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Popurrí sobre lenguaje inclusivo vol.

II
Pág.
1. Lemus, Jorge; Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades. 2
2. Sarlo, Beatriz; Alumnos, alumnas y 'alumnes'. 24
3. Gil, José María; La paradoja de la "e": ¿es inclusivo el lenguaje inclusivo? 27
4. Sec. Académica y Depto. de Lenguas y Literatura (UNLP); El lenguaje inclusivo. 30
5. Hoyos Ragel, María del Carmen; Sexo, género y usos lingüísticos. 46
6. Almeida, Manuel; El factor sexo en los procesos de variación y cambio. 66
7. Seisdedos, Iker (entrev.); Darío Villanueva: "El problema está en confundir la
gramática con el machismo". 79
8. Giampaolo, Nancy; "Lenguaje inclusivo": una solución engañosa para la 84
desigualdad social.
9. Alvarez de Miranda, Pedro; El género no marcado. 88
10. Grijelmo, Alex; ¿Invisibiliza nuestra lengua a la mujer? 92
11. Marenghi, Claudio; A propósito del lenguaje inclusivo. 99
12. Lagneaux, Milagros; El lenguaje inclusivo y la escritura académica en la
universidad. 110
13. Alcaraz, María Florencia; Manual de instrucciones para hablar con la E. 117
14. Lewin, Miriam; Lenguaje inclusivo: la nueva grieta. 123
15. De Salvia, Bárbara; Lenguaje inclusivo: tres miradas para entender. 128
16. Marías, Javier; Palabras que me impiden seguir leyendo. 130
17. Gutiérrez Órdoñez, Salvador; Sobre 'pilota', 'portavoza', 'miembra' y otros
femeninos. 132
18. Navarro, Fernando; Si es mujer, ¿un miembro, una miembro o una miembra? 135
19. Díaz García, Soledad; Lenguaje inclusivo, un aspecto de una rebelión mucho más
profunda. 137
20. Nigro, Patricia; Diez motivos por los que no conviene usar (todavía) el lenguaje
inclusivo. 140
21. Ferro, Nanzur, Tedeschi (coord.); Guía para el uso de un lenguaje no sexista e
igualitario en la HCDN. 144
22. Regúnaga, María Fernanda; El género gramatical en algunas lenguas indígenas
sudamericanas desde una perspectiva tipológico-comparativa. 208
23. Fajardo Aguirre, Alejandro; La norma lingüística del español desde una
perspectiva lexicográfica: norma nacional versus norma panhispánica. 229
24. Rodríguez Diez, Bonifacio; Del latín al romance en español: la evolución del
género en los pronombres. 248
Publicado en Memorias del Encuentro de la Red Centroamericana
de Antropología (2001), Asociación Salvadoreña de Antropología,
San Salvador: pp 195-225

Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades


*
Jorge E. Lemus

Resumen

En este artículo se hace un análisis de las características sexistas generalmente atribuidas al


lenguaje, demostrando que en términos puramente lingüísticos ningún lenguaje es sexista
y que no hay relación entre la gramática del idioma y el estado de la mujer en la sociedad.
Luego, se ejemplifica cómo el uso del lenguaje refleja el verdadero sexismo existente en
nuestras sociedades. Este uso sexista del lenguaje es menos obvio pero más significativo
que las formas lingüísticas generalmente atacadas por los grupos feministas.

Palabras clave: sexismo, lenguaje, género, hipótesis sexista

Abstract

This paper analyses the language traits usually regarded as sexist, showing that in pure
linguistic terms no language can be regarded as sexist and that there is no relation between
the grammar of a language and the state of women in society. Then, it is shown how the
use we make of language reflects the real sexism present in our societies. This sexist usage
of language is less obvious but more meaningful than the linguistic forms usually attacked
by feminist groups.

Keywords: sexism, language, gender, sexist hypothesis

Introducción
En las últimas décadas, con el auge del movimiento feminista y con la reivindicación de
los derechos de la mujer, el lenguaje ha sido acusado de sexista, y se han querido incorporar
de hecho modificaciones a diversos idiomas para “limpiarlos” de ese carácter.1 Sin embargo,
estas modificaciones no han sido adoptadas por la población en general sino únicamente por
una minoría que se preocupa por proyectar una imagen personal o institucional con
“perspectiva de género” en el discurso hablado o escrito porque consideran que es

* Director de Investigaciones, Universidad Don Bosco. jlemus@udb.edu.sv


1
Se ha aceptado tácitamente que el lenguaje es sexista sin someter esta afirmación a prueba científica. Por las
pasiones ideológicas que el tema puede despertar, muchos han optado por confirmar lo obvio y no por poner a
prueba las predicciones de la hipótesis del idioma sexista.
2 Jorge E. Lemus

“políticamente correcto” incluir a la mujer en el discurso, asumiendo que al utilizar


terminología incluyente se le excluye.2 Pero, ¿porqué la población en general se niega a
aceptar estos cambios?
En el uso diario todos obviamos, incluso los más acérrimos proponentes de la hipótesis
de los idiomas sexistas3, el uso de las formas “no-sexistas” que abundan en la literatura. El
desdoblamiento de sustantivos (niños y niñas), por ejemplo, no se utiliza en el habla cotidiana
y no se vislumbra un cambio del lenguaje en esa dirección.
En este artículo analizo la problemática del sexismo en el lenguaje desde dos puntos de
vista lingüísticos. Primero analizo el lenguaje desde la perspectiva de la lingüística formal y
compruebo a través de ejemplos del español y otros idiomas que la hipótesis de los idiomas
sexistas no se puede sustentar científicamente. Luego enfoco la problemática desde el punto
de vista sociolingüístico y demuestro que los giros antropocéntricos presentes en el lenguaje
no son mas que un reflejo de los roles asignados a hombres y mujeres en la sociedad.
Finalmente, demuestro cómo el uso del lenguaje evoluciona naturalmente reflejando el
estatus de los diferentes actores sociales, por lo que concluyo que la única forma de despojar
al lenguaje de usos antropocéntricos que reflejan una subordinación patriarcal de la mujer en
la sociedad es igualando la posición de poder (político, social y económico) de la mujer y el
hombre. Los cambios lingüísticos son una consecuencia de esto.

¿Qué es el género?
Antes de comenzar con el análisis, quiero discutir brevemente las diferencias existentes
entre el género sexual, el género gramatical y el género social para delimitar el alcance del
estudio.4 El género o sexo de las personas es una diferencia genética natural de las especies
que no puede ser cambiada arbitrariamente, a menos que los estudios del genoma humano
nos lleven hasta niveles en los que se pueda determinar el sexo de las personas antes de su
concepción, lo cual sería un campo de discusión ético, religioso y científico más allá de los
propósitos de este estudio. Esta diferencia genética ha sido la responsable de la separación de
funciones entre el hombre y la mujer tanto en las sociedades primitivas como en las
modernas. El hombre tiene una complexión naturalmente más fuerte que la mujer, por lo que
históricamente ha realizado tareas que requieren de mayor esfuerzo físico, como la cacería y la
guerra, mientras que la mujer, físicamente más débil y en estado de preñez constante, ha
desarrollado actividades más domésticas, como cocinar, recolectar semillas y criar a los hijos.
En muy pocas sociedades prehistóricas se ha podido comprobar la participación de la mujer
en la cacería, la pesca o la guerra como una función cotidiana compartida con el hombre (ver
Friedl 1990). Aunque la mujer prehistórica debió ser mucho más fuerte que la moderna, era
siempre relativamente más débil que el hombre prehistórico. La discusión de la igualdad del
hombre y la mujer no se puede realizar en el campo de la genética.
El género gramatical es intrínseco de las palabras, como se demuestra más adelante, y no
puede ser cambiado por decreto. El género gramatical es un parámetro lingüístico que
diferencia a los idiomas y es impredecible. Incluso, en el mismo idioma el género de la

2
En idiomas como el español que tienen esta característica. En otros idiomas como el inglés se ha optado por
utilizar terminología incluyente.
3
Ver definición propuesta más adelante.
4
También existe el género literario, artístico, musical, etc. que se refiere a los diferentes estilos en estas áreas.
Este no se ha incluido en la discusión.
Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades 3

palabra cambia su significado. En francés, por ejemplo, la palabra livre puede ser masculina
“le livre” (el libro) o femenina “la livre” (la libra, unidad de peso), o en español “la frente” y “el
frente” o “el capital” y “la capital”. Este tipo de género, como se demuestra más adelante,
tampoco debe ser parte de la discusión de la igualdad de la mujer y el hombre ya que las
estructuras lingüísticas de los idiomas, igual que la estructura genética de las personas,
evolucionan naturalmente y no se pueden cambiar arbitrariamente.
El género social es intangible para el grupo social ya que éste es asignado por la misma
sociedad y cambia con ella. El género social es el que le asigna roles a las personas en una
comunidad; roles que son aceptados por todos tácitamente. Este tipo de género es el que ha
mantenido a la mujer como ciudadano de segunda o tercera clase en muchas sociedades. Este
es precisamente el campo en el que se debe luchar para borrar los roles estereotipados que
han sido asignados a las mujeres y que las han mantenido en una posición estigmatizada de
desventaja ante el hombre.
En este artículo me referiré únicamente a los dos últimos tipos de género y mostraré la
relación existente entre ambos.

Género gramatical
El género es uno de los parámetros lingüísticos que diferencia a un idioma de otro.
Greenberg (1966) en su tipología lingüística presenta una taxonomía del género en los idiomas
del mundo en su búsqueda de patrones lingüísticos universales. Él propone la existencia de
tres tipos de idiomas: a) Los que nunca marcan el género, b) los que tienen género semántico
o natural que únicamente distinguen género neutro (para todas las cosas) y género sexual
(hombre y mujer, macho y hembra) y c) los que tienen género gramatical o anómalo que le
asignan género a todas las cosas, sin importar si es animada o inanimada, humana o no.
Basándonos en la clasificación de Greenberg podemos decir que el español tiene género
anómalo o gramatical, por lo que el género de las palabras es impredecible, aunque no en su
totalidad. Entonces, la primera problemática que debemos resolver es determinar qué es lo
que marca el género de las palabras en español.

Sufijos –a y –o
El español cuenta con los sufijos –a y –o que marcan el género femenino y masculino,
respectivamente. Así tenemos palabras como perro, gato, niño y amigo que son masculinas, y
perra, gata, niña y amiga que son femeninas. Estas palabras muestran que con sólo cambiar el
sufijo cambia el género de las mismas (P.ej., perro / perra). Sin embargo, algunas palabras que
se refieren a animales o cosas tienen la vocal terminal como parte intrínseca de ellas; es decir,
no como sufijo sino como parte de la raíz. Esto implica que el género de éstas es invariable.
Por ejemplo, casa, mesa y escuela son intrínsecamente femeninas, y no podemos decir *caso, *
meso y *escuelo. De la misma manera, carro, cielo y lapicero son palabras intrínsecamente
masculinas y no podemos decir *carra, *ciela y *lapicera.5
Infortunadamente, la determinación del género de las palabras en español no es tan
sencilla como parece, ya que la vocal terminal de las palabras no siempre es la clave para
determinar el género de éstas. Muchos nombres de profesiones, por ejemplo, terminan en –a

5
El asterisco antes de cada palabra indica, por acuerdo entre lingüistas, que ésta es agramatical.
4 Jorge E. Lemus

y son gramaticalmente considerados como masculinos (P.ej., centinela, poeta, profeta), mientras
que otras palabras terminan en –o y son consideradas femeninas (P.ej., mano, seo, dínamo).6
Las palabras terminadas en –e también son un problema ya que –e es una vocal neutral
epentética (ver discusión más adelante). Así, “cantante” puede ser tanto masculina como
femenina.
Una solución apropiada y sin errores es fijarnos en el artículo que acompaña a los
sustantivos. Si el artículo es femenino (“la”) la palabra es femenina y si es masculino (“el”) la
palabra es masculina. De esta manera, sabemos que “la mano” es femenina y que “el atleta” y
“el cantante” son masculinos. Estos pocos ejemplos son suficientes para demostrar que lo que
marca el género de las palabras es el artículo, ya que el sustantivo únicamente se
subcategoriza (i.e. toma ciertas categorías como parte de su sintagma, por lo que no podemos
decir *el mano) por un artículo que concuerde con su género intrínseco, sin importar su
terminación vocálica.
Otra prueba es añadir adjetivos a las palabras y ver qué género toman estos. “La mano
bonita” nos indica que la “mano” es femenina no sólo por el artículo sino también por el
adjetivo “bonita” que es femenino. De nuevo esto se debe a los requisitos de
subcategorización de las palabras.
El idioma español utiliza la forma masculina y femenina de las palabras como género
gramatical, y cuando el término incluye a ambos géneros, el idioma utiliza gramaticalmente la
forma masculina como género sintético, por lo que se dice que el género en español es
incluyente. Es decir, la forma masculina usada en forma sintética es incluyente (incluye tanto
al género masculino como el femenino) mientras que la forma femenina es excluyente (excluye
al género masculino) por lo que se dice que el femenino es el género “marcado”.7 Así, en un
grupo de hombres y mujeres, utilizamos el pronombre “nosotros” para referirnos a todo el
grupo, sin importar el sexo del hablante. Sin embargo, si se utiliza el pronombre femenino
“nosotras”, se excluye automáticamente a todos los hombres del grupo. Esta es una
característica propia del idioma español. Sin embargo, actualmente algunos grupos feministas
sostienen que el masculino “nosotros” es excluyente, por lo que tenemos que utilizar el
desdoblamiento de términos y decir “nosotros y nosotras”.8 Incluso he escuchado a alguien
sugerir que si hay más mujeres que hombres se debe decir “nosotras”, aunque el que habla
sea hombre. Ésta sí sería una opción excluyente ya que los hombres quedarían
automáticamente fuera de la conversación.9
La problemática de las posibilidades de género de las palabras terminadas en /a/ y /o/
que no son los sufijos de género –a y –o, dependiendo del artículo que tomen se ilustra en
apéndice 1.

6
Dínamo, para muchas personas en El Salvador es una palabra masculina por asociación de la terminación –o
que es interpretada como el sufijo masculino.
7
Decir que una palabra es “marcada” significa que no sigue los patrones comunes del lenguaje por lo que es
excepcional.
8
Los desdoblamientos del tipo “nosotros y nosotros”, “ciudadanos y ciudadanas”, “salvadoreños y salvadoreñas”
son considerados por muchos lingüistas como un vicio lingüístico de estilo.
9
Por siglos, los gramáticos prescriptivos han tratado infructuosamente de decirnos “como se debe hablar el
idioma”. Siempre han fracasado pues los idiomas son un fenómeno natural y evolucionan independientemente de
lo que nosotros queramos. Si los gramáticos hubieran tenido éxito en el pasado, este artículo estaría escrito en latín
o en español antiguo. ¿Porqué ahora un grupo minoritario habría de imponernos una nueva forma de hablar?
Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades 5

Epéntesis: vocal terminal –e


La epéntesis es un fenómeno fonológico encontrado en prácticamente todos los idiomas
del mundo. Podríamos decir que es un proceso de reparación o adaptación de las palabras a
las restricciones fonológicas de cada idioma y consiste en la inserción de un segmento (vocal
o consonante) para rescatar a otro segmento que viola la estructura silábica de la palabra. En
español, por ejemplo, la fonología no nos permite terminar una palabra en un racimo
consonántico10 o en consonante obstruyente.11 Si una violación a estas restricciones ocurre, el
idioma adapta las palabras automáticamente insertando una vocal epentética, elidiendo el
fonema violador o añadiendo la palabra al léxico del idioma como palabra marcada. Así
tenemos esnob del inglés snob (epéntesis), carné del francés carnet (elisión) y bíceps del griego
biceps (adjunción).12
Basándonos en este proceso propio del español, podemos decir que las palabras que
terminan en –e epentética superficial en realidad terminan en consonante o racimo
consonántico ilegal en su representación subyacente13, y que la –e se inserta para rescatar la
consonante final o la consonante inicial cuando el racimo consonántico se encuentra al
principio de la palabra. Este proceso se aplica a todas las palabras, sin importar su origen y se
manifiesta oralmente en forma natural por los hablantes nativos del idioma (P.ej.,
nahuatismos como petate, aguacate del nahuat “petat” y “awakat”, en donde la vocal epentética
se inserta al final de la palabra para rescatar la consonante huérfana durante la silabación, o
anglicismos como estándar y esnob del inglés “standard” y “snob” en los que la vocal se inserta
al principio de las palabras).14 Entonces, la –e final de los sustantivos no es un sufijo de
género sino una vocal neutral insertada por un proceso fonológico propio del español. 15
La existencia de la vocal epentética –e y su mala interpretación como terminación
masculina ha hecho caer a muchos en aberraciones lingüísticas cada vez más populares en los
medios impresos. Por ejemplo, a las palabras presidente, elefante y estudiante se les ha
interpretado la vocal terminal –e como masculina, cambiándola por –a para la forma femenina

10
Un racimo consonántico es una combinación de dos o más consonantes como cabeza (al principio) o coda (al
final) de una sílaba; por ejemplo, en la primera sílaba de la palabra trans.na.cio.nal, [trans], la cabeza es el racimo
consonántico tr- y la coda el racimo consonántico –ns.
11
Excepto el fonema /s/, transcrito con las letras “s” y “z”, que sí es legal en posición final debido a su condición
extramétrica (Lemus 1996).
12
En el caso de palabras como club, reloj, usted que terminan en consonante obstruyente (prohibida en español en
esta posición), los hablantes de español generalmente optan por elidirla en el habla coloquial, diciendo [klu, reló,
usté], o espirantizarla (volverla fricativa) como [klu!, uste!]. En el habla hipercorrecta siempre optamos por
pronunciar las consonantes ilegales. De la misma manera, los racimos consonánticos en posición de coda son
reducidos a una sola consonante como transcribir o bíceps que se simplifican a [traskribir] y [bíses].
13
La representación subyacente es la forma básica de la palabra (su representación abstracta) antes de sufrir algún
cambio morfofonológico del idioma, mientras que la representación superficial es la palabra dicha por el hablante
(su representación concreta, lo que oímos decir), resultado de la aplicación de reglas morfofonológicas del idioma.
14
Cualquier profesor de inglés puede dar fe de esta vocal epentética. Todos los estudiantes de inglés como lengua
extranjera cuya lengua materna es el español introducen /e/ al principio de las palabras que comienzan con /s/ en
inglés (P.ej., special, student, storm y sky son pronunciadas por los hispanohablantes nativos como especial, estudent,
estorm y esky). Este proceso es tan natural que a los estudiantes les cuesta reconocer el error y corregirlo.
15
La evidencia de la existencia de esta vocal epentética proviene del gran número de palabras que terminan en –e
precedida de una consonante obstruyente o del comportamiento de la –e final en palabras compuestas. Por
ejemplo, las palabras eslavo y esfera pierden la /e/ inicial en yugoslavo y hemisferio ya que después de la
concatenación de morfemas y resilabación de las palabras se pierde la ilegalidad de los racimos consonánticos /sl/ y
/sf/. Para una discusión más técnica de este fenómeno ver Lemus (1996) y Harris (1983).
6 Jorge E. Lemus

(cfr., president-a, elefant-a, estudiant-a). Aceptar estas formas tiene implicaciones serias para
el lenguaje ya que esto predice que otras formas similares también tomarían la declinación de
género. No habría argumento para decir que las formas femeninas de cantante, ponente y jinete
no son *cantanta, *ponenta y *jineta. Sin embargo, todas estas palabras son rechazadas por
hablantes de español como lengua materna.16
Como se ha podido demostrar en la discusión anterior, el español y todos los idiomas con
género gramatical, no discriminan por sí solos a la mujer al utilizar términos masculinos
sintéticos ya que las características de la concordancia del género son totalmente predecibles y
obedecen reglas y restricciones propias de cada idioma. Algunos fenómenos naturales del
idioma como la epéntesis discutida anteriormente han sido mal interpretados como
marcadores del género masculino sintético, lo cual es errado. Sin embargo, sí se puede utilizar
terminología ya existente en el idioma que no haga referencia explícita al hombre, aunque se
trate de formas sintéticas. En español, y en otros idiomas con género gramatical, podemos
evitar en el discurso el aparente antropocentrismo estructural del lenguaje utilizando palabras
más genéricas. Por ejemplo, en lugar de decir los profesores podemos decir los docentes o el
personal docente.17

Marcadores de género en otros idiomas


El género gramatical es común entre los idiomas del mundo. Cada uno utiliza formas
distintas de referirse al masculino, femenino y al neutro. Algunos idiomas hacen estas
distinciones por medio de afijos, ítemes léxicos, sonidos o construcciones gramaticales; no
hay un patrón universal. En esta sección presento algunos ejemplos de marcadores de género
en varios idiomas diferentes al español.
En japonés, algunas palabras son de uso exclusivo de las mujeres o de los hombres. Por
ejemplo, la palabra “comida” es meshi para los hombres pero gohan para las mujeres; de igual
forma, los hombres se llaman a sí mismos wasi u ore mientras que las mujeres les llaman
watasi o atasi; también en la morfología, cuando las mujeres japonesas hablan, introducen la
partícula –ne al final de la oración para demostrar que son mujeres. En tailandés sucede algo
similar, las mujeres se llaman a sí mismas dìchân y los hombres las llaman phôm. En las
Pequeñas Antillas, los indios caribes utilizan distintas formas de hablar para hombres y
mujeres, como si fueran dos idiomas distintos.18 Entre los dyirbal de Australia existe una
variedad de lenguaje que es utilizada únicamente en presencia de la suegra (guwal se habla en
toda la comunidad y dyalNay únicamente frente a las suegras); algunos idiomas incluso hacen
diferencia de género, dependiendo de los fonemas que utilizan hombres y mujeres.
Wardhaugh (1988) da los siguientes ejemplos de diferencias fonológicas entre hombres y
mujeres. En gros ventre, una lengua amerindia del noreste de los Estados Unidos, las mujeres
tienen consonantes oclusivas palato-velares (e.g., kjatsa “pan”) mientras que los hombres
tienen consonantes oclusivas palato-dentales (e.g., djatsa “pan”).
Las diferencias del lenguaje no tienen que ver solamente con el género de los hablantes
sino también con la edad o hasta con el parentesco. Así, en Yukaghir, una lengua del noreste

16
Podría ser que en el futuro estas formas sean aceptadas o simplemente rechazadas por los hablantes. En el
lenguaje no se pueden predecir los cambios.
17
Ver el Apéndice 2 para más ejemplos de alternativas lingüísticas ya existentes en el idioma.
18
Este es el resultado histórico de cuando los indios caribes conquistaron las islas matando a todos los hombres
arauacos y tomando a las mujeres arauacas como sus esposas (Taylor, 1951).
Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades 7

asiático, las mujeres y los niños pronuncian los sonidos [ts] y [dz], mientras que los hombres
pronuncian [tj] y [dj], y los ancianos de ambos sexos pronuncian [tS] y [dZ]; en chukchi, idioma
hablado en Siberia, los hombres eliden la /n/ y la /t/ entre vocales, mientras que las mujeres
no; en Montreal, los hombres tienden a no pronunciar la /l/ de los artículos franceses il, elle, la
y les mientras que las mujeres sí; y en Escocia, las jóvenes escolares pronuncian la /t/ en
palabras como water y got, mientras que los jóvenes escolares la sustituyen por una glotal
oclusiva [/].
Como podemos ver con los ejemplos anteriores, diversos idiomas en el mundo utilizan el
lenguaje de tal manera que es claro distinguir el sexo de los interlocutores y del referente. Las
diferencias no sólo tienen que ver con el género, algunas veces con la edad como en Yukaghir
o con el parentesco como en dyirbal. Es decir, entonces, que cada idioma desarrolla
naturalmente su forma de referirse a los distintos géneros. Estas diferencias estructurales no
tienen nada que ver con las diferencias de status entre los sexos en las distintas sociedades.

Simplificación lingüística
El idioma es dinámico, cambiante y se resiste a todo control externo. Por eso podemos
decir que el idioma es probablemente lo más democrático que hay en nuestra sociedad ya que
los cambios lingüísticos siempre son por la mayoría. La élite académica y la clase social
dominante siempre han querido imponer su variedad del lenguaje como la “correcta” y han
prescrito numerosas reglas de “cómo se deben decir las cosas”. Históricamente, siempre han
fracasado. Los romanos educados insistían en que todo el mundo debía hablar latín clásico
porque era lo mejor, pero el pueblo hablaba latín vulgar. Luego, el latín vulgar evolucionó en
las distintas regiones europeas (no se “degeneró”, como dicen algunos gramáticos) en las
lenguas románicas (Menéndez Pidal, 1973), de las cuales el español es miembro. ¿Qué hubiera
sucedido si los puristas del lenguaje hubieran tenido éxito? En la actualidad, todos
habláramos latín clásico y las lenguas románicas no existirían. Los cambios diacrónicos
(históricos) y sincrónicos (actuales) en el lenguaje se dan por el uso masivo de una nueva
forma lingüística que simplifique o vuelva más exacto el idioma. Un cambio que vuelva al
idioma más complejo o añada ambigüedades a las expresiones nunca es adoptado por la
población, aunque una élite con autoridad lo promueva.
La simplificación del lenguaje es lo natural. Podríamos llamar a esto “el principio de la
simplicidad lingüística”. Aquí en El Salvador, por ejemplo, entre los escolares, y cada vez más
en otros grupos sociales, las palabras porfa, comper y el borra son formas simplificadas de por
favor, con permiso y el borrador. En este mismo orden de palabras apocopadas encontramos
profe, inge, lic, doc, etc. Estas palabras adquieren su género dependiendo del artículo que se
utilice: el profe, la profe, el inge, la inge, el lic, la lic, el doc, la doc. Otras palabras y expresiones
cambian el género por la reducción. Por ejemplo, los saludos buenos días, buenas tardes y
buenas noches han sido cambiados en el uso diario coloquial por “buenas”, que se usa incluso
en las mañanas por “buenos días” (nótese el cambio de género).
Análisis diacrónicos de diferentes idiomas nos muestran que la tendencia es siempre a
simplificar: el número de vocales disminuye, los sonidos complejos se reemplazan por otros
más simples, la morfología se simplifica, las palabras largas se acortan, y muchos otros
cambios que tienden a hacer la lengua más simple. Volver más complejo el idioma viola el
principio de la simplicidad lingüística. Ningún idioma toma este camino en su evolución
natural y cualquier intento de cambiarlo en forma artificial es siempre rechazado por los
8 Jorge E. Lemus

hablantes. Sobre esta base, podemos explicar porqué los hablantes de español se niegan a
utilizar los desdoblamientos del tipo niños y niñas, salvadoreños y salvadoreñas. Esta es una
complejidad innecesaria y no es un cambio natural ya que el español tiene nombres sintéticos
que incluyen tanto al femenino como al masculino.
Otros cambios propuestos también son rechazados por los hablantes. Por ejemplo,
algunos han propuesto utilizar la vocal neutral [e] en lugar de los desdoblamientos con los
sufijos –a y –o discutidos anteriormente. Así, en lugar de decir niños y niñas, salvadoreños y
salvadoreñas, nosotros y nosotras, diríamos niñes, salvadoreñes y nosotres o al dirigirnos a un
grupo de personas compuesto por hombres y mujeres diríamos querides amigues o compañeres.
Otros han optado, siempre pensando en evitar los desdoblamientos, en utilizar el símbolo @19
en lugar de los sufijos de género. De esta manera en lugar de los niños y las niñas se escribiría
l@s niñ@s. Sin embargo, aun queda el problema de la pronunciación del símbolo @ ya que
éste no representa a ningún fonema español.
Lo interesante de las propuestas anteriores hechas por sectores progresistas y feministas
es que tienden a evitar los desdoblamientos y por lo tanto tratan de simplificar el idioma. A
pesar de que estas formas han sido promovidas por organismos gubernamentales y no
gubernamentales, su uso es prácticamente inexistente entre la población y los medios de
comunicación. La razón de este rechazo es sencilla: ninguno de los cambios propuestos ha
evolucionado naturalmente y atentan contra la estructura propia del idioma. Aceptar estos
cambios en el lenguaje es asumir, tal como los conductistas de los años 50’s y 60’s (Skinner
1957) proponían, que el lenguaje es un hábito. El enfoque conductista de la adquisición de la
lengua fue ya ampliamente refutado en el pasado (Chomsky 1959). Se demostró, incluso
matemáticamente (McNeill 1968), que la adquisición del lenguaje no podía ser explicada en
términos de estímulo y respuesta.

La hipótesis del idioma sexista


Como mencioné al principio de este artículo, los idiomas han sido acusados de sexistas
por diversos grupos que consideran que la mujer ha sido invisibilizada en la historia por el
lenguaje sintético y que su condición de desventaja social frente al hombre se perpetúa a
través del lenguaje. Estas afirmaciones se pueden traducir para propósitos de análisis en una
hipótesis a la que llamo la Hipótesis del Idioma Sexista o HIS. La HIS clasifica a las sociedades
como más o menos sexistas dependiendo del grado de sexismo que contenga el idioma que
hablan, si asumimos que el idioma es un reflejo del estado de la mujer en esa sociedad. A
continuación propongo una versión de lo que podría ser la HIS:

HIS: A mayor utilización de terminología masculina incluyente en el lenguaje, mayor grado


de discriminación de la mujer en la sociedad.

La HIS es una versión muy específica de la conocida hipótesis Sapir-Whorf de la


relatividad lingüística que sostiene que la estructura lingüística de los idiomas refleja la visión
del mundo de sus hablantes (Whorf 1956). En su momento esta hipótesis tuvo mucho impacto
en el mundo académico de la época y como toda hipótesis científica fue sometida a prueba.

19
Este símbolo, popularizado en el lenguaje de Internet, se utilizaba originalmente como abreviatura de la palabra
latina at, y actualmente para abreviar la palabra arroba (unidad de peso).
Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades 9

Sendos estudios posteriores no han podido demostrar la validez de la hipótesis Whorfiana


(Koerner 1992, Lucy 1992) e incluso se ha demostrado que su análisis del idioma hopi estaba
equivocado (Malotki 1983).20 Fácilmente se puede demostrar cómo personas que hablan el
mismo idioma tienen visiones diferentes del mundo, moldeadas todas ellas por la sociedad en
la que viven y utilizando el lenguaje únicamente como medio transmisor y no determinante de
la condición del hombre y la mujer en su sociedad.21 Sin embargo, a pesar de las diversas
refutaciones y cuestionamientos, la teoría whorfiana sigue siendo atractiva para muchos.22
La HIS es una de las implicaciones de la hipótesis whorfiana ya que relaciona el lenguaje
con el estatus quo de la mujer y el hombre en la sociedad. Es fácil, entonces, una vez formulada
la HIS, someterla a prueba y comprobar si sus predicciones con respecto al estatus de la
mujer en la sociedad se cumplen al hacer un análisis comparativo entre varios idiomas y la
condición de la mujer en los pueblos que los hablan.23 Debe aclararse que lo que se someterá
a prueba es la estructura del idioma y no su uso por la sociedad, el cual será analizado más
adelante.
La HIS hace varias predicciones sobre el lenguaje. Primero, niega la existencia de
nombres sintéticos (masculino y femenino), por lo que las palabras sólo pueden tener un
significado. Así, cuando decimos “nosotros”, estamos excluyendo a las mujeres por lo que
tenemos que decir “nosotros y nosotras”, o cuando decimos “médicos sin fronteras” estamos
diciendo que los que pertenecen a esta organización humanitaria solo son hombres. Nada más
errado. En todos los idiomas existen palabras homófonas (se pronuncian igual pero tienen
significados diferentes). Esto nos permite afirmar que en español, por ejemplo, existen tres
pronombres de la primera persona plural: nosotros (masculino), nosotras (femenino) y
nosotros (sintético, masculino y femenino). El significado de estos pronombres depende de su
función semántica en la oración. Nótese que el femenino es la versión marcada y por lo tanto
excluyente ya que tiene únicamente un significado (femenino), no puede incluir a los hombres
(masculino). De la misma manera, “médicos sin fronteras” incluye tanto a hombres como a
mujeres.
Pero la implicación más seria de la HIS es que en las sociedades en las que se hablan
idiomas que utilizan el masculino sintético se discrimina a la mujer y que en las sociedades en
las que se hablan idiomas que no hacen distinción de género, las mujeres tienen un estatus

20
Whorf sostenía que en hopi no existían adverbios de tiempo por lo que el tiempo en esta comunidad indígena
del sur de Arizona, EE.UU., era no lineal y por lo tanto sus hablantes podrían entender fácilmente la teoría de la
relatividad de Einstein. Estaba equivocado en ambas afirmaciones: el hopi sí tiene adverbios de tiempo y sus
hablantes son tan buenos con las matemáticas como los hablantes de cualquier otro idioma.
21
Basta con comparar nuestra cultura salvadoreña, y nuestra visión del mundo, con la de otro país de habla
hispana. No me atrevería a decir que los argentinos y los españoles, por ejemplo, ven la vida igual que nosotros en
El Salvador.
22
No hay duda que el lenguaje es el medio principal por el cual se transmiten de generaciones veteranas a novatas
los principios, creencias y valores de las distintas comunidades. Hay mucha diferencia, sin embargo, entre usar el
lenguaje como medio transmisor de cultura y usar el lenguaje como moldeador de cultura.
23
Debido al tipo de pasiones ideológicas que este tema puede despertar en muchas personas, es necesario
despojarse de todo subjetivismo al hacer este tipo de análisis ya que es muy fácil encontrar evidencia a favor de la
HIS en idiomas como el español por tener género sintético, por eso tenemos que hacer un estudio comparativo
entre varios idiomas de distintas familias lingüísticas. El peligro de un análisis sesgado es evidente en este tema. Ya
Karl Popper señalaba en Conjectures and Refutarions (1963) los peligros de sólo querer confirmar una hipótesis. Es
fácil encontrar evidencia a favor si no se toma en cuenta o se busca la evidencia en contra. Por esta razón, Popper
sostenía que la única forma de confirmar una hipótesis es tratar por todos los medios de refutarla. Si fallamos en
nuestra empresa de falsificación, la confirmamos.
10 Jorge E. Lemus

igual al del hombre. Por lo tanto, si el idioma cambia, el estatus de la mujer en la sociedad
también cambiará. Esta es una predicción demasiado fuerte y le da al lenguaje un poder que
no tiene sobre la sociedad.24 A continuación describo el uso del género lingüístico en algunos
idiomas de familias lingüísticas distintas. Esto servirá para poner a prueba la HIS.

Pipil
El idioma pipil de El Salvador es un idioma uto-azteca, de la subfamilia de uto-aztecas
sureños que cubre desde el norte de México hasta Nicaragua (Campbell 1985, Lemus 1997).
Este idioma carece totalmente de género sintáctico. Las palabras no muestran ninguna
concordancia de género y los pronombres son sintéticos. Los pronombres de tercera persona
singular y plural, por ejemplo, son yaha (él, ella) y yehemet (ellos/ellas). Para formar
sustantivos, únicamente se añaden los sufijos –lis o –ni a los verbos. Por ejemplo, tamachtía
“aprender, enseñar”, tamachtiani “profesor/profesora”, taqika “cantar”, taqikalis “cantante”,
kukuya “enfermarse”, kukuyani “enfermo/enferma”. Palabras como takat “hombre”, siwat
“mujer”, xulehiu “esposo”, nanzin “señora”, no muestran ninguna concordancia de género con
otras palabras. Para tener género semántico, por ejemplo, la palabra takat debería poder ser
sustituida por un pronombre masculino y siwat por uno femenino. Sin embargo, el
pronombre utilizado para sustituir ambas palabras es el sintético yaha.

Inglés
El idioma inglés es una lengua indoeuropea de la subfamilia germánica. Esta lengua ha
perdido casi toda distinción de género. Solo sobreviven los pronombres de la tercera persona
singular (he, she, it), los cuales se pierden en el plural (they). Aunque algunas palabras toman
el sufijo –ess para marcar el femenino (p.ej., lion/lioness, prince/princess, actor/actress,
poet/poetess), la tendencia actual es eliminar esta diferencia utilizando el masculino como
forma sintética. Así, por ejemplo, las palabras actress y poetess están poco a poco siendo
sustituidas por las formas masculinas sintéticas actor y poet.25 Es decir, en inglés la tendencia
es utilizar terminología sintética y lograr dos cosas: a) borrar la diferencia entre hombres y
mujeres y b) simplificar el lenguaje. Otro ejemplo en inglés, es la eliminación del sufijo –man
de algunas profesiones porque discrimina a la mujer.26 Las primeras opciones fueron inventar
un nuevo sufijo –woman (mujer). Así, se introdujeron desdoblamientos como policeman y
policewoman, chairman y chairwoman. Luego, estos desdoblamientos fueron rechazados por la
población y fueron cambiados por formas sintéticas como police officer, chairperson o
simplemente chair. De esta manera se ha logrado en inglés eliminar la diferencia de género en
este tipo de palabras.27

24
No estoy negando el hecho que el idioma nos ayuda a moldear nuestras ideas y que es el instrumento más
importante para nuestro desarrollo cognitivo y para la transmisión de la cultura. El lenguaje, sin embargo, no es
responsable de nuestros actos sociales.
25
Muchas actrices famosas, por ejemplo, exigen se les llame “actor”, no “actress”.
26
La razón de esta concepción es que el sufijo –man se escribe igual a la palabra man que significa hombre por lo
que, arguyen las feministas, en las profesiones a las que se les añade este sufijo se excluye a las mujeres. El sufijo –
man se pronuncia con una vocal reducida /m´n/, y el nombre man se pronuncia con una vocal completa /mQn/.
27
Por el contrario en español, aún estamos en la etapa de marcar las diferencias. Por ejemplo, una profesora
estadounidense no comprendía porqué usábamos Licda. y no Lic. para abreviar “licenciada”, si Lic. no tiene
ninguna marca de género. Comparto completamente esta interrogante.
Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades 11

Persa moderno
El idioma persa o farsi es una lengua indoeuropea de la subfamilia indo iraní. El persa
antiguo tenía los géneros originales del indoeuropeo (femenino, masculino y neutro) y al igual
que el sánscrito, el griego y el latín, era un idioma con muchas declinaciones gramaticales. Al
evolucionar, el idioma se simplificó. En su proceso de simplificación, optó por erradicar las
diferencias de género y tener únicamente uno sintético. Así, ya en persa medio (S. III D.C.) el
género gramatical había desaparecido y el idioma se había simplificado grandemente. En el
persa moderno, toda flexión de género ha desaparecido. Por ejemplo, los pronombres él y ella
se han fusionado en uno solo, un. El farsi lo hablan actualmente alrededor de 61 millones de
personas en iran, Afghanistan, Tayikistán, Uzbekistán, Bahrein, Iraq, Azerbaiján, Armenia y
otros países.

Suahili
El suahili es una lengua Níger-kordofiana que pertenece a la subfamilia Níger-congo
conocida como bantú. El suahili ha sido utilizado como lengua franca en partes del África
Oriental y es actualmente lengua nacional en Tanzania y Kenya y es hablado en otros países
africanos. En suahili se hace la distinción entre seres vivos y objetos inanimados. En su
sistema pronominal, no hace ninguna diferencia de género. Los pronombres para la tercera
persona singular y plural son yeye y wao y los prefijos designadores de clase son a- y wa- (Van
Pelt 1992), respectivamente. Así, por ejemplo, se dice yeye a-naamkia “Él/ella saluda”. Para
indicar que es una mujer o un hombre el que saluda, tengo que utilizar otro sustantivo y decir
Mama a-naamkia bwana “La señora saluda al señor” o Bwana a-naamkia mama “El señor
saluda a la señora”.

La HIS predice que las mujeres afganas e iraníes, al igual que las africanas y pipiles viven
en una sociedad igualitaria ya que sus idiomas no muestran ninguna diferencia de género.
También predice que las mujeres estadounidenses están en mayor desventaja con respecto al
hombre que las mujeres de esos países ya que el idioma inglés, aunque tiene género
semántico, aún tiene rasgos sexistas antropocéntricos (como el sufijo –man). Pero, ¿Es esto
cierto? Es de todos conocido el estado de discriminación contra las mujeres que existe en
Irán y Afganistán o de las mujeres africanas por lo que asegurar únicamente basados en la
estructura de la lengua que las mujeres afganas tienen mayores derechos que las mujeres
inglesas o salvadoreñas es totalmente erróneo.
Las predicciones, entonces, de la HIS no se cumplen, por lo que automáticamente se
refuta. Es decir, la estructura lingüística de los idiomas no tiene ninguna relación con el status
de mujeres y hombres en la sociedad. La estructura de la lengua está regida por principios y
parámetros universales y no por diferencias sociales.
La opción que queda es reformular la hipótesis o plantear una nueva hipótesis sobre el
sexismo en el lenguaje y someterla nuevamente a prueba. En la siguiente sección propongo
una nueva hipótesis que hace mayor énfasis en el aspecto social del lenguaje que en el
estructural.
12 Jorge E. Lemus

Lengua y Sociedad: reflejos sexistas


Hasta ahora he demostrado como las estructuras lingüísticas de los idiomas no pueden ser
acusadas de sexistas o antropomorfas por lo que la hipótesis del idioma sexista se rechaza. Sin
embargo, hay manifestaciones en el lenguaje que claramente reflejan rasgos sexistas de la
sociedad y que no pueden ser interpretadas únicamente basados en la estructura del idioma.
También se puede afirmar que en las distintas sociedades los hombres y las mujeres tienen su
propia forma de hablar. Este sociolecto28 distingue claramente el sexo de los interlocutores y
refleja el rol que desempeñan en la sociedad.
En esta sección exploro como algunos giros lingüísticos no estructurales reflejan el
dominio histórico del hombre sobre la mujer y el rol que ambos desempeñan en la sociedad.
Estos roles se manifiestan en el uso del lenguaje por lo que al cambiarlos, el lenguaje se
adapta, reflejando los cambios. Mi hipótesis plantea, entonces, la necesidad de cambios
profundos en la sociedad como sine qua non para los cambios lingüísticos no estructurales de
la lengua. Así, a mayor participación de la mujer en la sociedad en términos igualitarios con el
hombre, menores rasgos sexistas antropocéntricos en el uso de la lengua. Esta hipótesis
implica lo contrario de la hipótesis whorfiana de que la visión del mundo está influenciada
por la lengua. Mi hipótesis plantea que es la sociedad la que moldea el uso del idioma,
haciendo que éste refleje su cosmovisión. Nótese que no afirmo que la sociedad moldea la
estructura del idioma, sino el uso. Con este giro conceptual, se despoja al idioma de toda
culpa por sus rasgos sexistas ya que la única responsable de cualquier rasgo sexista en el
lenguaje es la sociedad; es decir, nosotros, los usuarios del idioma.
Partiré en mi análisis estableciendo las relaciones de poder entre los sexos en la sociedad y
como estas relaciones se reflejan en el uso del idioma. Luego examinaré las diferencias
lingüísticas entre hombres y mujeres y las razones sociales de estas diferencias. Y por último
demostraré como las diferencias culturales entre hombres y mujeres se reflejan en las
conversaciones intersexuales y demuestran el estatus de ambos sexos en la sociedad.

Dominio histórico del hombre


Comenzaré por establecer el dominio histórico del hombre en la sociedad; dominio que se
refleja claramente en el uso del lenguaje. Friedl (1990) sostiene que el hombre siempre ha sido
dominante en la sociedad y que los matriarcados nunca han existido en forma permanente. Su
afirmación se basa en la falta de evidencia de una sociedad en la que las mujeres hayan
controlado (o controlen) los recursos estratégicos de la comunidad como la comida y el agua.
Esto se debe a que el hombre siempre ha dominado los medios de subsistencia, desde
tiempos prehistóricos, lo que le ha dado poder sobre el grupo social. Entre los cazadores y
recolectores de semillas era el hombre el que cazaba y la mujer la que recolectaba semillas y
frutas. La carne podía ser compartida o negociada con otros mientras que las frutas, verduras
y semillas eran para consumo exclusivo del grupo familiar. El poder del hombre y su
importancia en la sociedad radicaba en poder compartir su cacería con miembros de otros
clanes, algo que las mujeres no podían hacer con sus frutas y semillas, ya que estas estaban

28
Un sociolecto es una variante del idioma hablada por un sector de la sociedad. Maltz y Broker (1982) y Haas
(1979) llaman a las diferencias lingüísticas entre hombres y mujeres el “generolecto”, para señalar que no se trata
de una diferencia de clase (sociolecto) sino de género.
Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades 13

disponibles para todos en el medio y eran fáciles de obtener. La carne, especialmente de


grandes animales, era difícil de obtener y requería habilidades especiales de cazador.
Entre los esquimales, una de las pocas etnias de cazadores y recolectores de semillas que
aún sobreviven en la época moderna, Friedl reporta que la mujer es usada, abusada y
comercializada por los hombres como cualquier objeto. Esto se debe a que entre los
esquimales únicamente los hombres pescan y cazan mientras que las mujeres sólo se dedican
a criar a los hijos y a servir al hombre. Los hombres pueden intercambiar su pesca por
arpones, hachas, y otros productos, probablemente igual a como lo hiciera el hombre
prehistórico. Incluso tienen el poder de intercambiar los favores sexuales de su esposa por
algún producto. Las mujeres esquimales no tienen nada que intercambiar por lo que no
tienen ningún poder en la sociedad.
Los indios washo de la Sierra Nevada en EE.UU. son quizás, históricamente hablando, lo
más cercano que ha existido a una sociedad igualitaria, en la que el hombre y la mujer tienen
los mismos derechos. Los hombres y las mujeres washo, e incluso los niños, participaban en
la caza y la pesca. Esto les daba a las mujeres los mismos derechos que al hombre ya que
ambos tenían la misma importancia en la sociedad. Las mujeres, al igual que los hombres,
podían escoger amantes, separarse, tomar el liderazgo de la tribu cuando fuera necesario, y
realizar otras actividades exclusivas de los hombres en otras sociedades.29
Como podemos ver en los ejemplos anteriores, la igualdad de la mujer con el hombre nace
del control de los medios de subsistencia, a mayor control de la mujer de los recursos
estratégicos de la comunidad, mayor igualdad con el hombre, y a menor control de estos
recursos mayor subyugación de la mujer. En el mundo moderno la historia se repite. La ama
de casa realiza labores importantes para la familia pero que no tienen ningún valor económico
o negociable en la sociedad por lo que no tienen acceso al poder, y dependen enteramente del
hombre para la adquisición de bienes e intercambio de favores. El hombre, por el contrario,
con su trabajo remunerado fuera del hogar, puede comprar, vender, negociar con otros
miembros de la sociedad, y obtener así un estatus y dominio sobre ciertos miembros de la
comunidad y sobre su familia. Al salir la mujer del hogar e insertarse en el mundo productivo,
cambia su estatus social y tiene acceso al poder. Estos roles bien definidos del hombre y la
mujer en la sociedad influyen directamente en su hablar, como se demuestra a continuación

Hablar masculino y femenino, ¿nato o adquirido?


Los papeles de la mujer y el hombre en la sociedad, como se ha descrito arriba, inciden
directamente en su forma de hablar y en los temas de conversación. El hombre, por ejemplo,
siempre ha desempeñado su rol de proveedor del hogar. Esto lo ha obligado a salir del ámbito
familiar al ámbito social y relacionarse con otros hombres para trabajar, negociar sus
productos, hacer política, religión y la guerra. Por lo tanto, sus temas de conversación giran
alrededor de estas actividades. Por el otro lado, la mujer ha sido confinada al ámbito
hogareño, a la cocina, a los hijos y su ámbito social se extiende hasta el de otras mujeres en

29
Hay que señalar que aunque las mujeres washo tuvieran acceso al poder en su sociedad no era un matriarcado.
Otros ejemplos de comunidades que pueden considerarse igualitarias incluyen a los lovedu de África y los
iroquois de Norteamérica. Aunque la mujer tienen acceso al poder y a los bienes intercambiables igual que el
hombre, es el hombre el dueño de la tierra, lo que le da poder en la sociedad.
14 Jorge E. Lemus

esta misma posición. Su vocabulario y temas de conversación, entonces, están directamente


relacionados con sus funciones sociales.30
En el mundo moderno, el hombre sigue dominando los medios de producción y de
subsistencia de la sociedad. Algunos autores han descrito las diferencias del habla entre el
hombre y la mujer en la sociedad moderna (Zimmerman et al 1975, Maltz et al 1982, Yagüello
1987, Haas 1979). Todos coinciden en que existe una marcada diferencia en el habla de los
sexos y algunos ven a la mujer y al hombre como miembros de subculturas diferentes (Maltz et
al 1982, Harding 1975). La cultura, al igual que el lenguaje, se adquiere inconscientemente y a
temprana edad. Los niños y las niñas tienen patrones de comportamiento distintos que
reflejan el modelo que ellos emulan, la mamá y el papá. En los juegos infantiles también se
cultivan los patrones sociales y lingüísticos de los sexos. Los juegos de las niñas tienden a
enfatizar las interrelaciones y el desarrollo de habilidades verbales31, mientras que los juegos
de los niños tienden más a la competencia y al desarrollo de actividades de dominio del
grupo.32 Es interesante hacer notar que los juegos de las niñas son marcados; es decir, son
exclusivos de ellas y los niños los pueden jugar únicamente cuando las niñas los han iniciado.
Ningún niño puede iniciar con otros niños un juego de niñas. Sin embargo, las niñas si
pueden iniciar juegos de niños aunque no haya niños presentes.
En estudios realizados en los EE.UU. (Zimmerman y West 1975, Maltz y Borker 1982,
Lakoff 1973) se ha demostrado que las mujeres estadounidenses tienden a terminar sus
proposiciones con entonación de pregunta o añadiendo “¿Verdad?” al final de la oración,
como en busca de una aprobación del interlocutor a sus planteamientos, mientras que los
hombres lo hacen con menor frecuencia, generalmente sólo ante superiores. Las mujeres
también interrumpen menos a los hombres cuando éstos hablan, y al contrario los hombres
interrumpen más a las mujeres cuando éstas hablan. Este tipo de uso del lenguaje, según
Lakoff, es el resultado de los modelos lingüísticos que los niños tienen en sus casas, la escuela
y la calle. Es la relación de poder que existe entre el hombre y la mujer. El hombre es más
directo en su hablar por su posición de mando que siempre ha tenido mientras que la mujer
utiliza más circunlocuciones para exteriorizar sus ideas; el hombre tiene un lenguaje menos
florido y utiliza lenguaje obsceno con mayor frecuencia, mientras que la mujer es más refinada
en su hablar y utiliza más eufemismos para evitar palabras obscenas o referirse a temas tabú.
En español salvadoreño, por ejemplo, hay gran cantidad de palabras que son casi de uso
exclusivo de las mujeres o de los hombres. Es más probable que un hombre utilice el comodín
mierda para referirse a algo que una mujer, quién optaría por bolado o chunche33 (cfr.,
Alcanzame esa mierda (hombre) vs. Alcanzame ese bolado (mujer)).34

30
Es por eso que nuestro primer idioma se llama “lengua materna” porque quien está en el hogar siempre es la
madre y no el padre. Esto explica también porqué cuando las lenguas tienden a desaparecer y ser sustituidas por
una lengua dominante, como el pipil en El Salvador que ha sido totalmente reemplazado en todas sus funciones
sociales por el español (Lemus 2000), los últimos hablantes de la lengua son mayormente mujeres.
31
Como “bachillerato” que es un juego en el que las niñas tienen que encontrar palabras que comiencen con una
letra específica, o “ahorcado” en el que hay que adivinar una palabra, “equis-cero”, etc.
32
Juegos como el fútbol o ladrón-librado en los cuales la condición física es importante para ganar y obtener el
liderazgo sobre el grupo.
33
“Bolado” y “chunche” son dos salvadoreñismos que se utilizan como comodines en el habla cotidiana para
sustituir en la oración a alguna cosas cuyo nombre no recordamos o no estamos seguros de qué es. La palabra
“bolado” incluso ha evolucionado a verbo, y algunas personas dicen “boladear” para significar “hacer alguna cosa”.
34
Esta utilización del lenguaje no es estándar entre todos los hombres y las mujeres. En las clases sociales más
bajas, las mujeres tienden a utilizar un lenguaje más obsceno en público y con extraños. Las vendedoras del
Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades 15

En El Salvador tanto hombres y mujeres empleamos excesivamente los diminutivos,


aunque las mujeres los utilizan más que los hombres. Así, decimos “un ratito”, “la
cachuchita”, “el boladito”, etc. Geoffroy Rivas (1978) sostiene que éste es un substrato nahuat,
pero estudiando el idioma (Lemus 1997) no he logrado encontrar evidencia para confirmar
esta afirmación de Geoffroy, ya que el sufijo diminutivo–chin no se utiliza excesivamente en
nahuat, como utilizamos el diminutivo en salvadoreño. La explicación parece ser más de
origen social que de substratos lingüísticos. A muchas mujeres les gusta hablar “chiquito”, no
sólo utilizando diminutivos sino también fingiendo la voz (i.e., haciéndola más aguda). Las
mujeres son enseñadas desde niñas a ser refinadas en su hablar e incluso se les exige un tono
de voz más alto que el de los niños.35 Al hablar con diminutivos logran que su habla sea más
“chiquita”.
Otras características del habla del hombre y la mujer que reflejan su estatus social son las
siguientes. El hombre, por ejemplo, es directo en su hablar, trata de dirigir la conversación y
los temas a discutir, decide cuando terminar una conversación o cuando cambiar de tema.
Además, por estar en contacto con otras personas para negociar sus productos, su léxico
aumenta y su hablar se ve influenciado por el medio. La mujer, por su lado, se queda en casa
y la extensión de su vocabulario se limita a los asuntos del hogar, por lo que en las
conversaciones intersexuales tienen un rol más pasivo.
En las sociedades modernas las diferencias en el lenguaje son aún más marcadas por el
acceso a la educación. La mujer tiene menos oportunidades que el hombre de educarse, lo
que la coloca en una clara desventaja en la balanza de poder. El hombre sigue siendo el que
controla los medios de producción, el que negocia, intercambia productos o favores. La mujer
sigue ocupando un segundo lugar en este sistema patriarcal. Mientras esta relación de
desigualdad entre el hombre y la mujer exista, seguirán existiendo diferencias en el hablar y el
uso del lenguaje seguirá siendo antropocéntrico.
La falta de acceso de la mujer a la educación y su confinamiento al ámbito hogareño
influyen directamente en su hablar, no solamente en lo que respecta a un léxico limitado sino
también al tipo de temas de conversación. Esto nos indica que para ver un cambio en los
patrones lingüísticos de las mujeres, éstas deben tener acceso a la educación en los mismos
términos que los hombres. Probablemente sea el hogar el lugar en donde se necesita cambiar
los paradigmas que han mantenido a la mujer fuera de la sociedad productiva. Los padres de
familia se encargan de perpetuar los roles del hombre y la mujer en la sociedad a través de la
educación de sus hijos: tareas en el hogar, juguetes, castigos, ejemplos, libertades y otras
actividades son diferenciadas por el sexo de los hijos.
La sociedad, entonces, nos impone normas de cómo utilizar el lenguaje en distintas
situaciones sociales, dependiendo del sexo del hablante. Esta utilización del lenguaje no se
describe ni prescribe en ningún libro de gramática. La apropiada utilización de las palabras en
diferentes contextos sociales es el resultado de una adquisición cultural sobre el uso del
lenguaje simultáneamente a la adquisición de éste. El niño tiene acceso a estereotipos
lingüísticos relacionados con el sexo del hablante en el hogar, la escuela y la calle. Las propias
madres de familia le dicen al niño que habla como niña cuando utiliza algún patrón

mercado se han ganado la fama de malcriadas por este uso del lenguaje, permitido a los hombres por la sociedad
pero no a las mujeres.
35
Fisiológicamente, la laringe de las mujeres no es significativamente más pequeña que la de los hombres como
para justificar diferencias tan marcadas en el tono de la voz en el hablar de algunas de ellas.
16 Jorge E. Lemus

lingüístico de uso femenino (cfr.., expresiones como divino, encantador, me fascina generan una
burla o reprimenda de parte de otros niños o adultos en muchos casos).
Para demostrar que son los papeles asignados por la sociedad al hombre y a la mujer los
que determina su forma de actuar y su lenguaje, veamos el siguiente ejemplo de los
malgaches. Keenan (1974) reporta que entre los malgaches (nativos de Madagascar cuya lengua
es de origen Malayo-Polinesio) los hombres usan el lenguaje en forma sutil, tratan de
mantener buenas comunicaciones y relaciones con los demás, son discretos y se consideran a
sí mismos como buenos oradores. Las mujeres malgaches, por otro lado, son directas en su
hablar, expresan su enojo rápidamente, evitan circunlocuciones y van directamente al grano.
Este uso del lenguaje es lo opuesto a lo descrito anteriormente para sociedades patriarcales, y
cualquiera podría decir que la mujer tiene una posición relevante y de poder en la sociedad
malgache. Sin embargo, no es así. Entre los malgaches, el habla directa se asocia con la
pérdida de tradición y la adquisición de costumbres contemporáneas. En esta sociedad las
mujeres son inferiores al hombre y no tiene acceso al poder ya que las características más
preciadas del lenguaje son la sutileza y delicadeza al hablar (características del lenguaje
masculino). El ejemplo de los malgaches demuestra que las características del habla masculina
y femenina no son natas sino que adquiridas en el ambiente cultural en el que se crece.

Títulos honoríficos y profesionales


Como ya mencioné anteriormente, el poder, los medios de producción y la educación
siempre han estado, históricamente, en manos del hombre, y no ha sido sino hasta el siglo
pasado, especialmente en las últimas décadas, que la mujer ha tenido acceso a educación,
dinero y poder.36 En el pasado, y desafortunadamente aún en el presente, las mujeres estaban
en gran desventaja en términos educativos con respecto a los hombres. Las mujeres no eran
aceptadas en las universidades, y las que se aventuraban a escribir lo hacían bajo seudónimos
masculinos37. Como consecuencia, muchos títulos profesionales en español tenían únicamente
forma masculina, ya que las mujeres no tenían acceso a ellos. Doctor, ingeniero, abogado,
arquitecto, etc., eran profesiones exclusivas para los hombres. Las mujeres podían ser
enfermeras, criadas, lavanderas, institutrices, y otras profesiones que tenían como fin servir
(en especial al hombre). Sin embargo, en la actualidad, la mayoría de títulos profesionales
tienen forma femenina porque las mujeres han logrado coronar carreras en prácticamente
todas las áreas del saber humano.
Siempre existió la posibilidad de decir la versión femenina de los títulos profesionales
pero no había mujeres profesionales a quien referirse. De hecho, no fue necesario que la Real
Academia Española aprobara el femenino de estas formas para que se empezaran a utilizar. Es
decir, no fue la acuñación de la forma femenina de doctor, ingeniero o bombero la que logró
que las mujeres fueran doctoras, ingenieras o bomberas, sino al contrario, al existir mujeres
profesionales en estas áreas, el lenguaje se adaptó, añadiendo los vocablos femeninos
necesarios.38

36
Aunque en forma marginal, ya que la mujer aún no ha logrado igualar al hombre en todos estos aspectos. La
tendencia de las transformaciones sociales en el mundo occidental muestran una acelerada reivindicación de los
derechos de las mujeres.
37
Como la reconocida novelista británica Mary Ann Evans que firmaba sus obras como George Eliot.
38
Me quedé sorprendido al leer en el Artículo 4 de la Nueva Ley de Educación Superior en el que se estipula que
“los grados adoptarán la declinación del género correspondiente a la persona que lo reciba” (ingeniero/ingeniera,
Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades 17

De igual manera, los puestos públicos eran exclusivos para los hombres por lo que
únicamente tenían forma masculina. Sin embargo, al escalar puestos públicos, los títulos
adquirieron su forma femenina, como lo estipula la gramática del español. Así, ahora tenemos
ministras, magistradas, presidentas, directoras, diputadas, etc.
Inicialmente, cuando eran pocas las mujeres profesionales o que ostentaban cargos
públicos, el género se marcaba únicamente con el artículo y no con el sufijo de género –a. Así,
se decía (y algunas personas aún lo siguen utilizando, incluso las mismas mujeres
profesionales, quienes así lo prefieren) la ingeniero, la juez, la arquitecto, la psicólogo, etc.
Este uso es completamente aceptado por la gramática española. El uso de los artículos “la” y
“el” para marcar el género siempre ha existido en el idioma español, por eso su gran
aceptación en los ejemplos anteriores (ver discusión en la sección anterior).
El título social más utilizado en nuestro país es “Señora de...” (o “ingeniero de, doctora de,
licenciada de, profesora de”, etc.) que claramente indica la pertenencia de la mujer al hombre.
Y no sólo eso, ya que le niega a la mujer el derecho de preservar su apellido para futuras
generaciones. Sus hijos lo llevarán únicamente como segundo apellido y desaparecerá con los
nietos. Ésta es una convención social que no tiene nada que ver con la gramática del idioma y
puede ser fácilmente cambiada. Muchas mujeres que han triunfado profesionalmente en la
vida y son conocidas por sus nombres de solteras, optan por preservarlo al contraer
matrimonio. Estos son casos aislados. En la mayoría de los casos la mujer adopta el apellido
del hombre y el título “de” de pertenencia.39
En el ambiente profesional en nuestro país es muy común que a las mujeres profesionales
se les llame en las oficinas por su nombre de pila y no por el título o el apellido, como se hace
con los hombres. Por ejemplo, una mujer profesional, con postgrado y una gran trayectoria
profesional es “Anita” para sus compañeros profesionales y no “licenciada, ingeniera o
doctora”, mientras que los hombres profesionales alrededor de ella son “ingeniero, doctor,
licenciado, etc.” Por supuesto que en muchas oficinas esto no sucede pero es un caso común
que demuestra que a la mujer incluso con un título profesional no se le permite alcanzar el
mismo status social del hombre. De nuevo, esta omisión de título es fácilmente corregible,
aunque no se dará mientras la sociedad siga considerando el papel de la mujer como inferior
al del hombre. Este cambio lingüístico se puede notar cuando la mujer accede a una posición
de mando, sus subordinados sí la llaman por su título. Así, Anita se convierte en Licenciada
Núñez, por ejemplo. En algunos casos, habrá resistencia y, aunque la llamarán por su título,
seguirán usando su nombre de pila, Licenciada Anita.
Los títulos de señor y señora no denotan lo mismo para hombres que para mujeres. Para
las mujeres ser señora significa ser casada o mayor de edad. Si es soltera la mujer es señorita.
Para los hombres el único término utilizado es “señor” sin importar su estado civil o edad.40
Este tratamiento diferente con títulos honoríficos también indica que la mujer tiene diferente

abogado/abogada, etc.). El lenguaje no se puede regular por ley porque es algo natural que evoluciona a su propio
ritmo, de la misma manera que no podemos decretar que es el sol el que gira alrededor de la tierra y no la tierra
alrededor del sol ya que esa afirmación sería empírica y científicamente incorrecta. El género del título lo
determina el sexo del graduando y no la Ley. Esta regulación me recordó la novela de George Orwell 1984 en la que
el estado (“Big Brother”) regula el idioma cambiando conceptos (C.fr., libertad igual a esclavitud), borrando palabras
del idioma, etc., para dominar y controlar mentalmente al pueblo.
39
El Código de Familia salvadoreño en el artículo 28, inciso segundo estipula que la mujer puede optar por
mantener su apellido de soltera al casarse. Sin embargo, los hijos llevarán siempre el apellido del padre.
40
El término “señorito” no se utiliza ya en español moderno, y si se utiliza no tiene el mismo significado que
“señorita”.
18 Jorge E. Lemus

status social ya que su soltería debe ser anunciada pero la del hombre no. En El Salvador se
ha vuelto muy común el uso de “seño” para las mujeres, aludiendo al hecho de que puede ser
señora o señorita, algo así como el uso de “Ms” en inglés en lugar de “Miss” o “Mrs” para
indicar que el estado civil no importa. Aunque “Ms” es un título honorífico reconocido en
inglés, “seño” no lo es en español, pero podría llegar a serlo en un futuro no muy lejano.

Conclusión
La discusión anterior nos lleva a asegurar que el problema del sexismo en el lenguaje no
es un problema lingüístico sino un problema sociocultural. No podemos cambiar las reglas
gramaticales del lenguaje a nuestro criterio ya que éstas cambian únicamente por el uso de la
mayoría. Se ha demostrado en este artículo (§3) que el género gramatical es arbitrario, que
cambia de idioma a idioma y que no se puede utilizar como parámetro para determinar si una
sociedad es más o menos sexista que otra. Se refutó la HIS al demostrar que no existe relación
alguna entre la existencia de terminología sintética en el idioma y el estatus de la mujer en la
sociedad. Es un mito, entonces, pensar que al cambiar la estructura del idioma cambiaremos
la situación de desventaja de la mujer con respecto al hombre.
Se comprobó también en este artículo, que el uso del lenguaje no es más que un síntoma
del problema de la relación de poder existente entre el hombre y la mujer. Mientras la mujer
no tenga acceso a la educación igual que el hombre, no escale posiciones de poder, no esté en
capacidad de intercambiar favores y de controlar los medios de subsistencia, la sociedad
seguirá siendo patriarcal y el uso del lenguaje antropocéntrico. Al modificar nuestra conducta
social y lograr igualdad entre hombres y mujeres, el idioma se adaptará naturalmente. Esta es
una realidad que también se demostró en este artículo, ya que el lenguaje ha cambiado con el
rol diferente de la mujer en la sociedad moderna, especialmente con el acceso de la mujer al
poder y control de los medios de subsistencia. La palabra “ministra”, por ejemplo, existió
hasta que una mujer alcanzó ese cargo y no fue la acuñación de esta palabra la que logró que
una mujer llegara a esa posición. Entonces, el cambio en el lenguaje para quitarle su carácter
aparentemente sexista debe concentrarse en las razones sociales subyacentes del problema
(discriminación femenina y desigualdad de oportunidades, y los papeles de la mujer en la
sociedad) y no en las manifestaciones superficiales de éste (usos antropocéntricos del
lenguaje). A medida que la mujer sube en la escalera social y se involucra en actividades
productivas y accede al control de los medio de subsistencia, el lenguaje cambia naturalmente
para reflejar los roles sociales.

Referencias

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Apéndice 1

Nombres terminados en –a y –o*

Género M M F F M/F M/F FyM


terminación -o -a -a -o -a -o -a
artista
periodista
vaca mano solista persona
la reo
casa seo accionista rata
testigo
idea neo suicida criatura
(femenino) soprano
silla dínamo genocida ballena
guía
albacea
día
poeta
poema
ojo artista
profeta
cono periodista
mapa
heno solista
el clima reo
tino accionista
panorama testigo
carro suicida
(masculino) sistema soprano
vino genocida
recluta
disco guía
guardia
plato albacea
granuja
déspota
colega

*
Los ejemplos de la siguiente tabla demuestran claramente que lo que determina el género de la palabra no es su
terminación, ya que la vocal terminal puede ser parte intrínseca de la raíz, como en poeta y artista, la cual no debe
confundirse con los sufijos de género –a y –o como en niño y niña.
22 Jorge E. Lemus

Apéndice 2

Alternativas lingüísticas para evitar el sexismo en el lenguaje*

Lenguaje Lenguaje con “perspectiva de


Lenguaje no-sexista
Antropocéntrico género”
Derechos del hombre Derechos del hombre y la mujer Derechos Humanos
El hombre El hombre y la mujer La humanidad, los seres
humanos
Alumnos Alumnos y alumnas Alumnado, estudiantes
Profesores Profesores y profesoras, profesor@s Profesorado, personal
docente
Los romanos, los ingleses, Los romanos y las romanas, los El pueblo romano,
los españoles, los ingleses y las inglesas, los españoles inglés, español,
salvadoreños, etc. y las españolas, los salvadoreños y salvadoreño, etc.
las salvadoreñas, etc.
Ancianos Los ancianos y las ancianas, los/las Personas ancianas, de la
ancian@s tercera edad
Señora de Señora de Señora (apellido de
soltera o casada)
Historia del hombre Historia del hombre y la mujer Historia de la humanidad
Niños Niños y niñas, niñ@s Infantes
Los muchachos, los Los muchachos y las muchachas, los Los adolescentes, los
chicos chicos y las chicas jóvenes, la mocedad
El trabajo del hombre El trabajo del hombre y la mujer El trabajo humano

*
El siguiente cuadro nos da algunas alternativas para evitar el antropocentrismo. La propuesta de utilizar formas ya
disponibles en el lenguaje no es exhaustiva y sólo pretende dar ideas de cómo podemos conscientemente
modificar el uso del lenguaje sin volverlo más complicado, respetando así el principio de simplicidad lingüística. La
primera columna muestra el lenguaje antropocéntrico que toma al hombre como forma masculina sintética; la
segunda columna muestra algunas de las alternativas utilizadas actualmente en el discurso hablado y escrito con
perspectiva de género que complican el lenguaje y que no son utilizadas por la mayoría en su habla cotidiana
(incluso los que lo usan en público, en el lenguaje coloquial no lo utilizan); y la tercera columna muestra una
alternativa no-sexista, que no complica sino simplifica el lenguaje. Es esta última columna la que como lingüista
propongo que todos utilicemos, ya que son formas existentes en el idioma y aceptadas por todos. Las propuestas
hechas aquí no son mas que una muestra de las posibilidades léxicas existentes en el español para evitar el lenguaje
antropocéntrico sin tener que volver al idioma más complejo. El cambio de “costumbres lingüísticas”
antropocéntricas no lo veremos generalizado sino hasta que la nueva generación adopte formas genéricas “no
sexistas.” Mucho más importante que todos los cambios lingüísticos que se puedan proponer es el cambio del
papel de la mujer en la sociedad, ya que al cambiar éste, el lenguaje se adaptará para representar el nuevo papel
social de la mujer.
Alumnos, alumnas y ‘alumnes’
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October 12, 2018

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EL PAÍS
Babelia
TRIBUNA LIBRE TRIBUNA i

La historia enseña que los cambios en las lenguas no se


imponen desde las academias ni desde un movimiento social
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Un gaucho cuida del ganado en Argentina EN 2006. MICHEL GOTÍN

En Estados Unidos ya no se usa la palabra “negro” para identificar a los que hoy se definen
como black o african americans. Fue una batalla que no comenzó con disputas sobre
sustantivos, sino con una larga marcha desde Alabama . Primero esclavos, luego
habitantes de segunda categoría, lucharon por la igualdad jurídica, no simplemente por un
lugar en el diccionario. Quizás intuyeron que el lugar en el diccionario resulta de las luchas
sociales, culturales y económicas: comienza por un asiento en el transporte , una
habitación en los mismos hoteles y una mesa en los mismos bares. Durante décadas, la
orquesta de Duke Ellington supo que debía respetar las humillantes imposiciones del
apartheid cuando llegaba la hora de irse a dormir en una ciudad que visitaban de gira y
tocaban para los blancos. Hoy, al norte del Central Park neoyorquino, una espléndida
avenida circular lleva el nombre de Duke Ellington.
1/3
En mi país, la Argentina, la palabra gaucho atravesó un centenario proceso de cambios
semánticos. A mediados del siglo XIX todavía significaba vago y bárbaro; un gran
intelectual, que fue presidente, los aborrecía como la encarnación del atraso. Mucho
después, gaucho comenzó a designar lo que hoy designa: alguien dispuesto a ayudar, por
buena voluntad y sin interés. No intervino la Academia ni ninguna otra tribuna ideológica
para establecer el nuevo significado. Habían llegado los inmigrantes pobres de Europa y,
frente a esa gente que traía otras costumbres y defendía sus derechos con ideas tan
extemporáneas como las del anarquismo, el gaucho se convirtió en un mito nacional. Los
inmigrantes eran despreciados como tanos que no hablaban español y gallegos brutos.

Sorprende la confianza con que hoy se quiere implantar el uso conjunto de masculino y
femenino, como si esa transformación lingüística garantizara una igualdad de género.
Cuando esa igualdad se exprese enteramente, ya estará afincada en los diccionarios. Pero
lo que más sorprende es la curiosa solución de utilizar la letra e final para indicar
conjuntamente al masculino y el femenino. Estudiantes de la élite social y cultural, que
asisten a los dos prestigiosos colegios universitarios de Buenos Aires, hoy dicen: les
alumnes, les amigues, como si la e final otorgara la representación del masculino y el
femenino, a contrapelo del español. La historia de las lenguas enseña (a quien la conozca
un poco) que los cambios en el habla y en la escritura no se imponen desde las academias
ni desde la dirección de un movimiento social, no importa cuán justas sean sus
reivindicaciones.

La historia enseña que los cambios en las lenguas no se imponen desde las academias ni
desde un movimiento social

Como sea, las élites son optimistas sobre aquello que pueden hacer incluso en materia tan
resistente como el uso de la lengua. Daré un ejemplo. En la primera mitad del siglo XX la
escuela primaria argentina impuso el uso del tú en lugar del vos. Las maestras, que usaban
un impecable voseo durante la mayor parte del día, entraban al aula y empezaban a
dirigirse a sus alumnos de tú. Esa escuela primaria tuvo una potencia excepcional en las
tareas de alfabetización. Pero no pudo lograr que los chicos, que tan bien aprendían a leer
y escribir, se trataran de tú. El voseo rioplatense (que, como enseña la historia de la lengua,
es un rasgo arcaico del castellano) no se sometió a las instrucciones de una institución
escolar que, en casi todos los demás aspectos, fue de una eficacia que hoy añoramos.
Finalmente, las autoridades educativas abandonaron sus caprichos reglamentaristas sobre
el uso del tú, y maestros y niños viven en paz con el voseo.

Con la duplicación del sustantivo en masculino y femenino se va en contra de una


convención lingüística que tiene siglos. Seguramente por un machismo de origen, que los
historiadores deberán probar, en español el masculino cubre la representación de ambos
géneros. Lo mismo sucede con el pronombre de tercera persona en inglés: they. Pero no
sucede esto con el mismo pronombre en francés, que usa ils y elles. Los idiomas no son
uniformes en estas opciones, ya que el inglés que usa el mismo pronombre para la tercera
persona del plural usa distintos pronombres (he y she) para la tercera persona del singular.

Los cambios en una lengua son más difíciles de implantar que los cambios políticos. La
razón es evidente, si atendemos a que la lengua no es un instrumento exterior que se
adopta a voluntad (como se adopta una ideología, incluso una perspectiva moral), sino que
2/3
nos constituye. Para cambiarla hay dos caminos: imponer que padres y madres hablen a
sus hijos desde el nacimiento con los sustantivos en femenino y masculino, lo cual es una
utopía atractiva pero autoritaria. O esperar que la victoria en las luchas por la igualdad de
género resulte, como en los ejemplos de black o gaucho, en cambios de larga duración.

La militancia puede favorecer esos cambios, pero no puede imponerlos. Si pudiera


imponerlos, quienes defendemos la igualdad más completa entre hombres y mujeres ya
estaríamos hablando con “doble” sustantivo desde el momento en que apoyamos un
movimiento que es universal e indetenible, pero no omnipotente como un dios o una diosa.

Opinión
Beatriz Sarlo

3/3
La paradoja de la "e": ¿Es inclusivo el lenguaje inclusivo?
clarin.com/sociedad/paradoja-inclusivo-lenguaje-inclusivo_0_ubeRSbY22.html

El así llamado “lenguaje inclusivo” propone anular la distinción entre masculino y


femenino para los sustantivos que evocan significado “humano”, con el objetivo explícito
de representar y exaltar la igualdad de género.

La anulación de la diferencia se aplica a los sustantivos cuyo referente engloba a personas


entre las cuales hay más un género, lo que permite evitar el uso por defecto de la forma
masculina "o".

El cambio morfológico incide desde luego en los artículos y adjetivos que modifican a los
sustantivos en cuestión. Surge así una nueva forma que significa “género indistinto” y
abarca no sólo “masculino” y “femenino” sino también otras opciones no contempladas
dentro de alguna de esas dos categorías.

Así, en “lenguaje tradicional”, alguien puede expresar lo siguiente: Los chicos argentinos no
tienen que ser distintos ante la ley porque todos tienen los mismos derechos.

Una de las variantes del “lenguaje inclusivo” propone que se use desinencia x para
significar “indistinto”: Lxs chicxs argentinxs no tienen que ser distintxs ante la ley porque
todxs tienen los mismos derechos.

Otra posibilidad que se ofrece es la @ (arroba): L@s chic@s argentin@s no tienen que ser
distint@s ante la ley porque tod@s tienen los mismos derechos.

Tal vez sin proponérselo, la equis y la arroba encierran al “lenguaje inclusivo” dentro de la
breve cárcel de la lectoescritura porque ninguno de esos dos símbolos tienen realización
fonética. Por ello, en la oralidad, los dos ejemplos anteriores deberían verbalizarse más o
menos en estos términos: Los chicos argentinos y las chicas argentinas no tienen que ser
distintos ni distintas ante la ley porque todos y todas tienen los mismos derechos.

Hay una tercera (o cuarta) variante que ofrece una ventaja notable sobre la otras: Puede
usarse en la interacción oral. Parece, entonces, la variante morfológica más viable para
significar “indistinto”:

Les chiques argentines no tienen que ser distintes ante la ley porque todes tienen los
mismos derechos.

Los detractores del “lenguaje inclusivo” deben admitir que visibiliza un reclamo justo de
forma artística. Produce extrañamiento con respecto al lenguaje mismo: des-automatiza la
percepción del lenguaje ordinario. En términos de Roman Jakobson, la comunicación se
orienta al mensaje como tal. Con el “lenguaje inclusivo” se consigue el predominio función
poética del lenguaje por encima de otras funciones.

1/3
También produce un impacto emotivo. Es habitual que algunos oyentes se muestren
incómodos y aun irritados con el “lenguaje inclusivo”, y ya se sabe que el estupor o el
escándalo pueden ser otras de las generosas funciones del arte. En conclusión, debe
reconocérsele al “lenguaje inclusivo” que cumple en buena parte con el objetivo que se
propuso: Hacer cada vez más manifiesta la urgente necesidad de la igualdad de género. Y
por si fuera poco, lo hace de modo poético.

Con todo, sus usuarios y defensores también deberían admitir que el “lenguaje inclusivo”
presenta varias limitaciones. Para empezar, un cambio morfológico no implica un cambio
conceptual. Ni, por contrapartida, para que haya un cambio conceptual se necesita un
cambio morfológico. En este sentido el “lenguaje inclusivo” parece estimular ideas erradas:
Que el mero cambio de una forma por otra sea suficiente para modificar el pensamiento o
que la creatividad conceptual se reduzca a una modificación muy básica de la morfología.
Recordemos que, por ejemplo, a Borges no le hizo falta inventar palabras nuevas ni
cambiar la morfología para escribir los cuentos de Ficciones. La creatividad
desconcertante de Borges se explica, por ejemplo, a partir del modo en que descoloca con
los adjetivos. Consideremos el comienzo de “Las ruinas circulares”: Nadie lo vio
desembarcar en la unánime noche.

¿Por qué es “unánime” la noche? Los significados estallan en muchos sentidos. Pero el
estallido de significados tiene lugar en el sistema conceptual del lector, no en la parte del
sistema lingüístico donde se representa la morfología.

Por otro lado, no hay evidencia de que la distinción de género morfológico sea un
impedimento para considerar la igualdad de género en la vida personal y social. Por
ejemplo, el inglés no distingue género para la inmensa mayoría de los sustantivos, y
directamente no distingue género para adjetivos y artículos. No parece que los hablantes
nativos del inglés estén mejor predispuestos para contemplar la igualdad de género que,
por caso, los hablantes nativos de francés (que sí distingue género morfológico).

¿Qué logra entonces el “lenguaje inclusivo” con su merodeo constante alrededor de la


morfología? Que hablantes y oyentes focalicen su atención precisamente en la
morfología... Y este merodeo obsesivo puede ocasionar el descuido del nivel conceptual.
Todo esto es muy problemático, porque la postulación y la defensa de la igualdad de
género se despliegan en el nivel conceptual, no en la morfología.

Un indicador de esta atención excesiva en la morfología por parte de quienes aspiran a


usar el “lenguaje inclusivo” es que no pocos incurren en inconsistencias manifiestas, que
van desde problemas relativamente menores de concordancia (todos los diputades,
valoremos al otre) hasta la asignación desaforada de género a la desinencia verbal
(tenemes en lugar de tenemos, como si la o se correspondiera con el morfema masculino
de los sustantivos).

En efecto, una utilización más o menos consistente del “lenguaje inclusivo” exige un alto
nivel de conciencia gramatical porque un hablante tiene que estar muy atento para
reconocer cada caso de concordancia que involucra a los sustantivos con significado

2/3
“humano”. Entonces, el “lenguaje inclusivo” se circunscribe a hablantes altamente
escolarizados. Así, estamos ante la paradoja de que el “lenguaje inclusivo” termina siendo
indeseablemente elitista.

Ahora bien, pensar que una minoría puede imponer un cambio lingüístico en beneficio de la
mayoría no sólo alimenta la fantasía de la élite iluminada sino que también pasa por alto la
conocida dialéctica entre la inmutabilidad y la mutabilidad del signo lingüístico, que ya
fuera explicada por Ferdinand de Saussure a principios del siglo XX. Por un lado, el signo
lingüístico es inmutable porque los hablantes de la comunidad no lo eligen ni pueden
cambiarlo según sus preferencias. La comunidad de habla está ligada a su lengua tal cual
es y por ello el signo lingüístico está fuera del dominio de la voluntad de los hablantes.

Pero el paso del tiempo tiene otro efecto complementario en la estructura del sistema
lingüístico: si bien asegura la continuidad de la lengua a través de las sucesivas
generaciones (por ello el signo es inmutable), el tiempo también altera la estructura del
sistema porque permite que los signos lingüísticos cambien (por ello el signo es también
mutable). Pero tanto la inmutabilidad como la mutabilidad del signo lingüístico dependen
de factores que están mucho más allá de la planificación de un grupo minoritario de
hablantes. Desde luego, cabe pensar en la posibilidad de que la variante "e" del “lenguaje
inclusivo” termine siendo aceptada por la comunidad de habla, pero esa aceptación sería el
desenlace de un largo proceso de cambio lingüístico.

Por último, el lenguaje inclusivo quiere defender con toda justicia la igualdad de género. Sin
embargo, cae en la hipótesis falsa del determinismo lingüístico, según la cual el léxico y la
gramática de la lengua que hablamos crea una trama de hierro para los pensamientos que
elaboramos.

Reconozcamos otra vez que, más allá de las paradojas excluyentes en las que incurre, el
“lenguaje inclusivo” tiene la noble intención de defender valores fundamentales. Dichos
valores puedan quizá expresarse en estos términos: “Todos somos personas”; “ninguna
persona es más (ni menos) que otra”; “es inaceptable que la mujer se subordine al
hombre”; “la ética no abarca los hechos sexuales” , etc.

Parece, entonces, que no hace falta escudarse en la renovación morfológica para promover
valores igualitarios y democráticos. La promoción de esos valores requiere cambios en el
pensamiento de las personas, los cuales son mucho más complejos y vastos que un
cambio premeditado en la morfología nominal.

3/3
EL LEN-
GUAJE
I N C L U-
SIVO

Secretaría
Académica
Año del Centenario de la Departamento de
Reforma Universitaria Lenguas y Literatura
El lenguaje inclusivo

Introducción

El propósito de este documento es presentar una temática actual y sujeta a


polémica como es la del lenguaje inclusivo. En este sentido, no es de nuestro
interés fijar una posición, sino construir un texto polifónico que incorpore las
voces más diversas que circulan y operan sobre los usos del lenguaje.

De acuerdo con María Marta García Negroni, Sin embargo, suele discutirse la profundidad y el
doctora en Ciencias del Lenguaje e investigadora prin- compromiso con las opciones de lenguaje inclusivo. Tal
cipal del conicet, esta discusión «pone en primer plano como sostiene del Valle (2018),
la necesaria reivindicación de la mujer en el mundo
contemporáneo, así como también de las otras eleccio- « dada su relevancia en múltiples dimensiones del
nes genéricas» (citada por Tosi, 2018). Indudablemente, cambio social, es imperativo no limitar la discusión
como dice Tosi, sobre el lenguaje inclusivo a consideraciones su-
perficiales: ¿respetan o no las innovaciones la ma-
« todas estas formas de lenguaje inclusivo generan triz gramatical del idioma? ¿Triunfará o no tal o cual
efectos de sentido que nos interpelan como ha- forma? Es necesario mantener vivo el fuego de una
blantes y por eso muchas veces nos incomodan y reflexión glotopolítica para evitar la frivolización de
desestabilizan. Son marcas lingüísticas de disenso, fenómenos lingüísticos que son de hecho elemen-
funcionan como espacios de puesta en escena de tos integrales de los procesos de emancipación».
la otredad, emergen como huellas de la diversidad
históricamente soslayada».

Este documento fue elaborado por la Secretaría


Académica con la colaboración de la jefatura
del Departamento de Lenguas y Literatura del
Bachillerato de Bellas Artes, UNLP.
lenguaje no sexista, como el desdoblamiento o doble
Un poco de historia mención («chicos y chicas»), el reemplazo por sustanti-
vos abstractos («el estudiantado» por «los estudiantes»),
Si bien los movimientos que cuestionan el carác- la terminación -e para sustantivos y adjetivos que remi-
ter patriarcal y sexista del español surgieron hace unas ten a seres humanos, así como el uso de barras («los/as
cuantas décadas, el debate sobre el uso del lenguaje trabajadores/as»), el arroba («l@s trabajador@s») y la x
inclusivo se instaló con fuerza en los últimos años. Co- («lxs trabajadorxs») en los textos escritos.
menzó con los reclamos feministas, se cimentó a través
Sin embargo, la postura de la Rae se ha manteni-
de los estudios de género y de la lucha del colectivo
do sin cambios hasta ahora: desestima ciertos usos por
LGBTQI, se plasmó en cuantiosas guías de lenguaje no
agramaticales, en el caso del @ y la x, o por artificiosos
sexista y ahora fluye en el discurso de gran cantidad de
e innecesarios, los desdoblamientos o «dobletes» (como
hablantes.
los llama despectivamente el académico Ignacio Bos-
Cabe tener presente que, en los 90, los estudios que). La Nueva gramática de la Rae (2010) explica: «El
de Judith Butler propiciaron la idea de que el lenguaje circunloquio es innecesario cuando el empleo del género
constituye un factor determinante en la construcción gramatical no marcado se considera suficientemente
del género. Desde esa perspectiva, puede considerarse explícito para abarcar a los individuos de uno y otro
que el lenguaje actúa sobre los imaginarios sociales y, sexo». Por su parte, Ignacio Bosque sostiene que no
por ello, es necesario intervenirlo, con el fin de lograr la debe sacrificarse la eficacia, la economía y la «naturali-
visibilización de la mujer y mostrar una apertura hacia dad» del español frente a una pretensión de visibilidad.
la diversidad de género.
Como es sabido, las academias y las normas
Respecto del español, ya en 1995, Carmen Alario, no pueden dominar el uso de la lengua, y las formas
Mercedes Bengoechea y Ana Vargas, integrantes de lingüísticas inclusivas circulan con ímpetu en ciertos
la Comisión Asesora sobre el Lenguaje del Instituto de la núcleos sociales. Aparecen principalmente en intercam-
Mujer, de Madrid, sostenían que el uso del masculino bios orales y en ciertos géneros escritos de las nuevas
genérico «se basa en un pensamiento androcéntrico tecnologías, de índole informal, como en las redes
que considera a los hombres como sujetos de referen- sociales. Pero ¿qué sucede en los textos escritos que
cia y a las mujeres seres dependientes». escapan a la mera decisión personal y deben adecuarse
a políticas editoriales? ¿Qué postura toman los profesio-
Recordemos que, según la Real Academia Española,
nales de la edición? Generalmente, las hojas de estilo
cuando se hace referencia a sustantivos que designan
de las editoriales comerciales, como las académicas
seres animados, el género gramatical masculino desig-
o escolares, no suelen presentar aspectos de lenguaje
na la clase que corresponde a todos los individuos, sin
inclusivo. Las pautas siguen las indicaciones de la rae
distinción de sexos. Por ejemplo, en la frase «Los cientí-
y, por ejemplo, los desdoblamientos suelen percibir-
ficos defienden sus derechos», se estaría incluyendo tanto
se como redundantes y como obstaculizadores de la
a hombres como a mujeres. Por eso, se dice, en términos
lectura. No obstante, éstos aparecen cada vez con más
lingüísticos, que el masculino es un género gramatical
frecuencia. Para delinear algunas respuestas, en primer
no marcado, ya que alude al miembro de una oposición
lugar es preciso aclarar que la representación de los
binaria que puede abarcarla en su conjunto, lo que hace
editores y correctores como fundamentalistas de la rae
innecesario mencionar el término marcado (el femenino).
y guardianes del purismo parece haber caducado. Lejos
Por el contrario, los movimientos que abogan por de ello, en la actualidad, hay una incipiente tendencia a
el lenguaje inclusivo sostienen que el uso del mascu- manejarse con sensibilidad y flexibilidad para adaptarse
lino genérico produce ambigüedades y confusiones. a los géneros discursivos, los destinatarios, las varieda-
Por ejemplo, en el caso anterior se estaría ocultando des lingüísticas y las hojas de estilo de cada editorial o
a «las científicas». Entonces, y a partir del postulado medio de comunicación donde trabajan. Obviamente,
de que la utilización del género gramatical masculino tienen que conocer la normativa a la perfección, pues
para referirse a los dos sexos no consigue visualizar a deben atender a los aspectos ortográficos y gramaticales
la mujer, diversas guías –especialmente a partir del año de los textos. Sin embargo, algunas cuestiones pueden
2000– propusieron formas alternativas para tender a un ser fruto del debate y consenso del equipo editorial. El
uso del lenguaje no sexista es una de ellas. Por ejemplo,

El lenguaje inclusivo
en las guías de estilo de revistas científicas o bien de pueden derivar en variación lingüística. Como sostiene
organismos públicos, como el Ministerio Público de la Silva-Corvalán (2001):
Defensa de la Nación o la Cámara de Diputados, suelen
figurar pautas de lenguaje inclusivo. En un libro editado « el estudio de la variación más allá del nivel de la
por el Ministerio de Salud, una nota inicial fundamenta fonología lleva necesariamente al sociolingüista
el uso de la x a lo largo de la obra: «No se han utilizado a extender su análisis al nivel del discurso, de la
pronombres y/o artículos (él, el, la), sino que se han semántica y de la pragmática, ya que su objetivo es
marcado con una x las vocales que generalizan los pro- explicar la variación. La sociolingüística toma el dis-
nombres, reconociendo y visibilizando así los paradig- curso en su contexto pues le interesa explicar por
mas e identidades que cuestionan el sistema binarista». qué la lengua ofrece posibilidades aparentemente
sinónimas y por qué el hablante escoge una de ellas
en un discurso dado, qué factores en el contexto
motivan la elección de decir de una u otra forma la
misma cosa».
La lengua y las variedades
internas

Desde la lingüística descriptiva podría postularse


la idea de que el lenguaje inclusivo resulta una varie-
¿Cómo cambian las lenguas?
dad que responde a la elección de los hablantes. Las
lenguas no existen como entidades rígidas, absoluta- El cambio en las lenguas es una consecuencia
mente uniformes para cada hablante e invariables en las directa de la capacidad creativa de los hablantes; esta
diferentes situaciones comunicativas, sino que se hallan creatividad no se desarrolla de forma caótica, sino que
diversificadas internamente en múltiples variedades. sigue unas reglas tanto estructurales como psicolingüís-
De este modo, se registran diferencias en relación con ticas y sociolingüísticas.
el espacio geográfico (diatópicas o dialectales); diferen-
cias entre los distintos grupos que integran la comuni- El cambio comienza en un punto débil del sistema,
dad (diastráticas o sociales) que comparten un núcleo en una zona de equilibrio inestable. La expansión inicial
de material lingüístico común a todos los estamentos es lenta, pero si la tendencia continúa, llega un momen-
socioculturales y una serie de características (fónicas, to en que se acelera y se extiende con cierta rapidez;
léxicas, morfosintácticas) que los distinguen. Finalmen- por último, el ritmo vuelve a bajar; es lo que algunos
te, se producen diferencias entre usos y modalidades expertos llaman «patrón lento—rápido—rápido—lento», o
(diafásicas, de estilo o registros) que se manifiestan de curva de crecimiento en forma de S. Durante este tiempo,
acuerdo con la situación comunicativa. Así, una misma que puede durar siglos, la forma antigua y la nueva coe-
persona puede manejar diversidad de registros (familiar xisten; en la medida en la que la forma nueva va siendo
o coloquial, formal, etc.) adaptando su modo de decir adoptada por más grupos sociales, la forma antigua
a las características de la situación: según sea el tema, pierde terreno. Finalmente, si la solución novedosa al-
la relación con el interlocutor, el modo (oral o escrito) canza a los grupos de prestigio, el rasgo se introduce en
del discurso. Precisamente, se entiende por variante la norma y desplaza definitivamente a la forma antigua.
lingüística el uso de la lengua condicionado por factores Por lo tanto, la variación estilística y social puede ser in-
de tipo geográfico, sociocultural, contextual o histórico. dicio de un cambio en ciernes: todos los cambios han ido
La forma como los hablantes emplean una lengua no es precedidos de variación, pero no todos los casos de varia-
uniforme, sino que varía según sus circunstancias perso- ción sociolingüística desembocan en un cambio. Habrá
nales y el tipo de comunicación en que están implicados. que ver si la variación que introduce el lenguaje inclusivo
deriva en un cambio lingüístico sustentado por las ne-
Esta variación es la responsable de la evolución cesidades comunicativas de sus hablantes. De ahí que la
de las lenguas. Precisamente, un cambio de una forma sistematización de esta variante sea una incertidumbre.
antigua a una nueva implica necesariamente un estadio Por ahora, la usan algunas comunidades de hablantes en
donde tanto la forma nueva como la vieja coexisten y determinadas situaciones y géneros discursivos.

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da». «La misoginia no está en el idioma, es nuestro uso
¿Es sexista la lengua española? del lenguaje el que refleja nuestra postura con respecto
al problema de la igualdad de género», señaló la escri-
Las reflexiones sobre la discriminación a través del tora mexicana Brenda Lozano. Así, los nuevos encajes
lenguaje estuvieron muy presentes en la Feria del Libro entre esas relaciones de poder se van destilando por el
de Guadalajara. Académicas y escritoras españolas y esqueleto del idioma. En este sentido, la Real Academia
latinoamericanas volcaron sus opiniones: Española (Rae) anunció que como respuesta a una cam-
paña ciudadana añadió un nuevo uso, «discriminatoria o
« El español divide entre masculino y femenino, despectivo», al término «sexo débil».
pero el finlandés, el turco o el persa son lenguas
sin marca de género gramatical. El griego tiene Otro dato difundido en la feria fue el hecho de
tres, mientras que por ejemplo el polaco distingue que sólo cuatro escritoras han sido reconocidas con el
entre cinco: neutro, femenino, masculino personal, premio Cervantes en cuarenta y una ediciones y sólo
inanimado y animado. Entonces, ¿qué tiene que ver seis mujeres tienen un lugar entre los cuarenta y seis
la gramática con la discriminación sexista? Nada asientos de la Rae.
–responde Concepción Company, doctora en «¿Crees que la mujeres han sido tratadas en la
filología por la Universidad Autónoma de México– historia de la literatura española como Don Quijote tra-
porque la gramática es neutral, es un mero reci- tó a Dulcinea?», le preguntó en una de las mesas Elena
piente. Somos los humanos los que discriminamos, Poniatowska (Cervantes, 2013) a Soledad Puértolas
pero no con la gramática, sino con el discurso que (silla g de la Rae), que respondió con una genealogía de
hacemos valiéndonos de ella». «Por toda la feria – la academia:
añade la académica mexicana– hay colecciones de
nuestro clásicos, y a nadie se la ha ocurrido decir « Hasta 1978 no había ninguna mujer. Cuando se
nuestros clásicos y nuestras clásicas. Porque el funda en el siglo xviii, las mujeres no podían salir de
género masculino gramaticalmente es indiferente casa. Sólo algunas recibían en sus salones. Y para
al sexo, que sí es siempre binario». eso había que tener una casa y ser rica. Aún hoy en
día las escritoras somos antes mujeres, que escri-
Las apuestas de gobiernos latinoamericanos por el toras. Y eso se dice con una intención».
llamado lenguaje incluyente se repasaron también du-
rante la feria, como el caso de la constitución venezolana También las estudiantes de las carreras de Letras
que ha crecido en cantidad de páginas al desdoblar todos vienen cuestionando la escasa cantidad de escritoras
los presidentes o presidentas, magistrados o magistradas, leídas y estudiadas en la Facultad.
procuradores o procuradoras, ministros o ministras.
La lengua otorga identidad, conciencia de uno
Las académicas señalaron que el escollo no es la mismo, atraviesa la vida y nos coloca en un determinado
gramática sino el sesgo cultural e ideológico, las rela- lugar del mundo. «Es el sedimento secular y milena-
ciones de poder que pesan sobre sus reglas, tal como rio de hábitos y rutinas históricas», como la define la
apuntó la escritora española Rosa Montero: académica de la UNAM. Por eso la escritora mexicana
Claudina Domingo subraya que «el cuestionamiento
« La lengua es como la piel del cuerpo social que del sexismo en la lengua española es algo que debe
refleja el movimiento de ese cuerpo. Por eso, si la ser atendido y discutido. Porque lo que hablamos es el
sociedad es machista, la lengua es machista. Pero resultado de épocas en las cuales se impuso una visión
intentar cambiar ese organismo vivo por decreto patriarcal de la sociedad».
casi nunca da buenos resultados» y agregó que «el
todos y todas es de un cansino que mata». En ese «espejo deformado del lenguaje», la escritora
cubana Wendy Guerra ha descubierto que
Sin embargo, la elección de las palabras es una cues-
tión más política que gramatical, por ejemplo, la palabra
« no es lo mismo construir frases en una sociedad
machista leninista donde todo está en función
«señorita» va poco a poco desapareciendo en España,
de una marcialidad, de un hermetismo creado
«porque –añade Montero– es demencial que a una mujer
y amparado por hombres, que estructurar un
se le considere de diferente modo por estar o no casa-

El lenguaje inclusivo 5
lenguaje equilibrado desde la plena igualdad». Y d) Vacíos léxicos: falta de vocablos para referirse a
añade: «¡Ojo! Puedes decir: compañeros y compa- ciertas cualidades en la mujer que sí tienen vocablo para
ñeras, niños y niñas, pioneras y pioneros, para ser varón: «caballerosidad», «hombría de bien».
políticamente correctos y luego no referirte nunca
más a las mujeres y ensamblar ejemplos, nombres,
e) Palabras y expresiones androcéntricas: «En-
contré a dos portugueses con sus mujeres» (compárese con
conceptos destinados o referidos únicamente al
«encontré a dos portuguesas con sus maridos»).
universo masculino. Esa ha sido la banda sonora de
mi vida. El discurso aparentemente igualitario pero Según García Menenguer, «el sexismo sintáctico
blindado de machismo». es más importante y significativo que el léxico, pues
revela en quienes incurren en él un arraigo más profun-
do de la mentalidad patriarcal», entre los casos que se
pueden mencionar encontramos:

a) Estereotipos: «El fiscal resultó ser una mujer,


Formas de sexismo lingüístico bastante guapa por cierto»; «una enfermera rubia»; «un
fornido enfermero».

Desde una perspectiva sociolingüística, García b) Androcentrismo u óptica de varón: «Gente que
Menenguer (1987) se refiere a «tres agentes potencial- sólo busca su pan, su hembra, su fiesta en paz» (se identi-
mente responsables del sexismo lingüístico: el hablante fica «gente» con un colectivo de varones); «El mundo se
y su contexto mental; el oyente y su contexto mental; mueve por dos razones: una por sobrevivir y otra por unirse
y la lengua como sistema». La inclusión de la lengua a hembra placentera» (Arcipreste de Hita: se identifica
como responsable del sexismo es discutible en tanto «mundo» con el sexo masculino).
que los enunciados son apropiaciones individuales
del código que llevan a cabo los hablantes en procesos c) Salto semántico: «Los ingleses prefieren el té al
complejos de ostensión e inferencias. La lengua no café. También prefieren las mujeres rubias a las morenas»
dice en forma sexista sino que los hablantes hacen uso (de una frase a otra, la voz «ingleses» salta semántica-
explícita o implícitamente de los recursos que les ofrece mente de colectivo de personas a colectivo de varones).
el sistema para comunicarse de un modo u otro. El autor
agrega que el sexismo lingüístico puede producirse tan-
to en el nivel del léxico como sintáctico. Así, los hablan-
tes «incurren» en sexismo léxico por razón de utilizar
ciertas palabras que pueden identificarse aisladamente, El debate sobre el lenguaje
mientras que se comete sexismo sintáctico cuando la
discriminación se debe a la forma de construir la frase.
inclusivo/inclusivista:
Serían casos de sexismo léxico, entre otros, los
cruce de voces
usos que se detallan:
A continuación seleccionamos algunos fragmentos
a) Tratamientos de cortesía: «señor» no prejuzga
que ponen de manifiesto los argumentos que justifican
estado civil, alude a varón adulto. En cambio, «señora»,
las posiciones de sus autores frente al tema que resulta
«señorita» dependen del estado civil, de la relación que
polémico desde su misma mención como «lenguaje
tenga la mujer con el varón: casada con, hija de.
inclusivo» o «propuesta inclusivista».
b) Pares incorrectos: el par «varón—hembra» es
denigratorio para la mujer, debe usarse «varón—mujer»
o bien «macho—hembra».

c) Duales aparentes: expresiones formalmente


simétricas pero semánticamente asimétricas y siempre
en contra de la mujer: «hombre público—mujer pública»,
«fulano—fulana».

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cia gramatical sino como visibilización
de una posición social y como potencial
1. construcción y manifestación de sujetos
políticos. Esos momentos de transgresión
lingüística, en definitiva, son los que des-
La propuesta de uso del lenguaje tapan la condición política —socialmente
inclusivo situada y ligada a intereses concretos— de
la norma transgredida y desenmascaran
a la ideología política que, tras el velo de
naturalidad con que cubre la norma que
custodia, se beneficia de su reproducción
acrítica.
Inmaculada Montalbán, Romina Galarza, Facultad de Al existir una norma alternativa, el simple
Presidenta de la Comisión de Periodismo, UNLP acto de hablar deja de ser tan simple pues
Igualdad del Poder Judicial, ahora se sabe que quien habla escoge y al ha-
Es necesario destacar la importancia de
España seguir pensando en el uso de la «x» y de cerlo se posiciona política y éticamente.
La profesora sustituta llegó a la clase de ser inclusivos con el lenguaje. No se tra- Decir «la portavoza y el portavoz» es, en
música de primaria y animosa exclamó: ta solo de cambiar una letra y ya. Va más efecto, alterar un hábito lingüístico, es
«Ahora vamos a cantar todos los niños». La allá de eso, nos compete en una lucha incumplir una regla o norma gramatical.
hija de mi amiga quedó callada como el que poco a poco va tomando terreno a ni- Pero, atención, el argumento que preten-
resto de sus compañeras. No se dieron por vel cultural y social. Si las redes sociales de «proteger» la gramática violentada afir-
aludidas. Su maestra de todos los días ha- pueden crear este cambio de paradigma, mando su autonomía con respecto a la vo-
blaba de «niños y niñas». nosotros como personas también a partir luntad humana —esgrimido una y otra vez
de cómo pensamos y cuáles son nuestros por la Rae— es falso. En base a él, quienes
Es un ejemplo de la importancia del len-
puntos de vista. custodian la norma y las reglas que la legi-
guaje en la formación de las personas y en
sus actitudes. La utilización de un lengua- Reitero la inclusión dentro del discurso timan dirán: «No soy yo quien proscribe ese
je no sexista es algo más que un asunto de porque interpela de lleno nuestra forma neologismo; es el sistema gramatical». Y sin
corrección política, porque influye pode- de comunicarnos. El uso de la «x» mar- embargo, no hay nada en la «naturaleza»
rosamente en el comportamiento y en las ca una transformación en las estructuras de portavoz que impida la innovación por-
percepciones. preestablecidas. Para desarrollar un nue- tavoza; «el sistema gramatical» no tiene
vo poder simbólico a través de las pala- capacidad de decisión. Que una persona
Nombrar algo o a alguien es darle presen- desligue portavoz del patrón morfológico
bras. Dejando de lado el lenguaje sexista
cia, visualizarlo. Mediante el lenguaje se que caracteriza a recogepelotas y chupa-
y de género binario, disminuyendo la des-
nos llama y se nos ignora y todo ello con- tintas y la decline en función del géne-
igualdad.
dicionará la imagen de la realidad que nos ro del referente no viola ningún sistema
construyamos y cómo la transmitiremos. Establecer un vocabulario alternativo e que haya surgido de modo natural sino
Para existir todo debe tener un nombre. inclusivo creará más conciencia de las lu- que rompe un hábito lingüístico, desafía
La utilización sexista del lenguaje impli- chas sociales, de las movilizaciones en una norma y —y esto es crucial— pertur-
ca la invisibilidad de las mujeres, tanto masa, de las publicaciones a través de las ba el orden social ligado a la norma inco-
de su presencia como de sus logros. Así redes sociales. En conclusión, visibilizar modada. Lo que conspira en contra de tal
lo entiende la Ley de Igualdad, cuando fija el uso de la «x» permitirá un mayor alcan- innovación no es «la gramática» sino dos
como criterio general de actuación de los ce de los debates sobre la identidad se- hechos que son fundamentalmente po-
poderes públicos la implantación de un xual, la inclusión y la igualdad de género. líticos: primero, el hábito —inscrito en el
lenguaje no sexista en el ámbito adminis- cuerpo de escuchar y decir la portavoz y,
trativo. Una prescripción respetada por el segundo, el deseo político de desacreditar
José del Valle, lingüista
Consejo General del Poder Judicial que, la acción social de la que es parte el neo-
a propuesta de su Comisión de Igualdad, En la medida en que la norma se cons- logismo portavoza. Es el primero el que
aprobó unas Normas mínimas para evitar tituye socialmente —recordemos, entre lleva a mucha gente —incluso alguna que
la discriminación de la mujer en su lenguaje dinámicas tanto conflictivas como coo- se declara abiertamente feminista— a re-
administrativo. perativas—, es permanentemente suscep- chazar las innovaciones propuestas. Y es
tible de ser incumplida, reinterpretada y el segundo el que motiva viscerales reac-
alterada. Y es en esta pugna entre normas ciones públicas entre quienes se resisten a
Lagneaux, Facultad de —potencial pero fundamental— donde aceptar las bases del feminismo y ven en
Periodismo, UNLP reside la condición política del lenguaje. estos gestos lingüísticos un campo de ba-
Para la corrección de textos académicos Hablar, señar o escribir es necesariamen- talla favorable.
en el ámbito universitario también es im- te posicionarse en —y en relación con—
portante observar que el uso del lenguaje un universo social, barajar identidades,
inclusivo es una particularidad del estilo, cumplir o incumplir patrones de acción Francisco Fernández Beltrán,
siempre y cuando el método se vea unifi- social en virtud de los cuales se legitima o Presidente de la Unión de
cado desde el principio hasta el final de la deslegitima nuestra pertenencia a un gru- Editoriales Universitarias
producción y esté enmarcado en un senti- po. Por ello, desde una perspectiva gloto- Españolas
do de coherencia gramatical. política, el incumplimiento o alteración El informe de la Academia es un estudio
de la norma no se explica como ignoran- equilibrado y una advertencia necesa-

El lenguaje inclusivo 7
ria sobre ciertos abusos. Resulta eviden- eso, desde Comisiones Obreras promo- blo y de su espíritu como diría Montes-
te que todos los ejemplos expuestos me- vemos un uso de la lengua más inclusivo quieu, y, por tanto, no hay nada más so-
recen una reflexión desde el punto de desde el punto de vista del género y más berano y democrático que lo que emana
vista lingüístico. No hay que olvidar que igualitario desde la práctica democrática del pueblo, y el lenguaje es soberano. Por
determinadas prácticas y recomendacio- del lenguaje y demandamos que la Rae otra parte, no es nunca neutro en el senti-
nes de las citadas guías se plantean para también lo haga. Las guías sobre la utili- do de que cuando uno utiliza una palabra
hacer una llamada de atención sobre una zación de un lenguaje no sexista son ela- no solo se refiere a lo que ese término de-
situación de infravaloración de las muje- boradas por personas expertas y forma- signa, sino a un universo de connotacio-
res, que en determinados ámbitos no han das académicamente (no precisamente nes, de tal manera que cuando sea correc-
alcanzado la plena igualdad, pero ello no por este autor), con excelentes currículos to gramatical o sintácticamente también
debe poner en riesgo la utilidad del idio- en lengua española, por lo que nuestra ellas están cargadas de ideología. Son dos
ma como herramienta de comunicación apuesta por un lenguaje inclusivo de gé- observaciones paralelas y no debemos ad-
y relación. nero no carece de fundamentos lingüís- mitirlas por ser solo una cuestión filológi-
ticos, ni de objetivos sociales como son: ca porque lo ideológico le subyace con una
democratizar el lenguaje y dar visibilidad visión del mundo. Y si la sociedad entiende
Adelaida de la Calle, Rectora
social a los géneros femenino y masculi- que esa visión del mundo que subyace a la
de la Universidad de Málaga y
no y lograr una sociedad más igualitaria filología es incorrecta o degradante o in-
presidenta de la Conferencia y transparente desde el punto de vista del justa creo que se pueden adoptar algunas
de Rectores de Universidades género lingüístico. medidas para corregirlas. El lenguaje es en
Españolas sí mismo una costumbre y las correcciones
Es un auténtico trabajo de investigación deberían convertirse en costumbre y no en
Laura Freixas, escritora
con todo el sentido. La sociedad españo- una imposición de nadie.
la ha funcionado normalmente con un Me parece excelente que haya debate
lenguaje muy sexista y hay que cambiar- —nada menos que en la portada de EL
Ouka Leele, Fotógrafa y artista
lo, igual que hemos cambiado montones PAÍS— porque para solucionar un proble-
de actuaciones. La mujer debe contar en ma cualquiera (en este caso la invisibili- Creo firmemente en el poder de la pala-
todo, y eso incluye el lenguaje. Es cierto dad lingüística de las mujeres) el primer bra. La influencia de la estructura del len-
que la lengua es algo vivo y se va adaptan- paso imprescindible es reconocerlo como guaje en la cultura es enorme. El uso de
do a las circunstancias en cada momento problema. Es una buena noticia que el las palabras ha de ser consciente y si en
y características, y que, hasta hace relati- debate sobre el sexismo de la lengua se cuanto a la visibilidad de la mujer ha de
vamente poco, la mujer no formaba parte haya colocado en la agenda, como pasó hacerse una revisión del lenguaje, estoy
de muchos aspectos y era difícil que con- hace unos años con la violencia de géne- completamente de acuerdo con ello. Es
tase en una estructura lingüística diferen- ro, y, hace un siglo largo, con el sufragio importante que nos demos cuenta de lo
te a la que se había ido generando a lo lar- femenino. Vamos bien. Además, me ale- que decimos y de lo que nuestras palabras
go del tiempo. Ahora somos conscientes gro de que por fin se plantee un debate, pueden influir sobre todo cuando se tra-
y lo estamos intentando. Hay que poner con argumentos, en lugar de las caricatu- ta de la formación de las niñas y los niños
a la mujer en valor y hacer el esfuerzo de ras, exabruptos y ocurrencias a los que al- que ya en el aprendizaje de su lengua ma-
cambiar el lenguaje, aunque no se puede gunos articulistas (lo pongo en masculi- terna reciben todo el peso de su cultura
lograr de la noche a la mañana. Debemos no porque son todos varones) nos tienen casi sin darse cuenta. E interiorizan una
trabajar desde los primeros niveles de la acostumbrados/as. ¡Ya era hora! supremacía o minusvalía de su género en
enseñanza. También tengo claro que el el simple hecho de aprender a hablar.
Desde sus orígenes en el siglo xviii, el fe-
genérico se debe seguir utilizando porque minismo creyó que la igualdad entre los Por otro lado hay palabras como poeta
no se hace con tono discriminatorio. sexos se conseguiría mediante la igual- que son muy bonitas y que no necesitan
dad política, jurídica y educativa. Cuan- de la palabra poetisa o poeto para definir
Carmen Bravo, Secretaria do por fin las hemos conseguido, resulta su género cuando se puede entender por
Confederal de la Mujer que aún estamos muy lejos de la igualdad el artículo: la poeta o el poeta. Como no
(Madrid) real. ¿Por qué? ¿Qué ha fallado, qué falta? me gustaría periodistisa para el femenino
Yo creo que la respuesta está en la cultu- de periodista o periodisto para el masculi-
Al académico, catedrático y ponente de ra. Y la cultura es la ilustración figurativa no. Hay también que cuidar la belleza de
la Nueva gramática, ante el conocimien- de lo que el lenguaje expresa a un nivel una lengua cuando se plantean cambios
to de las numerosas publicaciones para la más abstracto: la jerarquía entre los sexos para la mejoría, la igualdad y la dignidad
utilización de un lenguaje no sexista, de- y el monopolio de la condición humana de todas las personas que practican esa
biera inquietarle esta realidad e instar a la por parte del varón. El lenguaje tiene par- lengua.
Academia a promover la utilización de un te de culpa de que todo lo femenino sea
lenguaje no sexista; no para dar mayor vi- visto como parcial, marginal, particular…
sibilidad a la mujer a través del lenguaje, mientras que lo humano se confunde con
sino para no ocultar el género social: mu- lo masculino.
jeres y hombres.

Si el uso genérico del masculino para de- Javier Goma, filósofo y


signar a los dos sexos está muy asentado director de la Fundación Juan
como él dice, lo está, entre otras razones,
March
por el sesgo androcéntrico de las institu-
ciones y de quienes son responsables de la Las reglas que regulan el lenguaje son una
vigilancia del buen uso de la lengua. Por creación popular, emanaciones del pue-

8 Secretaría Académica + Departamento de Lenguas y Literatura


Ignacio Bosque, de la Real
Academia española Española
2. Llama la atención el que sean tantas las
personas que creen que los significados de
Otras maneras de pensar la cuestión las palabras se deciden en asambleas de
notables, y que se negocian y se promulgan
del lenguaje y el género como las leyes. Parecen pensar que el sis-
tema lingüístico es una especie de código
civil o de la circulación: cada norma tiene
su fecha; cada ley se revisa, se negocia o se
enmienda en determinada ocasión, sea la
elección del indicativo o del subjuntivo, la
José Luis Moure, Presidente a) no surge como cambio «desde abajo», posición del adjetivo, la concordancia de
de la Academia argentina de es decir como una progresiva y por lo gene- tiempos o la acepción cuarta de este verbo
Letras ral lenta necesidad expresiva de un núme- o aquel sustantivo.
ro considerable de hablantes, sino como
Es una evidencia comprobable que los Nadie niega que la lengua refleje, especial-
una propuesta «desde arriba», numérica-
cambios lingüísticos que se imponen en mente en su léxico, distinciones de natu-
mente minoritaria, nacida de un grupo de
una sociedad son aquellos que alcanzan raleza social, pero es muy discutible que
clase media que busca imponer con marca
difusión en los sectores más vastos de la la evolución de su estructura morfológica
en la lengua un valor en torno a un reclamo
población, y que usualmente –con las ex- y sintáctica dependa de la decisión cons-
social; b) no implica una simplificación
cepciones esperables– nacen de procesos ciente de los hablantes o que se pueda con-
del sistema preexistente, sino una compli-
evolutivos de la propia estructura del idio- trolar con normas de política lingüística.
cación inducida. Esa intervención afecta
ma, de la búsqueda de una mayor expre- En ciertos fenómenos gramaticales puede
la estructura misma del idioma en su siste-
sividad (sobre todo en el léxico), de la de- encontrarse, desde luego, un sustrato so-
ma de desinencias morfológicas de género
signación de realidades antes inexistentes cial, pero lo más probable es que su reflejo
(elaboradas a partir del latín y a lo largo de
(el mundo de la técnica es un buen ejem- sea ya opaco y que sus consecuencias en
siglos), proponiendo la inserción de una
plo), y en una suerte de corolario de esto la conciencia lingüística de los hablantes
terminación artificial arbitraria (vocal «e»
último, de las modificaciones sociales sean nulas.
¿por qué no «i»?) sin existencia en la con-
compartidas. En lo que atañe a la gramá-
formación histórica de nuestra lengua.
tica propiamente dicha, suele prevalecer
casi siempre una simplificación del siste- El empleo de la arroba u otro signo que Francisco Fernández Beltrán,
ma. Esta explicación es necesaria para en- busca neutralizar la distinción de géne- Presidente de la Unión de
tender mejor lo siguiente. ro, aunque es un recurso probablemente Editoriales Universitarias
destinado a desaparecer, es mucho más Españolas
En la propuesta «inclusivista» es preci-
inocente, porque deja constancia exclu- El informe de la Academia es un estudio
so separar la preocupación que está en
sivamente gráfica de esa voluntad –lla- equilibrado y una advertencia necesa-
su base –legítima en tanto procura el re-
mémosla «social» o «ideológica»–, sin ria sobre ciertos abusos. Resulta eviden-
conocimiento, defensa o ampliación de
proponer la asignación de un sonido dife- te que todos los ejemplos expuestos me-
derechos de un sector de la sociedad– de
renciado, que es, como hemos intentado recen una reflexión desde el punto de
los mecanismos, en este caso de inter-
explicarlo, interferencia lingüística mu- vista lingüístico. No hay que olvidar que
vención en la lengua de 500 millones de
cho más grave. determinadas prácticas y recomendacio-
usuarios, a los que se confía la empresa.
De las intervenciones que se han venido La hipotética introducción de esos sustan- nes de las citadas guías se plantean para
proponiendo, acaso la menos espectacu- tivos y adjetivos artificiales terminados en hacer una llamada de atención sobre una
lar consiste en imponer que se desdoble la «e» daría nacimiento a otros problemas situación de infravaloración de las muje-
mención del sustantivo afectado hacien- no despreciables, como las dificultades res, que en determinados ámbitos no han
do visible el género femenino («señoras que implicaría la enseñanza del nuevo sis- alcanzado la plena igualdad, pero ello no
y señores» –ejemplo en el que se advierte tema (el cuestionable entrenamiento de debe poner en riesgo la utilidad del idio-
que el procedimiento no es nuevo–, «los y los padres, maestros y de la población en ma como herramienta de comunicación
las estudiantes», encomendando al artícu- general), la puesta en peligro de la unidad y relación.
lo la visibilización femenina, etc.). Cabe del idioma de veintitrés naciones si ese
preguntarse si la mayor parte de los ha- cambio se impusiera solo en ciertos luga- Pedro Álvarez de Alvarado,
blantes necesitará afectar la economía de res, como todo indica que podría suceder lingüista
su expresión recurriendo a ese mecanis- si se avanzara desacompasadamente en
mo de redundancia, pero se trata de una esa línea, y etcéteras que seguramente Pues bien, el concepto de por defecto en
elección cuya aceptación y generalización surgirían a medida que se profundizara la informática es muy similar al concepto de
es impredecible. reflexión sobre el asunto. no marcado en lingüística. La letra redon-
da es, frente a la cursiva o la negrita, la
En cuanto a la idea de unificar con la vocal No deja de ser paradójico que se reclame letra que actúa por defecto. También pode-
«e» las distinciones de género presentes en a las academias una intervención en la mos decir de ella que es, frente a aquellas
los sufijos nominales «-a(s)» (femenino) y lengua, cuando lo general en los últimos dos, la letra no marcada.
«-o(s)» (masculino), más que desaprobar la tiempos ha sido un mal disimulado recha-
propuesta, parece conveniente exponer las zo hacia cualquier política de imposición Cuando yo construyo una frase en que un
razones que permiten anticipar su fracaso: normativa. adjetivo debe concordar con dos sustan-
tivos, uno masculino y otro femenino, ne-

El lenguaje inclusivo 9
cesito que ese adjetivo (si tiene variación tima», «una figura», «una eminencia»… el adopta una ideología, incluso una pers-
de género; muchos no la tienen) vaya en femenino asume la representación tanto pectiva moral), sino que nos constituye.
uno de los dos géneros. Uno cualquiera, del masculino como del femenino. A nin- Para cambiarla hay dos caminos: imponer
en principio… Lo que no puede es no ir en gún hombre se le ocurrirá sentirse discri- que padres y madres hablen a sus hijos
ninguno, porque el «sistema», para fun- minado por ello. Faltaría más. desde el nacimiento con los sustantivos
cionar, necesita que uno se imponga por en femenino y masculino, lo cual es una
Hay otro ejemplo muy bonito, y de más
defecto. Tampoco puede ir en los dos, por- utopía atractiva pero autoritaria. O es-
calado. En italiano —una lengua hermana
que su presencia simultánea es incompa- perar que la victoria en las luchas por la
de la española, y hablada por un pueblo a
tible en una sola forma, del mismo modo igualdad de género resulte, como en los
menudo tildado de masculinista o de ma-
que una misma palabra no puede estar ejemplos de black o gaucho, en cambios de
chista— un pronombre femenino, «Lei»
escrita al mismo tiempo en redonda y en larga duración.
(literalmente «ella»), se utiliza con el mis-
cursiva (sí, por cierto, en redonda y en ne-
mo valor que nuestro «usted», es decir, La militancia puede favorecer esos cam-
grita). Sí puede, pero no debe, duplicar-
asume, en el tratamiento de respeto, la bios, pero no puede imponerlos. Si pu-
se el adjetivo, porque ello atenta contra
representación tanto de un hombre como diera imponerlos, quienes defendemos la
un principio fundamental en las lenguas
de una mujer. Bien pensado, otro tanto le igualdad más completa entre hombres y
que es el de la economía, al que también
ocurría al antecesor de nuestro «usted», mujeres ya estaríamos hablando con doble
podríamos llamar «del mínimo esfuerzo».
la forma «vuestra merced», con esa visi- sustantivo desde el momento en que apo-
Así, no nos queda más remedio, en nues-
ble marca femenina en el posesivo, en yamos un movimiento que es universal e
tra lengua, que decir «los árboles» y las
consonancia con el género femenino de indetenible, pero no omnipotente como
plantas estaban secos, con el adjetivo en
merced. un dios o una diosa.
masculino. ¿Por qué? Porque el masculino
es el género por defecto, es, frente al feme- Ya sé que estos ejemplos de ligera preva-
nino, el género no marcado. lencia del femenino implican muy par- Ignacio Roca, lingüista
va compensación. Espero, al menos, que
Rosa Montero lo ha escrito admirable- La igualación espuria de sexo y género en
sirvan, como lo pretende la totalidad de
mente: «Es verdad que el lenguaje es sexis- efecto está en la base de la práctica doble-
este artículo, para relativizar las cosas,
ta, porque la sociedad también lo es». Lo tista. Asimismo en la del uso de la misma
desdramatizando a todo trance una terca
que resulta ingenuo, además de inútil, es palabra género por sexo en un creciente
realidad contra la que es estéril estrellar-
pretender cambiar el lenguaje para ver si número de contextos: considérese la por
se: la condición inamovible del masculino
así cambia la sociedad. Lo que habrá que desgracia tan manida frase violencia de
como género no marcado.
cambiar, naturalmente, es la sociedad. género, o formularios que piden el género
Al cambiarla, determinados aspectos del del solicitante al lado de su nombre, fecha
lenguaje también cambiarán (en ese or- Beatriz Sarlo, ensayista de nacimiento y demás. Pero el sexo es
den); pero, desengañémonos, otros que una realidad biológica diferencial de los
La historia enseña que los cambios en las
afectan a la constitución interna del siste- seres vivos, mientras que género signifi-
lenguas no se imponen desde las acade-
ma, a su núcleo duro, no cambiarán, por- ca «clase, tipo», de donde géneros litera-
mias ni desde un movimiento social.
que no pueden hacerlo sin que el sistema rios o musicales, por ejemplo, y también
deje de funcionar. Sorprende la confianza con que hoy se género gramatical, que diferencia el (por
quiere implantar el uso conjunto de mas- tradición mal llamado) «masculino» («el
Una última consideración, también des-
culino y femenino, como si esa transfor- almendral pequeño») de su contrapuesto
dramatizadora y relativizadora. En es-
mación lingüística garantizara una igual- «femenino» («la catedral pequeña»), am-
pañol, los nombres que designan seres
dad de género. Cuando esa igualdad se bos evidentemente sin la menor conexión
animados, y por tanto dotados de sexo,
exprese enteramente, ya estará afincada con el sexo.
pueden ser de tres tipos. Unos tienen
en los diccionarios. Pero lo que más sor-
marcas de género («niño/niña», «monje/ El tercer hecho real es que el significado
prende es la curiosa solución de utilizar la
monja», «profesor/profesora»…). Otros no de cada palabra en cada lengua es alea-
letra e final para indicar conjuntamente al
las tienen, pero sí tienen dos géneros, evi- torio, a la manera como son impredeci-
masculino y el femenino. Estudiantes de
denciados por la doble concordancia que bles el tamaño y la forma de cada guijarro
la élite social y cultural, que asisten a los
establecen con el artículo o con otras pa- que pisamos en el camino: ni el uno ni
dos prestigiosos colegios universitarios de
labras («el artista/la artista», «el modelo/ los otros son derivables por ninguna re-
Buenos Aires, hoy dicen: «les alumnes»,
la modelo», «el cantante/la cantante», «el gla, sino que se aprehenden pieza a pie-
«les amigues», como si la «e» final otor-
portavoz/la portavoz»…). Otros, cierta- za según se van encontrando en la vida.
gara la representación del masculino y el
mente, vacilan. Pero hay un tercer grupo Y en castellano real, normal, tradicional,
femenino, a contrapelo del español. La
que me interesa especialmente: es el de general, apolítico el significado de «vas-
historia de las lenguas enseña (a quien la
los nombres llamados epicenos; los epi- co» no posee restricción sexual a varo-
conozca un poco) que los cambios en el ha-
cenos tienen un solo género gramatical, nes: cuando decimos los vascos son un
bla y en la escritura no se imponen desde
pero sirven para referirse tanto a seres de pueblo prerromano estamos incluyendo
las academias ni desde la dirección de un
sexo masculino como a seres de sexo fe- tanto a hombres como a mujeres, mien-
movimiento social, no importa cuán justas
menino. Ahí se ve muy bien que no se de- tras que si decimos los monjes llevan una
sean sus reivindicaciones.
ben identificar género y sexo. Pues bien, vida virtuosa sí excluimos a las mon-
hay muchos nombres epicenos que son fe- Los cambios en una lengua son más difí- jas. Esto lo sabemos todos los hablantes
meninos, lo que supone una muy modes- ciles de implantar que los cambios polí- pues el castellano es así: el significado de
ta compensación al avasallador poder del ticos. La razón es evidente, si atendemos «vasco» carece de restricción sexual (es
masculino como género no marcado. En a que la lengua no es un instrumento ex- simplemente «persona vasca»), pero el
«una persona», «una criatura», «una víc- terior que se adopta a voluntad (como se de «monje» (muy excepcionalmente) la

10 Secretaría Académica + Departamento de Lenguas y Literatura


tiene a «varón», igual que «brujo», «ma-
rido», «varón», «macho» y quizá basta.
Los otros masculinos con correlato léxico
femenino (cientos o quizá miles) signifi-
can solo «persona», como las palabras sin
el tal correlato «persona», «gente», «re-
toño», «prole», «vástago» y quizá alguna
otra: como miembros del reino animal,
los seres humanos poseemos un sexo di-
ferencial, pero no todas las palabras ha-
cen referencia a él, y el sexo biológico no
se traduce así automáticamente en sexo
lingüístico. Lo estamos viendo aquí y lo
sabemos intuitivamente sin enseñanza
explícita todos los hablantes del castella-
no, como conocemos también los demás
entresijos de esta lengua, más comple-
ja por cierto (como cualquier lengua hu-
mana) de lo que el lego lingüístico pueda
suponer.

La igualación espuria de sexo y género


está en la base de la práctica dobletista.La
práctica del doblete mete al sexo donde
no lo hay.

Jorge Fernández Díaz, de la


Academia argentina de Letras
Los diccionarios que elaboran los lingüis-
tas y los académicos recogen el habla de
una sociedad, no la imponen. Si comen-
zaran a hacerlo, cualquier otra ideología
–en nombre del «bien»– podría presio-
nar igualmente para decretar sus propias
formas de expresión y dictar normativas
de distinto sesgo. El llamado «lenguaje in-
clusivo» responde a una buena noticia: se
extiende en el mundo occidental una cul-
tura de la feminización y un igualitarismo
de género. Eso no quiere decir que el ha-
bla popular lo haya adoptado, ni siquiera
que vaya a adoptarlo alguna vez. Si lo hi-
ciera, si esas expresiones fueran realmen-
te masivas y echaran raíz genuina en los
pueblos, los diccionarios deberían regis-
trar el fenómeno.

El lenguaje inclusivo 11
Conclusiones

Nada existe en absoluta quietud, todo es movimiento y equilibrio inestable


entre avance y retroceso, por la acción simultánea de fuerzas contrarias: el
espíritu del equilibrio y la tendencia simultánea a la ruptura son las propiedades
indispensables de ese todo que constituye la lengua. Los lingüistas analizan los
modos de hablar sin juzgar, escuchan y leen las variantes y observan cómo las
opciones subjetivas causan ciertos efectos discursivos. No se sabe aún si los
nuevos estilos se constituirán en verdaderos cambios lingüísticos, los cuales
históricamente no han surgido de la voluntad ni de la imposición, sino de las
necesidades comunicativas de los hablantes.

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El lenguaje inclusivo
Autoridades de la
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Ayudantes de gestión departamental:
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P UBLICACIONES, 32, 2002

SEXO, GÉNERO Y USOS LINGÜÍSTICOS1

María del Carmen Hoyos Ragel


Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura
Universidad de Granada

RESUMEN

Lengua y mujer son dos conceptos tan extensos que la precisión a través
del título es necesaria como categorías distintas y diversas: la lengua es neutra,
su uso puede ser sexista, mientras que el género es una cuestión estrictamente
técnica y no marca sexo, de aquí la atención a la comunicación real, a la
pragmática comunicativa y a lo que queremos decir, lo que decimos y lo que
decimos sin querer. La casuística ejemplificatoria concluye con propuestas para
evitar el desconocimiento de usos sexistas y contribuir, desde la enseñanza de
lenguas, a evitarlos.

ABSTRACT

Language and woman are such two wide concepts that it is necessary to
distinguish them from the title as two distinct and diverse categories: language
is neutral, it can be used in a sexist way, while genre is a purely technical
question, non sex-defining, thus the attention to real communication, to
communicative pragmatics, to what we mean to say, what we actually say and
what we say without knowing. The examples conclude with proposals to prevent
the ignorance of sexist uses and to contribute, from the field of language teaching,
to avoid them.

1
Una primera versión de este texto constituyó la lección inaugural del curso académico
2001-2002 en la Facultad de Educación y Humanidades de Melilla, el día 24 de octubre de
2001.

13
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Impartir la lección inaugural de curso es siempre un honor, y en esta


ocasión, la del curso 2001-2002 en esta Facultad de Educación y Humanidades,
el honor ha recaído en mí. Pero mayor que el honor es la emoción que me
produce el hecho de impartirla en estas circunstancias: en el centro donde inicié
mi actividad docente hace ahora veinticinco años; donde he tratado de enseñar
como mejor he podido durante veinticuatro y, sobre todo, donde tanto he apren-
dido en la convivencia con tantos y tan queridos alumnos y compañeros. De
modo especial me satisface el hecho de que varias alumnas de ayer sean
compañeras hoy.

La emoción, que trato de expresar lingüísticamente por medio de la reiteración


de los intensivos tan, tanto, tantos, es exclusivamente personal. Pero el honor no lo
es. Mi presencia aquí, sin duda, es circunstancial, pero trasciende el ámbito de lo
personal en, al menos, dos aspectos que quiero destacar: es la primera vez en la
historia de este centro que pronuncia la lección inaugural un miembro del departa-
mento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Y además, también por primera vez
en la historia de este centro, la lección inaugural la imparte una mujer.

Así, la gratitud al equipo decanal que ha hecho posible mi presencia en este


acto también es más que personal y quiero manifestarla públicamente.

Las premisas que acabo de exponer casi me han impuesto el tema de esta
intervención, que versará, claro, sobre la lengua y la mujer. El tema es tan amplio
que precisa delimitaciones inmediatas, para que la extensión y la intención se adecuen
a la situación comunicativa en que nos encontramos. Ese es mi propósito y de
ustedes, en tanto que auditorio cuya presencia agradezco, es el derecho a discrepar.

He titulado Sexo, género y usos lingüísticos y conviene precisar los términos


para evitar cualquier tipo de ambigüedad. El sexo es una categoría biológica, por la
que los seres vivos se consideran machos o hembras. Sin embargo, el género -
masculino o femenino- es una categoría asignada socialmente en función del sexo.
En los años sesenta, desde los movimientos feministas, el género se concibe como
una categoría analítica esencial para estudiar cualquiera de las ciencias humanas. En
las primeras formulaciones, la relación sexo-género se mantenía por la oposición de
lo natural frente a lo cultural. Pero la aparición en 1976 de la obra de Michel
Foucault: Historia de la sexualidad2 , en la que plantea la tesis de que el sexo es

2
Madrid: Siglo XXI, 1978, vol. I.

14
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también una construcción cultural, ejerció una gran influencia. A medida que proli-
feraron los estudios de género, comienza a problematizarse la misma noción de
género, que en principio se asumía como unívoca, y las investigaciones más recien-
tes se cuestionan la utilidad de esa categoría y muchas de sus propuestas van contra
el género 3 , o al menos contra el sistema de género como sistema jerárquico

Una primera fractura en la relación sexo-género se manifiesta ya en la lingüís-


tica, donde el género tiene un protagonismo inicial. En este ámbito, género se usa
como una categoría lingüística que expresa un sistema de clasificación estrictamente
gramatical: el género -masculino, femenino o neutro- marca la distinción de unida-
des y las relaciones gramaticalmente necesarias -concordancias- entre los nombres,
artículos y adjetivos. En lingüística, el género es un rasgo exclusivamente gramati-
cal, que no tiene (casi) nada que ver con el sexo. No todas las lenguas utilizan ese
criterio de clasificación: para algunas el criterio es animado / inanimado, racional /
irracional, y entre las numerosas que utilizan el criterio género se oscila de entre
cuatro hasta veinte géneros diferentes4 .

Un repaso a la tipología de los géneros en nuestra lengua y a la realidad que


designan nos demuestra que la relación sexo-género únicamente es admisible, en
principio, entre los entes sexuados, que constituyen solo una parte del vocabulario
de la lengua, y entre ellos hay variedad de relaciones:

a) Casos en que coinciden género gramatical y sexo;


b) Nombres genéricos (usados para ambos sexos) con forma masculina (indi-
viduo, cocodrilo) o forma femenina (persona, lagartija, jirafa).
c) Nombres de género femenino que aluden a masculino (Santidad) y vice-
versa (marimacho).

Sin embargo, todos los sustantivos de la lengua española poseen género, y la


gran mayoría no aluden a realidades sexuadas. ¿Qué rasgos masculinos podemos
asignar a visillo, mapa, helado o árbol? ¿Cuáles son las cualidades femeninas de

3
En este sentido, véase Feminismo y filosofía. Ed. de Celia A MORÓS. Madrid: Síntesis,
2000, especialmente pp. 255-284.
4
Citado por M OLINA P ETIT, Cristina: “Debates sobre el género”, en Feminismo y filo-
sofía, op. cit., p. 258.

15
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mesa, fabada, mano o luz? Incluso cuando en la variación lingüística una misma
forma se construye por moción, con variación de género gramatical, no alude siem-
pre a diferencias de sexo, sino a otros ámbitos: el tamaño (jarra / jarro, barca /
barco), el fruto y el árbol (cereza / cerezo, manzana / manzano), el instrumento
frente al usuario (la espada / el espada).

Sin embargo, erróneamente se atribuye al género gramatical el significado de


marcar sexo, y esta atribución no se ajusta a la realidad, aunque pueda aparecer así
en muchos materiales de enseñanza5 y lo interpreten de este modo numerosos hablantes.

Las circunstancias que han favorecido esa conciencia generalizada de que el


género gramatical (femenino, masculino) alude al sexo biológico (macho, hembra)
son varias: en el ámbito teórico, el hecho de que en inglés exista la misma palabra
(gender) para referirse al género gramatical y al sexo, cuando el término posee valor
cultural, ha facilitado la confusión entre dos conceptos sustancialmente distintos. En
la práctica, el desconocimiento por parte de los usuarios de la estructura real del
género gramatical y la inercia de los hablantes de lenguas genéricas, como la espa-
ñola, completan la confusión.

He aludido a usuarios y a hablantes, y eso me lleva al tercer término del título:


usos lingüísticos. Desde Saussure, se suele afirmar que la función básica de la
lengua es la comunicación y la lengua se concibe como un código, pero desde otras

5
En cambio, textos fundamentales no incurren en ese error. Para Francisco M ARSÁ:
Diccionario normativo y guía práctica de la lengua española. Barcelona: Ariel, 1986, en el
parágrafo “El género de los sustantivos”, pp. 115 y ss., se trata de un problema de flexión
genérica en sustantivos y adjetivos que no tiene “una regla única y sencilla”, p. 116; mientras
que para Emilio A LARCOS L LORACH: Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe,
1994, el género es un morfema que por tradición distingue entre masculino y femenino: “Es
un mero indicio de ciertas relaciones del sustantivo con otras palabras del enunciado”, p. 62,
y concluye: “El género es un accidente o morfema que caracteriza al sustantivo, dotándole
de una de las dos posibilidades combinatorias que llamamos masculino y femenino, las
cuales, mediante la concordancia, permiten la manifestación explícita de ciertas relaciones
entre las unidades (o palabras) del enunciado. Al mismo tiempo, el género puede servir de
indicio diferencial de las realidades designadas por el sustantivo (sexo, tamaño, etc.)”, p. 63.
El mismo planteamiento se apuntaba en Juan ALCINA F RANCH y José Manuel B LECUA: Gramá-
tica española. Barcelona: Ariel, 1975, Francisco M ARCOS M ARÍN: Curso de gramática espa-
ñola. Madrid: Cincel-Kapelusz, 1980 y se mantiene en el más reciente de Leonardo G ÓMEZ
TORREGO: Gramática didáctica del español. Madrid: SM, 1997.

16
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perspectivas, la iniciada por Benveniste hasta las más recientes aportaciones de la


Sociolingüística y la Pragmalingüística, esa afirmación se revela insuficiente: las
relaciones intersubjetivas inherentes al habla no se limitan a la comunicación, sino
que incorporamos en ellas una gran variedad de relaciones interhumanas6 . Así, cualquier
modelo de comunicación es al mismo tiempo también un modelo de traslado de
significado: no existen dos épocas históricas, dos clases sociales, dos localidades,
dos seres humanos, que empleen las palabras y la sintaxis para expresar exactamente
lo mismo. El lexicón personal que hay en cada uno codifica inevitablemente las
definiciones, connotaciones y movimientos semánticos, Existe, como señala G. Steiner,
un «lenguaje privado»7 .

Se ha afirmado que la discriminación de las mujeres tiene múltiples manifes-


taciones, y una de ellas es estrictamente lingüística, y es cierto. Se ha afirmado que
la lengua es sexista, e incluso se ha llegado a propugnar la reforma de la sociedad
a partir de la reforma del lenguaje, pero no hay que dejarse confundir por las pala-
bras: existe indudablemente el sexismo lingüístico, que en gran medida produce el
silenciamiento y la ocultación de la mujer, pero una cosa es que el lenguaje refleje
una cultura sexista, lo que es obvio, y otra que el sistema de la lengua sea sexista
en sí mismo 8 : la discriminación no se instala en el nivel lingüístico, sino en el nivel
pragmático.

El lenguaje es una capacidad compartida por todas las personas, cualquiera que
sea su sexo biológico, su orientación sexual y su identidad genérica, y en el propio
sistema de la lengua, como repertorio que es de posibilidades, se encuentran los
recursos y los mecanismos para usos lingüísticos no discriminatorios. En tanto que
sistema, es creativo y en ello reside su riqueza y su vitalidad. Así, no es necesario
un lenguaje femenino, que en su momento propugnaban feministas, como Luce

6
D UCROT, Oswald.: Decir y no decir. Principios de semántica lingüística. Barcelona:
Anagrama, 1982, pp. 7-10.
7
Después de Babel. Aspectos del lenguaje y la traducción. México: Fondo de Cultura
Económica, 1995 2.ª
8
LÓPEZ GARCÍA , Ángel y MORANT, Ricardo: Gramática femenina . Madrid: Cátedra,
1991, p. 11.
9
I ZQUIERDO , María Jesús: Las, los, les (lis, lus). El sistema sexo/género y la mujer como
sujeto de transformación social. Barcelona: laSal [sic], 1983 e IRIGAY, Luce: «Sexos y géneros
lingüísticos», en Yo, tú, nosotras. Valencia: Cátedra, 1992.

17
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Irigay o María Jesús Izquierdo9 y Álvaro García Meseguer 10 , y de hecho, los dos
últimos, en sus investigaciones más recientes, se retractan de aquellas primeras pro-
puestas 11 , que calificaban de “terrorismo lingüístico”.

Lo implacable no es la lengua, que es tan dúctil como la mirada. Lo implacable


es el uso que se hace de la lengua en la sociedad. Las palabras no son irremisible-
mente deterministas ni inexorablemente un instrumento de dominación masculina:
entenderlo así supondría ignorar la capacidad humana, la de todo ser humano, cual-
quiera que sea su sexo biológico, su opción sexual y su identidad genérica, de elegir
y actuar lingüísticamente. Las palabras no significan independientemente de la enun-
ciación humana: están sujetas a la interpretación de cada cual, al rechazo o a la
aceptación, según el contexto, y están sometidas también al tiempo y al espacio. El
poder de la lengua deriva del poder de quienes la usan y, en el proceso, dan forma
al significado. Lo poderoso no es la palabra, sino el proceso de asignación. Es, por
tanto, el usuario del lenguaje el determinista, y no el sistema. Y nos hacemos poca
justicia las mujeres si sugerimos que no tenemos el poder racional para resistir la
inercia lingüística y al mismo tiempo implicamos que la capacidad lingüística para
manipular en beneficio de un sexo es exclusiva del varón: es perpetuar el mito de
la incapacidad femenina y contribuir, sin saberlo, al silenciamiento de la mujer 12 .

Porque hablamos para comunicarnos, pero es una verdad a medias. Hablamos


también para ocultar, para dejar sin decir. Los análisis pragmáticos más recientes
distinguen, al menos, tres dimensiones en el acto comunicativo: lo que queremos
decir, lo que decimos y lo que decimos sin querer. La complejidad del proceso se

10
Vid. Lenguaje y discriminación sexual. Barcelona: Montesinos, 1988 3.º .
11
Vid. I ZQUIERDO , María Jesús: Sin vuelta de hoja. Sexismo, placer y trabajo. Barcelo-
na: Bellaterra, 2001, p. 9. En el mismo sentido, G ARCÍA M ESEGUER , Álvaro: “Sexo, género y
sexismo en español”, en Actas de las VIII Jornadas de Investigación Interdisciplinaria. Los
estudios sobre la mujer: de la investigación a la docencia. Editoras: B ERNIS, Cristina (Salud);
DEMONTE , Violeta (Lengua); G ARRIDO , Elsa y C ALBERT, Teresa G. (Historia); D E LA T ORRE,
Isabel (Sociología). Madrid: Instituto Universitario de Estudios de la Mujer de la Universidad
Autónoma de Madrid, 1991, pp. 329-342, especialmente 338. Y del mismo, más recientemen-
te, ¿Es sexista la lengua española? Una investigación sobre el género gramatical. Barcelona:
Paidós, 1994, y “El español, una lengua no sexista”, en El sexismo en el lenguaje. Eds.
FERNÁNDEZ DE LA T ORRE M ADUEÑO, M.ª D. y otras. Málaga: Servicio de Publicaciones. Centro
de ediciones de la Diputación Provincial de Málaga, 1999, pp. 51-75.
12
Vid. R IVAS C ARMONA , María del Mar: Voz de mujer: lo femenino en el lenguaje y la
literatura. Córdoba: Publicaciones de la Universidad y Obra Social y Cultural Cajasur, 1997.

18
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resume en tres verbos: querer, decir y entender. Qué se quiere decir, cómo se dice
y cómo se entiende, y en los límites se sitúa el poder de manipular. La lengua, como
hecho social, está sometida a cambios, que son posteriores a los producidos en la
sociedad, y está demostrado que las claves del cambio lingüístico son los factores
sociales y las actitudes de los hablantes13 .

El problema, tal como queda planteado, son los usos lingüísticos, y la impor-
tancia de la conducta verbal radica en que a través de ella se revelan las actitudes.
El usuario selecciona de acuerdo con su grado de conocimiento del sistema lingüís-
tico, pero también de acuerdo con sus convicciones, con su lexicón privado, con sus
limitaciones. Como ejemplo: en español existen los términos entender y explicar,
mandar y pedir, orden y responsabilidad, elevar y presentar, suplicar y solicitar, etc.,
pero la elección entre ¿Habéis entendido? o ¿Me he explicado con claridad? depen-
de de que se asuma o no responsabilidad en esa comunicación; entre mandar que
hagan un ejercicio o pedir que hagan un ejercicio se detecta la misma actitud
despótica que entre el personal está a mis órdenes y el personal está bajo mi
responsabilidad. Del mismo modo que era muy diferente la actitud de la persona
cuando elevaba una instancia por la que suplicaba y la de quien presenta una
instancia por la que solicita. En este mismo sentido, es curioso notar que las enti-
dades bancarias han impuesto la expresión pedir y conceder un crédito, cuando los
créditos se compran y se venden. Pero el uso de pedir y conceder sitúa al cliente en
posición de inferioridad y le obliga a dar explicaciones. Y ese mismo matiz de
inferioridad que se adhiere a pedir, lleva a quienes gestionan la administración
pública a encargar un informe en vez de pedirlo.

El peligro reside en que si, como dijo Wittgenstein, los límites del lenguaje son
los límites del pensamiento, desde los usos lingüísticos se puede manipular el pen-
samiento: el lenguaje influye en el modo de percibir la realidad y transmite un
trasfondo cultural e ideológico que tiende a perpetuarse, ya que a menudo los hablantes
no son conscientes de ello: “El lenguaje disfraza el pensamiento” 14 . Los discursos
de la persuasión y de la seducción, especialmente el lenguaje político y el publici-

13
Vid. L OZANO D OMINGO, Irene: Lenguaje femenino, lenguaje masculino ¿Condiciona
nuestro sexo la forma de hablar? Madrid: Minerva, 1995.
14
W ITTGENSTEIN , Ludwig: Tractatus Logico-Philosophicus. Madrid: Alianza, 1993 4.º

19
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tario, incluyen el eufemismo y la suplantación y consiguen su propósito por medios


muy diversos. Y en el mismo sentido habría que tener en cuenta el problema de la
traducción y su relación con la investigación, digamos, feminista. La idea de texto
original, una de las cuestiones claves en la historiografía de la traducción, ha evi-
denciado en ocasiones la oposición entre trabajo productivo y reproductivo y, así, se
asienta la noción de originalidad y creatividad en términos de paternidad, mientras
que la imagen femenina queda relegada a numerosos papeles secundarios, o bien se
utiliza una imagen metafórica de la traducción como lucha familiar por la apropia-
ción de la autoridad y paternidad del texto, incluso hay una utilización política en
la que la traducción coloniza otras culturas. Los románticos alemanes, por ejemplo,
utilizaban indistintamente los términos übersetzen, es decir, traducir y verdeutschen,
es decir, germanizar 15 .

En el ámbito que nos ocupa, el análisis de los usos lingüísticos constituye un


instrumento de incalculable valor para detectar actitudes sexistas e intentar neutra-
lizarlas. Si no descubrimos cómo los usos lingüísticos contribuyen a la discrimina-
ción de la mujer y a cualquier otro tipo de discriminación, no podremos neutralizar
su efecto. Se hace necesario, pues, tanto en la enseñanza de las lenguas como en
nuestros comportamientos verbales, dejar patentes los mecanismos sutiles con que la
cultura tradicional expresa actitudes sexistas y tiende a perpetuarlas, y los procedi-
mientos van mucho más allá del supuesto problema del “género gramatical”, tan
debatido y tan mal resuelto.

En este caso, la cuestión no se plantea porque en la lengua existan elementos


masculinos y femeninos, sino porque en ocasiones uno de esos géneros, casi siempre
el masculino, desarrolla la doble función de referirse a un sexo, al macho, y ser a
la vez genérico cuando nombra a la especie. Y sobre todo, porque como ya hemos

15
La distinción del alemán está tomada de Marina GUGLIELMI : “La traducción literaria”,
en Introducción a la literatura comparada. Ed. Armando G NISCI . Barcelona: Crítica, 2002, p.
332. Un trabajo que se sitúa en la línea de los estudios poscoloniales que intentan abordar
las formas silenciosas de escritura femenina y abordar la textualidad de las mujeres del
llamado Tercer Mundo. A veces no hay que recurrir a la traslación entre lenguas diferentes,
para la que puede verse el trabajo de J. F. RUIZ C ASANOVA: Aproximación a una historia de
la traducción en España. Madrid: Cátedra, 2000 y Amparo H URTADO A LBIR: Traducción y
traductología. Introducción a la traductología. Madrid: Cátedra, 2001. Las opiniones clásicas
sobre este problema pueden verse en Textos clásicos de la teoría de la traducción. Ed. M.
A. V EGA. Madrid: Cátedra, 1994.

20
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visto, en muchos hablantes se produce la confusión de género gramatical y sexo


biológico.

La obsesión por evitar la discriminación a través del género, y el eufemismo


de lo “políticamente correcto” ha propiciado que se dedicara un espacio a regular los
usos en todos los folletos y libritos publicados por los diferentes organismos oficia-
les que se han interesado por la cuestión16 , pero en la práctica la falta de coherencia
en el tratamiento del género por parte de los hablantes es manifiesta y mayoritariamente
ha dado lugar a un sinfín de discursos en que se distorsiona la lengua y se constru-
yen incorrecciones:

a) La duplicación de alumnos y alumnas, todos y todas, padres y madres,


empleados y empleadas etc., con los artículos, determinantes y adjetivos
correspondientes concordados, supone un recargamiento que, al reiterarse
sistemáticamente, complica la expresión, la hace farragosa y va en contra
de la economía lingüística que rige cualquier acto comunicativo.

b) La frecuente aparición de os / as, además de distorsionar la expresión oral,


solo es correcta en un tipo de textos: los formularios de respuesta alterna-
tiva que, desde los años ochenta, se proponen desde las administraciones
públicas para paliar la ausencia de la mujer como sujeto de derecho y otros
similares. Así las fórmulas identificativas aparecen como D./D.ª, el/la...
acompañadas de la expresión táchese lo que no proceda. Pero a partir de
ahí muchos hablantes bienintencionados confunden los ámbitos e inundan
sus escritos con los / las alumnos / as estudiosos / as... Esas construcciones
no solo son incorrectas, sino que, además son discriminatorias, porque la
barra, colocada entre dos palabras o entre una palabra y un morfema indica
la alternativa entre una u otra opción, tiene valor excluyente, de modo que
se trata o solo de ellas o solo de ellos 17 .

16
Generalitat Valenciana (1987), Ministerio de Educación y Ciencia (1988), Ministerio
de Asuntos Sociales (1989), Ministerio para las Administraciones Públicas (1990), Unesco
(1991), Generalitat de Catalunya (1992), Instituto Andaluz de la Mujer (1995), Instituto
Aragonés de la Mujer (1995), Plataforma para un lenguaje no discriminatorio (1996), Comissió
Obrera Nacional de Catalunya-CONC (1997), Ayuntamiento de Alcobendas (s.a.), CC.OO.
(s.a.), Herrera-Reñé (s.a.). Citado por C ALERO F ERNÁNDEZ , M.ª Ángeles: Sexismo lingüístico.
Análisis y propuestas ante la discriminación sexual en el lenguaje. Madrid: Narcea, 1999, p.
165.
17
Respecto al uso de la barra y el paréntesis, véase la Ortografía de la Lengua Espa-
ñola de la Real Academia Española de la Lengua. Madrid: Espasa, 1999, pp. 42 y 86.

21
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La extensión de estos usos incorrectos entraña, además, un riesgo mayor: se


justifica de ese modo una actitud no discriminatoria en lo superficial, no se reflexio-
na más sobre la cuestión del sexismo... y se da por bueno todo lo demás. Ceder en
lo accesorio para conservar lo esencial es una vieja táctica de quienes controlan el
poder.

El sexismo lingüístico existe, pero se construye con otros muchos mecanismos.


El más productivo y el más fácilmente detectable se encuentra en el léxico, y bre-
vemente enumeramos algunos usos claramente discriminatorios en la asignación de
significados:

- En los tratamientos de cortesía, señor frente a señora y señorita, con alusión


a estado civil o a su relación con el varón. La anulación total se produce con
señora de.

- Los llamados duales aparentes: significa algo distinto zorro y zorra, hom-
bre público y mujer pública; entretenido y entretenida...

- Vocablos androcéntricos: penetración, en las relaciones sexuales, o la expre-


sión hijo ilegítimo, que tiene ese significado desde la óptica exclusiva del
varón (para la mujer todo hijo es legítimo). El vocabulario de las relaciones
sexuales, de los tacos y de los insultos constituye un repertorio muy ilustra-
tivo de actitudes sexistas.

- En este nivel léxico hay que incluir también la denominación de los oficios
y profesiones y las polémicas para nombrar la imparable, pero todavía
insuficiente, incorporación de la mujer a oficios y profesiones en el espacio
público. Las soluciones que adoptan los hablantes son muy variadas, y los
nuevos nombres se van incorporando, con más o menos dificultad, a los
repertorios lexicográficos. De este modo, desde la décimonovena edición
del Diccionario de la Real Academia, que tanto ha criticado García Meseguer,
hasta la vigésima segunda , presentada el pasado día 16, la visión de la
mujer a través del léxico específico ha cambiado radicalmente. Con un
matiz inevitable: los repertorios lexicográficos son diacrónicos, se constru-
yen a lo largo del tiempo y recogen la vida de las palabras; por tanto,
existen muchos más vocablos para nombrar, por ejemplo, la prostitución
femenina (más de 700 recoge Miguel Casas 18 , sin parangón en ningún otro

22
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oficio de mujeres o varones) que para nombrar a la mujer miembro de una


Academia (encontramos solo dos: recipiendaria y académica, y ello solo a
partir de las ediciones posteriores a 1978, año en que fue elegida la primera
mujer: Carmen Conde). Hasta ahora lo han sido cuatro, y nunca más de dos
han simultaneado esa condición. Es de esperar que cuando haya más acadé-
micas que prostitutas, las proporciones léxicas den un vuelco, pero hasta
ahora se ha oído con más frecuencia: “niñas, al salón” que “señoras, a la
Academia”.

Pero a mi juicio, el sexismo lingüístico más peligroso, el más insidioso, se


construye en el nivel gramatical, donde los automatismos del lenguaje desvelan las
actitudes discriminatorias más profundas. Ahí es donde se vislumbra lo que se dice
sin querer. En este sentido resulta especialmente inquietante el tratamiento lingüís-
tico sobre maltratos y violencia sexuada en general, tanto en los procedimientos
legales como en la información que se transmite en los medios de comunicación y
que Eulalia Lledó ha analizado recientemente19 . El eufemismo violencia de género,
que se va generalizando en español, aunque por otras razones, frente a la contunden-
cia de violencia machista, sexista o sexuada, no alivia la discriminación.

Otras formas de construir la discriminación en el nivel gramatical se producen


con lo que García Meseguer denominó el salto semántico20 . Son expresiones en que,
construida una premisa que puede ser o no genérica, la siguiente frase expresa que
en la mente del hablante el enunciado global era sexista. Su uso no depende del tan
denostado genérico masculino. Como ejemplos:

-Los directivos de las empresas deben dejar de mirarse el ombligo y escuchar


más a la sociedad. La expresión es correcta, porque el genérico incluye a ambos, y

18
C ASAS, Miguel: Contribución al estudio del léxico eufemístico / disfemístico. Las
designaciones de la prostitución en el español moderno. Barcelona: ETD Micropublicaciones,
1990.
19
L LEDÓ C UNILL, Eulalia: “Crónica de un equívoco: la sesgada construcción de una
identidad femenina a través de las noticias sobre maltratos”, en Mosaicos y taraceas:
deconstrucción feminista de los discursos de género. Eds. B ENGOECHEA , Mercedes y MORALES,
Marisol. Madrid: Universidad de Alcalá, 2000, pp. 145-160.
20
GARCÍA M ESEGUER, Álvaro: Lenguaje y discriminación sexual. Barcelona: Montesinos,
1988 3.º

23
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además directivas no tendría el valor de mujeres. Pero si decimos deben dejar de


mirarse las corbatas, sí se ha producido el salto semántico.

- Si oímos huelga de profesores no dudamos de que son los varones y mujeres


del colectivo los que participan en ella, pero si oímos seis policías detuvie-
ron a los atracadores, inconscientemente pensamos más en varones que en
hembras, aunque el genérico en policía es femenino y existen cada vez más
mujeres en el colectivo .

- La famosa canción Libertad sin ira (Jarcha, 1976), símbolo de la transición


democrática española, es otra muestra, y pocas personas se percataron: Pero
yo solo he visto gente / que sufre y calla dolor y miedo / gente que tan solo
pide / su pan, su hembra y la fiesta en paz .

- De hecho, aunque se critica el uso del masculino genérico porque puede


ocultar a la mujer, en muchas ocasiones su uso sitúa el papel de la mujer en
su auténtica dimensión: si decimos que Arantxa Sánchez Vicario fue el
primer tenista español que ocupó el número uno mundial, no quedan dudas,
pero si decimos que fue la primera tenista..., su éxito se empequeñece
porque solo tiene como referencia a las mujeres tenistas 21 .

A menudo las marcas de la discriminación son muy sutiles, tanto que se cons-
truyen con palabras aparentemente desprovistas de significación: pronombres perso-
nales, posesivos, conjunciones, adverbios...:

Me defendió una abogada, pero muy buena profesional.

Vi un grupo de personas de distintas edades; también había mujeres.

El ¿Te ayudo?, ¿te hago algo en la cocina?, que a veces utilizan los varones
en el ámbito doméstico para demostrar su buena disposición, lleva inconscientemen-
te a las mujeres a seguir construyendo: me ayuda mucho, cuando alardean de lo
buenos que son (algunos), sin reflexionar en que el te y el me nos consagran como
las únicas responsables del trabajo doméstico.

21
G RIJELMO, Alex: La seducción de las palabras. Madrid: Taurus, 2000, pp. 243-255.

24
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En este mismo sentido, existen textos administrativos redactados desde un


supuesto progresismo que no hacen más que consagrar, bajo la apariencia de que el
varón también tiene derechos de paternidad, que el derecho y obligación es, en
primera instancia, de la mujer y hasta que muera. En el impreso de Solicitud de
ayuda económica por utilización de guardería infantil, del Hospital Comarcal de
Melilla-INSALUD, puede leerse:

“Personal con derecho al beneficio por guardería:

- Personal femenino, con nombramiento en propiedad o interino para el des-


empeño de plaza vacante, con hijos menores de 6 años.

- Personal masculino viudo, con nombramiento en propiedad o interino para


el desempeño de plaza vacante, con hijos menores de 6 años.”

Ese término viudo, que confiere derecho al varón, asigna el deber a la mujer
de por vida.

Pero no es suficiente con alertar de las trampas del lenguaje: debemos conocer
cómo sortearlas y cómo contrarrestarlas. Desde la enseñanza de las lenguas se puede
y se debe contribuir a evitar usos sexistas, y quiero apuntar algunas propuestas:

1) El profesorado constituye durante varias horas diarias un modelo de


comportamiento verbal, y debe comenzar por someter a examen su propio
uso de la lengua y analizar desde esa óptica el material didáctico que utiliza.
Además, no debe exigir comportamientos lingüísticos distintos a niñas y
niños. Esta actitud debe proyectarse igualmente en los ejemplos gramatica-
les que proponga.

2) Se debe trabajar en términos de promover la idea de persona, más que en


la de marcar las diferencias sexuales, ya que ser mujer o varón es efectivo
en unos pocos aspectos de la vida. Por el contrario, resaltar las diferencias
es contribuir a perpetuar un montaje cultural que perjudica a la humanidad,
porque claramente discrimina a más de la mitad.

3) La única forma de escapar a los automatismos que el lenguaje provoca


consiste en seleccionar cuidadosamente las palabras. Por tanto, la enseñan-

25
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za de la lengua debe potenciar el conocimiento reflexivo y crítico del léxico


y de sus posibilidades combinatorias: conocer para seleccionar adecuada-
mente.

4) Para la enseñanza del género gramatical hay que desterrar definitivamente


la definición del género a partir del sexo. Hay que asumir y enseñar el
género como una simple marca gramatical; no por medio del significado,
como se ha hecho tradicionalmente, sino a través de la forma y la función,
y en todo caso según el nivel de los alumnos, aludir a la diversidad de
relaciones significativas. Además, no debe hablarse de la formación del
femenino, como aparece en muchas gramáticas, sino de la formación del
género.

5) Para romper el mecanismo de ocultación de la mujer que puede darse por


el empleo reiterado del masculino genérico, se han apuntado diversas alter-
nativas, pero solo el uso de genéricos, colectivos y algunas formas no sexuadas
(quien, quienes...) tienen visos de sobrevivir. Y ello porque es la única capaz
de resolver la discriminación sexual, ya que actúa en la mentalidad colectiva
reforzando la idea de personas antes que mujeres y varones, y porque no
atenta contra las tendencias evolutivas y el uso de la lengua.

Pero el problema es que los genéricos y colectivos son escasos. Entre la


feminización casi obligada que proponían algunos sectores, y la casi forzosa supre-
sión del masculino genérico, las investigaciones más recientes y rigurosas en este
sentido, como la de M.ª Ángeles Calero 22 , apuntan por la solución más ambiciosa
y revolucionaria, que... no hace más que basarse en el propio funcionamiento gra-
matical del género: dejar el léxico como está y no cargar la lengua con la compli-
cación que supondría los procesos de duplicación.

Es curioso, en este sentido, recordar la defensa de Lázaro Carreter del uso del
masculino genérico que él ejemplificaba en ¡Vivan los novios!, porque decía: ¿quién
puede dudar de que se refiere a él y a ella? Pues bien, cuando en estos momentos

22
Vid. C ALERO F ERNÁNDEZ , M.ª Ángeles: Sexismo lingüístico. Análisis y propuestas ante
la discriminación sexual en el lenguaje. Madrid: Síntesis, 1999, especialmente pp. 167 y ss.

26
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las relaciones sociales han evolucionado de tal modo que el matrimonio entre homo-
sexuales comienza a ser un hecho, el masculino genérico novios, además de no
discriminar a la novia, permite seguir vitoreando a la pareja, cualquiera que sea el
sexo biológico, la opción sexual y la identidad genérica de las personas que la
formen.

Para concluir: en todas las comunidades lingüísticas y en todas las épocas, han
sido los usuarios, y no las lenguas, quienes discriminan o no. El mismo sistema
lingüístico que hace posible construir: la maté porque era mía, que tanto ha pesado
en el inconsciente colectivo y todavía hoy produce efectos estremecedores, permitió
también la expresión del eslógan de las feministas italianas en los años sesenta: yo
soy mía (IO SONO MIA). Pero no olvidemos que mucho antes, en 1585, otro usuario
de nuestra lengua, Cervantes, por boca de una mujer, la pastora Gelasia, formuló ese
mismo grito en un endecasílabo perfecto: libre nací, y en libertad me fundo.

27
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RUIZ C ASANOVA , J. F.: Aproximación a una historia de la traducción en España.


Madrid: Cátedra, 2000.

STEINER , GEORGE : Después de Babel. Aspectos del lenguaje y la traducción.


México: Fondo de Cultura Económica, 19952.º

SUBIRATS , MARINA Y BRULLET , Cristina: Rosa y azul. La transmisión de los


géneros en la escuela mixta. Madrid: Ministerio de Cultura-Instituto de la
Mujer, 1988.

Uso no sexista del lenguaje administrativo. Madrid: Ministerio de Asuntos


Sociales-Instituto de la Mujer, 1990.

VARGAS , A NA Y OTRAS : Lo femenino y lo masculino en el Diccionario de la


Lengua de la Real Academia Española. Madrid: Ministerio de Trabajo y
Asuntos Sociales-Instituto de la Mujer, 1998.

WITTGENSTEIN, L UDWIG : Tractatus Logico-Philosophicus. Madrid: Alianza, 1993 4.º

32
CULTURA

DARÍO VILLANUEVA | DIRECTOR DE LA RAE ›

Darío Villanueva: “El problema está en


confundir la gramática con el machismo”
Darío Villanueva, director de la RAE, reflexiona sobre la petición del Gobierno
a la Academia para que realice un informe sobre el lenguaje inclusivo en la
Constitución
IKER SEISDEDOS

Madrid - 16 JUL 2018 - 15:44 ART

El director de la RAE, Darío Villanueva, en la sede de la institución en Madrid, el pasado martes. En video, declaraciones
de la Vicepresidenta Carmen Calvo. FOTO: INMA FLORES. VÍDEO: EUROPA PRESS.

El director de la Real Academia Española (RAE) Darío Villanueva (Villalba, Lugo, 1950) empezó
la semana pasada inmerso en una polémica sobre las decepcionantes ventas en papel de la
23ª edición del Diccionario y la terminó en mitad de una tormenta por la renuencia de la RAE a
abrazar el lenguaje inclusivo en la Constitución. Tras ambas controversias laten dos
problemas de una institución de 305 años. Por un lado, están las estrecheces económicas,
derivadas de una prolongada crisis y de una drástica reducción de la aportación del Estado.
Por el otro, la imagen de sus académicos. La RAE salta a menudo a los titulares por
encontronazos lexicográficos, deslices ante periodistas y otras salidas de tono de una entidad
acusada de demasiado conservadora y de poco inclinada a adaptar el idioma a las realidades
de la igualdad y el género. 

Villanueva concedió esta entrevista el martes, mientras la


MÁS INFORMACIÓN
vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, anunciaba en el Congreso
Arturo Pérez-Reverte que iba a pedirle un informe para adaptar el texto de la Constitución a
dejará la RAE si se
cambia la redacción
un lenguaje inclusivo. El director, en el cargo desde 2014, advirtió
de la Constitución durante la charla que “el problema está en confundir la gramática con el
por un lenguaje
machismo”. “Las lenguas se rigen por un principio de economía; el uso
inclusivo
sistemático de los dobletes, como miembro y miembra, acaba
El lenguaje inclusivo
destruyendo esa esencia económica. Las falsas soluciones, como las
salta de la calle a las
instituciones que proponen poner en lugar del ‘o’ y el ‘a’, el ‘e’, me parecen absurdas,
ridículas y totalmente inoperativas”. Ayer Villanueva lamentó en
Las madres de la
reforma conversación telefónica que Calvo hubiera echado “toda la artillería” en
constitucional público y que aún no se hubiese puesto en contacto con él. “Como

La RAE asegura que comprenderá, no voy a ser yo el que ande buscándola”. Y se reiteró en
no regala sus convicciones. “Ya hemos iniciado el trámite [que acabará con un
diccionarios sino que
pronunciamiento del pleno en octubre]. Aunque la doctrina sobre el
los dona
tema es muy clara y no creo que la academia se vaya a apartar de ella. El
cambio de la constitución es muy difícil; francamente, lo veo como una
serpiente de verano. La reacción de Arturo Pérez-Reverte, que puso la venda antes de la
herida, no ha ayudado al sosiego [el académico dio su palabra en Twitter de que dejaría la RAE
si prosperaba la iniciativa]. No se conoce un caso de nadie que haya abandonado la institución
y no está en cuestión el carácter vitalicio del cargo de académico”.

Pregunta. ¿Es consciente de que una parte de la


La corrección política es
sociedad ve la RAE como una institución incapaz de una forma de censura
responder a los retos de una sociedad que cambia? perversa

Respuesta. Lo soy, pero los tópicos son muy


difíciles de desmontar. El diccionario no es elástico;
hay que hacer una selección. Porque el diccionario es de todos. También hay una razonable
demora temporal. Y hay palabras globo, que se usan, se hinchan y desaparecen. No estamos
desfasados. Es que tenemos que ir por detrás de la sociedad. La academia no inventa, no
propone, no impone, no induce el uso de las palabras, sino que recoge las que la sociedad
genera. Es un problema sin solución.

P. ¿Están las palabras más cargadas de ideología


que antes?
CÓMO RESOLVER “UN
PROBLEMA
R. La corrección política es una forma de censura HISTÓRICO”
perversa, que no procede del partido, del Gobierno
¿Qué opina Darío Villanueva de
o de la Iglesia. Es una censura difusa, que no
quienes ven como una
sabemos muy bien de dónde viene, y según la cual, oportunidad perdida cada vez que
hay cosas que no se pueden decir. Exigen que se eligen a un nuevo académico y no
retire del diccionario una determinada palabra. Y es una mujer? “El mayor error de
la RAE es no haber admitido
cada grupo dice cuál es la palabra que no quiere
cuando debió hacerse a Gertrudis
que esté en el diccionario. Cuando si están ahí es Gómez de Avellaneda, y luego a
porque la gente las usa. La Embajada de Japón Emilia Pardo Bazán. Ahora hay
ocho mujeres. De ellas, 6 elegidas
protesta porque en el diccionario está kamikaze.
desde 2010. Es decir, casi a razón
Incomoda judiada. Y a los jesuitas, jesuítico, en su de una por año. Y antes de estas
acepción de hipócrita. Esto no tiene fin. Llegan ocho había habido tres (Carmen
todos los días peticiones. La última, que hay que Conde, Elena Quiroga y Ana María
Matute). Lo cual quiere decir que
retirar la palabra racional, porque es una ofensa a la academia está intentando
resolver un problema histórico. En
los seres irracionales.
el caso de María Moliner, que
siempre se pone de ejemplo, salió
P. ¿Y más allá de esos ejemplos caricaturescos? Emilio Alarcos Llorach. Doña
María luego no volvió a ser
¿Atienden de un modo especial las peticiones
presentada, debido a que entró en
feministas? un proceso de enfermedad.
Porque, créame, hubiese entrado
seguro”.
R. Pongo esos ejemplos porque por esa pendiente
no hay freno. Pero atendemos a las cosas con
sentido, claro. Hace poco hemos hecho una
modificación en la quinta acepción de la palabra fácil. “Dicho de una mujer que se presta sin
dificultades a mantener relaciones sexuales”. Ahora habla de una persona. ¿Por qué? Desde
hace 30 años, con el cambio de hábitos, hemos encontrado ejemplos de empleo de la palabra
referido a hombres.

P. Entonces no la cambian porque consideren que está mal, sino por esos ejemplos.

R. Todo lo hacemos según la documentación que tenemos. Algunos dentro de la casa


consideraron, con un tono bastante poco propio de un académico, que fue “bajarse los
pantalones”. Pero no es sino responder a la propia evolución de la lengua. No estamos
encerrados en Numancia de una manera heroica. Ahora bien, lo que no haremos será retirar
una acepción porque a alguien le moleste. El problema es hacer un diccionario solo de
palabras bonitas. Las palabras sirven también para ser un canalla.

P. ¿Cuáles son sus planes en el ámbito económico?

R. Hemos creado una herramienta llamada Enclave, una plataforma integrada de servicios
lingüísticos, pensada para la utilización profesional de quienes trabajan con la lengua, que
somos casi todos. Además de los diccionarios, se pueden encontrar verificadores de texto y
correctores ortográficos y gramaticales muy desarrollados, así como recursos educativos. La
licencia individual cuesta 30 euros, aunque confiamos en que pueda ser adquirida por el
Estado. Ya se lo hemos expuesto a la administración anterior y parecían inclinados; tenemos
que retomar el asunto con la nueva. Con un contrato de esas características, paliaríamos la
reducción de la aportación pública a la RAE. En el momento mejor, que fue 2008, aportaba el
50% del presupuesto (4,1 millones). Eso ha caído un 60%: ahora ponen el 20% de un total de
7 millones. No pretendemos recuperar la subvención de 2008, sino parte de la financiación
que teníamos a través de los recursos propios. Tenemos una plantilla de 85 personas, además
de los 46 académicos, que, por todo sueldo, reciben 140 euros de dietas por sesión. El
problema está en sostener esa plantilla muy cualificada. Lexicógrafos, lingüistas, informáticos
y administrativos; sin ellos no se puede hacer el trabajo de los académicos. Esa es la primera
de las cuatro tormentas que azotan la RAE.

P. ¿Cuáles son las otras tres?

R. La segunda afecta a la fundación ProRAE. Se creó hace 25 años para el sostenimiento de la


academia, la preside el Rey Felipe VI, y tiene como presidente ejecutivo al Gobernador del
Banco de España. Tiene un capital de unos 17,5 millones de euros. Cuando el capital
financiero rentaba como antes, eso nos proporcionaba una cantidad generosa. Ahora no es
así. Cuando les presentamos Enclave como una fuente de recursos propios, solicitamos que
mientras la plataforma se ponía en marcha nos aportaran la cantidad necesaria para hacer
frente a nuestra difícil situación económica. Nos lo denegaron. Espero que el nuevo
gobernador del Banco de España entienda el problema. Tenemos pendiente una reunión. La
tercera tormenta es la de los recursos propios. La RAE generaba muchos, con la venta de sus
obras. Eso también pasó: el mundo editorial ha experimentado una crisis considerable, que se
ha cebado sobre todo en las obras de referencia.

P. ¿Erraron al imprimir con Espasa 50.000


Lo que no haremos será
retirar una acepción ejemplares del último diccionario? Apenas se han
porque a alguien le vendido 18.000 y ahora se ven obligados a
moleste mandarlos a África…

R. Las previsiones hechas sobre los datos del


diccionario anterior, de 2001, fueron un error de
cálculo. Pero no es nuestro solo, todos los diccionarios de las grandes lenguas han visto esa
caída. Intentamos paliar este problema de ingresos con el diccionario en su versión digital,
que recibe 60 millones de consultas mensuales, y cuenta con la financiación de la Obra Social
de La Caixa, que esperamos renovar ahora.

P. ¿El próximo diccionario será en papel?

R. Nacerá digital. En su presentación habrá pantallas, no libros. Eso no quita para que luego
imprimamos diccionarios, en plural.

P. ¿Los harán con Espasa?


Imprimir tantos
diccionarios fue un error
R. Eso le corresponde decidirlo a quien esté en mi de cálculo, pero no solo
lugar entonces. No solo trabajamos con ellos. nuestro
P. ¿Y la cuarta tormenta?

R. La caída de los patrocinios. Nuca hubo una gran


tradición en España, pero ahora se derivan a otro tipo de actividades de índole social o
deportivo. Con la crisis económica hay cada vez más que piden subvención y hay menos
empresas y con menos dinero.

ARCHIVADO EN:

Darío Villanueva · RAE · Español · Reales Academias · Constitución · Idiomas · Machismo · Actividad legislativa
· Lengua · Instituciones culturales · Sexismo · Derechos mujer · Parlamento · Relaciones género · Mujeres

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“Lenguaje inclusivo”: Una solución engañosa para la
desigualdad social. Por Nancy Giampaolo
kontrainfo.com/lenguaje-inclusivo-una-solucion-enganosa-para-la-desigualdad-social-por-nancy-
giampaolo/
kontra Info January 30, 2019

por Nancy Giampaolo

Como muchos debates propuestos por el movimiento de género -


protagonista indiscutido de los medios de comunicación y las redes
sociales- el del lenguaje inclusivo también se dirime en el terreno de las
palabras. Popularmente, se instaló una idea que pocos discuten con
argumentos fundados: si cambio mi manera de hablar, cambio mis
conductas. Vale la pena revisar, de la mano de datos comprobables, la
veracidad de este supuesto, destinado a afianzar una nueva forma de
corrección política que, a veces, permuta comprobación empírica por
pensamiento conspirativo, diluyendo, justamente, la vocación inclusiva que
proclama.

En un escrito publicado por Daniel Molina se aclara que “todas las lenguas
aceptan cambios. Pero solo los aceptan en el nivel del léxico, de la
fonética y de la ortografía. En el nivel gramatical no” por lo que la
pretensión de aplicar modificaciones gramaticales al castellano, sería
equivalente a dejarlo atrás para generar un idioma nuevo. “Cuando los
pueblos del occidente del Imperio Romano dejaron de declinar las palabras –se
explaya- pasaron del latín al francés, al rumano, al catalán, al italiano, al
portugués y al castellano. Un cambio gramatical creó otros idiomas. Fue un
proceso inconsciente y llevó siglos. No se conocen cambios gramaticales que
permitan seguir hablando la misma lengua. Tampoco se conocen cambios de
idioma que hayan surgido de una militancia ideológica”.

1/4
Vale la pena ver lo que sucede con la gramática de otros idiomas y su
relación con la sociedad en la que se hablan. Según explica el lingüista
Mo’ámmer Al-Muháyir en la publicación científica Nullius in verba Site, el
árabe clásico, instalado sin modificaciones en todo el mundo
áraboparlante desde el Siglo VI, es una “lengua que a la inversa que el
castellano, usa el femenino para englobar ambos géneros” en tanto “el
artículo determinante no tiene género ni número” por lo que “el pronombre
femenino en singular que significa ‘esta’ es usado indistintamente para los
plurales de sustantivos masculinos. (…) Entonces, los árabes no dicen ‘estos son
libros’, sino que dicen: ‘esta son libros’”. Más allá de los prejuicios o
exageraciones diseminados por la prensa, las luchas para promover la
igualdad entre los géneros no tienen en el mundo árabe la relevancia con
la que cuentan en el mundo occidental. “No parece que el uso extendido
del femenino genérico, que abarca pronombres demostrativos, relativos y
adjetivos, haya tenido un efecto particular en la manera en que los
áraboparlantes entienden el papel de la mujer en su sociedad ni les haya
permitido solucionar sus problemas de igualdad de género”, concluye el
especialista en este sentido.

Al-Muháyir también se tomó el trabajo de establecer comparaciones con


otras lenguas como el finlandés, el japonés, el guaraní y el islandés,
cuyos casos resultan reveladores al momento de comparar avances en
derechos individuales de las mujeres y presunto sexismo encubierto en el
habla. “La forma de organización política asamblearia que fundaron los
vikingos, conocida como la Mancomunidad Islandesa, es a menudo
mencionada como una de las democracias más antiguas y perennes del
planeta”, expresa, al tiempo que da cuenta de las luchas de las mujeres
de aquel país y sus exitosísimos resultados. Sin embargo, el islandés
es una de los idiomas más conservadores que existen (no acepta
neologismos y hay una ley que obliga a que al menos uno de los nombres
de cada niño que nace sea tradicional y folclórico, entre otras medidas de
preservación del habla histórica) y usa nada menos que “la palabra
‘hombre’ o ‘marido’ para englobar a ambos géneros cuando se trata de
expresar de forma impersonal algo acerca de uno mismo”. En cuanto al
guaraní, hablado también en nuestro territorio, en el que aún persisten
comunidades muy cerradas que sostienen una estructura patriarcal que
niega a las mujeres la participación en la toma de decisiones no
domésticas, el lingüista aclara que “al igual que el finés y el japonés, no tiene
género gramatical, aunque el sexo puede marcarse en las personas mayores y
animales superiores con un sufijo a tal efecto”. Y agrega que “no parece que
la sociedad guaraní esté cognitivamente muy influenciada por la carencia
de géneros de su lengua para darle un lugar más igualitario a la mujer en
su cultura”.

Molina, a su vez, continúa el razonamiento basado en que la creación de un


género neutro implica “un cambio de la estructura que le da sentido al idioma
y que nos permite entenderlo” enfatizando que “convendría seguir con el
2/4
castellano porque es el idioma más inclusivo que jamás existió. Lo hablan
570.000.000 de personas desde que nacen, desde analfabetos pobres a
catedráticos ricos. Se lo habla en más de 30 países, en cientos de culturas
distintas, en miles de contextos lingüísticos diferentes”.

Por su parte, Al-Muháyir encuentra cierta explicación del fenómeno del


lenguaje inclusivo en el creciente pensamiento conspirativo que prolifera
especialmente en Internet, un terreno también predilecto de las
reivindicaciones de género: “Las creencias conspiranoicas están apoyadas no
en una observación de toda la evidencia disponible, sino en el hecho de que el
desconocimiento generalizado de la evidencia permite justificar públicamente
conclusiones políticas o religiosas que fueron sacadas de antemano. En el caso
particular del sentido machista del masculino inclusivo o genérico, estaríamos
probablemente ante la presencia de un mito amparado en el monolingüismo,
es decir, una creencia que sólo es posible sostener si se toma a la lengua
castellana como único marco de referencia para universalizar conclusiones que
tienen serias implicancias sociológicas y neurolingüísticas”. En contrapartida,
hace referencia a las conclusiones de, Yásnaya Aguilar, también lingüista y
hablante nativa del ayuujk o mixe alto del sur: “En la gramática del español
solo existen dos grupos y lo que pertenezca a uno u a otro pocas veces
tiene que ver con el sexo de su referente en el mundo, el sustantivo
‘llama’ es de género gramatical femenino, aunque sus referentes sean
animales sexuados tanto masculinos como femeninos. En el mundo
pertenecen a dos clasificaciones distintas, en la gramática a una sola. Hay que
separar las palabras de sus referentes. Las palabras pertenecen a la
gramática, los referentes al mundo y los principios de clasificación no son
los mismos en la gramática y en el mundo; de ahí que utilizar‚ ´los niños´
para referirse a seres sexuados masculinos y femeninos no implica
discriminación, se refiere a todo el conjunto porque la palabra‚ “niños” no es
masculino en cuanto al sexo, simplemente indica que pertenece a una de las
dos clases de sustantivos del español, la misma a la que pertenecen ‘piso’,
‘amor’, ‘ruido’, ‘cenit’, ‘lápiz’”.

Atento a las connotaciones políticas que signan la cuestión, Molina


reflexiona sobre una “militancia” que busca imponer nuevas formas,
pero afirma que no hay posibilidades de contrarrestar el curso natural
del habla de un pueblo: “Si es una forma de sentirse bien con las propias
ideas y su uso es por parte de los militantes, no hay nada que agregar: tienen
todo su derecho de manifestarse cómo quieran. Pero si se pretende suplantar
el castellano por la nueva lengua artificial, y se lo hace a través de la
imposición en el ámbito escolar y de la coerción política, ya podemos
hablar de totalitarismo. Igual, toda la historia de los idiomas demuestra
que no importa qué salvaje haya sido un poder, jamás nadie logró
imponer un lenguaje artificial al conjunto de los hablantes de una lengua
natural. Visto desde esta perspectiva, el lenguaje inclusivo es realmente una
solución falsa a un problema que no existe”.

3/4
4/4
El género no marcado
elpais.com/cultura/2012/03/07/actualidad/1331150944_957483.html

Pedro Álvarez de Miranda March 7, 2012

Abro un programa de tratamiento de textos y, sin más, me pongo a escribir estas


líneas. Inmediatamente, el sistema tiene que decidir en qué tipo de letra irán mis
primeras palabras, y como yo no le he dado orden en contrario las pone en redonda.
Es que sin seleccionar algún tipo concreto de letra no puede trabajar, y alguien lo ha
programado para que en esos casos el elegido sea el llamado “normal” (o letra
“redonda”). Decimos entonces, como se sabe, que dicho tipo interviene o se activa por
defecto.

Pues bien, el concepto de por defecto en informática es muy similar al concepto de no


marcado en lingüística. La letra redonda es, frente a la cursiva o la negrita, la letra que
actúa por defecto. También podemos decir de ella que es, frente a aquellas dos, la
letra no marcada.

Cuando yo construyo una frase en que un adjetivo debe concordar con dos
sustantivos, uno masculino y otro femenino, necesito que ese adjetivo (si tiene
variación de género; muchos no la tienen) vaya en uno de los dos géneros. Uno
cualquiera, en principio... Lo que no puede es no ir en ninguno, porque el “sistema”,
para funcionar, necesita que uno se imponga por defecto. Tampoco puede ir en los
dos, porque su presencia simultánea es incompatible en una sola forma, del mismo
modo que una misma palabra no puede estar escrita al mismo tiempo en redonda y
en cursiva (sí, por cierto, en redonda y en negrita). Sí puede, pero no debe, duplicarse
el adjetivo, porque ello atenta contra un principio fundamental en las lenguas que es
el de la economía, al que también podríamos llamar “del mínimo esfuerzo”. Así, no
1/4
nos queda más remedio, en nuestra lengua, que decir los árboles y las plantas estaban
secos, con el adjetivo en masculino. ¿Por qué? Porque el masculino es el género por
defecto, es, frente al femenino, el género no marcado.

Del mismo modo, si una persona tiene tres hijos y dos hijas, dirá, interrogado acerca
de su prole, que tiene cinco hijos. No dirá que tiene cinco hijos o hijas, ni cinco hijos e
hijas, ni cinco hijos / hijas (léase “cinco hijos barra hijas”). Podrá escribir que tiene cinco
hij@s, pero esto no lo podrá decir, leer, así que de nada le vale. Yo, a diferencia de mi
colega Ignacio Bosque, no he tenido paciencia para echarme al coleto todas esas
guías que sobre el lenguaje no sexista han proliferado. Supongo que alguna de ellas
recomendará a nuestro perplejo pater familias que diga algo así como esto: Mi
descendencia la forman cinco unidades. Pobrecillo.

Desdramaticemos las cosas. No es el masculino el único elemento no marcado del


sistema gramatical. Igual que en español hay dos géneros (en otras lenguas hay más,
o hay solo uno), hay también dos números, singular y plural (en otras hay más, o solo
uno), y el singular es el número no marcado frente al plural. Así, del mismo modo que
el masculino puede asumir la representación del femenino, el singular puede asumir
la del plural. El enemigo significa, en realidad, ‘los enemigos’. Sumando ambas
posibilidades de representación puedo decir que el perro es el mejor amigo del hombre
para significar, en realidad, esto: ‘los perros y las perras son los mejores amigos y las
mejores amigas de los hombres y las mujeres’. ¿Se entiende ahora un poquito mejor
en qué consiste el mentado principio de economía?

Hay tres tiempos verbales, y uno de ellos, el presente, es el tiempo no marcado frente
al pasado y el futuro. Prueba de ello es la capacidad que tiene para suplantarlos:
Colón descubre América en 1492 significa en realidad ‘Colón descubrió América en
1492’, y mañana no hay clase significa ‘mañana no habrá clase’.

A pesar de lo cual, que yo sepa, no ha surgido por ahora ninguna Plataforma


Ciudadana en Defensa de la Intolerable Discriminación del Plural, ni tengo noticia
hasta el momento de la existencia de una Asociación Pro Visibilidad del Futuro, frente
al Abusivo Presentismo Lingüístico.

¿Y por qué es el masculino, en vez del femenino, el género no marcado? Buena


pregunta, para cuya compleja respuesta habríamos de remontarnos, en el plano
lingüístico, hasta el indoeuropeo, y en el plano antropológico hasta muy arduas
consideraciones, en las que no pienso engolfarme, acerca del predominio de los
modelos patriarcales o masculinistas. Efectivamente, es más que posible que la
condición de género no marcado que tiene el masculino sea trasunto de la
prevalencia ancestral de patrones masculinistas. Llámeselos, si se quiere, machistas, y
háblese cuanto se quiera de sexismo lingüístico. Séase consciente, sin embargo, de
que intentar revertirlo o anularlo es darse de cabezadas contra una pared, porque la
cosa, en verdad, no tiene remedio. Rosa Montero lo ha escrito admirablemente: “Es
verdad que el lenguaje es sexista, porque la sociedad también lo es”. Lo que resulta
ingenuo, además de inútil, es pretender cambiar el lenguaje para ver si así cambia la
sociedad. Lo que habrá que cambiar, naturalmente, es la sociedad. Al cambiarla,

2/4
determinados aspectos del lenguaje también cambiarán (en ese orden); pero,
desengañémonos, otros que afectan a la constitución interna del sistema, a su núcleo
duro, no cambiarán, porque no pueden hacerlo sin que el sistema deje de funcionar.

Antes de seguir adelante conviene hacer una observación acerca del género neutro,
pues en las discusiones sobre estos asuntos hay quien esgrime a menudo esa
palabra, sin saber muy bien lo que dice, como posible vía de solución. Olvidémonos
por completo del neutro. En español (a diferencia de lo que ocurría en latín) no hay
más que dos géneros, masculino y femenino. Del neutro latino solo han sobrevivido
en nuestra lengua unos pocos fósiles pronominales y el artículo lo. Así que una más
que hipotética solución salomónica en que un ideal género neutro salvador viniera a
solucionar el problema asumiendo el papel de género no marcado es una “solución”
(¿?) absolutamente inviable.

En realidad, es que no hay modo de modificar determinadas convenciones


lingüísticas, las más profundas. Imaginemos uno. ¿Podríamos reunirnos en asamblea
los quinientos millones (o más) de hispanohablantes para decidir que ya estaba bien,
que después de diez siglos en que el masculino ha sido el género no marcado, ahora
le tocaba al femenino? Alguien persuasivo (ya está ahí otra vez el dichoso masculino)
tomaría la palabra para decir: “Señores y señoras...” (en estos vocativos iniciales la
duplicación sí es bien lógica y está asentada desde antiguo; el principio de economía
apenas se resiente). Luego seguiría: “Estamos aquí reunidos (otra vez el masculino)
para...”. Etcétera. Se sometería a votación la siguiente propuesta: “A partir de mañana
mismo, el femenino pasa a ser el género no marcado. Ya iba siendo hora. Se dirá en
adelante los árboles y las plantas estaban secas; tengo cinco hijas: Pedro, Juan, Manuel,
María e Isabel; estamos aquí reunidas...”. La votación sería más bien complicada. ¿A
mano alzada? ¿Por aclamación? ¿Se convocaría un referéndum? ¿Podría nuestro
persuasivo orador controlar el previsible guirigay de la masa? ¿Qué hacer con los
disidentes? Transcurridos diez siglos, ante la aparición de nuevas guías idiomáticas
diametralmente opuestas a las de hoy, y de Plataformas por la Visibilidad del
Masculino en el Estado Español, se suscitaría la necesidad de que una nueva
asamblea (¿de cuántos millones de almas?) diera nuevamente la vuelta a la tortilla,
pues ya le tocaba otra vez al masculino. Y así sucesivamente. No hace falta decir que
estoy utilizando el recurso dialéctico de la reducción al absurdo. Con su poquito de
guasa.

Una última consideración, también desdramatizadora y relativizadora. En español, los


nombres que designan seres animados, y por tanto dotados de sexo, pueden ser de
tres tipos. Unos tienen marcas de género (niño / niña, monje / monja, profesor /
profesora...). Otros no las tienen, pero sí tienen dos géneros, evidenciados por la doble
concordancia que establecen con el artículo o con otras palabras (el artista / la artista,
el modelo / la modelo, el cantante / la cantante, el portavoz / la portavoz...). Otros,
ciertamente, vacilan. Pero hay un tercer grupo que me interesa especialmente: es el
de los nombres llamados epicenos; los epicenos tienen un solo género gramatical,
pero sirven para referirse tanto a seres de sexo masculino como a seres de sexo
femenino. Ahí se ve muy bien que no se deben identificar género y sexo. Pues bien,
hay muchos nombres epicenos que son femeninos, lo que supone una muy modesta
3/4
compensación al avasallador poder del masculino como género no marcado. En una
persona, una criatura, una víctima, una figura, una eminencia... el femenino asume la
representación tanto del masculino como del femenino. A ningún hombre se le
ocurrirá sentirse discriminado por ello. Faltaría más.

Hay otro ejemplo muy bonito, y de más calado. En italiano —una lengua hermana de
la española, y hablada por un pueblo a menudo tildado de masculinista o de machista
— un pronombre femenino, Lei (literalmente ‘ella’), se utiliza con el mismo valor que
nuestro usted, es decir, asume, en el tratamiento de respeto, la representación tanto
de un hombre como de una mujer. Bien pensado, otro tanto le ocurría al antecesor
de nuestro usted, la forma vuestra merced, con esa visible marca femenina en el
posesivo, en consonancia con el género femenino de merced.

Ya sé que estos ejemplos de ligera prevalencia del femenino implican muy parva
compensación. Espero, al menos, que sirvan, como lo pretende la totalidad de este
artículo, para relativizar las cosas, desdramatizando a todo trance una terca realidad
contra la que es estéril estrellarse: la condición inamovible del masculino como
género no marcado.

Pedro Álvarez de Miranda es catedrático de Lengua Española de la Universidad


Autónoma de Madrid y miembro de la Real Academia Española.

4/4
¿Invisibiliza nuestra lengua a la mujer?
elpais.com/cultura/2018/11/28/actualidad/1543418937_639835.html

December 2, 2018

La mujer sufre discriminación y el uso del llamado masculino


genérico para unos refuerza las estructuras patriarcales
mientras otros invitan a no confundir género con sexo

Una corriente feminista muy presente en los medios asegura que la mujer se siente
excluida del llamado “masculino genérico”. Algunas de sus promotoras (sociólogas,
juristas…, raramente las filólogas) consideran machista este rasgo de la lengua
española y propugnan que en una artificial “lengua cultivada”, certera denominación
de Juan Carlos Moreno Cabrera (Diversidad lingüística y diversidad cultural, 2011), se
pronuncien duplicaciones como “ciudadanos y ciudadanas”, “españoles y españolas”,
“todos y todas”, a fin de evitar la “invisibilidad” de la mujer.

Para aportar nuevas reflexiones sobre este asunto, con otro punto de vista,
partiremos de la diferencia entre “significado” y “significante”.

MÁS INFORMACIÓN
El significante “casa” (es decir, la palabra “casa” pronunciada o escrita) nos hace
pensar en la imagen (el significado) de un edificio con puertas y ventanas, tal vez
también con chimenea. Al pronunciarse el significante “casa” no se expresan los
significantes “ventana”, “puerta” y “chimenea”; sin embargo, todos los conceptos que
ellos representan vienen a nuestra mente en el significado cuando oímos o leemos la
palabra “casa”. La ideación activada por el significante “casa” incluye esos elementos
porque están en nuestra memoria de una casa. Por tanto, el significante “casa” son
unas letras o unos sonidos. Y el significado, la idea que tenemos de una casa. Las
ventanas y la puerta no están en el significante, pero sí en el significado.

Lo mismo sucede con expresiones como “Estatuto de los Trabajadores” o “Congreso


de los Diputados”. Los significantes femeninos “trabajadoras” y “diputadas” no se
hallan presentes ahí, pero sí se activan sus significados. Porque, igual que al oír “casa”
pensamos en ventanas, conocemos que la legislación laboral afecta del mismo modo
a las trabajadoras y que en los escaños se sientan también las diputadas, aunque ni
unas ni otras se mencionen. Los contextos compartidos completan, pues, los
significados.

Por todo ello, como explican las investigadoras feministas en el uso del lenguaje
Aguasvivas Catalá y Enriqueta García Pascual (Ideología sexista y lenguaje, 1995), no
hay que confundir ausencia con invisibilidad. Es decir, no se debe confundir “ausencia
del género femenino” en el significante con “invisibilidad de las mujeres” en el
significado.

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Así pues, al analizar el significado de una palabra conviene observar a la vez su
sentido (entendemos aquí el sentido como “el significado más el contexto”). Veamos.
La palabra “copa” se vincula a bote pronto en una conversación familiar con un
recipiente de cristal; pero con un trofeo en la conversación entre futbolistas, o con la
parte superior de un árbol si habla un grupo de ingenieros forestales. El contexto de
cada caso influye en el sentido que activa el significante en nuestra mente.

El sistema lingüístico del español acoge fenómenos similares en algunos otros


supuestos. Por ejemplo, cuando el singular representa al plural del mismo modo que
el masculino representa al femenino. Si hablamos de que “este año se ha adelantado
la caída de la hoja”, el significante “la hoja” se expresa en singular, pero la
representación mental nos hace imaginar una pluralidad de hojas. Lo mismo
sucedería con una oración como “tiene mucha afición al naipe” (ante la cual nadie
imagina que se experimente tal inclinación por una sola carta).

Estamos aquí ante lo que los filólogos llaman “automerónimos”. Victoria Escandell,
una de los grandes especialistas españoles en pragmática (el estudio del sentido más
allá de los significados exactos), compara el caso del genérico masculino con ejemplos
como “noche” y “día” (Reflexiones sobre el género como categoría gramatical, 2018).
Cuando decimos que alguien “tardó tres días en llegar”, en ese periodo se sucedieron
la noche y el día durante tres fechas. El término “noches” no ha figurado en el
significante, “días”, pero esa idea no está ausente de lo que se entiende al oír “tres
días”. Así pues, “día” engloba “noche” y “día”, del mismo modo que “los trabajadores
de la empresa” engloba a los trabajadores y a las trabajadoras. En todos estos casos,
una palabra puede abarcar a su opuesta conjuntamente o sólo a sí misma por
separado. El contexto lo descifra con facilidad.

El dominio social masculino

Quienes entienden que el masculino genérico “invisibiliza” a las mujeres ponen en


juego factores emocionales legítimos, basados en una realidad injusta, y proyectan
sobre la lengua algunos problemas y discriminaciones que se dan en ámbitos ajenos
a ella. De ese modo el dominio masculino en la sociedad se presenta como origen del
predominio masculino en los géneros gramaticales.

Varias lenguas con femenino genérico (el guajiro, el afaro, el zaise…) se hablan en
comunidades muy patriarcales

Se trata de una traslación fácil, que parece de cajón. Sin embargo, nos hallamos ante
“una hipótesis científicamente indemostrable” (María Márquez Guerrero, Bases
epistemológicas del debate sobre el sexismo lingüístico, 2016), aunque la veamos como
probable con nuestros ojos de hoy. Pero, repetida tantas veces sin discusión, hasta se
hace difícil contradecirla, por la influyente presión general y porque quienes la
sostienen están defendiendo una lucha justa.

Esa relación de causa-efecto (es decir, que el dominio social masculino provocó el
masculino genérico) puede parecerse a la teoría de los dos relojes formulada hace
siglos (con otro propósito) por el holandés Arnold Geulincx: Dos relojes de pared
marchan perfectamente. Uno marca la hora y el otro da las campanadas, de modo
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que si miramos al uno y oímos al de al lado podría pensarse que el primero hace
sonar al segundo.

Dicho de un modo más rural: sabemos que el canto de los gallos no hace que salga el
sol.

Si el dominio del sexo masculino en la sociedad fuera la causa inequívoca del


predominio del género masculino en la lengua, eso habría de ejecutarse en todo tipo
de condiciones, del mismo modo que dos y dos son cuatro en cualquier clase de
problema.

Todos podemos observar, sin embargo, que con una misma lengua se dan
sociedades machistas y sociedades más próximas a la igualdad. Unos idiomas tan
extendidos como el español o el inglés ofrecen muchas posibilidades al respecto.

Por otro lado, si se cumpliera esa relación entre el predominio social masculino y el
uso del genérico masculino en el idioma, las sociedades que hablan lenguas
“inclusivas” deberían ser menos machistas. Por ejemplo, el idioma magiar no tiene
género, de lo cual debería deducirse que la sociedad húngara es más igualitaria que la
sociedad española. Y lo mismo sucede con el turco, un idioma con escasísimas
palabras dotadas de género. Y con el farsi (o persa), la lengua que se habla en Irán. Si
la sociedad iraní no ha dado lugar a un idioma de predominio masculino, eso habría
de estar relacionado con la supuesta realidad de una sociedad menos masculina que
la española.

Y otro tanto pasa con el quechua, empleado por una sociedad que fue poligámica y
donde funcionaban los harenes (Araceli López Serena. Usos lingüísticos sexistas y
medios de comunicación).

También se hablan en el mundo algunas lenguas que tienen el femenino como


genérico (varias caribeñas, entre ellas el guajiro; además del koyra en Malí y el afaro
en Etiopía), y no se corresponden precisamente con sociedades ni igualitarias ni
matriarcales. Por ejemplo, el zaise o zayse es hablado por 30.000 etíopes que forman
una “marcada organización social patriarcal” (Bárbara Marqueta, ‘El concepto de
género en la teoría lingüística’; en la obra colectiva Algunas formas de violencia. Mujer,
conflicto y género, 2016).

Sin embargo, otras lenguas con femenino genérico, como el mohawk o mohaqués
(ahora 3.000 hablantes en EE UU y Canadá), sí se dieron en sociedades con notables
rasgos matriarcales.

Dos tipos de dobletes

Asimismo, si el supuesto dominio masculino del idioma español hubiera respondido a


un impulso machista o patriarcal, este habría dominado todos los aspectos de la
lengua, y no solamente algunos. El mismo sistema que no activó durante siglos “juez”
y “jueza”, ni “corresponsal” y “corresponsala”, ni “criminal” y “criminala” o “mártir” y
“mártira” sí permite “bailarín” y “bailarina” o “benjamín” y “benjamina”.

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Y en efecto, el genérico “niños” engloba a niños y niñas; pero el masculino “yernos” no
engloba a las nueras; ni “curas” engloba a las monjas. No podemos decir “mañana
vienen mis yernos” si en el grupo hay nueras. Eso sí sería lenguaje no inclusivo. Y
habría de afirmarse por tanto “mañana vienen mis yernos y mis nueras”; del mismo
modo, una reunión de curas y monjas no se puede definir como “una reunión de
curas”. Ni una asamblea de hombres y mujeres como “asamblea de hombres”.

Si hubiera existido algún día esa directriz machista original y duradera, el mismo
masculino que se impone en los dobletes morfológicos (es decir, “los niños” para
nombrar a “niños” y “niñas”) se habría impuesto también al femenino en todos los
dobletes que no son de carácter morfológico sino léxico (“toro / vaca”, “jinete /
amazona”, “dama / caballero”, “marido / esposa”…).

No está de más decir “la persona” y no “el hombre”, o huir de usos asimétricos como
“mi señora” o “mi parienta”

Eso no sucede, como señala Victoria Escandell, cuando la referencia a varones o


mujeres, o machos y hembras, está lexicalizada. Así pues, añade, la oposición
masculino-femenino se neutraliza en unos casos, pero no en otros.

Asimismo, esas teorías que aquí cuestionamos deberían considerar más igualitario el
laísmo castellano (con su desdoblamiento “la dije” a ella / “le dije” a él) que el uso
general en español (“le dije” tanto para ella como para él). Sin embargo, ese laísmo
igualitario sería rechazado seguramente por la mayoría de las hablantes.

De todos estos ejemplos se puede deducir, si así se desea, que no existe una relación
comprobada de causa-efecto entre la sociedad y la lengua en cuanto al dominio
masculino.

Plantear esa relación como si fuera cierta y tenaz equivale a ver el problema en un
plano (la desigualdad real) y poner la solución en otro (la gramática).

Hipótesis inversa (falsa)

Es cierto que la mujer sufre una discriminación insoportable, y eso dispara los juicios
y los prejuicios contra el genérico masculino una vez que éste ha sido erigido como
símbolo de la dominación del varón. Lo curioso es que si la sociedad discriminara al
hombre (lo cual planteamos solamente a efectos dialécticos, pues sabemos que no
sucede así) unas hipotéticas (y absurdas) organizaciones masculinistas tendrían
también argumentos (o falacias) para culpar al lenguaje. Es decir, podrían plantear
sus propios relojes de Geulincx.

Esa visión igualmente desenfocada (aunque en distinto grado) daría lugar a


hipotéticas razones como éstas (que serían en realidad unas cuantas sinrazones):

1. La circunstancia de que un mismo significante sirva para el genérico masculino y


también para el masculino específico (del mismo modo que el significante “día”
abarca el significado del día y de la noche) priva a los hombres de un género propio e
individualizado como sí tienen las mujeres. Los hombres deben compartir su género,
pero las mujeres no.
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El término “varón” hace falta ahí porque el masculino no se basta a sí mismo para
identificar a un hombre si el contexto implica que se incluye a mujeres (como sucedía
claramente en ese caso, pues en aquellas fechas era de general conocimiento que
Margaret Thatcher había precedido a Major).

Si en esa noticia se suprimiera el término “varón”, Major quedaría como “el primer
representante del Reino Unido en una cumbre comunitaria desde hace 11 años”, lo
que resultaría falso (pues no era la primera vez que el Reino Unido estaba
representado ahí). Así pues, la necesidad de añadir “varón” demuestra que el
genérico masculino incluye objetivamente a las mujeres.

2. Por otro lado, el genérico masculino excluye supuestamente a las mujeres de las
acciones meliorativas (aquellas en las que se suele pretender la visibilidad), pero
también de las peyorativas: Veamos esta afirmación: “Han entrado unos ladrones y se
lo llevaron todo”. Siguiendo las teorías de una parte del feminismo, con esa
afirmación se excluye la posibilidad de unas ladronas; a pesar de que se desconoce la
autoría del latrocinio. Un sistema lingüístico construido para beneficiar a los hombres
habría impedido eso. Y en una hipotética situación de inferioridad social masculina,
esta circunstancia gramatical habría podido usarse para reforzar (absurdamente) sus
reivindicaciones.

El contexto cambia el significado

En cualquier caso, en el debate sobre lenguaje inclusivo se suelen analizar las


palabras aisladas, como en un laboratorio. Y el lenguaje sólo se entiende en su uso,
en su aplicación concreta.

Como hemos visto, ante la palabra “casa” construimos nuestro significado a partir del
contexto que conocemos (y por eso imaginamos las ventanas). El contexto, en efecto,
rige el sentido de lo que expresamos.

Imagine usted, atento lector o atenta lectora, que lee esta oración:

“Hernández es representante de España en la ONU y una estrella de la diplomacia”.

¿Ha pensado usted en un hombre o en una mujer? Seguramente en un hombre,


porque eso es lo que proyecta el contexto compartido. Pero no hay ninguna marca de
género masculino en esa oración (al contrario, se cuentan más palabras en
femenino). Si su conocimiento de la realidad le permitiese saber que “Hernández” es
una mujer, pese al predominio de diplomáticos varones, la interpretación habría sido
la contraria incluso con esa misma frase.

Entonces, podemos pensar si no será mejor actuar sobre la realidad que sobre el
lenguaje. Cuando la realidad cambie, el contexto alterará el significado de las palabras
sin necesidad de alterar su significante, del mismo modo que el término “coche”
mantiene sus letras pero ha cambiado con el tiempo la representación mental que
provoca (desde los coches tirados por la potencia de los caballos a los caballos de
potencia que tiran ahora de los coches).

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Por todo ello, al observar el supuesto machismo del lenguaje no se pueden analizar
los significantes y los significados en ausencia del contexto que les aporta el sentido.

Pero ante este problema también compartimos la propuesta que formulan las ya
mencionadas Catalá y García Pascual: Que las mujeres se apropien de los genéricos,
en vez de excluirse de ellos.

Hay precedentes. Por ejemplo, una mujer puede recibir un “homenaje” porque las
mujeres se han apropiado de esa palabra de forma que ya nadie recuerda que dentro
de tal vocablo se encuentra la raíz home (“hombre”, en el occitano de origen). Del
mismo modo, las mujeres tienen “patrimonio” y “patria potestad”; porque a lo largo
de los años se han apropiado de esos términos de raíz masculina (pater) en vez de
sentirse excluidas de ellos; como han hecho a su vez los homosexuales varones con la
palabra “matrimonio” (de mater), de la que también se han apropiado
venturosamente.

Si dijésemos (tomo un ejemplo que aporta Escandell) “Margarita ganó la plaza de


catedrática”, eso implicaría que sólo podían presentarse mujeres. Pero si Margarita
gana la plaza de catedrático, en ese momento invade felizmente el ámbito del
genérico masculino. Se apropia de él.

Si las mujeres se adueñan de los genéricos “trabajadores” o “mineros”, o “policías”, o


de “la diplomacia”, porque el contexto activa tal ideación, se estarán apropiando de
los significados y del sentido del discurso, para dejar a los significantes en su papel
residual de simples “accidentes gramaticales” (María Ángeles Calero, Sexismo
lingüístico, 1999), portadores de conceptos que van cambiando sin alterar la palabra
que los nombra.

Todo eso no impide (y la lengua lo permite) que se usen fórmulas como “señoras y
señores”, “amigos y amigas” si así lo desea quien habla. Ya estaban en el Mio Cid (siglo
XII): “Exien lo ver mugieres e varones, burgeses e burgesas por las finiestras son”.

Una moderada duplicación —sobre todo en la “lengua cultivada”, en la actuación


lingüística concreta— servirá legítimamente hoy como símbolo de que se comparte
esa lucha por la igualdad; siempre que esto no implique considerar machista a quien
use el genérico masculino por creerlo igualmente inclusivo.

Tampoco está de más evitar masculinos “genéricos abusivos” (en expresión de María
Márquez) y decir “la persona” en vez de “el hombre”, o huir de usos asimétricos como
“mi señora” o “mi parienta” (puesto que no se emplean “mi señor” ni “mi pariente”); o
evitar el elogio de llamar “machada” a una hazaña deportiva, entre otros consejos
válidos que suelen partir de filólogas feministas.

Con este mismo sistema de lengua (el sistema es una cosa y los usos son otra) se
puede construir una sociedad más justa si nos aplicamos a ello, si desterramos la
violencia machista, la brecha salarial o la publicidad sexista, si aplicamos una
enseñanza igualitaria o si corregimos el tratamiento de la mujer en los videojuegos,
entre otros muchos asuntos.

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Cuando todos esos problemas estén resueltos (ojalá pronto) y la igualdad sea
completa, el género gramatical perderá seguramente toda la trascendencia que
ahora se le otorga. La realidad habrá cambiado los contextos; los contextos habrán
transformado el sentido, y los genéricos masculinos se convertirán en una mera
convención porque habrán sido asaltados por las mujeres, como ya ocurrió con
“homenaje” o “patrimonio”.

Cuando ese momento llegue, quizás a nadie le importe ya la gramática. Pero mientras
tanto, es entendible que el genérico masculino siga pagando los platos rotos.

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A propósito del lenguaje inclusivo
institutoacton.org/2019/02/05/a-proposito-del-lenguaje-inclusivo-claudio-marenghi/

February 5, 2019

Por Claudio Marenghi

10 de de enero de 2019

1.- La reflexión filosófica sobre el lenguaje consiste en un abordaje de este fenómeno


humano en sus aspectos más generales y fundamentales. Se estudia, principalmente,
el vínculo existente entre el lenguaje, el pensamiento y la realidad. En relación con
esto se abordan temas tales como la naturaleza del significante, del significado y de la
referencia, el lenguaje considerado como expresión subjetiva del hablante y como
sistema objetivo de signos, los diferentes usos lingüísticos que los humanos
efectuamos en distintos contextos vitales, el sentido profundo de fenómenos como la
interpretación, el diálogo, la traducción y la escritura. En este aspecto, la filosofía del
lenguaje se distingue de la lingüística, que es una ciencia metódica y sistemática de
carácter empírico, por sus abordajes más profundos y sus conclusiones
eminentemente especulativas, ligadas a temáticas de lógica, gnoseología y ontología.
A raíz de esto, el enfoque de la filosofía del lenguaje suele ser de tinte universal y
abstracto, alejado de los lenguajes particulares y concretos. Pero no por ello la
filosofía del lenguaje ha de despreocuparse de las contingencias mundanas a que su
objeto de estudio se ve sometido en una situación determinada.

Tal es el caso del flamante ‘lenguaje inclusivo’, así llamado porque propone avanzar
con un nuevo modelo lingüístico no sexista, que anule la distinción entre masculino y
femenino en las palabras ligadas al ámbito de lo humano, con la finalidad de
visibilizar y exaltar la tan lícitamente reclamada igualdad de género. Para comenzar a
tratar esta cuestión, debemos partir del supuesto de que los seres humanos nacen
sexuados como varones o mujeres. Si alguien dudara o intentara negar este
supuesto, tiene ante sus ojos, en la simple observación directa de las personas
humanas, ciertos rasgos morfológicos de evidencia indubitable, especialmente en los
órganos sexuales y reproductivos. Si con esto no alcanzara, se podría llevar la
observación a un nivel molecular, en donde el ADN de los varones presenta dos
cromosomas sexuales distintos llamados ‘heterogaméticos’ (xy), en tanto que el ADN
de las mujeres manifiesta dos cromosomas sexuales de la misma clase denominados
‘homogaméticos’ (xx). Esto puede resultar muy elemental, pero es necesario
señalarlo porque de esta diferenciación sexuada binaria proviene la especificación
que da origen a los géneros lingüísticos con que se nombra a los seres humanos y a

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todo lo relacionado a su mundo en ‘masculino’ y ‘femenino’: he aquí el correlato
genérico-lingüístico referenciado al ámbito de lo sexual-biológico.

Sin embargo, hay que tener presente que en castellano el género de una palabra, sea
masculino o femenino, no siempre diferencia sexo. Lo hace en sustantivos como
‘señor’ y ‘señora’, ‘secretario’ y ‘secretaria’, ‘perro’ y ‘perra’, ‘gato’ y ‘gata’, que remiten

siempre a seres animados y sexuados, sean humanos o sean animales. En muchos


otros sustantivos, el género no es algo que se agrega al significado indicando
sexuación, sino que es inherente a la palabra misma y sirve para distinguir otras
cuestiones: diferencia tamaño en ‘cuchillo’ y ‘cuchilla’, diferencia la planta del fruto en
‘manzano’ y ‘manzana’, diferencia al individual del plural en ‘leño’ y ‘leña’. En estos
casos, la diferencia en la desinencia genérica hace que a estas palabras se las
considere heterónimos y no variaciones de una misma dicción. También tenemos en
castellano los ‘sustantivos ambiguos diferenciados’ que cambian de significado según
el género. Es el caso de términos homónimos tales como ‘el capital’ y ‘la capital’ que
refieren al dinero y a la ciudad, ‘el policía’ y ‘la policía’ que refieren a una persona y a la
institución, ‘el pendiente’ y ‘la pendiente’ que refieren el aro y la elevación.

Otras veces sucede que el género no sirve para diferenciar nada, porque muchas
palabras tienen su forma en femenino y no existen en masculino o, a la inversa,
tienen su forma en masculino y no existen en femenino. En esos casos, el género sólo
marca gramaticalmente el modo en que deben ser usadas las otras dicciones de los
sintagmas que rodean y complementan a la palabra en cuestión. Por ejemplo, ‘zapato’
existe sólo en masculino sin ser un objeto sexuado. No es posible decir ‘zapata’, sin
embargo necesitamos esa referencialidad masculina para poder decir que el zapato
es ‘negro’ y no ‘negra’. Otro ejemplo, ‘zapatilla’ existe sólo en femenino porque no
existe ‘zapatillo’ y tampoco es un objeto sexuado. Pero necesitamos ese femenino
nominal para poder decir que la zapatilla es ‘blanca’ y no ‘blanco’. En efecto, el
castellano, al igual que el alemán, es una lengua que atribuye género gramatical a los
objetos no sexuados, tornándose más complejo su aprendizaje y su aplicación, en
cambio, el inglés dispone del género neutro para designar esta clase de objetos,
configurándose en este aspecto como una lengua más simple y de precisa ejecución.
Así, ‘llave’ es femenino en castellano, ‘Schlüssel’ es masculino en alemán y ‘key’ es
neutro en inglés, teniendo los tres vocablos el mismo significado. Algo parecido
ocurre con ‘puente’ que es masculino en castellano, ‘Brücke’ que es femenino en
alemán y ‘bridge’ que es neutro en inglés, términos que también son sinónimos. En
castellano, incluso, los ‘sustantivos comunes en cuanto al género’, como ‘artista’,
‘pianista’ o ‘turista’, que se mantienen invariables sin importar si se refieren a un varón
o una mujer, acaban señalando el género de lo que nombran a partir de los otros
términos que los complementan sintagmáticamente, sean adjetivos, artículos o
determinantes.

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2.- Más allá de estos matices morfológicos que venimos señalando, se acusa a esta
bipolaridad genérica del castellano de haber dado origen a un lenguaje sexista
funcional a los intereses de las sociedades opresoras heteropatriarcales. ¿Qué se
entiende en este contexto por ‘lenguaje sexista’? Básicamente, nombrar ciertos roles
y trabajos sólo en masculino, referirse a la persona genérica como ‘el’ hombre, usar
las formas masculinas para referirse a ‘ellos’ incluyendo a ‘ellas’, dejando las formas
femeninas sólo para ‘ellas’, nombrando a las mujeres siempre en segundo lugar y
otras cuestiones por el estilo. Las indeseables consecuencias de esta desigualdad
morfológica, según el feminismo y otros colectivos que defienden los intereses de
otras identidades de género, se traducen en cierto imperio de la violencia simbólica
en nuestro mundo cultural. Este atropello tendría que ver con pensarnos a nosotros
mismos y a nuestra inserción en el mundo, con categorías que, de algún modo, nos
serían impuestas y que coincidirían con las categorías desde las que los ‘opresores’
definen la realidad, justificando su dominación y su situación de privilegio respecto
de los ‘oprimidos’. La dinámica inherente a esta violencia atravesaría los caminos
simbólicos del conocimiento, el lenguaje y la comunicación, consiguiendo la
invisibilización y la naturalización de la situación de dominio.

Para neutralizar el poder milenario de esta violencia simbólica cristalizada en el


lenguaje que hablan las sociedades heteropatriarcales, las diferentes propuestas de
los partidarios del denominado ‘lenguaje inclusivo’ pugnan por la supresión de la
diferenciación binaria que se aplica a los nombres cuyo referente incluye a personas
de multiplicidad genérica, evitando el uso por defecto del genérico masculino ‘o’ que
invisibilizó históricamente a las mujeres y a otras identidades de género en las
sociedades que se despliegan en torno a la lengua castellana. El cambio morfológico
propuesto afecta no sólo a los sustantivos, sino que alcanza a los artículos, los
adjetivos y los determinantes que funcionan como modificadores del caso. Asoma así
en el horizonte un nuevo paradigma lingüístico que pretende superar la oposición
binaria entre masculino y femenino, para implantar un género neutro que incluya
otras opciones no tenidas en cuenta dentro de esas dos clasificaciones.

En el lenguaje que hablamos todos los días, el masculino gramatical cumple la


función inclusiva como término no marcado de la oposición de género. Más
precisamente, el masculino a veces es utilizado a nivel específico, como cuando
refiere exclusivamente a nombres masculinos, y a veces a nivel genérico, como
cuando refiere inclusivamente a nombres masculinos y femeninos. Así, en el lenguaje
que hablamos en la cotidianidad alguien puede proferir lo siguiente: “Los
compañeros argentinos que trabajan en diferentes sectores del comercio y de la
industria son sumamente valiosos, porque todos colaboran con su función parcial a
la promoción del bien común.” A fin de evitar el supuesto machismo lingüístico y la

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violencia simbólica aparejada, un primer ensayo de neutralización plantea el uso de
la desinencia ‘x’ para significar el género indistinto, así tendríamos nuestra frase
reformulada como sigue: “Lxs compañerxs argentinxs que trabajan en diferentes
sectores del comercio y de la industria son sumamente valiosxs, porque todxs
colaboran con su función parcial a la promoción del bien común.” Una segunda
variante del lenguaje tradicional, análoga a la propuesta anterior, nos presenta la ‘@’,
un ícono inclusivo que traza gráficamente una ‘a’ en una ‘o’, frente a lo cual
tendríamos en nuestro caso:

En tanto que el uso de la ‘x’ está en plena vigencia, aunque con numerosas
incertidumbres sintácticas, el uso de la ‘@’ es cada vez menos frecuente por resultar
sumamente disruptivo, ya que no pertenece al abecedario y en su grafía rompe el
renglón en una nivelación distinta al resto de los signos alfabéticos. Sin embargo,
tanto el uso de la ‘equis’ como de la ‘arroba’ en lugar de la vocal que demarca el
género, restringe el lenguaje inclusivo al campo de la lectoescritura, dado que estos
símbolos gráficos carecen de correlato fonético. Por este motivo, en el campo de la
oralidad, los dos ejemplos enunciados deberían pronunciarse de un modo similar al
que sigue: “Los compañeros y las compañeras argentinos y argentinas que trabajan
en diferentes sectores del comercio y de la industria son sumamente valiosos y
valiosas, porque todos y todas colaboran con su función parcial a la promoción del
bien común.” O también, como a veces se manifiesta de manera abreviada en ciertos
textos, con la ayuda de la ‘/’: “Los compañeros/as argentinos/as que trabajan en
diferentes sectores del comercio y de la industria son sumamente valiosos/as, porque
todos/as colaboran con su función parcial a la promoción del bien común.”

Aunque entre los activistas feministas y de la diversidad sexual que impulsan este giro
lingüístico, hay una tercera variante que parece tener mejor proyección a futuro, para
ser incorporada sin pelearse demasiado con el sistema vigente, consistente en el uso
de la ‘e’ como vocal para señalar el género neutro, especialmente porque puede
utilizarse fácilmente en la interacción oral. En este caso, nuestro ejemplo sería
reformulado del siguiente modo: “Les compañeres argentines que trabajan en
diferentes sectores del comercio y de la industria son sumamente valioses, porque
todes colaboran con su función parcial a la promoción del bien común.” Pensamos
que esta opción tiene serios problemas a resolver, como la creación de un pronombre
neutro (‘elle‘) y de un determinante (‘une‘). Otra dificultad manifiesta de esta variante
del lenguaje inclusivo tiene que ver con la disonancia entre la desinencia verbal y los
sustantivos o adjetivos neutralizados, como en “Consideremos al otre” o “Hoy
estamos todes”, disonancia que se ha visto, en muchos casos, forzada a asumir
género para la desinencia verbal, como en “Consideremes al otre” o “Hoy estames

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todes”, tal como si la ‘o’ verbal se correspondiera con el morfema masculino de los
sustantivos, adjetivos y artículos.

3.- Más allá de los tecnicismos, que son numerosos y caen más en consideración de
lingüistas especializados, pensamos que un cambio morfológico de la lengua no
acarrea necesariamente una transformación conceptual. La interconexión del
significado entre los conceptos no se reduce a un juego combinatorio de fonemas
significantes, por eso creemos que la modificación morfológica no varía
necesariamente el contenido conceptual del pensamiento lingüísticamente
expresado. Al focalizar la atención casi exclusivamente en lo morfológico, los
hablantes inclusivos tienden a un descuido del orden conceptual que consideramos
contraproducente, porque la demanda de la igualdad de género se plantea en el
ámbito en el que se debaten las ideas.

Tampoco hay evidencia de que la distinción de género lingüístico sea un impedimento


para considerar la igualdad de género en la vida individual y social. Para poner un
caso, el inglés no distingue géneroen casi todos sus sustantivos y en la totalidad de
sus adjetivos y sus artículos. Sin embargo, no parece que los hablantes nativos del
inglés estén mejor predispuestos para contemplar la igualdad de género que los
hablantes nativos del español, del francés o del alemán, por ejemplo, que sí
distinguen género morfológico. Incluso, en aquellas regiones en las que se hablan
lenguas menos sexuadas, con un genérico auténticamente neutral, a menudo se
verifica mayor inequidad de género que en otros países. Por un lado, el árabe clásico
utiliza el género femenino para los sustantivos en plural, sin importar el género de ese
mismo sustantivo en singular, es decir, al revés que en castellano. A pesar de esto, en
las sociedades en las que se habla, como Arabia Saudita o Marruecos, hay una
desigualdad absoluta de derechos entre varones y mujeres. Otras lenguas, como el
japonés y el turco, directamente no tienen género y son gramaticalmente inclusivas, a
pesar de desplegarse en el seno de sociedades estereotípicamente machistas. Por
otro lado, el islandés es una de las lenguas que menos cambios ha sufrido a lo largo
de los siglos, manteniéndose casi intacta debido a políticas lingüísticas sumamente
conservadoras, al punto que no adquiere términos extranjeros sin antes traducirlos
de alguna manera con raíces de palabras autóctonas, pero corresponde a la sociedad
más avanzada del mundo en cuanto al lugar que ocupa la mujer, la conquista de sus
derechos y la diseminación de la sororidad.

Volviendo al modo peculiar de hablar del lenguaje inclusivo, que se impone de a poco
en ciertos ámbitos académicos locales de tradicional prestigio, como ciertas aulas de
los colegios Carlos Pellegrini y Nacional de Buenos Aires, del profesorado del Joaquín
V. González o de la Universidad de Buenos Aires, debemos mencionar también que el

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uso del mismo produce un extrañamiento respecto del propio lenguaje, porque anula
la espontaneidad del habla del mundo de la vida y focaliza la atención en los
mensajes mismos de la comunicación en cuanto tal, esto es, termina operando más
en el nivel de un metalenguaje que en el de un lenguaje. La exigencia de un alto nivel
de conciencia gramatical, que implica la consideración de la concordancia que
involucran los sustantivos con referencia sexuada respecto de los adjetivos, artículos y
determinantes, no está al alcance de cualquier hablante y de cualquier oyente, sino
más bien de un pequeño sector altamente escolarizado que pretende imponerlo. De
este modo, paradójicamente, el lenguaje inclusivo se torna exclusivo y, en cierto
punto, también elitista.

4.- En este punto hay algo para destacar: los hablantes de una comunidad no pueden
elegir los signos lingüísticos según sus preferencias ni los pueden cambiar a gusto y
piacere, porque la comunidad del habla está ligada a su lengua tal cual le es dada
históricamente de generación en generación y en vistas a su estructuración semiótica.
Este estado de cosas incluye un ‘semántica’ que cristalice las significaciones en un
vocabulario común y una ‘sintáctica’ que articule normativamente la combinación de
sus signos, de modo tal que la ‘pragmática’, esto es, el uso que los seres humanos
hacemos de los signos lingüísticos, sea posible y, por lo mismo, también la
comunicación humana oral y escrita en cuanto tal, en un juego de composibilidades
idealmente infinito. Aunque hay que aclarar que el paso del tiempo también permite
que los signos lingüísticos cambien en función de los usos que reciben en el mundo
de la vida, pero de una manera gradual, paulatina y en su mayor medida inconsciente.

Así, por ejemplo, en el latín para referirse al progenitor masculino se utilizaba la


palabra ‘pater’, homófona y derivada del término griego ‘πατήρ’. Se especula sobre
una supuesta raíz onomatopéyica ‘ph‑’propia de los bebés, dado que al fin y al cabo la
‘p’ se pronuncia simplemente separando los labios, y un sufijo ‘‑ter’ que designa
relaciones familiares y que, consecuentemente, se encuentra también en ‘mater’.
Pero, con el correr de los siglos, ‘pater’ se empezó a sustituir por ‘patrem’, y más tarde
aún, con la aparición de las lenguas romances, por ‘patre’. Hasta que en determinado
momento evolucionó hacia el término que nosotros empleamos actualmente en
español, que también utiliza el italiano, esto es, ‘padre’, emparentado de raíz con sus
equivalentes en otras lenguas vivas, como ‘father’ en inglés y ‘Vater’ en alemán. Es
decir, tanto la inmutabilidad como la mutabilidad del signo lingüístico dependen de
factores que trascienden la planificación de un grupo minoritario de hablantes.En este
sentido, cabe pensar en la posibilidad de que la variante desinencial ‘e’ del ‘lenguaje
inclusivo’ termine siendo aceptada por la comunidad de hablantes, pero esa
adaptación sería el desenlace de un largo proceso evolutivo de asimilación y
acomodación en el seno del mundo de la vida.

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La lengua castellana, entonces, no escapa a la dialéctica de la inmutabilidad y la
mutabilidad del signo lingüístico, padeciendo mutaciones tanto conscientes como
inconscientes, replicando el ritmo en que deviene el mundo de la vida en su
despliegue epocal. Nos puede servir también el caso del ‘voseo’ que nos caracteriza
como hispanohablantes sudamericanos, a fin de reforzar esta idea que venimos
desarrollando. Los españoles que llegaron a nuestro continente durante la Conquista
todavía utilizaban el voseo en sus dos vertientes de forma reverencial y de signo de
confianza. Este uso del ‘vos’ arraigó en América, en parte a través de la literatura
incipiente y en parte porque los españoles mismos lo usaban reverencialmente entre
ellos para diferenciarse de los nativos. El tiempo transcurrió y hoy millones de
latinoamericanos lo usamos sin reverencialidad alguna. Sin embargo, el voseo
comenzó a desprestigiarse en el siglo XVI en España, donde el castellano peninsular
decantó unívocamente por el ‘tú’. Como se puede apreciar, estas metamorfosis
lingüísticas dependen del devenir de los acontecimientos históricos, que siempre es
circunstancial, contingente y orientado por la dinámica del mundo de la vida.

El lenguaje cumple un proceso histórico de institución, sedimentación y


transformación de sentido, en sus palabras están cristalizadas tanto las
significaciones intramundanas como los sentimientos, los valores y los ideales de cada
comunidad de hablantes. En este aspecto y en función de su evolución, cada
generación suele considerar que la lengua de sus padres era más pura y originaria
que la propia, en tanto que la de sus hijos pasa por ser una versión impura y derivada
de aquella. Salta a la vista, empero, que estamos ante una falacia: no cabe asumir una
actitud reaccionaria, conservadora o progresista en relación con las lenguas. Antes de
hablar el castellano rioplatense, las generaciones que nos precedieron hablaban otra
variante del castellano moderno, y antes aún del castellano antiguo, y antes de eso las
lenguas romances que fermentaron con la disolución del Imperio Romano, más atrás
el latín vulgar y ya bien lejos las lenguas indoeuropeas. Preguntar cuál de estas
lenguas es mejor o peor en relación a otra es algo que no tiene demasiado sentido,
porque cada una de ellas brotó de la idiosincrasia de una época vitalmente situada y
determinada.

El lenguaje surge del mundo de la vida casi espontáneamente y no admite cambios


forzados por motivos ideológicos. Cada lengua tiene tras de sí una historia que la
vincula a una tradición cultural en constante cambio y que, aunque no lo notemos a
simple vista porque sucede lentamente, va modificando muy de a poco nuestros lazos
comunicacionales. Es el propio mundo de la vida el que ha erguido las regularidades
del lenguaje, el que las ha elevado a la condición de normas cuando, por medio de
distintos mecanismos como diccionarios, libros de gramática, manuales de uso y
cánones literarios, ha generado modelos lingüísticos asociados a identidades

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culturales. Estas obras registran, exponen y despliegan las articulaciones de una
lengua, respetando su complejidad y la diversidad de sus dialectos, pero a su vez la
fijan, la depuran y la orientan, definiendo lo que es correcto y lo que es incorrecto, a
fin de poder analizarla, sistematizarla y enseñarla mejor a las siguientes generaciones
de hablantes. En este sentido, para que hubiera un cambio auténtico del lenguaje, el
uso de la ‘e’ del lenguaje inclusivo debería llegar a ser espontáneo y habitual. Tendría
que extenderse del pequeño círculo de hablantes actual a las calles, a la prensa, al
mundo académico en su totalidad y, finalmente, terminar siendo aceptado por la Real
Academia Española, al menos si la seguimos considerando como la institución a cargo
del cuidado normativo de la lengua castellana.

5.- Para quienes están muy preocupados por los valores fundamentales de igualdad
de género que pretenden defender los propulsores del giro inclusivo desde el
lenguaje mismo, estos ideales, empero, pueden expresarse de otro modo, respetando
el lenguaje comunitario preestablecido, diciendo por ejemplo: “Todos somos
personas”; “Ninguna persona es más ni menos que otra”; “El varón y la mujer tienen
los mismos derechos y las mismas obligaciones”; “Es inaceptable que la mujer se
subordine al varón” y otras cosas por el estilo. Los únicos términos genéricos
genuinos que disponemos para hablar un lenguaje no sexista en el castellano
corriente son los llamados ‘sustantivos epicenos’ como, por ejemplo, ‘persona’,
‘víctima’ o ‘individuo’, que no sólo van a mantenerse invariables, porque no hay ni
‘persono’, ni ‘víctimo’, ni ‘individua’, sino que ni siquiera tienen la posibilidad de marcar
el género en el adjetivo, porque aunque una persona sea varón, nunca será ‘persona
cuidadoso’ o ‘víctima pasivo’, así como tampoco una mujer podrá ser un ‘individuo
cuidadosa’. En este caso, el género gramatical es absolutamente independiente del
sexo del referente.

Hay otros modos en que también podemos llegar a evitar una forma sexista de
hablar, por ejemplo, en las proposiciones subordinadas en lugar de decir ‘los que’,
podemos decir ‘quienes’ o ‘cualquiera’, o en vez de usar sustantivos como ‘los
estudiantes’ o ‘los alumnos’, podemos decir, ‘el estudiantado’ o ‘el alumnado’. También
podemos recurrir a nombres genéricos y abstractos, substituir el nombre por un
pronombre, utilizar determinantes sin marca de género, elidir el sujeto, eliminar el
artículo y así una infinidad de mecanismos gramaticales que determinados lingüistas
inclusivos parecen ignorar. Estimamos también razonable hasta cierto punto el
desdoblamiento de género en ciertas circunstancias, por ejemplo diciendo ‘chicas y
chicos’ o ‘argentinas y argentinos’, porque, si bien es redundante al incluirse el
femenino en el masculino plural de acuerdo al uso y a lo normado por la Real
Academia Española, se puede equipar a expresiones corrientes y aceptadas
tradicionalmente, como cuando se dice ‘señoras y señores’. Nos parece especialmente

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importante este uso desdoblado en las ofertas laborales, las becas académicas y otras
oportunidades de desarrollo, donde se debería pedir ‘ingenieras e ingenieros’,
‘investigadoras e investigadores’ y cosas similares, porque el masculino plural, tal
como ya lo hemos señalado, tiene la ambigüedad de poder ser interpretado
genéricamente o específicamente y, a través del desdoblamiento genérico, es posible
evitar malentendidos que excluyan a las eventuales postulantes mujeres.
Nos parece, entonces, que no hace falta recurrir a una revolución morfológica para
promover valores igualitarios entre seres humanos desde un nuevo modelo
lingüístico, para así abandonar posiciones totalitarias de corte machista o feminista.
La promoción de esos valores igualitarios requiere transformaciones críticas en el
pensamiento de las personas, las cuales son mucho más complejas y vastas que un
cambio premeditado en la morfología sintagmática impuesto ideológicamente.
Creemos que en un país libre y democrático como el nuestro, cada uno puede hablar,
en definitiva, como quiera. Pero introducir normas que obliguen a aceptar
masivamente los cambios gramaticales del lenguaje inclusivo o la mera intención de
rescribir clásicos de la literatura en esta nueva modalidad, nos recuerda la ‘neolengua’
promulgada por el ‘Ministerio del Pensamiento’ en la novela ‘1984’ de George Orwell.
Tanto el izquierdismo como el derechismo posmodernos tienen una visión
voluntarista del lenguaje como medio de imposición de intereses partidarios
totalitarios.

6.- Desde un punto de vista estrictamente filosófico, en la concepción del lenguaje


inclusivo subyace una tesis partidaria del determinismo lingüístico, según el cual el
vocabulario con su gramática asociada generaría un entramado absolutamente rígido
para los pensamientos que elaboramos. Si modificar la morfología de las palabras
implica la transformación de los conceptos asociados, entonces, en definitiva, hablar
es lo mismo que pensar y pensar lo mismo que hablar, fusionándose en un mismo
plano el orden de los significantes con el de los significados. Pero debe quedar muy
en claro que esto no es así en absoluto: la palabra es siempre signo de una cosa para
alguien que la interpreta dentro de un horizonte semiótico, es decir, la palabra surge
de la experiencia humana, del encuentro del ser humano con las cosas y con sus
semejantes en un mundo situado espaciotemporalmente.

La palabra representa un correlato de la síntesis psicosomática en que consiste el ser


humano, ya que articula un ‘componente material’ (o significante) con un
‘componente intencional’ (o significado). Como signo sintético, la palabra abre dos
dimensiones: una ‘trascendente’ (por ser signo de un objeto portador de un
significado) y otra ‘inmanente’ (por ser expresión de un sujeto productor del
significante). Bajo el primer aspecto, el lenguaje puede desarrollarse artificialmente
como sistema de signos objetivos y articulados, en tanto que bajo el segundo aspecto,

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el lenguaje se despliega naturalmente como expresión subjetiva de la vida humana y
la comunicación interpersonal. Dicho de otro modo, la palabra es la expresión de un
sujeto hablante y pensante, que se exterioriza como signo oral o escrito, y, gracias a
esta exteriorización espaciotemporal que la dota de cierta autonomía, es posible su
referencialidad estructural y su organización sistemática. Todo discurso, hablado o
escrito, se desarrolla en el tiempo y en el espacio fragmentariamente, remitiendo al
‘polo objetivo del mundo’ como referente intencional significativo (así la multiplicidad
de las palabras en la oración se unifica en el ser de las cosas o de la situación objetiva
a la que remite) y al ‘polo subjetivo del yo’ (así también la multiplicidad del discurso
remite a la unidad del ser humano hablante como a su fuente originaria).
En contra de la tesitura de los partidarios del giro inclusivo, el lenguaje nunca es
‘determinante’ del pensamiento sino ‘condicionante’ del mismo, lo cual no deja de ser
importante. En efecto, cuando no se lo somete a análisis y crítica rigurosa, el lenguaje
en vigencia invade nuestro pensamiento de modo sutil y silencioso, pudiendo
imponer significaciones metamorfoseadas por los convencionalismos de turno, de
manera acrítica y miméticamente adquirida. Esto es notorio en expresiones que se
han colado en nuestro modo de hablar cotidiano, sin haberlo casi advertido y sin que
reflexionemos sobre lo que implican esas modificaciones para nuestra

interpretación de los fenómenos. Por ejemplo, en nuestro ámbito, durante las últimas
décadas, la intromisión de la expresión ‘recursos humanos’ que se ha impuesto en el
mundo empresarial en lugar del vetusto ‘departamento de personal’, con todo lo que
implica connotativamente este cambio en la designación: concebir al hombre como

‘recurso’ (perteneciente al ámbito de los medios), en vez de como ‘persona’


(perteneciente al ámbito de los fines).

La palabra es una manifestación externa de una vivencia interna, no sólo conceptual,


claro está, sino también afectiva y pragmática. Por esta triple dimensión, el lenguaje
saca a la luz nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras obras. Esto lo
saben muy bien los psicólogos, quienes analizan en el discurso el estado anímico del
paciente y sus posibles trastornos de conducta. Sin embargo, al despegarse del
individuo parlante y exteriorizarse como expresión intramundana, la palabra adquiere
cierta autonomía que permite la elaboración de un sistema lingüístico en función del
uso social: se establece un vocabulario, una gramática y unas reglas de uso, siendo
esta normatividad no sólo lícita, sino también necesaria y conveniente para la
actividad científica, para la correcta comunicación social y para la educación de
generaciones futuras.

El lenguaje que brota del mundo de la vida está al servicio de la comunicación


humana y descubre en el diálogo su significación más profunda: en el encuentro
íntimo entre un ‘yo’ y un ‘tú’ consumado en un ‘nosotros’. En este sentido, hablar
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significa no estar nunca solos, asumir nuestra intersubjetividad constitutiva, nuestro
ser en el mundo con los otros. Hablar es siempre un intercambio vital significativo,
afectivo y pragmático, porque cada vez que se habla, hay alguien que dice y alguien
que escucha, un diálogo transido por la comprensión y la interpretación, a través de
una serie de preguntas y de respuestas que idealmente no tienen fin, una
comunicación siempre abierta a nuevos horizontes de sentido a los que nos
podemos aproximar, esto incluso en nuestros soliloquios más íntimos, en los que
hablamos con nosotros mismos. El lenguaje, entonces, abre el ser humano a un
mundo en sus dimensiones significativas, afectivas y pragmáticas, a través de la
interconexión con los otros, porque el lenguaje nunca permanece en la inmanencia
del ‘yo’, sino que se dirige intencionalmente a la trascendencia de un ‘tú’: el lenguaje
es eminentemente dialogal y está llamado a ser inclusivo porque es esencialmente
social.

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El lenguaje inclusivo y la escritura académica en la universidad


Milagros Andrea Lagneaux
Actas de Periodismo y Comunicación, Vol. 3, N.º 1, diciembre 2017
ISSN 2469-0910 | http://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/actas
FPyCS | Universidad Nacional de La Plata
La Plata | Buenos Aires | Argentina

El lenguaje inclusivo y la escritura académica en


la universidad

Milagros Andrea Lagneaux


lagneauxma@gmail.com
---
Facultad de Periodismo y Comunicación Social
Universidad Nacional de La Plata
Argentina

Una pregunta disparadora

Este trabajo coordina algunas observaciones sobre el uso del lenguaje inclusivo en la
enseñanza de la escritura profesional, en el ámbito académico universitario con la
tarea de la Cátedra del Taller de Escritura y Lectura I, materia de la Facultad de
Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata en la que me
desempeño como estudiante adscripta desde hace dos años.
La elección del tema pretende responder a algunas preguntas con las que nos supimos
encontrar al momento de corregir textos universitarios, la primera de ellas (y
probablemente disparadora de las que se formularon después) fue: ¿Hay que corregir
el uso del lenguaje inclusivo?
La respuesta era un desafío en el que aparecían otras reflexiones acerca de el rol de la
universidad pública, las particularidades de la escritura académica y el alcance del
lenguaje inclusivo. Luego de aquella pregunta inicial, surgieron otras: ¿Por qué lxs
estudiantes utilizan el lenguaje inclusivo? ¿Siempre lo utilizan de la misma forma?
¿Podemos considerarlo parte del estilo?
Este artículo tiene como objetivo responder a los interrogantes mencionados y
problematizar constructiva acerca de cómo el lenguaje inclusivo es producto de un
cambio de paradigma político y sociocultural que se está desarrollando en la Argentina
la actualidad.

La universidad como reflejo de la sociedad

La universidad pública argentina es, además de pública, gratuita y laica. La Ley de


Educación Nacional (Ley 26.206) y la Ley de Educación Superior (Ley 24.521) y sus
posteriores modificaciones garantizan los derechos de enseñar y aprender que la
Constitución Nacional consagró en el artículo 14 de su carta magna.
Tales leyes reafirman la soberanía e identidad nacional, profundizan el ejercicio de la
ciudadanía democrática y respetan los derechos humanos y las libertades
fundamentales para fortalecer el desarrollo económico y social de la Nación. Más
específicamente la Ley 24.521 garantiza en su artículo 2, la igualdad de oportunidades,
y condiciones en el acceso, permanencia, graduación y egreso, reforzando así el
artículo 16 de la Constitución Nacional que establece el principio de igualdad para
todxs lxs habitantes de la Nación.
En este mismo sentido, podemos concebir a la universidad pública como una
Institución de formación que supera los límites geográficos de la Argentina. La Facultad
de Periodismo y Comunicación Social (FPyCS) de la Universidad Nacional de La Plata
(UNLP) es parte de este contexto y como tal, asume la formación de profesionales con
una perspectiva social, política y cultural determinada por características específicas.
El primer año de las carreras de grado de la FPyCS es de suma importancia no sólo
para quienes ingresan a la universidad pública sino también para lxs estudiantes que
ya empezaron su recorrido por otras instituciones. Sus múltiples realidades dan cuenta
de la diversidad de sus identidades, experiencias y contextos que atraviesan (y
atravesaron), se plasman en las producciones universitarias que realizan para las
materias obligatorias iniciales y así mismo a partir del lenguaje que utilizan.

Contextos, textos y autorxs

La mirada de este trabajo nace a partir de las distintas experiencias de la cátedra del
Taller de Comprensión y Producción de Textos I y su posterior transformación en el
Taller de Escritura y Lectura I de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social
(FPyCS) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
El Taller de Escritura y Lectura I forma parte de la currícula del primer año del Plan de

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Estudios 2014 de la FPyCS; es una materia cuatrimestral obligatoria que debe ser
cursada una vez por semana con una duración de dos horas y media por jornada.
Dicha materia propone un recorrido histórico que va desde la Revolución Francesa a la
caída de las Torres Gemelas, a partir de la lectura en tríada. En este sentido, contiene
además de distintas lecturas obligatorias, un espacio para que lxs estudiantes
produzcan sus propios textos. Al menos en una ocasión por cuatrimestre, escogen una
de sus producciones para su edición y posterior publicación en el apartado "Bitácora"
de la Revista Letras1, el propósito es claro: deben escribir para ser leídos por un
público mayor, o distinto, al que acostumbran.
El Taller tiene dos objetivos principales: perfeccionar la escritura de lxs estudiantes a
través de la práctica, e incorporar en su aprendizaje un método de lectura en tríada
que consiste en atender no solo al texto en sí mismo sino también al contexto en el
que fue producido y la subjetividad de quien lo escribió (podemos sintetizar el método
en la fórmula contexto – texto – autorxs). La puesta en práctica de esta metodología
repercute así mismo en la escritura de lxs estudiantes.
Rossana Viñas, profesora adjunta del Taller de Escritura y Lectura I y subdirectora del
2
Centro de Investigación en Lectura y Escritura (CILE) sostiene que "Leer y escribir
son prácticas continuas; se aprende a leer, leyendo y se aprende a escribir,
escribiendo" (Viñas, 2014). Como seres sociales, lxs estudiantes son parte de un
contexto social, cultural y político específico así como también sus subjetividades están
determinadas por sus experiencias. En este aspecto, el método tríada que se propone
desde la Cátedra para llevar a cabo las lecturas, también se aplica al momento de
realizar las correcciones de dichos textos: No sólo es necesario atender a las
particularidades de las producciones en sí mismas sino también a que quienes escriben
tienen una identidad propia, están inmersxs en un contexto temporo espacial
específico y conciben la realidad de determinada manera.
El lenguaje inclusivo, también denominado lenguaje no sexista, suele tener lugar en
las producciones que lxs estudiantes hacen en el Taller y no siempre se visibiliza de la
misma manera. En algunas ocasiones suelen utilizar "todos y todas", "los y las".
También puede leerse la sustitución de las letras "a" y "o" en artículos gramaticales
plurales por el símbolo arroba (@) o la letra equis (x).
En la práctica, el lenguaje hablado también se modificó y la letra "e" reemplazó al
símbolo arroba y la letra equis, adaptando la escritura al habla.

1. Letras es una revista digital publicada por el Centro de Investigación en Lectura y Escritura.
2. El Centro de Investigación en Lectura y Escritura depende de la Facultad de Periodismo y Comunicación
Social de la UNLP se orienta al estudio de ingreso y permanencia de los estudiantes, haciendo foco en las
prácticas de lectura y escritura.

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Desafíos en el aula

Es importante observar la presencia del lenguaje inclusivo en los textos de estudiantes


de primer año no en sentido casual sino como una decisión política. Utilizar el lenguaje
inclusivo responde al posicionamiento y necesidad de visibilizar un compromiso ante la
realidad.
En cuanto a términos formales nos referimos, la Real Academia Española se manifestó
al respecto y sostuvo que "la actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del
sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del
lenguaje y se funda en razones extralingüísticas". En referencia a esto también
expresó: "Deben evitarse estas repeticiones, que generan dificultades sintácticas y de
concordancia, y complican innecesariamente la redacción y lectura de los textos".
En el artículo "Leer, escribir y decir: Comunicadores y Mensajes que se comprendan",
Rossana Viñas y Sandra Oliver, sostienen: "Los campos de la lectura y la escritura
actuales constituyen espacios de tensión y cambio permanentes. Pero hablar de leer y
escribir es entrar en un escenario de debates, críticas y análisis constante de
intelectuales y protagonistas de las diferentes disciplinas donde son figuras"
(Oliver&Viñas, 2012).
La Ley de Identidad de Género (Ley 26.743) fue sancionada en la Argentina el 9 de
mayo del año 2012 y promulgada el día 23 del mismo mes. La Ley establece que toda
persona tiene derecho al reconocimiento de su Identidad de Género, al libre desarrollo
de su persona conforme a su identidad de género y a ser tratada de acuerdo con su
identidad de género. "La diversidad como modo de vivir la vida conlleva situaciones en
las que uno mismo debe frenar y aprender, tanto a leer como a escribir, el nombre de
las cosas" (Storani, 2016).
En este mismo sentido, la Ley de Identidad de Género en la Argentina marcó un antes
y un después que trajo consigo un cambio de paradigma que se supo visibilizar
también en la escritura y en las formas de nombrar las cosas.
Esta práctica social de leer y escribir, de intercambiar, de aprender y
enseñar, puede ser una trinchera para pensar la transformación de la
realidad que nos importa hoy: la no discriminación de las diferentes
identidades en nuestro país, donde si bien hemos sido motor de otros
países para sancionar leyes similares, la igualdad legal poco tiene que ver
con la igualdad real" (Storani, 2016, p. 23).
Para la corrección de textos académicos en el ámbito universitario también es

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importante observar que el uso del lenguaje inclusivo es una particularidad del estilo,
siempre y cuando el método se vea unificado desde el principio hasta el final de la
producción y esté enmarcado en un sentido de coherencia gramatical.
En "Los estudios socioculturales y la comunicación: Un mapa desplazado", Florencia
Saintout menciona: "La comunicación dejó de ser una cuestión técnica, de medios
como instrumentos para transformarse en dimensión constitutiva de las prácticas
sociales" (Saintout, 2007).
Para la cátedra del Taller de Escrituras y Lecturas I cada persona tiene un estilo propio
para escribir y los estilos no son susceptibles de ser corregidos o modificados porque
responden a la subjetividad y a la creatividad signada por la identidad, las experiencias
personales y los contextos sociales, políticos y culturales en donde tales tienen lugar.
"Los procesos histórico-sociales en los que han intervenido docentes, pero en especial,
los jóvenes, han llevado en muchos casos, a un mejor funcionamiento de la
universidad y de las instituciones de nivel superior. En muchas ocasiones, el rumbo de
la historia y el futuro han cambiado por la lucha, el cuerpo y las palabras" (Viñas,
2014).
El lenguaje inclusivo, producto de un cambio de paradigma actual y aún en desarrollo,
está presente en la escritura formal y no formal, en la escritura cotidiana y en la
académica. Nace como herramienta de disputa y se modifica atendiendo a las variables
que se lo exigen. La utilización del lenguaje inclusivo no sólo al plano escrito sino
también en el lenguaje hablado es parte de un proceso de comprensión de la
importancia de la interpelación y de la inclusión en la comunicación. La escritura, como
uno de los elementos más importantes de la historia, se construye y se deconstruye.
En "La escritura y la lectura en los años superiores", Rossana Viñas menciona: "La
lectura y la escritura son prácticas que permiten la inclusión de los sujetos social y
culturalmente. Asimismo, la adquisición de ambas habilidades se extiende a lo largo de
toda la vida; en cada uno de los caminos y desafíos que ésta presenta" (Viñas, 2014).
A partir de esto, podemos entender al aprendizaje y las prácticas de la escritura como
un proceso ilimitado y atemporal con objetivos sociales, susceptible a las
modificaciones del lenguaje, así también como un mecanismo de construcción de
sentido para las realidades cotidianas que nos interpelan como seres sociales.
En relación a lo ya mencionado y a la extensión de este artículo, podemos considerar
que el uso del lenguaje inclusivo en la escritura académica pretende disputar una
herramienta intelectual para contar la realidad desde una perspectiva nada más y nada
menos que inclusiva.

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Consideraciones finales

El presente trabajo se propuso problematizar sobre el uso lenguaje inclusivo en la


escritura profesional, articulado con la enseñanza en el ámbito universitario.
El uso del lenguaje inclusivo, en los últimos años, se ha vuelto una demanda y entró
en disputa con instituciones de importancia como la Real Academia Española que, a
través de su Diccionario Panhispánico de Dudas, interviene para quienes quieren
mejorar el dominio de la lengua española. Sin embargo esta Institución también se
desentiende de los procesos sociales, políticos y culturales que caracterizan a las
distintas regiones y que generan modificaciones lingüísticas en el plano del habla y la
escritura.
El lenguaje inclusivo nace de una problemática planteada desde la cotidianeidad a
través de la pregunta ¿Cómo (nos) nombramos? También nace de la necesidad de dar
una respuesta ante la exclusión lingüística que tiene su raíz en el binarismo de género,
que implícitamente niega que las identidades no son solo dos sino que existen más
posibles.
Los modos de escribir, también forman parte de la identidad de los distintos sectores
existentes en el ámbito social, político y geográfico. Los cambios en la escritura y en la
manera de nombrar las cosas son producto del acompañamiento de un proceso de
inclusión que empezó legalmente en la Argentina en el año 2012 pero que fue
impulsado por una demanda social y cultural anterior.
El uso del lenguaje inclusivo en la escritura académica, por parte de lxs estudiantes de
primer año de la FPyCS indica de cierta manera un proceso de emancipación escritural
que nace, se instala y se perfecciona.

Bibliografía

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Humanos. Presidencia de la Nación. [en línea]. Recuperado el 19 de marzo de 2018
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199999/197860/norma.htm
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comprendan", en Revista Trampas de la Comunicación y la Cultura n°72 [en Línea].
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Storani, E. (2016). "Las cosas por su nombre", en Revista Letras, n°5. [En línea]. La
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Investigaciones. [en línea]. Recuperado el 19 de marzo de 2018 de:
http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/51764/Documento_completo__.pdf-
PDFA.pdf?sequence=1

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Manual de instrucciones para hablar con E
revistaanfibia.com/ensayo/manual-de-instrucciones-para-hablar-con-e/

Primero fue el @, después la x, ahora la e. Una lengua fugitiva y


expansiva se planta como antídoto a aquella que borró a la mitad de la
población y rompe el binarismo del todos y todas: el lenguaje inclusivo.
No es obligatorio, ni hay sanciones por no usarlo pero preguntate ¿por
qué tanta resistencia a usar la palabra “presidenta” y tan poca a
“sirvienta”?

La molotov feminista y disidente estalló contra el lenguaje. Primero fue el @, después


la x, el asterisco * y, por último, la letra más certera, la que dio de lleno donde tenía
que dar: la e. La piedra filosofal del patriarcado está prendida fuego. Arden en sus
llamas las dicotomías y los binarismos. Lo universal está en la fogata. No es una
conquista, ni una convención, ni pretende la bendición institucional y burocrática de
la Real Academia Española (RAE) (¿o sí?) pero se ha vuelto una molestia, clavada como
astilla en el talón del cisheterosexismo. Una astilla que jode a Ivo Cutzarida y a Arturo
Pérez-Reverte. Se llama lenguaje inclusivo o incluyente pero es más bien una lengua
fugitiva y expansiva, un antídoto a aquella que borró a la mitad de la población.

Estamos ante un aquelarre que verá nacer, como los dragones que salieron de los
huevos de Daenerys Targaryen, una nueva lengua. Bienvenides a un ejercicio de
desobediencia lingüística. Antes de iniciar este recorrido van algunas advertencias: no
es obligatorio, ni se activan sanciones punitivas por no usarlo. No debe ser una pose
ni una cuestión estética o impostada. Y, si bien es claro que el lenguaje por sí solo no
cambiará las bases materiales de desigualdad, es un mensaje en especial para el
varón cis hetero progre que ya hace alarde de la e cuando habla. Si todavía no
revisaste tus privilegios, si no vas a ceder espacios a mujeres, lesbianas, travestis y
trans, si aún no repensaste las violencias de tus masculinidades con otros varones cis
hetero volvé al primer casillero y empezá por estos tres paso antes de hablarnos con
e.

Estas líneas son un posible instructivo para ejercitar la desobediencia lingüística, un


kit de intuiciones. Para empezar, lean e imaginen estos sintagmas: los ministros, los
diputados, los compañeros, los candidatos. ¿Alguien piensa en mujeres, maricas,
tortas, travas, negras, indígenas, personas no binaries, personas con discapacidad?
Nuestra imaginación, el disco rígido mental, fue alimentada con imágenes de varones
cis blancos heterosexuales sin discapacidad prolijamente vestidos. La presunción
androcéntrica del masculino genérico parte de la siguiente premisa: “todes somos
varones hasta que se demuestre lo contrario”.

Ante el masculino genérico, desde chicas tuvimos que poner en práctica los poderes
de brujas y desarrollar lo que la filóloga española y feminista Teresa Meana define
como la verdadera “intuición femenina”. Para ella es el talento que tenemos niñas,

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adolescentes y mujeres cis, lesbianas cis, lesbianas trans e identidades feminizadas
para saber cuándo, en qué momento hablan de nosotras. Meana, quien ha estudiado
y escrito sobre el uso sexista del lenguaje, lo explica con un ejemplo similar al
siguiente.

– Los niños que terminaron el ejercicio pueden salir –dice la maestra.

La nena a la que siempre llamaron nena no se mueve.

– ¿Por qué no salís?


– Porque dijo los niños, seño.
– Cuando digo los niños es todo el mundo. Vos también.

La nena sale y piensa: “cuando dice los niños también soy yo”. Vuelven del recreo y la
maestra dice: “Los niños que se quieran anotar en fútbol levanten la mano”. La nena
levanta la mano.

– ¡Dije los niños!

La nena aprende: todo el mundo a veces es ella y otras veces no. Saber cuándo, en
qué momento habla de ellas es pura intuición femenina.

Ahora lean e imaginen estos sintagmas: les niñes, les ministres, les chiques, les
amigues, les compañeres, les candidates. Para destruir el inconsciente
cisheteropatriarcal esta nueva lengua expansiva advierte a priori: “Todes somos
diverses hasta que se demuestre lo contrario”.

“Reuniones de padres” a las que mayoritariamente van madres pero no las nombran
en la convocatoria. Un Día del Niño que excluye, al menos, a la mitad de quienes
vivencian la niñez. Una Asociación de Mujeres “Jueces” de Argentina integrada por
juezas. Un “Bienvenido” en la entrada del banco que no da la bienvenida a todes. Un
cartel de “hombres trabajando” en la calle que invisibiliza y obtura la existencia de
obreras. Una egresada en Economía a la que en su mención de honor le escriben
“Licenciado”. Profesoras, expositoras, oradoras que cuando se refieren a ellas mismas
hablan de “uno”, “nosotros”. Clases grupales de *complete aquí con lo que quiera*
donde la mayoría es femenina pero la presencia de un solo varón cis -un so lo va rón
cis- hace que la persona que está al frente de la clase generalice en masculino. La
fuerza heteronormativa está en el lenguaje.

No hay dudas que el lenguaje, la lengua y el ejercicio del habla son un campo minado:
mutilaron, en principio, la existencia de las mujeres y dejaron a les hablantes trampas
por todos lados. El género gramatical masculino del español es considerado el género
no marcado mientras que el femenino es el marcado. En la práctica esto implica que
el género masculino posee un doble valor, específico y genérico, mientras que el
femenino sólo puede usarse con un valor específico. Así lo entiende la RAE, una
institución tricentenaria para la cual el uso de @ o de “e” y “x” “como marcas de
género son recursos ajenos a la morfología del español, además de innecesarios,

2/6
pues el masculino gramatical funciona ya como forma inclusiva por su condición de
término no marcado de la oposición de género”. Lo dejó en claro en las
#RAEConsultas que hacen usuaries en Twitter.

Ya en 2010 la Real Academia Española se había manifestado contra el


desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina
porque “va contra el principio de economía del lenguaje”. Dos años después el
lingüista Ignacio Bosque, miembro de la RAE, publicó el informe “Sexismo lingüístico y
visibilidad de la mujer”, que fue aceptado por todes les miembres que asistieron al
pleno de la organización, el 1 de marzo de 2012. En el documento, Bosque analiza
“numerosas guías de lenguaje no sexista” en centros de estudios, ayuntamientos y
otras organizaciones y parece quejarse que “han sido escritas sin la participación de
los lingüistas”.

El último 17 de septiembre el Consejo de la Magistratura de Chubut por mayoría


rechazó el planteo de una concursante para jueza de familia que pidió que el
dictamen de una jurista invitada, escrito por ella en lenguaje inclusivo, fuera
“cambiado y adaptado a las reglas de la Real Academia Española”. La abogada
feminista Ileana Arduino explicó que por siete votos contra cinco el Consejo rechazó
el pedido y dijo que cada quien escribe sus dictámenes como quiera, mientras se
entienda.

También hay litigios que se dan por fuera de los estrados judiciales o los
encorsetados espacios institucionales. En este caso la batalla se está ganando a nivel
institucional desde otros lugares más vitales. En Chile, la Universidad Diego Portales
anunció a mediados de año que incorporará el lenguaje inclusivo en distintas
actividades institucionales y documentos oficiales. Era uno de los pedidos para
levantar la toma feminista que hicieron les estudiantes. La Academia Nacional de
Letras de la Argentina publicó en abril un documento donde aborda “el caso del
lenguaje inclusivo” como si se tratara de una misión imposible. La filósofa española
Amelia Valcárcel y la escritora y periodista mexicana Sabina Berman invitaron a
pensar la lengua viva y suscribir a lo que denominaron el Manifiesto de Monterrey,
publicado en octubre.

Emmanuel Theumer es docente Investigador de la Facultad de Ciencias Jurídicas y


Sociales de la Universidad Nacional del Litoral. Indagó y escribió distintos artículos
sobre lo que llama “lenguaje incisivo”. “La inclusión a través de la lengua puede, en el
mejor de los casos, ser una voluntad de inclusión, un horizonte en sucesiva
expansión”, dice. Y explica: “La lengua es finita y no puede contener las experiencias
para con el género más bien todo lo contrario, ha sido y es una tecnología de
gobierno del género en el sentido de contribuir al sostenimiento y naturalización de
una bicategorización del género. A mi me gusta pensar el uso de la x o e la e como
ejercicios de desestabilización de una lengua generizada, como fisuras a la seguridad
ontológica que produce esa lengua. Por algo suscita enojos, risas, escollos, incomoda.
Un modo de asumir que estamos arrojados a la cultura”.

Sobre si es necesario el reconocimiento de la RAE, Theumer dice que “quizás una


improbable institucionalización podría contribuir a facilitar la introducción de este
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tipo de intervenciones en instituciones como las escuelas y universidades, pero no
creo que resuelva el asunto, a lo sumo facilitará un uso superficial políticamente
correcto como el que ya sucede con el todos/as”.

En sus artículos Theumer trazó una genealogía para derribar con argumentos el mito
circulante que dice que el lenguaje inclusivo es una moda. Las feministas denuncian
las marcas masculinas de la lengua castellana desde los ‘70. La argentina Delia
Suardíaz fue la primera en diagramar sus tramas problemáticas en 1973: analizó el
modo en que las mujeres estaban ausentes en diversos usos sexistas de la lengua
castellana y apostó a la necesidad de un cambio lingüístico.

Una apología de la e. La “e” como reemplazo de las desinencias genéricas


masculinas tiene varios méritos. Puede mudarse del lenguaje escrito al oral con
facilidad y eso también facilita la oralidad a los software lecto-parlantes que utilizan
personas con discapacidad. ¡Albricias! Además de inclusiva la e no es capacitista.

Y lo más importante: rompe el binarismo imposible del todos y todas. Se trata de


destruir política, filosófica y simbólicamente las categorías de varones y mujeres. No
es suficiente, no alcanza con el desdoblamiento que en Argentina propuso una
presidenta mujer. Preguntate de paso ¿por qué tanta resistencia a usar la palabra
“presidenta” y tan poca a “sirvienta”?

El lenguaje es una herencia de otrOs con O: las mujeres y las disidencias no fueron
invitadas a su construcción. Es androcéntrico y sexista pero, ojo, también tiene un
componente clasista. Por eso la insistencia: la apuesta de un lenguaje incluyente y de
una lengua inclusiva no es un simple cambio de letras.

Furiosa, una maestra se dirige a un aula de niñes: “¿Cuántas veces les dije que no
pueden ir a la planta alta porque están los chicos más grande? A partir de ahora los
que vayan a la planta alta pasan directo a dirección. ¿Entendido?”. Unos días más
tarde, en el patio de la escuela de la zona sur de Rosario, un nene señala los dos
árboles que están en el centro del patio y le pregunta a la maestra ahora calma:
“Seño, ¿cuál es la planta a la que no podemos subir?”. La e es una puerta que se abre.

Además de androcéntrico, sexista, clasista, el uso de la lengua muchas veces es racista


y está totalmente normalizado ese racismo lingüístico. Es que los privilegios no se
ven, aparecen solo cuando se desglosan como las capas de una cebolla.

El ejemplo más enraizado en el habla cotidiana y estándar es el uso del “empleo en


negro” para hablar del empleo no registrado. “Estoy en contra de hablar del trabajo
en blanco o en negro. No hay por qué asignar categorías a priori positivas y negativas
a los colores. Desde el feminismo criticamos esa asignación racista de los trabajos”,
dijo la periodista y economista feminista Julia Strada en el Congreso durante su
intervención sobre la ley de equidad salarial oficialista.

Otro ejemplo es el empleo de la palabra kilombo o quilombo que es usada con una
carga negativa, pero la historia señala una trayectoria afrodescendiente invisibilizada:
es un término proveniente del lenguaje kimbundu del pueblo bantú originario de
Angola en África, que en Latinoamérica denominó concentraciones políticamente
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organizadas de población esclava escapada y reunida en lugares con fuentes de agua
y cuevas, con autoridades y ejércitos en defensa de la condición de libres adquirida
en los hechos.

Si sos varón cis y querés referirte a un grupo de varones cis que te rodean decí
nosotros, no nosotres. No se trata de esconder tus privilegios. Si sos una chica cis y tu
pareja es un varón cis, no es necesario que digas compeñere. Tampoco se trata de
invisibilizar la heternorma. Varón cis hetero: ¿Hablás con e pero no cuestionas tus
privilegios y vas a paneles donde solo hay otros varones cis hetero?

Un consejo para no caer en la sobreactuación: la escucha antes que la imposición. En


un aula, en un grupo, entre muches, preguntar: “¿con qué pronombre se identifican?
¿Cómo se nombran?”.

Yo, tú, el, ella, elle, nosotres, elles. Habrá que imaginar nuevos pronombres
personales. Desobedecer a lo aprendido de memoria y recitado en las escuelas sin
quedar atrapades en nuestras propias palabras. Hace poco, en una reunión de
activistas feministas, alguien dijo: “Le compañere Manuele”. La e no aplica a los
nombres propios. Tampoco a los objetos. No decimos “les ventanes”.

Clavamos la e en sustantivos, adjetivos, determinantes y pronombres.

Las palabras en las que el género lo marca la “e” no se modifican pero si se modifican
el artículo y los adjetivos. Si decimos “les concejales” ya estamos incluyendo. ¿Qué
pasa con los sustantivos irregulares que se desdoblan de dos maneras distintas como
príncipe y princesa?

Cuando no se conoce la identidad de género de la persona de la que se está


hablando, o esta no se identifica binariamente, usamos singular neutro. Cuando se
trata de un grupo diverso de personas y no sabemos la identidad de género
autopercibida de cada une usamos la “e” para definir el plural.

Si la apuesta es a cambiarlo todo: se trata de un esfuerzo mayor que colocar una “e”
en el lugar que antes estaba cómoda la “o”. La “e” es el síntoma de una conversación
que está abierta a repensar una herencia que no nos pertenece, que impugnamos y
que tampoco queremos dejar a las futuras generaciones. El pacto feminista que
propone esta época tiene mucho de saber heredado, de acción directa pero también
de futuro: que las imaginaciones que vengan sean infinitas. Doble desafío: que la e
nunca se estabilice en su institución y que siga abriendo posibilidades de escucha. Eso
sí, si me querés, quereme con e.

María Florencia Alcaraz


Cronista
Nació lluviosa, un sábado de junio. Estudió cine, ciencias políticas, educación. Se
recibió de licenciada en Comunicación en la Matanza. La apodan Conurbana.
Investiga, escribe sobre casos policiales, produce un programa de radio.
Quisieron robarle el celular: convenció al ladrón de que no lo hiciera. Ver más
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Julieta De Marziani
Ilustrador
Julieta De Marziani tenía 23 años y estaba desempleada. Le dijeron que había
un laboratorio “de algo”, con horario corrido y buenos sueldos y fue. Era un
laboratorio fotográfico. Ver más

Lunes 11 marzo de 2019 ® Todos los derechos reservados. Anfibia - Crónicas y


Relatos de no ficción.

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Lenguaje inclusivo: la nueva grieta
tn.com.ar/sociedad/lenguaje-inclusivo-la-nueva-grieta_902251

October 15, 2018

Una sola expresión en lenguaje inclusivo en las redes sociales desata una catarata de
agresiones y descalificaciones. "Ridícula", "superficial", "ignorante" son solamente algunos
de los adjetivos que inspira. Ante una consulta, la Real Academia Española fue
categórica: en el español, el masculino se usa como genérico . Es decir, aunque en un
conjunto de personas haya un solo varón y muchas mujeres, se debe usar el masculino
para designarlo. Ni que hablar de considerar otras sexualidades: eso sería demasiado
pedir.

Así, las alumnas se ven invisibilizadas en una clase con un solo estudiante varón, y lo
mismo ocurre en otros colectivos. Un entusiasta académico, Ignacio Bosque, aun
admitiendo que la violencia, la discriminación y la desvalorización de la mujer existen,
publicó en 2012 un texto provocador con el título "Sexismo lingüístico y visibilidad de la
mujer". Por alguna razón, hoy no se puede acceder a él desde el sitio de la RAE.

Leé tambiénLenguaje inclusivo: les chiques tienen la palabra


El escrito de Bosque fue suscripto por su colega en la Real Academia Arturo Pérez
Reverte y otros 24 miembros . El escritor y periodista, creador del capitán Alatriste,
advirtió que si la RAE admitía el lenguaje inclusivo "se iría pegando un portazo".

No le estamos pidiendo a la lengua que cambie la realidad, sino que se ponga a tono con ese
cambio y no siga usando formas gramaticales que ya no son satisfactorias.

Retomando un texto de Álvaro García Meseger de 1994, Bosque en su artículo, empezó


por admitir que sí existen expresiones sexistas en el lenguaje, Como ejemplo de sexismo,
cita la frase Los ingleses prefieren el té al café, como prefieren las mujeres rubias a las
morenas. Pero también aclaró que no es sexista , en cambio, formar construcciones
genéricas con artículos determinados o cuantificadores en masculino, como en Todos los
que vivimos en una ciudad grande.

Leé tambiénLenguaje inclusivo: la "e" de la discordia


En un país como España que hasta hace muy poco no aceptaba las formas femeninas
médica, ingeniera o jueza, el académico critica a los responsables de universidades que
publican guías para un lenguaje no sexista y satiriza veladamente a los colegios
profesionales que incluyen ahora femenino y masculino en su nombre (por ejemplo:
Colegio de Bioquímicos y Bioquímicas).

Pérez Reverte apoya apasionadamente lo dicho por su colega y celebra que el texto haya
"venido a poner un límite". "Estaba siendo intolerable el matonismo casi indiscutido de las
ultrarradicales feminazis. Cada vez más crecidas en la impunidad. Y la cobardía de
políticos y rectores de universidad que llevan años subvencionando disparatadas guías 'no
sexistas' con dinero público. Porque también el feminazismo orgánico, oficial, es un
negocio del que trincan pasta muchos. Y sobre todo, muchas. Pero lo peor es el silencio
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cómplice de los que saben y callan por miedo. Todos esos rectores y políticos sin ápice de
vergüenza, agachando las orejas para que no los llamen misóginos o machistas. O, por
supuesto, directamente fascistas. Como si tuviera que ver ser de izquierda o de derecha
para maltratar a una mujer", sostuvo.

Está claro: la Real Academia Española dice que el lenguaje inclusivo es inadmisible y
además, innecesario.

En nuestro país, el escritor Alan Pauls fue menos virulento, pero sostuvo que pasarían
sobre su cadáver antes de que él diga "todes". Sin embargo, admitió la justicia de la
causa, aunque dudó de la eficacia del uso de la lengua para un cambio. "Me parece que no
es ahí donde la lucha va a producir resultados... es un concepto un poco ingenuo de la
lengua, o un concepto un poco ingenuo de cómo las relaciones de fuerza y de dominación
se inscriben en la lengua", dijo en una entrevista reciente al periodista Matías Falco.

Leé tambiénLenguaje inclusivo: cómo se usa y para qué sirve


Santiago Kalinowski , director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y
Filológicas de la Academia Argentina de Letras, reconoce que si el lenguaje inclusivo llega
a sistematizarse, la reestructuración va a plantear "una tarea enorme porque el género
está muy arriba en la jerarquía de reglas de la sintaxis del español que todos tenemos en
la cabeza". Pero por otro lado, califica de absurdo el "pensar que la lengua es aséptica" y
señala que "durante millones de años todos los hombres estuvieron acaparando todos los
espacios de visibilidad y poder".

"Que se ponga a tono con el cambio"


"Algo cambió. Que no llamara la atención el uso del genérico masculino revela que antes
las mujeres no estaban integradas a grupos profesionales o gubernamentales. Se acataba
una ley de mayorías. Ahora, nos choca seguir usando el masculino en grupos donde el
femenino existe mucho o es la mitad o más", asevera Karina Galperin, doctora en Lenguas
romances de la Universidad de Harvard, profesora en la Universidad Di Tella.
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Sobre los adolescentes que lo usan, dice Galperin, hay una cuestión que para otras
generaciones no fue tan importante. "Se trata de la libertad con la que viven sus
elecciones de género y las elecciones de género de los otros. La cuestión de las
diversidades sexuales y el respeto en la lengua, la voluntad de referirse al otro de una
manera más precisa repercuten", agrega. "Me parece que eso va a tener una injerencia
importante en la suerte que corra este cambio gramatical".

¿El lenguaje puede modificar la realidad, ser un instrumento para cambiar una situación
de injusticia?

"El lenguaje además de ser una herramienta de uso práctico moldea nuestra percepción
del mundo, nos crea un modo de interpretar nuestro entorno. En este caso estamos ante
una realidad que ya cambió y no le estamos pidiendo a la lengua que cambie la realidad,
sino que se ponga a tono con ese cambio y no siga usando formas gramaticales que ya
no son satisfactorias", responde la especialista.

Esperando a la Academia
Galperin no está de acuerdo con el argumento de que para usar el lenguaje inclusivo en
cualquiera de sus formas se deba esperar a que lo acepte la Real Academia. "Me parece
irrelevante pensar cuánto falta para que la Academia lo acepte, creo que más que un
cambio gramatical estamos viendo la disconformidad con las formas gramaticales que
heredamos. Y frente a eso estamos viendo algunas soluciones, grupos que utilizan un
tercer género con distintas formas, la arroba, el desdoblamiento, la "e", pero ninguna de
esas formas todavía se impuso. Falta mucho tiempo. Y las academias van a aceptarlas
cuando efectivamente estén establecidas, si es que se establecen".

Si el lenguaje inclusivo llega a sistematizarse, la reestructuración va a plantear una tarea


enorme porque el género está muy arriba en la jerarquía de reglas de la sintaxis del español
que todos tenemos en la cabeza.

"No se trata de un fenómeno latinoamericano ni hispanoamericano. Sucede en el alemán,


en el portugués, en el francés, en el hebreo. Los cambios también tienen lugar en lenguas
de países en los que la estructura social -en términos de integración de la mujer o
diversidades sexuales- cambió de forma ostensible", sostiene la especialista.

Según todos los lingüistas, las modificaciones duraderas en la lengua fueron procesos
que tomaron siglos. ¿Pero cuál es la influencia que la velocidad de la circulación de la
palabra en internet y las redes puede tener en esto?

"Las modificaciones suelen tomar siglos, tienen razón los lingüistas. Pero esto ha
ocurrido a una velocidad inaudita. Yo sería muy cauta al decir que si no son lentos los
cambios no se van a imponer, porque vivimos en una era de revolución tecnológica. Por lo
tanto, estaría abierta a pensar que en ese nuevo contexto, la velocidad y la extensión del
fenómeno pueden ser mayores a los que conocimos o estudiamos", apunta Galperin.

Francisco Arri, especialista en oratoria, semiótica y lingüística de la Universidad del


Salvador, va más allá de la necesidad de visibilización cuando habla del lenguaje
inclusivo.
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"El lenguaje no solo tiene el poder de visibilizar esto sino que a través de él se plantean
distintas relaciones de poder. Es muy fuerte la relación entre lenguaje y pensamiento y
lenguaje y poder. Y así creo que hay que analizar este fenómeno", propone.

"En la historia, siempre existieron etapas en las que hubo necesidad de acuñar palabras
nuevas para explicar procesos que antes no existían. En la Revolución Francesa, referidas
a derechos. En la Revolución Industrial, referidas a técnica y tecnología. Hoy mismo, la
revolución digital nos ha conducido a resemantizar algunas palabras. Lo que demuestra
esto es que el español está vivo, que circula", celebra Arri.

Hay una parte de la academia que motoriza este cambio, sobre todo desde el área de las
ciencias sociales. Hay otro sector que está en contra. La proposición de Arri, que se
siente un testigo afortunado, es pararse fuera de la grieta. "En lugar de enrolarnos en
"lenguaje inclusivo sí - lenguaje inclusivo no", los que hacemos comunicación, los que
estamos preocupados por los procesos de asignación de sentido, deberíamos aprovechar
para estudiar un fenómeno que no creo que muchas veces se nos dé en la vida".

Cosas más importantes


La lingüista y feminista Ivonne Bordelois interpreta que hay "claramente una voluntad
antiacadémica y sedicente progresista que respalda esta actitud" de promoción del
lenguaje inclusivo, aunque encuentra dudas en la implementación.

"Es interesante lo que ocurre, aunque puede sospecharse que ciertas dificultades laterales
no dejarán de aparecer. En mi caso, por ejemplo, no me quedan claras las reglas de
implementación del todes, en particular con respecto a la extensión con que se
aplicarían", sostiene en una columna publicada recientemente.

De todos modos, como a algunas de las feministas de olas anteriores, la preocupan otros
temas y no confía en la fabricación de un lenguaje no espontáneo como modificadora de
las relaciones de poder. "A mi modo de ver, temas mucho más trascendentes que
el todes deberían concentrar la atención de nuestra sociedad en este momento -
educación, separación de Iglesia y Estado, etcétera-. Flaco favor se le hace al feminismo
impulsando falsos problemas y falsas teorías pseudolingüísticas al respecto", sentencia.

Los nuevos libros para chicxs


Sin embargo en el mercado editorial, algo está cambiando lentamente, sobre todo en los
libros para chicos y adolescentes. Ana Laura Pérez, directora literaria de Penguin Random
House señala el éxito de los libros de Magalí Tajes, una youtuber y standupera, escritos
totalmente en lenguaje inclusivo."Por momentos usa la "e", por momentos la "x". Todas
aquellas intervenciones que tienen a romper con el binarismo empiezan a llegar a los
libros", informa Ana Laura.

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El lenguaje inclusivo empieza a llegar a los libros.

La historia de Mamá Cultiva, el camino del cannabis terapéutico de Valeria Salech también
está escrito de ese modo, así como Cómo criar hijxs no machistxs, de Liora Gómez y Ariel
Doirfman. Hasta la promoción del material para esa franja etaria no se puede sustraer al
uso del genérico inclusivo: "Novelas para chicxs", se lee.

Es un fenómeno que empieza a llegar a los textos feministas de producción reciente . No a


aquellos que se recuperan de hace algunos años, sino a los más actuales. Ahí comienza a
aparecer, de manera todavía tímida, esa posición política en términos de lenguaje como
expresión.

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Lenguaje inclusivo: tres miradas para entender
rosarioplus.com/ensacoycorbata/Lenguaje-inclusivo-tres-miradas-para-entender-20181130-0020.html

Escrita por: Barbara De Salvia

La legalización del aborto, la lucha contra los femicidios y la paridad salarial son solo
algunas de las luchas que lleva adelante el movimiento feminista, instalado en el
escenario político y social para dar pelea al tan arraigado patriarcado. En ese marco
surgió el “lenguaje inclusivo”, una herramienta de protesta celebrado por algunes y
resistido por otres.

Cabe señalar que el modo en el que hablamos es cuestionado por el feminismo pero
también por algunos sectores del ámbito académico desde hace décadas. El lenguaje
es tildado como “sexista” por varios motivos y el principal de ellos reside en identificar
a la humanidad con lo masculino utilizándolo como genérico. Porque “todos” incluye a
“todas”, pero de ninguna manera puede ser al revés.

A lo largo de los años, el feminismo planteó distintos usos más inclusivos de la lengua.
Antes de utilizar la "e" como vocal para señalar al género neutro, se implementaron
otras opciones como la barra en diagonal (todos/as), la x (todxs) y el arroba (tod@s).
Sin embargo, ninguno tuvo éxito, ya sea por considerarlo disruptivo o por
problemas fonéticos a la hora ser replicados en la oralidad.

Como era de esperar, esta semana la Real Academia Española (más conocida como
RAE) se metió una vez más en el debate sobre el uso del lenguaje inclusivo y sentó de
manera explícita su posición rechazándolo de plano al argumentar que “el problema
es confundir la gramática con el machismo”. Además (y para que no queden dudas
sobre su postura) desestimó el uso desdoblado (como el todos y todas) y la
incorporación de las variantes x y @.

El foco en lo económico, epistemológico y estético de la lengua

Sandra Valdettaro es Doctora en Comunicación y docente en la UNR. En diálogo con


Rosarioplus.com, explicó que “las variaciones de la lengua no tienen nada que ver
con los movimientos de género” sino que “el sistema va cambiando por una cuestión
fuertemente estadística relacionada con el uso del lenguaje y no porque se le ocurra a
un sector de la sociedad”.

Por otro lado, señaló que “la lengua es una experiencia estética” y que “las inclusiones
de masculinos, femeninos, la x y el @ tienen un efecto distorsivo en relación con la
visualidad y la sonoridad del habla”. “Genera cierta violencia dentro de la textura
material de la lengua y resulta muy antieconómico porque se produce una cacofonía
y frases larguísimas”, agregó al respecto.

Asimismo, advirtió una “confusión” derivada de lo epistemológico en relación a que


“el género en la lengua no tiene nada que ver con el género entendido desde el punto
de vista de identidades sexuales, sino que es un marcador diferencial como tantos

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otros”. En este sentido, subrayó que “nunca hay una relación directa entre el uso del
lenguaje y los cambios sociales” y añadió: “Que la RAE reconozca el lenguaje inclusivo
no va a hacer que la sociedad sea menos machista o violenta con las mujeres”.

En tanto, expresó que la propuesta del lenguaje inclusivo “se puede enmarcar en el
juego político de los movimientos de género como una demanda más” al tiempo que
remarcó que “no se puede llevar al rango de lo político un sistema como el de la
lengua porque es muy específico y tiene sus propias reglas y funcionamiento”.

El uso del lenguaje inclusivo como evidencia de un malestar

Cecilia Muñoz, Profesora en Letras en la UNR y coordinadora de talleres literarios,


señaló a Rosarioplus.com que “la reflexión sobre la lengua es necesaria, porque el
uso que una sociedad hace de ella representa mucho de su cultura y del sistema de
valores que maneja” y agregó que “si el uso del género masculino es el que engloba
también al femenino en algunos casos, no creo que sea causal en una sociedad que
siempre tuvo una organización patriarcal”.

Asimismo, subrayó que el lenguaje inclusivo “incomoda” y añadió que “si hay
personas que se sienten excluidas de ese masculino o femenino, también hay que
cuestionarse. No sé si ya adoptar el uso del lenguaje inclusivo, pero sí estar atentos al
malestar sobre el uso de la lengua en nuestra cultura”.

El lugar de la RAE, más valorativo que descriptivo

La socióloga cordobesa e investigadora del Conicet Sol Minoldo fue consultada por
este medio y subrayó que “lo que hace la RAE es solapar un posicionamiento político
con excusas lingüísticas porque en realidad no hay ninguna razón para que sean
imposibles estos cambios” y añadió que “las funciones de esta institución que no
deberían ser valorativas”.

En este sentido, señaló que “la RAE no explica por qué el lenguaje no sería machista
frente a las evidencias que demuestran que sí lo es. Es una postura irresponsable” al
tiempo que destacó: “Intenta desde su autoridad imponer una perspectiva y censurar
otra por una diferencia política e ideológica con la causa que está detrás”.

En relación con el uso del lenguaje inclusivo, Minoldo advirtió que “es una iniciativa
que tiene mucho potencial político” porque se propone “darle visibilidad al hecho de
que lenguaje tiene un sesgo de género y que está cargada de sentidos consistente
con las asimetrías que vemos en nuestra organización social”.

Por último, subrayó que “la lengua también cumple una función de reproducir la
forma en la que vemos el mundo y cuestionarlo nos permite ser más conscientes de
esas cosas que tenemos naturalizadas para desde ahí transformarla”. “Tiene el
potencial político de ser disruptivo y genera suficiente molestia para que hoy lo
estemos discutiendo en los medios, en la escuela o en casa”, concluyó.

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Palabras que me impiden seguir leyendo
elpais.com/elpais/2018/12/10/eps/1544456326_569657.html

December 16, 2018

La zona fantasma COLUMNA i

Javier Marías
Cada época sufre sus modas y sus plagas, y lo penoso es que éstas son abrazadas
acríticamente o con papanatismo por millares de personas

TODO ESCRITOR, que se pasa la vida eligiendo y descartando vocabulario, acaba teniendo
sus manías, sus filias y fobias, sus preferencias y aversiones. En realidad eso le ocurre a
cualquiera, pues todos hacemos uso de la lengua con mayor o menor grado de conciencia,
y todos tendemos a aceptar o rechazar palabras, intuitiva o deliberadamente. Cada época
sufre sus modas y sus plagas, y lo penoso es que éstas son abrazadas acríticamente o con
papanatismo por millares de personas, que las repiten machaconamente como papagayos,
hasta la náusea. Esos individuos creen a menudo estar diciendo algo original, cuando lo
que dicen es un tópico. O creen ser “modernos”, o estarles haciendo un guiño a sus
correligionarios, por el mero uso de ciertos términos. Recuerdo que hace unos años todo
era “coral” y “mestizo”; hoy es todo “transversal”, convertido en uno de esos vocablos que,
cuando me los encuentro en un texto —o los oigo en una televisión o una radio—, me instan
a abandonar de inmediato la lectura —o a cambiar de cadena—, sabedor de que quien
escribe o habla está abonado a los lugares comunes y no piensa por sí mismo.

Antes de que empiecen a indignarse quienes los emplean, conviene aclarar que yo sí hablo
solamente por mí mismo. Que me irriten términos o expresiones no supone nada, ninguna
condena. Es sólo que a mí me sacan de quicio y que no los soporto, lo mismo que a una
pazguata de antaño la hería leer “coño” o “cojones”, o que a un recio varón le producían
arcadas los “nenúfares” y “azahares” de un poema. Debo decir con lástima que el actual
feminismo feroce ha plagiado o acuñado unos cuantos palabros que me atraviesan los
ojos y oídos. En cuanto me aparecen el espantoso “empoderar” y sus derivados
(“empoderamiento”, “empoderador”), interrumpo al instante el artículo o el libro, por mucho
que la Real Academia Española los haya admitido en el Diccionario (nada me puede traer
más sin cuidado, en este periodo asustadizo de esa institución a la que pertenezco…, creo).
Lo mismo me ocurre con “heteropatriarcal” y no digamos con “heteropatriarcalizar”, que,
aparte de larguísimos y sobados, me parecen injustos e inexactos, como si los hombres
homosexuales no hubieran estado a menudo casados y no hubieran participado del
“patriarcado”. En cuanto a “sororidad”, tentado estoy de hacerme cruces (o el harakiri) cada
vez que cae ante mi vista, porque me resulta inevitablemente monjil y con olor a naftalina.
Tampoco se les da bien la recreación castiza a estos feministas feroci: me provocan
urticaria “cipotudo”, “machirulo” y la más reciente “machuno”, con reminiscencias de
“chotuno”. El desdichado sufijo en “-uno” no es demasiado frecuente en nuestra lengua,
seguramente por feo y zafio, lo que invita a recurrir a él en este siglo XXI. Cada vez que leo
“viejuno” (en vez de “vetusto”, por ejemplo), ya sé que quien me lo suelta es mimético y
habla por boca de ganso.
1/2
Otro tanto me sucede con quienes empalman sin cesar verbos cursis calcados del inglés
más estúpido, como “empatizar”, “socializar”, “interactuar” y similares. Estoy seguro de que
un escritor no vale la pena —y de que además es un pardillo deslumbrado— si recurre a la
expresión inglesa “ponerse en sus zapatos”, que es como se dice en esa lengua lo que aquí
siempre se ha dicho “en su lugar”, “en su piel” y aun “en su pellejo”. Sé que el escritor en
cuestión se ha nutrido de traducciones malas o que ha leído directamente en inglés sin
conocer su propio idioma. Una de las razones por las que la mayoría de los novelistas
estadounidenses de las últimas generaciones me parecen pomposos y bobos —una, hay
varias— es por su irrefrenable tendencia a hacer algo que ya he percibido en los copiones
españoles, a saber: juntar un adverbio “original” con un adjetivo. Hace ya años que los
autores baratos adoptaron, por ejemplo, “asquerosamente rico” y “ridícu​lamente feliz”, hoy
en día insoportables vulgaridades. Pero ahora empiezan a abundar los “extravagantemente
enérgico”, “impetuosamente simpático”, “hirientemente eficaz”, “inquietantemente bueno”
o “minuciosamente inútil”. Se nota tanto (en los españoles como en los americanos) que el
escritor en cuestión se ha pasado largo rato pensándose la combinación, y creyendo hacer
literatura con ella, que se me hace aconsejable arrojar en el acto el volumen por la ventana.
Sé que se trata de un farsante.

La fórmula “esto no va de mujeres, va de libertades” y parecidas me producen un sarpullido


más grave que la idiotizada expresión “sí o sí”, omnipresente. Últimamente hay periodistas
que han descubierto el verbo “ameritar”, normal en Latinoamérica, y están desterrando
nuestro “merecer” a marchas forzadas. En cuanto al horroroso y mal formado “ojiplático”,
que ya ha pedido su ingreso en el Diccionario, qué quieren. Pretender que a partir de “se me
quedaron los ojos como platos” se cree ese engendro, es como aspirar a que también se
incluyan “carnigallináceo”, “pelipúntico” y “peliescárpico” para designar cómo nos
quedamos cuando nos emocionamos o nos llevamos un susto. Hay más, pero por hoy ya
es bastante.

2/2
Sobre 'pilota', 'portavoza', 'miembra' y otros femeninos
elmundo.es/espana/2018/02/10/5a7df963ca474179478b4698.html

February 10, 2018

La portavoz en el Congreso de Unidos Podemos, Irene Montero MariscalEFE

Podemos y PSOE defienden a Irene Montero por referirse a las "portavozas": "Avanza en
la igualdad"

De vez en cuando los políticos sacuden la conciencia normativa de los ciudadanos con la
propuesta de femeninos rupturistas. Así ocurrió con jóvenas, miembra y, estos últimos
días, con el uso de portavoza. En tales casos, se producen debates intensos, incluso
encarnizados, que, con independencia del costado al que se incline la razón, denotan una
saludable preocupación por la salud y pureza de la lengua. Todos hemos interiorizado en
los años de formación, primero, y, luego, a lo largo de toda la vida, una preocupación por
las normas de la corrección (el recte loquendi del que hablaban dos gramáticos hispánicos
de relieve universal: Quintiliano y Nebrija). Es normal asimismo que, en el fragor de la
discusión, los ciudadanos airados giren la mirada hacia los gramáticos y hacia los
académicos pidiendo una condena inquisitorial ("crucifícalo, crucifícalo"). Las personas
menos airadas, pero sorprendidas, solicitan una aclaración: "¿Está bien dicho?".

Con la norma hemos dado, amigo Sancho. En estas situaciones, recuerdo las palabras de
Emilio Alarcos en el "Prólogo" a su Gramática de la lengua española: "Conviene así que
el normativismo se forre de escéptica cautela". Incluía esta afirmación después de hacer
referencia al Appendix Probi, un texto normativo del siglo IV en el que se condenaban la
1/3
forma de pronunciar y de escribir más de 250 palabras en el latín hablado porque se
apartaban de la norma del latín clásico: "mensa non mesa", "tabula non tabla", corregía. El
éxito de tales anatemas fue nulo: casi la totalidad de las formas repudiadas triunfaron en
las lenguas romances. El resultado del análisis coincide siempre con la tesis de Horacio
en el Arte poética: la palabras perecen o reviven "si el uso lo quiere" ("si uolet usus"). El
pueblo es el dueño del idioma.

En las discusiones sobre la corrección de una forma o de una expresión lingüística


conviene diferenciar dos conceptos: el sistema y la norma. El sistema es el marco formal
que establece las posibilidades de variación o de combinación que permite la lengua.
Muchas de esas posibilidades no están aplicadas o explotadas por el uso, a causa de
diferentes razones. La norma recoge lo que en un momento dado los hablantes consideran
correcto. El sistema es estable, cambia con extrema dificultad. Sin embargo, la norma es
variable, tornadiza. Depende de la valoración del pueblo.

Pongamos algunos ejemplos. El sistema de la lengua nos dice que el femenino de


sustantivos de profesiones se forma morfológicamente añadiendo la desinencia -a al
masculino. Sin embargo, por diversas razones (muchas veces relacionadas con la realidad
social), esa posibilidad del sistema no siempre se realiza. En las Cortes de Cádiz el término
diputado era masculino y solo designaba a varones, pues la mujer no podía ser elegida
parlamentaria. Cuando alcanza este derecho, el término diputada, perfecta según el
sistema de la lengua, chocaba con la costumbre, con la norma, por lo que se prefirió
durante algún tiempo diferenciar el sexo solo a través del artículo (el diputado/la diputado).
Más tarde, el uso generalizará la forma femenina y hoy decimos con toda naturalidad
diputada.

Más cercano tenemos el caso del arbitraje. En la dirección de los partidos de fútbol y de
otros deportes, en un principio solo teníamos la forma árbitro. Cuando acceden las mujeres
a esta profesión, al principio la norma de los hablantes (guiada por la costumbre) rechaza
el femenino árbitra, que es perfecta según el sistema de la lengua. Se acudía la forma
común: el árbitro y la árbitro. Pero pasó el tiempo, y hoy hemos incorporado el femenino
árbitra con toda normalidad.

En ocasiones, posibles femeninos, formados siguiendo las normas de la lengua,


encuentran restricciones a causa de prejuicios sociales o corporativos. Los femeninos
jueza y fiscala, bien construidos, sufrieron (y a veces sufren) rechazo normativo, hecho que
ya no ocurría con abogada, catedrática ni magistrada. Otro caso de rechazo corporativo de
femeninos perfectamente formados es el de los grados militares: sargenta, tenienta, caba,
soldada...

Un resumen de lo hasta aquí expuesto, sería aconsejar que, cuando se presente un


problema en la formación de un femenino de profesión, lo mejor es atenerse al sistema, ya
que la norma "è mobile". Abundemos ahora en un caso reciente: el femenino de piloto.
Dado el escaso número de mujeres que intervenía en competiciones automovilísticas o en
la dirección de vuelo, la palabra piloto no había desarrollado la forma femenina que le
permite el sistema de la lengua. Era un término común en cuanto al género: el piloto y la
piloto. Cuando aparece el femenino la pilota y las pilotas surgen el escándalo o la
inquietud. Existen dos tipos de preguntas: una se dirige a la norma ("¿Es correcto decir la
2/3
pilota?"); la otra se dirige al sistema de la lengua ("¿Está bien formado el femenino la
pilota?"). A la primera se responde: en la norma actual, el uso sancionado como correcto
por la mayoría hablantes es el piloto-la piloto.

Sin embargo, la respuesta adecuada a la segunda pregunta es que el femenino la pilota


está bien formado según el sistema de la lengua. Así se han creado múltiples femeninos
de profesiones que, en un principio, pudieron resultar extraños, pero que hoy nos son
familiares: bombera, bedela... Y, aunque algunos oídos rechinen, ya se está asistiendo al
uso de obispa, ujiera... también formados correctamente según el sistema de la lengua.

Vayamos ahora con la segunda parte: ¿Y no existen restricciones en la aplicación de esta


regla de formación en los femeninos de profesiones? Sí existen, pero no son absolutas.

Veamos, en primer lugar, el femenino miembra. ¿Está bien formado según el sistema? La
respuesta es positiva. ¿Está aceptado por el juicio normativo de los hablantes? La
respuesta es "aún no". La causa del rechazo proviene de las connotaciones. Resulta que
los femeninos de sustantivos que designan individualidades suelen venir cargados de
asociaciones negativas: así ocurre con tipa, individua, elementa, fulana, prójima, e incluso
socia. Sería difícil que miembra se librara de una connotación peyorativa.

Por las redes ha circulado estos días una crítica mordaz a los ignorantos e ignorantas que
forman femeninos de antiguos participios de presente: no decimos cantanta, escribienta,
atacanta, etc. Esta es, efectivamente, una de las restricciones originarias en la formación
de femeninos en -a, pero no una restricción absoluta. En el inicio de la lengua se decía la
infante, la parturiente, la sirviente; pero hoy se han generalizado la infanta, la parturienta,
la sirvienta, la presidenta, la gobernanta, la clienta, la intendenta, la gerenta... Que no se
digan aún cantanta, estudianta, videnta... es cuestión de norma, es decir, de aceptación de
los hablantes (hecho mudable), no prohibición del sistema.

Algunas terminaciones de sustantivos presentan alguna resistencia a la creación de


femeninos en -a, pero, como en los casos anteriores, la resistencia no es absoluta. No se
usa cancillera, crupiera, sumillera, pero tenemos normalizado bachillera. Junto a lo extraño
de alféreza, hallamos jueza y aprendiza.

En cambio, sí parece representar una ruptura del sistema el femenino portavoza, al menos
mientras se mantenga la conciencia de que se trata de una palabra compuesta, formada
por la unión de porta y de voz (que ya es femenina y no designa persona). Pero tampoco
en este caso quiero sentar cátedra. La lengua es caprichosa. En la calle he oído más de
una vez el femenino guardiacivila.

Salvador Gutiérrez Órdoñez es catedrático de Lingüística, miembro de la RAE y


consejero de Fundéu

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Si es mujer, ¿un miembro, una miembro o una miembra?
medicablogs.diariomedico.com/laboratorio/2018/02/23/si-es-mujer-un-miembro-una-miembro-o-una-miembra/

Laboratorio del lenguaje

Sucedió en junio del 2008, pero todavía muchos lo recuerdan: en su primera


comparecencia ante una comisión parlamentaria en el Congreso de los Diputados, la
jovencísima ministra socialista del recién creado Ministerio de Igualdad, Bibiana Aído, se
dirigió a «los miembros y miembras de esta comisión». En su caso fue un lapsus, pero lo
cierto es que muchos hablantes dudan cuando tienen que usar ‘miembro’ aplicado a una
persona de sexo femenino.

Vamos a ver si consigo explicarme en pocas palabras.

En el campo semántico de los nombres referidos a personas, la mayor parte de los


sustantivos españoles pertenecen a uno de los dos grupos siguientes: sustantivos con
doble forma por género (p. ej., «el oftalmólogo» y «la oftalmóloga») o sustantivos con
forma única y género implícito, también llamado género común de dos (p. ej., «el oculista»
y «la oculista»). En el campo semántico de lo inanimado, por el contrario, el grupo más
numeroso de sustantivos corresponde a los de forma única y género explícito: ‘biopsia’ es
siempre una palabra femenina; ‘quirófano’, siempre masculina.

Cuando un término de forma única y género explícito se aplica por comparación


metafórica a una persona, mantiene habitualmente su forma y género explícito con
independencia de cuál sea el sexo de la persona en cuestión. Lo vemos claramente con
las metáforas animales: de un varón muy trabajador, por ejemplo, diremos que es «una
hormiguita», o también que es «una tortuga» si es muy lento. Y de una mujer de mente
despierta o perspicaz diremos que es «un lince», o también que es «un pato» si es torpe y
escasamente mañosa. En esos casos no hay equivalencia directa entre el sexo de la
persona y el género gramatical del término aplicado a ella; como tampoco la hay en
expresiones metafóricas del tipo de «Juan es una máquina» y «María es un sol».

Igual ocurre con las partes del cuerpo en sentido metafórico: con independencia de que
las apliquemos a personas de uno u otro sexo, el término conserva normalmente su
género explícito original: de un varón puedo decir, por ejemplo, que es «la mano derecha»
de la directora del hospital, o «la cabeza pensante» de una banda criminal; y de una mujer,
que es «el cerebro» de un equipo de investigadores, o que es «un hueso» porque suspende
a casi todos sus alumnos. ¿Verdad que a nadie se le ocurriría decir que una mujer pueda
ser *la cerebro* ni *la cerebra* del equipo?

Pues con miembro (cada una de las extremidades articuladas con el tronco),
curiosamente, está sucediendo algo extraño. Desde antiguo, era en español un sustantivo
masculino de género invariable, también cuando se aplicaba en sentido metafórico: fuera
uno hombre o mujer, solo podía ser «un miembro» de tal o cual sociedad científica, como
también «una parte» importante de ella. Con la corriente lingüística que propugnaba la
visibilización de la mujer en el discurso, no obstante, empezaron a surgir hablantes que
consideraban ‘miembro’ como un sustantivo de género común («un miembro» y «una
1/2
miembro») o, más raramente, como un sustantivo con doble forma («un miembro» y «una
miembra»). ¿Un disparate? Al principio lo parecía, pero la RAE terminó por ceder ante el
uso y en el 2001 dejó de considerar ‘miembro’ (referido a personas) como sustantivo
masculino de género invariable, para pasar a considerarlo como sustantivo de género
común. La RAE, pues, admite ya para las mujeres «una miembro» (que a mí sigue
sonándome a rayos); hay quien opina que «una miembra» llegará también al diccionario
en un futuro próximo, con lo que el lapsus de Aído habría sido en verdad premonitorio.

Fernando A. Navarro

2/2
Lenguaje inclusivo, un aspecto de una rebelión mucho más
profunda
lavoz.com.ar/numero-cero/lenguaje-inclusivo-un-aspecto-de-una-rebelion-mucho-mas-profunda

March 4, 2019

En el marco del Congreso Internacional de la Lengua Española (Cile) que se realizará


el mes próximo en Córdoba, el Gobierno nacional ha manifestado en la voz del
ministro de Educación, Alejandro Finocchiaro, que se opone al lenguaje inclusivo. Por
su parte, el Cile no incluirá en su grilla un abordaje del tema, aunque sí tendrá lugar
en el Festival de la Palabra, que lo antecederá, en el que se tratarán las expresiones
más dinámicas del habla en manifestaciones culturales.

Para rechazar el lenguaje inclusivo del Gobierno nacional ha repetido un argumento


utilizado por la Real Academia Española (RAE) que establece que es una “falsa
solución” advirtiendo que se trata de “una reacción a otras situaciones”. Por supuesto,
no existe ninguna novedad en esa afirmación, las expresiones “todxs”, “todes” o
“tod@s” utilizadas por les pibes (vale decir) no buscan circunscribirse a una cuestión
meramente lingüística, surgen como una reacción a la realidad que sufren mujeres y
disidencias sexuales, y forman parte de una lucha emancipadora más profunda, que
les ha tenido como protagonistas de masivas movilizaciones, pañuelazos, piquetes,
tomas de colegios y pabellones de la universidad.

La posición asumida por el Gobierno nacional respecto del lenguaje inclusivo, casi
como una bajada de línea a los ministerios de educación provinciales, intenta
ningunear con una absurda rigidez lingüística uno de los aspectos de la lucha del

1/3
sector más dinámico del movimiento de mujeres, que dio paso y nutrió el
#NiUnaMenos, la marea verde por el aborto legal, el #MiraComoNosPonemos y la
exigencia de la separación de la Iglesia del Estado.

Como era de esperar, con formulaciones del tipo “no tiene que ver con las formas
sino con el fondo del problema”, el Gobierno de Córdoba, a través de su Ministerio de
Educación, se inscribe en la misma línea, denostando los aspectos transgresores en
la forma de manifestarse de la juventud y colocándose en el rol de maestro ciruela de
la situación que los agobia, cuando le corresponde un lugar de plena responsabilidad.

Las demandas más sensibles del movimiento, el contenido de los reclamos “de
fondo”, así como las responsabilidades que recaen sobre el Estado, hace rato han
sido puestas con crudeza sobre la mesa.

En el país del #NiUnaMenos se han producido 33 femicidios este año; una mujer
muere cada 28 horas por esta causa; más de 500 mueren al año por abortos
clandestinos; una de cada cinco niñas ha sido abusada sexualmente en la infancia; a
estas mismas niñas se les niega el acceso a la Interrupción Legal del Embarazo (ILE) y
se les impone la maternidad; otras tantas son desaparecidas y prostituidas por redes
de trata que operan con el amparo y complicidad de funcionarios políticos, judiciales
y fuerzas represivas; el promedio de vida del colectivo trans es de 36 años; no se
brinda educación sexual laica, científica y con perspectiva de género (en el mejor de
los casos se dicta con carácter estrictamente biologicista, mientras en los colegios
confesionales se imparten contenidos reaccionarios, misóginos y
homolesbotransfóbicos).

La pretensión de la RAE y los gobiernos de no dar entidad al lenguaje inclusivo no


debe representar mayor obstáculo a los fines de una rebelión, cuando la historia de
la lucha de las mujeres ha demostrado que los múltiples flagelos que padecemos
están enraizados en un sistema económico y político basado en la opresión.

El sometimiento de las mujeres y disidencias no hallará fin en nuevos giros


lingüísticos, en meras reformas a un Estado responsable, ni en los cambios culturales
incentivados por las mismas fuerzas políticas que gobiernan, sin hacer mella en las
condiciones materiales que sostienen la opresión.

La lucha del movimiento de mujeres anclada en la juventud, con la crisis capitalista


como telón de fondo y enmarcadas en una política deliberada de ajuste a los
trabajadores dictada por el FMI, está sacando esas conclusiones a paso agigantado.

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En este escenario estamos construyendo un cuarto paro internacional de mujeres el


próximo 8 de marzo, en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, con los métodos
propios de la clase obrera, los de la asamblea, la movilización, el paro activo y efectivo
y un programa independiente.

2/3
El Estado, sus fuerzas políticas e instituciones han tomado nota de la potencialidad de
este movimiento que está demostrando capacidad de sobra para cuestionar la
estructura sobre la que se sostienen todas las formas de violencia y opresión. Sólo un
gobierno de trabajadoras y trabajadores podrá desarrollar a fondo toda esa
potencialidad.

Edición Impresa
El texto original de este artículo fue publicado el 4/03/2019 en nuestra edición
impresa.

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3/3
Diez motivos por los que no conviene usar (todavía) el
lenguaje inclusivo
perfil.com/noticias/columnistas/diez-motivos-por-los-que-no-conviene-usar-todavia-el-lenguaje-inclusivo.phtml

March 3, 2019

sábado 2 marzo, 2019

No se pueden imponer los cambios, porque sabemos que el


idioma seguirá el cauce que le marquen los millones de
hispanohablantes y no pequeños grupos argentinos. Pero el
cambio puede darse. Solo hay que saber esperar y ser
pacientes.

por Patricia Nigro

1) Somos casi 600 millones los hablantes de español. El idioma evoluciona según la
voluntad de la mayoría de los hablantes y el paso del tiempo que consolida el léxico.
Debemos aclarar, ante la confusión general, que hace mucho tiempo que ni España
ni la Real Academia Española nos imponen nada. España tiene menos del 10% de los
hablantes de español y la mayoría no habitamos la península. La RAE no trabaja sola.
Lo hace en conjunto con las 21 academias de la lengua. Esa asociación de academias
que representan a todos los hablantes de español se llama Asale (Asociación de
Academias de la Lengua). Tampoco el diccionario, consensuado por las 21 academias,
se llama ya DRAE. El diccionario más importante de nuestro idioma se llama
Diccionario de la Lengua Española o DLE. Es cierto que muchos, para consultarlo,
entran al sitio Rae.es, pero hay que averiguar bien. El mundo de la lengua es otro. No
el de los años 60 o 70. Así que el primer motivo es que no se debe ignorar a la gran
mayoría de hispanohablantes, quienes decidirán si un cambio se acepta o no.

2) Muchísimos años atrás, dos estudiosos del idioma elaboraron la hipótesis de Sapir-
Whorf que dice que la palabra antecede o condiciona el pensamiento. Es una
hipótesis. O sea que ni Sapir ni Whorf pudieron demostrarla. Al contrario, el
psicólogo suizo Jean Piaget demostró que los bebés tienen inteligencia, y muy
desarrollada, antes de aprender a hablar. Así que el pensamiento surge en el ser
humano antes que la palabra. Entonces, el segundo motivo es que las palabras no
preceden ni condicionan el pensamiento por sí mismas ni pueden modificar la
realidad.

3) Hace muchos años, en España, se decía gobernadora a la esposa del gobernador.


Leopoldo Alas nos dejó la novela La regenta. La regenta, en la obra, es la mujer del
regente. O sea que no regentea nada. Por eso, muchas mujeres, cuando al fin
pudimos participar del discurso público, fueron elegidas intendentas, alcaldesas,

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presidentas, juezas, fiscalas. No todas las formas se usan en todos los países
hispanohablantes pero existen y son correctas. Las mujeres no son “la esposa de”
sino que ellas ejercen los cargos. Esta cuestión es más que válida, porque el femenino
no indica dependencia del varón. Así que por extensión, todos los cargos políticos,
empresariales o de cualquier categoría jerárquica deben emplear la forma femenina:
por ejemplo, “la jefa”. El tercer motivo es que incluir supone muchas y diversas
situaciones y no solo la que se pretende desde el lenguaje inclusivo.

4) Hasta ahora hemos hablado del léxico, pero el “lenguaje inclusivo” no se centra en
el léxico sino en la gramática, el esqueleto que sostiene nuestro idioma. El léxico es
muy simple de cambiar: tenemos variantes geográficas, de edad, de clases sociales,
las palabras que se relacionan con la formalidad o la informalidad (no es lo mismo
decir faz, rostro, cara o jeta), aunque todos signifiquen lo mismo. El hablante decide
en qué momento es oportuno o no usar una u otra forma. El cuarto motivo: no
usemos formas léxicas que violentan la estructura del idioma.

5) Cuando empieza a instalarse con fuerza en parte de la elite cultivada argentina la


ideología de género, es el momento en que se complican las cosas para el idioma.
Aclaremos que una cosa es la perspectiva de género, ya instalada desde 1995 en
Beijing, y otra una ideología con todo lo que ese concepto conlleva. Cuando no había
ecógrafos, uno esperaba a que el médico viera el aparato genital del bebé para decir
si era varón o mujer. Así fue mucho tiempo. También muchísimos años se creyó que
la mujer era la culpable de no darle al esposo hijos varones. Pero la ciencia avanzó y
se descubrió lo indiscutible. Es el varón el que posee en su genética dos cromosomas
sexuales distintos llamados XY y la mujer posee dos cromosomas iguales XX. O sea
que el sexo biológico depende del padre. Para la genética, solo existen dos opciones
XX y XY. Ni siquiera vale lo que diga el obstetra. Porque hay muchos casos en los que,
al crecer, una persona puede descubrir que tiene otros órganos sexuales en su
cuerpo o que una persona se sienta que no es una mujer o un varón. Aquí es donde
muchos recurren a operaciones, a hormonas y otros tratamientos para encontrarse
cómodos con su propio cuerpo. La búsqueda de coherencia les da la tranquilidad de
haber encontrado la identidad que sentían. El quinto motivo es que todos estos casos
no requieren de ningún lenguaje inclusivo. Requieren de comprensión y respeto.

6) Hemos dicho que el lenguaje inclusivo violenta la gramática. En otras lenguas, no


existe el género como categoría gramatical. La nuestra sí lo tiene. Decimos la silla y el
sillón, la rata y el ratón, el niño y la niña, la vaca y el toro. En algunos casos,
cambiamos la palabra para referirnos al masculino o al femenino, y en otros
cambiamos las terminaciones. Mucha gente cree erróneamente que la “o” es
masculina y la “a” es femenina. Si yo digo: “Se apersonó la testigo ante la jueza y la
víctima estaba presente”, no podemos saber si la víctima es varón o mujer. Porque
esa terminación es masculina o femenina según el contexto. (Para comprender la
diferencia entre sexo y género gramatical, recomiendo la entrada “género” en el
Diccionario argentino de dudas idiomáticas de la Academia Argentina de Letras.) El
idioma no es una ciencia exacta. Posee, como dice Alex Grijelmo en El genio del
idioma, una parte misteriosa, irracional y, también, maravillosa. No quiere que lo
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fuercen. El genio del idioma quiere que lo dejen salir de la lámpara en suaves volutas.
A su tiempo, que es el tiempo de los hablantes, y a su modo, que es el modo de los
hablantes. El sexto motivo: no se puede imponer por la fuerza un cambio en el
idioma. Es autoritario y vulnera, con su prepotencia, la democracia de la lengua.

7) Dijimos que la “o” no es masculina ni la “a” es femenina. El periodista, el dentista, el


pediatra no se sienten ofendidos porque sus profesiones terminan en “a”. El artículo
está allí para desambiguar cualquier expresión. Ahora el problema es otra vocal: la
“e”. Usada y mal usada, impuesta por la fuerza por quienes se creen dueños de la
democracia idiomática. Tenemos el estudiante y la estudiante, tenemos el paciente y
la paciente, tenemos el docente y la docente. Para el DLE, son palabras femeninas y
masculinas. Se usa a la “e” sin criterio: “hermane”, “enferme”, “teléfone”, “sane”. El
séptimo motivo es no nos sirve la vocal “e” para indicar no género. Siempre hay
género gramatical en nuestro idioma.

8) Nadie duda de las buenas intenciones de la gente de que usar la “e” incluye a todos
en la sociedad. Pero la discriminación sigue existiendo, la falta de respeto, el chiste
obsceno, la violencia verbal y física hacia la mujer, el mirar “desde arriba” al
homosexual siguen existiendo. La dominación y el menoscabo permanente a las
mujeres seguirá existiendo hasta que muchas generaciones acepten que todos
somos dignos por igual. Los cambios que se están produciendo en la sociedad no van
a detenerse pero no son gratis. El octavo motivo: ninguna vocal incluye o excluye a
nadie.

9) Soluciones posibles para incluir a todos. En España se usa la duplicación de


sustantivos, adjetivos y artículos: “los/las padres/madres asisten a la reunión para
conversar con los/las profesores/profesoras sobre los/las alumnos/alumnos”. Esto
produce párrafos eternos e incomprensibles. A otros se les ocurrió usar un signo que
no es una letra: la arroba, para decir señor y señora a la vez. No prosperó, porque la
arroba no pertenece ni siquiera al alfabeto. Otros ponen una equis en el lugar de la
“o” o de la “a” pero, cuando leemos, ¿cómo pronunciamos “todxs”? Así que pareciera
que la “e” era el último recurso. Grave falta de conocimiento del genio del idioma.
Sigo al profesor Claudio Marenghi y adhiero: los hablantes inclusivos focalizan la
atención en lo morfológico, es decir, lo que el padre de la lingüística, Ferdinand de
Saussure, llamaba el “significante”, la forma de la palabra, y olvidan que la demanda
de igualdad de género pertenece a lo conceptual o a lo que llamaríamos, con
Saussure, al “significado” o la idea que brinda la palabra. El noveno motivo: el uso de
la “e” provoca una sensación lingüística extraña hasta en los propios hablantes
inclusivos. Hace fijar la atención en cómo construyo el mensaje y no en lo importante:
el mensaje. El mensaje es igualdad, libertad y fraternidad. La última está ausente.

10) El último motivo: nuestro título dice “todavía” porque sabemos que el idioma se
modifica desde pequeños círculos y de manera no planificada, porque sabemos que
no se pueden imponer los cambios, porque sabemos que el idioma seguirá el cauce
que le marquen los millones de hispanohablantes y no pequeños grupos argentinos.
Pero no negamos la posibilidad del cambio. El idioma vive en cambio, fluye a través
3/4
de las voces de nuestros antepasados y llega a las de las futuras generaciones,
incesante, maravilloso y con un caudal rico en matices y tonalidades. El décimo
motivo es que tenemos que esperar y ser pacientes.

Propuestas para un lenguaje inclusivo sin usar la “e”. Las tomo, como señalé, del
profesor Marenghi:

1. Recuperar la palabra “persona”, tan digna ella y aplicable a cualquier género.

2. En las proposiciones, en lugar de decir “los que” o “las que”, utilizar quien/quienes,
cualquiera/cualesquiera.

3. Apelar a los sustantivos colectivos: el alumnado, el profesorado, el estudiantado.

4. Usar sustantivos abstractos, oraciones con sujeto tácito, eliminar el artículo cuando
sea posible.

5. Duplicar los sustantivos para desambiguar el sentido en ocasiones importantes: se


requieren abogados y abogadas, se necesita empleado o empleada.

Es tiempo de ponerse a pensar alternativas nuevas para el lenguaje inclusivo. A los


periodistas les pedimos ideas y no polémicas. Todos estamos invitados (no forzados)
a colaborar en una propuesta lingüística inclusiva y respetuosa de todos los
hablantes.

*Escuela de Posgrado de Comunicación. Universidad Austral.

Patricia Nigro

4/4
GUÍA
PARA EL USO DE UN
LENGUAJE
no sexista e
igualitario
EN LA HCDN
AUTORIDADES DE LA
HONORABLE CÁMARA
DE DIPUTADOS DE LA NACIÓN

Presidente
Dr. Julián Andrés Domínguez
Vicepresidenta 1a.
Prof. Norma Amanda Abdala De Matarazzo
Vicepresidenta 2a.
Prof. Patricia Viviana Giménez
Vicepresidenta 3a.
Dra. Graciela Camaño
Secretario Parlamentario
Lic. Lucas Javier Chedrese
Secretario Administrativo
CPN. Ricardo Hugo Angelucci
Secretario De Coordinación Operativa
Ing. Ricardo Ancell Patterson
Prosecretaria Parlamentaria
Da. Marta Alicia Luchetta
Prosecretario Administrativo
Dr. Julio César Vitale
Prosecretario De Coordinación
Dr. Carlos Urlich
Secretario General De La Presidencia
Dr. Miguel Ángel Recalde
Prosecretario General De La Presidencia
CPN. Héctor Luis Trucco
“Es un derecho inalienable el poder nombrar
y ser nombrado y nombrada
con respeto a la propia identidad.

Cuando el lenguaje común,


universaliza el masculino
como patrón para abarcar toda la realidad,
expresa a través de la lengua
el estado de discriminación de la mujer”

- Convención Nacional Constituyente 1994* -

* Convención Constiuyente, Expte. 431. Proyecto de Resolución; Raquel Ortemberg, María del
C. Falbo. María del C. Feijóo Do Campo; María S. Parías; Clara C. Servini García, Hebe A. Ma-
rucco. Zulema B. Daher. Vicente M. Brusca. Antonio F. Cafiero. Héctor Masnatta. Olga C. Abra-
ham. María C. Vallejos. Rodolfo O. J. Ponce de León. Floro E. Bogado. Leticia El Bacha. Carlos
Corach. Ester A. Schiavoni. Dora Rocha de Feldman. Anahí de Tapatta y Elsa G. González.
Equipo

Coordinación

Paula Cecilia Ferro, María Victoria Pedrido Nanzur,


Liliana Beatríz Tedeschi

Asesoría técnica

Florencia Feldman, Jessica Kopyto,


Claudia Bernazza, Estela Diaz

Agradecimientos

Elsa Caceres Portillo, Leila Dobrovitzky, Ivana Lombroni, María Bouille,


Rosario Alessandro, Florencia Julia Falter y Marina Nieves Benito

Producción

Área de Relaciones con la Comunidad

Diseño

Ana Uranga B.
ÍNDICE

Prólogo.................................................................................7

Presentación........................................................................9

Capítulo I
Introducción.......................................................................15
¿De qué hablamos cuando decimos género?
¿Qué pasa con el género y la gramática?
Sexismo y androcentrismo
Referencias internacionales y nacionales
sobre el uso del lenguaje
La igualdad en la estructura de la función pública
El Congreso Nacional y el uso del lenguaje

Capítulo II
Sobre el sexismo en el lenguaje......................................31
Usos lingüísticos excluyentes
Capítulo III
Razones para la inclusión de
un lenguaje igualitario.......................................................39

Capítulo IV
Pautas de estilo y estrategias superadoras
para el lenguaje legislativo...............................................43
Código Civil: marco referencial
para la redacción de los textos legislativos

Capítulo V
10 recomendaciones para
el ámbito legislativo..........................................................53

Recomendaciones para el uso


de un lenguaje igualitario.................................................57

Bibliografía y fuentes consultadas..................................61


Prólogo
CONSTRUIMOS IGUALDAD

La construcción de la igualdad es tarea constante de un


pueblo y sobre todo de sus representantes. Frente a este
gran desafío cotidiano, en lo atinente al derecho a la igual-
dad, el derecho a la identidad de género y fundamentalmen-
te a la garantía del derecho de las mujeres, esta Honorable
Cámara de Diputados de la Nación, a través de su Secreta-
ria Parlamentaria, ha desarrollado un instrumento que nos
permitirá adecuar y encarnar diariamente y en las diversas
acciones de nuestra tarea parlamentaria los derechos hu-
manos conquistados. Derechos que contribuimos a ampliar
y a concretar a partir de las leyes sancionadas por este mis-
mo cuerpo.

Creemos fervientemente en la necesidad de desarrollar ini-


ciativas que instalen la oportunidad para mirar y promo-
ver transformaciones de nuestra propia práctica legislativa
hacia una plena construcción de igualdad y justicia. Ya no
solo desde la producción legislativa sino también pudiendo

Volver
8

garantizar un ámbito que incorpore la mirada de género y


derecho en su hacer.

es por esto que, en el marco del Programa de Moderniza-


ción implementado desde el año 2012, hemos decidido con-
tar con herramientas concretas que nos insten a reflexionar
acerca de la capacidad inclusiva del lenguaje utilizado y re-
plicado en nuestra cámara. esta tarea nos presenta un de-
safío y una responsabilidad compartida por los trabajadores
y las trabajadoras que aquí habitamos; y que hemos decidi-
do encarar.

Julián Andrés dominguez


Presidente
Honorable cámara de diputados de la nación.

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PRESENTACIÓN

La guía para el uso del lenguaje igualitario se enmarca en


el entramado de estrategias y acciones previstas por el
Programa de Modernización Parlamentaria 2012-2015 im-
pulsado por el presidente de la HCDN, Dr. Julián Andrés
Domínguez, con acuerdo de todos los bloques políticos
que integran el cuerpo legislativo.

Con esa visión, desde la Secretaría Parlamentaria, encau-


samos iniciativas de modernización en todas las áreas de
servicio y de apoyo a la tarea legislativa, referenciando
algunos hitos: la conformación de una estructura orga-
nizacional adecuada para desarrollar el Digesto Jurídico
Argentino; la creación de la Dirección de Servicios Digi-
tales Parlamentarios; la creación y puesta en marcha de
la Diplomatura en Gestión Legislativa; la articulación con
otros espacios legislativos; y la apertura y vinculación de
la HCDN con la comunidad y la ciudadanía en general a
través de diferentes actividades e iniciativas.

Volver
10

Esta guía constituye una propuesta didáctica para promover


una comunicación más democrática y adecuada a las refor-
mas legislativas propiciadas en los últimos años en materia de
igualdad de género.

El lenguaje en sí mismo no es masculino ni femenino. El


lenguaje, a priori, no es sexista ni excluyente, pero sí el
uso que hacemos las personas del mismo. En él se pro-
yectan estereotipos aprendidos que responden a la cons-
trucción de modelos culturales androcéntricos que sitúan
la mirada masculina como universal y generalizable a toda
la humanidad.

El tipo de lenguaje que usamos no es inocente. Si usamos


un lenguaje que toma como norma y medida de la huma-
nidad solo a una parte de ella (lo masculino), ayudamos a
que persista en el imaginario colectivo la percepción de
que las mujeres son subsidiarias, secundarias y prescin-
dibles. A ese uso llamamos uso sexista del lenguaje. Se
entiende por lenguaje inclusivo entonces, o por lenguaje
no sexista, aquel que ni oculte, ni subordine, ni excluya a
ninguno de los géneros y sea responsable al considerar,
respetar y hacer visible a todas las personas, reconocien-
do la diversidad sexual y de género. Cambiar el uso del
lenguaje implica también un cambio cultural, y nos con-
voca a construir otro sistema de valores, otra forma de
entender, de pensar y de representar al mundo.

La propuesta de utilizar un lenguaje no sexista o lenguaje


igualitario en cuanto al género se orienta a evitar opciones

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11

léxicas que en este ámbito puedan interpretarse como


sesgadas, discriminatorias o excluyentes. Principalmente
en la producción legislativa y la redacción de aquellas nor-
mas que regirán para el conjunto de la ciudadanía.

La única verdad es la realidad. La conquista de la igualdad


y el reconocimiento de los derechos de las personas que
habitan nuestro país constituyen luchas de larga data. En
ese sentido podemos mencionar hitos del siglo XX tales
como el voto femenino, la patria potestad compartida, el
divorcio y el cupo femenino en el ámbito legislativo.

Esto se expresa en la proporción de legisladoras en la


HCDN que ascendió al 40% en el año 2008. El crecimien-
to porcentual en Senado fue mayor: se pasó del 3% al
37% en la primera elección directa del 2001. La presencia
de legisladoras instó a promover la perspectiva de género
en la agenda legislativa. Entre 1989 y 2007 fueron intro-
ducidas por legisladoras el 79% de los proyectos sobre
cuotas de género; y el 69% de las propuestas en mate-
ria de violencia de género. El trabajo de las legisladoras
fue fundamental para la aprobación de leyes que amplían
los derechos de la mujer: Cupo Sindical Femenino, Sa-
lud Sexual y Procreación Responsable, Protección integral
de los derechos de las niñas, niños y adolescentes, etc.
También en los últimos diez años, la disputa por el reco-
nocimiento, en sentido más amplio, de los derechos de
quienes integran nuestro pueblo ha celebrado el logro de
reconocimientos muy importantes en el plano legislativo
como las leyes de matrimonio igualitario (Ley 26.618), de

Volver
12

identidad de género (Ley 26.743) y la reciente Ley 26.994


que reforma el Código Civil argentino.

Quienes creemos que el valor sustantivo de la democracia


es el respeto por las diferencias y la igualdad de voces y
participación en los procesos sociales, culturales y polí-
ticos que nos involucran celebramos estas conquistas y
vemos estos hitos como puntos de partida para hacer rea-
lidad esos textos en cada acción concreta.

El Estado, en tanto sujeto de los vaivenes de la política,


no está exento de la responsabilidad de sancionar medi-
das equitativas e inclusivas para toda la población y de
garantizar su cumplimiento en todos los planos involucra-
dos en ese paradigma. En ese sentido, se hace impres-
cindible expresarse coherentemente con las leyes que ha
sancionado el Parlamento en plena democracia y para ello
se torna necesario deconstruir la formulación histórica del
lenguaje. Dicho de otra manera, es imprescindible que los
textos producidos en el ámbito legislativo expresen sus
contenidos desde una perspectiva igualitaria y de equi-
dad de género. Usar un lenguaje discriminatorio, ya sea
por hábito o por tradición, sería contradecir aquellos de-
rechos reconocidos por ley. El uso del lenguaje igualitario
que proponemos en este material, y que sabemos excede
el mero uso de una guía, pretende fomentar y concientizar
sobre una comunicación más igualitaria.

El objetivo de esta guía es entonces proponer una serie


de herramientas que permitan incorporar un lenguaje oral

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13

y escrito que construya, represente, describa y exprese la


igualdad de oportunidades para la diversidad de géneros
con enfoque de derechos en la gestión parlamentaria.

el uso de un lenguaje igualitario y no sexista tendría que


tender a ser la norma, en lugar de ser la excepción en los
documentos parlamentarios. comunicaciones internas,
reglamentaciones, proyectos legislativos, dictámenes,
resoluciones, convenios, publicaciones. todas las comu-
nicaciones internas y externas producidas en la Hcdn de-
berían dar cuenta de esto. en ambos casos el lenguaje
debería transmitir y expresar principios como la igualdad
de derechos, de oportunidades y de reconocimiento que
la sociedad y la ley exigen.

Afortunadamente sabemos que el lenguaje no es algo fijo


y estático. el lenguaje se aprende. esta guía es una pro-
puesta de aprendizaje que, en sintonía con un marco ju-
rídico claro en materia de igualdad, insta y justifica, sin
lugar a dudas, la utilización de un lenguaje no sexista. en
tanto las sociedades avanzan en democracia, al compás,
la lengua debe adaptarse.

lucas chedrese
secretario Parlamentario
Honorable cámara de diputados de la nación

Volver
Introducción

El uso de un lenguaje que procure ser igualitario en el ámbito


legislativo requiere del compromiso individual y colectivo de
todas las personas que trabajan en el ámbito parlamentario.
Para apoyar esa tarea, desde la Secretaría Parlamentaria de
la Honorable Cámara de Diputados de la Nación se pre-
senta esta guía, que problematiza las maneras en que
tradicionalmente se utiliza el lenguaje y propone alternati-
vas hacia un uso más igualitario.

Este material está organizado a modo de guía y tiene como


objetivo proporcionar a todo el personal de esta Cámara una
herramienta de trabajo útil que, desde un enfoque de igual-
dad y derechos reconocidos por el marco legislativo argen-
tino, permita revisar los usos del lenguaje oral y escrito de
todos los procesos de comunicación externa e interna en el
ámbito parlamentario.

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16

Aunque no es la única finalidad, este texto también se pro-


pone como una guía de estilo que brinde estrategias para
ejercitar el uso de un lenguaje igualitario y no sexista que
sintetizan una abultada bibliografía sobre la temática. La idea
es facilitar recursos para el uso del lenguaje igualitario que
puedan ser utilizados por el personal administrativo; quie-
nes integran las áreas de capacitación, recursos humanos,
y personal legislativo; profesionales que brindan asesoría y
diputados y diputadas de la Cámara, a fines de manejar con-
ceptos básicos y normas generales.

Guía de Estilo se define además, como un documento téc-


nico que permite abordar la producción escrita de un uso
no sexista del lenguaje y la provisión de normas generales
básicas.

Igualmente, esta denominación implica asumir un compro-


miso mayor en la adopción de estrategias y políticas públi-
cas sobre la igualdad, ya que la pretensión de este manual
no es meramente descriptiva. Una Guía de Uso de Lengua-
je Igualitario es un instrumento normativo que ofrece pau-
tas y soluciones, entre la variedad que nos ofrece la lengua
para vincular y exigirle a una institución, en este caso la
institución parlamentaria, la inclusión y visibilización plena
de quienes la integran.

¿De qué hablamos cuando decimos GÉNERO?


A esta altura cabe hacer una aclaración: cuando habla-
mos de perspectiva de género o de igualdad de género, el

Volver
17

término género no equivale a mujeres, sino que hacemos


referencia a un sistema de relaciones sociales que involucra
y afecta a personas tanto del género femenino como del
masculino. Esas construcciones sociales y culturales son
dispositivos de poder y utilizan el lenguaje para nombrar o
silenciar. El lenguaje participa en la distribución de poder en
una sociedad.

El género es un concepto
El lenguaje participa en la que refiere al conjunto de
distribución de poder en valores, sentimientos, ac-
una sociedad.
titudes, expresiones, mo-
dales, y roles asignados a
través de la cultura a las personas, por el hecho de nacer de
un sexo u otro, que varían en función de cada sociedad y del
momento histórico.

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18

¿Qué pasa con el género y la gramática?


La cuestión de género y sus imposiciones históricas que
parecen “naturales” porque se vienen repitiendo incesan-
temente a través del tiempo no están ajenas al plano del
lenguaje.

Un terreno de expresión de las desigualdades recreadas


por la cultura de una institución es el lenguaje, que juega
un papel fundamental en la creación de distinciones y omi-
siones entre las personas. Mediante el lenguaje se transmi-
ten, refuerzan y transforman significados y sentidos sobre lo
masculino y lo femenino. Es por ello que el uso del lenguaje
nunca es neutro en relación al género.

El uso del masculino como


Aunque la tradición forma generalizadora para
académica diga que la
referirse a mujeres y varo-
norma es usar el masculino
nes, ha sido impuesto y ad-
como universal, las
transformaciones sociales mitido por las instituciones
indican lo contrario. que reglamentan y regulan la
El lenguaje en sí, no gramática. Sin embargo, las
contiene una regla que condiciones socio políticas
sostenga eso. y culturales de los últimos
tiempos vienen enfatizando
sobre estos usos discriminatorios del lenguaje y por más
que la tradición académica diga que es correcto y normativo
usar el masculino para referirse tanto al género masculino
como al femenino, las transformaciones sociales indican lo
contrario. Por otra parte, si la lengua que usamos reconoce

Volver
19

al género femenino en su vocabulario, no hay motivo, enton-


ces, para omitirlo.

Sexismo y androcentrismo
¿En qué medida es sexista o androcéntrica la forma de
conocer la realidad y de representarla a través del lenguaje?

Antes de seguir conviene es-


tablecer una primera defini- Si el masculino representa
la medida universal para
ción de estos dos términos.
hablar de hombres y de
El sexismo es un mecanismo mujeres… ¿Qué valor
de representatividad se
por el que se concede privile-
adjudica a las mujeres?
gio a un sexo en desventaja
con el otro.

El androcentrismo se basa en conceder el privilegio al pun-


to de vista del varón y considerarlo como medida, norma y
universal humano.

El sexismo es, entonces, pre-condición del androcentris-


mo. El androcentrismo es la razón detrás de la mayoría
de las construcciones sexistas, así como de la resisten-
cia a la incorporación de soluciones incluyentes.

Según lo ejemplifica el material “Recomendaciones para


un uso no sexista del lenguaje”, publicado por UNESCO en
1996, “Cuando empezó a haber mujeres que ejercían la me-
dicina o la abogacía, al principio se hacía referencia a ellas
empleando fórmulas tales como «una mujer médico», o «una
mujer abogado». Otras fórmulas eran: «el médico, Sra. X»,

Volver
20

«el abogado, Sra. X », o bien con el artículo en femenino y


el nombre de la profesión en masculino: «la médico, Sra. X»,
o «la abogado, Sra. X». Había vacilación, no se sabía muy
bien cómo designarlas, ya que tradicionalmente «la médica»,
o «la abogada», lo mismo que «la ministra », «la embajado-
ra», o «la alcaldesa», aunque de uso común, no habían sido
otra cosa que las mujeres de los sujetos que ejercían la pro-
fesión o desempeñaban el cargo correspondiente. La R.A.
tardó en aprobar e incluir en el D.R.A.E. las voces «médica»
y «abogada» con el sentido de mujeres que se hallan legal-
mente autorizadas para profesar y ejercer la medicina, en el
primer caso, la abogacía, en el segundo. En su decimonove-
na edición (1970), el D.R.A.E. no había incluido aún nombres
femeninos de profesiones como «ingeniera», «arquitecta», o
«arqueóloga», a pesar de que en 1970 eran ya muchas las
mujeres que ejercían esas profesiones.

Cabe señalar que el reconocimiento de ambas perspectivas


como marcos de discriminación son ignoradas por cantidad
de intelectuales, instituciones públicas y académicas, como
la Real Academia Española.

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21

Nos preguntamos pues:

¿QUÉ ES EL LENGUAJE SEXISTA?

• Es el uso discriminatorio del lenguaje en relación al sexo.


• Se produce cuando al distinguir entre lo femenino y lo
masculino se valora a una de las partes sobre la otra,
generando jerarquización y exclusión.
• En la cultura androcéntrica el género comúnmente dis-
criminado es el femenino.

¿QUÉ ES EL ANDROCENTRISMO?

• Es la adopción de la perspectiva masculina como mode-


lo universal y medida de humanidad.
• Segmenta el papel de las mujeres y los hombres según
los roles que se espera que cumplan en la vida privada
y la vida pública.
• Las mujeres son asociadas con la maternidad, las emo-
ciones y el cuidado. Los hombres son concebidos como
proveedores, racionales y arquitectos de lo público.

Referencias internacionales
y nacionales sobre el uso del lenguaje
Como antecedente de la incorporación de un lenguaje iguali-
tario y la eliminación del sesgo sexista podemos mencionar:
la Resolución 14.1 de la UNESCO (1987) que en el apartado
1 recomienda evitar el empleo de términos que se refieren a
un solo sexo, salvo si se trata de medidas positivas a favor

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22

de la mujer y la resolución 109 (1989) en la que se reco-


mienda promover la utilización del lenguaje no sexista por los
estados miembros.

UNESCO
El lenguaje –por su estrecha relación con el pensamiento–
puede cambiar gracias a la acción educativa y cultural, e
influir positivamente en el comportamiento humano y en
nuestra percepción de la realidad.

Al adoptar dichas disposiciones, la Unesco afirmó que “…


habrá quizá quienes piensen que intentar liberar el lengua-
je de ciertos usos lingüísticos sexistas equivale a poner la
carreta delante de los bueyes, ya que el lenguaje, que refle-
ja los prejuicios sexistas acumulados durante generaciones,
no cambiará hasta que la igualdad de las mujeres con los
hombres no se sancione realmente en la práctica y, conse-
cuentemente, los prejuicios sexistas que el lenguaje trans-
mite vayan desapareciendo paulatinamente con el tiempo.
sin embargo, pese a su dimensión conservadora y su carga
tradicional, el lenguaje –por su estrecha relación dialéctica
con el pensamiento– puede cambiar gracias a la acción edu-
cativa y cultural, e influir positivamente en el comportamiento
humano y en nuestra percepción de la realidad”.

Asimismo, se han consultado entre diversas fuentes las


Recomendaciones para un uso no sexista del lenguaje del
Servicio de Lenguas y Documentos de la UNESCO (1990)

Volver
23

y variedad de guías producidas para instituciones educa-


tivas y de gobierno de habla hispana, que se encuentran
debidamente identificadas en las fuentes bibliográficas
consultadas. A su vez, la Unión europea, a través del comi-
té de Ministros del consejo de europa, aprobó a principios
de 1990 una recomendación sobre el sexismo en el len-
guaje. tal medida, promovió en diversos países europeos,
como españa, la adopción de políticas específicas vincula-
das con la materia.

en el plano normativo de
nuestro país, la Constitu- CONSTITUCIÓN
NACIONAL
ción Nacional incorpora la
acción afirmativa para el lo- El principio de igualdad
está contemplado por
gro de la igualdad real en el
nuestra Constitución en
artículo 75, inciso 23. Allí es-
el artículo 16 y establece
tablece entre las atribucio- que nuestra Nación no
nes del congreso: “legislar admite privilegios de
y promover medidas de ac- ningún tipo: todas las
ción positiva que garanticen personas somos iguales
la igualdad de oportunida- ante la ley.
des y de trato, y el pleno
goce y ejercicio de los derechos reconocidos por esta
constitución y por los tratados internacionales vigentes
sobre derechos humanos (…)”. las medidas de acción
afirmativa (o positiva) buscan instaurar la igualdad sus-
tantiva o real, mediante un trato que garantice a las per-
sonas en desventaja la equiparación en el ejercicio de
sus derechos de igual forma con aquellas que no se en-
cuentren en desventaja.

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24

Estas acciones positivas no son otra cosa que la concre-


ción de medidas que garanticen condiciones de igualdad
para todas las personas que habitan el suelo argentino,
consagrada en el art. 16 de la Constitución histórica de
1853. Este principio de igualdad está presente invaria-
blemente en los tratados de Derechos Humanos con
jerarquía constitucional. Entre ellos, el artículo 7 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos, artículo 26
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
artículo II de la Declaración Americana de los Derechos y
Deberes Del Hombre, artículo 24 de la Convención Ame-
ricana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de
Costa Rica), y por supuesto, en la Convención para la
Eliminación de todas las formas de Discriminación contra
la Mujer (CEDAW).

La CEDAW enfatiza el papel ac-


tivo que le cabe al Estado, el en-
foque de derechos recomendado CEDAW
para la elaboración de las políticas
públicas y la necesidad de generar
cambios culturales para conseguir
y afianzar la igualdad en todos los campos de la vida social.
Entre muchas otras disposiciones, la referida convención
pone en cabeza de los Estados parte la adopción de medi-
das positivas para modificar los patrones socioculturales de
hombres y mujeres con miras a alcanzar la eliminación de
los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier
otra índole que estén basadas en la idea de la inferioridad o

Volver
25

superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones este-


reotipadas de hombres y mujeres. (Artículo 5º)

Por otra parte, en los Principios de


Yogyakarta sobre la aplicación de la
YOGYAKARTA legislación internacional de derechos
humanos en relación con la orienta-
ción sexual y la identidad de género,
se compromete a los Estados, entre
otras cuestiones a: adoptar todas las medidas apropiadas,
incluyendo programas de educación y capacitación para al-
canzar la eliminación de actitudes y prácticas prejuiciosas o
discriminatorias basadas en la idea de la inferioridad o supe-
rioridad de cualquier orientación sexual, identidad de género
o expresión de género.

La igualdad en la estructura
de la función pública
Nuestro país muestra avan-
El uso del lenguaje sexista ces alentadores en materia
o discriminatorio en la
de igualdad e inclusión en
redacción legislativa de
cualquier tipo y aun en las términos de género. La san-
conversaciones informales ción de las leyes de cupo fe-
contribuye a reproducir menino, la ley de matrimonio
relaciones asimétricas, entre personas del mismo
jerárquicas y desiguales. sexo, la ley de identidad de
género y el nuevo Código
Civil son algunos de los ejemplos que expresan estos avan-
ces y a los que ya nos hemos referido antes.

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26

La elección de una mujer para ejercer la Presidencia de la


Nación, que transcurre su segundo mandato es sin dudas
un hito en la historia y en la política argentina. Del mismo
modo que la elección de mujeres para la conducción de
áreas de gobierno tradicionalmente destinadas a los varo-
nes tales como Defensa, Seguridad, Industria y el Banco
Central, así como la incorporación de mujeres magistra-
das a la Corte Suprema de Justicia de la Nación. En el
caso del ámbito legislativo, actualmente, de los 35 blo-
ques partidarios existentes en la HCDN, 10 presidencias
son ocupadas por mujeres, inclusive en el Frente para la
Victoria (como bloque mayoritario) con la Presidencia de
Juliana Di Tullio.

El Congreso Nacional y el uso del lenguaje


Cualquier cuerpo legislativo, se trate del Congreso de la
Nación, las legislaturas provinciales y los concejos delibe-
rantes, al igual que otras instituciones de la función públi-
ca tiene reglas y procedimientos que le permiten llevar a
cabo sus funciones. Todos cuentan con alguna estructu-
ra de autoridad y disposiciones reglamentarias, hábitos y
tradiciones compartidas por sus integrantes. Algunas re-
glas son formales por lo que están escritas y son fáciles
de identificar. Otras son productos de las costumbres y
no están establecidas por escrito pero forman parte de
la cultura de la organización. Sin embargo, el Congreso
Nacional es el ámbito en el que se han sancionado las
leyes pioneras en materia de derechos humanos y de

Volver
27

reconocimiento de la igualdad para todos los géneros, por


lo que el lenguaje de sus textos debe guardar coherencia
con esos principios.

Muchos términos y expre-


siones reflejan estereotipos El Congreso Nacional
discriminatorios basados en es el ámbito en el que
el género. Prueba de esto se han sancionado
es que es habitual decir “los las leyes pioneras en
materia de derechos
legisladores” para referirse al
humanos y de
conjunto de integrantes del
reconocimiento de la
Poder Legislativo, o decir igualdad para todos
“jefes” para referirse a quie- los géneros, por lo
nes ocupan cargos de deci- que el lenguaje de sus
sión, aunque haya mujeres textos debe guardar
ocupando esos puestos. Ese coherencia con esos
principios.
uso del masculino como uni-
versal que responde a una
economía del lenguaje es
abusivo y sexista.

Uno de los desafíos que nos propone este material puede


ser en este sentido, revisar y problematizar los reglamentos
de ambas cámaras del Congreso de la Nación en tanto em-
plean el genérico gramatical masculino para denominar los
cargos legislativos: “los diputados”, “los senadores”. Esta
exclusión existe incluso en los artículos sobre licencia por
maternidad: artículo 17 del Reglamento interno de la Cámara
de Diputados y artículo 25 del Reglamento de la Cámara de
Senadores.

Volver
28

“Artículo 17. Ningún diputado podrá faltar a las se-


siones sin permiso de la Cámara. Esta decidirá en
votación especial si las licencias solicitadas se con-
ceden con goce de dieta o sin él. Se exceptuará de
estas autorizaciones la solicitud de licencia por ma-
ternidad, la que se otorgará por el término de noventa
días: cuarenta y cinco días anteriores y cuarenta y cin-
co días posteriores al parto o hasta sesenta días acu-
mulables desde la fecha del parto con goce de dieta”.
Reglamento de la HCDN, p. 24. Edición 2014.

“Artículo 25 - Los senadores que no puedan asistir a algu-


na sesión lo comunicarán al presidente; si su inasistencia
hubiera de ser a más de tres sesiones consecutivas, soli-
citarán licencia. El Senado decidirá en cada caso, por una
votación especial, si la licencia concedida a un senador es
con goce de dieta o sin él. Las licencias por maternidad se-
rán concedidas con goce de dieta y por el término legal”.
Reglamento de la CSN, p. 14. Edición 2014.

Otros reglamentos como el de la Legislatura de la Ciudad


Autónoma de Buenos Aires ejemplifica el uso del lenguaje
incluyente:

“Artículo 35°: Licencia. Las Diputadas y los Diputados


sólo tienen derecho a licencia desde el momento de su
efectiva incorporación a la Legislatura. La licencia sólo
puede otorgarse por razones de enfermedad, por desem-
peño de una comisión autorizada por la Legislatura, por
razones de maternidad o paternidad, por fallecimiento o

Volver
29

enfermedad de un familiar directo o contraer matrimonio.


No se otorga licencia para cumplir funciones en el Estado
Nacional, Provincial o Municipal, ni en otro poder de la
Ciudad de Buenos Aires, incluidos los organismos des-
centralizados o autárquicos”. Reglamento de la Legis-
latura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, p. 6.
Edición 2001.

A nivel nacional existen antecedentes sobre iniciativas


para modificar el lenguaje sexista en la HCDN. En el año
2006 la entonces diputada nacional Juliana Isabel Marino en
forma conjunta con las diputadas Juliana Di Tullio, Mirta Pé-
rez, Alicia Ester Tate, Rosario Romero y Rosa Ester Tulio pre-
sentaron un proyecto de ley proponiendo modificaciones al
reglamente de la H. Cámara de Diputados a fin de adecuar
su redacción e incluir el género femenino.

Asimismo, en el año 2009 la Comisión Especial sobre Mo-


dernización del Funcionamiento Parlamentario, presidida
en ese entonces por la misma Diputada Marino, e integrada
por diferentes bloques y por la actual directora del Institu-
to de Capacitación Parlamentaria de la Honorable Cámara
de Diputados de la Nación, Claudia Bernazza, dio lugar a
la aprobación de la res. SP 1/09 con arduos debates al-
rededor del tema del lenguaje sexista y que culminó con
la redacción de un documento formal con pautas de estilo
donde se nombra el tema. Esta guía recupera las experien-
cias y las iniciativas realizadas en la HCDN para promover
en el ámbito parlamentario el uso de un lenguaje no sexista
y más igualitario.

Volver
SOBRE EL SEXISMO
EN EL LENGUAJE

El sexismo está presente en los usos que hacemos de la


lengua y no en la lengua en sí misma. Esos usos cristalizan
el orden androcéntrico de la cultura en la que vivimos y nos
comunicamos y en la que el género discriminado es el fe-
menino. Entendemos por androcentrismo una forma de ver,
entender y nombrar al mundo desde un supuesto universal
masculino que toma a los varones como la medida de todas
las cosas. En el plano conceptual, el androcentrismo remite
a la atribución a toda la sociedad de las experiencias que
son únicamente de los varones. En el plano lingüístico el an-
drocentrismo es el origen y la causa de los usos de la lengua
que invisibilizan a las mujeres en el discurso y, por lo tanto, li-
mitan lo decible. Las normas, las prácticas y las instituciones
se encuentran impregnadas de una mirada que pretende ser
neutral, pero que, en realidad, es androcéntrica, e invisibiliza
las necesidades, demandas específicas y el reconocimiento
del género femenino y de la diversidad sexual.

Volver
32

Aparecen entonces variadas argumentaciones que procuran


justificar el uso del género masculino como “universal” que
simplifica un orden narrativo.

¿Cómo?

Otorga al masculino la cualidad de


representar lo universal, convirtiendo
lo femenino en una aclaración, y/o
excepción.
Promueve ambigüedad y que las
mujeres ocupen un lugar provisional y
subalterno en la lengua.
Promueve marcos de referencia
solamente masculinos.

Sin embargo, una manera de indicar la presencia de sexis-


mo en el lenguaje es la aplicación de la “regla de inversión”,
que consiste en probar si el texto funciona al sustituir los
términos femeninos por los correspondientes masculinos
y viceversa. En una frase como “El diputado Fulano y su
mujer” comprobamos que usualmente se alude a los va-
rones por su condición profesional y no por su condición
sexuada. Desde la perspectiva del lenguaje igualitario la
frase adecuada sería “El diputado/la diputada Fulana/o y
su pareja”.

Una de las confusiones más habituales es la existente entre


el sexo y el género gramatical. Mientras que el sexo es un

Volver
33

rasgo biológico relaciona-


do con algunos seres vivos, Una manera de indicar la
presencia de sexismo en
el género gramatical es un
el lenguaje es la aplicación
rasgo inherente a determi-
de la “regla de inversión”,
nados tipos de palabras que
que consiste en probar si
sirve para clasificar a los sus-
el texto funciona al sustituir
tantivos en masculinos y fe- los términos femeninos
meninos y para establecer por los correspondientes
concordancia entre adjetivos masculinos y viceversa.
y determinantes.

Asimismo, aunque todos los sustantivos en el idioma es-


pañol tienen género gramatical, no todos designan seres
sexuados, y aun los que lo hacen, no siempre establecen
la relación sexo-género. Ejemplo de ello son los sustantivos
genéricos (víctima, personaje) y los colectivos (electorado,
personal). Además hay sustantivos comunes que no pre-
sentan variación en su forma ni para el masculino ni para
el femenino, en estos casos, el género está marcado por
el artículo, determinante o adjetivo que los acompaña (el/la
periodista; el/la testigo; el/la integrante).

El funcionamiento que tiene el género gramatical en nuestro


idioma promueve el sexismo lingüístico. Mientras que el uso
del femenino únicamente puede emplearse referido a las mu-
jeres, el género masculino posee un doble valor: el específico,
que nombra a los varones y el genérico, que engloba tanto a
mujeres como a hombres (ej. los argentinos son todos iguales
ante la ley).

Volver
34

Este genérico afecta a la visibilización de las mujeres y resul-


ta problemático en muchas ocasiones, pues produce cons-
tantes ambigüedades. Veamos el artículo 2 del Reglamento
de la HCDN:

La utilización del masculino como un supuesto genérico


tiene como efecto considerar lo masculino como central,
normativizado y habitual, mientras que lo femenino aparece
como residual, excepcional o desviado de la norma.

“Reunidos los diputados en ejercicio, cuyo mandato no


finalice en el mes corriente, juntamente con los electos,
en número suficiente para formar quórum, se procederá
a elegir entre los primeros, a pluralidad de votos, un pre-
sidente provisional, presidiendo esta votación el diputa-
do en ejercicio de mayor edad”.

La palabra “diputados” incluye al género masculino so-


lamente. En el que caso de que el género femenino esté
incluido, está oculto. Como la perspectiva androcéntri-
ca asimila al varón como universal, la consecuencia es
la subordinación e invisibilización del género femenino.
La utilización del masculino como un supuesto gené-
rico tiene como efecto considerar lo masculino como
central, normativizado y habitual, mientras que lo feme-
nino aparece como residual, excepcional o desviado de
la norma.

Volver
35

Usos lingüísticos excluyentes


Estos usos son variados y combinables entre sí. A modo de
ejemplo señalamos los siguientes:

• Duales aparentes y vocablos ocupados.


• Vacíos léxicos.
• Falsos genéricos.
• Asociaciones lingüísticas peyorativas.
• Salto semántico.
• Asimetría en el trato (masculino / femenino).
• Orden de presentación.
• Aposiciones redundantes.

¿De qué se tratan estos usos excluyentes?

Duales aparentes y vocablos ocupados: son palabras


que cambian de significado según se apliquen a un género
u otro. Suele ocurrir, sobre todo en palabras que designan
cargos o profesiones, que las formas femeninas poseen
un significado inferior o negativo con respecto a la forma
masculina.

EJEMPLO:

Secretario Persona que por oficio público


da fe de escritos y actos.

Secretaria Asistente.

Sargento Militar.

Sargenta Mujer autoritaria y de modales bruscos.

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36

Vacíos léxicos: Son palabras que carecen de equivalen-


te en el otro género. La ausencia suele perjudicar a las
mujeres.

EJEMPLO:

Misoginia sig: aversión u odio a las mujeres.


Esta palabra existe hace mucho tiempo.

Misandría sig: aversión u odio a los hombres.


Esta palabra es un “neologismo”, es decir,
se incorpora su uso en el siglo XX.

Falsos genéricos: Son palabras que aparecen como


genéricos.

EJEMPLO:

Hombre como sinónimo de humanidad.

Asociaciones lingüísticas peyorativas: Son palabras que


en su versión femenina se traducen valores o prejuicios so-
ciales y no criterios lingüísticos.

EJEMPLO:

Hombre público: El que tiene presencia e influjo


en la vida social.

Mujer pública: Prostituta.

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37

Salto semántico: Fenómeno lingüístico que consiste en que


una palabra con apariencia de genérico (que incluye a hom-
bres y a mujeres) revela más adelante que su valor era espe-
cífico (sólo incluía a varones).

EJEMPLO:

El seguro médico cubre a los afiliados y a sus mujeres.

Asimetría en el trato mujeres/hombres: Los tratamien-


tos de cortesía que convierten a las mujeres en depen-
dientes o la forma de dirigirse a las mujeres, mediante
diminutivos o vocablos que las infantilizan, todavía son
frecuentes en algunos contextos comunicativos. Estos
usos jamás se aplican a los varones.

Orden de presentación: La anteposición, como norma, del


masculino al femenino, supone aceptar la preferencia de un
género sobre otro. No existe ninguna justificación grama-
tical para el uso sistemático de la forma masculina delan-
te de la femenina. Aunque siempre es preferible evitar los
desdoblamientos (excepto cuando no haya otro modo de
visibilizar a las mujeres), lo lógico es que si se producen,
se introduzcan de forma alterna, para evitar consolidar la
jerarquía sexual.

EJEMPLO:

Si en un documento se hace referencia constante a las


personas usuarias, en ocasiones se puede desdoblar
usando a lo largo del texto
las usuarias y los usuarios.

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38

Aposiciones redundantes: Consiste en destacar la condi-


ción sexuada de las mujeres por encima de otros rasgos o
atributos que son pertinentes al asunto.

EJEMPLO:

El trabajador.

La mujer trabajadora.

Por tanto, es importante evitar, siempre que sea posible, el


masculino genérico, haciendo uso de la variedad de recur-
sos disponibles, sobre los que nos detendremos en el capí-
tulo siguiente. La mayoría de esas propuestas no sólo que no
incumplen el principio de economía del lenguaje, sino todo
lo contrario, se caracterizan precisamente por su brevedad,
como comprobaremos en las alternativas que proponemos
en esta guía. Sólo algunos, como la duplicación (el diputado
o la diputada) o la perífrasis (la dirigencia política) a la que
recurriremos cuando no encontremos otra opción mejor, son
algo más extensos.1

1 Cabe señalar que tenemos presente que el principio fundamental del lenguaje
es que la comunicación sea efectiva, por lo que, en el peor de los casos, se op-
tará por la utilización de formas que faciliten la lectura y comprensión del texto,
más que la visibilización de un lenguaje igualitario. En esos casos, entendemos
que es imprescindible aclarar que la narración se ha realizado desde una pers-
pectiva de igualdad de género a pesar de que no aparezca este diferenciado en
todas las articulaciones gramaticales.

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RAZONES PARA
LA INCLUSIÓN
DE UN LENGUAJE IGUALITARIO

El Poder Legislativo tiene un papel crucial en la construcción


de una sociedad que garantice los derechos fundamentales
de la diversidad de la ciudadanía sin discriminación ni exclu-
sión. No podemos hablar de mujeres ni de hombres como
seres universales, por eso la adopción de un uso de lenguaje
desde una perspectiva igualitaria requiere de un trabajo que
colabore con la misión de legisladores y legisladoras.

Como adelantamos en la introducción de esta guía, uno de


los objetivos de este material es brindar recursos para la in-
corporación de un lenguaje inclusivo e igualitario en los do-
cumentos parlamentarios.

En rigor, las propuestas que aquí se desarrollan, se encuen-


tran en consonancia con el Código reformado mediante la
sanción de la Ley 26.994; la ley 26.743 de Identidad de Géne-
ro; el Digesto Jurídico Argentino Ley 26.939 y complementan

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40

las recomendaciones reunidas en Pautas de Estilo para la


Elaboración de Documentos Legislativos y Pautas de Com-
posición y Corrección de Ediciones Parlamentarias, apro-
bados por RSP 01/09 de la Secretaría Parlamentaria del
Honorable Senado de la Nación y la Secretaría Parlamentaria
de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.

Es imprescindible que los textos


producidos en el ámbito legislativo
expresen sus contenidos desde
una perspectiva igualitaria y
de equidad de género. No hay
justificativo para usar un lenguaje
excluyente o discriminatorio.

El propósito de esta guía es brindar algunas pautas genera-


les y ejemplos para la redacción de documentos legislativos
y administrativos con un lenguaje inclusivo que facilite cri-
terios de redacción a efectos de contribuir con la actividad
legislativa.

En consecuencia, consideramos fundamental para la ta-


rea que proponemos en esta guía tener en cuenta que la

Volver
41

incorporación del lenguaje igualitario se lleva a cabo a tra-


vés de la incorporación de terminología no excluyente a la
redacción de los documentos y convocatorias y a la difu-
sión de normas de estilo para un lenguaje inclusivo y no
discriminatorio.

Priorizar los hábitos y tradiciones culturales


por sobre la igualdad establecida por la ley,
sería vulnerar los derechos conquistados y
reconocidos por un parlamento en democracia.

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PAUTAS DE
ESTILO Y
ESTRATEGIAS
SUPERADORAS
PARA EL LENGUAJE
LEGISLATIVO

4
Desde el enfoque de derechos se reconoce la necesidad y la
exigencia de expresarse de manera igualitaria y no discrimina-
toria respondiendo a la equidad e igualdad entre los géneros
y se hace imperiosa la necesidad de utilizar un lenguaje no
sexista como mecanismo coherente para trabajar por la igual-
dad entre mujeres y hombres.

Para la puesta en práctica de este marco se proponen pau-


tas para la redacción de leyes, y documentos administrativos
cerrados y abiertos.

Código Civil y comercial: marco referencial


para la redacción de los textos legislativos
A partir de su reforma, nuestro Código Civil incluye signifi-
cativos cambios en relación al trato igualitario de las perso-
nas. Esto implica que el lenguaje utilizado en disposiciones y
documentos no puede bajo ningún aspecto discriminar por
motivos de género.

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44

PERSONAS
En primer lugar, el Código Ci-
vil no habla de hombres ni de
mujeres, habla de personas. Un
uso adecuado del lenguaje de-
berá priorizar esa forma por so-
bre otras.

Los menores de edad serán los principales beneficiarios…


»» Las personas menores de edad serán
las principales beneficiarias…

MATRIMONIOS
El matrimonio produce los mismos efectos ya sea que esté
constituido por dos personas de distinto o igual sexo y nin-
guna norma podrá restringir, limitar ni excluir la igualdad de
derechos. La igualdad en materia de derechos para las pare-
jas del mismo sexo, implica un cambio cultural en la referen-
ciación a quienes integran el matrimonio, que debe tenerse
en cuenta en la redacción.

Esposo / esposa
»» Los cónyuges / Las cónyuges

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45

FAMILIAS
En lo que respecta a las fuentes de filiación, el Código civil
reconoce legalmente a todas las familias: aquellas formadas
por dos mamás, dos papás y no solamente las conformadas
por una madre y un padre. En consonancia con este estable-
cimiento, la comunicación sobre maternidades y paternida-
des deberá referirse a todas las familias.

...En tales supuestos, los respectivos padres tendrán,


por ese hijo, derecho al cobro de las mencionadas
asignaciones.
»» En tales supuestos, madres y padres tendrán por
cada hijo y/o hija derecho al cobro de las men-
cionadas asignaciones.

Recursos y usos administrativos

DOCUMENTOS CERRADOS
Los documentos cerrados
son aquellos en los que se
reconoce a la persona o
personas destinatarias a las
que se hace referencia en el
texto. En ese sentido, y por-
que se sabe el género de la
persona implicada es preciso explicitarlo, omitiendo toda
forma genérica para la redacción.

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46

Es por ello que:


La mención de puestos y cargos, así como la condición,
carácter o calificación en las que los sujetos intervienen
en el proceso administrativo, se hará utilizando el género
que corresponda a la persona destinataria.

EJEMPLO: Propuesta de uso:

Sr. Diputado: Diputada


Juana López Juana López
Comisión de Presupuesto Comisión de Presupuesto y
y Hacienda (HCDN) Hacienda (HCDN)

DOCUMENTOS ABIERTOS
Los documentos abiertos, al contrario de los anteriores,
no reconocen a la persona destinataria o aquella que in-
tervendrá en el proceso que se propone. En consecuen-
cia es imposible conocer a priori el género de ese sujeto.
Siguiendo un principio de inclusión y no discriminación
en este caso se exige la denominación explícita en forma
masculina y femenina conjuntamente cuando el documen-
to es abierto a fines de visibilizar a quienes integran la
ciudadanía sin exclusiones basadas en la economía del
lenguaje.

Es por ello que:


La mención de textos y cargos, así como la condición,
carácter o calificaciones de las personas que intervienen
en procesos administrativos, debe ser formulada en fe-
menino y en masculino conjuntamente.

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47

EJEMPLO: Propuesta de uso:

En relación con los requisitos En relación con los requisitos


exigidos para la convocatoria a exigidos para la convocatoria a
las plazas de Taquígrafos, la las plazas de Taquígrafos y
presentación de antecedentes Taquígrafas la presentación de
debe realizarse en 48 hs. antecedentes debe realizarse en
48 hs.

Sobre el mito del uso del universal masculino


Es habitual que quienes se oponen a su erradicación y/o
reemplazo esgriman argumentos sobre las premisas de la
Real Academia Española (RAE).

Al respecto, sostenemos que en el contexto social actual,


el uso abusivo de dicha fórmula, más allá de cuáles sean
sus soportes argumentativos, obstaculiza el pleno estableci-
miento de la igualdad entre mujeres y hombres que así como
es reconocida en nuestro marco legislativo, es imperioso que
sea cristalizada en todas nuestras acciones entre las que se
incluyen las expresiones orales y escritas.

Los gramaticales de género


Existen construcciones lingüísticas en las que la marca
de género se agrega a través del artículo, del pronombre.
En varios casos, si suprimimos estos determinantes, ca-
recen de marca de género y no altera el sentido de la fra-
se. Por lo tanto, cuando sea posible podemos omitir dicho
determinante:

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48

SUPRESIÓN DEL ARTÍCULO


Este recurso es recomendable para aquellos sustantivos que
mantienen la forma en ambos géneros, ya que la omisión del
artículo no cambia el sentido a la frase.

Los jóvenes de diferentes


instituciones educativas
participarán de la sesión
»» Jóvenes de diferentes
instituciones educativas
participarán
de la sesión.

DETERMINANTES SIN MARCA DE GÉNERO


Los determinantes más utilizados son “cada”; “cualquier/
cualquiera”; “sus”.

Los asesores pueden participar de las reuniones.


»» Cualquiera que cumpla funciones de asesoría puede
participar de las reuniones.

PRONOMBRES SIN MARCA DE GÉNERO


Los más comunes son “quien”; “quienes”; “alguien”.

El diputado que integre las comisiones.


»» Quien integre las comisiones.

Los legisladores elegidos.


»» Quienes resulten de la elección.

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49

SUPRESIÓN DE SUSTANTIVOS
CON MARCA DE GÉNERO
Se puede omitir el sustantivo cuando no aporta nada a la in-
formación que provee la frase.

Es importante tener en cuenta la repercusión


de las declaraciones emitidas por el diputado.
»» Es importante medir las repercusiones de las
declaraciones emitidas.

OMISIÓN DE LAS FORMAS PERSONALIZADAS


Se sustituye las formas con marca de género

Comisión de Relaciones Exteriores. Diputados que la integran.


»» Comisión de Relaciones Exteriores. Integrada por

SUPRESIÓN DEL SUJETO


Utiliza los recursos infinitivo e imperativo y el impersonal “se”

El solicitante deberá completar la planilla de la siguiente manera.


»» Se completará el expediente
de la siguiente manera.
»» El expediente se completará
de la siguiente manera.
»» Complete el expediente
de la siguiente manera.

Sustantivos genéricos, colectivos y abstractos


Estos términos se utilizan como fórmula superadora del abu-
so del universal masculino y proponen el uso de términos

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50

que borran las marcas de género sin por ello incursionar en


exclusiones.

SUSTANTIVOS GENÉRICOS
Son aquellos términos que se refieren a ambos géneros en
lugar de utilizar el masculino como universal.

Los legisladores Los diputados


»» Referentes legislativos »» Integrantes de la
Cámara Baja

SUSTANTIVOS COLECTIVOS
Es una alternativa que supera el uso de las dobles formas y
por ende agiliza el discurso:

Los funcionarios; los secretarios


»» El funcionariado; la Secretaría

SUSTANTIVOS ABSTRACTOS
Es especialmente útil para hablar en términos generales o si
ignoramos si las personas a las que nos referimos son mu-
jeres u hombres.

El presidente Cap II: de los vocales


»» La presidencia »» Cap II: Vocales

Volver
51

Otras alternativas de lenguaje inclusivo


Además del uso de sustantivos colectivos, abstractos y ge-
néricos existen otros recursos lingüísticos que “dan un ro-
deo, o un giro”. ¿Qué significa “dar un rodeo”? Se trata de
un circunloquio, una frase que procura eludir, saltear direc-
tamente el asunto del discurso. En este caso estos recursos
nos sirven para sortear el uso de la marcación de género sin
caer en una redacción sexista.

PERÍFRASIS O GIROS
Se utilizan cuando no
disponemos de gené-
ricos, colectivos o abs-
tractos. Las perífrasis
más comunes son las
que incluyen las pala-
bras: persona/s; colec-
tivo; personal; entidad;
población.

Terceros o terceras.
»» Terceras personas.

Los administrativos.
»» El personal administrativo.

Los niños.
»» La infancia.

Los políticos.
»» La dirigencia política.

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52

SUSTITUCIÓN DE PARTICIPIOS
POR ORACIONES DE RELATIVO
Cuando un participio sigue a un sustantivo, sustituye por
“que” para dar sentido a la oración.

El grupo de diputados oficialistas.

»» El bloque parlamentario del oficialismo.

Uso de la marcación de género


DESDOBLAMIENTOS O DOBLES FORMAS
Se nombran los dos géneros sin que eso signifique una repe-
tición. Este recurso es el que más visibiliza al género femeni-
no ya que lo hace concretamente.

Los diputados.

»» Los diputados y las diputadas.

Recordemos que cuando un término nos genere du-


das acerca del sexismo lingüístico podemos usar la
regla de inversión para comprobar si es adecuado o
discriminatorio.

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10
RECOMENDACIONES
PARA EL ÁMBITO
LEGISLATIVO

1
5
Un lenguaje no excluyente permite crear referentes feme-
ninos porque visibiliza a las mujeres, nombra correctamen-
te tanto a varones como a mujeres, rompe estereotipos y
neutraliza los prejuicios sexistas que afectan a unos y a
otras.

2
Evitar la utilización de la expresión “la mujer” para referirse
a las mujeres. Las mujeres no son parte de un grupo ho-
mogéneo. Las mujeres constituyen la mitad de la población
mundial, no conforman un colectivo.

3
Evitar el uso de tratamientos de cortesía innecesarios. En
el caso de incluirlos, se utilizarán los siguientes: “señor”
para varones y “señora” para mujeres. Nunca se emplea-
rán nombramientos que impliquen relaciones de depen-
dencia o subordinación.

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54

4
El uso innecesario o abusivo del masculino genérico es un
obstáculo a la igualdad real entre hombres y mujeres por-
que oculta a las mujeres y produce ambigüedad. Se evitará
su utilización en textos y documentos.

5
Utilizar profesiones y diferentes formas de trabajo legislati-
vo en femenino cuando corresponda. Las legisladoras exis-
ten, trabajan en ambas cámaras del Congreso y es correcto
e imprescindible visibilizar su presencia y participación.

6
Se utilizarán, siempre que sea posible, las denominacio-
nes de cargos, profesiones y titulaciones en femenino,
mediante el morfema de género y/o el artículo. Cuando su
uso se haga en plural, se evitará la utilización del genérico
masculino.

7
En los casos en los que el texto se refiera a quien posee
la titularidad de una entidad, área o institución, el lenguaje
se adecuará al masculino o al femenino en función de si se
trata de uno u otro género.

8
Los documentos administrativos deben dirigirse a la ciu-
dadanía con fórmulas que nombren específicamente a las
mujeres cuando se conoce su género. Cuando se desco-
noce quién será la persona destinataria, se usarán fórmu-
las que engloben a ambos géneros, evitando el uso del
masculino genérico.

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55

9
El uso de dobletes mediante barras queda limitado a los
formularios de carácter abierto y a determinados encabe-
zamientos, no utilizándose en ningún caso en otro tipo de
redactados.

10
No podrá utilizarse, en ningún documento, la arroba @,
porque no es un signo lingüístico, y no permite su lectura.

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Recomendaciones
para el uso
de un lenguaje igualitario

Lenguaje
Uso sexista
igualitario

El hombre (o los hombres) Los hombres y las


mujeres; la humanidad;
el género humano; la
especie humana; las
personas; los seres
humanos

Los derechos del hombre Los derechos humanos;


los derechos de la
persona

El niño (por ejemplo, «los Los derechos de la


derechos del niño») infancia

Los niños Los niños y las niñas, la


infancia; los jóvenes y las
jóvenes; la adolescencia;
la juventud

El candidato (uso Los/las candidatos/as; las


frecuente en el lenguaje personas que presenten
administrativo) su candidatura; quienes
optan por candidatearse

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58

Lenguaje
Uso sexista
igualitario

Los adultos Los adultos y las adultas;


las personas adultas; las
personas de edad adulta

Los profesores Los profesores y las


profesoras; el personal
docente; el profesorado

Los electores Los electores y las


electoras; el electorado

Los funcionarios Los funcionarios


y las funcionarias;
el funcionariado

Los argentinos Los argentinos y las


argentinas; el pueblo
argentino

El empresario Los empresarias


y las empresarios;
el empresariado

Los ciudadanos La ciudadanía; los


ciudadanos y las
ciudadanas; la
población; la sociedad

Todos Todas y todos; todas la


personas.

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59

Lenguaje
Uso sexista
igualitario

Los trabajadores Las trabajadoras


y sus familias y los trabajadores;
la población trabajadora

Sr. X y su esposa Evitar la relación posesiva

Estimado Estimada y estimado

Los esposos Las y los cónyuges

Padres Las madres y los padres

Médico, ingeniero, El/la abogado/a;


arquitecto, ministro, el/la médico/a;
embajador, gobernador, el/la ingeniero/a;
diputado, concejal, el/la arquitecto/a;
taquígrafos el/la ministro/a;
el/la embajador/a;
el/la gobernador/a;
el/la diputado/a;
el/la concejal; el/la fiscal;
el/la magistrado/a;
el/la taquígrafo/a;
el personal taquigráfico

El legislador La legisladora
y el legislador; quienes
integran la legislatura;
quienes legislan

Volver
60

Lenguaje
Uso sexista
igualitario

El seguro médico cubre El seguro médico cubre a


a los afiliados y a sus las/os afiliadas/os
mujeres y a sus cónyuges

El trabajador El trabajador y la
trabajadora;
el equipo de trabajo

Volver
Bibliografía
y fuentes consultadas

Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Cámara


de Diputados de la Nación. 2015.

Guía del lenguaje no sexista. Universidad Nacional de


Educación a Distancia (UNED), Oficina de Igualdad.

Guía de Uso para un lenguaje Igualitario (castellano)


Universitat de Valencia. Unitat de Igualtat.

Guía de Uso no sexista del vocabulario español. Univer-


sidad de Murcia.

Guía para el uso no sexista del lenguaje. Universitat Autó-


noma de Barcelona.

Guía para la creación de una comunicación en igualdad.


Centro de Desarrollo Empresarial de la margen izquierda.
CEDEMI. Biskaya. Enero 2005.

Guía Práctica para la incorporación del enfoque de géne-


ro en el trabajo legislativo. Edición conjunta: Consejo Na-
cional de las Mujeres; ONU Argentina, Agencia Española de
Cooperación Internacional al Desarrollo AECID.

Lenguaje administrativo no sexista. Instituto Andaluz de la


Mujer (IAM), Consejería para la Igualdad y Bienestar Social.
Junta de Andalucía.

Volver
62

Manual de Técnica Legislativa en el marco del Proyecto


Digesto Jurídico Ley 26.939 Universidad del Salvador.
Buenos Aires, Argentina.

Manual del Lenguaje No sexista. ACSUR. Las Segovias


2011.

Manual para el uso no sexista del lenguaje. Comisión Na-


cional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Muje-
res; Defensa Jurídica y Educación para Mujeres S.C. México
DF. Marzo 2010.

Pautas de Estilo Honorable Congreso de la Nación


Argentina. Documento elaborado por los equipos del HCN
convocados por la Comisión sobre Modernización del
Funcionamiento Parlamentario.

Porque las palabras no se las lleva el viento. Teresa Mea-


na Suarez. Edición del Ayuntamiento de Quart de Poblet.

Reglamento de la honorable Cámara de Diputados de la


Nación. Actualizado y revisado por Secretaria Parlamentaria.
Dirección de Información Parlamentaria. 2014.

Recomendaciones para un uso no sexista del lenguaje.


Servicio de lenguas y documentos de UNESCO.

Reglamento de la Cámara de Senadores de la Nación


Argentina. Secretaría Parlamentaria HCSN. Edición 2014.

Reglamento de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de


Buenos Aires. Edición 2001.

Volver
Lingüística
Vol. 26, diciembre 2011: 172-192
ISSN 2079-312X en línea
ISSN 1132-0214 impresa

EL GÉNERO GRAMATICAL EN ALGUNAS LENGUAS


INDÍGENAS SUDAMERICANAS DESDE UNA
PERSPECTIVA TIPOLÓGICO-COMPARATIVA
Grammatical gender in some south american aboriginal
languages from a typological-comparative perspective

María Alejandra Regúnaga


Instituto de Lingüística
Universidad Nacional de La Pampa
Argentina
aregunaga@gmail.com.

Numerosos estudios han demostrado que la categorización


nominal en las lenguas indígenas sudamericanas suele combi-
nar sistemas de género, clases nominales y clasificadores. No
obstante, es posible encontrar lenguas que exhiben sistemas
‘tradicionales’ de género basados –en diferente grado– sobre el
rasgo semántico de sexo.
Este trabajo se centra en un conjunto de cinco lenguas indígenas
de América del Sur que organizan los sustantivos en respectivos
sistemas de género gramatical con dos o tres categorías. El ob-
jetivo de la investigación es indagar acerca de sus semejanzas y
diferencias con respecto a: (a) los criterios de asignación; (b) los
patrones de concordancia; (c) categorías marcadas y no marcadas.
Palabras clave: lenguas indígenas, morfología, género grama-
tical
Recent studies have shown nominal categorization in American
aboriginal languages frequently combine different systems:
gender, noun classes and classifiers. However, there is evidence
of a large group of languages which exhibit ‘traditional’ gender
marking systems which take into account the semantic feature
of sex in varying degrees.
This paper reviews a group of five South American languages that
classify their noun in terms of grammatical gender into two or
three categories. The purpose of this research is to look into the
similarities and differences observed in: (a) assignment criteria;
Recibido (b) agreement patterns; (c) marked and unmarked categories.
16/08/11
Aceptado Key words: indigenous languages, morphology, grammatical
22/09/11 gender
El género gramatical en algunas lenguas indígenas... / M. Regúnaga 173

L
1. Introducción
as lenguas indígenas sudamericanas han demostrado ser de
sumo interés para las tipologías que se ocupan de la clasifica-
ción nominal, dado que no siempre se encuadran dentro de los ‘tipos
básicos’ de clase nominal –sistema gramaticalizado de concordancia
que obligatoriamente asigna cada sustantivo a una clase determinada,
y que presenta un número reducido de clases (Dixon 1986)–, géne-
ro –sistema generalmente de dos o tres clases nominales que exhibe
concordancia (Corbett 1991) y usualmente está basado en los rasgos
semánticos de animacidad y sexo– y clasificador –sistema abierto que
categoriza los sustantivos según rasgos semánticos variados y que
típicamente no se manifiesta a través de la concordancia (Grinevald
2004). Numerosos estudios han demostrado que la categorización
nominal de las lenguas indígenas americanas suele combinar carac-
terísticas de sistemas antes considerados mutuamente excluyentes
(Payne 1987; Derbyshire y Payne 1990; Aikhenvald 2000). No
obstante, es posible encontrar un importante grupo de lenguas que
exhiben sistemas ‘tradicionales’ de género, semejantes a los de las
lenguas indoeuropeas, organizados en dos categorías (masculino/
femenino) o en tres (masculino/ femenino/ neutro) y fundados en
diferente grado sobre el rasgo semántico de sexo.
Este trabajo se centra en un conjunto de cinco lenguas indígenas
de América del Sur que pertenecen a diferentes familias:
• el mosetén, lengua aislada de Bolivia. Cuenta con aproximadamente
1.000 hablantes que habitan en la región del alto río Maniqui y el
Apere. Las fuentes bibliográficas utilizadas son Sakel (2002, 2004).
• el jarawara, perteneciente al grupo Arawá, hablado por unas 150
personas que se localizan en la zona del curso medio del río Purus
(Estado Amazonas, Brasil), cerca de la ciudad de Lábrea. Los
datos de esta lengua provienen de Vogel (1989) y Dixon (2004).
• el guajiro o wayuunaiki, una de las lenguas de la extensa familia
Arawak, hablada en la península Guajira (Colombia) y en regiones
aledañas que se extienden hasta Venezuela. El análisis de esta lengua
se basa en bibliografía publicada por Jusayú (1975); Olza Zubiri y
Jusayú (1978); Mansen y Captain (2000); Captain y Captain (2005).
• la lengua wari’, que pertenece a la familia Chapacura y se lo-
caliza en la cuenca sudoccidental del Amazonas (en torno de
174 Lingüística 26, diciembre 2011

la confluencia de los ríos Mamoré y Guaporé) en el estado de


Rondônia (Brasil). En la actualidad cuenta con un importante
número (superior al millar) de hablantes. Los datos provienen
de Everett y Kern (1997).
• el tehuelche, perteneciente a la familia Chon, es una lengua en
avanzado estado de extinción ubicada en la provincia de Santa
Cruz, Argentina. La bibliografía en que se funda el análisis
corresponde a Fernández Garay (1997; 1998; 2004; 2007) y a
Fernández Garay y Hernández (2006).

Dichas lenguas, que no están vinculadas genéticamente entre sí ni se


encuentran en contacto directo unas con otras, coinciden en organizar
la clasificación de los sustantivos en respectivos sistemas de género
gramatical con dos o tres categorías: masculino/femenino (mosetén,
jarawara y guajiro) o masculino/femenino/neutro (wari’ y tehuelche).
A continuación procederemos a detallar las semejanzas y diferen-
cias que estas lenguas presentan con respecto a: (i) los criterios de
asignación de género: arbitrario o motivado, con particular atención
a los rasgos [+animado], [+humano] y al sexo de los referentes; (ii)
los patrones de concordancia, a fin de identificar qué clases covarían
con las diferentes categorías del sistema de género y de qué modo
se manifiesta esta variación en lo formal; y (iii) la marcación, con el
objeto de reconocer eventuales categorías funcionalmente no marcadas.

2. Criterios de asignación de género


Casi la totalidad de las lenguas aquí consideradas (mosetén, jarawara,
wari’ y tehuelche)1 presentan un género inherente a los sustantivos;
esas lenguas, pues, organizan el conjunto nominal en dos clases (mas-
culino/femenino) o en tres (masculino/femenino/neutro). La asigna-
ción a cada clase no puede ser modificada por elección del hablante,
sino que viene predeterminada desde el lexicón. Sin embargo, existe
una excepción en el conjunto aquí considerado: los sustantivos del
guajiro2 no pertenecen a un género predeterminado de antemano. Los
sustantivos que remiten a entidades sexuadas, por ejemplo, refieren al
espécimen genéricamente; si el hablante deseara focalizar el carácter


1
De aquí en más mos, jar, war, teh.

2
De aquí en más, gua.
El género gramatical en algunas lenguas indígenas... / M. Regúnaga 175

femenino o masculino del humano o animal al que el término refiere,


puede recurrir a ciertos sufijos determinativos (masculino singular/
femenino singular/plural) o elegir las formas concordantes en género
que presentan otras clases relacionadas con dicho nominal. Dado que
el género funcionalmente no marcado es el femenino, es el que se
utiliza por defecto en objetos, aunque también en personas y animales
cuando no se conoce o no se quiere especificar su sexo.
Las lenguas en las que el género es una propiedad inherente a los
sustantivos no son uniformes en cuanto a la motivación semántica
del rasgo de sexo en las entidades animadas. Las cinco lenguas aquí
consideradas establecen esa correlación en el caso de los seres humanos
(considerando, en el caso del gua, la posibilidad de hacer uso de las
categorías de masculino y femenino, es decir, tomando como válido
el vínculo semántico entre el género natural y el género gramatical,
aunque no con los sustantivos propiamente dichos). En el caso de los
animados no humanos, el comportamiento no es uniforme.
En teh y gua, el género gramatical se corresponde con el sexo
del animal (al menos, en los mamíferos):
1 a či piliiku-kai b ti piliiku-kat (gua: Captain et al. 2005)
dem.prx.m burro-det.m dem.prx.f burro-det.f
’el burro’ ‘la burra’

2 a ga?woj b ga?woj-ne (teh: Fernández Garay 2006)


caballo caballo- f
‘caballo’ ‘yegua’

En jar y war, los animales pertenecen a un género determinado,


no necesariamente en correspondencia con el sexo del referente. En
jar, la mayoría de los animales pertenece al género masculino (Vogel
1989); jomee ‘perro, jaguar’ pertenece al género masculino, mientras
kato ‘gato’ al femenino3:
3 kato ohi-mine-ke (Vogel 1989)
gato llorar-aux.f-decl.f
‘El gato está llorando’

En war, los animales se dividen entre los géneros masculino y


neutro.

3
Dixon (2004: 79) observa que, a pesar de presentar un género fijo, si se conoce o se quiere
focalizar el sexo de un animal superior, es posible utilizar el género gramatical apropiado.
176 Lingüística 26, diciembre 2011

En cuanto al mos, Sakel (2004: 86) observa que, excepto para los
seres humanos, la asignación de género parece arbitraria. Sin embargo,
algunos ejemplos muestran que es posible asignar concordancias de
género acordes con el sexo del referente:
4 a nunca katyi’ khä bailar-yi-’ mö’ achae Diana (Sakel 2004)
nunca evid bien bailar-mv-f.sg 3f.sg perro Diana
‘La perra Diana nunca va a bailar’

b mi’ achae sabe wailar (Sakel 2004)
3m.sg perro saber bailar
‘el perro sabe bailar’

Con respecto a las entidades inanimadas4, el mos y el jar las ads-


criben arbitrariamente a los géneros masculino y femenino5. ‘Casa’,
por ejemplo, es femenino (aka’) en mos y masculino (jobe) en jar. En
war, la distribución de los inanimados se realiza entre el masculino
y el neutro. Aquí, ‘casa’ (xirim) es de género neutro.
En teh, los términos con referentes inanimados pertenecen ma-
yoritariamente al neutro, aunque hay también algunos de género
masculino y muy pocos de género femenino. Continuando con el
ejemplo, k:aw (casa, toldo) es de género neutro.
Ya se ha mencionado que, en el caso de las entidades animadas, el
gua no adscribe los sustantivos a determinado género, sino que los
considera femeninos (en tanto género no marcado) a menos que se
desee focalizar el rasgo masculino de cierto hombre o animal macho.
En el caso de referentes inanimados, los ejemplos registrados parecen
demostrar que las concordancias establecidas por los sustantivos son
del género no marcado, el femenino:
5 ti pichi motsa-ka (Jusayú 1975)
dem.prx.f casa pequeño-det.f
‘la casa pequeña’

4

La lengua jar incluye entre los inanimados a plantas, fenómenos naturales, objetos y
conceptos, así como nombres de lugares. En mos, los ejemplos muestran que se consideran
entidades inanimadas las plantas, los elementos de la naturaleza (agua, montañas, etc.) y
los objetos.
5
Vogel (1989: 4) calcula los siguientes porcentajes de distribución de género para humanos,
animados no humanos e inanimados:
seres cuerpos fenómenos objetos y
animales plantas lugares
humanos celestes naturales conceptos
femenino según sexo 15% 0% 47% 93% 78% 75%
masculino de individuo 85% 100% 53% 7% 22% 25%
El género gramatical en algunas lenguas indígenas... / M. Regúnaga 177

3. Patrones de concordancia entre el sustantivo y


otras clases con las que este se vincula

La concordancia, en tanto característica definitoria de los sistemas de


género gramatical, se registra en todas las lenguas aquí analizadas,
aunque no en todos los casos la covariación con el sustantivo se ma-
nifiesta en las mismas clases. A continuación, veremos qué categorías
manifiestan una variación formal al relacionarse con sustantivos de
distintos géneros que presentan las lenguas analizadas.
El artículo no se encuentra presente en todas las lenguas: ni el
teh ni el jar lo cuentan entre sus clases. Ya se ha mencionado que
el gua utiliza un sufijo determinativo, que actualiza el sustantivo y
le confiere género y número; en este sentido, se le puede considerar
como funcionalmente semejante a un artículo en el cual las categorías
de género se manifiestan solo en el singular (-kai ‘m.sg’ / -kat ‘f.sg’),
como puede verse en (1). El mos utiliza los pronombres de tercera
persona como artículo: mi ‘3m.sg’ / mö ‘3f.sg’:
6 a mi’ mintyi’ b mö’ minsi’ (Sakel 2002)
3m.sg hombre 3f.sg mujer
‘el hombre’ ‘la mujer’

Dado que el war no cuenta con artículos, pero utiliza los demostra-
tivos a fin de indicar el carácter definido o indefinido de un sustantivo,
retomaremos este tema al presentar la clase correspondiente.
La clase de los demostrativos existe en las cinco lenguas aquí
consideradas. El mos presenta formas supletivas para el único de-
mostrativo que posee: iits ‘dem.m’ / öi ‘dem.f’6:
7 a iits soñi’ b öi nanasi’ (Sakel 2004)
dem.m hombre dem.f muchacha
‘este hombre’ ‘esta muchacha’

El jar también marca el género en sus demostrativos, tanto los


antepuestos (haaha ‘dem.f’ / haahi ‘dem.m’) como los pospuestos
(haaro ‘dem.f.visible / haari ‘dem.m.visible’; faaro ‘dem.f.no.vi-
sible’ / faari ‘dem.m.no.visible’). Existen otras formas no marcadas

6
Dichas formas valen para singular y plural. Comparar el siguiente ejemplo con (7a):
iits mimi’ paerae’ tara’tara’ (Sakel 2004)
dem.m solo.m dos rata.grande

solo estas dos ratas’
178 Lingüística 26, diciembre 2011

con respecto al género: la antepuesta haa ‘dem’ y las pospuestas haa


‘dem.visible’ y faa ‘dem.no.visible’:
8 a haaha makari b haahi Jobeto ama-ka-ra (Dixon 2004)
dem.f ropa dem.m Jobeto ser-decl-neg.m
‘esta ropa’ ‘este no es Jobeto’

También el gua diferencia el género en los demostrativos del


singular, como pudo verse en (1) y (5). El conjunto de demostrativos
incluye varias formas indicativas de distintos grados de proximidad:
Proximidad Masculino singular Femenino singular Plural
Cercano či ti na
čira tira nala
čisa tisa nasa
Distante čia tia naja
Cuadro 1. Demostrativos del gua (Mansen y Captain 2000: 798)

El war cuenta con demostrativos de proximidad y de distancia,


que diferencian masculino/ femenino de neutro: cwa’ ‘dem.prx.m/f’,
cwain ‘dem.dist.m/f’, ca’ ‘dem.prx.n’ y cain ‘dem.dist.n’:
9 a tarama’ cwa’ b narima’ cwain c xirim ca’
hombre dem.prx.m/f mujer dem.dist.m/f casa dem.prx.n
‘este hombre’ ‘aquella mujer’ ‘esta casa’
(Everett y Kern 1996)

Como esta lengua no presenta artículos, la determinación puede


realizarse por medio de los demostrativos:
10 a cao’ ‘ina-on hwam (Everett y Kern 1996)
comer 1sg.rp/p-3sg.m pescado
‘yo como pescado’
b cao’ ‘ina-on hwam cwa’ (Everett y Kern 1996)
comer 1sg.rp/p-3sg.m pescado dem.prx.m/f’
‘yo como el pescado’

Los demostrativos del teh presentan algunas formas específicas


de género, como también formas válidas para todos los géneros:
Proximidad m/f/n masculino femenino neutro
1º wen - wenn~wenne wenne
2º ?em, mer ?eme ?emn ~ ?enm -
3º mon - - -
Cuadro 2. Demostrativos del teh (Fernández Garay 2007)
El género gramatical en algunas lenguas indígenas... / M. Regúnaga 179

11 a ?eme xalwen b
?emn ka:rken (Fernández Garay 1997)
dem.m tigre dem.f mujer
‘ese tigre’ ‘esa mujer’

Excepto por el war, que según Everett y Kern (1996: 338) no tiene
numerales (existen los verbos xica’ pe ‘estar solo’ y tucu caracan
‘enfrentar uno a otro’ para ‘uno’ y ‘dos’ respectivamente, aunque en
la actualidad se recurre a los numerales del portugués), las demás
lenguas exhiben al menos una forma que manifiesta género. El jar
también cuantifica por medio de formas verbales. Según Dixon (2004:
559), los jarawaras no tienen términos para los números: indican
las cantidades a través de los verbos intransitivos: -ohari(ha)- ‘ser
único, estar solo’ y -fama- ‘ser dos, ser un par’. A partir de ellos se
constituyen los numerales ‘uno’ y ‘dos’7, que manifiestan el género
a través del sufijo de modo declarativo8:
12 a barato fama-ke (Dixon 2004)
plato ser.dos-decl.f
‘los platos son dos (=‘hay dos platos’)’

b wabori ya fama-himata-mona-ka (Vogel 2006)


cuñado adjnt ser.dos-p.rem.m-rep.m-decl.m
‘él fue con su cuñado’

La lengua teh cuenta con formas femeninas para los tres primeros
numerales: čočenne ‘una’, xawken ~ xa:one ‘dos (f)’ y qa:šn ‘tres
(f)’, frente a čoče, xawke y qa:š:
13 a xa:one ka:rken b xawke kaseke (Fernández Garay 1997)
dos.f mujer dos.m cacique
‘las dos mujeres’ ‘dos caciques’

El mos solo establece la diferencia de género en la unidad:


14 a jiri-s son daer-si’ b jiri-ty kojti daer-tyi’ (Sakel 2002)
uno-f árbol grande-f uno-m corazón grande-m
‘un árbol grande’ ‘un corazón grande’

El gua, según datos de Jusayú (1975), permite focalizar el género


de los numerales de modo más extenso:

7
Para cantidades superiores a dos, se recurre a préstamos del portugués: terei-na ‘ser tres’;
kowato-na ‘ser cuatro’; siko-na ‘ser cinco’, etc.
8
En el ejemplo (18) se muestra el mismo contraste de las formas masculina y femenina del
sufijo de modo declarativo.
180 Lingüística 26, diciembre 2011

m f
1 waneshia waneshia wanesiya
2 piama piama-shi piama-s
3 apuniin apuniin-shi apuniin-s
4 pieinchi pieinchi-shi pieinchi-s
5 jarrai jarrai-shi jarrai-s
6 aipirrua aipirrua-shi aipirrua-s
7 akarraishi akarraishi-shi akarraishi-s
8 melisali / mekisat mekisat-shi mekisat-s
9 mekietasali/mekietasat mekietasat-shi mekietasat-s
10 polo polo-shi polo-s
Cuadro 3. Numerales del gua (Jusayú 1975: 26-27)

Mientras algunos de los adjetivos del gua son invariables ana-


mia ‘bueno’, ala ‘mentiroso’, mileu ‘grande, largo’, otros presentan
formas alternativas de femenino y masculino, como ishotoi ‘rojo’ vs.
ishotolu ‘roja’:
15 a ishotoi kalina-kai b woolu ishotolu (Jusayú 1977)
rojo.m gallo-det.m mochila rojo.f
‘gallo rojo’ ‘mochila roja’

El adjetivo en mos suele estar marcado por medio de morfemas


de relación (-tyi para el masculino y -si’ para el femenino), descripto
como “a macrofunctional marker, i.e., it appears in a number of
structures. These structures are all related and can be summarized
as elements that can appear in modifier position of a noun phrase”
(Sakel 2004: 105). A través de estos morfemas de relación es que se
manifiesta la concordancia de género del adjetivo con el sustantivo:
16 a jaem’-si’ shiish b
jaem’-tyi’ tyärä’ (Sakel 2004)
bueno-r.f carne bueno-r.m maíz
‘buena carne’ ‘buen maíz’

El jar cuenta con un reducido número de adjetivos, que presentan


formas propias para cada género:
17 a yimawa bite b bani biti (Vogel 1989)
cuchillo pequeño.f animal pequeño.m
‘cuchillo pequeño’ ‘animal pequeño’

Sin embargo, muchas cualidades son expresadas por medio de ver-


bos, por lo que la marca de género es el morfema de modo declarativo:
El género gramatical en algunas lenguas indígenas... / M. Regúnaga 181

18 a awa nafi-ke b yome nafi-ka (Vogel 2006)


árbol ser.grande-decl.f perro ser.grande-decl.m
‘el árbol es grande’ ‘el perro es grande’

En teh, la función calificativa es llevada a cabo por medio de verbos


atributivos, conjunto de verbos intransitivos que suelen concordar en
género –a través del personal prefijado– con el sujeto de la oración:
19 a k-ašter-š-k’-e wajenk (Fernández Garay 1997)
3m/f-ser.profundo-ep-mr-m pozo.m
‘el pozo es profundo’

b le?ašk’o ?-ašter-en (Fernández Garay 1997)


manantial.n 3n-ser.profundo-inf
‘el manantial que es profundo’

El war, por su parte, lleva a cabo la calificación de los sustantivos


por medio de otro sustantivo, en una estructura semejante a la de la
posesión, en la que el primer nominal, que modifica al segundo, sufija
un morfema posesivo que indica el género del sustantivo modificado:
20 a paca’ nucun wom b wijima-in xirim (Everett y Kern 1996)
rojo pos.3sg.m ropa pequeñez-3n casa
‘ropa roja’ ‘casa pequeña’
(‘la rojitud de la ropa’)’ (lit. ‘la pequeñez de la casa’)

La expresión de la posesión en mos se codifica al incorporar -si’


(femenino) o -tyi’ (masculino) al pronombre personal que remite al
poseedor. La marca de género concuerda con el elemento poseído:
21 a yäe-si’ phen b
yäe-tyi’ mama’ (Sakel 2004)
1sg-f mujer 1sg-m padre
‘mi esposa’ ‘mi padre’

Cuando el poseedor se encuentra codificado por un pronombre de


3º persona, el pronombre posesivo exhibe una doble marcación de
género: la propia del la parte pronominal, que concuerda con el posee-
dor, y la marca de género adicionada, que concuerda con el poseído:
22 mi’-si’ phen (Sakel 2004)
3m.sg-f mujer
‘su (=de él) mujer’

El jar presenta una estructura diferente para la posesión aliena-


ble y la inalienable. En el primer caso, es necesaria la presencia del
182 Lingüística 26, diciembre 2011

marcador posesivo kaa entre el poseedor y el poseído; si bien este


elemento no indica género, a partir de las concordancias verbales se
deduce que es el sustantivo poseído quien determina el género de la
frase posesiva (23a). La posesión inalienable, por su parte, presenta
el mismo orden sintáctico poseedor-poseído; pero en este caso no
hay marca de posesión, y el género de la frase nominal está dado por
el del sustantivo poseedor, quien rige la concordancia verbal (23b):
23 a Wero kaa farina ama-ke b Okomobi moni ama-ka
Wero.m pos fariña.f ser-decl.f Okomobi.m sonido.f ser-decl.m
‘Es la fariña de Wero’ ‘Es el sonido de Okomobi’
(Dixon 2004)

El gua también diferencia entre posesión inalienable y alienable;


asimismo, utiliza los pronombres prefijados al elemento poseído para
codificar el poseedor. En la posesión inalienable, el único género que
se manifiesta es el del poseedor de 3º persona singular9:
24 a ni-(e)pia Juan b ji-(e)pia Juana (Jusayú 1975)
3sg.m-casa Juan 3sg.f-casa Juana
‘su casa, de Juan’ ‘su casa, de Juana’

La posesión alienable solo difiere en que, para poder prefijar el


pronombre, el sustantivo debe incorporar un sufijo relacional -se ~ -in:
25 a ni-irrama-in b ši-irrama-in (Jusayú 1975)
3sg.m-venado-rel 3sg.f-venado-rel
‘su venado (de él)’ ‘su venado (de ella)’

La distinción entre la posesión inalienable y alienable en war es


un claro ejemplo de iconicidad: los sustantivos inalienables marcan
el poseedor mediante un sufijo que, en la 3ª persona, indica género:
26 a xi-con b cawina-cam c xi-nain mijac
madre-3sg.m hijo-3sg.f madre-3n cerdo.n
‘madre de él’ ‘hijo de ella” ‘madre del cerdo’
(Everett y Kern 1996)

En el caso de los alienables, la marca de posesión no es un sufijo


sino una forma libre:


9
Los pronombres nia ‘3sg.m’ y jia ~ šia ‘3sg.f’, presentan formas ligadas n- y j- ~š- que se
prefijan al sustantivo; en algunos casos, se agrega una vocal entre el prefijo y el sustantivo.
El género gramatical en algunas lenguas indígenas... / M. Regúnaga 183

27 a banana nucun jowin b banana nequem pije’


banana 3sg.m.pos mono.jowin banana 3sg.f.pos niña
‘la banana del mono jowin ‘la banana de la niña’

c banana nein waram


banana 3n.pos mono.waram
‘la banana del mono waram’
(Everett y Kern 1996)

La lengua teh presenta tres construcciones posesivas (Fernández


Garay 2004: 50-56): la construcción compuesta por un sustantivo
precedido por un personal facultativo ligado o libre (28ab); la cons-
trucción conformada por un sustantivo al que precede un personal
obligatorio y siempre ligado (28c); y la construcción que yuxtapone
dos sustantivos, el primero de los cuales (el poseído) antepone un
personal ligado (28d):
28 a t-ka:w b ta: kaw c j-a:nk’o d t-kalomn-e še:wen
3-toldo 3 toldo 1-padre 3-hija-m sol.m
‘su toldo’ ‘su toldo’ ‘mi padre’ ‘la hija del sol’
(Fernández Garay 1997)

La categoría de género resulta particularmente pertinente en el


tercer tipo de construcción, que yuxtapone un sustantivo (el poseído,
determinado por un personal) a otro sustantivo (el poseedor, en rela-
ción de aposición con el personal del primero). Su uso se restringe a
la tercera persona, y dado que ésta remite a una entidad identificable
y explicitada en la misma construcción (su apósito), se codifica en
un personal invariable para género t-. Pero, para hacer evidente el
género del poseedor, el sustantivo poseído sufija una marca de género
explícito en concordancia con el género del poseedor: -n para los
femeninos y -e ~ -j para los masculinos:
29 a t-kalomn-e ?Amečo b t-kalomn-(n) Qotson (Fernández Garay 1997)
3-hija-m ?Amečo.m 3-hija-f Qotson.f
‘la hija de ?Amečo’ ‘la hija de Qotson’

4. Marcación formal y funcional de género


Tal como se dijo en un comienzo, una de las características definito-
rias de los sistemas de género es la de la concordancia, que permite
reconocer si un sustantivo es masculino, femenino (o neutro, en el
184 Lingüística 26, diciembre 2011

caso de que existiera) aunque no exista una marca explícita de género


en el propio núcleo nominal, a partir de las formas que adoptan sus
modificadores.
Hemos visto, en el apartado anterior, cuáles son las clases que
manifiestan concordancia en las distintas lenguas analizadas; ahora
nos focalizaremos en la posibilidad de que los propios sustantivos
marquen el género al que pertenecen.
El mos acepta que ciertos sustantivos (que remiten a entidades
sexuadas) manifiesten explícitamente su género, por medio de la
sufijación de -si’ para el femenino y -tyi’ para el masculino10:
30 a min-si’ b min-tyi’ (Sakel 2004)
ser.humano-f ser.humano-m
‘mujer’ ‘hombre’

También el teh, en ciertas ocasiones, sufija el género en los sus-


tantivos, -n ~ -ne en el caso de femeninos o neutros, y -e ~ -je en el
de los masculinos:
31 a wamenk-je b č’e:per-n (Fernández Garay 1997)
curandero-m cucaracha-f
‘curandero’ ‘cucaracha’

En las lenguas restantes, los sustantivos no explicitan su género.


Con respecto a la marcación funcional, es interesante notar el im-
portante predominio (entre las lenguas aquí analizadas) del femenino
como género no marcado. Si bien este hecho solía ser considerado
muy poco frecuente –Corbett (1991: 206), quien analiza la catego-
ría de género en un importante corpus de más de 200 lenguas, cita
como única excepción registrada el zayse, lengua omótica hablada
en Etiopía–, es evidente que entre las lenguas indígenas americanas
no constituye un fenómeno aislado.
Con respecto al gua, ya se mencionó que el femenino constituye
el género no marcado, que se utiliza por defecto cuando no se desea
focalizar el rasgo de sexo. El mos, por su parte, también considera el
femenino como no marcado: cuando se alude a un grupo compuesto
por hombres y mujeres, la concordancia verbal se realiza a través de
la forma femenina.

Si bien existen también formas supletivas: phen ‘mujer’; soñi’ ‘hombre’.


10
El género gramatical en algunas lenguas indígenas... / M. Regúnaga 185

32 Elena y Fan, mö’-in käeijëdye’-tom San Jose-chhe’-in (Sakel 2004)


Elena y Juan 3f-pl plantación-com San Jose-sup-pl
‘Elena y Juan, ellas tenían una plantación en San José’

También en war los grupos mixtos que incluyen hombres y mu-


jeres se consideran de género femenino y por tanto son referidos con
marcas de concordancia femenina:
33 querec ‘ina-nam ‘oro wari’ (Everett y Kern 1996)
ver 1sg.rp/p-3pl.f colec persona
‘Yo vi a la gente (mujeres y hombres)’

En la lengua jar, las concordancias verbales predominantes son


las de femenino: todos los pronombres, excepto los de 3º sg (ani-
mado e inanimado), refieran a una entidad masculina o femenina,
concuerdan con una marca verbal femenina; asimismo, los sustantivos
femeninos, ya sean no-animados –en los que no opera la distinción
sg/no.sg– o animados –tanto en sg como en no.sg–, rigen sufijos
verbales femeninos. Los sustantivos animados masculinos rigen, en
singular, sufijos verbales masculinos, mientras que en no-singular
rigen sufijos femeninos. Solo los sustantivos no-animados masculinos
rigen exclusivamente sufijos verbales masculinos:
sufijo
género
Pronombres ≠ 3sg (animado/inanimado) declarativo
-ke f
sg -ke f
animado
sustantivos femeninos no.sg -ke f
inanimado -ke f
sustantivos sg -ka m
animado
no.sg -ke f
masculinos inanimado -ka m
Cuadro 4. Concordancias verbales del jar (Dixon 2004)

5. Conclusiones
Las características de los sistemas de género contemplados, consi-
derados en sí mismos, presentan semejanzas con muchos otros casos
estudiados a lo largo de la historia de la lingüística. Los sistemas de
género en las lenguas amerindias también presentan dos categorías
(masculino y femenino, en mos, jar y gua) o tres (masculino, fe-
menino y neutro, en war y teh), fundamentadas –no siempre en la
misma medida– en animacidad y sexo; al igual que en muchas otras
186 Lingüística 26, diciembre 2011

lenguas, algunas de las aquí trabajadas explicitan el género en me-


nor grado, mientras que en otras es casi omnipresente, ya que puede
encontrarse en prácticamente todas las clases de palabras y presenta
formas específicas obligatorias para masculino y femenino, como
sucede con el mos11. La mayoría de las lenguas marca profusamente
el género dentro de la frase nominal (particularmente en demostra-
tivos y adjetivos), mientras que no lo hace (o solo lo hace en ciertos
casos) en el propio sustantivo. La estructura posesiva puede marcar
tanto al poseedor como al poseído, o bien solo al poseedor, o bien a
ninguno de ellos.
Los casos analizados se encuadran en las tendencias universales
acerca de la función determinativa que cumplen los mecanismos de
clasificación nominal. Es notable la escasa presencia de lenguas con
artículo en el corpus seleccionado. Más aún, en los casos en que se
puede registrar una forma determinativa del tipo del artículo, esta
suele presentar rasgos peculiares: en gua, es el sufijo que actualiza
al sustantivo en género y número el que oficia de determinante. El
war y el mos, por su parte, cubren la función del artículo con otras
clases de la lengua (demostrativos y pronombres de tercera persona,
respectivamente). Es posible vincular esta observación acerca de las
posibilidades de determinación con la idea propuesta por Seiler (1982)
y otros miembros del proyecto UNITYP, para quienes los mecanismos
de clasificación se ubican en la dimensión de aprehensión, entendida
como el proceso de captación, representación lingüística e individuali-
zación12 de los objetos: en el continuum que va desde la generalización

11

Marcación de género en mos (Sakel 2004: 88-89)


f m locus de marcación
-si -tyi dentro de la frase nominal: sustantivos, pronombres, adjetivos, numerales
ordinales, posesivos, cláusulas de relativo, nominalizaciones.
ö i pronombres, adverbios de lugar, partículas interrogativas.
-’ - verbos intransitivos y transitivos.
supleción sustantivos, pronombres demostrativos, verbo.
12
Dentro de la denominada ‘jerarquía de individuación’ (Timberlake 1977: 162) se proponen
las siguientes oposiciones:

+ INDIVIDUADO – INDIVIDUADO

propio común

humano, animado inanimado

concreto abstracto

singular plural

contable masa

referencial, definido no referencial
El género gramatical en algunas lenguas indígenas... / M. Regúnaga 187

a la individualización, las técnicas de clasificación nominal se ubican


en un nivel de mayor individualización que los artículos:
abstracción > colección > masa > clasificación verbal > clasificación por
artículos
> clasificación numeral > concordancia ‘clases nominales/número’
> concordancia ‘género/número’ > nombre propio
Cuadro 5. Técnicas de aprehensión lingüística:continuum generalización/individualización
(adaptado de Seiler 1982: 6)

Con respecto a la motivación semántica con respecto a animacidad


y sexo, es interesante notar que, mientras los seres humanos presentan
una fuerte correlación entre los géneros femenino y masculino y el
sexo de las entidades, esto no necesariamente se verifica con respecto
a los animales. Por otra parte, en varias de las lenguas la indicación
del sexo del referente se hace por medios léxicos y no por marcas
gramaticales de género.
Como ya se ha mencionado, las lenguas aquí presentadas se encua-
dran en lo que tradicionalmente se entiende como género gramatical:
un mecanismo que establece una partición dentro de los sustantivos, de
acuerdo con alguna propiedad léxica, y que no responde a la voluntad
del hablante sino que está predeterminada. El gua constituye una
excepción, dado que los nominales no se consideran pertenecientes
a un género de antemano –no traen un género preasignado desde el
lexicón– sino que se les puede atribuir el que sea necesario según las
características del referente. Dado que el género funcionalmente no
marcado es el femenino, los sustantivos establecen concordancias
femeninas a menos que se desee focalizar –en el caso de los que de-
signan entidades animadas– el rasgo [+ masculino] de cierto hombre o
animal macho. Así, la asignación de género se realiza al momento de la
enunciación, cuando se elige establecer una adecuación a la realidad y
correferir con el criterio extralingüístico de género natural. Este motivo
podría llevar a pensar que tal especificación genérica es válida solo
para los animados; sin embargo, es posible también asignar algunos
inanimados al género marcado a fin de señalar un rasgo específico.
Según registran Olza Zubiri y Jusayú (1978: 18), el masculino puede ser
utilizado para referir a un objeto pequeño y estimado. Así, ipa ‘piedra’,
puede recibir el diminutivo –čon y dar lugar a la forma ti ipa-čon-ka ‘la
piedrita’ (con demostrativo y determinante femeninos); pero también
se puede expresar, utilizando las formas masculinas, que el objeto no
188 Lingüística 26, diciembre 2011

solo es pequeño sino también apreciado: či ipa-čon-kai ‘la piedrecita


(querida, estimada)’; este hecho conduce a afirmar que “el masculino
tiene con frecuencia un valor hipocorístico o afectivo” (Olza Zubiri y
Jusayú 1978: 18). Al respecto, es interesante notar que generalmente
la relación entre género y diminutivo/apreciativo suele darse con el
femenino. Así, en oromo (lengua cushítica) y en las lenguas bereber
el femenino es utilizado para expresar el diminutivo y con frecuencia
expresa afecto (Aikhenvald 2000: 279). En manambu (sepik-ramu),
por ejemplo, val ‘canoa’ pertenece al género femenino cuando es pe-
queña, y al masculino cuando se refiere a una de mayores dimensiones
(Trudgill 2002: 82-3). Otras lenguas que asocian el femenino con el
diminutivo son el dizi (omótica) y el halkomeelem (salish) (Corbett
1991: 11). Es probable, entonces, que el género más marcado sea el
que adopte estas funciones suplementarias: en guajiro, al igual que las
otras lenguas del grupo Caribe del tronco arawak (paraujano, lokono
y garifuna), el femenino es el género funcionalmente no marcado
(Dixon y Aikhenvald 1999: 84), y también en lokono la codificación
del afecto se realiza por medio del masculino (Aikhenvald 2000: 279).
Esto nos introduce al otro punto de interés para la reflexión: el uso
del género para codificar otros significados diferentes del sexual. Es
sabido que muchas lenguas permiten utilizar la oposición masculino/
femenino –particularmente en sustantivos con referentes no animados–
para expresar variados contrastes semánticos. En español (al igual que
en varias otras lenguas romances) se habla del ‘género dimensional’
para explicar casos donde formas femeninas y masculinas difieren en
cuanto a tamaño: así, ‘anillo’ implica un tamaño menor que ‘anilla’; pero
en ‘barco’, el masculino indica un porte mayor que en ‘barca’. Kopyl
(1999) da cuenta de algunas de las teorías desarrolladas al respecto.
A fin de justificar la asociación femenino = grande, Wartburg (1921)
propuso que, una vez desaparecidos de algunas lenguas romances el
neutro como género gramatical, los plurales neutros del latín (termi-
nados en -a) se asimilan con el femenino, en una transformación de
significado según la cual ‘plural’ y ‘colectivo’ se transforman en ‘gran-
de’. Esta posibilidad de diferenciar tamaño “es adoptada por la lengua
como un medio de derivación” (Wartburg 1921: 55). También existen
explicaciones que vinculan masculino = grande, particularmente varias
teorías animistas o psicológicas que destacaron la mayor estatura y
corpulencia de los animales machos y de los hombres. Dauzat (1952)
El género gramatical en algunas lenguas indígenas... / M. Regúnaga 189

propone dos cadenas de asociaciones: masculino = grande / femenino


= grueso (por la corpulencia de las hembras gestantes), y este hecho
justifica que tanto el masculino como el femenino puedan implicar un
aumento de tamaño. Esta propuesta, además, toma en consideración los
casos en que el género no es solamente un indicador de tamaño sino
también de otras especificaciones, como forma o destino funcional.
Millán Chivite (1994: 55) efectúa un estudio sobre el español en el
que detalla la variedad significativa de la oposición de género cuando
este no se encuentra motivado por el sexo. En dicho estudio, basado en
el DRAE y el Diccionario de María Moliner, cita (retomando la idea
de ‘género dimensional’) ejemplos en los que el masculino implica
una reducción de tamaño con respecto al femenino (banco/banca,
caldero/caldera, cesto/cesta, charco/charca), así como otros en los
que el masculino se interpreta como de mayor amplitud (barco/barca,
cuarteto/cuarteta). Enumera, asimismo, otros significados asociados
con la oposición de género: como cuantificador intensivo –regional
de Andalucía–: el calor (‘tolerable’)/ la calor (‘calor intenso’); como
relación parte/todo, particularmente en el caso de árboles: árbol/fruto
(almendro/almendra, granado/granada) o árbol/parte no frutal (tilo/
tila –flor–, quisco/quisca –espina– , quino/quina –corteza–)13; como
distinción entre individual/escindido en partes/discontinuo/discreto,
por un lado, y colectivo por otro (huevo/hueva, cuerno/cuerna, lindero/
lindera)14. Con respecto a la oposición entre individual y colectivo,
es claro que en ‘leño’ y ‘leña’ la forma individual procede del neutro
singular del latín lignum, mientras que el colectivo lo hace de la forma
plural ligna. En teh, por ejemplo, el cambio de masculino a neutro
en algunos sustantivos que remiten a plantas y frutas indica que se las
debe considerar como conjunto y no de manera individual: pe:lko(m)
es ‘mutisia’, pero pe:lko(n) significa ‘conjunto de mutisias’. Otros usos
informativos del género son para indicar la oposición individuo/par,
con respecto a ciertas partes del cuerpo –tep’en(m) ‘rodilla’ frente a
tep’en(n) ‘par de rodillas’–, o la oposición parte/todo –ge:wte(m)
‘cerro’ y ge:wte(n) ‘campo’.

13
Millán Chivite (1994: 58) observa que en todos los casos el árbol o planta es de género
masculino y las partes de género femenino.
14
Al ampliar la observación a los casos de género sexuado, esta correlación del femenino
con el colectivo se mantiene (el guardia/la guardia, el policía/la policía).
190 Lingüística 26, diciembre 2011

También es frecuente la asociación de formas cóncavas con el


femenino y las convexas con el masculino, por un isomorfismo con
los órganos reproductores, tal como sucede en el jar en el caso del
mortero y su correspondiente mano. Croft (1994: 148-149) menciona
variados ejemplos en que el género gramatical se relaciona con una
determinada forma: en alamblak (lengua papúa), el sufijo masculino
(-r) puede aplicarse para referir a objetos altos, largos y delgados o
estrechos; el femenino (-t), por otro lado, puede remitir a objetos cortos
o anchos. Las lenguas tshukwe (khoisan) también asocian género y
forma; así, uno de los géneros no solo refiere a entidades masculinas,
sino también a objetos resistentes, altos o delgados; mientras que el que
refiere a entidades femeninas incluye asimismo objetos débiles, cortos
o redondos. Heine (1982) menciona otras correlaciones con el género
presentes en varias lenguas africanas, que incluyen tamaño, forma,
fuerza, orientación y solidez. Las distintas asociaciones semánticas
con cada género se pueden ver en la siguiente tabla:

tamaño fuerza forma orientación solidez


masculino grande fuerte largo alto/elevado sólido
femenino pequeño débil redondo bajo/ancho hueco
Cuadro 6. Asociaciones semánticas del género (Croft 1994: 149)

Aikhenvald (2000: 277) menciona otros ejemplos de asociación


entre género y forma y/o tamaño entre las lenguas papúa de Nueva
Guinea: en yoggom (lengua ok) y en olo (torricelli) se asignan al gé-
nero femenino los sustantivos inanimados de gran tamaño, mientras
que el masculino se relaciona con las formas elongadas; en wära,
los objetos alargados pertenecen al masculino, y los redondeados (o
los que constan de muchas partes) son de género femenino. En abau
(aislada), el femenino se relaciona con las formas planas.
Todos estos datos aportan una interesante perspectiva acerca de
la semántica del género, demostrando que no solo la animacidad y
el sexo intervienen en tales categorizaciones.
Abreviaturas

1, 2, 3 1º, 2º, 3º persona colec colectivo


adjnt adjunto com comitativo
aux auxiliar decl modo declarativo
El género gramatical en algunas lenguas indígenas... / M. Regúnaga 191

dem demostrativo no.sg no singular


dem.prx demostrativo de proximidad neg negación
dem.dist demostrativo de distancia sg singular
det determinante pl plural
ep especificador de predicado p.rem pasado remoto
evid evidencial pos posesivo
f femenino r morfema de relación
inf infinitivo rel sufijo relacional
m masculino rep reportativo
mr modo real rp/p realis-pasado/presente
mv marca verbal sup superesivo
n neutro

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NORMAS. REVISTA DE ESTUDIOS LINGÜÍSTICOS HISPÁNICOS, N.º 1, 2011, PP. 53-70, ISSN: 2174-7245
(ENTREGADO: 02-07-2011. EVALUADO: 20-07-2011. ACEPTADO: 30-07-2011)

LA NORMA LINGÜÍSTICA DEL ESPAÑOL DESDE UNA


PERSPECTIVA LEXICOGRÁFICA: NORMA NACIONAL VERSUS
NORMA PANHISPÁNICA
THE LINGUISTIC NORM IN SPANISH FROM A LEXICOGRAPHIC PERSPECTIVE:
NATIONAL NORM VERSUS PANHISPANIC NORM

Alejandro FAJARDO AGUIRRE


Universidad de La Laguna

RESUMEN:

La definición de la norma lingüística del español desde una perspectiva lexicográfica plantea
dificultades y ha provocado debates intensos. Normalmente se otorga al Diccionario académico
un valor normativo en el mundo de habla española, sin embargo no está concebido como
estrictamente normativo, ya que da entrada a elementos diversos de carácter vulgar, jergal, etc.
Por otra parte, ha sido rechazado como referencia normativa por quienes critican su centralismo
o su falta de correspondencia con la situación real del español. Estas actitudes críticas se han
expresado con frecuencia en la lexicografía hispanoamericana. Las Academias de la lengua
española han dado pasos en los últimos años para configurar una norma de carácter
panhispánico que sea alternativa real a la implantación de normas de ámbito local o nacional,
pero en el terreno lexicográfico la tarea es ardua. Para llevarla a cabo es necesario fundamentar
teóricamente con mayor profundidad el concepto de norma panhispánica y elaborar recursos
lexicográficos útiles para adaptarla al español actual. La alternativa que se plantea es: avance en
la configuración de una norma panhispánica o contienda entre normas nacionales.

PALABRAS CLAVE: norma lingüística, Lexicografía, diccionarios, americanismo, lengua


española en América.

ABSTRACT:

The definition of linguistic norm in Spanish from a lexicographic perspective poses some
problems and has led to heated debates. The academic Dictionary is usually given a normative
value in the Spanish speaking community. However, it is not actually conceived as strictly
normative as it includes entries of diverse nature such as vulgarisms, jargon, etc. On the other
hand, those who criticize its linguistic centralism or lack of correspondence with the real
situation of the Spanish language have rejected it as a normative reference. This criticism is
more conspicuous in the Spanish-American lexicography. In the last few years, the Spanish
language Academies have taken steps to create a norm with a panhispanic character as a real
alternative to the establishment of national and local norms. However, it has turned to be a
rather difficult task in the lexicographic field. To achieve this goal, it is necessary to provide a
sounder theoretical foundation of the concept of panhispanic norm as well as useful

NORMAS. REVISTA DE ESTUDIOS LINGÜÍSTICOS HISPÁNICOS, NÚMERO 1 (AÑO 2011):


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(ISSN 2174-7245)
54 ALEJANDRO FAJARDO AGUIRRE

lexicographic resources to adapt it to present-day Spanish. The alternatives are either progress
towards a panhispanic norm or conflict between national norms.

KEY WORDS: linguistic norm, Lexicography, dictionaries, americanism, Spanish language in


America.

0. INTRODUCCIÓN

Hablar de norma lingüística en el ámbito hispánico puede suscitar aún hoy día
cierta incomodidad, resquemor o incluso resentimiento ante ciertos auditorios. No es
una situación nueva, porque hay cuestiones sin resolver que permanecen enquistadas en
discursos que se repiten periódicamente desde hace mucho tiempo.
El concepto de norma incluye habitualmente dos perspectivas: la norma en el
sentido prescriptivo, o norma propiamente dicha, entendida como modelo que seguir,
por una parte y, por otra, la norma entendida como realización, como el producto
lingüístico útil para comunicarse en un contexto sociolingüístico determinado, la norma
como uso. La mayoría de los lingüistas ha reconocido esta ambivalencia del término y
ha procurado referirse a ella utilizando diversas denominaciones1. Sin embargo, aunque
la diferencia es muy fácil de discernir teóricamente, no se deja trasladar a la práctica
lexicográfica. Es bien sabido que aunque se suele tomar el Diccionario de la Real
Academia Española (DRAE) como referencia normativa del español, no registra solo lo
que se debe decir, sino también muchas palabras de las que simplemente se dicen,
aunque se consideren incorrectas, vulgares, locales, etc. Norma y uso se convierten en el
diccionario en la pescadilla que se muerde la cola. El hablante necesita seguridad
lingüística, busca dónde constatar la norma y presupone que encontrará en el
diccionario una respuesta contundente y actualizada, espera de él la eficacia de la
legislación y en cada nueva edición la contundencia de un real decreto. El consultor
común del diccionario no busca medias tintas, sino respuestas inequívocas e ignora que
en el DRAE faltan los neologismos más de moda y sobran los arcaísmos que deberían
estar en un diccionario histórico que aún no existe. Espera de los académicos el papel de
registradores de la propiedad léxica, pero en el diccionario encuentra un batiburrillo en
el que caben los vulgarismos y adaptaciones de extranjerismos que le pueden resultar
insólitas o risibles. No extraña, por tanto, que se haya convertido en un género la
publicación en medios de comunicación –ahora también en la web colaborativa– de las
reacciones del consultor del DRAE, que se muestra desencantado, frustrado o incluso
afrentado ante la ausencia de algunas palabras o la presencia de otras en el «diccionario
de la Academia».

1
P. ej. norma – sistema (Coseriu 1952: 166-167), modelo – uso (Lara 1976: 12, 111), buen uso –
uso habitual (Alvar 1982: 38), norma prescriptiva – norma descriptiva (Eberenz 1995: 50-51), etc. Más
numerosas aun son las designaciones de la norma en el primer sentido, es decir, como modelo
institucionalizado, así Kany (1969: 7) hablaba de: español consagrado, español culto, español estándar,
español normal, español sancionado y español tipo.

NORMAS. REVISTA DE ESTUDIOS LINGÜÍSTICOS HISPÁNICOS, NÚMERO 1 (AÑO 2011):


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LA NORMA LINGÜÍSTICA DEL ESPAÑOL DESDE UNA PERSPECTIVA LEXICOGRÁFICA… 55

En la práctica, existen diferentes perspectivas entre lo que la lengua debe ser –


según los criterios establecidos por una autoridad para algunos discutible– y lo que es
en un ámbito social determinado, constituido muchas veces como país soberano. Esta
circunstancia dio lugar en ocasiones a debates, proclamas y escarnios y tuvo su reflejo
en los diccionarios, que pretendieron convertirse en no pocas ocasiones en instrumento
reivindicativo de identidad y en muestra de prestigio nacional. Pero la preocupación por
la disgregación de la lengua española –que también fue tópico tradicional y tema
reiterado más desde la retórica que desde el análisis de datos– ha provocado que
progresivamente se haya ido moldeando la idea de plasmar en forma de diccionario un
modelo normativo válido por encima de las múltiples variedades del español. Este
modelo, que aún tiene un perfil difuso, se ha dado en llamar norma panhispánica y está
siendo impulsado en los últimos años desde la Asociación de Academias de la Lengua
Española; la norma panhispánica debe aún ser definida teóricamente con mayor claridad
y la elucidación del asunto requiere que se afronten cuestiones fundamentales aunque
problemáticas, como es saber en qué medida el Diccionario académico, al que se otorga
generalmente valor normativo en el mundo de habla española, puede seguir
desempeñando ese papel con su configuración actual.
Las soluciones que en el futuro se ofrezcan al hablante que busque en el
diccionario respuestas a sus dudas podrán darse de dos formas distintas, según la
manera en que se vaya consolidando una u otra opción normativa: a) basándose en una
norma panhispánica general, aún en gestación, apoyada en el consenso entre
representantes del mundo hispánico (ciertamente representantes limitados al ámbito de
las Academias) y b) mediante normas que se originan en el uso de territorios concretos,
normalmente constituidos hoy como naciones, que expanden su variedad lingüística
incluso a grupos supranacionales más amplios.
«Norma nacional versus norma panhispánica» es el subtítulo de este artículo, que
hace un uso de la preposición latina deliberadamente polisémico, pues la interpretación
etimológica del latinismo en el sentido de ‘hacia’ se contrapone con el valor que
habitualmente se le da hoy como latinismo anglicado con el valor de ‘contra’, ‘frente a’.
Evolución desde la difusa situación actual hacia una norma hispánica aún por definir o
contienda entre distintas normas nacionales que irradian su influencia: estas parecen ser
las alternativas que se muestran en el horizonte ante la necesaria reconfiguración de la
norma del español.

1. LOS DEBATES EN TORNO A LA NORMA

Sintetizando los diversos debates, proclamaciones y opiniones sobre la norma del


español, destacamos los siguientes focos de interés:
a) Debate sobre la corrección en la que se dan interferencias entre los
despectivamente llamados barbarismos y el uso normativo correcto; con frecuencia
se asoció el mal uso con las variedades locales.
b) Debate sobre la supuesta preeminencia del español peninsular como referencia
normativa para otras modalidades lingüísticas.

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c) Propuestas de normas de base nacional hispanoamericana como alternativa


rupturista.
d) Competencia tácita entre diversos focos de una norma pluricéntrica que se
postulan como modelo lingüístico para determinadas regiones hispanohablantes.
e) Reivindicación no rupturista de integración de usos locales o nacionales como
parte de la norma.
f) Planteamientos integradores de panhispanismo lingüístico, en relación (no
siempre fácilmente conjugable) con la idea del pluricentrismo.
Tras estos planteamientos, subyacen distintas ideas sobre el lenguaje, que en
determinadas condiciones se plasman en ideologías lingüísticas, como plantea del Valle
(2007: 20) (2010: 227-238), siguiendo Blommaert (2005:159). En este trabajo solo nos
referiremos tangencialmente a las cuestiones de la norma relacionadas con la
incorrección y nos centraremos en los problemas que plantea la definición de una norma
hispánica (o panhispánica), frente a otras normas de carácter nacional o local2.
Como es sabido, es en el plano léxico donde con más intensidad se perciben las
diferencias entre las variedades de la lengua usada en diferentes lugares, motivo por el
que son muchísimas las opiniones al respecto que proceden de quienes tienen por oficio
u ocupación la descripción del léxico. Por otra parte, el diccionario tiene un fuerte valor
simbólico, desde antiguo ha sido usado para prestigiar la lengua y para ponerla al nivel
de aquella que se considera modelo, ya sea la latina (esta era la intención de
Covarrubias) ya sean de otras modernas con prestigio (el primer diccionario de la RAE
pretendía poner al español en el XVIII a la altura de otras grandes lenguas como la
francesa o la italiana que ya contaban con sendos diccionarios reputados). El hecho es
que se consiguió hacer un gran diccionario (el Diccionario de Autoridades, que murió
de éxito, pero tuvo pervivencia trasformado en el llamado «Diccionario usual») y se
creó luego todo un linaje de diccionarios auspiciados por la Monarquía de España. Esta
circunstancia contribuye a explicar las visiones contrapuestas sobre la valoración de la
norma que desde España empezó a marcar el DRAE. La unión en el XVIII entre el
poder político, representado por la monarquía de Felipe V, y la institución creada para
impulsar la normalización del español, a través de una academia real, no podía traer más
que problemas de política lingüística en cuanto empezaron a surgir en América, tiempo
después, las repúblicas independientes.
Casi trescientos años tras la creación de la institución que debía «limpiar fijar y
dar esplendor» a la lengua, hay quien sigue viendo la influencia del poder español sobre
la lengua con desconfianza y cierta hostilidad –a pesar de los cambios de imagen y de
discurso experimentados últimamente con la propuesta de la «nueva política lingüística
panhispánica» acordada con la Asociación de Academias de la Lengua Española

2
El neologismo panhispánico, cuyo uso se ha difundido a raíz fundamentalmente del Diccionario
panhispánico de dudas (2005) y, en menor medida, por alusiones diversas a partir de la divulgación de la
política lingüística panhispánica de las Academias, puede utilizarse prescindiendo de la intensificación
del prefijo, pues el adjetivo hispánico ya abarca por sí mismo al conjunto de los territorios y hablantes de
español y establece oposición semántica con otras designaciones para lo local o lo nacional (no obstante,
lo usamos en el título considerando la extensión de su en los últimos años).

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(AALE)–. Aún harán falta tiempo y esfuerzos mutuos para deshacer los resentimientos
y prejuicios que se han acumulado en ambas orillas a lo largo de la historia común.
Una muestra de las divergentes visiones que han surgido a uno y otro lado del
Atlántico la podemos ver en opiniones vertidas por lexicógrafos, filólogos, escritores,
políticos y, en definitiva, por cualquiera que quisiera opinar, pues el debate se azuza
fuera del ámbito lingüístico y se convierte fácilmente en tema enjundioso para animar
tertulias. Valgan como muestra algunas citas:
- [...] que diez y ocho millones de españoles nos impongan la ley á cincuenta y tantos
millones de americanos (Tobías Garzón 1910: V)
- Si hablar mal es una forma nacional de expresarse, hablemos mal (Rossi 1929: 0)
- Es injusto aplicar al habla de una comunidad un criterio de corrección exterior a ella
(Rosenblat 1967: 7)
- Los peninsulares somos los amos de la lengua (Clarín, ap. Menéndez Pidal 1944: 32
y Rosenblat 1962: 53-54)
- ¡Qué vamos a ser los amos! (Menéndez Pidal 1944: 32)
- de cada diez hombres que hablan español por el mundo, sólo uno es de España
(Alvar: 1991: 218).

Junto a actitudes lingüísticas de origen ideológico como las anteriores –ya rancias
pero aún con arraigo emocional– en la actualidad se ha hecho presente con
contundencia la idea de que la lengua es un recurso económico de primer orden. Estos
planteamientos, que partieron del ámbito de la economía, fueron percibidos con claridad
por los lingüistas más atentos a la evolución del español, como Lodares (2001: 173)
(2005: 125). Si somos conscientes de que los diccionarios son el producto lingüístico
que más sostenidos beneficios reporta a las empresas editoriales, podemos entender que
el más o menos airado intercambio de ideas de otros tiempos resulte cándido hoy en día,
cuando todo es cuantificable en cifras económicas.

2. LA TOMA DE POSICIÓN DE LOS DICCIONARIOS ANTE LA NORMA HISPÁNICA

En el debate sobre la norma lingüística, los diccionarios del español de América


son un escaparate –o vidriera, si se prefiere– de las actitudes que se pueden adoptar al
respecto, aunque los planteamientos que en ellos se hacen sean delicados de tratar, por
afectar a los sentimientos nacionales y a la ideología. La lengua no es un simple
«instrumento de comunicación»: puede servir además de instrumento de afirmación
social, de prestigio personal, de opresión, de discriminación, de segregación, de
creación de identidad nacional o de mercancía con la que comerciar. Como signos
identitarios, los rasgos lingüísticos que caracterizan a determinados grupos pueden ser
objeto de prejuicios por parte de otras comunidades de hablantes; por consiguiente, el
interés en lograr un reconocimiento normativo de peculiaridades locales es una
preocupación constantemente manifestada en los diccionarios compuestos por quienes,
por uno u otro motivo, consideran que su modalidad es injustamente valorada. Así,
sentimientos e ideología pueden condicionar la redacción de los diccionarios y
determinar su orientación, al perseguir objetivos extralexicográficos, bien pretendiendo

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convertirse en instrumentos que contribuyan a la afirmación nacional, bien mostrando


disensión –aunque sea implícitamente– con la norma establecida fuera, en especial con
la que se vincula a España. Cuando se busca resaltar la diferencia con respecto al uso de
España, cabe el riesgo de crear con el diccionario un «efecto lupa», ya que se prestigia
lo poco usual por el simple hecho de considerarse propio; esto puede llevar a confundir
usos vulgares con usos propios, a incluir en el diccionario neologismos sin suficiente
asentamiento y a confundir todo ello con usos engañosamente identitarios. En este
sentido, puede darse en algún caso el interés por convertir en normativo un diccionario
concebido en principio como descriptivo o diferencial, especialmente mediante su
promoción como diccionario escolar. Quienes siguen viendo como una amenaza la
«disgregación» del español, tal como la han planteado tradicionalmente polemistas
diversos, podrían encontrar aquí nuevos motivos de alerta; para otros, en cambio, se
trata simplemente de reequilibrar y prestigiar usos que consideran injustamente
excluidos.
El debate crítico surgió en los prólogos de los diccionarios decimonónicos, donde
se encuentran los primeros planteamientos que cuestionan cuál debe ser la norma a
seguir, el papel de la variedad lingüística de España y su valor como modelo normativo.
La lexicografía poscolonial hispanoamericana vino marcada por la reacción ante un
sentimiento de inferioridad que se quería superar y un cuestionamiento, en
consecuencia, de la supremacía normativa de España a través de la Real Academia, tal
como se puede comprobar en el prólogo que escribe a su diccionario Uribe (1887: VIII):

El estudio y consideración de los americanismos sugiere tres preguntas, que en el


fondo son una misma […]. 1º ¿Tienen derecho los americanos a ser admitidos en el
Diccionario de la lengua, o deben ser proscritos y extirpados? 2º ¿La lengua castellana
está hoy en América en situación análoga a la del latín cuando empezaron a formarse los
idiomas romances, o de otro modo: en las naciones hispano-americanas están formándose
dialectos actualmente, y se debe fomentar como útil esa formación, u oponerse a ella
como inconveniente? 3º ¿Deben las naciones hispano-americanas reconocer y acatar la
supremacía literaria de la Academia española?

La reacción anticasticista se extendió en los comienzos del s. XX, como vemos en


Tobías Garzón (1910: V), quien se rebelaba ante la estrechez de la Real Academia
Española a la hora de aceptar usos extendidos en América:

Veía en esto un desconocimiento de la ley ineludible y universal de la evolución de


la lengua […] pues equivalía á admitir [...] que diez y ocho millones de españoles nos
impongan la ley á cincuenta y tantos millones de americanos.

Sin embargo, estas reacciones contra el casticismo venían a menudo lastradas por
la permanencia de la idea de la corrupción del lenguaje, de manera que se daba una
paradoja en la actitud de unos lexicógrafos que por una parte se reafirmaban como
americanos, cuestionando una supremacía española que se extendía aún al dictado de la
norma lingüística de la Academia, pero por otra parte iban a formar un frente común
junto con la Española en la lucha contra los malos usos e influencias extranjeras, que

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muchos consideraban que afectaba especialmente a los americanos; algunos señalan


también, no obstante, la corrupción en la lengua en España, como Ortúzar (1883: V):

Se nos tilda a los hispano-americanos de hablar cierta jerigonza y de ser como


contrabandistas del idioma español: tantas son las locuciones vicios que tienden entre
nosotros a convertirlo en un revuelto fárrago, ya que no en miserables dialectos.
Gramáticos y literatos doctísimos han llamado la atención hacia esta corruptela que aflige
también a la nuestros hermanos peninsulares.

Este enfoque purista se prolongó mucho tiempo y no se superó hasta las últimas
décadas del s. XX (Haensch 1997: 225), cuando liberados los diccionarios por fin de la
crítica de barbarismos, solecismos, etc., quedó el interés por el léxico más cercano, el de
la propia región o del país, lo que dio lugar a un gran número de nuevos diccionarios
que abrieron la etapa de la lexicografía regional y nacional (Fajardo 2010: 37-38).
Lo habitual ha sido que sobre una base importante de estas obras de enfoque local,
muchas de ellas pertenecientes a la anterior etapa, se hayan terminado redactando
diccionarios nacionales, que han cribado los datos anteriores y, con uno u otro método,
los han contrastado con el uso coetáneo. Salvo en los pocos casos de diccionarios
nacionales elaborados con un criterio descriptivo o integral, el resto tiene su punto de
mira enfocado a España para establecer lo que le es propio por comparación con los
usos de la Península Ibérica; de ahí que algunos hayan tildado de «eurocéntricos» a los
diccionarios diferenciales de esta etapa, como Zimmermann (2003: 71-83) quien critica
que la lexicografía diferencial americana pretenda valorar y reivindicar lo propio sin ser
capaz de desligarse de la referencia constante al uso de España.
Dentro de este primer grupo, el de los denominados diccionarios diferenciales,
unos recogen el léxico nacional por oposición al «español general»; así hace Tejera
(1983) y el DA (2010):

Como norma fundamental para la selección de las unidades léxicas se ha seguido el


criterio de contrastividad frente al castellano general. El español general no pertenece a
ninguna región específica de España ni de América; se le considera como una entidad no
establecida, pero perceptible –especie de koiné– en la que se expresan y comprenden las
personas cultas de habla hispana. (Tejera 1983: XVII).

Otros concretan de forma inequívoca el léxico con el que se comparan, tomando


como referencia generalmente el registrado en el DRAE, como hizo Félix Morales
(1987) con la primera versión del Diccionario ejemplificado de chilenismos. Sin
embargo, la dependencia del DRAE ha creado un problema generalizado, porque
numerosos diccionarios han tomado por usos americanos muchísimas palabras usuales
en España, pero que no estaban registradas en el DRAE (por emplearse en un registro
coloquial, ser voces regionales, neologismos, vulgarismos, etc.). Otros han hecho algo
similar con Moliner (1966 y 1998) como Quesada (1993) en el Nuevo diccionario de
costarriqueñismos y los hay que comparan el léxico nacional con la variedad del
español usado con mayor frecuencia en la zona central de la Península Ibérica, como p.
ej. Haensch/Werner (1993 a, b, c y 2000):

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Según el criterio diferencial, sólo se registran en el Diccionario del español de


Argentina unidades léxicas del español argentino que presentan en su uso actual algún
rasgo diferenciador con respecto al español peninsular. (Haensch/Werner 2000: XX).

En su perspectiva de contraste, estos diccionarios evitan el problema de las


coincidencias con Canarias –que se muestra en el Tesoro léxico canario-americano de
Corrales y Corbella (2010)– hablando de español peninsular; sin embargo, la
denominación sigue resultando inadecuada, pues la diferencia la establecen en realidad
con el español centro-peninsular, al no considerar las coincidencias que hay por razones
históricas entre determinados países americanos y regiones peninsulares como
Andalucía, Extremadura, León, Asturias, Galicia, etc. El punto de enfoque de la
contrastividad entre variedades léxicas del español muestra, por otra parte, un
desequilibrio, ya que opone unidades políticas de América (países completos) con
partes de un país, España, del que quedan fuera las variedades léxicas del español
meridional y de otras zonas, periféricas geográficamente, pero no lingüísticamente.
Los diccionarios de americanismos siempre adoptan, explícitamente o no, una
posición ante el problemático concepto de español peninsular o español de España y
para evitar complicaciones metodológicas, suelen ignorar la existencia de variedades
regionales en España (especialmente las de Andalucía y Canarias) que en ocasiones son
el origen del uso americano. La opción alternativa sería reflejar el uso de determinado
país o región al completo, (la lexicografía integral) pero esta es muy costosa, porque es
grande la inversión de tiempo y esfuerzo que se necesita para obtener resultados que
puedan aportar una mejora respecto a los diccionarios ya existentes. Los autores de uno
de ellos, el Diccionario del español usual en México, son conscientes de que el corpus
que sirve de fundamento para el diccionario se queda corto para reflejar la variedad
léxica interna del país (Lara: 1996):

Debido a las características de nuestra investigación, determinadas por el costo que


significaría efectuar una gran encuesta léxica nacional, los datos que registramos no dan
cuenta debida de esa variedad, por lo que el vocabulario regional que se encuentra en
estas páginas apenas representa un pequeño porcentaje de lo que realmente se habla en
nuestro territorio […] Les pedimos por ello a nuestros lectores que sean benevolentes con
nosotros en este aspecto […].

Los diccionarios integrales (o descriptivos) no comparan las palabras unidad a


unidad con una referencia externa, sino que se limitan a registrar un conjunto léxico
usual en su ámbito nacional; por tanto, su objetivo en el caso de los americanos no es
reunir americanismos, a diferencia de los de tipo diferencial (vid. supra), sino poner en
valor una variedad de la lengua que busca su definición dentro de unos límites
constreñidos políticamente a las fronteras nacionales:

Lo que queremos, […] es devolver a los hispanohablantes mexicanos el


vocabulario de su propia lengua, tal como se usa, para que en Europa, lo conozcan y
aprecien mejor. En cuanto a la gran comunidad hispanohablante, en América, Europa,

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Asia y África, lo que le ofrece el DEM es un vocabulario de uso mexicano que hace
evidente la unidad de la lengua por la que tanto nos hemos esforzado desde la época de
nuestras independencia, a la vez que muestra la riqueza derivada de un español arraigado
en la experiencia histórica de México, seguramente semejante a la variedad que se
encuentra en los otros veintiún países que forman la comunidad hispánica, y que
históricamente ha sido soslayada por el centralismo académico y la idea de la lengua a la
que ha dado lugar. (Lara 2010: 27).

El resultado de la compilación del léxico que hacen estos diccionarios


descriptivos da la impresión de que no se diferencia en una cuantía excesivamente
grande respecto al español general y también parece que la base léxica no marcada
presenta un alto índice de coincidencia entre diversas variedades del español
(apreciaciones subjetivas que precisan ser constatadas con estudios cuantitativos). En
cualquier caso, la diferenciación es sin duda menor de lo que podrían sugerir los
compendios de los diccionarios diferenciales.
El primer diccionario descriptivo del español, el Diccionario del español actual
(DEA) (Seco: 1999) es sin duda el más completo de los publicados en el ámbito hispano
hasta la fecha, está basado en las palabras «usadas por los españoles» (Seco 1999: XIII)
documentadas de 1955 a 1993, reúne unas 75000 entradas y es el único que aporta
exhaustivamente citas, renunciando a los habituales ejemplos sin paternidad constatable
de otras obras. Sin embargo, resulta chocante –también en la acepciones americanas de
la palabra (DRAE 2001 s. v. chocante)– que años después de su publicación no sea
tenido en cuenta por quienes anacrónicamente siguen afirmando que «el predominio
ideológico y prescriptivo de la Academia logró que cualquier otro diccionario integral
del español no fuera sino una refundición del académico, con algunos retoques» (Lara
2010: 18).
El DEA es un diccionario hecho con reflexión sobre sus propios límites. La
ambición de sus autores se ha orientado a refinar una técnica lexicográfica cuyo
resultado se muestra impecable. Se define como un diccionario descriptivo, sin más
intención normativa que la que es inherente a cualquier diccionario:

Es un diccionario descriptivo, no normativo. Esto no quiere decir que se abandone


sin más una de sus funciones –la orientación idiomática– que siempre han asignado los
hablantes a esta clase de obras. En realidad, ambos enfoques, descriptivo y normativo, no
son incompatibles (Seco 1999: XIII)

La orientación metodológica descriptiva ha dado lugar en México al Diccionario


del español de México (DEM), dirigido por Lara (2010) que se basa un corpus de textos
de este país, fundamentalmente de la época de 1921 a 1974 (Lara 2010: 20). Reúne unos
25000 vocablos. El diccionario, cuya concepción se fraguó en los años setenta del
pasado siglo, fue víctima –como otros proyectos de los setenta y los ochenta– de la
revolución informática que obligó a pasar de las papeletas a los archivos digitales
cuando su confección era aún un trabajo tedioso, lento y costoso. Los años invertidos en
la experimentación computacional con tarjetas perforadas, que pocos años después nos
resulta tan rudimentaria, fueron en detrimento de la producción lexicográfica, que

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pretendió justificarse con la publicación de breves diccionarios de compromiso que


desvirtuaron el enfoque descriptivo original y fueron adaptados para presentarse como
de utilidad para el uso escolar (Fajardo 2010: 339). Por otra parte, cabe preguntarse por
la validez del corpus en que se basa el diccionario –correspondiente a las décadas centrales
del pasado siglo– para presentarse como útil para describir el uso actual del español en
México.
Inspirado en el modelo de Lara, el Diccionario integral del español de la
Argentina (DIEA) (Plager: 2008) parte de un corpus de textos argentinos publicados a
partir de 1981, este sí rápidamente procesado, etiquetado y lematizado sin las fatigas de
los mexicanos. Sin embargo, al igual que el diccionario mexicano, tampoco pudo
mantener la «pureza» con la que surgió del corpus y debió recurrir a otros recursos para
ser completado: diccionarios de argentinismos, diccionarios generales, glosarios etc.,
con lo que las 15000 palabras que se obtuvieron del corpus se convirtieron de esta
forma en el diccionario en 40000 (Plager 2008: 12).
Es evidente que con ampliaciones y manipulaciones como estas, ni el DIEA ni el
DEM se pueden considerar diccionarios descriptivos en sentido estricto, porque los
corpus informatizados de los que parten sufren luego adaptaciones y ampliaciones más
artesanales que los invalidan metodológica y tipológicamente como descriptivos.
Algunos han podido ver en el DEM (2010) una intención normativa nacional. Los
recelos se pueden comprender tras comprobar las limitaciones del diccionario para
poder ser considerado estrictamente descriptivo y teniendo en cuenta que el director de
la obra se ocupó de los aspectos teóricos de la norma lingüística y se ha mostrado más
alineado con la idea de la construcción de una norma nacional que con propuestas
panhispánicas (Lara: 1976, 2007). En la misma narración que se hace en el prólogo
sobre la concepción del diccionario se cuenta cómo por iniciativa de cierto político se
propuso a El Colegio de México hacer un «Webster mexicano» para orgullo patrio.
Cuando el devoto erudito de Connecticut Noah Webster publicó en 1828 su An
American Dictionary of the English Language, daban su fruto los grandes proyectos
lexicográficos gestados en decenios anteriores y disfrutaban de libertad los nuevos
estados como México, pero emular concepciones lexicográficas del s. XVIII dos siglos
más tarde es, evidentemente, una ocurrencia con un origen más político que lingüístico.
En cualquier caso, en el prólogo del DEM se pretende neutralizar los resquemores que
la publicación pudiera causar entre quienes ven en ella un nuevo peligro de fractura de
la norma del español. Es cierto que en su prólogo se alude a la independencia nacional,
se critica el centralismo académico y se dirige a Europa «para que lo conozcan y
aprecien mejor», en referencia al español de México (vid. supra). Pero al mismo tiempo
muestra una actitud conciliadora, pues si bien por una parte afirmaba que pretende
«devolver a los hispanohablantes mexicanos el vocabulario de su propia lengua» –como
si no fueran los dueños de ella– por otra parte se repite el tópico de la adhesión a la
deseada unidad de la lengua española.

Lo que nosotros queríamos era un diccionario integral del español, basado en el uso
mexicano. No, como lo publicó alarmado el ABC de Madrid, para “dar nuestro grito de
independencia”, ahora lingüística, y producir un “cisma de la lengua española”, sino para

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corresponder a una lengua que, en México, está en el origen de nuestra nacionalidad y de


nuestra cultura, sin negar la siempre deseada unidad del español y también sin
menoscabar la rica actualidad de las lenguas indígenas. (Lara 2010: 18)

Sin embargo, al margen de declaraciones más o menos biensonantes, la cuestión


decisiva es el uso que se pretenda llegar a dar a este tipo de diccionarios: ¿se trata de
obras descriptivas o tienen finalidad normativa? En caso de extenderse su utilización en
una enseñanza obligatoria orientada a estandarizar una norma nacional ¿se podría
mantener que son una contribución al mantenimiento de la unidad de la lengua? Cuando
se critica el carácter «centralista» de los diccionarios académicos (rasgo más propio de
otras épocas que de la tendencia integradora de los últimos tiempos) ¿es conveniente
pretender sustituirlos por otros diccionarios centrados exclusivamente en unos límites
políticos nacionales? Las respuestas deben ser dos, pues dos son los polos entre los que
oscila la declaración de intenciones de estos diccionarios que se mueven en un margen
de cierta ambigüedad entre la reivindicación nacionalista y las loas a la unidad del
español. Si los diccionarios se plantean como descriptivos, sin pretender erigirse en
referencia normativa, son una interesante contribución para el conocimiento del uso
léxico del español dentro de unos límites fronterizos muy extensos. Si, por el contrario,
aspiran a convertirse en referencia normativa para su país, están sustituyendo un mal
(unos diccionarios, los académicos, que por carencias históricas y metodológicas
infrarrepresentaban a determinadas variedades del español) con otro mal mayor: unos
diccionarios que ignoran a las variedades que no se hablen dentro de sus fronteras
nacionales.
Es difícil que un diccionario se postule seriamente como una contribución
sustancial para que se consolide la norma nacional respecto al resto de los hablantes
externos a ella y que para guiarla logre sustituir a otros diccionarios de orientación más
panhispánica, presentándolos como ajenos, porque con ello se mostraría una actitud
anacrónica y abocada al fracaso por ser extraña a la globalización general, también
idiomática, que vivimos. En cualquier caso, de una cosa podemos estar seguros para
decepción de lexicógrafos: ningún diccionario va a provocar en el mundo actual un
«cisma de la lengua española».
Un buen diccionario no es necesariamente un producto del nacionalismo, ni el
hecho de haber sido compuesto «en casa» conlleva una garantía de éxito; se debe
competir en calidad y conseguirla es una tarea difícil, pues incluso editoriales con
tradición y fuerza empresarial se resienten ante la potencia y difusión de la oferta
académica.
Pero por otra parte, también es necesario mostrar cautelas ante el tradicional
otorgamiento del valor normativo a los diccionarios académicos, porque cuentan con un
prestigio heredado que se ha visto reforzado gracias a una creciente orientación
panhispánica; su modernización, su red internacional y los recursos a los que tienen
acceso, puede abocar a que la lexicografía académica monopolice algunos ámbitos de la
lexicografía del español.
Aunque la producción académica sea la referencia de la norma hispánica, ofrezca
calidad creciente y goce de difusión, el mantenimiento de la diversidad del trabajo

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lexicográfico en ámbitos diferentes, fundamentalmente en aquellos que tienen relación


con la investigación en el ámbito universitario, son a largo plazo una garantía de la
mejora constante a la que debe aspirar la Lexicografía como disciplina científica.

3. AVANCES EN LA CONFIGURACIÓN DE UNA NORMA PANHISPÁNICA

Una contribución fundamental para el avance en la definición de una norma


lingüística hispánica es el Diccionario de americanismos (DA) dirigido por López
Morales (2010). En la «guía del consultor», que precede al diccionario, se lo caracteriza
como «dialectal, diferencial, descriptivo, usual, descodificador y actual». No es un
diccionario normativo (en sentido prescriptivo) del español, pero el hecho de haberse
convertido en el diccionario de americanismos del español por antonomasia le otorga un
poder de referencia que indudablemente tendrá consecuencias en la configuración
normativa de nuestra lengua: documenta usos y con ellos realiza una selección, fija
significados con definiciones eficaces, adscribe las voces a niveles socioculturales o a
grupos sociales determinados, localiza su extensión geográfica... ¿No son estas tareas
propias de una obra lexicográfica de carácter fundacional? Una obra descriptiva como
esta, aunque se describa como un diccionario que no es normativo, puede tener sin duda
un efecto normativo y contribuir al conocimiento de la diversidad y extensión de las
voces, datos básicos a la hora de comenzar a definir el inventario léxico que guíe la
norma hispánica.
El límite de lo dialectal a que se atiene el Diccionario de americanismos responde
a un criterio puramente geográfico, no es un diccionario de dialectalismos de la lengua
española, sino de la lengua española en América; cierto es que al no pretender
establecer, como indica en la introducción, una comparación con el español de España,
sino con el español general, no existiría impedimento metodológico para que se hubiera
hecho un diccionario general de dialectalismos del español, reconociendo la igualdad
entre las distintas zonas hispanohablantes e introduciendo definitivamente la marca de
España o de sus zonas dialectales en la localización geográfica de las voces. ¿Qué
impide dar entrada a andalucismos o incluso a madrileñismos (ahora que también
tenemos un excelente nuevo diccionario diferencial, el Diccionario de madrileñismos?
(DM) (Alvar Ezquerra: 2011).
Los datos aportados por el DM serán fundamentales para conocer –y en su caso
corregir– el peso que en el DRAE se da al léxico propio de Madrid. Se encontrarán, sin
duda, palabras que siendo de uso exclusivamente madrileño aparecen sin marca en el
Diccionario académico, atribuyéndoles un falso uso general. Recurrentemente se han
formulado críticas contra la RAE por este hecho, aportando como único argumento
algunos ejemplos; ahora, sin embargo, lo que se proporcionan son datos para actuar en
consecuencia. Se podrán localizar geográficamente con la marca Madrid algunos falsos
generalismos del DRAE, pero también se podrá comprobar la abundancia de léxico
diferencial madrileño no recogido ni en esta ni en otras obras lexicográficas. Por otra

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parte, el DM aporta elementos para reflexionar sobre qué entienden por ‘Madrid’
quienes afirman que la norma que marca el DRAE se basa en el uso madrileño.
Comparando todos los diccionarios diferenciales del español de distintas zonas,
llegamos a la conclusión de que la creación de diccionarios de americanismos responde
a criterios que se basan en la tradición, en el sentido práctico, o en la simplificación de
una visión bipolar del español (español de España frente a español de América), pero no
en criterios exclusivamente lingüísticos, porque dar entrada, p. ej., a cubanismos y dejar
fuera a los canarismos puede servir para reducir el volumen de la obra, o para
enmarcarla dentro de la tradición lexicográfica que consiste en hacer diccionarios de
americanismos, no de dialectalismos generales del español), pero no a criterios
metodológicos: es difícil encontrar una justificación lingüística desde el momento en
que se renuncia a hacer la contrastividad del léxico con España y se hace con el español
general. En cualquier caso, estamos ante un diccionario de americanismos –el mejor sin
duda– y ese es su límite. Su presencia, por contraste, recuerda una vez más la
inexistencia de un correlato en forma de diccionario de regionalismos o de
españolismos que se ocupe de todas las regiones de España y que tenga un carácter
contrastivo respecto al español común, tarea compleja que deberá esperar a que se siga
trabajando en las distintas comunidades, tal como se ha hecho con éxito en Canarias,
Madrid, etc. Por tanto, para la definición de un inventario léxico que pueda constituirse
en base de la norma hispánica, sigue siendo una tarea necesaria unir estos datos del
Diccionario de americanismos a la enorme riqueza del léxico regional de España,
tratarlos con el mismo método y darles a todos ellos el peso que cuantitiva y
cualitativamente les corresponde.
La explicación de esta aparente contradicción del DA en cuanto a la referencia con
la que busca establecer la diferencia es probable que se deba buscar en el cambio
conceptual que se constata a lo largo de su elaboración: cuando se publicó en 2003 una
síntesis de su planta se afirmaba: «es un diccionario dialectal –del español de América–
y diferencial con respecto al español de España». (López Morales 2003: 115).
Posiblemente el impulso de la llamada política lingüística panhispánica, que cobró
fuerza públicamente a partir de 2004, propició que se pasara a hablar de un español
general, lo que se refleja en el cambio conceptual posterior, pues según se indica en
2010 (DA: XXXI) (la cursiva es nuestra):

El Diccionario de americanismos es diferencial con respecto al español general.


En el plano léxico se entiende por «español general» el conjunto de términos comunes a
todos los hispanohablantes (sol, cama, agua, comer…) –bastante más del 80 por ciento de
nuestro vocabulario-, independientemente de la variedad dialectal particular que se
maneje. No se trata, pues, de establecer la contrastividad con el «español de España»
como ha sido habitual hasta ahora.

Por otra parte, el DA es un diccionario «descriptivo» y registra el uso real sin


atender a lo que la norma recomiende por lo que da cabida a todo tipo de términos
malsonantes, tabuizados, vulgares, extranjerismos, neologismos, etc. Las formas
documentadas tienen prioridad sobre las consideradas correctas, de manera que si la

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(ISSN 2174-7245)
66 ALEJANDRO FAJARDO AGUIRRE

palabra está documentada solo en una forma, aparecerá así aunque vaya en contra de las
normas ortográficas, puesto que el diccionario «no es normativo».
Sin embargo, ya hemos señalado lo que es bien sabido: el diccionario per se
contribuye a la fijación y difusión de formas por el simple hecho de registrarlas, si una
forma documentada tiene prioridad sobre la forma correcta, se está dando el primer paso
para su generalización, ya que cualquier forma documentada prevalece sobre la
supuestamente correcta pero no documentada, como se demuestra desde las primeras
documentaciones históricas de la lengua.

4. CONCLUSIONES

Durante mucho tiempo, en el ámbito de la lexicografía no se han experimentado


avances significativos en un diálogo fructífero para la configuración de una norma
aceptada por consenso, lo habitual han sido las especulaciones y las tópicas
declaraciones retóricas sobre las bondades de la unidad de la lengua, mientras que las
críticas, argumentadas o airadas, referidas a la norma dictada por la Academia muy
pocas veces fueron tenidas en cuenta.
En las últimas ediciones del Diccionario, la Academia ha avanzado de manera
positiva, aunque con lentitud y sin abordar los problemas de fondo: se ha dedicado
sobre todo a ir aumentando cuantiosamente, pero de manera asistemática, el número de
voces con marcas geográficas americanas. Mientras tanto, la reacción de quienes se han
sentido desatendidos por los encargados de definir la norma común ha producido en los
últimos años algunas obras que se pueden valorar positivamente por su aporte de nuevos
datos para el conocimiento de la realidad del léxico español en determinadas regiones,
pero su uso como alternativa normativa nacional difícilmente llegaría a tener éxito, caso
de plantearse, pues al prestigio de la lexicografía académica y a la progresiva mejora de
su calidad se suma su influencia global y la accesibilidad gratuita a través de Internet.
Pero esta posición de absoluta preeminencia que mantiene la lexicografía
académica, no debería impedir que estas instituciones lingüísticas se adapten, no solo
técnicamente, a la realidad actual del español. Para lograrlo, es necesario replantearse
hasta cuándo puede el Diccionario académico seguir siendo un modelo normativo
válido, con su viejo esqueleto ya veintidós veces remozado.
La constancia en el trabajo común en la Asociación de Academias de la Lengua
Española puede hacer avanzar la configuración de una norma hispánica aceptable para
todos con mayor o menor dificultad, pero sin reticencias y resquemores que deberían ser
superados. La publicación del DA es trascendental, porque su enfoque novedoso debería
obligar a la lexicografía académica a profundizar en la política lingüística panhispánica
y a redefinir la norma léxica del español actual. El uso de la lengua solo puede ser
pluricentrista, es decir, reflejar la variación real existente, pero la norma prescriptiva
necesita para ser eficaz una referencia unívoca que sin rechazar unos usos locales ni
priorizar otros (tampoco el de España) difunda los mayoritarios y consensuados como
una referencia normativa. Para ello, sigue siendo necesario describir los usos peculiares
y la lexicografía diferencial tiene aún tarea por delante, aunque el trabajo realizado para

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el DA será sin duda una base sólida para su desarrollo en los próximos años. Por otra
parte, la lexicografía integral tiene su propio campo de trabajo para ayudar a conocer el
uso real de las regiones, siempre que se base en corpus reales sin manipular, pero para
ser creíble no puede venderse sin más como escolar, atendiendo a intereses comerciales
o prácticos, porque los diccionarios necesitan para cumplir esta función una
reelaboración del corpus base que los invalida científicamente como diccionarios
descriptivos.
No hay que olvidar que, mientras la redefinición de la norma toma cuerpo en una
nueva forma lexicográfica, los hablantes buscarán en el diccionario una referencia
necesaria de autoridad. Si la vieja norma no es sustituida por una alternativa
convincente y aceptada, se facilitará la extensión de los usos divergentes, es decir, de las
norma nacionales, que tenderán a consolidarse a costa de ir borrando las variedades
menos potentes dentro de su ámbito de influencia regional. No hay una norma
pluricéntrica, sino distintas normas nacionales, el uso sí es pluricéntrico, pero la norma
que aspire a cumplir una función válida para todos debe ser unívoca, no focalizada y
supranacional. La alternativa «norma nacional versus norma panhispánica» se debería
plantear como una construcción de la norma desde las variantes nacionales hacia la
norma panhispánica, no como una contienda de unas normas contra otras, etapa que
debería ser definitivamente superada. Desde la perspectiva lexicográfica, en los
próximos años comprobaremos en qué medida la norma lingüística panhispánica se
concreta en nuevas obras aceptadas como referencia o se queda en un compromiso
utópico.
Mientras tanto, las reflexiones de Julián Marías al respecto nos recuerdan lo sutil
de la frontera entre el uso y la norma y la facilidad con que una cosa puede trasformarse
en la otra:

Lo decisivo es el uso, no la vieja norma purista, pero cuando se ha dicho esto, que es
verdad, se cae en la cuenta de que el uso es normativo (Marías 2000: 293)

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© Bonifacio Rodríguez Díez

DEL LATÍN AL ROMANCE EN ESPAÑOL: LA EVOLUCIÓN DEL GÉNERO


*
EN LOS PRONOMBRES

BONIFACIO RODRÍGUEZ DÍEZ


Departamento de Filología Hispánica y Clásica
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de León
Campus Universitario de Vegazana
24071 León

En este trabajo, el autor se centra en un ámbito muy concreto de la evolución del género en el paso
del latín al español: la evolución del género neutro en los pronombres. Los pronombres y los adjetivos,
a diferencia de los sustantivos, conservan los tres géneros latinos (masculino, femenino y neutro).
Puesto que en el sustantivo solo existen dos géneros, el autor parte de la premisa de que el neutro de los
adjetivos y pronombres no puede ser reflejo de la concordancia con el sintagma nominal. El neutro
romance puede convertirse así en objeto de estudio independiente del masculino y femenino. Después
de exponer un listado de catorce formas neutras en español, estas se agrupan en cuatro situaciones
diferentes de ‘neutro’ a partir de las cuales se analizan las diferentes sustancias conformadas bajo esta
etiqueta: (a) Neutro de pronombres heredero de la situación general de los adjetivos latinos (tipo ILLE,
ILLA, ILLUD> él, ella, ello, etc.); (b) Indefinidos existenciales (alguien, alguno, algo); (c) Ciertos tipos
de leísmo (le, la, lo: “al niño le vi” / “el zapato lo compré”) que opone en el C.D. masc. los valores “no
personal”/ “personal”; y (d) Un leísmo extendido en la zona leonesa centro-oriental, hablas cántabras y
ámbitos rurales de las dos Castillas que conforma los valores “contable”/ “no contable” (neutro de
materia).

Palabras clave: Latín, Lenguas romances, género neutro, pronombres.

*
Este artículo, que se publica de forma póstuma, y que ha sido revisado y preparado para la
imprenta por Mª C. Egido Fernández, profesora del Departamento de Filología Hispánica de la
Universidad de León, era parte de un proyecto más amplio cuyo autor, el profesor D. Bonifacio
Rodríguez Díez, muerto prematuramente a finales del año 2003, no pudo ver finalizado. El
Secretariado de Publicaciones de la Universidad de León ha aceptado para la publicación un
libro, con la parte principal de la investigación [B. Rodríguez Díez, El género: del latín al
español. Los nuevos géneros del romance], en el que se consideró que no se debía incluir el
capítulo correspondiente al pronombre, por no estar completamente terminado. No obstante,
Contextos ha creído que este bloque forma una unidad que, aunque contenga lagunas, tiene
suficiente entidad como para editarse y honrar así, de nuevo, la memoria de su autor.
Contextos, XXI-XXII/41-44, 2003-2004 (págs. 19-117). ISSN: 0212.6192
20 Bonifacio Rodríguez Díez

In this study, the author focuses on a very specific area concerning the evolution of the gender in its
transition from Latin to Spanish: the evolution of gender–neutral pronouns. Pronouns and adjectives
contrary to nouns maintain the three Latin genders (masculine, feminine and neutral). Given that for
nouns there only two genders are available, the author bases his hypothesis on the fact that the gender
neutral of adjectives and pronouns can not be a reflection of the agreement with the nominal phrase.
Thus, the gender - neutral in Romance languages can be the object of a study which is independent of
the masculine and feminine genders. After presenting a list of fourteen neutral forms in Spanish, they
are grouped into four different conditions of “neutral” according to the different essences that
correspond to the label and are analysed. (a) Gender–neutral pronouns which are heir to the general
situation of Latin adjectives (of the type ILLE, ILLA, ILLUD> él, ella, ello, etc.); (b) Indefinite
existential pronouns (alguien, alguno, algo); (c) Some types of leísmo (le, la, lo: “al niño le vi” / “el
zapato lo compré” which differentiates, in the masc. direct object, the personal / non personal values;
and (d) An extended version of leísmo which is used in the central-eastern area of León, Cantabrian
dialects and rural areas of both Castilla La Mancha and Castilla y León and which incorporates the
countable/ uncountable values (neutral material)

Key words: Latin, Romance Languages, Gender-neutral , Pronouns

1. Introducción
Con el título “La evolución del género en los pronombres”, se pretende
abordar otro ámbito de la evolución del género en el paso del latín a las
lenguas romances y, en concreto, al español. Como se verá, el estudio de la
evolución del género en los pronombres se va a reducir y concretar en la
evolución del género neutro, entendido éste de forma general, es decir,
como etiqueta gramatical que puede incluir —e incluye— variadas
sustancias conformadas.
Ciertamente, en la evolución del género de los sustantivos del latín a las
lenguas romances se pasa de tres géneros —masculino, femenino y
neutro— a dos —masculino y femenino—, con las implicaciones o
peculiaridades que se advierten en el mantenimiento de los neutros plurales.
Éstas, como se ha señalado, afectan a aspectos morfonológicos del
significante y, en mayor medida y de variadas formas, a novedades en el
significado, concretadas en la aparición en romance de nuevas sustancias
conformadas por el género, además de la consabida de “sexo”.
Sin embargo, en el ámbito de los adjetivos sí se conservan los tres
géneros latinos y también en los, así llamados, pronombres1. Ahora bien,

1
La etiqueta de ‘pronombre’ se halla instalada en la tradición académica y ofrece al mismo
tiempo una facilidad y libertad de uso, pero también una cierta ambigüedad. Bien es cierto que
en la gramática tradicional (p. ej.: BELLO & CUERVO 1847/1964, RAE−1931, RAE−Esbozo,
FERNÁNDEZ RAMÍREZ 1951) y también en autores más modernos (ROCA PONS 1960/70, ALCINA
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 21

habida cuenta de que en el sustantivo español sólo existen dos géneros,


masculino y femenino, el neutro de los adjetivos y de los pronombres no
puede ser reflejo de la concordancia con el núcleo del sintagma nominal,
categorialmente sustantivo, que sólo posee masculino o femenino2. He aquí
la segunda gran diferencia —la primera es el carácter fijo del género del
sustantivo latino— entre el género romance y el género latino: en romance
el neutro del adjetivo y —de los pronombres— no refleja el acuerdo
sintagmático con el sustantivo. Se convierte así el neutro romance en objeto

FRANCH & BLECUA 1975, etc.) se estudia el pronombre, si no siempre como una clase funcional
—de la que los lingüistas modernos se cuidan de precisar sus diferentes funciones—, sí en un
capítulo en el que se engloban ‘personales’, ‘posesivos’, ‘demostrativos’, ‘relativos’ e
‘indefinidos’. Si bien nosotros consideramos que el pronombre es una clase no funcional y, por
lo tanto, no ha lugar a hablar de ‘pronombres’ en una gramática funcional (salvo que nos
refiramos sólo a los ‘personales’), pensamos, por otro lado, que es útil mantener y utilizar esta
etiqueta en virtud de su designación extensional, unida a la tradición gramatical y académica de
la misma. Ciertamente, el pronombre es una categoría semántica, si bien no todos los lingüistas
lo concretan de la misma manera. En efecto, ciertos lingüistas han afirmado que el significado
de los pronombres (personales, demostrativos, posesivos, etc.) —también llamados ‘sustitutos’
por algunos— es ‘ocasional’. Este planteamiento viene avalado por la tradición gramatical que
consideraba al pronombre un ‘nomen vicarium’ (la άντωνυμία de los griegos). A la opinión del
carácter ‘ocasional’ del significado de los pronombres se adhiere A. Mª. Barrenechea en la
conclusión de su estudio sobre el pronombre, en el que revisa las distintas opiniones al respecto
(BARRENECHEA 1962/69: 70), destacando la defendida en el dominio hispánico por A. Alonso y
P. Henríquez Ureña (ALONSO & HENRÍQUEZ UREÑA 1938−39: I, 227). Sin embargo, L.
Hjemlslev, que se plantea el problema en su artículo “La naturaleza del pronombre”, no llega a
tal extremo, afirmando lo siguiente: “Una simple observación de los hechos muestra, en efecto,
que el único contenido positivo que se puede encontrar en un pronombre es el que se encuentra
de ordinario en los morfemas. El contenido positivo del pronombre es puramente morfemático”
(HJEMLSLEV 1959/72: 255).
2
J.A. Martínez afirma lo siguiente: “El género no ofrece en castellano especiales dificultades. A
no ser en lo que atañe al ‘neutro’ […] sobre todo porque acumula especiales características: el
‘neutro’ no es sólo morfema sino a la vez un transpositor (sustantivador o adverbializador): y,
así, prácticamente sólo existe en el ámbito de la reproducción, en la concordancia heteronexual,
es decir, en combinación con sustitutos” (MARTÍNEZ 1977/94: 185–186). Ciertamente, algunos
pronombres pueden funcionar, aislados, como núcleos del sintagma nominal, en cuyo caso
podrán llevar el artículo o términos adyacentes concordando. Los casos en que, por ejemplo, un
adjetivo neutro concierta con un pronombre neutro son estadísticamente escasos. Se trataría de
ejemplos como los siguientes: Eso rojo me gusta más. Para el verano prefiero algo cálido. En
estos casos cabe discutir sobre el carácter de adyacentes nominales de rojo y cálido, si bien
siempre queda el recurso a la aposición.
22 Bonifacio Rodríguez Díez

de estudio en cierto modo independiente del masculino y del femenino,


claramente definidos en el dominio de los sustantivos.
Una primera labor, de alguna manera preteórica, es advertir qué formas
podemos considerar neutras (la mayoría de las cuales son identificadas así
en nuestras gramáticas al uso), para luego abordar, en su lugar, los
concretos valores de sustancia que se esconden o conforman bajo la
etiqueta de ‘neutro’3. He aquí un listado de formas neutras en español:

1) El artículo: el / la // lo.
2) El personal tónico de tercera persona: él / ella // ello.
3) El personal átono de tercera persona: [lo], lo, la, los, las
(‘implemento’ o ‘complemento directo’) / [le], le, les (‘complemento’
o ‘complemento indirecto’) // lo (‘atributo’).
4) Adjetivos de tipo I —calificativos—, más ordinales y posesivos
(sustantivados, sin marcas específicas propias): el bello / la bella // lo
bello, el cuarto / la cuarta // lo cuarto, el mío / la mía // lo mío.
5) Adjetivos del tipo II —determinativos— con marcas específicas
(demostrativos): este / esta // esto, ese / esa // eso, aquel / aquella //
aquello.
6) Adjetivos del tipo II (indefinidos gradativos, intensivos y otros) sin
marcas específicas (éstas pueden ir hechas explícitas por medio del
artículo): más / lo más, mucho / lo mucho; otro (esto otro, lo otro),
uno (lo uno y lo otro).
7) El identificativo mismo (explicitado por medio del artículo): lo
mismo.
8) Relativos con artículo (sin marcas específicas): el que / la que // lo
que, el cual / la cual // lo cual.
9) El relativo indefinido cuanto (en concordancia, en contexto de género
neutro, sin marcas específicas y sin artículo).
10) El demostrativo indefinido tanto (en concordancia, sin artículo,
salvo la lexía por lo tanto).
11) El indefinido todo (en concordancia: todo ello, todo lo bueno).
12) Ciertos indefinidos existenciales: alguien / alguno // algo (ant. al),
nadie / ninguno // nada.

3
Vid. a este respecto nuestro trabajo, RODRÍGUEZ DÍEZ 1996: 638−646.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 23

13) Algunos relativos e interrogativo−exclamativos: quien / que, quién /


qué.
14) En ciertos tipos de leísmo: le / la // lo: al niño le vi / a la niña la vi −
la casa la vi // el zapato lo compré.

Dentro de este listado se pueden distinguir, de antemano, cuatro


situaciones o casos diferentes de neutro:

1ª. La primera situación es la constituida por los once primeros casos. Se


trata del neutro de adjetivos y pronombres claro heredero de la situación
general de los adjetivos latinos (del tipo BONUS, −A, −UM > bueno,
buena, bueno): adjetivos de tipo I (o calificativos), más posesivos,
ordinales, etc., sin marcas específicas; y de buena parte de los
pronombres (del tipo ILLE, ILLA, ILLUD > él, ella, ello): personal de 3ª
persona y demostrativos, con marcas específicas4.
El neutro español es en estos casos heredero del latino y en principio
sólo hemos de señalar que en numerosos casos lo encontramos en
sincretismo con el masculino singular. La causa de este sincretismo se
halla en la confusión latino−vulgar del masculino y el neutro en el caso
acusativo, étimo generalizado de las formas romances.

2ª. La segunda situación la representan los indefinidos existenciales


(alguien / alguno // algo (ant. al), nadie / ninguno // nada). Estas
unidades —denominadas pronombres indefinidos en las gramáticas al
uso— incorporan características categoriales peculiares y diferencias de
sustancia de contenido ‘neutro’ de diverso tipo: “abstracto” / “concreto”
y “no personal” / “personal”, establecidas a través de una especie de
supletivismo en la expresión.
Un caso análogo a los indefinidos existenciales, pero limitado a la
oposición de los valores de “animado” / “inanimado” (o “personal” /

4
A los que hay que añadir la nueva categoría romance del artículo: el, la, lo (de ILLE, ILLA,
ILLUD, salvo en las zonas en que procede de IPSE, IPSA, IPSUD). El artículo en español es —
conforme a una descripción funcionalista—un morfema nominal que puede referir por efecto de
la concordancia, pero con formantes específicos, la triple distinción genérica de adjetivos y
pronombres (vid. infra, § 1.1.2.1).
24 Bonifacio Rodríguez Díez

“no personal”), es el que establecen algunos relativos e


interrogativo−exclamativos: quien / que, quién / qué.

3ª. La tercera situación está ligada a ciertos tipos del fenómeno que las
gramáticas denominan leísmo (le / la // lo: al niño le vi / a la niña la vi −
la casa la vi // el zapato lo compré) en que se establece en el referente
pronominal del implemento (C.D.) masculino una oposición “no
personal” / “personal”.
Este fenómeno del leísmo puede aparecer de hecho junto al laísmo
(motivación en el complemento (C.I.) de la oposición ‘masculino’ −
“macho” / ‘femenino’ − “hembra”: al niño le di un libro / a la niña la di
un libro) y también junto al loísmo tradicional (fenómeno que, en
principio, supone una mera sustitución formal —no motivada— de le
por lo, o les por los en el complemento (C.I.): al[os] señor[es] lo / los
gusta el vino).
Pero además, en ciertas zonas castellanas de leísmo generalizado
puede aparecer un nuevo loísmo (diferente del no motivado tradicional),
éste sí motivado, con los valores generales del neutro español,
“abstracto” / “concreto”: a eso no lo doy importancia / a ese informe no
le doy importancia.

4ª. Finalmente en zonas del leonés central y oriental, en las hablas


cántabras y en buena parte de ámbitos rurales de las dos Castillas se
advierte la aparición de un leísmo de “contable” / “no contable”, es
decir, donde se conforma el, así llamado, neutro de materia, como se
verá más adelante5.

5
Vid. infra¸ § 1.2.3.2.3. El, así llamado, ‘neutro de materia’ opone lo “no−contable” a lo
“contable” (o lo “continuo” a lo “discontinuo”), que en el dominio lingüístico iberorrománico
más cercano —en ciertas zonas del leonés central— no se halla relegado a los referentes
pronominales sino que está presente en los adjetivos de tipo I (calificativos), p. ej.: buenu
(mozu...) / buena (moza...) / bueno (xente…, maíz…) // buenus [−os] (mozus [−os]…) / buenas
(mozas…).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 25

2. Del neutro latino al neutro romance


Como resumen —y a falta de datos más concretos— podemos afirmar, en
lo que se refiere al neutro latino —desmotivado en el ámbito de los
sustantivos—, que seguiría motivado en el ámbito de los pronombres.
Ahora bien, desde el último indoeuropeo y a lo largo del latín el valor o
sustancia conformada por el neutro de los pronombres se iría desplazando
desde la designación de lo “inanimado” hacia la designación de lo
“abstracto”, tal como ya se constata en la mayoría de los romances, en
concreto, en español. En este sentido han de interpretarse las siguientes
afirmaciones de G.H. Grandgent: “En los pronombres, las formas neutras se
conservaron para expresar una idea indefinida: hoc, id, ipsum, illud o illum,
quid, quod. Las formas neutras de los adjetivos tuvieron un uso parecido:
en las primeras fases de las lenguas romances hallamos frases indicadoras
de construcciones del latín vulgar tales como *mihi est grave quod ille non
veniat, etc.”6.
Estas afirmaciones de G.H. Grandgent nos vienen a confirmar que, si no
en el latín vulgar, sí en el protorromance, la vieja sustancia conformada por
el neutro indoeuropeo, la de “inanimado”, se había desplazado en buena
parte de la Romania hacia la designación de lo “abstracto”7. Esta
constatación y el hecho de que el neutro conservado en romance esté ligado
al dominio de los pronombres (junto al artículo y a adjetivos sustantivados)
nos llevan a cambiar el orden expositivo habitual en el tratamiento de la
evolución del género, en general, y de los diversos géneros, en particular.
Es decir, a plantear como primera cuestión la relativa a la sustancia (o
sustancias, en su caso) de contenido referidas por las formas neutras en
romance, en concreto, en español.

2.1. Sustancia conformada por el neutro en el romance español


La tradición gramatical ha asimilado a todos los efectos el neutro
romance, en concreto del español, con el neutro latino y griego, e incluso
con el neutro de otras lenguas no románicas de nuestro entorno, por

6
GRANDGENT 1907/70: § 350.
7
Ya hemos señalado que en algunas zonas de la Península Ibérica pasó a designar lo “no
contable” o “continuo”.
26 Bonifacio Rodríguez Díez

ejemplo, el alemán o el inglés. Sin embargo, las diferencias de sustancia


son claras.
El esquema sublógico general del género en indoeuropeo era en todo
aplicable al género de los sustantivos en latín, salvo que ya en latín clásico
el género neutro era inmotivado en los sustantivos8. Pues bien, si ahora se
pasa a considerar el esquema del género del español se puede ver que el
esquema sublógico general es coincidente con el descrito para el
indoeuropeo y las otras lenguas mencionadas, con la particularidad de que
en español, obviamente, este modelo o esquema está limitado −−con
formantes explícitos−− al artículo y a ciertos pronombres:

‘NEUTRO’ [marcado] ‘NO NEUTRO’


‘femenino’ [marcado] ‘masculino’
‘artículo’ lo la(s) el(os)
‘pers. tónico de 3ª pers.’ ello ella(s) él(los)
‘demostrativo’ esto, etc. esta(s), etc. este(os), etc.
‘adjetivo calificativo’ blanco blanca(s) blanco(s) [sincretismo]
‘pers. átono de 3ª pers.’ lo / le (C.D. / C.I.) la(s) / le(s) lo(s) / le(s) [sincretismo]

Este esquema sublógico es coincidente con el que se propone para el


indoeuropeo y otras lenguas. Véase, por ejemplo, el caso del inglés9:

8
Vid. RODRÍGUEZ DÍEZ (En prensa-b): § 2.2.
9
Y de forma análoga para el alemán:

‘NEUTRO’ [marcado] − ‘NO NEUTRO’ − “animado”


“inanimado”
‘femenino’ [marcado] − “hembra” ‘masculino’− “macho”
es sie er
was wer (relativo-interrogativo)
etwas jemand
nichts niemand
jedes jede (fem.), jeder (masc.)
etc.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 27

‘NEUTRO’ [marcado] − “inanimado” ‘NO NEUTRO’ − “animado”


‘femenino’ [marcado] − ‘masculino’ − “macho”
“hembra”
it she he
what who (relativo)
wich who (interrogativo)
something somebody, someone
anything anybody, anyone
nothing nobody, no one
everything everybody, every one
etc.

Sin embargo, hay diferencias fundamentales. En inglés, lengua en la cual


el género —la triple distinción genérica— queda reducido al ámbito de
ciertos pronombres, la sustancia de contenido conformada por la oposición
‘neutro’ / ‘no neutro’ es la de “animado” / “inanimado” o, quizás mejor, de
“personal” / “no personal”, con las lógicas excepciones o transiciones. Así
lo plantea O. Jespersen cuando señala que “una distinción entre lo que está
vivo y lo que carece de vida, o entre lo animado y lo inanimado, o a veces
entre lo humano y lo no humano, lo personal y lo no personal (cosas que no
siempre es fácil diferenciar) figura en las gramáticas de muchas lenguas, a
veces en relación muy estrecha con el género y el sexo, otras veces
independientemente de ellos”10, y propone como ejemplo más claro de esto
el caso de los pronombres del inglés. Véanse algunos ejemplos:
Where’s your brother? He’s in Paris
My sister’s very strong; she can swim 5 miles
Where’s your car? It’s in the garage
What a sweet puppy! Is it a he or a she?

Sin embargo, la situación en el castellano, en los casos que se han


mencionado es muy distinta. Obsérvese:
(A) la / esta niña la vi ayer
(A) el / este niño lo vi ayer
La / esta silla la rompí ayer
El / este sillón lo rompí ayer

10
JESPERSEN 1924–68/75: 279.
28 Bonifacio Rodríguez Díez

En efecto, si bien la oposición ‘masculino’/‘femenino’ hace referencia al


“sexo”, el ‘neutro’ no es coincidente en español con una oposición del tipo
“animado”/“inanimado” o “personal”/“no personal”. ¿Cuál es la sustancia
conformada por el neutro español?
Si se repasa la bibliografía al uso se pueden encontrar las siguientes
descripciones de la misma:

El neutro pronominal nos sirve, en español, para designar objetos que no conocemos
bien o nos interesa considerar de un modo poco preciso y también para reproducir
un conjunto de objetos no personales, hechos expresados en oraciones y el predicado
nominal11.

Suele referirse a lo inespecificado o indeterminado, a un conjunto de cosas


heterogéneas, situaciones o acciones que, por economía (lingüística o psíquica), o se
renuncia a (re)formular, o por carencia de léxico no se sabe, o con fines elusivos
(eufemismo, tabú) no se quieren conformar de otro modo lingüístico12.

En género neutro se emplean en castellano el adjetivo y el pronombre, cuando


significan lo genérico y lo abstracto13.

En la referencia más amplia al respecto, S. Fernández Ramírez señala que


el neutro

realiza una mención inconceptual. Mediante ella, el objeto de esta mención queda
innominado, inclasificado, dentro del sistema de conceptos en que se organiza la
realidad, o más bien señalado por un concepto general que es válido para todos los
objetos posibles. Como en los otros casos ya examinados por nosotros, el neutro... se
presenta como un instrumento cómodo, apto para una mención provisional o
hipotética, o dirigida a una realidad compleja y de conceptuación difícil, o que no se
conoce enteramente, etc.14.

11
ROCA PONS 1960/70: 212.
12
MARTÍNEZ 1977/94: 191.
13
RAE−Esbozo: § 10 b.
14
FERNÁNDEZ RAMÍREZ 1951: § 188.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 29

S. Mariner, después de precisar y matizar la expresión de S. Fernández


Ramírez, ‘mención inconceptual’, concreta que la oposición ‘neutro’ / ‘no
neutro’ opone los siguientes valores semánticos:

desindividualización (indeterminación, abstracción, colectivización, etc., matices


distintos según los semantemas y según el contorno de cada decurso) /
individualización (determinación, concreción, etc., de acuerdo con las mismas
circunstancias de vocabulario y de realización sintáctica)15.

Este neutro, el del español, cuyos valores así se han descrito, según la
bibliografía más explícita al respecto, es o coincide con el ‘neutro
conceptual’ que denomina O. Jespersen y que describe así: “Podría decirse
que se trata del neutro real, conceptual o universal frente al neutro concreto
o especificado que se emplea en inglés cuando se dice it para hablar de una
casa o de un gusano... y al neutro arbitrario que tenemos, cuando en alemán
empleamos es para referirnos a una Haus o Mädchen”16.
Una vez descrita la sustancia conformada por el neutro en español, se
podría concretar más el esquema sublógico del género en español, que se
proponía más arriba:

‘NEUTRO’ − ‘NO NEUTRO’ − “concreto”


“abstracto”
´FEMENINO’ − “hembra”, etc. ‘MASCULINO’ − “macho”, etc.
lo la(s) el(os)
ello ella(s) él(los)
esto, eso, aquello esta(s), esa(s), aquella(s) este(os), ese(os), aquel(los)
etc.

La naturaleza de esta sustancia conformada por el neutro español justifica


o explica alguno de los corolarios de tipo formal o sintagmático que lo
caracterizan.
El corolario más inmediato que se infiere de la naturaleza de la sustancia
conformada por el neutro español es que no tiene plural, a diferencia, por

15
MARINER 1973: 34.
16
JESPERSEN 1924–68/75: 287. Este neutro podemos considerarlo próximo al das grosse
Neutrum der Natur (el gran neutro de la naturaleza), que cita SPITZER 1922, el propio de frases
como ingl. it rains, al. es regnet, dan. det regner, fr. il pleut (cit. por JESPERSEN 1924–68/75:
287).
30 Bonifacio Rodríguez Díez

ejemplo, del neutro del latín, del griego o del alemán. Obviamente, porque
es un neutro distinto. De ahí que los ‘numerales’, que, como su propio
nombre indica, expresan “número”, no tengan neutro. El carácter
“abstracto” del neutro español impide la concreción que supone el número,
a diferencia de lo que ocurre en las lenguas citadas17.
Es indudable que existe una gran proximidad entre el ‘neutro de materia’
y el ‘neutro conceptual’ español18. En efecto, podemos considerar que el
ámbito o dominio de lo ‘neutro’ forma un continuum en el que ambos
valores, lo “abstracto” y lo “no contable” o “continuo”, son contiguos y
gozan, al menos, de una característica formal o gramatical común, la
ausencia de plural19. Esto se podría representar así:

‘no plural’ ← → ‘plural’


|__________////__________________///_____________________//___________________/_________|
“abstracto” //// “concreto” “no cont.” /// “contable” “inanim.”// “animado” “no pers.” / “personal”

O bien, utilizando el modelo de esquema que venimos manejando, de la


siguiente manera:

17
B.L. Velleman en su ‘Nota’ parte del siguiente estado de la cuestión a la hora de plantearse el
estudio del neutro: “En general, los gramáticos han considerado el neutro eso, lo que como
singulares y gramaticalmente lo son (eso es bueno; lo que me gusta). Sin embargo,
semánticamente vale más considerar el ‘neutro’ como ‘neutro’, no en género, sino en número.
La tesis que intentaremos demostrar en la discusión que sigue es ésta: los neutros lo que y eso
corresponden semánticamente a una noción de masa, mientras que el (la) que y ése (ésa)
seleccionan de entre entidades contables previamente identificadas en cuanto a sus
características masa. La idea de identificación de masa del neutro ayuda a explicar 1) la falta de
formas neutras en el plural, y 2) la imposibilidad de referencia personal de los neutros”
(VELLEMAN 1979: 307). Señala también que saber selecciona no contables y conocer, contables.
Ciertamente, los no contables no tienen plural; ahora bien, en el caso del neutro español es, a
fortiori, su valor de “abstracto” lo que conlleva que el neutro conceptual español carezca de
plural.
18
De ello es consciente F. Klein−Andreu cuando afirma que “[el neutro propuesto aquí] permite
interpretar el ‘neutro de materia’ como una explotación adicional de un mismo significado
básico —el de ‘deixis imprecisa’—existente ya en el neutro del castellano” (KLEIN−ANDREU
1981a: 293).
19
Este continuum podría completarse incluyendo otras nociones aparentemente ‘no neutras’: el
número (“singular” / ”plural”) y la oposición genérica “masculino” / ”femenino”. Vid.
HJELMSLEV 1956/72: 327.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 31

“ABSTRACTO” “CONCRETO”
“No plural” “NO CONTABLE” “CONTABLE”
“Plural” “inanimado” “animado”
“no “personal”
personal”

Todas estas nociones serían concreciones de lo que se llama ‘neutro’


gramatical, que cada lengua segmenta a su manera. Obviamente, no todas
se dan simultáneamente en la lengua, aunque todas están relacionadas. En
concreto, quizás se pudiera precisar más señalando que, de la misma
manera que lo “animado” y lo “personal” están muy próximos
conceptualmente y en la práctica apenas se distinguen —como señalábamos
arriba—, de forma parecida podría ocurrir con lo “abstracto” y lo “no
contable”.
En este sentido, quizás se pueda aventurar que el ‘neutro conceptual’ del
español no es ajeno al ‘neutro de materia’, presente con mayor vitalidad en
los dialectos asturianos y cántabros y relegado a referencias anafóricas en
amplias zonas de la meseta castellana, como se acaba de ver. Precisamente,
el neutro de materia, según los autores señalados, puede explicar muy bien
el inicio de las transformaciones del sistema de los átonos que luego han
dado lugar a los fenómenos de leísmo, laísmo y loísmo, que se verán más
adelante20.

2.2. La presencia del neutro en adjetivos y pronombres


Como se señalaba arriba la presencia formal del neutro en adjetivos y
pronombres adopta dos formas fundamentales:

1ª) El neutro presenta formantes propios, que lo diferencian del


masculino y del femenino. Así se presenta en las siguientes
categorías:

−Artículo: el / la // lo.
− Personal tónico de tercera persona: él / ella // ello.

20
Vid. infra, § 1.2.3.
32 Bonifacio Rodríguez Díez

− Demostrativos (que son una clase de adjetivos del tipo II,


determinativos, según la gramática tradicional): este / esta
// esto, ese / esa // eso, aquel / aquella // aquello.

2ª) El neutro se encuentra en sincretismo con ‘masculino’ +


‘singular’. Tal es el caso de las siguientes categorías:

− Adjetivos de tipo I (calificativos), más ‘ordinales’ y


‘posesivos’ (sin marcas específicas propias, que pueden
hacer totalmente explícita su condición de neutros por
efecto del artículo): el bello / la bella // lo bello, el cuarto /
la cuarta // lo cuarto, el mío / la mía // lo mío.
− Algunos adjetivos de tipo II (determinativos), como los
indefinidos (indefinidos ‘intensivos’, ‘gradativos’ y otros)
sin marcas específicas (éstas pueden ir hechas explícitas
por medio del artículo): mucho / lo mucho, más / lo más;
otro (esto otro, lo otro); uno (lo uno y lo otro); el
indefinido todo (en concordancia: todo ello, todo lo bueno);
el relativo indefinido cuanto (en concordancia, en contexto
de género neutro, sin marcas específicas y sin artículo), el
demostrativo indefinido tanto (en concordancia, sin
artículo, salvo la lexía por lo tanto).

A continuación vamos a revisar varias situaciones sintagmáticas en que


se encuentran los adjetivos neutros.

2.2.1. Lo + ‘adjetivo’
La combinación ‘Lo + adjetivo’ es o supone un episodio concreto de un
fenómeno más general, ‘artículo’ + ‘adjetivo’, bien que con el añadido de la
condición de neutro de la forma lo, que conlleva algunas particularidades,
de las que la más relevante —en palabras de R. Lenz— es que la
construcción de ‘Lo + adjetivo’ es “la función del neutro más peculiar y
específico de la lengua castellana”21.

21
LENZ 1935: § 194.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 33

En primer lugar conviene que presentemos la entidad artículo en la


sincronía actual del español. Previamente es preciso señalar que el artículo
se presenta como una novedad en la evolución del latín a todas las lenguas
romances. Se trata de una entidad gramatical que, curiosamente, no existía
en la lengua madre. Veamos cuáles son los valores de esta nueva categoría
que llamamos ‘artículo’.
Siguiendo los planteamientos de L. Hjelmslev (en el “Ensayo de una
teoría de los morfemas”) y de E. Alarcos Llorach (en Gramática
estructural, “El artículo en español” y Gramática de la Lengua Española),
el artículo pertenece a la categoría de los morfemas, en concreto, a los
morfemas nominales (en tanto que ‘identificador’) y a la categoría de los
funcionales (en tanto que ‘transpositor’)22. Es, pues, una entidad de dos
caras.
22
Vid. Hjelmslev 1938/72: 200-217 y Alarcos Llorach 1951, 1967/70 y 1994. Así pues, el
artículo español, en una clasificación de los monemas o signos mínimos ocuparía dos lugares:
uno, en el grupo de los morfemas nominales, y otro, en el de los funcionales transpositores. He
aquí un esquema de la clasificación de los monemas o signos mínimos desde un punto de vista
funcional (equivalente a la tradicional clasificación de las ‘partes de la oración’ o ‘clases de
palabras’):

Gramaticales Morfemas nominales: Género, Número y Artículo.


(Morfemas) Morfemas verbales: Modo, Perspectiva, Aspecto,
Anterioridad.
MONEMAS Funcionales Indices funcionales, Transpositores y Conectores.
O Verbo
SIGNOS Lexicales Sustantivo
MÍNIMOS
(Lexemas) Adjetivo
Adverbio

La diferencia entre esta clasificación y la jerarquización que realiza A. Martinet no radica en los
criterios empleados sino en el lugar de aplicación y en la redefinición del criterio de
“gramaticalidad vs. lexicalidad” (MARTINET 1960: cap. IV). En efecto, el criterio de
‘gramaticalidad vs. lexicalidad’ no puede ser abordado bajo supuestos léxico–estadísticos. En
este punto nosotros adoptamos las nociones de ‘característica (exponente)’ vs. ‘base
(constituyente)’ que L. Hjelmslev utiliza para distinguir morfema de plerema (vid. ALARCOS
LLORACH 1951: 46–47 y 56 ss.). A este respecto, somos conscientes de que las llamadas
preposiciones y conjunciones —señaladamente las primeras— podrían asemejarse a elementos
que no son base o constituyente de un sintagma; de ahí que explícitamente las hayamos
diferenciado tanto de los monemas gramaticales como de los lexicales, pues participan, en cierto
34 Bonifacio Rodríguez Díez

En lo que todos los lingüistas están de acuerdo es en el carácter de signo


del artículo (el, la, lo; los, las), si bien discrepan en la identificación de la
sustancia conformada por el mismo y en sus valores. Un primer punto de
discrepancia tienen algunos lingüistas que oponen a este artículo, el
llamado tradicionalmente ‘artículo determinado’, otro artículo (un, una,
uno; unos, unas), el llamado ‘artículo indeterminado’. E. Alarcos Llorach
en su trabajo, “‘Un’, el número y los indefinidos”, ha dejado sobradamente
claro que el llamado artículo indeterminado o indefinido no es artículo sino
un adjetivo cuantificador, añadiendo nuevos argumentos a los ya expuestos
por A. Alonso en “Estilística y gramática del artículo en español”23.
Este planteamiento de A. Alonso y E. Alarcos Llorach, que se opone a la
tradición académica de la Real Academia Española y de A. Bello24, y a la
opinión de muchos autores modernos (como, por ejemplo, B. Pottier y F.
Lázaro Carreter25), es irreprochable desde el punto de vista funcional y nos
permite situar en su lugar el estudio del artículo. El artículo (el, la, lo; los,
las) se opone a la falta del mismo:

I.− Aúllan los lobos. II.− Aúllan lobos.


Entró en la casa. Entró en casa.
Eso es lo bueno. Eso es bueno.
El libro de la misa. El libro de misa.

La comparación de las dos series anteriores nos permite observar lo


siguiente:

modo, de ambos. Es lo que en la teoría hjelmsleviana puede denominarse ‘morfema convertido’.


Creemos, pues, que se hace necesario aislar en una casilla propia aquellos elementos que, no
siendo propiamente morfemas, no son tampoco funtivos, es decir, monemas lexicales.
Igualmente, creemos que es mejor situarlos en el mismo nivel de los monemas lexicales y
gramaticales, que intentar una subdivisión a partir de uno u otro de éstos últimos. Se trata de los
que hemos denominado ‘funcionales’, donde entran las preposiciones y conjunciones
tradicionales y, en el caso concreto que nos ocupa, el artículo en uno de sus valores o papeles, el
de ‘transpositor’. Vid. RODRÍGUEZ DÍEZ 1991: 460, 1994a: 473–474, 1994b: 72 y 1995: 253.
23
Vid. ALARCOS LLORACH 1968/70, ALONSO 1951: 125–160.
24
Vid. RAE–1931 y RAE–Esbozo; BELLO 1847/1964.
25
Vid. POTTIER 1972: § 6.1.9, LÁZARO CARRETER 1975.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 35

(a) Que no hay diferencia de estructura oracional entre las series I y


II, y que, si bien la estructura de tales sintagmas incrementados sí
cambia, la estructura oracional no lo hace. Por ello es claro que el
artículo no puede considerarse, según lo hace la tradición
académica, como una ‘parte de la oración’, puesto que no
desempeña ningún papel en la estructura oracional: los ejemplos
citados son todos, con y sin artículo, estructuras de oración
idénticas. Es decir, el artículo no soporta ninguna función, ni
tampoco —en este caso— posibilita función: no es ni lexema ni —
en los ejemplos señalados— funcional.
(b) El artículo es un elemento átono. Por ello no es un signo
autónomo, es decir, no es susceptible de llevar un contorno
oracional. Secuencias como el, la, lo; los, las no se dan aisladas en
español, ni ellas solas desempeñan papel alguno en el nivel de la
oración.
(c) La independencia gráfica del artículo (en español, pero no, por
ejemplo, en danés o rumano) es ‘engañosa’ y no condiciona para
nada su carácter de signo morfológico, equiparable funcionalmente
a otros, como el género o el número26.

En resumen, el artículo es un signo morfológico, un morfema, que


determina en cierta manera a los signos léxicos con los que se asocia (G.
Correas: “El artículo es un accidente del nombre”)27.

26
Se trata de una independencia gráfico−funcional, ya que se oponen la presencia y la ausencia
del artículo, así como la presencia del artículo junto al sustantivo y la interpolación de otro
elemento entre ambos: vienen los mozos / vienen mozos, vienen los mozos / vienen los buenos
mozos. Por otra parte, esta independencia gráfico−funcional del artículo puede deberse o estar
originada por su otro valor, el de ‘transpositor’.
27
Opinión radicalmente distinta a la de E. Alarcos Llorach, sobre todo en los aspectos que aquí
señalamos primordialmente, los formales y funcionales, es la que manifiesta F. Lázaro Carreter.
Este autor señala expresamente que el artículo (el, la, lo, los, las) no es un morfema (en el
sentido hjelmsleviano), ya que se trata de un elemento muy diferente en cuanto a su estatuto
gramatical del artículo definido sufijado de las lenguas escandinavas y del rumano; admite, por
otra parte, interpolación entre él mismo y el nombre al que acompaña; y es equiparable a otros
signos fronterizos, como los átonos posesivos (mi, tu, su) y adverbios (muy, tan). En
consecuencia con esto y siguiendo a A. Bello (BELLO & CUERVO 1847/1964: § 277), F. Lázaro
Carreter incluye el artículo (el...) y el personal (él...) en una misma subclase funcional; lo que le
lleva a análisis enormemente arriesgados como, por ejemplo, a considerar que en el grupo
36 Bonifacio Rodríguez Díez

Pero, además, el artículo en español es una entidad de dos caras, lo que


puede explicar sus peculiaridades combinatorias:

1ª) Por una parte es un morfema nominal ‘identificador’.


Tradicionalmente se decía que el artículo expresaba la “determinación” de
lo consabido frente a la “indeterminación” del otro artículo, el ‘indefinido o
indeterminado’ (un, uno, una; unos, unas). Ya hemos señalado que ambos
signos pertenecen a diferentes categorías. Por lo tanto, el valor del artículo
debe estudiarse en las diferencias sensibles entre la presencia y la ausencia
de el, la, lo; los, las. Tampoco es necesario lingüísticamente señalar la
diferencia entre la ‘determinación de lo consabido’ y la ‘indicación
genérica’ (el hombre entró en casa frente a el hombre es mortal). Tal
diferencia de sustancia semántica no reside en el artículo, sino que deriva
del contexto.
Para determinar el valor del artículo —frente a su ausencia— E. Alarcos
Llorach observa que hay cierto tipo de nombres inmóviles —o mejor dicho,
‘indiferentes’— ante el artículo: los nombres propios28. En efecto, la
mayoría de los nombres propios, salvo en normas vulgares, no llevan
artículo, p. ej.: la mujer canta pero María canta. Otros, por razones
históricas, lo llevan siempre, p. ej.: El Tajo, Los Pirineos, etc. Otros, en fin,
lo llevan o no, indistintamente, p. ej.: Perú ~ El Perú, China ~ La China,

sintagmático lo último el elemento nuclear es lo (vid. LÁZARO CARRETER 1975). Ya R. Lenz


discrepa de la opinión de A. Bello al respecto: “Pero tampoco, según mi opinión, se puede
aceptar lisa y llanamente el análisis de Bello de que en lo meramente necesario sea lo el
substantivo modificado por el adjetivo necesario” (LENZ 1935: § 75). Sin embargo, R. Lenz no
admite que exista en español un artículo neutro lo, a diferencia del griego y del alemán.
Asimismo, en ningún caso admite que el artículo español sustantive al adjetivo, apoyándose en
algunos contextos en que no es necesario el artículo para que un teórico adjetivo desempeñe
funciones de sustantivo (vid. LENZ 1935: §§ 194−201).
28
Vid. ALARCOS LLORACH 1994: 68−69. En efecto, dentro de la tradición gramatical, ya desde la
Sintaxis de Apolonio Díscolo, el comportamiento de los nombres propios con el artículo es el
rasgo formal más relevante para su definición: “Los nombres propios [...], debido a la propiedad
que les es inherente, no requieren el artículo de la misma manera que los que tienen un sentido
común; así, virtualmente, mediante el añadido del artículo los nombres comunes restringen su
extensión genérica” (APOLONIO DÍSCOLO, Sintaxis: I, 112). Asimismo, se recoge este rasgo en la
Gramática de Port Royal: “Nous voyons par–là que l’article ne se devrait point mettre aux noms
propres, parce que signifiant une chose singulière et déterminée, il n’ont pas besoin de la
détermination de l’article” (ARNAULD & LANCELOT 1760–1846/1980: 70).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 37

etc., sin que el artículo añada ni quite nada al nombre propio29. En suma, el
nombre propio es indiferente al artículo.
Por otra parte, podemos observar que el nombre propio (con o sin
artículo) equivale siempre al nombre común con artículo. Así, por ejemplo,
dadas las oraciones siguientes:

(a) Son juguetes de niño.


(b) Son juguetes del niño.

Sólo en (b) podemos sustituir el niño por un nombre propio, p. ej.:


Juanito. A su vez, el nombre propio Los Pirineos puede introducirse en
veían los montes nevados, pero no en veían montes nevados.
Así pues, si ‘nombre propio’ = ‘nombre común’ + ‘artículo’, ello quiere
decir que el valor del artículo está incluido per se en el nombre propio; lo
que explica que éste lo lleve siempre en algunos casos, no lo lleve nunca, o
que, cuando puede llevarlo o no, el artículo o su ausencia no modifiquen su
contenido. El nombre propio, por tanto, carece de la posibilidad de
variación entre forma con artículo y forma sin artículo que posee el nombre
común.
¿Qué es lo que caracteriza al nombre propio? Que indica algo
inconfundible y único: algo identificado. El nombre propio es
‘identificador’: Francia, El Sil, etc. Por el contrario, el nombre común es
‘clasificador’: silla no señala un ser concreto y único, sino sólo una clase de
objetos con determinadas características. Ahora bien, si incrementamos a
un nombre común con el morfema ‘artículo’, p. ej.: la silla, entonces este
sintagma señala no la clase de las “sillas”, sino una entre todas, única,
identificada. Luego el valor del artículo es ser ‘identificador’ y su función
específica trasponer al nombre ‘clasificador’ (común o apelativo) en
‘identificador’ (propio). Por ello es siempre posible sustituir el ‘nombre
común’ + ‘artículo’ por el ‘nombre propio’.

2ª) Pero, además, el artículo desempeña un segundo papel: el de trasponer


a la categoría de sustantivo segmentos (sintagmas o grupos sintagmáticos)
que originariamente no pertenecen a esa categoría. Por ejemplo, los

29
Vid. nuestro trabajo “Nomenclaturas, nombres propios y topónimos”, RODRÍGUEZ DÍEZ 2002.
38 Bonifacio Rodríguez Díez

sintagmas verde, bello, fea sólo pueden funcionar autónomamente como


atributos (o términos de 2º rango en el grupo sintagmático nominal), pero
incrementados con el artículo pueden desempeñar una función oracional
como la de sujeto léxico, implemento, complemento, etc.; p. ej. :
El verde escribe mejor (no *verde escribe mejor).
Gustan de lo bello (no *gustan de bello).
Eligió la fea (no *eligió fea).
Trabaja con el de Cuenca
El de María llegó primero
El de ayer ha vuelto
Tened cuidado con los de arriba
Los que estudian, aprueban
Pide a los que te puedan dar

Esta inclusión del artículo entre los transpositores quizás puede explicar
su carácter de elemento exento —es una palabra— y la dificultad que
encuentran los lingüistas para identificar su categoría, si bien las opiniones
que se oponían a la condición de morfema del artículo no se basaban en su
carácter de transpositor30.
Por tanto, la aparición del artículo hizo posible la generalización de los
adjetivos en el desempeño de funciones oracionales (además de la de
atributo), que ya desempeñaban en latín, pero con ciertas restricciones
(siempre suponiendo un elemento elíptico, el sustantivo). A este respecto
señalan A. Ernout & F. Thomas: “Dans l’usage courant, l’adjectif
substantivé n’est pas aussi répandu qu’en grec, par suite de l’absence
d’article”31.

30
También hay que señalar que la mayor parte de las veces el artículo resulta redundante en
cuanto a las marcas de género y número que conlleva dentro del sintagma nominal. Tales
marcas son simple repercusión del número y del género que exigen los sintagmas nominales a
que se agregan. Pero otras veces el género y el número del artículo es pertinente:
(a) Cuando el sintagma nominal carece de expresión formal diferenciada de género (p. ej.:
artista, penitente, etc.) o de número (p. ej.: crisis, tesis, etc.).
(b) Cuando se expresa el neutro, pues el sustantivo español no tiene neutro, p. ej.: lo moderno, lo
breve.
31
ERNOUT & THOMAS 1951/53: § 190.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 39

En resumen, el artículo puede desempeñar ambos papeles, el de


‘identificador’ y el de ‘transpositor’, con la particularidad de que el primero
siempre estará presente y el segundo solo en algunos casos.
El hecho de que no existan sustantivos neutros en español hace que la
combinación del artículo neutro, lo, con un adjetivo (de tipo I o
‘calificativo’, a los que se añaden los ‘ordinales’ y los ‘posesivos’32) dé
necesariamente lugar a un sustantivo funcional que podrá desempeñar
cualesquiera funciones oracionales; p. ej. :
Lo verde este verano se lleva más
Lo primero es deshacer las maletas
Lo mío es mío y lo tuyo es nuestro
Siempre trae puesto lo mismo

En todos estos casos el artículo (además de identificar, que


necesariamente lo hace) traspone a los adjetivos a los que acompaña a
sustantivos funcionales; de ahí que desempeñen, por ejemplo en estos
casos, la función de sujeto. No serían posibles las secuencias siguientes:
*Verde este verano se lleva más
*Primero es deshacer las maletas33
*Mío es mío y *tuyo es nuestro
Siempre trae puesto *mismo

Igualmente, el artículo puede trasponer a categoría de sustantivos


sintagmas o grupos sintagmáticos de categoría adjetiva, añadiendo a través
del neutro lo el valor de “abstracto” que tiene el género neutro del español;
p. ej. :
Trabaja con lo de Cuenca
Lo de María llegó primero
Lo de ayer ha vuelto
Tened cuidado con lo de arriba
Siempre confía en lo que le dicen
Se aprueba lo que se estudia

32
A éstos hay que añadir el adjetivo identificativo mismo.
33
Parece que la construcción *Primero es deshacer las maletas no es gramaticalmente correcta,
aunque se pueda comprender, señaladamente porque primero sí puede aparecer aisladamente
con un significado similar en otras construcciones, que veremos, p. ej.: Hay que deshacer las
maletas primero. Pero se trata de construcciones sintácticas diferentes.
40 Bonifacio Rodríguez Díez

En todos los ejemplos propuestos el artículo neutro, lo, además de


trasponer a sustantivo al sintagma o grupo sintagmático al que precede, e
identificarlo, aporta su significado propio de género neutro, motivado en
español con el valor general de “abstracto”, que se puede concretar según el
contexto en los valores, que hemos señalado, de “inespecificado”,
“indeterminado”, “heterogéneo”, “elusivo”, etc., etc.34.
Ahora bien, la construcción ‘Lo + adjetivo’ del español es, como
decíamos arriba, un rasgo muy específico del español, casi único en las
lenguas románicas. Así resume R. Lapesa la situación:

De este modo nuestra lengua queda provista de un morfema específicamente neutro,


lo, que se agrupa como elemento sustantivo con adjetivos y palabras, locuciones o
suboraciones que desempeñan función adjetiva, o con adverbios. Es peculiaridad
que entre las lenguas románicas sólo el catalán comparte, aunque gramáticos
puristas catalanes la condenen creyéndola —equivocadamente— castellanismo35.

En efecto, el español tiene la posibilidad de distinguir el hermoso de lo


hermoso, a diferencia, por ejemplo, del fr. le beau o del it. il bello que tanto
significan en estas lenguas “el hermoso” como “lo hermoso”36. En este

34
Vid. supra, § 1.1.1. Este valor “abstracto” lo confirman los gramáticos: “Pero no es esta [p.
ej.: el segundo (el piso segundo), la derecha (la mano derecha)] la única sustantivación posible
de los adjetivos. Todos los anteriores ejemplos constituyen sustantivos concretos. Otras veces
los adjetivos, al sustantivarse, originan sustantivos abstractos. En Alabó lo noble de su
conducta, lo noble es un adjetivo empleado sustantivamente y cuyo carácter abstracto se
advierte cotejándolo con la nobleza en la frase equivalente: Alabó la nobleza de su conducta”
(SECO 1930/75: 37–38). “Podríamos, en vista de todo esto, aventurar el siguiente principio: en
general se acude al uso de lo + adjetivo cuando no existen sustantivos abstractos equivalentes.
Se emplean, en cambio, con preferencia los sustantivos abstractos a menos que especiales
intenciones expresivas o fórmulas típicas determinen el uso del adjetivo con lo” (FERNÁNDEZ
RAMÍREZ 1951: § 71).
35
LAPESA 1984/2000: 190. De la misma opinión que R. Lapesa es J. Neira (NEIRA 1983:
476−477). G. Rohlfs encuentra formas neutras del artículo en la Italia meridional, como no
podía ser menos en este dominio dialectal tan complejo y diverso. Se trata de oposiciones del
tipo lo mele / ru cane, etc., con distintas variantes fonéticas y combinatorias, en que se opone el
artículo neutro ante sustantivos colectivos o continuos, que no tienen plural, frente al artículo
masculino ante sustantivos concretos. Sin embargo, G. Rohlfs no entra en el tipo de
construcciones de que hablamos aquí. (Vid. ROHLFS 1949/68: § 419).
36
Vid. MEYER−LÜBKE 1890−1906: III, §§ 7−8.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 41

punto el español se separa de la mayoría de las lenguas románicas y


coincide con el gr. tó kalón y el al. das Schöne (con la particularidad de que
en griego y en alemán existen sustantivos neutros, bien que sin motivación
genérica). Así pues, el español por medio del artículo puede diferenciar, en
palabras de R. Lenz, una “sustantivación absoluta concreta”, en el bueno,
de la que sería una “sustantivación abstracta”, en lo bueno37.
En este contexto conviene plantear un caso particular de sustantivación
abstracta, la de ‘El + adjetivo’, análoga a la de ‘Lo + adjetivo’. Esta
construcción es tratada en la tradición académica con formulaciones
sugerentes y muy claras, p. ej.: “El adjetivo acompañado por el en lugar del
neutro latino”38, “Sustantivación abstracta masculina”39, “‘El’ + adjetivo en
sintagmas sustantivos generales o abstractos”40.
Quizás el primero que trata este asunto es A. Bello, aunque lo hace en un
breve apartado, aportando los ejemplos que se repetirán en lo sucesivo en
las diferentes gramáticas: el sublime, el ridículo, el patético, el necesario, el
superfluo, el sumo posible, junto con algunos ejemplos de contexto
explícito41.
R. Lapesa, que maneja una variada tipología de ejemplos a lo largo de la
historia del español, aborda una explicación de este concreto fenómeno,
que resume en las siguientes palabras:

En resumen: creo que el elo procedente de illud (y, por lo tanto, neutro) tuvo el
mismo doble resultado el, lo que el elo masculino procedente de illum. Ante
sustantivos neutros latinos que pasaron a masculinos en castellano, el artículo el se
hizo también masculino y lo desapareció muy pronto, en época preliteraria. Ante
37
En rigor, R. Lenz no habla de “sustantivación abstracta” para lo bueno, pues no considera a lo
como artículo, ya que las sustantivaciones abstractas se hacen con el: “sustantivación abstracta
masculina”, p. ej.: el sublime, el ridículo, el superfluo, etc. (LENZ 1935: § 76). Asimismo señala
“que la substantivación de proposiciones enteras es un fenómeno muy corriente en castellano, y
se hace con el artículo masculino el. Si hubiera en castellano un verdadero artículo neutro, sería
de esperar que se usara en tales substantivaciones, y en los demás casos que hemos tratado en el
§ 80, como sucede en griego y en alemán” (LENZ 1935: § 198).
38
HANSSEN 1913: § 477.
39
LENZ 1935: § 76.
40
LAPESA 1984/2000: 173–178.
41
BELLO & CUERVO 1847/1964: § 58. R.J. Cuervo trata con mayor amplitud el asunto en la Nota
54 a la Gramática de A. Bello (BELLO & CUERVO 1847/1964: 436–441). R.J. Cuervo no sólo da
ejemplos con preposición, como los que propone A. Bello, sino que incluye casos sin
preposición y sin artículo, bien que obtenidos de textos poéticos.
42 Bonifacio Rodríguez Díez

adjetivos y participios neutros fue temprana la preferencia por el para la


sustantivación léxicamente consolidada con referencia a realidades concretas (el
llano, el yermo, el ganado, el poblado), mientras lo prevalecía como soporte neutro
del adjetivo o participio, marcando la referencia conceptual, colectiva, delimitativa o
abstracta de éste (lo incentitu, lo agudo, lo llano, lo ganado, lo poblado). Sin
embargo, en tal referencia heredera del neutro, el fue tolerado junto a lo […] cuando
era mínimo o nulo el riesgo de confusión con la referencia a persona o cosa concreta
(el más y el menor, el máximo, el mínimo, el cóncavo, el profundo, el imposible
[…]). Cuando el riesgo existía, hubo muy pronta y tajante separación: el mío ≠ lo
mío, el otro ≠ lo otro, el que ≠ lo que, el de Biuar ≠ lo de Biuar…42.

2.2.2. El neutro y la función de adverbio del adjetivo


Dice A. Bello que “varios de los adverbios de cantidad no son otra cosa
que sustantivos neutros adverbializados”, y señala como ejemplos los
siguientes43:

Agradecemos mucho las honras que se nos hacen.


Harto le hemos aconsejado; pero él se cura poco de consejos.
Es en sus determinaciones algo imprudente, y a veces nada cuerdo.

Pues bien, en lo que se refiere a mucho, harto y poco, que son indefinidos
‘gradativos’, lo que se está diciendo es que el fenómeno de la
inmovilización de marcas de este tipo de indefinidos (junto con la de los
‘intensivos’ más y menos) supone o se identifica con el empleo del neutro,
que en estos adjetivos se halla en sincretismo con el masculino y singular,
y, solamente, tal como ocurre con los adjetivos del tipo I (calificativos),
puede hacerse explícito cuando van acompañados por el artículo: mucho /
lo mucho, más / lo más, blanco / lo blanco, etc.
En efecto, como señalábamos en otro lugar, un rasgo peculiar de los
indefinidos, en concreto ‘gradativos’ e ‘intensivos’, frente a otros adjetivos

42
LAPESA 1984/2000: 190. S. Gili Gaya advierte los diferentes valores de la doble
sustantivación del español: el carácter “abstracto y colectivo” de ‘Lo + adjetivo’ y la
significación “concreta e individual” de ‘El + adjetivo’. Asimismo, señala que “el fenómeno es
tan extenso y antiguo, aun en la lengua vulgar, que hay que considerarlo como autóctono,
aunque en algún tecnicismo particular pueda hallarse influencia latina o francesa” (GILI GAYA
1943/73: § 169). En la misma línea se manifiesta RAE–Esbozo: § 3.9.2.
43
BELLO & CUERVO 1847/1964: § 376.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 43

del tipo II, es que desempeñan funciones de adverbio inmovilizando sus


marcas44:

Adjetivo:
Tiene mucho tiempo libre /... más tiempo libre.
Sustantivo:
Convenció a muchos /... a más ~ . a los más.
Adverbio:
Trabaja mucho el bronce / ... más el bronce.
Tolera temperaturas muy bajas /...más bajas.
Gasta muy fácilmente / ... más fácilmente.

Asimismo, este fenómeno no es exclusivo de ciertos indefinidos, sino un


hecho bastante generalizado entre adjetivos de tipo I (calificativos). A.
Bello cita algunos: alto, bajo, recio, claro, quedo45. Obsérvense los
siguientes y conocidos ejemplos:

Los niños vinieron pronto.


La cabeza de carrera descendía rápido.
Los predicadores hablaban recio.
Los campeones siempre pegan duro46.

Por otra parte, si no absolutamente, sí en la mayoría de los contextos, la


aparición de un adjetivo neutro −−vaya con artículo o no−− supone su
empleo como sustantivo. Mejor dicho: sólo un adjetivo neutro, sin
transpositor, puede desempeñar funciones nucleares, lo que no se
contradice con que, en pocos contextos estadísticamente hablando, puedan

44
Vid. RODRÍGUEZ DÍEZ 1992: 231−255.
45
BELLO & CUERVO 1847/1964: § 377.
46
En todos estos ejemplos el contexto es suficientemente explícito para poder identificar pronto,
rápido, recio y duro como segmentos en funciones de aditamento (complemento circunstancial),
función desempeñada autónomamente por el adverbio. Sin embargo, si el contexto no fuera
suficientemente explícito tendríamos situaciones de neutralización sintáctica, de dos tipos:
−−− Neutralización de ‘adjetivo’ − ‘atributo’ / ‘adverbio’ − ‘aditamento’:
El niño vino pronto.
El corredor descendía rápido.
−−− Neutralización de ‘sustantivo’ − ‘implemento’ / ‘adverbio’ − ‘aditamento’:
El viajante come poco
El atleta corre demasiado
(Vid. RODRÍGUEZ DÍEZ 1997c: 94−101).
44 Bonifacio Rodríguez Díez

existir adjetivos neutros en concordancia47. A. Bello lo da por supuesto en


la cita que se hace al inicio de este apartado y lo confirma en esta otra: “Se
ha visto asimismo (§ 376) que los sustantivos neutros algo, nada, poco,
mucho, tanto, cuanto, etc., se emplean a menudo como adverbios”48.
Pues bien, este planteamiento basado en A. Bello, que aquí apenas hemos
esbozado, viene a unificar en su aplicación extensional o referencial la
definición del adverbio como una subclase de sustantivos, tal como hace E.
Alarcos Llorach49. En efecto esta definición del adverbio no sólo sería
aplicable a los adverbios del tipo aquí, ahora, etc., sino a los que nosotros
hemos etiquetado en otro lugar como una subclase de adjetivos50, que en
rigor, por lo que vamos diciendo, no serían sino, también, una subclase de
sustantivos, bien que en este caso procedentes de adjetivos neutros: mucho,
más, rápido, claro, etc. en los ejemplos citados51. Se trataría de adjetivos
que se sustantivan y se convierten a su vez en adverbios por efecto de la
inmovilización de sus marcas en ‘masc.’ + ‘sing.’, sincretismo de
masculino y neutro. Con lo que se confirma que tales adjetivos en función
de adverbios son, por efecto de su inmovilización de marcas, sustantivos
neutros, como señalaba la cita precedente de A. Bello.
Más aún, a confirmar este planteamiento viene el hecho de que algunos
de estos adverbios procedentes de adjetivos neutros pueden llevar
preposición, siendo así que las preposiciones necesariamente acompañan a
sustantivos52, bien como ‘índices funcionales’ en el marco del sintagma
verbal, bien como ‘transpositores’ en el marco del sintagma nominal; p. ej:

47
Vid. supra, § 1., nota 2.
48
BELLO & CUERVO 1847/1964: § 972. Esto mismo viene a decir J.A. Martínez cuando afirma:
“el ‘neutro’ no es sólo morfema sino a la vez un transpositor (sustantivador o adverbializador)”
(MARTÍNEZ 1977/94: 186), si bien no desarrolla este punto, al menos, en esta dirección. S.
Mariner habla de los empleos ‘transcategorizadores’ del género pero referido a otros casos “esto
es, el substantivador y el adjetivador: respectivamente, cf. ‘en lo profundo’ y ‘a lo bestia’”
(MARINER 1973: 27).
49
ALARCOS LLORACH 1970: 340.
50
Vid. nuestros trabajos: RODRÍGUEZ DÍEZ 1993 y 1997a.
51
Queda hablar de los adverbios en −mente, pero éstos históricamente vienen precisamente de
una lexía cuyo núcleo era un sustantivo, mente o guisa, que en el caso del triunfante, −mente, ha
quedado reducido a una especie de derivativo, en este caso, heterogéneo, pues convierte a un
adjetivo en adverbio.
52
Vid. nuestros trabajos: RODRÍGUEZ DÍEZ 1987−88, 1990 y 1993.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 45

trabajaba de firme lo sabe de fijo


hecha por escrito trabaja en vano
estudia de duro los trataron por igual
vino de nuevo envió la reclamación por duplicado,
las revisaron por entero etc.53.

Por otra parte, a confirmar también este planteamiento que estamos


haciendo: que determinados adverbios no son sino sustantivos neutros (bien
que procedentes de adjetivos), vienen los indefinidos algo / nada, que han
lexicalizado su condición de neutros (frente a alguien / nadie) y su
condición de sustantivos (frente a alguno / ninguno) 54. Precisamente algo /
nada participan simultáneamente de la condición de sustantivos y de
adverbios. Esta segunda posibilidad, la de poder funcionar como adverbios
está ligada a su condición de conformar una sustancia léxica de contenido
neutro. Obsérvese que nada, que da lugar al sustantivo la nada, sin
embargo realiza sus concordancias con adjetivos que han inmovilizado sus
marcas en ‘masc.’ + ‘sing.’, es decir, con adjetivos neutros, p. ej. :

nada está bueno / *nada está buena


aquí no hay nada bueno / *aquí no hay nada buena

de forma análoga a p. ej.:

esto está bueno


lo mío es bueno

Por otra parte, algo y nada funcionan también plenamente como


adverbios, tanto en el sintagma nominal como en el verbal, p. ej. :

53
A este respecto señalábamos en otro lugar: “Algunos de estos usos con preposición se hallan
fijados o casi fosilizados, pero en la mayoría de los casos estamos ante un mecanismo de
creación vivo en la lengua. Más aún, la constatación de esta construcción: PREP. + ADJETIVO
(con inmovilización de marcas), permitiría analizar así algunas construcciones sin necesidad de
acudir a fenómenos de elipsis, p. ej. : hoy viene de rojo, … de corto, viste de oscuro, ... de largo.
No sería necesario, pues, acudir en estos casos a la elipsis, que habría de resolverse interpolando
un sustantivo, como, por ejemplo: color (hoy viene de color rojo) o traje (viste de traje oscuro,
viste de traje corto, viste de traje largo), etc.” (RODRÍGUEZ DÍEZ 1993: 651−652).
54
Vid. infra, § 1.2.2.
46 Bonifacio Rodríguez Díez

no estudió nada las matemáticas


prepararemos algo la reunión
ponen una película que no está nada mal
presentaron canciones algo exóticas

La confirmación de lo que venimos diciendo la tenemos en el propio


latín. En latín encontramos construcciones del tipo MAGNUM CLAMARE
(Plauto), DULCE RIDERE (Catulo, Horacio), en las que aparecen adjetivos
neutros en función adverbial. Aunque este tipo de construcciones era
escaso, en las lenguas románicas este esquema se extendió y ejemplos de
adjetivos neutros con función adverbial encontramos en castellano desde
los orígenes del idioma: fermoso sonrisaua (Cid, 873, 923), tan velido fabló
(Cid, 1368)55. He aquí otros ejemplos del referido funcionamiento de los
‘adjetivos neutros’ (con inmovilización de marcas) en la época medieval56:
Et apuestamente es dicha [la palabra] quando no se dice á grandes voces, nin otrosi
muy baxo, nin mucho de priesa, nin muy de vagar (Partidas, apud Cuervo, I, 845).

E si se defendiesen, parescería claro la rebelion que el conde con el rey hacia


(Crónica Juan II, apud Cuervo, II, 164).

Si nacido non fuesse, mucho mejor avría (Berceo, Milagros, 801d).

Estava y el burro: fezieron dél joglar;


como estava bien gordo, començó a retoçar,
su atabor tañiendo bien alto a rebuznar (LBA, 984 a-b-c).

Pues, vees aquí el primero mortal pecado cometydo, e mucho se podría dezir más
prolixo, pero por non ser enojoso ceso de escrevir largo (Corbacho, p. 104).

Mas provocaua a bueno e onesto


la grauedad de su claro gesto
que non por amores a ser requerida (Mena, Laberinto, 21f).

También aparecen usados con preposición:

55
Vid. MENÉNDEZ PIDAL 1944/76: I, § 122.
56
Este empleo adverbial de algunos adjetivos se puede dar con adjetivos determinativos
cuantificadores: saber mucho, hablar poco y de modo más frecuente con adjetivos calificativos
adverbializados del tipo dezir aguisado (Alexandre), saber cierto (Corbacho), tratar copioso
(Tratado sobre el amor), hablar alto, decir claro, pegar duro, actuar rápido, etc.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 47

Essora Martín Antolínez, reçibiól con el espada


un cólpel dió de llano con lo agudo nol tomava (Cid, 3660-1).

Por tres noches me lo uere


i mas de uero lo sabre (Auto de los Reyes Magos, 28).

nunca en tantos días lazró más nul christiano,


en cabo su lazerio non li cayó en vano (Berceo, Milagros, 855 c-d).

Que quier dezir assi en lenguage castellano:


Eneas dio espada-e achaque de llano
por que Dido coytada-se mato con su mano (Estoria de España, CEM, I, p. 228).

Redintegrare por entero restaurar (A. de Palencia, Universal Vocabulario, p. 823).

Resumiendo:

La situaciones en las que podemos tener un adjetivo neutro sin marcas


específicas son las siguientes:

− Sustantivado por el artículo lo: me gusta lo verde, compro lo


caro¸ etc.
− En concordancia, p. ej: eso rojo me gusta más, prefiero aquello
lejano, etc. Se trata de una construcción estadísticamente poco
frecuente ya que en español no hay sustantivos neutros; sólo puede
darse en concordancia con pronombres neutros, con marcas
específicas.
− En función de atributo o atributivo (predicativo), cuando se
refiere a elementos neutros formal o semánticamente, o bien a
grupos sintagmáticos: esto es malo, lo trajeron oculto, venir tarde
no es bueno, etc.
− Inmovilizando sus marcas y desempeñando funciones de
adverbio, tanto en el sintagma verbal (trabaja mucho el bronce, los
niños vinieron pronto, etc.) como dentro del sintagma nominal,
como es el caso de algunos indefinidos ‘gradativos’ e ‘intensivos’
(tolera temperaturas muy bajas, … más bajas, gasta muy
fácilmente,. …más fácilmente, etc.).
48 Bonifacio Rodríguez Díez

− Inmovilizando sus marcas tras preposición, desempeñando


funciones de aditamento (C.C.): trabajaba de firme, envió la
reclamación por duplicado, los trataron por igual, etc.

2.2.3. El lo atributo
Una mención especial dentro de este apartado del neutro español
ejemplificado en la lista del 1) al 11) (véase § 1), merece el lo atributo,
homófono del masculino singular y del neutro en función de implemento.
Es conocido el artículo de F. Carrasco al respecto, cuyo título es
precisamente “El pronombre neutro lo como pro−forma del predicado
nominal”57. Curiosamente en los referentes pronominales de tercera
persona la oposición genérica tradicional o pronominal, que ya hemos
comentado, no sólo sirve para distinguir los diferentes casos−funciones por
medio de la peculiar combinación de las marcas de género y número, en
concreto, las funciones de implemento (C.D.) y el complemento (C.I.), sino
que el mismo procedimiento sirve para identificar la función de atributo, a
través de la forma lo (sin género y sin número), bien que solamente en el
caso de los verbos ser, estar y parecer58. Así pues, en los átonos del
personal de tercera persona el mantenimiento y reajuste de distinciones de
tipo casual se hace tomando como significantes la peculiar combinación de
las marcas de ´género’ y ‘número’:

‘Género’ (+) - ‘Número’ (+) (lo, la, los, las): ‘Implemento’ (C.D.):
Al niño lo vi ~ a la niña la vi ~ eso lo vieron todos
A los niños los vi ~ a las niñas las vi.

‘Género’ (−) - ‘Número’ (+) (le, les): ‘Complemento’ (C.I.):


Al niño le di el libro ~ a la niña le di el libro ~ a eso no le doy importancia
A los niños les di el libro ~ a las niñas les di el libro.

‘Género’ (−) - ‘Número’ (−) (lo): ‘Atributo’59:


El niño es (está ~ parece) bueno. Lo es (está ~ parece).
La niña es (está ~ parece) buena. Lo es (está ~ parece).

57
CARRASCO 1972
58
Vid. nuestro trabajo, RODRÍGUEZ DÍEZ 1982.
59
Vid. MARTÍNEZ 1977/94: 186.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 49

Eso es (está ~ parece) bueno. Lo es (está ~ parece)


Los niños son (están ~ parecen) buenos. Lo son (están ~ parecen).
Las niñas son (están ~ parecen) buenas. Lo son (están ~ parecen).

Como señala J. A. Martínez, “una gramática que, como la de E. Alarcos


Llorach, se basa en los sustitutos para determinar ciertas funciones
sintácticas, tendrá parte de su fundamento en los morfemas de género y de
número […]. Si estas tres funciones [‘implemento’, ‘complemento’ y
‘atributo’] permanecen distintas es porque están ‘marcadas’ por diferentes
dosificaciones de estos morfemas en los sustitutos […]. Fenómeno
inexistente en latín, en castellano las diferentes coexistencias de género y
número se han convertido en ‘marcas’ de funciones sintácticas, por débiles
que sean”60.
El lo atributo es, pues, un lo neutro, pues carece de género y también de
número. Así pues, en este caso lo que se produce no es, obviamente, una
pérdida del neutro, pero ni siquiera una desmotivación del mismo, habida
cuenta de que su sustancia de contenido la hemos etiquetado como
“abstracto”. Es precisamente ésta que comentamos, la del lo atributo, una
de sus funciones o papeles específicos del neutro conceptual español.
F. Carrasco pretende deslindar la función de lo atributo de otras
referencias de lo61. Así señala expresamente: “Nuestra hipótesis, que no
niega las afirmaciones de los maestros citados, pretende introducir algunas
precisiones de las mismas: la reproducción del predicado no debemos
entenderla aisladamente, esto es, que lo no es correferente del sustantivo o
adjetivo sino del predicado nominal en su totalidad, que está formado […]
por la cópula más el adjetivo o sustantivo”62. Esta propuesta de F. Carrasco
se advierte con más claridad en el caso de los así llamados, ‘sintagmas
preposicionales concordados’, cuya diversa tipología hemos señalado en
otro lugar, pero que todos son referidos por referentes neutros (p. ej.: eso,

60
MARTÍNEZ 1977/94: 186.
61
Por ejemplo algunas de las que señala S. Gili Gaya: a) conjuntos de dos o más substantivos
que no designen personas; b) los conceptos expresados por verbos u oraciones enteras; c) el
atributo propiamente dicho; etc. (GILI GAYA 1943/73: § 178).
62
CARRASCO 1972: 3.
50 Bonifacio Rodríguez Díez

ello, etc.) e incluso por lo, en el caso de que sea menester —o sea posible—
catalizar el verbo auxiliar correspondiente63; p. ej.:

Los alpinistas cayeron por incautos /… por eso /… por SERlo


Los tachó de caros / …de eso / … de SERlo
Le regalaron un libro por aplicado / … por eso / por SERlo
Se acuerdan de él por rico / … por eso / por SERlo
Tiene fama de hermosa / … de eso / de SERlo
Aspira a concejal / … a eso / a SERlo

Este planteamiento que hemos hecho a propósito del lo ‘atributo’


nos permite ordenar más adecuadamente el paradigma del personal español,
tanto en su variante o subsistema de formas tónicas como de formas átonas:

1. FORMAS “1ª persona” “2ª persona” “3ª persona”


TÓNICAS ‘no estilo’ ‘estilo’ ‘no refl.’ ‘refl.’
‘c. ‘c. oblic.’ ‘c. ‘c. oblic.’
recto’ recto’
‘masc.’ él
‘sing.’ ‘fem.’ yo mí tú ti usted ella sí (consigo)
(conmigo) (contigo)
‘neutr.’ ello
‘plur.’ ‘masc.’ nosotros vosotros ustedes ellos
‘fem.’ nosotras vosotras ellas

2. FORMAS “1ª pers.” “2ª pers.” “3ª persona”


ÁTONAS ‘no reflexivo’ ‘refl.’
‘impl.’ ‘compl.’ ‘atri
buto’
‘masc.’ lo
‘sing.’ ‘fem.’ me te la le (se)
‘neutr.’ lo lo se
‘plur.’ ‘masc.’ nos os los les (se)
‘fem.’ las

63
Precisamente por eso la reproducción por medio del neutro es la prueba para identificar la
función de atributo en determinados sintagmas preposicionales concordados, así como para
postular la existencia de fenómenos de catálisis; véanse nuestros trabajos: “Sobre las lagunas del
enunciado: elipsis y catálisis” (RODRÍGUEZ DÍEZ 1983) y “Sintagmas preposicionales
concordados” (RODRÍGUEZ DÍEZ 1987−1988).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 51

En efecto, en ambos subsistemas, el tónico y el átono, se produce una


especialización de formas para diferentes valores o usos ligados a
determinadas combinaciones sintácticas. Es lo que en el subsistema de
formas tónicas se expresa mediante ‘caso recto’ / ‘caso oblicuo’ (yo / mí ~
conmigo / tú / ti ~ contigo)64. Asimismo en el subsistema de formas átonas
es lo que se indica con las funciones ‘implemento’ (C:D.), ‘complemento’
(C.I.) y ‘atributo’, ya que, efectivamente, como hemos señalado, es la
peculiar combinación de las marcas de género y número lo que diferencia
las diferentes funciones sintácticas de los referentes personales átonos de 3ª
persona.
No obstante, en el caso del atributo, la forma lo, sustituta, no lo es
exclusivamente del sustantivo o adjetivo en función de ‘atributo’, que
estadísticamente es muy escaso con valores de neutro, sino que el lo
atributo (sin género ni número) adopta la forma del neutro lo para referir
conjunto a todo el sintagma que funciona como predicado, como hemos
señalado.
Por tanto, hasta aquí el referente lo, neutro, se sitúa en dos extremos.

1º) El primer extremo viene dado por ser sustituto de un neutro, p. ej.:

Aquello lo vimos muy negro desde el principio / A aquel lo vimos desde el principio
Esto lo creerán a pies juntillas / A este lo engañan todos los días

Obviamente se trata de un lo neutro, también homófono del masculino


del implemento (es decir, en sincretismo, como en el adjetivo, p. ej.:
blanco, blanca, blanco).
A este tipo de neutros, que reproducen en concordancia valores
morfemáticos de neutro hay que añadir los que hacen referencia a
elementos asimilables a sustancia de contenido neutro; p. ej.:

64
El reflexivo no tiene ‘caso recto’. Conmigo, contigo, consigo son formas fijadas léxicamente
por una peculiar evolución fonética y analogía ulterior.
52 Bonifacio Rodríguez Díez

Quiero algo claro, no eso ~ no quiero nada blanco, ni eso

En el caso de algo y nada ya hemos señalado que se trata de sustantivos


de sustancia de contenido “neutro”, que condiciona sus posibilidades
combinatorias65.
Asimismo, a estos neutros habría que añadir los empleos del ‘neutro’
castellano que en la concordancia en reproducción refieren grupos
sintagmáticos del tipo de infinitivos, oraciones completivas y oraciones
independientes66; p. ej.:

Decidimos actuar. Era lo único que podíamos hacer.


Dijo que vendría, pero eso no me lo creo.
Hasta aquí hemos llegado. Eso dijo.

2º) Pues bien, el segundo extremo viene dado por los atributos o
atributivos sustituidos por lo:

Los niños lo son (buenos)


Trabaja de eso (secretaria)

Así pues, este planteamiento del lo como referente de la función de


atributo (bien que limitado a los verbos ‘auxiliares’ ser, estar y parecer,
nos llevará a desarrollar el esquema de las formas átonas del personal de 3ª
persona de la siguiente manera, donde se especifican también estos
comportamientos funcionales67:

65
Vid. infra, § 1.2.2.
66
Vid. BELLO (en BELLO & CUERVO 1847/1964: §§ 292 ss); en § 302 resume la situación así:
“Son, pues, neutros los sustantivos esto, eso, aquello, ello o lo; mucho, poco, algo; y los
infinitivos de los verbos como cantar de canto... Y damos el mismo valor a los conceptos
precedentes expresados por verbos y proposiciones, y a los que se reproducen como
predicados”. Véase también MARTÍNEZ (1977/94: 178 ss).
67
RAE−Esbozo: § 2.5.2 solamente habla para las formas átonas de tercera persona de ‘caso
acusativo’ (el implemento) y ‘caso dativo’ (el complemento).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 53

FORMAS “1ª “2ª pers.” “3ª persona”


pers.”
ÁTONAS “no reflexivo” “refl.”
‘impl.’ ‘compl.’ ‘atributo’
“masc.” lo
“sing.” “fem.” me te la le (se)
“neutr.” lo lo se
“plur.” “masc.” nos os los les (se)
“fem.” las

3. Conservación, remotivación y desmotivación del neutro primitivo:


“animado”/“inanimado” o “personal”/“no personal”

La historia del género en la evolución y constitución del español no se


agota en lo expuesto hasta aquí. Precisamente, los fenómenos más
significativos de conservación y, sobre todo, de evolución —remotivación
y desmotivación— en el género del español no residen en la evolución del
género de los sustantivos, que se caracteriza por la expansión de la
oposición ligada al valor de “sexo” y la aparición de nuevas sustancias
conformadas, la mayoría de ellas ligadas a la conservación de los neutros
plurales68. Tampoco se agota en la evolución del neutro en los adjetivos
(calificativos o de tipo I) y en buena parte de los pronombres, en los que la
sustancia del neutro latino, conservada en adjetivos y pronombres, se
desplaza hacia la designación de “abstracto” / “concreto”, como se ha
señalado69. Hay otros ámbitos, ligados a algunos pronombres y también al
género que denominamos ‘neutro’, en los que podemos advertir
interesantes fenómenos de conservación, remotivación y desmotivación del
género en la evolución del latín al español, y, ulteriormente, dentro del
propio español.

68
Salvo la que establecen los pares del tipo planchador / planchadora, segador / segadora, etc.,
que oponen ‘masculino’ − “operario” / ‘femenino’ − “instrumento”, que no deja de ser la
reproducción de la vieja oposición indoeuropea “animado” / “inanimado” (RODRÍGUEZ DÍEZ En
prensa-b: § 3.2.5).
69
Vid. supra, § 1.1.
54 Bonifacio Rodríguez Díez

3.1. Qué / quién ~ que / quien


Relativo e interrogativo ya aparecen relacionados en latín por su origen y
forma fónica, y de hecho sólo diferían en el nominativo singular: QUI –
QUAE – QUOD, relativo, frente a QUIS − QUAE − QUID, interrogativo. De aquí
que acabaran confundiéndose, de tal manera que QUIS es sustituido por los
relativos QUI y QUAE, y, por su parte, el relativo QUOD es sustituido por el
interrogativo QUID70.
De todas las formas latinas relativo–interrogativas sólo se mantienen en
castellano algunas, en concreto, las siguientes:

QUI ‘nom. masc.’ > qui


QUEM ‘acus. masc.’ > quien
QUID ‘neut’ > que (el que, la que, lo que; los que, las que)

Como señala R. Menéndez Pidal, “estas formas se emplearon lo mismo


para el acusativo que para el nominativo, para el singular que para el plural,
para el masculino que para el femenino, pues no se creyó necesario precisar
el género y el número, que van o pueden ir determinados con claridad por
el antecedente del relativo”71.
Sin embargo, en lo que afecta a este trabajo, hemos de advertir que el
castellano va a mantener la vieja oposición “animado” / “inanimado”, de
alguna manera presente en QUIS / QUID, bajo la concreta oposición “no
personal” / “personal”. En efecto, en los orígenes tanto qui como quien
designaban personas (incluyendo ambos géneros: ‘masc.’ y ‘fem.’, y ambos
números: ‘sing.’ y ‘plur.’), mientras que que, designaba tanto personas
como cosas, siendo así el elemento no marcado de la oposición72.
A finales de la Edad Media, a partir del siglo XIV, cae en desuso qui,
sustituido por su equivalente, quien. A su vez, ya en el siglo XVI aparece el
plural analógico quienes, si bien en la lengua hablada todavía aparece algún
quien con valor de plural.

70
Vid. VÄÄNÄNEN 1967/75: § 285.
71
MENÉNDEZ PIDAL 1904/68: § 101.
72
En efecto, tanto en latín y en griego como en las lenguas romances, quedan restos de la vieja
oposición “animado” ~ “personal” / “inanimado” ~ “no personal”, en la que el término
“animado” ~ “personal” sólo dispone de una forma para el masculino y el femenino. Se trata de
ciertos temas evidentemente arcaicos; así, gr. τίς / τί lat. QUIS (esp. quien, fr. qui, it. chi) / QUID
(esp. que, fr. quoi, it. che, etc.).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 55

Otro aspecto de interés —y que puede tener relación con el hecho de que
quien haya adoptado en el español moderno el plural, quienes— reside en
que el pronombre relativo−interrogativo quien es categorialmente
sustantivo en la oración transpuesta73.

3.2. Reajuste del sistema de los indefinidos propiamente dichos:


adaptación y remotivación
Tanto en las gramáticas latinas como prácticamente en todas las
modernas del español, dentro de la —así llamada— categoría de los
pronombres se incluye un grupo, el de los ‘indefinidos’, que integra una
serie de subgrupos que, si bien tienen unos rasgos comunes, sobre todo
semánticos, presentan también diferencias funcionales y combinatorias
muy variadas. Gran parte de ellos son fundamentalmente adjetivos
determinativos (o de tipo II), que pueden ir nominalizados sin necesidad del
artículo74. Pero algunos de los que se incluyen son sustantivos. Se dice en la

73
He aquí, en esquema, la pertenencia categorial de los relativos:

Relativos
‘Sustantivo’ ‘Adjetivo’ ‘Adverbio’
Que + + +
Quien + – –
Cual + + –
Cuyo – + –
Cuanto + + +
Donde – – +
Cuando – – +
Como – – +

74
Hemos descrito los indefinidos en la sincronía del español actual en nuestro trabajo, “Los
cuantificadores en español” (RODRÍGUEZ DÍEZ 1982). Clasificábamos allí los indefinidos en los
siguientes tres grupos (siguiendo para su nomenclatura a ALCINA FRANCH & BLECUA 1975: §
4.5):
1º) Indefinidos ‘gradativos’: mucho, poco, bastante, demasiado, etc.
2º) Indefinidos ‘intensivos’: más, menos y tanto.
3º) Indefinidos ‘existenciales’ (o de ‘de existencialidad’, FERNÁNDEZ RAMÍREZ 1951: § 187):
alguien / nadie, alguno / ninguno, algo / nada.
Se concluía, a propósito de ‘gradativos’ e ‘intensivos’ lo siguiente: “forman un grupo
gramaticalmente homogéneo que podríamos definir en virtud de los siguientes rasgos:
- Son adjetivos con variación de género (‘masc.’, ‘fem.’ y ‘neut.’) y número (‘sing.’ y ‘plur.’).
56 Bonifacio Rodríguez Díez

terminología tradicional que son pronombres, pero realmente no sustituyen


al nombre pues este no se puede restituir en lugar de aquel.
Los indefinidos ‘existenciales’ se corresponden con los que para el latín
M. Bassols de Climent denomina ‘indefinidos propiamente dichos’75. Este
tipo de indefinidos conforman en latín los valores y rasgos siguientes:

1º) La noción que podríamos denominar “indefinición de


existencialidad”76.
2º) Carácter positivo o negativo, constituyendo una especie de dos
subsistemas definidos por el rasgo de “afirmación” / “negación”.
3º) Triple distinción de género: ‘masculino’, ‘femenino’ y ‘neutro’ y
morfema de número: ‘singular’ / ‘plural’, ligados a la declinación.
4º) Desempeño de las funciones de ‘sustantivo’ o ‘adjetivo’.
5º) Otros valores o usos ligados a determinadas combinaciones
sintácticas.

En la evolución de estos indefinidos latinos se produce la pérdida de


muchos de ellos: buena parte de los de la serie positiva, y prácticamente
toda la serie negativa, apareciendo formas nuevas, inicialmente complejas o
pluriverbales. Por otra parte, el sistema de estos indefinidos se reajusta

- Son adjetivos del tipo II por su combinatoria en el grupo sintagmático nominal, en el que
siempre preceden al otro adjetivo de tipo I.
- Necesariamente preceden al núcleo nominal.
- No necesitan del artículo para ir nominalizados. Pero, salvo tanto, no incorporan el valor de
“identificador” que conforma el morfema artículo; de ahí que puedan llevar el artículo en
algunos casos y que no excluyan la presencia del mismo en el grupo sintagmático nominal de
que forman parte, p. ej.: los muchos años.
- Inmovilizando sus marcas pueden desempeñar las funciones propias del adverbio, tanto en el
marco del sintagma nominal (adyacente adjetival o adyacente adverbial) como del sintagma
verbal (aditamento)” (RODRÍGUEZ DÍEZ 1982: 245).
Los indefinidos ‘existenciales’, como veremos, poseen características bastante diferentes, si
bien, son los que semánticamente cumplen mejor con la etiqueta de ‘indefinidos’.
75
BASSOLS DE CLIMENT 1956/81: 209.
76
“Como ellos [los interrogativos], presuponen los indefinidos un problematismo acerca de la
existencia de un objeto o de una serie de objetos más o menos conocidos o consabidos, al mismo
tiempo que están privados, frente a ellos, de la función apelativa. Por este dato específico que da
coherencia al sistema de los indefinidos podrían recibir la denominación de pronombres de
existencialidad” (FERNÁNDEZ RAMÍREZ 1951: § 187).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 57

funcional y semánticamente, como tendremos ocasión de ver. En esquema


su evolución del latín al español es la siguiente:

LATÍN “Significado” Español


QUIS “que”, “cual”, “quien” ∅
ALIQUIS ∼ ALIQUIS UNUS “alguien”, “alguno”, “algo” alguien, algo ∼ alguno
QUIDAM “cierto” ∅ / cierto (< CERTUS)
QUISPIAM “alguno” ∅ / alguno ( < ALIQUIS UNUS)
QUISQUAM “alguno” ∅
NEMO “nadie” ∅ → [HOMINE] NATU > omne nado ~ ant.
nadi ∼ mod. nadie (vulg. naide)
NIHIL “nada” ∅ → [RES] NATA > nada
NULLUS “ninguno” ant. nul (null) ∼ nullo − nulla / → NEC
UNUS > ant. neguno ~ mod. ninguno
NEUTER “ninguno de los dos” ∅

La evolución del sistema o campo de los indefinidos existenciales supone


un reajuste del mismo. De alguna manera se conservan en español los
cuatro valores primeros que hemos señalado para los indefinidos
existenciales en latín, ya que el quinto se refiere a ciertas peculiaridades
meramente combinatorias, que, como tales, no pasan al romance.
Por su parte, la concreta evolución de los distintos rasgos que definen el
sistema de los indefinidos existenciales latinos se puede resumir en los
siguientes puntos:

a) Los dos rasgos primeros, noción de “indefinido de


existencialidad” y de “positivo / negativo”, se mantienen, si bien las
unidades romances que los soportan son, en buena medida de nueva
creación, como veremos, sobre todo en lo que se refiere a las
unidades negativas.
b) Los valores que podríamos denominar de ‘género’: ‘masculino’,
‘femenino’ y ‘neutro’, que en latín iban ligados a la declinación
(ALIQUIS − ALIQUA − ALIQUID ~ ALIQUOD, NULLUS, –A, –UM, etc.), se
reajustan de dos maneras:

1ª) Por una parte el neutro latino se reajusta con el valor de


“abstracto” (frente al ‘no neutro’ − “concreto”), tal como ocurre
en el adjetivo y en otros pronombres, con una realización
58 Bonifacio Rodríguez Díez

específica: ALIQUOD > algo / NIHIL (sustantivo ‘neutr.’


indeclinable) > ∅ → [RES] NATA > nada. Igualmente, sobre el ‘no
neutro’ − “concreto” se instala la oposición “personal” // “no
personal”: ALIQUEM > alguien / NEMO (sustantivo ‘masc.’) > ∅
→ [HOMINE] NATU > omne nado ~ ant. nadi ∼ mod. nadie (vulg.
naide) // ALIQUIS UNUS → ALIQUNUS > alguno / NULLUS (adjetivo
‘masc.’ − ‘fem.’ − ‘neutr.’) > ant. nul (null) ∼ nullo − nulla →
NEC UNUS > ant. neguno ~ mod. ninguno. Precisamente, el
esquema de la triple forma negativa: NIHIL / NEMO / NULLUS
(cuyos étimos, curiosamente, se pierden) es el que está en la base
de la triple distinción “abstracto” // “concreto”: “no personal” /
“personal” (así como, en cierta medida, de sus rasgos
gramaticales funcionales), que se va a conformar tanto para los
indefinidos existenciales positivos como negativos.
2ª) La oposición “masculino” / “femenino” con sus valores
romances en el sustantivo y en el adjetivo se actualiza en las
formas de valor “no personal” (alguno ~ alguna / ninguno ~
ninguna) de forma regular, por efecto de la evolución normal de
UNUS, −A, −UM.

c) El morfema de número, ‘singular’ / ‘plural’, con sus valores


romances en el sustantivo y en el adjetivo —“no variedad” /
“variedad”— se actualiza, al igual que el género ‘masc.’ y ‘fem.’, en
las formas de valor “no personal” (algunos ~ algunas / ningunos ~
ningunas) de forma regular, también por efecto de la evolución
normal de UNUS, −A, −UM.
d) Los valores más propiamente gramaticales, por sintácticos o
combinatorios, se articulan de dos formas:

1ª) En las unidades de valor “abstracto” por medio de unidades


categorialmente ‘sustantivo’: algo / nada; que, en este caso
concreto, debido a su valor de “abstracto”, pueden desempeñar
también funciones de adverbio77. Por su parte, las unidades de

77
De forma análoga a los adjetivos de tipo I o de tipo II que pueden también desempeñar las
funciones de adverbio, en su caso, inmovilizando sus marcas (vid. supra, § 1.1.2.2).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 59

valor “personal” también se conforman por medio de unidades


categorialmente ‘sustantivo’: alguien / nadie.
2ª) Las unidades de valor “no personal” se conforman por medio
de adjetivos de tipo II (determinativos), en clara tradición desde el
latín, que tanto pueden desempeñar funciones de adjetivo, como
de sustantivo sin necesidad de artículo: alguno(s) ~ alguna(s) /
ninguno(s) ~ ninguna(s).

La evolución de los indefinidos existenciales del latín al español va a dar


lugar en romance a un sistema mucho mejor ahormado que en latín y con
las virtualidades morfemáticas, tanto en cuanto su significado como a sus
formantes, características del sustantivo y adjetivo romances. En esquema,
el sistema de los indefinidos existenciales en el español actual es el
siguiente:

‘NEUTRO’ – “ABSTRACTO” ‘NO NEUTRO’ – “CONCRETO”


“personal” “no personal”
“femenino” “masculino”
alg[o] algu[ien] algu[n]a(s) algu[n]o(s)
nad[a] nad[ie] ningu[n]a(s) ningu[n]o(s)
‘SUSTANT.’ +‘ADVERBIO’ ‘SUSTANTIVO’ ‘ADJETIVO’

Sus valores y rasgos, de alguna forma paralelos a los latinos, son los
siguientes78:

1º) El valor general de “indefinición de existencialidad”.


2º) Carácter positivo o negativo: “afirmación” / “negación”, ligada a
diferencias lexemáticas: algo / nada, alguien / nadie, alguno /
ninguno.
3º) Conformación de tres valores de género imbricados:

(a) ‘Neutro’ – “abstracto”: alg[o], nad[a] / ‘no neutro’ –


“concreto”: algu[ien], nad[ie]; algu[n]o, ningu[n]o, expresado
por medio de derivativos o elementos sufijales (o por efecto de
una ‘especie’ de supletivismo en la expresión).

78
Vid. RODRÍGUEZ DÍEZ 1992: 245–248.
60 Bonifacio Rodríguez Díez

(b) ‘No neutro’ – “personal”: algu[ien], nad[ie] / ‘neutro’ – “no


personal”: algu[n]o, ningu[n]o, también expresado por medio de
derivativos o elementos sufijales (o por efecto de una ‘especie’ de
supletivismo en la expresión).
(c) “Masculino” / “femenino”: alguno / alguna, con formantes
idénticos a sustantivos y adjetivos.

4º) Conformación del morfema de número, ‘singular’ / ‘plural’ en los


existenciales de valor “concreto”·− “no personal”: alguno ~ alguna /
algunos ~ algunas, con formantes regularizados al igual que
sustantivos y adjetivos79.
5º) Distintas posibilidades sintácticas o combinatorias:

(a) Los existenciales de valor “abstracto”, algo y nada, son


sustantivos, pero dada su peculiar sustancia de “neutro” pueden
también desempeñar las funciones de adverbio, tanto dentro del
sintagma verbal (p. ej.: no estudió nada las matemáticas,
prepararemos algo la reunión), como del sintagma nominal (p.
ej.: presentaron canciones algo exóticas, ponen una película que
no está nada mal). Lógicamente carecen de plural.
(b) Los existenciales de valor “personal”, alguien y nadie, son
sustantivos a todos los efectos, que carecen de plural (que sí
llevan los adjetivos alguno / ninguno, elementos no marcados de
la oposición).
(c) Los existenciales “no personales”, alguno / ninguno
(elementos no marcados de la oposición) son los verdaderos
adjetivos indefinidos de tipo II (o determinativos), coincidiendo
en sus características sintácticas y combinatorias con ‘gradativos’
e ‘intensivos’, salvo en los rasgos siguientes:
79
El uso de los plurales ningunos ~ ningunas es más amplio en español antiguo, pero en el
español actual están prácticamente en desuso, salvo en ciertas combinaciones, tal como señala S.
Fernández Ramírez: “Se emplean preferentemente como adjuntos expresivos con el predicado
nominal: Gracias a dios no somos NINGUNOS animales […], con pluralia tantum o plurales
expresivos: No tenía NINGUNAS ganas de entrar […] o cuando el número viene impuesto por el
término de su referencia: NINGUNAS [novelas] más antiguas e interesantes que las de Bocaccio
[…], o coordinados con pocos (facilitándonos víveres y auxilios para nuestro campo, con POCOS
o NINGUNOS derechos […]” (FERNÁNDEZ RAMÍREZ 1951: § 194).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 61

- la incompatibilidad absoluta con el artículo;


- la ausencia de neutro; y
- la no posibilidad de desempeñar funciones propias de
adverbio.

En lo que se refiere a la etimología concreta de las distintas unidades, la


describimos a continuación, comenzando por las unidades negativas.

NEMO. Se pierde. Sus valores semánticos y su casilla funcional va a ser


ocupada por la construcción HOMINE NATU > omne nado > nadi (por
analogía con qui) ~ nade > nadie (vulg. naide)80. Hay que tener en cuenta,
por tanto, que la incorporación de nadi (y sus variantes) al sistema es
relativamente tardía (omne nado lo encontramos en el Cid y en el
Arcipreste); por otra parte, nadie penetra en Castilla en el siglo XV a costa
de los usos sustantivados de ninguno.

NIHIL. Se pierde. Sus valores semánticos y su casilla funcional va a ser


ocupada por nada, procedente de la construcción [RES] NATA “cosa
nacida”81.

NULLUS. Se pierde82. Será sustituido por ninguno (cast. ant. neguno, y en


los Fueros leoneses).

80
La etimología de NEMO fue explicada por Cicerón en Brutus: NE HOMO > NEMO. Quizás de la
pérdida de NEMO, en el que aún se sentiría, de algún modo subyacente, HOMO, puede venir el
empleo de este, omne, en fórmulas negativas, p. ej.: por. nome no “no hombre, no”. Como
señalan M. Alvar & B. Pottier, “omne, acentuado, aparecía con el valor de ‘alguien, alguno’ y se
documenta desde antes que alguno; el sintagma negativo ningún hombre es paralelo al de algún
hombre” (ALVAR & POTTIER 1983: § 111.2).
81
Ya en Terencio se encuentra: “E RE NATA MELIUS FIERI HAUD POTUIT” (Ad., 295) (vid. ALVAR &
POTTIER 1983: § 111.1. n.118).
82
Como señalan M. Alvar & B. Pottier, “en cast. ant. se conoció nul (Berceo, Fuero de Avilés,
documentos montañeses de 1220, pero no en textos posteriores” (ALVAR & POTTIER 1983: §§
111.1, n. 114). Lo encontramos en el Alexandre, Apolonio, Alfonso X. No supera el siglo XIII,
en concreto la segunda mitad del XIII. Junto a la grafía nul encontramos null. Asimismo,
encontramos “nullo (Cid, Fuero de Avilés, etc.) y el fem. nulla (Alex., Berceo), que son formas
según J. Corominas “muy usuales en los ss. XII y XIII” (COROMINAS & PASCUAL 1980−91: s.v.
no). Curiosamente todos los ejemplos que hemos consultado de nullo y nulla se corresponden
con adjetivos. No se entiende lo que dice J. Corominas cuando habla de “forma sustantiva” para
62 Bonifacio Rodríguez Díez

En lo que respecta a los indefinidos existenciales positivos tan sólo se


conserva ALIQUIS, a través del masculino, ALIQUEM (> alguien), del neutro,
ALIQUOD (> algo), y de la combinación ALIQUIS UNUS → ALIQUNUS (>
alguno83), con lo que se asegura un completo paralelismo, en sus valores y
en sus formas y posibilidades combinatorias, con el subsistema que hemos
visto para los indefinidos negativos84.
La procedencia de alguien (< ALIQUEM) es presentada por M. Alvar & B
Pottier, siguiendo a Y. Malkiel, bajo la influencia de QUEM, pero como un
lusismo, habida cuenta de que la localización geográfica de alguien es el
centro y occidente peninsulares (es desconocido en catalán)85. Asimismo,
advierten M. Alvar y B. Pottier que alguien es desconocido por Alfonso X,
don Juan Manuel, Cifar y el Corbacho. Sin embargo, hay documentos
notariales, ya en el siglo XIII, que utilizan alguien en los contextos al uso.
De ahí que la interpretación de occidentalismo sea aceptable, pero la de
lusismo sea arriesgada, a no ser que se interprete que la influencia lusa
sirva para acentuar lo que ya existía en castellano, la misma forma alguien;
y esto independientemente de los problemas o cambios en su acentuación
alguién ~ alguien86.

nullo; parece que con forma sustantiva quiere decir con forma plena. Nulo procede por vía no
patrimonial.
83
M. Alvar & B. Pottier, a propósito de que se encuentra el resultado de ALIQUNUS desde los
orígenes del idioma, señalan que es “innovación de la Romania central que se documenta con
mayor densidad a lo largo de las vías de comunicación del Imperio; falta −−sintomáticamente−−
en rumano” (ALVAR & POTTIER 1983: §§ 109.2.1, n. 93).
84
A estos étimos y resultados hay que añadir el simple ALIUD, en su variante ALIID latino vulgar,
que da lugar al cast. al “alguno”, arag. ali.
85
. ALVAR & POTTIER 1983: §§ 109.2.1. Vid. MALKIEL 1948.
86
Hay que suponer que la acentuación aguda está en la base etimológica, ya que, si no, no se
podría explicar la diptongación; ello unido a una posible analogía con QUEM > quien.
Ulteriormente se produciría el desplazamiento del acento. La acentuación antigua, aguda, se
conserva en formas vulgares.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 63

3.3. La motivación del género en los fenómenos de leísmo, laísmo y


loísmo87
Ya hemos señalado que la peculiar combinación de las marcas de género
y número se constituyen en significantes de función (‘implemento’,
‘complemento’ y ‘atributo’) de los referentes átonos del personal de tercera
persona. En efecto, tales elementos pronominales son unidades de difícil
clasificación, de ahí que los denominemos descriptivamente ‘referentes
pronominales átonos’88. Son elementos dependientes que sólo aparecen
formando parte del sintagma verbal e indican si este se halla implementado
(C.D.) o complementado (C.I.), así como señalan la referencia al sintagma
atributo realizada por medio del neutro lo. Además de señalarnos el tipo de
función que cumplen, conllevan valores de “persona”, “género” y
“número” (y también de “reflexividad” en el caso de se, pero esta forma
queda fuera del objeto que ahora nos incumbe).
En el idioma español coexiste un abanico de normas en el uso de estos
referentes pronominales átonos que van desde la máxima diferenciación de
funciones hasta, inclusive, la confusión total, donde ya no hay la oposición
‘implemento’ (C.D.) / ‘complemento’ (C.I.). Pero, como veremos, en líneas
generales puede afirmarse que a medida que se oscurece la diferenciación
de funciones aumenta la complejidad de información de otro tipo, por
ejemplo, la relativa a valores de género. Es decir, en el español como
‘lengua histórica’ coexisten múltiples sistemas de los átonos de tercera
persona, que tradicionalmente han sido designados, asistemáticamente,
como los fenómenos de leísmo, laísmo y loísmo. Y es que, efectivamente,
hay pocos hechos en la lengua tan ejemplificadores de la noción de
diasistema como la variedad de usos del pronombre átono de tercera
persona. En el desarrollo de estos fenómenos de leísmo, laísmo y loísmo
vamos a encontrar un claro ejemplo de los procesos de motivación y
desmotivación del género que magníficamente señala L. Hjelmslev89.

87
En este apartado seguimos en buena medida nuestro trabajo, “Un ejemplo de motivación del
género: los fenómenos de ‘leísmo’, ‘laísmo’ y ‘loísmo’ del español” (RODRÍGUEZ DÍEZ 1997b);
vid. también RODRÍGUEZ DÍEZ 1998.
88
Efectivamente, un problema de difícil solución es el relativo al estatuto paradigmático de los
personales átonos. Obviamente los tónicos son claros sustantivos personales; pero, los átonos,
¿son morfemas o lexemas? El último Alarcos, deliberadamente o no, es ambiguo al respecto
(ALARCOS LLORACH 1994: 199).
89
RODRÍGUEZ DÍEZ (En prensa-b): § 1.2.
64 Bonifacio Rodríguez Díez

A continuación, sin olvidar que los varios ‘sistemas dialectales’ de los


átonos de 3ª persona que se localizan en la realidad del español no se
manifiestan de una manera rígida y uniforme, ya que a menudo se producen
interferencias e hibridaciones, vamos a referirnos por separado a cada uno
de ellos, comenzando por los que presentan las funciones claramente
diferenciadas.

3.3.1. El sistema etimológico


Gran parte del dominio lingüístico del español refleja en el sistema de
los átonos la situación originaria latina, con los fenómenos de conservación
y pérdida de casos característicos de la constitución en romance del
pronombre de tercera persona ‘no reflexivo’, que no existía en latín y que
se constituye a partir del demostrativo ILLE, ILLA, ILLUD90. Este sistema lo
podemos representar así:
‘IMPLEMENTO’ (C.D.) ‘COMPLEMENTO’ (C.I.)
I) Sistema ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’ ‘NO ‘NEUTRO’
etimológico “concreto” “abstracto” NEUTRO’ “abstracto”
“concreto”
‘masculino’ ‘’femenino’ ‘masculino’ ‘’femenino’
‘SING.’ lo (< ILLUM) la (< ILLAM) lo (< ILLUD) le (< ILLI) le (< ILLI)
‘PL.’ los (< ILLOS) las (< ILLAS) les (< ILLIS)

90
Los rasgos que conforman los referentes átonos de 3ª persona son los siguientes:
(1º) “Noción de 3ª persona”.
(2º) “Número”: “singular” / “plural”; p. ej.: lo, la, lo / los, las; le / les.
(3º) “Género”: “masc.” / “fem” / “neut.”; p. ej.: lo / la / lo; le.
(4º) “Reflexividad” / “no reflexividad”; p. ej.: se / lo, la, lo ~ los, las; le (se) ~ les (se).
(5º) “Caso−función”: ‘implemento’ / ‘complemento’ / ‘atributo’; p. ej.: lo, la, lo ~ los, las / le ~
les / lo.
Todos estos valores van referidos tanto en el lexema como en los morfemas. Podemos decir que
la sustancia léxica del personal es la de “persona”, en concreto, la de “3ª persona”. Del resto
podemos decir que son valores morfemáticos, en muchos casos con supletivismo en la
expresión. El carácter tan abstracto de todos estos valores, incluido el más claramente léxico en
este caso, el de “persona”, hace difícil separar o asignar algunos de estos valores al componente
léxico o morfemático del sintagma personal, ello unido al hecho de que en algunos casos se ha
producido una especie de amalgama de formantes. Hay una evolución en la doctrina de E.
Alarcos Llorach a este respecto (vid. ALARCOS LLORACH 1994: § 86).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 65

Ejemplos:

Al niño lo vi ayer. Al niño le di el libro


A la niña la vi ayer. A la niña le di el libro
El zapato lo compré ayer
Eso lo vieron todos A eso no le doy importancia

A los niños los vi ayer A los niños les di el libro


Los zapatos los compré ayer.
A las niñas las vi ayer A las niñas les di el libro

Este sistema se diferencia de las restantes posibilidades (tradicionalmente


denominadas ‘leísmo’, ‘laísmo’ y ‘loísmo’) en que los subsistemas de los
referentes de implemento (C.D.) y complemento (C.I.) no poseen formas
comunes. Los pronombres de implemento combinan las marcas de género y
número del sintagma a que hacen referencia, en tanto que los de
complemento combinan con sólo las de número91. En definitiva, los
referentes de una y otra función permanecen claramente diferenciados. En
esto consiste o así se define el uso etimológico92.

91
Esta es la descripción de la sincronía en el español actual del personal átono de 3ª persona,
independientemente de que, en efecto, las formas del implemento (lo, la, lo / los, las) procedan
del acusativo latino: ILLUM, ILLAM, ILLUD / ILLOS, ILLAS, y las del complemento (le / les), del
dativo: ILLI, ILLIS.
92
El adjetivo etimológico de este grupo es producto de consideraciones diacrónicas, pero ahora
nos desentendemos de su explicación porque estamos describiendo los hechos desde una
perspectiva puramente sincrónica. Los ‘etimologistas’ serán los hablantes que utilizan este
modelo, y también los que sostienen que debe implantarse como norma correcta. Los estudiosos
parecen aceptar, implícita o explícitamente, que el uso etimológico debió ser el que triunfó en el
protorromance castellano y en general en la Edad Media. A este respecto señala R. Lapesa:
“Durante la Edad Media el empleo de los pronombres átonos de tercera persona había
respondido en general a su valor etimológico” (LAPESA 1942/80: 405). Y en otra ocasión afirma:
“Como no han prendido [leísmo, laísmo y loísmo] en Andalucía, Canarias ni Hispanoamérica,
es preciso admitir que no habían logrado pleno desarrollo en tierras castellanas en el segundo
tercio del siglo XIII, cuando Fernando III reconquistó y repobló Jaén, Córdoba y Sevilla, cuna
del español atlántico. Sin embargo, desde el Cantar de Mio Cid y otros textos arcaicos se
registran en cantidad no desdeñable muestras de le como dativo ampliado e incipientemente
invasor” (LAPESA (1968/2000: 280). Los usos pronominales que vamos a ver a continuación,
leísmo, laísmo y loísmo, se consideran anomalías o desviaciones posteriores y se definen
tomando como punto de referencia el uso etimológico (y, a veces, también, la lengua latina). Sin
embargo, como veremos, las situaciones pueden ser más complejas y estar más arraigadas en los
orígenes del castellano. Por su parte, el término ‘loísta’ puede tomarse como equivalente o
66 Bonifacio Rodríguez Díez

A la vista del esquema del ‘uso etimológico’, una primera cuestión que se
puede advertir aquí es que existe coincidencia de significantes entre el
masculino singular y el neutro (lo, la, lo) —es decir, sincretismo de
masculino y neutro en ‘masc.’ + ‘sing.’—, cosa que no ocurre en los
tónicos (él, ella, ello), ni el algunos otros casos, como son el del
demostrativo (este, esta, esto, etc.) y el del artículo (el, la, lo). Esta
coincidencia o sincretismo entre ‘masc.’ y ‘neutr.’ la encontramos en los
adjetivos de tipo I (p. ej.: blanco ~ blanca ~ blanco) y en algunos adjetivos
de tipo II (p. ej.: mucho ~ mucha ~ mucho)93. Por tanto, en los átonos de 3ª
persona, en concreto en la función de implemento, nos hallamos ante una
triple distinción genérica, bien que con sincretismo de masculino y neutro,
tal como encontramos de forma generalizada en los adjetivos.
El uso etimológico es el más extendido en el dominio del español.
Predomina en Asturias, Aragón, Andalucía, Canarias e Hispanoamérica,
salvo en partes de Ecuador, Argentina, Perú, en Paraguay, etc., en contacto
con lenguas amerindias. Se recomienda para el uso culto y literario; es,
pues, la norma de mayor prestigio, aunque se permite también el leísmo
masculino de persona. En las zonas no etimologistas, como las dos Castillas
y León, podrá aparecer, por estas razones, en las clases socio−culturales
más elevadas así como en los estilos o situaciones que requieren un registro
más cuidado, como, por ejemplo, en la manifestación escrita94.

sinónimo de ‘etimologista’, aunque ha tenido siempre un sentido más restringido: ‘loísta’ es el


que usa siempre lo para el implemento masculino singular, y el que sostiene que ésta debe ser la
única forma en ese cometido. Así se define todavía en la 19ª edición del Diccionario de la
R.A.E. (DRAE–1970: s.v. loísta), a los que utilizaban el sistema etimológico: “Aplícase al que
usa siempre el lo para el acusativo masculino del pronombre él”. Sólo a partir de la 21ª edición
(DRAE–1992), (la 20ª, DRAE–1984, es de transición y en ella se hacen coincidir las dos
acepciones), se incorpora la acepción única que hace referencia al fenómeno del loísmo, que se
define así: “Vicio consistente en emplear las formas lo y los del pronombre él en función de
dativo”.
93
Vid. supra, § 1.1.2.
94
F. García González lo describe así: “Desde la óptica evolutiva lo podemos llamar
‘etimológico’, ya que es el resultado recto de la evolución. Desde otra perspectiva, es el empleo
recomendado por Academias y gramáticos, el ‘normativo’, y en consecuencia directa, o
recíproca, será el uso que alcanza mayor valoración social, el más ‘prestigioso’. También si lo
medimos en cantidad, resulta ser el más extendido por el dominio del español. Predomina en las
modalidades regionales de España, salvo en áreas del centro y norte de la Península, y en las
modalidades americanas, menos en Paraguay y zonas de Ecuador, Argentina y Perú” (GARCÍA
GONZÁLEZ 1996: 397)
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 67

3.3.2. Leísmo
Sin embargo, en el castellano —el español de las dos Castillas y de
León— aparecen usos o normas, con mayor o menor pujanza, que se
apartan del sistema etimológico que hemos señalado para los átonos de
tercera persona, en los cuales la incorporación de distinciones de género se
hace en detrimento de la indicación de función, llegando hasta la confusión
total entre los referentes de las funciones de implemento (C.D.) y
complemento (C.I.). Estos fenómenos, combinados e imbricados, se
denominan ‘leísmo’, ‘laísmo’ y ‘loísmo’ y suponen procesos de motivación
del género en los casos de leísmo —aunque no en todos— y de laísmo; no
así en el loísmo tradicional, en cuyo caso sólo se da un mero cambio de
significante, lo(s) por le(s)95.
La motivación del género en el leísmo supone la introducción en el
implemento masculino de una nueva distinción de género que, en principio,
podemos etiquetar como una nueva implantación del neutro. Ahora bien,
esta etiqueta gramatical general de ‘neutro’ se puede concretar
semánticamente de diversas formas, por ejemplo, como “animado” /
“inanimado”, “personal” / “no personal”, “contable” / “no contable”, etc.
Por tanto, pueden existir muchos tipos de leísmo96.

3.3.2.1. Leísmo de singular o leísmo académico


DRAE–1984 (s.v. leísmo) lo define así: “Empleo de la forma le del
pronombre en el acusativo masculino singular”. Es este leísmo de singular
el que se tolera, junto con el uso del sistema etimológico, como sistema de
átonos en RAE–Esbozo, de 1973, última ocasión en que la Real Academia
Española se ha pronunciado oficialmente: “La Academia Española,
teniendo en cuenta el origen etimológico de estas formas y la práctica más
autorizada entre los escritores modernos, recomienda para el uso culto y
literario la siguiente norma general: lo, para el acusativo masculino; la,

95
Dejamos a un lado los casos que aparecen en autores o personas de zonas distinguidoras por
razones de estilo y las situaciones fruto de adstrato con lenguas indígenas en el español de
América. Vid. FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ 1994: 73–74.
96
El adjetivo correspondiente, ‘leísta’, se aplicará a los hablantes que utilizan cualquier tipo de
leísmo, así como a los partidarios de imponer cualquiera de sus variedades en la norma culta o
correcta. Los términos ‘leísmo’ y ‘leísta’ adquieren en los diccionarios un sentido más
restringido, porque el leísmo masculino singular y, sobre todo, el de persona siempre fue más
frecuente, y en consecuencia las observaciones y discusiones se polarizan en torno a este punto.
68 Bonifacio Rodríguez Díez

acusativo femenino; le, dativo de ambos géneros, y además como acusativo


masculino de persona, pero no de cosa; en plural, los para el acusativo
masculino; las, para el acusativo femenino; les, para el dativo de ambos
géneros. Así, pues, tratándose de un hombre podemos decir indistintamente
No lo conozco o No le conozco; pero si se trata de una mujer, solo podemos
decir No la conozco; hablando de un libro, Lo tengo en casa”97. El leísmo
de masculino singular o leísmo académico lo podemos representar así:

II) Leísmo ‘IMPL.’ (C.D.) ‘COMPL.’


(C.I.)
de ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’ ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’
singular o “concreto” “abstracto” “concreto” “abstracto”
leísmo
académico ‘masculino’ ‘femenino’ ‘masc.’/‘fem.’
‘NO ‘NEUTRO’ le
NEUTRO’ “no les
“personal” personal”
‘SING.’ le lo la lo le
‘PL.’ los las

A este tipo de leísmo obedecen ejemplos como los siguientes:

97
RAE–Esbozo: § 3.10.5.c. Sin embargo, la edición 21ª del DRAE−1992 (s.v. leísmo) amplía la
tolerancia del leísmo al plural les referido a personas: “Empleo de la forma le y, con menos
frecuencia les, de él en el acusativo masculino singular o plural cuando el pronombre representa
a personas”. Este sería un leísmo en cierto modo reconocido o tolerado. En una segunda
acepción añade otras referencias a ‘leísmos’ no admitidos: “Vicio de emplear la forma le o les
para el acusativo masculino singular o plural cuando el pronombre no se refiere a personas, o
para el acusativo femenino singular o plural”.
La edición 22ª, DRAE−2001 (s.v. leísmo), viene a coincidir con la anterior: “1. Empleo de la
forma le y, con menos frecuencia les, de él en el acusativo masculino singular o plural cuando el
pronombre representa a personas. 2. Incorrección consistente en emplear la forma le o les para el
acusativo masculino singular o plural cuando el pronombre no se refiere a personas, o para el
acusativo femenino singular o plural”.
De cualquier modo, los diccionarios no van de acuerdo en sus definiciones. Así, por ejemplo, en
el DDL. (s.v. leísmo) también se lee algo parecido: “empleo del pronombre de dativo /le/ como
objeto directo en sustitución de /lo/” pero luego se admite que puede ser empleado
exclusivamente para persona masculina, y se considera correcto, o bien puede referirse a un
objeto singular o plural, aunque en este caso es mucho menos frecuente”. El DTF (s.v. leísmo)
amplía el fenómeno al femenino, pero sólo en singular; dice así: “Empleo exclusivo del
pronombre personal le, como complemento directo, en lugar de lo y la. Así, voy a verle, en vez
de voy a verlo o voy a verla”. No dice nada del leísmo de plural.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 69

Al niño le vi ayer. Al niño le di el libro


A la niña la vi ayer. A la niña le di el libro
El zapato lo compré ayer
Eso lo vieron todos A eso no le doy importancia

A los niños los vi ayer A los niños les di el libro


Los zapatos los compré ayer.
A las niñas las vi ayer A las niñas les di el libro

¿Qué se ha producido en este leísmo de singular o qué supone el leísmo


de singular desde el punto de vista del género? Obviamente, como se
advierte en el esquema, se ha introducido en el masculino singular del
implemento (C.D.) una distinción de género que conforma las sustancias de
“personal” / “no personal” (o “animado” / “inanimado”, ya que las
fronteras entre lo “animado” y lo “personal” son muy difusas y fácilmente
se pasa de una a otra noción)98. Dicho en otros términos, esto supone la
reintroducción de los valores de una distinción genérica, perdida en el paso
del latín al español, o quizá ya en latín: la del viejo neutro del indoeuropeo.
Este leísmo de singular o leísmo académico, así descrito y representado,
plantea algunas cuestiones, tanto de tipo teórico o metodológico como
práctico:

a) ¿Es posible mantener dentro de una misma categoría, la de los


referentes átonos de 3ª persona en función de implemento (C.D.), dos
tipos de neutro: un neutro conceptual, que conforma la sustancia de
“abstracto” / “concreto” (Eso lo vieron todos) y un neutro que
conforma una sustancia de “no personal” / “personal” (o “no
animado” / “animado”) a partir del masculino singular (El zapato lo
compré / Al niño le vi)?
b) ¿Por qué este leísmo, que conforma la sustancia de “personal” /
“no personal” (o “animado” / “inanimado”), no tiene plural?

98
Así lo plantea O. Jespersen cuando señala que “una distinción entre lo que está vivo y lo que
carece de vida, o entre lo animado y lo inanimado, o a veces entre lo humano y lo no humano, lo
personal y lo no personal (cosas que no siempre es fácil diferenciar) figura en las gramáticas de
muchas lenguas, a veces en relación muy estrecha con el género y el sexo, otras veces
independientemente de ellos” (JESPERSEN 1924/68: 279), y propone como ejemplo más claro de
esto el caso de los pronombres del inglés.
70 Bonifacio Rodríguez Díez

Con relación a la primera cuestión, parece que teóricamente no existe


dificultad, sobre todo si tenemos en cuenta, además, que el neutro español
conforma la sustancia “abstracto”, no la vieja indoeuropea o latina de
“inanimado”. Un fenómeno análogo describe A. Meillet para el eslavo
general99 y L. Hjelmslev, por su parte, esquematiza para el sorabo una
situación aún más compleja100. Precisamente en este punto A. Meillet
señala que esto no es algo particular del eslavo, sino que se da en español:
“On sait que, en espagnol par exemple, on ‘bâtit une maison’, mais ‘on
aime à un homme’ (a un hombre)”101. Precisamente la mayor analogía en
99
“A l’interieur du masculin singulier, il a été constitué une distinction entre un sous-genre
‘animé’ et un sous-genre ‘inanimé’ qui se manifesta seulement quand le nom en question est à
l’accusatif, c’est-à-dire là surtout où il joue le rôle de complément direct d’un verbe: quand un
nom masculin singulier désigne un être inanimé, son accusatif est identique au nominatif, tout
comme s’il s’agissait d’un neutre; au contraire quand un nom masculin de même forme désigne
un être animé, son accusatif est identique au génitif, et par suite distinct du cas sujet, le
nominatif” (MEILLET 1919/58a: 208).
100
Vid HJELMSLEV 1956/72: 312. Bajo nuestro modelo de esquema la representaríamos así:

‘NEUTRO’ − “inanimado” ‘NO NEUTRO’ − “animado”


“FEMENINO” “MASCULINO”
“inanimado” “animado”
“no personal” “personal”

Y a este respecto L. Hjelmslev señala: “La antigua distinción heredada entre lo ‘animado” y lo
‘inanimado’ se presenta en efecto, al espíritu liberado de las concepciones de antaño, como una
distinción semánticamente opaca entre lo ‘no neutro’ y lo ‘neutro’ [...]. Por esta razón la nueva
distinción que se introduce en el masculino o en el plural entre lo animado y lo inanimado no es,
para los hablantes, la ‘misma’ que la existente entre lo masculino-femenino respecto al neutro, y
el nuevo sistema no comporta nada ilógico. No menos cierto es que la nueva distinción repite en
principio la de antaño” (HJELMSLEV 1956/72: 313).
101
MEILLET 1919/58a: 208. S. Fernández Ramírez apoya esta interpretación: “Acaso debamos
pensar en cierto grado de solidaridad entre el acusativo le(s) y el complemento–objeto con a”
(FERNÁNDEZ RAMÍREZ 1964: 281). L. Hjelmslev, por su parte, no considera análogo al proceso
de motivación del género en el eslavo el caso del empleo o no de la ‘preposición’ a +
‘implemento’ (C.D.): “El hecho español consiste en que el complemento directo viene
introducido por la preposición a cuando se trata de la designación de un humano, pero también
en otros muchos casos diferentes (basta consultar cualquier gramática del español para darse
cuenta de esto)” (HJELMSLEV 1956/72: 302).
Aunque, efectivamente, en la actualidad, y sobre todo en el lenguaje coloquial, el empleo de la
‘preposición’ a + ‘implemento’ (C.D.) no esté ligado a estos contextos de “animado”, sino a
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 71

este punto entre ambos, eslavo y español, no viene dada por el empleo de la
‘preposición’ a + ‘implemento’ (C.D.), sino por este tipo de leísmo que
comentamos, ya que además de conformar la oposición “personal” / “no
personal” (o “animado” / “inanimado”), esto se hace, también a semejanza
del eslavo, utilizando los formantes de ‘caso’ (o ‘función’), que en español
ya no tiene formantes propios, sino que son combinaciones de formantes de
género y número, como hemos señalado. En efecto, las semejanzas entre el
fenómeno del eslavo y el leísmo español que comentamos son más que
notables y las podemos detallar en las siguientes:

1ª) Introducción de una nueva distinción de ‘neutro’, en concreto,


“personal” / “no personal” (o “animado” / “inanimado”).
2ª) Tal distinción se hace sobre el masculino singular.
3ª) La distinción se efectúa cuando el sintagma desempeña la función
de implemento (C.D.).
4ª) La introducción de esta distinción de género se hace a costa de
diferencias de caso–función: en el eslavo echando mano del
nominativo para el “inanimado” y del genitivo para el “animado”; en
el español utilizando para el “animado” la forma del singular del
complemento indirecto (C.I.), le.

resolver la ambigüedad en la identificación del sujeto en cualquier supuesto (p. ej.: La economía
condiciona a la política); sin embargo, la implantación histórica de la ‘preposición’ a +
‘implemento’ se hizo a partir de contextos con ‘nombres propios’, pasando a ‘nombres de
personas’ y a ‘nombres de seres animados’ (vid. MEIER 1948, MARTÍN ZORRAQUINO 1976,
MONEDERO CARRILLO DE ALBORNOZ 1983). Habitualmente las gramáticas señalan fórmulas o
reglas como la siguiente: “Con la preposición a, referido a personas, animales o cosas
personificadas” (PÉREZ RIOJA 1965: 280).
En nuestra opinión, ambos procesos de motivación del género, el de a + ‘implemento’ (C.D.) y
el del leísmo suponen una motivación del género con semejanzas y diferencias. Lo semejante es
que la motivación del género se hace dentro de la función de implemento (C.D.) y consiste en la
conformación de una sustancia del tipo “no personal” / “personal”, con la particularidad, muy
interesante, de que en ambos casos el proceso de conformación del género neutro lleva
aparejado otro que lleva a la desaparición de las marcas distinguidoras de función entre
implemento (C.D.) y complemento (C.I.). La diferencia reside —además de que se trata de
procedimientos diferentes: preposición, en un caso, y combinación de marcas de género y
número en el otro—, en que la distinción de casos: ‘implemento’ / ‘sujeto’ en un caso, se
mantiene, en tanto que en el otro la motivación del género propicia una progresiva indistinción
de casos o funciones hasta llegar a la indistinción total; al final en el proceso evolutivo del
leísmo se pierden tanto la distinción de caso como la de género.
72 Bonifacio Rodríguez Díez

Por su parte, la segunda cuestión, aparentemente inocua, lleva a tratar


varios asuntos de notable interés. En primer lugar, resulta chocante que un
leísmo que conforma unos valores de neutro de sustancia “personal” / “no
personal” (o “animado” / “inanimado”) no tenga plural. La explicación de
este hecho, basada en que la aparición del leísmo —entre otras causas— se
debe a un fenómeno de analogía del paradigma de estos átonos de 3ª
persona con los tónicos correspondientes (él, ella, ello), con los
demostrativos (este, esta, esto, etc.) o con el artículo (el, la, lo)102, no es
verosímil, ya que estamos, como se ha señalado, ante un nuevo tipo de
neutro, distinto y coexistente en el mismo paradigma con el neutro
conceptual —que es precisamente el neutro que encontramos en el personal
tónico, en el demostrativo y en el artículo— y cuyos valores de contenido
(“personal” / “no personal” o “animado” / “inanimado”) sí son compatibles
con el plural. Sería, por tanto, esperable un leísmo de plural.
3.3.2.2. Leísmo de singular y plural
Y en efecto existe un ‘leísmo de singular y plural’, tal como se muestra en
el siguiente esquema103:

III) ‘IMPL.’ (C.D.) ‘COMP.’ (C.I.)


Leísmo
de ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’ ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’
singular “concreto” “abstracto” “concreto” “abstracto”
y plural
‘masculino’ ‘femenino’ ‘masculino’
‘femenino’
‘NO ‘NEUTRO’ le
NEUTRO’ “no les
“personal” personal”
‘SING.’ le lo la lo le
‘PL.’ les los las

A este tipo de leísmo obedecen ejemplos como los siguientes:

102
Vid. LAPESA 1968/2000: 299, FERNÁNDEZ RAMÍREZ 1951: § 106 y 1964: 278.
103
“Desde los textos más viejos el leísmo es mucho menos intenso en plural que en singular”
(LAPESA 1968/2000: 297).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 73

Al niño le vi ayer. Al niño le di el libro.


A la niña la vi ayer. A la niña le di el libro.
El zapato lo compré ayer.
Eso lo vieron todos. A eso no le doy importancia.

A los niños les vi ayer. A los niños les di el libro.


Los zapatos los compré ayer.
A las niñas las vi ayer. A las niñas les di el libro.

Una explicación más plausible de la ausencia de plural en el leísmo de


singular o leísmo académico viene dada por su condición —según muchos
autores— de solución de compromiso entre las tendencias leístas, laístas y
loístas, y las presiones del sistema etimológico, en una pugna ya desde los
Siglos de Oro, que hará que el sistema etimológico vaya recibiendo apoyos
de literatos y académicos hasta llegar a la situación que refleja RAE–
Esbozo, y que señalábamos arriba104.
Pues bien, la solución académica actual se la debemos
fundamentalmente a V. Salvá, que propone esa solución de ‘compromiso’:
“Pudiera conciliarse esta especie de contradicción, estableciendo por regla
invariable, usar del le para el acusativo, si se refiere á los espíritus ú objetos
incórporeos y á los individuos del género animal; y del lo, cuando se trata
de cosas que carecen de sexo, y de las que pertenecen á los reinos mineral ó
vegetal. Así diré examinarle, si se trata de un espíritu, un hombre ó un
animal masculino, y examinarlo, si de un hecho”105. Esta opinión de V.
Salvá fue luego aceptada con matices por los gramáticos, por ejemplo A.
Bello106, R.J. Cuervo107 y por la Real Academia Española108.

104
Vid. supra, §1.2.3.2.1.
105
SALVÁ 1830/39: 165–166.
106
“La que a mí me parece aproximarse algo al mejor uso es la de Don Vicente Salvá: le
representa más bien las personas o los entes personificados; lo las cosas” (BELLO & CUERVO
1847/1964: § 928). Pero A. Bello no rechaza del todo el laísmo: dice que conviene el leísmo
para las personas y los entes personificados, y el laísmo limitado “a los casos que convenga para
la claridad de la sentencia” (BELLO & CUERVO 1847/1964: § 930).
107
“Lo que Salvá propone y que algunos gramáticos han vuelto regla (porque los tales andan
siempre a caza de reglas, aunque sean ilusorias), es una pura conciliación y no tiene fundamento
en el uso general; no obstante, parece haber ejercido alguna influencia en moderar el loísmo de
algunos andaluces” (CUERVO 1847/1964: nota 121). O con otras palabras de CUERVO (1895:
230): “de estas dos fuentes, Salvá y Bello, se ha derivado la regla a muchas gramáticas en
España como en América”.
74 Bonifacio Rodríguez Díez

Sin embargo, si bien la aparición de leísmo de plural (compatible o no


con laísmo) es un hecho, también es cierto que históricamente es anterior el
leísmo de singular al de plural, pues este último es muy escaso hasta el
siglo XV, y siempre estadísticamente de menor frecuencia109. Ya hemos
señalado que el recurso a la analogía con el personal tónico, el demostrativo
o el artículo, que presentaban R. Lapesa y S. Fernández Ramírez como
explicación de este fenómeno, no parece una explicación convincente o
suficiente.

3.3.2.3. Los sistemas de leísmo de “contable”/“no contable”


Tradicionalmente las investigaciones sobre los fenómenos de leísmo,
laísmo y loísmo —señaladamente desde un punto de vista diacrónico—
estaban limitadas al español escrito y, más concretamente, a los testimonios
de literatos y gramáticos. Así todo, tomando como base el registro literario
se advertía la complejidad de usos y que el leísmo de singular o académico
no era sino una fórmula de compromiso, que pretendía unificar o
regularizar el empleo culto o correcto, en su caso.
F. García González abordó inicialmente sus investigaciones sobre los
átonos pronominales como uno de los rasgos importantes del haz de
isoglosas que le permitió deslindar muy precisamente la frontera lingüística
entre el bable oriental y las hablas cántabras. Posteriormente sus
108
A mediados del siglo XIX la Real Academia de la Lengua empieza a cambiar de ideas
respecto del leísmo. Debido probablemente a la influencia que ejercen en su seno escritores y
gramáticos sobresalientes de regiones etimologistas o distinguidoras, como el aragonés
Alejandro Oliván y el gallego Nicomedes Pastor Díaz. Además, por estas fechas, el director era
Martínez de la Rosa, quien no miraba del todo mal al /lo/, como buen andaluz (lo solía utilizar
en sus escritos). Por fin, en 1854 aparece la nueva gramática en la que la Academia admite
indistintamente /le/ y /lo/ como acusativo (reconociendo que el uso no es tan uniforme como
sería de desear). En las ediciones posteriores se mantiene este criterio, aunque en algunas se
observa que muchos de los escritores más correctos evitan el uso de /lo/ refiriéndose a personas.
Finalmente, en el siglo XX, en la edición reformada de 1920 se recomienda que /le/ se utilice
sólo para el dativo, aunque se permite en acusativo cuando se refiere exclusivamente a personas.
Es la postura última oficial de la Real Academia Española mantenida en RAE–Esbozo ( vid.
supra,§ 1.2.3.2.1).
109
FERNÁNDEZ RAMÍREZ (1964: 281) señala que “el acusativo le(s) de persona arroja un índice
de frecuencia insignificante (60 casos de les frente a 558 de los en mis recuentos) si se compara
con el índice de frecuencia de le personal (1.176 casos de le frente a 517 casos de lo)”. Los
mismos datos había manejado en FERNÁNDEZ RAMÍREZ (1951: § 106). Curiosamente el
fenómeno que apreciábamos en el eslavo afectaba precisamente al singular.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 75

investigaciones al sur de la Cordillera Cantábrica, hasta la frontera con el


andaluz, le pusieron en contacto con los fenómenos castellanos de leísmo,
laísmo y loísmo, advirtiendo la gran variedad de sistemas y la complejidad
de los mismos, ligados éstos no sólo a diferencias diatópicas (las
primariamente interesadas), sino diastráticas y diafásicas110. Si bien F.
García González da un avance resumido de tales investigaciones en 1981,
el grueso de las mismas quedó desgraciadamente sin publicar111. Los datos
aportados por F. García González en 1994 apuntan en una doble dirección:

1ª) En el dominio geográfico de los fenómenos de leísmo (y también


laísmo y loísmo), y en niveles no cultos y ámbitos no urbanos, los
sistemas de los átonos de 3ª persona no sólo son muy variados, sino
que son notablemente distintos de los conocidos ‘leísmo de singular’
y ‘leísmo de singular y plural’.
2ª) Los sistemas más generalizados en esas zonas incorporan un
leísmo de “contable” / “no contable”, análogo a los sistemas de
átonos del bable oriental y, sobre todo, de las hablas cántabras del
occidente de Santander112. Estos fenómenos ya le habían hecho
concluir a F. García González lo siguiente: “Finalmente, creo que el
fenómeno aquí expuesto se halla íntimamente relacionado con otro
bien conocido: el leísmo. La tendencia a distinguir lo contable de lo
no contable, aún viva en el habla rural, es probable que sea otra de
las razones que contribuyen a explicar el arraigo del leísmo en
Castilla”113.

110
Vid. GARCÍA GONZÁLEZ 1977–78, 1978, 1980.
111
Vid. GARCÍA GONZÁLEZ 1981. Un resumen de todas sus investigaciones al respecto lo
constituye GARCÍA GONZÁLEZ 1994. Asimismo, aspectos concretos se presentan en GARCÍA
GONZÁLEZ 1996.
112
Vid. GARCÍA GONZÁLEZ 1980 para el bable oriental y GARCÍA GONZÁLEZ 1977–78 y 1978
para las hablas cántabras del occidente de Santander.
113
GARCÍA GONZÁLEZ 1981: 352–353. J. Neira ya había advertido una semejanza entre el
fenómeno del leísmo castellano y el sistema de átonos del bable que incluyen los valores de
“contable” / “no contable”: “Por otra parte, en el castellano hablado de la zona norte, se advierte
una tendencia a la especialización de /lo/ como neutro frente a /le/ como masculino, tanto de
persona como de cosa. De este modo, el leísmo en su fase más avanzada significa un sistema
exactamente igual (en la forma del contenido) al del bable […]. La novedad del bable es que /lo/
puede referirse también a lo continuo” (NEIRA 1978: 275–276).
76 Bonifacio Rodríguez Díez

Simultáneamente F. Klein−Andreu114, y posteriormente I.


115
Fernández−Ordóñez , han venido a confirmar en cuanto a los datos, y
parcialmente también en cuanto a las interpretaciones, los planteamientos
iniciados por el prof. García González.
F. García González presenta como sistemas —en rigor, subsistemas—
más generalizados, en el dominio castellano y en ámbitos no cultos y
rurales, los dos siguientes116:

IV) Leísmo IMPLEMENTO (C.D.) COMPLEMENTO (C.I.)


de
“contable” / ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’ ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’
“no “contable” “no contable” “contable” “no contable”
contable”:
(a) ‘MASC.’ ‘FEM.’ ‘MASC.’ ‘FEM.’
‘SING.’ le la lo le la lo[le] / lo[la] / lo[le]
‘PL.’ les las les las

Ejemplos117:

Le(s) encontramos muy animado(s)... y... le(s) dimos buenos consejos.


Le(s) compré usado(s)... y... le(s) puse forro(s) nuevo(s).
La(s) encontró muy excitada(s)... y... la(s) dio un calmante.
La(s) compré en las rebajas... y... la(s) cambié los botones.
Lo ponían en una marmita, la leche... y... luego lo[la] echaban cuajo.
Primero había que segarlo, el trigo, y luego darlo[le] vuelta.
Eso ya lo sé... y no lo[le] doy importancia.

114
Vid. KLEIN–ANDREU 1979, 1980, 1981a y 1981b.
115
Vid. FERNÁNDEZ–ORDÓÑEZ 1993, 1994, 1999 y 2001.
116
GARCÍA GONZÁLEZ 1994.
117
Es una zona laísta (lo que hemos reflejado en el cuadro), por una parte, y además las
referencias del complemento en los casos de nombres continuos alternan lo/le para el masculino,
trigo; lo/la para el femenino, leche; y lo/le para el neutro, eso.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 77

IV) Leísmo de IMPLEMENTO (C.D.) COMPLEMENTO (C:I.)


“contable” / ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’ ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’
“no contable” “contable” “no “contable” “no contable”
contable”
(b) ‘MASC.’ ‘FEM.’ ‘MASC.’ ‘FEM.’
‘SING.’ le la lo le la lo[le] / lo[la] / lo[le]
‘PL.’ los las los(les) las

Ejemplos118:

Los encontramos muy animados... y... los (les) dimos buenos consejos.
Los compré usado(s)... y... los (les) puse forros nuevos.

Con relación a la distribución geográfica, F. García González presenta


estas dos zonas dentro del conjunto de seis sistemas que distingue en el
diasistema del personal átono del español (junto con el ‘sistema
etimológico’, el ‘leísmo de singular’ y los sistemas fruto de adstrato con el
vasco, en la Península, y con lenguas amerindias, en Hispanoamérica),
describiéndolas de la siguiente manera:

En tierras de Burgos (salvo la franja oriental), Palencia y Valladolid, con ligeras


prolongaciones hacia Cantabria, León y Segovia, el pronombre singular depende de
que el sustantivo combine el rasgo de ‘contable’ o ‘no contable’. Se usa le para
masculino y contable, la para contable y femenino, y lo para lo continuo. En plural
sólo les, las, según el género del sustantivo.

Algo muy parecido ocurre en Cantabria, al norte, y en el centro de la Península, en


tierras de Ávila, Madrid, Toledo y Ciudad Real (salvo La Mancha), con
prolongaciones hacia Guadalajara, Soria, Segovia y, del otro lado, Cáceres y

118
Es lo mismo que el anterior, con la única diferencia de que para el plural el resultado es los,
aunque en algún caso alterna con les. I. Fernández−Ordóñez con relación a su sistema (b), casi
en todo coincidente con éste, hace la siguiente reflexión: “Este sistema es probablemente el que
intentó describir Correas en la Salamanca de principios del siglo XVII y debe estar muy
extendido en toda la provincia de Ávila, según nos lo hacen suponer anotaciones diversas sobre
el leísmo, laísmo y loísmo (normalmente plural) de escritores nacidos en esta provincia. La
explicitación de este sistema permite explicar algunas observaciones que se venían haciendo
tradicionalmente sobre el loísmo: El hecho de que fuera menos frecuente en singular que en
plural y que en los Siglos de Oro apareciera entre autores nacidos en las cercanías de Madrid”
(FERNÁNDEZ−ORDÓÑEZ 1994: 89–90).
78 Bonifacio Rodríguez Díez

Badajoz. La diferencia con el sistema anterior estriba únicamente en que aquí las
formas de plural son los, las”119.

¿Cómo cabe interpretar estos dos sistemas de leísmo de “no contable” /


“contable”? Lo que ocurre en estas zonas, probablemente por influencia del
sustrato —un sustrato de mayor influencia en otras zonas, las asturianas y
cántabras— es una adaptación o reorganización del neutro latino al
motivarse distinciones del tipo “no contable” / “contable”, que no deja de
ser también otra especie de ‘neutro’, el llamado ‘neutro de materia’120.
Por otra parte, de la misma manera que F. García González distingue en
el leísmo de Santander numerosas variantes del sistema de átonos
vinculadas a la oposición de valores de “contable” / “no contable”,
análogamente encuentra, según los datos de sus encuestas, una notable
variedad de ellos en la meseta castellana121. Tales variedades están ligadas
no sólo a diferencias diatópicas —las más directamente intentadas y

119
GARCÍA GONZÁLEZ 1996: 398. FERNÁNDEZ−ORDÓÑEZ (1994: 84–90) coincide básicamente en
la identificación de estos dos sistemas más generalizados, que denomina (a) y (b).
120
Para el ‘neutro de materia’ vid.: MENÉNDEZ PIDAL [1897–1906] 1962, CANELLADA 1944,
ALONSO 1958/62, BLAYLOCK 1965, HALL 1968, PENNY 1970, NEIRA 1978, GARCÍA GONZÁLEZ
1989, KLEIN–ANDREU 1981b. F. Klein–Andreu explica el proceso de instalación de las distintas
formas pronominales así: “Para que la distinción de limitación/continuidad se consolidara, hacía
falta que entes de tipo opuesto —entes limitados— se designaran con formas distintas a lo.
Inicialmente, pues, la distinción encontraría apoyo formal en referencia a femeninos,
distinguiéndose, por ejemplo, referencias a casa, puerta, etc. (hechas por la) de referencias a
leche, madera, etc. (hechas por lo). Para que se extendiera a masculinos (que el sistema casual
no distingue de los neutros) habría que echar mano del clítico restante, le, para los entes
limitados, masculinos” (KLEIN–ANDREU 1981a: 293).
121
Vid. GARCÍA GONZÁLEZ 1978. En la meseta castellana, además de los subsistemas (a) y (b)
que hemos señalado, F. García González identifica otras cinco variantes en zonas fronterizas al
oeste del dominio referencial castellano, desde el centro-suroeste de Salamanca hasta el centro-
oeste de León (GARCÍA GONZÁLEZ 1994). Sin embargo, nuestro análisis puede realizarse
atendiendo únicamente a los dos subsistemas más generales que hemos señalado. Asimismo, I.
Fernández-Ordóñez —además de los sistemas generales (A) y (B)— señala dos sistemas de
transición: el (D), en el centro-este de León —al que habría que añadir el (C), en la parte más
oriental del subsistema (A), al que nos referiremos más adelante -vid. infra, §1.2.3.2.4, nota 141-
y el (E), en la frontera oriental del subsistema (B) (FERNÁNDEZ−ORDÓÑEZ 1994: 90–100).
Analizaremos a continuación, por su especial interés, éste último, que en nuestra exposición
señalamos como V) (Un) sistema de transición entre leísmo de “contable” / “no contable” y el
sistema etimológico.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 79

buscadas por estos autores—, sino también, sobre todo en zonas urbanas y
en niveles cultivados, a diferencias diafásico–diastráticas.
Son precisamente estas últimas diferencias las que pueden explicar los
procesos de instalación de ciertas normas o usos —más o menos avalados
por los gramáticos o la Real Academia Española—, el más representativo
de los cuales es el que hemos denominado ‘leísmo de singular o leísmo
académico’. Curiosamente, I. Fernández–Ordóñez encuentra en una zona de
transición entre el castellano y zonas etimologistas un sistema de átonos de
3ª persona que viene a coincidir con el leísmo de singular o leísmo
académico (con matices que no aparecen en el cuadro) y que podemos
representar así122:

V) (Un) ‘IMPLEMENTO’ (C.D.) ‘COMPLEMENTO’ (C.I.)


sistema
de transición ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’ ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’
entre leísmo de “concreto” “abstracto” “concreto” “abstracto”
“contable” / ‘masc.’ ‘fem.’ ‘masc.’/‘fem.’
“no contable” ‘NO ‘NEUTRO’
y el sist. NEUTRO’ “no
etimológ. “personal” personal”
‘SING.’ le lo la lo le le
‘PL.’ los las les

El que este sistema sea una variante diatópica marginal o sea una variante
diafásico–diastrática —tal como se ha presentado el ‘leísmo académico’—
no tiene por qué condicionar el análisis, pero sí puede ayudar a intuir mejor
las líneas explicativas. En efecto, I. Fernández–Ordóñez comenta a
propósito de la zona en que aparece este sistema de transición lo siguiente:
“En los lugares más próximos al sistema ‘etimológico’, le alcanza su
máxima frecuencia con referentes personales; en cambio, cuando nos
acercamos al sistema referencial, le se generaliza con todo tipo de
referentes contables masculinos al tiempo que lo se introduce

122
“La segunda zona de transición se sitúa al sureste y comprende al menos la esquina
noroccidental de Ciudad Real, el oriente de Toledo y el occidente de Guadalajara”
(FERNÁNDEZ−ORDÓÑEZ 1994: 97).
80 Bonifacio Rodríguez Díez

progresivamente en la referencia a los continuos femeninos”123. Parece, por


tanto, que lo que se produce, a medida que el sistema de “contable” / “no
contable” se adentra en zonas etimologistas, es pura y simplemente una
desmotivación del valor de “no contable” o “continuo”, lo que se advierte
palmariamente en las concordancias anafóricas del referente personal con
sustantivos femeninos. No otra cosa habrá que suponer para el leísmo de
singular o académico. En efecto, en la zona castellana, bien por presiones
de cultos etimologistas, bien por una mera desmotivación de los valores de
“contable” / “no contable” en los hablantes no rurales o cultos (análoga, por
ejemplo, a la pérdida de la motivación de “tamaño” para el género, p. ej.:
mazo / maza), y dada la condición de ‘complejo dialectal’ que anima al
castellano en su formación, se propiciaría la aparición del leísmo
académico124. Es decir, desaparecería la motivación “continuo” /
“discontinuo” y se instalaría la oposición “personal” / “no personal” (o
“animado” / “inanimado”) en nada ajena a la función de implemento, pues,
desde la Edad Media había ido constituyéndose para oponer a +
‘implemento’ (= “personal”) / no a + ‘implemento’ (= “no personal”),
como hemos señalado125. Curiosamente hemos visto que en el eslavo se
instalaba una oposición análoga, “personal” / “no personal” (o “animado” /
“inanimado”), también sobre el acusativo (= implemento) y, además, en el
masculino singular, lo que quizás pueda ayudar a explicar que esta
oposición aparezca primero en el singular y, por ello, sea más abundante el
leísmo de singular que el de plural.
¿Qué ha ocurrido? Parece que la instalación del leísmo es más compleja
de lo que a primera vista puede parecer: la de una mera introducción de una
distinción “personal” / “no personal” sobre el sistema etimológico. En
efecto, la pérdida de motivación de la oposición “contable” / “no contable”
en un marco propicio a la motivación, en las viejas áreas referenciales,
llevó a reanalizar los sistemas de leísmo de “contable” / “no contable”, que
hemos presentado arriba. Esto se lleva a cabo de la siguiente manera:

123
FERNÁNDEZ–ORDÓÑEZ 1994: 97.
124
Vid. GARCÍA DE DIEGO 1951/70.
125
Sería interesante seguir en paralelo las vicisitudes de la conformación de los valores de la
combinación ‘preposición’ a + ‘implemento’ (en la actualidad prácticamente limitada a los
valores meramente formales y negativos de ‘no sujeto’, despojada, por tanto, de valores
semánticos), por una parte, y de los del leísmo, por otra. Vid. supra, nota 102.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 81

1º) En lo que se refiere al implemento (C.D.):

(a) Se pasa a interpretar el neutro como en el sistema etimológico,


‘neutro conceptual’: “abstracto”, que tan solo suponía una
segmentación del continuum de los valores del neutro ligeramente
diferente a la que supone el valor de “inanimado”, como se ha
señalado arriba.
(b) Esta interpretación del neutro como “abstracto” permite
motivar o dar nuevo significado a las tres formas disponibles (le,
la, lo) en la función de ‘implemento’ (C.D.) en los sistemas
referenciales para los entes “concretos”, de la siguiente manera: le
‘masculino’ – “personal o animado”, lo ‘masculino’ – “no
personal o inanimado” y la – ‘femenino’; un lo en sincretismo
con el lo masculino no personal quedaba para los entes
“abstractos”, de forma análoga a como encontramos en otras
categorías, tal como se ha señalado.
(c) Ulteriormente, instalados los valores de “personal” / “no
personal” en el sistema de átonos en el singular, se hizo inevitable
la extensión de tales valores al plural, para lo que existían formas
paralelas, les / los, que en los sistemas de “contable” / “no
contable” estaban en una especie de distribución complementaria,
dando lugar a los subsistemas referenciales (a) y (b) que hemos
señalado, pertenecientes a zonas geográficas distintas.

2º) En el complemento (C.I.), que en los sistemas referenciales era


paralelo al implemento (C.D.) −−es decir, se trataba de subsistemas
internos idénticos de complemento (C.I.) y de implemento (C.D.) −−,
se haría necesario un análogo proceso remotivador ante la
desmotivación y pérdida de los valores de “contable” / “no
contable”. Pero los resultados prácticos en este caso fueron
diferentes:

(a) Con relación a los subsistemas referenciales, que, como


hipótesis, suponemos que están en la base de los fenómenos de
leísmo, laísmo y loísmo, la desmotivación del ‘neutro de materia’
82 Bonifacio Rodríguez Díez

(pérdida de la oposición “contable” / “no contable”) en el


complemento (C.I.) da lugar a los siguientes resultados:

- Se mantiene la motivación de género ‘masculino’ /


‘femenino’, ligada al “sexo”, es decir, se mantiene el laísmo
que ya existía en los sistemas referenciales, en todo
coincidente con el denominado laísmo en la tradición
académica. Esto explica, por otra parte, el hecho de que el
laísmo siempre supone el leísmo. Más difícil es explicar por
qué, de hecho, el laísmo está como inscrito en el leísmo,
siendo de menor extensión tanto geográfica como social126.
Ello puede deberse al carácter de sistema de ‘compromiso’
(ámbitos ‘cultos’ y urbanos) del leísmo de “personal” / “no
personal” y a la propia presión del sistema etimológico.
- Se pierde el ‘neutro de materia’, es decir desaparece el neutro
que designaba los “no contables”, pero no se pierde el neutro
absolutamente: queda un neutro que conforma una sustancia
de “abstracto”, el neutro conceptual del español (coincidente
en su sustancia con el neutro de los adjetivos, artículo y otros
pronombres); este neutro será referido por lo en el implemento
(C.D.) en sincretismo con el ‘masc.’ y ‘sing.’, y además −−lo
que es menester resaltar−−, referido por le, en sincretismo
también con el ‘sing.’ (+ ‘masc.’, en caso de la existencia
también de laísmo) en la función de complemento (C.I.)127:

Eso lo vieron todos


A eso no le doy importancia

(b) ¿Por qué, de forma generalizada y sistemática, no se motiva el


loísmo?

126
Ello unido al hecho de que en ciertos ámbitos socio–culturales el laísmo está
sociológicamente desprestigiado.
127
Más adelante advertiremos que en el sistema de leísmo o norma castellana no aparece el
neutro le en el complemento: a eso no le doy importancia, como hemos señalado en el leísmo de
singular (y plural) y aparece claramente en el sistema etimológico, sino que el referente neutro
del complemento (C.I.) es lo: a eso no lo doy importancia. Vid. infra, §1.2.3.2.4
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 83

- En primer lugar, por la peculiar naturaleza semántica del


complemento, que está ligado —con notablemente mayor
frecuencia estadística, aunque no de manera exclusiva— a
entes “personales” o “animados”. Y, en segundo lugar, porque,
de hecho, la realización del ‘neutro’ – “no contable” en el
complemento —como se advierte en los dos subsistemas
referenciales, que hemos señalado, los más generalizados— no
es única y se halla poco fijada, alternando lo[le] “trigo” /
lo[la] “leche” / lo[le] “eso” en ambos subsistemas, (a) y (b).
- En segundo lugar, un loísmo de plural, los (mera variante de
les) se da generalizadamente en el sistema (b), además de les,
forma más restringida. Este loísmo de plural del sistema
referencial (b) no tiene nada que ver con el loísmo de singular
en los sistemas referenciales, de “contable” / “no contable”
tanto en el implemento como en el complemento, pues, como
decimos, es una mera variante, desmotivada, de les, forma del
plural masculino del complemento en el sistema referencial (a)
y forma mucho menos generalizada en el sistema (b). La causa
de que en plural el loísmo del subsistema (b), los, lo
consideremos desmotivado se debe a que en los sistemas
referenciales, de “contable” / “no contable” el neutro no tiene
plural128.

Queda así el loísmo de plural, los, cuando se da —sólo en el


subsistema (b)—, como un fenómeno aislado, asistemático y,
sobre todo, como un mero cambio de significante (en lugar de
les), pero sin constituir casilla diferente que pudiera ser portadora
de valores semánticos. Por otra parte, el loísmo de singular, lo, en
ambos subsistemas, (a) y (b), queda desfigurado en sus valores no
sólo por su escasa frecuencia estadística, que hemos señalado,
sino porque suele alternar con las otras dos variantes, le y la. De

128
No obstante, como veremos más adelante, esta realización de loísmo de plural, los, puede
emparentarse con realizaciones análogas, yos ~ los, para el complemento (C.I.) de hablas
asturianas y cántabras. Tendremos ocasión de analizar el alcance de estas realizaciones que en su
ámbito no son variantes de les, sino las verdaderas y únicas realizaciones del complemento
(C.I.) en plural. Vid. infra,§ 1.2.3.4
84 Bonifacio Rodríguez Díez

ahí que, en buena medida, sea también una mera variante del
significante. A su vez, la mayor generalización, de hecho, en el
sistema (b) de “contable” / “no contable” de la forma los en el
plural —si la comparamos con la frecuencia de lo en singular, que
en ambos subsistemas, (a) y (b), tiene que alternar con lo y la—,
puede explicar que el loísmo, asistemático y no motivado, pueda
aparecer más en plural.
En resumen, el problema del loísmo es que, aparecido como una
evolución interna de sistemas de “contable” / “no contable”, fuera
de estos sistemas, en el marco del castellano estándar aparece
desmotivado −−ya lo era en plural en el sistema referencial (b)−−
y sólo supone un cambio de significante, lo, los por le por les. A
diferencia del leísmo, que pudo apoyarse —mientras eso duró—
en una oposición del tipo “animado” / “inanimado”, o del laísmo,
fácilmente motivado por los valores “macho” / “hembra” del
género de algunos sustantivos, el loísmo, nacido, según nuestra
hipótesis, al amparo de los mismos orígenes, se presenta en el
marco del castellano estándar como asistemático. Sin embargo,
como veremos, en el caso del leísmo generalizado, el actual
sistema o norma castellana, vuelve a motivarse un loísmo nuevo y
distinto, lo en función de complemento (indirecto), pero motivado
como el neutro conceptual español, que precisamente no tiene
plural: a eso no lo doy importancia.

Este análisis que hemos realizado, que pretende ser más ontogénico que
filogénico, da entender que el leísmo puede interpretarse como una
evolución interna del sistema de átonos de 3ª persona en zonas castellanas
(así como el laísmo y el loísmo), precisamente a partir de sistemas que en
su origen o primera instalación ofrecían valores de “contable” / “no
contable”. I. Fernández−Ordóñez considera que esta evolución “es fruto de
haber reanalizado el sistema ‘etimológico’ ante la presión en avance del
sistema referencial”129. Sin embargo, esta opinión no es admisible ni cuadra
con otros planteamientos de esta autora, que sugerirían casi lo contrario.
Que de hecho puede haber habido presiones del sistema etimológico, tanto

129
FERNÁNDEZ−ORDÓÑEZ 1994: 99.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 85

por vía culta como en zonas de transición, es evidente. Ahora bien, éstas
han de interpretarse no como presiones de sistema a sistema que supongan
una especie de contagio, sino en la medida que esas presiones pudieron ser
paralelas a la pérdida de la motivación de los valores de “no contable” o
“continuo”; es decir, que tales sistemas de “contable” / “no contable”
evolucionaron internamente hacia la desmotivación del neutro de materia,
con o sin influencias diastráticas o diatópicas del sistema etimológico. A
partir de ahí lo que ocurre es un reajuste interno de los sistemas
referenciales castellanos, que acaban en el leísmo de “personal” / “no
personal”. Una presión directa y pura del sistema etimológico hubiera
supuesto, quizás, una cierta reintroducción de las desinencias casuales, cosa
que no se produce.

3.3.2.4. Leísmo generalizado o norma castellana


Sin embargo, la situación no queda anclada aquí. En la actualidad una
encuesta informal por las ciudades castellanas da cuenta de que el leísmo
de “personal” / “no personal” ha desaparecido y que lo que existe es un
leísmo generalizado, que es la norma castellana que señala S. de los
Mozos130:

VI) Leísmo ‘IMPLEMENTO’ ‘COMPLEMENTO’


generalizado ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’ ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’
o norma “concreto” “abstracto” “concreto” “abstracto”
castellana ‘masc.’ ‘fem.’ ‘masculino’ ‘femenino’
‘SING.’ le la lo le la lo
‘PL.’ les las les las

A este tipo de leísmo obedecen ejemplos como los siguientes:

Al niño le vi ayer. Al niño le di el libro.

130
Vid. MOZOS 1984b: 26, donde propone los siguientes ejemplos:

Sistema etimológico Sistema castellano


LO visité para darLE la noticia LE visité para darLE la noticia
LA visité para darLE la noticia LA visité para darLA la noticia
Eso no LO entiendo, pero no LE doy importancia Eso no LO entiendo, pero no LO doy importancia
LOS visité para darLES la noticia LES visité para darLES la noticia
LAS visité para darLES la noticia LAS visité para darLAS la noticia
86 Bonifacio Rodríguez Díez

A la niña la vi ayer. A la niña la di el libro.


El zapato le compré ayer.
Eso lo vieron todos. A eso no lo doy importancia.

A los niños les vi ayer. A los niños les di el libro.


Los zapatos les compré ayer.
A las niñas las vi ayer. A las niñas las di el libro.

S. de los Mozos compara únicamente el sistema etimológico con esta


norma o sistema castellano y presenta como explicación que el cambio se
ha producido, desde el primero hasta el segundo (se da la impresión de que
el proceso se ha dado desde el sistema etimológico hacia el leísmo
generalizado), por efecto de la analogía con la 1ª y 2ª personas, en las que
se da indistinción entre formas de implemento y complemento131:

‘Implemento’ ‘sing.’ me te le la lo
y
‘Complemento’ ‘plur.’ nos os les las ∅

Es decir, le para el masculino, la para el femenino y lo para el neutro.


Asimismo, el plural se construye en estricto paralelismo con el singular:
les, las, sin forma neutra, ya que el neutro español, como hemos señalado,
no tiene plural. Curiosamente, en buena parte este sistema de leísmo
generalizado o norma castellana viene a coincidir exactamente con el
sistema o paradigma neológico que señala R. Lapesa para el leísmo en el
supuesto de que los cuatro hechos concomitantes o manifestaciones de la
tendencia neológica —que hemos mencionado al principio de esta
exposición— se hubieran consumado132: “Si todos estos cambios —dice R.
Lapesa— hubieran triunfado, habrían dado lugar a un sistema coherente sin
oposición de caso, con le masculino, la femenino y lo neutro para el
singular, y los masculino, las femenino para el plural”133.

131
MOZOS 1984b: 24–26. El planteamiento de S. de los Mozos es el tradicional desde CUERVO
1895, que posteriormente es recogido por el mismo R. J. Cuervo en las notas 106 y 121 de
BELLO & CUERVO 1847/1964, FERNÁNDEZ RAMÍREZ 1951: §§ 105–108, LAPESA 1968/2000, etc.
132
Vid. infra, § 1.2.3.4.
133
LAPESA 1968/2000: 299.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 87

Pero quizás lo más significativo de este sistema o norma castellana


radique en que se consuma la indistinción de casos–funciones entre
implemento y complemento134. Lo que ha ocurrido es una generalización de
la forma le, que implica la pérdida total de las distinciones de caso o de
función y también de género (salvo lo que diremos a propósito del neutro),
pues el leísmo de ‘personal’ / ‘no personal’ aún mantenía formalmente la
oposición de caso para los “inanimados” o “no personales”, si bien de
hecho —habida cuenta de la naturaleza semántica del complemento,
generalmente referido a personas, animales o cosas personificadas— la
pérdida de distinciones casuales o de función ya era efectiva. Así pues, se
advierte que en español la pérdida de estas distinciones casuales o de
función referidas por los átonos pronominales de 3ª persona no condiciona
gravemente la comprensión del mensaje, de tal manera que tales
distinciones habrán de quedar referidas por el contexto semántico del
mensaje, generalmente redundante.
En este sistema de leísmo generalizado o norma castellana aparece un
loísmo de neutro, motivado, que cabe interpretar —en una primera
instancia— como resultado de un mero paralelismo analógico entre el
sistema de átonos de implemento (C.D.) y complemento (C.I.). Es decir, el
leísmo generalizado lleva a igualar los átonos no neutros de implemento y
complemento. Pero, de hecho, la analogía va más allá, a igualar el sistema
completo, también en cuanto al neutro, estadísticamente muy escaso en el
complemento: eso lo vieron todos / a eso no lo doy importancia).
Ahora bien, creemos que este loísmo de neutro de la norma castellana
queda fuera o apartado del loísmo tradicional, de que hablábamos arriba y
el lo no es un mero sustituto del le del sistema etimológico o de los
sistemas de leísmo de singular o plural. Este loísmo del neutro (le, la, lo
como referentes también del complemento) hace explícitas las diferencias
entre masculino y neutro que en el sistema etimológico estaban en
sincretismo con el masculino (lo, la, lo) en el implemento, quizás, aquí sí,
por efecto de la analogía con el demostrativo (este, esta, esto), el artículo

134
Decimos “se consuma” porque en el fondo estamos pensando en una evolución ‘sistema
etimológico’ → ‘leísmo de singular o leísmo académico’ → ‘leísmo de singular y plural’ →
‘leísmo generalizado o norma castellana’. Pero quizás no siempre, o no en todos los lugares, se
haya seguido este proceso. Tengamos en cuenta que en los subsistemas referenciales, (a) y (b)
tampoco existen diferencias funcionales entre implemento y complemento.
88 Bonifacio Rodríguez Díez

(el, la lo) y el personal tónico de 3ª persona (él, ella, ello), aunque, como
veremos, hay que suponer implicaciones más profundas e internas en la
aparición de este ‘loísmo’ motivado.
S. de los Mozos —y la mayoría de los estudiosos— comparan esta norma
o sistema castellanos con el sistema etimológico135. También se establecen
comparaciones entre la norma o sistema castellanos y el leísmo de singular
o leísmo académico, y el leísmo de singular y plural.
Pero quizás se pueda entender mejor la norma actual castellana
comparándola precisamente con los sistemas de leísmo de “contable” / “no
contable” que algunos autores, como hemos visto, han identificado en
amplias zonas de la meseta castellana. Si se comparan directamente estos
subsistemas de leísmo de “contable” / “no contable” con el sistema de
leísmo generalizado o ‘norma castellana’ se encuentran muy claras
semejanzas —quizás habría que decir extraordinarias semejanzas— entre
ambos:

a) En ambos, sistema de “contable” / “no contable” y sistema


castellano, se da completa indistinción entre implemento (C.D.) y
complemento (C.I.). Se trata de subsistemas internos en todo
paralelos, idénticos.
b) En ambos hay laísmo.
c) En ambos hay loísmo motivado, bien que en uno ligado a valores
de “no contable” y en el otro, a valores de “abstracto”136.
d) En ambos el neutro, “no contable”, en uno, y “abstracto”, en otro,
no tiene plural, por las razones obvias que se han mencionado.

A partir de aquí podemos señalar algunas conclusiones que permiten


aclarar los tradicionales fenómenos de leísmo, laísmo y loísmo:

1º) Los fenómenos de leísmo, laísmo y loísmo constituyen una


evolución interna del sistema de átonos latino de 3ª persona en el
ámbito geográfico de Castilla (las dos Castillas) y León, a partir,

135
MOZOS 1984b.
136
Fuera queda el loísmo de plural, los, del subsistema (b), que es un loísmo no motivado si lo
consideramos una variante del les del subsistema (a) o de variantes del (b). Pero si lo
consideramos aisladamente equivale al loísmo yos del asturiano.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 89

muy probablemente, de una influencia sustratística, que llevó ya


desde los orígenes a un leísmo de “contable” / “no contable”, con
pérdida de los valores de caso o función, es decir, con indistinción
total entre las funciones de implemento y complemento, tal como
muestran los subsistemas referenciales (a) y (b).
2º) Posteriormente, en la aparición de los valores de “personal” / “no
personal”, que encontramos en el leísmo académico o de singular (y
también en el leísmo de singular y plural) —en zonas urbanas, sobre
todo—, van a intervenir tanto la presión del sistema etimológico —
sobre todo por vía diastrática y diafásica: niveles y estilos cultos—
como la propia desmotivación de los valores de “contable” / “no
contable” en zonas castellanas y leonesas.
3º) La evolución ulterior de los sistemas de leísmo tradicional va
también a caballo de otro proceso desmotivador, el de los valores de
“personal” / “no personal”, que advertimos en el leísmo generalizado
o norma castellana, quizás en paralelo con lo que ocurre con la
evolución de esos mismos valores en la combinación sintáctica de
‘preposición’ a + ‘implemento’.
4º) En la norma castellana que, como vemos, desmotiva la oposición
“personal” / “no personal” (o “animado” / “inanimado”) en el
implemento (C.D.), sin embargo se mantiene (o bien, se desarrolla,
según se establezcan las comparaciones con el sistema precedente),
por una parte, el laísmo (apoyado por el género de los sustantivos),
ya que éste se reproduce en el complemento; pero, por otra parte, se
motiva también el ‘loísmo’ (uso de lo, frente al masc. le y el fem. la)
generando (si se compara este sistema con el etimológico) o, quizás
mejor (si se compara este sistema con el referencial), desplazando los
valores del neutro del complemento de expresar lo “continuo” en los
sistemas referenciales a expresar lo “abstracto” en el leísmo
generalizado de la norma castellana. Se consuma así la analogía o
identidad de ambos subsistemas, el de implemento y el de
complemento; lo que, por otra parte, se advertía claramente en los
sistemas referenciales.

En resumen, al comparar los subsistemas referenciales y la norma


castellana, podríamos decir, de alguna manera, que la evolución ‘normal’
90 Bonifacio Rodríguez Díez

de los sistemas referenciales, por efecto de la aludida desmotivación del


neutro de “contable” / “no contable” (y su correspondiente remotivación en
neutro “concreto” / “abstracto”), es el leísmo generalizado de la norma
castellana, que mantiene las características fundamentales del sistema, que
hemos concretado en las cuatro semejanzas señaladas. Por tanto, habrá que
interpretar que el sistema de leísmo generalizado de la norma castellana es
fruto de una adaptación directa del sistema referencial, tal cual, bien que
perdida la motivación de “contable” / “no contable”, meramente sustituida
por la de “abstracto” / “concreto”, el neutro conceptual del español. Si esto
es así, cabe interpretar los sistemas de leísmo de singular o leísmo
académico y leísmo de singular y plural como sistemas de transición o
compromiso: compromiso oficial en el leísmo de singular y transición real
en el leísmo de singular y plural137.
Finalmente, ¿por qué tenemos el loísmo de neutro motivado en la norma
castellana y no en los sistemas de leísmo de “personal” / “no personal”?
Quizás porque la presencia de la oposición “personal” / “no personal” aún
permitía diferenciar implemento (C.D.) y complemento (C.I.) en los “no
personales” (si bien, ciertamente, los sustantivos en función de
complemento indirecto son en su mayoría estadística “personales”):

el(los) zapato(s) lo(s) compré / al(os) zapato(s) le(s) arreglé la suela


eso no lo vi / a eso no le doy importancia

Es decir, cuando el leísmo es motivado, distingue “personal” / “no


personal” en el implemento, siendo el “no personal” lo (en sincretismo con
el implemento neutro de valor “abstracto”, también lo). En esta situación se
haría difícil repetir la misma forma lo para el complemento indirecto neutro
(en una especie de segundo sincretismo). Y esto por dos motivos:

1º) En primer lugar, porque se generarían tres lo en sincretismo, dos


a dos:

137
Ciertamente, a estos sistemas de transición y compromiso que hemos señalado hay que
añadir otros varios sistemas de átonos que, según hemos señalado, distinguen los investigadores
en el ámbito geográfico que cubren los fenómenos de leísmo, laísmo y loísmo. Vid. supra, nota
113.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 91

- Implemento (C.D.) masc. sing. “no personal”: el zapato lo


compré ~ los zapatos los compré;
- Implemento (C.D.) neutro “abstracto”: eso lo vimos todos; y
- Complemento (C.I.) neutro “abstracto”: a eso no lo doy
importancia.

Ciertamente, sería difícil mantener estos tres tipos de lo, a la vez


sincretismo ‘masc. sing’ + ‘neutro’ y ‘implemento’ +
‘complemento’. De ahí que en el leísmo de singular y plural (que
incluye laísmo) —como también en el leísmo de singular— el neutro
del complemento (C.I.) no se distinga del masculino: a ese no le doy
importancia / a esa no la doy importancia / a eso no le doy
importancia.
2º) En segundo lugar, porque la función del complemento (C.I.)
quedaría suficientemente referida por le, tanto para el masculino
como para al neutro, en la medida de que estadísticamente los
neutros en función de complemento son escasos y las posibilidades
de confusión con los dos lo en función de implemento pocas. Por
esto, ante la posibilidad de alguna confusión primaría la designación
de la función, complemento, sobre la de género.

Pero cuando el lo del implemento ya no designa el masculino singular


“no personal”, sino sólo el implemento “neutro”, frente al masculino le,
tanto “personal” como “no personal”, y ya se han deshecho las diferencias
de caso−función entre implemento y complemento, se puede motivar en el
complemento (C.I.), en analogía con el implemento (C.D.), el valor del
neutro “abstracto”, lo, aunque sea estadísticamente escaso: a ese no le doy
importancia / a esa no la doy importancia / a eso no lo doy importancia. Y
al mismo tiempo se completa la analogía con el implemento (C.D.): a ese le
vi ayer / a esa la vi ayer / eso lo vieron todos
Sin embargo, con relación al asunto que nos ocupa, el loísmo, quedan
por hacer algunas reflexiones. Advertimos que en los sistemas
referenciales, a) y b), que propone F. García González no hay total
paralelismo entre el neutro, “no contable”, del implemento (C.D.) y el del
complemento (C.I.), aunque se trate de subsistemas internos paralelos. F.
García González advierte una vacilación lo / le (“trigo”), lo / la (“leche”) y
92 Bonifacio Rodríguez Díez

lo / le (“eso”) en los referentes del complemento (C.I.), lo que puede ser


indicio de que se podría estar produciendo la desmotivación de la oposición
“no contable” / “contable” a favor, en unos casos de le, por confusión con
el masculino, y en otros casos a favor de la, por confusión con el femenino.
Hay que tener en cuenta que la posibilidad de que aparezcan elementos
“abstractos”, “no contables” e, incluso, “no personales” en la designación
del complemento es estadísticamente escasa.
Pero, por otra parte, el sistema referencial b) de F. García González
incluye como referente del complemento masculino plural a los (y en
algunas zonas de este sistema también alternando con les)138. El hecho de
que en el sistema referencial castellano b) el masc. plur. “contable” vaya
referido por los (alterne o no en algunas zonas con les) nos pone delante de
un loísmo de plural idéntico al que veíamos en el dialecto leonés de
Asturias. Obviamente este loísmo de plural, los, tanto en el leonés como
también en ciertas zonas referenciales castellanas, que acabamos de señalar,
no es una mera variante de les, como señala la doctrina gramatical al uso,
sino que es la forma propia del complemento masc. plur. “contable”,
surgida muy probablemente —no tanto por las explicaciones analógicas
tradicionales, que hemos señalado— cuanto por una mera analogía
‘implemento’ – los (forma etimológica) → ‘complemento’ – los en el
sistema b), ya que ambos subsistemas, de implemento (C.D.) y
complemento (C.I.), tienden a un paralelismo completo. A su vez, la
presencia de les como masc. plur. “contable” en el implemento, forma
manifiestamente antietimológica, no es sino fruto de la analogía con les,
masc. plur. “contable” del complemento, esta forma sí etimológica, por
efecto igualmente de la analogía complemento → implemento del sistema
a), que iguala completamente los subsistemas de implemento y
complemento. Lo peculiar de algunas zonas asturianas no es precisamente

138
Con los sistemas a) y b) de F. García González vienen a coincidir los sistemas A) y B) de I.
Fernández-Ordóñez. La ‘complejidad’ los (les) para el masc. plur. “contable” del subsistema b),
según F. García González, la resuelve I. Fernández−Ordóñez proponiendo un tercer subsistema,
C), para las zonas en que tanto en el implemento y el complemento alternan les ~ los para el
masc. plur. “contable”: “No obstante, la generalización de les o de los debe haber sido
relativamente moderna, ya que en algunas áreas del sistema referencial ambas conviven en
estado de relativa igualdad para referir a posiciones sintácticas de objeto directo o indirecto (este
y sur de Burgos, sur de Valladolid, norte y centro de Segovia, oeste de Soria)” (FERNÁNDEZ–
ORDÓÑEZ 1999: 1362).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 93

la analogía gramatical de la terminación [−os], yos, que habría que


explicarla de la misma forma que para los sistemas referenciales
castellanos, sino la analogía fonética con el singular, la [y], i ~ ye / yos, por
ejemplo.

3.3.2.5. El grado extremo de leísmo o ‘leísmo total’


Finalmente, lo que podríamos llamar ‘grado extremo del leísmo’ consiste
en utilizar /le/-/les/ como únicas formas pronominales para la tercera
persona, como se refleja en siguiente esquema:
VII) Grado ‘IMPLEMENTO’ ‘COMPLEMENTO’
extremo de ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’ ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’
leísmo “concreto” “abstracto” “concreto” “abstracto
o‘leísmo ”
total’
‘masc.’ ‘fem.’ ‘masc.’ ‘fem.’
‘SING.’ le le le le
‘PL.’ les les

Por ejemplo:
A Juan le he visto.
El abrigo le he comprado.
Eso blanco hay que quitarle después; ya te le dije (“lo”).
Hemos venido a visitarle a Tere.

Este fenómeno se localiza en el País Vasco y en sus inmediaciones


(Navarra, noroeste de La Rioja, oriente de Santander) y en América, en
zonas de adstrato amerindio, ocurre también, con variantes, en Ecuador y
Paraguay.
En el caso de la Península Ibérica se debe al influjo de la lengua vasca,
que no distingue los géneros en el sistema de referentes. Tales anomalías
llegan incluso hasta la manifestación escrita de los autores más
sobresalientes:
Mi madre se ponía donde yo no le viera139.
A la hija de doña Violante... le han cogido con el novio, y
¿Por qué le riñen a Irene?140

139
M. de Unamuno en La tía Tula (citado en RAE–Esbozo: 206).
140
P. Baroja en La busca (citado por MARCOS MARÍN 1978. 257).
94 Bonifacio Rodríguez Díez

En la Edad Media aparecen algunos casos de este tipo en las obras de


Berceo, como:

Quisieron acorrelli (“al alma”)141.

Esto es, conforme a los ejemplos que venimos manejando:

Al niño le vi ayer. Al niño le di el libro.


A la niña le vi ayer. A la niña le di el libro.
El zapato le compré ayer.
Eso le vieron todos. A eso no le doy importancia.

A los niños les vi ayer. A los niños les di el libro.


Los zapatos les compré ayer.
A las niñas les vi ayer. A las niñas les di el libro.

Se trata de un leísmo que nada tiene que ver con el que venimos
analizando, en sus diferentes variantes. En este caso el hablante de lengua
materna vasca, cuando aprende castellano sólo es capaz de reproducir un
sistema de átonos —para implemento como complemento, como para
masculino, femenino y neutro— con variación singular / plural: le / les142.
Sería un claro caso de sustrato o adstrato vasco.
Con relación al islote de leísmo total del islote que aparece en América,
en zonas de adstrato amerindio (parte de Ecuador y Paraguay, etc.) hay
importantes autores que lo achacan al superestrato vasco, ya que los más
destacados y prestigiosos entre los primeros colonizadores de aquellas
tierras parecen haber sido castellanos viejos y vascos143. Sin embargo, en
este segundo caso, hay que pensar que el sustrato o adstrato amerindio,
guaraní y quechua, es el que verdaderamente está en el origen de ese leísmo
americano y no, por interesante que parezca, un superestrato vasco.

141
En Milagros, 274.
142
Pero si los hablantes de lengua materna vasca aún tienen un escaso dominio del castellano no
utilizan referentes para el implemento.
143
Vid. GRANDA 1979. En relación con estos colonizadores se explica también la ausencia de
yeísmo y las articulaciones asibiladas de /r/, así como la pronunciación especial del grupo /-tr-/,
semejante a la que perdura aún en zonas riojanas, navarras y aragonesas.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 95

En la descripción interna del dialecto de estos lugares no debe hablarse de


leísmo, pues ya no hay más que una sola función. Los referentes
pronominales no distinguen la oposición ‘implemento’ / ‘complemento’ de
otros lugares, son idénticos en ambos casos: /le/–/les/. Pero, desde el punto
de vista global de las variedades del idioma español, constituyen la
modalidad extrema del fenómeno que conocemos como ‘leísmo’144.
En este tipo de leísmo —grado extremo de leísmo o ‘leísmo total’— nos
sitúa ya fuera del objeto de nuestro trabajo: la motivación del género en los
fenómenos de leísmo, laísmo y loísmo del castellano. Como vemos, este
leísmo total no es efecto de la evolución interna del castellano, sino fruto
del sustrato o adstrato de lenguas en contacto; precisamente de lenguas muy
distintas al castellano y muy alejadas geográficamente y distintas entre sí.

3.3.3. Laísmo
El ‘laísmo’ consiste en utilizar /la/ o /las/ o ambas formas en función de
complemento (C.I.)145. Hay también diversas variedades de laísmo, como
ya implica la definición: puede haber laísmo sólo en singular, o bien en
singular y plural; a lo que hay que añadir la posible información sobre
“personal” / “no personal” o “animado”/“inanimado”. Por ejemplo:

A María la dije que viniera.


A algunas señoras las gusta el vino.

El laísmo gozó siempre de menor prestigio que el leísmo. En la


actualidad está desterrado de la norma culta y literaria (pero aún así pueden
encontrarse muestras con cierta facilidad en boca o en obra escrita de
autores castellanos). Se localiza en la misma zona geográfica que el leísmo,
pero en un área más reducida. Así, pues, aunque hemos descrito
independientemente uno y otro fenómeno, en la realidad no se manifiestan

144
Para este tipo de ‘leísmo total’, vid. FERNÁNDEZ–ORDÓÑEZ 1994: 107–114 y 1999: § 21.3.
145
O dicho de otro modo: presencia de /la/ o /las/ o de ambas formas en el paradigma de los
referentes del complemento (C.I.). La primera definición está más próxima al enfoque
sintagmático, la segunda, al paradigmático. Lo mismo podíamos haber hecho con el leísmo:
definirlo desde el punto de vista sintagmático o paradigmático. El DRAE–2001 (s.v. laísmo)
señala: “Empleo irregular de las formas la y las del pronombre ella para el complemento
indirecto”.
96 Bonifacio Rodríguez Díez

por separado. El laísta será siempre leísta, lo cual no implica lo contrario146.


Al parecer, el laísmo es más corriente en singular que en plural, y en la
mención de persona que en la de cosa (aunque en este punto es difícil
establecer diferencias, ya que los sintagmas en función de complemento, y
por ende, los referentes pronominales correspondientes, designan en la
mayoría de las ocasiones entes animados, sobre todo personas).
En resumen, el laísmo si bien tiene un prestigio sociológico escaso, sin
embargo está muy arraigado porque motiva la oposición “masc.” / “fem.”
en el complemento (C:I.), acentuando el paralelismo con el implemento
(C.D.). Si bien, en los últimos tiempos la presión cultista y etimologista lo
tienen relegado a estándares socioculturales bajos su posibilidad de
permanencia es alta, por su apoyatura en el género de los sustantivos.

3.3.4. El loísmo
La tradición académica ponía en relación y trataba conjuntamente los tres
fenómenos que caracterizan ciertos cambios en el sistema de los átonos de
3ª persona: los llamados ‘leísmo’, ‘laísmo’ y ‘loísmo’. Independientemente
de la concreta naturaleza de estos fenómenos y de las discusiones sobre sus
causas, el loísmo aparece siempre como un tertium quid, casi siempre
meramente formal, al que no se presta especial atención. Sin embargo, el
estudio del loísmo plantea curiosas y raras cuestiones, que convendría
delimitar, deslindar y definir.
Por otra parte, dentro de la propia terminología de estos fenómenos, la
del loísmo era confundidora. En efecto, el adjetivo correspondiente a
loísmo, ‘loísta’, hacía referencia, todavía en la 19ª edición del Diccionario
de la RAE (DRAE–1970), a los que utilizaban el sistema etimológico:
“Aplícase al que usa siempre el lo para el acusativo masculino del
pronombre él”. Sólo a partir de la 21ª edición (DRAE–1992), (la 20ª,
DRAE–1984, es de transición y en ella se hacen coincidir las dos
acepciones), se incorpora la acepción única que hace referencia al

146
En Santander, por ejemplo, es corriente el leísmo, especialmente el que distingue “contable” /
“no contable”, pero en las comarcas montañosas y en los núcleos rurales en general no ha
prendido el laísmo.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 97

fenómeno del loísmo, que se define así: “Vicio consistente en emplear las
formas lo y los del pronombre él en función de dativo”147.
También aquí, en el caso del loísmo —como en el problema general en el
que se inscribe, el de los fenómenos de leísmo, laísmo (y loísmo)—, la
referencia a R. Lapesa nos sitúa en el centro del problema y ya nos va a dar
las claves o los indicios del camino que hay que seguir.
Las referencias al loísmo aparecen siempre al socaire del leísmo, pero,
curiosamente, en el planteamiento general que hace R. Lapesa, no son
pocas. Así, R. Lapesa interpreta la aparición del leísmo como efecto de la
forma interior del español, que le lleva a motivar la noción de “personal” en
los referentes átonos de la 3ª persona. Pero a ello añade otro factor: el de la
analogía con la triple distinción de género en otras categorías, p. ej.: en el
personal tónico de 3ª persona (él, ella, ello), en el demostrativo (este, esta,
esto; etc.), etc. Esta tendencia neológica, que implica un proceso de
eliminación de las distinciones de casos (mejor, de funciones), dará lugar
—según el propio R. Lapesa— a otros fenómenos o hechos concomitantes
y subsiguientes al leísmo originario:

a) extensión del leísmo al acusativo de cosa;


b) laísmo o extensión de la, las al dativo femenino;
c) loísmo antietimológico en el plural, a costa del dativo masculino les; y
d) empleo de lo para el dativo neutro148.

Advertimos, con una cierta sorpresa, que dos de estas cuatro


consecuencias del paradigma neológico del leísmo se refieren a lo que
denominamos loísmo; siendo así que el loísmo es sentido en la tradición
gramatical como marginal y secundario.
Veamos a continuación, completando los cuatro puntos anteriores, lo que
señala R. Lapesa a propósito del loísmo:

- En primer lugar, en el punto c), el loísmo es considerado


antietimológico, en concreto, el loísmo de plural149.

147
En DRAE-2001 (s.v. loísmo) se matiza: “Error consistente en emplear las formas lo y los del
pronombre él en función de dativo”. Por su parte DTF (s.v. loísmo) señala: “Uso del pronombre
personal lo como complemento indirecto masculino, que se considera como extremadamente
plebeyo: lo di una bofetada”.
148
LAPESA 1968/2000: 299.
98 Bonifacio Rodríguez Díez

- En lo que se refiere al loísmo del singular a R. Lapesa no se le


escapa lo siguiente: “[el empleo de lo para el dativo neutro] no ha
pasado nunca de excepcional; y por si todo ello fuera poco, ha
surgido también algún lo para el dativo masculino singular,
contrariando juntamente a la etimología y a la distinción entre
masculino y neutro”150.
- Es decir, R. Lapesa advierte dos diferentes loísmos de singular: un
loísmo de dativo neutro, que, según sus palabras, no ha pasado nunca
de excepcional; y, por otra parte, un loísmo de dativo masculino
singular.

En el desarrollo y en la ejemplificación ulteriores, en los apartados en que


vuelve a tratar del loísmo, encontramos las siguientes afirmaciones:

El loísmo antietimológico, es decir, el uso de lo, los para el dativo masculino,


aparece en plural antes y con más frecuencia que en singular. De todos modos nunca
151
abunda, aunque los testimonios no sean raros, en ninguna época .
El singular lo por le es más raro, al menos en la lengua escrita. Se da en textos
152
leoneses de la Edad Media .

Es decir, el loísmo como sustituto en el complemento (C.I.) del


masculino es, evidentemente, antietimológico. Y, por otra parte, es
aparentemente raro: está más generalizado y es más antiguo en plural que
en singular; si bien encontramos testimonios en todas las épocas, desde la
plena Edad Media.
Pero, en segundo lugar, en el punto d), R. Lapesa muestra que no se le
escapa la presencia en la documentación de otro tipo de loísmo: el loísmo
en la referencia del “dativo neutro”. Cuando más adelante se refiere en
concreto al mismo no pasa de dedicarle unas pocas líneas, para considerarlo
rarísimo y para citar dos ejemplos, que de alguna manera rechaza. Uno del
Lazarillo: “comienza a comer como aquel que lo auía gana”, y otro de
149
En la medida de que en dativo plural latino solamente tenemos ILLIS; ahora bien, en el
singular sólo tenemos ILLI; así pues, tan antietimológico sería el loísmo de plural como el de
singular, como más adelante señala el propio R. Lapesa.
150
LAPESA 1968/2000: 299.
151
LAPESA 1968/2000: 305.
152
LAPESA 1968/2000: 306.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 99

Benavente, citado por S. Fernández Ramírez: “no lo he dado ninguna


importancia”153.
De los datos y afirmaciones de R. Lapesa se viene a deducir algo que,
quizás, apenas fue advertido en la tradición académica, la existencia de dos
tipos de loísmo:

1º) Un loísmo no motivado, en el que lo ~ los es mera variante


formal del masculino le ~ les. Se trata de un loísmo —así llamado y
a fortiori— antietimológico que, curiosamente —si lo comparamos
con lo que ocurre con el leísmo—, es más antiguo y más abundante
en plural, los por les, que en singular, lo por le.
2º) Otro loísmo, éste sí motivado, pues implica una diferencia o
marca formal de neutro —pues se distingue del masculino—, por el
que lo sustituye al neutro le en el complemento (C.I.). Este loísmo
estaría motivado en tanto que permitiría distinguir el neutro del
complemento (C.I.), lo, del masculino y del femenino, le (o le y la, si
hay laísmo): al niño le di el libro / a la niña (le) la di el libro / a eso
no lo doy importancia. Obviamente, como veremos, este loísmo de
neutro, motivado, no tiene plural.

El loísmo es presentado por lo general en la tradición gramatical como


un fenómeno de mera sustitución de le por lo y les por los. Ni que decir
tiene, que hasta aquí los fenómenos de leísmo, laísmo y loísmo se han
definido teniendo como referencia, más o menos explícita, al sistema
etimológico. Ejemplos típicos del loísmo son los siguientes:

Al perro lo dio un cantazo / Al perro le dio un cantazo


A los niños los regalé un libro / A los niños les regalé un libro

Apenas se menciona el caso, que R. Lapesa califica de rarísimo, de


loísmo de neutro154; p. ej.:

153
Vid. LAPESA 1968/2000: 307. Otro ejemplo, que toma de R. J. Cuervo, lo considera fruto de
las exigencias de la rima.
154
I. Fernández–Ordóñez sí menciona este loísmo de neutro en su definición general del loísmo
y en la ejemplificación correspondiente, pero no lo discrimina suficientemente del loísmo de
masculino singular y plural (FERNÁNDEZ–ORDÓÑEZ 1999: 1320).
100 Bonifacio Rodríguez Díez

A eso no lo doy importancia / A eso no le doy importancia

Ciertamente, en la tradición académica —hasta hace muy pocos años—


no se habían tratado los fenómenos que comentamos —–leísmo, laísmo y
loísmo— sistemáticamente. Menos aún, el loísmo, que era, por definición,
asistemático e inmotivado. En efecto, muchos de los análisis que
consideran el loísmo asistemático o mero sustituto formal de le / les se
hacen sin referencia alguna a los propios sistemas en que lo / los ocupan las
casillas del complemento (C.I.), ya que se hacen siempre pensando ‘de
reojo’ en el sistema etimológico o, en todo caso, en el sistema de leísmo de
singular o norma académica.
Obviamente, en el estudio de los fenómenos del leísmo, laísmo y loísmo
la referencia inicial a R. Lapesa es obligada. Ahora bien, en el concreto
caso que nos ocupa, el loísmo, dada la rareza del fenómeno:
antietimológico, asistemático, escaso pero presente en todos los tiempos,
más general en plural que en singular, inmotivado pero también motivado
aunque rarísimamente, etc., conviene atender a su mención en contextos
dialectales no castellanos, en concreto, en el dominio del leonés, ya referido
por el propio R. Lapesa, cuando señala su presencia en textos leoneses
medievales155.
En efecto, como señala E. Alarcos, en su breve exposición, titulada “El
supuesto ‘loísmo’ del asturiano central”, “en algunos trabajos de
dialectología asturiana, al tratar de las formas del pronombre de tercera
persona, se admite que existe ‘loísmo’”156. En efecto, ya R. Menéndez Pidal
en El dialecto leonés dice lo siguiente: “La forma [de dativo] es ye yes
juntamente con la loísta yos: […] ‘¿quién yos lo llevó?’ ¿quién se lo llevó?,
‘dioyos pan; dioyoslo’”157. E. Alarcos viene a negar en la referida
155
Vid. LAPESA 1968/2000: 306.
156
ALARCOS LLORACH 1960: 103.
157
MENÉNDEZ PIDAL [1897–1906] 1962: 94. Quizás de estas afirmaciones de R. Menéndez
Pidal procedan las de otros dialectólogos: “de suerte que los hablantes de esta comarca son
loístas, lo mismo que los de casi toda el área del bable central” (RODRÍGUEZ CASTELLANO 1952:
128–129); “En el plural domina el loísmo en Lena de Abajo: díšoyos ‘díjoles’, violos ‘los vió’”
(NEIRA 1955: 49). Por su parte, en otro lugar L. Rodríguez Castellano es más explícito: “En el
bable central y en la mayor parte del oriental sólo se emplea una forma y ésta es yos ILLOS ‘les’,
así que en toda esta extensa zona los hablantes son loístas o yoístas. He aquí los ejemplos:
kiteyos las castañas, kien yos lo dio, ei ke soáyoslo (Felechosa y Casomera); echayos agua
‘echarles agua’, repartioyos el pan (Leorio, Gijón); echayos, mandáronyos unes patates ‘les
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 101

exposición que en el asturiano exista un verdadero ‘loísmo’, es decir, un


loísmo análogo al loísmo castellano: “En resumen —son sus palabras— no
hay loísmo en asturiano. La forma yos no procede del acusativo ILLOS, sino
que es resultado de dos procesos analógicos, primero la influencia del
singular correspondiente, después la de los otros pronombres personales en
plural”158.
Lo cierto es que la aparición de yos tanto para el masculino como para el
femenino del complemento indirecto en buena parte del leonés centro–
oriental, nos pone delante de una especie de loísmo —independientemente
de que la analogía fonética explique la [y] o de que la analogía gramatical
explique la terminación [−os]—, que no es una mera variante formal del
etimológico les, sino la verdadera forma del plural del complemento
indirecto en determinados sistemas, por ejemplo, los referidos al dialecto
leonés en Asturias. Ciertamente, parece que la opinión que niega el
pretendido ‘loísmo’ asturiano se sustenta implícitamente en el hecho de que
el loísmo asturiano no es, como el tradicional loísmo castellano, una mera
variante formal, de significante, de les, sino que la forma yos (o los, en su
caso) está motivada, pues es la única forma plural del complemento
indirecto, correlato plural del singular procedente de ILLI. Precisamente, a
la luz de los sistemas referenciales castellanos, el pretendido loísmo del
asturiano puede adquirir una nueva perspectiva.

mandaron unas patatas’, pidiérenme ke yos diera… que les diera (Caso); achayos (Llanes,
Amieva)” (RODRÍGUEZ CASTELLANO 1952a: 126). Y al final de la exposición L. Rodríguez
Castellano dice: “Todas estas formas dialectales tienen aún bastante arraigo en los medios
rústicos. […] En cambio el dativo yos ‘les’, se oye incluso a gentes instruidas de las ciudades de
Oviedo, Avilés y Gijón” (RODRÍGUEZ CASTELLANO 1952a: 130).
158
ALARCOS LLORACH 1960: 105. Y en esta línea se sitúa la interpretación de otros
dialectólogos asturianos, p. ej.: “La /y/ del singular se extendió analógicamente al plural : elis >
yis, y por una segunda analogía con nos vos, pasó a yos” (NEIRA 1976: 198); “El supuesto
‘loísmo’ de ciertos bables (yos en vez de yes) no es más que una extensión analógica de otras
formas del plural: nos, vos” (CANO GONZÁLEZ – CONDE SÁIZ – GARCÍA ARIAS & GARCÍA
GONZÁLEZ 1976: 44).
102 Bonifacio Rodríguez Díez

3.3.6. Historia de los usos en la literatura


3.3.6.1. El leísmo de singular
El leísmo es un fenómeno muy antiguo, se manifiesta ya en los primeros
documentos literarios del castellano. Pero no se presenta como un hecho
plenamente logrado en los textos más antiguos, sino como un lento avance
desde los orígenes y desde centros castellanos. Como señala R. Lapesa, en
el Cantar de Mío Cid y en otros textos arcaicos se registran en cantidades
no desdeñables muestras del fenómeno, pero “como no ha prendido en
Andalucía, Canarias ni Hispanoamérica, es preciso admitir que no habían
logrado pleno desarrollo en tierras castellanas en el segundo tercio del siglo
XIII, cuando Fernando III reconquistó y repobló Jaén, Córdoba y Sevilla,
cuna del español atlántico”159.
Desde los primeros momentos, el leísmo más frecuente es el referido al
‘masculino singular’, y predomina en la mención de persona sobre la de
cosa. Aumenta gradualmente en los siglos XII, XIII, XIV y XV. A finales
del siglo XV se encuentra ya muy generalizado.
Referido a cosa tiene menor desarrollo. Hay muestras sueltas en los siglos
XII y XIV. Pero en el siglo XV aumenta considerablemente hasta igualarse
al de persona. Resulta así que desde el siglo XV se impone exclusivamente
en la literatura el ‘leísmo absoluto’ (de persona y de cosa).
Esta tendencia culmina en los siglos XVI, XVII y XVIII, especialmente
en escritores de Madrid y castellanos (Lope, Tirso, Calderón, Mariana,
Cervantes, Santa Teresa, los Moratines, etc.). El leísmo adquiere prestigio
en la lengua culta y literaria, y lo adoptan escritores de otras regiones
distinguidoras (Boscán -catalán-, Saavedra -murciano-, Luzán -aragonés-,
Campomanes -asturiano-, etc. Aunque entre éstos predomina sobre todo en
la mención de persona y no de cosa).
En los siglos XIX y XX el leísmo experimenta un retroceso considerable
en los textos escritos, primero y más acusado en la referencia a la cosa, y
luego incluso en la referencia a persona. En la actualidad, el leísmo de cosa
ha desaparecido prácticamente, y el de persona es minoritario en el amplio
panorama de nuestra literatura.

159
LAPESA 1968/2000: 280.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 103

3.3.6.2. El leísmo de plural


El leísmo de plural siempre ha sido menos intenso. Es muy escaso hasta
el siglo XV. Algo más abundante en los siglos XVI, XVII y XVIII. Decae
considerablemente, hasta desaparecer, en los siglos XIX y XX. Su
referencia, en el lenguaje literario, ha sido casi exclusiva de persona. En el
marco de estos fenómenos, la lengua clásica se diferencia de la medieval en
el crecimiento del leísmo de plural, aunque no llega a ser mayoritario, y en
el aumento del laísmo, que, salvo excepciones, tampoco es mayoritario.

3.3.6.3. El leísmo femenino


El leísmo de femenino160 no es corriente, pero se han recogido muestras
en todas las épocas (Berceo, Cervantes, Unamuno, Baroja, Gómez de la
Serna, etc.). En estos casos predomina el singular sobre el plural, y la
mención de persona sobre la de cosa.

3.3.6.4. El laísmo
El laísmo ha tenido siempre menor extensión y frecuencia. Aparecen
algunos ejemplos en la Edad Media, pero muy escasos y poco seguros. Se
desarrolla progresivamente a lo largo del siglo XV, en autores de las dos
Castillas, y continúa aumentando en el siglo XVI. En el siglo XVII es ya un
fenómeno muy corriente. Se afianza en la corte, destaca en escritores
160
No lo hemos mencionado en la exposición precedente. Se corresponde con el siguiente
esquema:

IMPLEMENTO
‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’
‘Leísmo de ‘masculino’ ‘femenino’
femenino’ ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’ ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’
‘personal’ ‘no personal’ ‘personal’ ‘no personal’
‘singular’ le lo le la lo
‘plural’ les los les las

En efecto, si, como hemos dicho, el nuevo neutro que se incorpora sobre el masculino es un
neutro concreto, no el neutro conceptual, es obvio que el leísmo ha de pasar al plural: el neutro
concreto (el de las distinciones de “personal” / “no personal”, “animado” / “inanimado”) sí tiene
plural. De ahí que en ciertos lugares y épocas, incluso en la lengua literaria (o quizá, mejor,
fundamentalmente en la lengua literaria), la distinción de persona se haya introducido en el
masculino plural, y también —aunque esto es menos general— en el femenino.
104 Bonifacio Rodríguez Díez

castellano sobresalientes, como Tirso, Calderón y Quevedo, y se propaga a


los de otras regiones con intensidad varia. En el siglo XVIII mantiene plena
vigencia: cuaja en las gramáticas, en los escritos de la Real Academia; y
surge un grupo de autores prestigiosos, con los Moratines a la cabeza, que
pretenden imponer deliberadamente el esquema genérico /le, la, lo/
paralelo, según su razonamiento, a este, esta, esto. El siglo XVIII, en esta
cuestión pronominal, según venimos viendo, es muy parecido al XVII. En
los siglos XIX y XX, aunque no escasean ejemplos, puede afirmarse que el
laísmo ha experimentado un retroceso espectacular. La Academia lo
condena en la Gramática de 1796. Finalmente, señalemos que ha sido
siempre más frecuente en singular que en plural, y con referencia a persona
antes que a cosa.

3.3.6.5. El loísmo
El loísmo fue siempre el fenómeno más raro, aunque no faltan
testimonios en ninguna época. Frente a los anteriores, el loísmo es más
antiguo y siempre más abundante en plural que en singular. Se explica que
sea casi exclusivamente de persona, ya que el complemento indirecto es
eminentemente personal. Escaso en la Edad Media, se han recogido
muestras sueltas, y algunas discutibles, en el Cantar de Mío Cid, Apolonio,
Fuero Juzgo, Alfonso Onceno, etc. Aumenta en los siglos XVI y XVII, pero
se mantiene siempre con índices muy bajos. Hay ejemplos en Santa Teresa,
Cervantes, Lope de Vega, etc., y quizá Quevedo con mayor frecuencia que
en ningún otro. El siglo XVIII parece mantener la misma tónica; es
relativamente abundante en el Fray Gerundio del P. Isla. Ha desaparecido
prácticamente en los siglos XIX y XX, aunque siguen registrándose
algunos casos (como en Núñez de Arce: Ese sol los sirve de corona, la
misma espada los traspasa el pecho, en Gritos de combate, citados por
Cuervo; o D. Cañabate: no los hace caso, Historia de una taberna, citado
por Fernández Ramírez, etc., etc.).

3.3.7. Los gramáticos y la doctrina de la Real Academia


3.3.7.1. La Gramática de Nebrija y las sucesivas del siglo XVI y
principios del XVII son muy deficientes y confusas con respecto a los
pronombres átonos de tercera persona. En conjunto, pueden extraerse dos
ideas de los trabajos del siglo XVI:
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 105

a) la variedad de usos que recogen, y


b) la indiferencia o neutralidad ante los hechos (describían con
mejor o peor fortuna el funcionamiento de los pronombres, pero no
dogmatizaban).

Sin embargo, ya comienzan a apuntar en este siglo las disputas entre


leístas (partidarios del /le/ acusativo) y loístas (partidarios del /lo/
acusativo).

3.3.7.2. En el siglo XVII ocurre lo contrario. Los gramáticos se preocupan


de estos fenómenos y toman partido por una u otra postura; generalmente
rechazan la distinción casual en beneficio de la genérica. Así, por ejemplo,
Gonzalo Correas, catedrático en Salamanca, aprueba y sanciona los usos
leístas y laístas extremos. Propone para el ‘acusativo’: /le/ masculino, /la/
femenino y /lo/ neutro; /los/ masculino plural y /las/ femenino plural; y para
el ‘dativo’: /le/ masculino, /la/ femenino y /les-los/ para el plural masculino,
y /las/ para el plural femenino161. La misma postura defendían otros
gramáticos del siglo XVII. Era, pues, el uso de la Corte y,
consecuentemente, el que recomendaban los profesores de español, tanto
dentro del reino como en el extranjero. Claro que no faltaba algún
gramático que defendiera la doctrina opuesta, como el P. Juan de Villar,
jesuita, nacido en Arjonilla (Jaén), quien razona con claridad en pro del uso
etimológico en su Arte de la lengua española, reducida a reglas y
preceptos de rigurosa gramática, con notas y apuntamientos utilissimos
para el perfecto conocimiento de esta y de la lengua latina

3.3.7.3. El siglo XVIII es especialmente importante en la historia de estos


hechos porque en él nos topamos con la Real Academia Española (fundada
en 1713). Es comprensible que en los primeros años adoptara el uso
cortesano y madrileño, es decir, la preferencia en la distinción de géneros
sobre la de casos. En la primera obra que publicó, Diccionario de
Autoridades (1726; especialmente en el capítulo: “Historia de la Academia
Española”) domina absolutamente el acusativo /le/ y abunda el dativo /la/, y
161
Puede leerse en Trilingüe de tres artes de las tres lenguas Castellana, Latina i Griega,
Salamanca, 1627.
106 Bonifacio Rodríguez Díez

se admite incluso el leísmo de plural. En las tres primeras ediciones de la


Gramática (1771, 1772 y 1781) se observan los mismos hechos.
Pero en la 4ª edición de su Gramática de la Lengua Castellana, de 1796,
se intenta la primera fijación normativa de estos elementos acercándose
mucho al uso etimológico. Por primera vez se condena oficialmente el
laísmo, el loísmo y el leísmo de plural; pero en el singular se mostró
decididamente leísta. El acusativo masculino singular debía ser únicamente
/le/, tanto para persona como para cosa.

3.3.7.4. En el siglo XIX hubo encendidas polémicas en torno a estos


hechos y opiniones afortunadas de excelentes gramáticos.
En la primera mitad del siglo la Real Academia se mostró intransigente y
mantuvo su postura con firmeza. Los gramáticos y literatos se enzarzaron
en una larga e inútil polémica. De un lado los leístas, especialmente
castellanos, que defendían la postura de la Academia; de otro los loístas que
argumentaban a valor del uso etimológico. En realidad, las posturas de unos
y otros no ejercían mucha influencia en la práctica. Los escritores seguían,
en general, los usos que consideraban más apropiados.
La anarquía a que se había llegado indujo a V. Salvá a examinar la
práctica de los escritores modernos y a proponer una regla de compromiso
que consistía en emplear /le/ para seres “animados” y /lo/ para
“inanimados” (SALVÁ 1839: 165-166). Aparece en la primera edición de su
Gramática de la lengua castellana, de 1830. Luego, a pesar de las críticas
de algunos gramáticos, mantuvo su postura en las ediciones siguientes. Ya
hemos dicho que A. Bello la aceptó como la regla que “se aproximaba algo
al mejor uso” en su Gramática de la Lengua Castellana, aparecida en 1847.
Pero A. Bello no rechaza del todo el laísmo: dice que conviene el leísmo
para las personas y los entes personificados, y el laísmo limitado “a los
casos que convenga para la claridad de la sentencia” (BELLO & CUERVO
1847/1964: § 960). Según opinión de CUERVO (1895: 230), “de estas dos
fuentes, Salvá y Bello, se ha derivado la regla a muchas gramáticas en
España como en América”.
A mediados de siglo la Academia empieza a cambiar de ideas respecto
del leísmo. Debido probablemente a la influencia que ejercen en su seno
escritores y gramáticos sobresalientes de regiones etimologistas o
distinguidoras, como el aragonés Alejandro Oliván y el gallego Nicomedes
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 107

Pastor Díaz. Además, por estas fechas, el director era Martínez de la Rosa,
quien no miraba del todo mal al /lo/, como buen andaluz (lo solía utilizar en
sus escritos). Por fin, en 1854 aparece la nueva gramática en la que la
Academia admite indistintamente /le/ y /lo/ como acusativo (reconociendo
que el uso no es tan uniforme como sería de desear). En las ediciones
posteriores se mantiene este criterio, aunque en algunas se observa que
“muchos de los escritores más correctos evitan el uso de /lo/ refiriéndose a
personas”.

3.3.7.5. Finalmente, en el siglo XX, en la edición reformada de 1920 se


recomienda que /le/ se utilice sólo para el dativo, aunque se permite en
acusativo cuando se refiere exclusivamente a personas.
Es la postura que mantiene el Esbozo de una nueva gramática de la
lengua española, de 1973. Concretamente dice: “La Academia Española,
teniendo en cuenta el origen etimológico de estas formas y la práctica más
autorizada entre los escritores modernos, recomienda para el uso culto y
literario la siguiente norma general: /lo/ para el acusativo masculino; /la/
para el acusativo femenino; /le/, dativo de ambos géneros, y además como
acusativo masculino de persona; pero no de cosa” (REAL ACADEMIA
ESPAÑOLA: 1973: 424)162.

3.3.8. Causas de la confusión


Recordemos, finalmente, que las razones aducidas para explicar el origen
de estos cambios han sido muy variadas. Las aportaciones fundamentales
corresponden a CUERVO 1895, FERNÁNDEZ RAMÍREZ 1951 y 1964, y
LAPESA 1968a163.
Simplificando mucho, podríamos reducir el conjunto de las explicaciones
a tres tipos: ‘causas morfológicas’, ‘causas semánticas’ y ‘causas
sintácticas’.

162
Sin embargo, como ya hemos señalado, la última edición del Diccionario... de la REAL
ACADEMIA ESPAÑOLA (1992: s.v. leísmo) amplía la tolerancia del leísmo al plural les referido a
personas: “Empleo de la forma le y, con menos frecuencia les, de él en el acusativo masculino
singular o plural cuando el pronombre representa a personas”. Este sería un leísmo en cierto
modo reconocido o tolerado. En una segunda acepción añade otras referencias a ‘leísmos’ no
admitidos: “Vicio de emplear la forma le o les para el acusativo masculino singular o plural
cuando el pronombre no se refiere a personas, o para el acusativo femenino singular o plural”.
163
Puede verse también MARCOS MARÍN 1978.
108 Bonifacio Rodríguez Díez

3.3.8.1. Causas morfológicas


El el primer grupo, causas morfológicas, se podría recordar la analogía
con /me, te, se/ invariables genéricamente. R.J. Cuervo remonta este tipo de
influencias a la Edad Media y lo pone el relación con la apócope de la vocal
del pronombre:

me >m’ > me
te > t’ > te
se > s’ > se
lo > l’ > le
le > l’ > le

Es decir, primero se igualaron al perder la vocal y, una vez confundidas,


influyeron sobre las formas plenas y, al restablecerse la vocal, triunfaría la
indistinción. Se trataría de un fenómeno análogo a los siguientes:

CAPUT > cabo ∼ cab > cabe


LUPU > Lobo ∼ Lob > Lope

Influiría también la tendencia del paradigma a restablecer el equilibrio


genérico, ya que el masculino y el neutro habían confluido en un mismo
resultado ILLUM = ILLUD > lo. “Es curioso observar que el deslizamiento de
le no se realiza nunca hacia el territorio del lo neutro, lo que prueba una
voluntad bien decidida del instinto lingüístico encaminada a conservar una
forma diferenciada en esta función”164.
También pudo influir en este capítulo de causas morfológicas la atracción
analógica ejercida por otros paradigmas, como el de los pronombres
tónicos: él / ella / ello, o el de los demostrativos: este / esta / esto.

3.3.8.2. Causas semánticas


Las causas ‘semánticas’ (entre comillas) se resumen en la tendencia a
distinguir la ‘persona’ de la ‘cosa’, que parece ser una constante del
español, una de las dimensiones de su ‘forma interior’, según R. Lapesa. El
uso de /le/ referido a persona aparece muy pronto, en tanto que /lo/ queda
relegado a complementar la oposición aludiendo a las cosas. Sería, pues, la
164
FERNÁNDEZ RAMÍREZ 1951: § 106.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 109

misma tendencia que ha actuado sobre el sintagma sustantivo (implemento)


anteponiéndole una /a/ cuando es nombre de persona o animado. Hay que
pensar también en la proporción analógica que se establece una vez que el
implemento o complemento directo de persona ha tomado la preposición
/a/:

‘Compl. indirecto’: A Juan le gusta


‘Compl. directo’: A Juan lo/le vi frente a El lápiz lo compré (donde ya no
encontramos la preposición /a/).

3.3.8.3. Causas sintácticas


Mucho más complejas son las razones o causas sintácticas. Vamos a
recordar únicamente las que señala R. Lapesa. Dice así: El punto de partida
del leísmo parece haber sido el régimen de ciertos verbos que en latín eran
intransitivos y se construían con dativo (servire, minari, oboedire...); sus
descendientes españoles (servir, amenazar, obedecer...) funcionaron desde
antiguo como transitivos, pero siguieron rigiendo le (< ILLI), solo o en
alternancia con /lo, la/. Como este /le/ se refería generalmente a seres
humanos, se formó así una ‘esfera personal’ para él, que invadió luego el
acusativo de persona. Con esta tendencia se cruzó la morfológica que
propendía a distinguir el género y no el caso. De ahí las vacilaciones entre
el leísmo de persona y el leísmo absoluto (de persona y cosa).
De todos modos, se sigue escribiendo sobre estas confusiones e
intentando buscar nuevas razones que complementen las ya conocidas.
Naturalmente, todos están de acuerdo en que el laísmo y el loísmo son
consecuencia de la confusión previa que llamamos leísmo. Una vez que el
sistema tiende a diferenciar los géneros en el paradigma de los referentes de
implemento, por extensión ocurrirá lo mismo en el paradigma de
complemento, y de ahí el laísmo (y el loísmo, aunque éste se desborda).
Los testimonios de que disponemos parecen corroborar esta conclusión
obvia. Primero aparece el leísmo, y cuando ya está fuertemente arraigado
encontramos las primeras muestras laístas (el loísmo es asistemático, en su
aparición y en su génesis).
110 Bonifacio Rodríguez Díez

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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