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La Tercera Internacional y
Nuestro Tiempo
(Con motivo del centenario de la Tercera Internacional)
Eduardo Ibarra
Impresión: CYBERcontrol
Calle Capitán Ravelo Nº 2077, La Paz
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Tiempo después, en 1984, se constituyó el Movimiento
Revolucionario Internacionalista (MRI), que, después de varias
décadas de actividad, dejó de existir hace algunos años.
Hoy, asimilando lo positivo y desechando lo negativo de las
mencionadas experiencias y de algunas otras, es necesario luchar
por la «organización de un compañerismo basado en la igualdad».
Esta lucha, sin embargo, como es previsible, llevará muchos años
hasta que puedan verse sus frutos.
Por otro lado, en el presente ensayo se analiza a grandes
rasgos el proceso histórico por el cual los conceptos de partido de
clase y frente unido se consagraron en el movimiento proletario;
asimismo, se precisa el punto de desarrollo pleno alcanzado por el
concepto de hegemonía, lo que permitió establecer los términos de
la relación entre el partido de clase y el frente unido, o, para
decirlo de otro modo, entre el proletariado y las otras clases que
forman el pueblo.
Como es claro, con este ensayo tenemos el propósito de
contribuir al debate sobre la unidad del movimiento comunista
internacional, debate que, si se desarrolla con la amplitud que
requiere, puede terminar haciendo realidad la «organización de un
compañerismo basado en la igualdad».
Marzo, 2019
El autor
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La Tercera Internacional y Nuestro Tiempo
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De estos conceptos engelsianos, se desprenden las siguientes
conclusiones:
1. La unidad de la Primera Internacional fue de carácter
programático, y no doctrinario; sobre la base de la unidad
programática, Marx y Engels se propusieron absorber
doctrinariamente a las diversas corrientes no marxistas.
2. Determinada –y posibilitada– por la situación ideológica de
la clase obrera europea de la época, dicha unidad programática
hizo de la Primera Internacional un partido-frente.
3. La experiencia de la primera organización internacional del
proletariado mostró que es posible –y necesario– trabajar con «el
movimiento general de la clase obrera en cada una de sus etapas».
4. Este trabajo con el movimiento no tiene por qué significar
«ocultar nuestra propia posición e incluso nuestra organización».
En este marco general, Marx y Engels educaron a los
trabajadores en la conjugación de la lucha económica y la lucha
política, en el principio de que la conquista del poder político es el
gran deber de la clase obrera, en la idea rectora de que la
emancipación de la clase obrera debe ser obra de la propia clase
obrera y en el espíritu del internacionalismo proletario, al mismo
tiempo que desplegaron la lucha contra el proudhonismo, el
blanquismo, el lassallismo, el bakuninismo y el tradeunionismo,
preparando así el terreno para el triunfo del marxismo y, al mismo
tiempo, formando los cuadros que más tarde contribuyeron en la
fundación de partidos marxistas de masas en diversos países.
Así pues, el resultado de la lucha ideológica contra las
distintas corrientes del socialismo premarxista fue la base de la
ulterior unidad marxista del proletariado revolucionario.
Mariátegui escribió sobre la Primera Internacional:
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sindicatos socialistas requería una coordinación y una articulación
internacionales. (La escena contemporánea, 1987, pp. 112-13).
II
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Pues bien, al tener los partidos de la Segunda Internacional
que desenvolver, dadas las condiciones de desarrollo pacífico del
capitalismo, la lucha legal como su actividad principal, más o
menos tempranamente experimentaron el surgimiento en su seno
de tendencias oportunistas, y esto ocurrió sobre todo en el Partido
Obrero Socialdemócrata Alemán.
Entonces Engels mismo empeñó la lucha contra, por ejemplo,
la omisión de la dictadura del proletariado en el proyecto del
programa de Erfurt de la socialdemocracia alemana y algunas
otras posiciones oportunistas contenidas en el mismo, así como
contra el cretinismo parlamentario de diversos partidos.
Poco después del fallecimiento de Engels, entre 1896 y 1897
Eduard Bernstein publicó algunos artículos en la revista Die Neue
Zeit, en los que revisaba a Marx al reemplazar la lucha
revolucionaria del proletariado por la idea utópica de la persuasión
y la educación como camino al socialismo, etcétera. De esta forma
hizo su aparición el revisionismo que, corriendo ya el siglo XX,
cobró un notorio crecimiento.
Lenin escribió al respecto:
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En vez de una política revolucionaria coherente, tesis teóricas
contradictorias y fragmentos de teorías divorciados de la lucha
revolucionaria viva de las masas y convertidos en dogmas caducos.
Naturalmente, para guardar las formas se invocaba la teoría de Marx,
pero con el fin de despojarla de su espíritu revolucionario vivo.
(Cuestiones del leninismo, recopilación, Ediciones en Lenguas
Extranjeras, Pekín, 1977, p. 12)
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pero con una nota particular: mientras que, dadas las condiciones
históricas entre 1864 y 1872, estuvo plenamente justificado el
partido doctrinariamente heterogéneo como fue la Primera
Internacional, ahora, en nuestra época, cuando el socialismo no
marxista ha puesto en evidencia en todas partes su metamorfosis
en revisionismo y ha mostrado, en diferentes planos y distintas
formas, su servicio a la burguesía, la propuesta centrista de
Kautsky significaba promover la convivencia de los marxistas y los
agentes ideológicos de la burguesía en el seno de los partidos
obreros.
Lenin, por el contrario, expresando su marxismo, planteó
entonces la expulsión de los revisionistas de los partidos obreros,
la construcción de partidos doctrinariamente homogéneos, de
partidos capaces de organizar la revolución proletaria e instaurar la
dictadura del proletariado.
Concretamente, el jefe de la revolución rusa esclareció:
III
Este conflicto entre dos mentalidades, entre dos épocas y entre dos
métodos del socialismo, tiene en Zinoviev una de sus dramatis
personae. (…) La guerra, según Zinoviev, ha anticipado, ha precipitado
mejor dicho, la era socialista. Existen las premisas económicas de la
revolución proletaria. Pero falta el orientamiento espiritual de la clase
trabajadora. Este orientamiento no puede darlo la Segunda
Internacional, cuyos líderes continúan creyendo, como hace veinte años,
en la posibilidad de una dulce transición del capitalismo al socialismo.
Por eso, se ha formado la Tercera Internacional. (La escena
contemporánea, pp. 115; elipsis nuestra).
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Dos épocas: la del capitalismo competitivo y la preparación de las
fuerzas proletarias para la revolución, y la del imperialismo y de la
revolución proletaria. Dos mentalidades: la del revisionismo, de un
lado, y la del marxismo, del otro. Dos métodos: el método
reformista (revisionista), por una parte, y el método revolucionario
(marxista-leninista), por la otra.
En nuestra época existen, en efecto, las premisas económicas
de la revolución proletaria mundial; pero, como señaló Mariátegui,
para que la revolución tenga curso, hace falta el orientamiento
espiritual de las clases trabajadoras; esta orientación no puede
darla el revisionismo, como también señaló Mariátegui; esta
orientación solo puede darla el marxismo-leninismo.
Precisamente la Tercera Internacional desarrolló dicha
orientación, es decir, puso en práctica la preparación de los
partidos proletarios y de las masas trabajadoras a efecto de
instaurar la dictadura del proletariado, razón por la cual Lenin
señaló:
IV
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El contenido de este centro, es la centralización ideológica, la
coordinación política, la independencia teórica y la autonomía
orgánica.
Así pues, la organización de un «compañerismo basado en la
igualdad» es la tarea central en el plano del internacionalismo
proletario, y, como se entenderá, su cumplimiento impulsaría la
lucha de todos y cada uno de los partidos de clase por tomar como
órbita de su acción el desarrollo de la verdad particular como
expresión viva de la verdad universal del proletariado, o sea, por
desarrollar el camino propio de la revolución como expresión
concreta del universal camino de la revolución socialista.(4)
De esta forma el proletariado internacional tendría como su
base de unidad ideológica la verdad universal del marxismo-
leninismo, a lo que el proletariado de cada país tendría que
agregar la base teórica de su verdad particular. Estas bases
permitirían acordar y aplicar una correcta línea política que haría
posible «trabajar junto con el movimiento general de la clase
obrera» y, en general, con todas las clases y todas capas sociales
que en cada etapa del desarrollo social conforman el pueblo.
En el Centenario de la Tercera Internacional, la mejor manera
de honrar su memoria y continuar sus tradiciones positivas, es que
cada partido marxista-leninista contribuya a la organización de un
«compañerismo basado en la igualdad» como el nuevo tipo de
relación interna necesaria en el movimiento comunista
internacional.
Notas
[1] Esta consideración es correcta solo en el sentido de que la diferenciación
teórica y organizativa aludida cobró con la Segunda Internacional una
trascendencia decisiva en el movimiento obrero internacional, pues de hecho
tal diferenciación venía ya, en el plano organizativo, de la Liga de los
Comunistas (1847-1852), organización doctrinariamente homogénea, y, en el
plano teórico, de la temprana idea de Marx y Engels que, el segundo de los
nombrados, recordó en una carta a Trier del 9 de agosto de 1890, en los
términos siguientes: «[Para que el proletariado] sea lo bastante fuerte como
para triunfar en el día decisivo, [debe] formar un partido independiente,
distinto de todos los demás y opuesto a ellos, un partido clasista y
consciente… eso es lo que Marx y yo hemos propugnado desde 1847» (citado
por Jhonstone en Teoría marxista del partido político, autores varios,
Ediciones Pasado y Presente, Córdova, p. 133; elipsis nuestra). Es decir que,
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para consagrarse como justo y correcto en el movimiento obrero
internacional, el concepto de partido independiente, distinto de todos los
demás y opuesto a ellos, de partido clasista y consciente, de partido
doctrinariamente homogéneo, de partido marxista, hubo de pasar por la
prueba de la lucha ideológica que, como bien se sabe, fue una larga lucha de
cuarentaidós años que tuvo su punto culminante en la fundación de la
Segunda Internacional.
[2] Lenin subrayó al respecto: «…los principios revolucionarios fundamentales
deben ser adaptados a las peculiaridades de los distintos países.» (Discursos
pronunciados en los congresos de la Internacional Comunista, recopilación,
Editorial Progreso, Moscú, s/f, p. 94).
[3] Posteriormente Mao y Dimitrov contribuyeron señaladamente a desarrollar
el concepto de frente unido, así como el propio Mao y Gramsci contribuyeron
importantemente a desarrollar el concepto de hegemonía.
[4] Cualquier marxista puede percatarse fácilmente de las consecuencias que
puede acarrear la amalgama de marxistas y revisionistas en un mismo
partido. Pero, de todos modos, pongamos un ejemplo. El Congreso de París
de 1905 selló la fusión de los socialistas revolucionarios del Partido Obrero de
Guesde y Lafargue y los socialistas reformistas, pero, como esclareció
Mariátegui, «… la política del partido unificado no siguió… un rumbo
revolucionario. La unificación fue el resultado de un compromiso entre las dos
corrientes del socialismo francés. La corriente colaboracionista renunció a una
eventual intervención directa en el gobierno de la Tercera República; pero no
se dejó absorber por la corriente clasista. Por el contrario, consiguió suavizar
su antigua intransigencia.» (La escena contemporánea, p. 124). Por eso Lenin
señaló: «La primera condición del verdadero comunismo es romper con el
oportunismo.» (Discursos pronunciados en los congresos de la Internacional
Comunista, p. 93).
[5] Esta tarea exige una acotación. Después de la segunda guerra mundial, el
movimiento comunista internacional reconoció al revisionismo como el
enemigo principal en su seno (véanse las Declaraciones de Moscú de 1957 y
1960). A pesar del tiempo transcurrido, este reconocimiento se mantiene
vigente, pero la necesidad de integrar la verdad universal del marxismo-
leninismo con la práctica concreta de la propia revolución, puede, en algunos
casos, presentarse de tal forma, que el dogmatismo aparezca como el
enemigo principal en el seno del partido, aunque, a escala mundial, el
revisionismo siga siendo el enemigo principal. Cada partido debe pues
discernir esta cuestión.
24.02.2019.
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