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INTRODUCCIÓN

El presente trabajo realizado, sobre el análisis de la artista Clara Peeters, pionera en el campo de
la naturaleza muerta y una de las pocas mujeres que se dedicaron a la pintura en Europa en la Edad
Moderna.

Apenas se cuenta con unas pocas referencias documentales, exclusivamente sobre sus obras, no
sobre su vida y con los extraordinarios bodegones que pintó, unas cuarenta obras aproximadamente,
a menudo incluyó, en sus cuadros, autorretratos reflejados en las superficies de jarras y copas.

Estos retratos, apenas visibles, aparecen en al menos ocho de sus obras, estos autorretratos
también descubren su calidad como artista, ya que, su diminuta escala es una demostración de su
maestría.

Por esto se dará especial interés en lo que representa su técnica y temática de esta ilustre artista del
óleo, que deja un gran legado de sus obras las cuales están en diferentes museos.
CLARA PEETERS: LA MUJER ARTISTA EN EL SIGLO XVII

La pintora de Amberes Clara Peeters, nació en 1594 en Amberes, Provincias Unidas de los Países Bajos. Por
un lado, para conocer un poco más sobre la artista se sabe que el del bautismo de Clara, como hija de Jan
Peeters, el 15 de Mayo de 1594 en la iglesia de San Walburg en Amberes; por otro, un matrimonio entre la
artista y Henri Joosen en 1639, en la misma iglesia.

Si estos datos son correctos, como sostiene este historiador, Clara debió ser muy precoz, pues las primeras
obras firmadas son de entre 1607-1609, siendo unas pinturas muy complejas para una adolescente de 13 o 14
años. Si es así, la artista vería reconocido su talento bien temprano, tal y cómo les ocurría a las mujeres pintoras.
El segundo documento, que nos da a conocer la edad con la que se casó, nos desvela que se casó mayor, tal
y como le ocurrió a otras mujeres como Sofonisba Anguissola. Pero, el marido, también pintor, no ha llegado a
identificarse pues no coinciden en el nombre los artistas con el apellido Joosen en el archivo de Amberes.

Falleció en 1657 en La Haya, provincias Unidas de los Países Bajos, artista del bodegón, sus cuadros
encerraban un gran secreto: ella misma aparecía retratada en ellos y trabajó en Amberes y que su época
de máxima creatividad se desarrolló en torno a 1611 -1612.

Fue la única mujer artista colgada en las paredes del Museo del Prado, si bien eran pocos los que reparaban
en este hecho nada frecuente y la obra de Peeters sobresalía entre tantas maravillas de caza,
pescados, dulces, cristales, metales brillantes, cestas o hasta flores y jarrone s que hablaban de
las diferentes maneras de entender el mundo en las distintas sociedades y épocas. Y nombrada
como la artista que inventó el “SELFIE” .

Algunos autores apuntan en sus pinturas simbolismos religiosos, singularmente en el Bodegón con un pez y un
gato (Museo Nacional de Mujeres Artistas), en el que el pez, símbolo de Cristo, estaría colocado en la posición
de una cruz.

Quizá fue la atmósfera particular en los Países Bajos durante 1600,en especial en Amberes,
donde Peeters desarrolla su actividad la que posibilitó la consolidación de esos bodegones
planteados como la representación de una clase en ascenso, burguesa y moderna, los ricos
comerciantes que a ratos remedaba las costumbres de la aristocracia tradicional. Alrededor de
esta aparente paradoja, modernidad y tradición, se desarrollaba un género pictórico que traza un
retrato social muy preciso.
La atmósfera de modernidad que se vivía en los Países Bajos, ser mujer pintora en el siglo XVII,
incluso en una sociedad cuya clase en ascenso retaba algunas viejas costumbres, no era fácil.
No lo era, entre otras cosas, porque las artistas encontraban grandes trabas para su formac ión.

Las mujeres no podían frecuentar un taller, fórmula habitual para convertirse en pintor, pues era
impensable para las jóvenes compartir cotidianidad con otros muchachos. Además, al salir serían
demasiado viejas para casarse. Por si fuera poco, el acceso a las clases de desnudo, la manera
de aprender a dibujar la figura humana y pasaporte para la “alta pintura” de escenas de batallas
o religiosas, estuvo vetado a las artistas durante siglos.

Su obra se puede dividir en cinco etapas (Decoteau, 1992): 1607-1609, fase más temprana; segunda etapa,
1611; año crucial de 1612, los bodegones de flores; año crucial de 1612, las pinturas de comida; arte de 1620;
y arte de 1630. Si nos atenemos a sus bodegones de flores de 1612, resultan innovadores, pues tienen un
plano más corto y una composición más simplificada.

Pese a la poca documentación que se posee, podemos apreciar que se trata de una artista que merece ser
redescubierta, y hace falta una revisión completa de su obra, debido a los problemas de autoría de muchas de
sus pinturas. Su importancia para las escuelas holandesa, flamenca y alemana, permite comprobar que no se
trata de una pintora de segunda línea, sino todo lo contrario.

En 2016 Clara Peeters se convirtió en la primera mujer pintora protagonista de una exposición en el Prado,
organizada con la colaboración del Museo Real de Bellas Artes de Amberes. Junto a su exposición se puso el
foco en la situación de las mujeres artistas a principios de la Europa Moderna. Entre las pocas mujeres pintoras
de esa época, no estaba permitido el dibujo anatómico, que implicaba el estudio a partir del natural de cuerpos
masculinos desnudos. Esto reducía sus oportunidades de aprendizaje y por eso muchas pintoras se
especializaron en el bodegón.
ANEXOS
CONCLUSIÓN

Este trabajo fue de gran relevancia para el aprendizaje de conocer un poco más de la técnica en Óleo
especialmente en el tema de Bodegones.

Y especialmente indagar en la historia de esta gran artista, que ha tan temprana edad incursionó en
el arte lo cual demuestra su gran talento, y además admiración en incursionar en esto, porque en ese
tiempo no era nada fácil, el hecho de no dejar frecuentar a las mujeres a talleres, si bien es cierto esto
es de gran importancia para la formación de cualquier artista y la restricción que se les daba en ni
siquiera pensar en trabajar en la figura humana en ese siglo.

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