Sunteți pe pagina 1din 3

Río de Janeiro 1992, un avance innegable

Otra de las grandes Cumbres de la Tierra organizadas por la ONU, fue la Conferencia de las Naciones Unidas
sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo celebrada en la ciudad de Río de Janeiro, en Brasil, del 3 al 14 de
junio de 1992.

Previamente, en 1987, la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CMMAD) presentó un
informe, conocido como el “Informe Brundtland”, a la Asamblea General basado en un estudio de cuatro años
donde se definía y concretaba el tema del desarrollo sostenible: “el tipo de desarrollo que satisface las
necesidades de la generación actual sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para
satisfacer sus propias necesidades”.

Con este nuevo concepto surgió una nueva perspectiva desde la que abordar el crecimiento en todos los
ámbitos, partiendo de un nuevo concepto de cooperación internacional que reconoce la incidencia de las
decisiones asumidas en una parte del mundo sobre el resto de las regiones.

Siguiendo los resultados del Informe Brundtland, los objetivos fundamentales de Río buscaron lograr un
equilibrio justo entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y de
las generaciones futuras y sentaron las bases para una asociación mundial entre los países desarrollados y
los países en desarrollo, así como entre los gobiernos y los sectores de la sociedad civil, sobre la base de
la comprensión de las necesidades y los intereses comunes.

En Río de Janeiro, 172 gobiernos, incluidos 108 Jefes de Estado y de Gobierno, aprobaron tres grandes
acuerdos que habrían de regir la labor futura: el Programa 21, un plan de acción mundial para promover el
desarrollo sostenible; la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, un conjunto de principios
en los que se definían los derechos civiles y obligaciones de los Estados, y una Declaración de principios
relativos a los bosques para la ordenación más sostenible de los mismos en el mundo.

Se firmaron, además, dos instrumentos con fuerza jurídica obligatoria:

 La Convención Marco sobre el Cambio Climático (Cuya Conferencia de las Partes se ha reunido ya en 17
encuentros internacionales buscando atajar el problema del Cambio Climático).

 El Convenio sobre la Diversidad Biológica (hasta la fecha, la Conferencia de las Partes ha celebrado 10
reuniones ordinarias y una reunión extraordinaria). Ambas conferencias de las partes se iniciaron con
ilusión pero tanto la de Copenhague y Durban, referidas a Cambio Climático como Nagoya, en biodiversidad,
se han caracterizado por el desencanto general. Sin embargo, la Cumbre de Río 92 fue un éxito, sobre todo
por los grandes avances conseguidos para conservar el medio ambiente.
Johannesburgo 2002

La tercera Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, celebrada en Johannesburgo (Sudáfrica) en 2002,
tuvo un menor respaldo político y se caracterizó por una mayor ambigüedad. A pesar de todo, evaluó
los obstáculos que impedían progresar y los resultados conseguidos desde la Cumbre de la Tierra de 1992.
La Cumbre aprobó el Plan de Aplicación de las Decisiones de Johannesburgo, que contiene un planteamiento
más preciso, con medidas concretas, metas y objetivos cuantificables y sujetos a plazos fijos.

El programa intergubernamental constituyó la parte central de la Cumbre, pero también se prestó atención a
todos aquellos sectores de la población que están comprometidos con el desarrollo sostenible,
incluyendo aquellos definidos en el Programa 21.

Para algunos, el gran éxito de la Cumbre de la Tierra de Johannesburgo fue el énfasis que se logró poner en
temas de desarrollo social tales como la erradicación de la pobreza, el acceso al agua y a los servicios de
saneamiento, y la salud.

Lo cierto es que desde 1972 han aumentado las conferencias internacionales, los
departamentos especializados, los técnicos, las publicaciones especializadas en el tema y, sin embargo, no se
ha conseguido, hasta el momento, enderezar la situación global. El exceso de literatura y de las cumbres
internacionales, parece que contribuyen más a mantener que a reconvertir los modos de gestión económica
que acarrean los problemas ecológicos globales actuales.
Río+20

Brasil ha acogido, de nuevo en Río de Janeiro, del 20 al 22 del pasado mes de junio, la Conferencia de las
Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, llamada también “Rio+20” porque se celebra dos décadas
después de la primera gran Cumbre de la Tierra en 1992.

Con menos presencia de jefes de Estado que su homónima en 1992 (han destacado las ausencias del
estadounidense Barack Obama, presidente de la primera economía del planeta, de la jefa de gobierno
alemán, Angela Merkel, la mayor economía de Europa y tradicionalmente comprometida con el
medio ambiente y la del primer ministro británico David Cameron). Por tanto, desde su comienzo, distintos
grupos alertaron del riesgo de fracaso de la cumbre porque pronosticaron una falta de compromiso de los
gobernantes y de los políticos.

Antes de la cumbre ya se anunció que incluso el documento que se sometería a la discusión de los líderes
políticos conocido como El futuro que queremos, era un texto lleno de lugares comunes y expresiones vagas
sin que hubiese objetivos ambientales cuantificados y que tampoco sirvía para que los líderes abriesen la
discusión durante el tramo político de la negociación.

El propio secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, aseguró en la inauguración de la Cumbre
que “los esfuerzos de los países no han estado a la altura de la medida del desafío”, recordando también que
“la naturaleza no negocia con los seres humanos”.

Una vez clausurada la Cumbre, los pronósticos se cumplieron. “La cumbre verde acaba en decepción” y
“Río+20 no logra avances en las políticas ambientales ni de desarrollo sostenible”, son algunos de los titulares
recogidos por la prensa mundial. Río+20 se clausuró de la misma manera que se inauguró: con un documento
de mínimos, que no caló en la sensibilidad de nadie y que, ciertamente, no ha servido de revulsivo para que la
comunidad internacional reaccione con vigor ante el deterioro natural del planeta.

En Río, los líderes no han sido capaces de dar respuestas contundentes a las demandas de buena parte de la
sociedad: de momento no habrá nuevos mecanismos de financiación para políticas de desarrollo sostenible, ni
un acuerdo para crear una agencia que sea el brazo medioambiental de la ONU, ni nuevos pasos al frente en
la protección de los océanos, ni la decisión de eliminar los subsidios a los combustibles fósiles, o medidas que
contribuyan a la erradicación de la pobreza en el mundo.

Con opiniones como la de China, uno de los mayores contaminadores del mundo, que dejó muy claro que el
cuidado del medio ambiente no será una prioridad del país mientras obligue a frenar su crecimiento, muchos
son los que se preguntan si estas cumbres internacionales sirven para algo; aunque otros, la inmensa
mayoría, todavía creen en el espíritu de Estocolmo 72 y Río 92 y consideran que en estos encuentros se
pueden y deben obtener compromisos

http://www.revista-critica.com/la-revista/monografico/analisis/286-para-que-sirven-las-cumbres-
del-medio-ambiente

- http://www.un.org/spanish/conferences/cumbre&5.htm

-.-.-. https://research.un.org/es/docs/environment/conferences

S-ar putea să vă placă și