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Lo Cascio, Elio (2008) “The early Roman empire: The state and the economy”.

En:
Scheidel, W.; Morris, I.; Saller, R. (edd.) The Cambridge Economic History of the
Greco-Roman World, 619-650

I Introducción

Crecimiento en el PBI durante el Imperio, durante los dos primeros siglos del Principado o,
según la región, desde el s. II a.C.
Hipótesis: crecimiento en la población (confirmado por la arqueología)
Hipótesis 2: crecimiento del ingreso per capita. Más controversial. Podría deberse a la
disminución en la población después de la Peste antonina, lo que redundaría en una ganancia
del poder contractual de los campesinos.

No hay acuerdo acerca de si el incremento per capita redundó en un mejoramiento de las


condiciones de vida de la mayoría campesina o agrandó la brecha entre ricos y pobres. Aunque
la distribución debe haber sido desigual, no hay evidencia que las condiciones hayan
empeorado para la población en general en los dos primeros siglos después de Cristo.

Impacto del estado en la producción. Qué proporción del excedente se la quedó el estado y
distribuida entre los no productores y cuál fue para la élite poseedora de tierras.
No se puede cuantificar. Eso no quiere decir que el fenómeno no haya ocurrido.
Posibles variables para el ingreso per capita y el tamaño del excedente agrícola:
-altos niveles de urbanización
-altos niveles de acuñación de monedas (bronce, plata, oro).

En este capítulo exploraremos si el alto nivel de actividad económica durante los primeros dos
siglos del Principado en comparación con los periodos precedente y subsiguiente, y el posible
modesto crecimiento luego, fue, al menos en parte, el resultado de la existencia de una única
entidad política que adopta el Mediterráneo o fue alcanzado a pesar de ella. Es decir, si las
formas en las que el estado imperial romano fue capaz de asegurar su supervivencia, sacando
como impuestos una proporción del excedente y gastándolo sobre todo en proveer ley y orden
y defensa para las amenazas externas, condujeron al crecimiento o lo obstaculizaron.

La creación del imperio romano promovió los intercambios mercantiles a larga distancia de
productos básicos dentro de la región del Mediterráneo: las áreas sujetas al pago de impuestos
en moneda, estaban obligadas a vender sus bienes. Además, los terratenientes que vivían en
Roma e Italia (consumidores de impuestos) extraían rentas de estados dispersos, lo que
promovía el mercado (productores de impuestos).
Es más controversial si la alta demanda de las regiones consumidoras de impuestos puede
haber aumentado el intercambio mercantil a nivel local. Y más controversial es que el Imperio
se haya constituido por una conglomeración de mercados independientes.
El monto de impuestos necesario para que el estado financie su gasto debe haber sido lo
suficientemente pequeño como para permitir la extracción de rentas privadas. Los impuestos
deben haber sido bajos y eso significa que la proporción entre PBI y presupuesto estatal debe
haber sido alta.

II La participación del sector público

Registros existentes de la época de Augusto dan cuenta de que las autoridades estatales
llevaban la cuenta de varios elementos de ingreso y de gasto. Pero la existencia de una política
presupuestaria o de una real “política económica” es más dudosa. Pero se puede estimar un
mínimo plausible del presupuesto estatal y decir que los impuestos pueden haber representado
menos del 10 %.

Pero Italia y otras regiones estaban exentas de algunos impuestos, lo que hace pensar que el
peso sobre los que sí pagaban era mayor. Por otra parte, los impuestos municipales (vectigalia y
portoria, por ej.) no están atestiguados. Los impuestos locales competían con las demandas
estatales en la extracción de excedente.

Otras consecuencias de la unificación política del imperio pudieron también provocar


crecimiento: la difusión de nuevas técnicas de producción agrícola, en la minería y una
disminución en los costos de transacción.

III Estableciendo las reglas del juego

El marco teórico de la Nueva economía institucional enfatiza la importancia del costo


transaccional como clave para entender el desarrollo de los sistemas económicos a través de la
historia.
En el Imperio romano las condiciones de paz y más seguridad (eliminación de la piratería,
difusión de una “tecnología de la medición” y sistemas de medida comunes, creación de una
zona monetaria unificada y reglas legales comunes) disminuyeron los costos de transacción.

Relación emperador/élite senatorial. El cambio constitucional limitó el poder de la élite para


explotar el imperio en la misma escala que antes. Las condiciones en las provincias mejoraron.
Por otra parte, las convulsiones políticas del siglo III fueron un factor importante en el
empeoramiento de la economía.
Pasajes del Digesto parecen indicar que la intervención imperial tendió a “regular” el mercado,
para rechazar un comportamiento especulativo. La posibilidad de que el estado estableciera las
reglas de juego en las transacciones de mercado entre actores económicos privados, pudo
aportar eficiencia en las contrataciones.

Zona monetaria unificada. Los altos niveles de emisión y circulación de moneda desde Augusto
hasta el siglo III parecen haber facilitado intercambios seguros de bienes a nivel local, regional e
interregional.

IV Moneda y política monetaria

La economía imperial romana fue “dual”: una esfera de intercambio de mercado monetizado,
del que hay registro, junto con un sector autosuficiente cuyo tamaño y tareas es difícil de
determinar. Pero el sector monetizado es mucho mayor que en los períodos previos y
subsiguientes, ya que el uso del dinero se extendió desde las ciudades a ámbitos rurales. Las
transacciones monetarias involucraban a todos los estratos de la sociedad.
La inyección abrupta de líquido en el sistema económico puede haber provocado una suba de
los precios.
Había un gran rango de monedas: aureus, denarius, sestertius, dupondius, as. Entre el de más valía
y el de menos había una relación de 1/1600, de modo que cualquier tipo de transacción era
viable, desde una hogaza de pan hasta un estado.
La moneda romana fue una creación del estado y su carácter “fiscal” fue particularmente
enfatizado.
Las dinámicas de suministro de moneda parecen directamente relacionadas con las dinámicas
del gasto público: aun aquellas manipulaciones monetarias que implicaban de facto
depreciación, en tanto que permitían un nivel más alto de gasto, resultaban en un incremento
del suministro de moneda que pudo tener efectos positivos en la producción.

V Impuestos y gasto público

El cambio constitucional al principado implicó un cambio radical en la relación entre Italia y las
provincias. Se creó un nuevo tesoro, el fiscus Caesaris, junto al aerarium Populi Romani, controlado
por el prínceps, como si fuera de su propiedad. El gobierno y la administración de las provincias
se dividieron entre gobernadores senatoriales (procónsules), donde se mantuvieron las prácticas
republicanas, y el control directo del princeps, donde la presencia del ejército era necesaria. Estas
últimas eran vistas como patrimonio del princeps. El gasto público en sí era visto como liberalitas
o indulgentia del imperador.

Al comienzo del principado tuvo lugar una completa reorganización de los impuestos. Se
adoptó un criterio uniforme para el recuento de los sometidos al régimen y su riqueza; para
medir y asignar valor a la tierra agrícola; se reemplazó a recaudadores de impuestos
campesinos por funcionarios; se reemplazó en muchas áreas el pago de impuestos en efectivo
por pago en especie; se introdujeron censos provinciales.
Este nuevo sistema tiene que haber sido beneficioso para los habitantes de las provincias porque
el impuesto a la tierra, aunque no era progresivo, ya no estaba fijado arbitrariamente, sino que
estaba relacionado al valor monetario de los estados.

El principal receptor del gasto público siempre fue el ejército. Otra carga sustancial la
representaban los salarios civiles y los gastos de la “corte”. Otros gastos eran vistos como
resultado de la generosidad del emperador (distribución de monedas y grano entre la plebe,
donaciones a las tropas, regalos personales); pero también los gastos en infraestructura
(caminos, acueductos, puentes, puertos).
El gasto en edificios públicos fue de capital importancia. Esto daba empleo a la población libre y
aumentaba su poder de compra.
Fue introducido por Nerva o Trajano un subsidio familiar en varias ciudades
(alimenta).Préstamo perpetuo por hijo.

VI Gasto militar y abastecimiento del ejército

En relación con la población total, el ejército representaba una pequeña parte. Una vez que las
guerras de ocupación se apaciguaron, su deber fue defender las fronteras contra amenazas de
baja intensidad. Sin embargo, el ejército precipitó la transformación económica y el crecimiento.
Los soldados tenían muchos esclavos y sirvientes. Los oficiales, familiae enteras de libertos y
esclavos. Muchos civiles (mercaderes y contratistas) contribuían a las necesidades de la vida
diaria en los campamentos y los asentamientos civiles cercanos. Además, muchos soldados se
quedaban viviendo donde habían prestado servicio, con sumas de dinero importantes.
Los soldados debían ser provistos con comida, forraje y leña. La presencia del ejército impulsó
la ampliación del área cultivada y la introducción de innovaciones en técnicas agrícolas y
ganaderas.
Además, lo que no se producía localmente (por ej., en la frontera con Britania) debió traerse de
la zona del Mediterráneo. Entonces, la demanda del ejército incrementó el volumen de
intercambio entre las regiones centrales del imperio y las fronterizas.

VII Las Annona civica


Desde el periodo republicano, las autoridades intervinieron en el suministro de comida de la
capital, cuya población superaba a la de cualquier otra ciudad del Mediterráneo.
El crecimiento demográfico de Roma está en correlación con la extensión del control político
sobre las fuentes de grano accesibles a través del río o el mar (Etruria del sur, Umbría,
Campania, Sicilia, Sardinia, África y Egipto).
Los ediles supervisaban el mercado minorista, para evitar la especulación.
Durante el período de los Gracos se subsidió el grano y se empezaron a construir grandes silos
en Roma y Ostia (para balancear la escasez por variaciones climáticas).
Se instituyeron leges frumentariae que intervenían en la distribución, cambiando el precio del
grano, en la cantidad e identidad de los receptores del grano subsidiado o en la cantidad de las
asignaciones. En 58 a.C. un decreto estableció que debía distribuirse grano gratuitamente entre
todos los ciudadanos adultos presentes en Roma. Durante la dictadura de César este privilegio
se limitó a los que tenían residencia permanente en Roma. Augusto limitó el número de
receptores y parece que se transformó en un privilegio hereditario.
La estructura administrativa impuesta por Augusto estaba liderada por un praefectus annonae en
Roma y otros oficiales en los puertos de Ostia y Puteoli que supervisaban la recopilación de
alimentos, su transporte, el acopio, la distribución y la venta.
Desde la República tardía, se impusieron impuestos en especie y rentas que contribuyeron a
aprovisionamiento de grano de la metrópolis. La proporción se incrementó durante el Imperio.
Inicialmente, navicularii, pistores y otros grupos profesionales involucrados en el
aprovisionamiento de Roma tenían una relación contractual con la praefectura annonae y se les
pagaba por sus servicios. Luego, esta relación se transformó en un tipo de liturgia (munus). El
servicio para la annona se volvió una obligación hereditaria.

Toda esta intervención del estado coexistía con comerciantes y transportistas privados.
La ambigüedad inherente del rol del emperador, que actuaba como un privado pero también
imponía las reglas de juego, ayuda a explicar aun con la expansión de la propiedad imperial, no
cambió el carácter del mercado de la economía imperial.

VIII El estado imperial y la producción

La expansión de la propiedad imperial es uno de los desarrollos más importantes de este


periodo, pero no debería ser visto como el resultado de una intervención directa en la economía
o de una política dirigista.
La expansión imperial fue ampliando los territorios agrícolas, así como apoderándose de minas,
canteras y fábricas de ladrillos.
En la esfera productiva, el emperador asumió su rol usual dual como actor privado y
funcionario público. En todas las posesiones imperiales intervinieron contratistas privados,
desde pequeños arrendatarios hasta empresarios ricos. Sus operaciones tenían un marco
mercantil.

Hay registro del siguiente régimen en el norte de África. Coloni cultivaban tierras como
arrendatarios. Tenían el derecho a ocupar tierras libres, siempre que las cultivaran. Pagaban una
renta en especie, generalmente un tercio de la producción y una cantidad de días de trabajo al
conductor. El conductor hacía de intermediario alquilándole la tierra a la administración estatal
por periodos de cinco años, recolectaba las partes agrariae de los coloni y cultivaba -a través de los
coloni, pero quizá también con la ayuda de fuerza de trabajo aparte- parte del estado. El fiscus
imperial recolectaba la renta de los conductores, probablemente en especie en su mayor parte.
Los intereses de estos tres grupos se superponían en parte: mientras que los coloni querían
invertir en sus parcelas y cultivar la tierra desocupada, los conductores buscaban maximizar su
ganancia; entonces intentaban persuadir a los coloni de que cultivaran sus parcelas lo más
intensivamente posible; mientras que el fiscus intentaba asegurar y, si fuera posible, incrementar
la producción de alimento para el mercado metropolitano. Este juego de intereses resultaba en
expansión de tierra cultivada en los estados imperiales.

Minas. Desde la República tardía eran explotadas por empresarios privados, tanto si estaban en
el ager publicus como en propiedad privada. A partir del Imperio, muchas fueron de su
propiedad, tomadas por el fisco. Pero continuó habiendo sistemas de explotación diversos, en
forma directa o a través de conductores, o formas mixtas.
El estado no tenía el monopolio en la producción de metal y había un mercado liberado para los
metales. Pero la administración imperial ejerció un control indirecto y esto le permitió al estado
tener una política específica en lo que hace a la emisión de moneda.

IX Un modelo dinámico

De acuerdo con el modelo “impuestos y mercado”, la integración económica del imperio fue
facilitada por la existencia de una organización política y fiscal unificada y la concentración de
los terratenientes más ricos en Roma e Italia. Un peso relativamente bajo de rentas e impuestos
para la mayoría campesina de la población fue una precondición necesaria para este resultado.
La peste antonina redujo drásticamente la base productiva de la cual el estado imperial sacó sus
recursos financieros. Bajo estas circunstancias y a pesar de las medidas tomadas para lidiar con
la crisis, el peso de los impuestos estaba atado al crecimiento y la integración económica del
imperio se disoció progresivamente del flujo de impuestos y mercado. La expansión de la
propiedad imperial, en tanto que permitió al estado explotar directamente una parte creciente
de los recursos del imperio, redujo el alcance de las transacciones comerciales.
Este desarrollo muestra que el modelo de “impuestos y mercado” de la economía romana
imperial necesita ser más dinámico para que no pierda su poder heurístico. Esta interrelación
entre impuestos y mercado no puede pensarse como la causa del incremento en el comercio
marítimo en el Mediterráneo, puesto que este incremento ya había ocurrido antes de que la
distinción entre las regiones de “producción de impuestos” y las de “consumo de impuestos”
fuera establecida y los impuestos en moneda asumieran gran importancia. El mercado en el
Mediterráneo en los dos últimos siglos antes de Cristo se basó principalmente en la exportación
de vino y bienes manufacturados desde Italia hacia las provincias y más allá de las fronteras,
especialmente el oeste. Desde que se exentó a Italia del impuesto a la tierra, la exportación de
bienes italianos a las provincias no puede ser explicada con el modelo “impuesto y mercado”.
Este modelo asume la existencia de un desequilibrio estructural entre regiones “productoras de
impuestos” y “consumidoras de impuestos”. Este desequilibrio no puede durar para siempre.
Parece legítimo interpretar las dinámicas a largo plazo de las relaciones económicas entre estas
dos esferas en términos de precios relativos y diferentes “términos de mercado” de diferentes
áreas del imperio. La existencia de tributo monetario y la concentración de los receptores de
rentas en Roma causaron el influjo de capital dentro de la península. Este desequilibrio fue
compensado por un siempre creciente flujo de bienes importados provinciales en la misma área,
mientras que las exportaciones italianas disminuyeron. Finalmente, este desequilibrio dio lugar
al estancamiento en Italia y al crecimiento económico de las provincias (especialmente en el
oeste), en tanto que técnicas eficientes de producción se esparcieron desde Italia hacia áreas
menos desarrolladas: si los precios eran más bajos en las provincias, era más beneficioso
producir allí y vender en Italia, rica en efectivo. En tanto que este proceso sirvió para minar la
antigua primacía económica de Italia, fue perfectamente consistente con la diversificación de la
proveniencia geográfica de la clase gobernante romana y con la transformación del imperio
mismo: en términos económicos, el núcleo se volvió menos nuclear mientras que la periferia se
volvió menos periférica.

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