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La Investigación en Comunicación: inmersión, proyección y construcción

de vínculos sociales

Por: Ivonne Rosio Ortiz Ruiz

Encontrar a través de un recorrido histórico las diferentes teorías que con un enfoque
comunicativo pretenden mostrar nuevas posibilidades de estudio en este campo, es
comprender que está en el sistema social el punto de origen de cualquier proceso. Un
sistema conformado por actores y protagonistas de una realidad que en su misma
cotidianidad establecen reglas de juego y en su continuo intercambio se entretejen intereses
colectivos que buscan la apropiación y el reconocimiento.

La Escuela de Chicago y la Ecología Humana, una de las primeras líneas de estudio


relacionaron la ciudad como un “espectroscopio de la sociedad”, en otras palabras un
laboratorio social, una ciudad con vida propia, como lugar de movilidad, con sus diferentes
matices en la búsqueda de su propia identidad: marginalidad, aculturación, asimilación. Un
espacio de encuentros con esa comunidad integrada por poblaciones organizadas en un
territorio, arraigadas a él a través de su herencia generacional y cuyos habitantes
interactuaban en una relación de interdependencia mutua de “carácter simbiótico”
(Mattelart,1995 p.24). Aquí la comunicación aporta desde ese nivel social o cultural, a
través de un consenso de orden moral, regulando precisamente el carácter de competición
para posibilitar la participación, mediante las experiencias de los individuos, quienes son
parte activa y fundamental de una sociedad.

De acuerdo con lo anterior y teniendo en cuenta esa diversidad y homogeneidad es


interesante ver la amplia gama de alternativas en metodologías de investigación como
aquella que se relaciona, a través de un proceso de inmersión con esa colectividad. Es la
etnografía la llamada a construir monografías de barrio, a implementar una observación
participante y a analizar las historias de vida de sus actores, como una propuesta reflexiva
frente a esas interacciones sociales.

Con supremacía y un halo de poder se levanta dentro de ese contexto social, al pasar el
tiempo, una nueva perspectiva la Mass Communiation Research. Los medios de difusión
llegan a imponerse como una opción absoluta, establecida y determinada a convertirse en
los instrumentos de la “gestión gubernamental de las opiniones” (Mattelart, 1995 p. 28). Y
en la actualidad esta propuesta no está alejada de la realidad; en el escenario colombiano
por ejemplo y haciendo alusión a lo dicho por Laswell (1927), “propaganda y democracia
van de la mano”, esto se hace evidente cuando en épocas de elección, se pretende a través
de la primera conseguir la persuasión de las masas e influir en ellas para lograr una
adhesión, un voto y el apoyo de todo un pueblo. Aunque se esperaría que esto permitiera el
desarrollo de una democracia fiel a los preceptos de participación, en el mundo real su
esencia en ocasiones es desvirtuada, tal y como lo manifiesta el autor al asegurar que
“puede ser utilizada tanto para fines buenos como malos”. Bajo esta premisa el medio de
comunicación se vuelve un instrumento de medición a través de la opinión pública y actúa
según el modelo de la “aguja hipodérmica” para señalar el efecto o el impacto causado por
aquellos mensajes que de manera estratégica son direccionados sin piedad hacia las
personas, en palabras de Laswell una forma de atomización con los individuos. Un
panorama que se reconoce en los sondeos de opinión que salen a la luz como una manera
de gestión para tener un acercamiento con el sujeto y extraer la información clave que
puede orientar unas decisiones que no tienen otro fin que el éxito de ese gobierno.

No en vano la sociología funcionalista de los medios de comunicación faculta,


indiscutiblemente desde la investigación a que esa indagación con el público pueda tener un
resultado acorde con las exigencias del entorno, mediante los análisis de control, contenido,
medios masivos, audiencias y también de sus efectos. Así se hace en la cotidianidad, y en
ocasiones se abusa, se manipula y se ajusta la información a conveniencia de quienes
ostentan ese poder, dado sus intereses políticos que en actitud disfrazada, pretenden
conseguir el punto más álgido de sus carreras en la búsqueda de esa dominación.

Sin embargo es en el “doble flujo de la comunicación” que se cuestiona el principio


mecanicista lasswelliano del efecto masificador de la sociedad de masas y en este supuesto
Lazarsfeld (1944) resalta la importancia de la función asumida por líderes de opinión, la
cual resulta decisiva en ese proceso de intercambio. En contraste Lewin (1945) estudia la
“decisión de grupo” donde es visible el componente persuasivo usado para el cambio de
actitudes. Esto se puede reconocer hoy en día en los procesos de posicionamiento de marca
que buscan una fidelización hacia el producto o servicio y en situaciones de crisis
empresariales o de personaje, siendo importante la neutralización de las percepciones
generadas en ese momento. Se abre paso a la figura del “gatekeeper” como un controlador
en el flujo de la información. En palabras de Lewin (1945) un guardabarreras o portero que
como un espíritu vigilante en esa dinámica de grupo media frente a esos espacios donde la
información parecía interrumpirse o por el contrario fluía gracias a la superación de
obstáculos. Traducido en estos tiempos, este representante se convierte en aquel que tiene
el derecho de decidir si una noticia va a ser transmitida o retransmitida de la misma manera
o de otra. Él está influenciado por diversos factores que van desde la autoridad ejercida por
el propietario del medio, la ética vigente de la profesión, la influencia informal de los
colegas hasta los valores personales, antecedentes familiares, conocimientos, experiencias y
gustos.

Y es, definitivamente en la Teoría de la Información donde el componente informativo


adquiere su condición de símbolo calculable. Se estudia partiendo del esquema dado por
Shannon conocido como el “sistema general de comunicación” ¿De dónde nace? de esa
necesidad básica de reproducir en un punto específico, de forma exacta, aproximada y de
fiel interpretación, un mensaje que ha sido construido a partir de unos códigos, desde otro
punto. En esta mirada se cuantifica lo que se comunica en presencia de “perturbaciones
aleatorias” que influyen en ese anuncio. Aquí no interesa el sentido, ni la intención que
asume el destinatario en la emisión de lo que desea comunicar. Solo es válida la existencia
de un modelo que permite el transporte de eso que se quiere decir, siendo evidente la
participación de un sujeto que emite y otro que recibe en el proceso de codificación y
decodificación. Muestra de ello son los noticieros o informativos que adoptan de manera
fiel este sistema, a través de procesos de emisión y recepción, y es en este contexto donde
el ciudadano recibe lo que ve y escucha generando su propia interpretación del
acontecimiento.

Para la “Escuela de Palo Alto” la esencia de la comunicación reside en mecanismos de


relación e interacción. Se dice que en esta perspectiva todo comportamiento humano tiene
un valor comunicativo. En este punto la comunicación es concebida como un proceso social
permanente, continuo y de insumo en el intercambio de información gracias al uso de
componentes que alimentan esas vías de diálogo, como: la palabra, el gesto, la mirada y el
espacio interindividual. El lenguaje corporal en escenarios reales, tal vez, es uno de los
aspectos que más inciden al momento de comunicar. En ocasiones las palabras no son
suficientes, la gesticulación y el manejo de un estilo propio permite que esa comunicación
sea dinámica y muy activa.

En la Industria Cultural, Ideología y Poder la teoría crítica llama especialmente la


atención por lo que ha manifestado Herbert Marcuse de la Escuela de Fráncfort frente a la
racionalidad técnica, quien advierte nuevas formas de dominación política escondidas tras
la máscara de racionalidad de un mundo conformado por tecnología y ciencia, en el que
quedaba manifiesta precisamente, la irracionalidad de un modelo de organización de
sociedad que sojuzgaba al individuo en lugar de liberarlo. Y yo agregaría que en este
periodo se pasó de la utopía al desencanto. Aunque inicialmente se miró a los medios como
un potencial revolucionario, de proyección social, de inmersión colectiva, escenarios donde
el cine podía ser el instrumento para permitir la participación de masas en los procesos
culturales, la radio se habría de convertir en el medio de información por excelencia,
llevando todo el conocimiento a cada uno de los hogares y la fotografía enfocaría su
esencia en el acercamiento desde la realidad histórica a la realidad cotidiana de cada
receptor, esto no dejó de ser más que un anhelo y así se evidenció por esta escuela al
plantear que los medios de comunicación han posibilitado un puente de manipulación
masiva, siendo la “cultura de masas una vulgarización nefasta de esa misma cultura”
(Alsina, 2001 p.197).

En cuanto al estructuralismo y haciendo referencia a la teoría lingüística del autor


Saussure en las siguientes líneas, la lengua como una “institución social” (sistema
organizado de signos que expresan ideas: aspecto codificado del lenguaje) y la palabra
como un acto individual, traigo a este contexto el “interaccionismo simbólico” propuesto
por George H. Mead, su fundador. Es interesante comprender como a partir de la
simbología, verbal o no verbal, las personas pueden comunicarse entre sí, pero más allá de
este proceso, es evidenciar como el fortalecimiento de esos vínculos determinan a una
sociedad. Es mediante la interacción permanente que se va construyendo el sentido de las
situaciones sociales que enmarcan la cotidianidad de cada uno de sus actores. Tal y como lo
señala Blummer (1982) “(…) la vida de todo grupo humano se basa y depende de la
adaptación recíproca de las líneas de acción de los distintos miembros del grupo. La
articulación de dichas líneas origina y constituye la acción conjunta, es decir una
organización comunitaria de comportamiento basada en los diferentes actos de los diversos
participantes” (p.13). Construcción bidireccional y de interpretación colectiva.

Y en el caso de la perspectiva cultural studies rescató la propuesta del centro de


Birmingham, que estudia las formas, prácticas, instituciones culturales, y
fundamentalmente las relaciones que estas guardan con la sociedad y el cambio social,
cuestionando la primacía de la base sobre la superestructura, que reduce la cultura al
dominio de la determinación social y económica. Siento que es significativo, en este punto,
traer las consideraciones en relación con la comunicación de masas de Stuart Hall (1981)
quien fue el director del Centro de Estudios por once años, y que planteó las funciones
ideológicas de los medios de comunicación a partir de tres aspectos: La primera, el
suministro y la construcción selectiva del conocimiento social para percibir los mundos, las
realidades vividas de los otros, reconstruyendo imaginariamente sus vidas y las propias en
una esfera global. La segunda, el reflejo de una pluralidad donde se determinan qué
realidades son aceptables y cuáles rechazables. Y tercero, la producción de consenso y
construcción de legitimidad como procesos de adaptación ante las circunstancias históricas
y los grupos emergentes.

En contraste, las líneas propuestas por Barbero (2002) se diversifican en tres aspectos
puntuales: en el primer caso se apuesta a una estructura transnacional de la información que
abre las puertas a nuevos conocimientos donde el componente cultural se hace decisivo en
el proceso comunicativo a partir y desde la propia colectividad. Por eso el autor es enfático
en afirmar que los investigadores latinoamericanos avanzan como pioneros de este campo
en el señalamiento de alternativas que parten de realidades circundantes y de inclusión con
el actor social. Además, manifiesta que “quizá ningún otro campo ha estado tan
eficazmente articulado a la denuncia y la elaboración de políticas” (Barbero, 2002). Él,
sumado a lo anterior, plantea la necesidad de ahondar en el estudio de las estructuras de
producción de la información tomando como referencia las dimensiones política e
ideológica. Enfoques que han sido mirados en la actualidad de una manera ajena cuando en
realidad su impacto es determinante en la construcción de una comunidad.

En el segundo caso, la comunicación participativa, alternativa, popular enfocada a


transformar el proceso, la forma dominante y normal de la comunicación social, para que
sean las clases y los grupos dominados los que tomen la palabra. De cara a una
comunicación que ha estado ligada más a la liberación del habla, de la actividad y la
creatividad popular que a la potencia o el tipo de medios utilizados. Lo popular como
memoria, que emerge en las prácticas que tienen lugar en las plazas de mercado campesino
y aún urbano de Latinoamérica, en los cementerios y en las fiestas de pueblo. En palabras
del autor “la comunicación será alternativa en la medida que asume la complejidad de esos
procesos: si junto al lenguaje del medio se investigan también los códigos de percepción y
reconocimiento, los dispositivos de enunciación de lo popular, códigos y dispositivos en los
que se materializan y expresan, confundidos ya, la memoria popular y el imaginario de
masa” Barbero (2002).

Y en la última instancia, las nuevas tecnologías de la comunicación que entran con fuerza a
un mundo globalizado, este es un campo que según Barbero (2002) se está convirtiendo
aceleradamente en uno de los enclaves económicos y políticos más decisivos. Aquí los
medios masivos juegan un papel fundamental al poner en funcionamiento cada uno de sus
circuitos comunicativos que permiten el feed-back instantáneo, aplicado tanto a la
información noticiosa como a la compra de mercancías o al disfrute de programas
culturales. La tecnología vista más que un conjunto de herramientas como una racionalidad
práctica y de materialización de un modelo de sociedad. El autor enfatiza en la necesidad de
una investigación capaz de asumir la complejidad del reto que las tecnologías plantean.
Porque más allá de su concepto de practicidad, de alcance inmediato y de obtención de
información con tan solo un “click”, está demostrado el rol que dentro de la sociedad
asumen, al volverse parte activa del día a día de los individuos, un compromiso que se
adquiere y que influye, a través de su ejercicio, en todo el sistema cultural de una
población.

Comprender los avances tecnológicos es considerar un acercamiento con esas dinámicas


sociales que influyen de manera determinante en estos procesos y que invitan a la reflexión
a partir de la apropiación de lo popular para conseguir una mirada menos instrumental y
más cultural, a pensar lo tecnológico desde ese “otro lugar”, en la existencia de una
heterogeneidad propia de la colectividad, donde la relación tecnología y cultural no debe
ser vista a partir de los efectos, “sino desde los modos de apropiación y usos de esa
tecnología por los grupos populares, para estudiar su dinámica, conflictividad, diferencia
y resistencia” (Barbero, 2002).

América Latina se sitúa en un aquí y en un ahora. En el primer caso se abre la visión hacia
nuevos horizontes, dejando a un lado esa pasividad, de la que tanto habla Barbero (2002)
que impide su autoreconocimiento para comprender la dinámica de sus prácticas, donde la
creatividad y la misma conflictividad son componentes decisivos de su realidad social. En
un segundo momento, la radiografía de los países de Sur América es clara a través de una
relación de “no contemporaneidad” que establece una distancia en esa modernidad siendo
visible una continua diferencia y resistencia por parte de las culturas dominadas.

Los modos de uso popular en la tecnología, representados en las experiencias rescatadas


durante la independencia de Argelia, la identificación cultural de las comunidades
inmigrantes de Lima y la osadía asumida por mujeres de esta zona, fueron suficientes para
entender que sí es posible un punto de convergencia, aquel que exige una concientización y
una perspectiva diferente, que permite ver a la tecnología no solo como un insumo
operativo, sino como un espacio de intercambio, de vinculación y de inmersión para
conseguir un cambio en lo social y una transformación a partir de las propias necesidades
comunitarias.

Los países del Cono Sur abren sus puertas a una “reubicación múltiple” como parte de su
relación con las nuevas tecnologías, visibilizando un horizonte de encuentro dado por sus
propios formatos, pero también por esa demanda cultural que da sentido a su creación. Tal
y como lo establece Barbero (2002), las tecnologías ya no pueden ser consideradas como
herramientas dóciles, sino al contrario deben ser asumidas como elementos determinantes
en la construcción de una cultura, a través de su participación dentro de esa cotidianidad,
donde los actores sociales asumen un papel significativo.
En el siglo XXI la visión de Maldonado (2002) aporta diversas ideas, una de ellas la
liberación a esos modelos burocráticos existentes, que permiten que pensadores, técnicos y
científicos entren a probar procesos diversos en conocimientos sin quedarse atrapados en
estas líneas de dominación. En ese orden de ideas en la etapa contemporánea, la
operacionalización de pensamientos, proyectos, programas, planes y estrategias dependen
menos de los grandes conglomerados sistémicos, oligopólicos y megaindustriales, y más,
tal y como lo señala el autor, de las competencias intelectuales, científicas, técnicas y
artísticas de los bienes simbólicos. Comunicación desde la investigación no atada, ni
limitada al medio masivo, comunicación como sinónimo de nuevas experiencias de
interacción, de relaciones, de vínculos, de influencia cultural y de necesidades colectivas. A
lo cual Castells (2004) agrega que es gracias a la era digital la ampliación del acceso a los
recursos de producción, facilitando el ejercicio lúdico, creativo, inventivo y renovador de
los conjuntos culturales de significación.

No es desconocido en la actualidad que los modos de comunicación digitales se


potencializan, superando la lógica de los monopolios. Los grupos de interés y sus tribus
productores de cultura, arte, ciencia, política elaboran sus propios bienes simbólicos fuera
de los acondicionamientos y presiones de los mercados tradicionales. ¿Y cómo lo hacen? A
través de la construcción de su identidad, de su pensamiento, de su filosofía de vida, de su
lenguaje y prácticas en una realidad que así lo exige.

Y lo anterior fomenta un punto de comparación en la historia al reflexionar cómo durante


los siglos XIX y XX los medios de comunicación social se convirtieron en componentes de
formación social y para ello exigieron las producción de procesos organizados, conforme a
las demandas culturales, económicas y políticas de esa realidad que estaba determinada por
esa interrelación dinámica y en constante movimiento. Precisamente esa realidad
multidimensional, multicontextual, activa, multicultural, civilizadora y en palabras de
Maldonado (2002) bárbara requiere la formulación de estrategias y modelos metodológicos
oportunos que permitan la comprensión de esa complejidad, que finalmente se transforma
en un desafío.

Lo anterior se hace evidente en este siglo donde se está presenciando el intenso proceso de
informatización de las sociedades, como lo afirma Santos (2002) “no solo se transforman
los objetos técnicos que poseemos, nosotros somos transformados por ellos y
transformamos el espacio/tiempo”. El mundo en el cual estamos parados, es un mundo
donde se configuran modos de vida expresivos que contienen un nuevo dinamismo cultural,
abierto a la germinación de múltiples relaciones y procesos de significación dentro de una
constante construcción sociocultural. Una transformación social que influye en la vida de
las personas, de los trabajadores, de los ciudadanos, en pocas palabas de los seres humanos.

Siendo la investigación un método para descubrir y explorar, entra con fuerza y hace su
intervención en los procesos comunicacionales, aquellos que influyen con determinación la
misma existencia de las personas. Por eso, según Maldonado (2002) es en diez premisas
donde se halla esa conexión especial entre investigador y realidad. Supuestos que se
orientan en situar al ser humano como un elemento central de estudio, abrir vías de diálogo
a través de un enfoque abierto de pluralidad, el investigador asume un punto de vista
epistemológico integral, se da paso a un enfoque constructivo transdisciplinar, se posibilita
la indagación mediante conocimientos de otras áreas, se discute críticamente lo visto, es
importante en este punto adoptar una configuración metodológica diversa y un pensamiento
que aporte en la edificación del objeto empírico. Además de la interacción de teorías y
conceptos y el compromiso con la información misma del sujeto.

Dicho de otra manera el individuo como el núcleo del proceso investigativo, el insumo de
nuevos retos y la respuesta a revelaciones que en la búsqueda de su realidad encuentran la
verdad, aquella que es concluyente para comprender, desde la cotidianidad, sus diversas
formas de comunicar.
BIBILIOGRAFÍA:

 Alsina, M. (2001). Teorías de la Comunicación. Ediciones Universidad Autónoma


de Barcelona. Belaterra. 235 p.
 Barbero, J. (2002). Oficio de Cartógrafo. Travesías latinoamericanas de la
Comunicación en la Cultura. Fondo de Cultura Económica. Santiago de Chile.

 Gomis, L. (1991). Teorías del Periodismo. Ediciones Paidós. Barcelona. 212 p.

 Maldonado, A. Efendy. (2002). Productos mediáticos, estrategia, recepción: una


perspectiva transmetodológica. En Ciberlegenda. Rio de Janeiro, No.9.

 Mattelart, A y M. (1995). Historia de las Teorías de la Comunicación. Ediciones


Paidós Ibérica. Barcelona. 139 p.

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