Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
los estímulos que te rodean lo que determina cómo percibís la realidad. No hay una
realidad, sólo aquella que decidas “ver”.
Durante años de investigación científica varios expertos han concluido, además, que
aquello que vos creés de vos mismo, afecta de manera profunda la forma en que
llevás tu vida adelante. Esa creencia hasta podría determinar si serás esa persona que
querés ser y si alcanzarás la mayoría de los objetivos que te propongas.
Conociendo que el cerebro tiene este potencial, que no es fijo sino que puede cambiar,
crecer y desarrollarse, no hace falta que estés probándote a vos mismo cuán
inteligente sos, cuando sabés que en realidad podés ser mejor en lo que hacés. Vos,
junto con tu actitud mental, podés alterar tu cerebro y cambiarlo.
En síntesis, si creés que no podés desarrollar tu inteligencia, que sos lo que te tocó
por genética sumado a algo de tus primeros años de vida, vas a ser dirigido por el
deseo de tener que parecer inteligente, lo cual generará una tendencia en vos a evitar
los desafíos, poniéndote a la defensiva o rindiéndote rápidamente, y creyendo que el
esfuerzo es inútil.
Vas a ignorar las críticas y sugerencias de los demás y te sentirás amenazado por el
éxito de otras personas. Como resultado de esto vas a lograr muchos menos cambios
en tu vida de los que tu potencial podría lograr. Pero si creés que tu inteligencia se
desarrolla, entonces tu deseo será aprender, con una tendencia a aceptar y enfrentar
los desafíos, resistiendo a los obstáculos que aparezcan. Verás al esfuerzo como algo
necesario para dominar alguna habilidad, aprendiendo de las críticas e inspirándote
con el éxito de los otros.
Vivís guiado por ideologías de todo tipo, por sistemas de creencia o marcos
conceptuales, es decir, estructuras mentales que le dan forma a cómo ves el mundo.
Como ya vimos, tus creencias más profundas son parte de tu inconsciente cognitivo.
Esto quiere decir que los conceptos que van estructurando cómo pensás se van
haciendo automáticos e instantáneos por sinapsis cerebrales (conexiones entre
neuronas). En otras palabras, tus creencias —las cuales muchas veces no podés
explicar— son lo que sentís, y estas son difíciles de cambiar porque se han desarrollado
a lo largo de todos tus años de vida.
Creo que todo aquello a lo que tratás de aferrarte sólo crea más sufrimiento, ya sea un
trabajo, la apariencia de tu cuerpo, el lugar donde vivís, tu sentido de quién sos. Si
creés que en la vida solo hay —o debe haber— una única forma posible y temés que
pueda cambiar, inevitablemente sufrirás.
El deseo de dejar todo como está o la creencia de que todo debe ser de una forma y no
de otra es una de las fuentes de mayor sufrimiento humano. Para mejorar tu calidad
de vida tenés que aceptar que el proceso de cambio existe, que es posible.
La mayoría de las veces sabés que querés cambiar, pero al intentar y sentirte poco
cómodo, o cuando no sucede rápidamente, te rendís. Usás tu energía en
controlar lo incontrolable, en lugar de ver qué es lo que sí podés hacer para
transformar tu experiencia.
Las buenas noticias son que si tu mundo está definido por tus marcos mentales
de pensamiento, podés cambiar tu desempeño simplemente ayudándote a mover,
trasladar o cambiar esos marcos. Pero cambiar lo que pensás es un desafío tremendo,
dado que peleás y te aferrás muy fuerte a tu mirada sobre el mundo.
MENTE (hablándole al cerebro): —¿No te das cuenta de que esto está bueno para
nosotros? Nos sirve. Vamos a aprender algo nuevo. Y además… nos gusta. En efecto, si
además de darte cuenta de que te sirve, te gusta, pasás de estar comprometido con el
cambio a estar apasionado. Cambiar será aún más fácil.
Para cambiar, primero tenés que poner pausa. En pausa podés pensar, quizá y ojalá,
diferente, y no actuar de manera automática, reaccionando. Recordá que este es el
estilo preferido del cerebro. “¿Para qué pensar?”, se pregunta. “Mucho gasto de
energía. Si vos ya pasaste por esta situación o una similar, repetí”, te dice el cerebro. El
automatismo, los hábitos, la repetición, hacer siempre lo mismo le asegura al cerebro
poco esfuerzo, poco gasto de energía y mucha supervivencia. Lo que el cerebro no
sabe, pero tu mente sí, es que esa reacción, ese “otra vez actué sin detenerme a
pensar”, te puede hacer zafar del presente, o a veces hundir más, pero no se condice
con tus metas a largo plazo.
Lo primero que tenés que desarrollar para mejorar tu fuerza de voluntad es darte
cuenta de qué es lo que estás haciendo, cuándo lo hacés, y comprender por qué lo
estás haciendo.