Sunteți pe pagina 1din 24

CAPITULO I

NECESIDAD DE UNA CLASIFICACIÓN DE LAS ESTRUCTURAS SUBJETIVAS


Y PRINCIPIOS DE SU ELABORACIÓN

El problema actual de la enseñanza de la clínica psiquiátrica, es decir lo


que transmitimos a los jóvenes colegas parece ser el modo actual de
clasificación de las enfermedades mentales.
Es verdaderamente un punto capital puesto que la clasificación que es
retenida en una sociedad tiene consecuencias mayores no solamente
médicas sino también éticas y económicas: ella comporta implicancias
de políticas de salud mental. Ahora bien, en mi conocimiento ya no hay
actualmente clasificación clínica
en la que un estudiante podría encontrar un apoyo.
No podemos quedarnos en la constatación que el DSM (1),
herramienta de comunicación de las multinacionales, ha logrado la
destrucción de la psiquiatría clásica, debemos, me parece, proponer
nosotros mismos las bases de una nueva nosografía que tenga en
cuenta las adquisiciones del psicoanálisis del siglo XX, es decir
esencialmente de la enseñanza de Lacan, continuada por sus alumnos.
La psicopatología de los alienistas estaba constituida por observaciones
pacientes que describían signos, síntomas, que se reagrupaban en
cuadros clínicos típicos, al lado de los cuales se describían formas
atípicas. Cuando se encontraba la causa de un cuadro clínico se hablaba
de enfermedad, si no se hablaba de síndrome.
Todas estas descripciones constituyen una suma de conocimientos de
los que debemos reconocer que no son científicos, que son más bien
empíricos, pero han servido a generaciones de psiquiatras, progresando
poco a poco.
Los alienistas observaban a sus pacientes pero basta con leer sus
estudios para constatar también que los escuchaban mucho y sus
descripciones son a menudo valiosas por el hecho que transcribían
cuidadosamente las palabras del enfermo. Sin embargo aunque los
1
alienistas escuchaban mucho a sus pacientes, es con Freud que la
palabra del paciente va a tomar toda su importancia.
Con Freud la clínica ya no está centrada en la observación, sobre lo
que se ve del paciente, la clínica está centrada sobre lo que se escucha.
Se pasa del registro del signo al registro del significante. Y lo que es
escuchado no es solamente la dimensión consciente, es también lo que
se le ha escapado.

La clasificación de la psiquiatría clásica tenía el gran mérito de respetar


la distinción de Freud que separaba tres estructuras mentales
diferentes, las neurosis, las psicosis y las perversiones. Partiremos de
ahí.
La enseñanza de G. de Clérambault, del que Lacan decía que era su
único maestro en psiquiatría, es la unión de la psiquiatría clásica y de la
nosografía lacaniana. De Clérambault aporta los síndromes
fundamentales e inicialmente el automatismo mental, sobre el cual
Lacan va a apoyarse para fundar su propia enseñanza.
Lacan en 1976, en la introducción a la edición alemana de los Escritos,
anotaba que la clínica de la que disponíamos en ese entonces databa de
antes del discurso analítico e indicaba la dificultad de establecer una
clínica psicoanalítica puesto que si los tipos clínicos tienen que ver con
la estructura, eso decía él, ello no es certero y transmisible sino en la
histeria. Lacan recordaba también, en ese texto, que no hay análisis
sino de lo particular.
Si no hay escritura válida para todos, si cada caso es singular, de tal
modo que habría que reinventar el psicoanálisis para cada uno ¿Es sin
embargo legítimo querer establecer una clasificación?
Si no lo hacemos, esto no impedirá que los jóvenes ‘psi’ intenten
fabricar solos una clasificación nosográfica, esto es inevitable, y si
nosotros no queremos dejarlos sujetos a clasificaciones superadas o
con el DSM, debemos proponer algo, con prudencia, teniendo en
cuenta esta advertencia de Lacan. Incluso los pacientes tienen su
clasificación internet y nos explican que son bipolares, que su pareja es
un perverso narcisista y su hijo, un hiperactivo o bien un síndrome de Asperger
y sería bueno entregarles a ellos también otro marco de reflexión.

2
La clínica freudiana y lacaniana debe poder permitirnos el
establecimiento de una nosografía que fuera una herramienta de
trabajo en psicoanálisis, en psicoterapia y en psiquiatría. No se trata de
reducir un paciente a una etiqueta diagnostica, se trata de ubicarse en la
estructura con esa herramienta de trabajo de manera de poder navegar
sin que el avión termine su viaje sobre una montaña, porque habremos
nombrado estado depresivo a una crisis psicótica melancólica (2)

Antes que nada se trata de un intento de caracterización de las


estructuras subjetivas, ya no se trata de clasificar las enfermedades
mentales. Para razonar en términos de enfermedad mental es necesario
que podamos decir lo que es el sujeto normal y como yo nunca he
encontrado uno, no puedo considerar que habría un sujeto sano que
haga referencia. Cuando Lacan evoca en su seminario “La
identificación” la normalidad de todas las estructuras, efectivamente se
refiere a la norma masculina*. De hecho es en relación a la función
fálica que las estructuras van a diferenciarse, pero lo que dice pone a
todas las estructuras al mismo nivel en lo que concierne a una supuesta
normalidad. Les cito el párrafo:
“El neurótico como el perverso, así como el propio psicótico, no son sino caras de la
estructura normal. Me dicen a menudo, después de esas conferencias: cuando usted
habla de neurótico y de su objeto, que es la demanda del Otro, a menos que su
demanda sea el objeto del Otro, y ¡Por qué no nos habla usted del deseo normal!
Pero justamente, de ello les hablo todo el tiempo. El neurótico es el normal, por
cuanto el Otro, con una O grande, tiene toda la importancia. El perverso, es el
normal en tanto que para él el Falo- el grande – tiene toda la importancia. Para el
psicótico el propio cuerpo, que hay que distinguirlo en su lugar, en esta
estructuración del deseo, el cuerpo propio tiene toda la importancia” (3)

Dicho de otra manera no hay otra normalidad que la norma masculina,


es decir que es el falo el que viene a ordenar el mundo y a dar la
significación. Desde mi óptica, de lo que he visto, es que, en cada
estructura, neurótica, psicótica o perversa, hay sujetos que están bien,
que no se quejan de nada, otros, que están en un gran sufrimiento
psíquico y que piden ser aliviados. Hay mucha gente que vive bastante
tranquilamente una vida profesional, una vida familiar, una vida
3
intelectual o artística rica siendo psicótico, perverso o neurótico, sin
jamás ser considerados como enfermos. Por otra parte, sabemos bien
que del lado de la creación, sea ella matemática, literaria o artística, el
genio y la locura tienen una proximidad innegable.

Es justamente por eso que las clasificaciones psiquiátricas ya no son


aceptables, puesto que ellas presuponen un sujeto normal que haría de
referente para clasificar a los otros, los enfermos. No es así que se
presentan las cosas, no hay normalidad y cada sujeto es único y deberá
arreglárselas con su estructura. Sin embargo, nosotros no podemos
trabajar de la misma manera con un psicótico, con un neurótico o con
un perverso. Entonces hay que hacer un esfuerzo para saber en qué
estructura se navega. Llego así a la idea que nosotros debemos
reinventar una clínica psiquiátrica psicoanalítica que permita al joven
clínico orientarse.

¿Qué es un sujeto?

La idea de proceder a una clasificación de las estructuras subjetivas


implica que primero partamos de la definición del sujeto: un sujeto está
representado por un significante para otro significante. En su
seminario El Deseo y su interpretación, en la “lección del 13 de Mayo de
1959”, Lacan nos habla de la incompletud del Otro: no hay posibilidad
de consistencia entera del discurso y ante mi interrogación, apuntando
a designarme como sujeto, yo no voy a encontrar en el Otro sino un
vacío, una ausencia de significante. Si no hay nada en el Otro que
llegue a responder sobre mi identidad de sujeto, entonces estoy
condenado, en tanto sujeto, a la aniquilación. Afortunadamente, el
Sujeto encuentra una salida para, no obstante, mantener su
consistencia. Lacan define el objeto a como el soporte que el sujeto se
da en caso que desfallezca en su designación de sujeto. Él agrega:
“Hacer pasar la asunción del sujeto por a es tan legítimo como hacerla pasar por S
barrado, dado que es en la relación de confrontación con S barrado <>a que se
sostiene el deseo”.

4
“El sujeto, pagando el precio necesario por esa ubicación de sí mismo en tanto
desfalleciente, es introducido a esa dimensión siempre presente cada vez que se trata
del deseo, a saber, de tener que pagar por la castración”.
“El a, he dicho que era el efecto de la castración. Yo no he dicho que era el objeto
de la castración. A ese objeto de la castración lo llamamos el falo”.
En ese momento lógico en que el sujeto no encuentra nada en el Otro
que lo garantice, él de una manera segura y certera, que lo autentifica,
que le permite situarse y nombrarse a nivel del discurso del Otro, es
decir en tanto sujeto del Inconsciente, surge como suplente del
significante faltante el objeto a, soporte del sujeto. “Es decir que algo de
real, sobre el cual el sujeto se toma en una relación imaginaria, es llevado a la pura
y simple función de significante”.

En la lección XVII del seminario Los cuatro conceptos, de 1964, Lacan


retoma esta pregunta: “El sujeto aparece primero en el Otro. En tanto primer
significante, el significante unario, surge en el campo del Otro y representa al sujeto
para otro significante, el cual, este otro significante, tiene por efecto la afanisis del
sujeto”.
Al final de la misma lección, Lacan da un ejemplo, tomado de
Freud, ya que se trata de la observación que Freud hace de su
nieto, dejado solo por su madre y que juega con un carretel: lo
lanza y lo recoge gracias a su cordel, diciendo “o…a”, que Freud
escucha como “fort…da” es decir: lejos…aquí. En esa oposición
de dos fonemas, el fort-da, nosotros reconocemos la sucesión de
dos significantes, S1 y S2, S1, el significante unario, representa al
sujeto para otro significante S2, significante binario, que Lacan
llama representante de la representación, en su traducción del
término freudiano Vorstellungrepresantanz; el sujeto aparece como
sentido, luego desaparece. La afanisis es su desaparición. Es en el
intervalo entre esos dos significantes que el sujeto debe
organizarse si él quiere existir en tanto sujeto; él va, nos dice
Lacan “(…) a encontrar el punto débil de la articulación significante, por
cuanto ella es de esencia alienante. Es en el intervalo entre estos dos
significantes donde yace el deseo ofrecido a la ubicación del sujeto en la
experiencia del discurso del Otro, del primer Otro con el cual tiene que
5
vérselas…la madre…es porque su deseo es desconocido, es en este punto de
falta, que se constituye el deseo del sujeto” . Que se constituya el deseo
del sujeto, eso significa a la vez que el sujeto acepta alienarse en la
cadena significante, es decir que él acepta que el lenguaje no
pueda decirlo todo, que él acepta la castración, también podemos
decir que él acepta perder el objeto, el objeto a que, desde
entonces, va a orientar su deseo. Es lo que Lacan resume en el
algoritmo: S barrado <>a. Pero cuando yo digo que el sujeto
“acepta”, es un abuso de lenguaje, puesto que se trata justamente
de la operación que organiza la constitución de un sujeto. Esta
operación de la división subjetiva permite que el significante
binario sea reprimido. Este significante binario constituye el
punto central de la represión primaria, el punto de atracción por
el que serán posibles todas las otras represiones. Cito: “(…) eso
de lo cual el sujeto ha de liberarse, es del efecto afanísico del significante
binario”.

El problema de esa liberación, es que es una alienación. Lacan nos


reenvía a los ejemplos de la elección dada al esclavo: la bolsa o la vida y
de la elección dada al amo: la libertad o la muerte. Lacan analiza
largamente estas alternativas para hacernos comprender en qué
situación se encuentra el sujeto del inconsciente. El efecto afanísico del
significante binario significa que, si el sujeto quiere llegar a la existencia,
él no tendrá la vida sino amputada de algo; el vel del rombo, vel de la
alienación significante implica: no hay existencia sin alienación en el
significante, o sea: no hay existencia sin la renuncia a algo; hace falta
que haya esa pérdida inaugural del objeto a para que advenga el sujeto.
Ante esta necesidad de la caída del objeto a como resto de la división
subjetiva, vamos a ver diferentes posibilidades de estructuración del
sujeto o de ausencia de estructuración.
La primera eventualidad es la de la histérica, en quien, efectivamente,
la división subjetiva da lugar a una represión (bajo la barra) del objeto
a. A decir verdad, incluso es el único caso en que la división subjetiva
se realiza. En este caso de la histeria, el nudo borromeo que da cuenta
de la estructura de ese sujeto es un verdadero nudo borromeo, ya se

6
escriba con solo las tres consistencias Real, Simbólico e Imaginario, o
bien se escriba con el cuarto redondel del síntoma. La histérica es la
neurosis por excelencia y su estructura permite un lazo social, lo que
Lacan llama el discurso de la histérica:

S barrado  S1

a // S2

que podemos leerlo así: el sujeto barrado pone entre la espada y la


pared al Amo S1para que produzca un saber S2, pero este no tendrá
relación con la verdad de su deseo a (4).
La segunda eventualidad es la de la neurosis obsesiva, en la que el
objeto a está bien recortado, pero de algún modo él es mantenido en
su lugar por el sujeto. En esta coyuntura, la represión no se hace
verdaderamente, el obsesivo no hace sino poner de lado, alejar lo que
debería pasar por debajo. En otras palabras, no hay, como en la
histeria, una represión que desplazaría del simbólico hacia el
inconsciente lo que molesta. Con el obsesivo lo que está reprimido se
queda a nivel simbólico y por lo tanto amenaza sin cesar hacer retorno.
Al obsesivo, de pronto, le será difícil mantener su subjetividad que de
hecho él no quiere; no es con él que podemos contar para hacer lazo
social.
Una tercera eventualidad es la de la fobia. En el seminario De un Otro al
otro, Lacan, el 7 de mayo de 1969, toma posición sobre la cuestión de la
existencia de una estructura fóbica: la fobia ¿es una estructura? Él
rehúsa esta hipótesis para hacer de la fobia una placa giratoria que
atraviesa diferentes estructuras: “La fobia no es una entidad clínica, sino de
alguna manera una placa giratoria, algo para elucidar en sus relaciones con eso
hacia lo cual ella vira más que comúnmente, a saber los dos grandes órdenes de la
neurosis: histeria y neurosis obsesiva pero también por la conexión que ella realiza
con la estructura de la perversión”.
La fobia es la placa giratoria de estas estructuras pues es en ese punto
de la simbolización primordial que el fóbico llega a intercalar un
objeto, más bien un símbolo que un significante, entre S1 y S2, para
evitar desaparecer en el agujero abierto por esta operación simbólica en
7
la que el sujeto es representado por un significante para otro
significante. Lacan evoca la desaparición de la imagen del bebé, el
pequeño nieto de Freud, que se agacha ante el espejo para hacer
desaparecer su imagen. Lacan se sirve de esa desaparición a nivel
imaginario para extraer el efecto afanísico del S2 a nivel simbólico: todo
sucede como si, entre el fort y el da, el sujeto desapareciera un
momento, ahí donde el deseo se constituye en ese punto de falta. Este
momento de afanisis es esencial y la fobia intenta evitar esta
desaparición momentánea y necesaria del sujeto. Ante la angustia de su
desaparición, de ese momento sin coordenadas en el Otro, el sujeto
intercala el símbolo fóbico para colmar el agujero entre los
significantes. Él lo instala en ese agujero que se cava por el deseo, para
evitar desaparecer en esa operación de simbolización. Esta
desaparición de la imagen viene a darle sentido a la desaparición del
sujeto, a la afanisis bajo el efecto del significante binario.
Lo que el sujeto teme es su desaparición, su aniquilamiento y la
solución fóbica para aliviar ese temor de aniquilamiento, es taponar el
agujero con el objeto fóbico. Él intenta evitar ese paso por la
castración y llega a intercalar su “tigre de papel” en el agujero que corre
el riesgo de aspirarlo. Lacan nos indica que enseguida, el fóbico, sobre
esa placa giratoria que constituye la fobia, va a poder evolucionar hacia
una de las dos grandes neurosis o bien, hacia la perversión. Pero él
también puede quedarse fóbico, en esa posición incómoda en que
necesita evitar el deseo para evitar la angustia.
Las tres eventualidades que acabamos de ver: histeria, obsesión y fobia,
responden al cuadro freudiano de las neurosis, caracterizadas por la
represión de la castración. Pero hemos visto que eso no es simple, la
represión no siendo allí del todo equivalente y el deseo no teniendo ahí
el mismo destino: podemos decir que, para la histérica, el deseo queda
insatisfecho, justificando su queja, para el obsesivo, el deseo es
imposible y para el fóbico, el deseo es prevenido.
Para captar en qué espacio se estructura un sujeto, Lacan distingue las
tres coordenadas de ese espacio: Real, Imaginario y Simbólico,
distinción a la cual volveremos. Estos tres registros deben estar
anudados borromeanamente para permitir la existencia de un sujeto. La
propiedad borromeana está ligada al hecho que el corte de un redondel
8
libera los otros dos. El nudo borromeo, tal como él está anudado en la
neurosis, puede escribirse:

En este anudamiento: el Imaginario recubre el Real en parte, el


Simbólico se superpone al Imaginario y el Real se superpone al
Simbólico. Las tres zonas de recubrimiento dan su lugar a tres goces:
goce del sentido, surgiendo del recubrimiento del Imaginario por el
simbólico; goce fálico, en el lugar en que el Real se superpone al
Simbólico; goce Otro, en la zona de recubrimiento del Real por el
Imaginario. Lacan sitúa el cuerpo a nivel del Imaginario y por este
hecho el goce fálico se encuentra fuera del cuerpo. El goce Otro, goce
del propio cuerpo está fuera del Simbólico y el sentido está fuera del
Real.

En el centro del nudo borromeo se encuentra encajado el objeto a. De


la caída de este objeto a, de su pérdida inaugural, es que depende la
estructuración del nudo borromeo. Sin embargo, el nudo parece
representar la situación que podríamos esperar de un fin de análisis,
por ejemplo lo que Lacan decía de sí mismo: “Yo soy un histérico perfecto,
es decir sin síntoma” (5), por lo tanto nudo de a tres. La histeria se
entiende aquí como la realización de una subjetividad en la división y la
perfección en el hecho que ese sujeto no se defiende contra la
castración por un síntoma, sino que él se las arregla con. En la mayoría
de los neuróticos, se considera más bien que se trata de un nudo de a
cuatro; el síntoma es el cuarto redondel que llega a anudar a los otros
9
tres, constituyendo un redondel* simbólico. También podemos decir
que es el Nombre-del-Padre el que llega a hacer cuarto redondel.

*Rustine – peuqeño redondel adhesivo de caucho que se utiliza para reparar


un neumático.

Pero J. Lacan también dice, el 10 de febrero del 76, que: “(…)en la


mayoría el simbólico, el real y el imaginario están enredados al punto
de continuarse el uno en el otro”, es decir que el nudo de trébol no
sería el privilegio de la paranoia.

La perversión es cercana a la fobia ya que en la perversión se trata de


desmentir la castración, aun cuando el objeto fóbico puede, en este
caso, tomar el valor de fetiche, es decir llegar a afirmar que la madre no
está castrada, pasando el sujeto de una posición en que él evita la
castración a una posición en que él aporta una desmentida
En el texto de los Escritos “Kant con Sade”, J. Lacan nos propone un
esquema de la estructura del sujeto perverso; él nos recuerda que hacen
falta cuatro puntos para ordenar una estructura subjetiva. Sobre la línea
de abajo de este esquema él inscribe el fantasma S barrado <>a, siendo
el objeto a la causa del deseo.

Si el corte subjetivo es justamente lo que permite al sujeto existir en la


cadena significante, ¿qué ocurre para el perverso estructurado sobre la
desmentida de la castración? Podemos pensar que el escenario
perverso, necesitado para la conminación del goce, le permite también
10
organizar una pseudo división subjetiva, distribuyendo los elementos
de la estructura entre los partenaires: V la voluntad de goce siendo
satisfecha por el Otro, S barrado la víctima, en a la tropa de los
atormentadores y en S, el sujeto bruto del placer, sujeto patológico (6).

Después de haber abordado lo que concierne la eventualidad de la


represión de la castración y la de su desmentida, para continuar con el
trípode freudiano, nos faltaría abordar las psicosis, reguladas por la
forclusión de la castración. Pero, con Lacan, las divisiones nosográficas
no son del todo las mismas, ya que él nos va a proponer la estructura
holofraseada como fundamento de las psicosis, pero también de la
psicosomática y de la debilidad mental: “Hasta voy a formular que, cuando
no hay intervalo entre S1 y S2, cuando la primera pareja de significantes se
solidifica, se holofrasea, tenemos el modelo de toda una serie de casos, si
bien, en cada uno el sujeto no ocupa el mismo lugar”.

Dejaré de lado la debilidad mental, subrayando solamente que la


indicación de Lacan: “(…) la debilidad mental responde a la misma
estructura holofraseada que la psicosis”, abre y desplaza la pregunta
que ella destaca.

Comencemos por la psicosomática. Los fenómenos psicosomáticos


intermitentes ocurren en todas las estructuras, tanto psicóticas como
neuróticas o perversas; sin embargo, Lacan evoca la psicosomática
como una entidad totalmente aparte:
“La psicosomática (…) no es concebible sino en la medida en que la inducción
significante a nivel del sujeto ocurrió de una manera que no pone en juego la
afanisis del sujeto”.
“(…) es en la medida en que una necesidad llegará a estar interesada en la función
del deseo, que la psicosomática puede ser concebida como otra cosa que esa simple
charlatanería que consiste en decir que hay una duplicación psíquica en todo lo que
sucede de somático. Lo sabemos desde hace tiempo. Si nosotros hablamos de
psicosomática, es en la medida en que ahí debe intervenir el deseo. Es en tanto que
el eslabón deseo es aquí conservado, incluso cuando ya no podemos tener en cuenta la
función afanisis del sujeto”.

11
En la lección del 26 de enero de 1955, Lacan decía también que: “Las
relaciones psicosomáticas están fuera del registro de las construcciones neuróticas. No
es una relación con el objeto. Es una relación con algo que está siempre en el límite
de nuestras elaboraciones conceptuales, en lo que se piensa siempre, de lo que a veces
se habla y que, hablando con propiedad, nosotros no podemos asir, y que sin
embargo está ahí…Las relaciones psicosomáticas están a nivel del real”.
Lacan agrega algo capital concerniente a la pulsión, puesto que él nos
acaba de decir que, en la psicosomática, no hay relación con el objeto,
eso plantea la cuestión del funcionamiento de la pulsión en la
psicosomática.

He aquí lo que él dice de ello: “He hablado del voyerismo-exhibicionismo, y de


una pulsión que tiene su fuente en un órgano, el ojo. Pero su objeto no es el ojo (…).
Al contrario, cuando se trata de las investiduras auto-eróticas, nosotros no podemos
distinguir la fuente y el objeto. No sabemos nada de ello, pero me parece que lo que
podemos concebir, es una investidura sobre el órgano mismo”.

En la psicosomática, el sujeto no tiene relación con el objeto, se trata


del real mismo, de un órgano en tanto real, puesto que el objeto no
está separado en el campo del real y del imaginario, sino solamente en
el campo del simbólico. No puede haber ahí organización de la
pulsión, lo que viene en su lugar, es la investidura del órgano.
Para el sujeto psicosomático, Henri Frigner (7) propone un nudo en el
cual imaginario y real no forman sino un solo círculo, ellos están
puestos en continuidad, estando ese redondel único recubierto por el
simbólico; el conjunto está fijado por el fenómeno psicosomático por
cuanto él es real. Este nudo no es un anudamiento borromeano, puesto
que el imaginario está en continuidad con el real, pero él puede
permitir funcionar al sujeto, casi “como si” el anudamiento hubiese
tenido lugar. Al lado del redondel* simbólico de la neurosis, tenemos
en la psicosomática un nuevo redondel* real, mientras que las psicosis
pueden sostenerse de un redondel* imaginario.

12
Las psicosis

El fenómeno hipocondríaco

Para el psicótico, tercera posibilidad de la estructura holofraseada, hay


que notar primero que las manifestaciones patológicas no son
permanentes: hay todo un período, antes de la descompensación de la
psicosis, en que el sujeto psicótico mantiene una consistencia y una
orientación que tiene aspecto fálico. Necesitamos suponer entonces
que hay suplencias e incluso, eventualmente, un verdadero sinthome,
como es el caso en Joyce. Cuando una circunstancia confronta al
sujeto a un llamado al Nombre-del-Padre, el agujero en el simbólico va
a acarrear una cascada de modificaciones en el imaginario. En ese
momento, el sujeto ya no está representado por un significante para
otro significante, S1 y S2 se congelan, es decir que el objeto a, que
podía parecer recortado, caído entre S1 y S2, bruscamente se
reincorpora en la cadena, desencadenando el fenómeno hipocondríaco.

Me sentí muy impresionada al escuchar cómo los pacientes lo expresan


textualmente: así Driss decía: “Tengo la boca seca, las frases se han
vuelto polvo y piedras”; Celestine dice: “Tengo mucha dificultad para
articular las vocales y las consonantes, sabe Ud.”; Assim dice que él
tiene: “yeso en la boca”. Para estos tres pacientes, cuando la frase se
petrifica así, hay consecuencias corporales, la pulsión está en pana, los
orificios se taponan, ya nada circula y los dolores aparecen. Así, el
fenómeno hipocondríaco, consecuencia directa de la holofrase, es un
fenómeno de base de la psicosis, al igual que el automatismo mental; es
una consecuencia del relajamiento de la estructura, no es una
construcción delirante. Se comprende pues que puede haber un poco
de hipocondría en todas las psicosis.

Segundo punto concerniente a las psicosis; la distinción que opera de


Clérambault entre las psicosis con automatismo mental de base y las
psicosis con interpretación de base, es fundamental y nosotros

13
volveremos a partir de allí. Recordemos que el automatismo mental
comporta el pequeño automatismo mental con eco del pensamiento,
robo del pensamiento, pensamiento adelantado, adivinación del
pensamiento, el comentario de los actos y el gran automatismo mental
con las alucinaciones.
De Clérambault distingue muy bien lo que es efecto directo de la
estructura y lo que es construcción secundaria.
En las psicosis con automatismo mental de base el fenómeno es vivido
por el paciente como extraño, pero sin que eso comporte una nota
afectiva; es un fenómeno an-ideico y neutro. Al contrario, en las
psicosis de base interpretativa, se trata de fenómenos, de signos, de
coincidencias, en todo caso de algo que le es dirigido al paciente con
una significación personal cargada de afectividad.
En la psicosis con automatismo mental de base, después de un cierto
tiempo de evolución, el paciente termina por dar interpretaciones de lo
que él vive, pero él es llevado ahí por una lógica común, en el sentido
en que es inevitable querer explicar cosas que a priori no se
comprenden del todo y que se viven en la pasividad.

De Clérambault escribe: “En numerosos Delirios de persecución que presentan


alucinaciones, hay que distinguir dos órdenes de hechos:
- el hecho primordial que es el automatismo mental,
- la Construcción Intelectual Secundaria, que sola merece el nombre de Delirio de
Persecución.
El grado de sistematización de este Delirio está en función de las cualidades
intelectuales pre-existentes.
El automatismo mental es el fenómeno primordial que, sobre esta misma base de
los Delirios Secundarios muy variados pueden identificarse. Con ocasión de un
mismo síndrome de automatismo, tal enfermo hará como interpretación un delirio de
desconfianza, tal otro hará por imaginación un delirio megalómano, otros harán
delirios místicos o eróticos o bien una mezcla de todo eso.
En esta concepción la porción Alucinatoria de los delirios llamados de persecución es
fundamental, primitiva. Las ideas de persecución son un trabajo sobreañadido; el
enfermo es perseguido solo secundariamente.
No hay ahí Perseguidos Primitivos salvo los Delirantes Intelectuales, es decir los
Interpretativos Puros y, con otros mecanismos, los Querulantes. En ellos, la idea de
14
Persecución es primitiva, fundamental, dominante. Estos enfermos son Perseguidos,
lo son de entrada y no son sino eso”.

Para de Clérambault, los Querulantes, paranoicos pasionales, muestran


mecanismo interpretativo, pero, dice él, con otros mecanismos:
entiendo que también puede haber ahí automatismo mental. Notemos
que este cuadro de las paranoias ha cambiado con las épocas. Freud
oponía nítidamente dos polos de psicosis, el cuadro de las
esquizofrenias (que él quería llamar parafrenias), psicosis que
evolucionan hacia la demencia, y el cuadro de las paranoias, sin
evolución demencial, comprendiendo todas las otras psicosis.
Es así que él toma como base de su estudio de las paranoias el caso del
Presidente Schreber, el cual presenta un amplio síndrome alucinatorio.
Es justamente por eso que Lacan subraya que la posición freudiana,
concerniente al cuadro de las paranoias, es particular: “en el campo de la
locura, Freud hace dos partes muy nítidas, él ya no se mezcló mucho de nosología en
materia de psicosis, no mucho más que eso, pero él es muy claro y nosotros no
podemos mantener esa distinción, dada la cualidad de su autor, como completamente
desdeñable. De paso les hago observar, así como me llega, no podemos sino resaltar
que él no está en absoluto de acuerdo con su tiempo y que ahí está la ambigüedad,
ya sea porque él está muy atrasado, ya sea al contrario, porque él está muy
adelantado. Pero en un primer aspecto él está muy atrasado. En otras palabras, la
expansión que él da al término paranoia, es completamente claro que ella va mucho
más lejos de lo que en su época se le daba a ese término”.

Dicho de otro modo, Freud incluye en el cuadro de las paranoias las


psicosis delirantes crónicas en las que el automatismo mental es
evidente. Lacan conserva la oposición freudiana esquizofrenia y
paranoia: “Paranoia es algo que siempre está en relación con esa alienación
imaginaria del Yo (Moi). Esquizofrenia es otra cosa. Hay una diferencia
fundamental entre ambas”.

Lacan, en su tesis, nos presenta el caso de una mujer que presenta una
psicosis paranoica, interpretativa. La convicción de ser perseguida se
instala en ella en un relámpago y el delirio se ha desarrollado de modo
centrífugo. Sin embargo, Lacan nota que ella ha tenido algunas
15
alucinaciones episódicas “que todos los autores admiten en el cuadro del delirio
de interpretación”. La pregunta de un automatismo mental queda
entonces planteada. Asimismo, de Clérambault escribía: “El Delirio
interpretativo o la Paranoia no sabría preservar el Automatismo
mental”. Dicho de otro modo, siempre puede haber un automatismo
mental en todas las psicosis, pero hay psicosis en que el fenómeno
básico es la interpretación delirante, psicosis que podemos agrupar bajo
el término de Paranoias y que comportan:

-Los delirios de interpretación de Sérieux y Capgras, comprendido ahí


el delirio de relación de Kretschmer, que puede ser considerado como
una suerte de delirio de interpretación,
-las psicosis pasionales: el delirio de reivindicación (querulantes
reivindicativos, idealistas apasionados, inventores geniales), el delirio de
celos, la erotomanía.
- la paranoia de auto-punición que Lacan sitúa entre las dos
precedentes en lo que concierne la peligrosidad, precisando que la
agresión brutal en la paranoia de auto-punición, no tiene la agresividad
de los pasionales.

La gran diferencia entre los dos fenómenos de base, que distingue de


Clérambault, es que el automatismo mental es un mecanismo neutro
afectivamente y an-ideico, mientras que la interpretación está siempre
tomada de entrada en lo afectivo, en lo imaginario. Esta distinción es
completamente actual e interesante, por cuanto ahora nosotros
tenemos herramientas teóricas para comprender mejor lo que ahí
sucede.

Cuando el sujeto se aliena en el significante, única condición de su


existencia, al mismo tiempo se aliena en su imagen especular. Doble
alienación, sobre el eje simbólico y sobre el eje imaginario. Estos dos
ejes mantienen el espacio del sujeto. Lacan insiste sobre el carácter
alienante de la identificación yoica. Solo que, así como la alienación en
el significante es indispensable para la existencia del sujeto, la
alienación imaginaria le da una consistencia al sujeto, le permite
identificarse con una unidad.
16
Para un sujeto psicótico, el “rechazo” (entre comillas, ya que
evidentemente no se trata de una elección puesto que estamos antes
del sujeto), el rechazo a alienarse en el simbólico va a repercutir en el
imaginario con dificultades para construir la imagen especular y por lo
tanto, el yo (moi). Esas dificultades son variables; propongo decir que
la forclusión del Nombre-del-Padre puede sin embargo permitir la
constitución de una imagen especular. Cuando este es el caso, tenemos
que vérnosla con psicosis interpretativas; paranoicas y delirios de
interpretación. Cuando la imagen especular no ha podido construirse,
se trata entonces de esquizofrenias o bien psicosis con un imaginario
sin yo (moi).

En el seminario de J. Lacan L’insu que sait de l’une b´vue s’aile a mourre ,


me pareció que se podía escuchar justamente un llamado sobre el
hecho que todo no es simbólico, que las tres consistencias tienen una
importancia equivalente y que el yo (moi), aun cuando él es engañoso,
es una dimensión indispensable para el sujeto. En el momento del
desencadenamiento de la psicosis, si el sujeto psicótico está provisto de
un yo (moi), me parece que él va a intentar hacer frente con su
imaginario y va a intentar atrapar la significación que escapa y lo va a
hacer dando interpretaciones para intentar colmar el hoyo. Si el sujeto
no tiene ese recurso imaginario, él va a estar preso del automatismo
mental, “último recurso contra la desaparición del sujeto, recurso en el
sentido en que el sujeto se agarra al simbólico en una suerte de trabajo”
(8).
Como lo nota de Clérambault, la interpretación, es decir el imaginario,
puede intervenir ya sea primitivamente para las psicosis interpretativas
puras que acabamos de ver, o bien secundariamente, después de los
fenómenos de automatismo mental, en la construcción de los delirios
que van a sistematizarse más o menos, como es el caso de la psicosis
alucinatoria crónica y de la parafrenia sistemática.

Aquí, el recurso al imaginario no basta para impedir el automatismo


mental; pero nosotros vemos que, en la psicosis alucinatoria crónica o
en las parafrenias, las alucinaciones van a ser integradas en un delirio
17
que llega a darles un sentido y, en el mejor de los casos, eso va a
desembocar en una metáfora delirante que va a reordenar el mundo.
Yo pienso que se puede decir que el imaginario permite canalizar los
fenómenos sobre un sector y preservar así una zona de realidad.

El caso del Presidente Schreber, que Freud considera como un


paranoico, ampliando el cuadro de las paranoias a todas las psicosis no
esquizofrénicas, se refiere en nuestro cuadro a las parafrenias
sistemáticas.
Por el lado del polo de las paranoias, tenemos que retomar un punto
sobre el cual Marcel Czermak insiste: es el parentesco estructural entre
melancolía y paranoia; la manía, nos hace observar él, no es el contrario
de la melancolía, porque es lo mismo, pero lo que es el contrario de la
melancolía es la paranoia. Provista de este viático, pude observar en
múltiples oportunidades, en un mismo paciente, por ejemplo en Driss
(9), virajes melancólicos después de virajes paranoicos, estos virajes
sucesivos se hacían sobre un fondo de hipocondría.

El síndrome de Cotard, en el extremo del cuadro melancólico,


evidentemente hace parte de ese mismo grupo de psicosis. Marina (10),
que presenta un síndrome de Cotard, muestra también un esbozo de
transexualismo y este caso me parece que muestra el parentesco entre
el transexualismo y el síndrome de Cotard. Si el transexualismo y el
delirio de negación son constantes en la psicosis de manera más o
menos evidente, aparece sin embargo una comunidad estructural más
marcada entre hipocondría, paranoia, melancolía-manía, Cotard y
transexualismo, con formas de paso (11).

En las esquizofrenias, no hay consistencia imaginaria característica del


grupo precedente y el automatismo mental va a desarrollarse
invadiendo todo el campo del pensamiento, sin dejar espacio al sujeto.
En esta estructura, el automatismo mental inaugura una disociación,
una discordancia en la que vemos al sujeto deshacerse y desaparecer,
mientras él sostiene un discurso hermético: las ideas delirantes que le
aparecen no se sostienen, no producen una construcción estable. La
significación escapa y nada permite al sujeto intentar hacer algo para
18
atraparla. Resulta que la esquizofrenia es el caso que deja al sujeto más
desarmado.
Puede ocurrir otra posibilidad: estamos en el cuadro de un
automatismo mental de base, en un sujeto que no tiene yo (moi) y que,
sin embargo no se presenta como un esquizofrénico , puesto que él
llega-a pesar de su falta de identificación- a copiar comportamientos, a
pegarse a lo que sucede en su campo perceptivo.

Se trata ahí de lo que Marcel Czermak retomó de Lacan, como el otro


polo imaginario de las psicosis, las psicosis con un imaginario sin
yo (moi). En la Escuela psicoanalítica de Sainte-Anne, tuvimos la
ocasión de ver, en 1994, en presentación de enfermos, a una paciente
que entraba en este cuadro. Encontré dos otros casos y pude estudiar
el expediente de una cuarta (12). No es pues muy frecuente, si no se
está prevenido es muy difícil de comprender de qué se trata. La
dificultad, me parece, es que la persona-persona es un nombre que la
calza- la persona sin ninguna personalidad nos reenvía todo lo que ella
ha podido ver o escuchar en la media hora que precede, con un
borrado paulatino muy característico. Jean Jacques Tyszler informó el
caso de una paciente de este tipo que lo había dejado perplejo
recientemente, que no se había dado cuenta que ella le contaba acerca
de los periódicos de su sala de espera.

Lo que quiero subrayar, es que ahí no hay ninguna imaginación; el


estatuto de la imaginación, en mi opinión, debe ser revisado, puesto
que nosotros decimos delirio imaginativo, siendo que no se trata sino
de ‘copiar-pegar’ sin ninguna imaginación. Para imaginar, me parece
que tiene que haber a lo menos un yo (moi), una memoria y una
operación creadora. Pero en los delirios de imaginación, yo pongo en
duda que haya creación imaginativa: creo más bien que estamos en el
copiado poco a poco automático, porque la persona es aspirada por lo
que pasa en su campo perceptivo y dice lo que la atraviesa sin ninguna
creación. ¿Qué pensar entonces de la categoría del delirio de
imaginación? Sería preferible hablar de delirio mimético.
Esta capacidad de copiar a medida de los comportamientos y adoptar
opiniones del discurso corriente permite una integración social muy
19
superior, me parece, a la esquizofrenia, que no tiene posibilidad de
identificación ni tampoco de recurrir al copiado.

Para concluir, me parece que una clasificación estructural de las


estructuras subjetivas psicóticas debe apoyarse en un cierto número de
oposiciones:
-¿El fenómeno de base es la hipocondría, el automatismo mental, la
interpretación, o el mimetismo?
- ¿El sujeto tiene una identidad yoica que le dé una consistencia
imaginaria o no?

En lo que respecta al automatismo mental, de hecho, hay que distinguir


en él dos tipos bien diferentes: -junto con el automatismo mental de G.
de Clérambault, hay que notar el automatismo mental que aparece en la
manía. En la manía, el sujeto es llevado por la cadena significante como
un ludion,(‘juguete de las circunstancias’) él ya no es lastrado por el
objeto a; dicho de otra forma, es el Otro quien habla por su boca, sin
detención, sin tope; el yo (moi) del maníaco ha desaparecido. Podemos
evocar aquí el grafo del deseo y considerar que la línea del sujeto ya no
opera su rizo de retroacción, no hay sino la línea de la cadena
significante cruzando una derecha, es decir que “m” y “m’ están
vueltos uno sobre el otro. La manía amerita así ser considerada
también como una psicosis sin yo (moi) en el momento de la crisis.
En lo que concierne la identidad yoica presente en el grupo de las
psicosis paranoicas comprendiendo todas las psicosis no
esquizofrénicas ¿Qué sucede en la descompensación melancólica? La
subjetividad ha pasado del lado del Otro, mientras que el sujeto mismo
es reducido a no ser sino un objeto a abyecto, del que hay que
desembarazar el campo del Otro. El caso de Marine, síndrome de
Cotard, es ejemplar a este respecto, pues ella dice textualmente: “Yo he
perdido todo, mi yo, mi nombre, todo se desprendido, eso se des-imprimió”, es decir
que esa identidad yoica ya no se sostiene.

Podríamos decir que las psicosis sin yo (moi) forman un amplio grupo
de las psicosis, pero el sujeto no ocupa ahí siempre el mismo lugar,
puesto que el yo (moi) puede no haber sido construido jamás, como en
20
la esquizofrenia; haber desaparecido momentáneamente en la manía o
en la melancolía; o bien estar revestido de máscaras y de atavíos
ocasionales, como en la psicosis con un imaginario sin yo (moi).

Para terminar, quisiera quedar con la idea que la estructura de un sujeto


no puede ser sino borromeana o pseudo-borromeana: si basta con tres
consistencias del simbólico, del imaginario y del real para anudarlas, a
partir del momento en que hay un hoyo, las estructuras que
encontramos son lo más a menudo:

 ya sea el nudo con cuatro redondeles:

- en la neurosis, es el redondel* simbólico del síntoma el que


viene a anudar los otros tres,
- en la psicosomática, es el redondel* real del fenómeno
psicosomático quien juega ese rol,
- en las psicosis, puede haber ahí un redondel* imaginario que
llega a anudar las otras tres consistencias.
 Ya sea nudos que ponen en continuidad los dos o incluso las tres
consistencias en nudo de trébol. Si un redondel* viene a fijar el
nudo, el sujeto puede mantener su existencia más o menos bien.

No he abordado la cuestión del autismo, que no entra en las categorías


que acabo de señalar pues, para hablar de estructura, hace falta que el
ser humano haya entrado en el significante, lo que no es el caso del
autista. A lo más él podrá adquirir un pseudo lenguaje hecho de signos
unívocos sin acceso a la metáfora.

En fin, no he hablado para nada de los accesos delirantes agudos o de


los accesos confuso-oníricos, clasificados otrora en las psicosis agudas.
En efecto, me parece que la estructura, siendo organizada
tempranamente en la vida de un sujeto y de manera definitiva, hablar
de psicosis agudas no tiene ningún sentido. Por cierto, existen
manifestaciones agudas con fenómenos de aspecto psicótico, pero eso
ocurre ya sea en un neurótico a consecuencias de una intoxicación o de

21
un traumatismo, y me parece que entonces hay que hablar de delirio
neurótico, como el caso de Emilie (13), o bien se trata de una
descompensación en un psicótico. La psicosis, siendo una estructura,
no puede ser aguda, ella es simplemente la estructura de un ser
hablante. Lo que puede evolucionar, será la manera en que un sujeto se
las arregla con su estructura y organiza sus suplencias. Lo que
acabamos de desarrollar se deja inscribir en el esquema siguiente:

CLASIFICACIONES DE LAS ESTRUCTURAS SUBJETIVAS

NEUROSIS: represión, S barrado <>a


HISTERIA NEUROSIS OBSESIVA

FOBIA
Placa giratoria de todas las estructuras

PERVERSIONES
desmentida de la castración
masoquismo, sadismo,
voyerismo, exhibicionismo, etc.

ESTRUCTURAS HOLOFRASEADAS

PSICOSIS DEBILIDAD PSICOSOMATICA


forclusión de la castración

mecanismo alucinatorio: esquizofrenia, PAC, parafrenia fantástica


Mecanismo interpretativo: delirio interpretativo de Sérieux y Capgras
Deliros pasionales: erotomanía, celosos, querulantes procesos de justicia, idealistas pasionales.
Mecanismo mimético: delirio de imaginación de Dupré, parafrenia confabulatoria de
Kraepelin.
Mecanismo hipocondríaco predominante: hipocondría, melancolía, Cotard,
Transexualismo, manía.

22
P.S: existen fenómenos psicosomáticos en todas las estructuras, a diferenciar de la estructura
psicosomática. Igualmente, puede haber comportamientos anoréxicos en otras estructuras que
la de la anorexia mental psicótica.

En este cuadro no ha sido conservada la unidad de las paranoias: las paranoias pasionales
siendo habitualmente clasificadas con los delirios crónicos PAC (Psicosis alucinatoria crónica)
y parafrenias. En efecto, si nosotros partimos de la oposición del fenómeno de base
interpretación y del fenómeno de base alucinación, estamos obligados a oponer los delirios
interpretativos puros y los delirios paranoicos pasionales a los delirios crónicos alucinatorios.
Estos se acercan entonces a la esquizofrenia con un punto que los opone, a saber, la presencia
de una personalidad, de un yo (moi), en otras palabras la prevalencia del imaginario yoico para
las paranoias, que se opone a la ausencia de yo (moi) más o menos masiva en las
esquizofrenias. ¿Hay que poner en este caso el acento sobre la existencia de un yo (moi) o bien
sobre la importancia del fenómeno de base?
Obtendremos dos clasificaciones diferentes.

Si privilegiamos el mecanismo de base: automatismo mental, o interpretación, o mimetismo, o


hipocondría, obtendremos este cuadro de arriba.
Si privilegiamos la instancia yoica, nosotros opondremos:

- Psicosis sin yo (moi):


1) Esquizofrenias
2) Psicosis miméticas

- Psicosis con una personalidad:

1) Paranoias pasionales, paranoias de auto-punición, delirios de interpretación,


psicosis alucinatorias crónicas, parafrenias.
2) Manía, Melancolía.
3) Hipocondría
4) Transexualismo

Esto nos muestra que en el campo de las psicosis, no es posible englobar todo el campo y
responder a ello desde un solo punto de vista. Al contrario, hay que desplazarse y considerar
sucesivamente los fenómenos de base, los efectos del estadio del espejo, lo que sucede en los
tres registros R, S e I y lo que sucede a nivel del cuerpo.

Otra forma de presentar esta clasificación es hacer un cuadro de doble entrada, con o sin
instancia yoica por una parte, y según el fenómeno de base, por otra parte:

23
CLASIFICACIONES DE LAS ESTRUCTURAS PSICÓTICAS

REGISTRO MECANISMO PSICOSIS PSICOSIS


CON UN YO SIN YO
_________________________________________________________________________

SIMBÓLICO Automatismo Psicosis alucinatoria Esquizofrenias


mental crónica
Parafrenia sistemática
Parafrenia fantástica

Interpretaciones Delirios de interpretación


delirantes de Sérieux y Capgras
Paranoia de auto-punición
de Lacan
Delirios pasionales de
G. de Clérambault

IMAGINARIO____________________________________________________________

Mimetismo Psicosis mimética


Delirio de imagina-
ción de Dupré
Parafrenia confa-
bulatoria de
Kraepelin
________________________________________________________________________________

CUERPO Hipocondría Hipocondrías


Manías
Melancolías
Síndrome de Cotard
Transexualismo
Anorexias mentales
psicóticas

________________________________________________________________________________

24

S-ar putea să vă placă și