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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ANTIGUA – 1º cuatrimestre 2017

Lunes 24/4/2017 (15-19 hs.)


Prof. Elena Díaz

Atomismo antiguo

[El atomismo antiguo. Ubicación cronológica y geográfica. Fundamentos del mecanicismo atomista.
Caracterización de los átomos y el vacío. Relación con la filosofía eleata. La infinitud de mundos. El
azar y la necesidad. Caracterización y crítica de la percepción. La convencionalidad de todo saber que
exceda el conocimiento de los átomos y el vacío. El rol de la opinión en el discurso físico.]

En el mundo antiguo hubo dos grandes sistemas físicos, el atomismo de Leucipo y Demócrito y la
física aristotélica, que terminaría siendo el primer paradigma físico de Occidente, con más de 2000
años de vigencia. Este “triunfo” de la física aristotélica no quita nada de valor al sistema atomista, que
tuvo vigencia durante varios siglos dado que fue adoptado por una de las principales escuelas del
período helenístico, el epicureísmo.

La teoría atomista antigua fue obra de Leucipo y su discípulo


Demócrito. Hay dudas respecto de la nacionalidad del primero
(¿Mileto? ¿Elea? ¿Abdera?), mientras que el segundo era oriundo de
la ciudad de Abdera, en Tracia. Demócrito nació alrededor del 460
AC (y fue muy longevo, algunos dicen que llegó hasta los 100 años),
y Leucipo era algo mayor. Se le atribuye haber viajado por Egipto,
Persia y Babilonia, e incluso Etopía e India. En Diógenes Laercio A21
leemos que frente a las locuras de la humanidad Heráclito lloraba
mientras que Demócrito se reía. Sabemos también por Diógenes
Laercio que había escrito más de sesenta obras, y que sus intereses eran extremadamente variados,
cosmología, astronomía, geografía, medicina, botánica, matemáticas, por mencionar sólo algunas, y
por supuesto, física, que es lo que estudiaremos nosotros y que implicaría temas de lo que hoy
denominamos metafísica y gnoseología, en tanto también reflexionó acerca del status de los
conocimientos físicos.

La física atomista

A diferencia del ser parmenídeo limitado y uno, el cosmos atomista está integrado por infinitos mundos
que se generan y corrompen (A1), integrados por infinitos átomos y vacío. Esta última es la afirmación

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fundamental de la física atomista, que se repetirá en varios de sus fragmentos: todo está constituido
por átomos y vacío. Los átomos son unidades discretas que no pueden ser segmentadas (“átomo”
significa justamente que no puede ser cortado), y van a ser los constituyentes últimos de la realidad.
El vacío es una noción innovadora de esta física, requerida por un sistema en el cual los átomos chocan
y rebotan, se unen y se separan. Su concepción del vacío los separa del eleatismo y los coloca en una
postura original y poco común en el pensamiento antiguo, que se inclinará por la negación aristotélica
del vacío. Hay que esperar a Newton para que el vacío reaparezca en la historia de la ciencia.

Simplicio, en DK 67A8 (texto 8) afirma que Leucipo sostenía que todo está constituido por ser (los
átomos) y no ser (el vacío). El vacío, en efecto, es caracterizado por los atomistas de modo negativo,
como lo que no es átomo. Esto no significa la existencia de un no ser de cuño parmenídeo, en tanto el
no ser átomo es una noción de no ser relativo. Por esto el testimonio sostiene que Leucipo afirmaba
que el no ser existía tanto como el ser.

Estos átomos son imperceptibles, sólo se pueden percibir las cosas que están integradas por conjuntos
de átomos aglomerados.

Tenemos un testimonio de Aristóteles, Met. I 4, 985b, (DK 67A6), acerca de las propiedades de los
átomos:

“[Demócrito y Leucipo] afirman que las diferencias [de los átomos] son causas de todas las otras
diferencias. Y dicen, además, que esas diferencias [de los átomos] son tres: figura, orden y posición;
ellos afirman, en efecto, que el ser difiere por “carácter”, “contacto” y “dirección”. De éstas, el
“carácter” es figura, el “contacto” es orden y la “dirección” es posición. Por cierto, A difiere de N por
la figura, AN de NA por el orden, mientras que I difiere de H por la posición.”

Lo que está haciendo Aristóteles en este pasaje es remitiendo a las expresiones que usaban los
atomistas para las diferencias entre los átomos y dando el equivalente en conceptos de su propia
filosofía. Nos ofrece, además, una analogía con las formas de las letras para ilustrar las tres diferencias:

1) Carácter (rhysmós): se corresponde, dice Aristóteles, con la figura (schéma) de los átomos.
Letras del alfabeto como A y N se diferencian por la figura.
2) Contacto (diathigé): con estos los atomistas aluden al orden (táxis). Sílabas como AN y NA se
diferencian entre sí por el orden.
3) Dirección (tropé): los atomistas denominan así a la posición (thésis). I difiere de H por la
posición.

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Solamente la figura sería una propiedad intrínseca, las demás son relativas al medio en el que se
mueven o a otros átomos. Aecio sostiene que los átomos, como propiedad, sólo poseen forma y tamaño.
No sabemos si la comparación entre los átomos y las letras fue forjada por los atomistas o corre por
cuenta de Aristóteles, pero es una excelente analogía. Los átomos serían las “letras” con las cuales se
escribe el cosmos, sólo que se trata de un texto en mutación continua, que va cambiando.

Respecto del tamaño, no hay acuerdo entre los comentadores. Diógenes Laercio le atribuye a
Demócrito haber afirmado que así como los átomos son de número ilimitado también son de magnitud
ilimitada (68A1), y establece así una distinción entre la teoría democrítea y la epicúrea, que afirmó el
carácter pequeñísimo e imperceptible en función de esta pequeñez de los átomos (68A43). Epicuro
retoma en la época helenística el atomismo y le introduce varias modificaciones. La crítica de Epicuro
a Demócrito acerca del tamaño de los átomos se agudiza quizás a partir de afirmaciones como las de
Aecio (68A47) según el cual Demócrito sostuvo la posibilidad de que exista un átomo del tamaño del
universo. Dada la infinitud de mundos sostenidos por Demócrito, no puede excluir ninguna
posibilidad, tal como se advierte en los siguientes fragmentos:

21. DK 68A21. Cicerón, Acad. II 17, 55

“…Y dices que Demócrito sostiene que hay innumerables mundos, entre los cuales algunos son no
sólo semejantes sino tan perfecta y absolutamente idénticos que ninguna diferencia los separa, cosa
que ocurre también entre los hombres.”

Si hay infinitos mundos las posibilidades de combinación son también infinitas y no se puede excluir
que se den repeticiones azarosas. Estos mundos, como muestra el siguiente fragmento, serían, además,
perecederos, y su colapso daría lugar a otros mundos:

22. DK 68A40. Hipólito, I 13, 2

“[Según Demócrito] hay infinitos mundos y ellos difieren por su magnitud; dice, además, que en
algunos de ellos no hay ni sol ni luna, que en algunos el sol y la luna son más grandes que los de
nuestro mundo y que en otros mundos hay más de un sol y más de una luna. Las distancias entre los
mundos son desiguales y en algunas partes [del vacío] hay más mundos y en otras menos; mientras
que algunos mundos están desarrollándose, otros han alcanzado su pleno desarrollo y otros están en
decadencia, y mientras que en algunas partes hay mundos en formación, en otras los hay que están en
declinación. Además, los mundos perecen cuando se abalanzan uno sobre otro. Dice, además, que hay
varios mundos carentes de animales, de plantas y de todo elemento húmedo.”

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Si tienen en cuenta los rasgos básicos de la cosmología geocentrista, de origen aristotélica y
ptolemaica, pueden ver que esto es lo opuesto. Es decir que Aristóteles, que fue crítico de los atomistas,
tuvo en cuenta textos como el que acabamos de leer para afirmar exactamente lo contrario: la eternidad
inmutable de la física supralunar.

La oposición entre la física atomista y la aristotélica no se agota en lo señalado anteriormente. Una


característica fundamental de la metafísica atomista es su mecanicismo, que implica que el movimiento
de los átomos no obedece a un patrón finalista, sino que:

12. DK 68A37. Aristóteles, fr. 208 Rose, en Simplicio, Del cielo 294, 33

“[Esas sustancias] entran en conflicto y se desplazan en el vacío en razón de sus desemejanzas y de las
demás diferencias mencionadas, y al desplazarse se encuentran y se enlazan entre ellas con un
entrelazamiento tal que las hace entrar en contacto y en recíproca proximidad, y, sin embargo, a partir
de ellas no se genera, en realidad, alguna naturaleza única. Del todo ingenuo, en efecto, sería pensar
que dos o más cosas pudiesen llegar a ser una sola. La causa de que las sustancias permanezcan
reunidas hasta un determinado momento son los entrelazamientos y adhesiones recíprocas de los
cuerpos, pues algunos [de los átomos] son escalenos, otros ganchudos, otros cóncavos, otros convexos
y hay otros que poseen otras innumerables diferencias. Y considera [Demócrito] que ellos se mantienen
en contacto y permanecen reunidos durante un tiempo, hasta que una necesidad más poderosa que les
adviene desde el exterior los sacude con violencia y, separándolos, los dispersa.”

Este pasaje nos ofrece precisiones adicionales sobre las formas de los átomos y una base explicativa
para la formación de conglomerados. Simplicio puntualiza que este agrupamiento de átomos se genera
a partir de choques pero es efímero, en tanto el mismo tipo de fuerzas mecánicas que intervienen en la
conformación de las cosas luego de un tiempo fuerza su dispersión. Nunca, entiende Simplicio, esta
reunión de átomos alcanza a conformar una naturaleza única. En este pasaje “con violencia” se opone
a “natural”. El impulso hacia el movimiento violento viene desde afuera, mientras que el movimiento
natural es expresión de una tendencia interior. Para la terminología aristotélica, esto implicaría la
negación de la generación (génesis):

15. DK 31A44. Aecio, I, 24, 2

“Empédocles, Anaxágoras, Demócrito, Epicuro, y cuantos sostienen que el mundo está formado por
la reunión de partículas corpóreas sutiles, sostienen que hay agregaciones y disgregaciones, pero no
generaciones y corrupciones en sentido estricto: éstas no son, en efecto, resultado de una alteración
cualitativa, sino de una reunión cuantitativa.”

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Este pasaje marca precisamente qué se puede entender por génesis y qué no en la física aristotélica. Si
hay un cambio cualitativo, que no supone una mera agregación, se puede hablar de generación y
claramente lo que está en juego es la generación de los seres vivientes, cuyos organismos funcionan
como un todo que no es la mera sumatoria de sus partes. Para los atomistas tal como los entienden
Aristóteles y la tradición aristotélica, no habría propiamente génesis porque no alcanza con un
conglomerado de átomos reunidos por fuerzas mecánicas para dar cuenta de este tipo de cambio. Desde
luego, Aristóteles entiende por “phýsis” algo diferente que los entendían los atomistas, y tampoco
coincide su noción de génesis. En 68B168 los átomos aparecen designados con la palabra “phýsis”, y
67A6 (como ven, un testimonio), ón, lo que es, la expresión utilizada por Parménides para el ser. En
todo caso, lo que queda claro es que Leucipo y Demócrito se referían a los átomos con un conjunto de
expresiones, algunas de las cuales toman de la tradición anterior, como phýsis y ón, y acuñan el término
técnico “átomo” para los constituyentes últimos de la realidad, sólidos, eternos, inengendrados.
Plutarco (68A57) dice que el carácter inengendrado de los átomos deriva de su solidez, en tanto no
admiten ningún intersticio de vacío. Es el sentido del término “átomo”, “no cortado”, dijimos antes. Si
los atomistas tomaron de los eleatas la expresión ón, también parecen haber adoptado algunas de sus
características (la homogeneidad que no deja intersticios para el no ser o vacío, por ejemplo), aunque
por cierto los átomos son infinitos, lo cual sería totalmente inaceptable desde el punto de vista eleata.
Dejo como parte de la tarea que tienen que hacer con los textos que repasen el fragmento B8 de
Parménides y vean qué rasgos del ser están presentes en la caracterización de los átomos.

Lo que se podría señalar, desde luego, como un elemento constante en la física antigua, sea eleata,
atomista o aristotélica, es la aceptación de que el cosmos es eterno y que nada surge de la nada (68A1).
Estoy valiéndome de muchos elementos aristotélicos para comparar con los atomistas, a pesar que
todavía no estudiamos Aristóteles y por lo tanto no puedo desarrollar estas cuestiones a fondo, por
varias razones. En primer lugar, porque para ustedes debe ser familiar la teoría geocentrista y ciertos
presupuestos básicos de la física antigua y ahora pueden entender que la física antigua no fue una teoría
unificada sino que hubo varias opciones teóricas. En relación directa con esto, creo que desde un punto
de vista didáctico se entienden mejor ciertos rasgos y también la posición histórica de los atomistas si
nos proyectamos hacia atrás con el eleatismo y hacia adelante con el aristotelismo. Cuando más
adelante estudiemos Aristóteles van a poder volver y realizar una lectura más integradora. Las
relaciones que uno plantea en clase son sólo sugerencias para que pongan a dialogar los textos entre sí
y no estudien los autores como si se tratara de compartimientos estancos.

El vacío

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En un testimonio sobre los atomistas, Aristóteles realiza una interesante comparación entre los eleatas
y los atomistas. Señala que la negación eleática del no ser los llevó a la negación física de la existencia
del vacío, y que, así se vieron obligados a sostener la negación del movimiento, en tanto pensaban que
el movimiento suponía un vacío en el cual pudiera darse. Ya sabemos que esta lectura aristotélica de
extraer consecuencias físicas de la vía de la verdad parmenídea es algo problemática en tanto no parece
estar respetando una distinción gnoseológica entre la vía de la verdad y la vía de la opinión que
encontramos en el poema de Parménides. Pero desde el punto de vista atomista cobra pleno sentido,
en tanto nos permite entender una de las razones que pudo haberlos llevado a la postulación del vacío.

Veamos el texto:

13. DK 67A7. Aristóteles, De gen. y corr. I 8, 325 a

“Algunos de los antiguos pensaban que lo que es es por necesidad uno e inmóvil: pues el vacío no es,
y no es posible que haya movimiento sin que haya un vacío separado; además, tampoco puede haber
múltiples cosas, si no hay algo que las separe. […] Leucipo, en cambio, pensaba poseer argumentos
que, prestándole acuerdo a la sensación, no eliminaran ni la generación ni la corrupción, ni el
movimiento ni la multiplicidad de los entes. Habiendo hecho tales concesiones a los fenómenos y
acordando, por otra parte, con quienes sostienen lo uno, afirma que no puede haber movimiento sin
vacío y que el vacío es no ser y que nada de lo que es es no ser; el ser en sentido propio, en efecto, es
absolutamente pleno. Pero tal ser [para Leucipo] no es uno, sino infinito en número e invisible debido
a la pequeñez de sus volúmenes. Estos [átomos] se desplazan en el vacío (pues hay vacío) y, al
asociarse, producen generación y, al disociarse, corrupción.”

Si bien Aristóteles no está de acuerdo con los atomistas acerca de la existencia del vacío, en este pasaje,
que proviene de uno de sus tratados físicos, expresa un juicio positivo sobre los atomistas en tanto
buscaron atenerse a los fenómenos, en este caso, el movimiento. En términos de la propia física
atomista la asociación sería equivalente a la generación y la disociación a la corrupción. Sin embargo,
Aristóteles rechaza que se puedan explicar la generación y la corrupción de ese modo, y por eso
encontramos testimonios que ponen en cuestión que se pueda hablar propiamente de generación y
corrupción en el atomismo. Lean también acerca de esta cuestión DK67 A8 (Simplicio, Fís. 28, 4).

Se puede decir que el vacío es causa del movimiento no porque lo provoque (ver la discusión de Salem,
en la bibliografía, acerca de esto), sino porque es su condición de posibilidad. Los átomos han estado
siempre en movimiento, pero para poder hacer esto requieren tanto de su movimiento intrínseco como
del vacío en el cual el movimiento se da, de modo que átomos y vacío son eternos, y el movimiento
también.

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Un filósofo eleata, Meliso, había identificado el no ser con el vacío y negado su existencia (DK30B7).
Es decir que la torsión física de la vía de la verdad parmenídea tiene un antecedente dentro de los
propios eleatas. A esta tesis de Meliso se opone Demócrito al afirmar que el vacío no existe menos que
los átomos. Ambos son principios de todo lo que hay. Así como dijimos antes que no podría existir el
movimiento sin el vacío, tampoco podría existir la multiplicidad de átomos sin este. Si se fijan, sería
una inversión del argumento eleata de B8 según el cual el ser es uno porque no hay un no ser que lo
segmente. Al pensar el atomismo en el marco eleata podrían también comparar el no ser del vacío de
los atomistas, que es un no ser relativo (el vacío no es átomo) con el no ser parmenídeo, que es absoluto
(y por lo tanto impensable e innombrable).

El azar y la necesidad

Habíamos dicho antes que el cosmos atomista carece de estructura finalista, y las agregaciones y
disgregaciones atómicas son explicadas de modo mecánico. Es fundamental recordar también que para
los atomistas el movimiento es eterno, lo cual implica que siempre hubo átomos y vacío y que estos
siempre se estuvieron moviendo. Para Demócrito, según Aristóteles, esto bastaba para explicar la causa
del movimiento en tanto principio, pues no depende de nada más que de sí mismo. En otras palabras,
el movimiento es una cualidad intrínseca de los átomos, y por lo tanto no requiere de nada exterior
para justificarlo. La característica fundamental del movimiento de los átomos es su necesidad. Hay
que entender, sin embargo, que el concepto de necesidad puede referirse a un abanico de propiedades
que tienen en común que no podrían ser de otro modo. En Parménides (B8), por ejemplo, se trata de
una expresión de la ley universal que rige todo el cosmos y mantiene el ser sin contaminación con el
no ser. Lo que ocurre es que la razón por la cual el movimiento de los átomos es necesario no viene de
afuera, sino que es expresión de su propia naturaleza, su forma, estado y posición.

Hay algunos fragmentos que hablan de esta necesidad:

16. DK 67B2. Aecio, I, 25, 4

Leucipo dice que todo ocurre por necesidad y que ésta es el destino. Dice en Acerca del intelecto:
“Nada se produce porque sí, sino que todo sucede a partir de una razón y por necesidad”.

Todo acontecimiento que se deba al movimiento de los átomos tiene este carácter de necesario por la
propia naturaleza atómica, y no podría darse de otro modo.

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Diógenes Laercio identifica sin más la necesidad del movimiento de los átomos con el torbellino en el
cual están envueltos:

17. DK 68A1. Diógenes Laercio IX, 45

“Todo se produce por necesidad, porque la causa de la generación de todas las cosas es el torbellino,
al que [Demócrito] llama necesidad.”

En el siguiente texto de Alejandro de Afrodisia vemos las dificultades de tratar de entender a los
atomistas a partir de presupuestos aristotélicos. Les recrimina, en efecto, que no aclararon de dónde
procede el movimiento de los átomos, pero para ellos el movimiento era connatural a los átomos y no
necesitaba provenir de otra fuente exterior. El marco teórico de Alejandro de Afrodisia, el
aristotelismo, supone la causa final, que está ausente en el planteo atomista. Así, cree que el
movimiento producido por un choque es violento, por lo tanto no natural, creando un vacío teórico
para el movimiento natural, el cual, siempre según Alejandro, no habría sido tratado por los atomistas.
Pero para ellos el movimiento de los átomos es azaroso, y se da porque se están moviendo en un
torbellino y los choques obedecen a una necesidad de su propia naturaleza (depende, pues, de su forma,
tamaño, posición y orden, como hemos visto antes). Salem, en una sección de su libro sobre Demócrito
que no está incluida en la traducción que ustedes tienen que leer, sostiene que algunos le atribuyeron
a Demócrito la invención del principio de inercia, en tanto este supone que los cuerpos tienden a estar
siempre en movimiento a menos que algo los detenga, y no como la física aristotélica en la cual los
cuerpos tienden naturalmente al reposo a menos que algo los mueva:

19. DK 67A6. Alejandro de Afrodisia, Met. 36, 21

“Dice [Aristóteles] sobre Leucipo y Demócrito: ellos afirman, en efecto, que los átomos se mueven
por colisiones y choques mutuos, pero no dicen, sin embargo, de dónde procede el movimiento natural;
pues el movimiento por colisión mutua es violento y no es natural, ya que el movimiento violento es
posterior al natural.”

Vean también al respecto del texto 18 de la antología (DK 67A16. Aristóteles, Del cielo III 2, 300 b)
que es la fuente de la afirmación de Alejandro, posiblemente.

Hay varios testimonios que le atribuyen a los atomistas haber sostenido que el movimiento de los
átomos no era sólo necesario sino también azaroso. La calificación de “azaroso” proviene de quien
está esperando una explicación finalista o providencial y no la encuentra, y entonces cree que la
necesidad que no está guiada por ese tipo de causa supone el azar. Esta atribución se pone de relieve

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en Marco Aurelio, un estoico que no está de acuerdo con el atomismo adoptado por los epicúreos, y
expresa que hay dos alternativas: los átomos o la providencia (Meditaciones IV, 3).

Lo que subyace a este planteo crítico de los partidarios del finalismo y la providencia es que entienden
algo diferente por “azar” (autómaton). En los atomistas no es más que otro nombre para la necesidad,
algo que se produce por sí mismo, “automáticamente”, diríamos nosotros, y no a partir de una fuerza
exterior.

Gnoseología atomista

La base de la gnoseología atomista radica en la distinción de dos tipos de saber en función de sus
objetos. En el mundo todo está conformado de átomos y vacío y acerca de esto es posible forjar un
discurso verdadero. Acerca de los conglomerados formados por los átomos, es decir los fenómenos,
sólo sería posible tener opinión. Nuevamente, es interesante entender esta propuesta sobre el trasfondo
del eleatismo.

Los átomos y el vacío no son sensibles, de modo que lo que se adquiera por este medio será también
opinión. La visión, por ejemplo, es caracterizada por Demócrito como la recepción de un reflejo que
proviene de los cuerpos visibles:

7. DK 67A29. Alejandro de Afrodisia, De sens. 24

“Demócrito afirma que ver es percibir reflejos provenientes de los objetos vistos. Este reflejo es la
forma que aparece en la pupila, al igual que en los demás cuerpos diáfanos que conservan reflejos en
sí mismos. Y él –y antes que él Leucipo y, después, los seguidores de Epicuro- sostienen que ciertas
imágenes que fluyen de los cuerpos y que tienen forma similar a los cuerpos de los que fluyen (es
decir, a los objetos visibles) penetran en los ojos de quienes ven y así se produce la visión.”

Estos reflejos de las cosas sensibles en el aparato sensorial, así como las opiniones que adhieren al
contenido perceptual sólo nos ubican en el reino de la convención (nómos) que encontramos en el
fragmento siguiente. Varios de los fragmentos gnoseológicos de Demócrito son transmitidos por Sexto
Empírico, un escéptico, en tanto implican un tratamiento crítico de todo tipo de saber que no sea acerca
de átomos y vacío. Un escéptico tampoco estaría de acuerdo con esto último, pero se sirve de muchas
de las afirmaciones de Demócrito para fundar la sospecha sobre la legitimidad de varios tipos de
conocimiento. Se podría poner en relación este texto con la teoría perceptual que aparece en Teeteto
asociada al heraclitismo. Como decíamos antes, dejo este tipo de relaciones para que las piensen y las
trabajen ustedes, que son el punto de intersección entre diferentes clases y lecturas.

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Átomos y vacío no se perciben sino que se postulan por medio de un razonamiento:

5. DK 68B11. Sexto Empírico, Adv. Math. VII 138

En los Criterios dice [Demócrito] que dos son las formas de conocimiento: uno por los sentidos y el
otro por el pensamiento. Al que se obtiene por el pensamiento lo llama “legítimo” y le confiere
fiabilidad para el discernimiento de la verdad; al que se da por los sentidos lo denomina “oscuro” y le
niega infalibilidad para reconocer lo verdadero. Y dice textualmente: “Hay dos formas de
conocimiento, uno genuino y el otro oscuro; al oscuro pertenece todo lo siguiente: vista, oído, olfato,
gusto y tacto; el otro, el legítimo, se distingue de él”. Y luego, dando preferencia al legítimo sobre el
oscuro, continúa diciendo: “cuando el oscuro ya no puede ver nada más pequeño, ni oírlo, ni olerlo ni
gustarlo, ni percibirlo por el tacto, sino que con mayor sutileza… <debe continuar buscando, entonces
toma su lugar el genuino, que posee un órgano de conocimiento más fino: conjetura Diels>.

La razón que se aduce aquí para la carencia de verdad de los juicios perceptuales es la que los átomos
y su movimiento quedan por fuera del campo perceptual, en razón de su pequeñez. Es decir que no es
que los átomos sean inteligibles, de hecho tienen propiedades que se ubican dentro del campo
semántico de lo sensible (forma; tamaño), pero que no pueden denominarse “sensibles” por escapar al
alcance de nuestros sentidos. Si les interesa ahondar en este problema, en la bibliografía optativa, en
el capítulo de Barnes, p. 438-445 hay una buena discusión de esto. Es importante que entiendan que
las características de los átomos se establecen por medio de una argumentación racional, no por la
sensación, pero esto no implica que las características de los átomos no sean del mismo tipo que las
que se perciben, aunque en este cosmos, diría Demócrito, sean demasiado pequeñas para ser
percibidas. Lo que nosotros percibimos son las propiedades emergentes de los conglomerados
atómicos, que son sólo un efecto de lo que constituye la realidad.

Tanto el conocimiento perceptual como el pensamiento se darían por una suerte de contacto, un
encuentro entre átomos que sería variable según el estado del objeto de conocimiento y la disposición
corporal del conocedor en cada momento:

2. DK 68B9. Sexto Empírico, Adv. Math. VII 135

“[Demócrito] niega el valor de lo que se aparece a los sentidos y dice que ninguna de esas cosas se
manifiesta conforme a la verdad sino sólo conforme a la opinión y que la verdad de las cosas reside en
que ellas son átomos y vacío. “Por convención –así dice- lo dulce, por convención lo amargo, por
convención lo caliente, por convención lo frío, por convención el color, pero en realidad hay átomos
y vacío”. Esto significa que lo sensible se considera por convención y es objeto de opinión, pero en

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verdad no es, sino que lo único que es en verdad son los átomos y el vacío. Y en las Confirmaciones,
aunque ha prometido atribuir fuerza de convicción a las percepciones sensibles, hallamos que, sin
embargo, los condena. Afirma, en efecto: “Nosotros, en realidad, nada aprehendemos con
precisión, sino sólo lo que cambia conforme a la disposición de nuestro cuerpo y de lo que en él
ingresa o le ofrece resistencia”.

Completen esta caracterización del conocimiento por convención leyendo el texto 6 de la antología
(DK 68A49. Galeno, De elem. sec. Hipp. I 2). Allí afirma que la convencionalidad implica un acuerdo
que hace referencia a los que conocen y no a la naturaleza de las cosas. De más está decir que “por
convención” no significa “falso”, sino dependiente de un marco teórico. Nos encontramos nuevamente,
del mismo modo que en el eleatismo, con que lo que se opone a la verdad no es la falsedad. Parece
haber en estos autores una especial atención a la proliferación de discursos físicos acerca de los
fenómenos, con una consecuente toma de distancia respecto de su verdad. Esto no los vuelve escépticos
en tanto consideran que hay un discurso verdadero (acerca del ser en el caso de Parménides, sobre
átomos y vacío en el caso de los atomistas), y que no se llega a él por medio de la percepción. La gran
diferencia entre Parménides y Demócrito sería que para el primero el discurso verdadero es metafísico
y para el segundo es físico.

De esto se desprendería una actitud escéptica acerca de la posibilidad de tener conocimiento de las
cosas. Todo lo que excede el marco de los átomos y el vacío, es decir los conglomerados atómicos, no
va a poder ser objeto de un discurso verdadero, así como tampoco nada que se perciba. Demócrito, al
igual que Parménides, y posiblemente mucho más que él, se ocupó de los fenómenos, como el trueno,
por ejemplo. Ahora bien, y otra vez nos encontramos con la herencia parmenídea, consideró que lo
que se especule acerca de estos sólo podía ser una convención teórica y no verdad.

Se podría pensar que su apelación a los átomos y al vacío que supone una discusión con la tradición
milesia, en tanto pensar en agua, aire, implicaría que no llegaron a los constituyentes últimos de las
cosas, y con la tradición eleata, que negó la verdad del discurso físico. Pero a la vez recoge parte de la
herencia eleata, como dijimos, en tanto le adjudica a los átomos muchas de las características del ser,
y para la mayoría de los fenómenos físicos que excedan las afirmaciones sobre átomos y vacío negó
también que sean verdaderos, tal como se puede ver en el siguiente fragmento en el cual niega que
sepamos cómo son las cosas:

3. DK 68B10. Sexto Empírico, Adv. Math. VII 136

Y afirma nuevamente [Demócrito]: “Que no comprendemos cómo es o cómo no es en realidad cada


cosa, lo hemos puesto en evidencia en múltiples ocasiones”.

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Vean también acerca de esto el fragmento 4 de la antología (DK 68B8. Sexto Empírico, Adv. Math.
VII 137).

Esto no implica, sin embargo, que no haya que hacer física sobre los fenómenos, sino que no se puede
considerar que se alcanza la verdad respecto de ellos. En el texto de Lago Fernández encontrarán
argumentos para una lectura no escéptica del pensamiento atomista, e incluso algunas sugerencias para
pensar que la percepción y el pensamiento no se contradicen sino que se combinan y complementan.

De la ciudad de Abdera también viene el sofista Protágoras, que ustedes estudiaron, y dado este planteo
atomista no es difícil entender por qué algunas fuentes antiguas hayan señalado que Protágoras fue
discípulo de Demócrito. Más allá de la veracidad histórica de tal afirmación, ustedes fácilmente podrán
fundamentar una relación entre la gnoseología de ambos pensadores. Desde luego, en el planteo
protagórico no parece haber ninguna posibilidad para pensar la realidad al margen de los pareceres,
pero hay interesantes cruces textuales con la gnoseología atomista acerca de los fenómenos.

Acerca del primer parcial

Al comienzo de la clase hablamos acerca del primer parcial, especialmente respecto de la


administración del tiempo para cada respuesta y cómo realizar un comentario de texto. Doy dos
ejemplos de preguntas, tal como acordamos, para que piensen cómo armar una respuesta y,
eventualmente, consulten con su profesor de trabajos prácticos o conmigo.

1) Explique cómo es posible interpretar la vía parmenídea de B2 que sostiene “que no es y es


necesario no ser”. Elija sólo una interpretación y aclare cómo se entiende la relación entre ser,
pensamiento y lenguaje en la lectura elegida.
2) Realice un comentario del siguiente texto de Parménides, teniendo en cuenta a) el contexto al
cual pertenece el fragmento; b) la vía a la cual pertenece; c) con qué argumentos se
fundamentan estas características del ser en B8.

B8, 26-28: “Inmóvil en los límites de grandes cadenas, está presente sin comienzo y sin fin,
pues la génesis y la destrucción están muy alejadas: las rechazó la convicción verdadera.”

Bibliografía obligatoria

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LAGO FERNÁNDEZ, R., “La teoría del conocimiento de Demócrito”, Scientia Helmantica 2 (2013),
14-40
SALEM, J., “La física de Demócrito”, Lecturas sobre presocráticos I, OPFyL, 55-83

Bibliografía optativa

BARNES, J., Los presocráticos, Madrid, Cátedra, 1992, cap. 405-446

Material didáctico de circulación interna de Historia de la filosofía antigua, Facultad de Filosofía y


Letras, Universidad de Buenos Aires.

13

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