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¿La paciencia y tolerancia es adquirida o está en los genes?

El ADN también opina sobre nuestra psicología. Por ejemplo, numerosos estudios señalan que la agresividad tiene una
base genética. Es evidente que comprender el papel del ADN en este tipo de comportamientos resulta muy difícil.
Principalmente porque están involucrados numerosos genes y porque las circunstancias vitales de cada uno juegan, de
nuevo, un papel determinante en la conformación de nuestra personalidad. A pesar de todo, se han descrito variantes
en el ADN que provocan que unos individuos sean más agresivos que otros por naturaleza. Nuestras experiencias y
educación los modularán, pero a ciertas personas les costará más que a otras reprimir determinados impulsos. El ADN
no determina que alguien se enfrente con otro conductor por una discusión de tráfico, pero sí configura personalidades
distintas que reaccionarán de forma dispar ante un mismo estímulo.

Igual que la agresividad, otros muchos comportamientos, incluso los que tendemos a pensar que están marcados por
la educación o por la sociedad, tienen una importante base genética, como las habilidades artísticas o algunos hábitos
de consumo. Esto no debería sorprendernos, si recordamos que el cerebro, donde reside nuestro talento y nuestra
psicología, también se fabrica a partir de nuestro ADN.
Todos estos resultados que va destapando la genética invitan a la reflexión. Tenemos que asumir una cierta falta de
autonomía, una pérdida del libre albedrío. Nada excesivamente frustrante, pero sí algo que nos obliga a aceptar un
cierto grado de determinismo en según qué rasgos. Al mismo tiempo, no podemos olvidar que el ADN es simplemente
molécula de nuestras células, y aunque posea los planos de construcción de nuestro cuerpo y mente, no nos obliga a
nada de forma precisa e irrevocable. Solamente nos puede hacer proclives a ciertas actitudes. Porque el ADN no
mueve las piernas a nadie, ni obliga a coger un arma, solo nos puede dotar de una cierta personalidad.
Los niños aprenden de lo que ven a su alrededor. Si lo que experimentan principalmente es violencia, abuso,
ausentismo escolar y ninguna expectativa de éxito, sus posibilidades de un futuro sano se ven comprometidas desde el
comienzo. Como dijo Erik Engquist, colega periodista y quien fue el gemelo A: “Los genes definen tu potencial, pero es
principalmente tu entorno lo que determina quién serás. Los pocos que escapan a las influencias negativas son un
caso aparte”.

Si el potencial genético está ahí, el hecho de que un niño tenga en su vida al menos a un adulto amoroso que lo apoye
puede hacer una gran diferencia en su desarrollo.

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