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Purismo. Le Corbusier
Aproximación al Purismo
El Purismo es un movimiento posterior al cubismo que se inicia con la publicación del
libro Aprés le cubisme (Más allá del Cubismo), en 1918, por el pintor francés Amédeé
Ozenfant (1886-1966) y el arquitecto suizo Le Corbusier (fig. 45). Ambos están
desilusionados con lo que consideran el declive del Cubismo, que ha derivado hacia una
forma de decoración más elaborada. Piden la “restitución del arte sano”, basado en una
representación clara y precisa, y reclaman la utilización de una economía de medios y
armonías proporcionadas. Se inspiran en la pureza y la belleza que encuentran en las
formas de las máquinas y se guían por la convicción de que las fórmulas numéricas
clásicas son capaces de producir una sensación de armonía y, en consecuencia, de
felicidad (Dempsey, 2002):
El Purismo se afirma a sí mismo mediante una doble oposición. Por un lado se opone al
Cubismo y su empleo de múltiples puntos de vista simultáneamente y por otro se opone
al neo-impresionismo y su atención casi exclusiva a las circunstancias perceptivas de la
luz y el color. Los puristas consideran que la cuarta dimensión es una hipótesis gratuita
de los teóricos cubistas y que es absurdo intentar expresar nuevas dimensiones a parte
de las tres existentes en la naturaleza. Le Corbusier y Ozenfant opinan que incluso en el
terreno científico el concepto de una cuarta dimensión es muy problemático y
desconectado del mundo real, pues los sentidos del hombre sólo pueden distinguir tres
dimensiones en el espacio (Le Corbusier & Rüegg, 1997).
LA TRADICIÓN ESTÉTICA FORMALISTA Y LAS VANGUARDIAS CONSTRUCTIVAS
El Purismo tiene una intención globalizadora que pretende abarcar todas las facetas
artísticas y dirigirlas hacia una depuración formal con claras referencias a la filosofía
neoplatónica:
Como señala David Batchelor se trata de una teoría extremadamente racionalista (él la
califica de “ultra-racionalista”) que aboga por dominar intelectualmente el color.
Extrayendo frases literales del texto de Le Corbusier de 1918 (Aprés le cubisme) asegura
que:
“(…) el texto está plagado de términos como “lógico”, “orden”, “constante”, “certeza”,
“severo”, “sistema”, “fijación”, “universal”, “matemático” y demás. Pero cómo sabe
bien el autor, “cuando uno dice pintura, inevitablemente dice color.” En el universo
purista, el color es un problema, un “agente peligroso”; tiene las “propiedades de
producir un shock y una fatalidad formidable”; si a menudo “destruye o desorganiza”
en el arte puede alcanzar una dirección formidable para “elevar las facultades de la
mente” (Batchelor, 2000).
Apuntes para la charla Les relations entre architecture et peinture, Le Corbusier, 1938.
“El color, de este modo, debe ser controlado. Debe ser ordenado y clasificado; debe
establecerse una jerarquía. Y así es. Le Corbusier y Ozenfant proponen tres escalas de
color: ‘la escala mayor, las escala dinámica y la escala de transición’. La escala mayor
está construida con ‘amarillos ocres, rojos, tierras, blanco, negro, azul ultramarino y
algunos de sus derivados’. Esta escala es fuerte estable, da unidad y equilibrio; estos
colores son ‘constructivos’ y empleados ‘en todos los grandes periodos’. Y son
prácticamente los colores empleados por Le Corbusier en su pabellón de 1925. La escala
dinámica se hace con ‘elementos que estorban’: amarillo limón, naranjas, los
bermellones y otros colores ´animados´, ‘agitados’; la escala de transición contiene los
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‘alocados, verde esmeralda y todos los otros’ que son simplemente ‘no aptos para la
construcción’ (…) “ (Batchelor, 2000).
“La forma es preeminente, el color no es más que uno de sus accesorios. El color depende
enteramente de la forma material: el concepto esfera, por ejemplo, precede al concepto
color; se concibe una esfera incolora, un plano incoloro, no se concibe un color
independiente de cualquier soporte” (Carro, 2003).
De modo que tanto para Ozenfant como para Le Corbusier el color puede ser un añadido
a posteriori. Por eso Le Corbusier se siente legitimado, en el ámbito de la pintura, para
hacer dos versiones del mismo cuadro y colorearlos con gamas diferente, como ocurre en
Le Bol blanc y Le Bol rouge, de 1919.
Puede asegurarse que el Purismo está más preocupado por la forma que por el color, como
le pasaba en cierto modo al Cubismo. V. Kandinsky (1866-1944) en su libro “De lo
espiritual en el arte” (1911) señala ésta circunstancia propia de Picasso, y que lo distingue
de otro gran maestro como Matisse:
“Se observa que no estamos tratando con algo tan simple como los objetos blancos y las
superficies blancas, con el blanco como un hecho verificable empíricamente como color.
En lugar de eso estamos en la resurrección de la blancura. (…)
“El cielo es blanco y todo aquello que está más cercano a Dios -el Partenón, la idea, la
pureza, la limpieza- también comparten su color” (Batchelor, 2000).
Batchelor coincide con Mark Wigley al advertir que la apuesta teórica por el color blanco
de Le Corbusier tiene connotaciones ideológicas más que plásticas. No podría entenderse
de otro modo que el maestro suizo afirme que “para ser sinceros, mis casas no parecen
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blancas hasta que no dispongo fuerzas activas de color y valores en lugares adecuados”
(Le Corbusier; Purismo, 1920, en: Batchelor, 2000, p. 49).
De modo que afirmamos con cautela que en su primer periodo Purista, Le Corbusier no
está del todo interesado por la policromía en la arquitectura y es en su pintura donde
experimenta y despliega colores muy saturados. Los textos Apres Le Cubisme (1918) y
Purisme (1921), aunque hablan de color, se dedican más bien a prevenir a los arquitectos
de sus peligros que a motivarlos en su empleo.
A pesar del interés que pudieran despertar en Le Corbusier las experiencias de los artistas
neoplásticos, el arquitecto señala las distancias respecto de su arquitectura: rechaza el
colorido que rompe la forma, la caja espacial, un colorido que concentra en sí mismo las
principales cualidades espaciales y deja claramente por escrito sus discrepancias con ellos
en una entrevista ficticia mantenida entre él y Van Doesburg, publicada en L’Esprit
Nouveau.
Boceto para la casa de papeles pintados Salubra, serie Marmol. Le Corbusier, 1932.
LA TRADICIÓN ESTÉTICA FORMALISTA Y LAS VANGUARDIAS CONSTRUCTIVAS
Carta cromática papeles pintados Salubra, serie Salubra II. Le Corbusier, 1932.
Le Corbusier argumenta en el texto en torno a tres ideas que quedan respaldadas con
ejemplos de sus propios edificios construidos: “el color modifica el espacio”, “el color
clasifica los objetos” y “el color actúa psicológicamente sobre nosotros y reacciona
fuertemente sobre nuestros sentimientos”.
A pesar de sus esfuerzos por crear un sistema de colores para la casa Salubra comparable
al sistema de proporciones de El modulor (1948) y El Modulor II (1953), Le Corbusier
no llegará a utilizarlo de una forma dogmática en su arquitectura como si que hizo
respecto al sistema métrico.
En la sala de exposiciones de esta villa, el espacio se tensiona gracias al uso del color,
pero sin llegar a romper su forma. Le Corbusier se mueve siempre entre los polos de
abertura y cierre del espacio por medio del color para buscar lo que F. Lèger denomina
“rectángulo elástico”.
“El rectángulo habitable pasa a ser un rectángulo elástico. Retrocede una pared azul
celeste, avanza una pared negra, desaparece una pared amarilla. Tres colores elegidos,
enfrentados en un contraste dinámico, pueden destruir la pared”
Le Corbusier utiliza esta capacidad del color para destruir el volumen espacial a favor del
propio espacio. Consigue con la policromía destruir o construir volúmenes a merced de
su voluntad arquitectónica. El color puede hacer “desaparecer” un objeto del espacio
arquitectónico que moleste mediante el “camuflaje”. El color permite ordenar, jerarquizar
y unificar el resultado espacial.
En los últimos años, con las obras de Notre Dame du Haut en Ronchamp (1950-1954) y
Sta. Marie de La Tourette (1957-1960), asistimos a una voluntad por materializar la luz
por medio del color. Los elementos constructivos tienen texturas y la luz, por medio del
color, también. El arquitecto ya no busca tanto el “juego sabio de volúmenes bajo la luz”,
sino establecer relaciones cromáticas conmovedoras.
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