexividad–, es un hecho que se torna cada día más y más metapoética, lindando ya en una suerte de
autismo asfixiante.
En el plano de la composición, un hecho notable es la abundancia de paralelismos, contrastes
paradojales y circularidades tanto en las acciones como en los diálogos, los personajes y hasta en los
lugares. Es como si todo apuntara a resaltar la redondez de la película en tanto totalidad. Hasta se puede
pensar que, intentando sobreponerse a las múltiples determinaciones (que van desde el psiquismo
inconsciente hasta las motivaciones económicas e ideológicas), el cineasta cuida los detalles para que todos
ellos nos reenvíen a un todo que se hace respetar y amar como lo que es: una obra de arte, un fruto del
espíritu para el espíritu.

II.- DISTINGUIR PARA UNIR, ANALIZAR PARA SINTETIZAR

El análisis previamente sugerido podría derivar en una atomización del todo en innumerables partes y
aun en partículas. Así, para conjurar el fantasma de una vivisección tal, la interpretación debe asumir de
entrada un compromiso: enriquecer la recepción y el goce de la película –estético, intelectual y espiritual–, no
a expensas de su globalidad, sino precisamente respetando la unidad en un plano suprasegmentario (es
decir, superior a cada uno de los seis segmentos ya descritos).
Todavía más: nada obliga a efectuar la interpretación siguiendo estrictamente el orden antes sugerido;
de hecho, ni siquiera es forzoso distinguir todos y cada uno de esos planos, y además es posible explorar
otros planos de análisis (temático, histórico, ético, religioso, ecológico, etc.). Por otro lado, el orden o
estrategia a seguir quedan librados al al estilo cognitivo y hasta al gusto de cada cual. Habrá interpretaciones
brillantemente analíticas, que procederán distinguiendo los planos uno por uno e integrándolos después,
mientras que habrá otros abordajes que ya desde el inicio darán cuenta de las articulaciones que sostienen al
filme como un todo. De cualquier modo, preservar la globalidad del filme constituye un propósito insoslayable,
y a ese fin debería subordinarse cualquier análisis verdaderamente sensible de una obra de arte.
Ya hemos adelantado que, en términos operacionales, una manera de apuntar a esa meta es atender a
las articulaciones entre un nivel y otro, y que tales articulaciones deberían estar presididas por las divisas de
distinguir sin separar y distinguir para unir. Por ejemplo, retomando la balanza como emblema de la justicia
(plano simbólico), digamos que, por muy universal que sea su comprensión abstracta, su uso concreto
también podría remitirnos al plano ideológico: de hecho, la justicia no es “ciega” a los privilegios de status y de
prestigio ni opera realmente con ecuanimidad. Simplemente, eso es lo que caracterizaría a una justicia ideal;
pero sugerir que ello efectivamente ocurre puede ser algo más que una ingenuidad (en ciertos casos, podría
operar como una propaganda implícita del sistema y hasta implicar una complicidad con él).
A mayor abundamiento, digamos que el cuidado estético de la película puede también servir de
envoltorio verosímil para pasar de contrabando componentes ideológicos. Por cierto, si ello suele ocurrir en el
“cine burgués”, tampoco está ausente en el cine más alternativo o sedicentemente “contraideológico”.
Imaginemos una película que nos mostrara el aspecto “humano” de una pandilla de ladrones, de un cartel de
narcotraficantes o de un organismo de represión y tortura. En ese caso, la película nos permitirá quizás
comprender los condicionantes contextuales de sus actitudes y hasta lo bien intencionadas que acaso eran –
en principio– sus conductas, todo ello con el legítimo propósito artístico de ampliar nuestra mirada y de inducir
un cuestionamiento de los estereotipos y prejuicios que distorsionan nuestra comprensión de esos fenómenos
microsociales; el filme podría incluso evidenciar que en la vida real hay psicópatas de cuello y corbata
comparativamente peores y mucho más dañinos que los personajes del filme –lo cual es muy cierto–. Sin
embargo, si la película en cuestión insinuara que esos grupos (pandillas, mafias, agentes de represión y
tortura) representan un estilo de convivencia viable y deseable y/o que encarnan una ética superior o
“humanista”, ese hipotético filme estará también contrabandeando ideología. Por tanto, el imperativo ético de
la crítica auténtica nos obligará a despabilarnos del hipnotismo inducido por el filme para, sobreponiéndonos a
su influjo –e incluso a nuestras posibles simpatías superficiales–, encararlo con lucidez y sin ambages.
Porque, ¿acaso no trasunta ideología expresar una “preocupación” por una humanidad pseudoabstracta
mientras se practica un desprecio por el prójimo concreto?
En este sentido, la desalienación contraideológica real debería operar como una suerte de terapia
comunitaria, de índole sociosimbólica y sociocognitiva; por tanto, no tendría cómo prescindir de una
autocrítica sincera, progresiva y orientada en pos de una comprensión más profunda y de una conducta
congruente con ella. “Pero”, se objetará, “¿qué quiere decir eso de comprensión más verdadera”? Después de
todo, y se la defina como se la defina, la verdad siempre será un valor utópicamente superior, incluso si nunca
logramos apresarla en una definición. Antes que su presunto significado esencial, importa el sentido
existencial que nos impele a buscarla casi a ciegas, en una travesía sin cartas de navegación y con riesgo
permanente de naufragio. Y es que lo innegociable es precisamente el derecho de buscarla, no la obligación
de hallarla. Su inmanencia constituye un presupuesto epistemológico –y acaso un valor– de dimensiones
universales, no un mero capricho sectorial de la filosofía o de la ciencia. Prueba de ello es que hasta quien
quiere discutirlo (afirmando, por ejemplo, que toda “verdad” está socialmente construida y/o que siempre es
pasible de una deconstrucción), lo hace asumiendo que sus argumentos acercan más que otros a la verdad
(aunque bien sabemos que es muy otro asunto si cumple en serio la tarea de demostrar que lo son).
Ver buen cine de modo comprensivo puede ser entonces una aventura transformadora, no una
adormidera más. Porque el arte genuino proviene de la vida y vuelve a ella, con mayor razón si está hecho
participativamente por muchos. Expresa nuestros deseos, pero también satisface una de nuestras
necesidades más profundas y olvidadas: buscar un sentido en medio del sin sentido contemporáneo.

POSTCRIPTUM: Luego de haber publicado este artículo, he descubierto algunos textos cuya consulta me
parece recomendable:
Aumont, Jacques; Marie, Michel: Análisis del film. Paidós Ibérica, Barcelona, 1990, 311 pp.
Mitry, Jean: La semiología en tela de juicio. Akal, Madrid, 1990, 166 pp.
Ramos, Jesús; Marimón, Joan: Diccionario del guión audiovisual. Océano, Barcelona, 2002, 676 pp.
Sánchez Noriega, José Luis: Diccionario temático del cine. Ediciones Cátedra, Madrid, 2004, 612 pp.
IV.- MARCO CONCEPTUAL DEL CURSO

1.- LA ENSEÑANZA PARA LA COMPRENSIÓN (EPC)

Con distintos énfasis y en textos diversos, Gardner, Perkins y otros12 han enfatizado
que la comprensión es una variable continua, y que puede ampliarse y profundizarse sin
fin. Sus propuestas se pueden resumir en cuatro sugerencias sencillas, pero eficaces: (1)
Que cada curso o asignatura defina ciertos tópicos generativos que ayuden al alumno a
ordenar y proyectar los aprendizajes en el mediano y largo plazo. (2) Establecer metas de
comprensión nítidas y comunicarlas desde el inicio. (3) Definir ciertos desempeños de
comprensión, de modo que las metas vayan tornándose alcanzables. (4) Hacer
evaluación diagnóstica continua, pues ello favorece el aprendizaje.
Ahora bien, se ejerza la docencia con mayor o menor eficacia, los cursos “normales”
estipulan en sus programas al menos cuatro dimensiones básicas: contenidos, objetivos,
procedimientos y evaluaciones. Y la enseñanza para la comprensión asume que en cada
una de esas cuatro dimensiones cabe distinguir cuatro niveles de comprensión: ingenua,
de principiante, de aprendiz y de maestro. Cruzando entonces las cuatro dimensiones de
la comprensión que la EpC reconoce y los cuatro niveles que al mismo tiempo distingue,
su propuesta se puede esquematizar en un cuadro de doble entrada como el que sigue:

NIVELES DE
C. CUATRO DIMENSIONES CONSIDERADAS POR LA EPC

Contenidos Objetivos Procedimientos Productos

Ingenua

Principiante

Aprendiz

Maestro

A partir de una larga experiencia docente, y teniendo presentes las dificultades del
contexto (tan cambiante como desafiante), terminé concluyendo que el esquema de la
EpC resultaba insatisfactorio en el eje vertical de cuatro niveles. Para empezar, los
propios estudiantes consideraban muy grande la distancia que realmente media entre un
aprendiz y un maestro, distancia en la que procedía distinguir más grados; además, la
categoría “maestro” debe entenderse más bien como una meta ideal u horizonte
orientador antes que como una estación de llegada donde el viaje supuestamente
acabaría. Así, reflexionando a partir de la práctica, decidí matizar el cuadro con dos

12
Recomiendo principalmente las siguientes obras: [1] David Perkins: La escuela inteligente. Del
adiestramiento de la memoria a la educación de la mente. Gedisa, Barcelona, 32003 [N. York,
1992], 262 pp. [2] Tina Blythe, y cols.: La enseñanza para la comprensión. Guía para el docente.
Paidós, Buenos Aires, 1998 [San Francisco, 1998], 163 pp. [3] Martha Stone Wiske (comp.): La
enseñanza para la comprensión. Vinculación entre la investigación y la práctica. Editorial Paidós,
Buenos Aires, 1999, 446 pp.
niveles intermedios previos al sexto nivel “magistral”: al cuarto nivel lo llamé “ayudante” y
al penúltimo lo llamé “experto”.
Por otra parte, reflexionando también empíricamente, me pareció que el eje
horizontal debía incorporar al menos dos dimensiones, cuya relevancia venía dictada
tanto por mi práctica como por hallazgos de investigaciones relativamente nuevas. En
efecto, diversas investigaciones muestran que mejorar la metacognición suele favorecer
notoriamente la calidad de los aprendizajes (Mayor, Suengas y Gonzalez, 1995; Perkins,
2003; Pinzás, 2003; Mateos, 2001; Iriarte y Sierra, 2011), y por eso incluí los procesos
metacognitivos como una quinta dimensión. Adicionalmente, asumiendo que un
aprendizaje genuino suele expresarse en cambios conductuales y/o actitudinales (con
mayor razón si van precedidos de una reflexión y una decisión consciente), decidí añadir
como sexta dimensión las nuevas conductas resultantes del aprendizaje.
De esas reflexiones –en las que teoría y práctica interactuaron estrechamente–
surgió un esquema ampliado, que transforma el modelo inicial de 16 celdillas (cuatro
niveles para cuatro dimensiones) en uno de 36 (seis niveles para seis dimensiones).
Insisto en el origen empírico de la ampliación propuesta, porque lo que me mueve a
formularla es el propósito de potenciar la eficacia del modelo de la EpC, cuya concepción
general me sigue resultando muy útil y realista.
El esquema siguiente sintetiza el marco conceptual de distinciones, que suelo
mostrar desde la primera clase a los estudiantes, pues les ofrece un horizonte de
progreso y un estímulo para el automonitoreo. Lo que la enseñanza para la comprensión
(EpC) llama “nivel ingenuo” y lo que la fenomenografía del aprendizaje llama “enfoque
superficial” tienen en común, entre otras cosas, las distinciones dicotómicas y sin mayores
matices. Por lo mismo, cuando el alumno aprende que hay varias dimensiones y niveles
involucrados en su aprendizaje, se interesa por distinguirlos y así puede incidir de modo
intencional y autónomo en su propia dinámica de aprendizaje. Del mismo modo, cuando el
alumno se entera de la existencia del metaaprendizaje, experimenta naturalmente el
deseo de alcanzarlo.
Habiendo explicado ya el sentido del nuevo esquema, paso ahora a mostrarlo
gráficamente (van en cursivas y en gris las dos ampliaciones sugeridas en el eje vertical
de los niveles y las dos sugeridas para el eje horizontal de las dimensiones):

NIVELES DE C. CUATRO DIMENSIONES CONSIDERADAS POR LA EPC DIMENSIONES ADICIONALES

Procesos Conductas
Contenidos Objetivos Procedimientos Productos metacognitivos nuevas

Ingenua

Principiante

Aprendiz

Ayudante

Experto

Maestro

En rigor, los contenidos suelen ser indisociables de las habilidades que se ponen en
juego durante el proceso de entenderlos y aplicarlos. Por lo mismo, conviene jerarquizar
los propósitos educacionales. En mi caso concreto, me ha dado buenos resultados seguir
una tríada de propósitos que conviene perseguir simultáneamente, aunque modulando su
relevancia comparativa: en primer lugar, suscitar motivación hacia el aprendizaje y el
metaaprendizaje; en segundo término –una vez que los estudiantes están suficientemente
motivados para soportar exigencias superiores–, aplicar rigor formativo; finalmente,
propiciar y mediar la integración de los aprendizajes.
Por último, conviene hacer notar que el enfoque del a EpC es altamente compatible
a con el modelo “competencias”, ya que promover la comprensión progresivamente más
profunda implica de suyo trascender el ámbito de los meros conocimientos para incluir el
desarrollo de habilidades y también de actitudes.
2.- EL MODELO ESTRUCTURAL DE GUILFORD Y LA METACOGNICIÓN

El psicólogo estadounidense J. P. Guilford (1897-1987) fue bastante reconocido por


sus investigaciones sobre la creatividad, ámbito este último en que fue un prionero.13
Guilford elaboró también durante largos años un modelo estructural de los factores que
integran el intelecto, que graficó en un célebre “cubo”, que en principio distinguía 120
factores, pero que terminó en 180, tal como lo muestra la siguiente figura:

Con el término “contenidos” Guilford se refiere a los diversos tipos de información


con que el intelecto trabaja: visual, auditivo, simbólico, semántico y comportamental
(quizás debió incluir también información táctil y propioceptiva). Entre las “operaciones”
intelectuales distingue básicamente cognición (en el sentido de captación), memoria de

13
Aparte de otros aportes, le debemos la distinción entre pensamiento convergente y pensamiento
divergente, así como la identificación de los indicadores primarios de creatividad (fluidez,
flexibilidad, originalidad) y los secundarios (elaboración, sensibilidad, evaluación y tendencia a la
reformulación). Por cierto, fue también un gran estadístico.
grabación y de retención, pensamiento divergente, pensamiento convergente y evaluación
(operación nuclear del pensamiento crítico, hoy tan en “boga” en los diversos ámbitos
educacionales). Finalmente, entre los “productos” del intelecto este modelo distingue seis,
que van desde los más simples (unidades, clases, relaciones entre clases) hasta los más
complejos (sistemas, transformaciones e implicaciones).
Al entrecruzar los diversos tipos de contenidos, operaciones y productos, el modelo
prevé 180 factores del intelecto. Aunque las investigaciones posteriores han confirmado
aproximadamente la mitad de estos múltiples factores, el modelo estructural del intelecto
fue cayendo en el olvido, y hoy aparece citado en relativamente pocos manuales de
psicometría y psicología educacional (que además suelen ofrecer la primera versión del
modelo y no su versión final, de aparición póstuma).
Sin embargo, el modelo de Guilford puede ser de gran ayuda en la promoción del
automonitoreo y de la metacognición activa, ya que permite al aprendiente visualizar qué
factores están en juego en cada aprendizaje o tarea y cómo podría enriquecer su propio
desempeño. En este sentido, resulta pertinente reivindicar el modelo de Guilford.
Por ejemplo, suelo proponer a los estudiantes la metáfora de la inteligencia propia
como un edificio que consta de 180 departamentos distintos, no todos habitados o
siquiera conocidos. Esta metáfora del edificio permite recuperar el sentido metacognitivo y
pragmático del modelo estructural del intelecto. Concretamente, conviene presentar el
cruce de los contenidos y las operaciones como una primera matriz (un cuadro de doble
entrada), para luego introducir el eje de los productos como la “tercera dimensión” del
intelecto. Así, el intelecto puede ser evaluado –si bien nunca propiamente medido– en esa
tercera dimensión, es decir, observando y comparando sus diversos productos.

2.1.- LA METACOGNICIÓN COMO “CONSERJE” DEL INTELECTO

El conserje de un edificio debería contar con un buen mapeo de su propio edificio:


su estructura, sus instalaciones, pasillos interiores, escaleras, redes, ductos de
abastecimiento de agua, electricidad, gas y otras clases de energía. Por cierto, también
debería conocer a sus moradores, de lo contrario podría no detectar la presencia de
intrusos o eventuales delincuentes. Sería extrañísimo que ignorara cuántos
departamentos hay en cada piso y, por tanto, cuál es el número total de ellos. Si no todos
esperamos que el conserje tenga un conocimiento pormenorizado del edificio, casi todos
consideraríamos deseable –e incluso inexcusable– que tenga un conocimiento global del
mismo. Es decir, en este ámbito (como en tantos otros), la información del conserje puede
mejorar mucho en extensión y en profundidad, pero tiene límites prudenciales. Por
ejemplo, no sería apropiado que, con el pretexto de obtener un conocimiento pleno del
edificio y cumplir mejor sus labores, el conserje indagara activamente en la vida privada
de los residentes; sin embargo, tampoco puede desentenderse de aquello que le
concierne ya más directamente, como que en cierto departamento se está vendiendo
droga o que en otro se almacenan sustancias químicas peligrosas, etc.
Pues bien, nuestro conserje hipotético vale como metáfora de la metacognición: una
especie de observador interno que se interesa por conocer el propio conocimiento, prestar
atención a la propia atención y reflexionar sobre los aprendizajes a fin de alcanzar un
aprendizaje de segundo orden (es decir, un metaaprendizaje). Nótese, pues, que un buen
conserje no se limita a observar y registrar qué ocurre en el edificio, sino que reflexiona y
actúa ante los imprevistos e incluso procura anticiparse a ellos.
Para cumplir bien un rol tan multidimensional, nuestro “conserje” metacognitivo haría
bien en interiorizar los mapeos más relevantes del “inmueble” que cuida (el intelecto). En
el caso de una inundación o un incendio, debería actuar expeditivamente, sin perder
tiempo en consultar los planos para saber qué llave de paso debe cerrar o dónde deben
los bomberos conectar las mangueras. Es decir, no sólo debe contar con información
pertinente y suficiente sobre las instalaciones y los moradores, sino que debe saber
emplearla con tino y oportunamente. Como se ve, si el conserje es competente, es porque
satisface ciertos estándares en materia de conocimientos fluidos e interiorizados,
trenzados con habilidades y actitudes congruentes. Profundizando en su oficio y en su
propio ser, nuestro conserje podría evolucionar hasta un rol de asesor e incluso de
formador de otros conserjes; es decir, a la larga podría transformarse en una suerte de
“mayordomo de mayordomos”.

2.2.- METALENGUAJE Y METACOGNICIÓN

Este es un viaje de ida y vuelta permanente: emitir enunciados metalingüísticos


entraña ya una práctica metacognitiva, pero ésta puede automatizarse e incluso
“lexicalizarse”, perdiendo así esa dimensión. Sin ir más lejos, la propia palabra ‘cognición’
tiene una dimensión metacognitiva, y a partir de ella podemos preguntarnos si cabría
sustituirla por otras más “sencillas”, como ‘saber’, ‘conocimiento’, ‘atención’ y
‘pensamiento’. Aunque es cierto que a veces los especialistas podrían expresarse más
claramente si prescindieran de ciertos tecnicismos, el tecnolecto suele ser imprescindible
cuando se quiere ser preciso. En este caso, los vocablos ‘cognición’ y ‘cognitivo’ abarcan
más que ‘atención’, ‘percepción’ o ‘pensamiento’, pues las incluyen y en cierto modo las
integran. Asimismo, cuando hablamos de ‘razonamiento’ aludimos a una clase especial de
pensamiento racional, pues está claro que hay casos de pensamiento no racional (como
el pensamiento mágico, el onírico o el desiderativo), lo que tampoco implica que
necesariamente sean irracionales o del todo opuestos a la razón.
Como se ve, elegir bien las palabras que en cada caso se pronuncian o escriben
presupone pensar, y por eso es que el lenguaje y el pensamiento resultan tan
indisociables. Con todo, no son equivalentes, pues entre ellos una relación de unidad,
pero no de identidad.
Ahora bien, volviendo al “conserje interior” de nuestro intelecto entendido
metafóricamente como un edificio, podríamos decir que su eficiencia se correlaciona en
alto grado con la habilidad de llamar a cada cosa por su nombre. En primer lugar, eso le
permite clasificar o categorizar la experiencia: reconocerá así un martillo o un alicate
como herramientas, y una carta cerrada como un documento privado, distinguiéndola de
un envoltorio arrugado, que categorizará como basura. Al mismo tiempo, una buena
reflexión sobre el lenguaje le permitirá no sólo mejorar su comunicación, sino también
entrenar su abstracción. Por último, explorando reflexivamente el lenguaje, nuestro
conserje podría aprender de su propio aprendizaje o al menos descubrir modos de
aprovecharlo mejor. Por ejemplo, este agente metacognitivo interiorizado puede
comprender mejor su propia comprensión y la comprensión en general, abriéndose así
hacia un metaaprendizaje autónomo y creativo. Eso empieza a ocurrir incluso cuando
nota que no es lo mismo creer y saber, sensación y percepción, opinar y argumentar,
probar y demostrar, fantasear e imaginar, emoción y sentimiento, conversación y
comunicación, convencer y persuadir, etcétera.

2.3.- DISTINCIONES METACOGNITIVAS Y METALINGÜÍSTICAS

Tanto en el derecho como en la ciencia, una opinión no tiene el mismo valor que un
argumento: la opinión expresa la creencia subjetiva de quien la emite, mientras que el
argumento pretende convencer al destinatario, lo que implica aducir una idea P que haga
admisible una idea Q. De modo similar, tampoco un argumento constituye per se una
prueba, ya que ésta es más compleja y aspira no sólo a mostrar la aceptabilidad de una
idea, sino la validez de ella como resultado de un razonamiento concluyente. Por último,
hay una operación superior a la prueba: la demostración, que no sólo resulta concluyente,
sino que suscita en cualquier receptor razonante la convicción de que no cabe otra
conclusión. De ahí que en matemáticas y en lógica no se pida meramente probar la
validez de una cierta conclusión, sino demostrarla. Dicho de otro modo, la prueba nos
indica que es natural o más razonable –pero no enteramente seguro– concluir X, mientras
la demostración despliega ante nosotros un razonamiento en virtud del cual se concluye
necesariamente X y sólo X.

2.4.- NIVELES DE EVIDENCIA Y ESCALAMIENTO DEL VOCABULARIO

Desarrollar competencia léxica implica, pues, tornarse cada vez más consciente
del valor epistémico de ciertas ideas. Por esa vía aprendemos a detectar un juicio
serio (es decir, acreditable) y, lo que es más importante, aprendemos también a
distinguirlo de otros juicios que no tienen más respaldo que el prejuicio o la
opinión; por lo mismo, sabremos reconocer una suposición, una conjetura, una
presunción más o menos fundada, una deducción válida, etcétera. Pero incluso si
no contamos con palabras para categorizar cada uno de esos casos, al menos
empezaremos a experimentar la necesidad de distinguir cinco grados elementales:
seguro, probable, posible, concebible e imposible. Por supuesto, jerarquizar los niveles
de evidencia es correlativo a graduar esos niveles epistémicos asociados al
vocabulario y a distinguir niveles de aceptabilidad de las conclusiones de un
razonamiento.

2.5.- OTROS ASPECTOS DE LA METACOGNICIÓN

Mientras más pobre sea nuestra metacognición, más probabilidades tendremos de


incurrir en autoengaños, prejuicios y sesgos cognitivos. Y es que no resulta natural
percibir la propia incompetencia, pues ella misma está protegida de un eventual insight o
de una mirada autocrítica. Salvo que hayamos aprendido a explorarnos (aprendizaje que
abarca dimensiones extracognitivas, como la paciencia, la autodisciplina y la honestidad),
nuestra capacidad de autocrítica es muy limitada. Y es que la autocrítica presupone
autoobservación, pero para ser constructiva requiere autoaceptación y un contexto no
amenazante, capaz de valorar debidamente la honestidad y la actitud de autosuperación.
En otras palabras, la metacognición debe educarse como una proyección necesaria de
la mente, que inevitablemente se va tornando más compleja mientras más evoluciona.
Según Flavell (citado por Crespo14), la metacognición puede ejercerse en tres direcciones:
[1] hacia las personas (partiendo por la propia persona, pues el autoconomiento nos
permite emplear mejor nuestros recursos); [2] hacia la tarea (que no siempre es clara
desde un inicio y que debe reformularse cuando está mal planteada), y [3] hacia las
estrategias o procedimientos útiles para afrontar exitosamente las tareas.

2.6.- AUTOENGAÑO, AUTOENTRAMPAMIENTO Y AUTOSABOTAJE

Parece indudable que los errores perceptuales y los sesgos cognitivos constituyen un
fenómeno cada vez más estudiado, debido a las lamentables consecuencias que suelen

14
Nina María Crespo: “La metacognición: Las diferentes vertientes de una teoría”. Rev.
Signos, v.33, n.48, Valparaíso, 2000, pp. 97-115.
tener. Por ejemplo, pocos recuerdan que once años antes de hacerse célebre por la
publicación de su best seller Inteligencia emocional (1995), Daniel Goleman había
publicado Psicología del autoengaño (EEUU, 1985), un útil volumen que no ha concitado
el interés que indudablemente tiene.15 Goleman califica el autoengaño como “el más
escurridizo de los hechos mentales”, y añade que “resulta imposible darnos cuenta de lo
que no nos damos cuenta”, pese a su omnipresencia tanto en nuestras vidas individuales
como en nuestras dinámicas grupales y, por cierto, en los ámbitos económico, político,
social y cultural.
Por otra parte, el autoengaño es correlativo a otros dos fenómenos relevantes: el
autoentrampamiento, lúcidamente estudiado alguna vez por Jeffrey Z. Rubin16 en su
artículo “Atrapados por elección” (The Sciences, publicación de la Academia de Ciencias
de Nueva York), y el autosabotaje, abordado tanto por científicos como por autores de
libros de autoayuda17.
Ahora bien, ya sea que se los considere a la luz de la psicología académica o desde
la perspectiva más practica (propia de las publicaciones de autoayuda), lo cierto es que el
autoengaño, el autoentrampamiento y el autosabotaje forman una suerte de triángulo de
las Bermudas del psiquismo individual y colectivo, y en conjunto permiten comprender por
qué resulta tan difícil mejorar los estilos y estrategias de afrontamiento 18. Sin embargo,
hay un fenómeno aun más dramático, cuya relevancia amerita un acápite especial.

Nota: Conversando sobre este paper con Carlos Calvo (ex alumno y actual colega),
me sugirió que la analogía del edificio de 180 departamentos mejoraría indicando que los
departamentos son oficinas, pues eso sugiere que pueden tener distintos rubros y estar
especializadas en distintos procesos. Me parece una sugerencia atinada y por eso la
cosigno.

15
Goleman, Daniel: La psicología del autoengaño. Editorial Atlántida, Buenos Aires, 1997 [USA,
1985], 333 pp. Con el título original como subtítulo, esta obra se ha reeditado como El punto ciego.
16
Jeffrey Z. Rubin: “Atrapados por elección”. El artículo circula traducido al español, y no he
logrado hallar la publicación original en The Sciences, revista de la Academia de Ciencias de
Nueva York.
17
El carácter paradójico de nuestro psiquismo ha sido puesto de relieve por la mayor parte de las
escuelas y enfoques de la psicología y de la psicoterapia, desde el psicoanálisis hasta el
conductismo, pasando por la Gestalt y la sistémica. Por otra parte, como indicios de la relevancia
humana del tema, cabe consignar (no necesariamente recomendar) textos como: [1] Martha
Baldwin: Autosabotaje. Editorial Edaf del Plata, Buenos Aires, 2002 [1987], 218 pp. [2] César
Piqueras Gómez de Albacete: Evitando el autosabotaje. Amat Editorial, 2013. [3] Alyce Cornyn-
Selby: Cómo superar el autosabotaje. Ediciones Urano, 2010, 320 pp. [4] Erica Ariel Fox: Más allá
del sí. Un método para superar el autosabotaje y negociar con éxito. Penguin Random House
España, Barcelona, 2014, 384 pp.
18
Hace falta que la psicología científica y académica profundice en el fenómeno global que
subyace a estos y otros fenómenos similares. Por ahora, solamente conozco el texto de autoayuda
de Ivette Estrada: El legado draconiano: autoengaño, autocompasión, autosabotaje. Ediciones B,
Barcelona, 2010, 199 pp.
INTELIGIBILIDAD VERSUS PRECISIÓN

En términos generales, se puede afirmar que en todo proceso educacional


necesitamos cumplir con ciertos estándares de inteligibilidad y de precisión. Y aunque en
principio tales metas no son necesariamente antinómicas, alcanzarlas simultáneamente
entraña un enorme desafío. Un aspecto preliminar de dicho desafío tiene un carácter
conceptual o semántico, pero sus implicaciones ulteriores nos llevarán a la pragmática
(así, aclarar ciertas nociones “opuestas” es indispensable para integrar en la práctica
dichos “opuestos” y trascender así su aparente incompatibilidad).
Por cierto, lo anterior vale también para otras polaridades más conocidas. Por ejemplo,
al investigar debemos cuidar los aspectos cuantitativos (como la representatividad de la
muestra) y los cualitativos (pertinencia, relevancia de las variables, etc), e idealmente
procuramos avanzar tanto en la amplitud de los conocimientos como en la profundidad de
los mismos. En general, en educación se suele distinguir entre procesos y resultados.
Asimismo, en la enseñanza de la lectura y en la apreciación artística, esperamos que los
estudiantes progresen tanto en la captación de los “contenidos” de las obras como en los
aspectos formales de las mismas, a fin de comprender finalmente que ambas
dimensiones suelen ser tan indisociables como las dos caras de una misma medalla.
En un plano más amplio, reencontramos oposiciones similares, pero bajo otros
nombres. Por ejemplo, en politología y sociología aprendemos que una sociedad y/o un
sistema de gobierno deben conciliar responsablemente la libertad y la seguridad, pues
ambas son complementarias. Asimismo, en el plano de la formación religiosa, se espera
que cada persona comience por afrontar con seriedad su vida cotidiana antes de aspirar a
una vida espiritual, pues a veces “buscar trascendencia” puede ser una excusa para
“evadir compromisos” y persistir en la inmadurez.
Volviendo entonces a la dupla inteligilidad / precisión, resulta evidente que, tomados
como objetivos, ambas suelen parecer incompatibles. Si un noticiario informa que
Inglaterra y Alemania empataron a cero, la mayor parte de los lectores entenderá que la
noticia no alude a los dos países nombrados, sino a sus respectivas selecciones,
seguramente de fútbol. Así, pues, el periodista consiguió inteligibilidad sacrificando la
precisión, pero lo hizo porque confiaba que el marco del noticiario era un contexto en que
el texto resultaría entendible. En cambio, si el periodista deseaba mayor precisión, habría
requerido casi inevitablemente extenderse más, y esa mayor extensión habría afectado su
inteligibilidad o, al menos, la motivación del lector, que no está dispuesto a invertir mucho
esfuerzo cognitivo leyendo textos extensos o escuchando discursos innecesariamente
prolongados.
Por supuesto, lo que vale para el periodismo no vale para una enciclopedia científica:
ésta no podría excusarse de ofrecer textos altamente precisos, incluso si ello implica
cierta aridez o menor inteligibilidad.
En la práctica, cabe introducir dos dimensiones adicionales, una a cada lado de estos
polos: legibilidad y persuasión. Así, un apunte o una receta médica pueden ser
semánticamente muy inteligibles y resultar, sin embargo, insuficientemente legibles (por
caligrafía defectuosa o tipografía inadecuada, por palidez de la impresión, por contrastes
cromáticos distractores, etc.).
Si aplicamos la teoría de la información elaborada por los matemáticos de la
comunicación (Shannon y Weaver), podríamos decir que la legibilidad apunta al plano
“técnico” (transmisión de las señales), mientras que la inteligibilidad y la precisión atañen
al plano “semántico” (el sentido). Esos ingenieros distinguían un tercer plano, que
llamaban “influencial” y que hoy consideraríamos pragmático. Ahora bien, teniendo
presente esta última dimensión, se reconocerá sin grandes dificultades que un material
educativo (un manual introductorio, un glosario especializado, una guía de ejercicios)
puede ser legible, inteligible y preciso y, no obstante, puede al mismo tiempo ser
deficiente en el plano comunicacional; por ejemplo, podría resultar “frío” o no motivar al
aprendizaje. En tal sentido, la cuarta dimensión sería la adecuación pragmática, en tanto
debe mover al destinatario hacia una aplicación provechosa del material ofrecido.
Dado que lo aquí expuesto es una propuesta educativa (o metaeducativa), cabría
exigirle también que efectivamente indujera ciertos mejoras de las prácticas docentes. Por
eso mismo, quisiera terminar sugiriendo reflexionar autocríticamente respecto a la
docencia para hallar ejemplos de tensiones o “incompatibilidades” entre los cuatro grados
aquí propuestos: legibilidad (por ejemplo, la legibilidad disminuye cuando fotocopias de
fotocopias de fotocopias); inteligibilidad (que tiende a mermar si no se ofrecen ejemplos o
analogías aclaratorias); precisión (que termina sacrificada cuando las simplificaciones
didácticas se quedan en el mero esquematismo), y motivación (dimensión a menudo
descuidada, pues se presupone que el estudiante está intrínsecamente motivado hacia el
aprendizaje y que no necesita ayudas adicionales). Como una manera muy sencilla de
iniciar esa reflexión, propongo evaluar en la escala 1-10 los niveles de legibilidad material,
inteligibilidad discursiva, precisión conceptual y adecuación pragmática de la bibliografía
de sus cursos (incluyendo apuntes, guías de aprendizaje y otros materiales sugeridos
para el progreso individual de cada alumno).
Mientras terminaba lo que suponía el último párrafo de este brevísimo texto, pensé que
en muchos casos se podría aplicar un quinto criterio, previo a los cuatro aquí propuestos:
la accesibilidad. En efecto, uno podría contar con materiales altamente legibles,
inteligibles, precisos e incluso persuasivos, pero que por alguna razón no fueran
suficientemente accesibles para los estudiantes. Es lo que ocurre cuando se recomiendan
libros o artículos estupendos, pero que no están a la venta o son demasiado caros o
escasos. Y como hasta ahora cada nueva dimensión va acompañada de un “opuesto”,
propongo como sexta dimensión la trascendencia, en el sentido de motivar hacia la
superación del aprendizaje específico por la vía de remitirlo a un metaaprendizaje más
global, que induzca la maduración personal o incluso cierta búsqueda espiritual (por
ejemplo, hay textos que hacen reflexionar profundamente y que inducen cambios de
actitud e incluso auténticas metanoias).
En resumen, he aquí las seis dimensiones: [1] Accesibilidad. [2] Legibilidad. [3]
Inteligibilidad. [4] Precisión. [5] Motivación. [6] Metamotivación (o trascendencia).

PROPUESTA DE EJERCICIOS:

1) ¿Cómo clasificar la “letra chica” de los contratos? Si firmamos el documento sin leer esas
cláusulas, ¿es eso sólo un asunto de legibilidad insuficiente o entraña algo más?
2) ¿Qué decir respecto a la buena o mala fe con que se escriben los documentos? ¿Es una
dimensión distinta de las ya explicadas?
3) Podría resultar útil examinar otras antonimias, tales como: nítido / borroso, claro / confuso,
preciso / vago, ambigüedad / inequivocidad, exactitud / inexactitud, certeza / incerteza, verdad /
validez, verdad / verosimilitud.
4) Asimismo, estas distinciones pueden ponerse en relación con otras que tienen
implicaciones prácticas muy relevantes, como crecimiento / desarrollo, legalidad / legitimidad, letra
y espíritu de las leyes, ética de la convicción y ética de la responsabilidad (Weber), etc.
5) Ver Endicott, Timothy A. O.: La vaguedad en el derecho. Madrid: Librería-Editorial
Dykinson, [Oxford University Press, 2000], 2007, 303 pp.
3.- EL EFECTO DUNNING-KRUGER-CAPUTO

David Dunning y Justin Kruger, investigadores de la Universidad de Cornell, cobraron


notoriedad en 1999 por la publicación de un artículo que examinaba un sesgo cognitivo de
enorme relevancia19. A través de varios experimentos (que incluían ejercicios de
comprensión lectora, conducción automotriz y juegos de ajedrez y tenis), estos autores
comprobaron que las personas de menor rendimiento tienden a sobreestimar sus
capacidades y a considerarse incluso más inteligentes o hábiles que otras personas de
mejor rendimiento. Esta sensación ilusoria de superioridad puede explicarse por una
carencia bastante precisa: percibir la propia incompetencia en algún área presupone
cierta metacognición, que en las personas menos competentes tiende a ser episódica y
superficial. Así, no resulta extraño que estas personas no solamente no perciban bien ni
reconozcan su propia incompetencia y la mayor capacidad de otros, sino que además
necesitan un intenso entrenamiento para superar o reducir este sesgo.
Por cierto, casi todo admite lecturas más profundas y provechosas que las iniciales. En
el caso del hallazgo de Dunning-Kruger, convendría asumir que nos interpela a todos, ya
que nadie es omnicompetente y la propensión al autoengaño es parte de la “naturaleza
humana”. Por tanto, incurriríamos en simplismo si nos detuviéramos exclusivamente en el
autoengaño de los sujetos menos competentes. De hecho, Dunnis y Kruger descubrieron
que entre las personas más competentes se da un sesgo paralelo –que ha recibido
comparativamente poca atención–, consistente en que los más capaces tienden a
sobreestimar la capacidad de los otros, incluso cuando esos otros son incompetentes. En
una lectura ingenua, este segundo aspecto podría parecer una muestra de modestia o de
generosidad por parte de los más capaces; sin embargo, tiene implicancias no menos
graves que el autoengaño de los incompetentes. En efecto, si las personas más
competentes juzgan también competentes a quienes no lo son, probablemente
consentirán que ellos desempeñen roles y asuman tareas relevantes, asumiendo que
tendrán un buen desempeño. Pues bien, un resultado frecuente es que la incompetencia
llega al poder y suele provocar estragos20.
Por otra parte, varios estudios ulteriores mostraron que nuestra ignorancia e
incompetencia escapan de nuestra conciencia también en otras áreas. En coautoría con
Deanna Caputo, el propio Dunnis siguió profundizando en el tema y, tras una serie de
nuevos estudios y experimentos, publicó seis años más tarde otro artículo. Los autores
concluyen allí (Dunning y Caputo, 2005)21 que los humanos somos malos
autoevaluadores debido sobre todo a que no tenemos conciencia de las lagunas de
nuestro conocimiento o de la gama de soluciones que cabría aplicar a la solución de cada
problema. En el mejor de los casos, si sabemos qué es lo que sabemos, no somos
conscientes de lo mucho que no sabemos.
Irónicamente, aunque el nuevo artículo profundizaba el paper original (Dunning y
Kruger, 1999) revelando secuelas insospechadas y gravísimas en ámbitos como la salud,
la economía y la educación, el artículo ha tenido una trascendencia muy por debajo de la
que merecía. En otras palabras, cabría concluir que hemos sido incompetentes para

19
Kruger, Justin; Dunning, David (1999). “Unskilled and Unaware of It: How Difficulties in
Recognizing One's Own Incompetence Lead to Inflated Self-Assessments”, Journal of Personality
and Social Psychology, 6, pp. 1121-1134.
20
Es parte de lo que intenté mostrar en “Análisis pragmático integral de un microcuento de Borges”
(2009), incluido en esta misma tesis.
21
Journal of Experimental Social Psychology (septiembre de 2005, disponible en línea en
http://www.sciencedirect.com.
aquilatar las repercusiones del sesgo cognitivo. De hecho, en una reflexión de 201022,
Dunning se ha quejado de la dispar suerte de estos artículos.
Para sacar más provecho a esos estudios, parece preferible no referirse a este
fenómeno como el “efecto Dunnis-Kruger”, pues eso refuerza la invisibilidad de las
consecuencias del fenómeno y favorece el tratamiento superficial –a menudo
“humorístico” y desaprensivo– del mismo. La importancia de la reflexión posterior de
Dunnis y Caputo justifica que este acápite lo haya titulado “efecto Dunnis-Kruger-Caputo”.
Finalmente, conviene recordar que este fenómeno es apenas uno entre muchos casos
de sesgos cognitivos y prejuicios perceptuales que se han estudiado, aunque sea uno de
los que han recibido más atención mediática.

4.- CONVERGENCIA Y COMPLEMENTACIÓN DE LO AUTO- Y LO META-

En la introducción a un texto sobre estrategias metacognitivas, sus autores señalan:


“En los últimos años se ha incrementado notablemente la preocupación de los psicólogos
y educadores por abordar el problema del aprendizaje y del conocimiento, tanto en el ámbito
de la investigación como de la praxis profesional, desde una perspectiva de una
investigación activa de los sujetos en la que la reflexividad, la autoconciencia y el autocontrol
constituyen el eje básico de esa participación. Esos términos y otros muchos semejantes,
como autoestima, autoconcepto, autorregulación y autoaprendizaje, se entremezclan en el
uso y en el discurso teórico con otra serie de términos que implican volver sobre sí mismo y
que van desde la metamatemática al metalenguaje y la metacomunicación[,] pasando por
todas las modalidades de metacognición, como autorrepresentación, metaatención,
metamemoria, etc. Si a ello le añadimos el creciente entusiasmo de teóricos y profesionales
por el análisis, desarrollo, utilización y entrenamiento en estrategias para mejorar la
capacidad y el rendimiento de los sujetos, especialmente en el ámbito educativo, nos
encontramos con dos poderosas corrientes convergentes hacia objetivos que con frecuencia
se han formulado en términos de lemas o eslóganes y que han hecho fortuna: se trata de
conseguir que los sujetos humanos, especialmente los niños y adolescentes insertos en un
sistema de educación formal, sean capaces de 'aprender a aprender' y 'aprender a pensar'”
(p. 9).23

El párrafo transcrito describe con claridad un par de tendencias que confluyen y señala
con acierto su relevancia práctica, en el sentido de que ambas redundan en un auge del
aprender a aprender y del aprender a pensar. Sin embargo, parece productivo poner en
relación estas dos tendencias (abreviando: lo auto- y lo meta-) con otros contextos más
amplios. Por un lado, y siempre en el ámbito psicológico, cabe agregar varias nociones a
ambas listas. Así, en la línea de lo auto- cabe añadir conceptos como autorrealización,
autoevaluación, autoafirmación, autoayuda, autoapoyo, autoexploración, autoaceptación e

22
David Dunning: “My rather unknown piece about ‘unknown unknowns’ and their role in self-
insight”. Robert M. Arkin: Most unappreciated. 50 prominent social psychologysts describe their
most unloved work. Oxford University Press, Oxford, 2011, pp. 199-201. Nota: en realidad,
Dunning y Caputo efectuaron no uno, sino cinco estudios relacionados, y a partir de ellos
mostraron que el efecto Dunnig-Kruger tenía implicancias graves en muchos ámbitos, como la
educación, el trabajo, la salud y la vida cotidiana.
23
Mayor, Juan; Suengas, Aurora; González Marqués, Javier: Estrategias metacognitivas. Aprender
a aprender y aprender a pensar. Editorial Síntesis, Madrid, 1995, 272 pp.
incluso autoempatía; análogamente, en la línea de lo meta- podríamos mencionar las
metamotivaciones, la metapsicología, el metaanálisis, la metaciencia (epistemología), la
metaevaluación, el metacurriculum (por el que aboga Perkins en La escuela inteligente) y
hasta la metanoia (noción de raigambre helénica y cristiana). Por cierto, el listado adicional
tampoco pretende ser exhaustivo.
Por otro lado, se puede comprobar que tendencias similares cobran también relevancia
en el ámbito social, político y económico. Para comenzar, el propio texto citado se refiere a la
noción de autopoiesis, de amplísima aplicabilidad. Piénsese también en la autogestión y en
la autodeterminación, nociones ambas que mantienen con la democracia y el desarrollo una
relación fundamental (literalmente, pues subyacen como fundamentos).24
Podríamos decir entonces que los desarrollos del individuo y de la sociedad están
cruzados en muchos sentidos por procesos auto- y meta-. Considerados como sistemas es
decir, constituidos por subsistemas y alojados en macrosistemas, tanto los individuos como
los grupos necesitan desarrollar habilidades de autoconocimiento, autorregulación y
autoorganización, al mismo tiempo que requieren cierta plasticidad para desdoblarse y
acceder al nivel superior o metasistema del que forman parte. Y cuando tal nivel no existe,
suele resultar indispensable generarlo. Así, por ejemplo, un poder judicial autónomo
garantiza cierta independencia, pero sin vigilancia ni control externos puede prestarse para
un encastillamiento autista (antesala de la injusticia, cuando no de la mera corrupción).
Desde luego, lo mismo vale para el poder legislativo y el poder ejecutivo, y también para los
directivos de empresas, organizaciones e instituciones de enseñanza (cuyo poder debe ser
matizado y tamizado por docentes y estudiantes), e incluso para un simple sindicato o un
centro de alumnos de un liceo.
En fin, lo que deseo recalcar acá es que la rotación en el poder y la vigilancia mutua de
los diversos estamentos –y de los pares al interior de cada estamento– es indispensable
para corregir las consecuencias negativas del verticalismo autoritario o burocrático. Por
ejemplo, más adelante esta tesis incluye un análisis pormenorizado de un microcuento casi
desconocido de Borges, titulado “El adivino”, análisis que muestra cómo la incompetencia del
brujo examinador era una amenaza no solamente para el candidato a doctorarse, sino para
toda su comunidad. Las moralejas de esa ficción son extrapolables a cualquier ámbito, pero
sus corolarios educacionales resultan especialmente dramáticos.

5.- PARADOJAS SOCIOEDUCATIVAS

5.1.- PARADOJAS MACROSOCIALES

En una línea sociológica, Ana Ornelas ha publicado un volumen para explorar el


fenómeno. En su introducción, la autora afirma:
“A la sociedad actual le es inherente una estructura paradojal agravada por la lógica
del mercado e impregnada de las tecnologías de la comunicación, cuyas consecuencias,
entre otras, son la fragmentación de la vida en sociedad y con ello de la personalidad de
sus miembros” (p. 15).
Luego la autora muestra los efectos devastadores que esta realidad tiene en diversos
niveles: la vida social y cotidiana, la moral familiar y la propia conformación de

24
A título de ejemplo, cabe citar el caso de una obra que rastrea las raíces de este concepto y sus
implicaciones internacionales, nacionales y hasta regionales: Javier Villanueva: Diccionario crítico de la
autodeterminación. Pensamiento europeo (1790-1919). Tercera Prensa (Hirugarren Prentsa), Donostia
(Gipuzkoa), España, 1991, 341 pp.
subjetividad. Al reseñar la introducción moderna de las nuevas tecnologías de la
comunicación, ella expresa:
“Paradójicamente, mientras en la modernidad el hombre era el fin, durante el siglo XX
el hombre dejó de ser el fin y se convirtió en el medio, y la comunicación (por el enorme
poder que significó) dejó de ser el medio y se convirtió en el fin […]” (p. 133).
Obviamente, eso está implicando que la persona queda atrapada en una suerte de
paradoja estructural. ¿En que consiste dicha paradoja? Pues en que el cambio
sociocultural se transforma en un proceso involutivo, ya que la “solución” (más educación)
se convierte en un nuevo problema.
Más adelante, Ornelas denuncia que “la sociedad de la comunicación o sociedad
mediática produce subjetividades mediáticas y especialmente produce el pensamiento
mediático que le es propio (p. 161)”. A partir de ahí, la autora formula una hipótesis muy
interesante respecto a lo que llama “ignorancia construida”, que sería un estado de
conocimiento y conciencia en que predomina el sentido común o los diversos imaginarios
sociales. Dado que estos “saberes” son más bien creencias, tienden a invisibilizar la
complejidad social (pp. 187-188). Ahora bien, un aspecto clave de esa complejidad es
precisamente que el carácter paradójico preside ni más ni menos que la
macrocomunicación y, por esa vía, torna paradójica también la vida interpersonal. En tal
sentido, la construcción de ignorancia sería el recurso que las élites emplean para impedir
que los individuos tomen conciencia de las contradicciones (socioculturales, económicas e
individuales) e intenten escapar de la esquizofrenia social (p. 193). Obviamente, la
ignorancia construida es antinómica con la educación liberadora o siquiera eficaz.
Por otra parte, si complementamos este planteamiento de Ornelas con lo que nos
muestra la Enseñanza para la Comprensión (EpC) de Gardner y Perkins o los hallazgos
de los Fenomenografía de la educación (especialmente Biggs) o con algunos hallazgos de
la psicología respecto a sesgos perceptuales y cognitivos, o con las conclusiones de la
psicología del autoengaño, el panorama resulta muy revelador.

5.2.- PARADOJAS MICROSOCIALES

Las paradojas estructurales denunciadas por Ornelas se proyectan desde el


macrosistema hacia las familias y los propios individuos. De hecho, a lo largo de varias
décadas de docencia he podido dialogar con muchos alumnos afectados por estas
paradojas. Manteniendo la debida confidencialidad, ofrezco a continuación una suerte de
resumen de observaciones y diálogos con estudiantes que se sentían atrapados en estas
situaciones paradójicas, porque me parece que complementan en un nivel “micro” la
visión “macro” de Ornelas:
5.2.1- Muchos padres empeñosos, que “salieron adelante en la lucha por la vida”,
desean que sus hijos alcancen mejores niveles de escolaridad que los que ellos lograron
dos o tres décadas antes; al mismo tiempo, esos “hijos del rigor” ofrecen a sus vástagos
mejores condiciones materiales que las que ellos tuvieron. Casi inevitablemente, dichos
jóvenes reciben exhortaciones para esforzarse de veras en los estudios, e incluso a veces
escuchan a sus padres quejarse de que en sus tiempos no había tantas posibilidades
para estudiar como las hay ahora; simultáneamente, esos hijos captan otros mensajes (a
menudo implícitos) que les hacen percibir casi subliminalmente que sus padres viven en
una contradicción, pues quieren ser superados y al mismo tiempo no quieren verse
superados. En buenas cuentas, esos padres se enorgullecen de sus hijos cuando ellos
siguen sus instrucciones, pero también se incomodan si los hijos van demasiado lejos en
su misión de superar a los padres y, por ejemplo, dan más crédito a los conocimientos
adquiridos que a los criterios y creencias parentales (por cierto, es común que los jóvenes
no solamente disientan de las ideas políticas de sus progenitores, sino que incluso las
juzguen anticuadas e/o infundadas).
En tales casos, los hijos quedan atrapados en una paradoja pragmática, que reverbera
casi crónicamente en su fuero interno: Debo superar a mis padres, porque eso los
satisface, pero al mismo tiempo no debo hacerlo, porque eso los frustra o los hace perder
autoridad. Una de las “opciones” inconscientes que estos jóvenes “eligen” es
transformarse ellos mismos en estudiantes paradójicos, que quieren y al mismo tiempo no
quieren superarse. Así, en colegios y universidades abundan los estudiantes
ambivalentes, que parecen marcar el paso por mero ritualismo, sin convicción ni
compromiso profundo con su propio presente ni menos por el futuro que deberán afrontar.
Suelen tener mejor escolaridad que sus padres, pero no siempre mejores hábitos;
aparentemente, son más relajados que ellos, pero a menudo menos autovalentes.
5.2.2.- En una línea similar, hay asimismo muchos jóvenes con actitudes pasivo
agresivas, lo que los torna paradójicos en ámbitos más amplios que el meramente
familiar. Así, mientras están en clases, algunos jóvenes conversan entre sí, distrayéndose
a sí mismos, a sus adláteres y a los propios docentes, o bien navegan por Internet
mediante sus notebooks, tablets y teléfonos celulares. Otros atienden a medias y casi no
participan en clases, pero se mantienen en la sala, porque su ambivalencia los inmoviliza:
no se sienten motivados hacia un esfuerzo genuino, pero tampoco querrían dar una señal
de completo desinterés, en parte porque temen las consecuencias y en parte porque
sienten la responsabilidad de satisfacer las expectativas de los padres.
5.2.3.- A la vez, los propios docentes resultamos muchas veces paradójicos, pues a
menudo quedamos atrapados entre dos mandatos que generan cierta tensión: [a] “Sé un
buen docente, porque eso es obviamente lo más relevante en el ámbito educacional”; [b]
“Preocúpate más bien de publicar y tejer redes dentro y fuera del país, porque eso
prestigia a la institución”. Por cierto, el equilibrio entre ambas metas (comprometerse al
interior de la institución, sobre todo en la docencia, versus proyectarse hacia el exterior
mediante publicaciones y redes) es tanto deseable como posible; sin embargo, lograrlo
resulta cada vez más arduo. De hecho, afrontar estas tensiones con dignidad y
creatividad es signo de madurez, pero intentarlo provoca en algunos docentes una severa
contradicción existencial, cuando no una suerte de enajenación.25
5.2.4.- Finalmente, la propia institución está ella misma en contradicción interna,
especialmente cuando es privada: tiene prohibido legalmente el lucro, pero inicialmente lo
buscaba y lo lograba por vías torticeras; intenta ser la más pública entre las privadas y
casi es vista como la más privada entre las cuasi públicas... Recibe cada vez más
alumnos de clase media o incluso modesta, pero propicia entre los académicos el
arribismo intelectual y hasta cierta indolencia respecto al drama que sufren los estudiantes
desaventajados o de formación precaria.

6.- EL ANÁLISIS PSICOCINEMATOGRÁFICO O PSICOFÍLMICO

En un cierto nivel, el modelo de análisis psicocinematográfico (o psicofílmico) podría


validarse por las publicaciones que aquí se incluyen y, sobre todo, por sus efectos en la
práctica docente. Por supuesto, eso no nos eximió de describir y fundamentar las
dimensiones que postula. Solo que el escrito inicial al respecto es tres años anterior a la

25
En 1972 Anthony Wilden acusaba a la universidad estadounidense por producir conocimiento
como mercancía y sin valor de uso, provocando indirectamente que el académico termine
inclinándose al cinismo o asumiendo el rol de “intelectual negativo”. Ver A. Wilden, 1979 [1972], pp.
15-31.
experiencia del doctorado, por lo cual debió ser excluido de esta compilación. En
cualquier caso, está disponible en Internet.26
Ahora bien, explicar cómo este modelo fue surgiendo y configurándose puede echar
cierta luz lateral respecto a toda la tesis, pues se trata de una propuesta empírica y al
mismo tiempo de un constructo teórico. Su elaboración responde a un triple afán: (1)
motivar a los estudiantes hacia el cine como arte y no como mera entretención, para que
se enfoquen tanto en las historias humanas como en las insospechadas implicaciones de
la experiencia estética; (2) fomentar capacidades cognitivas y metacognitivas, tales como
la atención, la observación, el razonamiento y las habilidades para derivar inferencias
relevantes y concebir interpretaciones plausibles; (3) promover el aprendizaje cooperativo
y el trabajo en equipo, con las exigencias que ello implica en el plano de la
argumentación, la persuasión, la escucha activa, la negociación interpersonal y la
productividad.
Como telón de fondo de tales propósitos operaba otro aun más transversal, en la línea
de lo que Perkins –en La escuela inteligente– llama metacurrículum. En este caso, dado
que la formación de psicólogos es una responsabilidad suprasegmentaria (a la que cada
asignatura debería subordinarse como un segmento de autonomía limitada), urge
involucrar a diversos docentes en torno a tareas comunes, de modo que las diferentes
asignaturas confluyan en la mente del estudiante y favorezcan aprendizajes más
significativos e integrados, condignos de la vocación interdisciplinar que nuestro proyecto
educativo proclama, pero que no suele cultivar con eficacia ni sistematicidad.
Surgieron así dos tríos de dimensiones: uno relativo a las personas (planos
interpersonal, intrapersonal y transpersonal) y otro relativo a la película como obra de arte
(planos ideológico, simbólico y estético). Naturalmente, estos seis planos o dimensiones
están relacionados entre sí, de modo que se estimula que los alumnos los distingan, pero
sin separarlos ni mucho menos disociarlos. Por lo demás –y esto es relevante para el
fomento del pensamiento complejo–, efectuar observaciones distinguiendo planos no
impide establecer relaciones entre dichos planos cada vez que el caso lo amerite.
Ahora bien, pese a que estas seis dimensiones resultaban orientadoras y tenían
sentido incluso más allá de la formación profesional de futuros psicólogos, lo cierto es que
me costaba muchísimo que los estudiantes escribieran análisis más profundos de una
película. En su mayoría se limitaban a describir la historia o los personajes, como no
pudiendo profundizar en ellos. Y entre quienes intentaban ir más lejos, no pocos
introducían interpretaciones demasiado audaces o no bien fundadas, de modo que yo
terminaba premiándolos por su iniciativa, pero corrigiendo sus descuidos argumentativos
(que a veces tienden al abuso hermenéutico o terminan en ese “derroche interpretativo”
que con tanta razón ha criticado Umberto Eco).
Reflexionando entonces de cara a esa práctica docente y sintiendo la necesidad de
mostrar mejor el sentido metacognitivo y formativo de los análisis psicofílmicos que exijo a
mis estudiantes, hacia el 2002 o 2003 concluí que debía enriquecer el modelo de seis
dimensiones distinguiendo seis niveles posibles en la exploración de cada una de ellas.
Para ser más gráfico, elaboré un cuadro de doble entrada, en que puse las dimensiones o
planos en el eje horizontal y los seis niveles en el eje vertical, tal como lo muestra el
siguiente esquema:

26
“Hacia un análisis psicocinematográfico integral” apareció en Mesa redonda, Universidad
Central, Santiago, Nº 1, 2002, pp. 137-150, y ocho años después en Gaceta de Psiquiatría
Universitaria, 2010, Año 6, N° 4, pp. 492-500. Las variantes y leves ampliaciones de la segunda
versión no justificarían su inclusión en esta tesis.
SEIS DIMENSIONES O PLANOS DE ANÁLISIS

SEIS NIVELES Interpersonal Intrapersonal Transpersonal Ideológico Simbólico Estético


Descriptivo
Inferencial
Interpretativo
Valorativo
Introspectivo
Heurístico

Aplicando luego la ‘mediación cognitiva’ propuesta de Reuven Feurestein y


adaptando al cine la ‘lectura cercana’ (close reading) practicado por el new criticism
estadounidense, me aboqué a escribir mis propios análisis para mostrar más nítidamente
cómo se puede explorar una película con atención, de modo de profundizar la propia
comprensión y experimentar al mismo tiempo un goce estético. En el camino descubrí que
esos análisis eran valorados por ciertas revistas académicas.
Adicionalmente, algunos alumnos se fueron interesando por mejorar su redacción y,
a través de ella, su propio pensamiento. Sin embargo, confieso que esto último –aunque
está entre los propósitos de mi docencia– resulta huidizo. Como expliqué en la ponencia
“Poder del lenguaje y lenguaje del poder en contextos educacionales” (incluida en esta
compilación), demasiados estudiantes mantienen enfoques muy superficiales respecto al
lenguaje y rara vez lo ven como un instrumento del pensar o como una vía hacia la
intersubjetividad. De hecho, más o menos un tercio de los trabajos que corrijo (que deben
presentarse bajo pseudónimo) jamás son retirados por sus autores, de modo que ellos no
se enteran de los comentarios y apostillas que añado en los márgenes y que en conjunto
les permitirían entender por qué recibieron las notas que recibieron.
A propósito de este desinterés de los alumnos, me permitiré un excurso que estimo
justificado, si bien podría parecer digresivo. Para salir al paso de esa dejadez estudiantil
(que en otros tiempos me hubiera resultado frustrante), he tomado tres medidas: Primero,
en la clase inicial aplico un minitest sin nota que los propios alumnos deben evaluar, una
vez que explico por qué son erróneos los distractores y por qué son correctas ciertas
respuestas que no lo parecen (en general, el rendimiento promedio suele frisar apenas el
30%). Segundo, refuerzo esas explicaciones mediante una hoja en que he condensado
las explicaciones respecto a los errores más comunes en la redacción estudiantil y en los
análisis de películas. Tercero, sabiendo de antemano que algunos alumnos no retirarán
sus trabajos, envío por mail una evaluación global, en que explico ciertos errores y señalo
los aciertos de sus análisis recibidos, pero indicando solamente los pseudónimos de los
autores. Sin embargo, muchos desaprovechan esas mediaciones.
Los estudiantes solo deben cubrir los tres primeros niveles de exploración
(descriptivo, inferencial e interpretativo), y quedan eximidos respecto al sexto (heurístico o
creativo). En lo tocante al cuarto nivel (valorativo y/o crítico) y al quinto (introspectivo y/o
autocrítico), debo decir que juzgo contraproducente calificarlos con nota, pero estimo
perfectamente legítimo pedirlos como parte de una breve reflexión metacognitiva
individual que todos los trabajos deben incluir, manteniendo cada autor su privacidad
mediante el pseudónimo.
Dicha reflexión metacognitiva debe ser escueta: más o menos diez líneas por cada
integrante del grupo, pero debe explicitar qué aprendió cada uno a propósito del trabajo
(al ver y examinar el filme, al escuchar a otros, al argumentar, al negociar, al redactar el
texto final, etc.), apuntando siempre al objetivo de comprender mejor los aspectos
psicológicos e interaccionales.27 Por lo mismo, también vale como reflexión metacognitiva
que el estudiante proyecte hacia el futuro algún aprendizaje (por ejemplo: “En lo sucesivo
haré tal o cual cosa” o “procuraré cambiar cierto hábito o determinada actitud en este
sentido o en otro”).
Para estimular una metacognición más nítida y progresivamente más eficaz,
proyecto al menos dos películas por semestre, las examinamos en clases y entrego un
análisis escrito que cubre las seis dimensiones y los seis niveles (remito especialmente a
los de ¿A quién ama Gilbert Grape?, Niños del cielo, Estación Central y La duda).
Por último, para no imponer a los alumnos una sola película, cada semestre escojo
cuatro diferentes, que en lo posible tengan calidad estética y pertinencia psicológica o
socioeducativa. Además, para favorecer el interés intercultural, procuro que cada
semestre haya una película norteamericana, una latinoamericana, una europea y otra
oriental.

27
Para mostrar con cierto detalle el modus operandi de esta propuesta docente y evaluativa,
incluyo como apéndice el instructivo entregado cada semestre, que indica aspectos formales de
contenido y de estructura del análisis, variando únicamente las cuatro películas alternativas.
IV.- CONCLUSIONES, LIMITACIONES Y SUGERENCIAS

El criterio que preside esta compilación de escritos responde al espíritu (no al


formato) de una investigación-acción, en modalidad crítica y autocrítica. Por esa razón, las
conclusiones apuntarán en primer lugar al entorno en que los escritos se originaron
(Escuela de Psicología de la Universidad Diego Portales), pero sus alcances trascienden
ese contexto, pues los problemas afrontados son muy comunes en el país. Al fin y al
cabo, en muchas partes las prácticas educativas parecen superadas por las vertiginosas
transformaciones socioculturales.
Así, pues, sintetizando y procurando trascender las reflexiones diseminadas en las
páginas previas, se propone a continuación un conjunto de conclusiones y sugerencias:

1.- DIVERSIDAD, DESIGUALDAD Y CONFLICTOS SOCIOCOGNITIVOS

Según se ha observado, cada vez resulta menos realista creer que todos los
alumnos están en condiciones de cursar las asignaturas normalmente (es decir,
profundizando la comprensión de los contenidos, el logro de los objetivos programáticos y
el desarrollo de competencias transversales de la carrera como un todo).
La clave del asunto parece estar en la masificación progresiva de los estudios
universitarios. La expansión de las últimas tres décadas ha sido tan intensa, que al menos
un 70% de los universitarios actuales son de primera generación (es decir, sus padres no
pasaron por la universidad). Así, las universidades chilenas de hoy presentan una enorme
variedad, e incluso en las instituciones más tradicionales el estudiantado es más
variopinto que antaño. Dicha variedad expresa la diversidad racial, económica, política,
cultural, valórica y religiosa, propia de cualquier sociedad compleja. Ahora bien, esa
complejidad no está siendo afrontada con realismo por las instituciones, aunque la
invoquen como indicio de apertura y hasta como garantía de tolerancia. Y es que, en la
práctica, las diferencias observables en nuestra población trasuntan desigualdades muy
pronunciadas, que se traducen en fracaso académico, deterioro económico, frustración
individual y tensiones familiares.
En tal sentido, para ser congruente con su discurso público, la universidad debería
empezar por reconocer las grandes diferencias de capital simbólico y de preparación que
presentan sus alumnos. Una vez evaluadas esas desigualdades, resultaría indispensable
intensificar los esfuerzos por reducirlas preparando intensa y personalizadamente a los
alumnos de formación más precaria.
El efecto Dunnis-Kruger-Caputo (abordado en esta tesis) cobra así enorme
relevancia práctica, pues está a la base de los conflictos sociocognitivos que tensan la
relación docente/estudiante, la coexistencia entre pares y también la relación entre
docentes y directivos, especialmente cuando los últimos no provienen del ámbito
educacional, como ocurre en no pocas instituciones privadas (por lo demás, que los
directivos provengan del ámbito académico tampoco impide que su lejanía de las aulas
los burocratice o vaya convirtiéndolos en una suerte de “gerentes”).

2.- NECESIDAD DE MEDIAR LA METACOGNICIÓN

Tras soportar durante doce o catorce años una educación incompetente, pero
competitiva (en Chile se compite hasta para ingresar a una sala cuna y prekinder),
muchos alumnos llegan a la universidad cansados y fastidiados. Por si ello no fuera
bastante, a menudo comprueban con decepción e/o impotencia que ese largo proceso les
dejó escaso saldo a favor.
En tal sentido, resulta cada vez más urgente promover el metaaprendizaje y
propiciar procesos metacognitivos, incluyendo tanto el autoconocimiento como las
habilidades procedimentales y de reformulación de problemas. De otro modo, resultan
más bien quiméricos propósitos tan relevantes como desarrollar el pensamiento crítico y
promover el aprendizaje autónomo.

3.- REFLEXIÓN Y REFLEXIVIDAD

Dado que casi todos los docentes deseamos contar con estudiantes reflexivos, no
está de más preguntarse qué tan reflexivos somos nosotros mismos en nuestro oficio y en
nuestra vida. Por mi parte, confieso que –en estas materias como en otras– me considero
todavía a medio camino, especialmente porque casi todas las materias admiten dos
enfoques simultáneos: uno orientado a propiciar el metaapredizaje estudiantil y otro
orientado a la necesidad de practicar en uno mismo lo que se enseña o recomienda. Y es
que la reflexividad es inherente a nuestros atributos más humanos: el pensamiento puede
pensarse a sí mismo, nuestra conciencia puede flectarse y transformarse en
autoconciencia y metaconciencia, el aprendizaje puede transformarse en
metaaprendizaje, etc.
En ese contexto, y habiendo acogido hace años el desafío de pensar las
competencias necesarias para los psicólogos profesionales, me pregunté cuáles serían
las competencias y subcompetencia de un docente ideal. He aquí un listado que me
parece razonable:
CONOCIMIENTOS. Cada docente debería tener conocimientos relevantes, amplios y
actualizados respecto de la asignatura que imparte; además, debería estar relativamente
informado –no necesariamente en profundidad– sobre materias conexas (por ejemplo,
aquellas abarcadas en las asignaturas previas, paralelas y posteriores). También debería
saber al menos lo sustancial respecto de los procesos cognitivos (qué es ‘saber’, ‘pensar’,
‘razonar’, ‘aprender’, ‘comprender’), metacognitivos y motivacionales. Por cierto, lo
anterior no servirá de mucho si el docente ignora cómo evaluar de modo válido, confiable,
realista y transparente, o si desconoce las reglas básicas del contexto en que se
desempeña (cuántas evaluaciones hacer, de qué tipo, en qué fechas, con qué
ponderaciones, etc).
HABILIDADES. Cada docente debería tener desarrolladas (y/o estar dispuesto a
desarrollar) habilidades que le permitan motivar, promover la curiosidad y la reflexión,
enseñar con claridad (exponiendo, explicando, argumentando), articular (distinguiendo,
comparando, integrando) y evaluar la comprensión profunda y la aplicación de las
materias.
ACTITUDES Y VALORES. Si bien es esperable y deseable que entre los docentes haya
gran variedad de opciones axiológicas, hay ciertas actitudes que se pueden considerar
transversales y que, por tanto, deberían formar parte del perfil de cualquier docente. Por
ejemplo, debería estar abierto al diálogo (apertura), ser al menos tolerante ante la
diversidad, y esa tolerancia debería evolucionar hacia el pluralismo; asimismo, cabe
esperar que cada docente valore la justicia, cultive el pensamiento crítico y autónomo
tanto como la creatividad y la reflexión.
Ahora bien, cruzando estos múltiples factores, elaboré finalmente el siguiente
esquema,28 que espero resulte útil:

28
Este esquema es una caja morfológica que se inspira en el modelo del intelecto según Guilford,
pero extrapolándolo al ámbito de las competencias del “docente ideal”.
4.- TRES NIVELES DE CURSOS, ACTIVIDADES Y PROFESORES:

4.1.- Muchos estudiantes necesitan cursos y docentes motivadores (sobre todo al inicio de
la carrera), formativos (una vez que hayan adquirido cierta disciplina y automotivación
suficientes) e integradores (especialmente hacia el final de la carrera, cuando deben
articular saberes dispersos para operar con eficacia práctica). El esquema piramidal que
propongo puede graficarse como sigue:

Integrads.

Formadores

Motivadores
4.2.- Sin perjuicio de lo anterior, cada curso podría seguir una secuencia semejante, pues
también un curso –e incluso cada clase– debería comenzar por motivar (aunque, por
cierto, no puede quedarse en eso). En otras palabras, el esquema de secuencias
propuesto podría entenderse como un fractal que organiza todos los niveles de
aprendizaje, desde el conjunto de la malla curricular, pasando por cada asignatura y
llegando quizás hasta el nivel de cada clase y hasta de cada bloque horario.

5.- INCORPORACIÓN DE ÓPTICAS INTEGRATIVAS

Como Gardner ha mostrado –y Guilford lo había insinuado treinta años antes–,


resulta insuficiente y hasta peligrosa una docencia que privilegie una sola capacidad
mental o un solo tipo de inteligencia. La Enseñanza para la Comprensión (EpC), la
Programación Neurolingüística (PNL), la antropología, la sociolingüística y muchas otras
corrientes muestran que se pueden cometer graves injusticias al privilegiar una sola clase
de aprendizaje.
Ahora bien, en cualquier asignatura los docentes podríamos fomentar al mismo
tiempo los “extremos” de ciertas polaridades, como inteligencia y creatividad, abstracción
e imaginación, sensibilidad y pensamiento crítico.

6.- LOS ESTUDIANTES COMO “CLIENTES”, “PACIENTES” E “HIJOS”

En el contexto de una universidad privada, cierto colega dijo hace años que, al
interactuar con nosotros, los alumnos alternan sus roles tan inesperadamente, que en
cada situación resulta difícil saber si están planteándose como estudiantes, como clientes
o incluso como pacientes (muchos de ellos presentan cuadros depresivos y hasta otros
más complejos). Quizás habría que agregar un cuarto rol: el de hijos, pues las dinámicas
transferenciales –y contratransferenciales– son muy frecuentes. En efecto, algunos
alumnos viven dinámicas familiares complejísimas, y pueden comportarse también como
hijos (demandando a veces afecto o manifestando actitudes ambivalentes).
Dada la crisis generalizada de la familia tradicional, quizás los estudiantes de hoy
son más complejos que los de antaño, y por lo mismo requieren nuevas competencias de
parte de los docentes. O quizás la sociedad deberá aprovechar otras instancias de
educación informal, como el aprendizaje de pares.

7.- ¿ESTUDIANTES IDEALES?

Dado que en nuestra asignatura examinaremos películas y narraciones, citaré un


cuento sufí titulado “La mujer perfecta”, cuyo protagonista es el célebre e inefable
Nasrudín.
Nasrudin conversaba con un amigo.
–Entonces, ¿nunca pensaste en casarte?
–Sí pensé –respondió Nasrudin–. En mi juventud, resolví buscar a la mujer
perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco, y conocí una mujer muy espiritual y
linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo.
Continué viajando, y fui a Isfahan; allí encontré una mujer que conocía el reino de
la materia y el del espíritu, pero no era bonita.
Entonces resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita,
religiosa, y conocedora de la realidad material.
–¿Y por qué no te casaste con ella?
–¡Ah, compañero mío! Lamentablemente, ella también quería un hombre
perfecto.
Pues bien, como los varones de este microcuento, los docentes nos quejamos a
menudo de cuánto distan nuestros alumnos reales de los alumnos ideales, y tendemos a
olvidar que si estos últimos existieran, seguramente buscarían otros docentes. Es lo que
sugiere Jaume Trilla en “Aula abierta”, que parece un microcuento y al mismo tiempo un
un microensayo:
El profesor entró en clase y la encontró desierta. Después de comprobar que no se
había equivocado de aula, ni de día ni de hora, reconoció con gran pesar que se había
equivocado de oficio.29
Huelgan los comentarios.

8.- PROGRESIÓN Y JERARQUÍA DE LOS APRENDIZAJES

Para ilustrar las premisas a partir de las cuales he elaborado esta propuesta, me
permitiré citar “Las grandes piedras”, fábula japonesa que comentaré aplicando en cada
caso nociones y distinciones propuestas o examinadas en el curso. He intervenido
ligeramente su texto, pues no me ha sido posible precisar su origen ni acceder a una
versión canónica.
Un maestro daba una conferencia a unos discípulos. Para dejar en claro un punto
utilizó un ejemplo que jamás olvidarían.
–Quisiera hacerles un pequeño examen...
De debajo de la mesa sacó un jarro de vidrio de boca ancha y lo puso sobre la
mesa frente a él. Luego sacó una docena de peñascos del tamaño de un puño y
empezó a colocarlos uno por uno en el jarro. Cuando ya no cabían más piedras
preguntó:
–¿Está lleno el jarro?
–¡Sí! –dijeron todos.
–¿Están seguros? –inquirió, y enseguida sacó de debajo de la mesa un balde
con piedras pequeñas. Echó algunas en el jarro y lo movió levemente, haciendo que
esas piedras pequeñas se acomodaran entre las grandes.
–¿Está lleno este jarro? –preguntó de nuevo.
Esta vez el auditorio ya imaginaba lo que vendría, y un discípulo dijo en voz alta:
–¡Probablemente no!
–Muy bien –contestó el maestro.
Sacó de debajo de la mesa un balde lleno de arena y empezó a vaciarla en el
jarro. La arena fue escurriéndose entre las piedras grandes y las pequeñas. Él volvió
a preguntar:
–¿Está lleno este jarro?
–¡No! –respondieron.
–¡Muy bien! –volvió a decir el maestro.
Sacó de debajo de la mesa una jarra llena de agua y la echó al jarro, llenándolo
hasta el borde mismo. Entonces miró al auditorio y preguntó:
–¿Cuál creen que es la enseñanza de esta demostración?
Uno de los discípulos levantó la mano y dijo:
–La enseñanza es que no importa qué tan llena de actividades esté tu vida, si de
verdad lo intentas, siempre podrás incluir más cosas.

29
Jaume Trilla: Aprender, lo que se llama aprender. Una teoría alfabética de la educación.
Octaedro, Barcelona, 1998, p. 8.
–¡No! –replicó el maestro–, esa no es la enseñanza. La verdad que esta
demostración nos enseña es: Si no pones las piedras grandes primero, no podrás
ponerlas en ningún otro momento.

En primer lugar, llama la atención que la sencillez de la fábula contraste tanto con la
profundidad de su moraleja. La confluencia de ambos atributos (sencillez y profundidad)
es ya un criterio a la hora de seleccionar una microficción.
1.- La interpretación que ofrece el discípulo es representativa de una comprensión
común, que en rigor no es propiamente errónea, aunque sí insuficiente. Desde la
fenomenografía educativa, diríamos que indica un “enfoque superficial”. En efecto, sin ser
frívola, la respuesta del discípulo no apunta a lo más relevante. Al concluir que cada cual
–incluso teniendo muchas actividades o quehaceres– siempre podría hallar tiempo para
desarrollar una nueva actividad, el discípulo desatiende lo principal, que en este caso era
la secuencia que el maestro siguió en su demostración. Es decir, el mejor
aprovechamiento espacial del jarrón requería correlativamente un orden óptimo de las
acciones: partir por las piedras grandes, seguir con las más chicas, continuar con la arena
y terminar con el agua.
2.- ¿En qué fundamos nuestro juicio positivo respecto a la calidad de esta fábula?
Desde luego, la demostración del maestro fue gráfica, sencilla y no exenta de cierta virtud
narrativa o dramatúrgica. Poniendo el jarrón grande sobre la mesa, él acaparó la atención
de los discípulos, quienes inicialmente no repararon en lo que estaba bajo la mesa.
Análogamente, intrigados por lo que la historia nos cuenta respecto al aprovechamiento
del espacio, los lectores desatendemos el aprovechamiento del tiempo narrativo. En
efecto, la secuencia de las acciones era un factor clave para la creación de cierto
suspenso y para configurar un telón de fondo que permitiera destacar la moraleja
principal.
3.- Así, pese a su brevedad, este apólogo despliega un complejo juego de figura y
fondo y también de espacio y tiempo. Tanto los discípulos como los lectores partimos
procesando información visual (un jarro de vidrio, piedras de distinto tamaño, arena,
agua), pero ellos y nosotros terminamos descubriendo que todos esos elementos y actos
transparentaban una conclusión práctica casi irredargüible: deberíamos siempre
agenciarnos primero los aprendizajes principales (o más generativos) y solamente
después de eso ocuparnos de los aprendizajes secundarios. Por añadidura, dicha
conclusión rebasa el ámbito de la inteligencia práctica y de la metacognición, pues implica
un principio más abstracto e incluso una lección espiritual.
4.- Aplicando ahora el pensamiento crítico y sociocrítico a esta fábula nipona, bien
podríamos cuestionar cierto autoritarismo del maestro. En buenas cuentas, sin sacrificar
un ápice su enseñanza principal, él podría haber sido menos tajante con el discípulo que
ofreció la interpretación preliminar. Al rechazar esa respuesta, el maestro pudo provocar
varios efectos indeseables: (a) herir la autoestima del discípulo; (b) inhibir su participación
futura o desincentivar su aprendizaje; (c) en un plano vicarial, también pudo provocar
efectos similares en otros discípulos que estuvieran extrayendo moralejas similares.
5.- Llevando un poco más allá nuestro cuestionamiento, diremos que si el maestro
quería promover la emancipación de los aprendices, entonces debería haber sido más
sutil. En efecto, su juicio taxativo (“No, esa no es la enseñanza”) incluye un metamensaje
peligroso, que podría traducirse así: “A ustedes todavía les falta agudeza para sacar las
conclusiones relevantes de cada lección, y por eso mismo deben seguir dependiendo de
mí”. Por cierto, sería abusivo concluir que el maestro intenta dar a entender eso, pero
también resultaría ingenuo olvidar que nuestros mensajes no son siempre voluntarios ni
conscientes. De hecho, las paradojas abundan en la vida real, y muchas veces
terminamos preguntándonos qué hacer para liberarnos de nuestros liberadores…
6.- Ciertamente, promover el pensamiento crítico y el pensamiento sociocrítico son
nobles propósitos, pero eso de ningún modo agota los objetivos de la educación. En el
caso de esta historia, después de valorar debidamente la eficaz lección que el maestro
ofreciera, bien podría uno imaginar cambios que la enriquecerían. Por ejemplo, cuando el
maestro pregunta por “la” enseñanza que cabría extraer de su demostración, parece
interpelar principalmente el pensamiento convergente de los aprendices; en cambio, si
hubiera preguntado por las enseñanzas derivables (es decir, en plural), los discípulos
habrían sobreentendido que sus respuestas podían ser varias y diversas. Y es que
estimular el pensamiento divergente (que busca soluciones numerosas, variadas y
originales a los problemas) es al menos tan importante como promover el pensamiento
convergente (que busca en cada caso “la” respuesta correcta). En suma, cabría replicar al
maestro parafraseándolo: “No, esa no es la única enseñanza de la demostración que
usted mismo acaba de hacer…”
7.- Claro está que, siendo realista, uno debería agradecer que haya cursos en que
se promueve principalmente el razonamiento (digamos, el pensamiento convergente) y el
pensamiento crítico. Es más: aplicando la analogía propuesta por el maestro de esta
microficción japonesa, cabría concluir que aprender a pensar con lógica y aplicando un
espíritu crítico implica agenciarse dos de las “grandes piedras” que la educación debe
priorizar. Sin embargo, incluso considerándolas como piedras angulares, ¿deberíamos
conformarnos con esas dos grandes metas educacionales?
8.- Ya es hora de añadir al menos otros dos megapropósitos: promover la
creatividad y propiciar el pensamiento complejo. Asimismo, comunicarse con cierta
cortesía o cuidado interpersonal también puede ser un aprendizaje preparatorio para un
civismo maduro. Al fin y al cabo, arriesgamos que incluso nuestro mensaje más relevante
sea desestimado si lo emitimos con brusquedad o descortesía.
9.- Lo anterior nos da una pista para afrontar la complejidad en el plano educativo.
En efecto, dado que cada día resulta más necesario integrar la disciplina formativa y el
placer de aprender, entonces el cine y las narraciones bien exploradas pueden sernos de
gran ayuda, incluso más allá del ámbito psicológico. Por ejemplo, el análisis de películas y
de narraciones podría favorecer también la consiliencia, es decir, la búsqueda activa e
interdisciplinar para articular conocimientos y aproximaciones de distintas procedencias
con el fin de unificar y enriquecer la comprensión de fenómenos complejos, como el
aprendizaje en sus múltiples niveles. Análogamente, también sería fructífero incorporar en
los análisis psicocinematográficos y en los ejercicios de comprensión lectora los criterios y
procedimientos propios del arteterapia, así como los hallazgos y planteamientos de
Parsons30 en relación al desarrollo de actitudes más maduras ante el arte, desarrollo que
a su juicio es tan secuencial como el desarrollo cognitivo postulado por Piaget o el
desarrollo moral postulado por Kohlberg.

9.- DISTINCIONES BÁSICAS Y PRELIMINARES

9.1.- Contenidos, habilidades, capacidades.- Conviene distinguir tres niveles que suelen
confundirse en cualquier curso o taller: (i) Los contenidos de un aprendizaje (por ejemplo, un
idioma, ciertas fórmulas o ecuaciones matemáticas, un período de la historia o del arte y la
literatura, etc). (ii) Las habilidades requeridas para entender e interiorizar realmente dicho
contenido: por ejemplo, al aprender un idioma, ponemos en juego habilidades para hacer
oraciones manteniendo una sintaxis correcta, claridad semántica y aceptabilidad pragmática
(adecuación al contexto, al momento, al receptor, etc). (iii) Las capacidades profundas o más

30
Michael J. Parsons: Cómo entendemos el arte. Paidós Ibérica, Barcelona, 2002, 232 pp.
básicas que subyacen a tales habilidades (abstracción, razonamiento, argumentación,
redacción, pensamiento crítico, creatividad).
9.2.- Las competencias y sus componentes.- Últimamente se ha puesto de moda –y
sería lamentable que fuera sólo una moda– la noción de competencia, que se relaciona
estrechamente con la jerarquía recién explicada. En efecto, toda competencia presupone: (i)
adquirir ciertos conocimientos; (ii) desarrollar habilidades para aplicar con eficacia tales
conocimientos, y (iii) adoptar algunas actitudes correlativas a esos conocimientos y esas
habilidades (por ejemplo, disposición a aplicarlos, autoconfianza al afrentar la tarea, cierta
proclividad a colaborar en el abordaje grupal de la misma, etc). Por cierto, una competencia
madura presupone que estos tres componentes se trenzan con tanta sinergia que resultan
indisociables.
Por otra parte, vale la pena señalar que en castellano el significante ‘competencia’ se
asocia a tres significados distintos: aptitud o capacidad (en el examen ella mostró su
competencia al volante); competición (mañana habrá una competencia de atletismo escolar);
incumbencia (el abogado alega que un juez de menores no tiene competencia en este
ámbito). Pues bien, en la práctica esas tres acepciones confluyen, ya que al desarrollar
competencias las personas se hacen más aptas y capaces, resultan más competitivas y,
finalmente, también sienten que les incumben más situaciones que antes (es decir, se
comprometen más amplia y más profundamente).
9.3.- Habilidades metacognitivas.- Si hemos de confiar en Flavell (1978), existen tres
grandes tipos de habilidades metacognitivas: (i) habilidades para autoconocerse, pues quien
se conoce mejor a sí mismo puede a elegir con más tino qué desafíos afrontar y de qué
modo; (ii) habilidades para descubrir la naturaleza de la tarea que se enfrenta (que no
siempre es explícita y, en todo caso, puede requerir más de una reformulación); (iii)
habilidades procedimentales (es decir, técnicas, estrategias y métodos para resolver con
mayor eficacia ciertas clases de problemas o tareas). Desarrollar estas tres grandes
habilidades metacognitivas requiere autoobservación, perspicacia y disposición para
interiorizar patrones de resolución de problemas y luego transferirlos a problemas similares,
introduciendo las variaciones del caso.
9.4.- Metacompetencias.- Resulta prioritario fomentar competencias básicas y
transversales, que posibilitan y potencian muy diversos aprendizajes. Tales
metacompetencias incluyen desde luego los diversos procesos de metacognición (como la
reflexión), así como la metacomunicación (capacidad para comunicarse acerca de la
comunicación, distinguiendo los distintos niveles de mensaje) y el metaaprendizaje (el
proceso de aprender a aprender). Al abogar por el “metacurrículum”, Perkins apunta en la
misma línea31.
9.5.- Eficiencia, efectividad y eficacia en educación.- Aunque estas tres nociones
suelen confundirse, conviene distinguirlas en un plano semántico, para iluminar así el
plano pragmático (el más relevante a la hora de evaluar proyectos, prácticas, hábitos o
acciones, ya sea en el plano laboral o en la vida cotidiana). Ofrezco entonces algunas
pistas, aunque sin ánimo de exhaustividad.
Eficiencia.- Ser eficiente presupone hacer buen uso de los recursos con que se
cuenta para cumplir los objetivos previstos. Por tanto, se puede evaluar el grado de
eficiencia si se compara lo planeado con lo realmente hecho: por ejemplo, cuántos
recursos se utilizaron versus cuántos se planeaba utilizar, o bien cuántos objetivos se

31Perkins, David: La escuela inteligente. Del adiestramiento de la memoria a la educación de la


mente. Gedisa, Barcelona, 32003 [N. York, 1992], 262 pp.
pretendía alcanzar versus cuántos se alcanzaron realmente (por cierto, en ambos casos
cabría a la vez evaluar qué tan relevantes eran tanto los recursos como los objetivos). Por
lo anterior, resulta obvia la relación entre eficiencia y productividad; sin embargo, también
se puede evaluar la productividad en términos cuantitativos o cualitativos. Así,
sobrevalorar el apego a lo planificado suele derivar en un estilo eficientista, que vigila
unilateralmente los costos y la productividad, pero descuidando la calidad y la innovación.
Efectividad.- En este caso también se valora sobre todo el cumplimiento de lo
planificado, pero enfatizando los resultados sin preocuparse mucho por los costos. Y al
vigilar sobre todo el cumplimiento final de la meta, el estilo efectista suele soslayar a qué
costo logró ese cumplimiento. Por ejemplo, cuando las autoridades desean sobre todo
elevar su popularidad o neutralizar a sus críticos, suelen tomar medidas efectistas, pero
onerosas y sin mayor impacto real.
Eficacia.- Evaluar la eficacia supone valorar precisamente el impacto real de lo que se
hace, y para eso convendría investigar si los efectos se dan en ámbitos de mayor o menor
relevancia, distinguiendo además los niveles de corto, mediano y largo plazo.
Supongamos que nos habíamos propuesto incrementar la lectura entre los jóvenes y que
hoy ciertas estadísticas acreditan que lo logramos; pero no es seguro que debamos
alegrarnos o felicitarnos por ese logro, pues investigaciones más acuciosas podrían
revelar que si bien fuimos eficaces, no fuimos eficientes. Por ejemplo, quizás nos
encontremos con sorpresas como: (i) los jóvenes leen más, pero sin comprender mejor
eso que leen; (ii) la mayor lectura se orienta a textos de escaso valor formativo; (iii) los
mejores promedios de lectura ocultan que el aumento de la lectura se concentra en
quienes ya leían más, por lo que la brecha entre los jóvenes se está agravando; (iv) el
incremento de la lectura está infatuando a algunos estudiantes y promoviendo un
criticismo displicente y no mayor reflexión o autocrítica. Estas sorpresas (hipotéticas, pero
probables) dejan claro que la eficacia no siempre correlaciona estrechamente con la
eficiencia.

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