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ÍNDICE

“El conjunto de La Tejera (San Vicente de La Sonsierra): “La Edad del Hierro en el País Vasco según las
un hábitat recurrente durante la Prehistoria” investigaciones de D. José Miguel de Barandiaran”
Alfonso Alday Ruiz Armando Llanos Ortiz de Landaluze
Enrique Eguren
Unai Perales
“Consideraciones sobre la estatua romana
“La Dama de Iruña”
“La estación megalítica de Entzia-Urbasa
José Ignacio San Vicente
(Álava-Navarra)”
Fernando Galilea Martínez
“Un testimonio griego, en Álava”
Armando Llanos Ortiz de Landaluze
“Datación por C-14 del dolmen de San Martín
(Laguardia, Álava). Dataciones actuales
de excavaciones antiguas” “Aproximación al poblamiento de Vitoria-Gasteiz
Fernando Galilea Martínez a través de sus excavaciones
en la Plaza de la Virgen Blanca”
Kepa Cabrerizo Benito
“Trabajo inicial de las dinámicas de poblamiento
José Cardoso Tostado
de los grupos superopaleolíticos en el territorio
histórico de Álava (Prospecciones 2007)”
Maite García Rojas “Testimonios arqueológicos
María Izquierdo Camisón en la zona alavesa del Macizo del Gorbeia”
Armando Llanos Ortiz de Landaluze
“Estudio de los conjuntos cerámicos del final
de la Edad del Bronce y del Hierro, “Métodos cuantitativos en arqueología”
en el entorno de Vitoria-Gasteiz (Álava)”
Fernando Galilea Martínez
Judit López de Heredia

“50 años de bibliografía arqueológica de Álava.


“Cavidad de Socuevas de San Miguel 1957-2007”
(San Miguel. Álava). Sus pinturas y grabados”
Paquita Sáenz de Urturi
Armando Llanos Ortiz de Landaluze
José Ignacio Vegas Aramburu
“Índices de Estudios de Arqueología Alavesa.
Tomos 1 al 24”
“El conjunto de pinturas rupestres de Portillo Lerón.
Parque de Valderejo (Lahoz. Álava)” Fernando Galilea Martínez
Arantza García Sánchez
Armando Llanos Ortiz de Landaluze

“El complejo paso de la Edad del Bronce Final


a la Edad del Hierro, en el Cantábrico Oriental”
Armando Llanos Ortiz de Landaluze
ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA nº 24 01-90 VITORIA-GASTEIZ 2009 ISSN 1695-1611

EL CONJUNTO DE LA TEJERA
(SAN VICENTE DE LA SONSIERRA):
UN HÁBITAT RECURRENTE DURANTE LA PREHISTORIA

Alfonso Alday Ruiz*


Enrique Eguíluz Monge
Enrique Eguíluz Mendoza
Miguel Eguíluz Mendoza
Unai Perales Barrón*

Palabras clave: La Rioja. Calcolítico. Neolítico. Industria lítica.


Gako hitzak: Errioxa. Kalkolitoa. Neolitoa. Industria litikoa.
Key words: La Rioja. Calcolithic. Neolithic. Lithic Items.

RESUMEN:
El presente artículo analiza el inventario arqueológico recogido sobre el término de La Tejera; constituido
fundamentalmente por un lote de industria lítica de aspecto prehistórico y un pequeño volumen de industria
cerámica. El conjunto lítico queda caracterizado principalmente por puntas de flecha de retoque plano, así
como por un conjunto de láminas, con retoques variados, todo ello encuadrable en el Calcolítico. Esta fase,
está muy bien representada en el entorno geográfico, a través de sepulcros dolménicos y de abrigos bajo
roca, siendo La Tejera un hábitat al aire libre. Se reconocen también diversos fosiles directores que aluden a
momentos culturales algo anteriores.

LABURPENA:
La Tejera aztarnategiko hondar arkeologikoak ikertzen ditu artikulu honek. Leku honetan berreskuratu-
tako materialak historiaurreko suharrizko industriak eta zeramikazko zenbait elementu izan dira gehien bat;
izan ere, aurkitutako gezi-puntak eta era desberdinez akaberaturiko laminak Calcolito arokoak direla esan
dezakegu. Historiaurreko une kultural hau nahiko ondo ezagutzen dugu inguru honetako trikuharriei nahiz ha-
rrizko babesgunei esker, baina, kasu honetan, La Tejera atari zabaleko azternategia izatea da aipagarriena.
Honetaz gain, garai hau baino lehenagokoak diren materialak ere badaude.

SUMMARY:
The present article analyses the archaeological inventory collected in the district of La Tejera; which
mainly includes a batch of lithic items of prehistoric aspect and a small amount of ceramic items. The lithic co-
llection mainly features flat arrowheads as well as a group of flat items with a variety of details, all of which can
be dated to the Calcolithic. This period is extremely well represented in the surrounding area due to a number
of dolmen sepulchres and rock shelters, as La Tejera was an open air habitat. A number of index fossils that
refer to somewhat earlier cultural periods can also be distinguished.

El yacimiento prehistórico de La Tejera es el segundo de los que presentamos en el


entorno de la Sonsierra Riojana. Si al de Bardallo (Alday et al. 2007) le adjudicábamos
una cronología pleistocénica final, a éste, para el momento más intenso de su ocupa-
ción, lo encajamos en el tramo central del Holoceno. El lugar ha sido reconocido por E.
Eguíluz Monge quien, sólo o en compañía de sus hijos, ha acumulado en varias visitas
una interesante y densa colección lítica y, más menguada, cerámica.

* Área de Prehistoria. El trabajo se encuadra en los intereses del Grupo de Investigación IT-288-07 del Gobierno Vasco.
Agradecemos a José Antonio Arrieta el habernos mostrado sus hallazgos en el yacimiento.

1
Al lugar se accede desde la carretera local (LR317) que une las localidades de
San Vicente de la Sonsierra y Ribas de Tereso: superado su cruce con la N232 debe
recorrerse 2,6 kilómetros, en ese punto, a la derecha, se abren las tierras sobre las
que se ha recogido el material. Se acumula en dos viñas contiguas, identificables por
la presencia de un guardaviñas en el inicio de una de ellas: el primer punto es de fácil
identificación por la coloración netamente más anaranjada de sus tierras, un área de
unos 35 por 30 metros de lado; el segundo, distante hacia el norte unos 30 metros, está
más elevado, y su delimitación no puede concretarse con tanta claridad por mas que
un mancha blanquecina concentre buena parte de los hallazgos. En diversas ortofotos
(como las que pueden consultarse vía web en Google Earth –en imagen captada en 17
de mayo del 2004– o en Sigpac) ambas manchas se llegan a distinguir con facilidad.
Sirven de referencia las coordenadas UTM 30T 520110 E-4715641 N, a 584 m.s.n.m.

Foto 1. Vista general del viñedo donde se enclava Foto 2. Detalle de la coloración diferencial de las tie-
el conjunto de La Tejera. rras: sobre las más oscura se acumula el material pre-
histórico.

Foto 3. Ortofoto extraída de la apli-


cación Google Earth donde se se-
ñalan las dos concentraciones de
material prehistórico. Obsérvese la
diferencia de coloraciones.

2
Aunque las prospecciones no han discriminado entre uno y otro afloramiento, pa-
rece puede establecerse una diferenciación básica entre ellos según la categoría de
los restos: al primero le corresponden, entre otros elementos, puntas foliformes de
retoques planos; el segundo incorpora, además, puntas de pedúnculo y aletas y unos
pocos geométricos. En ambos hay cerámica de similares caracteres, más abundante
en el segundo lugar. A pesar de estas pequeñas discrepancias trataremos el material
como un todo, puesto que a) así fue la praxis seguida en su recuperación, y b) consi-
deramos que el grueso de ambas entidades pertenecerían a un mismo sistema habita-
cional.

Para comprender adecuadamente el sentido del agregado es importante retener los


caracteres específicos del terreno. La Sonsierra riojana abarca desde la cara sur de
Sierra Toloño hasta el Ebro: donde nos interesa, un espacio de seis kilómetros linea-
les con unos 740 metros de desnivel, paisaje en ladera abarrancado por arroyos que
buscan al Ebro. Se ubica La Tejera a medio camino (a 3,2 kilómetros del Ebro con un
desnivel de 140 metros) en una zona amesetada que limita: hacia el este, con el ba-
rranco de La Sota, surcado por el cauce del Pangua, a distancia de 160 metros y unos
15 por debajo y; al oeste con el de Valseca (su fondo a 460 metros con 30 de desnivel).
De norte a sur el terreno desciende en suave ladera. Los caracteres microtopográficos
instruye sobre la colección arqueológica: no es fruto de acumulaciones fortuitas (por
erosión, arroyadas u otro transporte) pues las áreas de concentración de materiales
no se corresponden con los puntos de depósitos naturales, lógicamente en áreas más
bajas.

El cauce del Pangua aseguraría las necesidades de agua de las antiguas poblacio-
nes, como valor añadido de un sitio cuya imagen actual –explotación vitícola– no se
corresponde con la prehistórica.

Mapa 1. Ubicación de La Tejera y de los principales yacimientos reconocidos en el entorno.

3
1. EL CATÁLOGO DOCUMENTAL

El material arqueológico resultante de las prospecciones es relacionado siguiendo


el presente orden: objetos líticos retocados según categorías mayores, elementos líti-
cos brutos de talla, pulimentos y otros.

1.a. LA INDUSTRIA LÍTICA RETOCADA

Hemos contabilizado 271 elementos, colección numéricamente importante que


ofrece garantías de diagnosis cultural. Se ofrece la descripción de los objetos según
categorías mayores.

1.a.1. Raspadores:

Contamos con 47 raspadores que constituyen, por su frecuencia, la segunda cate-


goría, contribuyendo al total con un 17,3%.

• 6 simples sobre lasca: 4 son cortos y con tendencia a lo circular: en dos casos los
frentes son algo escamosos –pero no campiñoides– (fot. 4.1); un tercero de frente
desviado, condicionado por morfología irregular de la lasca (fot. 4.2 y 3); 1 sobre
lasca laminar ancha, con el frente muy deteriorado y pequeños retoques en su filo
senestro ligeramente convexo (fot. 4.4); 1 con el frente tendente a ojival: el soporte
está fracturado longitudinalmente en su filo senestro (fot. 4.5).

• 2 dobles: uno sobre lamina ancha y corta con ambos frentes normales aunque uno
marginal; el otro sobre lasca (o lasca laminar) y retoques complementarios inversos,
los distales y directos los proximales. Uno de los frentes es ligeramente hocicudo, y
normal el otro (fot. 5.1 y 2).

• 4 sobre lasca retocada. 3 normales de retoques finos, también los laterales –en
dos casos diestros y en el otro senestro– (fot. 5.3 a 5); el cuarto de aspecto transver-
sal (el soporte se orienta con el lado mayor como frente distal, siendo lo retocado en
forma de abanico uno de los lados menores) con retoques ligeramente escamosos.
Posible golpe burinoide basal.

• 10 circulares: 1 con el talón ablacionado (fot. 6.1); 5 normales (fot. 6.2 y 3); 1 par-
cial; 1 cortical con frente marginal de retoques algo discontinuos que son inversos y
profundos en su lado diestro. Presenta, además, golpe burinoide basal; 1 en cristal
de roca: espeso y con retoques de tendencia abrupta y escamosa (fot. 9.5); 1 de
soporte irregular –sobre sílex lechoso– y retoques tendentes a lo abrupto.

• 1 nucleiforme: se aprovecha el descabezado del núcleo para elaborar un frente de


raspador que se complementa con cortos retoques senestros proximales.

• 2 denticulados. Para uno el soporte no es reconstruible –roto por flexión–, y su


frente, no demasiado profundo, usa retoques campiñoides; el otro sobre lasca es-
pesa y frente irregular (fot. 6.4 y 5).

• 3 en hombrera: 1 sobre lámina larga y ancha despejando el frente mediante mues-


ca distal. Complementariamente desarrolla una amplia muesca lateral medial: o bien
era una muesca natural reestructurada con finos retoques, o bien se trata de una

4
reactivación de la original (fot. 7.1); el segundo en lámina estrecha y fina: el frente
se desarrolla en el extremo proximal con finísimos retoques que, complementaria-
mente, son inversos y parciales en el filo senestro (fot. 6.7); el tercero en fragmento
distal de lámina fina: la muesca que despeja el frente es corta, y, sobre ambos filos,
se desarrollan retoques muy regulares (fot. 6.6). Los raspadores son, desde el pun-
to de vista tipométrico muy diferentes.

• 1 en hocico en ancho soporte cortical, que, como en otros dos casos, se ha re-
orientado de tal manera que el frente es lateral en vez de opuesto al talón: se des-
peja mediante sendas muescas, todo con finos retoques.

• 3 con muesca lateral: 1 en lámina carenada (fot. 7.2); 1 corto y cortical con pe-
queña muesca proximal –¿para acondicionar el enmangue?– (fot. 7.3); el último
en corto soporte carenado parcialmente cortical: la muesca es pequeña y distal,
continuada en su filo por retoques simples. Tiene un pequeño golpe burinoide en el
talón (fot. 7.4).

• 7 simples laminares (fot. 8.1 a 6): 1 en lasca laminar corta; 1 sobre lámina normal;
4 sobre láminas fracturadas: dos por flexión (uno distal y el otro medial distal so-
bre fino soporte con retoques, marginales o de uso, directos y parciales), otro muy
alterado por el fuego y el último algo espeso y con fractura burinante en la base; 1
en lámina estrecha y larga con retoques (¿de uso?) directos en el filo senestro e
inversos en el diestro.

• 6 laminares con retoques laterales: 4 en fragmentos medial-distales: uno carenado


y muy alterado por el fuego; otro con cierta tendencia a muesca los retoques latera-
les (fot. 9.1); uno cortical con ruptura por flexión cuya cornisa se modifica mediante
retoques (fot. 9.2); el último sobre lámina muy ancha, carenada y cortical; 1 sobre
pequeño fragmento proximal, siendo en este extremo donde se desarrolla el frente,
estrecho, del raspador; 1 sobre lámina larga y estrecha: los retoques laterales son
marginales, mediales-distales.

• 1 ojival de frente muy estrecho: en fragmento distal de lámina cortical cuya altera-
ción por fuego impide concretar, pero es lo más seguro, que la base se modificara
mediante cuidada truncadura (fot. 8.8).

• 1 raspador buril sobre fragmento medial distal de lasca laminar cortical y carenada.
El frente del raspador es ojival muy ladeado con retoques ligeramente escamosos
y otros más finos complementarios. El buril, normal, arranca desde el mismo frente
del raspador (fot. 9.4).

El grupo de los raspadores está constituído por 47 evidencias, mostrando una no-
table diversificación morfológica y técnica. Reune, a veces con pocos representantes,
todas las variantes normales de esta categoría: a modo de recordatorio indicamos que
el próximo lugar de Bardallo, con el doble de efectivos, aporta similar variabilidad tipoló-
gica. Cuatro modelos concentran la producción –el 70%–: los circulares, los laminares
con o sin retoques laterales, y los simples sobre lasca. Entre éstos es oportuno dife-
renciar aquellos con retoques laterales de los simples: los últimos son, en general, muy
similares a los circulares en dimensiones y formato, parecen variantes de lo mismo,
mientras que los que aportan retoques complementarios son mayores en sus dimen-
siones –tanto en longitud como en espesor–.

5
Foto 4. Raspadores simples de La Tejera.

6
Foto 5. Raspadores dobles y sobre lasca retocada.

7
Foto 6. Raspadores circulares, denticulados y en hombrera.

8
Foto 7. Raspadores con muescas laterales.

9
Foto 8. Raspadores laminares.

10
Foto 9. Raspadores laminares con retoques laterales, raspador buril y raspador sobre crista de roca.

11
60

50

40

30 Serie1

20

10

0
1 3 5 7 9 11 13 15 17 19 21 23 25 27 29 31 33

Figura 1. Curva de longitudes de los raspadores de La Tejera (referencia de abcisas en milímetros).

Tomamos las longitudes de la colección de La Tejera para su cotejo con la de los


raspadores de Bardallo, apreciando que (fig. 1): 5 están por debajo de los dos centí-
metros pudiendo clasificarse como microraspadores, resultando tener mas peso, por-
centualmente, aquí que en Bardallo; 16 miden entre 2 y 3 centímetros, siendo esta la
dimensión preferida de la colección; 5 alcanzan entre 3 y 4 centímetros, otros tantos
van entre 4 y 5, alcanzando el mayor los 5,5 centímetros.

Observando los caracteres tipométricos desde la propuesta de Bagolini resultan:


2 en soportes grandes, otros tantos normales, 20 pequeños y 6 micros. Estos valores
indican un menor tamaño de los raspadores de La Tejera respecto a los de Bardallo.

Hay un equilibrio notable entre soportes carenados y no (estos un poco por encima)
siendo significativo que: rara vez son espesos los simples sobre lasca o en lámina reto-
cada, y nunca ni el ojival ni los en hombrera o en hocico; por el contrario son carenados
los dos nucleiformes y el denticulado.

Por forma serán –siguiendo los protocolos de Bagolini– tres las láminas, por 4 las-
cas laminares y 23 lascas, estableciéndose de nuevo unas diferencias con Bardallo por
la importancia que adquiere el componente lascar. En general los valores que hemos
indicado para con los raspadores se ajustan bien a estaciones de cronología holocéni-
ca, separándose de las más antiguas.

Es habitual la presencia de raspadores con retoques laterales: 4 sobre lasca y 6


sobre láminas pero también en un raspador doble, en otro nucleiforme y en el raspador
buril. Por tanto en 13 ejemplares que representan un 30% del lote, característica que
habíamos anotado también en Bardallo: los retoques de acompañamiento siguen los
mismos modos que los del frente (finos y cuidados) y, salvo alguna excepción, son
directos. Recordemos el recuento de tres raspadores normales y otro en hocico con
muescas de acompañamiento.

12
El córtex está presente en ocho de los raspadores, afectando a menos de un tercio
de la cara superior en cinco de ellos, en uno a la mitad, en otro a los dos tercios y el
último a su casi totalidad –de hecho se trata de un útil que, por todo trabajo, despeja un
frente muy marginal–.

Otras particularidades propias de la categoría serán: la presencia: a) en tres ocasio-


nes de golpes burinantes en la base; b) de una muesca proximal que, pensamos, faci-
litaría el enmangue de la pieza; c) de un raspador en lámina cuya fractura, por flexión,
lleva retoques marginales –truncadura marginal parcial–, así como de otra pieza tam-
bién con posible truncadura basal y; d) la recreación muy particular de tres raspadores
sobre lascas con frentes laterales –partiendo del punto de impacto sus ejes normaliza-
dos no coinciden con el de la supuesta dirección de uso–.

En los casos en que ha podido analizar, son talones lisos 11, por 1 puntiforme y
otro filiforme. En nueve el punto de golpeo se preparó mediante pequeños facetados y
hemos contabilizado ocho que fueron eliminados: por tanto la relación de talones pre-
parados y no es de 6 a 4.

Por destacar algún raspador que se sale de la norma, consideramos oportuno re-
tener: aquel de grandes dimensiones (47,4 x 39,6 x 14,2), el que usa un sílex muy
específico por su coloración –tonos rosáceos–; y el fabricado en cristal de roca: cata-
logado entre los circulares es más espeso que los silíceos y ligeramente amorfo en su
perímetro.

1.a.2. Raederas:

Sumamos 42 que aportan el 15,4% de la información.

• 10 sobre láminas cortas y finas:


7 bilaterales, en general, estrechas: la primera sobre fragmento medial, directa uno
de los frentes e inverso y no bien estructurado el otro. El soporte, en sílex lechoso,
ha sido flexionado en un extremo y presenta fractura burinoide en el opuesto (fot.
10.3); otra en fragmento medial distal combinando también frente directo e inverso,
la intencionalidad de la fractura es aquí evidente al haber preparado en ella una
truncadura (fot. 10.6); la tercera repite el esquema directo / inverso de los frentes y
ambos filos muestran cornisa de flexión (fot. 10.9); la cuarta en fragmento proximal
medial algo más ancho, de nuevo fracturada por flexión. El frente es inverso en un
lado y directo en el otro acabado en una muesca (fot. 10.2); la quinta sobre frag-
mento distal medial de lámina es de mayor anchura y con ambos frentes directos
(si bien parcial el senestro): la fractura se modifica por retoques parciales que no
llegan a configurar una truncadura (fot. 10.10); la sexta en fragmento medial donde
los retoques tienden a lo abrupto en un frente siendo simples normales en el otro
(fot. 10.7); la última en soporte cortical completo siendo un frente parcial proximal
y el otro distal medial seguido de muesca inversa. (fot. 10.8).
3 marginales sobre fragmentos proximales mediales dos y medial-distal la tercera:
una de frente algo sinuoso al que se opone fina muesca. De nuevo se detecta un
golpe burinoide en la fractura (fot. 10.5); otra inversa corta parcial acompañada
de retoques tendentes a planos que reacondicionan la fractura distal (fot. 10.4); la
tercera de frente discontinuo y opuesta serie de retoques continuos que alteran en
filo que conserva huellas de un golpe burinoide dado desde la fractura medial (fot.
10.1).

13
• 9 sobre láminas largas, anchas o carenadas:
4 marginales en fragmentos mediales: en láminas anchas con retoques muy finos
y cuidados (fot. 11.6 y 3), complementados en una de ellas por retoques de uso
bifaciales sobre el frente opuesto y por truncadura parcial en una de sus fracturas
(fot. 11.9).
1 bilateral sobre larga lámina casi completa: el frente senestro, sinuoso, es inver-
so proximal medial y directo distal, mientras el diestro, inverso, combina retoques
finos con otros de tendencia plana (fot. 11.8).
1 bilateral sobre fragmento proximal medial de lámina muy ancha con retoques
tendentes a lo plano (fot. 11.2).
1 bilateral en lámina carenada con retoques campiñoide tendentes a lo abrupto en
sus filos.
1 bilateral en lasca laminar casi completa: el frente senestro normal y el diestro
de tendencia denticulada usan retoques escamosos. La fractura es tratada como
muesca parcial.
1 sobre lasca laminar irregular: el frente, cuidado a partir de retoques ligeramente
escamosos, es complementado con retoques marginales proximales en el opuesto
(fot. 11.5).

• 13 marginales sobre lascas:


2 transversales: una de tendencia denticulada sobre lasca irregular (fot. 12.3), la
otra normal.
8 parciales: dos corticales carenadas, otra en lasca irregular, la cuarta corta (fot.
12.2), la quinta de retoques marginales muy cuidados (fot. 12.4), la sexta distal (fot.
12.1) en lasca laminar y las dos últimas inversas –una en lasca laminar–.
1 inversa tendente a muesca en lasca corta.
1 muy marginal en soporte irreconstruible.
1 en lasca atípica y carenada de retoques alternantes.

• 3 en trozo:
1 lateral simple corta carenada.
2 inversas: una con los retoques tendentes a planos oponiéndosele retoques mar-
ginales distales –tal vez de uso– y muesca proximal; la otra parcial.

• 5 normales sobre lasca:


2 bilaterales (fot. 12.7): una sobre lasca laminar carenada y cortical: de frente se-
nestro denticulado y diestro rectilíneo: ambos deberían converger en su extremo
distal –roto– y quizá definirse como punta, si bien su morfología no es adecuada
para dicha función; la otra en lasca fracturada por flexión con ambos filos inversos
y retoques parciales en el extremo de la fractura.
1 de frente curvo y tendencia denticulada sobre lasca laminar carenada (fot. 13.3).
1 en lasca corta y frente convexo: tal vez pudiera comprenderse como raspador, te-
niendo en cuenta la cualidad de su parte activa y estar en consonancia con aquellos
raspadores “transversales” ya descritos (fot. 13.1).
1 en fragmento distal de gran lasca carenada: el frente, algo escamoso, es comple-
mentado con opuesta raedera parcial distal.

• 2 Raederas en avivado de núcleo:


1 parcial y marginal y poco estructurada en avivado laminar (fot. 13.4).
1 normal sobre avivado carenado del frente de lascado (fot. 13.2).

14
Con sus cuatro decenas de representantes las raederas alcanzan similar influencia
que los raspadores. Atendiendo a sus caracteres generales, soportes y peculiaridades
específicas nos ha parecido conveniente reunirlas en seis grupos, variables en cuanto
al número de sus unidades.

El primero lo conforman una serie de láminas cortas y finas donde claramente se


evidencia la búsqueda de unos determinados valores tipométricos: sus longitudes son
superadas por la mayoría de las demás raederas y sus anchuras se posicionan dentro
de un rango netamente menor –como puede observarse bien en la gráfica adjunta–. La
presencia en varios casos de truncaduras parciales en las fracturas –a veces anteriores
a los retoques que conforman las raederas– es indicio de este interés: en otros lo son
las cornisas resultantes de flexión de los soportes. Dentro de las truncaduras hay algún
ejemplar que, quizá, por módulos y caracteres de los retoques podrían haberse incluido
aquí (aunque hayamos priorizado la truncadura frente al trabajo de los filos, por su más
cuidada elaboración). Valoramos si algunos golpes burinoides se relacionan con la bús-
queda de concretos modelos formales y dimensionales. La cornisa de estas piezas es

Foto 10. Raederas laminares.

15
Foto 11. Raederas laminares.

16
Foto 12. Raederas sobre lascas.

17
Foto 13. Raederas sobre lasca y avivados de núcleos y perforadores.

18
Figura 2. Curva de longitudes de las raederas de La Tejera (referencia de abcisas en milímetros). En la serie
inferior se representan las raederas en soportes cortos, estrechos y finos; en la serie superior el resto de las
raederas, estacando en negro las laminares marginales.

producto de la flexión de láminas largas y finas: como indica García Gazólaz (1996),
para que ello fuera posible los soportes no deben superar los 0,4 cms. de espesor, lo
que concuerda bien con este grupo de La Tejera.

Otra carácter que define netamente a este grupo es la frecuencia de raederas bila-
terales: siete y una latero transversal, cuando entre las demás sólo hay un único caso
–en donde por sus retoques tendentes a lo plano y soporte se acerca al grupo de los
foliáceos–. Es común que mientras uno de los frentes sea directo el opuesto sea inver-
so –lo hemos anotado en cuatro casos, siendo la latero transversal inversa–. Con las
dificultades de encaje temporal de agregados de superficie donde se intuye más de un
estadio cultural, sea por los caracteres de los soportes, sea por los caracteres técnicos
descritos o sea por la presencia de algún retoque tendente a plano, aventuramos una
cronología avanzada para este conjunto. Como argumento de apoyo señalamos la au-
sencia de estas piezas en momentos mesolíticos o neolíticos antiguos de series estra-
tificadas (desgraciadamente no hay aún un buen corpus de objetos líticos Calcolíticos
y posteriores, en donde comprobar la presencia de estos utensilios).

El segundo grupo de raederas se conforma en láminas sensiblemente más largas y


anchas que el anterior, siendo la marginalidad de los retoques nota característica para
seis de ellas. Retenemos un nuevo caso de bilateralidad con la tendencia plana de sus
retoques, acercando a la pieza al mundo de los foliáceos.

El tercero de los grupos es heterogéneo en cuanto a valores métricos, pero pueden


aunarse, además de por exclusión de los dos anteriores por: sus soportes lascares,
sus espesores planos, la marginalidad de los retoques –para 11 de las unidades– y lo
corto de sus frentes –son casi siempre parciales de delineaciones variadas, rectilíneos,
sinuosos o cóncavos–.

19
Restan algunas raederas más, atípicas: por ser sus bases avivados de núcleos o
trozos –dominando los soportes carenados–, por estar deterioradas y apenas ser re-
construibles, o por tener los frentes denticulados.

Hay un contraste evidente entre las raederas y los raspadores de La Tejera aten-
diendo a valores tipométricos: en longitudes 19 raederas no alcanzan los 2 cms. –frente
a 5 raspadores; es similar el número de raederas y raspadores entre 2 y 3 centímetros
pero a partir de aquí son más numerosos los raspadores–. Atendiendo a los test de
Bagolini las diferencias entre ambas categorías se confirman: mayor utilización de lámi-
nas más lascas laminares –10 por 15 lascas– y preferencia por los soportes normales
–50%– ente las raederas (en los raspadores estos cómputos son 7 por 23 lascas y
6%).

Y bajo esta misma óptica las diferencias entre raederas de La Tejera y Bardallo son
muy evidentes: en el segundo sitio el 83% de las raederas superan los 3 centímetros
y 17% están por debajo de esta longitud –índices inversos a los de La Tejera–; y dos
tercios de su colección son soportes grandes o normales –por el 40% de La Tejera en
esa situación–. Las cualidades de una y otra colección siguen, respecto a las raederas,
pautas bien diferenciadas, como derivación, habrá que suponer, de la distancia crono-
lógica que las separa.

1.a.3 Perforadores

Son 18 los reconocidos, contribuyendo con un 6,6% a la colección retocada.

• 1 sobre lámina cresta carenada y muy curva: el ápice, robusto, se despeja me-
diante truncadura oblicua distal opuesta a amplia muesca de retoques alternantes
(fot. 13.8).

• 3 sobre lascas de retoques finos y ápices robustos:


2 en lascas cortas apuntadas, despejado el ápice mediante fina pero amplia mues-
ca opuesta, en un caso a filo con retoques alternantes marginales (fot. 13.5), y en
el otro a fractura natural (fot. 13.7).
1 sobre lasca corta apuntada con denticulados laterales convergentes en un ápice
que se adelgaza mediante retoques inversos (fot. 13.6).

• 7 sobre lasca con retoques campiñoides y ápices robustos:


3 en lascas cortas: normal una, y con ápice despejado mediante muesca amplia de
retoques campiñoides continuada por truncadura oblicua opuesta a golpe de buril,
que da paso a nueva muesca de modo campiñoide (fot. 14.2); cortical y carenada
otra con denticulado al modo campiñoide, y opuesto filo con retoques inversos
escamosos tendentes a planos (fot. 14.6); normal la tercera con ápice resuelto me-
diante oposición de denticulados inversos, amplios en su delineación y de modos
campiñoides. Algunos retoques inversos adelgazaron el ápice (fot. 14.4).
1 en lasca carenada estrecha con filos denticulados: el ápice está roto.
1 sobre lasca irregular plana, con ápice despejado mediante denticulado senes-
tro directo y diestro alternante –directo distal medial e inverso proximal, siempre
usando retoques al modo campiñoide. Especulamos que las dos muescas basales
–una directa de retoques marginales, la otra inversa, tuvieran como fin facilitar, en
su estrangulamiento, el instrumento (fot. 14.3).

20
1 sobre lasca irregular muy carenada despejando el ápice mediante denticulado
inverso opuesto a sendos golpes de buril (fot. 14.1).
1 sobre lasca ancha y carenada despejando el ápice mediante muesca transversal
–o quizá truncadura convexa– de retoques escamosos, opuesto a filo natural tra-
bajado mediante retoques simples muy marginales (fot. 14.5).

• 4 sobre láminas cortas:


1 en laminilla estrecha y corta con denticulado senestro continuado con truncadura
oblicua que se opone, para formalizar el ápice –roto– a nuevo denticulado (fot.
15.5).
1 lateral sobre lámina irregular fracturada por flexión, que despeja un ápice opo-
niendo a truncadura inversa muesca de retoques escamosos.
1 sobre lasca laminar habiéndose apuntado mediante frentes denticulados de reto-
ques semiabruptos directos (fot. 15.1).
1 sobre fragmento medial de fina y ancha lámina: de ápice fino logrado por opo-
sición de corta muesca inversa y truncadura –deteriorada–. Se complementa la
pieza con retoques muy marginales en ambos filos discutiendo su intencionalidad /
casualidad mediante uso. (fot. 15.2)

• 1 en lasca corta, que despeja el ápice mediante muesca semiabrupta continuada


por truncadura oblicua que se opone a filo natural –con retoques marginales–.

• 2 sobre soportes largos y anchos:


1 en fragmento longitudinal de lámina: la oposición de muesca inversa y truncadura
oblicua despeja un ápice robusto y corto. Retoques marginales en uno de los filos
(fot. 15.6).
1 lateral sobre fragmento medial distal de lasca laminar con ápice desarrollado
mediante fina muesca senestra y truncadura parcial distal (fot. 15.4).

Los perforadores se han distribuido en seis variantes atendiendo a la naturaleza de


sus soportes y modos de retoques: tal proceder nos informa de la heterogeneidad de la
presente categoría industrial, si bien hay unos tipos y normas que se repiten: por ejem-
plo cuatro piezas en soportes cortos, lascas o láminas, con muescas finas opuestas a
truncaduras, que desarrollan ápices normales.

Queremos destacar aquella pieza elaborada aprovechando la curvatura y morfolo-


gía natural de una lámina cresta, por contar con una pieza similar a describir entre las
muescas: ambas desarrollan ápices robustos pero a ésta le falta la truncadura bien de-
lineada de aquella. El uso de productos de avivado para el desarrollo de perforadores
ya había sido observado también en Bardallo.

Descontando éste, 11 de los perforadores usan soportes cortos, en general poco


estandarizados, mientras 6 prefieren bases normales o grandes –2–. Para ocho casos
el estilo del retoque, del ápice –y de la pieza desde el punto de vista morfotipométri-
co– se puede decir campiñoide. En el despeje de los ápices se siguen las siguientes
combinaciones: muesca opuesta a filo natural con retoques minimales –en un caso in-
versos– (3); muesca opuesta a truncadura (8, el sistema mayoritario); muesca opuesta
a denticulado inverso (1); denticulado opuesto a denticulado (5, en una pieza inversos);
y denticulado opuesto a truncadura (1). Debe contemplarse, como algo más que pura
anécdota, que prácticamente todas las muescas o denticulados opuestos a trunca-

21
Foto 14. Perforadores sobre lasca de ápices robustos.

22
Foto 15. Perforadores.

duras o filos naturales retocados sean senestras: sin duda algo querrá decir sobre la
funcionalidad de los instrumentos o la maniobrabilidad de quien los usa (o sobre ambas
cosas). Un tercio de los perforadores son laterales y dos llevan en el ápice retoques
inversos para dotarlos de la forma que precisaban.

La colección de perforadores no sólo es más numerosa y variada en La Tejera que


en Bardallo, también se diferencian por sus tipometrías: en La Tejera son, según Bago-
lini, 4 normales, 7 pequeñas y 3 micro –no hay soportes grandes–; por forma láminas
3, lascas laminares 5 y lascas 6.

1.a.4 Truncaduras y Bitruncaduras (no geométricas).

Las 13 truncaduras acumulan el 4,8% del catálogo y sumamos 2 bitruncaduras (0,7%).

• 10 sobre láminas:
3 en láminas completas: una estrecha de truncadura fina y rectilínea; otra cortical
de truncadura ligeramente convexa; la última en soporte corto con frente marginal
y oblicuo.
1 en fragmento medial: truncadura muy fina que se acompaña de otros retoques,
también muy finos. El soporte es un sílex lechoso sobre en el que, con frecuencia,
se elaboran raederas marginales: tal vez sea el sentido de la pieza aunque haya-
mos priorizado el papel de la truncadura.
3 sobre fragmentos proximal-mediales: 1 de truncadura muy fina; 1 parcial rectilínea
y con algunas huellas de uso en ambos filos; 1 de base ancha con truncadura algo
escamosa complementada con retoques laterales sobre el filo diestro. Dudamos,

23
por el estado de la pieza, si debe describirse como buril una fractura que arranca
desde la truncadura.
3 sobre fragmentos medial-distales: la primera de truncadura recta y opuesto golpe
burinoide; la segunda, en soporte ancho fracturado por flexión, recta, algo irregular
y de retoques ligeramente escamosos. Sobre el extremo opuesto se ubican breves
retoques –¿corta truncadura?– así como un golpe burinoide–; la tercera convexa
con algunos retoques marginales de tendencia denticulada –¿tal vez de uso?– en
ambos filos.

• 1 atípica sobre lasca irregular ancha, ligeramente oblicua con retoques muy pro-
fundos, acompañada por muesca senestra distal. Aunque esta combinación define
a varios perforadores de la colección no parece que lo es en este caso al no despe-
jarse claramente un ápice.

• 1 sobre lasca laminar carenada: es recta y se acompaña de retoques laterales


directos tendentes a lo abrupto en uno de sus filos.

• 1 sobre lasca irregular y carenada: fina y recta complementándose con retoques


parciales, inversos y proximales.

• 2 bitruncaduras en fragmentos mediales de láminas (fot. 24.8 y 9).

En el conjunto hay, claramente, dos estilos diferenciados: las piezas laminares y las
ejecutadas sobre lasca o lasca laminares. Èstas son atípicas y de frentes anchos en
dos casos, y en soporte irregular con acompañamiento de denticulados en otro. Entre
la laminares hay notables discrepancias en tamaños: tres responden al modelo esterio-
tipado de sílex blanquecinos soportes menores a los dos centímetros de longitud que
añaden retoques laterales a alguno de sus filos. No son, entonces, muy distantes a
las raederas marginales de corto talle ni a las dos bitruncaduras. En total son 8 –ó 9 si
contabilizamos unas huellas de uso– las truncaduras con retoques complementarios.

1.a.5 Dorsos

Los 27, apuntados o no, contribuyen con el 9,9% al catálogo.

• 2 en fragmentos mediales de laminitas de dorsos rectilíneos (fot. 16.1 y 2).

• 8 microlíticas (fot. 16.3 a 9 y 14):


1 fragmento de dorso rectilíneo.
3 de dorsos convexos (fot. 16.9 y 14), uno, el mayor, fracturado en su base.
1 rectilíneo pero filo opuesto muy curvado.
1 muy fino de dorso rectilíneo.
1 de doble dorso: uno rectilíneo de retoques profundos, el otro muy arqueado.
1 sobre laminita cortical de dorso rectilíneo –algo sinuoso– con truncadura convexa
proximal y ligeros retoques proximales en el filo opuesto al dorso.

• 5 dorsos en fragmentos mediales de láminas cortos y anchos:


1 rectilíneo de retoques muy finos: el soporte, sílex lechoso, roto por flexión (fot.
16.15).
2 dobles rectilíneos: retoques finos –inverso uno directo el otro– en uno de los
ejemplares (fot. 16.14) normal y fino en el segundo (fot. 16.11).

24
Foto 16. Dorsos microlíticos y truncaduras.

25
Foto 17. Dorsos.

26
1 truncado en corto fragmento: el filo opuesto al dorso con retoques tendentes a
planos (fot. 16.13).
1 normal (fot. 16.12).

Todas éstas piezas, menos la última, siguen un esquema similar en cuanto a tamaño
(voluntariedad en la longitud de los fragmentos), espesor y tratamiento de los filos. La
última es algo más espesa y el retoque más profundo (¿fragmento de una punta?).

• 7 puntas de dorso sobre laminitas normales:


4 de dorso rectilíneo: una con dorso espeso bipolar y retoques complementarios in-
versos mediales distales en el filo opuesto: su base se reacondicionó con retoques
inversos tendentes a planos (fot. 17.1); tres fracturadas en sus ápices, dos también
bipolares y dos con algunos retoques de uso opuestos (fot. 17.3, 4 y 5).
1 de dorso arqueado y base truncada (fot. 17.7).
1 en soporte largo, estrecho y muy agudo, ofreciendo una acusada esbeltez (fot.
17.2).
1 parcial secante y estrecha: el dorso es medial-distal (fot. 17.6).

• 3 láminas de dorso sobre laminitas normales:


1 rectilínea y espesa con retoques simples marginales continuos en el filo opuesto
(fot. 18.1).
1 de dorso ligeramente anguloso y espeso: presenta varios golpes burinoides (fot.
18.2).
1 de doble dorso en soporte ancho: dorsos finos y convexos. En el extremo basal,
fracturado, sendas muescas debieron facilitar el enmangue (fot. 17.8).

El conjunto es morfodimensionalmente bastante homogéneo: por sus filos retoca-


dos, más espesos y menos cuidados se separan de los dorsos anteriores.

• 1 fragmento proximal de lámina ancha que muestra el arranque de un dorso con-


vexo y espeso.

• 1 abrupto indiferenciado sobre lasca corta e irregular con dorso inverso angular.

El pequeño tamaño de bastantes de los dorsos es síntoma de unas prospecciones


cuidadas que han permitido salvaguardar un yacimiento que, de otra manera, hubiera
desaparecido. Por sus características generales las hemos reunido en siete grupos,
según sean productos completos, fragmentados, microlíticos o normales. Así pueden
decirse microlíticos 15 de los productos –sobre laminillas, sean puntas o fragmentos
mediales de formato intencionado– y normales otros 11 –dejamos al margen el abrupto
indiferenciado–.

Como puede comprobarse en la figura adjunta de los completos cuatro no alcanzan


los dos centímetros de longitud, y otros tantos los tres. Este pequeño tamaño se agu-
diza si consideramos como completos los fragmentos mediales que, a nuestro parecer,
buscan unas dimensiones precisas –no son roturas accidentales–. Hay alguna excep-
ción en el conjunto: por ejemplo desentona la pieza de la figura (260): punta alargada
–4 centímetros–, pero estrecha –6 milímetros– sobre lámina ligeramente curvada don-
de se ha apuntado el extremo proximal –el distal ya lo estaba de forma natural–.

27
Figura 3. Curva de longitudes de los dorsos (referencia de abcisas en milímetros). En la serie inferior se
representan los casos de La Tejera en la superior los de Bardallo.

En el conjunto dominan claramente los dorsos rectilíneos frente a los arqueados


(19 por 7 una vez desglosados los dobles). En pocos casos los dorsos se acompañan
de retoques complementarios (en dos puntas y una lámina no microlíticas) habiendo
observado también: una truncadura basal y otra medial en piezas microlíticas, una ter-
cera truncadura en punta de tamaño normal, y un caso de punta con retoques inversos
tendentes a planos en la base.

Por lo que sabemos al día de hoy, en el marco espacial de La Tejera (la comarca rio-
jana y las tierras centrales de Álava) son significativos los conjuntos mesolíticos finales
y neolíticos con abundancia de dorsos: suelen caracterizarse por su variabilidad formal
y dimensiones microlíticas. Sus parámetros generales y dimensionales se ajustan bas-
tante bien a lo que hemos visto en la producción de La Tejera, recordando que en éste
y en aquellos es normal la presencia de algunos geométricos. Contrariamente su cotejo
tipométrico con Bardallo ofrece significativas diferencias: dimensiones más cortas, es-
trechas y delgadas en el yacimiento que tratamos, y, contrariamente menos casos de
dorsos dobles. La colección se caracteriza, además, por la presencia de fragmentos
mediales de láminas anchas con dorsos marginales, desconocidas en Bardallo.

Por tanto, del conjunto pudiera decirse que: a) las puntas alargadas quizá fueran de
una cronología antigua –¿paleolítica?–; b) las puntitas microlíticas nos acerca, como
más probable, al mundo del mesolítico geométrico; c) los dorsos marginales en frag-
mentos mediales pertenecerían a momentos más avanzados, ¿del Neolítico final o
Calcolítico?

1.a.6 Geométricos

Los 7 recuperados sólo significan un 2,6% del catálogo:

28
Foto 18. Dorsos y geométricos.

29
• 2 trapecios de retoques abruptos: 1 simétrico de lados rectos; 1 asímetrico de lado
inferior cóncavo (fot. 18.4 y 9).

• 1 trapecio rectángulo sobre lámina ancha –algo deteriorado–: la base usó el reto-
que abrupto mientras el frente opuesto se elabora con doble bisel. Finos retoques
abruptos recorren su filo diestro (fot. 18.3).

• 2 segmentos: 1 de retoque abrupto y cuerda ligeramente angulosa; 1 normal con


retoques en doble bisel (fot. 18.6 y 8).

• 1 trapecio rectángulo grande que, quizá, pueda asimilarse a las puntas o trape-
cio de vielle (fot. 18.5): con cierta frecuencia estas armaduras adelgazan la base
mediante retoques planos (Merino 1980, 271) pero en nuestro caso son abruptos.
Por dimensiones y base material se emparenta con los microlitos dolménicos. De
aceptar su acercamiento al modelo Vielle nos ofrece una conexión nordpirenaica
–donde son habituales en el tardenoisiense– si bien encontraremos un paralelo más
cercano geográficamente con una pieza de Regajo de los Yesos (Cava 1988).

• 1 triángulo isósceles sobre lámina con fractura voluntaria: presenta truncadura


oblicua lateral bien conformada y base de la que arrancan unos retoques planos.
Es un modelo de geométrico no reconocido en el territorio para el que, de nuevo,
encontramos algunas similitudes con prototipos franceses (por ejemplo con la punta
de martinet) (fot. 18.7).

De los siete geométricos rescatados cuatro son de concepción muy clásica, y si los
utilizamos como elementos de diagnosis cultural denuncian, dos a dos, estancias, al
parecer cortas, mesolítica geométrica (los trapecios) y neolítica (los segmentos). De los
otros tres el modelo vielle y el trapecio rectángulo que usa el doble bisel nos remiten
también al neolítico, mientras que el triángulo isósceles puede asumirse para el mismo
periodo o el anterior Mesolítico. Esta última pieza de La Tejera se acerca a las puntas
de martinet –a su vez asimiladas a las “pointes bâtardes de Lacam et Niederlender–:
microlito ancho con truncadura normalmente izquierda, fabricada con técnica de micro-
buril y reducción de la base mediante retoques bifaciales –en nuestro caso unifacial–.
El prototiplo se han reconocido en el ciclo Roucadourien/Tardenoisien (Pre-Roucadou-
rien I, II, Roucadourien, aquí, precisamente, junto a trapecios Vielle y segmentos de
Betey/Tardeoisien I a III siendo abundantes en II) (Roussot-Larroque 1977 y 1987).

1.a.7 Muescas y denticulados

Representada por 52 elementos, 19,1% del catálogo, con un desequilibrio de 2


muescas por denticulado.

• 13 muescas sobre láminas (fot. 19 y 20.1 a 4):


6 sobre fragmentos mediales: 1 inversa y amplia, de retoques finos y complemen-
tada con opuesta muesca marginal; 2 inversas y marginales, con retoques de uso
en el filo opuesto en una; 2 finas y directas; 1 sobre fragmento de laminilla estre-
cha: las muesca es fina e inversa.
5 sobre fragmentos proximales mediales: tres marginales directas acompañada
por parciales retoques laterales en un caso, de uso sobre ambos filos en la otra y
marginales directos en un filo e inversos en el otro en la última: dos de los sopor-

30
Foto 19. Muescas sobre láminas.

31
tes están partidos por flexión; 1 con dos muescas marginales inversas en el filo
senestro y otra más, también inversa, en el diestro; 1 sobre soporte ancho y largo,
amplia e inversa.
2 dobles: una sobre fragmento proximal: inversa y directa la senestra, prolongada
con retoques sobre el filo la diestra. Llama la atención que ambas se inician sobre
la propia rotura del soporte, que, en lógica, es anterior (¿voluntaria?); la otra sobre
fragmento medial de soporte estrecho: es muy llamativo que sus fracturas estén
reacondicionadas mediante golpes burinoides y truncaduras parciales. Una mues-
ca es inversa continuada por retoques simples directos, la opuesta más amplia y
directa. Esta pieza y la anterior son convergentes en conjunción de muesca directa
e inversa más retoques complementarios.

• 3 denticulados sobre láminas:


1 sobre fragmento medial: de retoques finos e irregulares y con opuesta muesca
inversa.
2 en láminas cortas: una con doble denticulado, el senestro confeccionado me-
diante muesca inversa proximal y directa medial, y el derecho mediante sendas
muescas inversas. Una muesca marginal transversal distal completa la pieza; en la
segunda el denticulado es senestro y se le opone una muesca también inversa así
como otra más transversal, repitiendo el esquema de la anterior.

Las 16 piezas descritas se caracterizan por la estandarización de los soportes, el


uso de sílex lechosos y/o granos finos, la delicadeza, como norma, de las muescas, su
escasa amplitud y la frecuencia de productos inversos. Todo ello contribuye a dar una
sensación de conjunto, de identidad buscada para el lote.

• 5 finas muescas en soportes laminares:


1 doble sobre pequeño fragmento de laminita curvada: directa una, inversa la otra,
fina ambas (fot. 20.12).
1 sobre laminita cortical: inversa fina y distal (fot. 20.8).
1 sobre fragmento medial distal de lasca laminar: la muesca es marginal distal, y
presenta finísimos retoques complementarios en el filo opuesto (fot. 20.7).
1 sobre lámina larga y apuntada: la muesca es distal, directa y amplia, y se le
oponen unos muy marginales retoques inversos que, junto con la propia muesca,
pudiera pensarse sirviera para despejar el ápice de un perforador. No lo podemos
asegurar (fot. 20.5); similar problema nos plantea una pequeña muesca distal so-
bre corta lasca laminar, dado que se opone a un filo oblicuo con posible negativos
de golpeos (fot. 20.9).

• 3 finos denticulados en soportes laminares:


1 sobre fragmento distal medial de lámina larga y ancha: se desarrolla a todo lo
largo del filo mediante retoques profundos, y le son opuestos retoques marginales
o de uso (fot. 20.6).
1 inverso sobre fragmento distal de lámina: los retoques son profundos tanto en el
denticulado como en el opuesto frente de raedera (fot. 20.10).
1 doble sobre pequeña lámina: ambos frentes se realizan a partir de retoques finos
pero escamosos (fot. 20.11). Añade una fina truncadura transversal distal interrum-
pida por una fractura burinoide: esta característica acerca la pieza a la inventariada
con el número 228, clasificada como perforador por notar en esa –no puede ase-
gurarse aquí– un ápice despejado.

32
Foto 20. Muescas y denticulados laminares.

33
Foto 21. Muescas sobre trozos.

34
• 2 denticulados sobre lasca:
1 en cuarcita de frente inverso y uso de retoques cercanos al estilo campiñoide.
1 inverso de retoques finos aunque escamosos oponiéndose una muesca amplia
también inversa.

Los últimos diez elementos se aproximan morfotécnicamente al primer grupo, pero


sin llegar a alcanzar la misma homogeneidad.

• 4 muescas sobre trozos:


1 inversa y muy amplia de retoques al modo campiñoide (fot. 21.4).
3 carenadas –al menos uno posible avivado de núcleo notable por su forma cúbi-
ca–: dos inversas amplias al modo campiñoide. (fot. 21.3 y 2), la tercera de frente
menos marcado pero con similar modo de retoque (fot. 21.1).

• 2 denticulados sobre trozo –ambos carenados–:


1 senestro de filo irregular y retoques escamosos: es llamativa la pátina amarillenta
del instrumento (fot. 22.1).
1 al modo campiñoide en su amplitud, sinuosidad y esquirlado, la pieza, rota distal-
mente, pudiera buscar el despeje de un ápice de perforador (fot. 22.2).

• 6 denticulados sobre lascas:


3 al modo campiñoide (fot. 23.1 y 2): con amplios retoques directos escamosos,
siendo dos de los soportes corticales y carenado el otro, con retoques basales in-
versos quizá para entallar la zona de enmangue.
3 normales: uno sobre lasca ancha: inverso y amplio con parciales retoques com-
plementarios en el filo opuesto (fot. 22.5); otro en soporte irregular con denticulado
transversal inverso irregular y otro alternante diestro (muescas inversas distales y
directa y amplia la medial) (fot. 22.4); en lasca corta e irregular medial distal opues-
to a muesca medial inversa (fot. 22.3).

• 9 muescas sobre lascas:


1 al modo campiñoide: sobre lasca transversal amplia muesca proximal enfrentada
a otra parcial fina y distal (fot. 23.5).
3 normales sobre soportes carenados: una en lasca irregular con doble muesca,
directa la senestra distal, e inversa la diestra (fot. 23.7); otra en lasca normal es
corta y fina (fot. 23.4); la última sobre cuarcita sobrepasada, la muesca es amplia
de retoques finos (fot. 23.6).
2 normales sobre fragmentos de lasca: uno proximal en pequeña lasca con corta y
fina muesca; el otro medial de muesca marginal.
3 sobre soportes cortos irregulares: dos son cortas y finas (fot. 24.1 y 2); la tercera
más amplia y escamosa.

• 2 denticulados sobre avivado:


1 sobre grueso fragmento distal en sílex lechoso: los retoques son finos y bifacia-
les.
1 sobre pequeño fragmento medial ejecutado mediante finos retoques.

35
Foto 22. Denticulados sobre trozos y lascas.

36
Foto 23. Muescas sobre lascas.

37
Foto 24. Muescas sobre lascas y avivados, varios y dos bitruncaduras.

38
• 3 muescas en láminas de avivado:
1 doble en soporte largo con muescas independientes sobre su filo senestro (fot.
24.3); otra carenada, amplia y escamosa al modo campiñoide complementada con
truncadura oblicua (fot. 24.4); la última corta y escamosa de retoques tendentes a
lo abrupto (fot. 24.5).

La categoría de muescas y denticulados ofrece una importante versatilidad en cuan-


to a: variedad de soportes –láminas, lascas, avivados, trozos–; delineación de los filos
–muescas, denticulados, marginales, profundas…–; tamaños –largas, cortas, carena-
das, planas–. Es así difícil ofrecer una rápida visión de conjunto, siendo necesario su
parcelación en diversos grupos.

El primero lo constituyen la serie de láminas cortas, o fragmentos cortos de láminas


en lo que entendemos como una búsqueda de estandarización métrica sobre un tipo
de sílex, lechoso y de grano fino, menos frecuente en otros modelos de muescas y
denticulados. De las trece que mejor se adaptan al modelo cuatro son muescas do-
bles –en filos opuestos– y todas usan retoques finos y cuidados: en cinco casos son
inversas, tres con finos retoques complementarios –reales o de uso–, y al menos una
dispone de truncadura y golpes burinoides –en un modelo que ya conocíamos entre
las truncaduras–. Le es afín algunas piezas encajadas entre las raederas y las trunca-
duras. Deben estar inspiradas en la misma idea a) tres láminas con finos denticulados
que, de nuevo, usan bases materiales de grano fino, y fueron trabajadas con cuidados
retoques, e, incluso b) ocho láminas con muescas –a veces inversas y dobles– si bien
carecen de la estandarización métrica antes descrita, y, marcando la distancia, pueden
recurrir a retoques escamosos o sílex algo diferente. En total, prácticamente la mitad
de la categoría.

Otras usan soportes atípicos, así: cuatro muescas y dos denticulados en trozos y
tres muescas y tres denticulados en avivados de núcleo. Los trozos son siempre care-
nados y emplean retoques campiñoides con frecuencia inversos. Hay otros ejemplares
en lasca que por su tratamiento se aproximan al estilo: tres denticulados y una mues-
ca.

Si nuevamente cotejamos La Tejera con Bardallo observaremos sensibles diferen-


cias entre ambos lugares respecto a ésta categoría industrial, señalando que en ambos
la heterogeneidad es lo común. El componente laminar es mucho más acusado en La
Tejera derivando así un aspecto general más liviano: siete piezas de esta categoría
son, en Bardallo que cuenta con bastantes menos ejemplares, de mayor longitud; o
contrariamente 12 de los productos de La Tejera serán menos espesas. El estilo de
talla campiñoide, presente en los dos lugares, está más arraigado en Bardallo, dado
que La Tejera cuenta con un número muy significativo de utensilios que prefieren los
retoques finos, cuidados y directos para los frentes amuescados o denticulados.

1.a.8 Puntas de flecha de retoque plano

Contamos con 39, que alcanzan el 14,33% del inventario.

• 5 de pedúnculo y aletas, presentando todas algún tipo de fractura:


3 de retoque bifacial cubriente: una (fig. 4.1) reavivada tras la fractura de una de sus
aletas; dos (fig. 4.2 y 5) con pedúnculo corto y aletas agudas que en un caso –549–

39
Figura 4. Puntas foliáceas: 5 de pedúnculo y aletas (307, 539, 550, 323 y 549); 6 de pedúnculo y hombreras
(301, 320, 1273, 309, 306 y 321); 3 con aletas incipientes (317, 302 y 305); 3 de pedúnculo simple (315, 318
y 1274); 1 bifacial de base simple (314); 2 bifaciales con base convexa (300 y 304).

40
alcanzan la base obteniendo así una isometría en longitud y anchura; otra (fig. 4.4),
muy alterada por el fuego, de pedúnculo corto y muy estrecho con una sola aleta
cóncava (la forma es intencionada posiblemente tras un proceso de reavivado de
una fractura anterior).
1 (fig. 4.3) con retoques cubrientes en una cara pero sólo en punta y base en la
otra: su reconstrucción nos da las mismas dimensiones que la anterior.

• 6 de pedúnculo y hombreras:
4 con pedúnculo corto y ancho, destacado mediante profundas muescas que ofre-
cen hombreras horizontales/obtusas (fig. 4.6), cóncavas (fig. 4.9 y 10) u obtusas
(fig. 4.8).
1 son fragmentos proximal-medial (fig. 4.7), una con retoque cubriente algo esca-
moso, hombreras obtusas y base puntiforme.
1 (fig. 4.11) presenta sendas fracturas paralelas y mediales que eliminan las hom-
breras, conservando un pedúnculo de base recta: usa retoques escamosos en una
de las caras.

• 3 con aletas incipientes:


1 (fig. 4.12) presenta retoque cubriente cara dorsal e invasor ventral: el pedúnculo
guarda la anchura del cuerpo y delimita aletas incipientes.
1 (fig. 4.13) de retoques invasores tendentes a cubrientes en la cara superior pero
más marginales en la inferior.
1 (fig. 4.14) de tipo losángico, con retoque cubriente bifacial excepto en un área de
reserva, con minúsculos apéndices (no verdaderas aletas).

• 4 con pedúnculo simple:


1 (fig. 4.16) es fragmento proximal medial de retoques bifaciales profundos e inva-
sores, con pedúnculo despejado estrechando los filos.
1 bifacial, invasor en una cara cubriente en la otra, (fig. 4.15) deja sin retocar su
pedúnculo, ancho y con mínima truncadura basal.
1 (322), cubriente bifacial en la parte medial distal, despeja un pedúnculo no reto-
cado gracias a dos muescas opuestas.
1 (fig. 4.17) es de pedúnculo simple, robusto y espeso, y retoques bifaciales cu-
brientes.

• 1 bifacial (fig. 4.18) de base simple (es posible que la fractura en lengüeta de
la base haya eliminado una terminación quizá más apuntada o redondeada) con
retoques invasores –tendentes a abruptos en algunos sectores de los filos de la
cara dorsal–. Sin despeje del pedúnculo pero con estrechamiento y adelgazamiento
proximal aún conservando el talón original.

• 3 bifaciales con base convexa o redondeada:


2 (fig. 4.19 y 20) muy similares por sus retoques cubrientes y base redondeada.
1 de tendencia ojival, deteriorada por acción térmica, de retoques cubrientes en
una cara e invasores en la otra, filos irregulares y talón ablacionado, entallándose
ligeramente el tercio inferior mediante muesca.

41
Figura 5. Puntas foliáceas: 3 foliformes y estrechas (259, 552 y 551); 7 fragmentos de puntas foliáceas (311,
308, 313, 312, 316, 319 y 310); 1 foliácea de base cóncava (303); 6 “preformas” de foliáceas (540, 541, 545,
538, 547, 1275).

42
• 3 foliformes y estrechas:
1 (fig. 5.1), fragmento proximal medial, de base simple (en origen probablemente
apuntada pero alterada tras fractura) con retoque invasor dorsal y en el filo senes-
tro de la ventral.
1 (fig. 5.3) de retoques bifaciales cubrientes los superiores y cubrientes en punta y
base los inferiores.
1 (fig. 5.2) se configura a partir de retoques planos cubrientes superiores y parcia-
les en la base los inferiores: agudiza la punta con muescas distales.

• 7 fragmentos de puntas de retoques planos: 3 mediales, uno (fig. 5.5) con retoque
cubriente dorsal y en la parte más distal de la ventral –en el resto invasores–, otro
(fig. 5.4) de retoque cubriente dorsal e invasor ventral, con fracturas distal y proximal
(originalmente tal vez con pedúnculo y aletas u hombreras), el tercero (fig. 5.6) de
profundos retoques invasores (casi cubrientes) y ligeramente escamosos en ambas
caras; 4 medial-distales, uno (fig. 5.7) de retoques invasores en ambas caras, otro
(fig. 5.8) de cara plana con retoques invasores en el filo senestro y marginales en el
diestro, el tercero (fig. 5.9) de retoque invasor dorsal –marginal en el filo senestro– y
ventral; finalmente el cuarto (fig. 5.10) con retoques planos invasores en ambas
caras, y fractura transversal proximal.

• 1 de base cóncava, (fig. 5.11) retoque bifacial cubriente, truncadura proximal y filos
aserrados.

• 6 preformas/subformas de puntas de retoque plano:


1 (fig. 5.12) de morfología triangular, espesa y de retoques invasores profundos,
que configuran una pieza robusta y de dimensiones considerables como para ser
una punta de proyectil.
1 (fig. 5.13) de cuerpo triangular con retoque bifacial cubriente: no hay signos de
aletas y el arranque del pedúnculo muestra rotura reacondicionada mediante lige-
ros retoques.
1 (fig. 5.15): quizá fuera el desecho de un pieza fallida pues parece intentó despe-
jarse un pedúnculo; lasca de lados abiertos y filo transversal.
1 (fig. 5.17) de retoque cubriente en una cara e invasor en la otra, parece, de nue-
vo, una pieza inacabada ya que insinúa una morfología triangular apuntada pero
sin un cuerpo y una base bien definidas como en la mayoría de las puntas estu-
diadas; lo mismo ocurre con otra de estas pseudopuntas foliáceas (fig. 5.14) con
retoques planos bifaciales invasores sobre todos los contornos de la pieza donde
la morfología no está clara y se hace difícil su clasificación.
Finalmente, otra (fig. 5.16) con retoques bifaciales cubrientes en una cara e in-
vasores en la otra, conserva el pedúnculo central –destacado mediante sendas
muescas– y el cuerpo –oval– sin apuntamiento distal.

Este último grupo presenta unas formas foliáceas que no definen una morfología
nítida de punta de flecha, de ahí que se hayan interpretado como esbozos o preformas
(incluso formas derivadas de un trabajo poco diestro) de posibles productos configu-
rados mediante el retoque plano. Además, como ocurre con otras piezas, este tipo de
elementos deberían asociarse con armas más grandes que flechas debido a su tama-
ño, espesor y peso; ¿quizá correspondan a elementos tipo jabalina?.

43
Con el objeto de complementar la descripción tipológica de este grupo tan variopin-
to de puntas de retoque plano (habiéndose seguido fudamentalmente los criterios de
Laplace y la posterior aportación de base analítica de Bagolini), hemos recurrido a su
correlación con la clasificación propuesta recientemente por Juan Cabanilles (2008)
obteniéndose los siguientes resultados:

- Para las 5 puntas de pedúnculo y aletas: dos de ellas corresponderían al tipo


PF37; otras dos al tipo PF46; y la última al tipo PF36.
- Con respecto a las 6 puntas de pedúnculo y hombreras: dos de ellas correspon-
den al tipo PF24; otras dos al tipo PF27; una al tipo PF26; y la última al tipo PF23.
- Para las tres puntas con aletas incipientes: una se correlaciona con el tipo PF20;
otra con el tipo PF19; y finalmente otra con el tipo PF14.
- Las cuatro puntas de pedúnculo simple presentan las siguientes correlaciones:
dos de ellas (315 y 1274) pueden asociarse al tipo PF12, aunque la segunda pue-
de también ser vista como una de esos esbozos de foliáceos que Juan Cabanilles
denomina EF2; la tercera correspondería al tipo PF9.
- La única punta bifacial de base simple tiene una difícil correlación con la tipología
de Juan Cabanilles, aunque quizá podría asociarse al grupo PF7.
- Para las dos puntas bifaciales de base redondeada: ambas tienen su correlación
con el tipo PF7, esta vez de forma más evidente que la anterior punta de base
simple.
- Dos de las tres puntas foliáceas estrechas encajarían bien dentro del grupo PF6 y
la otra con el tipo PF8.
- Así mismo, los siete fragmentos de puntas foliáceas (en su mayoría mediales o
medial distales) tienen podrían asociarse al grupo PF47.
- La punta foliácea con base cóncava podría insertarse en el grupo PF15.
- Finalmente, ha sido la clasificación tipológica de Juan Cabanilles la que nos ha lle-
vado a proponer como “preformas” de puntas foliáceas a esos seis elementos de
morfología más tosca; solamente una podría asociarse (aunque no sin reservas)
al tipo PF12, igual que ocurría con la pieza 1274 ya que son dos piezas poco finas
que parecen destacar un pedúnculo pero no de forma clara. Del resto, dos podrían
correlacionarse con el tipo EF2 y otras dos con el grupo EF7.

La tabla siguiente enumera las puntas de flecha de retoque plano de La Tejera se-
gún la clasificación de Bagolini (1970) cuando pueden ser correctamente clasificadas,
y su cotejo con las de Juan Cabanilles.

Para comprender mejor la colección de puntas de flecha de retoque plano de La


Tejera, nos ha parecido oportuno su cotejo con las descritas en yacimientos que le
son próximos: las referencias sustanciales derivan de los enterramientos de San Juan
ante Portam Latinam (Vegas 2007), Las Yurdinas (Fernández Eraso 2003), y dólmenes
de la estación de La Rioja alavesa (Cava 2004). Aunque no se haga siempre explícita
mención, se han buscado piezas similares en los campamentos de habitación de Peña
Larga (Fernández Eraso 1977) y Los Husos (Apellániz 1974), así como en el hipogeo
de Longar (si bien no se traen a colación por ausencia de buenas descripciones). Tam-
bién se analizan algunas particularidades dimensionales para el conjunto de los sitios
citados. Registramos entonces los paralelos más evidentes:

44
Las puntas de retoque plano de La Tejera según la clasificación de Juan Cabanilles
Sigla Tipo Nº
PF37 Punta de pedúnculo corto y aletas agudas desarrolladas 2
PF36 Punta de pedúnculo normal y aletas agudas desarrolladas 1
PF46 Punta asimétrica con aleta aguda 2
PF24 Punta de pedúnculo y aletas rectas 2
PF26 Punta de pedúnculo corto y aletas obtusas [de lados rectilíneos] 1
PF27 Punta de pedúnculo y aletas obtusas de lados cóncavos 2
PF23 Fragmento de punta con apéndices laterales 1
PF20 Punta rombo-ojival con apéndices laterales 1
PF19 Punta foliácea con apéndices laterales 1
PF14 Punta rombo-ojival de base estrechada 1
PF12 Punta foliforme con pedúnculo o base estrechada 2
PF9 Punta romboidal de base ensanchada 1
PF7 Punta foliforme de base redondeada 3
PF8 Fragmento de punta foliforme 1
PF6 Punta foliácea asimétrica de base apuntada 2
PF47 Fragmento de punta de flecha 7
PF15 Punta triangular de base cóncava o de aletas 1
EF7 Pequeña pieza bifacial con rasgo morfológico insinuado 2
EF2 Gran pieza foliácea de retoque bifacial 2
Las puntas de retoque plano de La Tejera según la clasificación de Bagolini
Sigla Tipo Nº
F1A Pedúnculo y aletas 5
F1B Pedúnculo y hombreras 7
F1C Pedúnculo simple 7
F2A Base cóncava 1
F2B Base simple 1
F2C Base convexa 3
F3B Aletas incipientes 6
Tabla 1. Clasificación de las puntas foliáceas según Juan Cabanilles y Bagolini.

L.T. 301: similar, aunque de pedúnculo algo más ancho, hay en Las Yurdinas II
(lám.1, 3(1)) así como en Los Husos I (fig. 8), San Juan ante Portam Latinam (fig. 4, 651)
–de pedúnculo más ancho y hombreras poco desarrolladas– y en El Sotillo (fig. 24, 2).

L.T. 305: su aspecto losángico y minúsculos apéndices encuentra resemblanzas en


tres de San Juan Ante Portam Latinam (fig. 5, 676; 13, 665 y 673) y una de Peña Larga
(fig. 28): todas usan los retoques cubrientes en una cara e invasores en la otra.

(1) Damos la referencia del dibujo o foto de cada pieza tomada de la biliografía citada en el párrafo anterior.

45
L.T. 300 y 304: hasta 11 similares registra San Juan ante Portam Latinam (fig. 3 529,
504, 607, 511 –las dos últimas algo más estrechas y alargadas–, 672, 632, 642 y 619;
fig. 4 535, 532 y 513 –algo más corta–. Puede traerse a colación dos de Las Yurdinas
II (lám. 3, 4 y 5) aunque sean algo mayores en dimensiones y se confeccionaron con
retoque invasor en lugar de bifacial en una de las caras.

L.T. 306 y 309: su pedúnculos cortos y anchos y sus cortas hombreras cóncavas se
retoman en una de Las Yurdinas II (lám. 1, 6) y otra de Peña Larga (fig 28, 6) –aquí el
pedúnculo es más estrecho–.

L.T. 307, 323, 539, 549 y 550: con pedúnculos estrechos y alargados y aletas de
ángulo agudo y retoque cubriente bifacial son habituales en la región: en Las Yurdinas
II (lám. 1, 4 y lám. 2, 1 a 3), en una fragmentada de Peña Larga (fig. 28, 3) y en los
dólmenes de Alto de la Huesera, San Martín (Nivel Superior) y El Sotillo (fig 8, 2; 21, 1,
2 y 6; 24 1 a 6) donde las aletas, más desarrolladas, llegan a superar al pedúnculo (en
la Tejera ocurre en un único caso).

L.T. 551 y 552 (y tal vez 313): son en La Tejera las de mayor longitud, manteniendo
la anchura en toda la pieza. Morfotécnicamente –no tipométricamente– se semejan a
trece de San Juan ante Portam Latinam (fig. 1, 528, 654, 53, 643, 515 y 678; 2, 8, 15
–más larga–, 17, 36, 41; 3, 607 y 644) y a una de La Chabola de la Hechicera (fig. 14,
2).

L.T. 321: una algo más alargada en San Juan ante Portam Latinam (fig. 5, 612), otra
del Nivel III de Peña Larga (fig. 30 10), un fragmento de La Chabola de la Hechicera
(fig. 14, 3) y una última en El Sotillo (fig. 24, 8).

L.T. 303: los caracteres aserrados de sus bordes están presentes en dos puntas
más de Las Yurdinas II (fotos 14 y 15).

L.T. 302 y 317: las dos que mejor encajan con estas son de enterramientos algo más
alejados, en concreto de La Mina (Salcedo-Molinilla) y Kurtzebide (Letona).

Además de formalmente, nos ha parecido oportuno cotejar el muestrario de puntas


de retoque plano de La Tejera, frente a las de yacimientos aledaños, desde el punto
de vista métrico (tabla 2). Para facilitar el ensayo hemos seguido el modelo de análisis
desarrollado por Cava en 1980. La autora, para entresacar los índices medios de alar-
gamiento, distribuye los modelos en dos categorías básicas: las foliformes –incluyendo
las de aletas incipientes– y; las restantes.

En La Tejera dicho índice es de 2,36 en el primer grupo contrastando el valor con:


a) es algo mayor, (2,78) de las de los dólmenes vascos –2,78–; b) los superiores (3,08-
3,09) de San Juan Ante Portam Latinam y Las Yurdinas y; c) el similar (2,56) de Peña
Larga III –en estos dos últimos yacimientos las evidencias son escasas y los resultados
no concluyentes–.

Es también menor el índice de alargamiento en las no foliáceas de La Tejera, valor


del 1,39, frente a: a) los dólmenes, Las Yurdinas y Peña Larga II, que están en +–1,55–
y; b) San Juan Ante Portam Latinam, del 2,67.

46
Dimensiones de las puntas de retoque plano en La Tejera
Nº inv. Longitud Anchura Espesor Nº inv. Longitud Anchura Espesor
259 11 4,1 318 14,9 3,8
300 28,5 12,8 4,2 319 14,6 3,3
301 33,1 14 4,9 320 16 4,8
302 27,2 10,2 3,3 321 18,4 4
303 23,8 10,4 3,7 322
304 27,2 14 3,3 323 15,7 4,2
305 23,7 12 4 539 19,4 20,5 5,1
306 20,9 4,2 540 31,6 14 7,1
307 20 19,5 4,2 541 26,6 6,1
308 22,6 7,3 542 17,6 4,8
309 17,1 14 3,8 543 11,6 3,3
310 19,4 6 545 24,3 24 3,7
311 25,3 5,8 549 27,2 27,4 6,3
312 10,6 4,3 550 27,4 17,1 4,2
313 12,1 6,2 551 30,7 11,1 3,4
314 20,8 9 3,7 552 35,1 19,9 4,5
315 16,3 7,9 1273 27,9 17,7 5,8
316 13,2 4,4 1274 35,3 18,9 7,3
317 19,9 10,3 2,9 1275 18,7 4,6
Tabla 2.- Resumen de las medidas de las puntas de retoque plano.

Figura 6. Tipometría de las puntas de flecha. A la izquierda de pedúnculo y aletas, a la derecha foliformes.

47
Los datos de alargamiento, que tienen que ver con la proporcionalidad debida para
alcanzar la eficacia esperada de los proyectiles, contrastan notablemente al considerar
las medidas absolutas. Podemos comprobarlo con las figuras adjuntas y con la número
35 de Cava 1980.

Entre las puntas de pedúnculo y aletas las de La Tejera son sensiblemente mas
cortas (25,9 mm. como media) que las de Peña Larga II y Yurdinas, siendo las de San
Juan ante Portam Latinam las más largas (36,1). Entre las foliáceas el orden se altera:
Peña Larga III posee el formato medio más corto, yendo luego La Tejera (26,8), San
Juan Ante Portam Latinam y Las Yurdinas (43,08). Es bastante probable, no seguro, un
cierto orden cronológico en la progresión longitudinal de las piezas foliáceas. Y compro-
bamos como los grupos de La Tejera ofrecen un agrupamiento más concentrado que
en cada uno de los demás lugares considerados.

1.a.8.1 Análisis funcional de las puntas foliáceas.

Dado que una buena parte de las puntas de retoque plano de La Tejera presentan
fracturas varias creemos pertinente encarar su análisis con ayuda, en busca de huellas
macroscópicas, de una lupa binocular: usamos una Nikon SMZ 1500 de entre 10X y
100X aumentos. En el análisis observamos que la alteración en una buena parte de las
piezas, el denominado lustre de suelo, oculta varios de los habituales indicios super-
ficiales (estrías de impacto, micropulidos…) dificultando, entonces, el necesario entre
huellas macro y microscópicas.

Desde un primario examen, ya intuíamos que los caracteres de las fracturas son
compatibles con su uso como elementos de caza o episodios bélicos: el análisis más
detenido nos confirma sus roturas por impactos. Desde luego, dado que estamos en un
contexto de hábitat al aire libre, son bastantes los útiles que se asocian a prácticas de
la vida cotidiana, descartamos que respondan a una lógica votiva o funeraria.

El ensayo tiene, además, un doble objetivo: a) contrastar nuestros resultados con


los obtenidos en el próximo lugar funerario de San Juan ante Portam Latinam, donde
se encaro un estudio similar (Márquez 2007) y, b) aportar una información susceptible
de cotejarse con la de otros yacimientos que albergan industrias similares.

Dada la tipología de las fracturas, usamos las propuestas habituales, discriminando


5 tipos básicos (no exentos de subdivisiones y/o matizaciones internas) (Gibaja y Palo-
mo 2003):

A) Burinoide o pseudoburil, producida por una fuerza oblicua con respecto al eje
longitudinal de la punta, aplicada bien en una zona pequeña (visible cerca del área de
contacto), o bien en una superficie mayor (la fractura se presenta algo alejada del pun-
to de impacto). Se reconoce como fractura diagnóstica del uso de instrumentos como
proyectil.

B) Lengüeta, generada por la presión ejercida sobre los bordes anchos del proyec-
til, y derivada de su impacto frontal con un objeto lo suficientemente duro como para
no poder penetrarlo. Dada la fuerza de la colisión y que el sistema de enmangue no
permite el retroceso de la punta, se forma una lengüeta de tamaño medio/corto (en el
ápice, en el pedúnculo o en ambos) normalmente asociada a un impacto.

48
Algunas propuestas (Ho Ho Committee 1979; Fischer et al.1984; Perpère 2000;
Plisson and Geneste 1989) diferencian 2 variantes: a) de tipo “cone” y b) de tipo “ben-
ding”, subdividido a su vez en “step” (“escalón” presente en dos piezas de la colección
320 y 259), “hinge” (“anzuelo”); “feather” (como en las piezas 308 y 315 de La Tejera),
“spin-off” (rectilínea) y “fissuration” (fisurada, como en el útil 320).

C) Extracciones apicales, muy características de un uso como proyectil y visibles


en el anverso, en el reverso o en ambos lados por sus notables dimensiones. En oca-
siones se denomina “fractura en flauta” (así en el mencionado estudio de Márquez).

D) Abrupta/escamosa, extracciones irregulares en la parte apical de difícil interpre-


tación.

E) Rectilínea, rotura limpia y tranversal u oblícua con respecto al eje longitudinal del
objeto de origen no comprobado (Borgia 2008, p. 116).

La tabla adjunta cruza los datos de localización y tipo de las fracturas del lote de La
Tejera (fig. 7).

Localización/Tipo Ápice Medial Pedúnculo Base Aletas TOTAL


Abrupta 6 - 2 1 1 10
Burinoide 1 - 1 - 3 5
Rectilínea 3 - 1 1 3 8
Extracción profunda 1 - - - - 1
Lengüeta 3 5 5 2 - 15
TOTAL 14 5 9 4 7 39
Tabla 3. Localización y tipo de fracturas.

La zona apical reune 14 de las 39 fracturas (casi la mitad abruptas, por tres para
los tipos rectilíneo y lengüeta); el pedúnculo/base 13 (siete como lengüetas por tres
abruptas); y la zona medial 5 (todas lengüetas); 7 aletas están fracturadas. Por tanto
las roturas en lengüetas son mayoritarias, 14, por 10 abruptas, 8 rectilíneas, 5 burinoi-
des y una “en flauta”.

De las 39 puntas que componen el conjunto analizado, 25 presentan fracturas que,


en cinco casos, muestran su uso inequívoco como proyectiles: otras determinan “im-
pacto” sin mayor precisión. Dicha conclusión atiende a los programas experimentales
de Odell 1981; Plisson y Geneste 1989; Shea 1993; González e Ibáñez 1994; Palomo
y Gibaja 2000, 2001 2002 y 2003; Borgia 2008.

En los seis casos seguros las identificaciones provienen:


- en la nº 306 desde una profunda fractura burinoide que abarca longitudinalmente
la mitad de la pieza, y una complementaria, abrupta, en la aleta. Esta segunda
fractura apical quizá devenga de un uso posterior de la pieza, si tenemos en cuen-
ta que la fractura burinoide ha sido reavivad);
- en la nº 305 de una extracción profunda en flauta que arranca en su ápice;
- en la nº 320 desde una lengüeta peduncular asociada a una fractura medial en
lengüeta con fisura central.

49
Figura 7. Detalle de fracturas sobre los objetos de retoques planos.

50
- 321 con una fractura burinoide longitudinal que ocupa la totalidad de uno de sus
laterales
- en la nº 549 de lengüeta peduncular y otra apical y
- en la nº 259 de dos lengüetas –medial una, en la base la otra–.

Hay además 11 casos de probable uso como proyectiles:


- 4 con fractura proximal en lengüeta: sea en el pedúnculo, 307, 311 y 1275, sea en
la base, 314. Dos añaden fracturas apicales –rectilínea y abrupta respectivamen-
te– y otra rectilínea en la aleta;
- 3 (308, 315 y 542) con lengüeta medial de considerables dimensiones: no se des-
carta su origen por procesos post-deposicionales;
- 2 (323 y 539) con fracturas burinantes en una de sus aletas –la segunda además
con una fractura rectilínea en la otra aleta y abrupta en el pedúnculo;
- 2 (309, 1274) con lengüetas apicales asociadas a fracturas pedunculares –buri-
nante la primera y rectilínea la segunda.

En las otras 22 puntas no se identifican claras huellas de impacto, aunque ello no


impide su destino como proyectiles. De ellas, ocho casos presentan fracturas, no diag-
nósticas, que, además, no impedirían su nuevo uso: 4 abruptas apicales (300, 301,
303 y 304, esta última con una fractura abrupta basal); 1 abrupta peduncular (302) y; 3
rectilíneas, 2 en el ápice (310 y 313) y una en la base (552).

Pueden compararse los resultados del análisis traceológico de La Tejera con los
obtenidos en el estudio de las puntas de flecha de San Juan Ante Portam Latinam
(Márquez 2007). Recordemos, en primer lugar, que las seis decenas de proyectiles del
sepulcro se caracterizan por su homogeneidad morfológica: el 60% foliáceas, 13 foliá-
ceas con desarrollo de pedúnculo (en 9 solo incipiente) y 3 foliáceas con insinuación
de apéndices mesiales. No se han descrito las evolucionadas puntas de pedúnculo
y aletas. La producción de La Tejera resulta ser más variada. En 10 de las 37 puntas
estudiadas de San Juan Ante Portam Latinam no hay huellas de accidentes por uso (en
ocasiones si de fuego o de pátina). En las restantes hay accidentes burinoides (en 3),
de lengüeta/flauta (en 18), rectas (en 2), de estrías de impacto (en 9), y de pulimento
(en algún caso por enmangue (en 11) –varias piezas suman varios de los accidentes
descritos–. Puede asegurarse, entonces, que 23 de las saetas del enterramiento colec-
tivo se deterioraron por su impacto con materiales duros.

Porcentualmente, es mayor el número de armaduras que en San Juan Ante Portam


Latinam presentan huellas compatibles con su uso como proyectiles que en La Tejera.
En buena medida estos datos están condicionados por el grado de alteración de las
piezas: así las estrías de impacto, observadas en nueve casos del sepulcro, no han
podido ser evaluadas en el campamento por el “lustre de suelo”. Es bien posible que
en La Tejera las puntas localizadas obedezcan a tres acciones convergentes: a) recu-
peraciones tras su uso; b) procesos de fabricación “in situ”; c) stock del grupo. En San
Juan Ante Portam Latinam una parte de las armaduras se entienden como depósito
voluntario-ajuar-, y otras, tal vez, son introducciones involuntarias al estar alojadas en
los cuerpos de los inhumados por accidentes o episodios violentos.

1.a.8 Piezas varias

Contamos con 25 piezas difícilmente clasificables en un determinado grupo tipoló-


gico (9,2%).

51
Nº inv. Tipo Localización Origen
Lengüeta Base Impacto
259
Lengüeta Medial Posible impacto
300 Abrupta Ápice Indeterminado
301 Abrupta Ápice Indeterminado
302 Abrupta Pedúnculo Indeterminado
303 Abrupta Ápice Indeterminado
Abrupta Base Indeterminado
304
Abrupta Ápice Indeterminado
305 Extracción profunda o “en flauta” Ápice Impacto
Burinoide Ápice/ Longitudinal Impacto
306 Abrupta Ápice Indeterminado
Abrupta Aleta Indeterminado
307 Lengüeta Pedúnculo Posible impacto
308 Lengüeta Medial Posible impacto
Lengüeta Ápice Posible impacto
309
Burinoide Pedúnculo Impacto
310 Rectilínea Ápice Indeterminado
Rectilínea (oblícua) Ápice Indeterminado
311
Lengüeta Pedúnculo Posible impacto
313 Rectilínea Ápice Indeterminado
Lengüeta Base Posible impacto
314
Abrupta Ápice Indeterminado
315 Lengüeta Medial Posible impacto
Lengüeta Medial Posible impacto
320
Lengüeta Pedúnculo Posible impacto
321 Burinoide Aleta/Longitudinal Impacto
323 Burinoide Aleta Posible impacto
Burinoide Aleta Posible impacto
539 Abrupta Pedúnculo Posible impacto
Rectilínea Aleta Indeterminado
542 Lengüeta Medial Posible impacto
Lengüeta Ápice Posible impacto
549 Lengüeta Pedúnculo Impacto
Rectilínea Aleta Indeterminado
552 Rectilínea Base Indeterminado
Lengüeta Ápice Posible impacto
1274
Rectilínea Pedúnculo Indeterminado
Lengüeta Pedúnculo Posible impacto
1275
Rectilínea Aleta Indeterminado

Tabla 4. Resumen de las fracturas halladas en cada una de las puntas incluyendo el tipo, la localización y el
origen de las mismas (solamente se presentan las puntas con fractura).

52
3 láminas foliáceas sobre fragmentos mediales y estrechos: una con filos de reto-
ques planos invasores; otra similar que añade retoques planos marginales complemen-
tarios en la cara ventral y pequeña muesca. En la tercera distinguimos retoques planos
invasores sobre el filo diestro.

6 piezas con retoques planos: un fragmento –¿de lámina?– que quizá pudo tener un
frente de raspador; lasca con retoques planos bifaciales cubrientes excepto en un área
que conserva córtex: las he metido dentro del grupo de las preformas de puntas; una
lasca alterada por fuego y rotura longitudinal con retoques unifaciales: no se reconoce
el sentido de la pieza; 2 sobre lámina o laminita: conservando una córtex parcial y la
otra es un fragmento medial de retoques invasores: en la cara superior conserva algo
del córtex y parece adelgazar la pieza en su parte inferior, pero no es posible asegurar
que dibuje un pedúnculo, ya que también podría ser un recurso para enmangar la lámi-
na sin necesidad de ser un punta de proyectil.

9 láminas de uso: 1 larga y ancha con huellas muy marginales a todo lo largo de su
filo; 2 en fragmentos proximales mediales: una estrecha, disponiendo las huellas en el
lado senestro, directas, y diestro, alternantes en un caso, y otra ancha con retoques
poco estandarizados en el otro; 3 en fragmentos mediales –uno ancho, dos estrechos–
con huellas en ambos filos; uno en fragmento medial, largo y estrecho con marcas dis-
continuas: una de sus fracturas es reestructurada mediante retoques parciales; 1 sobre
fragmento medial ancho y carenado: sus filos son de natural convexos y los retoques
tienden a lo plano; 1 sobre lasca corta apuntada

Las dos últimas piezas se separan de las demás del grupo caracterizado por la bús-
queda de unos soportes regulares, con seguridad en algún caso con fracturas previas
al uso de la lámina –después ligeramente retocadas–, y sobre sílex de grano muy fino.
Como hemos apuntado en otras ocasiones esta categoría es muy cercana a las raede-
ras laminares marginales que, coincidentemente, buscan similares bases materiales.
La naturaleza de los sílex, del tipo evaporítico sea de los afloramientos de Loza sea de
los de Tudela- es otro argumento más para encuadrar a estos objetos en momentos
centrales del Holoceno.

1 ecaillé en soporte corto e irregular.

1 objeto no reconstruible en soporte irregular con algún golpe burinoide: presenta en


un filo retoques tendentes a lo plano (fot. 24.6.1).

2 objetos en fragmentos láminares, uno ancho y carenado, el otro medial con reto-
ques marginales.

2 objetos en soportes alterados por fuego con retoques al modo de muesca o den-
ticulado.

1 pieza rota, pequeña y quemada con retoques.

1 lasca corta y apuntada con parciales retoques distales (fot. 24.7).

La tabla siguiente reune los piezas retocadas en La Tejera atendiendo a la propues-


ta de Laplace 1987. En la suma de los efectivos se han desdoblado los útiles compues-
tos (raspadores dobles, raederas bilaterales, raspador-buril) observando que algunos

53
Tipos según Laplace 1987

Orden de los Simples


R1 47
R2 1 Raederas 49
R3 1
G11 21
G12 11
G13 10 Raspadores 47
G21 1
G22 4
D1 38
D3 21
Denticulados 64
D4 3
D5 2
Orden de los abruptos
A11 3
A13 1 Abrupto 5
A21 1
T1 13
Truncadura 14
T2 1
Bc1 13
Perforador 14
Bc2 1
PD11 1
PD21 10 Punta de dorso 18
PDD21 1
LD21 7
LD22 1 Láminas de dorso 10
LDD21 2
PDT12 1 P. de dorso truncadas 1
BPD11 1
Punta doble de dorso 2
BPD31 1
Lámina de dorso trun-
LDDT11 1 1
cada
BT11 1
BT21 1
Bitruncadura 6
BT31 2
BT33 2

54
Orden de los Planos
F1 3
FF21 2
FF22 1
FF31 5
F32 1
Foliáceo 41
FF32 2
FF33 3
FF36 22
F4 2
FF4 1
Orden de los Ecaillé
E 1 Ecaillé 1
Orden de los Buriles
B22 1 1
Tabla 5. Calsificación de las piezas retocadas atendiendo a la Tipología de Laplace.

desajustes numéricos entre categorías –según la descripción anterior– derivan de los


distintos modos clasificatorios: lo descrito como raspadores y raederas denticulados se
han incorporado en la tabla a los denticulados; tampoco se incluyen en la misma los
elementos deteriorados sin correcta descripción del tipo.

1.b LA INDUSTRIA LÍTICA NO RETOCADA

La colección de objetos líticos no retocados de La Tejera superan, como es habitual


en yacimientos prehistóricos bien controlados, a los retocados: la proporción es de,
casi, 3 a 1, bastante menor que la habitual en los depósitos bien conservados, exca-
vados y cernidos. La siguiente tabla reune la documentación diferenciando los núcleos
de sus avivados y de los verdaderos productos brutos –sean soportes completos o
fragmentados, esquirlas o trozos–.

Avivados de
Productos brutos
núcleo
Nú- Fragmento
Avivado Lámina Lá- Fragmento laminar Las- Tro- Es-
cleo lascar
de Cresta mina cas zos quirlas
Dst- Med- Med-
frente Dst Med Pro lo Pro
Med Prx Prx
34 2 11 36 12 13 28 20 32 1 87 13 2 196 245

Tabla 6. Los productos de la talla.

En total contabilizamos 732 evidencias, de las cuales son núcleos el 4,64%, avi-
vados el 1,77% (0,2% frentes y 1,5% láminas), láminas el 19,4% (4,92% completas y
14,49% fragmentos), lascas el 13,94% (11,89% completas y 2.05% fragmentos), trozos
el 26,78% y el 33,47% restantes esquirlas.

55
Comparado en bruto la colección con la de Bardallo, en La Tejera el número de es-
quirlas es netamente superior –un tercio cuando suponían el 10% en Bardallo– como
también el de trozos (duplica su índice). En consecuencia el número de lascas y lámi-
nas es menos representativo en La Tejera. En relación a estos productos –considerán-
dolos por separado– las láminas contabilizan el 58%, frente al 42% de las lascas en La
Tejera, cuando en Bardallo representan al 44% de los soportes no retocados. Por tanto,
es mayor el aspecto laminar de la primera colección que de la segunda –en ambas la
representación es muy alta–.

Solo presentan córtex 72 de los elementos, algo menos del 1%. En 15 casos el cór-
tex ocupa toda la superficie dorsal (en tres lascas, siendo lo demás trozos), en 31 se
invade un tercio de la superficie (lo más habitual), en 18 su mitad y en 8 dos tercios. El
bajo índice de córtex alienta la idea de que el paso del nódulo al útil se debió efectuar,
al menos en su primer estadio, lejos del campamento, presumiblemente cerca de las
fuentes de aprovisionamiento: los nódulos recogidos en las canteras sería decorticados
allí o en sus inmediaciones, mientras que en La Tejera los núcleos se tallaron hasta su
agotamiento para la formalización del instrumental, dejándonos una multitud de esquir-
las, avivados, trozos, lascas y láminas –usadas en bruto o retocadas–.

1.b.1 Los núcleos

Un acercamiento al sentido del trabajo es proporcionado por los 34 núcleos. Su


descripción es:

• 3 piramidales (fot. 26.1; fot. 28.1; Foto 28.4):


Sirvieron para la obtención de soportes laminares: 1 con extracciones en todas sus
caras. A juzgar por la disposición del córtex en dos caras opuestas, se partió de un
nódulo estrecho que se atacó mediante golpeo unipolar desde la base, tomando
como guía la arista anterior. Mide 47 x 44 x 25; 1 agotado con extracciones lami-
nares desde la base y, ocasionalmente, desde el ápice. Mide 30 x 30 x 15; 1 con
tendencia a lo piramidal: su base, resultante de la extracción de una lasca, es cón-
cavo-convexa, de ella parten la mayoría de las extracciones hacia la arista superior
que, ocasionalmente, sirve también como lugar de impacto para levantamientos
lascares. Mide 21 x 35 x 21.

• 7 discoidales (fot. 27.1):


4 agotados con levantamientos lascares: 1 conserva algo de córtex –parece fue
un nódulo de pequeñas dimensiones– y negativos de extracciones poco profundas
por todas sus caras. Mide 31 x 27 x 23; 2 trabajados en varias de sus caras con-
servando aristas esquirladas de preparación del punto de trabajo. Miden 30 x 30 x
15 y 24 x 24 x 10. El que falta mide 37 x 28 x 19.
3 agotados con huellas de extracciones laminares: en uno centrípetas en la base y
desde esta o la arista superior hacia las demás caras. Mide 27 x 23 x 13; otro con
algo de córtex del que se extrajeron soportes desde la base hacia la arista superior.
Mide 25 x 18 x 12; el último tan pequeño que no es posible su reconstrucción/des-
cripción tecnológica. Mide 21 x 13 x 12.

• 1 esférico (fot. 28.2):


Agotado aunque conservando parcialmente córtex: las extracciones son laminares
y lascares tomando diferentes direcciones. Mide 36 x 31 x 28.

56
• 14 globulares (fot. 27.2; fot. 28.3):
1 de grandes dimensiones con levantamientos lascares bipolares. Mide 54 x 55 x
35;
6 agotados con extracciones lascares en todas sus caras: dos son muy similares
en concepción y dimensiones a pesar de tratarse de diferentes bases materiales;
un tercero es de reducidas dimensiones. Miden 29 x 28 x 26; 27 x 27 x 16; 43 x 38
x 31; 22 x 19 x 19; 27 x 23 x 15 y 29 x 28 x 12.
6 agotados, y alterados por fuego, de extracciones lascares: en dos se observan
esquirlados de ataque en varias de las caras, y son muy similares en cuanto a di-
mensiones; uno tercero es llamativo por su pequeñez. Miden 30 x 21 x 17; 26 x 35
x 22; 45 x 36 x 33; 27 x 22 x 29; 26 x 19 x 15 y 30 x 21 x 15.
1 agotado con grietas que imposibilitan el trabajo: presenta negativos de extraccio-
nes lascares. Mide 35 x 30 x 16.

• 1 amorfo:
Conserva parcialmente un córtex muy fino: se extrajeron finas y cortas laminitas
partiendo de una base fuertemente esquirlada. Interpretamos el levantamiento de
extracciones lascares desde la arista superior como un ensayo de adecuación, no
bien conseguida, de sus caras. Mide 25 x 40 x 30.

Otras bases:
1 núcleo amorfo o flanco de núcleo: conserva córtex y negativos de extracciones
laminares unipolares. Mide 30 x 17 x 12.
1 trozo de grandes dimensiones o, probablemente, un núcleo muy deteriorado: los
filos presentas esquirlados de preparación. Mide 52 x 37 x 20.
1 núcleo amorfo como parte resultante del reacondicionamiento de uno anterior:
desde su base, pequeña y cuadrada, se prepararon levantamientos laminares es-
quirlando el área de impacto. Mide 29 x 39 x 20.
1 pequeño y amorfo con pequeñas extracciones lascares centrípetas pero sin or-
den aparente. Mide 34 x 26 x 11.
2 trozos de grandes dimensiones reacondicionados como núcleos –uno parapris-
mático–: en ambos casos resultados de la preparación de un nódulo o núcleo ma-
yor pero aprovechados para la extracción de tres soportes laminares. Miden 71 x
53 x 29 y 64 x 36 x 27.
1 ápice de núcleo con negativos de extracciones laminares. Mide 20 x 40 x 34.
1 amorfo con cierta tendencia piramidal, pero ya agotado, con extracciones lamina-
res unipolares desde el ápice. Mide 41 x 28 x 26.
1 irregular del que no podemos precisar el sentido de unas extracciones para las
cuales se preparó, mediante esquirlados, el punto de impacto. Mide 35 x 26 x 16.

El volumen y estado de los núcleos confirman las intensas labores de talla que se
realizaron en La Tejera: los avivados de frente, las láminas cresta, los dos centenares y
medio de esquirlas… confirman las prácticas. Los núcleos son variables formalmente,
como formas básicas: piramidales, discoideos, esféricos y globulares, más productos
amorfos e incluso trozos grandes que se aprovecharon para promover un escaso nú-
mero de extracciones. El dominio de los globulares deviene del agotamiento al que fue-
ron sometidos por su total aprovechamiento: así al menos 13 estaban ya amortizados,
y sus formas actuales no reflejan su estado en los momentos álgidos de producción.
Por ello, sus negativos son resultado de extracciones lascares, nunca laminares. El
abastecimiento de láminas –que es el sentido principal del lote industrial de La Tejera–

57
Foto 25. Núcleos.

58
Foto 26. Núcleo piramidal.

59
Foto 27. Núcleos.

60
Foto 28. Núcleos.

61
se percibe en los tres núcleos piramidales, otros tantos discoidales, cinco amorfos y el
esférico –combina negativos de lascas y láminas–: normalmente se han preferido las
extracciones unipolares aunque también las hay centrípetas.

El colapso de prácticamente todas las matrices debe relacionarse con la distancia


que media entre el campamento y las fuentes de aprovisionamiento: se opta por una
explotación máxima que compense los esfuerzos de aprovisionamiento y transporte.
En La Tejera hay 8 piezas retocadas por cada núcleo.

En cinco casos el córtex está presente, denunciando dos el trabajo de partida con
nódulos de pequeñas dimensiones. Contrariamente algunos de los trozos –usados cir-
cunstancialmente como matrices o soportes de instrumentos– y de los avivados indican
que se aportaron a La Tejera bases silíceas de gran tamaño.

1.b.2 Los productos brutos

Suman 732 elementos que resultan ser: 245 esquirlas, 142 láminas (de los cuales
106 fragmentadas: 12 distales, 13 distales mediales, 28 mediales, 20 mediales proxi-
males, 32 proximales y una de rotura longitudinal), 102 lascas (15 fragmentadas: 13
mediales proximales y 2 proximales) y 196 trozos.

Presentamos una valoración de los mismos atendiendo a sus formas, tamaños y


tipos de talones.

Las formas y los tamaños de los productos brutos:

Aplicado los criterios de Bagolini para la discriminación de tamaños y formas de los


productos lascares y laminares enteros se observa:

a.- un dominio del tamaño pequeño, al corresponderle un 40,65% de la colección,


seguido del micro –30,0%–, del normal –19,5%– y del grande –9,7%–. En su com-
paración con Bardallo no se observan grandes diferencias: se sigue el mismo or-
den clasificatorio con leves ajustes porcentuales.

b.- un dominio de las formas lascares que conforman el 60,97% del recuento, alcan-
zando respectivamente las lascas laminares y las láminas los índices de 26,8%% y
12,1%. La Tejera presenta unos índices lascares mayores que los de Bardallo –di-
ferencias de 20,5 puntos– en detrimento de las láminas –que caen unos 16,5%–.

Tamaños Formas
Micro 37 Lámina 15
Pequeño 50 Lasca-Laminar 33
Normal 24 Lasca 75
Grande 12
Total 123
Total 123
Tabla 7. Restos de la talla según formas y tamaños.

62
Observamos que los patrones métricos de los restos de talla de La Tejera se ale-
jan, notablemente, de lo genérico en colecciones adscritas al mesolítico geométrico.
También es cierto que no hay una norma común para dichos conjuntos (Alday y Cava
en prensa) y que, además, deben salvarse las distancias que median entre recupera-
ciones mediante excavaciones sistemáticas –cribadas– y las prospecciones visuales
sin cernido. Con estas consideraciones anotamos que el tamaño de los residuos de La
Tejera es mayor que en los conjuntos mesoneolíticos de abrigos bajo roca conocidos
en el entorno geográfico, y, también, que la relación lascas-láminas son inversas. En
estas discrepancias pueden jugar, además de los procedimientos de recogida, la distin-
ta funcionalidad de los sitios y la cronología netamente más avanzada para una parte
(posiblemente la mayor, a juzgar por los útiles de retoque plano) del agregado riojano.

En una última comparación de los restos de talla distribuimos las lascas y láminas
según tamaños (tabla 8). Según porcentajes el tamaño pequeño reúne al 40% para
ambas poblaciones. Las diferencias mayores se dan entre los tipos micros –38 y 26%
a favor de las láminas– y los grandes –2 y 12% con mejor representación en las las-
cas– (fot. 29).

Foto 29. Láminas brutas.

63
Tamaño/forma Micro Pequeño Normal Grande
Lámina 14 15 6 1
Lasca 23 35 18 11
37 40 24 12

Tabla 8. Relación de tamaños y formas entre los restos de talla.

Las formas y los tamaños de los productos brutos frente a la de los objetos retoca-
dos:

Nos ha parecido interesante cotejar formas y tamaños de los soportes brutos frente
a los de los objetos retocados, ante la sospecha de que el ejercicio permita concretar
aún más el sentido de la talla. Como los efectivos completos de ambos grupos son
parejos (123 y 128) la confrontación es sencilla. Por tamaño es dominante en ambos
casos la dimensión pequeña (en cómputos de 40-43%), mientras la grande es la menos
frecuente (6-9%). Ligeras diferencias se establecen entre los tamaños micro y normal,
el primero algo por encima en los soportes no retocados (5 puntos). En definitiva, insus-
tanciales diferencias entre ambos grupos.

Más los son, y, quizá, de mayor significado, respecto a las formas. En los dos casos
el dominio corresponde a las lascas, pero con 10 puntos de ventaja en los soportes no
retocados, donde también las lascas laminares tienen más peso –ahora con 8 puntos
de ganancia–. Entonces, las láminas se revalorizan más entre las piezas –casi un ter-
cio de la colección–: son 18 puntos porcentuales más frecuentes que en los productos
brutos. Puede afirmarse entonces que, claramente, el desbaste de los núcleos busca
la generación de soportes laminares con los cuales confeccionar útiles de determinada
morfología y tamaño. Recordemos que, entre los núcleos, son abundantes los negati-
vos correspondientes a extracciones laminares.

Tamaños Formas
Micro 37 (30%) Lámina 15 (12%)
Pequeño 50 (41%) Lasca-Laminar 33 (27%)
Normal 24 (19%) Lasca 75 (61%)
Grande 12 (10%)
Total 123
Total 123
Tabla 9. Restos de la talla según formas y tamaños.

Tamaños Formas
Micro 32 (25%) Lámina 39 (30%)
Pequeño 56 (44%) Lasca-Laminar 24 (19%)
Normal 32 (25%) Lasca 65 (51%)
Grande 8 (6%)
Total 128
Total 128
Tabla 10. Objetos retocados según formas y tamaños.

64
Si volvemos a Bardallo retendremos en seguida las diferencias con La Tejera: aun-
que en aquel sitio también se percibía un interés por la extracción de soportes lamina-
res, ahora su protagonismo se acrecienta. Por tamaños en ambos domina la dimensión
pequeña (con las mismas diferencias porcentuales entre productos brutos y retocados
en los dos campamentos). La contradicción más acusada la ofrece el tamaño micro:
en Bardallo representa a una cuarta parte de los restos de talla pero solamente se ha
elegido en un 18% entre lo retocado; en La Tejera los índices son del 30 y del 25%,
observando entonces el tamaño menor de los objetos de este lugar.

Una breve consideración entre los restos de talla y los talones:

Para el análisis de los talones se discrimina entre las clásicas variantes puntiforme,
lisa, diedra, ablacionada, filiforme, esquirlada y facetada (no se ha reconocido el corti-
cal). Un primer cuadro relaciona los talones con los restos estén o no completos.

Enteros Fragmentados Total


Liso 67 32 99
Diedro 13 1 14
Puntiforme 8 10 18
Facetado 6 10 16
Ablacionado 2 2 4
Filiforme 13 11 24
Esquirlado 1 4 5
110 70 170

Tabla 11. Tipos de talones entre los restos de talla.

Los índices relativos de los talones, de soportes completos y fragmentados, presen-


tan discrepancias cuyas razones no acertamos a comprender: los lisos son siempre
mayoritarios pero su 60% entre los productos enteros se rebaja al 45,7% en los frag-
mentos. El diedro es casi exclusivo de los soportes completos, para ser el puntiforme,
facetado, filiforme y esquirlado más frecuentes en los fragmentados.

En la reflexión sobre el sentido de la talla y el destino de los productos extraídos es


un argumento de interés el cotejo de los tipos de talones entre las piezas retocadas y
en los soportes que no lo están En éstos los talones no preparados son mayoritarios
–en torno al 85% la suma de lisos, filiformes y puntiformes–, mientras que en las ma-
trices usadas para su retoque alcanzan el 59%. Por tanto cuando se quiere obtener un
soporte muy específico para su posterior formateo se prepara, con mucha frecuencia,
el punto de impacto, bien mediante facetado (14% de las veces, por 11 entre matrices
son retocar), esquirlado (5% frente al 3%) y disposiciones diedras (8% frente al 1%).
Y, notamos, además, que en un 15% de las piezas el talón ha sido eliminado durante
la fase de retoque. El hecho es muy significativo entre las puntas de flecha, donde las
cuidadas operaciones de retoque retiran el talón y el bulbo, para conseguir unas piezas
loa más adelgazadas y equilibradas posibles.

65
Retocados No Retocados
Ablacionado 22 15,06 0 0
Cortical 1 0,68 0 0
Diedro 7 4,79 2 1,32
Esquirlado 8 5,47 5 3,31
Facetado 21 14,38 16 10,59
Filiforme 3 2,05 24 15,89
Liso 68 46,57 99 65,56
Puntiforme 16 10,95 0 0
146 151
Tabla 12. Relación entre los tipos de talón retocados y no retocados.

En los dos siguientes cuadros, tomando lo elementos completos, distribuimos los


talones de acuerdo a las formas de los productos y a sus dimensiones.

Forma/
Liso Puntiforme Esquirlado Facetado Ablacionado Diedro Filiforme Total
Talones
Lámina 4 1 0 1 0 3 5 14
Lasca/
17 3 0 2 1 2 4
laminar 29
Lasca 46 4 1 3 1 8 4 67
67 8 1 6 2 13 13 110

Tabla 13. Relación entre tipos de talones y formas.

Como se observa, no todos los talones se relacionan con las tres formas básicas:
el bajo número de partida de los ablacionados, y esquirlados es causa de que no estén
presentes entre las láminas. No nos parece, por tanto un dato significativo. Es en cam-
bio muy llamativa la relación entre talón liso y forma lasca: son de este tipo dos de cada
tres. Entendemos que las lascas no son en su mayoría un producto buscado para la
confección de útiles, sino resultado de acciones de talla para acondicionar los núcleos
en busca de los verdaderos soportes. En buena medida estos son láminas y lascas-
alminares, para cuya extracción se recurre al acondicionamiento del punto de impacto
mediante facetados variados.

Forma/
Liso Puntiforme Esquirlado Facetado Ablacionado Diedro Filiforme Total
Talones
Micro 14 5 0 2 2 2 8 33
Pequeño 30 0 0 1 0 10 3 44
Normal 12 3 1 3 0 1 2 22
Grande 11 0 0 0 0 0 0 11
67 8 1 6 2 13 13 110

Tabla 14. Relación entre tipos de talones y tamaños.

66
Para todos los tamaños el talón liso es el más frecuente: dos de cada tres en la talla
micro, casi la mitad en los pequeños y uno de cada tres en los normales y grandes.
Por lo demás sólo hay una relación que parece evidente entre el tamaño pequeño y los
talones diedros.

1.c LA INDUSTRIA LÍTICA PULIMENTADA

Diez elementos recuperados en La Tejera son clasificados como pulimentos. Entre


ellos ofrece una personalidad llamativa el conjunto de “objetos votivos”. Individualiza-
mos:

• Fragmento del posible cuerpo de un hacha: alcanza los 61 mm. de anchura por 36
de espesor.
• Fragmento, ahora proximal cuya base se adelgazó mediante biselado de una de
sus caras.
• Pulimento plano, oval y de sección lenticular, sobre material de grano muy fino
intensamente pulido en todas sus caras. Sus dimensiones son 85 por 53 por 24,5
milímetros. Los bordes están redondeados excepto en el tercio inferior donde con-
serva saltados (¿retoques?) patinados antiguos.
• Pulimento, tal vez hacha, alargado con el frente activo deteriorado. El objeto fue
labrado para conseguir el prototipo, escodado en sus tres cuartas partes para ob-
tener la forma precisa, y pulido (en doble bisel) para activar el frente de trabajo.
Éste presenta huellas de golpeo, uso posible que se otorgó a la pieza una vez
amortizada en su función original (fot. 30).
• Seis pulimentos sobre rocas exóticas intensamente trabajadas, caracterizados por
sus pequeñas dimensiones (fot. 31): el mayor de 42,8 por 19,4 por 10,6 milímetros,
es de sección planoconvexa cuyos extremos se obtuvieron mediante doble bisela-
do; el segundo de 30,8 por 14,8 por 5,6 es lenticular de filos doblemente biselados;
el tercero de 40 por 14 por 10, con una base apuntada y la otra doblemente bise-
lada; fragmento de una cuarta de sección cuadrangular monobiselado el extremo
conservado; dos últimos fragmentos cuyos extremos conservados se adelgazaron
mediante doble bisel.

Pulimentos con la morfología y tamaño del último lote, suelen calificarse como “vo-
tivos”. Sin embargo, no hemos rastreado paralelos en las abundantes manifestaciones
funerarias dolménicas o en cuevas del entorno, salvo por una excepción: se describe
y representa en de San Juan Ante Potam Latinam un “hacha o cincel de piedra ver-
de… de planta y sección rectangulares… Dimensiones: 38 x 14 x 8” (Vegas 2007). Es
morfológica y dimensionalmente similar a las nuestras. Tampoco reconocemos objetos
similares en la no distante estación de Sedano, cuyos dólmenes aportan un variadísimo
ajuar. Habrá que cuestionarse, entonces, el valor de los elementos, más en un caso
como el de La Tejera, concebido como un lugar habitacional al aire libre, adecuado para
las actividades cotidianas y en ausencia de ritos funerarios.

1.d OTROS ELEMENTOS INDUSTRIALES

• Percutor fragmentado longitudinalmente: sobre canto rodado espeso y asimétrico,


aporta multitud de marcas de su uso en acciones de repiqueteado.

67
Foto 30. Pulimento.

68
Foto 31. Pulimentos.

69
• 66 fragmentos de cerámica: todos, excepto uno, pequeños trozos del cuerpo de
diversas vasijas variadas en sus horneos, coloraciones, grosores, pastas, desgrasan-
tes y tratamientos. Cuatro de raigambre tardoromana (se conoce en los aledaños una
estación de esta época); 35 de cocción reductora; 21 reductora-oxidante y; 7 oxidante.
Estos últimos compatibles con la cronología calcolítica otorgada a la mayor parte de la
colección lítica.
El más significativo es el arranque de un recipiente de labio vuelto y posible cuerpo
globular: la pasta, bien tratada, incorpora gran cantidad de pequeños desgrasantes. Se
decoró mediante banda horizontal de impresiones ejecutadas con instrumento estre-
cho y largo (¿extremo de una espátula?): la ausencia de espacios entre los negativos
ofrece una expresión cuidada de ritmo continuo. No reconocemos la decoración en
otros productos del territorio, no obstante presuponemos su fabricación en tiempos
prehistóricos postneolíticos –posiblemente calcolíticos–
• Una veintena de fragmentos óseos incluyendo algún diente, todo de aspecto arcaico.
• Un fragmento de vidrio de aspecto arcaico (tal vez romano, como alguna de las
cerámicas).
• Una lasca de arenisca (¿de origen arqueológico?).
• Un canto rodado pequeño y plano (¿de origen arqueológico?).
• 8 cantos rodados o placas de arenisca fracturadas, aproximadamente, en sus
mitades, y dos cantos completos. Variables en su grano, morfología y coloración: se
asemejan a productos recogidos en contextos cerrados holocénicos pero sin que, en
este caso, podamos asegurar la calidad arqueológica del conjunto(2).

2. CONCLUSIONES

El punto de partida de colecciones arqueológicas como la presente es incierto: no


hay seguridad de que todo lo recogido pertenezca a un único momento –o a varias fases
próximas y sucesivas–. La sospecha suele ser, más bien, la inversa: reunen elementos
que pertenecen a unidades industriales distintas donde sólo determinados objetos, por
su tipismo, orientan sobre las coordenadas culturales representadas. El depósito de
La Tejera posee dichos caracteres, pero conviene recordar algunas de las cualidades
del lugar para entender mejor la colección y su potencial. El muestrario se ha recogido
sobre dos focos muy próximos ubicados en una plataforma elevada: descartamos su
acumulación por efectos erosivos al ser bajo ella donde discurren los barrancos que
actúan como colectores naturales. No se descartan, obviamente, transportes locales,
pero el grueso de la colección permanece razonablemente “in situ”: seculares labores
agrícolas han alterado las condiciones originales del lugar.

Desde esta perspectiva ¿las épocas prehistóricas representadas por individualiza-


das piezas líticas retocadas, indican que La Tejera fue un lugar de visitas recurrentes?
De la misma manera que en las cuevas, o en los muy cercanos abrigos bajo roca, el
poblamiento se extiende durante milenios (producto de repetidas expediciones, acaso

(2) Terminado el trabajo se nos han mostrado nuevos elementos que deben engrosar el catálogo industrial, objetos a los que
no hacemos partícipes del estudio: 1 canto rodado de arenisca que tal vez sirvió, a juzgar por sus marcas, como percutor;
69 restos de talla variados; 2 raederas, una sobre lasca grande; un raspador sobre lámina estrecha; 3 pequeños núcleos
agotados; 1 núcleo piramidal y dos prismáticos con negativos de extracción de láminas.

70
Figura 8. Propuesta de evolución de las industrias líticas de La Tejera.

no demasiado largas, con fases de abandono) sugerimos que el sitio de La Tejera fue
un punto de referencia, y de estancia, a lo largo de bastantes años. En esta situación
sería esperable que sobre el lugar se erigieran estructuras de habitación (¿chozas?)
que acogieran y protegieran a quienes se fueron estableciendo: ¿son los cambios cro-
máticos de las tierras vestigios de supuestas arquitecturas? Desde luego la presencia
cercana del arroyo de Pangua solucionaba los problemas de agua de las poblaciones,
y la comarca es adecuada para el desarrollo de múltiples actividades económicas (pre-
dadoras y productoras). Así, del sitio pensamos que es más que una afortunada acu-
mulación de material arqueológico, para comprenderlo como un verdadero palimsepto
de momentos prehistóricos: cada uno, con sus propios intereses, desarrolla de acuerdo
a la dinámica histórica general sus propios útiles (fig. 8).

71
Debemos echar mano de la tipología de los objetos líticos retocados, para intentar
acercarnos a las distintas fases de ocupación que allí tuvieron lugar. La hemos utilizado
como herramienta de ordenación y jerarquización de los útiles y también para reflexio-
nar sobre la integridad y viabilidad de la colección. A través de ellos sugerimos diversos
momentos de ocupación.

1.- ¿Acaso los dorsos alargados no microlíticos denuncian alguna visita paleolítica
en La Tejera? La pregunta no tiene respuesta categórica, y, en cualquier caso serían
esporádicas visitas. Recordemos que el lugar de Bardallo, a unos 2 kilómetros de La
Tejera, ha sido encajado en el final del Paleolítico, y posee efectivos retocados simila-
res a estas puntas.

2.- Una pulsación mesolítica geométrica sería evidenciada por los dos trapecios
más clásicos. Recientemente dos conjuntos arqueológicos al aire libre de Tirgo, a una
docena de kilómetros de La Tejera, han proporcionado microlitos del mismo momento:
Holloba –triángulos y dos microburiles– y La Llana –trapecio– (Barrio y Porres 2006).
De mayor discusión sería la incorporación de los dorsos microlíticos a esta etapa, la
posterior neolítica o a ambas. Sus módulos métricos y caracteres tipológicos encajan
en lo hallado en conjuntos estratificados mesoneolíticos, pero no caben mayores preci-
siones. Son escasas las manifestaciones presumiblemente mesolíticas en este rincón
de La Rioja, pero tienen el interés de atestiguar un poblamiento preneolítico y contaría
con antecedentes plesitocénicos finales.

3.- Una mínima ocupación neolítica, denunciada por la presencia de dos segmen-
tos. La adscripción cultural de dichos geométricos está bien avalada en numerosas se-
cuencias estratigráficas del entorno: en Peña Larga IV y Los Husos IV como referentes
más cercanos y calificados. También en los dólmenes –adjudicados a la primera fase
funeraria– pero con otros caracteres morfotecnológicos. A Bardallo le pertenece un
segmento en doble bisel y un trapecio que, por morfología y base material, supusimos
también del Neolítico. En La Tejera afiliamos al mismo momento el microlito asimilable
a los trapecios vielle y el trapecio rectángulo que aplica el retoque en doble bisel. Por
otra parte, la punta de estilo martinet o es de aquí o de un momento inmediatamente
anterior. Y, recordemos, es interesante la presencia de estos utensilios por que, hasta
la fecha, no han sido denunciados en nuestra región, cuando se les supone una vincu-
lación nordpirenaica.

4.- Una estancia Calcolítica, que creemos responsable de la mayor parte de la in-
dustria lítica, y con bastante probabilidad, de la cerámica y los pulimentos. Debió ser el
último momento de ocupación de La Tejera, pero también el más intenso a juzgar por
el número de objetos que presumiblemente encajan aquí.

Parte sustancial de la colección serán las puntas de flecha de retoques planos (fots.
32 a 40). Con sus tres decenas y media resulta ser un conjunto notable: por ejemplo,
supera ampliamente a lo normal en los sepulcros megalíticos de la Rioja alavesa, de
los monumentos no se alcanza la decena de individuos, a excepción del particular
sepulcro de San Juan ante Portam Latinam que suma seis decenas. En La Tejera se
aprecia una variabilidad morfotécnica notable: puntas foliformes más o menos estili-
zadas, pedunculadas, con aletas incipientes, con hombreras y de pedúnculo y aletas
(e incluso algunas preformas o esbozos de proyectiles de retoque plano mucho más
robustos. ¿Acaso se fabricaban en el propio campamento los proyectiles?). Esta si-
tuación contrasta, llamativamente, con lo habitual de lo depósitos arqueológicos que

72
en la zona le son aproximadamente contemporáneos: así en San Juan ante Portam
Latinam, con un montante que casi duplica a La Tejera, la diversidad formal es menor.
En general, en los yacimientos del entorno la tendencia es a que cada conjunto –o sus
niveles– se decanten por unos modelos específicos. Así:

- en San Juan ante Portam Latinam las foliáceas son claramente dominantes, con
algunos pocos casos de aletas incipientes (tan poco marcadas que se aproximan
a las anteriores) o de pedúnculo central. No se rescataron de pedúnculo y aletas;
- en Las Yurdinas, cueva sepulcral ubicada en la cara norte de la Sierra de Can-
tabria, y como oposición al anterior caso, es muy amplia la representación de pun-
tas de pedúnculo y aletas evolucionadas;
- en el nivel III de Peña Larga, de carácter funerario y con un conjunto no muy am-
plio, lo recuperado fueron modelos foliáceos más alguna con pedúnculo apenas
desarrollado;
- en el estrato II de Peña Larga, habitacional y posterior al III, son preeminentes las
de pedúnculo y aletas aunque convivan con alguna foliácea.

Cabe una interpretación para estos datos si, además, nos fijamos: a) en los valores
radiocarbónicos de los yacimientos y b) lo indicado por algunas secuencias estratigrá-
ficas (así la suma, en nuestro entorno, de Los Husos I, Kanpanoste Goikoa o Abauntz)
que anuncian, débilmente dada la cuantía de los datos, una evolución de las armaduras
de retoque plano:

a- los conjuntos más antiguos, Peña Larga III y San Juan ante Portam Latinam, cir-
ca 4500-4300, desarrollan modelos foliáceos y, en menor medida con aletas poco
sobresalientes o con pedúnculos incipientes;
b- los depósitos algo más modernos, Peña Larga II y Las Yurdinas, incorporan ti-
pos más avanzados –de pedúnculo y aletas– sin que dejen de tallarse las formas
anteriores;
c- esta evolución es apoyada en lo que ofrecen sitios como Los Husos I, Abauntz o
Kanpanoste Goikoa.

El lote de La Tejera, nos parece, encaja mejor en el segundo de los estadios des-
critos, donde prototipos viejos y nuevos conviven. Pero recordemos que en el lugar
son dos las áreas de concentración del material, en tanto que una no ha entregado
armaduras de pedúnculo y aletas: si ello significa que en el yacimiento están represen-
tadas las dos fases, tal y como si leyéramos una “estratigrafía horizontal”; no podemos
asegurarlo, pero entra dentro de lo posible.

Al describir detenidamente las categorías industriales, hemos subrayado la cerca-


nía formal y tecnológica de algunas piezas encajadas entre las truncaduras, los dor-
sos, las raederas y las muescas (fig. 9 a 11). En concreto, dejando al margen algún
fragmento medial de lámina no retocada (contabilizada entre los restos de talla pero
que tal vez formara parte del mismo ideario): 4 dorsos –uno normal, dos dobles y uno
truncado– cuyas anchuras oscilan entre 12 y 14,5 milímetros; las 2 bitruncaduras (para
las cuales hay que abrir la posibilidad de considerarlas como geométricos rectángulos);
hasta 6 truncaduras laminares –una en fragmento medial, tres mediales proximales y
dos mediales distales– con similar rango de anchura y con roturas intencionadas por
flexión, aportando además retoques de acompañamiento y de uso; 4 raederas margi-
nales en soporte roto: todas fragmentos mediales de láminas anchas (una truncada
y tres con cornisas de flexión) con retoques finos abruptos o simples, combinándolos

73
en frentes y filos. También pudieran corresponder a una misma inspiración, tenemos
dudas, otras raederas marginales con un rango de anchura algo mayor (entre 15,8 y
19 milímetros, una de ellas truncada) así como: una raedera bilateral, y tres de finos
retoques; cuatro muescas finas laminares –de ±15 mm. de espesor–: dos en fragmen-
tos proximales-mediales con cornisas de flexión y retoques de acompañamiento, y dos
dobles –muesca inversa y directa– ambas con roturas acondicionadas o no después
por truncadura.

El lote se acerca a “elementos sobre hoja recortada” según la definición de Armen-


dáriz e Irrigarai, ajustada por García Gazólaz (figs. 7 a 10). Estos tipos han sido res-
catados con alguna frecuencia en yacimientos al aire libre de Navarra, caracterizados
por su diversidad tecnológica y adscritos a fases avanzadas del holoceno prehistórico.
Lo propio es su soporte mesial a partir de fracturas voluntarias: dependiendo de que
tengan o no retoques, que éstos afecten a uno o a varios filos y de su morfología
–rectangular, trapecial, cuadrangular, romboidal, semicircular o triangular– García Ga-
zólaz propone hasta 126 tipos diferentes. Nos parece conveniente la insinuación de
Armendáriz e Irrigarai sobre la posibilidad de que algunas de estas piezas pudieran ser
concebidas como geométricos –¿desplazando a los segmentos neolíticos?–, si bien es
conveniente un estudio traceológico para averiguar su función.

Este conjunto, más las piezas con retoques planos (puntas de flecha o no), repre-
sentan casi el 25% de los útiles de La Tejera. Por tanto, dejando de lado los elementos
de substrato, que carecen de argumentos definitivos para su exacto encuadre cronoló-
gico, las piezas líticas retocadas susceptibles de significarse culturalmente pertenecen
en su mayor parte al Calcolítico.

Nos parece conveniente recordar que en la revisión de la industria lítica de Los


Husos se detectaron, como elementos significativos, diversas puntas de flechas de re-
toque plano y, precisamente, objetos laminares, varios fracturados intencionadamente,
con retoques marginales, o con muescas menores que se aproximan a los que aca-
bamos de describir para La Tejera. Aunque no pudo relacionarse los productos de Los
Husos con sus niveles, si se observó una ordenación de los mismos por profundidades,
situándose, principalmente, estos objetos en los tramos intermedios. Si como referen-
cia de primer orden tomamos los nuevos trabajos que se han llevado a cabo en Los
Husos I (Fernández Eraso 2009), es admisible encuadrar el lote lítico a sus niveles XI
a IV (o quizá extenderse al XII), formados por el uso del lugar como establo. Su amplia
serie cronológica se centra en el Calcolítico (quizá con alguna prolongación) (tabla 16):
para La Tejera un ámbito entre el 2200 y el 1600 cal BC nos parece adecuado.

Los Husos I
Nivel Referencia Valor en BP Años cal BC
V Beta-136041 3360±50 1750-1520
VI Beta-148055 3410±40 1770-1620
VII Beta-149399 3400±40 1760-1610
2130-2080
VIII Beta-148057 3630±40
2060-1890
IX Beta-148058 3710±40 2210-1970
XI Beta-149400 3190±40 1520-1400

Tabla 15. Valores cronológicos de Los Husos I.

74
Foto 32. Puntas de flecha.

75
Foto 33. Puntas de flecha y preforma.

76
Foto 34. Puntas de flecha.

77
Foto 35. Puntas de flecha.

78
Foto 36. Puntas de flecha.

79
Foto 37. Puntas de flecha.

80
Foto 38. Láminas con retoques planos.

81
Foto 39. Puntas de flecha y objetos con retoques planos.

82
Foto 40. Puntas de flecha y preformas.

83
Figura 9. Conjunto de láminas truncadas, con muescas o con retoques simples laterales.

84
Figura 10. Conjunto de láminas truncadas, con muescas o con retoques simples laterales.

85
Figura 11. Conjunto de láminas truncadas, con muescas o con retoques simples laterales.

El Calcolítico es el momento cronológico más reconocido en el entorno de la Son-


sierra-Rioja alavesa. La naturaleza de los yacimientos nos indica una adecuada jerar-
quización del espacio. Y la complementariedad de funciones entre los sitios, un plan
organizativo cuyo objetivo es la explotación integral del territorio de acuerdo a los pro-
cesos económicos y sociales del Calcolítico, distinguiendo claramente, como se venía
haciendo desde finales del neolítico, espacios para la muerte y espacios para la vida.
Entre los últimos la variabilidad de situaciones puede estructurarse (Mapa 1):

a) el conjunto de los abrigos de Los Husos I y II: entendidos como corrales dentro de
un sistema de estabulación de ganado. Significa una explotación especializada y con-
trolada de un bien productivo que, sin duda, jugaba un papel primordial para aquellas
sociedades;
b) el nivel II de Peña Larga, que informa de la estancia, a casi 1.000 m.s.n.m., de un
grupo con cultura material campaniforme, posiblemente pastores que aprovecharan los
pastos de altura de ambas vertientes de la Sierra de Cantabria;
c) campaniforme es también la abundante cerámica –en estudio– del lugar de Ba-
rranco Valinera, en las mismas conchas de Haro, terrenos bajos a los que se supone
vocación agrícola, como pensamos debe entenderse el sitio de La Tejera, y por último;

86
d) son numerosas las manifestaciones funerarias: estación dolménica de Rioja ala-
vesa, hipogeo de Longar, depósito de San Juan ante Portam Latinam o rituales en
cueva de Peña Larga (nivel III) y Las Yurdinas.

Distancia entre La Tejera y yacimientos Calcolíticos del


entorno
Dolmen de La Cascaja 2,5
Dolmen de Layaza 8
Barranco Valinera 9
Dolmen de El Sotillo 11
Dolmen de San Martín 13,5
Dolmen de La Chabola de la H. 17
Enterramiento de San Juan a. P. L. 17
Conjunto de Los Husos 18

Tabla 16. Distancia en línea recta calculada en kilómetros (con quiebros si es necesario salvar algún acci-
dente orográfico mayor).

La Tejera tiene el valor de representar, para esa época, a los emplazamientos de


habitación fuera de refugios naturales –abrigos o covachas–. Sin duda debieron confor-
mar una red habitacional mayor de la que hoy en día conocemos pero, seguramente,
las labores agrícolas contemporáneas han desmantelado bastantes de estos conjuntos.
Es más, dada la especifidad de los usos en los abrigos de montañas –a los pies o en
lo alto de la sierra– los poblados del tipo de La Tejera, donde lo que conocemos es un
pálido reflejo de su realidad prehistórica, pudo ser el modelo más habitual. Ciertamente
lo recogido son los materiales que mejor perduran en el tiempo, y nos está vedado
cualquier acercamiento a las coordenadas económicas, salvo, si lo observamos desde
esa óptica, por la presencia de sílex de varias procedencias. Hemos registrado, aunque
no tenemos cálculos para cada variante, los habituales recursos silíceos de Treviño,
Loza, Urbasa, Flysch, calcedonítico y evaporíticos del Ebro –y no descartamos otras
procedencias– que nos informan de a) una vinculación de los pobladores de La Tejera
con áreas geográficas mayores que La Sonsierra - La Rioja; b) una articulación econó-
mica, en la explotación de materias primas, cuidadamente planificada (más al observar
cierta predilección por variantes silíceas según los tipos industriales). Recordemos que
en el campamento está demostrada la habitual talla del sílex, dada la presencia en el
campamento de todas las fases de la cadena operativa, pero no fueron las únicas acti-
vidades desarrolladas en La Tejera, aunque sí la más visible. Por ejemplo suponiendo
el empleo de las puntas de flecha para actividades de caza, el grupo debía volver a su
hábitat con lo obtenido para su procesado: sabemos que recuperaba los proyectiles y
ensayaba su reparación (demostrada en muchos de los reacondicionamientos aplica-
dos para reactivar la efectividad de los proyectiles tras su fractura).

La Tejera registra, por lo obtenido superficialmente, ocupaciones reiteradas en el


tiempo, pero de desigual intensidad. Ello significa que uno, o varios, caracteres de su
entorno llamaban la atención a los hombres prehistóricos que hicieron del sitio un lugar
de ocupación habitual, y, al menos en tiempos Calcolíticos integrado junto a otros mo-
delos de campamentos y a ricas manifestaciones funerarias.

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90
ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA nº 24 91-130 VITORIA-GASTEIZ 2009 ISSN 1695-1611

LA ESTACIÓN MEGALÍTICA DE ENTZIA-URBASA


(ÁLAVA-NAVARRA)

Fernando Galilea Martínez*

Palabras clave: Estación megalítica. Dolmen. Menhir. Ageoestadística. Interpolación espacial. Kriging. U
Mann-Whitney. K kolmogorov-Smirnov. Cluster. Mixture. Bagolini. K Ripley.
Gako hitzak: Estazio megalitikoa. Trikuharria. Iruinarria. Geoestatistika. Espazioaren interpolazioa. Kriging.
Mann-Whitney-ren U. Kolmogorov-Smirnov-en K. Klusterra. Mixture. Bagolini. Ripley-ren K,
Key words: Megalithic site. Dolmen. Menhir. Geoestatistics. Spatial interpolation. Kriging. Mann-Whitney U
test. Kolmogorov-Smirnov test.Cluster. Mixture. Bagolini. Ripley’s K,

RESUMEN:
Se analiza una estación megalítica que destaca por su rica variedad y diversidad de dólmenes y menhi-
res. Se aplican técnicas varias de geoestadística como la interpolación espacial, K de Ripley y kriging para
analizar las variables en el espacio. Se analizan la forma y tipologia de los dólmenes y menhires con nuevas
técnicas como la U de Mann-Whitney y la K de Kolmogorov-Smirnov adaptándose la gráfica de Bagolini para
estudiar la morfología de los menhires.

LABURPENA:
Trikuharri eta iruinarri anitz eta askotarikoengatik bereizten den estazio megalitikoa aztertzen da. Geoes-
tatistikako hainbat teknika aplikatzen dira, hala nola, espazioaren interpolazioa, Ripley-ren K y kriging, espa-
zioko aldagaiak aztertzeko. Trikuharri eta iruinarrien forma eta tipologia teknika berriez aztertzen dira, hala
nola, Mann-Whitney-en U eta Kolmogorov-Smirnov-en K, Banoliniren grafika iruinarrien morfologia aztertze-
ko egokituz.

SUMMARY:
A megalithic site, known for the great variety and diversity of dolmens and menhirs, has been studied. Se-
veral geostatistical techniques have been applied, such as spatial interpolation, Ripley’s K and kriging to ana-
lyse space variables. The shape and type of the dolmens and menhirs have been studied using new techni-
ques such as the Mann-Whitney U and the Kolmogorov-Smirnov tests, adapted to the Bagolini graph to study
the morphology of the menhirs.

1. INTRODUCCIÓN

Nos encontramos ante una de las más completas estaciones megalíticas del norte
Peninsular en cuanto a la calidad y cantidad de sus monumentos. Se aproximan al cen-
tenar los monumentos localizados hasta la fecha más un número similar de túmulos.

Desde finales del siglo XIX en el que se localiza el primer dolmen, hasta hoy, han sido
varios los momentos en los que ha sido objeto de estudio. Comienza con E. Eguren y J. M.
Barandiarán en la década de 1920, continúa J. Elosegui en 1950, posteriormente de 1977
a 1979 el Instituto Alavés de Arqueología, a principios de 1980 J. I. Barandiarán y J. I. Ve-
gas y finalmente el grupo Hilharriak realiza una revisión de todo el área de Urbasa.

* Instituto Alavés de Arqueología / Arkeologiarako Arabar Institutua. Pedro Asua 2, 2º Dpto 53. 01008 Vitoria-Gasteiz.
arkfgalilea@telefonica.net

91
El propósito de este trabajo es dar una visión de conjunto de este fenómeno localizado
en una zona bien delimitada y definida como es una estación megalítica. No son muchos
los estudios que tratan de conjuntos de megalitos o estaciones megalíticas. Menos son
los que intentan responder a viejas preguntas o nuevas preguntas que han ido surgiendo
según se profundizaba en los estudios. Para responderlas vamos a aplicar una serie de
métodos y técnicas que nos van a permitir, en primer lugar, ver hechos y sucesos que an-
tes ni se planteaban y en segundo lugar buscar una explicación a tales fenómenos aho-
ra que estamos en condiciones técnicas de poder realizarlo.

Para entender mejor las páginas siguientes sería recomendable la lectura de mi es-
tudio “Métodos cuantitativos en Arqueología” que aparece en este mismo CD. He utili-
zado el programa PAST de Øyvind Hammer, D.A.T. Harper y P.D. Ryan para la realización
de este estudio. Se puede encontrar en Internet. Es un programa muy interesante, com-
pleto, fácil de usar y libre, por lo que lo aconsejo para todo el que trabaje en el mundo pre-
histórico y arqueológico.

2. LOCALIZACIÓN ESPACIAL DE LOS DÓLMENES

Para que una zona pueda considerarse estación megalítica deben darse dos circuns-
tancias. Primera deben existir un número suficiente de manifestaciones megalíticas, y se-
gunda, éstas deben concentrarse en una zona perfectamente definida, separada y dife-
renciada del resto. Es decir se trata de un concepto de “isla”.

Estas circunstancias se dan en la que denominamos estación megalítica de Entzia-


Urbasa en razón a las dos zonas que aunque con denominaciones diferentes son una
única unidad geográfica y orográfica. Se han localizado un centenar de manifestacio-
nes megalíticas, medio centenar de dólmenes y otro medio centenar de menhires, con-
juntamente con casi un centenar de lugares donde se aprecia el hábitat de estas pobla-
ciones, convirtiendo por esta razón a la estación megalítica en el caso más y mejor di-
versificado, inusual, atractivo e interesante tanto desde el punto de vista habitacional
como desde el punto funerario. Muchos de sus dólmenes no tienen nada que envidiar
a los magníficos panteones megalíticos de Aralar meridional, salvo que en este caso se
encuentran muy bien conservados, lo que no ocurre en nuestro caso. La estación es-
tá perfectamente diferenciada del terreno circundante por tratarse de una altiplanicie
que se eleva 600 metros sobre el terreno circundante hasta 1.100 metros s.n.m. desde
el valle norte, zona Llanada Alavesa oriental y La Burunda, que con una altitud de 500
metros s.n.m. marcan el límite norte de la estación. El sur de igual forma está delimitado
por los valles de Arana y de Amezkoas con una altura de 700 metros s.n.m. El oeste esta
delimitado por los montes de Vitoria y el este por el puerto de Lizarraga que como una
enorme cicatriz orográfica separa la zona de la sierra de Urbasa de la sierra de Andia.

La altiplanicie es una zona llana con pequeñas colinas que no llegan a los 100 metros
de desnivel sobre el terreno medio circundante. Zona caliza que ha dado lugar a la exis-
tencia de multitud de cuevas y dolinas algunas gigantescas que salpican todo el paisaje.
Paisaje actualmente de bosque en el que se descubren magnificas campas verdes donde
se localizan la mayoría de los dólmenes y menhires y donde pasta el ganado, tradicio-
nalmente lanar, aunque últimamente se ha introducido el vacuno y caballar. Es una Par-
zonería lo que significa que nunca ha pertenecido a los pueblos circundantes ni a per-
sonas concretas, de tal forma que las chabolas de las personas con derecho a pasto,
no pueden estar tejadas, porque se considera a la teja signo de propiedad, sino que sus

92
pastos pertenecen incluso a localidades muy alejadas, tanto en la zona de Álava como
la zona de Navarra (excepto la zona conocida como Limitaciones). En la zona de Entzia
y Urbasa el pastoreo ha sido de temporada con el ganado en libertad hasta la llegada
de las nieves en que se baja al valle. En algunas zonas de Urbasa sin embargo el pas-
tor y el ganado permanecen todo el año, circunstancia que se da todavía en varias cha-
bolas.

El fuerte desnivel que existe en las zonas norte y sur, es salvado mediante tortuosos
caminos que penosamente ascienden por la empinada ladera hasta llegar a unos pun-
tos o portillos que permiten el acceso a la altiplanicie. Es en estos puertos o portillos don-
de se localizan los dólmenes, generalmente de gran tamaño. Sin embargo no en todos
existen dólmenes, posiblemente por la cercanía entre ellos, lo que indicaría que el dolmen
está delimitando un territorio grupal. Donde mejor podemos observar este hecho es en
la zona oeste de la estación megalítica, donde incluso se puede calcular el territorio pro-
pio del dolmen.

La descripción del emplazamiento de los dólmenes la comenzamos por el corte nor-


te siguiendo la dirección oeste a este.

1. Cortado zona norte


El mundo dolménico comienza en su extremo oeste, con el dolmen del Puerto de
San Juan. A 4 kilómetros localizamos el dolmen del Puerto de Alangua. Desde este
punto nace un camino en dirección sur y a 150 metros localizamos un pequeño dolmen
Puerto de Alangua 2 y a 150 metros al sur un tercer dolmen, Gaztalamendi. Seguimos
por el cortado norte y llegamos al puerto de Opacua sin que en este lugar exista monu-
mento megalítico. A continuación a tres kilómetros, pasado el puerto de Ocariz, se sitúa
el pequeño dolmen de Peña Roja. Continuamos hacia el este y llegamos al puerto de Vi-
cuña. Continuamos hasta las campas de Legaire, pasando por el portillo de Atau, el más
elevado de la sierra de Entzia, seguimos y localizamos el pequeño dolmen de Akarte
junto al puerto de Akarte. Continuamos y a un kilómetro llegamos al puerto de Andoaín,
sin que exista dolmen.

Continuamos en dirección este. Dejamos atrás Entzia y entramos en Urbasa. A 8 ki-


lómetros de las campas de Legaire se llega al actual Puerto de Olazagutia. Desde este
puerto parte un camino que atraviesa Urbasa de norte a sur. Sobre una colina a pocos
metros del corte localizamos el pequeño dolmen de Sorosgain. Continuamos hacia el es-
te 6 kilómetros y llegamos al puerto de Santa Marina. Un kilómetro antes de llegar a
este portillo y alejado 300 metros del corte localizamos el dolmen de Gaasta. Llegados
a Santa Marina pero no en el mismo puerto sino alejado también unos 300 metros del
corte se localiza el dolmen de Santa Marina. Tenemos que recorrer otros cuatro kilóme-
tros para alcanzar el siguiente puerto, puerto de Echarri, donde localizamos dos dólme-
nes sobre el cortado, Etxarriko Portugañe 1 y 2, que son los más orientales situados en
el cortado norte de la estación megalítica.

2. Cortado zona sur


En la zona sur, al oeste de la estación megalítica, el primer dolmen que encontramos
es el dólmen de Santa Teodosia, en el puerto que desde la localidad de San Vicente de
Arana, sube a la sierra. Desde este punto parte un camino en dirección norte donde lo-
calizamos los dólmenes de Santa Teodosia 2 y 3. Continuamos en dirección este y pasa-
mos por los puertos de Alda y Kapitarte. Sobre una colina que se alza sobre esta cam-
pa y alejada unos 300 metros del corte, localizamos el dolmen de Kapitarte. Llegamos

93
al Puerto de Kortagaina o Puerto Viejo donde localizamos el dólmen de Kortagaina, a 2
kilómetros del anterior. La sierra sufre a continuación una incisión por la que discurre el
ramal sur del Puerto de Opacua, sin que se localice ningún dolmen. Continuamos por
todo el cresterío y sobre él localizamos el dolmen de Morube, pero sin que exista nin-
gún puerto por sus proximidades. Continuamos hasta el puerto de Larraona, puerto de
San Lorenzo en Aranarache y puerto de San Martín, sin localizar ningún dolmen. Lle-
gamos al puerto de Urbasa donde en su tramo sur localizamos el dolmen de Zurgaina
a 11 kilómetros del dolmen de Morube. Seguimos en dirección este y a 3 kilómetros se
localizan los dólmenes de Puerto Viejo de Baquedano 1 y 2, el primero alejado 100 me-
tros del corte. Continuando hacia el este y a 500 metros se localiza el pequeño dolmen
de Aseki, que es el que cierra por el este el cortado sur de la estación megalítica.

3. Caminos transversales
Se observa como los puertos de acceso y los dólmenes que en ellos se encuentran
ubicados forman una red de caminos localizándose los dólmenes tanto en su portillo nor-
te como en el sur y localizándose el resto a lo largo de su trazado. Estos caminos em-
pezando desde el oeste son los siguientes.

1. Camino Puerto de San Juan a Santa Teodosia. Con un recorrido de 5 kilómetros,


sigue un trazado norte-sur. Al norte en el cortado localizamos el dolmen de San Juan y
al sur localizamos sobre el cortado el dólmen de Santa Teodosia 1, a 150 metros Santa
Teodosia 2 y a 150 metros Santa Teodosia 3.

2. Camino Puerto de Alangua al Puerto de Kortagaina o Puerto Viejo. Recorrido de 5


kilómetros que sigue un trazado norte-sur. Al norte localizamos en el cortado el dolmen
del Puerto de Alangua, a 150 metros el dólmen de Puerto de Alangua 2 y a 150 metros
al sur el dolmen de Gastalamendi. Un ramal parte en dirección este uniéndolo, con los
dólmenes de Arrigorrista 1 y 2 y Larragorri.

Se forma una red reticulada con vértices en los dólmenes situados sobre el cortado
que delimitan su territorio. Los dólmenes que se encuentra a lo largo del camino obede-
cen exclusivamente a un componente temporal, siendo los dólmenes más antiguos los
que están en el corte y más recientes a medida que avanzamos en su longitud. Los dól-
menes de los nudos de la red serían contemporáneos. El territorio tribal delimitado se-
ría un cuadrado formado por el doble de la semisuma de las distancias entre ellos. En
este caso sería un cuadrado de 4 x 3 kilómetros es decir de 12 km2.

3. Camino del Puerto de Akarte y Andoin al Puerto de Larraona. Se trata de uno de


los caminos más importante que vamos a describir por el elevado número de dólmenes
que vamos a localizar a lo largo de su desarrollo de 7 kilómetros en dirección norte-sur.
Comienza en el cortado norte con el dolmen de Akarte en el puerto del mismo nombre.
En sus proximidades un poco más hacia el este, se localiza el puerto de Andoin pero
en el que no existe ningún dolmen. A 500 metros al sur localizamos el dolmen de Le-
gaire Norte. Continuando 400 metros y al sur localizamos el dolmen de Legaire Sur.
Abandonamos las campas de Legaire y a 1 kilómetro localizamos el dolmen de Larra-
zabal Norte y a 200 metros al sur el dolmen de Larrazabal Sur. Continuando 700 metros
hacia el sur localizamos el dolmen de Itaida Norte y 400 metros más al sur el dolmen
de Itaida Sur. El camino continúa en dirección sur hacia el dolmen de Arrodantza a 800
metros. Desde aquí el camino entra en las campas de Larraona para descender hacia
la localidad de Larraona a 1 kilómetro del último dolmen. No se conoce ningún dolmen
en este último puerto.

94
4. Camino del Puerto de Olazagutia. La red dolménica sufre un vacío total de monu-
mentos de 9 kilómetros entre el puerto de Akarte-Andoin y el puerto de Olazagutia. Una
extensión de 9 por 6 kilómetros prácticamente vacía excepto por el dolmen de Larrea-
undi y la zona dolménica de Arantzaduia 1 y 2 y el dolmen del Portillo de Las Majadas
de Eulate. El camino del puerto de Olazagutia, comienza al norte en el dolmen de So-
rosgain, no localizándose ningún otro dolmen en su desarrollo de 6 kilómetros hasta
su finalización en el cortado sur hasta llegar al dolmen de Zurgaina. Existe un camino per-
pendicular al inicio que se dirige hacia el dolmen de Larreaundi y que podría continuar
en dirección oeste, hacia el camino del Puerto de Akarte-Larraona, pero alejado 7 kiló-
metros. Un segundo camino perpendicular parte desde su tramo sur también en direc-
ción oeste, que es donde se localizan los dólmenes de Arantzaduia 1 y 2 y Portillo de
Las Majadas de Eulate.

5. Camino del Puerto de Santa Marina y Puerto de Echarri al Puerto Viejo de Baque-
dano. Camino muy importante puesto que en su desarrollo vamos a localizar numerosos
y magníficos dólmenes. Su trazado se asemeja a una “Y”, por el doble desarrollo de en-
trada en su zona norte para concluir posteriormente en un único ramal, que se dirige
hacia el sur. La descripción de los dos ramales es la siguiente:
a. Ramal occidental del puerto de Santa Marina. Aunque no se localiza en el mismo
corte, localizamos el dolmen a 300 metros de él. Siguiendo el camino a 1 kilómetro al
sur localizamos el dolmen de Aileta, para continuar 2 kilómetros hacia el sur y unirse
con el ramal oriental.
b. Ramal oriental del Puerto de Echarri. Localizamos dos dólmenes en el cortado,
junto al camino de subida, Etxarriko Portugaine 1 y 2. Continuando el camino en direc-
ción suroeste a 1,5 kilómetros localizamos los dólmenes de Bekosare y Arceiturrita. El
camino desde esta campa cambia de dirección hacia el sur, ascendiendo hacia el tér-
mino de Lubieri donde se localizan los dólmenes de Lubieri 1 y 2, confluyendo 1,5 kiló-
metro después con el ramal occidental.

Desde esta zona a la altura del menhir de Bretxagaña o Mugarriko Arriya, el camino
toma un sentido suroeste para dirigirse hacia los dólmenes de Armorkora Haundi y Ar-
morkora Txikia, a unos tres kilómetros de distancia. Desde aquí y siguiendo una direc-
ción sur, a poco más de un kilómetro, encontramos el dolmen de La Cañada y a 500
metros el dolmen de Artekosaro. Siguiendo esta dirección sur a 2 kilómetros localizamos
el dolmen del Puerto Viejo de Baquedano 1 y a 300 metros el dolmen del Puerto Viejo
de Baquedano 2.

Existen tres dólmenes sin relación directa con estos caminos lo que nos está indican-
do la existencia de otros ramales.

6. Ramal del Puerto de Ocariz y Vicuña. Se localiza el dolmen de Peña Roja, en el


cortado Norte, lo que indicaría un camino que uniría los puertos de Opacua, Ocariz, Vi-
cuña, Atau, Akarte y Andoin.

7. Ramal del Puerto de Opacua Sur y Larraona. Localizamos el dolmen de Morube


en el cortado, lo que indica un camino que une el Puerto de Opacua sur con el Puerto
de Larraona.

8. Ramal del Puerto de Santa Marina. Al oeste de este puerto se localiza el dolmen
de Gaasta, lo que indica un camino que por el cortado norte, une el puerto de Olazagutia
norte con el puerto de Santa Marina.

95
9. Ramal del puerto de Olazagutia sur al Puerto Viejo de Baquedano. Existe un ra-
mal que sigue el trazado del corte por su zona sur arrancando desde el dolmen de Zur-
gaina hacia los dólmenes del Puerto Viejo de Baquedano 1 y 2 y continuando hacia el
dolmen de Aseki. Creemos que existen otros dos dólmenes en este trazado solamente
que están arrasados. Se localizan junto al corte en el Balcón de Pilatos. Por sus notables
dimensiones podrían tratarse de dos dólmenes que estarían situados en el trazado de
este antiguo camino

Desde el camino del puerto de Santa Marina y puerto de Echarri al puerto Viejo de
Baquedano y hasta el Puerto de Lizarraga en el límite oriental de la estación, en una ex-
tensión de 7 por 7 kilómetros no se ha localizado ningún otro dolmen.

Por toda la geografía de la sierra se han localizado numerosos túmulos algunos de


los cuales podrían tratarse de dólmenes, tal como hemos indicado en el camino nú-
mero nueve.

Podemos definir la red de caminos de la estación megalítica de Entzia-Urbasa, co-


mo una retícula de cinco caminos principales de trayectoria norte-sur, cruzados por
otros caminos secundarios de dirección este-oeste, que no parecen tener la misma im-
portancia. Los dólmenes principales se encuentran situados sobre el mismo cortado junto
al portillo de acceso. Las distancias que se marcan entre ellos tienen un componente
de espacio vital al mismo tiempo que un componente cronológico.

Para comprender el desarrollo de la red de caminos tenemos que tener en considera-


ción el fenómeno geológico, orográfico y de vegetación en el que se desenvuelve la es-
tación megalítica. Un porcentaje de su superficie esta cubierta por el denominado lapiaz
que son hendiduras en la roca caliza, que pueden variar entre unos pocos centímetros
hasta metros, lo que dificulta el tránsito no solamente de las personas sino de los ani-
males. El caminar por estos parajes es sumamente difícil, lento y peligroso lo que lleva
a pensar que no eran sitios frecuentados por estas poblaciones. Esto, unido a que prác-
ticamente todos los dólmenes los encontramos en campas herbáceas en las que no
hay lapiaz, porque es habitual la combinación de hayedo y lapiaz, nos hace pensar, que
estos dólmenes se localizan en las campas en la que pastaba el ganado y por la que
discurrían los caminos utilizados por estas poblaciones.

Para analizar más detenidamente la estructura espacial de la localización de los dól-


menes en la estación megalítica, vamos a realizar en primer lugar un análisis cluster,
paired group y distancia euclídea, de las coordenadas geográficas UTM. En el gráfico 1
adjunto observamos la existencia de dos grupos totalmente diferenciados. El grupo de
la izquierda se corresponde con Entzia y el de la derecha con Urbasa.

Con respecto a la zona de Entzia se diferencian tres grupos:


1. El oriental, en el que se diferencian tres subgrupos. El norte formado por los dól-
menes de Akarte, Legaire norte y sur. El central con los dólmenes de Igurita, Larrazabal
norte, sur, 3, Itaida norte y sur. Y el sur formado por los dólmenes del Alto del Mojón,
Arrodantza y Morube.

2. El occidental, diferenciándose dos subgrupos. El grupo suroeste formado por los


dólmenes de Santa Teodosia 1, 2, 3 y Puerto de Kortagaina. El grupo de Arrigorrista
formado por los dólmenes de Puerto de Alangua 1 y 2, Gaztalamendi 1 y 2, Arrigorrista
1 y 2 y Larragorri. Y un dolmen aislado como es San Juan, que es un nodo de la red oc-
cidental de este grupo de dólmenes.

96
4747,2
4,747E 06
710
20 8

18
9 17

4745,6
4,746E 06 16

1312
31

4744
4,744E 06 48

27
42 3
28 15

4742,4
4,742E 06 4
39
41
2
25
26
D

4740,8
5
4,741E 06
49
30
29
50

24 46
47 6

4739,2
4,739E 06 21
37 23
43
45 44 38
40 1 11
14
9
22

4737,6
4,738E 06
32

36

4736
4,736E 06
34
35
33

4734,4
4,734E 06

18

16

14

12

10

0
5,52E 05 5,55E 05 5,58E 05 5,61E 05 5,64E 05 5,67E 05 5,7E 05 5,73E 05 5,76E 05
Frequency
C

18

16

14

12
Frequency

10

4
Gráfico 1. Diagrama de dis-
2
persión de los dólmenes de la
0
548 552 556 560 564 568 572 576
estación de Entzia-Urbasa.

3. Un tercer grupo “varios”, formado por varios dólmenes dispersos, en el que la téc-
nica cluster ha incluido dos dólmenes alejados de cualquier grupo como son el dolmen
de Peña Roja y el de Berjalaran norte en las estribaciones septentrionales de Entzia.

En relación a Urbasa el análisis cluster diferencia cuatro grupos:


1. Un grupo formado por los dos ramales de la “Y”, separados ambos. El más orien-
tal formados por los dólmenes de Etxarriko Portugañe 1 y 2, Bekosare, Arantzadia (Ar-
ceiturrita) y Lubieri 1 y 2 y el occidental formado por los dólmenes de Gaasta, Santa
Marina y Aileta.

2. El formado por el extremo inferior de la “Y”, que agrupa a los dólmenes de Armor-
kora Haundi, y Txikia, La Cañada, Artekosaro, Puerto Viejo de Baquedano 1 y 2, Aseki
y Zurgaina.

3. El grupo sur, formado por los dólmenes de Arantzaduia 1 y 2 y Portillo de las Ma-
jadas de Eulate.

4. Un cuarto grupo “de varios”, en el que se engloban dólmenes alejados de toda


agrupación como Larreaundi y Sorosgain (Ergibel).

Estas agrupaciones y sus subdivisiones las representamos en el gráfico 2.

97
La coincidencia es plena entre lo que se observa y los datos proporcionados por el
análisis cluster, aunque éste define y delimita mejor su estructura.

El estudio de la distribución espacial de los dólmenes de la estación megalítica de


Entzia-Urbasa trata de observar e inferir el comportamiento espacial de los mismos. La
estadística espacial es una técnica que permite observa e inferir este comportamiento
espacial. Los objetos o individuos tienen un comportamiento espacial que podemos teó-
ricamente agruparlos en tres tipos de distribuciones diferentes:
1. Aleatoria. En esta distribución los dólmenes se distribuyen al azar en el espacio de
la estación megalítica. No existe ningún tipo de interacción en cuanto a su localización
entre los mismos. Su representación matemática es una distribución de tipo Poisson.

2. Regular. En ésta, los dólmenes tienden a mantener una distancia constante o se-
mejante. Esta disposición regular puede adoptar muchas formas diferentes, reticulado,
cruciforme, poligonal, circular, etc. La función matemática que la representa es la dis-
tribución uniforme.

3. Grupos. Se forman grupos de dólmenes con alternancias con espacios vacíos,


como si existiera un punto focal de atracción de los dólmenes hacia esa zona. La fun-
ción matemática que mejor la representa es una función doble de Poisson.

Podemos resumir la situación espacial de los dólmenes en la estación megalítica de


Entzia-Urbasa, y sus características en los siguientes puntos:
1. Los dólmenes se sitúan generalmente en el cortado y en algunas ocasiones en
el interior, pero en este caso siempre al lado de alguno de los caminos que atraviesan
la estación de norte a sur. En el caso de campos dolménicos el dolmen más antiguo se
sitúa en el cortado y los posteriores a escasa distancia y siguiendo el camino. Se di-
ferencian cinco caminos principales de norte a sur. La distribución espacial de los dól-
menes a gran escala sigue una función regular y es lineal. A pequeña escala se agrupan
en clusters.

2. Cuando se sitúan en el cortado (el perímetro del túmulo llega a ser tangente con
el cortado), lo hacen al lado del portillo de acceso en el inicio de un camino de comuni-
cación en la sierra. Son escasos los dólmenes que no cumplen esta regla, Peña Roja,
Morube y Aseki. Existen portillos que no tienen dolmen. Esto sucede cuando el portillo
sin dolmen está próximo a otro u otros que si lo tienen. Cuando en el cortado no hay por-
tillo no hay dolmen, pero tampoco hay dolmen en el cortado opuesto aunque aquí si
que exista portillo de acceso. De esta forma se explica el vacío de dólmenes que exis-
te en una longitud de 7 kilómetros entre los más orientales de Entzia y los más occiden-
tales de Urbasa.

3. Podemos deducir que los dólmenes cumplen una función de marcar un territorio,
que en la parte occidental de la estación hemos visto que puede tener una extensión
de 12 km2.

4. La red de caminos principales sigue siempre una dirección norte-sur.

5. Los dólmenes se sitúan siempre en campas. Cuando alguno se localiza en bos-


que, hayedo, lo hace cercano a la campa como si hubiera habido una ampliación de la
extensión del bosque desde esos momentos hacia la actualidad. Es decir que con toda
seguridad en aquellos momentos eran también campas. Se localizan en campas por-

98
que los caminos pasan por ellas debido a la imposibilidad de transitar por una amplia
superficie de la estación por estar cubierta por el conocido y molesto lapiaz. Podemos
denominar al dolmen y a su grupo tribal como el de la campa de Legaire, de Itaida, de La-
rrazabal, de Etxarriko Portugañe, de la campa de Bekosare, etc. En este supuesto, la
existencia de dos o más dólmenes contiguos tendría un sentido cronológico.

6. Fuera de estas cinco premisas anteriores, la situación de los dólmenes es alea-


toria, sin ningún factor común que se repita, lo mismo están en llano, que en alto, que
en vaguada.

7. En algunas ocasiones los dólmenes se agrupan a escasa distancia formando


campos dolménicos. Grupos de tres y cuatro dólmenes tenemos en Santa Teodosia,
Puerto de Alangua y Gaztalamendi, y en Legaire. Grupos de dos en Etxarriko Portugañe,
Lubieri, Arantzaduia, Larrazabal y Arrigorrista.

8. Existen dos grupos dolménicos perfectamente delimitados espacialmente, el gru-


po de Entzia y el grupo de Urbasa. Se nos escapa comprender el vacío que existe entre
el grupo más oriental de Entzia y el más occidental de Urbasa, separación de 7 kilóme-
tros por 7 kilómetros. Pudiera ser un defecto de prospección, pero no lo creo. En el cor-
tado norte de la sierra en esta longitud no existe ni un solo punto o portillo de acceso prac-
ticable, debido al escarpe rocoso que presenta la sierra. Sin embargo por el cortado sur
y en esta misma longitud si que existen puertos y portillos de acceso muy buenos, pero
tampoco existen dólmenes. Quizás el sentido norte sur de los caminos principales sea
el que determine este vacío.

9. Además de estas agrupaciones generales los dólmenes tienden a agruparse en


subgrupos durante el desarrollo del camino, pero manteniendo una cierta distancia en-
tre ellos, en función de la situación de las campas por las que transcurre el camino. De
esta forma, se deducen los grupos que hemos diseccionado anteriormente. Los grupos
se forman en las campas.

10. La existencia de un grupo de dos ó más dólmenes, cercanos está indicando un


sentido cronológico en ellos. Cuando esta alineación se da en el cortado el más antiguo
es el que está tangente al cortado y posiblemente el desarrollo cronológico siga el de-
sarrollo del camino. Cuando en una misma campa existan dos o más dólmenes también
está indicando un diferencial cronológico, porque considero a estos dólmenes propios
de un mismo grupo de personas o agrupación tribal.

3. GEOESTADÍSTICA DE LOS DÓLMENES DE ENTZIA-URBASA. LA FUNCIÓN


K DE RIPLEY. SEMIVARIOGRAMAS

1. Análisis descriptivo

Una primera aproximación para observar la estructura espacial de los dólmenes es


su representación mediante un diagrama de coordenadas (x, y) en el cual se genera una
representación geográfica de los datos, coordenadas geográficas, que recibe el nombre
de patrón espacial de puntos, resultado de un proceso espacial de puntos que es lo que
intentamos encontrar. Este proceso espacial sigue alguna ley de formación por ejemplo
de Poisson si es aleatoria, regular, o de clusterización, y suele verse afectado por la es-
cala a la que hayamos medido el proceso. Dos condiciones son necesarias para realizar
el proceso, estacionalidad e isotropía.

99
En el diagrama de dispersión, gráfico 1, aparecen situados los dólmenes de la esta-
ción megalítica, junto con el histograma de longitudes y el de latitudes. En el histograma
de longitudes y en las barras principales se definen los cinco caminos principales de la
estación. En el histograma de latitudes se observan los tres grupos principales, cortado,
norte y sur y zona central.

El análisis del vecino más próximo nos va a proporcionar una serie de valores des-
criptivos y además un valor R, que nos va a permitir determinar si la distribución de los
dólmenes es aleatoria. En el gráfico 2 de dispersión en el que hemos unido mediante una
línea la situación de cada dolmen con el más cercano, observamos como la distribución de
los dólmenes adopta un doble formato en función de la escala espacial. A la escala am-
plia que engloba toda estación megalítica los dólmenes manifiestan una distribución li-
neal regular. A pequeña escala se forman pequeños conglomerados que son los que he-
mos determinado anteriormente.

4,75E 06

4,748E 06

4,746E 06

4,744E 06
D

4,742E 06

4,74E 06

4,738E 06

4,736E 06

4,734E 06

5,52E 05 5,55E 05 5,58E 05 5,61E 05 5,64E 05 5,67E 05 5,7E 05 5,73E 05 5,76E 05

Gráfico 2. Diagrama de dispersión con el vecino más próximo.

En la tabla representamos los estadísticos descriptivos según cuatro métodos dife-


rentes. La densidad media oscila entre 0,15 y 0,26 dólmenes por km2. La distancia al
vecino más próximo es de 0,772 kilómetros. El valor R, que es el resultado de dividir la
distancia media entre la distancia esperada, oscila entre 0,57 y 0,79. R puede tomar un
valor tal, que si es menor que 1 indica agrupamiento de la distribución espacial, igual a 1
indica un proceso de Poisson o aleatoriedad y mayor que 1 indica una sobre dispersión
de los puntos. Al ser un valor inferior a 1 indica un agrupamiento de los dólmenes. Es
decir el análisis espacial determina que los dólmenes presentan a escala grande una
distribución regular y lineal, y a escala inferior un agrupamiento o clusterización.

100
ANÁLISIS DEL VECINO MÁS PRÓXIMO
Convex Hull Smallest Rectangle
Wrap Donnelly Wrap Donnelly
Número de puntos 50 50 50 50
Área 193 193 324 324
Densidad media 0,26 0,26 0,15 0,15
Distancia media 0,772 0,772 0,772 0,772
Distancia esperada 0,982 1,072 1,272 1,362
Z-Valor -2,888 -3,4143 -5,31 -5,37
P(random) 0,00387 0,00063 0,0000001 0,0000001
R Valor 0,7865 0,7209 0,6073 0,5674

2. La función K de Ripley

Es habitual la representación en un mapa o en un eje cartesiano de diferentes tipos


de objetos o individuos. De esta forma podemos observar visualmente como se distri-
buyen los objetos en el espacio, bien sean poblados en un área geográfica, objetos en el
interior de unas viviendas, o atributos en objetos. Lo que se pretende es observar si exis-
te algún tipo de agrupamiento y en este caso como se define este agrupamiento. Una
forma sencilla y práctica es la de realizar un análisis cluster de las coordenadas que nos
determinará unas agrupaciones. Sin embargo la realidad no es tan sencilla, depende de
la escala con que observemos y midamos. Podemos obtener una diferenciación de los
objetos formando unos determinados clusters, en relación a la amplitud de las dos coor-
denadas. Pero si ampliamos la escala podemos observar que lo que parecían clusters
pueden adoptar a su vez la forma de cluster, regularidad o aleatoriedad. Incluso podía-
mos descender a más niveles y observar fenómenos diferentes. La distribución espa-
cial de puntos sigue tres tipos de patrones, patrones aleatorios o de Poisson, agrupa-
dos o clusterizados y uniformes o regulares.

Es necesario un procedimiento que pueda determinar la existencia de estas agrupa-


ciones en todas las escalas posibles. Esto es lo que realiza la función K de Ripley. De-
termina en primer lugar, si se agrupan o se distribuyen aleatoriamente. Y en segundo lu-
gar a que distancias ocurren tales hechos.

La función K de Ripley se define como el número medio de individuos en un radio “r”


alrededor de cualquier individuo. Es decir contabiliza el número de puntos, que hay en
diferentes radios de amplitud desde cada uno de los puntos y hace la media. La densidad
“Lambda” se define como el numero de observaciones dividido por el área. Surge una
dificultad a la hora de medir esta variable porque estamos utilizando áreas circulares y
en los puntos situados en el borde del área estudiada la estimación de los puntos exis-
tentes es imprecisa. En nuestro caso este problema no se da, al ser una estación me-
galítica una “isla” totalmente diferenciada y separada de otras estaciones.

El test de K(r) en un test de aleatoriedad completa espacial (CSR), y compara el pa-


trón de puntos observado con uno teórico obtenido de un patrón aleatorio de Poisson.
En la practica se emplea otra función L(d) porque permite una interpretación más sen-
cilla del test. Nosotros vamos a emplear una derivación de esta función que es L(d)-d y
cuyos valores críticos se calculan mediante un factor de Ripley cuyos valores para un
nivel de significación del 5% son:

101

± 1,42 A
N

siendo A la superficie del estudio y N el número de puntos. Cuanto mayor es A o menor


es N, mayor será el valor del intervalo. Otros programas calculan los valores críticos
mediante una simulación de Monte-Carlo.

No es la única función que existe que describe patrones espaciales. Existen otras
funciones como la función de distribución de distancias al vecino más próximo (Gr), la
función de espacio vacío (Fr), la función (J) de Van Lieshout y Baddeley.

En abscisas, gráfico 3, representamos los radios en kilómetros utilizados en el aná-


lisis y en ordenadas el valor de L (d)-d. Se ha definido el intervalo de confianza 95%.
La curva L (d)-d presenta dos tramos. El primero el que esta fuera del intervalo de con-
fianza y que comprende desde el origen hasta el radio 1,7 kilómetros, indica agregación y
consecuentemente podemos rechazar la hipótesis de CSR (Complete Spatial Random-
ness) con un riego alfa de 0,05. El segundo intervalo, a partir del radio 1,7 kilómetros y
que está incluido dentro del intervalo de confianza indica aleatorizacion en un proceso
de Poisson y consecuentemente no podemos rechazar la hipótesis de CSR. El máximo
valor o mancha típica de la función L(d)-d, se alcanza con un radio de 0,700 kilómetros.

600

480

360

240
L(d)-d

120

-120

-240

-360

300 600 900 1200 1500 1800 2100 2400 2700

Distance

Gráfico 3. Función K de Ripley de los dólmenes.

102
Significa esto que el patrón espacial de los dólmenes sigue un proceso dual. De agre-
gación o clusterización alcanzando su máximo a 0,700, hasta una longitud de 1,7 kiló-
metros, y a partir de esta distancia los puntos, aunque estén agrupados, siguen un pa-
trón de aleatoriedad.

3. Semivariogramas

Hemos visto la dualidad de la distribución espacial de los dólmenes, pero podemos


analizar si esta distribución espacial está influida por otros factores como pueden ser el
tipo dolmen, su tamaño, su orientación o cualquier otro tipo de variable. En nuestro caso
solo podemos analizar la variable tamaño del túmulo en la totalidad de los dólmenes y
parcialmente las variables tipo de dolmen y orientación de la cámara dolménica.

He calculado el tamaño de los túmulos de los dólmenes por la formula del volumen del
casquete esférico. En los dólmenes conocemos su diámetro y de su altura conocemos la
actual, aunque seguramente la real fuese mayor. Por ello como altura he tomado la del
punto más alto actual para minimizar la diferencia con la original.

He realizado en primer lugar una interpolación espacial, método de medias móviles de


la variable volumen intentando determinar si el tamaño está relacionado con la situación
espacial. En el gráfico 4, se observa como existen tres grandes grupos espaciales en fun-
ción de su variable volumen. El primero es el que denominamos occidental, compuesto
por grandes túmulos de volúmenes entre 200 y 600 m3. El segundo, oriental, formado tam-
bién por dólmenes con volumen entre 200 y 600 m3, excepto la zona norte que está for-

4752

4749

4746 521

4743
304

4740
86,9

4737
-130

4734

4731

4728

549 552 555 558 561 564 567 570 573 576

Gráfico 4. Interpolación espacial del volumen de los túmulos.

103
mada por dólmenes con volumen inferior a 200 m3. Y el tercero central formado por dól-
menes con volumen que denominaríamos medianos y pequeños, con volúmenes infe-
riores a 200 m3.

El semivariograma, gráfico 5, modelo esférico, correlaciona situación espacial con va-


riable volumen del túmulo y presenta como características definidoras una meseta con
alcance 22.520 y un efecto pepita en 5.000. En el gráfico 6, representamos una visuali-
zación con isolíneas del semivariogramas esférico de los volúmenes, que al igual que
las medias móviles refleja el comportamiento espacial de esta variable, con valores al-
tos en los extremos occidental y oriental de la estación megalítica. En el gráfico 7, refle-
jamos la desviación típica de cada uno de los puntos interpolados, que de manera indi-
recta nos están indicando también los grupos formados, en función de las variables si-
tuación geográfica y volumen del túmulo.

4,5E 04

4E 04

3,5E 04

3E 04
Variance

2,5E 04

2E 04

1,5E 04

1E 04

5000

0
0 3 6 9 12 15 18 21 24 27
Distance

Gráfico 5. Semivariograma, modelo esférico del volumen de los túmulos.

4. ARQUITECTURA DOLMÉNICA

El estudio arquitectónico de los dólmenes está fuertemente influido, por la conserva-


ción del monumento y por la realización de excavaciones. De su observación podemos
apreciar diferencias entre ellos. Los túmulos son de diferente tamaño. Las cámaras es-
tán realizadas de diferentes formas y sus tamaños igualmente difieren, etc.

104
4752

4749

4746 383

4743
229

4740
74,9

4737
-79

4734

4731

4728

549 552 555 558 561 564 567 570 573 576

Gráfico 6. Kriging con semivariograma esférico del volumen de los túmulos

4752

4749

4746 217

4743
171

4740
125

4737
79,5

4734

4731

4728

549 552 555 558 561 564 567 570 573 576

Gráfico 7. Desviación típica de los puntos interpolados con kriging del volumen de los túmulos.

105
Un dolmen consta de un túmulo y de una cámara. Mientras que el túmulo a simple
vista no ofrece mucha información, diámetro, altura y su combinación el volumen, la cá-
mara si que puede ser analizada más detenidamente. Podemos analizar su tamaño, el
número de losas, el tipo, su orientación y tamaño y forma de las losas.

1. Túmulo

Los grandes túmulos están realizados exclusivamente mediante amontonamiento


de piedras cúbicas de mediano tamaño, formando una figura denominada casquete es-
férico, Algunas veces debido a expoliaciones, puede observarse su estructura interna
como ocurre en los dólmenes de Amorkora Aundia y Txikia. En éstos se observan lajas
de tamaño superior al resto del túmulo rodeándolo e imbricadas a manera de escamas.
Sin embargo los medianos y pequeños túmulos además de piedra, muchas veces me-
nudas, se observa tierra en proporción que incluso supera al de piedras. El cálculo del
volumen lo he realizado con la fórmula del volumen del casquete esférico teniendo en
cuenta que la variable altura que he considerado es la máxima actual, aunque segura-
mente la real fuese algo superior.

Analizamos en primer lugar el tamaño del túmulo. Las variables que lo definen son el
diámetro y su altura. Sin embargo debido a las excavaciones, a las expoliaciones, o al em-
pleo como cantera, sus alturas han sufrido una merma. Para obviar en la medida de lo
posible este problema, he tomado como altura del túmulo la máxima actual, siendo ésta
un mínimo. El análisis se puede realizar de dos formas, o con las variables diámetro y
altura, o con la combinación de ambas, el volumen. He escogido el volumen, por que reú-
ne ambas dimensiones.

El número de dólmenes que analizamos es de 50. El volumen oscila entre los 3 m3


y los 621 m3. Existe una desviación muy fuerte 132, sinónimo de clusterización, al igual
que el coeficiente de asimetría 1,78 y de curtosis 3,21. El análisis mixture nos conduce
a definir tres grupos, gráfico 8. El primero compuesto por túmulos de volumen pequeño
alrededor de los 16 m3 y son el 44% de la población. El volumen mediano es de 94 m3
y son el 30% de la población. Los de mayor volumen tienen una media de 288 m3, y re-
presentan el 26% de la población, aunque su varianza es muy elevada significando una
gran dispersión del tamaño, llegando hasta los 621 m3. El análisis cluster, figura 9, del
volumen determina que tipos existen en función del tamaño. Con el método de Paired
Group, coeficiente de correlación 0,9219, se observa la formación de tres grupos per-
fectamente diferenciados entre ellos, que se pueden también observar visualmente en
el gráfico 3 D número 10.

El volumen total de piedra movida en los 50 dólmenes, sin contar las losas de la cá-
mara, asciende a 5.429 m3, equivalente aproximadamente a 11.000 Toneladas.

2. Cámara

La interpretación de la arquitectura de las cámaras dolménicas parte de los datos


que han llegado a nosotros de antiguas excavaciones o de la situación actual del monu-
mento que en muchas ocasiones ha sido expoliado y destruido. Esto implica que hay que
poner un especial cuidado en la interpretación de lo observado, aunque de un grupo de
losas se pueden deducir datos e incluso reconstruir.

La tipología y el tamaño de las cámaras no van unidos. Se puede tener la misma ti-
pologia con el mismo número de losas y uno de ellos ser una representación, una ma-
queta otro que es un gran panteón.

106
32

28

24

20
Frequency

16

12

0
0 80 160 240 320 400 480 560 640

Gráfico 8. Análisis mixture de las agrupaciónes del volumen de los túmulos.


43
10
35
49
20
47
16
14
23
19
48
26
42
44
17
21
45
38
41
22
39
31
50

11
15
25
30
27
18
32
40

29

13
34

28

36
12

37
24
46

33
7

2
6

5
-50

-100

-150

-200
Similarity

-250

-300

-350

-400

-450

-500
0 6 12 18 24 30 36 42 48

Gráfico 9. Análisis cluster del volumen del túmulo.

107
24 4
5 6
2 3
13

7
17
14
28
32
25
30

38
36

20 22
21

27
39
41

Gráfico 10. Grafico 3D de la variable volumen del túmulo.

La variable que mejor mide el tamaño de una cámara es el volumen de la misma y


en la que influyen las tres dimensiones.

A simple vista se reconocen en esta estación megalítica dos grandes grupos por su
forma. El primero formado por dólmenes cuadrangulares de pequeño tamaño o cistas, y
el segundo formado por dólmenes alargados formados por una o hasta cuatro pares de
losas pareadas laterales y con capacidades desde un individuo hasta grandes panteones.

El análisis cluster del volumen de la cámara, gráfico 11, muestra tres grandes grupos
de dólmenes. El primero formado por pequeños dólmenes que llegan a los 2m3, el se-
gundo formado por dólmenes de tamaño mediano entre 2,5 m3 y 4 m3, y el tercero for-
mado por grandes panteones con volúmenes entre los 12 y los 14 m3. En el gráfico 12
en 3D se pueden ver estos tres grupos de tamaño.

El ancho de la cámara es quizás la variable que mejor define el carácter individual


o colectivo del dolmen, ya que los de tamaño pequeño solo admiten un cadáver, los de
tipo mediano igualmente un solo cadáver, y sólo los grandes panteones admiten varios
cadáveres y movimientos de personas en su interior. Algunas de las cámaras más pe-
queñas, individuales, se asemejan a cistas medievales incluso muchas de las cistas me-
dievales tienen más entidad pétrea que éstas. El análisis mixture proporciona los me-
jores resultados para tres grupos de medias de ancho 55, 106 y 183 cms., con valores
de Log. Ihood de -109 y Akaike Ic. de 236.

108
En cuanto al número de losas éstas están en función del volumen que se quiere con-
seguir aunque no siempre es así. Existen pequeños dólmenes cuya cámara está reali-
zada con varias losas pareadas y grandes dólmenes realizados con solo dos losas pa-
readas pero de gran tamaño.

El tamaño de la losa lógicamente está en función del volumen de cámara que se


quiere conseguir y están relativamente bien escuadradas y alisadas. Algunas veces se
superponen sus extremos quizás para lograr un mejor agarre y siempre perfectamente
verticales. En la losa de cabecera descansan las dos primeras losas laterales de la cá-
mara para lograr un mejor apoyo en firme y no en el túmulo que puede estar sujeto a
movimientos de asentamiento de las piedras del mismo.
12
22
13
11
21
16
10
18
20

15
17
19

14
9

8
4
5
6
2
3
0

-1,2

-2,4

-3,6

-4,8
Similarity

-6

-7,2

-8,4

-9,6

-10,8

0 2,5 5 7,5 10 12,5 15 17,5 20

Gráfico 11. Análisis cluster de la variable volumen de la cámara.

109
14
4
5 6
2 3
8

9
7
1710
15 19 18
21
20

13
11 12
22
16
23

Gráfico 12. Gráfico 3D de la variable


volumen de la cámara.

5. CRONOLOGÍA

No es una estación megalítica que se caracterice precisamente por tener abundancia


de datos cronológicos absolutos o relativos. Más bien al contrario los datos son práctica-
mente inexistentes y no claros en algunos supuestos claves.

1. Absoluta
Sólo se han realizado dos dataciones de C-14 en esta estación megalítica. La pri-
mera se realizó al túmulo de Urkibi con un resultado de 2.345 ± 95 B.P. La segunda al
cercano túmulo de Burandi con una datación de 1.560 ± 80 B.P.

2. Relativa
a. Por su situación
Tenemos algunas variables que nos determinan pequeñas diferencias temporales
para algunos de los dólmenes. Así he comentado como la existencia de dólmenes cer-
canos y alineados en torno a un camino debe interpretarse en un sentido cronológico y
la lógica nos hace pensar que será más antiguo el que esté más próximo al cortado. De
esta manera determinamos las siguientes secuencias relativas de más antiguo a más
reciente:

1. Dolmen de Santa Teodosia 1, Santa Teodosia 2 y Santa Teodosia 3.


2. Dolmen de Puerto de Alangua 1, Puerto de Alangua 2, Arrigorrista 1 y Arrigorrista 2.

110
b. Por materiales
1ª Etapa. Neolítico Final. Se ha publicado la existencia de geométricos en los dól-
menes de Berjalaran Norte, Itaida Norte y en el túmulo de Burandi. Tanto los de Itaida
Norte como el de Burandi (un segmento de círculo) son muy dudosos, por lo que no se
puede afirmar que tengamos pruebas de esta etapa.

2ª Etapa. Eneolítico
1ª Fase Eneolítico. Se han localizado puntas de flecha lanceoladas en los dólmenes
de La Cañada y Artekosaro.
2ª Fase Eneolítico Medio. Se han localizado dos puntas de flecha de aletas incipien-
tes en Artekosaro y una lenticular en el Puerto Viejo de Baquedano 1.

3ª Etapa. Se han localizado dos punzones de cobre en La Cañada y una punta de


flecha de pedúnculo y aletas también en cobre en Legaire Sur. Una punta de pedúnculo
y aletas en sílex en Zurgaina.

3. Anual

La orientación de las cámaras dolménicas, gráfico 13, no se realiza al azar. Basta fi-


jarse en los grados que marca la brújula para comprobar como casi todas toman una
orientación sudeste. La única característica que tiene la orientación este, unos grados al

2
90

1
13

Gráfico 13. Diagrama polar de las orientaciones ortosolares de las cámaras dolménicas.

111
norte o unos grados al sur, es la coincidencia con el orto solar durante algún día del año.
Para un horizonte despejado, a nivel del mar, el orto del Sol se produce a 90º, el día 21
de Marzo, es el equinoccio de primavera. Luego el orto se desplaza cada día más al nor-
te hasta alcanzar los 57º el 21 de Junio, en el solsticio de verano. Posteriormente el orto
del Sol vuelve a desplazarse hacia el sur hasta llegar de nuevo a los 90º, momento en
el que se produce el equinoccio de otoño y desplazándose cada día su orto más hacia
el sur, hasta los 122º lo que lo consigue el 21 de Diciembre. Es el solsticio de invierno. Sin
embargo en zonas elevadas debido a la altitud en que se encuentran las zonas dolmé-
nicas y a la sinuosidad del horizonte el orto del sol tiende a producirse minutos después
del orto real o astronómico porque el Sol tarda en ascender hasta asomarse por la silue-
ta de la montaña. Cuanto más elevado sea el horizonte orográfico sobre el que se pro-
yecta la línea de orientación del dolmen más tardará el sol en aparecer, mayor valor ten-
drá el azimut, pero el orto del Sol astronómico habrá tenido lugar minutos antes.

Como consecuencia de esto podemos adelantar que todas las orientación alrededor
de los 90º son equinocciales sin que se pueda determinar y diferenciar si son primaverales
u otoñales. Todos los valores por encima de los 90º son otoñales o invernales. Valores
próximos a 122º son solsticiales de invierno y valores próximos a 57º son solsticiales de
verano. En la tabla observamos la orientación de algunos de los dólmenes en que se ha
podido medir su orientación con exactitud. La media de orientación es de 105º estando
el 95% orientados en el intervalo de 81º a128º. La U de Rao muestra un valor muy alto
260,5 con una probabilidad nula lo que es indicativo de agrupamiento. El coeficiente R
es 0,9541 con una probabilidad prácticamente nula.

ESTACIÓN MEGALÍTICA DENOMINACIÓN GRADOS


URBASA Amorkora Aundia 95º
Amorkora Txikia 100º
Ergibil 100º
Aseki 94º
Puerto Viejo Baquedano 1 93º
Portillo Majadas Eulate 147º
Gaazta 102º
Puerto de Echarri 100º
Arceiturrita 70º
Lubieri 104º
ENTZIA Puerto de San Juan 110º
Larragorri 125º
Itaida Norte 90º
Puerto de Alangua 1 97º
Puerto de Kortagaina 125º
Kapitarte 125º

A la vista de este cuadro podemos decir que están orientados específicamente a


algunas efemérides del Sol, los siguientes dólmenes:

1. Equinocciales (alrededor del 21 de Marzo o alrededor del 21 de Septiembre): Amor-


kora Aundia, Aseki y Puerto Viejo de Baquedano 1, Itaida Norte y Puerto de Alangua 1.

112
2. Solsticial de invierno (alrededor del 21 de Diciembre): Puerto de Kortagaina, Kapi-
tarte y Kortagaina

Y quedan orientados a fechas indeterminadas los siguientes dólmenes:

3. Otoñales o Invernales: Amorkora Txikia, Ergibil, Portillo de las Majadas de Eulate,


Gaazta, Puerto de Echarri, Lubieri y Puerto de San Juan.

4. Primaveral o Veraniego: Arceiturrita.

Queda pendiente de medir la altura del Sol en la posición de corte con su horizonte
orográfico lo que dará una fechación más concreta para cada uno de ellos.

6. LOCALIZACIÓN ESPACIAL DE LOS MENHIRES

Al igual que los dólmenes los menhires tienen cierta predisposición a localizarse junto
al cortado, en laderas, cercanos al punto más alto pero nunca en él. La descripción la
vamos a realizar al igual que los dólmenes empezando por el cortado norte y siguiendo
una dirección de oeste a este.

1. Cortado zona norte

El menhir más occidental de la estación megalítica es el de Solonagua. Pasamos


los Puertos de San Juan, Alangua y Opacua. Seguimos el cortado y llegamos al Puerto
de Vicuña. En el camino que une este puerto con las campas de Legaire a 1 kilómetro
del cortado, localizamos un menhir todavía en pie con unas grandes piedras a manera
de calce. Siguiendo el cortado llegamos al portillo de Atau donde se localiza un menhir
labrado por las cuatro caras.

Entramos en las campas de Legaire donde nos vamos a detener porque realmente
las campas de Legaire son un magnifico campo de menhires. Campo formado por 15
menhires. Hemos mencionado el menhir del Portillo de Atau (1), a escasos 100 metros
localizamos un segundo menhir Portillo de Atau 2 (2) y continuando el cortado debemos
alejarnos uno 70 metros de él para localizar un tercer menhir (3). Continuando el cortado
llegamos al portillo de Akarte donde localizamos el cuarto menhir, Portillo de Akarte (4),
y que ha sido labrado en un extremo dándole una forma redondeada convirtiéndolo de
esta forma en un caso excepcional. Si seguimos este camino en dirección sur a 200 me-
tros localizamos el menhir conocido desde antiguo de Akarte (5). Llegamos al Puerto de
Andoin. Al sur del mismo, al pie de una colina, en la entrada norte a las campas, locali-
zamos dos menhires juntos (6 y 7). Siguiendo una ruta circular nos dirigimos en dirección
oeste localizando en la cima de una pequeña elevación un menhir (8). Desde aquí nos
dirigimos hacia el alto de Mendiluze. Antes de llegar a la cima en la ladera encontramos
un menhir (9) que fue excavado en la década de los ochenta. Subimos a Mendiluze y en-
contramos el menhir principal (10) del denominado cromlech de Mendiluze. Continuamos
la cresta de Mendiluze y a 500 metros localizamos un gran menhir, Chabola de Lekuo-
na (12). Continuando en dirección oeste a 300 metros localizamos un menhir (13) roto,
cuya base todavía sigue en pie. Continuando el cresterío en dirección oeste, casi llegan-
do al cortado localizamos dos menhires (14 y 15) juntos.

Terminadas las campas de Legaire seguimos en dirección este y 1,5 kilómetros an-
tes de llegar al puerto de Olazagutia, en el mismo corte, localizamos un menhir Gansoil,

113
siguiendo unos 500 metros hacia el puerto localizamos otro menhir Ergibel. Continuamos
el cortado y antes de llegar al Puerto de Santa Marina, a 1 kilómetro, se localiza el deno-
minado menhir de Urdiaingo Portua. Seguimos el corte y a la altura de la ermita de San-
ta Marina, alejado 300 metros del corte y del puerto se localiza el menhir de Santa Ma-
rina. Seguimos el cortado y a 500 metros del puerto se localiza el menhir de Baiza en el
mismo cortado. Siguiendo el cortado y unos metros antes de llegar a la cima del monte
Baiza se localiza un gran ejemplar. 700 metros al sur y alejado del cortado en una lade-
ra de una pequeña colina localizamos el menhir de Aginan. El menhir de Baiza es el que
cierra el tramo oriental de los menhires en el cortado norte de la sierra.

2. Cortado zona sur

Pasamos el Puerto de Santa Teodosia y llegamos al Puerto de Kapitarte, en su lade-


ra, alejado unos 50 metros del corte localizamos el menhir de Kapitarte. Es el único men-
hir del cortado sur, excepción hecha del que se encuentra en el otro extremo, el oriental,
el menhir de Dulantz.

3. Caminos centrales

1. Camino del Puerto Opacua y Puerto Ocariz al Puerto de Opacua sur. Siguiendo
esa dirección sur hacia el Puerto de Opacua, pero en su tramo norte encontramos en la
ladera de una pequeña colina que flanquea el camino un esbelto menhir. Siguiendo ese
camino 300 metros en dirección sur localizamos un gran menhir en una ladera, roto en
dos grandes fragmentos y en parte todavía hincado en la tierra.

2. Camino del Puerto de Akarte-Puerto de Andoin a Larraona. Solamente existe un


menhir en las campas de Itaida en la zona central de la sierra, a mitad de camino.

3. Camino del Puerto de Olazagutia. A mitad de camino entre el portillo norte y el sur
se localizan junto a un antiguo camino dos menhires juntos. Un tercer menhir se localiza
a 500 metros al oeste en una suave ladera.

4. Camino del Puerto de Santa Marina-Puerto de Echarri al Puerto Viejo de Baqueda-


no. Hemos comentado al hablar de la localización de los dólmenes como este camino
presenta una bifurcación en la zona norte adoptando una forma de “Y”. En el ramal occi-
dental como lo hemos denominado anteriormente localizamos el ya comentado men-
hir de Santa Marina, continuando en dirección sur al punto donde confluye con el ramal oc-
cidental se sitúa el menhir de Bretxagaña o Mugarriko Arriya. El ramal occidental tiene
un menhir situado junto a los dólmenes de Lubieri 1 y 2. Desde Bretxagana el trazado
sigue una dirección suroeste hacia los dólmenes de Amorkora. Entre ambos se localiza
el menhir de Armorkora.

Existen dos menhires en la zona centró oriental en el termino de Otsaportillo, sobre


una pequeña elevación en la cresta localizamos los menhires de Otsaportillo 1 y 2.

Un menhir se localiza en esta zona oriental pero al sur. Se le conoce como Peña Alta
y se eleva en una pequeña colina sobre el terreno circundante. A sus pies se observa
la zapata de cimentación. Otro menhir se localiza en la zona norte, Zelaiundi. Al pie de
la sierra en su tramo oriental se localiza el menhir de La Txila en el camino de subida a
Dulantz, pero en su tramo inferior.

114
La situación de los menhires no es tan precisa como la de los dólmenes. A grandes
rasgos se le asemeja en:

1. Situación en los cortados.


2. En algunas zonas están junto a los dólmenes.
3. Se sitúan mayoritariamente en el cortado norte y en la zona central

En otras se diferencian:

1. No están en el mismo camino, no marcan caminos


2. No están en el puerto de acceso
3. Se localizan en laderas, a escasos metros de la cima.
4. Las losas son más grandes y pesadas que la de los dólmenes.

7. GEOESTADÍSTICA DE LOS MENHIRES DE ENTZIA-URBASA. LA FUNCIÓN K


DE RIPLEY. SEMIVARIOGRAMAS

Representamos en un diagrama de coordenadas la situación espacial de los menhi-


res en la estación megalítica (gráfico 14). Observamos como se definen dos grupos de
menhires, los de la zona de Entzia y los de Urbasa. Pero lo más interesante es observar
como las dos zonas ofrecen dos fenómenos totalmente diferentes de agrupación.

4,747E06 7 8
12 13
9

4,746E06 18 5

17

4,744E06 23
22 4234 2
333126 27 19
35
32
25 30 29
28
4
41
4,742E06 21 38
15
14

1
F

4,741E06 39 6
44
37 45
40
20
36
10
46 11
4,739E06 43 16

4,738E06 3

4,736E06 24

47
4,734E06

5,52E05 5,56E05 5,6E05 5,64E05 5,68E05 5,72E05 5,76E05


E

Gráfico 14. Diagrama de dispersión de la situación de los menhires en la estación de Entzia-Urbasa.

115
Mientras que en Entzia los menhires tienden a agruparse, en Urbasa presentan una
forma de aleatorizacion o de la denominada distribución de Poisson. Esto nos lleva a
plantear un doble estudio por un lado los menhires de Entzia y por otro los de Urbasa
para poder definir mejor cada uno de los dos modelos de distribución espacial.

1. Menhires de Entzia

En la tabla adjunta presentamos el análisis descriptivo de los parámetros de distri-


bución espacial de los menhires de la zona de Entzia. El valor R es generalmente infe-
rior a 1, lo que indica agrupamiento de los puntos.

ANÁLISIS DEL VECINO MÁS PRÓXIMO MENHIRES ENTZIA


Convex Hull Smallest Rectangle
Wrap Donnelly Wrap Donnelly
Número de puntos 27 27 27 27
Área 47 47 93 93
Densidad media 0,56 0,56 0,29 0,29
Distancia media 0,446 0,698 0,446 0,698
Distancia esperada 0,662 0,748 0,928 1.015
Z-Valor -3,2386 -0,5954 -5,158 -2.8154
P(random) 0,00102 0,5515 0,00000001 0,004872
R Valor 0,6744 0,9325 0,48112 0,6880

Representamos la función K de Ripley en el gráfico 15. En abscisas se representan


los radios en metros utilizados en el análisis y en ordenadas el valor de la función L (d) -d.
Se ha definido el intervalo de confianza 95%. La curva L (d)-d presenta un único tramo
prácticamente desde el inicio y deja a toda ella fuera del intervalo del 95% lo que es in-
dicativo de un fuerte agrupamiento a cualquier escala y en consecuencia podemos re-
chazar la hipótesis de CSR (Complete Spatial Randomness), con un riesgo alfa de 0,05.

2. Menhires de Urbasa

En la tabla observamos los valores descriptivos de la situación espacial de los men-


hires en la zona de Urbasa. El valor R es en el supuesto de Polígono, aproximadamente
igual a 1 lo que indica un proceso de aleatoriedad de la función de Poisson. Es decir los
menhires en esta zona se distribuyen aleatoriamente.

ANÁLISIS DEL VECINO MÁS PRÓXIMO MENHIRES URBASA


Convex Hull Smallest Rectangle
Wrap Donnelly Wrap Donnelly
Número de puntos 19 19 19 19
Área 95 95 165 165
Densidad media 0,19 0,19 0,14 0,14
Distancia media 1.153 1.305 1.153 1.305
Distancia esperada 1.122 1.287 1477 1.642
Z-Valor 0,2328 0,1048 -1,8252 -1,5392
P(random) 0,8158 0,9164 0,06797 0,12375
R Valor 1,0279 1,0142 0,78113 0,79517

116
720

600

480

360

240
L(d)-d

120

-120

-240

-360

200 400 600 800 1000 1200 1400 1600 1800


Distance

Gráfico 15. Función K de Ripley de los menhires de la zona de Entzia.

800

600

400

200
L(d)-d

-200

-400

-600

-800

250 500 750 1000 1250 1500 1750 2000 2250


Distance

Gráfico 16. Función K de Ripley de los menhires de la zona de Urbasa.

117
En el gráfico 16 observamos la función K de Ripley para los menhires de Urbasa.
Toda la función L(d)-d se enmarca dentro del intervalo de confianza del 95% a cual-
quier escala, lo que está indicando un nivel total de aleatoriedad a cualquier escala.
Compárese con lo ocurrido en los menhires de Entzia, cuyo gráfico es justamente lo con-
trario, la función L(d)-d está íntegramente fuera del intervalo de confianza. Lo que nos
lleva a aceptar la hipótesis CSR (Complete Spatial Randomness) con un riesgo alfa de
0,05.

3. Análisis espacial de las dimensiones y tipología

Podemos diferenciar tres tipos de menhires:


1º. Losa vertical. Es aquel en que la altura es superior a la anchura y ésta superior
al espesor. Son todos aquellos que aparecen en la gráfica de Bagolini por encima de la
bisectriz. En el cluster son los grupos 2, 3 y 4.
2º. Losa horizontal. Es aquel en que la altura y la anchura son iguales o aquella
es inferior a ésta y el espesor inferior también a la anchura. Aparecen en la gráfica de
Bagolini por debajo de la bisectriz. En el cluster es el grupo 1.
3º. Prismático. Es aquel en que la altura es superior a la anchura y ésta igual al es-
pesor.

Aparecen en la gráfica de Bagolini en el intervalo angular superior. En el cluster apa-


recen como una subdivisión del grupo 2.

Vamos a analizar si existe una diferenciación espacial según la tipología del menhir.
En el gráfico 17 se observa la estructura espacial de la tipología de los menhires. Para la
realización de este gráfico he realizado una pequeña variación, ya que tanto las medias
móviles como en el krigeado la variable que se utiliza es una variable continua y para la
realización del gráfico y para que se observara la estructura he transformado la variable
continua en una discreta por intervalos, dando el valor 1 al grupo 1 de menhires, valor 2
al segundo grupo y 3 al tercer grupo, lo que implica que las curvas de nivel deben inter-
pretarse no como un valor absoluto sino como una tendencia de cambio de un tipo a otro.
Del examen del gráfico de kriging observamos como los dólmenes del tipo 3 o prismá-
ticos se localizan en la zona central de la estación, estando los del tipo 1 o losas vertica-
les en la zona norte y los del tipo 3 o losas horizontales junto a los prismáticos.

En el gráfico kriging 18 observamos la distribución espacial de la variable alto/ancho


realizada con el semivariograma esférico. Se definen dos zonas totalmente opuestas en
relación a esta variable. La occidental con los valores bajos y la oriental con los valores
más elevados, aunque la mayoría de los menhires se localizan en los valores interme-
dios. El kriging, gráfico 19, de la variable ratio ancho-espesor muestra las mismas dos
zonas.

El gráfico 20 muestra la variable volumen que al igual que los anteriores determina
dos zonas contrapuestas la occidental y la oriental con los valores más elevados en esta
última decreciendo el volumen a medida que nos alejamos en dirección occidental.

8. ARQUITECTURA MENHIRES

Normalmente los menhires presentan una cuerpo rectangular, paralelepípedo, con


lados paralelos y ángulos en perfecta escuadra, lo que indica el buen hacer a la hora

118
4,756E06

4,752E06

4,748E06
2,91

4,744E06
2,12

4,74E06 1,34

0,55
4,736E06

4,732E06

4,728E06

5,52E05 5,56E05 5,6E05 5,64E05 5,68E05 5,72E05 5,76E05

Gráfico 17. Interpolación espacial de la tipología de los menhires.

4,756E06

4,752E06

4,748E06
15,9

4,744E06
10,1

4,74E06 4,37

-1,39
4,736E06

4,732E06

4,728E06

5,52E05 5,56E05 5,6E05 5,64E05 5,68E05 5,72E05 5,76E05

Gráfico 18. Kriging, semivariograma esférico, de la relación alto-ancho de los menhires.

119
4,756E06

4,752E06

4,748E06
64,1

4,744E06
20,2

4,74E06 -23,8

-67,8
4,736E06

4,732E06

4,728E06

5,52E05 5,56E05 5,6E05 5,64E05 5,68E05 5,72E05 5,76E05

Gáfico 19. Kriging, del ratio ancho-espesor de los menhires.

4,756E06

4,752E06

4,748E06
15,9

4,744E06
10,1

4,74E06 4,37

-1,39
4,736E06

4,732E06

4,728E06

5,52E05 5,56E05 5,6E05 5,64E05 5,68E05 5,72E05 5,76E05

Gráfico 20. Kriging de la variable volumen de los menhires.

120
de trabajar y extraer la losa. Las caras son planas sin signos a visu de haber sido tra-
bajadas, aunque por comparación con las rocas existentes en los alrededores y que pre-
sentan multitud de oquedades e irregularidades, sospechamos que han tenido que serlo
para eliminar irregularidades. La erosión por otra parte ha contribuido a eliminar toda prue-
ba que nos hubiera permitido observar la forma de trabajar la piedra, aunque la cara que
yace sobre el suelo y que ha sido preservada de los fenómenos metereológicos debe
presentar signos de la talla.

El estudio lo vamos a dividir en dos partes. Por un lado estudiaremos el cuerpo del
menhir y por otro la punta que presenta características morfológicas interesantes.

1. Cuerpo

En este apartado vamos a analizar las diferentes variables tanto cuantitativas como
cualitativas como tamaño, altura, ancho, espesor y su índice el volumen, como cualitati-
vas como son la forma del menhir y la forma de la punta y si comprobar si estas variables
tienen una distribución espacial concreta. Se han analizado 46 menhires.

a. Dimensiones y tipologia

En el análisis exploratorio de datos que refleja la tabla, se adjuntan las principales


variables que vamos a analizar, altura, ancho, espesor y volumen. Podemos caracterizar
al menhir medio como aquel con unas dimensiones de 2,83 de alto, por 1,23 de ancho
y 0,34 de espesor con un volumen de 1,34 m3.

MENHIRES Altura Ancho Espesor Volumen


N 46 46 46 46
Min 1,2 0,4 0,14 0,209967
Max 4,5 3,1 0,8 7,392
Sum 130,24 56,62 15,86 61,9384
Mean 2,8313 1,23087 0,344783 1,34649
Std. error 0,113317 0,0935643 0,0223104 0,218948
Variance 0,590669 0,402697 0,0228966 2,20516
Stand. dev 0,76855 0,634584 0,151316 1,48498
Median 2,79 1,03 0,3 0,768282
25 prcntil 2,2825 0,7275 0,22 0,557385
75 prcntil 3,2325 1,525 0,45 1,34802
Skewness 0,461432 1,23217 0,949145 2,68241
Kurtosis 0,0181589 1,10483 0,666898 7,60004
Geom. mean 2,72854 1,09551 0,315141 0,942001

En el boxplot adjunto, gráfico 21, se observan gráficamente las variables y sus esta-
dísticos principales.

Si adaptamos la gráfica de Bagolini para nuestro caso tenemos el siguiente gráfico


22, en el cual hemos realizado las siguientes divisiones teóricas. Las líneas transver-
sales dividen el tamaño cada metro, mientras que las que forman ángulos indican la pro-

121
porción alto-ancho. Este espacio que muestra la proporción lo he divido en cinco zonas
en función de la proporcionalidad. Los puntos situados por encima de la bisectriz son to-
dos aquellos menhires con altura superior al ancho y los que estén por debajo el ancho es
superior al alto. Lógicamente se observa como la mayoría de los menhires se sitúan por
encima de la bisectriz.

7,2

6,4

5,6

4,8

4
Y

3,2

2,4

1,6

0,8

0
Volumen
Espesor
Altura

Ancho

Gráfico 21. Boxplot con las variables altura, ancho, espesor y volumen de los menhires.

La normalidad de la variable altura se refleja en el gráfico Q-Q´ número 23, con un va-
lor de ajuste a la normal de 0,9843 lo que indica que las alturas se ajustan bien a una dis-
tribución normal.

Nos interesa conocer si en base a las dimensiones existen diferentes tipos de menhi-
res. Para ello vamos a realizar dos análisis clusters, el primero para las variables altura
y ancho y el segundo para las variables alto, ancho y espesor.

Para el caso de las variables alto y ancho, gráfico 24, con el método Paired Group y
distancia Euclídea se observan la formación de 4 grupos principales, con un coeficiente
de correlación de 0,8339:

1º Grupo: menhires con igualdad de alto y ancho. Dos menhires.

122
Gráfico 22. Grafico de Bagolini de las dimensiones altura-ancho de los menhires.

2º Grupo: menhires con altura entre 2 y 2,5 metros y ancho de 0,4 a 1,13. Quince
menhires.

3º Grupo: menhires con altura entre 2,4 a 4 metros y ancho de 0,55 a 1,7. Veintitrés
menhires.

4º Grupo: menhires de gran tamaño con altura superior a los 4 metros. Cinco menhi-
res.

Existe un único caso atípico que el cluster lo une a todos excepto al de los grandes.

123
4,4

3,6
Sample values

3,2

2,8

2,4

1,6

1,2

-3 -2,4 -1,8 -1,2 -0,6 0 0,6 1,2 1,8 2,4


Normal order statistic medians

Gráfico 23. Grafico Q-Q´ de normalidad de la variable altura.

Para el caso de las tres variables alto, ancho y espesor he realizado el siguiente aná-
lisis cluster, método Paired Group y distancia Euclídea con coeficiente de correlación de
0,8327, gráfico 25, con un resultado semejante.

Si en lugar de estudiar estas tres variables analizamos su volumen obtenemos los


siguientes resultados. En la tabla adjunta presentamos el análisis exploratorio de datos,
que nos da una media de 1,34m3.

MENHIRES VOLUMEN MENHIRES VOLUMEN


N 46 Stand. Desv. 1,48498
Min 0,209967 Median 0,768282
Max 7,392 25 prcntil. 0,557385
Sum 61,9384 75 prcntil. 1,34802
Mean 1,34649 Skewness 2,68241
Std. error 0,218948 Kurtosis 7,60004
Variance 2,20516 Geom. mean 0,942001

En el gráfico 26 realizamos el análisis mixture para la variable volumen. El mejor


resultado lo obtenemos con cuatro grupos para el cual el valor de Log I Hood es de
- 41.19 y Akaike IC es de 108.

124
23
39

14
25
34
37

47
36
48
26
42
24
40
20
31

44
15
43

22
32
46
16
41
12
17
27

13
11
18
19
29
45
33
35
30
10
21
28
38
5

4
6

3
0

-0,3

-0,6

-0,9

-1,2
Similarity

-1,5

-1,8

-2,1

-2,4

-2,7

-3
0 5 10 15 20 25 30 35 40 45

Gráfico 24. Cluster de las dimensiones alto y ancho de los menhires. En rojo menhires de Urbasa, en verde
menhires de Entzia.

El volumen no se distribuye normalmente según se refleja en el gráfico 27 Q-Q´ ad-


junto, con un PPCC bajo de 0,7953. Esto se refleja en el cluster, gráfico 28, en el que
observamos la formación de 4 grupos perfectamente diferenciados.

b. Test U de Mann-Whitney y K de Kolmogorov-Smirnov

He realizado con PAST la prueba U de Mann-Whitney para comprobar si los volúme-


nes de los menhires de ambas zonas son semejantes o presentan diferencias. Es una
prueba no paramétrica, en la que no se exige ningún tipo de distribución de frecuencias.
El valor de U ha sido de 249 y la probabilidad de igualdad 0,9551. Al ser la probabilidad
mayor que el nivel de significación 0,05 debemos aceptar la hipótesis nula de igualdad
de distribuciones, es decir, de volúmenes. No existe diferencia significativa entre los vo-
lúmenes de ambas zonas.

La prueba K de Kolmogorov-Smirnov básicamente es muy parecida aunque más ro-


busta puesto que no se necesita ningún requisito especial, ni de distribución ni de nú-
meros. El valor D ha sido de 0,1547 y la probabilidad de igualdad ha sido de 0,9361 por
lo que debemos aceptar la hipótesis nula de igualdad de distribuciones. Es decir no exis-
te diferencia significativa entre los volúmenes de ambas zonas.

c. Tipología de la punta del menhir

125
23
39

29
45
46
11
18
19
33
35
13

44
43

16
41
15
22
32
12
17
27

14
25
34
37

36
48
26
42
24
40
47
20
31
30
10
21
28
38
9

4
6

3
0

-0,3

-0,6

-0,9

-1,2
Similarity

-1,5

-1,8

-2,1

-2,4

-2,7

-3
0 5 10 15 20 25 30 35 40 45

Gráfico 25. Cluster de las dimensiones alto, ancho y espesor de los menhires. En rojo menhires de Urbasa,
en verde menhires de Entzia.

La tipología del extremo superior del menhir presenta una primera gran diferenciación.
Aquellos extremos que no se diferencian del cuerpo sino que son una prolongación na-
tural del mismo y aquellos extremos superiores que han sido modificados para darle una
forma concreta. En el primer caso el extremo puede acabar perpendicular a los laterales
u oblicuo a los mismos. En el segundo caso la forma puede acabar en bisel que es una
recta oblicua a la geometría del menhir, en ángulo, en punta lateral realizando una esco-
tadura amplia en uno de los lados de la punta para despejarla o en doble escotadura y fi-
nalmente y excepcionalmente pueden adquirir una forma redondeada.

En la siguiente tabla reflejamos el número de menhires por cada tipo principal y se-
cundario. El reparto es prácticamente igual en cuanto al número de ejemplares para cada
uno de los grandes grupos.

TIPOLOGÍA PUNTA MENHIRES


FORMA PUNTA NÚMERO %
Bisel 2 4%
TIPOLOGÍA PUNTA MENHIRES Angulo 6 13%
FORMA PUNTA NÚMERO % PUNTA Escotadura 7 15%
SIN DEFINIR Normal 14 30% Doble escotadura 5 11%
Apuntado 8 18% Redonda 4 9%
Total 22 48% Total 24 52%

126
24

21

18

15
Frequency

12

0
0 0,8 1,6 2,4 3,2 4 4,8 5,6 6,4 7,2

Gráfico 26. Análisis mixture de la variable volumen de los menhires.

9. COMPARACIÓN GEOESTADISTICA DOLMEN-MENHIR. TEST DE MANTEL

El Test de Mantel cuantifica la correlación lineal existente entre dos matrices de da-
tos, en este caso coordenadas geográficas. El coeficiente de correlación lineal obtenido
varia entre +1 y -1 y se obtiene permutando los valores de una de las matrices y cal-
culando el producto cruzado de las dos matrices dividido por un factor que es función
del número de individuos de las matrices. Cuanto más cercano a +1 mayor será la co-
rrelación lineal existente entre esas matrices. Un valor cercano a 0 indica ausencia de
correlación, mientras que un valor de -1 indica correlación lineal inversa.

En el caso que nos ocupa las dos matrices son las formadas por las coordenadas geo-
gráficas, de los dólmenes y de los menhires. La hipótesis nula dice que las distancias
entre los datos de una de las matrices no están linealmente correlacionadas con las dis-
tancias de de la otra matriz.

Para ello PAST, realiza un ciclo de 5.000 permutaciones, proporcionando el coeficien-


te de correlación y la probabilidad de no correlación. Se puede escoger entre diferentes
medidas de similaridad, que en nuestro caso por ser coordenadas geográficas, he selec-
cionado la distancia euclídea. El resultado ha sido un coeficiente de correlación R=0,5969
con una probabilidad de no correlación de 0. Es decir que la situación espacial de los
dólmenes y menhires es la misma.

127
7

4
Sample values

-1

-2
-3 -2,4 -1,8 -1,2 -0,6 0 0,6 1,2 1,8 2,4
Normal order statistic medians

Gráfico 27. Grafico Q-Q´ de normalidad de la variable volumen de los menhires.


43
31

16
32
13
45
27
14
25
39
10
40
24

17

46
28
12
22
34
23
42
29
38
41
18

20
33
44

11
35
15
30

19
21
37
26

36
9

2
3

8
0

-0,6

-1,2

-1,8

-2,4
Similarity

-3

-3,6

-4,2

-4,8

-5,4

-6
0 5 10 15 20 25 30 35 40 45

Gráfico 28. Análisis cluster del volumen de los menhires.

128
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ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA nº 24 131-146 VITORIA-GASTEIZ 2009 ISSN 1695-1611

DATACIÓN POR C-14 DEL DOLMEN DE SAN MARTÍN


(LAGUARDIA, ÁLAVA). DATACIONES ACTUALES
DE EXCAVACIONES ANTIGUAS

Fernando Galilea Martínez*

Palabras clave: Álava. Dolmen, San Martín. C-14, AMS. San Martín-El Miradero. Espátulas. Geométricos.
Gako hitzak: Araba. Trikuharria. San Martin. C-14. AMS. San Martin- El Miradero. Espatulak. Geometrikoak.
Key words: Álava. Dolmen. San Martín. C-14. AMS. San Martín- El Miradero. Spatulas. Geometric.

RESUMEN:
Se ha datado por C-14 (AMS) materiales localizados en la excavación realizada en 1964 del dolmen
de San Martín y concretamente de su nivel inferior pertenecientes a la facies megalítica conocida como de
“San Martín-El Miradero” y caracterizada por la presencia de espátulas de hueso decoradas y geométricos.
El objetivo de este trabajo era doble, por un lado demostrar que se pueden datar materiales provenientes
de excavaciones antiguas y por otro datar el dolmen que da nombre a ésta y que se extiende por Valladolid,
Palencia, Burgos, La Rioja, Álava y Guipúzcoa.

LABURPENA:
C-14 (AMS) bidez ezarri da San Martingo trikuharrian 1964. urtean egindako indusketan aurkitutako ma-
terialen data. Materialak, zehazkiago, trikuharriaren behe-mailatik atera dira; “San Martín-El Miradero” izenez
ezagutzen den fazies megalitikokoak dira eta beren bereizgarriak hezurrezko espatula dekoratuak edukitzea,
geometrikoak izatea eta gezi-puntarik ez edukitzea dira. Lan honen helburua bikoitza zen: batetik, indusketa
zaharretan ateratako materialen data ezarri ahal dela frogatzea eta, bestetik, Valladolid, Palentzia, Burgos,
Errioxa, Araba eta Gipuzkoan zehar zabalduta dagoen honi izena ematen dion trikuharriaren data ezartzea.

SUMMARY:
Items from the excavation performed in 1964 at the San Martin dolmen have been dated using C-14
(AMS). More specifically, the items are from the lower level belonging to the megalithic facies known as “San
Martín-El Miradero” and characterised by the presence of decorated bone spatulas, geometric items and by
the absence of any type of arrowhead. The object of this study was twofold; first to prove that material from
old excavations can be dated and, secondly, to date the dolmen after which this excavation has been named
and that extends through Valladolid, Palencia, Burgos, La Rioja, Alava and Guipuzcoa.

El dolmen de San Martín fue descubierto en 1956 por J. M. Barandiarán y D. Fer-


nández Medrano (Barandiarán, Medrano,1971) y excavado por ambos en 1964.Tiene
importancia en el contexto del megalitismo del norte peninsular en cuanto da nombre,
compartido con el dolmen vallisoletano, a un complejo cultural conocido como “San
Martín-El Miradero” caracterizado por la presencia de espátulas decoradas sobre hue-
so y que fueron observadas por primera vez en este dolmen (fot. 1 y 2).

* Instituto Alavés de Arqueología / Arkeologiarako Arabar Institutua. Pedro Asua 2, 2º Dpto 53. 01008 Vitoria-Gasteiz.
arkfgalilea@telefonica.net
Quiero agradecer al Centro de Patrimonio Cultural del Gobierno Vasco la autorización para la realización de la datación del
material óseo y al Museo de Arqueología de Álava en el BiBat, las facilidades y ayudas para la extraccion de la muestra.

131
Fot. 1. Dolmen de San Martín. Corredor y al fondo la cámara.

Fot. 2. Losa lateral caída en el interior de la cámara.

132
Se encuentra situado en el valle del Ebro, en su tramo norte, zona conocida como
Rioja Alavesa y que dista 6 kilómetros del río Ebro. Zona situada en plena vía de trán-
sito e intersección de los caminos que desde el Mediterráneo suben por su cauce y con-
fluyen en este punto con los que desde la Meseta se dirigen en dirección europea. No es
un dolmen aislado sino que pertenece a la estación megalítica denominada Rioja Ala-
vesa que está compuesta por los dólmenes de La Cascaja (Peciña, La Rioja), Layaza
(Laguardia, Álava), El Sotillo (Laguardia, Álava), San Martín (Laguardia, Álava), Alto de
la Huesera (Laguardia, Álava), Chabola de La Hechicera (Elvillar, Álava), El Encinal (El-
villar, Álava), Los Llanos (Cripán, Álava), Hipogeo de Longar (Viana, Navarra), enterra-
miento bajo roca de San Juan ante Portam Latinam (Laguardia, Álava) y el menhir de
Peña Latxa (Peciña, Álava). El dolmen de San Martín se localiza entre los dólmenes de
El Sotillo, El Alto de La Huesera y el enterramiento bajo roca de San Juan ante Portam
Latinam (fig. 1).

SAN MARTÍN

Fig. 1. Estación megalítica de Rioja Alavesa. Situación del dolmen de San Martín.

133
La excavación como he comentado, se realizó en 1964 proporcionando unos resul-
tados y materiales muy importantes e interesantes. Resultados importantes porque por
primera vez se pudo definir perfectamente la diferenciación de niveles dentro de un dol-
men, por el hecho de que una gran losa de un lateral de la cámara se desplomó sobre
el interior cubriendo gran parte de la misma y sellando perfectamente este nivel (fot. 2).
Posteriormente se siguieron realizando enterramientos en el dolmen pero con materiales
pertenecientes a otras etapas más tardías. Es el nivel inferior, el sellado por el derrumbe
de la gran losa, el que nos interesa datar por delimitar y definir perfectamente un perio-
do cronológico y por tratarse de una facies cultural megalítica muy interesante caracte-
rizada por las espátulas decoradas de tipo San Martín-El Miradero. Junto con las cinco
espátulas se localizaron un gran raspador en cristal de cuarzo puro, numerosos geomé-
tricos, hachas y cinceles de piedra pulimentada y tres estelas en piedra arenisca.

El problema radica en comprobar como el paso de los años transcurridos desde su


excavación, había afectado al contenido en carbono y si estaría en condiciones de ser
datado mediante radiocarbono. En principio los materiales se habían conservado y
guardado en el Museo de Arqueología de Álava. Sospechando que el colágeno de los
huesos, debido a su naturaleza y condiciones de conservación, no había sufrido modifi-
caciones o alteraciones importantes, sólo quedaba comprobarlo y tratar de datarlo me-
diante radiocarbono y concretamente por AMS.

EL DOLMEN DE SAN MARTÍN

Sobre un túmulo de planta ovalada de 14 metros de diámetro N-S y 26 metros de


eje E-W y altura de 2 metros se alza este megalito de tipo sepulcro de corredor de 10
metros de longitud y anchura máxima de 3 metros, formado por una cámara asimétrica
y un corredor con una orientación N-S con desviación de 2º.

El corredor está formado por seis losas, tres en el lado oeste, 2 en el lado este y una
de cubierta. Su longitud es de 4 metros de largo y 1,30 metros de ancho y altura de 1,40
metros conservando una losa de cubierta.

La cámara poligonal es asimétrica y está formada por 10 losas que delimitan un re-
cinto de 5,50 metros de longitud y 3 metros de anchura máxima, con una altura superior
al corredor de 1,70 metros que se hace máxima en el ortostato mayor. Realmente la
forma poligonal tiende a circular excepto en el lado este que está formado casi exclusi-
vamente por un único y gran ortostato de 4 metros de longitud y 1,70 metros de altura y
que convierte a este lado en una línea recta. En la excavación no se encontró ninguna
losa de la cubierta lo que ha dado origen a suponer que pudiera haber estado realizada
con materiales perecederos.

Algunas de las losas de la cámara aparecieron caídas en su interior. Pero ha sido el


derrumbe de la gran losa del lateral de la cámara y que cubrió una gran parte de su su-
perficie (fot. 3), casi 7 m2, lo que posibilitó por primera vez definir y diferenciar sin duda
alguna dos estratos y momentos culturales diferentes. Los materiales encontrados en
el nivel superior fueron botones de hueso en V, varias puntas de flecha de pedúnculo
y aletas, fragmentos de cerámica pertenecientes a diversos cuencos campaniformes y
un magnifico puñal en cobre, lo que era indicativo que entre el derrumbe de la losa y la
siguiente utilización del dolmen paso un largo intervalo temporal.

Los materiales del nivel inferior están formados por geométricos, triángulos y trape-
cios, láminas de sílex de gran tamaño, un gran raspador en cristal de cuarzo puro y frag-

134
Fot. 3. Cámara. Su lateral derecho está formado por una única gran losa. Estado actual después de su res-
tauración.

mentos correspondientes a cinco espátulas labradas en hueso. Así mismo tres estelas
en arenisca con la cabecera redondeada y lisa, posiblemente depositadas de pie en
origen.

DATACIÓN POR C-14 DEL NIVEL INFERIOR

La excavación del dolmen se realizó cuadriculando la planta del dolmen y siglando


los huesos con el cuadro y la profundidad en que fueron hallados, lo que nos ha propor-
cionado la posibilidad de seleccionar adecuadamente el fragmento óseo a datar.

De los restos conservados en el Museo de Arqueología seleccionamos una muestra


perteneciente a una diáfisis de tibia localizada en el cuadro 11D (fig. 2) a una profundi-
dad de -200, debajo de la gran losa y en su zona central, lo que nos da una seguridad
de hallarnos ante el nivel inferior sellado. Seleccionamos una pequeña muestra de 3,8
gramos para la datación por AMS y la enviamos al laboratorio BETA ANALYTIC. El re-
sultado suministrado por el laboratorio ha sido el siguiente:

Sample Data Measured Radiocarbon Age 13C/12C Ratio Conventional Radiocarbon Age
Beta-273269 4710+/- 40 BP -19,5o/oo 4800+/-40BP

135
La calibración de la edad radiocarbonica es la siguiente: (gráfico 1)

Gráfico 1. Calibración de la edad radiocarbónica.

1. Datación por la media de la edad radiocarbonica convencional.


En primer lugar 4800 BP corta a la curva dendrocronológica en 3635 BC (5580 BP)
que es la primera fecha que proporciona la datación radiocarbonica.

2. Nivel de probabilidad del 68% (una desviación típica).


a. El intervalo superior de datación nos lleva a una fechación de 3640 a 3630 BC (5590
a 5580 BP). El intervalo se reduce porque la pendiente de la curva dendrocronológica
es muy alta lo que devuelve intervalos más pequeños.

b. En el intervalo inferior se produce un fenómeno y es que para una misma datación


radiocarbonica se producen tres puntos o cortes con el mismo valor dendrocronológico
por lo que el límite inferior del intervalo debe ser modificado a 3585 y 3530 BC. Es de-
cir que para un nivel de probabilidad del 68% el límite superior es de 3645 BC pero el
inferior es de 3530 BC. El intervalo original se ha transformado en 3645 a 3530 BC.

136
C14

Fig. 2. Planta del dolmen y su cuadrícula. La muestra se recogió en el cuadro 11-D (Barandiarán, Medrano
1971).

3. Nivel de probabilidad del 95% (dos desviaciones típicas).


El límite superior se sitúa en 3650 BC, sube ligeramente con respecto al nivel de pro-
babilidad del 68% debido a la gran pendiente de la curva de calibración y el límite infe-
rior corta a la curva en un sólo punto, en 3520 BC. Luego el intervalo es 3650 a 3520
BC o 5600 a 5470 BP.

Si observamos el gráfico vemos como el tramo superior con 1 sigma, 3640 a 3620
tiene el 34% de probabilidad y si aumentamos a 3650, 2 sigmas, el límite superior éste
se queda en 3650 y la probabilidad aumenta un 13,5% lo que da un total de 47.5%.
La función de densidad acumulada en el tramo inferior hasta el punto tangente con la
curva de calibración en su segundo tramo en 3620, es aproximadamente un 20% con
lo que el intervalo 3620 a 3650 acumula una densidad de probabilidad de un 68%.

137
AJUAR DEL NIVEL INFERIOR DE SAN MARTÍN

Del nivel inferior sellado por la losa se recuperaron los siguientes materiales (Ape-
llániz 1973).

1. Material óseo (fig. 4 y fot. 4)


a. Cinco espátulas antropomorfas posiblemente femeninas realizadas sobre tibia
de Capra/Ovis (Mujika 1998). Cabeza sobre la epífisis muy bien pulimentada. Cuerpos

Fig. 3. Láminas y otros útiles en silex (según J. M. Apellániz, 1973).

138
Fot. 4. Espatulas de hueso del nivel inferior.

pulimentados y decorados con acanaladuras horizontales o en ángulo, paralelas y pro-


fundas que circundan el hueso. El final del cuerpo esta cortado longitudinalmente for-
mando el útil. Aunque en principio se les denominó como “ídolos-espátulas” actualmen-
te son consideradas espátulas quizás con un sentido ritual, pero siempre con una fun-
ción utilitaria.
b. Un fragmento de anillo de hueso, dos esquirlas en forma de alisador (¿espátulas?)
y un extremo de pitón de ciervo (Andrés, 1981).

2. Material lítico (fig. 3 y 5)


a. Sílex
Varias láminas (Cava, 1984), algunas retocadas y una de ellas de gran tamaño. Va-
rios raspadores y 31 geométricos.
b. Cristal de roca. (fig. 5.1)
Un raspador nucleiforme en forma de pata de cabra de gran tamaño sobre cristal de
roca muy puro.
b. Pulimento
Cinco hachas pulimentadas, algunas alargadas. (fig. 5)

139
Fig. 4. Espátulas decoradas en hueso (según J. M. Apellániz, 1973).

Fig. 5. Geométricos y raspador undeiforme en cuarzo (según J. M. Apellániz, 1973).

140
Fig. 5. Hachas y cinceles pulimentados de ofita (según J. M. Apellániz, 1973).

Tres estelas de arenisca labradas con la cabeza pulida y redondeada que supues-
tamente estaban clavadas y que el derrumbe de la gran losa rompió.
Una cuenta discoidea-globular en calaita (¿).

3. Cerámico.
Dos fragmentos de borde y cuello de dos vasos ovoideos.

4. Antropológico.
Seis cráneos humanos completos, 10 incompletos y numerosos huesos de diferentes
partes anatómicas.

141
PARALELOS. CRONOLOGÍA ABSULUTA Y RELATIVA

Los materiales del nivel inferior del dolmen de San Martín juntamente con su data-
ción radiocarbonica constituyen un único conjunto que podemos comparar y paralelizar
tanto en su valor absoluto, cronológico, como en su valor relativo como conjunto de ma-
teriales, siendo los fósiles directores en este caso, los geométricos, las puntas de flecha
y sobre todo las espátulas. Se han localizado varios dólmenes con el denominador co-
mún de las espátulas decoradas, en una zona comprendida entre las provincias de Va-
lladolid y Guipuzcoa. Estos son los dólmenes y sus ajuares:

1. Dolmen de Gurpide Norte (Catadiano. Álava)


Una espátula de la que se conserva el extremo proximal muy bien pulido sin rastros
de decoración. El útil comienza cerca de la epífisis del hueso.

2. Dolmen de Kurtzebide (Letona. Álava)


Dos espátulas pulidas de las que se conserva el extremo proximal y el arranque de
la zona útil. Apenas presentan decoración. La primera presenta dos surcos paralelos
que circundan la pieza, aunque no son muy profundos. La segunda presenta un anillo
sobreelevado al inicio del útil.

La datación de radiocarbono ha sido de 4445+/-95 BP. Como quiera que lo que se


excavó era un pequeño nivel remanente y alterado, esta cronología podría estar datan-
do momentos posteriores como algunos de los materiales sugieren, ya que junto a las
espátulas se localizaron siete geométricos, una punta de flecha romboidal de pedúncu-
lo incipiente, varios fragmentos de recipientes de cerámica, más de un centenar de pe-
queñas cuentas de pizarra, un colgante de piedra y una pieza de azabache.

3. Dolmen de Los Llanos (Cripán. Álava)


La memoria de excavación no se ha publicado por lo que la única referencia la to-
mamos de la revista Arkeoikuska (Vegas, 1988). En el nivel inferior se localizaron “ …
son los materiales recogidos (hacha pulimentada, espátulas de hueso, una de ellas com-
pleta, de las denominadas espátula-ídolo, geométricos, una abundante y variada colec-
ción de puntas de flecha con retoque plano y en su mayoría foliformes, cuentas, cristal
de roca, otras piezas de sílex y de hueso trabajado, etc.) y la fechación del C-14 que ha
sido 3240 a. de C.” Quizás sea prematuro opinar sobre este conjunto y esta datación,
máxime teniendo en cuenta la asociación espátula y geométrico con puntas de flecha
foliformes en cronologías de 3240 AC (5190+/-140 BP).

4. Dolmen de Praalata (Ataún-Idiazabal. Guipúzcoa)


Dos fragmentos de espátula. El primero es un fragmento medial de diáfisis de tibia,
decorado con estrechas, profundas, sinuosas y paralelas bandas de incisiones que cir-
cundan la pieza. El segundo es un extremo proximal de diáfisis con un ovalo inciso a
manera de rostro humano. Se dató el paleosuelo con fechación de 4310+/-110 BP.

5. Peña Guerra II (Nalda. La Rioja)


Dolmen con dos cámaras (López de Calle, Pérez Arrondo,1995), una principal con
dos niveles y otra secundaria. El nivel inferior de la cámara principal con materiales
geométricos, útiles pulimentados y fechación de 4640+/-60 BP y 4630+/-90 BP. Cámara
secundaria en la que aparecieron cuatro espátulas, sin geométricos, con datación de
4750+/-30.

142
6. La Cabaña (Sargentes. Burgos)
Ajuar formado por geométricos, puntas de flecha, cuentas de collar y dos espátulas.

7. Valdemuriel (Tubilla del Agua. Burgos)


Ajuar formado por algún geométrico, cuentas de collar de pizarra y una espátula. Se
han obtenido dos dataciones de C-14 muy antiguas la más moderna es de 5670+/-110
BP, y que también se aleja de la cronología dolménica.

8. Fuentepecina I (Sedano. Burgos)


Ajuar formado por algunos geométricos, cerámica y una espátula. Se ha obtenido
una datación anterior a la utilización del dolmen de 5270+/-140 BP.

9. El Miradero (Villanueva de Los Caballeros. Valladolid)


El más importante conjunto de la facies de “San Martín-El Miradero”. Ajuar formado
por hachas pulimentadas, geométricos, cuentas de collar y veinte espátulas. Las data-
ciones de C-14 han sido 5155+/-35 BP y 5115+/-35 BP.

10. Zumacales (Simancas. Valladolid)


Ajuar formado por láminas, geométricos y dos espátulas.

11. La Velilla (Osorno. Palencia)


Dos niveles. El inferior con una espátula que representa una figura femenina y al-
gunos geométricos, pero que no ha podido ser datado. El superior con geométricos, pun-
ta de flecha romboidal, elementos de adorno y alguna espátula, datado en 4810+/-200
BP.

He realizado un análisis cluster (gráfico 2) de la cronología absoluta de los dólmenes


con la variable media de la datación (edad radiocarbonica convencional BP). Se nos
forman tres grupos o clusters. El primer grupo, el más antiguo, está formado por los dól-
menes de El Miradero (dataciones 1 y 2), y Los Llanos, con edades radiocarbónicas
convencionales de 5115, 5155 y 5190 dentro de un pequeño intervalo de 75 años. El
segundo grupo formado por los dólmenes de La Velilla, Peña Guerra 2 y San Martín con
cronologías convencionales de 4750, 4800 y 4810 en un intervalo de 60 años. El tercer
grupo por las cronologías más recientes, dólmenes de Praalata 4310 y Kurtzebide
4445 en un intervalo mayor de 135 años. Llama poderosamente la atención el escaso
intervalo existente entre cada uno de los tres grupos teniendo en cuenta la distancia
existente entre ellos.

Entre 5190 de Los Llanos y 4310 de Praalata tenemos testimonio de la utilización de


este tipo de espátulas, conjuntamente con geométricos.

Se confirma la existencia, utilizando el fósil espátula, de etapas u oleadas en la utili-


zación del espacio dolménico con intervalos de no utilización de varios cientos de años
(Galilea, 2010)

El dolmen de San Martín se sitúa cronológicamente en lo que hemos denominado


en un artículo anterior, la segunda onda del fenómeno megalítico, tras el dolmen de Los
Llanos 5190 y dos dataciones del enterramiento bajo roca de San Juan ante Portam

143
PEÑA GUERRA 2

EL MIRADERO

EL MIRADERO
KURTZEBIDE

LOS LLANOS
SAN MARTIN
LA VELILLA
PRAALATA
-60

-120

-180

-240
Similarity

-300

-360

-420

-480

-540

-600
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9

Gráfico 2. Cluster de dataciones de dólmenes de la facies “San Martín-El Miradero”.

Latinam del que apenas dista cuatro kilómetros. E inmediatamente anterior a las seis da-
taciones de SJAPL con datación combinada de 4506 y que va acompañada con 60
puntas de flecha foliáceas, sin ningún geométrico y a otras seis dataciones del hipo-
geo de Longar distante 16 kilómetros con datación combinada de 4555 y que va acom-
pañada con puntas de flecha foliáceas pero sin presencia de espátulas ni de geomé-
tricos. Cronológicamente es comparable con Peña Guerra 2 (La Rioja) y La Velilla (Pa-
lencia), situándose estos tres dólmenes y su facies cultural, reducido en un intervalo de
solamente 60 años.

Destaca en el dolmen de San Martín la reutilización del dolmen una vez derruida la
losa de la cámara pero con materiales pertenecientes a otra etapa más moderna. Esto
es una prueba más de la utilización de los dólmenes en etapas separadas entre sí al-
gunos siglos. Lo mismo que se ha apreciado en Peña Guerra 2 y en otros megalitos.

En cuanto a cronología relativa, aunque no sea el dolmen el sitio más apropiado pa-
ra ello, podemos dar algunas precisiones. A falta de la memoria de excavación de Los
Llanos en su nivel inferior, 5190, aparecen conjuntamente geométricos y puntas folifor-

144
mes. Si bien el geométrico no causa extrañeza en ese momento si las puntas foliformes
en tan temprana etapa y en compañía de geométricos. Sí que éstas se dan en SJAPL
en 4506 y en Longar en 4555, pero Los Llanos envejece considerablemente el inicio de
este tipo de puntas. La punta de flecha romboidal se da conjuntamente con geométricos
en La Velilla 4810 y Kurtzebide 4445 si bien hay que recordar que en esta fechación
puede haber materiales revueltos.

En el gráfico 3 presentamos las funciones de densidad de la cronología absoluta


de los dólmenes pertenecientes a esta facies cultural de “San Martín-El Miradero”,
utilizando el programa OxCal v3.10. En esta gráfica temporal observamos también los
tres grandes momentos o etapas de la cronología dolménica a que hemos hecho refe-
rencia en párrafos anteriores.

RESUMEN

Podemos concluir que hemos cumplido los dos objetivos previos que nos habíamos
fijado. El primero es muy importante porque nos va a permitir datar yacimientos exca-
vados con anterioridad a la era radiocarbonica, volver a datar aquellas dataciones con
intervalos muy elevados, datar niveles que no habían sido datados y datar más mate-
riales de niveles anteriormente datados.

La datación nos ha permitido comparar su nivel inferior, sellado por el derrumbe de


la losa, con otros dólmenes de su misma facies, bien próximos a él o alejados varios
cientos de kilómetros, recomponiendo tanto en cronología absoluta como relativa el
mundo cultural en el que se enclava este dolmen.

Gráfico 3. Funciones de densidad de dólmenes de la facies “San Martín-El Miradero”. OxCal v3.10

145
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ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA nº 24 147-180 VITORIA-GASTEIZ 2009 ISSN 1695-1611

TRABAJO INICIAL DE LAS DINÁMICAS DE POBLAMIENTO


DE LOS GRUPOS SUPEROPALEOLÍTICOS
EN EL TERRITORIO HISTÓRICO DE ÁLAVA
(Prospecciones 2007)

Maite García Rojas*


María Izquierdo Camisón*

Palabras clave: Paleolítico Superior. Prospección. Araba.


Gako hitzak: Goi Paleolito Aroa. Miaketak. Araba.
Key words: Upper Paleolithic. Prospect. Araba.

RESUMEN:
Este estudio es el resultado de una serie de prospecciones realizadas en diferentes espacios del territorio
histórico de Araba, gracias a la beca Juan Antonio Madinaveitia concedida por el instituto alavés de arqueo-
logía.
Nos basamos en la prospección como medio de recuperación y reconocimiento de lugares y materiales
arqueológicos; no sin antes documentarnos sobre las actuaciones arqueológicas anteriores y los trabajos en
materia de paisaje de las zonas a estudiar. Este propuesta de trabajo esta orientada a proseguir con los tra-
bajos realizados precedentemente para profundizar en el conocimiento del paleolítico de este territorio.
Los espacios elegidos se ubican al sur de la llanada alavesa, siguiendo los posibles pasos naturales co-
mo contextos fluviales o puertos de montaña de reducida altitud, siendo la cuenca del Zadorra en su parte fi-
nal, el puerto de Zaldiaran y paso de Armiñón.
Los resultados en cuanto al material arqueológico recuperado varía en cantidad e interés según las zonas.
En esta líneas podemos indicar que ha sido en los contextos fluviales donde mayor información hemos podi-
do recoger, al constatar la presencia de un taller de explotación de silex, que tras una primera aproximación
analítica del conjunto industrial podemos otorgarle una cronología circunscrita al final del Paleolítico Superior
y comienzos del Epipaleolítico.

LABURPENA:
Ikerlan hau Arabako Arkeologia Institutoak emandako Juan Antonio Madinabeitia bekari esker Arabako
leku ezberdinetan burututako miaketa lanen emaitza da.
Miaketetan oinarrituko gara gune ezberdinen eta material arkeologikoen berreskurapen eta ezagutzara-
ko, beti ere, leku hauetan aurretik burutu diren lan arkeologikoak kontuan hartuta. Modu honetan miaketa la-
nak ikerketara bideratzen dira. Halaber lan egitasmo honek aurretiaz egin diren lanen ildotik jarraitu nahi du eta
lurralde honetako Palelolito Aroaren ezagutzan sakondu.
Aukeratutako guneak Arabako lautadaren hegoaldean aurkitzen dira, balizko igarobide naturalak, ibai ingu-
ruak eta altuera txikiko mendateak jarraituz; gune hauek Zadorra Ibaiaren hegoaldeko ibarra, Zaldiarango men-
datea eta Armiñongo igarobidea dira hurrenez hurren.
Berreskuratutako material arkeologikoari dagokionez kopuru zein interes maila aldatu egiten da zonalde-
aren arabera. Esan daiteke ibai testuinguruak izan direla informazio iturri nagusiak, izan ere, suharriaren ustia-
penarekin lotutako lantegi bat topatu da honelako gune batean. Goi Palelolito Aroaren amaiera eta Epipaleo-
litoaren hasierarekin lotu daitekeen multzo industrial honen aurre ikerlan analítiko bat burutu delarik.

SUMMARY:
This study is the result of a series of prospections in different areas of the province of Alava, thanks to a
grant Juan Antonio Madinaveitia granted by Alava Institute of Archeology

* Miembros del Grupo de Investigaciones en Tipología Analítica (GITA).


Maite: maitensx@hotmail.com María: annodomini25@hotmail.com

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We think that the prospection is a way of recuperate and recognize archaeologic materials and the pos-
sibly archaeological sites. We started this work like a continuation of ours predecessors. But before that, we
saw the previous investigations about archaeologic actuations and paisagistic investigations.
The sites chosen are located south of the Alava plain, following the natural steps as possible contexts
river or mountain passes of low altitude, being Zadorra basin in its final part, the port of Zaldiaran and pass
Armiñón.
In terms of recovered material, we have a workshop of flint, which has been study with an analytical me-
thod, and is possibly chronology of later paleolithic and beginning of epipaleilithic.

1. PRESENTACIÓN GENERAL: ESTADO DEL CONOCIMIENTO

El estudio sobre el pasado de Álava, ha sido un tema muy cuidado por varias gene-
raciones de investigadores desde mediados del siglo XIX.

Basándose en la prospección como medio de recuperar los diversos materiales ar-


queológicos, han conseguido que en la actualidad podamos disfrutar de un rico reperto-
rio, como cantos trabajados, fíbulas o epígrafes romanos hasta cerámicas o utensilios
medievales y modernos. Materiales que de no haber sido por esta labor, se hubiesen per-
dido en los campos de cultivo o en los distintos bosques de hayedos y encinas que co-
lonizan el territorio alavés.

Nosotros, en un intento de continuación, queremos formar parte de esta cadena de


investigadores que tienen como punto de partida la prospección como fuente de cono-
cimiento. Ya que pensamos que es la vía que mejor se ajusta –respecto a sus peculia-
ridades paisajísticas– para profundizar en el conocimiento histórico en Álava.

Entendemos la prospección no como una práctica aleatoria de recuperar materiales


arqueológicos sino como Fuente de estudio de unos espacios, generalmente amplios,
los cuales, requieren de antemano una planificación previa, por un lado gestionar toda
la documentación sobre los estudios o actuaciones arqueológicas realizadas en las zo-
nas elegidas, así como el conocimiento de las características paisajísticas, geográficas,
geológicas y demás elementos que se precisen para un control lo mas completo posi-
ble. De esta forma, la prospección no queda relegada a una herramienta de búsqueda
de yacimientos o de recolección de materiales, sino que adquiere el grado de vía de in-
vestigación. Se entiende al paisaje, como uno de los agentes activos de desarrollo eco-
nómico y social, es decir, el ser humano en su dinámica de gestión del medio, lo va mo-
dificando en función a unas necesidades, agudizándolas a medida que las estrategias
elegidas son cada vez mas complejas, De este modo, a medida que avanzamos en el
tiempo, y con el surgimiento de las sociedades productoras, el paisaje va tomando unos
matices cada vez más antropizados, Si conseguimos reconocer estos testimonios po-
demos leer el propio paisaje en términos históricos.

Esta visión del paisaje, hace que se configure una idea más dinámica sobre las so-
ciedades pasadas, En este caso, y centrando nuestro estudio en el Paleolítico superior,
las posibles modificaciones del paisaje quedan atenuadas en primer lugar por el amplio
lapso de tiempo pasado, a la capacidad o necesidad de dichos grupos a su modelado y
a nuestra propia capacidad de reconocer o entender un medio físico muy cambiado a con-
secuencia de unos agentes climáticos –los paisajes pleistocénicos difieren de unos ho-
locénicos– además de la intensiva presencia humana que en los últimos tiempos han
remodelado completamente su aspecto.

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Aun así, el estructurar un estudio sobre el paleolítico basándonos en aspectos pai-
sajísticos implica la renovación de los aspectos teóricos de comprensión de este perio-
do. Y es el territorio histórico de Álava el elegido como marco espacial para desarrollar
este estudio porque opinamos que es el que mayor necesidad de renovación precisa,
debido a tópicos como de vacío ocupacional a consecuencia de una rigurosidad climá-
tica o al escaso desarrollo de sistemas cársticos, esta considerado como un tema “poco
atractivo” o al menos conflictivo para profundizar, pues al estar privados de unas se-
cuencias estratigráficas completas que faciliten la adscripción cronocultural de los dis-
tintos materiales, hace que sea necesario apoyarse en otros medios para poder llegar
al grado de definición que nos ofrece por ejemplo una cueva.

Pero el no tener sistemas cársticos que guarden grandes yacimientos, nos ofrece
la oportunidad de desarrollar la misma practica arqueológica pero desde otro punto de
vista más dinámico y con muchos mas factores a relacionar, vinculando en un espacio
diferentes aspectos, a saber, movilidad, estacionalidad, gestión de un entorno, explota-
ción de recursos, accesibilidad, en definitiva, la adecuación al medio por unos grupos
humanos que a consecuencia de unas necesidades, intervendrán en este de una forma
u otra, y viceversa, en función de unas ofertas ofrecidas por ese medio los mecanismos
de explotación variarán en un sentido u otro.

Con este propósito entendemos este proyecto como una vía de superación de los
diversos impedimentos que actualmente apreciamos en la interpretación prehistórica
en Álava, mediante un análisis de los diversos ecosistemas y una definición analítica de
los materiales líticos recuperados, poder llegar a expresar un esquema coherente del
paleolítico superior.

Y es que estamos convencidos que la carencia de evidencias paleolíticas en Álava


no es un reflejo de una escasa actividad por parte de los grupos cazadores-recolecto-
res de entonces, sino por una falta de adecuación metódica a las características paisa-
jísticas de los distintos espacios y de su actual dedicación económica.

De todos modos, este trabajo no pretende ser una crítica a las labores arqueológi-
cas realizadas hasta la fecha, más bien al contrario, es un intento de dar otro paso más
en el camino recorrido para el conocimiento histórico. Paso, imposible de dar, de no ha-
ber sido por todos aquellos que decidieron brindar parte de su tiempo y esfuerzo a esta
problemática.

Problemática que ya se inició en 1831, cuando da comienzo las primeras notificacio-


nes de hallazgos, como el dolmen de Aizkomendi, de la mano del alcalde de Salvatie-
rra, Pedro Andrés de Zabala, que en 1833 realiza un informe a la Academia de Madrid
introduciendo otros, el de Sorginetxe y el de Arrizala descubiertos por Federico Barai-
bar. Ampliándose esta cantidad de monumentos megalíticos a once para 1915. Siendo
los descubridores Ladislao de Velasco, Ricardo Becerro de Bengoa, ya citado Federico
de Baraibar y Julián de Apraiz. Conocidos como los pioneros de la Prehistoria alavesa.
(Vallespí, E. J.; 1966).

De una forma más discreta, se comenzará a incluirse hallazgos no relacionados con


el mundo dolménico, siendo Enrique de Eguren el primero en señalar la aparición de un
conjunto de materiales líticos en la Dehesa de San Bartolomé, notificado por Velasco
y Apraiz que junto a otros materiales líticos y cerámicos encontrados en Arzeniaga y
Trespuentes, mas las cuevas artificiales de Marquinez, Laño y Faido, fueron publicados
en el “Catálogo monumental de la provincia de Álava”.

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Imagen 1. Dibujo del dolmen de Aizkomendi.

Esta etapa inicial “más vinculada a tópicos mitificados que científicos” (Sáenz de
Buruaga, A.; 1996), será el arranque de todo un siglo dedicado a una labor de búsque-
da y consolidación de una practica arqueológica. Así, a partir de esta fecha y teniendo
como protagonistas a José Miguel de Barandiarán, Enrique de Eguren y Telesforo de
Aranzadi, serán los que revolucionen esta práctica, dándole otra visión teórica y me-
todológica. Aglutinando en sus manos todo el desarrollo de las prácticas de campo,
con una triple vertiente, Etnográfica, Antropológica y Arqueológica. Ampliando el marco
cronológico y cultural en las investigaciones, por un lado la tradición dolménica y por
otro, introduciendo la Edad del Hierro.

En 1925, se dará otro evento significativo para el transcurso de esta disciplina, la


formación del “Centro de Investigaciones Prehistóricas”, el cual coordinará todos los
proyectos de investigación de la provincia. Uniéndose nuevos investigadores, como
Marcelo Alonso, Tomás de Atauri, Constantino Díez y Pedro Lorentz, entre otros, intro-
ducirán un corpus metodológico en los estudios, configurando a esta disciplina mayor
rigurosidad, será la antesala de los estudios modernos. Hasta 1936, como consecuen-
cia del alzamiento fascista que dará comienzo a la guerra civil, se parará una de las
etapas más fecundas en los estudios arqueológicos. Aun así, se continuará con las
investigaciones, aunque de manera más reducida, siendo Deográcias de Estavillo y
Domingo Fernández Medrano, los que incorporen nuevas evidencias de industrias epi-
paleolíticas, Neolíticas, Edad del Bronce y Hierro, que para 1947 se recopilará en el
primer catálogo de yacimientos prehistóricos.

Para 1953, José Miguel de Barandiarán volverá del exilio, reanudando las investiga-
ciones, y formando a una nueva serie de investigadores.

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Domingo Fernández de Medrano, bajo la tutela y colaboración de José Miguel de
Barandiarán darán una continuidad y reactivación de las investigaciones prehistóricas,
hasta 1966, momento en el que concluyen sus actividades de campo directas. Se dará
entonces un relevo generacional a una serie de arqueólogos, compuesto por José An-
tonio Agorreta, Juan Maria Apellaniz, Julio Arbosa, Jaime Fariña, Armando Llanos, Juan
Antonio Madinaveita, Enrique José Vallespí… Miembros del recién creado Instituto Ala-
vés de Arqueología (1957). Considerados como el eje vertebrador de la arqueología ac-
tual del territorio se le irán sumando nuevos especialistas como Amelia Baldeón, Fran-
cisca Sáenz de Urturi o Ignacio Vegas, más todas las nuevas generaciones de arqueó-
logos hasta nuestros días.

De esta forma, y ya para la década de los 80 en adelante, las investigaciones arqueo-


lógicas en el territorio alavés estarán encaminadas en torno a tres grandes líneas.

La centrada en las sociedades protohistóricas, englobando las fases avanzadas de


la Edad del Bronce, Hierro y romanización. La relacionada con el mundo megalítico y
sus formas de habitación al aire libre y en cuevas desde el Neolítico a la Edad de Bron-
ce y la correspondiente a los momentos más antiguos del poblamiento que incluye las
culturas Paleolíticas y Epipaleolíticas, tratando de vislumbrar este poblamiento tanto en
cuevas como al aire libre.

Para finalizar, queremos concluir con el importante trabajo realizado por todas las
empresas de Arqueología de Intervención que actualmente supone uno de los fun-
damentos más significativos como fuente de conocimiento para momentos históricos
como la Edad Media y Moderna, que mediante su trabajo, podemos disfrutar de una
cantidad de información arqueológica hasta ahora inusitada.

2. CONTEXTO AMBIENTAL Y MARCO ESPACIAL DEL PROYECTO

El marco espacial elegido para esta fase del proyecto está estrechamente vinculado
a los propósitos del mismo. De esta forma las áreas elegidas están relacionadas con
una problemática común, esto es, esclarecer el vació documental existente en el terri-
torio histórico de Álava durante el Paleolítico superior.

Basándonos en las últimas aportaciones sobre el Paleolítico superior en el País


Vasco, no cave duda del importante papel que pudo suponer los distintos espacios que
reúne el actual territorio alavés, en cuanto al aprovechamiento de distintos recursos
necesario para el desarrollo económico de dichos grupos cazadores-recolectores.

Y no solo referido al rico repertorio de afloramientos silicios constatados en la actua-


lidad en zonas como el Condado de Treviño (Tarriño, A.; Aguirre, M.; 1997) (Tarriño, A.;
2001) sino también como espacios para la explotación de otro tipo de recursos a nivel
de caza y recolección.

Si entendemos a los grupos cazadores-recolectores como individuos organizados,


con estrategias preestablecidas para una optima gestión de los distintos recursos, di-
chas estrategias estarán posiblemente estructuradas en torno a una estacionalidad
determinada por momentos de mejora climática o en función del control de distintas
manadas de ungulados, cápridos, équidos o demás animales recuperados en distintos
yacimientos de la vertiente cantábrica, y no es difícil de suponer que los espacios ele-

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gidos en este proyecto (mapa 1), estuvieran dentro de sus planes de actuación, y de
cómo estos espacios vendrían a complementar una movilidad intrínseca para con su
modo de vida, práctica entendida como nomadismo.

Centrándonos en hechos tangibles, en zonas de Vizcaya y Guipúzcoa, encontra-


mos yacimientos que presentan unos porcentajes, para nada desdeñables, de útiles
líticos realizados con materiales procedentes del actual Condado de Treviño, de esta
forma lugares como Cucho, laño o Treviño están presentes en la mayoría de estudios
líticos realizados hasta la fecha. Yacimientos como el de Bolinkoba, Antoliñako koba,
Kobeaga II, Labeko koba, entre otros, presentan unos porcentajes de cerca del cua-
renta por ciento de la presencia de sílex de Treviño. Esta cantidad hace pensar en el
conocimiento por parte de estos grupos de la existencia de estos afloramientos. Y para
que haya conocimiento de estos afloramientos, primero tendrá que haber un control del
territorio y esto supone una estacionalidad o permanencia en dichos lugares, es decir,
para conocer primero hay que estar.

Otra visión al respecto podría ser de intercambios entre unos grupos que habitan
en zonas mas próximas al litoral y otros vinculados a unos espacios de interior –como
ya se ha propuesto para otros momentos culturales– aun así, también estaría implícita
la presencia de grupos que conocerían y aprovecharían estos afloramientos, y como
consecuencia habitarían lugares cercanos a estos.

No queremos entrar en una discusión sobre si son los mismos grupos los que ha-
bitan la zona litoral o la interior, sino hacer hincapié sobre una presencia más o menos
prolongada de unos grupos que gestionan unas zonas que en la actualidad no están
contempladas arqueológicamente para los momentos cronológicos aquí a tratar.

Si observamos al País Vasco en su conjunto, encontramos un espacio definido a


partir de las estribaciones occidentales del pirineo, el sector meridional del Golfo de
Vizcaya y el inicio del Valle del Ebro. Reuniendo así, montaña, mar y llano como ele-
mentos característicos de las condiciones físicas del territorio. (Aguirre Kerexeta, I.;
1998). Estos elementos según indica el autor, configuran una oposición geológica entre
un espacio calizo frente a otro arcilloso, es decir, una dualidad plasmada en una orogra-
fía diferenciada entre el litoral y el interior, fácil de apreciar a simple vista si observemos
el territorio de norte a sur, comenzando por unos valles encajados dispuestos de forma
paralela hacia un ensanchamiento de estos, desembocando al mar o hacia la llanura
europea los primero, y otros hacia el interior peninsular que comunica con la meseta.

Dicho carácter de bisagra, hace que todo el territorio Vasco sea un lugar de comu-
nicación entre distintos espacios geográficos, Álava, zona donde se centra nuestro es-
tudio sería la confluencia entre los espacios mas cerrados del litoral hacia las zonas
más abiertas meseteñas, unidas así, características comunes entre valles cerrados y
amplias llanuras.

Esta visión de dualidad, o mejor, de complementariedad hace que la visión de la


divisoria de aguas no sea una frontera física que aísle ambos espacios sino una vía
franqueable para complementar unos espacios con otros. Frente a los 1000, 1500 me-
tros de altitud media que supone la divisoria, encontramos zonas más deprimidas que
a modo de paso pudieron servir y sirven para circular en un sentido u otro, puertos
como el de Angulo (700m.), Orduña (900m.), Altube (630m.), Barazar (684m.), Urkiola
(713m.), Kurutzeta (710m.), Arlaban (616m.), Otzaurte (652m.) y Etxegárate (650m.)
definirían los pasos naturales que comunicarías los diversos espacios geográficos.

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Montes de Vitoria
Cuenca del Zadorra

Paso de Armiñón

Mapa 1. Zonas elegidas en la primera fase del proyecto.

Junto a estos corredores de montaña, las cuencas fluviales del río Zadorra, Bayas u
otros afluentes de estos, servirían de vías de tránsito de los grupos humanos así como
al resto de animales en sus constantes migraciones.

2.1. Descripción de los espacios elegidos.

Como indicamos en el (mapa 1), el marco de actuación de esta primera fase del pro-
yecto, se centra en los espacios inmediatos a los afloramientos silíceos del Condado de
Treviño. Limitada al norte por los Montes de Vitoria, al oeste por la Cuenca del Zadorra
y al sur por la zona denominada como “paso de Armiñón”.

Estas zonas han sido elegidas en esta primera fase del proyecto por varias razones:
Primero, la escasez en cuanto a las evidencias directas de la presencia de estos gru-
pos humanos, hace que los afloramientos de materia prima sean el foco inicial que nos

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sirve de arranque en nuestras prospecciones. Ya que, hasta el momento, solo conta-
mos con dos yacimientos donde encontramos niveles que pueden ser adscritos a estos
momentos cronológicos; siendo la cueva de Arrillor (Murua) y Atxoste (Birgara) las úni-
cas que atestiguan esta presencia humana.

Ambos tienen la peculiaridad de presentar contextos superopaleolíticos asociados


a secuencias magdalenienses. En Arrillor (Sáenz de Buruaga, 1989), con una impor-
tante secuencia del Paleolítico medio, los niveles superiores parecen corresponder con
algún momento de pleno desarrollo del Magdaleniense. Por el contrario, en Atxoste (Al-
day, 2003) al ser un depósito epipaleolítico-neolítico, son los niveles inferiores los que
se ajustan a episodios avanzados del mismo complejo genérico Magdaleniense. Otro
tipo de evidencias materiales son las que nos aporta los diversos conjuntos tecno-tipo-
lógicos que controlamos en distintos puntos del territorio, son los denominados talleres
al aire libre, que aún sin estar avalados mediante un contexto estratigráfico, mantie-
nen unas características estructurales técnicas que permiten confiarles con rigurosidad
unas cronologías apropiadas para el periodo cronológico pertinentes a este proyecto,
talleres como el de Pelbarte (Eguino), Prado (Burgueta), o Mugarduia (sierra de Entzia)
y El Gustal (Valle de Valderejo) recientemente definido, confirman la manipulación y por
tanto, la presencia de grupos superopaleolíticos en Álava.

En cambio, la distancia entre uno y otro, y la falta de relieves o estructuras topográ-


ficas que enmarquen espacios reducidos para desarrollar unas pautas de prospeccio-
nes, nos lleva a centrarnos en los alrededores de Treviño. Y es que son estas zonas las
que con mayor intensidad se han venido prospectan y son las que mayor información
presentan en cuanto a material recuperado en superficie.

Por otro lado, la diversidad de los paisajes que contemplamos, montaña, terraza
fluvial y/o campos de cultivo, hace que resulte una buena zona para poder desarrollar
un método flexible que nos permita abordar distintos espacios y poder relacionarlos
con diferentes dedicaciones económicas, explotación de recursos minerales, lugares
de habitación o altos de caza, englobando así unas estructuras en las posibles diná-
micas de un poblamiento. De esta forma las prospecciones no están encaminadas a
una búsqueda de yacimiento sino a una gestión de todo un espacio, introduciendo de
forma explícita unas estrategias de control de unos recursos por parte de estos grupos
humanos. Concibiendo así, la topografía del paisaje como elemento activo dentro de
las pautas de estudio de este proyecto.

El río Zadorra constituye una de las cuencas fluviales más importantes del territorio,
Naciendo en la sierra de Entzia, surca de este a sur-oeste la llanada alavesa, comuni-
cándola con el sinclinal de Treviño y desembocando en el río Ebro. Actúa de colector
hidrológico del resto de subcuencas existentes, como la del río Ayuda, Santa Engracia,
Alegría, Zayas, Santo Tomas y Oka. (Ibisate, Gonzalez de Matauco, A. 2004).

Su red de drenaje está construida sobre materiales del Cretácico Superior y Tercia-
rio sobre las cuales se han asentado materiales cuaternarios de origen fluvial y coluvial
en la zona de fondo de valles (mapa 2).

En cambio, los montes de Vitoria, representan parte de la cadena montañosa de la


sierra del Zadorra que enmarca por el sur a la Llanada y al norte el sinclinal de Treviño,
nos sirve de barrera definitoria de dos espacio diferenciados. Aunque esta “barrera”, no
sobrepasa los 1000 metros, presenta unas claras diferencias paisajísticas, al norte sus

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Composición geológica de la cuenca del río
Zadorra:
Cretácico superior: representado en verde.
Terciario: representado en amarillo.
Mapa 2. Detalle de los materiales geológicos que componen la cuenca de Zadorra.

laderas están pobladas de hayedos mientras que al sur es el encinar la especie pre-
ponderante, respondiendo a los dominios climáticos, atlántico al norte y mediterráneo
continental, al sur.

Como pasos naturales hemos mantenido los puertos de montaña actuales siendo el
puerto de Saldaran y el de Vitoria así como el propio río Zadorra los contemplados en
este trabajo, ya que el de Azaceta se ubica fuera de nuestro marco de actuación.

El tramo mas meridional rastreado es el denominado como “paso de Armiñón”. Con-


figura un estrangulamiento que une la zona de Treviño con la de Miranda, pudiendo
suponer otro eje de transito más relacionado con el valle del Ebro o interior meseteño.

3. METODOLOGÍA DE INTERVENCIÓN

Como acabamos de exponer, la metodología propuesta para este trabajo está ín-
timamente ligada al periodo cronológico del Paleolítico superior y a las condiciones
paisajísticas presentes en la zona.

Debido a esto y relacionado con el trabajo de campo, se ha procedido con el rastreo


sistemático de las áreas inmediatas a los afloramientos silíceos con el fin de hallar
evidencias materiales de la gestión y manipulación de las materias primas. Otras áreas
determinadas de antemano como de interés arqueológico son aquellas que por sus ca-
racterísticas paisajísticas en función de relieve, altitud, accesibilidad o características

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morfológicas pueden ser susceptibles de ser reconocidas como lugares de ocupación
por parte de los grupos cazadores-recolectores o de gestión de los recursos ambienta-
les; intentando introducir la mayor diversidad topográfica posible.

Para recoger la información producida por esta actividad, además de utilizar el tra-
dicional cuaderno de campo, se han diseñado unas fichas con el propósito de plasmar
de forma clara y sencilla las características principales, tanto físicas de los espacios
elegidos, como de los materiales arqueológicos relacionados a estas.

Estas fichas (ver anexo de fichas) están planteadas para poder introducirlas en un
futuro en una base de datos siempre y cuando la información generada sea suficiente-
mente amplia como para ponerla en practica.

Las salidas al campo, se han desarrollado desde principios de año, intentando ras-
trear las zonas en distintas estaciones, invierno, primavera, verano y otoño. De esta
forma, hemos podido observar cambios en la visibilidad en las acumulaciones de los
materiales y de los distintos paisajes que se configuran a lo largo del año.

Este hecho ha requerido una adecuación en cuanto a la estrategia a desarrollar,


pues la supeditación a los ciclos productivos de las explotaciones agrarias y a los natu-
rales de los espacios forestales, como la caída de las hojas en otoño, condicionan de
forma muy activa a las labores de prospección.

En las zonas dedicadas a explotaciones agrarias se ha tenido en cuenta en primer


lugar la variedad de cultivo que se había sembrado, en el mayor de los casos el trigo.
Este se siembra hacia Octubre, aunque puede retrasarse hasta diciembre y su cosecha
también fluctúa de Julio a Agosto, por lo que la intervención en estos espacios se limita
a los últimos y primeros meses del año, además, una vez recogido el cereal y la paja
hay que esperar un tiempo para que los restos que quedan en la parcela comiencen ha
descomponerse para que la visibilidad del terreno sea optima. Posteriormente y justo
antes de la nueva siembra es necesario trabajar la tierra para volver acondicionar el
terreno, en este caso si se vuelve a sembrar cereal, simplemente se ara mediante la
utilización de distintos aperos, el brabán para voltear la tierra y el destripador, para des-
menuzar los terrones que genera la herramienta anterior, de esta manera se oxigene
la tierra y después se alisa con un rodillo para su posterior sembrado; otra forma, es la
denominada siembra directa, que consiste en rastrillar el terreno y plantar sin utilizar
otros aperos que volteen o remuevan la tierra. En cambio si el espacio se dedica a otro
tipo de cultivo como patata o remolacha se procede, además, a la realización de surcos
necesarios para este tipo de plantación. Estos tienen otro ciclo de cultivo más tempra-
no, sembrándose en Marzo-Abril, no se cosechan hasta Septiembre-Noviembre. Este
tipo de actividades condicionan mucho la posibilidad de localización de los materiales
en superficie, pues los continuos movimientos de tierra hace que aparezcan y desapa-
rezcan, un ejemplo muy ilustrativo es el constatado en la cuenca del Zadorra, en las te-
rrazas más meridionales donde prácticamente el tipo de cultivo es el trigo, rastreamos
las mismas parcelas en distintos momentos del ciclo productivo y la información que
pudimos examinar difería mucho en un momento u otro.

Este hecho es ineludible para el correcto desarrollo de la practica, pues dependien-


do en el momento que se visite las zonas se tendrá una visión u otra en la localización
de la acumulaciones, variando entre la presencia y ausencia de los mismo, llegando
a conclusiones que no representan la realidad, incluso el aislar dos conjuntos como
diferentes cuando en verdad, estamos ante el mismo pero recuperados en distintos
momentos.

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Por consiguiente, en el peor de los casos, el no tener en cuenta estos factores po-
dríamos llegar a conclusiones que desfiguran considerablemente al registro material,
desdibujando lo poco de evidencias que perduran actualmente.

En cambio, en las áreas forestales la problemática es ligeramente diferente, aquí


no existe una intervención humana tan agresiva, pero los diferentes paisajes que van
configurando las estaciones del año hace que se tenga que extremar el cuidado en
cuanto a las observaciones, pues las continuas aportaciones de hoja en bosques como
los hayedos, o los encinares tan propensos a la generación de sotobosque, impiden
una visibilidad clara de la zonas susceptibles a sondear. Hemos intentado, identificar
morfologías sugerentes para ser consideradas de interés, es decir, puesto que el en-
contrar material en superficie es bastante difícil, por los factores que acabamos de
expones, nos dejamos guiar por paredes rocosas que pudieran servir como refugio a
modo de abrigos, pues la roca característica de los espacios elegidos son arenisca y
conglomerado, eliminando la posibilidad de localizar algún desarrollo mayor como los
que generan las redes cársticas; o rellanos en la superficie como contrapunto a las
habituales pendientes donde se suelen asentar los bosques actuales que impiden, por
propia gravedad, que los materiales queden inmóviles.

Otro punto que se ha trabajado de forma intensiva son los producidos en estos
terrenos forestales a consecuencia de otro tipo de actividad, como las pistas para el
tendido eléctrico o cortafuegos incluso caminos acondicionados para el senderismo u
otro tipo de actividad lúdica; taludes, rebajes o deforestaciones han incidido de forma
indirecta para la recuperación de un numero muy escaso de materiales pero nos han
proporcionado las evidencias necesarias como para, en un futuro, tenerlas en cuenta e
intensificar las prospecciones en dichos espacios.

4. DESCRIPCIÓN DE LAS ÁREAS ESTUDIADAS Y RESULTADO DE LAS PROS-


PECCIONES

Los espacios geográficos estudiados vienen a representar las tres estructuras topo-
gráficas diferenciadas, a lo largo de la exposición de este proyecto.

4.1. Cuenca del Zadorra.

Nuestra actuación se ha centrado en la prospección de manera intensiva de su par-


te media, a la altura de La Puebla de Arganzón, ya que representa de forma muy clara
la morfología de “paso” entre dos espacios diferenciados, (mapa 3). Tras abrirse ca-
mino entre la sierra del Zadorra y los montes de Vitoria, el río surca un valle de formas
amables, donde su composición limo-arcillosa favorece la configuración de meandros
muy marcados. Apreciándose las distintas terrazas que ha ido moldeando a su paso,
antes de volver a encajarse a la altura de Armiñón, para a continuación desembocar en
el Ebro.

En cuanto a los trabajos de campo realizados sobre estas zonas, se limitan a la


recuperación de una serie de conjuntos industriales, mas o menos heterogéneos, dis-
persos por los campos de cultivo en su margen derecha, condicionado por la fuerte
antropización que presenta la margen izquierda; resulta esclarecedor el por qué no hay

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Foto 2. Morfología de estrangulamiento, o de paso, entre dos unidades topográficas diferenciadas.

Mapa 3. Ubicación espacial de los materiales controlados. Los señalados en azul extraídos de la carta
Arqueológica; los señalados en rojo son materiales recuperado fruto de las prospecciones adscritas a este
proyecto.

158
ningún conjunto que se ubique en este lado, salvo el taller de Prado, unos cuatro kiló-
metros aguas abajo que fue recuperado gracias a un acondicionamiento de unos terre-
nos de cultivo para uso comercial. La ubicación de estos se expresa en el (mapa 3).

Se trata de materiales líticos, controlados en la última terraza, a unos metros del


actual cauce aunque a distinta altura.

Hemos podido controlar la composición sedimentológica mediante un corte estrati-


gráfico cercano al actual cauce, con una orientación Ne-Sw, y un desarrollo de 5,48 m.
Se encuentra entre los conjuntos denominados como Unidad topográfica 2 (DFT 2.) y
Unidad topográfica 3 (DFT 3).

Observando la (fot. 3 y 4), podemos apreciar una sucesión de diferentes horizontes


configurados a partir de aportes de materiales de origen aluvial y fluvial. En su secuen-
cia, bastante homogénea, diferenciamos tres estratos. Estudiado analíticamente:

• Lamc, (limo-arcilloso marrón con clastos). Se trata del horizonte inmediatamente


posterior al manto vegetal, de unos 40cm. de espesor, que junto a la presencia de
clastos y algún bloque de caliza, arenisca y cuarcita nos refleja un momento de
fuerte inundación, donde el aporte de material fue considerable.
• Lsak, (Limo-arenoso amarillo compacto). Debajo del anterior nos encontramos con
un pequeño estrato de no más de 10 cm. atribuible a un intervalo de menor aporte
sedimentológico a consecuencia de un descenso en la intensidad hídrica.
• Lsmc, (Limo-arenoso marrón con clastos). De espesor parecido al primero, aunque
con clastos de menor tamaño y en menor densidad se constituye otro estrato que
asienta sobre la roca natural. Parece que su formación, se realizó a partir de una
importante actividad del río aunque no lo suficiente como para realizar un aporte de
materiales de mayor tamaño, como en el primer caso.
• Rn, (Roca natural) caracterizada por un gran estrato de arenisca intercalado con
materiales más blandos que contribuyen a la alteración laminada de la roca.

Posiblemente, la propia descomposición de la roca base a ocasionado el aporte


arenoso al estrato inmediatamente superior.

Foto 3 y 4. Vista central y lateral del corte estratigráfico.

159
4.1.2 Análisis de los conjuntos y su contexto

Los materiales controlados en esta zona se han dividido en tres espacios, coinci-
diendo con los conjuntos industriales detectados, que en mayor o medida se han podi-
do adscribir a unas áreas delimitadas por la propia estructura parcelaria de los distintos
cultivos, en este caso coincidiendo en su totalidad al cultivo de cereal.

La característica de los materiales recuperados en esta zona coincide, tanto los


descritos en la carta arqueológica como los que presentamos a continuación, por estar
constituidos por un amplio porcentaje de productos brutos de talla, esto es, lascas, lá-
minas y núcleos, además una escasa presencia de útiles retocados.

Por otro lado, podemos afirmar la ausencia de material cerámico salvo algún galbo
y borde de cerámica vidriada en blanco con motivos geométricos y florales en azul co-
balto, posiblemente modernos.

El estudio tipológico de dichos materiales se han realizado mediante los criterios


desarrollados por la Tipología Analítica (Laplace, G. 1972, 1987).

• Conjunto industrial DFT1: (Camino campo de fútbol)

La zona definida bajo esta calificación está compuesta por las parcelas situadas a
ambos lados del camino que se dirige al campo de fútbol del municipio de La Puebla de
Arganzón. Según avanzamos por este, a mano izquierda, entre el propio camino y el
cauce del Zadorra, queda una reducida superficie de forma alargada donde se ubican
algunos chopos en la rivera del río y una zona preparada para el cultivo del trigo (fot. 6 y
7). Enmarcada dentro de la última terraza del Zadorra tiene una composición sedimen-
tológica de arcillas arenosas de color marrón con cantos rodados de arenisca y cuarcita
junto a algún canto de sílex muy cuarteado y de poca pureza. A su lado derecho, (fot.
8) el camino presenta un corte que permite ver la composición sedimentológica de las
parcelas dispuestas a esta parte, coincidiendo con las mismas características salvo en
el tamaño de los bloques que aquí son mas reducidos.

Los materiales, aparentemente no presentan una acumulación clara, aparecen de


forma dispersa, aún así, se ha podido analizar una serie de piezas configuradas en
sílex, con una fuerte patinación de color blanca y beige, no rodados.

Teniendo en cuenta los condicionantes que de partida supone el estudiar unos con-
juntos recuperados en superficie, nuestra definición de estos queda reducida a una ca-
racterización tecno-tipológica de los mismos, esto es, intentando analizar las posibles
semejanzas técnicas que quedan plasmadas en los productos líticos para relacionarlos
entre ellos, además apoyarnos en las diversas pátinas y coloraciones de los mismos.

De esta forma esta primera serie de materiales esta compuesta por una suma total
de 38 piezas.

Análisis de las industrias:

Cuadro de elementos brutos de talla:

Núcleos Lascas Láminas Cacho


3 31 3 1

160
Núcleos: De pátina blanca y bastante desilificados, se caracterizan por presentar un
único frente de extracción en una sola dirección, sus dimensiones son de 5,62 x 5,14 x
2,27 cm.; 2,6 x 3,15 x 4,11 cm.; y 2,89 x 2,83 x 1,97 cm.

Técnicamente están configurados para una explotación de laminillas, con un único


frente de explotación, uno de ellos presenta una morfología peculiar, “en forma de
cuña” posiblemente ligado a la búsqueda de un ángulo entre 45º y menor a 90º. Los
otros dos son de formato cuadrangular.

Lascas: De la misma patinación y coloración que los núcleos, de tipometría variable


entre 4,27 cm. y 1,25 cm. Presentan fracturas recientes y antiguas. Respecto a los ta-
lones no hay un claro dominio de un tipo. Aunque son los facetados, diedros y planos
los únicos representados.

Láminas: coinciden con tres piezas retocadas, una truncadura y dos raspadores. De
talón diedro y plano, se caracterizan por sus dimensiones inferiores a los 7,3 cm.

Cuadro de elementos retocados:

Simple Abrupto
7 2

En cuanto a los tipos de retoque, se han computado tanto las piezas configuradas
en su totalidad, como a los posibles “esbozos” o piezas fracturadas donde solo se pue-
de definir su tipo de retoque pero no una morfología determinada.

Raspadores:
G22 k p sn dst [Scd ccv + Scd cvx dst]
Dimensiones: 7,46 x 3,81 x 1,01 cm.
Talón: Liso
Formato: Lámina cortical. (Lám. 1, fig. 10)

G22 k p sn trv [Scd cvx + Scd ccv dst]


Dimensiones: 5,09 x 3,07 x 1,52 cm.
Talón: Liso parcialmente abatido
Formato: Lasca carenada

D5 p trsv dst [dSd cvx]


Dimensiones: 4,14 x 3,29 x 1,12 cm.
Talón: Fracturado
Formato: Lasca cortical. (Lám. 1, fig. 5)

Truncadura:
T2 k p trv dst [Acd ccv]
Dimensiones: 5,92 x 2,58 x 1,03 cm.
Talón: Liso
Formato: Lámina cortical. (Lám. 1, fig. 9)

161
En cuanto al resto de piezas retocadas, solo podemos mencionar que se tratan de
dos fragmentos mediales de un posible formato laminar, presenta un retoque simple
dispuesto de forma directa sobre uno de los lados y en cuanto a la ultima pieza que
mantiene un retoque del orden de los abruptos, solo indicar que el soporte es mas
espeso, ligado a piezas carenoides y de mayor tamaño que el resto, con una posible
comparación a la familia de las grandes láminas de dorso.

Foto 5. Vista frontal del corte


presente a lo largo del camino.

Foto 6 y 7. Vista Norte y Sur de la parcela donde recuperamos los materiales.

162
Lámina 1. Representación de algunos materiales de la acumulación DFT1. Figuras 1, 2, 3, 4, 6, 7, y 8, las-
cas; figura 5, raspador denticulado, figura 9, truncadura trasversal oblicua y figura 10, raspador en hocico.

163
Lámina 2. Figura 11: Núcleo

• Conjunto industrial DFT2 (Somonte)

Esta pequeña acumulación se sitúa en una parcela de forma triangular entre el pro-
pio río y la carretera que se dirige a Tuyo desde La puebla de Arganzón.

A esta altura, el río sufre un encajonamiento debido al afloramiento de la roca na-


tural en la margen derecha, a consecuencia de esto, esta parte queda colgada a una
altura considerable, su definición sedimentológica esta compuesta por una fracción fina
limo-arcillosa, junto a la presencia de grandes y medianos cantos rodados de caliza,
arenisca y cuarcita (Lamb).

La dedicación agraria esta vinculada al cultivo de cereal. Cuando iniciamos la pros-


pección en esta zona, quedaban restos de trigo de la de anterior cosecha.

Foto 8. Vista central de la ubicación de los materiales DFT 2, donde se aprecia el desnivel significativo a la
hora de definir los materiales.

164
Los materiales de composición tipológica heterogénea poseen unas pátinas blan-
cas y amarillentas estas últimas parecen corresponder a un momento cultural bastante
antigua, incluyendo en este lote una pieza realizada en cuarcita.

La suma total de materiales recuperados es de 9 piezas líticas realizadas en sílex,


a excepción de una en cuarcita.

Foto 9. Vista sur de la parcela DFT2.

Análisis de los materiales:


Cuadro de elementos brutos de talla:
Núcleos Lascas Láminas
1 7 1

Núcleo: Muy poco patinado, de color negro, con unas dimensiones de 3,35 x 2,64 x
1,89 cm. Trabajado mediante una técnica centrípeta.

Lascas: presentan unas pátinas que varían entre blancas y grises, con unas tipo-
metrías que oscilan entre 1,85 cm. y 3,10 cm. Todas ellas con unos grandes talones
lisos.

Lámina: (lám. 3 fig. 1) con pátina blanca y 3,8 cm. Presenta un talón diedro.

En cuanto a la pieza realizada en cuarcita (lám. 3 fig. 4), se trata de una raedera
frontal (R1), con unas dimensiones de 4,10 x 5,57 cm. Con un bulbo muy marcado y
talón diedro.

Las piezas retocadas solo contamos con dos (lám. 3 figs. 4 y 5), se tata de una Rae-
dera y de una Muesca lateral.

165
R1 k p trv dst [Scd cvx]
Dimensiones: 4,10 x 5,57 x 2,02 cm.
Talón: diedro
Formato: Lasca carenada, en cuarcita.

A21 k p dxt md [Acd ccv]


Dimensiones: 2,17 x 1,99 x 0,42 cm.
Talón: plano
Formato: lasca, sílex.

Lámina 3. Representación de algunos materiales de la


acumulación DFT2: de izquierda a derecha, Lámina,
Lasca, Muesca y raederaConjunto industrial DFT3 (San
Miguel)

• Conjunto industrial DFT3 (San Miguel)

Este lugar es el más fructífero arqueológicamente hablando. Esta delimitado por las
vías del ferrocarril, y el propio río, composición sedimentológica coincide con la ante-
riormente descrita (DFT2) a salvedad de la altitud, pues esta está a la misma cota que
el actual cauce del río, (fot. 10)

Sus coordenadas UTM son, X = 513.586, Y = 4.734.785, Z = 1559´50 (feet).

Los materiales, se encontraban muy localizados, configurando una verdadera acu-


mulación de cerca de cinco metros de largo por dos metros de ancho, y una orientación
Nw-Se (fot. 11).

166
Presentan las típicas características de una estación de taller al aire libre, al tener
constatados más de un centenar de piezas y todas vinculadas con la manipulación y
gestión del sílex.

De momento, y a falta de un estudio en profundidad, no podemos aventurarnos a


otorgarle una adscripción crono-cultural, aunque posiblemente nos encontremos ante
unos episodios de transición entre un Paleolítico Superior final y el comienzo de unas
culturas post-Paleolíticas.

Foto 10. Vista general de la parcela DFT3.

Foto 11. Ubicación concreta de la acumulación de los materiales.

167
El número total de piezas son de 224.

Análisis de los materiales:


Cuadro de elementos brutos de talla:
Núcleos Debitados Cacho
27 182 15

Análisis de los Debitados:

Para el análisis de este apartado hemos considerado a los productos generados en


la dinámica de talla, estructurándola en dos grandes bloques que a su vez se subdivi-
den en otros grupos más concretos; esto es, por un lado todas aquellas piezas que no
han sido retocadas, puestos que son entendidas como elementos de adecuación tec-
nológica, y por otro, las que han sido confeccionadas para realizar útiles susceptibles
de ser analizados bajo unos criterios tipológicos.

Partiendo de esta oposición “desecho-soporte”, intentamos plasmar los diferentes


pasos que se llevan a cavo para llegar a la obtención de un útil, es decir, intentar es-
tructurar todos los productos generados en la dinámica de talla. En definitiva, realizar
una ordenación lógica que parte de la materia prima a trabajar, hasta el fin último que
es el conseguir el útil deseado.

De este modo el esquema de ordenación esta compuesto por:

Materia prima Núcleo Debitado Útil.

Que a su vez el grupo de los debitados se subdivide en:

Debitado - Elementos de adecuación tecnológica:


- Lasca
- Lámina
- Avivados:
• Crestas
• Tabletas
• Cuñas
• Flancos
• Fondos de núcleos
- Soportes Útiles

Lascas Láminas Avivados Retoque ∑


95 53 18 16 182

- En este estudio se han considerado poco producente el subdividir el apartado de


avivados debido a la escasa representación de los mismos.

Con el intento de buscar unos nexos que nos permita definir las características
generales de este taller nos parece oportuno introducir otros dos criterios básicos, uno
tipométrico y otro de carácter más técnico como puede ser el estudio de los talones.

168
El primero para determinar cuales las dimensiones de los formatos donde realizar
las herramientas deseadas, es decir que tamaño de útiles son los buscados. Y el se-
gundo para entender los mecanismos de talla y poder relacionarlos a su vez con las
características de los núcleos.

Análisis tipométrico:

Para este apartado hemos mantenido unos criterios numéricos, convencionales y


empíricos, diferenciando aquellas piezas enteras de las fracturadas.

- 1,5 cm. 1,5 / 3 cm. 3 / 6cm. + 6cm. Fracturas ∑


Lascas 0 14 10 1 70 95
láminas 0 0 18 0 35 53
Avivados 0 1 11 2 4 18
Retoques 0 5 1 1 9 16
∑ 0 20 40 4 118 182

Como resultado, cave decir que excluyendo las fracturas donde es imposible deter-
minar su tamaño original, nos encontramos ante unos formatos de entre 3 y 6 cm. como
dominantes para las láminas y los avivados, en cambio para las lascas y las piezas
retocadas oscilan entre los 1,5 y 3 cm.

Este hecho viene a responder primero, a la búsqueda de unos formatos bien defi-
nidos tipométricamente, y la diferenciación entre lascas y láminas, a unos criterios tec-
nológicos, es decir, nos encontramos ante una industria laminar y las lascas vendrían a
producirse como consecuencia de una corrección y adecuación de los núcleos para la
búsqueda de láminas.

Las piezas retocadas presentan unos índices tipométricos inferiores a los productos
laminares no retocados posiblemente derivados a la propia dinámica de su configura-
ción mediante el retoque. Aunque esta hecho no puede ser ciertamente afirmado ya
que contamos con más piezas fracturadas que enteras.

Análisis tecnológico:

Para determinar cuales han sido las posibles técnicas empleadas, es decir, cuales
son los gestos empleados para la producción de soportes, es significativo la represen-
tación de los talones lisos, que asciende al 35% de los efectivos, si tenemos en cuenta
que el 43% de todos los productos están fracturados no podemos afirmar de forma
rotunda su carácter dominante, aunque si observamos la tabla, apreciamos que todos
los formatos, lascas, láminas, avivados y piezas retocadas poseen un talón liso.

Cortical Liso Diedro Facetado Lineal Fractura ∑


Láminas 0 16 5 7 3 22 53
Lascas 2 40 6 7 0 50 95
Avivados 1 10 1 3 1 2 18
Retoques 0 7 2 1 0 6 16
∑ 3 63 14 18 4 80 182

169
Análisis de los núcleos:

Contamos con un total de 27 efectivos, que oscilan entre 5,10 x 6,08 x 4,06 cm. y
los 3,71 x 3,19 x 2,60 cm.

En su mayoría, están trabajados de forma bipolar, presentando un único frente bien


marcado para su explotación, le otorgan una morfología peculiar a modo de “cuña”,
(muy similar al encontrado en el conjunto DFT1), posiblemente vinculado a la búsqueda
del ángulo de percusión en torno a los 45º.

Otros menos representados, solo contamos con siete ejemplares, mantienen una
forma piramidal y a diferencia de los primeros están trabajados en una única dirección
pero manteniendo unos frentes de explotación opuestos, vendría a complementar los
mecanismos de producción similar a los de “tipo cuña” pero sumándole otro frente ac-
tivo. (lám. 5, fig. 9)

Análisis del retoque:

En esta sección contamos con un número reducido de pieza, solo contamos con 9
instrumentos bien configurados, 3 fragmentos de laminillas de dorso y 6 raspadores los
que podemos darle una caracterización tipológica. El resto son soportes con retoques
en su mayoría simple y abrupto, que a modo de esbozo o útiles mal logrados están
insertos dentro de la dinámica de trabajo de un taller.

Raspadores:
G11 k p dst [Scd cvx ]
Dimensiones: 2,35 cm. (anchura)
Talón: liso
Formato: Lámina

G11 p dst [Scd cvx ]


Dimensiones: 2,19 cm. (anchura)
Talón: fracturado
Formato: Lámina (fragmento distal)

G11 p dst [Scd cvx]


Dimensiones: 2,74 cm. (anchura)
Talón: fracturado
Formato: Lámina (fragmento distal)

G11 p dst [Spd cvx]


Dimensiones: 3,40 cm. (anchura)
Talón: fracturado
Formato: Lámina (fragmento distal)

G12 p dst [Scd + Scd rct dxt dst]


Dimensiones: 2,83 x 2,52 x 0,78 cm.
Talón: liso
Formato: Lámina

170
Lámina 4. Representación de algunos materiales de la acumulación DFT3

G22 p dst [Scd cvx – Scd crt + Scd rct dxt}


Dimensiones: 3,71 cm. (anchura)
Talón: fracturado
Formato: Lámina (fragmento distal) (lám. 5, fig. 10)

LD21 p sn [Acd rct]


Dimensiones: 1,5 cm. (anchura)
Talón: fracturado
Formato: Lámina (fragmento distal)

171
LD21 p sn [Acbp rct]
Dimensiones: 1,6 cm. (anchura)
Talón: fracturado (anchura)
Formato: Lámina (fragmento medial)

LD21 p sn [Acbp rct]


Dimensiones: 1,5 cm.
Talón: fracturado (anchura)
Formato: Lámina (fragmento medial)

Lámina 5. Representación de algunos materiales de la acumulación DFT3

4.2. Montes de Vitoria.

Como complemento a la cuenca del Zadorra, en cuanto a relieve, vegetación y uso


del suelo, los Montes de Vitoria (fot. 12) suponen unos espacios donde las evidencias
arqueológicas están absorbidas por el paisaje, y la visibilidad es prácticamente nula.
Son zonas difíciles de prospectar, e incluso de ubicar las ya conocidas por mediación
de la carta arqueológica, en su mayoría estructuras tubulares, las cuales hemos sido
incapaces de reconocer a pie de yacimiento. Sabemos de la existencia de once túmu-
los de dimensiones variadas, y de dos talleres líticos, uno en el puerto de Zaldiaran,
aunque la bibliografía no indica su lugar y otro entre los municipios de Berrosteguieta y
Vitoria-Gasteiz.

Con todo, hay zonas controladas susceptibles a ser sondeadas debido al potencial
arqueológico que presentan como lugares de ocupación, aunque este tipo de interven-
ción no esta contemplada para esta primera fase del presente proyecto.

En esta zona al ser difícil la localización de materiales nos hemos centrado en la


búsqueda de estructuras geológicas que permitan mantener estratigrafías poco altera-
das y catalogarlas como posibles yacimientos. De momento solo hemos tenido opor-
tunidad de rastrearlas con este fin y nos encontramos a la espera de los permisos
pertinentes para su posterior sondeo, (fots. 13 y 14)

172
Foto 12. Vista de aérea de los montes de Vitoria, estudiada desde su perspectiva forestal.

Foto 13 y 14. Lugares susceptibles a sondear.

4.3. Paso de Armiñón.

Es la zona más meridional donde se han realizado las prospecciones con el propó-
sito de desarrollar unos ejes de tránsito no solo vistos hacia el litoral sino también a la
depresión del Ebro e interior meseteño.

Este espacio, observado en la (fot. 15), representa un valle alargado con dirección
Nw-Se. Se caracteriza por presentar un fondo de valle mas o menos plano, de tamaño
medio, con una anchura máxima de unos 10 kilómetros en línea recta, dedicado exclu-
sivamente a uso agrario.

Su red hidrológica esta conectada al Zadorra mediante el río Ayuda, actuando de


colector de diversos arroyos que proceden de los montes próximos que enmarcan el

173
Foto 15. Vista general de uno de las posibles vías que pudieron servir de tránsito de los grupos humanos.

Foto 16 y 17. Vista general de las características forestales y detalle


de la litología controlada.

valle. Su parte forestal esta relegada a las pendientes de dichos montes, donde la en-
cina es la especie preponderante, en estas zonas encontramos claros donde afloran
paredes de conglomerados y areniscas, (foto 16 y 17) siendo estas las zonas rastrea-
das.

5. CONCLUSIONES

Una vez expuesto la argumentación de este proyecto y enumeradas las diversas


evidencias que hemos podido recuperar, podemos añadir otros aspectos esenciales
para con desarrollo del mismo. El primero corresponde a la reflexión metodología rea-
lizada y, como resultado de esta, la posible contribución que hemos podido aportar al
conocimiento histórico en Araba.

174
Hemos prestado especial atención al ámbito metodológico, no respecto a una in-
novación en cuanto a las técnicas empleadas, en este caso más bien al contrario, ya
que nos hemos limitado a un rastreo minucioso de los distintos espacios expuestos
anteriormente. Pensamos que nuestro aporte al estudio del Paleolítico en Álava reside
en entender el territorio como fuente de estudio.

Entender el paisaje como fuente de información, es decir, que tipo de interés pudo
suponer estos espacios para los grupos cazadores recolectores superopaleolíticos. En
este sentido si entendemos el espacio físico como agente activo en la definición de las
diversas estrategias acometidas por parte de las sociedades paleolíticas, nos encon-
tramos ante la posibilidad de reconstruir un entorno y su gestión; es decir, compren-
diendo un espacio geográfico en términos ecológicos podemos llegar a intuir y valorar
la importancia que supuso el territorio dentro de las pautas de supervivencias de los
grupos cazadores-recolectores paleolíticos y derivado de ello la organización social,
económica y cultural.

El segundo punto relevante en este proyecto esta vinculado al análisis de los mate-
riales. Teniendo como referencia criterios tecno-tipológicos, intentamos relacionar los
diferentes restos líticos para vincularlos entre si, de este modo, hemos podido observar
diferencias y semejanzas ente las distintas acumulaciones que a continuación expon-
dremos brevemente:

Centrándonos en un contexto bien definido como es la parte meridional de la cuen-


ca del Zadorra, los conjuntos descritos anteriormente de las acumulaciones DFT1 y
DFT2 y DFT3, apreciamos la presencia de ciertos tipos de restos de talla y útiles que
debido a sus aspectos técnicos en cuestión de formatos laminares, talones y desarrollo
del retoque podemos relacionarlos a una misma dinámica o periodo cronocultural mas
o menos amplio pero que encajarían perfectamente dentro de unos patrones supero-
paleolíticos.

Otros, en cambio, de formatos laminares de dimensiones más reducidas y con un


tipo de utillaje como laminillas de dorso, y otros formatos difíciles de definir pero dentro
de la familia de los perforadores, nos hacen referencias a culturas más vinculadas a
momentos holocénicos.

Con todo, no cabe duda de lo lejos que aún nos encontramos para poder explicar
y entender unas pautas de desarrollo y estrategias económicas de dichos grupos hu-
manos, ya que las evidencias que manejamos actualmente son muy reducidas pero lo
suficientemente sólidas como para afirmar la presencia de grupos paleolíticos, y por
tanto, una gestión y manipulación de unos recursos adscritos al territorio histórico de
Álava.

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VV. AA
(1987) “Carta
Carta arqueológica de Álava” Instituto Alavés de Arqueología. Vitoria-Gasteiz

Agradecimientos

No podemos concluir esta primera fase de investigación sin agradecer al Instituto


Alavés de Arqueología su grata acogida y apoyo brindado. Así como Andoni Saénz de
Buruaga, principal impulsor de este trabajo, que sin su apoyo y dedicación, no hubiéra-
mos sido capaces de desarrollar. También a Javier Fernández Eraso, Mikel Aguirre,
Sonia Aníbarro, Rafael Varón, Jose Ángel Fernández, Javier Ajamil y todos los demás
amigos y compañeros de profesión, por el interés y la ayuda que nos han proporcio-
nado. Y como no a Urko Garibi y Uraitz Soubies por acompañarnos en las salidas al
campo. A todos Muchas Gracias.

177
7. ANEXO DE FICHA

Para gestionar la información en el transcurso del trabajo de campo, se han utilizado


dos tipos de ficha, una para plasmar las características físicas de las áreas acotadas
en las prospecciones ficha DFT (Descripción Física del Terreno) y otra, para resumir
las características de los materiales recuperados, ficha DUT, (Descripción Unidad To-
pográfica) .

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL TERRENO (Ficha DFT)

Nº TOPONIMO SITUACIÓN MUNICIPIO FECHA

UTM
X= Y= Z=
Orientación

COMUNICACIONES Y VISIBILIDAD

USOS DEL SUELO Y VEGETACIÓN

ANÁLISIS DEL SEDIMENTO

FRACCIÓN GRUESA:

FRACCIÓN MEDIA:

FRACCIÓN FINA:

Definición analítica:

CONTEXTO AMBIENTAL:

VALORACIÓN ARQUEOLÓGICA

CROQUIS DEL LUGAR

178
DESCRIPCIÓN DE LA UNIDAD TOPOGRÁFICA (Ficha DUT)

Nº TOPONIMO SITUACIÓN MUNICIPIO

FECHA DIMENSIONES FOTOGRAFIAS DIBUJOS

UTM
X= Y= Z=
Orientación=

DISTRIBUCIÓN DE MATERIALES

DESCRIPCIÓN DE MATERIALES

SIGLA Nº FRAGMENTO

OBSERVACIONES

DOCUMENTACIÓN BIBLIOGRÁFICA

CROQUIS PLANO REFERENCIAS DOCUMENTALES

179
ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA nº 24 181-224 VITORIA-GASTEIZ 2009 ISSN 1695-1611

ESTUDIO DE LOS CONJUNTOS CERÁMICOS DEL FINAL


DE LA EDAD DEL BRONCE Y DEL HIERRO
EN EL ENTORNO DE VITORIA-GASTEIZ (ÁLAVA)

Judit López de Heredia Martínez de Sabarte*

Palabras clave: Cerámica. Edad del Bronce. Edad del Hierro. Álava.
Gako hitzak: Zeramika. Brontze Aroa. Burdin Aroa. Araba.
Key words: Pottery. Bronze Age. Iron Age. Álava.

RESUMEN:
El presente trabajo analiza los conjuntos cerámicos de los sitios de Mendizabala, Salbatierrabide, Men-
dizorroza, Batán y Santa Coloma, ubicados en las proximidades de Vitoria-Gasteiz. Corresponden al tramo
cultural de la Edad del Bronce y la Edad del Hierro, con continuidad en algunos casos hasta época romana y
medieval. Sin embargo, a pesar de la semejanza cultural, la analítica observa diferencias significativas entre
los conjuntos alfareros según técnicas, carácteres y decoraciones. Estimamos como posible que la diferente
tipología y funcionalidad de los sitios sea causa directa de estas diferencias, notando, no obstante, influen-
cias entre unos y otros, respondiendo así a una jerarquización pensada del territorio.

LABURPENA:
Hemen aurkeztutako lanak Mendizabala, Salbatierrabide, Mendizorroza, Batán eta Santa Coloma-ko zera-
mika multzoak ikertzen ditu. Aztarnategi guzti hauek Gasteiztik hurbil auritzen dira eta kulturalki Brontze eta
Burdin aroan direla esan daiteke, nahiz eta kasu batzuetan erromatar edo erdi arorarte iraun. Hala ere, kultu-
ralki antzekotasunak izan arren, azterlanak eginda zeramika taldeen artean ezberdintasun nabarmenak aur-
kitu daitezke tekniketan, dekorazioetan nahiz ezaugarri bereizgarrietan. Lurraldearen hierarkizazio plangintza
bati erantzuten duten aztarnategien arteko eraginak ikus badaitezke ere, bestelako horien jatorria leku bakoi-
tzaren itxura eta funtzionalitate desberdintasunean bilatu behar da.

SUMMARY:
This project, analyses the pottery of settlement like Mendizabala, Salbatierrabide, Mendizorroza, Batán
and Santa Coloma, all placed near Vitoria-Gasteiz (with the exception of Santa Coloma in Badaya). Their
chronology belongs to the Bronze Age and the Iron Age, with continuation in Roman moment and Early Age.
However, despite their cultural similarities, the analysis shows important differencies between the pottery,
tecniques, characteristics, decoration. We believe that the different typology and functionality of places is the
direct cause of this differences, but we can see the influence between the settlement.

INTRODUCCIÓN

El presente texto tiene como base la concesión de la beca de investigación, “Juan


Antonio Madinaveitia” concedida por el Instituto Alavés de Arqueología en su convoca-
toria de 2007. Inicialmente el proyecto descansaba sobre el estudio de los yacimientos
de Mendizabala (Vitoria) y Santa Coloma (Sierra de Badaya), distantes entre sí unos 22
km y, a priori, con una funcionalidad bien diferenciada, a tenor de los entornos en los que

* Becaria FPI del Gobierno Vasco, Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología, UPV-EHU.

181
se ubican: en la Llanada Alavesa el primero, en la cara Oeste de Sierra de Badaya el
segundo. Tipológicamente se tratan de dos modelos de hábitat opuestos: Mendizabala
(MZAB II) es un yacimiento al aire libre en llano y con estructuras (empedrados, silo,
hoyos para postes…) bien consolidadas; por su parte Santa Coloma (SCM) es una
cueva de medianas dimensiones con una secuencia estratigráfica definida aunque par-
cialmente alteradas por la existencia de hoyos-hogares. Bajo estas consideraciones el
punto de partida asumía vocaciones económicas distintivas y complementarias entre
ellas lo que debería reflejarse, de alguna manera, en el registro cerámico.

Sin embargo, una vez revisadas las colecciones de ambos yacimientos se compro-
bó que el inventario alfarero no era excesivamente amplio, creyendo conveniente am-
pliar el estudio con la inclusión de otros depósitos inmediatos al área de Mendizabala:
tienen el valor añadido de complementarse dado que aparentemente todos pueden
encajarse entre el Bronce Medio/Final y la Edad del Hierro. De hecho no descartamos
que, por su proximidad, morfología y caracteres del registro arqueológico puedan ha-
ber consituído con su conjunto una de las primeras unidades de la actual población
de Vitoria-Gasteiz: a falta de un estudio mayor, creemos estar ante las evidencias de
poblamiento más antiguas de la ciudad. Nos referimos a los conjuntos de Salbatierra-
bide (SB), Mendizorroza (MED o GM), Batán (EBAT o GB), tal y como se los denomina
en la Carta Arqueológica de Álava. Añadimos también el corpus cerámico recuperado
antiguamente en las prospecciones de Mendizabala, que, precisamente, justificaron la
excavación arqueológica del lugar.

En definitiva, con este material nos acercaremos tanto al poblamiento del entorno
de Vitoria-Gasteiz y su comparación con el particular de la Sierra de Badaya.

METODOLOGÍA

La alfarería constituye un elemento arqueológico de primer orden para el conoci-


miento de la prehistoria reciente, por ello son variadas las propuestas metodológicas
que los especialistas han diseñado. A pesar de sus diferencias hay acuerdo en cuanto
a que los elementos que sustentan los estudios tipológico-comparativos deben descan-
sar fundamentalmente en el análisis de bordes, fondos y galbos decorados. Es en este
sentido como hemos orientado nuestro estudio. Reconocemos también que una mejor
comprensión del equipamiento cerámico debe atender a otros caracteres de los yaci-
mientos que los acogen: distribución espacial, relación con otras evidencias, el contex-
to social… No obstante sea en unos casos por la parcialidad de los datos conocidos,
sea en otros por ser resultados de prospecciones superficiales (faltando acciones de
campo extensivas), no podemos aún ensayar este tipo de analítica en los yacimientos
objeto del estudio.

Para superar las limitaciones de los ensayos descriptivos habíamos planificado la


organización de las colecciones en grupos de pastas que unificaran los fragmentos
con similares caracteres: siguiendo criterios de naturaleza, número y distribución de
los desgrasantes, texturas, fracturas, grosores… Sin embargo la normativa de consulta
del museo (se consultó el material durante los meses de julio y agosto de 2008) que
custodia los repertorios no favorece la iniciativa, al deber consultar los materiales nivel
por nivel y no en su conjunto (para comprobar, por ejemplo sus similitudes o si casan
entre si algunos de los fragmentos). En estas circunstancias sólo para Mendizabala
I (según la prospección de 1981) y Mendizabala II (objeto de excavación en 2005),

182
Mendizorroza (al constituir su inventario un todo), y Batán (que se guarda como un con-
junto único) se definen unos grupos más o menos claros. En los otros dos lugares, Sal-
batierrabide y Santa Coloma, hemos podido describir una a una las piezas –rellenando
sus correspondientes fichas informatizadas– pero ha sido del todo imposible reunirlas
en grupos mayores al no poder compararlas entre sí.

Debido a estos problemas logísticos, se comprende que hayamos centrado nuestro


trabajo en el examen tipológico de bordes, fondos y galbos decorados y en la caracte-
rización básica de sus formas, sin diferenciar entre aquellas abiertas y cerradas dado
que apenas podemos intentarlo pues la excesiva fragmentación de las colecciones (y
la imposibilidad de casarlos) impide una reconstrucción cabal de las vasijas.

Para la definición de las formas de las vasijas, hemos utilizado con tal fin el sistema
ideado por Picazo (1993). Como se sabe, en él se van tomando medidas en varios pun-
tos de la pieza, estos puntos son comunes para todas las vasijas. Dadas las caracte-
rísticas de fragmentación de las presentes colecciones este método ha tenido que ser
adaptado y por consiguiente, las formas obtenidas, también son distintas, las expondré
en el apartado posterior.

Figura 1. Esquema de la plantilla utilizada para medir los bordes: D (diámetro), C (caída), DL (desplazamien-
to), GL (Grosor del labio), GB (Grosor del borde).

Por otro lado para la nomenclatura he seguido dos propuestas complementarias:


Balfet et alii (1989) y el ensayo tipológico de Llanos y Vegas (1974) –cercano por cuan-
to toma como referencias colecciones del mismo marco cronológico y geográfico a
nuestros yacimientos–.

Para la exposición de este artículo vamos a seguir, colección por colección, el mis-
mo esquema: primero la descripción tipológica de los elementos significativos de los
recipientes, esto es, de bordes, fondos y posibles suspensiones; en segundo lugar se
exponen la serie de decoraciones observadas; por último trazamos, con las limitacio-
nes indicadas, los posibles grupos de pastas.

183
Las formas

Hemos explicado ya cómo hemos utilizado una adaptación de la metodología de


Picazo para el reconocimiento de las distintas formas. Ahora explicaré el resultado con-
seguido de manera general para todos los yacimientos. Es decir, presento el cuadro de
formas obtenidas y las descripciones de cada una de ellas, así como en que yacimiento
podemos encontrarla (fig. 2). Los criterios utilizados para incluir una pieza en una de-
terminada forma son el labio y el borde, fundamentalmente, si son formas abiertas o
cerradas, el grosor y por otro lado, la decoración y las perforaciones que diferenciarían
entre tipos dentro de las formas. De este modo, observamos 16 formas con distintas
variantes en algunos casos:

• Forma 1: Es una de las más repetidas de los yacimientos y está compuesta por
cuatro subtipos. Se trata de labios redondeados y bordes curvos con tendencia ex-
vasada.
- a: 5 piezas con una forma similar: SB.32, SB.34, SB.36 y MED 6 y MED 7, GM.8.
1756 y GM9.1757. Son piezas como ya hemos visto con el labio redondeado y borde
curvado abierto, propias de una cronología del Bronce Final y la Edad del Hierro.
- b: Una pieza SCM.A1.5.8.rev.211, labio redondeado y largo con un borde muy
curvo.
- c: Solo SB.35 es muy semejante al anterior pero con un labio redondeado más
corto, el borde es curvo.
- d: Piezas 4 y 9 de Mendizorroza I, tienen el labio redondeado, exvasado, el cuello
está marcado y la panza está curvada.

• Forma 2: esta forma es otra de las más representadas en los yacimientos. Tienen
labios redondeado y bocas ligeramente curvadas pero los cuellos y los arranques
de la panza son rectos. Está formada por 4 subtipos.
- a: Son las piezas SB.33 y SB.43, SCM.A3.6.11.13.Z1.6 y la 1 de Mendizabala I,
labio redondeado pero bordes y cuellos rectos.
- b: SB.40, labio redondeado y cerrado, borde y cuello recto pero con tendencia ha-
cia el interior.
- c: MZAB.68. Labio redondeado convexo y curvado, borde y cuello casi recto. Se
diferencia del tipo F2a en que las paredes son mucho más finas.
- d: Dos piezas SB.117, SB.431 son muy similares, tienen el labio redondeado y
con-vexo, el cuello recto, tienen perforación en la panza.

• Forma 3: otra forma compuesta por muchas piezas, como las anteriores, también
tiene varios subtipos, aunque se caracteriza por labios planos, decorados o no, y
bordes, cuellos y arranques de la panza, no diferenciados, rectos y ligeramente cur-
vados abiertos.
- a: SCM.Rev.41 pieza con labio plano que se encuentra decorado con ungulacio-
nes. El borde es oblicuo abierto casi recto y la panza recta.
- b: GM 7.1755 integra este subtipo, es el labio plano con impresiones, el borde se
estrecha y como el cuello es curvo, diferenciándose del tipo anterior.
- c: Piezas GB 3. 1738 y GB 9. 1739, son dos piezas muy similares, tienen el labio
plano decorado con digitaciones, el borde es recto. Ambas piezas están decoradas
con mamelones.
- d: SB.38 y SB.39 y SCM.A1.-268.29 piezas que carece de decoración en el labio
pero que también son semejantes a las anteriores.
- e: SCM.A3.196.10 borde pequeño con labio plano sin decorar y borde y cuellos
redondeados, sin haber diferencias entre ellos.

184
• Forma 4: Tres piezas integran esta forma que se caracteriza por tener labios redon-
deados y ser de boca cerrada. Son piezas de bocas cerradas.
- a: SB.42, pieza con labio redondeado, y borde oblicuo cerrado, que no se diferen-
cia del cuello, esta pieza podría ser una olla globulada.
- b: GB 1.1739 y SCM.A1.-240.4 piezas semejantes a la anterior pero de mucho
menor tamaño, tienen el labio redondeado decorado con digitaciones y el borde
oblicuo cerrado.

• Forma 5: Tres piezas hacen esta forma que tiene dos subtipos pero que se carac-
terizan por labios planos, bordes curvos y ruptura con la panza curva.
- a: GM 5.1753 y 75 de Mendizabala. Como hemos mencionado, labios planos, en
este caso decorados con digitaciones, el borde y el cuello son rectos y marcan dife-
rencias con la panza que es convexa, ambas están decoradas con digitaciones.
- b: GB 7, pieza sin decoración al contrario de las anteriores pero con la misma for-
ma de labio plano, borde recto y diferencia entre el cuello y la panza.

• Forma 6: Forma con labio apuntado, en bisel. Tenemos dos piezas SB.119 y 71 de
Mendizabala II, el borde y el cuello son rectos, sin diferenciarse este de la panza.

• Forma 7: Forma que solo tiene un componente, la pieza 8 de Mendizabala I. Tiene


el labio apuntado, el borde es oblicuo abierto. Y no se marca diferencia entre el cue-
llo y la panza.

• Forma 8: La pieza SCM. Rev.26 crea esta forma, en la que el labio es apuntado
hacia el exterior, el borde se estrecha pero es recto, como el cuello que se engrosa
al estar decorado con un cordón de digitaciones.

• Forma 9: GM 6.1754, forma constituida por solo esta pieza de labio plano y borde
recto, es parte de un recipiente de boca ancha 38,1 cm.

• Forma 10: Es la pieza SB.13, es una forma abierta que por su morfología recuerda
a una escudilla, tiene el labio redondeado y el borde curvado muy abierto.

• Forma 11: Pieza semejante a la F6, con el labio biselado y el borde oblicuo abier-
to.

• Forma 12: Forma con dos tipos, tienen el borde decorado con líneas incisas en
zig-zag, lo que se denomina diente de lobo y que es más propia de la Edad del
Bronce.
- a: Piezas 2 MED GM 4. 1752 labio redondeado y borde oblicuo abierto.
- b: GB2. GB1 con labio plano y borde recto pero con tendencia a oblicuo cerrado.

• Forma 13: Piezas denominadas 70 de Mendizabala II, dos pequeños bordes con
labio redondeado y borde curvo muy estrecho.

• Forma 14: 74 de Mendizabala II, pieza semejante a F6, con labio oblicuo, biselado,
el borde es oblicuo muy abierto. Parece haber diferencia entre el borde y el cuello
pero está fracturado.

• Forma 15: SCM.2 SC:A1.200.21 forma que se caracteriza por un labio plano con un
borde oblicuo.

185
Figura 2. Cuadro donde hemos representado las diferentes formas de los bordes.

• Forma 16: Dos piezas constituyen esta forma 3 y 6 de EBAT y GB 4.1739 que tiene
labios planos con ungulaciones o digitaciones con borde recto, pero curvado cerra-
do y con cierto adelgazamiento de la pared interior.

A continuación abordaré el estudio de los fondos. La mayoría pertenece a Salba-


tierrabide y como veremos más adelante, todos son muy similares y de base plana. A
pesar de ello, sí hemos ido apreciando algunas diferencias acerca de los talones o la
clase de fondos (diferenciamos entre base y fondo, como explicaré a continuación) y
las paredes que tienen. Hemos mencionado que todos son de base plana, así tenemos
bases con talones muy marcados (como son los casos de SB.14, SB.20, SB.22, SB.23;
Mendizabala II 4, Mendizabala II 22 y Mendizabala II 105., SCM.A3.6.9.176.11), frente
a otros que no lo tienen tanto (como SB.15., SB.16 y SCM.A.5.8.156.10). (fig. 3)

Nos ha parecido pertinente diferenciar fondo y base: fondo como la parte interior del
recipiente y la base como la exterior, donde se apoya directamente. Así distinguimos,
los fondos planos (SB.3, SB.16, SB.17, SB.20 y SB.23) frente a los cóncavos (SB.14,
SB.15, SB. 18, SB.19., SB.21, SB.22, y Mendizabala II 22 y Mendizabala II 105).

Finalmente podemos diferenciar los que tienen paredes verticales oblicuas o con-
vexas. En el primer caso, lo vemos en las piezas SB.15, SB.16, SB.18 y convexo en la
pieza SB.14.

186
Por otro lado, para terminar con los fondos, debemos destacar una pieza de la UE
16-17 de Mendizabala II que tiene un paralelo en la UE 3 A, la pieza 78. Se trata de
unos posibles platillos que, aunque están muy fracturados, sugieren un fondo ligera-
mente convexo y con la base plana o con paredes muy cortas donde el labio sería
redondeado.

Figura 3. Resumen de las formas de fondos, las siglas subrayadas indican fondos planos en comparación
con los otros que serían cóncavos.

LOS YACIMIENTOS

Recordamos que son seis los yacimientos utilizados en el presente trabajo: Mendi-
zabala I y II, Salbatierrabide, Mendizorroza, Batán y Santa Coloma. El conocimiento de
ellos proviene de recogidas en el momento del descubrimiento (casos de Mendizabala
I y Mendizorroza), y de excavaciones (casos de Mendizabala II, Salbatierrabide, Batán
y Santa Coloma) destacando la proximidad geográfica de los cinco primeros (se reúnen
a lo largo de no más de 700 m).

Han sido elegidos puesto que son comunes en cuanto a sus cronologías, centradas
entre el Bronce Medio o Final hasta la Edad del Hierro, con prolongaciones en algunos
casos hacia las épocas romana y medieval, de las cuales no nos ocuparemos aquí.
Pero además, difieren por su tipología, constatación de estructuras y presumibles fun-
cionalidades, lo cual nos da una hipótesis diferente de interpretación.

187
Mapa 1 y Fotografía 1. Situación aproximada de los yacimientos de Mendizabala I y II (localización exacta),
Mendizorroza, Salbatierrabide y Batán. La fotografía aérea se ha obtenido a partir del programa Google Earth
2007.

188
Mapa 2 y Fotografía 2. Mapa y fotografía aérea de Santa Coloma, Solacueva, Covairada, Gobaederra y Por-
tillo de Techa. Nuevamente la fotografía aérea se ha obtenido a partir de Google Earth.

189
MENDIZABALA I

Yacimiento detectado a partir de prospecciones superficiales a raíz de las obras


del llamado recinto ferial de Mendizabala, en el sur de Vitoria; por A. Llanos en 1981.
Ignoramos cual es la extensión real del yacimiento, si bien, el área prospectada es de
aproximadamente una hectárea y media. Se trata de un terreno a los pies de la vertien-
te sur del Alto de Mendizabala, con buena insolación y relativa protección de los vientos
dominantes.

Entre el conjunto compuesto por unos 90 elementos hemos individualizado 7 piezas


relevantes, 5 bordes y 2 galbos decorados, con sendos mamelones.

Comenzaré con la explicación de los bordes, entre las que hemos reconocido tres
de las 16 formas que hemos descrito para los yacimientos (Láms. 1 y 2):

- La pieza número 1(1) representa la forma 2 a. Se trata de un labio redondeado con-


vexo, el borde recto pero con tendencia a convexo, apenas se diferencian el cuello
y la panza, ésta posee unas paredes un tanto irregulares, ya que hacia el centro son
más gruesas, de 8 a 10 mm mientras que en los extremos varían desde 5 a 6 mm.

- Tres bordes, las piezas 4 y 9, y por otro lado probablemente la 5, constituyen la


forma 1d, el labio es redondeado, el borde muy pequeño se curva hacia el exterior,
el cuello se estrecha y la forma de la panza podría recordar a una olla globulada. Se
trataría de una forma cerrada, las paredes son gruesas, de 7 a 9 mm. La pieza 5 se
encuentra muy fragmentada pero el labio y el arranque del cuello son iguales.

- La pieza 8 integra la forma 7, otra forma abierta, tiene el labio apuntado convexo
pero ligeramente redondeado y muy fino. El borde y el cuello son curvados al exte-
rior, casi rectos, no se diferencian de la panza que también es recta.

No se ha registrado ningún fondo pero sí elementos de prensión y/o decoración.


Así contamos con dos galbos, con un mamelón cada uno. En la pieza 6 el mamelón es
más corto, unos 20 mm, que el de la 10, que mide unos 30 mm. Sin embargo, puesto
que las dos piezas están fragmentadas no podemos saber si estos pezones plásticos
serían decoración o fueron usados como formas de suspensión, debemos recordar que
mucha decoración es utilizada como tal, ya que actúa como tope al coger el recipiente.
No hemos encontrado otro tipo de decoraciones.

Para el análisis macroscópico de las pastas se ha consultado la totalidad de la


colección. El desgrasante más habitual es la mica aunque debemos destacar la porosi-
dad de la mayor parte de los fragmentos, que tal vez es fruto del uso de desgrasantes
vegetales combustionados durante la cocción de las piezas. Aquí, como en el resto de
los yacimientos, no se ha tenido en cuenta las coloraciones de un modo determinante
en la inclusión en un grupo de pasta, ya que la diferente conservación de los galbos
nos haría agrupar la misma vasija en distintos grupos. Del mismo modo, no se ha ob-
servado el tipo de cocción puesto que debido al tamaño de los fragmentos es muy difícil
determinarla. A pesar de estos déficit confiamos en un futuro poder realizar un análisis
más pormenorizado de las pastas, distinguimos ahora 6 grupos:

(1) Las piezas de este yacimiento no están sigladas por lo que el número que tienen se les ha dado conforme las íbamos
estudiando.

190
Láminas 1 y 2. Materiales obtenidos en el yacimiento de Mendizabala por A. Llanos, en 1981.

191
• Grupo 1: Las piezas que solo tienen mica, muy pequeña y escasa, a este grupo
pertenecerían los anteriores fragmentos individualizados 1, 4 y 9, que tenían una
textura suave y una fractura rugosa.

• Grupo 2: Mica y caliza pero de pasta muy débil. La pieza 2 que no tiene desgra-
santes aparentemente, y es una pasta muy decantada que se deshace mucho, de
textura es áspera y su fractura foliácea-arenosa tendría aquí cabida.

• Grupo 3: Chamota y caliza pequeñas pero muy escasas. Incluímos en él la pieza


5, en este caso su textura es suave y su fractura como en el caso anterior foliácea-
arenosa.

• Grupo 4: Chamota, caliza pequeña y cuarzo, la pieza 6 junto con unos 40 galbos
integran este grupo con fractura foliácea arenosa como las anteriores piezas.

• Grupo 5: Cuarzo y caliza muy pequeña con una pasta muy suave y porosa quizás
por los posibles desgrasantes vegetales, pero de buena calidad ya que no se des-
hace. Le pertenece la pieza 8.

• Grupo 6: Mica, chamota y cantitos de cuarzo, la pieza 10, y 38 galbos, la pasta tam-
bién es de buena calidad, puesto que no se deshace.

Dado que los materiales que constituyen la colección son fruto de recogidas rápidas
y selectivas, ante lo avanzado de las obras del parking, las piezas se destacan del resto
de las colecciones por su tamaño. Sin seguridad, plena sí creemos en la posibilidad de
casar algunos de los fragmentos: así las piezas 4 y 9 podrían formar parte de la misma
olla, mientras que la 6 y la 10 (incluidas en dos grupos de pasta distintos pero próximos
en sus caracteres), convergen en varios aspectos, la forma y la decoración. Por otro
lado, las piezas que son partes no determinadas de la vasija, es decir galbos, también
muestran muchas semejanzas entre sí, sobre todo en la pasta. Dada la morfología y
tipología de las cerámicas, no podemos precisar una época en concreto, sino que las
deberíamos situar entre el Bronce Final y la Edad del Hierro.

MENDIZABALA II

Mendizabala II, ubicado en las proximidades del anterior, en una parcela de unos
1500m2 fue excavado en el año 2005 en el contexto de la arqueología de intervención.
Se individualizaron varias estructuras como parte de un complejo residencial más am-
plio:

- Un encachado, como área de actividad, que debió servir para evitar los encharca-
mientos y los barros.
- Un fosa, posiblemente para su uso como silo, que se denomina unidad estratigráfica
8 y que cuenta con una datación (fig. 4 y anexo).
- Varios agujeros de postes de disposición subcircular que permiten una aproxima-
ción morfológica del recinto habitacional.

No obstante, no se ha publicado, ni está accesible documentación referida a este


yacimiento donde se expliciten las características de las unidades arqueológicas y es-

192
tructurales, lo que limita la comprensión del sitio, y por tanto de la colección cerámica.
Sin embargo, tras el estudio de las cerámicas hemos podido reconocer tres niveles. El
primero se adscribe a la Edad del Bronce o Hierro I, que es el que nos interesa aquí.
Y luego un nivel romano y otro medieval que hemos reconocido por sus cerámicas,
por ejemplo, encontramos varios fragmentos de sigillatas y otras de cerámica grosera,
grosera de paredes finas, rugosa… (Solaun, 2005.:146 y ss.)

Figura 4. Dataciones de la unidad estratigráfica 8.

Tras realizar una primera observación de todos los fragmentos, hemos considerado
que tan solo podemos incluir en el estudio la UE 4 que tendría una cronología de la
Edad del Hierro, se trata de la UE que se sitúa sobre el empedrado y la UE 8, el silo que
cuenta con una datación radiocarbónica que lo sitúa en el primer milenio a.c. y por otro
lado algunas piezas de las UEs, 3 y 16-17 y del revuelto, que por su morfología podrían
ser antiguas.

Hemos estudiado un centenar de fragmentos de los que para nuestro análisis tan
sólo son efectivas unas 19 piezas, 6 bordes, 5 fondos y 8 galbos decorados. Por lo
tanto, desde un punto de vista tipológico, se han individualizado 7 bordes, todos recu-
perados en la UE8 (láms. 3 y 4).

- La pieza 68(2), representa a la forma 2c, tiene el labio redondeado convexo pero con
tendencia a apuntado muy fino, el borde es curvado abierto casi recto, también fino
pero se va ensanchando en el cuello y sobre todo en el hombro aún así, las paredes
no son muy gruesas de 4 a 5 mm.

- La piezas denominadas 70 a y b, son muy semejantes, probablemente pertenezcan


a un mismo recipiente, se trata de dos bordes pequeños con el labio redondeado y
el borde muy curvo, las paredes son muy finas 2-3 mm. Estarían dentro de la forma
13.

- El borde 71, está catalogado como forma 6, tiene el labio oblicuo y engrosado, el
borde y el hombro y el principio de la panza son rectos así que no se diferencian
unos de otros, en este caso las paredes son relativamente gruesas de 5 a 6 mm.

- La 72, es una pieza con labio y borde oblicuo abierto. Pertenece a la forma 14.

- La pieza llamada 75 es una de las más interesantes del yacimiento. Se trata de una
pieza con labio plano decorado con pequeñas digitaciones. Borde recto marcándo-
se la diferencia con el cuello y la panza, curvada, en el cuello tiene 2 líneas incisas
y en la panza una línea de digitaciones. Podría ser parte de una recipiente que tiene
una boca de 29’30 cm de diámetro y paredes gruesas de 7 a 8 mm.

(2) Nuevamente los materiales no están siglados por los que las piezas tienen el número que les hemos dado nosotros.

193
En cuanto a los fondos, hemos contabilizado para Mendizabala II 5, todos con base
plana. A pesar de esta homogeneidad entre ellos, hay pequeñas diferencias como son
los talones indicados en algunas piezas (números 4, 22 y 105) y sólo ligeramente indi-
cado para, la pieza 78.

Asimismo en este yacimiento destacan dos piezas muy semejantes entre sí, a pesar
de pertenecer a dos UEs distintas, la pieza 3 de la UE 3 A y la 78 de la 16-17. Podría-
mos estar ante unos platillos, ya que tenemos la base y el fondo planos (este último
ligeramente convexo), la pared, muy corta, es oblicua abierta y ambas piezas tienen el
borde redondeado.

Fotografía 3. Imagen de la pieza MZAB.78.

En cuanto a las decoraciones, el yacimiento se caracteriza por la variedad de técni-


cas y motivos: entre las primeras se individualizan digitaciones, incisiones e impresio-
nes. Las más habituales son las digitaciones presente en, los galbos número 2, 74 y 76
y sobretodo en la pieza 75 que explicaré más adelante.

Entre las impresiones destacamos el uso de un punzón romo, grueso, como en el


caso del galbo número 6 y de la pieza 69 ((reconstruida partir de numerosos fragmentos
y que cuenta con una línea irregular de impresiones en el centro de la panza. Valora-
mos este recipiente por su proximidad a algunos de los descritos para el poblado de
Castillo de Henayo (Alegría) (Llanos, Apellániz, Agorreta, Fariña, 1975: Lámina XVIII,
XXIII, XVI). También con un instrumento, que no hemos determinar, está decorado el
labio de la pieza número 47, y de la 75: son series de ondas quizá acometidas con la
ayuda de una espátula sin descartar se realizaran con los dedos. (lám. 3)

Por otro lado, en cuanto a las líneas incisas hay dos galbos con este tipo de deco-
ración, los números 5 y 21 y nuevamente la pieza 75. En el caso de las piezas 5 y 21,
son líneas profundas, paralelas pero que desconocemos si se trataba de composicio-
nes mayores o más complejas o en que parte de la vasija se ubican ya que estamos
nuevamente ante galbos de muy pequeño tamaño.

Finalmente, expuestos los tipos de decoración de este yacimiento, describiré la pie-


za 75 (fot. 4), ya que es esta la única que presenta tres tipos distintos de decoración.
Sobre el labio descansa la serie de impresiones a modo de ondas, disponiendo sobre el
mismo cuello, marcándolo, dos líneas incisas paralelas y muy finas, que van perdiendo
consistencia hasta casi desaparecer de derecha a izquierda, por último sobre la panza
se dispone una línea de digitaciones muy poco marcadas y que se dibujan aparente-
mente en zig-zag.

194
Fotografía 4. Detalle de la pieza
MZAB.75, donde podemos obser-
var las incisiones del cuello y las
leves digitaciones en la panza.

Para intentar obtener una visión de conjunto de la artesanía alfarera de Mendiza-


bala II hemos agrupado los distintos fragmentos en tres grupos mayores según los
caracteres de sus pastas. Este reconocimiento fue realizado mediante la comparación
uno a uno de los fragmentos observando la naturaleza, tamaño y disposición de los
desgrasantes, la textura de la cerámica y la forma de la fractura. Logramos así unas
categorías mayores cuya definición más precisa –y su propia viabilidad– solo podrá ser
juzgada a partir de su análisis a través del sistema de láminas delgadas, que dejaremos
para el futuro.

Los cuatro grupos son:

• Grupo 1: Desgrasantes grandes y de tamaño medio, son posibles calizas, cuarzos


y micas. La textura es suave y la fractura es arenosa. De este tipo tenemos varias
piezas: las 5 y 6 de la UE 3 A y 70, 71 y 72 de la UE8. Además este grupo tiene dos
variables:
- 1b: Los desgrasantes son cuarzos y calizas, sin mica, las piezas 3 de la UE 3 A,
47 de 4B+C y 68, 69 y 74 de la UE 8.
- 1c: Cuarzo, caliza, mica y chamota, para la pieza 75 de la UE 8.

• Grupo 2: Los desgrasantes de tamaño medio están conformados fundamentalmen-


te por caliza y mica, además la fractura es foliácea. Piezas que forman este grupo
son las 2 y 21 de la UE 3 A, 22 de la 3 B y 81 del revuelto como el grupo anterior,
proponemos una variante para este grupo:
- 2b: Caliza, mica y chamota, integrado por una sola pieza, la 78 de la UE 16-17 que
tiene fractura foliácea.

• Grupo 3: Desgrasantes escasos y muy finos, chamota, mica y cuarzo que forman
una pasta rugosa, la pieza 4 de la UE 3 A y la 52 de la UE 4 B+C pertenecen a este
grupo.

• Grupo 4: Mica y cuarzo, la pieza 76 de la UE 8 es la única integrante de este gru-


po.

Como conclusión general, decir que en este yacimiento las piezas están muy mal
conservadas, tan solo las de la UE 8 tienen cierta entidad. Es esta, además, la única UE
para la que no existen dudas sobre su adscripción cultural, tanto por la homogeneidad

195
Láminas 3 y 4. Láminas donde hemos representado to-
dos los elementos analizados en este estudio, referidos
a Mendizabala.

196
de su inventario material como por el valor del análisis de C-14: I milenio a.c. La cerá-
mica es coincidente con lo que se ha señalado como típico del Bronce Final y de la
Edad del Hierro I (Recordemos la dificultad existente a la hora de diferenciar entre la
cerámica de esta época, la pasta y las decoraciones son muy semejantes por lo que
muchas veces, ambas se confunden). En cuanto a las otras UEs, la 4 por la cerámica
analizada la situaríamos en la Edad del Hierro mientras que la 3 y la 16-17 deben aten-
der al contexto general de la excavación (cuya memoria aún no está disponible) para
asegurar su cronología.

SALBATIERRABIDE

Al igual que los anteriores se trata de un yacimiento situado al sur de Vitoria-Gasteiz.


Se definió como un depósito en hoyo con restos humanos, a raíz de las excavaciones
realizadas en 1918 por J.M. de Barandiarán (Ugartechea, 1967: 104). Una intervención
posterior, de los HH. Maristas en 1923, describen unos fondos de cabaña para los
estratos superiores (Ugartechea,1967: 104-105). A partir de los caracteres del material
arqueológico se ha mencionado la presencia de diversos momentos culturales: de las
Edades del Bronce, del Hierro e incluso de época romana a juzgar por las numerosas
sigillatas.

Iniciamos la descripción de la colección cerámica individualizando aquellos bordes


que, por dimensiones, pueden describirse con cierta holgura (son varios que dada su
fractura no ofrecen tal posibilidad) (láms. 5, 6 y 7).

- La pieza número 7(3), se trata de una pieza con labio oblicuo, biselado y un borde
también oblicuo abierto, de unos 45º. La pared tiene de 5 a 6 mm de grosor y perte-
nece a la forma 11.

- La pieza 13, a pesar de estar mal conservada, está muy desgastada y no se apre-
cian las fracturas, creemos poder ubicarla en la forma 10, que hemos definido como
escudilla.

- Las piezas cuya numeración es 431 y 117 (en este caso sí aparecen siglas), serían
dos bordes rectos con labios redondeados ambos con perforación en el arranque
de la panza. Sin embargo, estas dos piezas podrían corresponder a una cronología
más moderna.

- 32, 34 y 36, son piezas muy semejantes entre sí, con un labio redondeado y un
borde curvado abierto. Catalogamos como forma 10, parece que serían parte de
recipientes exvasados y podrían tener una cronología de bronce Final hasta Edad
del Hierro II.

- La pieza 35 perteneciente a la forma 1c, es semejante a las anteriores, un labio


redondeado y un borde curvo, pero en este caso, esta curva es más pronunciada.

- Las piezas 33 y 43, integran la forma 2A, presentan un labio redondeado, pero
con un borde, cuello y arranque de la panza rectos, completamente o ligeramente
curvados abiertos.

(3) Como viene siendo habitual, estamos ante un yacimiento sin siglar por lo que hemos numerado las piezas que tenía-
mos.

197
- La pieza denominada 119, tiene un labio oblicuo pero redondeado y el borde recto.
Sería parte de la forma 6.

- La forma 3d está constituida por las piezas 38 y 39 que pertenecerían al Bronce


Final. Tienen el labio plano, en el caso de la 39 decorado con una posible digitación,
y el borde ligeramente curvo pero no se diferencia del cuello y la panza.

- La pieza 42, es una de las que más llama la atención del yacimiento, se trataría de
la forma 4, que recuerda a una figura globulada, aunque nos falta parte de la panza
para afirmarlo con rotundidad. Tiene el labio redondeado y el borde oblicuo cerrado,
en cuanto a las paredes relativamente gruesas, de 8 a 9 mm.

Es llamativa la alta presencia en Salbatierrabide de fondos, que, además, se en-


cuentran en un aceptable estado de conservación (más al compararlos con el resto
de las colecciones). Desconocemos a que se debe su presencia por lo que debemos
preguntarnos si esto podría estar relacionado con la funcionalidad del espacio y si hay
otros casos semejantes. Se tratan en todos los casos de bases planas presentando
algunas un talón más indicado (las piezas 18, 20, 23, 113 y 460) frente a aquellas ta-
lón recto, (16, 17, 19, 22 y 114). Destaca también la constatación de algunas formas
marcadamente planas, (como los de la pieza 16, 20, 23 y 460) a la vez que en otros se
aprecia cierta concavidad, en los fondos 9, 18, 21, 22, 113 y 114.

Como pieza diferente, tenemos la 113, es como otras una base plana con un fondo
ligeramente curvado, aunque como ocurre también en otras piezas, el fondo es más
fino que la propia pared. Sin embargo, lo que la diferencia del resto es que las paredes
que suben son convexas, tienden a cerrarse según van cogiendo altura.

Por otro lado, en este yacimiento tenemos que hacer una mención especial a las
suspensiones y elementos de prensión puesto que contamos con varias perforaciones.
Ciertamente, tres piezas son dudosas en cuanto a cronología, pudiendo ser de época
romana. Son dos bordes, 431, y 117 y un fondo, la pieza 4. Pero otra, la 704 sí tendría
una cronología más cercana a nuestro estudio de Bronce Final-Edad del Hierro. Son un
borde y un galbo con sendas perforaciones, esas piezas, aunque no encajan sí se ve
que pertenecen a la misma vasija, pero no nos permiten conocer si las perforaciones
estuvieron alineadas. A pesar de ello, podemos apreciar como las perforaciones fueron
hechas desde el exterior al interior, ya que en la cara exterior el orificio es mayor, y en
un momento en el que la pieza no estaba completamente seca, pero sí lo suficiente
como para que se observen las huellas de rotación del objeto con el que se hizo la
perforación. (Fots. 5 y 6)

Además hay un galbo, el 116, que por el tipo de pasta (con desgrasantes abun-
dantes) podría pertenecer a la Edad del Bronce, que destaca por los dos mamelones
cónicos paralelos que tiene, debemos preguntarnos si estos mamelones eran solo de-
coración como es propio de esta época o tendrían funciones de suspensión. (Fot. 7)

Continuando con el resto de las decoraciones, en Salbatierrabide hay 3 piezas de-


coradas más. La pieza 11, tiene dos líneas acanaladas paralelas, sobre unas paredes
muy finas. En cuanto a la pieza 31, también tiene líneas incisas pero en este caso
oblicuas y verticales, que junto con una pasta más decantada, se podría situar en una
cronología Bronce Final-Edad del Hierro I.

198
Fotografía 5 y 6. Piezas SB.704 y detalle de la misma en las imágenes, podemos apreciar las perforacio-
nes.

Fotografía 7. Pieza SB.116.

Finalmente, la pieza 39, es un borde que como ya hemos aludido podría tener una
digitación en el labio o impresiones con un punzón grueso, ya que no la podemos apre-
ciar bien al estar mal conservada.

Es momento ahora de afrontar brevemente el estudio de las pastas(4), siguiendo el


procedimiento de agrupación anteriormente aludido. Hemos podido reconocer, nueve
grupos diferentes:

• Grupo 1: Este grupo tiene como desgrasantes, cantitos de caliza y mica, su textura
es suave y su fractura rugosa. Formarían parte de él piezas como la 5, 6, 7, 11 y
13.

• Grupo 2: Mica, caliza y cuarzos grandes como en el anterior, textura suave y frac-
tura rugosa, las piezas 8, 9, 12, 14, 15, 16, 17, 22.

(4) La diferenciación de pastas no es tan fácil como en Mendizabala puesto que como ya hemos aludido, no pudimos ver
todas las cerámicas en conjunto y hay solamente en galbos más de un centenar.

199
Fotografía 8. Pieza SB.28, con unas notables hue-
llas dejadas por la chamota.

Lámina 5. Parte de los dibujos de Salbatierrabide.

• Grupo 3: Cuarzo y posibles desgrasantes vegetales, también textura suave pero en


este caso su fractura es foliácea.

• Grupo 4: La pieza 22 es una cerámica muy porosa con desgrasantes vegetales,


textura suave y fractura foliácea.

200
Láminas 6 y 7. Dibujos de las piezas analizadas de Salbatierrabide.

201
• Grupo 5: Cuarzo, mucha caliza, desgrasantes vegetales y chamotas muy grandes
que dejan improntas en la cara externa. Serían la piezas 28 y 40, cuya textura es
suave y la fractura foliácea. (Fot. 8)

• Grupo 6: Calizas muy grandes, grupo formado por la pieza 29, que al igual que el
caso anterior, su textura es suave y su fractura, foliácea.

• Grupo 7: Mica y posibles desgrasantes vegetales puesto que, la pieza 41 que com-
pone este grupo es un galbo muy poroso, con fractura rugosa y textura suave.

• Grupo 8: Es la pieza 2, con mica y caliza muy grande, a pesar de ello, la textura
suave y la fractura es rugosa.

• Grupo 9: Mica y cuarzo, la textura es suave, y la fractura es rugosa, hay muchas


piezas con esta pasta: 10, 19, 20, 23, 24, 25, 30, 31, 704.

Con este sistema de reconocimiento de pastas, en el que además no podemos


ver toda la colección en conjunto, corremos el peligro de clasificar partes de la misma
vasija en grupos diferentes de pasta, cuando probablemente con un análisis más ex-
haustivo, esto no nos ocurriría.

El desgrasante más habitual parece ser la mica junto con el cuarzo y los vegetales,
en cuanto que encontramos muchas cerámicas de este tipo. Por otro lado, tenemos
muchas piezas con desgrasantes muy grandes que podrían remitirnos a la Edad del
Bronce pleno, donde las pastas no están cuidadas, no añadiéndose desgrasantes sino
siendo las propias rocas del terreno (Olaetxea, 2000: 83). Por otro lado, tenemos cha-
motas que en la Edad del Bronce en Álava solo aparecen en los depósitos en hoyo
(Baldeón, Sánchez, 2005: 105), estudiados por Olaetxea, Bizkar, Enciendo, La Paul, La
Teja, Mendizorroza y Santa María de Estarrona (Olaetxea, 2000: 45).

Para concluir, las piezas recogidas en este yacimiento son relativamente grandes
y bien conservadas si las comparamos con otras de otros yacimientos del estudio. Sin
embargo en esta comparación no se han encontrado piezas semejantes y a pesar de
la aparente buena calidad, apenas contamos con vasijas decoradas.

MENDIZORROZA

Es un yacimiento que se reconoció en 1938 como fosa de incineración, fue exca-


vado en 1938-1939 por Fernández Medrano. Se encuentra también al Sur de Vitoria-
Gasteiz, distante tan sólo a 340 m. de Salbatierrabide, 360 m. de Mendizabala I y a 500
m. de Mendizabala II.

Las recogidas materiales provienen de los trabajos realizados sobre una gravera,
en la que los obreros seleccionaron los fragmentos cerámicos de buena calidad, o
más llamativos. Así el inventario se construye a partir de bordes y dos galbos decora-
dos, faltando los consabidos trozos menores. Por lo mismo deberíamos preguntarnos
si otros elementos arqueológicos no cerámicos no fueron recogidos –o realmente no
existieron–. El informe arqueológico, habla de un cuerno de carnero y de la ausencia de
otro tipo de elementos. Sin embargo, por la naturaleza de las actuaciones carecemos
de una descripción pormenorizada del depósito.

202
Comenzaré el estudio con los bordes (lám. 8):

- Las piezas GM/MED 8, 1756 y GM/MED9, 1757 son bordes muy semejantes entre
sí pero no corresponden al mismo recipiente. Perteneciente a la forma 1 A, tienen
el labio redondeado y el borde oblicuo abierto. Se marca el cuello ya que al final del
borde comienza la panza que es curvada cerrada. Las paredes son gruesas, de 5 a
7 mm.

- La pieza GM 4.1752 es un borde pequeño con un labio redondeado convexo y bor-


de oblicuo abierto, esta pieza es especial, da origen a la forma 12 puesto que el bor-
de está decorado con líneas incisas a modo de diente de lobo propio del horizonte
Cogotas. Las paredes son de 5 mm.

- La pieza GM/MED 5.1753 perteneciente a la forma 5, tiene el labio plano con ungu-
laciones, el borde recto y con un marcado inicio de la panza, que es oblicua cerrada
y está decorada con una línea de digitaciones. El objeto es muy semejante a la 75
de Mendizabala. Aunque es más pequeña de 9,8 cm de diámetro.

- GM/MED 6 1754 compone la forma 9 con un labio muy plano con un borde recto en-
grosado, en el cuello vemos como se produce una ruptura al estrecharse y curvarse
con la panza, donde vemos también un gran mamelón cónico. La pared es gruesa
de 7-10 mm y muestra un recipiente de boca grande, 38,10 cm de diámetro.

- GM/MED 7, 1755, es un borde con labio plano pero ligeramente redondeado y de-
corado con impresiones a modo de ondas(5). El borde es curvado abierto y no se
diferencia del cuello ni de la panza, las paredes tienen un grosor de 5 a 6 mm.

Quizá las razones antes aludidas sean la causa de la inexistencia de fondos, por lo
que directamente examinaremos los elementos decorados, que ya hemos mencionado
son abundantes. Como medio para plasmar las decoraciones se han usado tres técni-
cas complementarias: la incisión para líneas paralelas en zig-zag o diente de lobo, la
impresión sea con instrumentos o con las uñas y las aplicaciones plásticas de cordones
y mamelones.

Comenzando con las líneas incisas, tenemos dos piezas, un borde GM4 1752 y un
galbo, 1751 con línea de incisiones en zig-zag o diente de lobo característico del Bron-
ce Medio pero que no estaría fuera de lugar en un depósito como el de Mendizorroza,
que probablemente se adscriba a este periodo (Olaetxea, 2000: 44) y que tiene para-
lelos en yacimientos como el castro de Berbeia (Llanos, Apellaniz, Agorreta, Fariña,
1975: 258 y 289).

También cuenta con líneas incisas la pieza GM7 1755, en este caso muy finas en el
borde. Esta misma pieza cuenta en su labio con impresiones de un instrumento que no
hemos podido determinar (tal vez alguna espátula o elemento óseo) a modo de ondas,
aunque este tipo de decoración, no descartamos que sean verdaderas digitaciones.

En cuanto a otro tipo de impresiones, en la pieza GM5. 1753 (fot. 9), tenemos un-
gulaciones en el labio también a modo de ondas, por tanto con semejanzas respecto

(5) Ya hemos visto este problema en Mendizabala, desconocemos cual es el objeto con el que se ha realizado esta deco-
ración.

203
Fotografía 9. Pieza GM5. 1753.

a la vasija anterior, y en la panza una línea de seis ungulaciones ascendente. Tanto la


forma de este recipiente como la decoración, nos recuerdan a la pieza 75 de Mendiza-
bala (anteriormente explicada) y a otra en Berbeia, la 2 del sector 1 (Llanos, Apellániz,
Agorreta, Fariña, 1975: 247).

Para terminar la decoración plástica, tenemos un borde GM 6. 1754 y un galbo GM


10, 1758 decorados ambos con un mamelón, el primero muy bien conservado, mien-
tras que el segundo es dudoso puesto que está roto. La primera tiene un pezón circular
casi plano de 22,17 mm de diámetro.

En cuanto a los grupos de pastas realmente cada pieza posee diferentes caracterís-
ticas por lo que, salvo alguna excepción, conforman por si mismas una unidad. De este
modo tenemos:

• Grupo 1: Piezas como GM 8.1756 y GM 9.1757, pasta con muchas chamotas con
desgrasantes y con una textura suave y la fractura rugosa.

• Grupo 2: Pieza GM 4. 1752 pasta sin apenas desgrasantes y bastantes poros,


pudiendo ser debidos estos a los desgrasantes vegetales. A este grupo, también
podría pertenecer la pieza 1751 aunque, a diferencia de la anterior, se deshace mu-
cho. La textura de ambas es suave y la fractura arenosa.

• Grupo 3: La pieza GM 6. 1754, tiene muy pocos desgrasantes, sólo calizas peque-
ñas, su textura es suave y la fractura arenosa.

• Grupo 4: GM6, 1754, tiene caliza pequeña y chamotas de tamaño medio que han
dejado su impronta en la cara exterior. Su textura es muy suave y la fractura es ru-
gosa.

• Grupo 5: GM 5. 1753 y GM 7. 1755 tienen pequeñas calizas y algunos poros que


hemos identificado como desgrasantes vegetales (aunque en este caso tenemos
más dudas). probablemente no lo sean. Su textura es suave y la fractura rugosa.

204
Lámina 8. Representación de las piezas de Mendizorroza.

• Grupo 6: El galbo GM 10. 1758 tiene chamotas grandes y restos de desgrasantes


vegetales. Su textura también es suave y su fractura es arenosa.

Entre las piezas destacadas tenemos GM6, 1751 que es muy parecida a GB 2.
1737 de Batán (yacimiento del que enseguida nos ocuparemos) debido a la decoración
de diente de lobo. Y la GM 5. 1753 que es también como ya hemos mencionado muy
semejante a la 75 de Mendizabala tanto en la forma como en el tipo de decoración.
Ambas piezas cuentan con paralelos en otros yacimientos del entorno.

Este yacimiento por la morfología de su cerámica y las decoraciones, creemos po-


der adscribirlo al Bronce Medio-Final o a la Edad del Hierro.

EL BATÁN

He dejado este yacimiento, para el final de los emplazamientos del entorno de Vi-
toria-Gasteiz porque por el tipo de pastas, podríamos hablar de una cronología del
Bronce Medio y por tanto desvincularse de los anteriores.

Estamos ante un nuevo depósito en hoyo, con restos de incineración, que se en-
cuentra a unos 300 m. de Salbatierrabide (sin que por la información disponible se pue-

205
da conectar uno con otro). Fue descubierto también en 1938 por Fernández Medrano
en la explotación de las graveras del mismo nombre: es por tanto un caso análogo
a Mendizorroza en cuanto a selección de las recogidas. Según el testimonio de los
obreros debieron ser más los hoyos detectados durante la extracción de las gravas,
sin embargo, no se conservaron. En cuanto a su estratigrafía, según aparece en la
bibliografía, (Llanos, Fernández Medrano, 1968: 51), estaría constituida por un primer
estrato de tierra de labor de unos 50 cm de potencia, superponiéndose a un paquete
de 1 m. de arena y finalmente una tercera capa de arenas de grano grueso, siendo en
esta capa donde se situaba el depósito.

La colección está compuesta por unos 46 fragmentos, contando para el análisis for-
mal, 10 bordes, y un galbo decorado. Como en los casos precedentes voy a comenzar
el análisis con la tipología de los bordes(6) encontrados, (lám. 9 y 10):

- Las piezas GB1 y GB2, 1737, son probablemente la misma pieza aunque en verdad
no encajen entre sí. Deteriorados, sus pastas se deshacen, con labio redondeado
convexo y bordes rectos. Además tienen decoración de diente de lobo, líneas en
zig-zag, como la pieza GM 6. 1751 de Mendizorroza, así que las hemos catalogado
como forma 12b. Se trata de un recipiente de boca amplia con 29,8 cm de diámetro
que encajan bien con las producciones del Bronce Medio.

- La pieza GB 1. 1739, es un borde decorado con digitaciones en el labio que es plano


y de borde oblicuo cerrado, con pasta, como en el caso anterior, que se deshace
mucho. Esta pieza la hemos considerado como forma 4b.

- Las piezas GB 3. 1738 y GB 9. 1739 son dos piezas muy semejantes entre sí.
Tienen labios planos, decorados con digitaciones, y bordes rectos, o ligeramente
curvados decorados con dos mamelones. Estos elementos las digitaciones y los
mamelones, cerca del labio pueden situarnos estas piezas también en el Bronce
Medio. Esta forma sería la 3c, tiene paredes muy gruesas de hasta 15 mm, el diá-
metro de la boca es para la pieza GB 3. 1738 12,46 cm y para la pieza GB9, 1741,
31,8 cm.

- Las piezas que hemos denominado 3 y 6 puesto que no tienen sigla, también son
semejantes, tienen el labio plano, decorado con ungulaciones en el primer caso y
con digitaciones en el segundo, con borde curvado cerrado ambas y en cuya pared
interior podemos apreciar un cierto adelgazamiento con todo, esta forma, 16, pre-
senta unas paredes gruesas de entre 7 y 11 mm.

- La pieza GB7, se trata de un labio plano, con borde oblicuo cerrado como el cuello,
con el que no hay diferencia, pero sí con el hombro, donde se produce un punto de
inflexión con el comienzo de la panza, que desciende de manera más vertical. Por
su semejanza, con otras piezas, la 75 del Mendizabala y la GM 5. 1753 de Mendi-
zorroza, la hemos ubicado en la forma 5b.

- La pieza 8, pertenece a la forma 3d, tiene un labio recto con un pequeño saliente
hacia el exterior, y el borde oblicuo cerrado, no se ve diferencia entre el borde, el
cuello y la panza, la pared es recta, oblicua y gruesa de 10 a 12 mm.

(6) Algunas piezas sí se encontraban sigladas, mientras que otras no, por lo que daremos un número a cada una.

206
Fotografía 10. Imagen en detalle de GB 9. 1741

En el apartado de las suspensiones, contabilizamos tres piezas con mamelones,


que en algunos casos sí pudieron ser utilizadas como elementos de prensión. Es el
caso de las piezas GB 3. 1738 y sobre todo GB 9. 1741 que presenta un mamelón
alargado de 35,32 mm de longitud por 20,98 de alto y con 17 mm sobresaliendo de la
pared. Por el contrario, la pieza 1, es más probable que fuera una decoración puesto
que el pezón es de muy pequeño tamaño (fot. 10).

Entramos entonces en el capítulo de las decoraciones, donde nuevamente aparece


el debate de si la decoración es algo más que un elemento estético o tiene un carácter
más funcional. Las primeras piezas de interés serán los bordes GB 1 y GB 2 1737 con
diente de lobo, dos series paralelas de líneas incisas en zig-zag. Como ya hicimos refe-
rencia en Mendizorroza, yacimiento con el que se comparten semejanzas en cuanto a
pastas y decoraciones, nos llevarían al mundo de Cogotas o Protocogotas (Abarquero
Moras, F.J. 2005:122).

Por otro lado tenemos las digitaciones, que se encuentran en los labios de muchos
bordes: GB 3. 1738, GB 9. 1741, GB 1. 1739 y las piezas 6 y 8 y la pieza 3 un borde
muy pequeño que tiene digitaciones con ungulaciones, muy semejantes a la pieza
SCM.A1.-230.39 de Santa Coloma.

Respecto a las pastas de inmediato destacamos la homogeneidad de los fragmen-


tos, de tal manera que las aproximadamente 46 piezas pueden reunirse en tan sólo 4
grupos:

- Grupo 1: El más abundante (formado por unas 30 piezas) y por el que hemos defi-
nido este depósito como de pastas homogéneas. Se trata de una pasta muy vasta
y que se deshace con desgrasantes grandes de chamota, mica, caliza y posibles
desgrasantes vegetales. Su textura es áspera y su fractura rugosa. En él estarían
incluidas piezas como la 3, un borde con ungulaciones y las 8, 12, 17, y unos 26
galbos. Tiene una variante:
- 1b: Integrado por la pieza 16, tiene micas y calizas muy pequeñas, también es cerá-
mica muy vasta y que se deshace mucho, su textura es áspera pero la fractura es
foliácea.

207
Láminas 9 y 10. Parte de las piezas estudiadas de Batán.

208
- Grupo 2: Constituye el segundo grupo por número de evidencias, hasta 8. Se ca-
racteriza por la presencia de chamotas y mica como material desgrasante y su tex-
tura áspera y fractura rugosa. Esta cerámica también se deshace mucho, es muy
delicada y todas tienen aparentemente cocción oxidante. Está compuesta por la
pieza GB4, 1739 borde con digitaciones en el labio, el borde de la pieza 10 también
con digitaciones, GB 2. 1737/GB1, los bordes con diente de lobo y 4 galbos.

- Grupo 3: Pieza 1, el galbo con un pezón pequeño, la pieza 2, una pequeña carena.
Estamos ante una cerámica desgrasada con una caliza abundante pero muy peque-
ña, la textura es suave y la fractura arenosa.

- Grupo 4: Pieza 18, es un galbo muy grande con chamotas muy pequeñas usadas
como desgrasantes como viene siendo habitual, es una pasta vasta, áspera y de
fractura rugosa, que se deshace con facilidad.

Para concluir, ya que hemos aludido a la facilidad en la que se deshace la cerámica


de este yacimiento, siendo la causa la cocción a baja temperatura de las vasijas, si bien
esta hipótesis debería contrastarse con la ayuda de futuras analíticas fisico-químicas.
Con todo, las piezas encontradas tanto bordes como galbos, son piezas de gran tama-
ño y proponen recipientes de grandes dimensiones.

SANTA COLOMA

Al ocuparnos del presente yacimiento cambiamos notablemente el registro de los


sitios que tratamos por ser su excavación fruto de una intervención programada dentro
de un proyecto de investigación y por tratarse de una cueva –en vez de los anteriores
depósitos la aire libre, sean parte de poblados u hoyos de incineración–. Además nos
desplazamos geográficamente desde le Sur de Vitoria a la vertiente oeste de la Sierra
de Badaya –precisamente uno de los cierres montañosos de la llanada alavesa, donde
se enclavan los demás lugares–. El lugar fue excavado en 1994 y 1996 por las licen-
ciadas Blanca Pastor y Carmen Grima quienes, en el informe de excavación, describen
una secuencia estratigráfica que va desde la Edad de Bronce hasta la Edad Media,
(Pastor, Grima, 1996: 45-49), recordando que parte del yacimiento estaba alterado por
un furtivo. De arriba hacia abajo la ordenación de los niveles resulta ser:

- Amcs: nivel superficial.


- Conjunto estructural de cerámicas a torno con nervio de cocción, caracterizado por
este tipo de cerámicas y que se integra por los siguientes niveles estratigráficos: Ae;
Amgc, H8 (Hogar 8).
- Estructura estratigráfica con cerámica terra sigillata: Agbo.
- Conjunto estructural superior de cerámicas a mano: se encuentran cerámicas pro-
tohistóricas en los siguientes niveles: Am; Am-ag1; Amg; Amg-h0; Amg-h1.
- Conjunto estructural medio de cerámicas a mano: Alm (nivel que cuenta con data-
ciones, fig. 6 y anexo); Alm-h2; Almc (fig. 6 y anexo); Almc-h9; Almc-h11; Almc-h3.
- Conjunto estructural inferior de cerámicas a mano: presencia de cerámica con pare-
des rugosas en Almc inf; Agc; Agc; Agc-h10; Agc-h4; Facies Ag2-Agc y Ag3-Agc.
- Conjunto estructural sin cerámica: Amc; Amgb; Facies H12-Amgb, H5-Amgb, H6-
Amgb; Amgc2 (fig. 6 y anexo), Amgv, Amgv-h.
- Horizonte de descomposición de la roca madre: paquete esteril, Cag y Ca.

209
Tiene su interés, además, dado que en su entorno inmediato (en la misma vertiente
de la Sierra o en el contrafuerte este de la sierra de Arkamo) se localizan los sitios de
Covairada, Gobaederra, Yerada, Portillo de Techa, Mokor así como varias expresio-
nes megalíticas –túmulos y dólmenes– sobre el propio raso de Badaya. Cuenta con
una cronología, avalada según tramos por la radiocronología, que va desde 2700 a.c.
aproximadamente, hasta época medieval. A lo largo de la secuencia litoestratigráfica
se han documentado una serie de estructuras tales como hoyos para poste y hogares
o elementos de combustión.

En cuanto a su emplazamiento, se ubica en la pared este del Portilo de Techa, un


estrecho desfiladero abierto por el río Bayas de unos 2 km que comunica el valle del
Cuartango con el entorno de Ribera. Se trata de un estratégico lugar, muy visitado
durante la prehistoria, según se desprende del conjunto de lugares citados en la Carta
Arqueológica de Álava (Portillo de Techa I a IV, Mokor, Covairada, Solacueva…). Re-
cordemos que en la ladera sur del desfiladero se enclava el yacimiento de Berniollo
(con ocupaciones antiguas del final del Paleolítico superior que demuestran el interés
por el entorno, y más modernas de la prehistoria con cerámica). Ya en Cuartango, se
destaca el conjunto dolménico de San Sebastián I y II; Gúrpide Norte y Sur, túmulo de
Sendadiano, las cuevas de Solacueva de Jócano, Liciti y Ruciribay, así como la serie
lítica recogida por M. Zuazo (Sáenz de Buruaga, Sáenz de Urturi, 1986:13)

En concreto el acceso a Santa Coloma, obliga a un empinado camino desde el valle


hasta el raso de la Sierra de Badaya: un desnivel de unos 300 m que obliga a pensar
que las ocupaciones del sitio tienen que ver con actividades de montaña (¿ganadería?)
complementarias a las del llano. Es así que se entiende el yacimiento (ubicado en un
lugar muy ventoso), como estacional, refugio de pastores.

Para este trabajo se han estudiado los niveles pertenecientes a la Edad del Bron-
ce y Edad del Hierro, si bien se realizaron algunas comparaciones con los horizontes
romanos puesto que en ellos se incluyen algunas cerámicas de tradición indígena,
desechando por completo los que tenían cerámica medieval.

En este yacimiento observamos varias categorías de bordes: el bajo número de


evidencias por nivel, y los escasos modelos reconocidos, impiden observar alguna su-
puesta evolución interna (lám. 11 y 12):

- La pieza SCM.A1.200.21 (del nivel Almc), se trata de una pieza difícil de orientar,
con labio recto ligeramente oblicuo y borde oblicuo abierto de paredes más o menos
finas, integra la forma 15.

- SCM.A3.196.10 (Almc)es un borde con labio plano y borde curvado en el que no se


diferencia el borde del cuello, sería la forma 3e.

- La pieza SCM.A1.5.8/rev,211 (Almc), con labio redondeado y un borde muy curvo


marcando la diferencia con el cuello, constituirá la forma 1b.

- SCM.A3.6.9.-215.4 (Almc inf), borde con labio redondeado convexo, el borde ligera-
mente curvado abierto aunque está fracturada, hemos creído conveniente ubicarla
en la forma 2a.

210
- SCM.A1.-240.4/SCM.A1.-230.54 (Dos fragmentos que pegan, del nivel Agc/Amc)
es una pieza con labio redondeado convexo, el borde un poco engrosado pero
recto, borde oblicuo cerrado luego no se diferencia del cuello y la panza que es
ligeramente oblicua, sería de la forma 4b.

- SCM.A1,-268.29 (Amgb-ag2) con labio redondeado y con cierto saliente hacia el


exterior, el borde ligeramente oblicuo se va estrechado y luego la pared es recta. La
hemos catalogado como forma 3d.

- SCM.Rev.26. (del nivel del revuelto) catalogada como forma 8, tiene el labio re-
dondeado pero apuntado ligeramente hacia el exterior, con una especie de cordón
prismático, el borde es recto y se estrecha un poco, marcando la diferencia con la
pared de la vasija que está decorada con un cordón de digitaciones.

- La pieza SCM.Rev.41 (revuelto también) tiene el labio plano y engrosado, el borde


es ligeramente oblicuo abierto y va estrechándose marcándose una pequeña dife-
rencia con el cuello y la pared que son rectos, siendo la forma F3 a.

Terminados los bordes, ahora abordamos el estudio de los fondos: las piezas SCM.
A3.5.8.-176.9/SCM.A3.6.9.-176.11 (dos fragmentos pegados, pertenecientes al nivel
Amg) y SCM.A3.5.8.156.10 (Am), ambas son planas y el fondo lo tienen más o menos
plano. El caso de la primera pieza, el fondo es más delgado que las paredes y además
tiene el talón indicado. Por otro lado, la segunda pieza llama la atención por los desgra-
santes vegetales que muestra, ya que se pueden apreciar grandes huellas (fot. 11).

Fotografía 11. Vista en detalle de la pieza SCM.


A3.5.8.156.10 donde se observan los restos de
desgrasantes vegetales.

No hubo o no se han conservado ningún elementos de suspensión. En cuanto a las


decoraciones debe destacarse de Santa Coloma la gran cantidad relativa de galbos
decorados con barro plástico aplicado y espatulado (fot. 13), siendo unas 16 de las
aproximadamente 140 (22,4%) que hay en el yacimiento. Este tipo de decoración es
más propia de la Edad del Bronce, representados en esta estación en los niveles infe-
riores (Agc y Amgb-ag2) y podría estar en relación con la funcionalidad del objeto ya
que esto haría que fuera más fácil coger el recipiente, no se resbalaría, sin duda esta
circunstancia debe relacionarse con la propia funcionalidad de la cavidad mantenida
a lo largo del tiempo. Además el interior en la mayoría de los casos está también es-
patulado, lo que es conveniente en el caso de que se quiera contener líquidos. En un
sentido similar queremos señalar también las numerosas piezas que están cepilladas
(fot. 12), hemos contabilizado 30 (42%), frente al resto de tratamientos de la superficie,
alisado o espatulado.

211
Fotografías 12 y 13. Son ejemplos de galbos donde podemos ver las marcas de cepillado y el barro plástico
aplicado.

Punto y aparte merecen las ungulaciones en los labios, que resulta ser el otro tipo
de decoración en este yacimiento. Presente en los labios de los bordes SCM.Z1.211.68
(Almc), SCM.A1.230.54/SCM.A1.-240.4 (Agc/Amc) y SCM. Rev.41, les da una sensa-
ción de labio plano (excepto en SCM.A1.-240.4), Asimismo tenemos un cordón con
digitaciones en el borde de la pieza SCM.Rev.26., debajo de lo que parece un cordón
prismático en el labio. Y una digitación un tanto dudosa en el galbo SCM.A1.4.-239.74
(Agc).

En cuanto a los grupos de pasta, en este yacimiento, como ocurría en Salbatierra-


bide, nos es más difícil dilucidad cuales son puesto que no hemos tenido la posibilidad
de analizar todo el conjunto a un mismo tiempo. Sin embargo, en la ficha descriptiva de
cada una de las piezas hemos podido observar que hay pastas que se repiten, estas
son las que describiremos aquí:

• Grupo 1: Pocos desgrasantes, micas y calizas muy pequeñas, el interior del re-
cipiente está espatulado y el exterior alisado, la fractura es rugosa y la textura es
suave. Incluiríamos aquí piezas como, SCM.A3.8.-194.5 (del nivel Alm), SCM.A3.-
201.3 (Almc-h11) y SCM.A1.3.-226.28, SCM.A1.-230.48, SCM.A1.-230.49, SCM.
A1.-230.50 y SCM.A1.-230.53 del nivel Agc, y SCM.Rev.41 y SCM.Rev.86, del re-
vuelto.

• Grupo 2: Tres piezas SCM. Z1.6.188.2, SCM. Z1.6.188.3 y SCM.Z1.2.183.53. Tie-


nen mica, caliza y cuarzo, de medio y gran tamaño y abundantes. Su textura es
suave y su fractura rugosa.

• Grupo 3: Semejante al anterior con cuarzo, caliza grande y mica, su fractura en este
caso es arenosa, su color es marrón pero esto no es determinante. Las piezas que
pertenecen a este grupo son: SCM.A3.9.-192.3, SCM.A3.9.-192.4, SCM. A3.7.197.6,
SCM.A3.9.-188.3, SCM.A3.5.8.189.5, SCM.A5.1.-188.6, SCM.A3.7.-180.12, SCM.
A3.6.9.195.4, SCM.A3.6.9.195.1, SCM.A3.6.9.195.2, SCM.A3.6.9.195.3.

• Grupo 4: Todos los galbos con barro plástico aplicado, presentan la misma pasta,
pequeña caliza con fractura rugosa-arenosa.

212
Figura 5. Gráfico donde aparecen los distintos grupos de pasta.

• Grupo 5: SCM.A3.5.8.-176.9/SCM.A3.6.9.-176.11, que cuenta como desgrasantes


cuarzos de gran tamaño, su fractura es arenosa y su textura áspera.

• Grupo 6: Mención específica merece la pieza SCM.A3.5.8.-156.10, que antes he-


mos adelantado, está desgrasada con claros desgrasantes vegetales que han de-
jado marcados signos de su presencia antes de la cocción, momento en el que
desaparecieron, ya que vemos sus huellas y una fractura muy foliácea. Además
encontramos alguna chamota que no sabemos si es accidental (fots. 14 y 15).

Al realizar el análisis no se tuvieron en cuenta los niveles arqueológicos, sin embar-


go, posteriormente, al ordenar las piezas estudiadas en una tabla (no se representaron
todas, sino una pequeña muestra, con el fin de obtener una visión aproximativa), vimos
como algunos grupos se correspondían con determinados niveles. De este modo, ob-
servamos cómo el grupo 2 y el 3 los encontramos fundamentalmente en los estratos
superiores (Almc y Almc-h11) y por otro lado, el grupo 4 en los inferiores, Agc y Amgb-
ag2 (fig. 4).

Fotografías 14 y 15. Detalles de la misma pieza, a


la que nos hemos referido antes, SCM.A3.3.6.9.-
215.4, donde han quedado las huellas de desgra-
santes vegetales.

213
A pesar de esta amplitud cronológica que presenta el yacimiento, las piezas cerá-
micas recogidas no son muy relevantes: el estar muy fracturadas impidiendo las re-
construcciones morfológicas, y lo escaso e intrascendente de los elementos decorados
impide una clara lectura diacrónica del lote. Las características del conjunto alfarero
–que por otra parte constituye el grueso del inventario– unido a que el yacimiento se
encuentra en una cueva de muy difícil acceso, nos haría pensar que estamos ante
un asentamiento ocasional con una funcionalidad específica que desconocemos, y en
donde el fuego, a juzgar por la importancia, amplitud y potencia de los hogares, jugaba
un papel fundamental. Probablemente sea un lugar en el que se refugian los pastores
en días de tormenta. Sin embargo no podemos olvidar que el contexto estaba alterado
por un furtivo.

Una diferencia significativa de Santa Coloma, respecto a otras colecciones tratadas,


es la abundancia de registros cepillados (42% del total de la colección), esto no ocurre
en los otros yacimientos estudiados puesto que sólo hemos documentado un único
caso la pieza 71 de Mendizabala. Ya he adelantado, cómo los galbos con barro plástico
aplicado espatulado, tienen todos la misma pasta o muy semejante, además en la cara
interior, está también espatulado, puede especularse sobre si tal hecho responde a la
funcionalidad de los recipientes o al sistema de fabricación seguido –recordemos por
ejemplo que el uso del cuarzo como desgrasante es propio de vasijas que no aguan-
tan bien el calor–. (Olaetxea, 2000: 33). Asimismo el tratamiento de la superficie es
igualmente importante, en el caso de la cara espatulada por dentro, podría tener como
objetivo impermeabilizar el recipiente y así poder contener líquidos (Sopena, 2006: 23)
y la rugosidad exterior, sería para cogerlo mejor.

Finalmente en cuanto a esta excavación, tenemos varias fechas de radiocarbono,


se han analizado una serie de niveles arqueológicos como podemos ver en el siguiente
cuadro:

Figura 6. Dataciones de Santa Coloma.

214
Láminas 11 y 12. Materiales analizados de Santa Coloma.

215
CONCLUSIONES

Observando los yacimientos en su conjunto nos llama la atención la escasa homo-


geneidad que hay entre ellos, más si cabe teniendo en cuenta que se ubican aproxima-
damente en el mismo o semejante periodo cronológico y que 5 de los yacimientos son
prácticamente vecinos entre sí. Por tanto, si nuestra hipótesis de partida era esperar
conjuntos muy similares e incluso responder todos los vitorianos a una misma unidad
doméstica, ahora no estamos tan seguros del hecho. En teoría, el conjunto Mendizaba-
la, Mendizorroza, Salbatierrabide y El Batán podrían haberse entendido como un con-
junto habitacional que conjugase un área doméstica –Mendizabala con su empedrado,
silo, vivienda…– con otras de actividad –la que representen los hoyos–: sin embargo,
sea por los ritmos o circunstancias de intervención seguidos en ellos, sea por los ca-
racteres de sus colecciones cerámicas, no es posible determinar tal hecho. O por otro
lado, debemos preguntarnos si responderán las cerámicas a funciones distintas dentro
de un todo. Es decir, que conformen parte de un mismo proceso habitacional, la dife-
rencia tipológica de los recipientes tiene que ver con usos distintos y complementarios.
La carencia de referencias de cronología absoluta, salvo para el caso de Mendizabala,
I milenio a.c. (también Santa Coloma, pero nos referimos a los yacimientos del entorno
de Vitoria) es una impedimento para visualizar las realidades arqueológicas documen-
tadas.

A pesar de todo, aunque escasas, hay algunas semejanzas, en formas que se re-
piten y en decoraciones. En cuanto a las formas ya han quedado explicadas en un
capítulo precedente (figura 1), por lo que no voy a referirme a ellas en este momento.
Solo recordar que encontramos fundamentalmente bordes abiertos (Formas 1, 2, 3, 6,
7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15 y 16), frente a los cerrados (Formas 4 y 5,), aunque como
no tenemos vasijas completas, cuando hablamos de formas abiertas o cerradas, ya
hemos aludido que nos referimos solo a los bordes, si son exvasados o no. También
predominan los labios redondeados (Formas 1, 2, 4, 8, 12 y 13) o planos (Formas 3, 5,
9, 15 y 16) ante los oblicuos o en bisel (Formas 6, 7, 10, 11 y 14). Respecto al grosor,
predominan las pastas gruesas frente a las finas, pero esto no determina entre una for-
ma u otra, solo entre variantes de la misma. En referencia a los fondos, tenemos tanto
cóncavos como planos, pero que como hemos mencionado todos tienen base plana
(figura 3).

Voy a continuar con los elementos de prensión, podemos diferenciar entre dos va-
riables, perforaciones y mamelones, siendo llamativa, la ausencia de asas. En el caso
de las perforaciones, en Salbatierrabide tenemos 3 circulares en tres bordes, un fondo
y un galbo. Llanos y Fernández Medrano en su artículo de 1968, explican que no serían
para sujetarlas en alto porque no son fuertes, sino para fijar las tapas de las vasijas al
cubrir los recipientes (Llanos, Fernández Medrano, 1968: 50).

En lo que respecta a los mamelones, muchas son las referencias que hemos hecho
acerca de si lo que teníamos eran decoraciones como motivos estéticos o van más allá
y sirven como suspensiones. Sin embargo, esto no es incompatible, ya que la decora-
ción como motivo estéticos puede tener una función. Lo mismo ocurre con las digitacio-
nes en la panza y el barro plástico aplicado que servirían para agarrar mejor. En total,
el inventario de mamelones, sería dos para Mendizabala I, Salbatierrabide contaría con
uno, Mendizorroza dos y Batan tres. Como hemos explicado por su posición pensamos
que algunos son decoraciones, aunque en Batán nos quedan más dudas.

216
IMPRESIONES INCISIONES PLÁSTICAS

Ondulaciones Ungulaciones Digitaciones Con punzón Líneas Mamelones Cordón Barro


Plástico

Labio Directas Cordón Directas Paralelas Diente de Otros Cónico Circular Alargado Prismático Espatulado
lobo

MENDIZABALA
prospección

MENDIZABALA

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SALBATIERRABIDE

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MENDIZORROZA

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BATÁN

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SANTA COLOMA

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Figura 7. Cuadro donde están representados los diferentes tipos de decoraciones que hemos encontrado en
los yacimientos.

Las decoraciones que más hemos visto son ungulaciones directas, no sobre cordón,
y en su mayoría se sitúan en el labio (fig. 5). Esto no es algo extraño en los yacimientos
de esta época y encontramos paralelos en casos próximos como Berbeia (Llanos, Ape-
llaniz, Agorreta, Fariña, 1975: 258), Henayo, (Agorreta, Llanos, Apellaniz, Fariña, 1975:
106), Santa María de Estarrona (Baldeón, Sánchez, 2005: 63), La Custodia (Castiella,
1977: 276), El Castejón (Castiella, 1977: 23-276), Castillar (Castiella, 1977: 274), Par-
telapeña (Castiella, 1977: 275).

También tenemos alguna decoración con punzón en los bordes pero en menor me-
dida que las ungulaciones, aún así, también son comunes en otros yacimientos. Y tam-
bién en la carena como la pieza 69 de Mendizabala II, que tiene paralelos en Castillo
de Henayo ya aludidos.

En cuanto a las incisiones, hay alguna pieza con líneas paralelas, pero llama la
atención la presencia en dos yacimientos Mendizabala y El Batán de fragmentos con
diente de lobo, este tipo de decoración, muy relacionada con la cultura de Cogotas,
pero que permanece más en el tiempo que el Bronce Medio. Con todo, sí podría ser de
esta época ya que donde han aparecido, son yacimientos depósitos en hoyo.

Abordamos ahora el tratamiento de las superficies, en Santa Coloma, insisto, llama


la atención la presencia de muchos galbos con barro plástico aplicado. También desta-
ca la presencia de galbos con el interior espatulado. Estos aspectos podrían relacionar-
se con la funcionalidad de los objetos. A falta de otro tipo de analíticas, podríamos verlo
como indicador de la idoneidad de estos recipientes para recoger líquidos. Puesto que
como explica Sopena, el tratamiento de la superficie sería casi determinante.

El caso de los grupos de pasta no hemos realizado la comparación puesto que no


hemos podido hacer el mismo análisis, en todos los yacimientos. Solo destacar que
aparentemente en cada sitio analizado hemos encontrado micas, sin embargo, al con-

217
sultar mapas geológicos, hemos observado que esta roca es propia de algunas arcillas
del entorno de Vitoria, por lo que debemos preguntarnos si sería añadida como desgra-
sante de forma voluntaria, o si siendo la propia matriz de la arcilla, eligen esta por sus
cualidades o solamente de manera aleatoria.

Para finalizar creemos que podría ser conveniente la realización de un estudio ín-
tegro de Santa Coloma y de los yacimientos que hay en las inmediaciones, haciendo
especiall hincapié en la situación espacial de las cerámicas, respecto unas de otras y
en relación a las estructuras de la cueva. Este proyecto podría quedar reflejado en la
memoria final de la excavación que aún no se ha realizado. En ella deberían incluirse
esos otros yacimientos como Covairada, Solacueva, Gobaederra y Portillo de Techa,
algunos de ellos con un estudio ya completado, resaltando la densidad de yacimientos
de esta época que nos encontramos en el Valle de Kuartango o más propiamente dicho
en las Sierras de Arkamo y Badaya.

No obstante, no podemos concluir este estudio en el que se analiza en cierto modo


el poblamiento de Vitoria-Gasteiz sin contemplar los yacimientos que encontramos en
su entorno y que por cronología e incluso por morfología podrían completar los aquí
descritos. Así por ejemplo tenemos los depósitos en hoyo, pertenecientes al Hierro I, II
y época romana, de Arriaga, cuya referencia llegó a Fernández Medrano a través de los
obreros que trabajaban en Batán (Llanos; Fernández Medrano, 1968: 68), y Landatxo,
necrópolis situada en Gardelegi en la que se excavaron tres fosas, auque se sabe que
se habían destruido algunas anteriormente (Llanos; Fernández Medrano, 1968: 55-62):
en la sepultura I, se encontraron varios niveles, el primero con cerámica medieval, en
los inferiores: sigillata, cerámica con decoración a peine, incisa…; sepultura II: se halló
poca cerámica, anaranjada y sigillata, y una pequeña vasija que no ubican cronológica-
mente pero que apareció junto a un cuchillo afalcatado típico de los campos de urnas
europeos. (Llanos; Fernández Medrano, 1968: 61); y por ultimo, en la sepultura 3 solo
se encontraron restos de fauna.

En Estarrona, se localiza el depósito de Santa María, con una cronología de la Edad


del Bronce, tiene cerámicas modeladas (no hay torneta) de variadas formas: vasijas
de almacenamiento, vasijas globuladas, cuencos… presentan fundamentalmente dos
tipos de tratamiento de superficie, alisado y rugoso, estando su interior en algunos ca-
sos afinado o espatulado. Las decoraciones más abundantes son las plásticas y las im-
presas, digitaciones y ungulaciones, frente a otros tipos. Además, la mayoría de estas
cerámicas están realizadas con desgrasantes arenosos. (Baldeón, Sánchez, 2005: 51)

Cerca de este yacimiento nos encontramos la necrópolis de La Teja, en Víllodas, en


cuyo caso la secuencia cultural sería el Bronce Final. Fue descubierta en prospecciones
de J.A. Madinaveitia en 1967 (Llanos; Fernández Medrano, 1968: 62) y cuenta con va-
rias sepulturas: sepultura I: donde aparecieron perfiles en S, y cerámica con impresio-
nes digitales, incisiones, líneas paralelas, boquique, cordones plásticos, …; sepultura
II: con dos cuencos con incisiones; sepultura III: poca cerámica, lisa y con decoración
plástica; sepultura IV: ya estaba destruida; sepultura V: encontraron grandes vasijas de
fondos planos, cuencos y vasijas abiertas, tipo fuentes con incisiones, impresiones, es-
cisiones y decoraciones plásticas. (Llanos; Agorreta, 1972: 105); sepultura VI: como en
los casos anteriores, vasijas con formas abiertas con decoraciones plásticas e incisas;
sepultura VII: se haló un borde con incisiones paralelas y dos botones en un galbo.

218
Asimismo tenemos referencia de otro yacimiento en las inmediaciones, El Fuer-
te (Llanos; Fernández Medrano, 1968: 67), también descubierto por Madinaveitia en
1968, y nuevamente situado una cantera de gravas (como Mendizorroza o Batán)que
destruyó parte del yacimiento. Aquí se encontraron fragmentos bastos de cerámica y
un posible cuenco de pasta fina.

Por otro lado, en este territorio del entorno de la ciudad, tenemos asentamientos de
mayor entidad, como serían el poblado de Atxa, vigente desde el Hierro II a época ro-
mana y Kutzemendi, un poblado fortificado que aunque no se ha excavado totalmente
los controles de obra realizados han podido determinar que tiene origen en el Bronce
Final y desarrollo en el Hierro.

En Atxa, se reconoció una gran cantidad de cerámica de la II Edad de Hierro, des-


tacando la modelada, para uso domestico, en la cocina o almacenaje, ollas, cuencos,
quesera/colador, tapaderas y otros recipientes. En este tipo de cerámica se verían
varios modos de tratamiento de la superficie, sin afinar, alisadas, espatuladas, bruñi-
das; peinadas; cepilladas. A pesar de situarse en un periodo de influencias celtibéricas
(IV-III a.c.), la cerámica es más sencilla y fundamentalmente de tradición local, aunque
también se encontraron piezas realizadas a torno, kalathos, cuencos y tapaderas. (Gil,
1995: 73)

En Kutzemendi se habían recogido elementos romanos como sigillatas (Llanos,


1967, 216), identificándolos como parte de un campamento romano posterior al ya co-
nocido castro del hierro. Sin embargo, la intervención arqueológica no tiene lugar hasta
el 2001, al llevarse a cabo, unas obras en la ladera este y destruirse parte del recinto
arqueológico, (Filloy, 2001: 193). En la excavación se registraron tres niveles arqueoló-
gicos, el primero, a, con cerámica celtibérica, sigillata (TSH) y medieval y postmedieval,
vidriada y no vidriada; el segundo, b, contaba con un muro y una vivienda rectangular
propios de la Edad del Hierro II y por último, en el tercer nivel, c, aparecieron agujeros
de poste del Bronce final o de la I Edad del Hierro. De este modo, el estudio determinó
que este poblado se ubicaría como época central en la primera Edad de hierro I y la
segunda. (Filloy, 2001: 1997)

Debemos preguntarnos finalmente si la gran cantidad de yacimientos con esta cro-


nología se deba a una mayor prospección de la zona por el interés de los prospectores
o a que en este área se dan unas condiciones especiales para el poblamiento en esta
época. La presencia de yacimientos con unas cronologías y morfologías semejantes
podrían remitirnos a una posible unidad cultural mayor o estaríamos ante una forma de
articulación del territorio superior o más amplia con unos asentamientos en altura como
Kutzemendi frente a otros en el llano como Atxa o Mendizabala y los depósitos en hoyo
como actividad complementaria, que aunque con una morfología diferente entre sí,
debemos resaltar la alta presencia de ellos. Sin embargo, un mayor reconocimiento de
la zona y de los yacimientos en el futuro podrán ayudarnos a responder estas pregun-
tas.

Agradecimientos

La oportunidad de publicar este artículo surge gracias a la beca de investigación


arqueológica Juan Antonio Madinaveitia, por lo que en primer lugar me gustaría agra-
decer a los impulsores de dicha beca, la familia Madinaveitia y el Instituto Alavés de
Arqueología. He de continuar con Alfonso Alday, por haberme propuesto el estudio de

219
estos yacimientos y la paciencia que ha mostrado con mis dudas en la investigación,
así como a Blanca Pastor y Carmen Grima quienes me han cedido la documentación
del lugar de Santa Coloma, (incluyendo las referencias de radiocarbono del lugar, la
de Mendizabala en amabilidad de A. Alday), y a Rebeca Marina, por la información de
Mendizabala, en ambos casos inédita hasta el día de hoy. Y por último, quiero agrade-
cer a Jaione Agirre, Mª José Sánchez y Paquita Sáenz de Urturi también por la pacien-
cia que han tenido conmigo, esta vez, ante mis dudas con los materiales. Asimismo con
esta oportunidad para investigar he podido ensayar y comprobar una metodología que
trataré de explicar en la que será mi Trabajo de Investigación: Introducción a la cerámi-
ca de la Edad del Hierro en Álava.

ANEXOS

Figura 8. Representación de las dataciones de Mendizabala y Santa Coloma.

Figura 9. Dataciones calibradas por el programa Oxcal.

220
Figura 10. Calibraciones del programa Calpal 2006.

221
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223
ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA nº 24 225-274 VITORIA-GASTEIZ 2009 ISSN 1695-1611

CAVIDAD DE SOCUEVAS DE SAN MIGUEL (SAN MIGUEL. ÁLAVA).


SUS PINTURAS Y GRABADOS

Armando Llanos Ortiz de Landaluze*


José Ignacio Vegas Aramburu**

Palabras clave: Socuevas. Postpaleolítico. Pinturas rupestres. Grabados rupestres. Abrigo bajo roca. País
Vasco. Álava. San Miguel.
Gako hitzak: Socuevas. Paleolito ondokoa. Labar-pinturak. Labar-grabatuak. Haitz azpiko aterpea. Euskadi.
Araba. San Miguel.
Key words: Socuevas. Post-palaeolithic. Cave paintings. Cave engravings. Rock shelter. Basque country.
Álava. San Miguel.

RESUMEN:
En un abrigo bajo roca, que domina el valle por el que discurre el río Baias (Álava), en los limites entre
Ribera Alta y Baja, se localizan pinturas y grabados de tipo esquemático, de carácter postpaleolítico.

LABURPENA:
Erriberagoitiaren eta Erriberabeitiaren arteko mugan, Baia ibaiak (Araba) zeharkatzen duen harana ikus-
menean duen haitzulo azpiko aterpe batean, Paleolito ondoko eskema-motako pinturak eta grabatuak daude.

SUMMARY:
Under a rock shelter that overlooks the valley through which the Baias River flows (Alava), on the border
between Ribera Alta and Ribera Baja, we find a group of schematic paintings and engravings in the post-pa-
laeolithic style.

HISTORIA DEL DESCUBRIMIENTO Y DE LOS TRABAJOS

El desgraciado accidente, de un incendio provocado por un tren de mercancías pro-


cedente de Miranda de Ebro en dirección a Bilbao, extendió el fuego por esta parte del
valle con especial incidencia en la ladera donde se encuentran estos abrigos de Socue-
vas, dejándolos al descubierto, ocultos anteriormente por la vegetación (fot. 1 y 2). Una
de las personas (Javier Martínez de la Pera) que participó en las labores de extinción,
notificó su existencia a José Ignacio Vegas quien, en su compañía, visitó el lugar el 26
de marzo de 1998 detectando entonces la existencia de las pinturas. A partir de ese mo-
mento se realizaron varias visitas(1), tanto para su estudio como para controlar posibles
alteraciones en las mismas.

* Instituto Alavés de Arqueología / Arkeologiarako Arabar Institutua. Pedro Asua 2, 2º Dpto 53. 01008 Vitoria-Gasteiz.
arman.llanos@gmail.com
** jiva@w3gune.com

225
Fig. 1. Situación de Socuevas de San Miguel, en el marco geográfico de Álava.

Fot. 1. La ladera de Socuevas, unos días después del Fot. 2. La ladera actualmente, -doce años después-,
incendio (abril 1990). totalmente recuperada.

226
ENMARQUE ESPACIAL

Esta cavidad domina parte del valle que forma el río Baias, entre los pueblos de He-
reña e Igai (fig. 1 y fot. 3 y 4). Esta cuenca es una vía natural que desde la zona de su de-
sembocadura en el río Ebro, asciende hacia el norte en una alternancia de valles y es-
trechamientos, para enlazar con el cambio de vertiente, en la cuenca del río Altube que
permite llegar a la costa por un trazado relativamente fácil y cómodo. Concretamente,
este abrigo rocoso, se sitúa en unas coordenadas: UTM X 50 7127/Y 4734357(2), con una
altitud s.n.m. de 590 m. y de 89 m. aproximadamente, de altura relativa sobre el río. Tie-
ne una situación privilegiada dominando el valle por el que discurre el río Baias en este
tramo de su cuenca. Sobre una zona acantilada se formaron una serie de covachos o
abrigos bajo roca que se desarrollan en una longitud de 55 m. y en una alineación este-
oeste, concretamente con 187º (fot. 5 y 6).

LOS CASTILLOS LOS BARANDALES LOS ANDRINALES

Fot. 3. Panorámica del Valle, desde Socuevas.

LOS CASTILLOS

SOCUEVAS
8

S
-6

DE SAN MIGUEL IA
AP

BA
TA

O
RI
PIS
TO
AU

LOS BARANDALES
SAN MIGUEL

LOS ANDRINALES

Fot. 4. Ortofoto de la zona.

227
Fot. 5 y 6. El abrigo bajo roca, de Socuevas de San Miguel.

De todo este complejo de abrigos, las representaciones se desarrollan en un espa-


cio de 28 m., agrupándose los grabados en el extremo más septentrional y las pinturas
en el siguiente extremo meridional (fig. 2).

Geológicamente la cuenca de este tramo del río Baias, se excavó sobre conglome-
rados, areniscas, limolitas, margas y calizas del Mioceno Medio-Superior, donde se so-
cavaron estas cavidades.

LOS TRABAJOS DE DOCUMENTACIÓN DE LOS GRAFISMOS

Documentar gráficamente todos los temas representados, tanto de pinturas como de


grabados, supuso un dilatado proceso, que se iniciaron con una toma fotográfica de to-
dos los conjuntos y temas, que sirvieron como base para su posterior tratamiento, di-
ferente para uno y otro caso. Para las pinturas se evitó el hacer calcos sobre ellas, rea-
lizando su documentación a partir de tomas fotográficas que fueron tratadas posterior-
mente utilizando técnicas informáticas (MONTERO, RODRIGUEZ, VICENT, BERROCAL,

Fot. 7. Trabajos de ralización de calcos de los


grabados.

228
SECCIÓN A-B

A
R2 N
R3 R1

C5

229
C1, C2, C3, C4

PLANTA

C6 F10 F4 F3 F1 F2

PINTURAS F9 F8 F7 F6 F5
B
GRABADOS F11

INSCRIPCIONES Topografía: A. Llanos; F. Galilea; Mª N. Urrutia.

Fig. 2. Plano de la zona del abrigo bajo roca de Socuevas de San Miguel, donde se encuentran las representaciones rupestres.
1998), comprobándose los resultados nuevamente sobre el terreno. En los grabados se
siguió un proceso similar en cuanto a la documentación fotográfica, teniendo que utili-
zar luces rasantes (fot. 7), a pesar de lo cual, en determinados casos, hubo que reali-
zar calcos sobre ellos, dado que la finura de los grabados no permitía reconocer todos
los trazos. También en este caso los resultados se contrastaron con los originales.

ENMARQUE ARQUEOLÓGICO

A lo largo del río Baias, son numerosos los lugares con testimonios de la presencia
del ser humano a través de diferentes momentos cronológicos, especialmente impor-
tantes en los estrechamientos que dan lugar a la entrada y salida a amplios valles que
se van sucediendo en su discurrir desde su nacimiento en el macizo de Gorbeia hasta
su desembocadura en el río Ebro (LLANOS et alii. 1987).

Nos parece interesante conocer los yacimientos arqueológicos que existen en las
proximidades de esta cavidad, en el valle y entorno del mismo. Estos yacimientos abar-
can un amplio abanico cronológico que oscila entre el Calcolítico y la romanización. Así
se puede ver que cualquiera de las cronologías que se adjudican a pinturas y grabados,
tiene un marco adecuado.

DOLMEN DE LOS ANDRINALES (Coordenadas: 507513E/4733759N)


Se situaba sobre una de las terrazas de la margen izquierda del río Baias. Muy mo-
dificado por las labores agrícolas, debido a trabajos de Concentración Parcelaria, al uni-
ficar fincas, fue destruido. Se trataba de un sepulcro de corredor. Construido con losas
areniscas, de las que dos conservadas verticales correspondían a la cámara y otras tres
al corredor. Su eje mayor tenía dirección noroeste-sureste. Excavado por J. M. Apellániz
(1973) en 1964, conservaba escaso ajuar, consistente en algún fragmento de cerámica
modelada, y material lítico (hoja de sílex, molino, pulidor) así como falanges de Sus scro-
fra talladas y retocadas (fot. 8).

Fot. 8. Montaje con la situación del destruido dolmen de Los Andrinales, en relación a Socuevas.

230
FONDOS DE CABAÑA DE LOS BARANDALES (Coordenadas: 507662E/4733751N)
Una mancha rojiza en las tierras de labranza que se localizan en una terraza, sobre
la que se encontraba el dolmen de Los Andrinales, marcan la superficie en la que se
recogieron algunos materiales arqueológicos (Archivo F. Murga. Instituto Alavés de Ar-
queología).

LOS CASTILLOS (Coordenadas: 507126E/4734559N)


Sobre una finca en suave pendiente, antes aterrazada, en una vaguada entre dos al-
tos que se denominan Los Castillos, se acusan unas manchas de tierras oscuras sobre
las que se recuperaron algunos materiales arqueológicos. Parece corresponder a un
asentamiento habitacional (Archivo F. Murga. Instituto Alavés de Arqueología).

LOS LLANOS (Coordenadas: 507126E / 4733233N)


En las fincas al sur de la Estación de Servicio de Igai, en la autopista AP-68, se mar-
can sobre las tierras de labranza una docena de fondos de cabaña, separados entre
ellos por unos 5 m. Los materiales recogidos en superficie consisten en: sílex, fragmen-
tos de cerámicas modeladas, sigillatas y torneadas de carácter medieval. (LLANOS et
alii. 1987. 136).

IGAI
Cercano a este pueblo, cortado por la construcción de la Autopista AP-68, se puso al
descubierto un fondo de cabaña. Tenía una extensión de 4 m. y el estrato correspondien-
te al nivel arqueológico se encontraba a 0,80 m. de profundidad. Materiales arqueoló-
gicos consistentes en sílex, molino, y fragmentos de cerámicas modeladas. (LLANOS et
alii. 1987. 80).

De un lugar indeterminado de esta localidad procede el hallazgo monetal de tres pe-


queños bronces romanos (LLANOS et alii. 1987. 197).

EL CASTRO (Coordenadas: 505830E/4731707N)


En la parte sur del valle en la embocadura de entrada, en la margen derecha del río
Baias, y en alto sobre él, se acusan estructuras de un poblado. Se trata de un estableci-
miento aprovechando una zona acantilada, conservando estructuras de muros de con-
tención, en forma concéntrica, levantados con piedras a canto seco Los materiales re-
cogidos en superficie se reducen a: material lítico de sílex tallados y pulimentos. Frag-
mentos cerámicos de pastas modeladas, sigilllatas y torneada medieval. Fragmentos
metálicos. (LLANOS et alii. 1987. 248-249).

CARASTA (Coordenadas: 505831E/4735885N)


Al norte del valle, en unas escondidas campas, a las que se accede siguiendo hacia
el oeste un camino paralelo al cauce del arroyo Rudopio, se encuentra un gran castro
desarrollado sobre un monte de planta triangular defendido por escarpes rocosos salvo
en su base, que lo fue por un gran aterrazamiento. Esta fórmula de nivelación de la
fuerte pendiente del monte, se salvo mediante la construcción de aterrazamientos don-
de se asentaron las viviendas. Los trabajos de prospección como las excavaciones rea-
lizadas entre los años 1990 a 1997 (FILLOY 1997) (LLANOS et alii. 1987. 339-340) ofrecie-
ron numerosos datos sobre su proceso de desarrollo, que tuvo lugar entre el Bronce Fi-
nal y el mundo romano altoimperial. En el ámbito del recinto se localizaron unos depó-
sitos funerarios de incineración en túmulos, del Hierro Final, con ajuares de guerreros.

231
RONILLAS
En un meandro que forma el río Baias, junto a la ermita de San Pelayo que corres-
ponde a la antigua iglesia de un despoblado conocido con este nombre, en los terrenos
que rodean este lugar, se localizaron en labores de prospección, numerosos restos ce-
rámicos de terra sigillata y de recipientes modelados (LLANOS et alii. 1987. 184). En tra-
bajos agrícolas se descubrieron pavimentos, mosaicos y restos de baños.

De este lugar procede una estela con cabecera semicircular, y ornamentación de un


círculo con seis radios curvos. Por el perímetro del círculo corre una banda que descien-
de por los laterales y que debió enmarcar una inscripción que no se conserva (ELORZA
1970. 241).

IRIÑUELA (Coordenadas: 507307E/4736661N)


A la salida del valle, por el norte, en unas fincas con este nombre, en la margen dere-
cha del río Baias y cerca de él, a la altura del pueblo de Hereña, en propspección de su-
perficie se recuperaron algunos materiales consistentes en: sílex, cerámicas modeladas
y torneadas, junto a algunas sigillatas, y una aguja de bronce (LLANOS et alii. 1987. 182).

LAS PINTURAS

LAS PINTURAS EN ROJO


Cuando hablamos de pinturas nos referimos exclusivamente a las imágenes colo-
readas en rojo. Son 6 en total y se distribuyen por el abrigo de acuerdo con la tabla si-
guiente (fot. 9).

Fot. 9. Tabla de los grupos de las pinturas en rojo.

232
Fot. 10. Panel A de las pinturas en rojo.

La pintura C6, que se encuentra en una losa en el suelo del abrigo, comprende dos
grupos, en uno de ellos se aprecia por los trazos, la intervención humana, en tanto que
en el otro son manchas que parecen concreciones naturales de óxidos. Este tipo de man-
chas aparecen en numerosos lugares de los abrigos, como eflorescencias en la roca.

PANEL A
Comenzamos describiendo las pinturas del panel A. (fot. 10). Es importante advertir
que para la mejor comprensión de las descripciones la izquierda y la derecha de las
figuras se consideran bajo el punto de vista del espectador.

En lo relativo al color y cuando hablamos de color rojo es necesario aclarar que nos
referimos a una gama comprendida entre los colores M70-C10 a C20 y M80-C20 a C30 según
la tabla Y99 del COLOR ATLAS de Haral Kueppers.

Otro dato que se puede aplicar de forma general a todas las pinturas es que en los
análisis realizados no se han encontrado disolventes animales o vegetales lo que nos
permite suponer que sólo se utilizó el agua.

La textura de las superficies y las irregularidades observadas, en cuanto al reparto


de la pintura en las superficies y sobre todo en los contornos, nos permiten suponer que
fueron ejecutadas con algún tipo de “pincel”(3).

PINTURA C1 (fot.11)
Antropomorfo de brazos en asa que mide 160 mm. de alto por 80 mm. de ancho de
los brazos. Cuerpo en forma de clavo en el que no se diferencia la cabeza pero cuyos

233
límites se presienten por la posición de los hombros ya que no se ha representado el
cuello y lo mismo se podría decir de la cintura fijada por la posición de los brazos en
asa. La cabeza tiene los extremos redondeados.

Las extremidades superiores en asa presentan alguna diferencia en su trazado. El


brazo izquierdo termina en la cintura en forma apuntada y por el contrario el derecho lo
hace con un abultamiento como si fuera una mano. El brazo izquierdo es más regular
y está mejor trazado que el derecho.

Piernas en V muy cortas ya que solo suponen un cuarto de la longitud total de la


figura y con pies bien marcados. En las extremidades inferiores también se aprecian di-
ferencias de ejecución entre ellas. Pasa como en los brazos. La pierna izquierda y su
pie son más delgados y están mejor trazados que la derecha que es mas gorda tanto
la pierna como el pie y han sido peor ejecutados.

A 10 mm. sobre la cabeza de la figura en su borde derecho se puede ver una man-
cha de pintura de forma tendente a circular de unos 8 mm. de diámetro. La figura, si-
tuada en la visera del abrigo, se orienta de Oeste a Este con la cabeza apuntando al
Este

Asociados a esta figura se aprecian grafismos en negro realizados parcialmente so-


bre la pintura en rojo, así como líneas grabadas. Se describen en GF2.

Fot. 11. Pintura C1.

234
Fot. 13. Pintura C3.

Fot. 12. Pintura C2.

PINTURA C2 (fot. 12)


Mancha de forma irregular que mide 85 mm. de alto por 32 mm. de ancho. Se cierra
la mancha en su lado derecho con una línea recta y el izquierdo con otra línea compues-
ta de dos trazos; uno recto que arranca en su borde superior y después de recorrer
unos 37 mm. con un ángulo de 35º, empalma con otra que es un arco muy abierto que
cierra la figura en el extremo inferior. En su parte superior la figura se cierra en semicír-
culo situado en el lado derecho y en la inferior termina en una punta, situada en el lado
izquierdo, cerrada por el final del amplio arco ya citado y otro arco cóncavo.

En todo su perfil se pueden apreciar pequeñas manchas de pintura que en general


forman parte de la figura y en bastantes casos aparecen desligadas de ella como se
puede comprobar en la parte superior o en el lateral izquierdo.

Como en C1 también en este caso se ha intervenido sobre la figura después de ha-


ber sido realizada. Observamos algunos grafismos en negro y líneas grabadas que se
describen en GF3.

PINTURA C3 (fot. 13)


Pequeñísima figura de apenas 10 mm. de altura total. Se trata de un antropomorfo
con piernas en V y un gran falo. Brazos rectos. En el extremo del brazo izquierdo arran-
ca la representación de un arco.

235
PINTURA C4 (fot. 14)
Esta complicada y sugerente figura se nos presenta como una mancha de color con
una forma tendente a fusiforme de 96 mm. de longitud y 38 mm. de ancha. La mancha
de color no cubre por completo la superficie limitada por un contorno poco definido y se
aprecian espacios que dejan al descubierto el soporte. Es también la representación
en la que aparecen en su superficie mayor cantidad de manchas de yeso y otras con-
creciones y también algunos trazos de carbón que alteran y ensucian la superficie de
la figura.

A la izquierda la mancha termina en tres apéndices horizontales y paralelos y a la de-


recha de forma apuntada como corresponde a las figuras fusiformes. Del borde supe-
rior de la mancha surgen pequeños apéndices mucho más visibles en el borde inferior
sobre todo dos con formas de arcos y diferente longitud.

Tanto la figura como su contorno próximo están afectados por líneas y manchas de
carbón que como en casos anteriores se analizarán en GF4.

AISLADA. SOBRE PARED. VERTICAL

PINTURA C5
En un principio, esta figura que se encuentra sobre la pared que cierra el primer ló-
bulo de los abrigos por el sur y a un poco más de un metro del suelo del abrigo, se consi-

Fot. 14. Pintura C4. Fot. 15. Pintura C5.

236
deró como una mancha natural (fot. 15). Posteriormente y al observar determinados
detalles cambiamos de opinión llegando a la conclusión de que sobre una mancha na-
tural se intervino y se modeló lo que hoy vemos. La mancha ocre sería la natural y los
trazos rojos la intervención a la que nos referimos. Hacemos esta distinción porque en
la mancha ocre no se aprecian huellas de aplicación (hoy diríamos pinceladas) y en la
roja si. Hay muchas zonas en esta mancha roja en la que los contornos están perfecta-
mente definidos y marcados, indicando su aplicación con algún tipo de “pincel”.

Podríamos analizar esta figura de dos formas.


a) Considerar exclusivamente la mancha roja situada a la derecha.
b) Aceptar como un conjunto la mancha roja y la ocre ya que en el extremo izquierdo
de esta se ven numerosas manchas y puntos de la misma tonalidad roja que la mancha
principal.

Hemos elegido la opción a) por parecernos la más razonable ya que además de lo


comentado, los análisis apoyan esta elección(4). La figura tiene una altura de 100 mm. y
una anchura máxima, en su parte media, de 28 mm. La forma, exceptuando el extremo
superior, recuerda a la de un pez. Termina en su parte inferior en forma de cola de pez.
Un poco más arriba y en el borde derecho sale una especie de aleta o cola. En la parte
superior corona la figura una mancha en forma de pico que se une a la principal con un
cuello de unos 8 mm. de ancho. En la prolongación del pico hacia la derecha, ligera-
mente separados, se ven unos trazos sinuosos de pintura roja que a la manera de pe-
nacho coronan la figura. La zona de unión del pico y cuello con el cuerpo resulta un po-
co confusa pero se puede afirmar que están unidos y que por lo tanto forman una sola
figura.

SOBRE PIEDRA EN EL SUELO

En una de las visitas al lugar, se localizó una piedra en el suelo de los abrigos en la
que se podían ver manchas rojas de las que algunas de ellas estaban afectadas por des-
conchados (fot. 16).

PINTURA C6
Aparecen dos grupos de pinturas que hemos denominado C6a y C6b. El grupo C6a
esta formado por dos figuras de forma y limites bastante bien definidos.

La de la izquierda es una barra coronada con una cabeza cuya forma concreta no po-
demos definir con claridad ya que ha sido desfigurada por los desconchados pero hay
rasgos que nos permiten suponerle una forma ovalada cuya anchura sería de 40 mm.
La barra, de unos 11 mm. de ancha, se interrumpe por otro desconchado. Cuando termi-
na este desconchado no se aprecia continuidad de la barra por lo que podemos asig-
narle una longitud de unos 35 a 40 mm. (fot. 17).

La figura de la derecha en líneas generales podría definirse como una barra de unos
20 mm. de anchura máxima por 40 mm. de alta. El borde izquierdo es recto y el derecho
presenta algunas irregularidades.

El grupo C6b se compone de varias manchas informes e incompletas como conse-


cuencia de los desconchados.

237
Fot. 16. Situación y detalle de la pintura C6.

Fot. 17. Interpretación de la figura C6.

238
COMENTARIOS, PARALELOS Y CRONOLOGÍA DE LAS PINTURAS

En la actualidad el importante número de muestras del Arte Rupestre Esquemático


conocidas y la carencia de un corpus actualizado, hace prácticamente imposible encon-
trar paralelos rigurosos. Otra característica de este arte y que dificulta la búsqueda de
elementos comparables es la existencia de grandes grupos de carácter regional cuyas
pinturas y representaciones tienen algunas características comunes y señaladas dife-
rencias. La identificación, dentro de estos grupos regionales, de facies con sus propias
características, añade una nueva dificultad (BECARES PÉREZ 1983).

Una de las figuras más representativa del Arte Esquemático son los antropomorfos,
y basta con consultar alguno de los numerosos trabajos realizados sobre estas mues-
tras de arte o la tipología que presenta Becares Pérez, en el texto indicado anteriormen-
te en donde se señalan más de 30 variedades, para comprobar lo difícil que es la defi-
nición de dos representaciones semejantes entre sí. Lo que queremos decir es que con-
siderado nuestro Antropomorfo C1 en conjunto no encontramos ninguna representa-
ción parecida, pero comparada por partes encontramos un buen número de paralelos.
El cuerpo, brazos, piernas cortas, pies ,(5) etc. como los de C1 figuran en el amplio pa-
norama de representaciones en la península, pero conjuntadas en un sola representa-
ción, es por ahora un caso único.

La figura C3 es un arquero que comparte características del arte esquemático y el


levantino. La C4 la hemos identificado con un pez por sus similitudes con el de Valonsa-
dero (GÓMEZ BARREDA 2001). Del resto de las representaciones no encontramos pa-
ralelos.

La situación y características de los abrigos con representaciones esquemáticas res-


ponden en su mayoría a modelos muy concretos por su tamaño, orientación, ausencia de
evidencias de su utilización como habitación permanente y visión o control de amplios
panoramas. Los de Socuevas cumplen con estos requisitos.

Como ya han señalado P. Bueno y R. Balbín (BUENO RAMÍREZ et alii. 2009) el an-
tropomorfo de Socuevas “presenta semejanzas de formas que nos conducen hacia Ia
zona mediterránea” lo que viene a confirmar el hecho ya detectado en otras manifesta-
ciones de influencias mediterráneas(6).

Las pinturas en rojo pertenecen pues al nivel inferior o más antiguo de la estratigra-
fía de las representaciones de Socuevas.

Como conclusión, a la que llegamos por comparación, podemos encajar este grupo
de representaciones como pertenecientes al arte esquemático que se desarrolló en la pe-
nínsula desde el calcolítico como reconocen los estudios sobre este arte.

GRAFISMOS EN NEGRO

Además de las pinturas de color y los grabados, existen en los abrigos de Socuevas
una serie de grafismos en negro. Se concentran en el Panel A y todos los grupos se rela-
cionan con alguna de las figuras de color rojo a excepción del conjunto denominado GF1.
Otros trazos aislados se encuentran repartidos por diferentes puntos, incluso entre al-
gunas de las zonas con líneas grabadas (fot. 18).

239
Fot. 18. Tabla de los grupos de grafismos en negro.

Todos ellos han sido realizados con tizones es decir palos a medio quemar (carbon-
cillo o lapicero de carbón) y hay por lo menos dos tipos de grafismos que diferenciamos
por la anchura y textura del trazo.

PANEL A

GRAFISMO GF1
Para su descripción debemos considerar en primer lugar un marco rectangular de 87
x 82cm en el que se inscribe el conjunto de líneas que forman este panel (fot. 19).

En el cuadrante inferior derecho se sitúa lo que podíamos denominar el núcleo de la


representación formado por un conjunto de trazos, líneas rectas y curvas que se entre-
mezclan y cruzan en una especie de laberinto. Un poco por encima hacia la derecha, se
distingue lo que podría ser interpretado como una cabeza esquemáticamente represen-
tada y realizada con un trazo más fino y suave que el resto de las líneas. Hacia el cuello
de esta cabeza se distingue una lazada (fot. 20).

De la esquina superior izquierda del hipotético marco arranca una larga línea de
grueso trazo en los inicios y que de forma sinuosa se dirige y se pierde en lo que hemos
llamado núcleo. Otra línea, también larga, de grueso trazo arranca en un punto cercano
a la esquina superior derecha del marco que desciende, describiendo un amplio arco de

240
gran radio, y termina en el núcleo. Una tercera línea de parecidas características pero
casi recta inicia su trazado en otro punto que se situaría cerca del ángulo inferior iz-
quierdo del marco y concluye como las otras en el núcleo. Finalmente una cuarta línea,
más fina y corta que las anteriores, une el núcleo con el vértice inferior derecho.

Desde el extremo izquierdo del núcleo surge una línea que se inicia con un corto
tramo recto, se curva algo más de 90º hacia la izquierda, continúa en otro corto trazo de
forma sinuosa y se curva hacia la derecha, también algo más de 90º, para seguir una
dirección ascendente con una ligera desviación de la vertical hasta alcanzar un conjun-
to de trazos que se sitúan en una zona próxima al centro del rectángulo. Este conjunto
está compuesto de dos figuras, de perfil foliaceo, situadas horizontalmente. La superior
y más larga tiene 30 cm. de longitud y los extremos finamente apuntados. La inferior,
más corta, está abierta por el extremo derecho. Un trazo recto inclinado corta la figura
superior transversalmente.

EN FIGURA C1

GRAFISMO GF2
Los grafismos en negro que afectan a la figura en rojo C1 se reducen a 6 trazos (uno
de ellos doble) y una mancha.

La mancha afecta al punto rojo situado encima de la cabeza del antropomorfo y está
formado fundamentalmente por cuatro gruesos y cortos trazos en forma de estrella a
los que se les añaden otras manchas (fot. 11).

Fot. 20. Detalle del grafismo GF1.

Fot. 19. Grafismo GF1.

241
Cuatro trazos más o menos rectos forman un rombo en el que se inscribe gran parte
del antropomorfo. El trazo superior izquierda tiene unos 35 mm. de longitud. El superior
derecho, ligeramente curvado, alcanza los 45 mm. y una interrupción hacia la mitad la
divide en dos partes arrancando la superior con un corto zigzag. El inferior izquierdo
tiene una longitud de 28 mm. y finalmente el trazo inferior derecho esta formado por una
línea de 44 mm y otra junto a ella de unos 25 mm. de longitud situada en la zona cen-
tral. Ambas están interrumpidas en su parte central y pensamos que no es intencionado
sino consecuencia de la aplicación del tizón.

Finalmente dos trazos han sido realizados en el interior de las piernas de la figura.
La de la pierna izquierda de 15 mm. llega hasta planta del pie y la de la pierna derecha
con otros 15 mm. de longitud se sitúa hacia la mitad de esta extremidad.

También se observan dos líneas incisas muy suaves. Una, situada en el lado dere-
cho, se inicia en el límite superior de la cabeza, debajo de la mancha roja, y desciende
105 mm. hasta confundirse con el límite del cuerpo y otra de 18 mm. que afecta al pie
y parte de la pierna izquierda.

EN FIGURA C2

GRAFISMO GF3
Forman este conjunto una línea y dos representaciones. Encima de C2 se ve una
representación compuesta de dos trazos ligeramente curvados que se juntan en la par-
te inferior y que forman una figura en forma de V. La segunda está compuesta por un
trazo en forma de C y a la que en la parte superior se le ha añadido un trazo horizontal
que termina en un semicírculo a la manera de gancho. La línea es un trazo horizontal de
unos 50 mm. de longitud que penetra 18 mm. por la mitad aproximada del costado iz-
quierdo de la figura (fot. 12).

En el interior de la figura se han trazado dos líneas incisas formando una V de 45


mm. de alta y unos 14 mm. de anchura en la parte superior abierta. A la izquierda se ven
también dos líneas incisas de poca profundidad y más anchas, una larga y otra más cor-
ta, que se cruzan en la parte inferior. Por debajo de la figura roja se ven otras dos líneas
incisas.

EN FIGURA C4

GRAFISMO GF4
Podemos dividir este conjunto en tres bloques. Una serie de trazos por encima de la
pintura C4. Otro grupo que afecta a la pintura y dos trazos por debajo (fot. 14).

El bloque superior está formado por un largo trazo que arrancando por encima del
extremo izquierdo de la figura, se dirige en diagonal unos 120 mm. hacia la derecha. Es-
ta línea, por tramos, ofrece diferentes peculiaridades. Hacia la mitad forma una espe-
cie de lazada y se interrumpe. Continúa ligeramente curvada y antes de terminar se le in-
corpora otro trazo formando una especie de Y. A la altura del lazo y hacia arriba se apre-
cia una V invertida de cuya base apuntada surge una línea recta que se interrumpe y
luego continua. Debajo de esta interrupción se ven algunos puntos y manchas negras
formando una especie de racimo. Por arriba se cierra el conjunto con un fragmento de
arco.

242
El grupo de trazos que afecta a la figura está compuesto por una línea en forma de
gancho que se introduce en la pintura roja y en el interior de ésta; un tanto confusos se
ven varios trazos negros situados horizontalmente. Se completa el grupo con un trazo
que dibuja un arco pronunciado y en el extremo derecho de la figura otro trazo en forma
de arco cierra el conjunto a la manera de paréntesis.

Por debajo de la figura dos trazos, uno largo horizontal y otro más corto vertical, se
cruzan formando una cruz.

COMENTARIOS, PARALELOS Y CRONOLOGÍA DE LOS GRAFISMOS EN NEGRO

Nos encontramos al menos con tres tipos de grafismos en negro. Uno realizados con
trazos gruesos y consistentes como los que se ven en GF1. Otro de trazos más delga-
dos y finos como es la cara representada en este mismo panel, y un tercer tipo forma-
do por los GF2, 3 y 4 que están relacionados con alguna de las pinturas de color rojo.

Estilísticamente se podrían encuadrar dentro de lo que A. Llanos califica como Abs-


tracciones ya que se trata de composiciones con líneas en las que resulta muy difícil
comprender su significado. ¿Cuál es el mensaje de los cuatro trazos que en forma de
rombo circunscriben a parte del antropomorfo? ¿Son dos letras los grafismos que se
han realizado encima de la figura C2? ¿Es realmente una cara el grafismo que hemos
identificado como tal en el núcleo de la representación GF1? En realidad todos y cada
uno de los trazos o son difíciles de interpretar u ofrecen más de una sugerencia. Si es di-
fícil interpretar estos grafismos captar los mensajes que nos han querido transmitir y
valorarlos estéticamente es aun más complejo. Personalmente opino que no pueden
ser unos simples tizonazos producto de la casualidad y que han sido realizados por
unas personas con su mundo interior y bajo la influencia de unas circunstancias socia-
les y culturales muy concretas y particulares.

Tampoco podemos situarlas en el tiempo y solo podemos establecer una estratigra-


fía según nos señalan las superposiciones lo que nos indica que los grafismos reali-
zados sobre las pinturas son posteriores a la realización de las pinturas rojas y los gra-
fismos de trazos gruesos son posteriores a los de trazos finos. La consolidación de los
trazos y la capa que hoy los protege nos hace suponer que llevan tiempo realizados.

En resumen, nos remitimos a lo indicado en el apartado del enmarque cronológico


de los grabados.

LOS GRABADOS

Se sitúan en diferentes zonas del abrigo bajo roca pero especialmente se concen-
tran en uno de los lóbulos del conjunto de covachos (fig. 2).

Técnicamente se pueden englobar en tres grupos, que parecen corresponder a tres


momentos diferentes. Por un lado están los realizados mediante un grabado de tipo fili-
forme muy fino, creados con un objeto punzante y trazados con un gesto de primera in-
tención, sin retoques correctores, casi en su totalidad siempre con trazados lineales (fot.
21). En parte, las líneas se encuentran cubiertas por una ligera concreción. Es lo que
denominaremos como grupo F. Otra técnica resuelve los temas mediante un raspado

243
Fot. 21. Grabados finos de tipo filforme.

de poca profundidad (fot. 22) que deja diseños en los que predominan los trazados con
líneas curvas además de alguna línea más o menos recta. En este caso los identifi-
caremos como grupo R. Por último, de forma escasa, existen algunos temas referidos
a epígrafes nominativos de carácter moderno, que los consignaremos como grupo N
(fot. 23).

Fot. 22. Grabados mediante raspado superficial. Fot. 23. Grabados nominativos.

244
Son varios los conjuntos que se localizan en este abrigo. Los del grupo F se traza-
ron sobre un escalonamiento rocoso formado en el frente de la cavidad. En unos casos
se realizaron sobre los frentes verticales de la roca, en tanto que en otros casos, los me-
nos, son trazos que ocupan superficies horizontales. En algunos puntos, principalmen-
te en el conjunto 2, se ven unos repiqueteados formando círculos que se dan aislados o
sobre ciertas figuras. En cuanto a las temáticas parecen corresponder a un mismo o pa-
recido concepto de diseño, salvo alguna excepción. Parecen presidir una idea que se
desarrolla en base a reticulados, y sistemas paralelos, así como entrecruzados de líneas.
En cuanto los del grupo R, se localizan sobre la pared y concentrados en un pequeño
espacio.

Hacemos hincapié sobre la dificultad que entraña realizar un trazo grabado sobre la
roca, en superficies verticales, que en casi todos los casos están en una franja, cuya al-
tura máxima está a poco más de 1 m., situándose algunas a la altura del suelo (fot. 24).

R2 F4 F1
R3 R1 F5

F8 F7 F6
F9 F10 F3 F2 F12
F11

Fot. 24. Frente rocoso, con indicación de la situación de los grabados.

GRABADOS GRUPO F

Su descripción la realizaremos partiendo del conjunto más septentrional para conti-


nuar en dirección sur.

CONJUNTO F1 (fig. 3, fot. 25) Posición tumbada.


Forma un conjunto, tanto por la agrupación de trazos, como por reunir unos diseños
que solo aparecen en este punto. El tema principal es de unos rectángulos divididos
por perpendiculares, horizontales y diagonales, que dejan ocho sectores, salvo en dos
casos en que una línea añadida subdivide uno de los sectores formando nueve. En al-
gún punto se ven unos repiqueteados formando círculos, de mayor o menor dimensión,
existiendo también en los centros de confluencia de líneas, como remarcando el centro
de las formas. El resto de trazos son líneas paralelas o diagonales.

CONJUNTO F2 (fig. 4) Posición frontal.


Traza un reticulado de quince líneas en sentido vertical, de las cuales nueve se in-
clinan suavemente. Dos líneas presentan un ahorquillado en la parte superior. Las líneas
horizontales, en número de siete cortan las anteriores, aunque no en toda su extensión.

245
Fig. 3. Conjunto F1.

Fot. 25. Conjunto F1.

246
Fig. 4. Conjunto F2.

CONJUNTO F3 (fig. 5) Posición frontal.


La composición da idea de un conjunto de líneas ascendentes. En su mayoría son
trazos en diagonal que en dos puntos se entrecruzan, formando enrejados.

Fig. 5. Conjunto F3.

247
Fig. 6. Conjunto F4.

CONJUNTO F4 (fig.
fig. 6) Posición frontal.
Es un grupo que refleja una estructura de equilibrio, dentro del concepto reticular.
Lo forman líneas verticales o inclinadas, en las que se vuelven a encontrar elementos
ahorquillados. Cortando a estas, otras líneas horizontales reticulan el conjunto.

CONJUNTO F5 (fig. 7) Posición frontal.


Es un conjunto de pequeño tamaño, teniendo como especial característica que los
reticulados se forman por líneas oblicuas y verticales, salvo contados casos en que lo
son horizontales, dejando unos espacios principalmente romboidales. Nuevamente vuel-
ven a darse las líneas horquilladas.

CONJUNTO F6 (fig. 8) Posición frontal.


Se repite el mismo tema de reticulados, aunque no lo sean de una forma uniforme.
Líneas verticales o inclinadas y otras horizontales, dan paso a su confluencia cortándo-
se en la parte superior, media e inferior. También se pueden ver las líneas ahorquilladas.

CONJUNTO F7 (fig. 9) Posición frontal.


Es el más simple de todos, viéndose solamente dos líneas aisladas y una figura for-
mada por tres líneas confluyentes en un punto central.

248
Fig. 7. Conjunto F5.

Fig. 8. Conjunto F6.

249
Fig. 9. Conjunto F7.

CONJUNTO F8 (fig. 10) Posición frontal.


Es un grupo de pequeño tamaño dejando una retícula en la que se introducen líneas
oblicuas. A su lado tiene unos trazos carbonosos.

Fig. 10. Conjunto F8.

250
CONJUNTO F9 (fig. 11) Posición frontal.
Predominan los trazos verticales, ocho en total, y tres de trazo horizontal. En la par-
te inferior se entrecruzan dejando unos espacios reticulados. Algunas formas son hor-
quilladas. También en este conjunto se dan trazos carbonosos.

Fig. 11. Conjunto F9.

CONJUNTO F10 (fig. 12 y fot. 26) Posición frontal.


Al nivel del suelo, en un bloque avanzado sobre el frente rocoso, se trazó un conjun-
to de líneas de incisión fina, juntamente con otras realizadas mediante raspado, que son
mayoritarias. Los grabados, en general, son líneas de desarrollo corto, que se mezclan
entre líneas rectas y otras curvas. El conjunto forma una composición en sentido as-
cendente de izquierda a derecha. Entre las líneas incisas aparecen trazos de carácter
carbonoso. Está técnica de grabados se superponen a los trazos pintados en negro.

251
Fig. 12. Conjunto F10.

Fot. 26. Conjunto F10.

CONJUNTO F11 ((fig. 13) Posición tumbada.


Separado del friso septentrional donde se grabaron los nueve conjuntos anteriores, en
el extremo meridional y sobre una superficie rocosa del suelo, se encuentra este peque-
ño conjunto de líneas horizontales, que son cortadas por nueve líneas verticales.

CONJUNTO F12 (fig. 14) Posición frontal.


En la zona norte de este conjunto de covachos, algo separado del resto, en otro pe-
queño abrigo ocupado por grandes bloques producto de hundimientos de la bóveda, se
plasmaron una serie de temas grabados. En este caso las líneas finas se alternan con

252
otras grabadas con objetos de punta roma que deja unas acanaladuras de hasta 3 mm.
de anchura. Se alternan líneas rectas o con ligera curvatura con otros trazos ondulados
que se ordenan en conjuntos paralelos.

Fig. 13. Conjunto F11.

Fig. 14. Conjunto F12.

253
GRABADOS GRUPO R

Se agrupan en la zona media sobre la pared del abrigo, en un espacio que se sitúa
sobre el frente rocoso de los grabados F. Prácticamente no se pueden considerar es-
trictamente como grabados sino como líneas conseguidas mediante un raspado super-
ficial. Forman unos pequeños grupos que pueden describirse de la siguiente forma.

CONJUNTO R1 (fig. 15) Posición frontal.


Sobre un trazado de líneas verticales en ritmos paralelos, se cruzan unas líneas in-
clinadas, algunas acabadas en trazos curvos, que dan al conjunto una imagen de empa-
rrillado. A la derecha y en la zona alta del conjunto se trazó una figura que en cierto mo-
do recuerda una estilización humana.

CONJUNTO R2 (fig. 16) Posición frontal.


Entre los grupos R1 y R3, en una zona rehundida, se encuentra un conjunto sen-
cillo, en el que una vez más los trazos curvos y rectos se entremezclan. También en
este caso se dan los elementos ahorquillados. Aunque son más los elementos de trazo
raspado, se dan algunos otros de grabado fino.

Fig. 15. Conjunto R1.

254
Fig. 16. Conjunto R2.

CONJUNTO R3 (fig. 17 y fot. 27) Posición frontal.


Formado por una maraña de líneas, que se pueden separar en dos grupos. Uno en
que las líneas se entrecruzan con una ligera tendencia a trazar reticulados, y en otro en
un pequeño espacio dentro del conjunto general, donde los trazos curvados se entrela-
zan en un complicado diseño.

GRABADOS GRUPO N (fot. 23)

Todos ellos corresponden a nombres de personas, algunos con la fecha de haber


estado en este lugar. Esto permite conocer que son recientes (fot. 28).

255
Fig. 17. Conjunto R3.

Fot. 27. Conjunto R3.

256
COMENTARIOS, PARALELOS Y CRONOLOGÍA DE LOS GRABADOS

Cada vez son más, o al menos se presta más atención a un cierto tipo de grabados
de trazo fino que componen líneas entrecruzadas y reticuladas, que aparecen sobre di-
ferentes soportes tanto inmuebles como muebles, y que van siendo dados a conocer en
recientes publicaciones. De entre todo lo publicado los ejemplos que presentan mayo-
res similitudes en cuanto al concepto de los grabados de Socuevas de San Miguel, son
los localizados en algunos abrigos de Aragón junto a otros lugares del centro de la Pe-
nínsula Ibérica, especialmente en cuevas del Alto Duero.

Se encuentran principalmente en dos ambientes diferentes: uno en el interior de cue-


vas y en otro en lugares al aire libre, generalmente en abrigos rocosos. Parece lógico
pensar que esta diferenciación de espacios conlleva una diferenciación de las funcio-
nes creadoras y su fin. Sin embargo sus trazados no se alejan estéticamente unos de
otros. En el interior de cuevas llaman la atención los grabados del complejo kárstico de
Cueva Mayor, Cueva del Silo, así como los de la Galería del Sílex (Burgos) (APELLÁNIZ
Y URIBARRI 1987) (GARCÍA, et alii. 2001) donde enrejados y composiciones lineales se
distribuyen por sus paredes. Son también semejantes los grabados que se encuentran
en Cueva La Maja en Cabrejas del Pinar o en la Cueva Mayor en el Barranco de Río
Lobos en Ucero (Soria) (SAMANIEGO 1999). Ya en la cuenca del río Ebro es interesan-
te la cueva de Covarrubias de Ciria, donde, especialmente alguno de los paneles, pre-
senta una gran semejanza con los temas de Socuevas. Otro tanto ocurre con algunas
representaciones de Aragón, como las existentes en los abrigos de La Coquinera III, Re-
gadío alto II, o en el Hocino de Chornas (Obón. Teruel) (ROYO 1999). En algunos de es-
tos lugares ha sido posible contextualizar las representaciones, bien con depósitos ar-
queológicos o mediante inscripciones, englobadas en los temas grabados, de carácter
ibérico, celtibérico y latino. Esto presenta diferencias, que giran en el entorno del Cal-
colítico y Edad del Bronce, a otros momentos de la Edad del Hierro.

Uno de los temas de Socuevas, que solo se da en un punto concreto, es el de dise-


ños rectangulares cruzados por ejes perpendiculares e inclinados, similares al juego de
“tres en raya” o Alquerque. Este trazado, que se agrupa en un punto concreto, se sepa-
ra de los demás en cuanto a temática. Normalmente se asocia con el juego, aunque en
este caso las reducidas dimensiones de alguno de los trazados lo hacen difícilmente
posible. Otro tanto ocurre con los paralelos en que aparecen grabados en sentido verti-
cal, sobre obra de fábrica, lo que indudablemente los imposibilita en su uso para jugar.
Habría que pensar que además de utilizarse como tableros, tuvieron otro sentido no fun-
cional. Los paralelos de este tipo de composiciones son abundantes en ámbitos me-
dievales (ALARCON 1985), siendo el más próximo el trazado en posición vertical sobre
el ábside de la ermita de San Vicentejo en el enclave burgalés en Álava, del Condado
de Treviño. El origen de este trazado parece remontarse a tiempos anteriores, incluso
prehistóricos. Se encuentra representado tanto en posición horizontal o vertical, lo que
plantea una reflexión sobre su función y utilidad. Lo que más se aproxima a los princi-
pios básicos de este diseño se encuentra en los grabados de La Coquinera III, donde
en el panel aparecen rectángulos aspados (ROYO Y GOMEZ 1998) y en el Abrigo I de
Mequinenza (Zaragoza) (ROYO Y GOMEZ 1988) con un tema de reticulado aspado de-
jando un conjunto múltiple de Alquerques.

Aunque no con la deconstrucción de enrejado que presentan estos grabados de So-


cuevas, sino con una estructura más formal de diseño, son varios los temas grabados
que se han localizado en diferentes lugares, algunos sobre soportes rocosos, como es

257
el caso de las figuraciones CS3 y CS4 de la Cueva del Silo en el complejo de Atapuerca
(MARCOS et alii. 2001), o sobre estelas como en las del poblado de La Hoya (Laguardia.
Álava) (LLANOS 2002b) o en la de El Pozo, al pie se éste, y en las del poblado de La Cus-
todia (Viana. Navarra), o la de Valdevarón a no mucha distancia de la anterior (7).Otros
ejemplos son las estelas localizadas en las excavaciones de los poblados de Basagain
(Anoeta. Gipuzkoa) (PEÑALVER-SAN JOSE 2003) y Gastiburu (VALDES 2009).

Al llegar al punto de su adjudicación temporal, siempre surge la duda, más cuando


faltan contextos arqueológicos materiales que permitieran servir de apoyatura para fijar-
los a un tiempo determinado. Teniendo en cuenta las conclusiones cronológicas adjudi-
cadas a los casos que se han citado, puede verse que abarcan un amplio arco que se
enmarca en las edades de los metales. Si se tienen en cuenta los paralelos con las es-
telas, se puede ajustar más esta temporalidad, ya que todas ellas se encajan en un mo-
mento próximo o dentro de la Edad del Hierro.

Atendiendo a una evolución cronológico-cultural de estos conjuntos de Socuevas,


se puede establecer una evolución secuencial de las representaciones. En primer lugar
estarían las pinturas en rojo, sobre las que se superpusieron los trazos en negro, y enci-
ma de los cuales se incidieron, a su vez los grabados, que en algunos casos cruzan las
pinturas en rojo, completando o remarcando al parecer los temas.

En resumen las superposiciones pueden reflejarse en la siguiente secuencia.


• Pinturas en rojo.
• Pinturas en negro sobre las rojas.
• Grabados finos sobre las pinturas en rojo y en negro.
• Grabados finos.
• Grabados raspados.
• Grabados nominales. Inscripciones recientes.

SONDEOS ARQUEOLÓGICOS

Con el objetivo de comprobar si los sedimentos existentes en el espacio aterrazado


que actúa como suelo delante de los frentes rocosos, podrían contener algún testimo-
nio material que pudiesen aportar algunos datos sobre las pinturas y grabados, tanto
en cuanto a su temporalidad como al motivo de su propia existencia, se llevaron a cabo
unos sondeos.

En total fueron cinco los sondeos realizados en zanja, perpendiculares al abrigo con
una orientación este-oeste, y con una medida de 2,00 m. de largo por 0,60 m. de ancho.
Cuatro se realizaron en el interior del recinto vallado y uno al exterior frente a la puerta
de entrada. Estratigráficamente todos ellos fueron similares, formados por 3 UE. Una
primera correspondía a la capa superficial de tierra vegetal de color gris que contenía
cenizas y carbones procedentes del incendio que asoló toda la zona en 1988, pasando
la segunda a ser de coloración ocre, producto de la descomposición de la roca, y final-
mente la tercera correspondía a la roca misma.

Los resultados fueron totalmente estériles en cuanto a la recuperación de ningún ma-


terial arqueológico. Esto parece indicar que no se utilizó como espacio habitacional, a pe-
sar de sus excelentes condiciones para ello.

258
CONSIDERACIONES GENERALES

Para estas representaciones rupestres de Socuevas de San Miguel, tanto de pintu-


ras como de grabados, pero especialmente de estos últimos, hemos podido encontrar
algunos paralelos en otros lugares, con la diferencia que tiene el encontrarse algunos
en el interior de cuevas y los otros en abrigos bajo roca. Esto que observado desde el
punto de vista estilístico puede no ser determinante, si creemos que lo tiene en cuanto
a su razón de ser y estar.

Una primera observación en cuanto a lo aquí representado, nos hace ver una dife-
rencia entre el grupo de pinturas en rojo, y las realizadas en negro y sobre todo con los
grabados. En el primer caso de las pinturas en rojo, tanto la técnica como la temática,
tienen un tratamiento diferenciador de las demás representaciones, se orienta hacia es-
tilizaciones de la figura humana realizándose mediante pintura aplicada con algún tipo
de pincel. El otro tipo de pinturas de carácter carbonoso, se trazaron mediante tizones
(carboncillos o lapiceros de carbón) reflejando temas difícilmente identificables, salvo
una cabeza humana de perfil, englobada en uno de estos motivos. Los otros trazos car-
bonosos que aparecen en varios puntos de la cavidad se limitan a plasmar pequeños
trazos. Por último, los temas grabados cambian el concepto, orientándose a composi-
ciones lineales, generalmente de diseño reticular. Esta secuencia de representaciones,
parece indicar una sucesión en el tiempo –más o menos dilatado– con lo que el lugar
parece que siguió ejerciendo las mismas o parecidas funciones que tuvo en su origen,
representado por el momento de la creación de las pinturas en rojo.

SI atendemos a la razón de ser de este lugar y su elección para acoger estas mues-
tras de arte rupestre, tendremos que analizar su estructura y situación. Lo primero que
podremos concluir es que no se utilizó como lugar de habitación, –si tenemos en cuen-
ta los resultados de los sondeos– a pesar de reunir unas condiciones óptimas para ello.
Desde este lugar se domina el valle que se extiende a sus pies, por el que discurre el
río Baias, ejerciendo por lo tanto como una atalaya sobre los yacimientos que se rela-
cionaron en el consiguiente apartado. A la vista de todo ello, parece que la opción más
razonable es la que aboga por considerarlo como un lugar de reunión o culto, en el que
se celebrase algún tipo de ritual que dejó en sus paredes estos testimonios gráficos. Es
decir un verdadero santuario en el sentido más amplio de la palabra, que ejercía como
tal para los grupos humanos que vivían en sus proximidades.

Fot. 28. Cierre de la zona con arte rupestre. Fot. 29. Equipo que ha intervenido en los trabajos de inves-
tigación.

259
NOTAS

1. Un calendario de las visitas y trabajos llevados a cabo se pueden resumir de la siguiente manera:

• Marzo y abril de 1999. En varias ocasiones José Ignacio Vegas inicia el estudio de las pinturas, fotogra-
fiando, haciendo calcos y mediciones.
• Marzo de 1999. José Ignacio Vegas notifica, mediante un informe, al Museo de Arqueología de Álava,
este hallazgo.
• Junio de 1999. Giran una visita al lugar, acompañando a José Ignacio Vegas, P. Bueno, R. Balbín, Ame-
lia Baldeón, Elisa García. En una primera valoración se inclinan a considerarlas auténticas. Se toman
cuatro muestras para su análisis.
• Durante los años 2000 al 2002 y en 2005, José Ignacio Vegas, gira visitas periódicas para controlar
posibles alteraciones, controladas mediante sucesivas fotografías.
• En 2008 planteamos (J. Vegas y A. Llanos) el estudio de pinturas y grabados.
• Durante varios días, de setiembre de 2008, Armando Llanos, Fernando Galilea, y María Nieves Urrutia,
llevan a cabo los trabajos de topografiado del abrigo, así como calcos y fotografías de los grabados
• Septiembre de 2008. Visto el interés de las representaciones, Armando Llanos, cursa un escrito a la
Diputación Foral de Álava, solicitando un informe al Servicio de Restauraciones sobre el estado de las
pinturas y en su caso su consolidación, así como el cierre del abrigo, evitando que sirva como refugio de
personas incontroladas, que con la realización de hogueras, hacían peligrar su conservación. Su cierre,
por parte de la Diputación Foral de Álava, se lleva a cabo en noviembre de 2008 (fot. 28).
• Julio de 2009. Con el fin de obtener algún dato complementario sobre el contexto que rodea estas re-
presentaciones, se solicita un permiso para llevar a cabo sondeos en el suelo del abrigo. Realizados en
agosto de 2009, con la participación de Armando Llanos, José Ignacio Vegas, María Nieves Urrutia, Fer-
nando Galilea, Fernnando Galvez, Arantxa Cacho, Julen Llanos, Feli Benito (fot. 29).
• En compañía de Armando Llanos, giran visita el técnico del Servicio de Restauraciones de la Diputa-
ción Foral de Álava, Emilo Ruiz de Arcaute y la técnico Diana Pardo, para realizar una toma de datos y
muestras para análisis, como labor previa a la consolidación física de las pinturas.

2. Coordenadas tomadas sobre ortofotos de la Diputación Foral de Álava. www.alava.net

3. Nos referimos al instrumento utilizado para extender la pintura cuya constitución por ahora desconoce-
mos. En general son encontrados o manufacturados y por lo tanto de una gran variedad. Las plumas de ave
podía ser uno de estos pinceles ya que reúne todas las exigencias que se requieren a este instrumento y no
precisa manipulación.

4. En el análisis nº 1 de la DFA se señala que “… por encima de un estrato de yeso se localiza una capa
de carbonato cálcico y posteriormente la pintura”.

5. Por ejemplo encontramos antropomorfos con pies representados en “Los Tajos de Bacinete” y “El tajo
de las Figuras” en Cádiz, “El canchal de Zafron” en Salamanca, Valonsadero en Soria.

6. Aprovechamos la ocasión para agradecer a P. Bueno y R. Balbin sus numerosas y desinteresadas


aportaciones en el estudio Socuevas. Sin su colaboración este estudio sobre las pinturas no habría sido po-
sible.

7. Agradecemos a D. Luis Arazuri, el habernos facilitado datos y fotografías de estas dos estelas nava-
rras, hasta hoy inéditas.

260
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pp.155-169. Madrid.

262
ANEXO

ANÁLISIS DE LOS PIGMENTOS

Con objeto de autentificar estas pinturas se tomaron muestras que se enviaron para
un análisis valorativo de los pigmentos, a dos laboratorios. Al Instituto del Patrimonio His-
tórico Español dependiente del Ministerio de Educación y Ciencia, por mediación de la
Universidad de Alcalá y a Arte-Lab, Laboratorio para el Análisis, Documentación y Apo-
yo Científico para la Restauración de Obras de Arte, por encargo del Servicio de Restau-
ración de la Diputación Foral de Álava.

MINISTERIO DE EDUCACIÓN Y CULTURA


Dirección General de Bellas Artes,y Bienes Culturales
Subdirección General del Instituto del Patrimonio Histórico Español

ANÁLISIS DE CUATRO MUESTRAS DE PIGMENTOS PROCEDENTES DE SOCUE-


VAS DE SAN MIGUEL (ÁLAVA).

1. DATOS DE IDENTIFICACIÓN

• Tipo de material: Pigmentos minerales.


• Procedencia: Socuevas de San Miguel.
• Nº de registro IPHE: s/nº.
• Solicitante: Universidad de Alcalá.
• Información solicitada: Identificación de materiales, pigmentos y posibles agluti-
nantes.

2. IDENTIFICACIÓN DE MUESTRAS

Cuatro muestras numeradas de 1 a 4, sin descripción.

3. TÉCNICAS ANALÍTICAS UTILIZADAS

Dados los escasos volúmenes de muestras recibidos la técnica analítica básica em-
pleada ha sido la microscopía electrónica de barrido (SEM-EDX). El equipo empleado
es un JEOL JSM 5800 acoplado con un sistema de microanálisis mediante espectro-
metría de dispersión de energías de rayos X Oxford Link Pentafet con capacidad de
detección de elementos con Z>4. Las micromuestras han sido preparadas mediante
adhesión directa sobre un disco adhesivo, de carbono siendo posteriormente metal
izadas con oro. Los microanálisis han sido realizados tanto sobre el conjunto de la
muestra como sobre partículas individuales.

Tan sólo en la muestra nº 3 se ha dispuesto de volumen suficiente (en el rango de


miligramos) para realizar una identificación de fases cristalinas mediante difracción de
rayos X (DRX). El equipo empleado es un difractómetro Siemens D5000 dotado con
monocromador de grafito y programa de identificación automática de fases apoyado en
un subfichero Mineral JCPDS con 5760 patrones de referencia. La muestra, molturada
manualmente, se ha analizado utilizando como soporte un portamuestras de mono-

263
cristal de silicio con objeto de minimizar el “ruido de fondo”. Las condiciones analíticas em-
pleadas han sido: radiación KαCu, 40 KV, 30 mA, 2Θ 2-60° e intervalo de paso de
0,02°/s.

4. RESULTADOS

• Muestra 1
El microanálisis global realizado (microanálisis 1.1) detecta S, O y Ca como ele-
mentos principales (asignables a la presencia de yeso) y bajas proporciones de Si, Al
y Fe (asignables a la presencia de cuarzo y/o una arcilla ferruginosa ó a la presencia
combinada de cuarzo y/o una arcilla con óxidos de hierro).

Texturalmente, la muestra estudiada está constituida por un agregado compacto de


cristales idiomorfos y subidiomorfos de yeso, sin que se observen concentraciones de
material pigmentante (fotografías nº 1 y 2).

• Muestra 2
En el microanálisis global (microanálisis 2.1) se detectan, además de los elementos
del yeso, cantidades significativas de Si, Al, Mg, K, Fe y C (asignables, al igual que en
la muestra nº 1, a cuarzo y/o arcillas ferruginosas y carbonatos) e indicios de Sr y Ba
(asignables a celestina(1) -SrS04- y baritina -BaS04-)· Los carbonatos parecen concen-
trarse en la base de la muestra.

La presencia de partículas dispersas de sulfatos de Sr y Ba se ha puesto de mani-


fiesto en un examen más detallado de la muestra (microanálisis 2.2).

En el examen textural de detalle se observa, con respecto a la anterior muestra, un


aumento de la microporosidad matricial en el yeso, menor grado de idiomorfismo en los
cristales y acusada heterometría de las partículas, derivada de un mayor contenido en
material detrítico (cuarzo, arcillas). Es destacable la presencia superficial de numero-
sas esporas.

• Muestra 3
El espectro obtenido en el microanálisis EDX global realizado sobre esta muestra
(microanálisis 3.1) es similar al de la muestra nº 1, con presencia, además de carbona-
tos. Al igual que en la muestra nº 2 se detectan indicios de Sr-Ba, asignables a celestina
y baritina (microanálisis 3.2).

En el examen mediante DRX se identifican como minerales principales calcita y ye-


so, acompañados por cuarzo de indicios de celestina, bárica.(2)

Texturalmente la roca está constituida por un agregado compacto de cristales idio-


morfos e iso métricos de yeso.

(1) La celestina es un mineral común en rocas evaporíticas marinas. El Sr puede ser sustituido por Ba existiendo una serie
completa de soluciones sólidas hasta la baritina.
(2) Las reflexiones principales de este mineral, por presentarse a nivel de indicios, se confunden con el ruido de fondo del di-
fractograma. Su identificación puede, no obstante, considerarse correcta en base a la detección de Sr y Ba en los microaná-
lisis mediante EDX.

264
• Muestra 4

En esta muestra los microanálisis EDX se han realizado tanto sobre una superficie
del material pigmentado como sobre el soporte sobre el que se apoya.

En el primero de los casos encontramos una superficie pulida y estriada en cuya


composición aparecen nuevamente yeso, carbonatos y pequeñas proporciones de óxi-
dos de hierro y/o arcillas ferruginosas (microanálisis 4.1). Sobre una de las partículas
de pigmento (microanálisis 4.2) se identifica un óxido de hierro con impurezas de Cr y
Mn.

En el microanálisis 4.3, realizada sobre el soporte de la capa pigmentada, se identi-


fica una composición similar a la de la capa pigmentada, con menor contenido en Fe y
aumentos relativos en Si (cuarzo) y carbonatos.

Fot. 1 y 2. Detalles del soporte de yeso de la muestra nº 1. Escala gráfica: 20 µm.

Fot. 3 y 4. Detalles de la textura de la muestra nº 2. Los puntos “brillantes” que se observan en la fotografía
n2 4 corresponden a concentraciones de sulfato de estroncio. Escala gráfica: 20 µm.

265
Fot. 5 y 6. Detalles de presencia de esporas (colapsadas) en la superficie de la muestra nº 2. Escala gráfica:
5 µm.

Fot. 7 y 8. Detalles de la textura del yeso en la muestra nº 3. Escala gráfica: 20 µm.

Fot. 9. Detalle del estriado superficial que aparece en Fot. 10. Detalle de la textura de la muestra nº 4 en el
la muestra nº 4. Escala gráfica: 50 µm. soporte blanco de la superficie pigmentada. Escala
gráfica: 5 µm.

266
Muestra nº 1 Muestra nº 2

Muestra nº 2 Muestra nº 4

267
Muestra nº 3 Muestra nº 4

Muestra nº 4

268
ARTE-LAB. S.L.

Análisis
álisis y Documentación
Doc de Obras de Arte
Apoyo Científico a la Restauración

ESTUDIO DE LOS MATERIALES PRESENTES CUATRO MICROMUESTRAS TOMA-


DAS DE PINTURAS RUPESTRES

1. DATOS GENERALES APORTADOS POR EL EQUIPO DE RESTAURACIÓN O


EL PROPIETARIO DE LA OBRA ANALIZADA

Título o descripción de la obra: Pinturas rupestres Socueva de San Miguel (Álava).

Solicitud de análisis por: Diputación Foral de Álava.

2. DESCRIPCIÓN DE LAS MICROMUESTRAS

Nº 1 Rojo
Nº 2 Rojo
Nº 3 Rojo
Nº 4 Negro

3. TÉCNICAS DE ESTUDIO Y ANÁLISIS QUÍMICOS

• Microscopía óptica con luz polarizada, incidente y trasmitida. Luz halógena y luz UV.
• Espectros copia infrarroja por transformada de Fourier (FTIR por transmisión y
FTIRATR).
• Cromatografía de gases-espectrometría de masas (GCMS).
• Cromatografía en capa fina de alta resolución (HPTLC).
• Microscopía electrónica de barrido–microanálisis mediante espectrometría por dis-
persión de energías de rayos X (SEM–EDXS).

269
4. RESULTADOS

• Nº 1. Rojo

CAPA COLOR ESPESOR (µm) PIGMENTOS/CARGAS OBSERVACIONES


3 rojo 10-20 yeso, tierras capa de pintura
2 blanco 120 carbonato cálcico, silicatos, tierras (m. b. p.)(1)
soportes(2)
1 blanco 15-20 yeso(3), silicatos (b. p.)

Fig. 1. Imagen obtenida al microscopio óptico de la


sección transversal de la micromuestra Nº 1 (objeti-
vo MPlan 20 X/0,40). El orden numérico que se indi-
ca es el que aparece en la tabla correspondiente.

• Nº 2. Rojo
CAPA COLOR ESPESOR (µm) PIGMENTOS/CARGAS OBSERVACIONES
1 rojo 530 carbonato cálcico, sílice, tierras, óxido de hierro posible capa de pintura(4)

Fig. 2. Imagen obtenida al microscopio óptico de la


sección transversal de la micromuestra Nº 2 (objeti-
vo MPlan 20 X/0,40). El orden numérico que se indi-
ca es el que aparece en la tabla correspondiente.

(1) b. p.= baja proporción, m. b. p.= muy baja proporción.


(2) Describimos estos estratos como soporte, ya que al encontrar una capa interna de yeso, seguida de carbonato cálcico,
será necesario evaluar “in situ” el posible origen de estos materiales, que, al parecer, no guardan gran relación con una roca
sobre la que se haya realizado una pintura rupestre. El hecho de encontrar de nuevo yeso en la capa de pintura hace aún
más compleja la posible interpretación del origen de esta pintura.
(3) Sería conveniente estudiar si el yeso identificado en estas capas pudiera corresponder a sales de nueva formación.
(4) Describimos este estrato como capa de pintura debido a la referencia en la solicitud de envío.

270
• Nº 3. Rojo

CAPA COLOR ESPESOR (µm) PIGMENTOS/CARGAS OBSERVACIONES


2 rojo 5-15 carbonato cálcico, tierras(5) capa de pintura
1 blanquecino 40-65 carbonato cálcico, sílice, silicatos soporte

Fig. 3. Imagen obtenida al microscopio óptico de la


sección transversal de la micromuestra Nº 3 (obje-
tivo MPlan 20 X/0,40). El orden numérico que se in-
dica es el que aparece en la tabla correspondiente.

• Nº 4. Negro

CAPA COLOR ESPESOR (µm) PIGMENTOS/CARGAS OBSERVACIONES


2 negro 10-20 carbón vegetal, yeso, silicatos capa de pintura
1 blanco 240 carbonato cálcico, sílice, silicatos(6) soporte

Fig. 4. Imagen obtenida al microscopio óptico de la


sección transversal de la micromuestra Nº 4 (obje-
tivo MPlan 20 X/0,40). El orden numérico que se in-
dica es el que aparece en la tabla correspondiente.

(5) En los análisis mediante SEM-EDX se ha identificado Sr y Ba, estos elementos pueden estar asociados a componentes
de la roca o de la arcilla roja (tierras) identificada en la capa superior (sulfatos y/o carbonatos)
(6) Como en la micromuestra anterior, en los análisis mediante SEM-EDX se ha identificado Sr y Ba en el soporte de la pin-
tura, estos elementos pueden estar asociados a componentes de la roca (sulfatos y/o carbonatos) que sirve de soporte. Se
detectan también sodio (Na) y cloro (Cl) que podrían relacionarse con sales.

271
5. OBSERVACIONES

Las muestras estudiadas no presentan una homogeneidad en cuanto a su compo-


sición. Algunas de éstas parecen estar poco relacionadas con las referencias que tene-
mos sobre pinturas rupestres, como es el caso de la Nº 1, donde encima de un estra-
to de yeso (7) se localiza una capa de carbonato cálcico y, posteriormente la pintura. Tam-
bién llama la atención la presencia de yeso en lo que correspondería a la capa de pin-
tura de la micromuestra Nº 4.

Es muy diferente también, la micromuestra Nº 2. En este caso, de tratarse de una zo-


na pintada, resulta llamativa la presencia de una capa de pintura tan gruesa como la ob-
servada en este caso (530 m. de espesor). Hecho poco habitual en pinturas rupestres, y,
de hecho, discordante con el resto de las capas de pintura observadas en este estudio.

Solo la micromuestra Nº 3 se ajusta a las referencias que tenemos disponibles de lo


que se espera observar en la sección transversal de una pintura rupestre. En este caso,
la escasa proporción de la posible pintura no permite la extracción de material orgánico
que pudiera asociarse con algún posible el aglutínate de una pintura rupestre.

En nuestra opinión esta es una línea de trabajo de gran interés, ya que el estudio en
profundidad de estas posibles pinturas rupestres pudiera aportar datos esclarecedores
sobre la época y técnica pictóricas empleadas en estas decoraciones de la Socueva de
San Miguel.

Madrid, 24 de noviembre de 2009

Equipo Arte Lab S.L

• Andrés Sánchez Ledesma Ldo. Bioquímica

• María Jesús Gómez García Lda. Farmacia

• Ismael González Seco Ldo. CCFísicas

• Marcos del Mazo Valentín Técnico de laboratorio

• Alberto García Sánchez Documentación técnica

Especialistas en análisis para la documentación y restauración de bienes culturales.

(7) Describimos esta capa como estrato ya que el yeso aparece en una franja horizontal, extendido a través de toda la parte
inferior de la micromuestra. Es recomendable realizar estudios de posibles sales de nueva formación para esclarecer el ori-
gen de este estrato

272
ANEXO

A continuación se presentan los gráficos más significativos obtenidos de los análisis


mediante SEM-EDX.

Fig. 1. Espectro EDX obtenido del análisis realizado sobre


la capa más interna de la micromuestra Nº 1.

Fig. 2. Espectro EDX obtenido del análisis realizado sobre


la capa más interna de la micromuestra Nº 1.

Fig. 3. Espectro EDX obtenido del análisis realizado sobre


la capa más interna de la micromuestra Nº 1.

Fig. 4. Espectro EDX obtenido del análisis realizado sobre


la capa más interna de la micromuestra Nº 2.

273
Fig. 5. Espectro EDX obtenido del análisis realizado sobre
la capa más interna de la micromuestra Nº 3.

Fig. 6. Espectro EDX obtenido del análisis realizado sobre


la capa más interna de la micromuestra Nº 3.

Fig. 7. Espectro EDX obtenido del análisis realizado sobre


la capa más interna de la micromuestra Nº 4.

Fig. 8. Espectro EDX obtenido del análisis realizado sobre


la capa más interna de la micromuestra Nº 4.

274
ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA nº 24 275-296 VITORIA-GASTEIZ 2009 ISSN 1695-1611

EL CONJUNTO DE PINTURAS RUPESTRES DE PORTILLO LERÓN.


PARQUE DE VALDEREJO. LAHOZ (ÁLAVA)

Armando Llanos Ortiz de Landaluze*


Palabras clave: Pinturas rupestres. Covacho. Valderejo. Álava. País Vasco.
Gako hitzak: Labar-pinturak. Haitzuloa. Valderejo. Araba. Euskal Herria.
Key words: Cave paintings. Small cave. Valderejo. Alava. Basque Country.

RESUMEN:
En un abrigo bajo roca, en el Parque Natural de Valderejo, en Álava, se localizó en marzo de 2006 un
conjunto de pinturas rupestres, formado por cuatro temas de tipo astrológico, antropomorfo y zoomorfo,
pintados en color rojo mediante técnica de “lapicero”. Aparte de los aspectos descriptivos, tanto del medio
geográfico, como de los yacimientos arqueológicos próximos, y de las propias pinturas, se avanza una inter-
pretación-lectura del conjunto pictórico y unas conclusiones sobre su cronología.

LABURPENA:
Harkaitz baten azpiko aterpe batean, Valderejoko Parke Naturalean, Araban, 2006ko martxoan aurkitu
zen labar-pinturen multzo bat. Mota astrologiko, antropomorfo eta zoomorfoko lau gaik osatzen dute; “arka-
tzez” izeneko teknikaren bidez gorriz margotuta daude. Deskripzio-aspektuez aparte, ingurune geografikoari
dagokionez zein gertu dauden arkeologia-aztarnategiei dagokienez, eta pinturez gain ere, margo-multzoari
buruzko interpretazio-irakurketa bat eta bere kronologiari buruzko ondorio batzuk aurreratzen dira.

SUMMARY:
In a shelter under rocks, in Valderejo Natural Park, in Alava, a group of cave paintings was located in
March 2006. It was composed of four themes of the astrological, anthropomorphic and zoomorphic types,
painted in red colour by using the “pencil” technique. Apart from the descriptive aspects, both of the geogra-
phic environment and nearby archaeological sites, and of the paintings themselves, we propose an interpreta-
tion-reading of the pictorial group and a set of conclusions about their chronology.

Este conjunto pictórico se descubrió en los trabajos que se estaban llevando a cabo
por el Instituto Alavés de Arqueología para el estudio arqueológico del Parque Natural
de Valderejo. El equipo que trabaja en este proyecto de revisión y localización de nue-
vos yacimientos, dirigido por Fernando Galilea Martínez, está formado por Andoni Alda-
ma Murga (autor del hallazgo), Aitor Sáenz de Gordejuela Aldama así como por Enrique
Arberas.

Fue en una de las salidas al campo, por el equipo que trabaja en este proyecto de
revisión y prospección de nuevos yacimientos en el ámbito del Parque, cuando se loca-
lizaron en marzo de 2006. Teniendo en cuenta su situación, en una zona de tránsito ha-
bitual de excursionistas, y a instancias de este Instituto, la dirección del Parque llevó a
cabo el cierre del conjunto para preservar su integridad.

En 1960, se localizaron, por primera vez, pinturas rupestres postpaleolíticas en Ála-


va, concretamente las existentes en la cavidad de Solacueva de Lakozmonte (Jócano)
(Llanos 1961). A este hallazgo se sucedieron otros en otras tantas cuevas, como las de
Lazaldai (Zárate), Los Moros o Peña Rasgada (Atauri), Liziti (Aldagoya), Pico Corral (Bó-
veda), Orao (Osma) (Llanos; Agorreta 1963) (Llanos 1963; 1966; 1991; 2003).

* Instituto Alavés de Arqueología / Arkeologiarako Arabar Institutua. Pedro Asua 2, 2º Dpto 53. 01008 Vitoria-Gasteiz.
arman.llanos@gmail.com

275
Figura 1. Situación de las pinturas rupestres de Portillo Lerón, en la zona de Valles, en el poniente alavés.

Anterior a estas pinturas rupestres en cuevas, ya se conocía por referencias(1) la


existencia de pinturas rupestres en una cueva en el Puerto de Herrera, en Álava. Sin
embargo no se dieron a conocer hasta 1970, al ser redescubiertas, en el abrigo bajo
roca de las Yurdinas (Peñacerrada-Urizarra), por J. A. Madinaveitia y I. Aguirre (Sáenz
de Buruaga; Urbina; Urigoitia 1991-1992). Años más tarde en 1998, nuevamente se lo-
calizó un nuevo grupo de pinturas rupestres y grabados, también es un abrigo bajo ro-
ca, llamado Socuevas de San Miguel (San Miguel. Álava)

Todos estos conjuntos de pinturas, tanto en lo que se refiere a su estructura material


como en su localización, pueden dividirse en dos grupos perfectamente separables.

(1) A principios de 1960, Domingo Fernández Medrano, director por aquellos años del Museo de Arqueología de Álava, ya
nos informó sobre la existencia de pinturas en el Puerto de Herrera, aunque nunca nos terminó de fijar el punto concreto de
su existencia.

276
Foto 1. Invierno de 2007. La nieve
cubre prácticamente las pinturas.

En un caso se localizan en el interior de cuevas, en el otro en abrigos bajo roca. En


el primero se representan mediante pigmento carbonoso en negro, en el segundo con
pintura de tonos rojizos. Sin embargo, ambos casos, corresponden a momentos post-
paleolíticos.

EL ESPACIO

El Parque Natural de Valderejo, declarado como tal en enero de 1992, se sitúa en


el extremo oeste de Álava (fig. 1), ocupando una superficie de 3.500 hc. Climatológi-
camente debe considerarse como de transición entre Atlántico y Mediterráneo, lo que
hace que una parte del año participe de momentos calurosos y secos y otra con impor-
tante pluviosidad y fuertes nevadas (fot. 1). Su continentalidad hace que térmicamente
tenga fuertes oscilaciones, siendo su media de 11º. Esta climatología favorece una va-
riedad de ecosistemas de gran riqueza, tanto en su fauna, como en la cubierta vegetal,
con un 58% de superficie en la que abunda, en primer lugar, el pino silvestre, seguido
del encinar, hayedo y algo de quejigal. Amplias zonas, alrededor de los antiguos pue-
blos hoy desaparecidos, se cubren de prados y cultivos, y las zonas altas amesetadas
de pasto-matorral.

Este valle tiene forma alargada, (fots. 2 y 3) con dirección noroeste-sureste, siendo
recorrido todo él por el río Purón, que a través de un estrecho desfiladero (fot. 4) se
abre hacia tierras burgalesas, vertiendo sus aguas al río Ebro, en el Valle de Tobalina.
Por su lado norte, oeste y parte del sur, el valle se cierra con potentes farallones roco-
sos –las diferencias de alturas entre el fondo del Valle y las zonas altas amesetadas es
de aproximadamente 250 m.–, lo que hace que las salidas hacia las zonas amesetadas
que lo circundan, en parte de su perímetro, se realice mediante portillos. Los escarpes
rocosos (fot. 5) están configurados por calizas y dolomías del Coniacense y del Santo-
niense –con una presencia importante de Karst–, que dejan grandes abrigos corridos
en su base. El fondo del valle es de carácter margoso y una parte, excavada por el río
Purón, de calcarenitas del Cretácico y calizas masivas, así como de formaciones tobá-
ceas que llegan a tener una potencia de 10 m.

277
TÚMULO
LERÓN
BOVEDA
MENHIR DE
EL GUSTAL TALLER DE SILEX
DE LERÓN

PINTURAS
RUPESTRES

EL CASTRILLO

EL ROBLIZAL
LAHOZ

Foto 2. Ortofoto de la zona norte del Parque Natural de Valderejo, donde se sitúan las pinturas rupestres y
los yacimientos próximos.

PINTURAS RUPESTRES

Foto 3. 3D de la zona norte de la ortofoto.

278
Foto 4. Paso de Ribera, con el camino tallado en la roca. A sus pies corre el río Purón, en su discurrir a tierras
burgalesas.

EL ENTORNO ARQUEOLÓGICO

En este Valle son numerosos los testimonios de yacimientos arqueológicos que se


enmarcan en un espacio cronológico muy amplio. Se conocen gracias a las prospeccio-
nes arqueológicas realizadas desde hace varios años, distribuyéndose por práctica-
mente toda la superficie del Valle.

Los más próximos a las pinturas rupestres del Portillo Lerón, en un radio que no ex-
cede los 2 Km. son:

YACIMIENTO DE SÍLEX DE LERÓN. Se encuentra justamente en la zona amesetada,


encima del Portillo Lerón. Los materiales recogidos, en una prospección superficial, con-
sisten en piezas de sílex que por sus características puede remontarse al Paleolítico
Medio, además de otras que pueden serlo de momentos postpaleolíticos.

TÚMULO DE LERÓN. Es un ejemplar de un diámetro de 13 m. Una gran parte ha sido


desmontada para construir con su piedra una chabola circular hoy arruinada, que co-
rresponde a una majada de pastores trashumantes con rebaños de ovejas merinas. Era
también lugar de reunión de estos pastores de la Mesta. Se sitúa asimismo en la parte
amesetada de la sierra.

MENHIR DE EL GUSTAL. De material calizo. Se emplaza en lo alto de la Sierra, junto al


escarpe rocoso. Se encontró partido. Restaurado posteriormente, actualmente se en-
cuentra en pie en su lugar original. Alcanza una altura de 3,65 m. (Lobo 2008).

279
PINTURAS RUPESTRES

Foto 5. El escarpe rocoso.

PINTURAS RUPESTRES

Foto 6. El escarpe rocoso por donde asciende el camino hacia el Portillo Lerón.

280
POBLADO DE EL CASTRILLO. Ya en el fondo del valle, junto al camino de ascenso al
Portillo de El Barrerón, se extienden una serie de aterrazamientos y estructuras que
parecen corresponder a un lugar de habitación. Es un establecimiento en ladera. (Hie-
rro?).

POBLADO DE EL ROBLIZAL. A la entrada del paso por donde discurre el camino de


ascenso a los portillos citados anteriormente, enfrente del poblado de El Castrillo, se
alza un cerro con numerosos aterrazamientos con frentes de mampostería, que se es-
tructuran de forma concéntrica por todo el cerro. Parecen indicar un acondicionamiento
del terreno para desarrollar un hábitat.(Hierro?).

A mayor distancia, se encuentran los de:

CAMPO TUMULAR DE SAN LORENZO, a una distancia de 2.300 metros, hacia el sur-
oeste y, a unos 6.500 m., en el estrechamiento del cañón por donde discurre el río Pu-
rón, existen unos abrigos bajo roca, denominados de la Cuesta Herrán, donde se han
recogido abundantes materiales cerámicos. (Calcolítico. Bronce?) (Llanos 2007).

EL PORTILLO DE LERÓN

Se llama así uno de los portillos de acceso a la parte amesetada de la sierra, enmar-
cable en una especie de circo (fots. 5 y 6), en el escarpe calizo. Se encuentra al final y
en la parte alta de un sendero que asciende desde la parte baja del valle, y que tiene a
ambos lados los lugares de hábitat de El Castrillo y El Roblizal (fot. 7). Justamente en
la parte alta del camino, en su lado este, en un abrigo bajo roca (fot. 8) (fig.2), se en-
cuentra el grupo de pinturas rupestres (fot. 9) Aunque siempre ha funcionado como un
portillo que salva el escarpe rocoso, realmente se trata de un acceso con ciertas limita-
ciones para el tránsito, especialmente de animales, ya que para pasar el último tramo
es necesario salvar un escalón en la roca de metro y medio de altura. Las coordenadas
del abrigo donde se encuentran las pinturas rupestres son: 42º 54´076” N - 3º14´215”
W / 4 80 658 E - 47 49 964 N. Están a una altitud de 1.146 m.

Desde este lugar se tiene una visión total de todo el Valle, desde la entrada, al sur,
por el desfiladero del Purón (fot. 7). Es la vía natural para acceder a las tierras septen-
trionales, desde la cuenca del río Ebro, remontando el río Purón.

LAS PINTURAS

Se encuentran agrupadas y alineadas en un conjunto que mide en total 0,95 m. de


ancho (fot. 10). Fueron realizadas con trazos lineales mediante “lapicero”, de color rojo,
aunque en el caso de dos de las figuras parece que existió un relleno de masas. Se uti-
lizaron unas tierras como material pictórico. A pocos metros de las pinturas existe una
veta donde se recoge esta materia prima. Aunque conservan bastante bien los trazos,
existe como un difuminado de formas debido al corrimiento del material pictórico debido
a la acción del agua y de la nieve sobre las pinturas, que en cierto modo ha embebido
la propia roca. La obtención de los calcos de las figuras se obtuvieron mediante técni-
cas digitales, evitando cualquier contacto físico con las figuras, que pudiese dañarlas
(Domingo; López 2002) (Montero et alii. 1998).

281
Foto 7. El valle desde el Portillo Lerón. Al pie, en primer término, se observan los yacimientos-poblados de El
Castrillo y El Roblizal. Al fondo, la salida del río Purón por el desfiladero de Ribera.

Foto 8. La zona acantilada donde se localiza el abrigo bajo roca de Portillo Lerón.

282
A
ABRIGO BAJO ROCA DE PORTILLO LERÓN

2 m.

B
0 1 2 m.
0

PLANTA B SECCIÓN A-B

Figura 2. Plano del abrigo donde se encuentran las pinturas rupestres.

Foto 9. Detalle del abrigo rocoso con la situación de las pinturas.

283
Foto 10. Conjunto de las pinturas rupestres.

Son cuatro los temas representados, que aunque pueden considerarse como ele-
mentos independientes, dada su temática, y el estar agrupados en una clara alinea-
ción, pueden interpretarse como un mensaje que quizá sí pueda tener una lectura de
conjunto.

De izquierda a derecha los temas dibujados, son: un simbolismo solar; un arquero;


una figuración antropomorfa; y un zoomorfo.

SOLIFORME. Aprovecharon un desconchado en la roca, de forma circular, para re-


presentar en él, el núcleo del sol. En este círculo nacen, en forma de corona circular,
unos triángulos radiados en número de 10. Estos triángulos tienen, en algún caso, una
forma ondulante (fot.11) (fig. 3). Su tamaño, en sus dos ejes, es de 19,6 por 18,3 cm.

ARQUERO. Representa a una persona en actitud de disparar una flecha. Porta un


arco de gran tamaño, donde la flecha es una prolongación del brazo sin solución de
continuidad. La punta de la flecha está representada por un trazo en ángulo, quedando
magnificada respecto al resto de la representación. El trazado de la figura es filiforme
sin definir mucho los elementos de su anatomía, pero que a pesar de ello expresa una
actitud dinámica, en actitud de correr, conseguida por la flexión de las rodillas. La cabe-
za se representa mediante un óvalo estrechado en su parte inferior. Sus dimensiones
son: 20,5 por 25,7 cm. (fot.12) (fig.4).

FIGURACIÓN ANTROPOMORFA. No se ve claramente lo que puede estar representa-


do en este trazado. Rematando la figura, en la parte superior, queda indicada una pe-
queña línea curva. Queda separada del núcleo de la figura que, en una interpretación
libre, parece figurar un antropomorfo?, con una cabeza circular de la que parten dos
brazos, posiblemente en asa. La parte inferior del cuerpo queda difuminada sin poder
concretar forma alguna. Es de pequeño tamaño: 9,3 cm. de altura, por 8 cm. de anchu-
ra. (fot.13) (fig.5).

284
Foto 11. Figura del soliforme. Figura 3. Calco digital del soliforme.

Foto 12. Figura del antropomorfo. Arquero. Figura 4. Calco digital del antropomorfo. Arquero.

ZOOMORFO. Tiene unas medidas máximas de trazo de 12 por 9,4 cm. Parece re-
presentar un animal con cuernos, siendo la parte que corresponde a la cabeza la que
mejor se define, quedando bien perfilada, la parte alta del lomo hasta la zona del rabo
que se insinúa alzado. La parte inferior queda más indefinida y borrosa (fot.14) (fig.6).
La duda en la identificación del tipo de animal de que se trata, puede quedar entre dos:
un cáprido o un bóvido. Teniendo en cuenta la forma y disposición de la cornamenta y
sobre todo el trazado de la testuz de la cabeza y su unión con el morrillo, parece indicar,
por su anchura, que se trata de un bóvido.

285
Foto 13. Figura del antropomorfo. Ente. Figura 5. Calco digital del antropomorfo. Ente.

Foto 14. Figura del zoomorfo. Bóvido. Figura 6. Calco digital del zoomorfo. Bóvido.

LECTURA E INTERPRETACIÓN DEL CONJUNTO

Ya hemos indicado que posiblemente estas pinturas, al parecer aisladas en cuanto


a formar unidades claramente diferenciadas por su representación temática, estén re-
lacionadas entre sí para expresar una idea de conjunto. Cualquier interpretación que se
intente ofrecer, pecará de una cierta subjetividad, siendo probablemente tantas como
personas ofrezcan las suyas. No obstante, expondremos unas ideas, producto de una
reflexión personal.

Algunos aspectos descriptivos no parecen ofrecer dudas, en cuanto a sus adjudi-


caciones formales pudiendo tener ciertos visos de credibilidad. De las cuatro figuras,
de tres pueden darse como valida la descripción de su grafismo (soliforme; arquero;
animal) siendo más discutible la de la cuarta figura. Del conjunto la lectura parece que

286
debe hacerse de izquierda a derecha, si tomamos como punto referencial la de la orien-
tación del arquero, corriendo en esa dirección, lo que dirige la lectura hacia la derecha.
Así tendremos en primer lugar el símbolo solar, que podría asociarse al tiempo, posi-
blemente estacional (verano, día), o de bonanza. El antropomorfo puede interpretarse
como una actuación de carácter dinámico, en función de arquero. La tercera figura,
entre el arquero y el animal, es la que presenta dudas. Finaliza el conjunto la figura del
zoomorfo. Si abogamos por la tesis de que forman un conjunto de expresión, reflejando
una idea, una posible interpretación pudiera ser:

(Soliforme) presencia del sol (antropomorfo arquero) acción ofensiva, defensiva


(antropomorfo?) ente (zoomorfo) bóvido. De ello se podría deducir: En verano o
de día defensa del ganado de un ente.

PARALELOS

En líneas generales vemos que estas representaciones pueden asociarse con un


arte postpaleolítico, dentro de lo que se denomina como arte levantino y/o esquemá-
tico, aunque no hay que olvidar algunas representaciones en cuevas en el Cantábri-
co oriental. Algunos de los temas tienen claramente paralelos con grafismos similares
existentes en ciertos yacimientos concretos.

En cuanto a los paralelos y comenzando por las más próximas, veremos que en el
territorio alavés son otros dos los lugares donde aparecen este tipo de pinturas con las
mismas características que las de Portillo Lerón; utilizar un abrigo bajo roca, y estar
pintadas en color rojo. Estos lugares son: Las Yurdinas, en el Puerto de Herrera (García
Diez; Hortola 2003) y otro en el covacho de Socuevas de San Miguel, en la cuenca del
río Bayas. En otro contexto y con unas características diferentes, como es el de la elec-
ción del espacio donde se representaron (en el interior de las cuevas) y utilizar el color
negro para pintarlas (Llanos 1963), existe la de la cavidad de Solacueva de Lakozmon-
te (Llanos 1961), donde encontraremos algunos paralelos. También en abrigos bajo
roca y pintadas en rojo, se descubrieron en La Peña del Cantero en Echauri (Navarra)
(Santesteban 1968) (García Diez; Hortola 2003), o en la cueva de los Arqueros en Vi-
veda (Santander) (Pumarejo; López 2000). Independientemente de la existencia, fuera
del ámbito próximo al hallazgo en estudio, los encontraremos en Cuenca y sobre todo
en el área nuclear del Bajo Aragón, Levante, el alto Duero, Andalucía y Extremadura.

Las representaciones soliformes, aunque no muy abundantes, si existen claros


ejemplos en varios yacimientos, entre los que pueden destacarse los de cueva Jeroni;
abrigo II de Famorca; abrigo III del barranco de La Fita; peña de l´Ermita del Vicari;
abrigo I de la Palla; cueva del barranco del Midgia; abrigo II del barranco del l´Infern,
todos ellos en la provincia de Alacant (VV. AA 2000). Otro ejemplo es el de Valonsade-
ro (Soria) (J. A: Gómez-Barreda 2002), del área anterior es el de los Castellojones de
Potencio en Boniches (Cuenca) (Hernández 2005). Todos los del primer conjunto de
yacimientos citados se representan de una forma muy simple: con una circunferencia
de cuyo perímetro nacen unos trazos radiales. Más elaborado es el caso de Boniches,
donde estos trazos radiados se convierten, en sus extremos, en manos. En nuestro
caso se aprovechó una desconchadura de la roca con forma circular, para figurar el
núcleo solar, rodeándose de rayos representados mediante triángulos. Ejemplares se-
mejantes, con este diseño concreto, no conocemos en el arte postpaleolítico, siendo

287
los paralelos más próximos, en cuanto a concepción, las representaciones solares con
los llamados “dientes de lobo” de las estelas discoidales, en el ámbito de la Edad del
Hierro.

El antropomorfo figurando un arquero, sí se encuentra como tal abundantemente


representado en otros lugares, especialmente en el área nuclear donde se desarrolla
el arte levantino. Generalmente las múltiples representaciones tienen diferencias en
cuanto a su plasmación gráfica, tanto en su expresión dinámica como anatómica. Sin
embargo el trazo filiforme que presenta la figura en estudio, no abunda, ya que en la
mayor parte de los casos trazan y definen muy bien las formas anatómicas e incluso el
sexo y adornos. Ejemplos donde se den la conjunción de trazo y el movimiento concre-
to de correr, los encontramos en La Cova dels Cavalls, en el barranco de La Valltorta,
en el abrigo del barranco de la Palla, en Tormos (Valencia), por poner algún ejemplo
(VV.AA. 1998), y en la Cueva del Engarbo I, en Santiago de la Espada (Jaén) (VV.AA.
2005), en el abrigo I del conjunto de La Ermita en Ulldecona (Tarragona) (García, R.
2005), en la cueva de los Arqueros en Viveda (Santander) (Pumarejo; López 2000) o
el reciente hallazgo de Minguela (Bahabón, Valladolid) también en un abrigo bajo roca
(J. A. Rodríguez et alii, 2007). Sin embargo el ejemplo más próximo lo encontramos en
la cavidad de Solacueva de Lakozmonte en Jócano (Álava). Es en esta cueva donde,
en el interior y a bastantes metros de la entrada de la cueva, por tanto en un ambien-
te completamente diferente, se encuentran varias representaciones de arqueros, con
un trazo semejante en su tratamiento filiforme, aunque presentan algunas diferencias,
como que los arqueros ostentan un tocado, y que la actitud no es la de disparar aunque
si es la misma de correr (Llanos 1961, 1963).

Mayores dificultades presenta la tercera figura, ya que su misma indefinición formal,


dificulta la búsqueda de paralelos. Posiblemente algo parecido pueden ser algunas
figuras con cabeza redonda y brazos en asa como por ejemplo la cercana de Socue-
vas de San Miguel (Llanos; Vegas 2009), o la de la figura de la Cova Llarga en L´Orxa
aunque en nuestro caso no se vea claramente esta posición de brazos en jarras. Otro
ejemplar del abrigo V del barranco de Benialí, en el Vall de la Gallinera (Alacant), así
mismo puede tenerse en cuenta, más por cuanto también tiene un trazo sobre la cabe-
za similar a nuestra figura (VV.AA. 1998). Es lo que cuando se describen figuraciones
con una cierta similitud, se las denomina como “fantasmas”.

Por último, existen figuras con representación de bóvidos, aunque con un porcen-
taje muy bajo comparándolas con las que representan a otro tipo de animales, como
cabras o ciervos. Pinturas de bóvidos pueden verse en el abrigo de las Yurdinas (Pe-
ñacerrada. Álava) o en el de los Torrudanes, en la Vall d´Ebo, y en el abrigo de Port de
Confrides (Alacant) (VV.AA. 1998), en la Peña del Escrito, en Villar del Humo (Cuenca)
(Ruiz 2004), o en la Cueva del Engarbo I, en Santiago de la Espada (Jaén) (VV.AA.
2005).

CRONOLOGÍA Y CONCLUSIONES

Aunque a nivel de secuenciación periódica de estilos pictóricos si existe una defini-


ción evolutiva, de este arte rupestre en abrigos bajo roca (VV.AA. 1999), basada en una
gran parte en las superposiciones materiales de los temas, entre otros criterios, mayo-
res dificultades se presentan a la hora de darles una cronología concreta habiéndose
encajado estas pinturas en un amplio arco temporal, entre el Paleolítico y la Edad del
Hierro. La opción más antigua es la que defendieron H. Breuil, H. Obermaier y P. Bosch

288
Gimpera. Posteriormente otros autores fijan su inicio en el Epipaleolítico. Se han reali-
zado intentos de asociar los yacimientos arqueológicos existentes en el mismo abrigo
al pie de las pinturas e incluso los que se encuentran en sus proximidades, tomando es-
tos datos como referencia para fechar las pinturas (Aparicio; Guillermo.1999). En otros
casos las semejanzas de algunos motivos grabados en cerámicas cardiales –soles,
cabras y ciervos– y algunos motivos como los soliformes que perduran en cerámicas,
desde el Neolítico hasta el Calcolítico, ha sido otro elemento que se ha tenido en cuen-
ta para su fechación. Actualmente, una de las opciones que cuenta con ciertos visos de
realidad es la mantenida por Aparicio, J. y Guillemo, J. (1999), y por Alonso, A y Grimal,
A (1994), quienes después de diversos razonamientos, bien sustentados por el análisis
de los materiales de diversos yacimientos por los primeros, y por análisis estilísticos y
formales, los segundos, coinciden en otorgar una cronología Epipaleolítica para el pe-
riodo de ejecución y desarrollo del Arte Rupestre Levantino. A esta rotunda afirmación
se contraponen otras opciones que proponen su encaje en momentos Neolíticos con
perduraciones incluso hasta el comienzo de la edad de los metales (VV.AA.1998).

Nuestra pregunta es. ¿Se pueden mantener estas conclusiones para este yacimien-
to de Portillo Lerón, tan alejado del espacio nuclear del Arte Rupestre del Levante? En
principio no disponemos de ningún material arqueológico existente en el mismo abrigo,
que pudiese arrojar alguna luz, –con todas las dudas razonables sobre la relación ya-
cimiento arqueológico-pinturas–, sobre su fechación. Tampoco contamos con superpo-
siciones en las propias pinturas que nos orientase sobre su evolución, ya que todo el
conjunto se realizó en un mismo momento. Tendremos por tanto que llevar a cabo una
serie de razonamientos en base a deducciones realizadas sobre alguna de las figuras.
En primer lugar la figura soliforme tiene unas características estilísticas que la alejan
de todos los soliformes conocidos del área del Levante. Se trata de una representación
mucho más elaborada en comparación con aquellos. Sobre todo en la figuración de
los rayos, que por sus formas triangulares, parecen un precedente de los símbolos
solares representados en las estelas discoidales de ”dientes de lobo”, de momentos de
la Edad del Hierro. El zoomorfo del arquero sin embargo nos aproximaría a momentos
anteriores, cuando el uso del arco es habitual, y que es escasamente utilizado durante
la Edad del Hierro. Tendríamos por tanto, como hipótesis, que si se tiene en cuenta la
relación que pudieran tener con los arqueros de Solacueva, adjudicables a momentos
de la Edad del Bronce, posiblemente en su fase inicial, este conjunto pictórico quedaría
encajado en un arco temporal entre el Calcolítico y el final de la Edad del Bronce. Co-
rresponden así mismo, a estos momentos, varios de los yacimientos conocidos en el
Valle, citados anteriormente.

Como conclusiones se puede decir que, este abrigo no parece haber servido como
lugar de habitación, teniendo en cuenta la insuficiente cobertura que ofrece como tal,
así como la inexistencia de un sedimento arqueológicamente fértil que pudiese ofrecer
información sobre este aspecto. La presencia de estas pinturas, en este lugar, parece
estar relacionadas con la posición estratégica como paso secular del valle a la parte
alta de la sierra, y como punto oteador de un amplio horizonte de la entrada de acceso
al Valle por el Sur.

PROTECCIÓN

Con el fin de prever posibles acciones antrópicas negativas para la conservación de


este conjunto de pinturas, se propuso a la dirección del Parque Natural de Valderejo, el

289
llevar a cabo un cierre que las preservase. Esta propuesta fue asumida favorable-
mente, demostrando una gran responsabilidad en este cuidado patrimonial, que forma
parte así mismo de los valores del propio Parque. Aparte de un enrejado, delante de las
pinturas, se colocó una placa protectora de policarbonato con una lámina protectora de
UV, evitando su degradación pigmentaria y acciones físicas directas. Un panel informa-
tivo permite establecer un dialogo con los visitantes para una correcta interpretación de
este conjunto pictórico, y sus circunstancias históricas.

ANEXO

ANÁLISIS DEL PIGMENTO

Con el fin de completar la información material de estas representaciones, solicita-


mos al Servicio de Restauraciones de la Diputación Foral de Álava el poder realizar un
análisis de los pigmentos. Tanto de la toma de muestras como de la gestión, se encargó
Emilio Ruiz de Arcaute, restaurador de dicho Servicio. El análisis se llevó a cabo por
los especialistas, Andrés Sanchez Ledesma (Ldo. Bioquímica), Ismael González Seco
(Ldo. CC Físicas), Marcos del Mazo Valentín (Técnico de laboratorio) en el laboratorio
de análisis para la documentación y restauración de obras de arte, Arte-Lab S.L.

1. INTRODUCCIÓN

En el presente informe se exponen los resultados de los análisis realizados a cuatro


micromuestras pertenecientes a unas pinturas rupestres aparecidas en un abrigo del
Parque de Valderejo, Álava. La solicitud de los análisis ha sido realizada por Emilio
Ruiz de Arcaute del Servicio de Restauración de la Diputación Foral de Álava.

El objetivo de los análisis ha sido la identificación de los materiales presentes en ca-


da estrato de las micromuestras tomadas. En el informe se presentan diferentes tablas
en las que se muestran detalladamente los resultados del estudio, los gráficos más sig-
nificativos obtenidos de los análisis realizados, así como las conclusiones relacionadas
con las interrogantes planteadas en la solicitud de estudio.

2. DESCRIPCIÓN DE LAS MICROMUESTRAS

Nº 1 Trazos de una figura sobre roca caliza


Nº 2 Trazos de una figura sobre roca caliza
Nº 3 Trazos de una figura sobre roca caliza
Nº 4 Tierra de una veta de arcilla próxima

290
3. TÉCNICAS DE ESTUDIO Y ANÁLISIS QUÍMICOS

3.1. Estudio de la micromuestra mediante microscopía óptica con luz incidente y tras-
mitida.
3.2. Microscopía óptica de fluorescencia.
3.3. Microscopía electrónica de barrido-microanálisis mediante espectrometría por
dispersión de energías de rayos X (SEM-EDXS).

4. RESULTADOS

Nº 1: Trazos de una figura sobre roca caliza Nº 2: Trazos de una figura sobre roca caliza

Figura 1. Imagen obtenida al microscopio óptico de Figura 2. Imagen obtenida al microscopio óptico de
la sección transversal de la micromuestra Nº 1 (obje- la sección transversal de la micromuestra Nº 2 (obje-
tivo MPlan 20 X / 0,40). tivo MPlan 50 X / 0,75).

Nº 3: Trazos de una figura sobre roca caliza Nº 4: Tierra de una veta de arcilla próxima

Figura 3. Imagen obtenida al microscopio óptico de la Figura 4. Imagen obtenida al microscopio óptico de la
sección transversal de la micromuestra Nº 3 (objetivo sección transversal de la micromuestra Nº 4 (objetivo
MPlan 20 X / 0,40). MPlan 10 X / 0,25).

291
5. CONCLUSIONES

En la siguiente tabla se presenta la relación de materiales identificados en las micro-


muestras estudiadas.

Materiales identificados en las micromuestras


Color Pigmentos / cargas
blanco (opacos y carbonato cálcico
Morteros
transparentes) sílice y silicatos
Trazos de pintura y
anaranjado tierras
veta de arcilla
No se ha identificado ningún material orgánico
Materiales orgánicos que pueda relacionarse con un posible aglutinan-
te de los trazos de pintura

Los análisis por EDX muestran una composición de elementos similar, permitiéndo-
nos sólo asignar genéricamente los compuestos presentes en los trazos a tierras(1). Sin
embargo, no es posible, a partir de estos análisis, conocer la composición particular de
óxidos, hidróxidos, carbonatos y silicatos presentes en las tierras como para dar res-
puesta a la solicitud planteada en el estudio.

Para poder comparar la composición de la veta de arcilla con los trazos de pintura
rupestre sería necesario realizar otros análisis, con técnicas que requieren una canti-
dad de muestra significativamente mayor.

ESPECTROS EDX

A continuación se presentan los espectros más significativos obtenidos de los aná-


lisis mediante SEM-EDX.

Figura 1. Espectro EDX obtenido del


análisis realizado sobre el mortero (capa
1) de la micromuestra Nº 1. Espectros
similares se han obtenido para los mor-
teros de las micromuestras Nº 2 y Nº 3.

(1) Describimos como tierras a aquellos pigmentos coloreados compuestos por minerales en los que se identifican óxido o
hidróxido de hierro y que pueden estar acompañados de dióxido de manganeso, carbonato cálcico, carbonato cálcico mag-
nésico y silicatos de aluminio, potasio, magnesio, entre otros. El color de las tierras que han sido utilizadas como pigmentos
depende del tipo y proporción del compuesto de hierro y de la presencia de los otros óxidos y silicatos. Por esta razón, acom-
pañamos la denominación “tierra” del color que presenta el pigmento en la capa de pintura, haciendo referencia a tierra roja,
tierra amarilla y tierra verde a las que presentan estos colores, tierra de sombra a las de color pardo y utilizamos el genérico
tierras en las que muestran una tonalidad pardo anaranjada que no se clasifica de forma evidente en los grupos anteriores.

292
Figura 2. Espectro EDX obtenido del
análisis realizado sobre la capa de pin-
tura (capa 2) de la micromuestra Nº 1.
Espectros similares se han obtenido
para las capas de pintura de las micro-
muestras Nº 2 y Nº 3.

Figura 3. Espectro EDX obtenido del


análisis realizado sobre la matriz de la
micromuestra Nº 4.

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ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA nº 24 297-354 VITORIA-GASTEIZ 2009 ISSN 1695-1611

EL COMPLEJO PASO DE LA EDAD DEL BRONCE FINAL


A LA DEL HIERRO, EN EL CANTÁBRICO ORIENTAL

Armando Llanos Ortiz de Landaluze*

Palabras clave: Bronce Final. Edad del Hierro. Cantábrico oriental. País Vasco. Poblados. Cuevas. Depósitos
en Hoyos. Cromlechs.
Gako hitzak: Brontze Aroko amaiera. Burdin Aroa. Ekialdeko Kantauri. Euskadi. Herrixkak. Haitzuloak.
Biltegiak Zuloetan. Harrespilak.
Key words: Final Bronze Age. Iron Age. Eastern Cantabrian Area. Basque Country. Villages. Caves. Depots
in Holes. Cromlechs.

RESUMEN:
Se trata de un momento clave durante el que se conforman unos núcleos urbanos concretos y bien
definidos, como piezas fundamentales para la estructuración espacial de este territorio, dando lugar a una
potente Edad del Hierro. No solamente se relacionan, tratan y analizan, los lugares de habitación al aire libre,
sino aquellos otros que, con diferente carácter, presentan testimonios de la existencia de distintos mundos
culturales, en estos momentos de cambio.

LABURPENA:
Funtsezko unea da. Honetan, ondo definitutako hiri-gune zehatzak eratu ziren, lurralde honen espazio-
egituraren oinarrizko pieza gisa, eta Burdin Aro ahaltsua ondorioztatu zuten. Aire zabaleko bizilekuak zerren-
datu, jorratu eta aztertzeaz gain, aldaketa-une hauetan, kultura-mundu ezberdinen lekukoak ere aurkezten
dira, izaera ezberdineko leku gisa.

SUMMARY:
A key moment in the formation and structuring of a specific and well defined urban city centres is ana-
lysed. These centres will lead subsequently to the development of a powerful Iron Age, during which the tribal
demarcations dividing this region will be set up. It is not only the open-air established places which are listed
and dealt with, but also all those aspects which in a different way offer us evidence of the existence of other
different worlds of culture in this transitional period.

INTRODUCCIÓN

Hay algunos momentos culturales que han quedado calificados como periodos bisa-
gra, debido quizá más a un desconocimiento de sus características propias, por caren-
cia de una investigación profunda, que por falta de unas características reales. Este es
el caso de lo que ocurre con estos momentos concretos que van a transcurrir entre el
final de la Edad del Bronce y los comienzos de lo que será la del Hierro. Es cierto que
es un espacio temporal de gran complejidad a todos los niveles, especialmente en lo
que se refiere a la definición del hábitat.

La dificultad en conocer a fondo estos momentos viene de una falta de datos de


carácter estratigráfico, con excavaciones donde se haya podido controlar su existencia.

* Instituto Alavés de Arqueología / Arkeologiarako Arabar Institutua. Pedro Asua 2, 2º Dpto 53. 01008 Vitoria-Gasteiz.
arman.llanos@gmail.com
Ponencia expuesta en los II Coloquios de Arqueología en la Cuenca del Navia 4 al 7 de febrero 2004.

297
Generalmente los lugares reconocidos como correspondientes a estos momentos se
refieren a materiales recogidos en prospecciones superficiales o en yacimientos con
unas características especiales (cuevas, depósitos en hoyos, etc.), difícilmente eva-
luables como unidades poblacionales. Es precisamente el estar estas etapas, en mu-
chos casos, en el origen de algunos de los poblados bajo una potente estratigrafía de
momentos posteriores, lo que hace que tengamos un mayor y mejor conocimiento de
las etapas del Hierro Pleno que de estas iniciales, salvo que se hayan llevado a cabo
excavaciones en alguno de ellos que hayan permitido detectar su existencia.

Por lo tanto a la hora de evaluar estas situaciones, necesariamente tendremos que


tener en cuenta no solamente aquellos lugares de establecimientos al aire libre, más o
menos fortificados, que nos indiquen como evolucionaron estos lugares durante este
proceso cambiante, sino otros puntos y lugares donde se ha detectado la existencia de
testimonios de grupos culturales de finales de la Edad del Bronce que habrán de ofre-
cernos una visión amplia de su presencia. Así podremos esbozar desde varios puntos
de vista esta complejidad poblacional, teniendo en cuenta otros aspectos.

El marco geográfico sobre el que girará este análisis, se concretará al Cantábrico


oriental, abarcando como tal a la Comunidad Autónoma del País Vasco en su conjunto,
haciendo abstracción de conceptos exclusivamente hidrográficos –solamente la ver-
tiente cantábrica– aunque si se tenga en cuenta esta divisoria a la hora de tratar los
datos arqueológicos que se manejarán, diferenciando la vertiente septentrional de la
meridional.

EL ESPACIO TERRITORIAL

De una manera resumida esbozaremos un esquema de la estructura orográfica del


espacio que es objeto de este análisis, dado el importante papel que jugó en los esta-
blecimientos de la población en ciertas zonas, y que de alguna forma podrá explicar al-
guna de las conclusiones que expondremos.

En líneas generales veremos que las grandes alineaciones montañosas, se desa-


rrollan en bandas longitudinales de este a oeste, con una potente secuencia de sierras
(Altzania, Aitzgorri, Elgea, Macizo de Gorbea, Gibijo, Salvada) que separan la vertiente
de aguas cantábrico-mediterránea. Esta alineación montañosa se continúan con otras
paralelas, en una gradación norte sur, que con una sucesión de alineaciones también
longitudinales, dejan valles o cubetas, siendo especialmente importante la de las sie-
rras de Codés, Cantabria y Toloño que enlazan con la de Obarenes, ya en territorios
riojano-burgaleses. Esta última marcará la separación de las tierras del Valle del Ebro
con el resto de las tierras septentrionales.

A lo largo de estas alineaciones, en la vertiente meridional, se configuran una serie


de pasos, en sentido transversal norte-sur, por los que discurren los ríos, Zadorra, Ba-
yas, Omecillo, que permiten establecer una comunicación desde las tierras del Ebro
hacia el norte o a la inversa. Otros pasillos se crean en sentido longitudinal, debidos a
los ríos Zadorra, Araya, Inglares, y Ega, que permiten la comunicación hacia, o desde,
tierras navarras.

298
La vertiente de aguas septentrional, queda con una estructura orográfica más com-
pleja, con pequeños macizos –salvo el de Aralar–, pero bien marcada por los pasillos
que se crearon, en dirección norte-sur, a lo largo de los ríos Bidasoa, Urumea, Oria, Uro-
la, Deva, Arratia, Nervión, y Cadagua, que en general unen las tierras meridionales con
la costa.

TIPOLOGÍA DE LOS YACIMIENTOS

Estarían por un lado los lugares de habitación al aire libre, tanto en poblados que se
desarrollan en zonas bajas, como aquellos que lo hicieron en lugares elevados. A ello
habría que añadir la presencia de estos grupos culturales en cuevas, utilizadas bien
como espacios de habitación o con otros fines. Otros testimonios serán los que deno-
minamos como “Depósitos en Hoyos”, cuya función concreta es objeto de permanente
debate. Por último haremos referencia a una serie de hallazgos aislados, que tienen el
valor de ofrecernos información sobre la presencia de grupos concretos o bien simples
influencias culturales.

De entre todos los yacimientos que existen, con posibilidades de iniciarse en el


Bronce Final, pero que no es suficientemente claro que esto sea así, se han seleccio-
nado aquellos que por una serie de factores si pueden considerarse válidos como para
tenerlos en cuenta en esta visión global y resumida.

LUGARES DE HABITACIÓN AL AIRE LIBRE, EN ZONAS BAJAS

Es quizá la presencia más abundante de testimonios, sobre todo en determinados


espacios geográficos, como ocurre en la vertiente meridional. Se presentan estos luga-
res de habitación, bajo dos aspectos: sin estructuras artificiales definidas y otros que sí
las tienen.

En el primer caso su localización viene determinada por unas manchas negras so-
bre las tierras de cultivo, en las que se recoge abundante material, especialmente ce-
rámico, aunque también existe material lítico. No suelen ofrecer información superficial
sobre ninguna estructura artificial que defina y determine la extensión de estos asen-
tamientos. Aunque aparecen distribuidos por diferentes puntos de las tierras alavesas,
son especialmente densos en su zona media. Concretamente en la cuenca media-baja
del río Omecillo, así como en la cuenca del río Rojo (Ortiz et alii, 1990). Generalmente
son establecimientos que tienen su desarrollo entre el Neolítico y los comienzos de la
Edad del Bronce. Entre ellos, algunos parecen perdurar, quedando testimonios de asen-
tamientos posteriores ya dentro del periodo en estudio.

En el segundo caso, aunque el terreno también presenta estas coloraciones oscu-


ras, sí suelen disponer de ciertas estructuras naturales o artificiales, que definen y deli-
mitan el espacio que ocupaban estos asentamientos.

Su distribución geográfica queda bien determinada en espacios geográficos concre-


tos, destacando entre los de la vertiente meridional:

299
Cuenca media-baja del río Omecillo (Álava). Entre los pueblos de Bergüenda, Villam-
brosa, Tuesta, Espejo, Bachicabo, son abundantes las localizaciones de coloraciones
negras sobre las tierras de cultivo, en las que se puede recoger material arqueológico,
lítico y especialmente cerámico, de recipientes modelados, con pastas con desgrasan-
tes finos y cocción reductora. Generalmente no presentan decoraciones, aunque en
alguno de estos yacimientos se recuperaron algunos fragmentos con temas de Boqui-
que, junto a excisos, ajedrezados impresos entre bandas incisas, puntillados alineados,
ángulos corridos en bandas formando líneas o metopas, de línea cosida, junto a los
consabidos pero menos definitorios de cordones, digitaciones y ungulaciones, superfi-
cies rugosas, pezones alargados y cónicos, etc. Entre los yacimientos concretos en los
que se tiene constancia de la existencia de estos materiales claramente pertenecientes
al final de la Edad del Bronce, destacaremos el de Valdelatoba sobre una pequeña
elevación amesetada, definida por un reborde rocoso natural. Próximo a éste, están
los de La Pieza de la Choza y el del Molino (Alcedo. Álava), que no presentan ninguna
estructura que los delimite, donde aparecen cerámicas similares, en formas y pastas,
aunque no presenten la totalidad de estas decoraciones.

Cuenca del río Rojo (Condado de Treviño) (Ortiz et alii, 1990). Estas manchas de
coloraciones negruzcas se extienden a ambos lados del río. Entre los numerosos lu-
gares que pueden considerarse de habitación, donde se recuperó material cerámico
con ornamentaciones de Boquique, están los de Crocega (Villanueva de Tobera.), Los
Campos Sur (Taravero.), Palaciarán V (Villanueva de Tobera.), San Cirián (Mijancas.).
Estas ornamentaciones se dan junto a otras de cordones, rugosidades, pezones, un-
gulaciones, digitaciones, etc.

Algunos otros yacimientos en zonas bajas, sin ninguna delimitación de espacio, con
materiales similares a los anteriores, o del tipo de decoraciones excisas, aparecen en
Reñana y San Julián (Laguardia. Álava), Pago de Esquide (Yecora. Álava), Custoia
(Ozana. Condado de Treviño), La Chirivía (Caicedo Yuso. Álava), Andrinejo (Caicedo
Yuso. Álava), Alto del Cascajo (Nuvilla. Álava), La Llana (Salcedo. Álava), Bostrao (He-
reña. Álava), El Hoyo la Paul (Villambrosa, Álava), etc.

También en zonas bajas, pero con obra artificial que definen bien el espacio ocu-
pado están los de: La Pieza del Castillo (Fontecha. Álava), y La Hoya (Laguardia. Ála-
va).

LA HOYA (LAGUARDIA. ÁLAVA)


Se descubrió en 1935, realizándose unos primeros sondeos en ese año. Las prime-
ras excavaciones se llevaron a cabo en 1950 y en 1955-56. Los trabajos más intensos
se desarrollaron entre 1973 a 1989 (Llanos 2003).

Es este yacimiento el que mayor cantidad de datos aportó para conocer múltiples
aspectos de estas poblaciones del Bronce Final y Edad del Hierro. En parte debido a
la extensión de la superficie excavada, –un 15% del total del poblado, que tiene en su
totalidad una superficie de 10 Ha.– y por otra por una serie de circunstancias acaecidas
en la vida del propio poblado. Está situado al norte y a escasa distancia de la villa de
Laguardia, al borde de los caminos que atravesaban la sierra de Cantabria buscando
las tierras de la Montaña Alavesa. Se desarrolló sobre una zona que apenas sobresale
de los terrenos que lo rodean, fortificándose en todo su perímetro desde el primer mo-

300
Poblado de La Hoya.

mento. Conserva el trazado de la muralla que lo rodea por tres de sus lados, menos en
la zona sur que debió desaparecer por las labores de labranza.

Las fases por las que atravesó su historia pueden concretarse en cuatro. Fase IV,
que corresponde a los momentos iniciales. Fase III, estructuración permanente de su
hábitat. Fase II, consolidación del poblamiento. Fase I, de pleno desarrollo y abandono
del lugar.

Poblado de La Hoya. Secuencia estratigráfica. 2

301
Poblado de La Hoya. Superposiciones de viviendas.

Fase IV. Corresponde a la primera ocupación espacial del lugar. En este primer
momento, casas y cierre del recinto se construyeron de madera, lo que dada la preca-
riedad de estos materiales dificultó obtener datos de sus estructuras, aunque sí se pu-
dieron intuir sus trazados por los agujeros excavados en la roca del suelo como encaje
de los postes. Estas trazas parecen tener formas rectangulares. Del mismo modo sus
defensas consistieron en una empalizada a la que, en algunos casos, se entestaron las
propias viviendas. Los ajuares que van unidos a esta fase están indicando un origen
de tipo continental transpirenaico, apareciendo además algunos elementos del mundo
cultural dolménico. Las fechaciones de esta fase, obtenidas por C14, están indicando
que pueden remontarse a un arco entre los siglos XV/XIII a.C.

Fase III. Se constata un cambio que pone de manifiesto una estructuración cons-
tructiva de mayor importancia, sobre todo en lo que se refiere a las técnicas utilizadas,
lo que está indicando una cierta fijación poblacional y un proyecto de trazado urbano
meditado. Así, se utilizó la piedra en la creación de los levantes de zapatas corridas
como base de las estructuras de madera y de los levantes de los muros, que empe-
zaron a ser, en general, de adobe. Los techados se cubrieron con materias vegetales
revestidas de tierra. Esta fórmula constructiva que se inicia en esta fase será, salvo
ligeras variantes, la utilizada a lo largo de toda la vida
2
del poblado. La superficie de
estas viviendas oscila en general entre los 45 a 55 m . Los hogares se colocaron en el
centro de la habitación identificándose perfectamente por placas de arcilla con solera
interna de fragmentos cerámicos o piedras. Aunque las formas de las plantas de estas
casas son rectangulares, se ve en algún caso una cierta curvatura de los muros como
prolongación de las formas rectas y que quizá en algún caso fuesen totalmente curvas.
Estas edificaciones se construyeron alineadas en paralelo a la muralla, pero guardando
cada una su trazado aislado de las que se levantan a su lado. La muralla se robustece,
pasando de ser de una empalizada de madera, a una fortificación con un levante de
mampuestos en seco.

Fase II. En esta fase se consolida el poblamiento. En líneas generales apenas pre-
senta cambios importantes estructurales, siendo similares a los de la fase anterior. Úni-

302
camente se observa que algunas construcciones tienen un mayor desarrollo en altura
de los paramentos de piedra, que llegan a alcanzar una altura de 1,50 m. Los trazados
de las viviendas presentan alguna ligera variación siguiendo los mismos criterios en
cuanto a dimensiones. Los solados de tierra apelmazada conservaban restos de las
pinturas en rojo, que los decoraban en forma de cenefas con composiciones lineales.
Esta ornamentación del interior de las casas mediante pintura, también se constata en
los lucidos de las paredes. Aparte de las placas de hogar se pudo aislar la estructura
de un pequeño horno relacionado con la cocción de alimentos. En esta fase las ali-
neaciones de casas, que siguen los mismos trazados de conjunto, se anexionan entre
sí haciéndose medianiles los muros, fórmula que no se abandonará hasta el final del
poblado. La muralla sufre unas variaciones en su trazado bien reduciéndose o amplián-
dose, según las zonas del poblado. Es en este momento cuando se produce un ritual
en la construcción de la muralla que intentó, con él, ampliar el poder defensivo de la
muralla.

Fase I. A lo largo de esta fase se logró el mayor desarrollo del poblado. Las nue-
vas tecnologías y formas de vida, especialmente económicas, aportadas por el mun-
do cultural celtibérico, conllevaron importantes modificaciones sobre todo en su trama
urbana. Así en la parte alta del poblado el trazado urbano se reestructura, ocupando
densamente toda su superficie creándose un reticulado de manzanas, con plazas y ca-
lles empedradas, con aceras, en algún caso porticadas y piedras pasaderas entre ellas.
Las casas siguen las fórmulas tradicionales de formas rectangulares o trapezoidales.
Este trazado en la base es con una zapata de mampuestos, levante con armadura de
madera, cerramiento de vanos con adobes o entablamiento, solado de tierra batida y
cubierta de materiales vegetales. La distribución interior es generalmente en tres es-
tancias, con hogares que ahora se adosan a las paredes bien de forma semicircular o
en ángulo.

En esta fase son varios los elementos que se introducen por este aporte cultural de
tipo celtibérico, como la cerámica torneada de cocción oxigenante, el desarrollo de una
potente metalurgia del hierro aparte de la ya conocida de tipo broncístico, una agricul-
tura de tipo cerealístico con un gran potencial productivo, la conversión del poblado en
un centro comercial, etc.

Con todo ello su estructura social es más compleja, aunque siguen manteniéndose
anteriores formas de vida, tanto en lo económico (ganadería, producciones cerámicas,
etc.) como en las estructuras de las viviendas (hogares centrales entre otros) y en cier-
tas fórmulas de rituales (enterramientos infantiles en el interior de las casas).

En uno de los momentos el poblado es atacado, masacrado e incendiado. A pesar


de ello se reconstruye sobre sus escombros, aunque no alcanzará el mismo grado de
desarrollo anterior, manteniendo, aunque con ligeras diferencias, el trazado urbano. Sus
viviendas presentan algunas variaciones, tanto en sus técnicas constructivas, como en
la reducción y redistribución de sus plantas. El final de la ocupación de este lugar debió
ocurrir alrededor del siglo III a.C. por simple abandono.

Los materiales que pueden tener un interés especial de cara al fenómeno que trata-
mos son los de las dos primeras fases. Las cerámicas de fabricación modelada, de las
primeras fases marcar una cierta evolución en sus formas, pasando de tipos general-
mente de perfiles simples, cóncavos y convexos, casi rectos o abiertos, a otras formas
compuestas en las que comienzan a verse los cuellos rectos. En cuanto a los tamaños

303
Poblado de La Hoya. Algunos tipos cerámi-
cos de los niveles inferiores.

pasan de ser mayoritariamente grandes con escasa presencia de tipos más pequeños,
a equilibrarse en capacidades en un momento posterior. Las bases son planas, si bien
se comienzan a desarrollar los fondos anulares, viéndose algún caso apoyos polípodos.
En los tipos de decoraciones ocurre algo parecido, siendo las ornamentaciones de tipo
plástico e impresiones (digitaciones, ungulaciones y cordones –incluso cubriendo toda
la superficie–), y pezones, las más abundantes, sin que por ello falten otras técnicas
como las incisiones corridas de trazo fuerte y otras finas, así como las acanaladuras
paralelas, las impresiones con muelles, y las excisiones. Un pequeño fragmento es de
técnica campaniforme. Aparte de las clásicas pastas con desgrasantes líticos, existen
otros recipientes en que estos desgrasantes son de tipo vegetal y cuyas pastas no se
cocieron sino que simplemente llevaron un proceso de secado natural. Abunda el ma-
terial lítico, bien en grandes lascas retocadas como de láminas, raspadores sobre lámi-
na, punta de flecha de pedúnculo y aletas, etc. De hueso son espátulas y punzones.
El metal es escaso, siendo de bronce una fíbula de doble resorte, pequeñas anillas, y
botones de travesaño.

LUGARES DE HABITACIÓN AL AIRE LIBRE, EN ZONAS ELEVADAS

Salvo contados casos, la ocupación poblacional durante la Edad del Hierro escoge
lugares altos, que aunque de características diversas (Llanos, 1981), tienen en común
la elección de espacios con fáciles defensas aprovechando las que naturalmente ofre-
cen los puntos elegidos. Generalmente se sitúan en lugares que parecen controlar las
vías naturales de comunicación, añadiéndose, además, que desde ellos se ejerce una
amplia visión de extensos espacios.

Entre todos los conocidos –126 en la totalidad de la zona analizada–, solamente


se pueden concretar como originados en el Bronce Final un bajo porcentaje, al menos

304
con el conocimiento que actualmente se tiene de ellos, por falta de excavaciones que
impiden conocer los niveles inferiores, en el caso de que los tuviesen, o bien que los
datos conocidos no son lo suficientemente explícitos para poder tenerlos en cuenta en
esta visión global. Concretamente estos son:

Vertiente meridional.

CASTRO DE PEÑAS DE ORO. (VALLE DE ZUYA. ÁLAVA)


Es un poblado de altura, que domina una gran extensión de terreno en la cuenca
alta del río Bayas prácticamente centrado en el Valle de Zuya. Encajado en una a modo
de cubeta, entre las Peñas de Oro (892 m. s.n.m), sus laderas presentan una fuerte
pendiente por su lado norte, estando defendidas con una pared rocosa acantilada por
el resto de sus lados. Ocupa una superficie de 18 a 30 Ha. Las zonas de habitación se
establecieron en pequeñas terrazas distribuidas anárquicamente por las laderas.

Castro de Las Peñas de Oro. Conjunto de las peñas emergiendo en el centro del Valle de Zuia.

Las excavaciones llevadas a cabo en él (Ugartechea et alii. 1971) durante cuatro


campañas sucesivas, se desarrollaron en cuatro puntos principalmente, en una exten-
sión limitada. En dos de las zonas excavadas, en la zona acantilada del oeste, se puso
al descubierto el cierre defensivo, junto a una vivienda adosada al mismo y otro lugar
de habitación y de posibles hornos de fundición. En uno de los espacios amesetados,
ya en el interior del recinto, se excavó una unidad de habitación de planta circular con
hogar central. Otro sondeo se llevó a cabo en el término de Santa Marina.

305
Castro de Las Peñas de Oro. Zona acantilada del oeste, donde se realizaron las excavaciones.

Las construcciones se realizaron a base de una zapata de mampuestos en seco


con paredes de entramado de ramaje en trabajo de cestería, manteado de barro por
ambas caras. En cuanto a la muralla se construyó con un doble paramento rellenando
el interior con piedras informes. Esta defensa se llevó a cabo desde los momentos ini-
ciales, aunque parece haberse reconstruido, en algún momento. Sin embargo en el ni-
vel inferior, parece que solamente consistió en una base de cimentación de piedra, con
un supuesto levante sobre ella, de una empalizada de madera.

Los ajuares recuperados consistieron en abundante cerámica modelada con coc-


ción reductora, en general de formas con perfiles suaves cóncavo-convexos, y algunas
con cuellos desarrollados convexos o rectos. Los fondos son de tipo plano salvo en los
recipientes bruñidos que lo son hemisféricos. En las ornamentaciones se dan digita-
ciones y ungulaciones sobre las superficies o sobre cordones; cordones lisos; líneas
incisas fuertes o finas en series paralelas; impresiones de muelles o de círculos. Los
temas decorativos, bien de incisiones o de impresiones, trazan líneas angulosas corri-
das. Normalmente estas ornamentaciones se desarrollan sobre el tercio superior del
recipiente, incluso sobre los mismos bordes. Las cerámicas de los niveles superiores
son de fabricación torneada. También de cerámica son algunas fusayolas; morillos y
glandes.

En hueso se elaboraron, principalmente espátulas; botones; fusayolas; una empu-


ñadura de puñalito de tipo Mörigen con aletas en V muy abiertas; bocado de caballo.

Los objetos de metal, tanto en bronce como en hierro, son abundantes, correspon-
diendo a piezas completas o bien de otras fragmentadas recogidas posiblemente como
chatarra para refundir. De bronce son: botones hemisféricos con travesaño. Agujas de
perforación romboidal desplazado hacia el centro o en el extremo; alfileres de cabeza
enrollada; pulseras elípticas de sección rectangular, con finas decoraciones incisas;
muelles largos flexibles; fíbulas de tipo “siciliota” y de doble resorte, así como otra de
resorte bilateral; pequeñas anillas amorcilladas. De oro es un anillo retorcido en espi-
ral con extremos cruzados rematado en bolas. De hierro: fíbulas tipo “Golfo de León”;

306
brazaletes elípticos abiertos y otro circular cerrado de aros superpuestos, con sección
circular; hoja de cuchillo ligeramente afalcatado. De pasta vítrea son algunas cuentas.

Un resumen de la evolución de su poblamiento puede ser: Un nivel antiguo III, del


Bronce Final entroncado con elementos de carácter continental, con escasa represen-
tación constructiva, fechado en los siglos IX-VIII a.C. Sobre este momento inicial se
superpone otra fase, en el Hierro Antiguo, que constructivamente deja algunos elemen-
tos reconocibles en la que aparecen ya algunas piezas de hierro. Algunos cambios es-
tructurales (casas circulares), se acusan durante el Hierro Medio, así como en sus ajua-
res, detectándose algunos contactos en el Hierro Final con el mundo celtibérico. Esta
larga trayectoria llegaría a la romanización, en el Hierro Residual, con un marcado ca-
rácter personal.

CASTRO DEL CASTILLO DE HENAYO. (ALEGRÍA-DULANTZI. ÁLAVA)


Es otro de los poblados en los que se llevaron cabo unas excavaciones (Llanos et
alii. 1975), con intenciones de conocer su evolución, más que su estructura urbana. Por
ello fueron dos campañas en 1969-1970, que permitieron poner a la luz una de las vi-
viendas y los espacios anexos.

Castro del Castillo de Henaio.

El poblado se estructuró sobre un cerro en la Llanada Alavesa oriental, que con-


trolaba la comunicación con tierras navarras por el paso de La Burunda. Aunque no
de mucha altura (658 m. s.n.m.) desde él se visualiza un amplio espacio. Por su lado
norte, este y oeste presenta unas pendientes laderas, en tanto que por el sur el terreno
desciende suavemente presentando una sucesión de terrazas artificiales –ocho en to-
tal– que dejan unas superficies longitudinales niveladas.

Se identificaron tres niveles, de los cuales el primero y más superficial era un revuel-
to causado por las labores de labranza, lo que impidió reconocer ninguna estructura,
pero en el que eran abundantes los materiales, tanto cerámicos como de elementos

307
Castro del Castillo de Henaio. Restos de una de las casas circulares.

de construcción. En el segundo nivel diferenciado como IIa y IIb, los elementos cons-
tructivos se reducen a ciertos materiales, como manteados de barro y placas de suelos
de arcilla endurecida, sin que se pudiese concretar la forma de la construcción. En el
siguiente nivel IIIa, se identificó una vivienda de planta redondeada con unos ejes de
5,50 x 6 m. Construida sobre un zócalo de barro y levante de pies de madera acuñados
con piedras, con cerramiento de paredes a base de un entramado de ramaje manteado
con barro por ambas caras, cuya altura de paredes se calculó en 1,70 m. La techumbre
cónica se sustentaba en las paredes y en un poste central apoyado en una losa plana.
Presentaba un hogar central de placa de arcilla. Otro hogar de las mismas característi-
cas se encontró en el exterior al lado de la casa.

En el nivel IIIc, los restos constructivos no están tan definidos como en el anterior, ya
que en la zona excavada únicamente se detectaron suelos de arcilla apisonada en los
que se veían agujeros de postes con acuñamientos de piedras. Varias placas de hogar
de forma más o menos circular se distribuían por la zona. En estos casos las placas
de arcilla endurecida por el fuego, tenían un núcleo compuesto por algunas piedras y
sobre todo por fragmentos de cerámica, con la función de crear una superficie refrac-
taria. Cerca de uno de estos hogares se encontró un agujero que ejercía las funciones
de basurero y cenizal. Aunque no se puede confirmar con absoluta seguridad, ciertos
indicios abogan por una vivienda también de planta redondeada.

Los materiales cerámicos fueron muy abundantes, con recipientes de pastas mo-
deladas y cocción reductora. Sus formas, dentro de la variedad, son de perfiles cón-
cavo-convexos, y otros simplemente convexos muy abiertos. Entre los primeros están
los que tienen cuellos muy cortos y otros en el que estos tienen un gran desarrollo con

308
Castro del Castillo de Henaio. Recipientes cerámicos.

perfil cóncavo abierto o prácticamente vertical. Las terminaciones superficiales sim-


plemente son alisadas o con bruñidos mediante espátula, siendo estas últimas muy
abundantes. Las bases son planas, convexas, o de pie elevado anular. Abundan las
ornamentaciones que pueden separarse en dos grandes grupos. Las que tienen una
clara tradición arcaizante –digitaciones, ungulaciones, cordones decorados o no– sin
valor cronológico especial y las que definen bien unos momentos concretos. Entre
estas últimas están las decoraciones de impresiones de muelles, excisiones, incisio-
nes finas o fuertes, impresas, puntilladas, pintadas con grafito, etc. Las temáticas que
se trazan con estas técnicas, giran en diseños con especial incidencia en grecas con
formas angulosas, con franjas de ángulos corridos, triángulos en franjas, y en espi-
ga, presentando algunas otras muy peculiares. La dedicación alfarera en el poblado
quedó atestiguada por las espátulas de hueso y sobre todo por pellas de barro con la
impresión de los dedos del alfarero. Otras piezas de barro son los morillos, alguno con
remate en cabeza de bóvido, y las fusayolas.

El resto de objetos, es muy variado tanto en hueso –espátulas, punzones y fusa-


yolas– como de carácter lítico –raederas, hojas, y lascas– que aparecen en todos los
niveles. Las piezas de metal son escasas. En los niveles I y II consisten en dos frag-
mentos de fíbula, una de pie acodado y la otra del tipo Nauheim; dos placas de cinturón
de un garfio, una de ellas decorada; pequeña aguja; anillas; botón cupuliforme; todas
ellas en bronce; una pulsera con remate de bolas, en hierro; fragmento de hacha de
talón y anillas, fundida en plomo, que presenta cortes para su aprovechamiento. En el
nivel III, un fragmento de pulsera con remate de bolas y otro elíptico; regatón de lanza,
fragmento de punta de lanza, en bronce.

La evolución de este poblamiento, parece iniciarse con un primer asentamiento al-


rededor del siglo XII a.C. llegando en el paso de los niveles III-II al siglo V a.C. El final
del asentamiento se colocaría en el siglo III a.C.

309
CASTRO BERBEIA. (BARRIO. ÁLAVA)
Su excavación consistió en una campaña en el año 1972, en la que solo se preten-
dió obtener unas secuencias estratigráficas que pudiesen dar una orientación sobre su
evolución en el tiempo (Agorreta et alii. 1975).

El poblado se ubica en una zona montuosa, pero con un dominio de la cuenca del
río Omecillo en su curso medio. Esta cuenca es un paso natural desde la Meseta a tra-
vés del paso de Pancorbo hacia el norte. La parte alta del poblado está a una altura de
851 m. s.n.m. Su estructura orográfica le confiere una buena defensa natural. La ladera
noreste presenta una fuerte pendiente, en algunos puntos con un acantilado rocoso

Castro Berbeia. El castro, sobre el pueblo de Barrio.

al igual que por el norte; por el suroeste la ladera es aún más fuerte, en tanto que por
el sureste se une sin solución de continuidad con otras alturas. Sin embargo la parte
superior presenta amplias zonas amesetadas. En alguna de éstas se llevaron a cabo
unos muros de piedras y tierra que definen otros espacios interiores. A pesar de estas
laderas pendientes se añadieron unas terrazas que en general solo tienen un carácter
defensivo, especialmente en su lado noreste que mira al valle, en tanto que en la parte
alta, entre las rocas, se acondicionaron como nivelaciones para estructurar las vivien-
das, independientemente que funcionasen como estructuras de defensa. Los sondeos
se llevaron a cabo en una de estas terrazas de la parte alta y en la zona amesetada
superior.

En la zona I, con una superficie nivelada gracias a un muro de más de 2 m. de


altura, se excavó una superficie de aproximadamente 75 m2, que en algún tiempo fue
una parcela cultivada. Esto impidió conocer la estructura del último momento, por en-

310
contrarse este nivel revuelto por los trabajos agrícolas. El nivel inferior presentaba una
preparación de suelos mediante un encachado de piedra, alrededor de una placa de
hogar de forma un tanto inconcreta pero que tiende a ser redondeada. También se
podían ver una serie de agujeros alineados, con acuñamientos de piedra, y restos de
manteado de barro.

Los materiales arqueológicos consistieron en material lítico y cerámico. El primero


era muy abundante, con una amplia tipología de: raederas; buriles; raspadores; hojas;
Bec; puntas; así como lascas. El material cerámico, de factura modelada y cocción re-
ductora. En general corresponden a recipientes grandes con cuerpos convexos y cón-
cavo-convexos. Los cuellos son cóncavos abiertos junto a otros casi verticales, aunque
no falten algunos convexos cerrados. En cuanto a las bases, son planas con algunos
otros escasos tipos de pie anular. Como elementos de suspensión aparecen los clási-
cos pezones, algunos perforados. Se ornamentan predominantemente con impresio-
nes digitales y de ungulaciones que lo son sobre la superficie de los recipientes o sobre
cordones; además se utilizó la técnica de las incisiones corridas, acanaladas y punzan-
tes. El esquema del diseño de estas ornamentaciones se plasma en temas angulosos
y excepcionalmente en trazados ondulantes.

El otro sondeo (sector II), se realizó en una de las terrazas altas de la zona suroes-
te. Dado su pequeño tamaño no se pudo identificar ninguna estructura concreta de
habitación. En el nivel I no aparecían materiales que se pudiesen asociar a estructuras
constructivas, en tanto que en los niveles II y III, aparecieron piedras sin ordenar junto
con manteados de barro, lo que induce a pensar en construcciones similares a las de
otros poblados, y en que, una parte de ellas, pudieron corresponder a los muros de
contención de los aterrazamientos. En el nivel IV y sobre las bases de arcillas natu-
rales del terreno se encontró un pozo (nivel V) de paredes cóncavas revestidas con
pequeñas piedras. La inexistencia de materiales pétreos junto a él, parece avalar que
las construcciones, en los orígenes del asentamiento, fuesen de madera.

El material cerámico fue abundante, con recipientes de mediano tamaño, salvo al-
guna pieza que lo era de mayores dimensiones. A escasa profundidad se encontró
algún pequeño fragmento de terra sigillata y otros fragmentos cerámicos claramente

Castro de Berbeia. Fragmentos cerámicos.

311
medievales, correspondientes a un antiguo castillo o torre-atalaya que existió sobre la
peña más alta. Las formas son similares a las del sector I, aunque en éste sea mayor
la proporción y variedad de los temas ornamentales. En este caso, la mayor potencia
estratigráfica del sondeo, permitió conocer una secuencia evolutiva de los diferentes
tipos. Estos se componen de impresiones digitadas y unguladas sobre las superficies
o sobre cordones, impresiones de instrumento en algún caso tubular sobre cordones,
superficies texturadas con rugosidades, acanaladuras, en espiga, ángulos corridos, pe-
zones casi siempre próximos o en los mismos bordes, etc. Los diseños prioritariamente
son de tendencias lineales, tanto por su trazo liso, como por la alineación de los temas.
En algún caso, casi excepcional, se dan temas con intervención de curvas. Otros tipos
de objetos son minoritarios. En hueso; un pequeño punzón y un fragmento de peine
con decoración de círculos concéntricos. De hierro, cabezas de clavos y remaches y un
pequeño tubo cónico. De bronce, un arete aplanado con decoración helicoidal grabada
con un tema de ángulos unidos, otro arete con el cuerpo retorcido en salomónico y ter-
minado con ensanchamiento vuelto a manera de torques, un fragmento de una peque-
ña punta de flecha con nervio central, y una contera de sección romboidal. Otras piezas
son fusayolas y fichas de cerámica y algunos fragmentos de molinos de vaivén. El
material lítico, únicamente presentó como diferente el hallazgo de una pieza de hoz.

En prospecciones anteriores a la excavación, se recogió abundante cerámica en la


ladera suroeste –con función de vertedero–, así como dos hachas de piedra pulimen-
tada.

Con todo ello, parece que existe una cierta diferencia entre los dos lugares inves-
tigados, tanto en la forma de estructurar el asentamiento de las viviendas como en la
mayor o menor abundancia de ciertos tipos de materiales e incluso en la inexistencia
de alguno de ellos, aunque en general no puede negarse su pertenencia a un mismo
horizonte cultural de carácter meseteño, que entronca perfectamente con algunos yaci-
mientos próximos, aunque de estructuras diferentes (Depósitos en Hoyos). Su inicio se
puede llevar a un Bronce Final o a un Hierro Antiguo, momento en que se debió llevar a
cabo la infraestructura general de posicionamiento sobre el monte. Su mayor desarrollo
sería algo más tardío durante el Hierro Medio. Los testimonios posteriores –romaniza-
ción y Edad Media– solamente tienen un carácter anecdótico y deben interpretarse no
como una continuidad poblacional sino como una presencia puntual de utilización del
lugar como un punto de vigilancia.

KUTZEMENDI. (MENDIOLA. ÁLAVA)


De este poblado que ocupa la parte alta de un monte con una altitud de 709 m.
s.n.m. se llevaron a cabo algunas excavaciones en los años 50, de las cuales queda
referencia en una memoria inédita (Osaba y Ruiz de Erenchun; Fernández Medrano,
1950). Una intervención de urgencia se realizó en 2001 en la muralla de la zona noreste
(Filloy 2002).

Estructuralmente presenta una zona amesetada con suave declive hacia el sur. Por
todos sus lados, excepto por el sur tiene unas laderas escarpadas. Es precisamente
en su lado meridional donde se crearon unas fuertes defensas artificiales mediante
potentes aterrazamientos. La parte alta parece haber quedado defendida mediante un
importante muralla de mampuestos en seco, con hiladas bien alineadas y careadas,
que sirve de forro a un relleno de mampuestos calizos sin carear.

312
Castro de Kutzemendi.

En las excavaciones de 1950 se pusieron al descubierto siete recintos presentando


algunos muros exteriores al parecer de forma circular o semicircular en tanto que otros
eran rectos. Llama la atención el que de alguno de estos muros indicaban que tenía un
espesor de 0,80 m. También señalaron la aparición de hogares próximos a los muros.

Los resultados de los trabajos llevadas a cabo en 2001 (Filloy 2002), son más pre-
cisos en cuanto a la descripción de la secuencia estratigráfica, aunque su intervención
en un menor espacio, tampoco permite tener una visión ajustada de las construcciones.
El mayor resultado se obtuvo en el estudio de la estructura de la muralla. Esta parece
haberse edificado sobre antiguos fondos de cabaña, asentados sobre la roca de base,
en la que parecen haberse realizado retoques para edificar las viviendas, levantadas a
base de entramados de ramaje manteados de barro y adobes.

Los materiales arqueológicos son abundantes, especialmente los cerámicos. De


las primeras campañas no quedan explicitados con su correspondencia a su posición
estratigráfica, aunque si se identifican por espacios excavados. De la última campa-
ña, al no haberse publicado la memoria, solamente se dan algunos datos globales. El
material cerámico se distribuye en recipientes fabricados mediante modelado y otros
torneados.

Los que corresponden a fabricaciones modeladas, son de tamaños variados que


van desde los pequeños cuencos a los recipientes de preparación de alimentos con di-
mensiones medias y otros mayor tamaño con funciones de almacenaje. Sus formas se
reparten entre las de tipo compuesto, cóncavas salientes, cóncavo-convexas, y otras
simples de tipo cóncavo ó convexo. En algunos casos sus cuellos tienen un importante
desarrollo que van cambiando de los convexos a los prácticamente rectos. Sus super-
ficies son alisadas, y otras bruñidas con espátula corresponden a pequeños cuencos.
Se decoran con cordones lisos o a base de digitaciones y ungulaciones, además de

313
los casos en que se imprimen sobre las paredes o en los bordes y labios. Otras son de
impresiones acanaladas, de ritmos oblicuos uniformes o oblicuos contrapuestos. Sin
embargo caracterizan a este poblado las técnicas incisas, lineales o puntiformes, aca-
naladas y excisas. Los diseños son lineales simples o en bandas paralelas, aunque en
algún caso desarrollan temas angulosos, triangulares o cuadrangulares, en bandas con
una alternancia de líneas y puntos. Especialmente en los pequeños cuencos bruñidos
son abundantes los pezones perforados o no. Las bases generalmente son planas o
convexas, dándose algún caso de pies anulares poco desarrollados.

Menos abundantes son las cerámicas torneadas, de carácter celtibérico, que refle-
jan pequeños recipientes con cuellos cóncavos abiertos o rectos abiertos. Algunos con-
servan restos de pintura. Aunque presentes, son escasos los fragmentos de cerámicas
sigillatas. También de barro son algunos ejemplares de pesas de tamaño grande y con
una o dos perforaciones.

El ajuar metálico es escaso, viéndose piezas correspondientes a agujas, anillas,


etc. destacando por su especial interés un fragmento de torques con remate de bolas,
fragmentos de fíbulas de doble resorte y pie largo (Maluquer de Motes 1956a), todos
ellos de bronce; una espuela de bronce con aguijón de hierro y un fragmento de espada
don perforación distal. Los trabajos metalúrgicos parecen atestiguarse por la presencia
de tortas de fundición de bronce, así como fragmentos de moldes de arenisca, para
fabricar varillas y placas.

En las excavaciones de 2001, se establecieron tres niveles diferenciados: (A) Nivel


reciente donde se recuperaron materiales de carácter celtibérico, romano altoimperial,
medieval y postmedieval. (B) Cronológicamente adjudicable a un Hierro Final, en el
que haría su presencia el mundo cultural celtibérico. A esta fase debió corresponde la
construcción de la muralla de piedra. (C) Fase de asentamiento inicial del Bronce Final
y Hierro Antiguo/Medio.

LOS CASTROS DE LASTRA. (CARANCA. ÁLAVA)


Aunque conocido desde 1858, los trabajos de excavación sistemática se desarro-
llaron entre 1974 y 1997. Aunque no se cuenta con datos precisos de los resultados, al
no haberse publicado la correspondiente memoria, si se conocen algunos datos por las
síntesis publicadas de las campañas anuales (Sáenz de Urturi, 1983 a 1998).

Poblado de Los Castros de Lastra.

314
Poblado de Los Castros de Las-
tra. Viviendas mixtas de muretes
sobre trabajos en la roca.

El poblado ocupa la parte superior de un alto monte de 832 m. s.n.m. y de 260 m. de


altura sobre el valle. Por sus lados norte y este, presenta una zona rocosa acantilada
que lo hace inexpugnable, en tanto que por el oeste se defiende naturalmente por una
fuerte pendiente, siendo la zona accesiblemente más fácil, la del sur. Este asentamien-
to parece corresponder a la Uxama Barca de los Autrigones.

Las excavaciones se desarrollaron en varios puntos del poblado, lo que permitió


conocer sus estructuras constructivas, tanto urbanas como de carácter defensivo. En
este ultimo caso se crearon unas defensas artificiales que por su lado oeste se estruc-
turaron como una serie de fuertes aterrazamientos alternantes que ascienden por la
ladera, en tanto que en el sur consistió en una potente muralla estructurada con dos
paramentos paralelos de mampuestos careados con un relleno intermedio de piedras
informes, que tenía una anchura de 5 m. con una altura de 4 m. y una longitud de 225
m. La longitud de estas defensas, tanto de la parte sur como de la del oeste, es de 980
m. aproximadamente. Las viviendas se desarrollaron a lo largo de las terrazas, con lo
que se creó una ocupación lineal en bandas paralelas ascendentes. La forma de las
plantas es poligonal, normalmente rectangulares, aunque en los niveles inferiores, se
detectó una forma circular con un diámetro de 5 m. y una altura de paramento conser-
vado de mampuestos, de 1,50 m. En algunas zonas al estar la roca muy superficial, se
talló para adaptarla a sus necesidades creándose unas viviendas semirrupestres. Así
mismo se pudieron aislar numerosos testigos de agujeros para postes, acuñados con
piedras, y otros restos de manteados de barro y adobes.

Los materiales arqueológicos son numerosos, tanto cerámicos como metálicos, al-
gunos muy peculiares. Los tipos cerámicos siguen repitiendo, tanto en técnicas, formas
y decoraciones, las características de los grupos modelados y torneados. Siguen repi-
tiéndose los tipos modelados, con alisado de las superficies y otros con bruñidos espa-
tulados. Decorativamente continúan las impresiones digitales y unguladas, en algunos
casos sobre cordones, además de otras impresas tipo Estiche, incisas, excisas, acana-
ladas, boquique, círculos radiados, y estampilladas. Las cerámicas torneadas repiten
algunos de los modelos de tipo celtibérico con temas pintados de líneas paralelas y se-
micírculos, y otras ya de momentos medievales. Entre el material metálico; en bronce,
fíbulas, hebillas anulares en omega, colgantes, collares, pulseras, placas de cinturón
ornamentadas, alfileres de cabeza enrollada, colgante circular de radios curvos, desta-

315
cando un tipo de alfileres de cabeza plana con escotaduras laterales y perforación, que
son características de este poblado. De hierro son, clavos, cuñas, punteros, cinceles,
dardos. El ritual de enterramientos infantiles en el interior de las viviendas, también está
presente en este yacimiento.

La secuencia estratigráfica obtenida en la denominada como Zona II, se puede


resumir de la siguiente forma: (Nivel I). Superficial, con estructuras visibles del nivel an-
terior bajomedieval. (Nivel II). Bajomedieval, siglos XIII al XVI. (Nivel III). Altomedieval,
siglos IX al XII. Necrópolis, ermita y otras estructuras. (Nivel IV). Hierro Medio-Final,
siglos IV a I a.C. Facies celtibérica y Cogotas II. (Nivel V). Hierro Antiguo, siglos VI a
V a.C. (Nivel VI). Hierro Medio/Final. Escombrera. Cenizal. Junto al talud. (Nivel VII).
Hierro Antiguo, siglos VIII al VI a.C. (Nivel VIII). Bronce Final. Anterior al siglo X-XI a.C.
(Nivel IX). Pudo corresponder a un Bronce Medio/Final.

ARKIZ-IRUÑA. VÍLLODAS.TRESPUENTES. (ÁLAVA)


Más conocido como establecimiento romano que por su hábitat anterior. Las prime-
ras noticias sobre su realidad arqueológica datan de 1585. Posteriormente se llevaron
a cabo una serie de excavaciones arqueológicas entre finales del siglo XIX y principios
del XX. Posteriormente, entre 1949 y 1954, se desarrollaron unas campañas continua-
das (Nieto Gallo 1958), que salvo otra breve intervención en 1975, pusieron las bases
de las que se vienen llevando a cabo actualmente (Gil 1995 a 2003).

Espolón de Arkiz-Iruña. A la altura del


segundo puente el Oppidum romano.

316
El poblamiento de las etapas anteriores a la romanización, ocupaba un espolón
rocoso sobre el río Zadorra, que en forma de meandro le servía de foso natural, y cuya
parte más alta está a 567 m. s.n.m. De este triángulo, cuyo eje longitudinal sigue una
dirección noroeste-sureste, dos de sus lados quedaban bien defendidos por unas fuer-
tes pendientes e incluso por zonas rocosas acantiladas, siendo su parte más débil la
que por el lado este se unía de forma continua con las tierras anexas. Si bien G. Nieto
ya indica en su memoria algunos materiales de cerámicas modeladas y torneadas, ad-
judicables a la Edad del Hierro, lo cierto es que la primera valoración del espacio real
correspondiente a estos momentos no se concretó hasta finales de los años 60 (Llanos
1981).

Unas detenidas labores de prospección, el estudio de los materiales de las etapas


prerromanas y algunos hallazgos aislados, permitieron realizar una primera valoración
de su potencial, que posteriormente se está viendo confirmado en las excavaciones
actuales (Gil 2003). En la parte del espolón, y a pesar de las labores de labranza de
los terrenos aún pueden observarse parte de unos aterrazamientos que creaban unas
defensas alternantes. En esta misma zona quedan al descubierto una serie de recintos
excavados en la roca, como bases de unas viviendas semirrupestres de aproximada-
mente 27 m2. Ya dentro de la ciudad amurallada romana, en los niveles inferiores de
las domus romanas, se ponen al descubierto los niveles correspondientes al Bronce
Medio-Final y del Hierro Antiguo, de los que se conservan los restos de construcciones
de las viviendas, en numerosas huellas de agujeros para el encaje de postes que se
acuñaron con piedras, además de suelos de tierra apisonada y restos de los cierres de
las paredes y cubrición de techos. Para esta última función se han localizado pesas de
barro, como sujeción de las cubiertas de materiales ligeros.

La mayor abundancia de material arqueológico es el cerámico, con recipientes de


tamaños grandes y medios, con superficies alisadas y otras de menor tamaño que se
terminan mediante bruñidos espatulados. Sus cuerpos tienen formas convexas simples
o compuestas con cuellos cóncavos abiertos y cuencos de formas convexas. Los reci-
pientes de tamaños grandes y medios se ornamentan con cordones, que se sitúan ge-
neralmente en las uniones cuerpo-cuello, y que se decoran con impresiones digitales o
incisiones con instrumento. En algunos casos estas impresiones tienen lugar sobre los
bordes. Otros tipos son las impresiones circulares abiertas, incisiones corridas romas
con temáticas mixtas horizontales y onduladas, incisiones fuertes corridas paralelas
verticalmente, incisiones con temáticas angulosas entre bandas paralelas, y algunas
con temas excisos.

En cuanto a las cerámicas torneadas, son abundantes, bien de grandes recipientes


de almacenaje pero siendo el mayor número los que lo son de mediano volumen. Las
ornamentaciones son pintadas, desarrollando diseños lineales en bandas y de semicír-
culos concéntricos.

Entre el ajuar metálico destacan las fíbulas zoomorfas en bronce. Otros elementos
aparecidos fuera de contexto estratigráfico, pero en el entorno del poblado, son una
lápida con un tema grabado mediante fina incisión que representa a un jinete armado
con lanza cabalgando sobre un caballo, y una estela discoidal con ornamentación en
bajorrelieve de claro simbolismo solar (Barrio-García 1981).

Con todos estos elementos su origen puede llevarse al Bronce Final y posiblemente
a un momento anterior del Bronce Medio. Sobre esta base se continúa el poblamiento

317
durante el Hierro Antiguo y Medio que tendrá, ya en el Hierro Final, contactos con el
mundo celtibérico. Sobre este poblado de grandes dimensiones se superpondrán las
estructuras edilicias del mundo romano.

CASTILLO DE PORTILLA (PORTILLA. ÁLAVA)


Al sureste del pueblo de Portilla existe un espacio bien delimitado por unas alinea-
ciones rocosas. Desde él se divisa un amplio panorama que cubre toda la cuenca de
Miranda de Ebro y el condado de Treviño, dominando los accesos desde La Rioja y
Burgos, así como las entradas a la Llanada Alavesa. Entre estas alineaciones rocosas
de estratos verticales queda un pasillo de más de 150 m. de anchura, donde se estable-
ció el poblado que quedaba encajonado entre los farallones rocosos que le servían de
defensa natural, a la que añadieron unos aterrazamientos en altura nivelando el terreno
para asentar las viviendas y además como defensas artificiales para fortificar la zona
que presentaba su punto más débil. Tiene una altitud de 769 m. s.n.m.

Su descubrimiento como yacimiento arqueológico y primeros sondeos tuvieron lu-


gar entre 1946-49 (Estavillo 1975), con una campaña de prospección en 1975 y última-
mente otros trabajos de excavación entre 1991-94 (Bordegarai 1992-1995). Con todos
estos trabajos se pudieron obtener algunos datos, aunque no muy abundantes, ya que
normalmente se enfocaron a la obtención de estratigrafías no habiéndose desarrollado
trabajos en área. De los primeros trabajos únicamente quedó una relación de hallazgos
bastante imprecisos, deduciéndose que, por los restos de pellas de masa de alfar, parte
del ajuar cerámico se fabricó en el propio poblado.

Poblado del Castillo de Portilla.

318
De las recogidas de materiales arqueológicos, tanto en las prospecciones como en
las excavaciones, se pudo ver que, en cuanto al material cerámico, éste se repartía en
recipientes de técnicas modeladas y otros torneados. Se dan tanto las formas simples
como las compuestas. En general son piezas modeladas de tamaño medio-grande, de
tendencia vertical, aunque existen algunas que corresponden a piezas menores, más
finas y de pastas bruñidas. Las bases son normalmente planas junto a otras de pie anu-
lar poco desarrollado. Las decoraciones abundan en los bordes y en las uniones cuello-
cuerpo, así como en la zona media de los cuerpos cuando son de formas compuestas,
siendo en todos estos casos de impresiones digitales, de instrumento, de cordones li-
sos o con aplicaciones sobre ellos de las técnicas anteriores. Otros tipos ornamentales
son los acanalados finos y de incisiones largas, con diseños angulosos, así como los
de impresión estampillada. Un fragmento recogido en la base de la muralla medieval,
desarrolla una temática angulosas conseguida mediante excisiones e incisiones que
cubren el borde y la parte interna del labio. Algunos recipientes presentan pezones,
perforados o no. Las cerámicas torneadas, de tamaño medio, suelen estar decoradas
con pintura. También se localizaron cerámicas sigillatas.

Otros materiales fueron las fusayolas y pesas de telar, útiles de piedra como afila-
deras, percutores, molinos y piezas de sílex. De metal, en bronce, un puñalito de dobles
muescas y otros objetos. En hueso, punzones y leznas. Aparte de todo esto un posible
molde fundición con trazado arboriforme y otra pieza de arcilla incompleta representan-
do un esquema antropomorfo.

Como estructuras únicamente se reseñan, en la base de los sondeos, un tosco en-


cachado de piedras de regular tamaño y formas redondeadas, colocado sobre una base
de arcilla apisonada, como piso de las viviendas, así como restos de muros y mantea-
dos de barro. En el entorno de estas estructuras se constató la existencia de enterra-
mientos infantiles.

Con estos datos se puede avanzar que el esquema cronológico del poblado, indica
su origen entorno al Bronce Final-Hierro Antiguo, sobre el que se superpone una fase
en el Hierro Medio que parece extenderse en el Hierro Final con la presencia de contac-
tos celtibéricos. Aunque se detecta la presencia de elementos romanizadores, parece
ser una simple ocupación no muy intensa, en un Hierro Residual. Siglos más tarde, el
lugar, dada su situación estratégica, se ocuparía en época medieval con una importan-
te fortificación.

SAN FORMERIO (PANGUA. CONDADO DE TREVIÑO)


Se descubrió en la década de los años 40 (Estavillo 1947). Todos los datos obteni-
dos son de los hallazgos superficiales en labores de prospección.

Desde él se tiene un amplio dominio de las cuencas de los ríos Ayuda y Zadorra,
dada su altitud 750 m. s.n.m. Controla los pasos de las Conchas de Haro y Pancorbo
que permiten el acceso hacia el norte desde La Rioja y Burgos. En su cumbre se asien-
ta una ermita de la que toma el nombre. Por sus partes sur y parte del oeste presenta
un acantilado y fuertes pendientes que hacían innecesaria una fortificación suplemen-
taria, que si la tiene por su ladera norte que desciende en pendiente, con muros de
contención para sujetar las terrazas que funcionaron como defensas alternantes y base
de la estructura poblacional.

319
Los fragmentos cerámicos recogidos en las prospecciones son en su totalidad de
cerámicas modeladas, con superficies alisadas y espatuladas. Las formas simples tra-
zan perfiles convexos, sobre todo los cuencos bruñidos, y las compuestas del tipo cón-
cavo-convexas o convexas-convexas. Los cuellos son ligeramente abiertos cóncavos o
convexos, aunque algunos tienden a formas verticales. Se decoraron con impresiones
digitadas o unguladas y con instrumento, con mayor abundancia sobre cordones que
sobre las superficies de los recipientes. Otras ornamentaciones son las obtenidas con
impresiones de muelles, incisiones y acanaladuras, así como excisiones. De estas últi-
mas se conserva un pequeño plato con la ornamentación en su superficie interna, con
una potente temática angulosa, así como fragmentos con temas de rombos excisos
rematados por bandas de incisiones cortas. Los elementos de prensión o suspensión
son de pezones de pequeño tamaño. Las bases planas, aunque algunas son cóncavas
de reborde anular. De los hallazgos realizados en la fecha de su descubrimiento se
citan “...restos de una fíbula de bronce (serpentiforme) y una aguja fragmentada”.

De nuevo se presenta una población que se inicia en un Bronce Final con un desa-
rrollo en el Hierro Antiguo y Medio.

SANTIUSTE (OCILLA. CONDADO DE TREVIÑO)


Alrededor de la segunda mitad de los años 40, se localizó entre otros este poblado
(Estavillo 1975). Únicamente se conoce el material recogido en prospecciones superfi-
ciales posteriores, ya que el recogido por su descubridor se perdió.

Sobre el pueblo de Ocilla y al sur se alza una colina con una altitud de 745 m. s.n.m.
Su silueta es inconfundible, divisándose desde toda la zona occidental del Condado
de Treviño y valles próximos. Queda un tanto aislado y centrado en este espacio geo-
gráfico, delimitado por las cuencas de los ríos Zadorra, Ayuda y Montes de Cucho y de
Vitoria.

Topográficamente la ladera con mayores pendientes es la del norte, que incluso en


su parte alta llega a convertirse en acantilada. Más suaves son las laderas sur y oeste,
aunque con fuerte pendiente. Los movimientos de tierras formando aterrazamientos,
aparecen en todo su perímetro, pero desarrollándose ampliamente en la parte meridio-
nal donde se extienden a lo largo de la pendiente. Las defensas se basarían precisa-
mente en estas terrazas, que formarían una estructura de elementos concéntricos.

Atendiendo a sus características estos materiales pueden concretarse en: Cerá-


micas modeladas. Una visión global del conjunto indica una mayor abundancia de
elementos con cuellos abiertos, generalmente cóncavos y que lo mismo pueden co-
rresponder a piezas de perfiles simples como a piezas compuestas, generalmente de
cuerpos cóncavo-convexos o convexo-cóncavos. Prácticamente la totalidad de las or-
namentaciones en bordes se desarrollan sobre los labios y las técnicas se reducen a
impresiones, tanto con instrumento como con digitaciones, ungulaciones, etc. En los
casos en que estos labios se decoran presentan un perfil plano, y en bastantes casos
con desplazamientos laterales. Aunque no muy abundantes, también existen cuellos
rectos verticales en la mayor parte de los casos correspondiendo a superficies espa-
tuladas. De igual manera que los bordes decorados, en la zona de los cuerpos, las
ornamentaciones más abundantes son las impresiones, con instrumento, digitadas,
y unguladas. En orden de abundancia estos temas aparecen sobre cordones, y en
segundo lugar sobre la superficie de las vasijas. Los espacios donde se colocan son, o

320
bien en la unión cuello-cuerpo o sobre los diámetros mayores del cuerpo en el caso
de formas compuesta. En menor proporción se dan otros temas como los incisos, con
trazo largo, o punzantes.

Las bases se reparten entre dos formas principales: planas y también convexas con
depresión cóncava en su centro. Como elementos de suspensión, son abundantes los
pezones, simples o perforados, vertical u horizontalmente. Estos últimos darán paso a
unas asas poco desarrolladas que son un intermedio entre ambos tipos. Algunos frag-
mentos darán fe de la presencia de asas de sección circular. Destaca sobre todo este
conjunto un asa elevada sobre el borde de “cola de golondrina”.

Los tamaños de los recipientes están también indicando usos y funciones diferen-
tes, siendo más abundantes los que corresponden a piezas de almacenaje y prepara-
ción de alimentos. No faltan las vasijas de “mesa”, e incluso aparecen algunan que por
sus dimensiones bien pudieran tratarse de juguetes.

La cerámica torneada está bien representada, aunque en menor proporción que


la anterior. Destacan por su abundancia los correspondientes a grandes piezas de al-
macenaje. El resto de los fragmentos pertenecen a cerámicas menores de mesa. Las
ornamentaciones, pintadas, diseñan motivos simples en líneas paralelas, semicírculos,
y como elementos atípicos, trazos ordenando columnas paralelas u ondulaciones irre-
gulares en banda.

De material metálico no se encontró ninguna pieza lo suficientemente interesante


como para aportar algún dato sobre el desarrollo evolutivo del poblado. Sin embargo
en el trabajo ya citado (Estavillo 1975) se reseña el hallazgo “...muy bien conservado
de un puñalito o punta de alabarda, de cobre, de los llamados de Alcalar...”, del que
actualmente se desconoce su paradero. Indudablemente se trata de los puñalitos de
doble muesca. En cuanto al material lítico en el mismo trabajo (Estavillo 1975), se citan
“...un notabilísimo ejemplar de hacha bifaces, tallada y retocada con gran esmero, de
pedernal ahumado, varios cuchillitos y puntas de flecha y un bellísimo alisador”. En el
material recogido en las prospecciones aparte de lascas de sílex informes, se recuperó
una pequeña hacha pulimentada.

Una vez más estamos ante la presencia de un poblado que se inicia en un momento
del Bronce Medio-Final como parece entreverse a través de algunos materiales y que
continúa en el Hierro Medio. Sobre él actuarán las influencias celtibéricas, en el Hierro
Final, que darán fin al poblado antes de la romanización de la zona.

ZALDIARAN (BERROSTEGUIETA. ÁLAVA)


Parece tratarse de un asentamiento en altura –950 m. s.n.m.– detectado en un corte
en la pista que asciende al monte Zaldiaran. (Apellaniz 1996). Superficialmente no pre-
senta ninguna estructura que delimite la extensión del yacimiento. Su situación en esta
altura, a caballo de dos espacios amplios en la parte occidental de la Llanada Alavesa
y Condado de Treviño, permitía un amplio control visual, así como de uno de los pasos
de montaña entre ambos espacios.

Se llevaron a cabo dos sondeos con objeto de definir su estratigrafía. Los materiales
recuperados son en su mayor parte de cerámicas modeladas, que corresponden a dos
tipos de recipientes; unos de espesores de paredes bastante gruesas con pastas no

321
muy cuidadas y de formas convexas abiertas cuyos bordes apenas se encuentran mar-
cados. Sus escasas decoraciones, cuando las tienen, son de digitaciones, engrosamien-
tos a base de pezones ovalados, ungulaciones e incisiones que se sitúan en el borde
y cuerpo, siendo los otros tipos cerámicos de mejor acabado y menores tamaños, con
superficies lisas y pulidas. Entre todas estas piezas destaca una con formas mixtas cón-
cavo-convexas, borde cóncavo oblicuo abierto, y fondo plano, con una decoración im-
presa de zig-zag que se desarrolla sobre el borde y la zona del diámetro máximo, con
un esquema que tiene por debajo de esta línea unos temas semicirculares.

CASTRO BURADÓN (SALINILLAS DE BURADÓN. ÁLAVA)


Ocupa la vertiente izquierda del río Ebro, en el estrechamiento conocido como Las
Conchas de Haro. Se desarrolló sobre una ladera con fuerte pendiente, que se acon-
dicionó para estructura el hábitat mediante terrazas sucesivas a lo largo y alto de la
ladera, que permitió asentar las viviendas en bandas paralelas, sirviendo a su vez estos
frentes de terraza construidos con levantes de mampuestos en seco, como defensas
alternantes.

Castro Buradón. En el lado


derecho de la fotografía. En-
frente el Castro Bilibio. Entre
los dos el río Ebro.

Como consecuencia de un importante movimiento de tierras en la parte occidental


del poblado, motivado por una corrección de curvas en la carretera que pasa a sus pies,
se llevaron a cabo unos trabajos de excavación de intervención, que permitió conocer
un asentamiento poblacional desde el Bronce Final hasta momentos tardo antiguos. De
los resultados obtenidos únicamente se conoce un avance (Unzueta; Martínez 1994) de
la memoria definitiva donde se da una breve reseña de la existencia de un nivel corres-
pondiente al Bronce Final-Hierro Antiguo, de suelos de tierra correspondientes a dos
fondos de cabaña.

Los materiales que se citan, como pertenecientes a este nivel, son: cerámicas mo-
deladas, con decoraciones a base de, incisiones, impresiones de digitaciones, ungula-
ciones o ambas juntas, aplicaciones plásticas de cordones, pezones, líneas cosidas,
etc. Los temas ornamentales se estructuran en bandas, con algunos diseños de ángu-
los corridos en bandas bajo líneas horizontales, o cubriendo amplias superficies, en es-
te caso con impresiones de digitaciones-ungulaciones. También se localizó una punta
de flecha, en bronce, de pedúnculo y aletas.

322
CASTRO DE CARASTA (CAICEDO SOPEÑA. ÁLAVA)
Con carácter de campamento romano, aparece ya citado, por Prestamero, en el
siglo XVIII (Prestamero 1792), así como en otras obras (Cean Bermudez 1832) (Madoz
1847) (Coello y Quesada 1875). Con nuestras visitas al lugar, ya desde la década de
los años 50, es cuando se fue conociendo su importancia como poblado prerromano.

Se halla este yacimiento escondido en la cabecera de un pequeño valle cerrado,


por el que discurre el río Rudopio, afluente del Bayas. Restos de caminos empedrados
unían este valle con el pueblo de Carasta –abandonado a comienzos de este siglo–
accediendo así desde este castro hacia las tierras de Ribera Baja y Lantaron. Su alti-
tud es de 813 m. s.n.m.

Es un poblado en espolón, siendo modélico por sus características. Tiene forma


triangular, cuyos lados mayores se delimitan y defienden naturalmente por un escarpe
rocoso. Es en la base o lado mayor donde, completando las partes acantiladas existen-
tes, estructuraron unas defensas artificiales, con muros de mampostería que servirían
de muros de contención del relleno de tierras con que se terraplenaron, para formar
terrazas. Estos lugares, sirvieron a su vez como paramentos defensivos. En esta parte
los aterrazamientos se van alternando, zigzagueando, formando una serie de falsas
entradas que favorecían su defensa, y que terminan entestándose a una gran terraza
que se desarrolla a lo largo de esta base. La altura desde la parte superior de esta te-
rraza al cauce del río es de aproximadamente 40 m.

En su lado oeste se inicia un camino que, después de un trazado encajonado y


siempre dominado desde la parte alta, penetra en el poblado. A lo largo y ancho de toda

Castro de Carasta.

323
su superficie, se ven innumerables terrazas que horizontalizan el terreno, que por su
estructura geológica, tiene una fuerte pendiente norte-sur. Entre terraza y terraza, se
ven numerosos espacios también aterrazados en forma más o menos semicircular, con
muretes de mampuestos horizontales o con piedras clavadas verticalmente, que pare-
cen demarcar los espacios de las viviendas. Distribuidos por toda la superficie existen
grandes montones de piedras, indudablemente relacionados con las antiguas labores
de labranza del lugar. Sin embargo algunos de ellos con piedras dispuestas de forma
constructiva, pudieron estar en relación con las primeras edificaciones.

Es uno de los mayores poblados conocidos, que desarrolla una superficie de 27 Ha.
Desde su parte más alta, terminada en un espolón rocoso, se divisa un amplio panora-
ma, sobre todo de los territorios situados hacia el este y sur.

Las noticias que se dan en la bibliografía antigua, citan la existencia de hallazgos


consistentes en, “...hebillas de bronce, puntas de lanza, piedras de molino de moler
a mano, cascos de barro saguntinos y monedas romanas”. En los trabajos de pros-
pección lo materiales más abundantes recuperados consistieron en cerámicas, muy
fragmentadas, aparte de algunas armas y monedas. Cerámicas modeladas, con bor-
des cóncavos abiertos y cuerpos convexos simples o compuestos convexos salientes.
En este último caso con pezón e incisiones. Las bases son de tipo plano. Cerámicas
torneadas, de pastas anaranjadas y formas de cuellos, bien cóncavos abiertos y tam-
bién cerrados, con algún borde de desplazamiento lateral. Ornamentadas con pintura,
en líneas paralelas. Cerámicas sigillatas, que aunque muy fragmentadas, están pre-
sentes. Abundan los fragmentos de molinos tanto de tipo de vaiven como circulares.
Como objetos de metal, son de interés dos puntas de lanza en hierro, encontradas en
las prospecciones. Ambas tienen enmangue tubular, con perforaciones para ser suje-
tadas al astil, mediante pasador. Sin embargo difieren las formas de sus hojas. En la
primera no existen nervaduras centrales siendo de sección romboidal. No así la menor
que tiene una fuerte nervadura central. Esta última pieza es de especial interés por su
ornamentación damasquinada en plata, con un diseño curvilíneo en casi su totalidad,
aunque también aparezcan temas angulosos dispuestos en espacios triangulares. Esta
ornamentación se distribuye por toda la superficie del enmangue y la nervadura. For-
mando parte de uno de los muros de contención se localizó una estela rectangular con
una temática incisa que figura un bóvido junto a ornamentaciones de tipo anguloso co-
rrido y en otros puntos fragmentos de estelas discoidales. La presencia de una posible
industria metalúrgica se documenta con fragmentos de mineral de hierro y escorias de
fundición.

En el año 1990 se iniciaron una serie de sondeos que dieron lugar a las posteriores
campañas de excavaciones (Filloy 1991 a 1998). Los primeros trabajos sirvieron para
tomar contacto con el yacimiento y poder efectuar una primera valoración. En los 13
sondeos se constató la amplia ocupación del lugar en un abanico que se desarrolla
desde el Bronce Final hasta momentos de romanización.

A lo largo de las diferentes campañas de excavaciones, fueron varios los puntos


donde se concentró esta actividad, de los que en tres de ellos se obtuvieron resultados
positivos. En el sector XII se excavó una de las unidades de un campo tumular existen-
te dentro del recinto. Resultó ser una compleja estructura con formulas constructivas
singulares que correspondía a un túmulo de época altoimperial construido sobre un
fondo de cabaña del Bronce Final-Hierro Antiguo. El sector XIV correspondía a una
estructura de habitación de la fase antigua del poblado, sobre las que se superponían

324
estructuras de época altoimperial romana. El sector XVI aportó datos de una estruc-
tura habitacional de fondo de cabaña, del Bronce Final-Hierro Antiguo. Los resultados
obtenidos en el sector XVII, permitieron conocer el tipo de amurallamiento, indicando
la ocupación de la fase inicial del lugar con la superposición de las etapas finales del
poblado. Algo parecido en cuanto a la superposición de niveles se pudo confirmar en
el sector XX. La ocupación romana quedó también fijada en el sector XXIII. En otros
puntos, aunque sin detectar la existencia de estructuras constructivas, si se obtuvo
información de estas superposiciones, a juzgar por los materiales encontrados, espe-
cialmente, en algunos depósitos funerarios. En general estos materiales son abundan-
tes, tanto a nivel cerámico como metálico y oseo. Algunos de ellos, especialmente los
correspondientes a armamento, están claramente vinculados al mundo meseteño del
círculo de Miraveche-Monte Bernorio. En algunos de los lugares se comprobó la exis-
tencia de enterramientos infantiles en el interior de las estructuras. Otra estela, en este
caso de cabecera redondeada y con decoración de ángulos corridos, fue localizada en
el entorno del campo tumular.

Todos estos datos aportan una importante información para poder vislumbrar que la
ocupación del lugar se dio desde por lo menos un Bronce Final continuando a lo largo
de la Edad del Hierro, finalizando en época altoimperial romana.

Vertiente septentrional:

Aunque son varios los poblados existentes en esta vertiente meridional, tanto en
Bizkaia (Berreaga, Marueleza, Kosnoaga, Malmasin, Iluntzar, Lujar, Pico Moro, Tromoi-
tio), como en Gipuzkoa (Intxur, Murugain, Moru, Buruntza, Murumendi, Basagain, Mo-
nuaundi,) y parte de Álava (Murugain, Perigaña, Babio) (Peñalver 2003), los resultados,
tanto de los trabajos de prospección como de las excavaciones realizadas, no parecen
indicar que su origen pueda remontarse a momentos del Bronce Final, ya que todos
ellos debieron estructurarse en un Hierro Medio. Únicamente en tres poblados existen-
tes en Guipúzcoa (Buruntza, Moru e Intxur) se obtuvieron unas fechaciones altas que
parecen indicar que por las muestras datadas por C14, pudieran llevarse a un Bronce
Final. Sin embargo ni la estratigrafía, ni los materiales parecen indicar este hecho. Al-
guno de sus excavadores apuntan, como explicación a estas fechaciones (Olaetxea
1997.131), que bien pudieron ser consecuencia de algún incendio natural acaecido en
aquellos puntos, sin que aún se hubiese establecido ningún asentamiento en ellos.

OCUPACIÓN DE CUEVAS

En varias cuevas aparecen materiales, especialmente cerámicos, que indican una


ocupación de las cuevas durante el Bronce Final y el Hierro Antiguo, sin que por ello
con esta definición de “ocupación” se quiera entender, necesariamente, como lugares
de habitación, ya que muchas de las veces aparecen como depósitos aislados, incluso
en el interior de las cavidades, por lo que pudieron tener otra función. En otras cavida-
des se han encontrado materiales cerámicos que parecen apuntar a depósitos que nor-
malmente se engloban en un genérico momento de la Edad del Bronce, y que se han
localizado como depósitos aislados o acompañando depósitos funerarios. En la mayor
parte de los casos se refieren a simples fragmentos que no permiten una mayor con-
creción tipológica. Por ello solo tomamos como documento válido aquellos yacimientos
con los que se puede contar con unas estratigrafías consolidadas y que aportan unos
datos fiables.

325
Vertiente meridional:

CAVIDAD DE SOLACUEVA DE LAKOZMONTE (JÓCANO. ÁLAVA)


Situada sobre un cantil rocoso en la cara norte de la Sierra de Arkamo, abre su boca
a una altitud de 940 m. s.n.m. Descubierta en 1960, fue excavada en varias campañas
(Barandiarán 1964.1968) (Llanos 1991ª). Diversos materiales cerámicos y otros oseos,
se encontraron en el interior de la cavidad, como depósitos, en un ambiente de pinturas
monocromas del tipo esquemático-abstracto, con figuraciones de arqueros. Las excava-
ciones se hicieron en el portal de entrada. Se pudieron aislar VII niveles, que se adjudi-
caron a las siguientes etapas: (I) Actual/Medieval. (II) Medieval/Romano. (III) Esteril. (IV)
Hierro/Bronce Final. (V) Bronce Final/Medio. (VI) Bronce Inicial. Datación C14: 3710±100
B.P. (VII) Bronce Inicial.

Los materiales son abundantes tanto de tipo cerámico como metálico y óseo, que
pueden agruparse en cuatro grandes bloques. El bloque más antiguo recoge elemen-
tos adjudicables a un mundo meseteño del tipo Protocogotas y Cogotas I. A éste, su-
cede otro bloque con claras influencias transpirenaicas –empuñadura de espada, en
bronce, del tipo de lengüeta con alma calada y empalme en U– entre otros materiales.
Sobre todo esto, elementos del mundo cultural romano bajoimperial. Como grupo más
reciente, algunos materiales de época histórica.

CUEVA DE LOS GOROS (HUETO ARRIBA. ÁLAVA)


Es una cueva situada en la vertiente oriental de la sierra de Badaya, a una altitud
de 580 m. s.n.m., activa en ciertas épocas del año. En ella se recogieron materiales
arqueológicos depositados en diversos puntos de la cavidad (Llanos 1991b), con cro-
nologías variadas. Desde el depósito visigodo (hebillas y armas) hasta los del mundo
de Cogotas I. Se localizaron entre las rocas sin ninguna disposición concreta, quizá
debido al movimiento de las aguas surgentes por las bocas, en momentos de gran
pluviosidad.

Cueva de Los Goros.

326
CUEVA DE SANTA COLOMA. (APRÍCANO. ÁLAVA)
Su entrada está en la parte alta del farallón rocoso, del paso del Portillo de Techa,
en la vertiente occidental de la Sierra de Badaya, a una altura de 800 m. s.n.m. que
controla la entrada al Valle de Cuartango. Se excavó entre los años 1994 y 1995 (Pas-
tor; Grima, 1995 y 1997), en la zona vestibular, que tenía una potente estratigrafía que
alcanzaba los 3,50 m. de profundidad. El nivel superior recogía testimonios arqueo-
lógicos de época medieval. A éste seguía otro con un marcado carácter romanizador
tardío, con abundante cerámica sigillata. Inmediatamente por debajo del nivel romano,
se encontraron varios hogares con señales de rubefacción así como un agujero de
poste acuñado con piedras, adjudicándose este nivel de una forma ambigua a la Edad
del Hierro. Bajo esta ocupación, otro nivel parece corresponder a un Bronce Final/Hie-
rro Antiguo. Los niveles inferiores, con indicios de hogares, se encajarían dentro de un
Bronce Final, así como otros en los que desaparecen los testimonios cerámicos que-
dando únicamente los de carácter lítico.

Esta secuencia recoge, en los niveles inferiores, elementos protocogotas, así como
otros sobre aquellos, del mundo de Cogotas I, al que siguen otros de influencias ultra-
pirenaicas, con la presencia posterior de la romanización tardía y restos de carácter
medieval. Se obtuvieron cuatro fechaciones radiocarbónicas en distintos niveles, que
permiten conocer como alguno de éstos se encajan en la primera mitad del primer mi-
lenio a. C., estando en el entorno de este periodo de transición.

CUEVA DE KOBAIRADA. (SUBIJANA MORILLAS. ÁLAVA)


A gran altura sobre el paso de Techa, por el que discurre el río Bayas, se localiza la
amplia boca de entrada que da paso a una gran sala. Descubierta en 1938, dio lugar a
una primera excavación en 1958 (J.M. Barandiarán 1962b) y a otra posterior en 1964
(Apellaniz 1973b.1974b). Está a una altitud s.n.m. de 700 m.

Su estratigrafía se estructura en un único nivel dividido en tres subniveles. El IA es el


más reciente abundando la cerámica romana tardía, aunque también se dan fragmen-
tos cerámicos de facturas modeladas de carácter tradicional. En el nivel IB subyacente
continúan estos tipos de cerámicas modeladas habiendo desaparecido el ajuar roma-
no. Es este nivel IB el que es fechado en un Bronce Final (Apellaniz 1974b).

Vertiente septentrional.

CUEVA DE LA IGLESIA. (RETES DE TUDELA. ÁLAVA)


Se encuentra en un escarpe rocoso, a pocos metros de la iglesia del pueblo. Prác-
ticamente en picado, a sus pies corre el cauce del río Arceniega, dominando el paso
de Gordeliz, que une el valle de Mena con las tierras de Ayala, actuando como camino
desde las tierras altas meseteñas hacia la costa. Altitud s.n.m. 350 m. Tras su descu-
brimiento se llevó a cabo un sondeo de comprobación del yacimiento (Llanos; Ruiz de
Escudero; Murga, 1968). Consta de un único nivel fértil, con una pared que cerraba la
entrada. Las cerámicas apuntan hacia un momento del Bronce Final-Hierro Antiguo.

CUEVA DE ARENAZA I. (SAN PEDRO DE GALDAMES. BIZKAIA)


Consta de una serie de galerías en alguna de las cuales aparecen pinturas rupes-
tres paleolíticas. Descubierta en 1966, (Apellaniz 1975), se excavó, en la zona de en-
trada, durante XXI campañas, a partir de 1972. A pesar de haberse dado avances de

327
los resultados de las diferentes campañas, la memoria definitiva está sin publicar. A los
efectos de este estudio, solamente citaremos la evolución del hábitat en esta cueva, a
partir del Neolítico, dejando sin tratar los niveles anteriores. Se pudieron detectar nive-
les del Bronce Antiguo, Medio y Final, con numerosas muestras identificadoras, así
como su utilización como recinto sepulcral.

Los ajuares son principalmente cerámicos con ornamentaciones de carácter plásti-


co, impresiones, e incisiones, en algún caso con diseños en bandas ondulantes y guir-
naldas, zig-zag y líneas paralelas horizontales, siendo de metal una punta de lanza,
alfiler de cabeza esférica, un cincel de cubo, un puñal de lengüeta, un cuchillo corto de
lengüeta y una punta de flecha con protuberancias. Como estructuras se localizaron
placas de hogar y alguna construcción de piedra. Volvió a ocuparse en momentos ro-
manos bajoimperiales con presencia de cerámicas sigillatas y una punta de lanza en
hierro. Esta aparición de cerámicas sigillatas junto a cerámicas de factura modelada,
no debe indicar necesariamente una perduración de los momentos antiguos en mo-
mentos romanos, sino simplemente de una superposición romana sobre los niveles
superficiales anteriores.

CUEVA DE GOIKOLAU. (BERRIATUA. BIZKAIA)


Se encuentra en la ladera noroeste del monte Gastelu´ko atxa a una altitud de 150
m. s.n.m. Descubierta en 1935, se excavó en 1962 (Barandiarán 1962). En las galerías
interiores se localizan una serie de grabados apriétales. La excavación tuvo lugar en la
galería de entrada, donde se estudiaron VII niveles con una secuencia que abarca des-
de el paleolítico Superior hasta época romana. Los que tienen interés para este análisis
son los del I al III, que abarcan desde el Bronce Final al Hierro con presencia en los tres
niveles de cerámicas modeladas, apareciendo las cerámicas sigillatas en los niveles II
y I.

CUEVA DE LUMENTXA (LEKEITIO. BIZKAIA)


Está cerca de la desembocadura del río Lea en la bahía de Lekeitio, en su margen
izquierda. Tiene dos entradas, al norte y al sur. Una entrada de no muy grandes dimen-
siones da paso a una amplia sala, que se estrecha posteriormente para dar paso las
galerías interiores. Su descubrimiento se realizó en 1921, excavándose en los años
1926 y 1929 y en 1963-64, continuándose en otras ocho campañas a partir de 1984
(Arribas, 1985 a 1991).

De los ocho niveles identificados como correspondientes a una evolución desde el


Magdaleniense a época romana y medieval, los que se encuadran en los periodos que
estudiamos son los I y II, en los que se encontraron materiales cerámicos modelados,
decorados con impresiones, cordones y peine. Como estructuras se detectaron zonas
de suelos rubefactados. Sobre este nivel del Bronce Final se superponen otros de ca-
rácter tardorromano y medieval.

CUEVA DE SANTIMAMIÑE. (KORETZUBI-GERNIKA. BIZKAIA)


Esta cavidad se encuentra cercana a la ría de Gernika, en la vertiente oeste del
monte Ereñozar o San Miguel, a una altitud s.n.m. de 120 m. Las excavaciones lle-
vadas a cabo en este yacimiento se realizaron en diferentes momentos. Las primeras
entre los años 1918 y 1926 y otras tres entre 1960 y 1962. En años posteriores son
publicados unos trabajos (J. M. Barandiarán 1953 y 1976) donde se ofrecen las atribu-

328
ciones culturales de los diferentes niveles. En todos estos trabajos se habla de un nivel
correspondiente a la Edad del Hierro, aunque con ciertos matices diferenciadores en
las secuencias pero que en conjunto no difieren substancialmente.

De todo el material cerámico existe un estudio (Ramírez-Ruiz 1985/86) que pro-


fundizó más en la adjudicación temporal de este material, paralelizando algunas de
las formas con cerámicas encontradas en poblados de la Edad del Hierro de Alava y
Navarra. La cerámica apareció en los niveles I, II y III. De ellos el Ib es el que Baran-
diarán adjudicó a la Edad del Hierro y el IIa, en parte, al Bronce Final. Sin embargo
en el citado estudio, en un intento de secuenciar cronológicamente estos niveles con
cerámica, no queda claro el que existan unas cerámicas claramente adjudicables a la
Edad del Hierro, pudiendo únicamente diferenciar un nivel del Bronce con un periodo
correspondiente al Bronce Antiguo y a otro más tardío del Bronce Final. El resto de los
materiales de los niveles superiores se relacionan con un nivel de ocupación indígena,
en momentos de romanización, que se fechan entre los siglos I al IV d.C.

DEPÓSITOS EN HOYOS

Sobre este tipo de yacimientos concretos se han dado numerosas interpretaciones


(basureros, silos, depósitos rituales, depósitos funerarios, etc.) sin haber llegado a un
acuerdo concreto sobre su funcionalidad. Esto es comprensible ya que de la misma
manera que su utilización es muy dilatada en el tiempo, con lo cual dependiendo de
una serie de factores, como son su cronología, ámbito cultural y entorno vivencial, han
podido ser una u otra cosa.

Prácticamente todos los que hemos podido estudiar se enmarcan en una cronología
que se desarrolla entre el Bronce Final y un Hierro Antiguo/Medio. Aunque no parecen
estar relacionados directamente con los lugares de habitación si debieron tenerlo de al-
guna forma, aunque en el momento actual no alcancemos a concretar como. En algún
caso se ha visto como a no mucha distancia de uno de estos conjuntos de depósitos,
se desarrolla un pequeño poblado, no ocurriendo lo mismo en el resto.

Se trata de unos hoyos variables en dimensiones, pero que normalmente sobrepa-


san un metro de profundidad por otro de anchura, excavados en depósitos sedimen-
tarios de gravas de acarreo cuaternario. De todos en los que se ha podido intervenir,
ninguno se encontraba íntegro, con lo que los ajuares recuperados en ellos no indican
la totalidad de los depósitos, restándoles cualquier valor estadístico. Estos depósitos
de materiales presentan una cierta disposición estratigráfica, incluso con una coloca-
ción intencionada de los materiales arqueológicos. La totalidad de los que se conocen
en el ámbito geográfico que tratamos, se encuentran en la vertiente meridional.

HOYOS DE SALBATIERRABIDE (VITORIA-GASTEIZ)


Localizados en las afueras de Vitoria, en una cantera en la que se estaban realizan-
do trabajos de extracción de gravas. Su hallazgo se conoce por una referencia antigua
(HH. Marianistas 1923-1924), en la que se describen los hoyos y algunos de los mate-
riales que contenían.

J. M de Barandiarán (1953) excavó un único hoyo, de los varios localizados, que


estaba prácticamente completo, dando una estratigrafía de cinco niveles, de los cuales

329
tres contenían objetos estando separados por otros estériles. Los objetos (en para-
dero desconocido) se repartían entre material cerámico con pastas modeladas y baja
cocción, perfiles convexos con fondos de la misma forma y algunos planos que pre-
sentaban perforaciones en los bordes y otros con “...protuberancias...”, y material lítico
(cuchillos de sílex, raspadores, puntas de flecha y de lanza, hachas pulimentadas).
Abundaban los restos de carbón.

Sobre estos hoyos se estructuró un hábitat, con cronologías del Bronce, Hierro y
romanización. La valoración total del yacimiento fue objeto de una publicación (Ugarte-
chea 1967).

HOYOS DE EL BATAN (VITORIA-GASTEIZ)


Se descubrieron en 1938, a unos 300 m. de los anteriores, también en una gravera.
Únicamente se recuperó el material de uno de los hoyos, a pesar de ser bastante nu-
merosos, según la información recogida de los obreros (Llanos; Fernández Medrano,
1968). Los materiales contenidos en él, se reducían a recipientes cerámicos de formas
simples convexas, con decoración en los bordes, de digitaciones, así como pezones ci-
líndricos y cónicos, y con incisiones de ángulos corridos en bandas.

A una distancia de siete metros del hoyo, los obreros localizaron un conjunto de 27
pesas circulares con orificio central.

HOYOS DE MENDIZORROZA (VITORIA-GASTEIZ)


Próximos a los anteriores y en el mismo año (1938) se localizó el resto de un único
hoyo, de los varios que se fueron encontrando en la excavación de esta nueva gravera
(Llanos; Fernández Medrano, 1968). El hoyo contenía restos cerámicos de perfiles sim-
ples convexos y otros compuestas cóncavo-conexas, de cuellos cóncavos cerrados o
abiertos. Se decoraron con digitaciones en bordes y parte alta de los cuerpos, pezones
cercanos al borde, e incisiones angulosas corridas en bandas que se sitúan sobre el
borde o sobre el quiebro de cuello-cuerpo.

HOYOS DE LANDATXO (GARDÉLEGUI. ÁLAVA)


En la explotación de una gravera al sur de este pueblo, se pusieron al descubierto
una serie de hoyos (Llanos; Fernández Medrano, 1968) (Llanos; Agorreta, 1972) de los
que solamente se llegó a intervenir en parte de tres de ellos. Este yacimiento se en-
cuentra a 1.250 m. aproximadamente de distancia, en dirección noroeste, del poblado
de Kutzemendi.

Los tres hoyos presentaban una estratigrafía en los depósitos. Los materiales re-
cogidos en el hoyo 1, consistían en pequeños fragmentos cerámicos que perfilaban
formas convexas, con cuellos cortos cóncavos abiertos. La decoración consiste en lí-
neas incisas fuertes paralelas, en bandas verticales y horizontales que cubren toda la
superficie y otras más finas con el mismo concepto. Otras incisiones fuertes corridas,
dibujan ondulaciones en guirnalda, junto con dos anillas de hierro unidas. El hoyo 2 so-
lamente aportó algunos pequeños fragmentos cerámicos de pastas modeladas y otros
de fabricación torneada anaranjada y de terra sigillata, además de una pequeña hoja
de cuchillo con enmangue de espiga. También contenía restos de fauna: vaca, cerdo,
cabra u oveja y ciervo. El hoyo 3 solamente contenía restos de fauna: vaca, cabra u
oveja, perro, colocados en el fondo a más de un metro de profundidad.

330
Hoyos de Landatxo.

Otras piezas se recuperaron como procedentes de este lugar, pero sin haber podido
ejercer ningún control sobre su hallazgo. Consisten en: fíbula de botones, fíbula anular
hispánica de hoja de laurel, fíbula de pie acodado y disco, cuatro hebillas anulares en
omega, pasador en T, alfiler de cabeza caliciforme, peine con once púas y empuñadura
perforada en arcos, dos puñales con enmangue de espiga, puntas de lanza con nervio
central y enmangue de tubo, hacha plana; todas estas piezas de bronce.

HOYOS DE LA TEJA (VÍLLODAS. ÁLAVA)


La gravera donde apareció un nuevo campo de hoyos se sitúa al pie de la carretera
N-1, en la parte occidental de la Llanada Alavesa, al sur del pueblo de Víllodas. Para los
trabajos de ensanche de la carretera se explotó esta gravera, que puso al descubierto
una serie de hoyos, de los que únicamente se pudieron controlar siete de ellos (Llanos;
Fernández Medrano, 1968) (Llanos; Agorreta, 1972).

Los depósitos de materiales arqueológicos se colocaron en la parte inferior de los


hoyos, en algunos casos sin una separación estratigráfica marcada en tanto que en
otros esta separación quedaba bien estratificada. Juntamente con los materiales se
daban capas carbonosas, de capas de piedras, incluso de pequeños enlosados.

Hoyos de La Teja. Fragmentos cerámicos.

331
Fue muy numeroso el material cerámico que contenían estos hoyos, con formas de
perfiles simples o ligeramente compuestas con tendencia a ser convexas, con cuellos
abiertos apenas marcados. Alguno de los recipientes son del tipo fuente. Generalmente
están muy ornamentados con técnicas diversas: impresiones digitadas sobre los bor-
des o en cordones, impresiones con instrumento, superficies texturadas, excisiones
triangulares y en ajedrezos, incisiones angulosas corridas en bandas, boquique sobre
líneas rectas o sobre guirnaldas, de línea cosida, incisiones rectas diseñando temas en
metopas, pezones colocados en la parte superior del recipiente. También se deposita-
ron fragmentos de molino de vaivén.

HOYO DE EL FUERTE (NANCLARES DE OCA. ÁLAVA)


Se encontraba cercano al río Zadorra, en un lugar que presenta unas estructuras
correspondientes a varios momentos culturales. Se presentaba seccionado en el cor-
te de un camino. Tenía las mismas características que el resto de los que se han ido
localizando en otros lugares. En lo que quedaba del hoyo solamente se recuperaron
algunos fragmentos cerámicos informes, de pastas modeladas. (Llanos; Fernández
Medrano 1968) (Gil 1994).

HOYO DE LA PAUL (ARBÍGANO. ÁLAVA)


Descubierto casualmente al variar el curso del cauce del arroyo Añana que corre por
un pequeño valle cercano al pueblo de Arbígano. Esta corrección del cauce seccionó el
hoyo quedando intacta solamente una tercera parte de su totalidad (Llanos 1991b).

Su forma era acampanada, con estrechamiento de la boca. Tenía una estratigrafía


con cuatro niveles, siendo el más potente el superficial con las tierras que sellaron el
hoyo. Los materiales arqueológicos se encontraban en el fondo, principalmente en el
tercer nivel. El carácter de depósito quedaba claramente definido al encontrarse alguno
de los recipientes de menor tamaño dentro de otros de mayores dimensiones, que en
algún caso contenían fragmentos de huesos.

Las cerámicas, todas ellas modeladas, se separan en dos grandes grupos. Uno
con recipientes de gran tamaño y terminaciones superficiales poco cuidadas y otras
de menor tamaño, mejor terminadas y decoradas. Sus formas también se diferencian
según los tamaños. Las grandes tienen perfiles simples convexos oblicuos ligeramente
cerrados, con lo que el diámetro de la boca es menor que la base. Los de menor tama-

Parte del ajuar cerámico del Hoyo de


La Paul.

332
ño se caracterizan por un perfil de líneas compuestas, que son rectas o cóncavas. Las
ornamentaciones en el caso de los recipientes grandes, que generalmente se sitúan
en el borde de la cerámica, son a base de impresiones digitadas, de cordones lisos o
marcados por impresión de instrumento, junto a pezones simples o dobles. Más ricas
ornamentalmente son las decoraciones sobre los recipientes menores utilizando, in-
cisiones corridas, boquique y excisiones. Una datación sobre restos óseos, por C14,
arrojó una fechación del siglo X a.C.

HOYOS DE BIZKAR (MAESTU. ÁLAVA)


Se descubrieron durante los trabajos de extracción de áridos en una gravera, si-
tuada en los aledaños del pueblo de Maestu (Llanos 1978). Se contabilizaron cinco
hoyos o mejor dicho lo que quedaba de ellos. Siguen teniendo una estructura con un
relleno estratificado, donde los objetos aparecen en la parte inferior, incluso sobre un
enlosado al fondo del hoyo. Los materiales arqueológicos que contenían consistían,
principalmente, en fragmentos cerámicos, aunque también tenían algunas lascas de
sílex. Son recipientes modelados, de tamaño medio-grande y alguno de menor tamaño.
Los primeros tienen formas simples de perfiles convexos casi verticales o ligeramente
abiertos con cuellos apenas indicados. Los que tienen un tamaño más reducido son
o bien simples, del mismo tipo que los anteriores, o con perfiles compuestos del tipo
cóncavo-convexo. Caracterizan a estas cerámicas de mayores tamaños, el estar deco-
radas en su mayor parte con texturas rugosas que se extienden por toda la superficie,
aunque algunas, las menos, no presenten esta decoración. Estas texturas, suelen estar
acompañadas por cordones digitados y pezones de pastilla o alargados, en la parte
superior. Los recipientes menores, presentan una superficie simplemente alisada. En
este caso tienen asas de cinta o cilíndricas, de reducido tamaño, naciendo en el borde,
junto a algún pezón de pastilla o impresiones con instrumento en el borde. Los fondos
son planos.

Existe una fechación de C14 sobre restos óseos, encontrados en el hoyo 2, del siglo
VII a.C.

HOYOS DE EL ENCINEDO (VILLAMBROSA. ÁLAVA)


Se sitúan en una zona dominante sobre la cuenca alta del río Ebro, en tierras de
Ribera Alta. Fueron conocidos a partir de un hallazgo fortuito, y puestos descubierto al
llevar a cabo el trazado de una pista agrícola que los seccionó (Ibisate 1994). Son tres
los hoyos estudiados. Las conclusiones a las que se llegó, es la de que forman parte
de un espacio de hábitat localizado a 200 metros de ellos, donde se recogió material
cerámico y lítico. Se les otorgaron diversas funciones, aunque no quedaron muy claras
éstas. Los materiales aparecen depositados al fondo de los hoyos, habiéndose diferen-
ciando en uno ellos, hasta cinco niveles. Alguna de estas capas presentan síntomas de
haberse producido algún proceso de combustión (carbón, cenizas y arcilla quemada).
Los materiales, fragmentados, son principalmente cerámicos, juntamente con alguna
pieza lítica (lascas y molino de vaivén). Las cerámicas presentan decoraciones del tipo
de Boquique, pezones, e incisiones trazando ángulos corridos en los bordes interiores
y exteriores. También se localizó un fragmentos de colador.

Se obtuvieron dos fechaciones de C14, que dieron como resultado: Hoyo 2. El más
abundante en material cerámico (Boquique, incisiones, etc.) siglo XIV a.C. Hoyo 3.
siglo IX a.C.

333
ETXANIZ (MARIETA. ÁLAVA)
Estos hoyos se localizaron en un descenso de las aguas del embalse de Ullibarri-
Ganboa, que normalmente los inundaban cuando las aguas alcanzan su nivel máximo
(Sáenz de Urturi 1994). Sumaban un total de seis hoyos, de los que solamente se con-
servaba un tercio de su totalidad habiendo desaparecido el resto por las oscilaciones
de la cota de agua del embalse. Se agrupaban de dos en dos. Los materiales (cerámi-
cos) se encontraban mezclados con abundantes carbones, restos de fauna quemada
y en dos de los depósitos con piedras areniscas de buen tamaño y en uno con una
especie de empedrado en el fondo.

Todo el material cerámico corresponde a piezas de fabricación modelada y baja coc-


ción reductora. Los de tamaños grandes tienen perfiles convexos con cuellos cóncavos
apenas diferenciados, y que en conjunto tienden hacia una cierta verticalidad. Los de
menor tamaño son de igualmente convexos, con cuellos muy reducidos, cóncavos o
prácticamente rectos. Los fondos de tipo plano. Las decoraciones presentan diversas
técnicas: Superficies texturadas que cubren prácticamente toda la superficie menos
la zona superior, junto a pezones de pastilla en los bordes y otros cónicos; cordones
digitados sobre cordones, en las superficies o en el borde; impresiones digitadas y un-
guladas; acanaladuras paralelas. Las superficies de los recipientes de menor tamaño
tienen las superficies alisadas.

En las proximidades, se recuperaron piezas y restos de talla de sílex.

HOYOS DE EL OLAGAR (TUESTA. ÁLAVA)


Estos dos hoyos se localizaron en el corte de una explotación de gravas, en el tér-
mino de El Olagar, sobre el río Omecillo (Llanos 2002). Su perfil, de forma campanada,
se destacaba sobre el corte residual de la cantera, quedando de ellos solamente una
pequeña parte, estando separados uno de otro 18 metros.

El depósito de materiales se encontraba en la parte inferior, entre una serie de pie-


dras. Uno de ellos presentaba una estratigrafía bien marcada, en las que los depósitos
de materiales arqueológicos ocupaban las dos capas más profundas. Los objetos con-
sistían principalmente en cerámicas, y algún material lítico, destacando dos puntas de
flecha de las que solamente se conservaban una parte, así como piedras de ofita con
fuertes señales de rubefacción. En cuanto a las cerámicas, todas ellas modeladas y de
cocción reductora, corresponden a recipientes de tamaño grande, de perfil convexo y
cóncavo convexo, con base plana, y otros pequeños fragmentos de bordes de vasijas
de menor tamaño. Acompañan a estos depósitos restos de fauna con señales de cre-
mación. Estos depósitos, están separados del poblado de Valdelatoba, por 553 m.

CROMLECHS

En el extremo más oriental de la zona en estudio, ocupando una amplia área que
se extiende a ambos lados del Pirineo, llegando desde el Pirineo Occidental hasta el
Pirineo Central, se encuentran los círculos de piedra conocidos como cromlechs (mai-
rubaratxa, en euskera). Son 1.400 los monumentos conocidos, contabilizando tanto los
círculos de piedras que cuentan con una estructura tumular asociada, o los que care-
cen de ella. La mayor concentración se da en alturas que oscilan entre los 600 m. a
1.500 m. s.n.m., apareciendo principalmente en collados y lomas; es decir en lugares

334
Uno de los cromlechs de la estación
de Errenga.

destacados. Las medidas de estos monumentos oscilan entre los 3 y los 7 metros de
diámetro, siendo generalmente mayores los que se asocian a estructuras tumulares,
aunque es menor la abundancia de éstos que los presentan solamente el círculo de
ortostatos.

Su función, de carácter funerario o asociada a este ritual, parece estar fuera de


toda duda, a la vista de las investigaciones actuales, (Peñalver 1990) (Peñalver 2005).
También conviene puntualizar que son considerados como monumentos individuales.

Los ajuares localizados en ellos, son escasos, consistiendo en material lítico, cerá-
mico y metálico, que aparece en relación con restos óseos cremados, junto a carbones.
No se han identificado los puntos donde se llevaron a cabo las cremaciones. Algún
autor, dada estas escasez de depósitos, los consideran como simples “cenotafios”, es
decir tendrían un carácter simbólico aunque en relación con el fenómeno incinerador
(Blot-Raballand 1995).

Su cronología es muy dilatada en el tiempo, abarcando un amplio abanico entre el


silo XI a.C. hasta el siglo XII d.C. siempre teniendo en cuenta que esta disparidad de
fechas se explica por la reutilización de estos monumentos en diferentes momentos.
Las únicas dataciones de C14 que se conocen, corresponden a cromlechs situados en
el País Vasco continental, pero que forman un conjunto con los del País Vasco penin-
sular, separándolos escasos metros unos de otros en alguno de los casos. Solamente
se han relacionado las fechaciones de C14 que pueden estar en el arco cronológico que
tratamos en este estudio.

Cromlech y menhir de Eteneta.

335
HALLAZGOS AISLADOS

Aunque en la mayor parte de los casos se refieren a hallazgos aislados sin contexto
arqueológico reseñaremos una serie de objetos que arrojan luz sobre influencias cul-
turales con una procedencia precisa. Un primer grupo es el que se refiere a las hachas
del tipo de talón y anillas, así como algún hallazgo de otro tipo.

HACHAS DE TALÓN Y ANILLAS


Las hachas de talón y anillas hacen su presencia por todo el territorio en estudio,
aunque una vez más la mayor abundancia aparece en la zona meridional. En concreto
los hallazgos se distribuyen de la siguiente forma:

Vertiente septentrional

En Bizkaia, en el monte Kurtxinobaso cerca de la Colegiata de Zenarruza, la hacer


un desmonte para una nueva carretera, se encontraron dos ejemplares de hacha de ta-
lón y dos anillas, rotas y en mal estado (Gorrochategui; Yarritu. 1984) Otras dos hachas
del mismo tipo, de talón y doble anillas, se localizaron en Guipúzcoa, una en la cumbre
del monte Larragain, en Garagarza (Mondragón), al realizar una remoción para plan-
tar pinos (Altuna 1979) y la otra la de Morterika (Elgoibar), encontrada en la orilla de
la regata Talaixa, en el tramo que toma el nombre de Morterika (Armendáriz 2004).

Vertiente meridional

Todas ellas han sido localizadas en Álava, siendo la primera de la que se tiene no-
ticia la de Nograro (1881) de la que solamente se conoce que fue encontrada bajo una
roca (Llanos 1974) en este pueblo, tratándose de un hacha de una anilla. A este hallaz-
go siguieron otros en el tiempo, así en los años 50, se localizaron dos; una de talón y
dos anillas encontrada en el término de Urriol, en Araico, y la otra de talón y una anilla
en el término de La Rasa (Portilla) (Estavillo 1975). Otra, de talón y dos anillas, pro-
cede del entorno del monte Bachicabo, entre los pueblos de Bachicabo y Barrio, en el
valle de Valdegovía. En los alrededores del pueblo de Faido, se localizó bajo una roca
un hacha de talón y dos anillas. También como un hallazgo aislado está la de La Isla,
término del pueblo de Dordoniz, encontrada en el borde de un camino agrícola, que es
de talón y una anilla. Todos los ejemplares citados se fundieron en bronce. Por último,
procedente del Castro del Castillo de Henayo (Alegría-Dulantzi), en la zona excavada,
en el nivel IIa de la fase del Hierro Final, se recuperó un fragmento de un hacha fundida
en plomo, que únicamente conserva la parte del talón, habiéndose cortado el resto de
la pieza incluso las anillas, como una utilización del material para posibles aleaciones
(Llanos; Apellaniz; Agorreta; Fariña, 1975).

Finalmente, otra hacha también de bronce, procedente de las proximidades del


pueblo de Heredia, en la Llanada Alavesa (Llanos 1970), que por su estado de con-
servación presenta deformaciones –habiendo servido posiblemente como cuña para
partir leña, en época reciente– con lo que tipológicamente puede interpretarse como
un hacha de talón y dos anillas, aunque también puede corresponder a un ejemplar de
apéndices laterales.

336
CUENCOS O CAPACETES ÁUREOS

Se trata de los hallados de manera fortuita, en un desprendimiento de tierras, en el


sitio de Axtroki, término de Eraña (Bolívar-Eskoriatza. Gipuzkoa) Son dos cuencos o
capacetes de oro, con decoración repujada con temas varios (molduras lisas, franjas
acordonadas, rosetas de umbo central, puntuaciones hemisféricas, eses invertidas,
dibujos en uve) que cubren totalmente toda la superficie (Barandiarán, I.1973). Crono-
lógicamente pueden encuadrarse en un Bronce Final/Hierro Antiguo.

Cuencos de Axtroki.

CONCLUSIONES

Resumiendo todo lo aportado por este bagaje de datos, es posible plantear inicial-
mente como se estructura y desarrolla, en el cantábrico oriental, este momento bisagra,
entre dos conceptos, manejados más como una forma de expresión diferenciadora de
momentos evolutivos, que como momentos de cambios rupturistas, debiendo pensar,
al menos en una parte de los lugares, en un cierto ensamblaje entre los diferenciados
grupos que se instalarán en este espacio, desde finales del segundo milenio a la prime-
ra mitad del primer milenio.

En cuanto a los lugares de habitación, parece existir una población que se desarro-
lla en zonas bajas, en valles fértiles, y que se encuentran próximos a las vías naturales
de comunicación, tanto en las rutas de dirección sur-norte, como en otras que lo ha-
cen hacia el este y oeste. Lo que sí parece es que ciertos espacios ofrecen un cierto
atractivo para desarrollarse, a juzgar por la densidad de puntos donde se acusa esta
presencia. Esta abundancia de lugares detectados, sobre todo para la primera etapa
del Bronce Final –aunque esto ya se plantea para etapas anteriores– no quiere indicar
que numéricamente haya que pensar en una población densa demográficamente, sino
más bien como un movimiento rotatorio de estas poblaciones, dentro de un espacio
concreto. Esto cambiará cuando se elijan establecimientos permanentes, a juzgar por
el importante esfuerzo desarrollado para crear unas estructuras de gran calado que se
llevan a cabo en los poblados de altura. Lo que sí parece claro es que estos estable-
cimientos de altura se crean, en muchos casos, en el Bronce Final, y que tienen una

337
larga continuidad en el tiempo, debido en la mayor parte de los casos a que, la elección
de los lugares siguió ofreciendo las mismas ventajas, –sobre todo de control espacial–,
que se tuvieron en cuenta para su fundación y que supondrá una constante desde los
momentos iniciales hasta bien entrada la Edad Media.

Una línea evolutiva del proceso material de ocupación del espacio, puede plantear-
se a partir del momento en que los grupos humanos protagonistas de la elección de los
lugares abiertos, estructuran sus pequeños poblados al aire libre. De esta primera fase
apenas quedan, actualmente, estructuras visibles. Por alguno de los lugares donde se
han conseguido datos, parece que estas estructuras se levantaron a base de mate-
riales ligneos. De esta manera a la operación de habilitar los terrenos donde ubicar el
asentamiento, con deforestación del lugar, se aprovecharía este material para edificar
de una forma rápida todas las estructuras de habitación. Ello supondría que un cambio
de lugar no tendría el coste añadido de un gran esfuerzo constructivo.

La fijación permanente cambiaría de forma sustancial formas de vida y desarrollo,


al requerir un mayor esfuerzo constructivo, y otros planteamientos, posiblemente de
carácter económico –o un replanteamiento o potenciación de los anteriores– que no
requerían un movimiento o desplazamiento cíclico. De momento desconocemos los
mecanismos causantes de este nuevo criterio de elección y desarrollo de los hábitat.
En esta selección de zonas altas, en estos primeros momentos, existió una cierta ten-
dencia a elegir, para estructurar las viviendas, lugares con estructuras rocosas, enla-
zando los muros de contención de los aterrazamientos entre peñascos. No siempre
estas terrazas tuvieron muros de contención de mampostería, ya que en muchos casos
éstas se crearon por una simple acumulación de tierras, que con el paso del tiempo
y por una ocupación continuada fueron recreciéndose ofreciendo la altura con que se
pueden ver actualmente. Lo que no podemos definir es cual fue el espacio que ocupa-
ron inicialmente dentro de estos recintos –con los conocimientos que poseemos hoy en
día–, que lógicamente, con los posteriores aportes de población, fueron ampliándose.

El paso de unas técnicas constructivas, en las que la madera se constituía en la


principal materia prima, a otras en las que la piedra es utilizada sola o con una técnica
mixta madera-piedra, para la construcción tanto de elementos defensivos como habita-
cionales, se dará a partir, posteriormente, de otras aportaciones culturales. Las formas
de sus viviendas quedaron conformadas, principalmente, dentro de dos criterios: las
que se levantaron con un trazado de formas curvas, mayoritariamente circulares, y las
que lo hicieron con formas poligonales casi siempre siguiendo trazados más o menos
rectangulares.

La presencia cultural de momentos del Bronce Medio-Final en otros espacios, como


por ejemplo en las cuevas, tendrá que analizarse bajo diferentes puntos de vista, con la
posibilidad de que, aparte de un simple uso residencial, estuviesen ligadas a otras fun-
ciones. En algunos casos como puntos que a manera de atalaya, permitiesen controlar
y tener una visión más amplia de un territorio, como cobijo temporal estacional ligado
a actividades pastoriles-ganaderas, o bien funcionando como corrales (Alday, Fernán-
dez Eraso, Yusta. 2003). También tuvieron un papel importante como espacios con un
cierto activo cultual que en algún caso se convertirían en verdaderos santuarios, man-
teniendo este sentido, durante un dilatado espacio de tiempo, a juzgar por la secuencia
de sus depósitos. Resumiendo, se puede decir que las cuevas solamente juegan un
papel complementario –no por ello menos importante– en estas nuevas estructuras de
población que se fueron creando.

338
Distribución de los yacimientos citados.
POBLADOS. 1, Los Castros de Lastra. 2, Berbeia, 3. Peñas de Oro. 4, Arkiz/Iruña. 5, Castillo de Henaio. 6,
Kutzemendi. 7, Zaldiaran. 8, Santiuste. 9, San Formerio. 10, Portilla. 11, Castro Buradón. 12 La Hoya.
1, Zona del río Omecillo. 2, Zona del Río Rojo.
DEPOSITOS EN HOYOS. 1, Landatxo. 2, Salbatierrabide. 3, Mendizorroza. 4, El Batán. 5, Bizkar. 6, Etxaniz.
7, La Teja. 8, La Paul. 9, El Encinedo. 10, El Olagar.
CUEVAS. 1, Arenaza. 2, La Iglesia. 3, Santimamiñe. 4, Goikolau. 5, Lumentxa. 6, Solacueva de Lakozmonte.
7, Kobairada. 8, Santa Coloma. 9, Los Goros.

La abundante presencia de testimonios de las gentes del Bronce Final, en los yaci-
mientos del tipo de “Depósitos en Hoyos”, plantea como una constante, no resuelta, su
verdadera función o funciones, y su relación o no, con los lugares habitacionales. Estos
amplios conjuntos de hoyos, parecen haberse utilizado al menos durante estos perio-
dos, mayoritariamente como unas estructuras en las que se depositan, no solamente
materiales de desecho, sino que se enterraron elementos de un cierto valor intrínseco.
Así mismo parecen haberse depositado siguiendo unas constantes en la forma de ha-
cerlo, (fuego: cenizas, carbones, arcillas quemadas, enlosados o empedrados. etc.).
El carácter fragmentario con que suelen aparecer los materiales, especialmente las
cerámicas, quizá deba interpretarse como un depósito en el que éstos mantengan todo
el valor como testigos presenciales, de la unidad a la que pertenecieron. En algunos
casos concretos se ve que si no excavados en los propios lugares de los asentamien-
tos, sí aparecen en sus proximidades, a no mucha distancia de los mismos.

339
La presencia del mundo cultural relacionado con los cromlechs, introduce un nuevo
elemento, muy local pero de un gran interés por cuanto delimita perfectamente una
comunidad muy peculiar, de carácter pastoril, con unas estructuras propias (de las que
solo conocemos su aspecto funerario) que tienen largas perduraciones funcionales en
el tiempo.

Si no resuelto totalmente el problema de cuales fueron las aportaciones o influjos


culturales que se detectan a lo largo de estos momentos en este territorio, si parecen
clarificarse, ofreciendo un punto de partida para poder, posteriormente, establecer ma-
tizaciones a los mismos.

El mundo cultural meseteño aparece bien representado, tanto en las cuevas como
en los “Depósitos en Hoyos”, y en los establecimientos al aire libre, teniendo su mayor
y prácticamente única presencia en la vertiente meridional, salvo algún breve testimo-
nio en cuevas de la vertiente septentrional. Son testimonios claramente pertenecientes
al mundo de Cogotas I, con producciones cerámicas que reflejan tipos perfectamente
definidos en este ámbito(1). Incluso con algunos elementos que se pueden considerar
como testigos de una etapa Protocogotas. Parece que en una primera etapa son los
creadores de algunos de los asentamientos al aire libre en zonas bajas(2) compartiendo
fórmula con los que tradicionalmente venían haciéndolo ya, por lo menos, desde el
Calcolítico. Si no siempre, en algunos casos, parecen elegir pequeñas elevaciones que
presentan una cierta defensa natural. En una segunda etapa parece que estas ocupa-
ciones, buscan lugares en zonas altas, al amparo de espacios rocosos, creando unas
ciertas infraestructuras que modifican estos lugares, tanto para establecer sus vivien-
das como para dotarlos de unas defensas artificiales, complementarias a las que ya
podían ofrecer naturalmente los lugares seleccionados. La clara relación establecida
entre los ajuares de, cuevas-depósitos en hoyos-poblados, se refleja claramente en la
similitud tipológica de los materiales cerámicos, tanto en formas como en decoraciones.

Otras presencias de grupos culturales, durante el Bronce Final, parecen estar en


conexión con influencias continentales. Bien de tipo atlántico, presente en los hallaz-
gos de elementos perfectamente clarificadores como las hachas de bronce de talón y
anillas, puntas de lanza de enmangue tubular, etc, así como de otros perfectamente
documentados en los CU. Conjuntamente esta etapa participa de otros elementos que
siguieron un proceso natural evolutivo muy localista, como prolongación del mundo cul-
tural megalítico, encajándose en las fundaciones de ciertos poblados, especialmente
en aquellas zonas donde este mundo fue potente.

Punto y aparte es el mundo cultural donde hacen acto de presencia los cromlechs.
Por algunos de los materiales depositados parecen tener una cierta relación con in-
fluencias continentales, pero que dadas sus características de ocupación y extensión
zonal, debieron formar un grupo con personalidad propia, del que incluso pudiera que-
dar reflejo de su delimitación territorial, en las actuales líneas separadoras de las for-
mas dialectales del euskera.

(1). Las técnicas de tipo Boquique, no son algo nuevo en la zona meridional del territorio y en menor cuantía en la parte
septentrional ya que datos obtenidos en excavaciones en cuevas (Alday, 2003) se encuentra una técnica decorativa similar,
de elemento punzante sobre línea corrida, como base para la incrustación de pasta, con cronologías 6220 B.P. (Cueva de
Atxoste. Álava), 6250 B.P. (Cueva de Arenaza. Bizkaia).
(2). Son muy abundantes los puntos donde se detecta este tipo de pequeños poblados al aire libre, con zonas con una gran
densidad de yacimientos. Alguno de estos valles, en la zona meridional (Álava), ha sido exhaustivamente estudiado (Ortiz et
alii, 1990), con resultados que permiten fijar su mayor apogeo en momentos Calcolíticos.

340
Acceso y movimientos de los diferentes mundos culturales.

Otra trayectoria es la que, ya desde el principio de la fundación de poblados de altu-


ra, se genera en base a estos elementos culturales transpirenaicos que comparten en
intensidad la ocupación de zonas concretas. Así parece entreverse que estas nuevas
influencias no solamente se reducen a nuevas fundaciones sino que en etapas algo
más tardías de un Hierro Antiguo, se solaparán sobre aquellos lugares que inicialmente
habían sido creados por los grupos meseteños. La zona donde se observa claramente
este proceso, es en la meridional, en tanto que en la parte septentrional, la creación de
unas nuevas estructuras de vida con la fundación de castros, presenta un inicio algo
más tardío, ya en el Hierro Medio. Esos poblados se alinean en las cuencas de los ríos
Oria y Deba, en Guipúzcoa, y en la zona costera en Bizkaia, con un marcado camino
por las cuencas de los ríos Nervión e Ibaizabal.

Algunos elementos, tanto estructurales como muebles, tienen claros paralelos con
yacimientos del Valle del Ebro correspondientes a los CU. Su penetración debió seguir
dos caminos: Remontando el curso del río Ebro, expandiéndose por una franja este-
oeste, al pie de las sierras de Codés-Cantábria-Obarenes, desde Navarra por La Rioja
para introducirse hacia el norte por los pasos de montaña que existen en estas alinea-
ciones pero principalmente por el paso de las Conchas de Haro. Otro acceso es el que,
desde la cuenca de Pamplona, por el paso de Sakana-Burunda, entra de lleno en la
Llanada Alavesa.

341
Los escasos, pero existentes testimonios de momentos del Bronce Final, en la zona
septentrional (caso de Astroki, por ejemplo), parecen tener su punto de partida en la
zona meridional alavesa, en un movimiento hacia las zonas costeras por las vías natu-
rales de la red hidrográfica.

En resumen puede decirse que en este espacio geográfico confluyen y conviven en


estos momentos del Bronce Final-Hierro Antiguo, varios mundos culturales, tanto de
carácter peninsular como continental, que junto a los propios grupos preexistentes, se-
rían la base de las estructuras que darían lugar a una potente Edad del Hierro, aunque
con ciertas matizaciones de tipo poblacional entre las vertientes atlántica y mediterrá-
nea.

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347
YACIMIENTO NUMERO -� C14 AÑOS B.C. CALIBRAD0 * (% Probabilidades)
POBLADOS
ATXA I-14.796 250 ± 80 95,4% (400-50 BC) 68,2% (380-180 BC)
ATXA I-14.797 280 ± 80 95,4% (420-40 BC) 68,2% (390-200 BC)
95,4% (800-150 BC) 44,1% (530-340 BC)
ATXA I-15.166 370 ± 90
24,1% (320-200 BC)
95,4% (590-390 BC) 48,0% (590-390 BC)
ATXA I-15.165 460 ± 90
14,9% (750-680 BC) 5,3% (670-640 BC)
LA HOYA I-10.880 270 ± 80 580 ± 85 95,4% (810-400 BC) 68.2% (800-520 BC)
95,4% (810-400 BC) / 65.2% (930-800 BC)
LA HOYA I-14.841 286 ± 8 760 ± 80
3,0% (970-960 BC)
93,5% (1410-970 BC) /
66,9% (1320-1040 BC)
LA HOYA I-14.497 309 ± 8 1020 ± 90
1,9% (960-930 BC)
1,3% (1370-1360 BC)
95,4% (1520-1040 BC) /
62,9% (1430-1210 BC)
LA HOYA I-14.495 317 ± 8 1110 ± 90 1,8% (1200-1190 BC)
1,6% (1180-1160 BC)
1,3% (1370-1360 BC)
95,4% (1700-900 BC) /
LA HOYA I-14.839 318 ± 13 1120 ± 160 67,4% (1520-1110 BC)
0,8% (1100-1080 BC)
95,4% (2100-800 BC)
LA HOYA I-10.881 326 ± 21 1220 ± 250
68,2% (1750-1050 BC)
299 ± 95,4% (1550-500 BC)
LA HOYA I-13.498 900 ± 190
166 68,2% (1270-820 BC)
95,4% (1450-88 BC)
LA HOYA I-13.976 300 ± 11 950 ± 130
68,2% 1279-920 BC)
95,4% (750-100 BC)
68,2% (35,5% 330-200 BC)
LA HOYA I-11.362 249 ± 8 350 ± 85
(26,5% 420-340 BC) (4,6% 510-460 BC)
(1,6% 450-440 BC)
95,4% (790-360 BC)
68,2% (46,1% 560-390)
LA HOYA I-11.363 259 ± 8 460 ± 85
(15,2% 750-680 BC) (5,1% 670-640 BC)
(1,6% 450-440 BC)
95,4% (1690-1290 BC)
LA HOYA I-11.364 330 ± 8 1270 ± 90
68,2% (1610-1400 BC)
95,4% (1000-200 BC)
LA HOYA I-10.879 266 ± 14 535 ± 155 68,2% (58,2% 780-480 BC)
(10,0% 470-410 BC)
95,4% (1940-1500 BC)
LA HOYA I-12.522 346 ± 8 1460 ± 90 68,2% (59,1% 1830-1610 BC)
(9,1% 1880-1840 BC)
95,4% (1050-500 BC)
68,2% (58,6% 930-750 BC)
LA HOYA I-13.975 280 ± 8 690 ± 90
(5,5% 640-590 BC)
(4,1% 690-660 BC)
95,4% (750-100 BC)
68,2% (35,9% 330-200 BC)
LA HOYA I-14.496 249 ± 8 350 ± 80 (27,5% 420-340 BC)
(4,0% 490-460 BC)
(0,9% 450-440 BC)

348
YACIMIENTO NUMERO -� C14 AÑOS B.C. CALIBRAD0 * (% Probabilidades)
POBLADOS
95,4% (93,8% 1420-970 BC)
LA HOYA I-14.840 309 ± 10 1020 ± 90 (1,6% 960-930 BC)
68,2% (1320-1050 BC)
95,4% (1410-920 BC)
LA HOYA I-15.667 307 ± 8 1000 ± 90
68,2% (1300-1020 BC)
95,4% (1900-700 BC)
LA HOYA I-15.677 315 ± 19 1090 ± 230
68,2% (1550-900 BC)
95,4% (800-200 BC)
LA HOYA I-15.689 282 ± 8 710 ± 90 68,2% (64,5% 940-760 BC)
(1,9% 980-950 BC) (1,9% 690-670 BC)
95,4% (1400-800 BC) /
CASTRO HENAYO ** CSIC.106 970 ± 110 65,2% (1270-970 BC)
1,9% (960-940 BC) 1,1% (1290-1280 BC)
95,4% (1450-800 BC) /
CASTRO HENAYO ** CSIC.108 980 ± 110
67,1% (1300-970 BC) 1,1% (960-940 BC)
95,4% (1650-1000 BC) /
CASTRO HENAYO ** CSIC.107 1150 ± 110 62,8% (1500-1250 BC)
5,4% (1240-1210 BC)
95,4% (1150-750 BC) /
CASTRO HENAYO ** I-8687 760 ± 80
65,2% (930-800 BC)
LOS CASTROS 95,4% (810-400 BC)
I-16.321 269 ± 90 570 ± 90
DE LASTRA 68,2% (800-520 BC)
LOS CASTROS 95,4% (810-400 BC) /
I-13.500 270 ± 80 580 ± 80
DE LASTRA 54,8% (730-520 BC) 13,4% (800-750 BC)

LOS CASTROS 95,4% (900-400 BC) /


I-16.329 275 ± 8 630 ± 90
DE LASTRA 43,9% (720-520 BC) 24,3% (830-750 BC)
LOS CASTROS 95,4% (1300-200 BC) /
I-16.805 279 ± 17 680 ± 190
DE LASTRA 68,2% (1000-400 BC)
LOS CASTROS 95,4% (1150-500 BC) /
I-18.700 284 ± 9 730 ± 100
DE LASTRA 68,2% (1000-760 BC)
LOS CASTROS 95,4% (1130-760 BC) /
I-18.701 287 ± 8 770 ± 80
DE LASTRA 64,5% (930-800 BC) 3,7% (970-950 BC)
LOS CASTROS 95,4% (1400-400 BC) /
I-15.706 288 ± 15 780 ± 170
DE LASTRA 64,6% (1250-750 BC) 3,6% (700-550 BC)
LOS CASTROS 95,4% (1210-780 BC)
I-17.850 290 ± 8 800 ± 90
DE LASTRA 68,2% (1000-810 BC)
LOS CASTROS 95,4% (1220-780 BC)
I-16.828 291 ± 8 810 ± 90
DE LASTRA 68,2% (1010-820 BC)
LOS CASTROS 95,4% (1220-800 BC)
I-15.908 294 ± 8 850 ± 90
DE LASTRA 68,2% (1050-830 BC)
95,4% (1430-990 BC) /
LOS CASTROS 58,8% (1320-1110 BC)
I-16.807 311 ± 8 1040 ± 80
DE LASTRA 8,7% (1380-1330 BC)
0,7% (1100-1090 BC)
95,4% (800-150 BC)
BASAGAIN I-19.004 410 ± 120 68,2% (63,3% 750-350 BC)
(4,9% 300-200 BC)
95,4% (800-150 BC) 68,2%
BASAGAIN I-18.461 370 ± 90
(44,1% 530-340 BC) (24,1% 320-200 BC)
95,4% (540-200 BC)
BASAGAIN I-19.003 360 ± 55 68,2% (40,8% 420-350 BC)
(27,4% 300-210 BC)

349
YACIMIENTO NUMERO -� C14 AÑOS B.C. CALIBRAD0 * (% Probabilidades)
POBLADOS
95,4% (400-30 BC)
BASAGAIN I-18.633 220 ± 80 68,2% (63,2% 370-150 BC)
(5% 140-110 BC)
95,4% (790-400 BC) /
63,1% (770-510 BC) 2,3% (470-450 BC)
BURUNTZA Ua.10.543 525 ± 75
1,8% (440-430 BC)
1,0% (420-410 BC)
94,2% (1220-800 BC)
1,2% (1260-1240 BC) /
BURUNTZA I-16.127 860 ± 90
66,8% (1070-830 BC)
1,4% (1110-1100 BC)
95,4% (93,2% 550-100 BC)
BURUNTZA I-17.168 329 ± 80 68,2% (42,9% 330-200 BC)
(25,3% 410-340 BC)
95,4% (1400-1040 BC) /
BURUNTZA Ua.231-0 1050 ± 60 60,6% (1320-1120 BC)
7,6% (1380-1330 BC)
95,4% (800-350 BC)
68,2 (47,9% 560-390 BC)
INTXUR I-15.489 450 ± 85
(14,7% 750.680 BC) (4,9% 670-640 BC)
(1,0% 590-580 BC)
95,4% (520-90 BC) 68,2%
INTXUR I-15.488 310 ± 80 (46,2% 320-200 BC)
(22,0% 400-340 BC)
INTXUR I-16.386 230 ± 80 95,4% (400-40 BC) 68,2% (370-160 BC)
95,4% (86,2% 260 BC- 90 AD)
INTXUR I-16.193 120 ± 80
(9,2% 360-270 BC) (68,2% (200-20 BC)
95,4% (1130-760 BC) /
INTXUR I-16.387 770 ± 80
64,5% (930-800 BC) 3,7% (970-950 BC)
95,4% (86,6% 1020-730 BC)
MUNOAUNDI I-18.368 470 ± 80 (6,2% 650-540 BC)
(2,6% 690-660 BC) 68,2 (920-770 BC)
95,4% (1150-400 BC) /
MORU I-16.862 720 ± 100
66,9% (1000-760 BC) 1,3% (680-660 BC)
95,4% (1120-760 BC)
MORU I-16.861 760 ± 80 68,2% (66,1% 949-790 bc)
(2,1% 970-960 BC)
95,4 (93,3% 210-70 BC)
SANTUARIO
CSCI-759 110 ± 60 (2,1% 350-320 BC)
GASTIBURU
68,2% (170 BC-10 AD)
95,4% (370-30 BC)
SANTUARIO
CSIC-760 190 ± 60 68,2% (54,7% 210-50 BC)
GASTIBURU
(13,5% 350-300 BC)
95,4% (200-60 BC)
MARUELEZA CSCI-681 100 ± 50 68,2% (59,9% 120BC-10 AD)
(8,3% 160-130 BC)
95,4% (89,6% 210 BC- 20 AD)
MARUELEZA CSCI-684 144 ± 50 (5,8% 350-300 BC)
68,2% (180-140 BC)
95,4% (61,6% 520-340 BC)
(4,2% 470-410 BC)
LAS ERETAS 525 ± 25 68,2% (24,4% 760-680 BC)
(24,0% 600-530 BC)
19,9% 670-610 BC)

350
YACIMIENTO NUMERO -� C14 AÑOS B.C. CALIBRAD0 * (% Probabilidades)
POBLADOS
95,4% (200 BC-60 AD)
KOSNOAGA CSCI-696 100 ± 50 68,2% (59,9% 120 BC- 10 AD)
(8,3% 160-130 BC)
95,4” (61,6% 520-340 BC)
GrN- (33,8% 330-200 BC)
BERREAGA 360 ± 50
20.774 68,2% (45,3% 410-350 BC)
(22,9% 290-230 BC)
NECROPOLIS
95,4% (800-200 BC)
68,2% (51,9% 560-360 BC)
LA HOYA I-16.084 255 ± 8 410 ± 90 (11,5% 750-680 BC)
(3,3% 670-640 BC)
(1,5% 280-260 BC)
CUEVAS
95,4% (770-400 BC) /
GrN. 38,4% (550-410 BC)
SANTA COLOMA 500 ± 50
22.793 22,6% (760-680 BC) 5,6% (670-640 BC)
1,5% (590-580 BC)
95,4% (770-400 BC) /
GrN. 23,1% (760-680 BC)
SANTA COLOMA 510 ± 50
7.575 21% (560-480 BC) 12,1% (470-410 BC)
8,8% (670-630) 3,3% (600-570 BC)
67,3% (830-750 BC)
18,9% (640-540 BC)
GrN.
SANTA COLOMA 630 ± 35 9,3% (690-660 BC) /
22.791
61,8% (810-760 BC)
6,4% (680-660 BC)
KUKUMA I-12.085 240 ± 90 95,4% (410BC-AD) 68,2 (390-160 BC)
95,4% (1200-500 BC)
SANTIMAMIÑE 750 ± 100
68,2% (1000-780 BC)
95,4% (770-390 BC)
68,2% (47,6% 560-400 BC)
DEL FARO Gif-6.366 470 ± 70
(15,9% 750-680 BC)
(4,7% 670-640 BC)
95,4% (800 BC- 50 AD)
IRITEGI I-17.705 300 ± 140 68,2% (64,5% 420-50 BC)
(2,8% 490-460 BC) (0,9% 450-440 BC)
GrN- 95,4% (900-780 BC) 68,2% (840-795 BC)
BERROBERRIA 705 ± 35
16.512
DEPOSITOS EN
HOYOS
95,4% (1400-800 BC) /
HOYO LA PAUL I-11590 303 ± 8 950 ± 85 63,0% (1220-970 BC)
2,9% (1260-1240 BC) 2,3% (960-940 BC)
95,4% (1000-400 BC) /
HOYO BIZKAR I-10.072 278 ± 9 670 ± 100
41,7% (910-750 BC) 26,5% (690-540 BC)
CROMLECHS ***
93,2% (1320-1010 BC)
2,2% (1370-1340 BC) /
60,3% (1270-1110 BC)
MEATSE 8 Gif. 9.573 1010 ± 50
4,7% (1100-1080 BC)
2,5% (1070-1050 BC)
0,7% (1290-1280 BP)

351
YACIMIENTO NUMERO -� C14 AÑOS B.C. CALIBRAD0 * (% Probabilidades)
CROMLECHS ***
APATESARO I Gif. 5.728 830 ± 90 95,4% (1220-790 BC) 68,2% (1020-820 BC)
92,5% (1300-750 BC) 2,9% (700-550 BC) /
MEHATZE 5 Gif. 4.470 780 ± 100
68,2% (1000-800 BC)
ERROZATE 2 Gif. 3.741 730 ± 100 95,4% (1150-500 BC) 68,2% (1000-760 BC)
95,4% (920-760 BC) / 58,4% (840-790 BC)
HEGIEDER 7 Gif. 9.371 700 ± 50
9,8% (900-870 BC)
95,4% (1050-400 BC) / 50,6% (930-750 BC)
ERROZATE 4 Gif. 4.185 690 ± 100
14% (640-540 BC) 3,6% (690-660 BC)
95,4% (910-410 BC) / 40,8% (710-520 BC)
APATESARO 1 bis Gif. 5.729 640 ± 90
26,6% (840-750 BC) 0,8% (890-880 BC)
PITTARE Gif. 4.469 290 ± 90 95,4% (520-40) BC) 68,2% (400-190 BC)
ERROZATE 3 Gif. 4.184 380 ± 100 93,0% (550-BC-AD) 68,2% (410-170 BC)
95,4% (800-200 BC) 51,3%(600-360 BC)
OKABE 6 Gif. 4.186 42 0 ± 100
12,4% (750-680 BC) 4,5% (670-640 BC)
95,4% (800-200 BC) 60,4% (540.350 BC)
LOUS COURAUS X 395 ± 70
5,1% (730-690 BC) 2,8% (280-250 BC)
95,4% (800-200 BC) 50,4% (600-380 BC)
MÉHATZE 2 Ly. 881 430 ± 130
13,1% (750-680 BC) 4,7% (670-640 BC)
750 ± 60 95,4% (1000-780 BC) 68,2% (905-805 BC)
MENDILUZE
720 ± 60 95,4% (980-760 BC) 68,2% (895-795 BC)
TUMULOS ****
95,4% (1000-400 BC) 33,1% (850-730 BC)
BIXUSTIA Gf. 3.743 650 ± 100
30,8% (700-540 BC) 4,3% 900-780 BC)
APATESARO 5 Gif. 4470 780 ± 100 95,4% (1250-550 BC) 68,2 (1000-800 BC)
95,4% (1050-500 BC) 65,7% (940-760 BC)
APATESARO 4 Gif. 6.031 720 ± 90
2,5% (980.950 BC)
95,4% (1410-900 BC)
ZUHAMENDI 3 Gif. 3.742 990 ± 100
68,2% (1300-1010 BC)
95,4% (1050-500 BC) 58,6% (930-750 BC)
ZAHO 2 Gif. 6.343 690 ± 90
5,5% (640-590 BC) 4,1% (690-660 BC)
95,5% (800-200 BC) 48,3% (550-350 BC)
URKIBI I-11365 395 ± 95
10% (300-200 BC)

* Calibración realizada con el programa OxCal. Oxford.


** Para el nivel IIIC de Henayo se obtuvo una primera datación mediante C14 (CSIC-107), que ofreció una
fecha de 1.150 ± 110 años B.C. al no ajustarse, en principio, esta datación, al contexto del resto de materiales
que aparecían en este nivel, se enviaron restos de la misma muestra a otro laboratorio (Isotopes I-8687)
que arrojó una fecha de 690 ± 80 años B.C.; este resultado lo sometieron a una corrección de reajuste que
quedó por fin en 760 ± 80 años B.C.
*** Existen otras fechaciones d.C. para alguno de estos cromlechs: SOHANDI 2, Entre los siglos X y XIV;
SOHANDI 5, 1.150 ± 210.
**** Otro tanto ocurre con fechas d.C. para ciertos túmulos, como las de: SOHANDI, 1.150 ± 210; BIZ-
KARTXU, 850 ± 90; AHIGA 950 ± 80; GAZTALAMENDI, 1.440 ± 80.

352
Figura 3.

353
ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA nº 24 355-370 VITORIA-GASTEIZ 2009 ISSN 1695-1611

LA EDAD DEL HIERRO EN EL PAÍS VASCO SEGÚN


LAS INVESTIGACIONES DE D. JOSÉ MIGUEL DE BARANDIARAN

Armando Llanos Ortiz de Landaluze*

Palabras clave: Barandiaran. Edad del Hierro. País Vasco.


Gako hitzak: Barandiaran. Burdin Aroa. Euskal Herria.
Key words: Barandiaran. Iron Age. Basque Country.

RESUMEN:
Introduce el tema, una valoración del conocimiento y estado de la cuestión en la época en que D. José
Miguel de Barandiaran inició sus estudios arqueológicos. Tanto de los casos concretos de yacimientos que
podían adjudicarse a la Edad del Hierro, como de las conclusiones que debido a su conocimiento podían
deducirse.
En una primera etapa de su actividad investigadora, es decir aquella anterior a 1936, en que el desarrollo
de sus trabajos tiene como marco propicio las tierras de Álava, lugar donde residirá durante treinta años, se
analizan sus descubrimientos de yacimientos claramente enmarcables en la Edad del Hierro o en periodos
relacionados con ella. Con todos los datos obtenidos elaboró su primera síntesis de prehistoria vasca, donde
dedicó una amplia parte a estos temas de la edad de los metales, resumiendo sus ideas al respecto.
Un segundo momento, el que transcurre entre 1936 y 1953, es también analizado, conociendo su dedi-
cación al tema durante estos años, en tierras del País Vasco Continental y los descubrimientos que llevó a
cabo, especialmente en lo referente al fenómeno de los cromlechs.
Su regreso, en 1953, marca su tercera etapa. Es de este momento la edición de su segunda síntesis de
prehistoria vasca, conociendo, por comparación con la primera, su valoración en aquel momento concreto.
Sus investigaciones sobre este tema se desarrollaron con varias excavaciones en importantes yacimientos,
que aportaron nuevos datos, aunque la falta de una nueva síntesis impidió conocer sus ideas que resumie-
sen los resultados obtenidos.
Se trata por tanto de exponer la trayectoria de este investigador en un tema tan concreto como es éste
de la Edad del Hierro en el País Vasco.

LABURPENA:
Gaiak, ezagutzaren balorazioa eta arazoaren egoera José Miguel de Barandiaran jaunak arkeologia-az-
terketak hasi zituen garaian ezartzen du. Hala Burdin Arokotzat jo zitezkeen aztarnategien kasu zehatzena,
nola bere ezagutzagatik ondoriozta zitezkeen ondorioena.
Bere ikerketa-jardueraren lehen etapa batean, hau da, 1936. urtearen aurrekoan, Arabako lurrak bere
lanak garatzeko marko egoki izan zirenen hartan, izan ere, bertan hogeita hamar urtez bizi izan zen, Burdin
Aroan edo horren inguruko epealdietan argi eta garbi koka daitezkeen aztarnategi aurkikuntzak aztertzen
dira. Bildutako datu guztiekin, Euskadiko Historiaurreari buruzko bere lehen laburpena egin zuen, eta horre-
tan, luze eta zabal aritu zen metalen aroko gai hauei buruz, horien inguruan zituen ideiak laburbilduz.
Bigarren une batean, 1936 eta 1953 bitartekoan, alegia, ere aztertua izan zen, ezaguna baitzen urte hori-
etan Euskadiko barrualdean gaiari eskainitako lana eta egin zituen aurkikuntzak, eta bereziki, harrespilen fe-
nomenoaren inguruan.

* Instituto Alavés de Arqueología / Arkeologiarako Arabar Institutua. Pedro Asua 2, 2º Dpto 53. 01008 Vitoria-Gasteiz.
arman.llanos@gmail.com

355
Bere itzulerak, 1953. urtean, hirugarren etapa markatzen du. Une horretakoa da Euskadiko Historiaurrea-
ri buruzko bigarren laburpenaren argitalpena, eta horretan ezagutarazten da une zehatz horretan egin zuen
balorazioa, lehenengoarekin alderatuz. Gaiari buruzko bere ikerlanak aztarnategi garrantzitsuetan egindako
hainbat indusketatan oinarriturik garatu ziren. Ikerlan horiek datu berriak erantsi zituzten, baina beste labur-
pen bat ez izateak lortutako ondorioak laburbilduko zuten bere ideiak ezagutzea galarazi zuen.
Beraz, ikertzaile honek Euskadiko Burdin Aroa bezalako gai zehatzaren inguruan egindako ibilbidea azal-
tzea da helburua.

SUMMARY:
An introduction to the subject, an appraisal of the knowledge and state of this issue in the period when
Mr. José Miguel de Barandiaran commenced his archaeological studies; both in the case of specific sites than
can be assigned to the Iron Age and of the conclusions that can be drawn from his knowledge.
In a first phase of his research, i.e. prior to 1936, when his work concentrated on the promising area of
Alava, a region where he lived for thirty years, he studied the discoveries of sites that clearly belonged to the
Iron Age or to periods related to the said age. Based on the data obtained, he prepared his first work on Bas-
que pre-history, where he dedicated a large section to issues related to the age of the metals, providing a
summary of his ideas on this subject.
A second period, between 1936 and 1953, is also studied, based on his dedication to this issue during the
said period, in Continental Basque Country areas and the discoveries he made, especially concerning crom-
lechs.
His return, in 1953, marks the third phase. It is in this period when he published his second work on Bas-
que prehistory, describing, in comparison with the first work, his assessment at that specific moment. His in-
vestigations on this subject included a number of excavations at important sites that provided new data, al-
though his failure to prepare another synthesis prevented us from knowing his ideas on the results obtained.
The idea is, therefore, to present the career of this researcher dedicated to such a specific issue as the
Iron Age in the Basque Country.

INTRODUCCIÓN

En el inicio de su trayectoria investigadora, en 1916, sus conocimientos sobre pre-


historia no pasaban de unas meras nociones teóricas. Sus compañeros de equipo,
Aranzadi y Eguren, poca más experiencia acumulaban en su haber, dedicándose y
orientando sus investigaciones principalmente hacia el mundo megalítico. Quiero con
esto decir que, en sus orígenes no existió ningún planteamiento previo como un pro-
grama de investigación meditado. De ello puede deducirse que, los primeros trabajos
y descubrimientos iban surgiendo sin una metodología adecuada y mucho menos con
planteamientos claros y objetivos concretos.

Por aquellos momentos, y en el caso concreto de la protohistoria, los trabajos que


se estaban realizando en Europa contaban con una estructura bien ordenada, tanto a
niveles de periodizaciones, aspectos cronológicos y formulaciones orientadas al cono-
cimiento de grupos culturales concretos y bien definidos

A nivel europeo los trabajos y publicaciones que se iban poniendo a la luz exponían
los alcances logrados hasta entonces. Se contaba, en estos momentos del inicio de las
investigaciones de D. José Miguel, con el “Manuel d´archéologie préhistorique, celtique
et galoromaine” de Déchelette 1908-1914, publicación muy consultada por Barandia-
ran, atendiendo a las numerosas citas que hace de ella en una publicación posterior
(1931 Barandiaran); el estudio de L.Beck, “Geschichte des Eisens”, 1891, con algún
error cronológico del Hierro respecto al Bronce; o la publicación de Montelius, “Veber
das erste Auftreten des Eisens” de 1900, como trabajos generales, aparte de otros

356
varios sobre temas concretos. Es cierto que el impulso de publicaciones sobre este
periodo se dio a partir de los años 20, con lo que en aquellos momentos iniciales tam-
poco contó con una amplia bibliografía que orientase sus trabajos, añadiendo a ello la
posible dificultad en acceder a todas estas fuentes.

Para la Península y como trabajos específicos, por aquellos años, sobre la proto-
historia, las investigaciones más completas fueron las que realizó Bosch Gimpera, que
aunque en muchos casos ceñidas al ámbito catalán, también tratan de la problemática
general sobre estas fases culturales, siendo de especial interés el haber sido el primer
arqueólogo peninsular que sistematizó los materiales arqueológicos conocidos has-
ta entonces. Otras publicaciones recogían los resultados de los trabajos de L.Siret y
J.Cabré para el oriente andaluz y Meseta respectivamente, o bien sobre trabajos pun-
tuales de cierta envergadura, como los de Numancia, realizados por la Comisión de la
Real Academia de la Historia, en la que intervinieron prestigiosos arqueólogos.

En el ámbito del País Vasco las investigaciones sobre protohistória eran aún mucho
más escasas, ya que únicamente existían algunos datos publicados, principalmente de
hallazgos esporádicos, como los llevados a cabo en Bizkaia (Verraco de Miqueldi, o los
hallazgos monetales de Monte Lejarza, por poner un ejemplo) o de algunos datos con-
templados en obras generales de carácter histórico-geográfico. Otro tanto ocurría con
lo conocido en Álava, donde los pocos datos correspondientes a diversos yacimientos,
en casi todos los casos son adjudicados a la cultura romana o bien a monumentos
megalíticos tomados por “elementos célticos” según se consideraban a finales del siglo
XIX o principios del XX. Lo mismo puede aplicarse a Gipuzkoa aunque en este caso,
aún con mayor escasez de datos. Un planteamiento paralelo ocurría en Navarra y el
País Vasco Continental.

Se deduce de todo ello que, cuando inició sus trabajos en el País Vasco, más con-
cretamente en el ámbito espacial en que le tocó vivir por aquellos años, no se puede
hablar de investigaciones arqueológicas sobre la protohistoria vasca, en sentido estric-
to. Esta situación debió ser general al resto de las investigaciones, aunque quizá no de
forma tan acusada.

Haciendo un repaso a su labor investigadora, en este campo concreto, veremos


como su aproximación al mundo de la Edad del Hierro se inició ya desde los primeros
momentos. Entre los materiales que comenzaba a manejar y el estudio de las estacio-
nes en las que interviene, destacan una serie de yacimientos de gran interés. Lo que
ocurre es que en alguno de los casos fue consciente de su pertenencia a estas etapas,
en tanto que en otros no parece que fue así, o al menos no queda claramente expuesto
en sus publicaciones.

Su dedicación a temas de carácter protohistórico fue fuertemente matizada por su


variada estancia residencial en diferentes lugares del País. Una serie de circunstancias
ya conocidas permiten establecer, para este análisis, una división en tres etapas que
corresponden a otros tantos periodos y que delimitan y definen una línea investiga-
dora con ciertas peculiaridades. Estas etapas vienen fijadas por un primer momento,
–tiempo de juventud–, que finaliza en 1936 cuando tiene que abandonar su residencia
habitual y partir hacia el exilio. Estos primeros años serían fundamentales, por cuanto
es el tiempo, sobre todo al principio, en que se fueron conformando sus líneas de in-
vestigación. Son de aquellos momentos los hallazgos de varios yacimientos, tanto en
cuevas como en poblados. Estos últimos descubrimientos de yacimientos al aire libre,

357
tienen ocasión durante su estancia en tierras alavesas –la mayor parte de los hallazgos
ocurren en zonas próximas a Vitoria– donde este tipo de yacimientos abunda por toda
su geografía, como ha podido comprobarse posteriormente. Las limitaciones para las
prospecciones por zonas más amplias debieron venir de la férrea disciplina del Semi-
nario Diocesano, que no le permitía una gran libertad de movimientos. En sus tiempos
libres de vacaciones, además de dedicarlas a excavaciones concretas, pudo también
tener ocasión de prospectar, con lo que tanto en Bizkaia como en Gipuzkoa le fue po-
sible descubrir algunos yacimientos en cuevas con niveles de la Edad del Hierro, así
como algunos cromlechs en Gipuzkoa y Navarra. Fue al final de esta primera etapa
cuando publicó “El hombre primitivo en el País Vasco” donde resumió y sintetizó sus
conocimientos de la prehistoria vasca.

Entre 1936 y 1953, su obligada residencia en el País Vasco Continental, supuso un


cambio en el estudio, sobre todo a nivel de prospecciones, de los temas de carácter
protohistórico. Salvo algún hallazgo de yacimientos en cueva, la mayor parte de sus
pesquisas giró entorno a los cromlechs. Son numerosos los descubiertos sobre todo en
estaciones del territorio de Benafarroa, algunos en Laburdi y muy escasos en Zuberoa.
(fot. 1).

A su regreso del exilio en 1953, y en el mismo año, es publicada su segunda síntesis


sobre prehistoria vasca con su obra, ”El hombre prehistórico en el País Vasco” (fot. 2).
Su actividad durante estos años, hasta su abandono de sus tareas de campo, se ciñó
en los estudios protohistóricos a la excavación de varios yacimientos, tanto en cuevas
como en hábitat al aire libre.

Para comprender mejor su trayectoria de investigación en el campo de la protohis-


toria daremos un repaso por cada uno de los yacimientos en los que trabajó pudiendo
conocer así sus logros y aportaciones, reflejados en sus publicaciones.

1. La intensa labor de campo realizada por Barandiaran, le


permitió descubrir varios yacimientos de la Edad del Hierro.

2. En esta publicación del año 1953, incluyó una relación de los yacimientos de la Edad del Hierro conocidos
hasta aquel momento.

358
PRIMERA ETAPA

Uno de los primeros trabajos, en los que se salió del ámbito de los yacimientos pre-
históricos, fue el que llevó a cabo sobre las cuevas artificiales de Álava (Barandiaran
1923). Primero con el referente a aspectos concretos de éstas, “El arte rupestre en Ála-
va” (Barandiaran 1920), que resumía sus observaciones realizadas en las visitas que
llevó a cabo a estos conjuntos de los montes de Izkiz, entre Faido y Arluzea, en 1917,
y posteriormente, (Aranzadi, Barandiaran, Eguren 1923) con el del conjunto “Grutas
artificiales de Álava”, donde en un denso catálogo de cavidades agrupa el conocimien-
to de este fenómeno, incluyendo sus observaciones en 1920, de los conjuntos de la
zona de Valdegovía. Ciertamente no llegaron a plantear conclusiones sobre aspectos
cronológico-culturales, pero ya dejaron reflejado, “...nuestra curiosidad científica no ha
quedado satisfecha...”, y más adelante, “...la tarea que resta por llevar a cabo es ardua
y penosa, pero en ello nos ha de aliviar seguramente el incentivo que nos impulsa a
buscar una explicación satisfactoria de la existencia de un tan considerable número de
construcciones socavadas en los apropiados macizos areniscos de la indicada zona
alavesa...”. Esta explicación trataría de cubrirla después con una cata que llevó a cabo
delante de la cueva de El Montico de Charratu, en 1928, donde la pequeña excavación
ofreció una estratigrafía ordenada con cuatro capas, de las que en las tres primeras
aparecían cerámicas y material lítico y en la cuarta solamente silex. Este trabajo inicial,
inconcluso, fue continuado treinta y siete años después, del que trataremos más ade-
lante.

También por aquellos primeros años, entre 1918 y 1922 y formando equipo con
Aranzadi y Eguren, trabajaron en la excavación de la cueva de Santimamiñe, publican-
do (Aranzadi, Barandiaran, Eguren 1931a) en el segundo tomo de las memorias, los
datos referentes a los niveles con cerámica y el conchero (fot. 3). Estratigráficamente
no pudieron diferenciar y aislar los niveles con cerámica ni su secuencia, achacán-
dolo a la flojedad de las tierras que contenían 1 tanto estos estratos, como el nivel
subyacente del conchero. Independientemente de la presencia de restos de época
histórica y del mundo romano, el material cerámico es muy abundante aunque muy
fragmentado permitiendo pocas reconstrucciones de formas. Son numerosas las orna-
mentaciones, tanto de tipo plástico del tipo de cordones digitados como ungulados casi
siempre emplazados junto al borde, así como superficies texturadas o cubiertas con
ungulaciones. Otras decoraciones corresponden a los tipos de impresiones, incisiones
corridas fuertes, acanaladuras por incisión o excisión, estando también presentes los
pezones apuntados o de lengüeta casi siempre dispuestos en la zona del cuello o junto
a los bordes. Con todo este material, los excavadores, esbozaron unos atisbos de cro-
nología, en base a un análisis tipológico. Así a épocas históricas recientes asignaron
la cerámica vidriada que incluso pudieron recuperar en piezas completas. Al mundo
romano adjudicaron algunos fragmentos de color rojo, aunque sin ornamentar. Otros
fragmentos, dicen en su memoria, que debieron pertenecer, ”...a la época hallstáttica o
primera del Hierro...” por comparación con cerámicas similares que como tales publicó
Bosch Gimpera. El resto lo relacionaron con los del yacimiento de Cueva Lóbrega o en
algún caso con los campaniformes de los dólmenes de Urbia. De todo ello sacaron la
conclusión que, salvo los fragmentos de época histórica y los de tipo hallstáttico, el res-
to se englobaría –nuevamente siguiendo a Bosch Gimpera– en lo que se llamó Cultura
de las Cuevas. Esta confirmación como yacimiento con niveles de carácter postpaleo-
lítico ha quedado expuesto en un posterior trabajo (1985/86. Ramirez, Idarraga).

359
3. Siendo muy joven, codirigió junto a Telesforo
Aranzadi y Enrique Eguren, la excavación de la
cueva de Santimamiñe en Bizkaia, con un nivel
superior de la Edad del Hierro. A la derecha,
parcialmente oculto, aparece Barandiaran.

En el año 1918 descubrió dos importantes yacimientos de hábitat al aire libre, en


tierras alavesas. Fueron los lugares de Salbatierrabide y Peñas de Oro. El primero, el
de Salbatierrabide, entonces en las afueras de la capital alavesa, fue detectado en una
cantera de explotación de gravas (fot. 4). Lo excavaron primero los HH. Marianistas
de Vitoria y posteriormente, de forma parcial, por D. José Miguel de Barandiaran (foto
5). Las noticias y resultados fueron publicados por aquellos años (X. 1923/24) y pos-
teriormente una revisión del yacimiento por J.M. Ugartechea (1967). Su descubridor
estableció una secuencia estratigráfica que constaba de: a) una capa de tierra vegetal
y gravera; b) tierra negruzca con objetos de época romana; c) objetos de la Edad del
Hierro; d) sepulturas de incineración de la Edad del Bronce. El momento más antiguo
quedaba conformado por una serie de hoyos conteniendo material cerámico, carbón,
cenizas y huesos calcinados. Ello dio lugar a considerarlos como sepulturas de inci-
neración, valoración que actualmente se ha puesto en duda comparándolos con otros
hallazgos posteriores del mismo tipo. El segundo nivel tomado como de la Edad del
Hierro, consistía en restos de habitaciones de planta rectangular, con paredes hechas
a canto seco y, “...un pozo circular de metro y medio de profundidad y uno de diámetro,
semejante a los que han sido reconocidos en otros poblados de esta edad...” Los HH.
Marianistas concretaron más estos datos reseñando que estas habitaciones medían
entre 7 y 8 metros de largo por 3 a 4 de ancho, estando rebajados los suelos para
darles más altura a la edificación. En algunos puntos, aparte de la piedra de las pare-
des, se recogieron fragmentos de adobe, enlucidos y restos de blanqueado. Entre los
materiales localizaron cerámicas, “...escudillas y ollas de tipo hallsttatico...”
hallsttatico...”, según D.
José Miguel, juntamente con, “...alfileres y agujas de hueso y de bronce, anilla, fíbula,
cierre de cinturón, etc.”. Sobre este nivel, un estrato con abundante material romano: si-
gillatas, cerámica común, dolias, molinos, hierros y armas, así como monedas que van
desde 43 a.C. Augusto, a Vespasiano 69-79 d.C. En este nivel se localizaron algunos
fragmentos cerámicos de época celtibérica.

360
4. El yacimiento de Salbatierrabide, en las afueras de 5. El “Depósito en Hoyos” de Salbatierrabide.
Vitoria-Gasteiz, localizado durante los trabajos de ex-
tracción de gravas a principios del siglo XX, le permitió
investigar uno de los primeros “Depósitos en Hoyos”
descubierto en Álava.

De aquel mismo año de 1918 fue el descubrimiento del Castro de Peñas de Oro,
en Vitoriano (Valle de Zuia) (fot. 6). En la primera visita que realizó al santuario de Nª.
Sª. de Oro, se fijó en los fragmentos cerámicos que aparecían en las tierras puestas a
la luz en las toperas. En setiembre de 1934 realizó una nueva excursión a este monte,
confirmando su primera impresión, ya que en los cortes del terreno producidos por el
camino, localizó molinos de mano y fragmentos de tiestos y algún material lítico. Todos
estos objetos se depositaron en el museo del colegio de los PP. Paules de Murgia. Una
última visita la llevó a cabo el 4 de Junio de 1935.

Entre Julio y Agosto de 1926, dedicaron cuatro días a una somera exploración de
la cueva de Arbil (Deba), excavando en el vestíbulo una zanja de 2,80 m. de largo por
1,50 m. de ancho, llegando a una profundidad de 1,45. En la breve nota que dio de es-
tos trabajos indicaba como el nivel superior contenía cerámica basta y escasas lascas
de pedernal un tanto atípicas, así como conchas de lapas. En su relación de estaciones
arqueológicas del País Vasco (Barandiaran 1953) indica que, “…su cerámica parece de
la Edad del Hierro...”

En otra de sus excursiones docentes al aire libre, de las clases de geología y pre-
historia del Seminario, por los alrededores de Vitoria, acompañado de sus alumnos,
llegó en 1926 al monte de Kutzemendi también llamado Olarizu, detectando en él un
nuevo yacimiento arqueológico (fot. 7). Los datos sobre el hallazgo de un nuevo castro
quedaron reflejadas en una publicación (Saralegui 1927), adjudicándolo a la segunda
Edad del Hierro. En este trabajo se dice que el yacimiento se extiende por toda la cima
de la montaña y parte de sus vertientes, según pudieron observar en los numerosos
cortes practicados por los canteros en las explotaciones de piedra. En estos cortes es
donde aparecía cerámica que citaban como prehistórica. De esta decían que, “...es
muy dura y contiene en su masa, arena y piedrecitas que le dan mucha consistencia.
La cenefa que llevan algunos trozos tiene incisiones que le dan mucha gracia. Abundan
asimismo, restos de animales. Todo esto se nos aprecia a la vista sin apenas hacer
nada por descubrirlo“. En el verano del mismo año del descubrimiento, una comisión
del Centro de Estudios Prehistóricos de Eusko Ikaskuntza –creado por D. José Miguel
de Barandiaran–, llevó a cabo excavaciones en el yacimiento, recuperando objetos líti-
cos (hacha pulimentada, punta de flecha) punzones de cobre, pondus de gran tamaño
de tierra cocida, molino de mano de piedra de forma rudimentaria, etc., adjudicando
todo ello al Eneolítico. Este desfase cronológico se repitió en algún otro yacimiento,
reconociendo posteriormente (Barandiaran 1934) su encaje en la Edad del Hierro.

361
6. El castro de las Peñas de Oro, en el Valle de Zuia 7. Poblado de Kutzemendi, en las proximidades
(Álava), uno de sus primeros descubrimientos de po- de Vitoria-Gasteiz, también citado en su relación
blados de la Edad del Hierro. de yacimientos de 1953.

Dos años después, en 1928, en el mes de Junio, una vez más aprovechando sus
vacaciones de verano, giró una visita al monte Salbatore de Iziar, donde descubrió el
yacimiento existente en la cueva de Urtiaga. Ese mismo año, al mes siguiente, comen-
zó su excavación que, en años sucesivos durante nueve campañas, hasta 1936, se
estudió de forma intensiva. Fue desde este yacimiento donde tuvo que salir de forma
precipitada hacia el exilio. Sería también en este yacimiento donde retomó su actividad
arqueológica al regreso del exilio, al continuar la excavación interrumpida dieciocho
años antes. Tres nuevas campañas fueron necesarias para dar por finalizados sus tra-
bajos. Los resultados indicaron que la ocupación de la caverna fue larga en el tiempo,
cubriendo un abanico que va desde, por lo menos un magdaleniense, a etapas proto-
históricas. Bajo un nivel superior con cerámicas de carácter histórico moderno y sobre
todo en lo que denominaron tramo A, es abundante el material cerámico, juntamente
con otros restos arqueológicos, incluso restos humanos. Estas cerámicas de factura
basta, tienen una serie de aplicaciones ornamentales plásticas, tanto en forma de pe-
zones, sobre todo en la zona del cuello/borde, como cordones digitados o simplemente
lisos. Otros fragmentos se decoraron con relieves largos y acanalados, digitaciones,
tanto en los cuerpos como en los bordes. Estos materiales cerámicos continuaban
apareciendo a profundidades que sobrepasaban el metro. Así y atendiendo a estos
materiales, ya en las publicaciones de los años 50 (Barandiaran 1953) reseña un nivel
superior de la Edad del Hierro y que más adelante matizaría como, ”...un nivel superior
de tipo hallstáttico” (Barandiaran 1960).

Durante una visita a la zona de Carranza, en agosto de 1931, con el fin de efectuar


exploraciones en las cuevas de aquella zona, reconoce las cuevas del Bortal y Venta
Laperra, excavando en la del Polvorín. De la primera, la del Bortal, da nota del hallazgo
de dos recipientes cerámicos que consideró urnas funerarias (Barandiaran 1928), dan-
do además datos de los lugares donde se encontraron. Consideró este hallazgo como,
“... interesantes documentos de la Edad del Hierro“.

También durante sus vacaciones veraniegas, en Julio de 1935, aprovechando el


estar en la zona, a propósito de la excavación de la cueva de Atxurra, recorrió el monte
llamado Gasteluko-atxa, en término de Berriatua (Bizcaia). En el lugar que se conocía
como Goikolaua descubrió una cueva que por estar obstruida por gruesos peñascos,
no visitó, haciéndolo en setiembre del mismo año. Ya en la superficie del suelo de la
cavidad recogió fragmentos de cerámica negra basta y fina roja (sigillata), así como
restos humanos acompañados de cerámica y de, “...rodajitas de piedra...”. De esta vi-

362
sita publicó una breve nota (Barandiaran 1948) juntamente con un plano donde situó
los hallazgos. Amplió estos datos en una nueva publicación (Barandiaran 1961) des-
cribiendo el interior de la cueva y los objetos que encontró en sus visitas de 1935 y
1936.

Así mismo, durante sus prospecciones por montes y sierras en busca de monu-
mentos megalíticos, especialmente dólmenes, son varios los crómlechs descubiertos,
principalmente en territorio gipuzkoano. Sirvan como ejemplo los de la zona de Elduain-
Hernani, concretamente los de Altxista y Etzela, o los de Jaizkibel en Hondarribia, o
Hunamene en la zona de Hernani-Arano. Son una serie de hallazgos esporádicos, pero
que no quedaron ocultos a la aguda observación prospectora de D. José Miguel de
Barandiaran.

Pero quizá, de toda esta primera etapa, una de las conclusiones más interesantes
son las que vertió en su primera síntesis sobre prehistoria vasca (Barandiaran 1934).
Esta publicación, aparte de para conocer el alcance de las investigaciones por aque-
llas épocas, sirve para conocer sus ideas sobre el hecho de la indoeuropeización en
la cultura del País Vasco. Es indudable el peso que tuvieron en su formación, en esos
momentos, una serie de obras citadas como notas a pie de página, especialmente las
de L. Von Schroeder, “Arische Religión”, o “Die indogermanen”. En esta publicación de
síntesis, aparte de ordenar con una secuencia cronológico-cultural, subdivide cada uno
de los periodos en aspectos de desarrollo cultural, tocando temas como la vivienda, el
lenguaje, la religión, la industria, la vida económica, el atavío corporal, etc., es decir con
un esquema de interpretación completamente actual. La descripción de cada uno de
los apartados los desarrolla con su característico estilo, sobrio, conciso, sin florituras,
pero tremendamente jugoso en cuanto a planteamientos, incluso algunas veces –cosa
rara en él– exponiendo tesis no excesivamente fundamentadas, pero muy interesantes
como propuestas de apertura de nuevos caminos de investigación. Él mismo lo reco-
noce cuando, al hacer unas consideraciones relacionando datos arqueológicos con los
lingüísticos, dice, “...El terreno lingüístico que he rozado en algunas de las considera-
ciones anteriores, es harto resbaladizo. Cuando se hayan efectuado investigaciones de
palabras y cosas con más extensión y profundidad, podrá ensayarse seguramente con
mejor éxito el estudio de las vicisitudes de muchos elementos de nuestra cultura tradi-
cional. Con todo, el cotejo de los nombres y de los datos arqueológicos no debe des-
echarse de plano aun en el estado actual de nuestros conocimientos. Algunos hechos,
aisladamente, tienen escasa fuerza probatoria; pero es indudable que el conjunto de
todos ellos nos pone en estrecho contacto con las edades prehistóricas” (Barandiaran
1934.70) y unas páginas después, “...Estas últimas consideraciones no aspiran a ser
definitivas; pero señalan, a mi juicio, uno de los caminos por donde podríamos investi-
gar la historia vasca, cuando los estudios de la geografía lingüística hayan alcanzado
entre nosotros el grado de desarrollo que es de esperar. No es diferente el método que,
con éxito indiscutible, empleó O.Schroeder en el estudio de la civilización aria” (Baran-
diaran 1934. 78).

Este trasfondo indoeuropeo acusa como aportaciones de aluvión en los más varia-
dos aspectos, pero especialmente en los de carácter religioso y de los mitos y creen-
cias. Toma como ejemplo entre otros, la dedicación de algunos días de la semana al
cielo o a la luz del cielo, como parece reflejar el jueves (orzegun; ostegun=día del cielo)
(eguen=día de la luz celeste o del sol). Otro tanto ocurre con el viernes (ostirala; ortzi-
rala y eguakitza) dedicado a la divinidad celeste. También algunos de los nombres con
los que se designa al sol (euzkibegi=ojo de Dios u ojo de la luz diurna) equiparando

363
la luz a la divinidad. Considera que casi todos los mitos y leyendas que a él se refie-
ren son de la cantera indoeuropea. Como también el consagrársele el mes de Junio,
como parece desprenderse de su nombre Ekhaina (de Ekhi=sol). De las numerosas
creencias y prácticas de espíritu indoeuropeo que quedaron como parte integrante del
fondo vasco, una de las más enraizadas es la que tiene lugar en el día de San Juan,
en el solsticio de verano, con un rico catálogo de prácticas siempre relacionadas con
el fuego o el agua, que seria prolijo enumerar aquí. De todo el conjunto de ritos carac-
terísticos de este mundo cultural indoeuropeo, pueden definirse dos aspectos claros;
la de honrar al Dios solar (fuegos, coronas, flores) y la de festejar al Dios de la lluvia o
de las tormentas (baños de la mañana de San Juan; paseo por el rocío; etc.) Otro tanto
ocurre con los ritos solsticiales de invierno; fuegos de fin de año (el gabonzuri o tizón
de la Nochebuena; purificación de animales domésticos haciéndolos pasar por encima
de ese tronco; bendición ritual del pan de Nochebuena por el padre de familia; recoger
la primera agua que caiga por Nochevieja después de las 12 de la noche). El propio
nombre de Navidad, (Eguberri=día o sol nuevo) tiene concomitancias con el mundo
indoeuropeo.

El primitivo dios celeste; Urtzi, Ortz u Ost, se relaciona con la formación de las tor-
mentas, asociándolo al trueno y al rayo. De entre todos los nombres del rayo; Ozme,
Oneztarri, y Tximistarri, tienen una clara referencia al mito indoeuropeo del martillo de
Thor y de las flechas de Júpiter, con su proyección ritual de la costumbre de colocar las
hachas con el filo hacia arriba, en los umbrales de las puertas como formula de protec-
ción, así como la asociación del rayo a las hachas de piedra pulimentada, creencias y
cultos procedentes del mundo indoeuropeo. Estos ligeros apuntes citados no son sino
una parte de los datos que aporta D. José Miguel en esta obra sobre la prehistoria vas-
ca. Para él todas estas prácticas y creencias debieron introducirse en momentos del
Neolítico final o Eneolítico, con perduración hasta la Edad del Hierro.

En esta síntesis de 1934, expuso también sus conocimientos de la ocupación del


País Vasco durante la Edad del Hierro y en momentos de romanización. Da también
una detallada relación de las tribus que al comienzo de la romanización pueblan el
territorio vasco, así como la localización de las ciudades que corresponden a cada una
de estas tribus de Vascones, Várdulos, Caristios y Autrigones. Cuando dice que, “...en
efecto no hay datos que demuestren movimientos de pueblos en el País Vasco des-
pués del Eneolítico...” (Barandiaran 1934. 99), es por que considera que estos grupos
tribales no son sino una prolongación de las culturas pirenaicas anteriores. Sobre la
posible celtización del País Vasco, dice “…los celtas, a su vez, se limitaron a pasar por
Roncesvalles hacia el año 600 a.C. sin establecerse en el interior del País, como se
comprueba por la ausencia absoluta de nombres toponímicos celtas en las comarcas
más céntricas del País Vasco...” (Barandiaran 1934. 100), suponiendo que únicamen-
te ocuparían algunos lugares estratégicos en las zonas periféricas, como Etxauri en
Navarra, por los hallazgos arqueológicos, o Uxama Barca (Osma de Valdegobia) y
Deobriga (Puentelarra) atendiendo a sus nombres. Otros yacimientos como los de Ku-
tzemendi y Salbatierrabide, los considera como influencias célticas por la vecindad del
grupo de los Berones situados en la Rioja.

364
SEGUNDA ETAPA

Durante sus diecisiete años de obligada estancia en en País Vasco continental,


cambió el marco de sus actividades pero no su labor investigadora, en su doble ver-
tiente etnográfica y prehistórica. Es en este último campo donde, referido al tema de la
Edad del Hierro, intensifica su labor prospectora pero casi única y exclusivamente con
carácter monotemático. La búsqueda de cromlechs. Son numerosos los ejemplares
y estaciones que descubrió, pudiendo citar como ejemplos, las estaciones y monu-
mentos de: Baigura; Artzamendi; Mendittipi; Askonobi; Hartsudurra; Irati-Soro; Zaho;
Argibel; Elorta; Arluxeta; Zelai; Meatseko-Bizkarra; Meatseko-Lepoa; Iuskadi; Ezurreta;
Mairuilarrieta; Goizamendi;Ibañeta; Aiaarri y Mandale. Todo ello supone una incansa-
ble labor prospectora por cumbres y collados del Pirineo. En uno de estos recorridos
descubre en la cueva de Faardiko-Harria, fragmentos cerámicos que, aunque con du-
das, clasifica como de la Edad del Hierro, junto con algunos grabados parietales. En la
breve reseña que a ella dedica (Barandiaran 1945) y en referencia a estos grabados
dice, “..,unos trazos grabados en una pared semejantes a ciertos dibujos del llamado
estilo ibérico…” También en la cueva de Uriogaina descubrió un grabado parietal repre-
sentando un caballo y una pintura al ocre rojo muy esquematizada que le pareció que
representaba a un animal, que por su traza asoció a momentos magdalenienses, con-
tando con el dato del hallazgo de silex de esta cronología. Junto a todo ello encontró un
recipiente cerámico aplastado, del tipo de la Edad del Hierro, y relacionado con estos
fragmentos cerámicos, una piedra de forma oval que asoció a una tapa del recipiente.

Si bien sus prospecciones resultaron altamente positivas y fecundas, no llevó a ca-


bo, durante estos años, ninguna labor de excavación, en yacimientos de la Edad del
Hierro.

Justamente al final de esta etapa de destierro, se publicó su segunda síntesis de


prehistoria vasca (Barandiaran 1953), más elaborada que la primera. Aporta, en ella,
en general, más datos sobre la protohistoria, especialmente en la relación/catálogo de
yacimientos que dio al final de la obra, dedicando incluso un capítulo específico a la
Edad del Hierro (fot. 8). En esta obra sigue el mismo esquema que en la anterior, subdi-
vidiendo cada momentos cultural en un análisis sobre la industria, vivienda, sepulturas,
religión, etc. En el capítulo sobre el Eneolítico, sigue tratando y analizando, en el apar-
tado de lenguaje, la correspondencia de ciertas palabras euskericas con elementos y
materiales que pudieron tener su origen en aquellos momentos. Sin embargo no se
encuentra en esa obra las referencias comparativas etnológicas del fondo ritual vasco
con su origen indoeuropeo, quedando reducida esta referencia a apenas unas líneas.
Si en su primera obra las citas al mundo ario e indoeuropeo son abundantes, en esta
se suplen en la mayor parte de los casos por conceptos y denominaciones al mundo
religioso naturista. Incluso en la bibliografía citada, mucho más abundante que en la
anterior obra, prácticamente todas las referencias son sobre obras puntuales a yaci-
mientos o temas del País Vasco. Son escasas las citas de obras de carácter general
no figurando para nada las referidas a L. Von Schoereder, que tanto peso tuvo en su
primera síntesis.

365
8. Páginas del libro “El hombre pre-
histórico en el País Vasco”, donde
trata el tema de la Edad del Hierro.

TERCERA ETAPA

Caracteriza esta tercera etapa, que comienza a su regreso definitivo en 1953, una
menor dedicación a labores prospectoras, incrementándose, sin embargo, sus trabajos
de excavación en yacimientos que si no considerados únicamente como pertenecien-
tes a la Edad del Hierro, si tienen al menos un nivel adjudicable a esa etapa cultural.
En unos casos como comprobación de algo intuido en yacimientos descubiertos en sus
años de juventud, como es el caso de las cuevas artificiales, y en otros por el interés
de los nuevos hallazgos que se suceden a partir de esos años o simplemente como
encargo de las Diputaciones Vascas.

El primer gran yacimiento, atendiendo a su extensión, fue el castro de Intxur, siendo


esa también la primera y única vez que acometió la excavación de un yacimiento de
esas características. Realizó tres campañas a los largo de los años 1957-58 y 59 (Ba-
randiaran 1961 a) a instancias del Grupo Aranzadi de la Real Sociedad Bascongada de
Amigos del País. Centró sus trabajos en las fortificaciones, para comprobar su consti-
tución y ver si existían muros, o restos de edificios, tratando también de localizar algún
objeto que diese alguna pista sobre su adjudicación cronológica. Así trabajaron en once
puntos, con una mayor o menor extensión. Los resultados no fueron espectaculares ni
llegaron a aclarar gran cosa. En las conclusiones resume estos resultados indicando
la forma y construcción de las defensas; la existencia de restos de viviendas junto al
recinto interior y el no haber hallado ningún objeto mobiliar. Todo ello le llevó a concluir
en que Intxur fue un campo fortificado, “...obra sin duda de la población indigena. Ge-
mela de los castros de época celtica construidos en los siglos IV y III a.de C...”, y que la
ausencia de objetos y materiales arqueológicos, aquí como en Maruelexa de Nabarniz,
es debida probablemente a su carácter de refugio temporal utilizado por los habitantes
de la comarca en caso de peligro de alguna invasión.

Más de acuerdo con su larga experiencia de excavaciones en cuevas, son los traba-
jos que realizó en varias cavidades, que si no con el fin concreto de obtener resultados
sobre la utilización de las cavernas durante la protohistoria, si encontró en algunas de
ellas representados aquellos momentos, en ciertos niveles.

366
9. Barandiaran en la excavación
de la cavidad de Solacueva de
Lakozmonte, en el Valle de Kuar-
tango (Álava).

En Kobairada (Subijana Morillas) en tierras alavesas, descubierta por D. Fz. Medra-


no en 1938, trabajó durante una breve campaña en 1958, aunque ya un año antes, en
una visita a la cueva halló algunos restos arqueológicos. La excavación se desarrolló
en el gran vestíbulo de la cueva trabajando en dos lugares, sobre una reducida super-
ficie de apenas 10 m2. En la zona exterior y al fondo del covachón. Los resultados se
publicaron (Barandiaran 1962a) dando una reseña de los hallazgos pero sin llegar a
conclusiones cronológico-culturales, aunque cita y describe los materiales romanos,
especialmente la presencia de terras sigillatas. En trabajos posteriores, se ha consta-
tado la existencia de cerámicas prerromanas, adjudicables al Bronce Final y Edad del
Hierro.

En ese mismo año de 1958, trabajó en la excavación de la cueva de Sagastigorri,


en Kortezubi (Bizkaia) a propuesta del Servicio de Investigaciones Arqueológicas de
Vizcaya. Fueron dos los sondeos llevados a cabo, uno en la entrada y otro en el interior.
También durante la primera campaña hicieron una recogida de materiales por toda la
cueva, especialmente de restos humanos y cerámicas. El resultado de las excavacio-
nes, de las dos campañas, y en los dos lugares sondeados, ofreció una especial abun-
dancia de material cerámico de pastas bastas, aunque también encontraron fragmen-
tos de terra sigillata, vidrios y monedas imperiales. (Barandiaran 1959). De todo ello
parece desprenderse el carácter de la cueva como lugar de ritos funerarios y cultuales,
especialmente durante la Edad del Hierro con una proyección hacia momentos más
tardíos.

367
10. Dirigiendo la excavación del Montico de Charratu, en Albaina (Condado de Treviño).

El descubrimiento, en el año 1960, de la cavidad de Solacueva de Lakozmonte, en


Jókano-Alava, como yacimiento arqueológico, especialmente como estación con arte
rupestre de tipo esquemático/abstracto (Llanos 1961. Llanos 1963) llevó a plantear su
excavación, que se inició, bajo la dirección de D. José Miguel de Barandiaran, al año
siguiente de su descubrimiento, siendo continuada en 1962 y 1966, publicándose las
memorias correspondientes (Barandiaran 1964. Barandiaran 1968). Las zonas donde
se excavó fueron; en el vestíbulo (fot. 9), en una amplia superficie y en la galería de
entrada a 33 m. de la boca. Estas excavaciones aportaron valiosos datos, con una
amplia secuencia estratigráfica dividida en siete niveles, con abundantes materiales ar-
queológicos, principalmente cerámicos, aunque existen también los líticos, metálicos,
y monedas romanas bajo imperiales. Atendiendo a la estratigrafía y a los materiales,
llegó a concretar una secuencia que, partiendo de la Edad del Bronce continuó durante
la Edad del Hierro y momentos de romanización.

A los veintisiete años del descubrimiento de la cueva de Goikolau y por encargo


del Servicio Provincial de Arqueología de la Diputación de Bizkaia, se hizo cargo de
la dirección de trabajos de excavación, cuando se descubrieron las muestras de arte
rupestre grabados en las paredes del interior de la cavidad. Una revisión de la gale-
ría, donde anteriormente había encontrado restos arqueológicos, le permitió localizar
nuevos materiales también de cerámicas bastas, sigillatas, además de clavos de hierro
y una pica del mismo material. La excavación la llevaron a cabo en el vestíbulo de la
cueva, consistiendo el material recuperado, en su mayor parte, en cerámicas romanas,
incluso hasta profundidades de 80 cms. y las cerámicas bastas con ornamentaciones
de digitaciones, rugosidades, cordones digitados, acanaladuras, etc., aparecían a una
profundidad de dos metros de la superficie. Junto a este material cerámico, también se
hacía presente el material lítico con abundancia de láminas, aunque no faltaban otras
piezas, como por ejemplo una punta de flecha de pedúnculo y aletas. Aparte de los da-
tos extraídos de la excavación del vestíbulo, uno de los aspectos más importantes fue
el hallazgo de grabados parietales en el interior de la cavidad, formando cinco grupos.
Realizados con tres tipos de instrumentos; romos, puntiagudos y escobillado, estos
grabados son de tipo esquemático aunque alguna figura zoomorfa apunta hacia un

368
tratamiento seminaturalista. En sus conclusiones las pone en relación con las de So-
lacueva de Lakozmonte en Jókano (Álava), tanto en su cronología –que sin dudar la
coloca en la Edad del Hierro– como en su carácter de cueva funeraria y centro de
actividades cultuales.

Sus últimas investigaciones de campo, en proyectos relacionados con la protohisto-


ria, fueron las excavaciones en el entorno de las cuevas artificiales alavesas. A ellas vol-
vería treinta y siete años después de haber iniciado un breve sondeo en las del Montico
de Charratu y Sarracho en Albaina (Álava) (fot. 10). Tanto en estas excavaciones de
Albaina (Barandiaran 1965. Barandiaran 1966) como en las que llevó a cabo en Laño y
Markinez (Barandiaran 1968 a), detectó unos niveles, sobre todo en las dos primeras,
que asoció a momentos protohistóricos. Estos niveles no son únicos sino que forman
parte de un paquete con antecedentes prehistóricos y otros posteriores de épocas ya
de carácter histórico medieval.

Esta rápida y escueta reseña de los trabajos de D. José Miguel de Barandiaran, en


torno a la Edad del Hierro, es el balance de su dedicación investigadora a estos perio-
dos protohistóricos. De todo ello cabe deducir que, si bien no fue precisamente este
campo su especialidad, sí le dedicó una especial atención, aportando interesantes da-
tos para su estudio. El no haber continuado de forma más intensa sus investigaciones,
en estos periodos, se debió, a nuestro entender, a que las circunstancias por todos co-
nocidas le hicieron interrumpir su estancia en tierras alavesas, derivando sus trabajos a
otros momentos prehistóricos por la menor abundancia de yacimientos protohistóricos,
especialmente de hábitat poblacional al aire libre con estructura de poblados.

Así, durante muchos años, los conocimientos y datos que se manejaron, para el co-
nocimiento de las etapas protohistóricas, en el espacio del País Vasco, fueron los que
aportó D. José Miguel de Barandiaran, con sus hallazgos, estudios y publicaciones.

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370
ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA nº 24 371-394 VITORIA-GASTEIZ 2009 ISSN 1695-1611

CONSIDERACIONES SOBRE LA ESTATUA ROMANA


LA DAMA DE IRUÑA (ÁLAVA)

José Ignacio San Vicente González de Aspuru*

Palabras clave: Virgen Blanca. Poblamiento. Tardoantigüedad. Fondo de cabaña. Bajomedieval. Puente.
Gako hitzak: Andre Maria Zuria. Populaketa. Berantz Antzinaroa. Borda hondoa. Behe Erdi Arokoa. Zubia.
Key words: White virgin. Town. Late antiquity. Far end of the hut. Late Middle Ages. Bridge.

RESUMEN:
El hallazgo de la mano izquierda de la estatua romana conocida como la Dama de Iruña ha abierto una
nueva vía de investigación sobre la figura representada. Su incorporación ha reducido el amplio y ambiguo
panorama interpretativo que hacía difícil plantear cualquier proposición. Aunque el abanico de posibilidades
continúe siendo extenso, una serie de análisis comparativos permiten concluir que la Dama de Iruña era
probablemente una representación de Ceres, la diosa romana de la agricultura, y pudo ser realizada entre
las épocas adrianea y antoniniana, posiblemente en esta última.

LABURPENA:
Iruñako Dama izenez ezagutzen den erromatar estatuaren ezkerraldeko eskua aurkitzeak, islatutako
irudiari buruzko ikerketa-bide berria ireki du. Zati horrek, edozein proposizio planteatzea zaila egiten zuen
interpretazio-panorama zabal eta anbiguoa murriztu du. Aukera-sorta zabala izan arren, hainbat konparazio-
analisik Iruñako Dama Ceres nekazaritzako jainkosa erromatarraren irudikapena izango zela eta Adriano eta
Antoninoren garaien artean (eta litekeena azken honetan) egin zela ondorioztatzea ahalbidetzen dute.

SUMMARY:
The discovery of the left hand of the Roman statue known as the Lady of Iruña has led to a new line of
research on the figure displayed. Its incorporation has limited the extensive and ambiguous interpretive pano-
rama that complicated the presentation of any proposal. Although the range of possibilities is still extensive, a
series of comparative analyses have enabled us to conclude that the Lady of Iruña was probably a represen-
tation of Ceres, the Roman goddess of agriculture, and may have been produced between the Adrianean and
Antoninian periods, possibly during the latter.

1. CATÁLOGO Y METROLOGÍA

DEPÓSITO: Museo de Arqueología de Álava, ubicado en Vitoria-Gasteiz (Álava).


PROCEDENCIA: La estatua se encontró el 10 de octubre de 1845 en el praedio de
Larrabea, propiedad de Miguel Rodríguez Ferrer, en el yacimiento de Iruña (Álava). La
mano izquierda fue hallada en 1983 en un jardín de Vitoria.

* Departamento de Historia. Universidad de Oviedo.


Tfno: 985104432 vicentejose@uniovi.es

371
MATERIAL: Mármol blanco de grano fino y cristalino y con pátina dorada. Se ha iden-
tificado como mármol de Carrara (Filloy, Gil 2000, 292). Se trata del mármol de Luna, que
comenzó a ser explotado en época cesariana.
DIMENSIONES: Alt. máx.: 1,48 m.; Anch. máx.: 0,68 m.; Ant.-post.: 0,45 m.
OBSERVACIONES: Sería para Balil, por el material y la factura, una estatua culta e im-
portada.
CRONOLOGIA: Adrianea-antoniniana, probablemente antoniniana.
CONSERVACIÓN: Falta la cabeza, parte del hombro derecho, y la zona inferior del hy-
mation, que cae debajo de la mano izquierda. Asimismo, se han perdido la pierna dere-
cha a la altura de la rodilla, la izquierda desde el tobillo y la mano derecha.
BIBLIOGRAFÍA: Madinabeitia 1845, 9-10; Amador de los Ríos 1871, 26; Baraibar
1883, 80; Baraibar 1889, 600-601; Hübner 1892, 935; Reinach 1904, 677, 3; Blázquez
1956, 234-240; Nieto 1958, 201-203; Balil 1986, 224 nº 177, lam. 3-4; Filloy, Gil 2000,
292; Baena de Alcazar 2001, 12, nº 6; Alexandrini 2004, 239, nº 1.

2. DESCRIPCIÓN

Se trata de una escultura estante, de tamaño superior al natural, que representa una
figura femenina vestida con una prenda interior de lino, el chiton, y un gran manto de la-
na, el hymation (fig. 1-5).

La mayor parte de la figura se halla envuelta en el hymation. Del chiton podemos


apreciar dos zonas, una en la parte superior del escote, debajo del cuello, en la que se
observan una serie de pliegues verticales y paralelos entre sí; la segunda área del chiton
está situada sobre la parte inferior de la pierna izquierda, en la que se perciben unos
pliegues verticales, muy apretados y casi paralelos, que llegaban hasta el borde de esta
prenda.

El resto de la imagen está cubierta por el hymation, que envuelve la figura, a excep-
ción de las manos y la cara, incluyendo ambos brazos. La cabeza debía ir cubierta por el
hymation que desde el hombro cuelga por la parte izquierda de la espalda hasta los talo-
nes. Esta misma prenda envuelve el brazo derecho de la estatua y también el izquierdo,
desde el que cae hasta los pies. El brazo derecho se encuentra pegado al cuerpo, con el
antebrazo levantado y separado del tronco con un ángulo de unos 35º-40º con respecto
al plano vertical del cuerpo. El antebrazo izquierdo mantiene una posición perpendicular
a la cadera, aunque con un leve toque descendente, en un ángulo de unos 110º en rela-
ción al tronco.

Sobre el pecho, el manto griego presenta un doble plegado de forma triangular, que
es lo más singular de la escultura. El primero de ellos está formado por el borde del
hymation, que cruza el pecho desde el hombro izquierdo hasta el brazo derecho al que
envuelve. El segundo parte de la muñeca izquierda y continúa hacia el brazo izquierdo.
El escultor ha modelado el pecho izquierdo de la imagen y se sirve de su redondez para
componer el trazado de los pliegues del hymation a ambos lados del mismo.

La talla de la parte inferior de la estatua, que va de la cadera a los pies, remite a tipos
ya conocidos. La figura se apoya sobre su pierna derecha y mantiene flexionada la izquier-

372
373
da a la altura de la rodilla, provocando el realce de la cadera derecha, en una postura que
podemos ver en la Grosse Herkulanerin o Gran Herculanesa del Museo Albertinum de
Dresde (fig. 6; Knoll, Protzmann, Raumschüssel 1993, 30, nº 13). Este movimiento pro-
voca que tanto los plegados del hymation que caen sobre el abdomen y las piernas, co-
mo los que se perciben del chiton, sigan las líneas que marca la posición. Todo ello hace
que el tejido del hymation, que cae sobre la parte inferior de la figura, forme una serie de
formas angulosas, algunas de ellas en diagonal, muy características.

La parte posterior de la estatua está menos trabajada. La labra del dorso sólo se ha
esbozado, lo que quizás indica que se preparó para una representación frontal, es decir,
en un arco o un nicho.

3. CIRCUNSTANCIAS DEL HALLAZGO

Las primeras noticias sobre su descubrimiento las proporcionó Miguel Madinabeitia


en un artículo publicado el 8 de noviembre de 1845 en el semanario El Lirio (Madina-
beitia 1845, 9-10). El texto venía ilustrado con un dibujo del hallazgo. El autor narraba
que un labrador encontró en el pueblo de Iruña una estatua “mutilada de cabeza, pies
y manos” en una de sus heredades el 10 de octubre de ese mismo año, pero no citaba
el nombre del descubridor ni el lugar preciso.

Emil Hübner completa la noticia informando, dentro del apartado encabezado por la
voz Iruña, que se halló en el praedio de Larrabea propiedad de Miguel Rodríguez Ferrer
(Hübner 1892, 935).

En el año 1983, es decir, cerca de 140 años más tarde, en uno de los jardines situado
junto al cementerio de Santa Isabel de la ciudad de Vitoria se descubrió una mano de
mármol que, por una serie de circunstancias, terminó en el Museo de Arqueología de
Álava (Arkeoikuska 1983, 82) y que coincidía exactamente con una de las manos que le
faltaban a la escultura, concretamente la izquierda (fig. 5). Si el lugar del hallazgo hubie-
se sido el yacimiento de Iruña no hubiera sorprendido, pero la nueva pieza de mármol
se encontró a once kilómetros del lugar donde se halló el cuerpo de la estatua, en una
zona de jardines creada recientemente. En estos casos, se suelen hacer movimientos
de tierra y es posible que la que se trasladó pudo ser traída de algún lugar desconocido,
próximo al yacimiento de Iruña (Pérez Cobo 1989, 11).

4. HISTORIOGRAFÍA

En 1872, José Amador de los Ríos hizo una descripción de la Dama de Iruña, aun-
que no se aventuró a fecharla ni a interpretarla (Amador de los Ríos 1872, 26). En 1889,
Baraibar remitió a la Academia de la Historia un dibujo de la estatua que fue publicado
en las noticias del Boletín (Baraibar 1889, 600-601).

Hay que esperar hasta Hübner para encontrar la primera interpretación (CIL II, Supl.,
pp. 934-936). El autor alemán señalaba que la estatua representaba bien a la diosa Ce-
res o a la Fortuna y añadía que en la mano derecha debió tener una cornucopia y en la

374
375
izquierda un gubernaculum, aunque no hacía una descripción de la figura. Fechaba la
escultura en el siglo II d. C. y la relacionaba concretamente con la época adrianea.

El siguiente estudio lo realizó Blázquez en 1956 (Blázquez 1956, 234-240). Compa-


rándola con otras esculturas conocidas apreciaba ciertos paralelos de la Dama de Iruña
con la Grosse Herkulanerin o Gran Herculanesa, del Albertinum de Dresde. Este autor se
posicionaba en contra de las afirmaciones de Hübner sobre los atributos que llevaba en
las manos la estatua de Iruña, advirtiendo que no hay huella de ambos en la figura. Bláz-
quez era de la opinión de que, por los plisados inferiores del vestido, no podía ser del si-
glo II d. C.

En el artículo se hacía también hincapié en la disposición del hymation sobre el pe-


cho, que, decía, era inusual tanto en las esculturas helenísticas como en las romanas, y
concluía que no conocía paralelos. Basándose en las coincidencias con la Livia del Mu-
seo del Arqueológico de Parma, afirmaba que la estatua iruñesa debía representar a
Livia o a Agripina, y que pudo ser esculpida probablemente en la época flavia.

Los motivos de analogía entre estas imágenes con la Dama de Iruña, para Blázquez,
eran varios y destacaban los pliegues sobre el abdomen, la forma del manto (hymation)
sobre la pierna derecha y la túnica sobre la izquierda, el hecho de llevar ésta (chiton)
un poco doblada y adelantada sin pliegues, así como el triángulo sobre el pecho y la
disposición de los brazos y los pliegues que caen del antebrazo izquierdo. Además, en
estas esculturas el manto les cubre la cabeza. Observaba también paralelos en cuanto
a la disposición de los brazos, aunque sin que coincidan, con la Orante de Cherchel.

Gratiniano Nieto apuntaba, en su estudio sobre Iruña, que podía ser una de las imá-
genes funerarias que se prodigaron en los siglos I y II d. C. y cuyos antecedentes hay
que buscar en el círculo de Praxíteles (Nieto 1958, 201-203). Mencionaba que el plega-
do de los paños y el disponer de éstos en la parte inferior de la figura la relacionan con
la estatua femenina de Carmona, citada ya por García y Bellido (fig. 8; García y Bellido
1949, 199, nº 238, lám. 167) y vinculada con la ya mencionada estatua del Museo Al-
bertinum. Relacionaba la curva de la cadera con la estatua femenina del Museo Nacio-
nal de Mérida, de la que se distancia por el plegado de los paños. Coincidía con Blázquez
en que representa a Livia y en que había sido esculpida en la época flavia.

Balil aseguraba que la Dama de Iruña era una pieza única dentro de la península.
Remontaba el origen de la escultura a un prototipo ático del siglo V a. C. y rechazaba el
posible paralelo con la Gran Herculanesa, debido a la posición de la mano izquierda (Ba-
lil 1965, 29 nº 2). Este autor veía una mayor proximidad formal de la figura con el tipo
conocido como Orante, como por ejemplo la de Versalles. Señalaba también ciertos pa-
recidos con algunas piezas de Tarragona, pero no así con la gran estatua de Clunia.
Además, citaba a la Dama de Iruña como la única prueba de una escultura provincial
culta, “que no habría sorprendido en caso de hallarse en las provincias mediterráneas
o andaluzas, pero que sí sorprende al encontrarla en Iruña”.

Juan Carlos Elorza aproximaba la imagen al tipo de Orante de Versalles, tomando


como referencia la nota de Balil (Elorza 1973, 410).

Por último, es mencionada por Kruse (1975, 260, nº 3) y Alexandrini (2004, 239, 1),
pero simplemente tomando como referencia el artículo de Blázquez y situándola entre
el tipo Grosse Herkulanerin.

376
5. ANÁLISIS DE LA ESTATUA Y ESTUDIO COMPARATIVO

El procedimiento de fabricación de una estatua variaba. En ocasiones se tallaba de


una sola pieza y en otras, en una primera fase se esculpía la mayor parte de la misma
y después se le añadía la cabeza e incluso alguna de las extremidades superiores.
Hasta donde se puede apreciar, la ruptura del brazo derecho no indica que el proceso
de añadido de la mano se hubiese producido en una segunda fase y apunta a que se
pudo tallar con el resto del cuerpo.

Al ser un unicum, y debido a las dificultades surgidas a la hora de adscribir la es-


cultura a un periodo determinado, al realizar un análisis comparativo de la estatua con
otras obras, este estudio ha preferido descomponer la imagen en sus cinco partes más
significativas, estudiarlas individualmente, y resolver las dificultades a ese nivel:
a) Cabeza velada.
b) Aspecto formal del hymation al cruzar el pecho.
c) Formas del hymation y del chiton en las piernas de la imagen.
d) Situación de la mano izquierda y atributo que portaba en ella.
e) Posición de la mano derecha y objeto que llevaba en ella.

5. A. Cabeza cubierta: capite coperto


Dada la terminación de la parte superior del manto en la zona de cuello es muy proba-
ble que la figura tuviese la cabeza cubierta. Hay cuatro tipos habituales entre las estatuas
femeninas que presentan la cabeza cubierta (capite coperto): funerarias, sacerdotisas,
diosas y emperatrices divinizadas.

Las esculturas de las difuntas no suelen ir acompañadas de atributos, tal y como


se puede observar, por ejemplo, en la imagen de Servilia (fig. 8). Ya que es bastante
factible que la Dama de Iruña los portase, como se verá a continuación, es improbable
que la figura iruñesa representase a una difunta. Hay algunos casos de estatuas del tipo
Iniciada, con el hymation levantado descubriendo la pierna izquierda, que representan a
difuntas iniciadas en los misterios de Eleusis. Tal es el caso de una escultura del Museo
Arqueológico de Estambul, fechada en el siglo II y que ha conservado el nombre de la
difunta Cornelia Antonina. Esta no porta atributos relacionados con Ceres y, además, su
aspecto formal está relacionado con el tipo Kleine Herkulanerin o Pequeña Herculanesa
(Pasinli 1996, 63, nº 74).

En lo que respecta a las sacerdotisas, se tiene el ejemplo de la flamínica Minia Procu-


la (fig. 17; Reinach 1913, IV, 409, nº 7) a la que el artista esculpió con la cabeza cubierta
en el desempeño de sus funciones religiosas. Presenta ciertas similitudes formales con
la Dama de Iruña en la colocación del brazo derecho, pero se aparta de ella en el brazo
izquierdo y en la posición inferior del cuerpo.

La representación de una emperatriz viva cubierta no era habitual. Pero solía ser
normal después de su fallecimiento, cuando había sido consagrada como diva (San
Vicente 2002, 63-64, 112-113) y aparecían veladas, tal y como se aprecia en un áureo
de Faustina Maior o en un denario de Faustina Minor (BMC BMC IV, p. 56, nº 372; p. 487, nº
699). En los bajorrelieves del Arco de los Cambiadores de Roma figura una emperatriz
con la cabeza cubierta, Iulia Domna, junto a su marido Septimio Severo, ofreciendo un
sacrificio (Pallotino 1946, 74-77, fig. 38, lám. 5-6). Para Bastien, en este caso, no se
trata del velo como tal, sino de la palla que le cubre la cabeza y la lleva en función del
acto religioso (Bastien 1993, II, 641-642).

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378
También aparecen cubiertas cuando desempeñan el papel de sacerdotisas, como
es el caso de la estatua de Livia procedente de Otricoli (M. Vaticanos), que presenta los
brazos extendidos como las Orantes en su función de sacerdotisa del culto a Augusto
(fig. 10; Wood 1999, fig. 37).

En el caso de la Dama de Iruña, dadas las características de los atributos portados,


es probable que la figura representase a una diosa, posiblemente Ceres, sin que su
rostro tenga que asimilarse al de una emperatriz determinada.

5. B. Aspecto formal del hymation al cruzar el pecho


En la descripción se ha mencionado que no se conocen paralelismos en otras obras
en relación a la posición y los cruces que hace el hymation sobre el pecho. Es posible
que el escultor realizase una serie de innovaciones para esta estatua en particular, o
bien que el artífice copiase un tipo que tuvo poco éxito y del cual no ha llegado más que
este ejemplar. En todo caso, nos encontramos en presencia de un unicum. Las variacio-
nes sobre los prototipos clásicos era algo habitual, los talleres combinaban en sus obras
diversos diseños con unos resultados que oscilaban en cuanto a acierto estético. Los
talleres menores efectuaban a su vez alteraciones buscando simplificaciones o, senci-
llamente, seguir la moda imperante.

Un bronce de pequeñas dimensiones que representa a una adoradora derramando


una libación tiene también un cruce de dos plegados del manto sobre el pecho. El pri-
mero de ellos, que guarda cierto parecido formal con el de Iruña, va desde el hombro iz-
quierdo al brazo derecho; el otro plegado se aparta del mismo. El bronce pertenece a
la Colección Dutuit, del Museo Petit Palais de París (Veyne 1991, 208). Otra pequeña
estatuilla de bronce del Cabinet de Medailles de París de los siglos II-III d. C. presenta
también el manto cruzado sobre el pecho y en la mano derecha lleva una antorcha (Ba-
belon, Blanchet 1895, 37-38, nº 80, fig. 80).

Hay ciertas similitudes con algún tipo como el de las Iniciadas del siglo II d. C., en el
que el manto cruza el pecho; aunque no exactamente como en la Dama, es el caso for-
malmente más próximo. En cambio, sí hay coincidencia en la forma en que el hymation
cubre el brazo derecho de las Iniciadas, idéntica a la estatua de Iruña. Durante el siglo
I d. C., como sería el caso de Livia o de Agripina, no hay una tendencia clara a cruzar
el manto delante del pecho, predilección que sí se mantendrá a partir del siglo II, dando
lugar incluso a un estilo nuevo en el caso de los togados masculinos de los siglos III y
IV d. C., que tienden a cruzar un pliegue de la prenda sobre el pecho como por ejemplo
en el retrato de Alejandro Severo de los Uffizi de Florencia, en los de Pupieno y Filipo
el Árabe de los Museos Vaticanos o en el de Gordiano del Museo Estatal de Berlín
(Kleiner 1992, 361-369, fig. 322, 325, 328, 332)

Por ultimo, destacaremos un detalle formal que la Dama de Iruña comparte con
algunas de las esculturas y es el aspecto del chiton sobre el cuello y el pecho. Si se
observa la Livia (fig. 11), la Agripina Maior (fig. 15) y Minor de Parma, la Antonia Minor
de Trípoli (fig. 13) o la Mesalina del Museo de Louvre (Wood 1999, 123-124) por poner
algunos ejemplos ya mencionados, se puede ver cómo los pliegues del chiton situados
debajo del cuello suelen adoptar una forma triangular de bordes redondeados. No se
encuentra, en cambio, en las imágenes de Plotina del Louvre (Alexandrini 2004, nº 162,
lám. 34, 1) y ha variado, por ejemplo, en los bustos de Sabina del Museo Nazionale de

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Roma y del Museo Capitolino (Alexandrini 2004, nº 176, lám. 38, 1; nº 179, lám. 39, 1-2)
o en la que se encontraba en el Fine Arts Museum de Boston (fig. 19).

En las esculturas de Faustina Maior que siguen el modelo de la Grosse Herkulane-


rin [Paul Getty Museum (fig. 20), Olimpia (Bernoulli 1882-1894, II, 153, nº 6; Mikocki
1995, 200, nº 349, lám. 7, 349) y Ostia (Calza 1964, 91, nº 145, lám. 86)], el borde del
chiton está redondeado, la misma forma que se observa en la Dama de Iruña (aunque
tiene alguna línea oblicua), sin que se perciba esa traza triangular característica. En las
estatuas algo más tardías de Lucilla [M. del Bardo (fig. 22; Attya 1972, 123); Guelma
(Gsell, Joly, 1922, 79, lám. 15, 5; Reinach 1924, V, 489, nº 7)] o la Iulia Domna del Mu-
seo de Ostia (fig. 23; Squarciapino 1962, 48, nº 4, lám. 28) hay de nuevo una tendencia
a que la forma del chiton debajo del cuello sea triangular.

5. C. Formas del hymation y del chiton sobre las piernas de la imagen


La parte inferior de la estatua sigue modelos clásicos, concretamente el ya mencio-
nado de la Gran Herculanesa. Lo que interesa averiguar es si el diseño de esta zona se
sigue copiando en otras obras durante los siglos II y III d. C., y ampliar, por lo tanto, la
factura de la obra iruñesa hasta esos años.

En Hispania se encuentran esculturas que siguen este modelo y que coinciden con
la Dama de Iruña en la forma triangular que forma el tejido del hymation sobre el plegado
del vientre, como la Servilia, encontrada en Carmona (fig. 8; Reinach 1913, IV, 420, 8;
García y Bellido 1949, nº 238, lám. 167; Alexandrini 2004, p. 240, nº 38) y la figura de
Pollentia (fig. 9; García y Bellido 1951, 60-61, fig. 11; Alexandrini 2004, p. 243, nº 8, que
la sitúa en la época trajano-adrianea).

La estatua de Servilia ha sido adscrita al siglo I d. C., y el principal argumento que


plantea Blázquez para rechazar la atribución que hace Hübner de la imagen a la época
adrianea es que basta comparar los pliegues de la túnica de la Dama de Iruña con los
que llevan la Sabina o la Iulia Domna del Museo de Ostia, para darse cuenta de que
pertenece al siglo I d. C. (Blázquez 1956, 236).

En este caso, ambas estatuas siguen una variante de la Gran Herculanesa, que es
bastante común durante el siglo II d. C. Pero no hay un abandono del tipo anterior, aun-
que se haya hecho menos abundante, ya que se mantiene durante el siglo II e incluso
durante parte del III d. C. En este sentido es interesante la escultura de Sabina del Mu-
seo Fine Arts de Boston (ahora en Italia) (fig. 19), o la de Faustina Maior actualmente en
el Paul Getty Museum de Malibu (fig 20; Bernoulli 1882-1894, II, 153, nº 3; Alexandrini
2004, p. 188, nº 191, lám. 40, 1), que todavía siguen el tipo de Gran Herculanesa y pre-
sentan el mismo tipo de forma del hymation sobre las piernas de la mujer que la figura
de Iruña.

Pero no son ejemplos únicos, sino que se mantiene tanto en la escultura exenta
como en las imágenes de estelas funerarias y sarcófagos. Una estatua de época anto-
niniana del Ny-Carlsberg Glyptotek procedente de Roma (Reinach 1924, V, 373, nº 9;
Kruse 1975, 291 B 47), y que sigue el tipo de la Grosse Herkulanerin, presenta la mis-
ma posición del hymation e idéntica colocación de las piernas que la Dama de Iruña.
Lo mismo que otra obra encontrada en Cirene y que se ha situado cronológicamente en
época antoniniana (Traversari 1960, 81, nº 39, lám. 9, 3). E incluso en el sarcófago de
Sidamara (Konya, Turquía) del Museo Arqueológico de Estambul de la primera mitad

381
del siglo III d. C., la figura que se ha interpretado como la hija del difunto sigue todavía
el tipo de la Gran Herculanesa (Pasinli 1996, 107-109, nº 95; Bianchi Bandinneli 1970,
347, fot. 328). Otro ejemplo se encuentra en un sarcófago del Baptisterio de Florencia,
con personajes con la túnica cruzada delante del pecho [tanto este sarcófago como el
anterior han sido fechados en torno al 200 d. C. (García y Bellido 1972, 510, fig. 891)].
En cuanto a la Livia del Museo de Parma (fig. 11; Poulsen 1928, 52, fig. 123; Wood
1999, 125, 245, fig. 45-46), paralelo propuesto por Blázquez y Gratiniano Nieto, aunque
tiene una composición parecida, la colocación del hymation en la parte inferior no es
idéntica. En el caso de Livia, esta prenda desciende de una manera uniforme quedando
el remate de la misma paralelo al del chiton, mientras que en el caso de la Dama el bor-
de del hymation parece adoptar una posición trasversal que va desde el tobillo de la pier-
na derecha hasta el área de la rodilla izquierda. Además, en la Livia de Parma el brazo
derecho no va cubierto por el hymation.

El segundo paralelismo se realizaba con las estatuas de Agripina Maior (fig. 15;
Bernoulli 1882-1894, II, 188, nº 35; Poulsen 1928, 48;; Alexandrini 2004, 145, nº 67, lám.
15, 1) o con la Agripina Minor (Poulsen 1928, 51, nº 5, lám. 120-122; Alexandrini 2004,
162-163, nº 114, lám. 22, 3), ambas en el Museo Arqueológico Nacional de Parma. En
los dos casos, aunque haya similitudes en la posición de la mano izquierda, la caída del
hymation es distinta, además de que tienen diferentes posturas debido a una desigual
flexión de las piernas.

En resumen, podemos afirmar que durante el siglo II d. C. se sigue eligiendo el mo-


delo Grosse Herkulanerin como modelo a la hora de realizar los trabajos escultóricos.

5. D. Situación de la mano izquierda y atributo que portaba en ella


El hallazgo de la mano en el año 1983 arroja luz sobre la estatua y viene a simplifi-
car los problemas con que se encontraron los autores que estudiaron la escultura con
anterioridad a ese año. La nueva posición del miembro hace que se descarte definitiva-
mente que portase un timón o gubernaculum, con lo que la proposición de Hübner de
que fuese la Fortuna queda definitivamente desechada.

La mano se apoya en el antebrazo que, con respecto al brazo, se flexiona alrededor


de 110º. La extremidad está abierta y extendida, lo cual reduce las posibilidades. Si hu-
biese estado pegada a la túnica, lo natural es que hubiese representado a una difunta,
ya que se las suele mostrar afligidas y con la mano izquierda en contacto con el cuerpo,
como la ya mencionada imagen de Servilia (fig. 8; García y Bellido 1949, nº 238, lám.
167) o la de Pollentia (fig. 9; García y Bellido 1951, 60-61, fig. 11).

Las estatuas que muestran la mano izquierda extendida suelen estar habitualmente
relacionadas con imágenes de culto, en las que se personificaba a las diosas portan-
do sus atributos. Las representaciones más comunes son las que llevan caduceo en
la izquierda y cornucopia en la derecha. En el primer caso, la figura mostrada estaría
relacionada con la Felicidad (BMC
BMC III, Trajan 196, 421-423, 626-627, 964-965, 1001,
1015). Una cornucopia y un ramo aluden a la Paz, tal y como se puede observar en las
monedas de Trajano (BMC
BMC III, Trajan 21-23, lám. 9-10), mientras que un timón y una
cornucopia acompañan a la Fortuna.

La posición de la mano plantea dos posibilidades. En una primera, podía estar sim-
plemente extendida. Las estatuas del tipo conocido como las Orantes muestran la pal-

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383
ma de su mano izquierda al espectador adoptando una posición casi vertical y apunta-
da hacia el exterior, tal y como podemos observar en la Orante del Louvre (Bieber 1977,
fig. 810), en una escultura restaurada procedente de la Sion House (Poulsen 1923,
105, nº 102) o en la Livia como sacerdotisa de los Museos Vaticanos (fig. 10; Wood
1999, fig. 37). La parte recientemente incorporada a la Dama de Iruña hace improbable
esta posibilidad.

En una segunda opción, la palma de la mano podía sostener un objeto. Si se obser-


va la palma de la mano de la figura iruñesa se advierte que adopta una forma cóncava
y, por su posición, parece que portaba un atributo. Una imagen de Ceres-Fortuna, que
lleva una corona torreada y que personificaba a la ciudad, procedente del teatro de
Leptis Magna, presenta una colocación parecida de la mano izquierda en la que sostie-
ne una cornucopia (Caputo, Traversari 1976, 76-77, lám. 54-55).

Se puede descartar que el objeto sostenido por la Dama hubiese sido una cornuco-
pia ya que el cuerno de la abundancia suele ir apoyado al menos sobre dos partes del
cuerpo de la estatua. Y además, hay que señalar que las figuras que lo portan lo suelen
llevar cogido con los dedos (Reinach 1913, IV, 142-143; Idem, 1924, V, 106). En el caso
de Iruña, aunque no imposible (ya que se han perdido parte de los dedos), es altamente
improbable.

Por otra parte, es posible que los objetos representados fuesen dos espigas de trigo
junto a una adormidera. Ejemplos de Ceres con una posición parecida de la mano se
encuentran en los Museos Vaticanos (en este caso la derecha, Amelung 1908, lám.
49, 262; Reinach 1913, IV, 138, nº 4; en la izquierda, Reinach 1904, I, 208, nº 778),
en la Colección Pamphili de Roma (Reinach 1904, I, p. 210, nº 792 D), en la Galería
Borghese (Reinach 1930, VI, p. 60, nº 4; Idem, p. 126, nº 6) o en la Livia como Ceres
Augusta del Museo del Louvre que muestra la mano izquierda a una altura similar a la
de la Dama (fig. 12; Wood 1999, fig. 44). Con la mano en posición vertical, en el Museo
del Capitolio (Stuart Jones 1912, lám. 68; Reinach 1924, V, p. 102, nº 4). En la época
adrianea cambiará el tipo representado, siendo habitual que las figuras sostengan el
borde del vestido a la altura de la rodilla izquierda, al tiempo que sostienen las espigas
y la adormidera. Dada la posición de la mano, lo más probable es que la Dama de Iruña
mostrase en su mano izquierda las espigas y la adormidera.

5. E. Posición de la mano derecha y objeto que llevaba en ella


En el caso de la Dama de Iruña, la posición del brazo está alejada del cuerpo for-
mando un ángulo de 45º con el antebrazo y se proyecta hacia fuera por lo que se han
tenido en cuenta tres opciones. La primera que sea una Orante; en segundo lugar, que
tenga la mano acariciando el rostro, y, por último, que porte un objeto.

En cuanto a la primera opción, este tipo de estatuas mantienen la mano en posición


vertical y abierta y presentan la particularidad de que el hymation no cubre el pecho. El
borde de la prenda parte del codo derecho cruza la zona del pecho y se desplaza a la
parte inferior de la mano izquierda. Su disposición es una de las características de las
Orantes, que las hacen fácilmente reconocibles, tal y como se puede apreciar en las ya
mencionadas del Louvre, Sion House o la Livia sacerdotisa de los Museos Vaticanos.
En el caso de la Dama de Iruña, el hymation cubre el pecho y, además, también difiere
con respecto al tipo Orante en la posición de las caderas y las piernas.

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La segunda posibilidad apuntada es la de que tenga la mano cerca del rostro. Una
estatua del Louvre, que ha sido identificada con Mesalina, muestra a una figura que
sostiene con su mano izquierda una parte del manto, en un movimiento que recuerda a
la Venus de Frejus (Bernoulli, 1882-1894, II, 360, 53; Alexandrini 2004, 156, nº 98, lám.
21, 2). La mano inclinada hacia el torso está presente en una escultura procedente de
Magnesia (Watzinger 1904, 207, fig. 209), aunque le faltan ambas manos, pero sigue el
tipo de otra imagen depositada en la Galería Borghese (fig. 7; Watzinger 1904, 207, fig.
210). La particularidad del tipo Magnesia-Borghese es que aunque coincide la posición
del antebrazo derecho con la Dama de Iruña, en cambio el brazo izquierdo está pegado
al cuerpo, siguiendo la línea marcada por la Gran Herculanesa. La pieza de Iruña no
tiene esta posición, ya que su brazo, está inclinado hacia el exterior. La estatua de la
Galería Borghese ha sido fechada en época antoniniana. El mismo tipo se encuentra
en una imagen de Iulia Domna procedente de Antalya, aunque en este caso la mano
adopta una posición vertical, en la línea de las Orantes (Mikocki 1984, 210, nº 412;
Ozgür 1996, nº 39; Alexandrini 2004, 199, nº 217, lám. 49, 1).

Una última posibilidad es que la figura portase un objeto. Hay una numerosa repre-
sentación de estatuas femeninas de época antoniniana que muestran el brazo derecho
levantado y cubierto con el manto, similar al de la Dama de Iruña, aunque la mayoría
ha perdido el objeto representado.

Se registran abundantes ejemplos relacionados con Afrodisias, ciudad en la que


había una pujante escuela de escultura (Squarciapino 1943), y donde han sido halladas
estas obras que, derivadas del tipo de la Gran Herculanesa, muestran un ramillete de
espigas y adormideras. Se las conoce como Iniciadas, ya que corresponden a difuntas
que habían sido instruidas en los misterios de Eleusis. Suelen representarse alzándose
la falda y mostrando la pierna izquierda formando un tipo que será ampliamente repre-
sentado. De estos misterios, que tenían lugar en Atenas, no han llegado testimonios
de sus ceremonias iniciáticas, ya que se conservó el secreto. La fecha culminante era
el 19 de septiembre y en estos ritos se utilizaban los atributos que portan las figuras,
como las espigas de trigo, vinculadas al resurgir de los frutos de la tierra, y la adormide-
ra, al renacer a una nueva vida después de la muerte (Foucart, 1914; Méautis, 1934).

Este tipo ha sido muy imitado y los repertorios de esculturas recogen entre sus listas
una abundante representación de este modelo (Reinach 1913, IV, 138, nº 3; Idem 1924,
V, 373, nº 6; 388, nº 5; Idem 1930, VI, 60, nº 5).

Una estatua con la cabeza cubierta procedente de Afrodisias, que se encuentra ac-
tualmente en el Museo Arqueológico de Estambul, tiene una posición del brazo derecho
similar a la de Iruña y muestra, como las anteriores, dos espigas y una adormidera en
la mano izquierda (Pasinli 1996, 51, nº 63). El peinado recuerda el de época flavia y
además, sus pupilas no están incisas, lo que la sitúa en una época algo anterior a la
adrianea. Las primeras parecen datar del tiempo de Trajano (Erim 1993, 77, nº 8; 87,
nº 41; 110-111, nº 122). Pero aunque el tipo se pone de moda en el siglo II d. C., era ya
utilizado en épocas anteriores. Lo demuestra una estatua de Antonia Minor procedente
de Leptis Magna, actualmente en el Museo de Trípoli, que debió ser realizada en época
tiberiana y presenta la particularidad de que alza el vestido dejando al descubierto parte
de la pierna izquierda (Schmidt 1967, 54; Wood 1999, 152, 158, 163, 174, lám. 59). Di-
fiere del tipo habitual en la mano derecha, que la tiene pegada al cuerpo y sosteniendo
parte del manto.

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Una segunda representación de Antonia Minor (M. Louvre) sigue también el tipo de
iniciada, aunque presenta la mano derecha pegada al cuerpo en la línea de la Gran
Herculanesa (fig. 14; Wood 1999, fig. 62). Se ha argüido que la vinculación de las em-
peratrices y mujeres de la casa imperial con Ceres se produce a través de su papel de
madres de herederos del trono imperial (Antonia lo era de Germánico), pero hay dudas
sobre sí Antonia está relacionada con Ceres, ya que la vinculación parece más clara a
partir del año 100 d. C. (Wood 1999, 165).

De época adrianea es la Sabina-Ceres de Ostia (fig. 18; Wegner 1956, 86, 90, 127,
lám. 41a; Calza 1964, 79, nº 127, lám. 75-76), realizada con motivo de su consagración
como diva después de su muerte en el año 137 d. C. (Bieber 1977, 163-167). Como en
el caso de la iruñesa, está velada, el manto le cruza por el pecho y mantiene una posición
similar. En este caso, le falta la mano.

El mismo aspecto formal presenta la ya mencionada estatua de la emperatriz Sabina


que se encontraba en el Museo Fine Arts de Boston (fig. 19), pero tiene la particularidad
de que la parte inferior de la figura, al ser del tipo Grosse Herkulanerin, está próxima a
la Dama de Iruña igual que la Faustina Maior del Paul Getty Museum (fig. 20; Bernoulli
1882-1894, II, 153, nº 3; Poulsen 1923, 91, nº 76; Alexandrini 2004, 188, nº 191, lám.
40, 1). Otra imagen de Faustina Maior como Ceres del tipo Iniciada es la del Louvre que
porta una antorcha corta (fig. 21; Bieber 1977, 166, fig. 738; Kruse 1975, 188, 242-243,
nº A 16, lám. 6; LIMC IV (1988), 906, fig. 190).

El tipo es utilizado también en representaciones de la emperatriz Lucilla como Ceres


(Gsell, Joly, 1922, 79, lám. 15, 5; Reinach 1924, V, 489, nº 7). La esposa de Lucio Vero
lleva en la mano derecha una antorcha larga en una estatua encontrada en las exca-
vaciones de Bulla Regia, y actualmente en el Museo del Bardo de Túnez (fig. 22; Attya
1972, 123; Kruse 1975, lám. 10, 2; Hassine Fantar 1992, 228-229).

Se mantendrá sin grandes cambios hasta la época severa, ya que una escultura
de la Iulia Domna procedente también de Ostia, y en la que se representa a la difunta
emperatriz como Ceres, ha sido fechada en el 218 d. C., y mantiene la mano en una
posición similar (fig. 23; Squarciapino 1962, 48 s. nº 4, lám. 28; Kruse 1975, 37, s. 258
s, A. 45; Nodelman 1984, 129, lám. 55). Una escultura encontrada en Bulla Regia ha
conservado el objeto representado (Reinach 1913, IV, 138, nº 1) y porta en su mano
derecha una antorcha corta, lo mismo que la citada Iulia Domna de Ostia. Diferente
disposición tiene la ya nombrada imagen de la sacerdotisa Minia Procula, depositada
en el Museo del Bardo, aunque mantiene la misma colocación en el brazo (fig. 17; Rei-
nach 1913, IV, 407, nº 7). Hay otros tipos que tienen otras composiciones y son de dis-
tinto tamaño, pero conservan el objeto mencionado, como una estatuilla del Palazzo
Barberini de Roma (Reinach 1930, VI, 60, nº 7).

Para finalizar, se puede añadir una última característica sobre la evolución del brazo
derecho en relación con el hymation. Si se observan las estatuas del siglo I d. C., éste
suele estar descubierto, como las ya mencionadas figuras de Livia del Museo Arqueo-
lógico Nacional de Parma, la del Museo de Trípoli (Caputo, Traversari 1976, 76-77, lám.
54-55), o la Agripina, tipo Milán de Olimpia (Bernoulli 1882-1894, II, 103, 195, nº 59;
Wood, 302, fig. 105-106). Aunque hay alguna excepción, como las Agripinas del Museo
Arqueológico Nacional de Parma o la Antonia Minor tipo Iniciada.

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Hay una evolución en la tendencia. Por ejemplo, en las esculturas de Plotina se
aprecia cómo el hymation queda por debajo del brazo, pero todavía no lo rodea; el
manto se cruza desde el hombro derecho hasta la parte inferior del codo, pero no se
ajusta a él, como en la imagen del Museo de Louvre o en otra que se ha relacionado
con la misma emperatriz del –Museo Arqueológico Nacional de Nápoles– (Alexandrini
2004, lám. 34, 1-3). Lo mismo sucede con dos mujeres de época trajanea, una del Mu-
seo del Bardo (Alexandrini 2004, nº 189, lám. 34, 2) y la otra del Louvre (Alexandrini
2004, nº 187, lám. 35, 1-4). Y ya con Sabina, el hymation se ha ajustado al brazo crean-
do la típica imagen de las Iniciadas y se mantendrá, al menos, hasta la época severa.

La Dama de Iruña presenta una posición del brazo derecho similar a estos ejempla-
res. Aunque predomina el tipo Iniciado, se observa cómo hay también ejemplos que
entroncan con la Gran Herculanesa. Por todo ello podemos argüir que la Dama de Iru-
ña, dada su posición del brazo derecho, cubierto por el hymation y la inclinación del
mismo, se acerca a las representaciones que portan en su mano derecha una pequeña
antorcha.

6. LA PRODUCCIÓN ESCULTÓRICA EN LA ÉPOCA ANTONINIANA

En Hispania no se ha recogido un elevado número de ejemplares relacionados con


el tipo Grosse Herkulanerin. Además de las ya mencionadas Servilia de Carmona y la
de Pollentia y de la estatua de Iruña, podemos señalar dos imágenes procedentes de
Emérita (Kruse 1975, 262, nº 72; Alexandrini 2004, p. 241, nº 82-83). Y todavía es me-
nor el número de obras relacionadas con la Pequeña Herculanesa. Hay una escultura
de época adrianea hallada en Jerez de la Frontera, que según Balil (Balil 1979, 16-17,
nº 31, lám. 1-2) es una variante del tipo Pequeña Herculanesa, y otra procedente de
Córdoba, en mal estado de conservación (López 1998, 139, nº 46).

Pero en cambio son habituales los retratos de época antoniniana. Un reciente ar-
tículo de Blázquez (Blázquez 2005, 467-492) que ha tratado la obra escultórica anto-
niniana de esta provincia deja constancia de ello, tal y como atestiguaban los trabajos
de Koppel (1985) sobre Tarraco, de Nogales (1997) sobre Emérita o el de León (2001)
sobre la Bética.

Por ejemplo, en Emérita hay retratos femeninos que llevan peinados puestos de mo-
da por Faustina Maior y Faustina Minor (Nogales 1997, 76-80, lám. XLV-XLVI). Los
talleres emeritenses trabajaban intensamente durante la época antoniniana y, como
las otras provincias, adaptaban y variaban los prototipos de las obras más conocidas
(Nogales 1997, 121-123; Blázquez 2005, 475). La Bética ha proporcionado retratos de
emperadores antoninianos, pero no de emperatrices (Blázquez 2005, 479). En Tarraco
la mitad de las efigies del siglo II se registran en tiempo de los Antoninos, pero no abun-
dan, en cambio, las imágenes de culto (Blázquez 2005, 473). Esta ciudad importaba el
mármol para sus imágenes y a veces estatuas ya confeccionadas, pero en la misma
había talleres que se encargaban de proveer a sus clientes de los pedidos y encargos
escultóricos (Koppel 1985, 147-8, 153).

De todo ello podemos deducir que, aunque el tipo de la Gran Herculanesa era muy
popular en otras zonas del Imperio no lo era tanto en Hispania. Sí había, en cambio,
una gran intensidad en actividades escultóricas relacionadas con los retratos, imáge-
nes ornamentales y de culto.

388
Alexandrini ha recogido en su obra 161 referencias de ejemplares que siguen el
prototipo de la Gran Herculanesa y otras 21 de obras que presentan algunas variantes
(Alexandrini 2004, 238-243). Tomando como punto de partida estos datos, se ha con-
feccionado una tabla para establecer en qué periodos era más abundante este tipo. Un
análisis de los mismos muestra claramente cómo comenzó a popularizarse en tiempos
de Trajano y tuvo una clara ascendencia hasta la época antoniniana.

Teniendo en cuenta que el porcentaje de las obras sin fechar asciende a cerca del
20 %, las piezas realizadas en la época adrianea-antoniniana representan la mitad de
las estatuas conservadas. Por lo tanto, una imagen del tipo Gran Herculanesa tiene un
mayor número de posibilidades de que fuese realizada durante el siglo II que en el I, y
dentro del siglo II, en la época adrianea-antoniniana.

La intensificación de la actividad escultórica en Hispania durante la época antoni-


niana coincide cronológicamente con el periodo en que el prototipo de la Gran Hercu-
lanesa debió tener una mayor demanda. Es posible, dadas las características de la
estatua, que ésta fuese realizada entre la época adrianea y la antoniana, en las que el
brazo derecho quedó cubierto por el hymation. Además, hay quizás una mayor proximi-
dad formal en algunos detalles con las representaciones de Faustina Maior, como, por
ejemplo, los bordes del chiton en la zona del cuello que, aunque no es algo definitivo,
llevan a estimar que en la época adriano-antoniniana hay una mayor vinculación con la
esposa de Antonino Pío (138-161), que fue ampliamente representada después de que
fuese consagrada diva con motivo de su fallecimiento. Pero hay muy poca diferencia
temporal entre las representaciones póstumas de Sabina, fallecida en el 137, y las de
Faustina Maior en el 141, por lo que, sin entrar a analizar cuándo se hicieron las esta-
tuas de Sabina, estaríamos hablando de la época antoniniana.

Época G. Herc. % Var. %


Sin fecha 32 19,87 % 6 27,27 %
Helenismo tardío 1 0,62 %
Helenismo tardío-Imperio inic. 1 0,62 %
Ep.tardorepublicana-Augusto 1 0,62 % 3 13,63 %
S. I-II d. C. 1 0,62 % 1 4,54 %
Augusto 1 0,62 %
Julio-Claudia 6 3,72 % 1 4,54 %
Flavia tard.-Trajano 1 0,62 %
Flavia tard.-Trajano inic. 1 0,62 %
S. II d. C. 4 2,48 % 1 4,54 %
S. II-III 3 1,86 % 1 4,54 %
Trajano 4 2,48 %
Trajano-Adriano 15 9,31 % 3 13,63 %
Adriano 18 11,18 % 1 4,54 %
Adriano-Antoniniana inic. 2 1,24 %
Adriano-Antoniniana 3 1,86 %
Adriano tard.-Antoniniana inic. 3 1,86 %
Antoniniana inic. 3 1,86 %
Antoniniana 38 23,60 % 3 13,63 %
Antoniniana tard. 3 1,86 %
Antoniniana tard.-Severa 3 1,86 % 1 4,54 %
Antoniniana-Severa inic. 1 0,62 %
Antoniniana-Severa 2 1,24 % 1 4,54 %
Severa 11 6,83 %
S. III d. C. 2 1,24 %
Julio-Claudia/Antoniniana 1 0,62 %
Total 161 100 % 21 100 %

389
7. CONCLUSIONES

Esta estatua, que sigue formalmente el tipo de la Gran Herculanesa, tiene ciertas
variaciones que hacen que se pueda considerar como única. La aparición de la mano
izquierda de la estatua ha permitido simplificar el abanico de posibilidades sobre cuál
era la figura original. La situación de ésta respecto al cuerpo lleva a concluir que podía
sostener algunos objetos, y que éstos eran posiblemente espigas de trigo y adormide-
ras. En cuanto a la mano derecha, perdida, su colocación original guarda paralelismos
claros con las imágenes que, como la Sabina de Ostia, están iniciadas en los misterios
de Eleusis. Dada la inclinación de su brazo derecho, debía sostener una antorcha cor-
ta. Esta posición es la que ayuda a precisar que la imagen puede ser una representa-
ción de Ceres, realizada entre la época adrianea y la antoniniana, probablemente en
esta última, y que podía portar en la mano izquierda unas espigas con adormideras y
en la derecha una antorcha corta. Esta propuesta se hace eco de una de las identifica-
ciones aportadas por Hübner, ya que, con distintos atributos a los sugeridos por él, esta
investigación se puede concluir afirmando que la representacion de la Dama de Iruña
corresponde a Ceres.

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394
ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA nº 24 395-400 VITORIA-GASTEIZ 2009 ISSN 1695-1611

UN TESTIMONIO GRIEGO, EN ÁLAVA

Armando Llanos Ortiz de Landaluze*

Palabras clave: País Vasco. Álava. Glande. Etolios.


Gako hitzak: Euskadi. Araba. Glandea. Etoliarrak.
Key words: Basque country. Álava. Sling bullet. Aetolian.

RESUMEN:
Se trata del hallazgo ocasional de una glande de plomo, en Vitoria-Gasteiz. Su interés estriba en que
presenta una inscripción con una grafía en griego, que hace alusión a su pertenencia a honderos Etolios.

LABURPENA:
Vitoria-Gasteizen noizean behin aurkitutako berunezko glandeak dira. Grafia grekozko inskripzioak dute-
lako dira interesgarri, izan ere, horrek habailari etoliarrarenak zirela adierazten du.

SUMMARY:
This is a fortuitous discovery of a lead sling-bullet in Vitoria-Gasteiz. Its interest lies in the fact that it fea-
tures an inscription in Greek spelling, indicating it belonged to Aetolian sling throwers.

En algunas ocasiones, el valor de los hallazgos de materiales, sin contexto arqueoló-


gico, es relativo, ya que faltan aquellos datos que permiten que el objeto en sí aporte más
datos que los que su propia estructura ofrece. Sin embargo, en algunas ocasiones, su
sola presencia permite orientar hacia nuevas investigaciones, de algo no conocido has-
ta su aparición.

Este puede ser el caso de la pieza que presentamos. Todo comenzó cuando al sa-
cerdote D. Luís Barandiarán Irízar me hizo entrega de una glande de plomo que él ha-
bía encontrado en uno de sus paseos, hace unos veinticinco años, por las afueras de
Vitoria-Gasteiz; concretamente en unas fincas, existentes al comienzo de la avenida de
San Prudencio, en su lado norte (fot. 1). Seguidamente lo deposité en el Museo de Ar-
queología de Álava, que a su vez lo envió al Servicio de Restauraciones(1) de la Dipu-
tación Foral de Álava para su tratamiento.

* Instituto Alavés de Arqueología / Arkeologiarako Arabar Institutua. Pedro Asua 2, 2º Dpto 53. 01008 Vitoria-Gasteiz.
arman.llanos@gmail.com

(1) Al realizar la restauración de la pieza, los datos sobre la inscripción me fueron dados a conocer por Paloma López Se-
bastián, del Servicio de Restauraciones de la Diputación Foral de Álava. Igualmente me facilitó las fotografías y calco de la
inscripción, ofreciéndome pistas sobre su identidad. Quiero reconocer y agradecer, esta colaboración.

395
Fot. 1. Zona y punto aproximado del
hallazgo. (Google Earth 2007)

Se trata de una pieza de plomo con unas dimensiones de, 34 mm. de longitud y unos
diámetros de 19 mm. máximo y 14 mm. mínimo, con un de peso de 41,6 grs., presentan-
do una inscripción que ocupa toda la superficie de una de sus caras. Tiene un ligero re-
borde en sentido longitudinal, producido por un desfase del molde bivalvo donde se fun-
dió. Presenta algunos poros producidos por una deficiente salida de los gases en la ope-
ración de fundido. Las letras miden entre 5 a 6 mm. de altura (fot. 2 y 3).

396
El texto de la inscripción tiene una grafía griega, componiendo la palabra AITΩ/λΩN
(fíg. 1), que se distribuye en dos líneas superpuestas.

El hallazgo en cuestión, vemos que presenta varios niveles de interés: En primer


lugar por la escasez de hallazgos en Álava, de glandes plúmbeos y también de arcilla,
ya que son escasos los yacimientos alaveses que cuentan con ejemplares, conociendo
únicamente los de Andagoste(2) (Ocharan; Unzueta 1999, 2000, 2001, 2002), y otros en
el Castro de las Peñas de Oro, en el Valle de Zuya(3) (Ugartechea; Llanos; Fariña; Ago-
rreta. 1971). Y sobre todo, y en segundo lugar, por la información que aporta su ins-
cripción.

Fot. 2. Parte superior de la inscripción. (Servicio de Res- Fot. 3. Parte inferior de la inscripción. (Servicio de Res-
tauraciones. DFA) tauraciones. DFA).

Fig. 1. Calco de la inscripción. (Servicio de Restauraciones. DFA)

(2) En este yacimiento se recuperaron 114 glandes, junto a clavos de cáliga, puntas de flecha y de ballista y pilum, fíbulas, tor-
ques, molinos, etc. Todo ello procedente de un campamento (Castra Aestiva). En este caso los proyectiles de honda, de plo-
mo, de forma biapuntada, son anepigráficos.
(3) Se trata de tres proyectiles de honda, de forma biapuntada, de una longitud media de 40 mm., fabricados con pasta de ado-
be. Se localizaron en el nivel IIb de Escotilla II, con una cronología de alrededor del s.VI a.C.

397
Los hallazgos de glandes son abundantes, pero menos los que integran algún tipo
de inscripción. Esta costumbre, de colocar el nombre étnico en genitivo, del grupo que
los utilizó, parece ser una práctica común y característica del mundo griego, con lo que
es claramente identificadora de la procedencia del grupo que los utilizó(4).

Los únicos ejemplares similares a este que presentamos, son los que se encontraron
en labores de prospección y excavación en Numancia y alrededores (Gomez Pantoja;
Morales Hernández 2008) Son 10 ejemplares con unas características parecidas, tanto
en peso como en dimensiones; especialmente el número 6 del catálogo de la citada pu-
blicación (foto 4). Hasta tal punto que salvo por unos nimios detalles en la separación de
las letras, podría pensarse que habían estado fundidos en el mismo molde. Así la A pre-
senta el travesaño en V y el perfil de las omegas no tiene una curvatura uniforme sino
que tiende a ser ligeramente poligonal.

Teniendo en cuenta las características de nuestro ejemplar, se puede concretar que


perteneció a gentes de la Liga o Confederación de los Etolios, cuyo lugar de origen está
en una franja de terreno montañoso que desde el macizo del Pindo se asoma a los Gol-
fos de Corinto y Kalidonia. Aparte de su dedicación como pescadores, pastores y caza-
dores, para el resto de los griegos su pobre economía explicaba su fama de piratas, ban-
doleros y mercenarios, así como el de ser un pueblo violento.

Parecen haber formado parte de los contingentes romanos que asediaron Numancia,
como tropas auxiliares(5) de unas especiales características formativas, en este caso
como expertos honderos, integrados en el ejército de Escipión. La fechación de su pre-
sencia en Numancia (Gomez Pantoja; Morales Hernández 2008), parece que puede es-
tar alrededor del 134-133 a.C. Esto hace que la fecha de esta glande localizada en
Vitoria-Gasteiz, no pueda estar muy lejos de esos años, aún concediendo que pueda
existir un desfase de arco cronológico rejuvenecedor.

Fot. 4. Glande localizado al sur de Numancia.

(4) Todo esto se trata en una publicación, donde este tema y en concreto sobre otros ejemplares similares a este que nos
ocupa está ampliamente desarrollado y soportado por una completa bibliografía (Gomez Pantoja y Morales Hernández 2008)
dialnet.unirioja,es/servlet/fichero_articulo?codigo=3044571&orden=0
(5) Existe constancia de contingentes, que bajo diferentes formulas, se integraron en el ejército de Cornelio Escipión, en el
asedio y posterior toma de Numancia. Uno de ellos, fue este de los honderos Etolios.

398
Todo esto nos hace preguntarnos varias cuestiones, que hoy a la vista de los escasos
datos de que disponemos, se quedan en eso: simples preguntas sin una respuesta con-
creta.

Primera cuestión. Las circunstancias de la pérdida de esta pieza. Pudo ser eso, el ob-
jeto perdido de la bolsa del hondero. O también el punto final de la trayectoria de un ti-
ro de honda y en este caso ¿Contra quién? ¿Desde dónde(6)? También podemos pregun-
tarnos, ¿Cuáles fueron las circunstancias de esta presencia de etolios en nuestro te-
rritorio? ¿Qué conflicto pudo ocasionar esta intervención?.

Todo ello viene a presentar una problemática interesante, como es la de que, si con-
sideramos que estos honderos formaban parte del ejército romano, tendríamos que ad-
mitir que esta presencia romanizadora habría que retrotraerla a fechas anteriores a las
manejadas hasta ahora en Álava.

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(6) Tomando como válida la propuesta de haber sido el punto final de la trayectoria del proyectil, que sería el eje del que
se partiría para establecer un perímetro, donde se podría encontrar la posición del hondero. Lógicamente se tendría que
conocer la distancia alcanzada, para poder concretar la circunferencia en la que pudo hallarse. Como orientación podemos
indicar los datos conocidos de la distancia alcanzada en tiros con honda. Se habla de un alcance de 200 m. y más, para los
honderos romanos, aunque también se conocen comentarios sobre el alcance de los pastores baleáricos, hace un siglo, que
llegaban a los 500 m. El dato más fiable es el que ofrecen los Records Guiness, que fijan en 437 m. la distancia alcanzada,
con un canto ovalado de un peso de 52 gr. y una honda ligera de 130 cm. de longitud.

399
ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA nº 24 401-418 VITORIA-GASTEIZ 2009 ISSN 1695-1611

APROXIMACIÓN AL POBLAMIENTO DE VITORIA-GASTEIZ


A TRAVÉS DE SUS EXCAVACIONES
EN LA PLAZA DE LA VIRGEN BLANCA

Kepa Cabrerizo Benito*


José Cardoso Tostado*

Palabras clave: Virgen Blanca. Poblamiento. Tardoantigüedad. Fondo de cabaña. Bajomedieval. Puente.
Gako hitzak: Andra Mari Zuria. Populatze. Antzinberantiar. Etxol hondar. Behe-erdi aroa. Zubia.
Key words: Virgen Blanca. Settlement. Lateantiquity. Hut bed. Low medieval. Bridge.

RESUMEN:
Las excavaciones desarrolladas en la Plaza de la Virgen Blanca de Vitoria-Gasteiz, enmarcadas dentro
de la arqueología de gestión, han sacado a la luz restos de poblamiento de época tardoantigua, así como una
completa sucesión estratigráfica que va desde el siglo XIII hasta nuestros días.

LABURPENA:
Gasteizko Andra Mari Zuriaren plazan egindako indusketek, kudeaketarako arkeologian kokaturik, antzin-
berantiarreko herri baten hondarrak argitara atera dituzte, baita ere XIII. mendetik gaur egun arteko estatigra-
fika-segida oso bat.

SUMMARY:
Excavations taken place at Virgen Blanca Square from Vitoria-Gasteiz, provided a setting for archaeo-
logy management, has bring to light settle remains of lateantiquity age, as well as a complete statigrapy se-
quence which goes since XIII century to nowadays.

INTRODUCCIÓN

Varios siglos después continúan vigentes, aún hoy en día, las palabras de J. J. de
Landázuri y Romarate al hablar de los orígenes de Vitoria, cuando afirmaba que “el
año que tuvo principio la antigua Población de Vitoria aún no se ha descubierto” (De
Landázuri y Romarate, 1978: 231). Si bien estas palabras, escritas en el s. XVIII, siguen
teniendo validez, lo cierto es que de unos años hacia aquí los conocimientos sobre
Vitoria-Gasteiz y sus orígenes han evolucionado sorprendentemente.

No siendo el objetivo de este artículo el hacer un estado de la cuestión sobre la


génesis de la ciudad, creemos sin embargo necesario mencionar las excavaciones rea-
lizadas en la Catedral de Santa María de Vitoria-Gasteiz, dirigidas por Agustín Azkarate

* Gesarke S.C. Gestión del Patrimonio y Arqueología.


Tfnos: 656869769/656869763 gesarke@gesarke.com
Este artículo no hubiera sido posible realizarlo sin el trabajo, los consejos y la labor documental recopilada por Raúl Sán-
chez Rincón y Daniel Vallo Espinosa. También queremos agradecer la inestimable ayuda de Miguel Loza y Javier Niso, espe-
cialmente en lo que a la revisión del material arqueológico se refiere.

401
y de las que nosotros mismos hemos formado parte durante casi 10 años, que se han
erigido como baluarte de la investigación en nuestra ciudad(1). La información aportada
a lo largo de tantas campañas, que aún hoy en día no está finalizada, ha supuesto un
paso de gigante en el conocimiento de la historia de Vitoria. Sus resultados han influido
notablemente en la creación de este artículo, en sus explicaciones y, sobre todo, en sus
conclusiones, como podremos ver más adelante.

Cuando una mañana del año 2007 fuimos llamados por la UTE Mendigorri-Iruña
para la realización de los trabajos previos a la remodelación de la plaza de la Virgen
Blanca nos embargó una doble sensación: por un lado, la ilusión de tener ocasión de
trabajar e investigar en un lugar tan privilegiado para los vitorianos y para la historia
de esta ciudad; por el otro, había una sensación en el “ambiente profesional” de que
todo lo que podía aparecer en la plaza estaba controlado, era previsible y, por lo tanto,
nuestro trabajo no era más que un mero trámite burocrático para poder acometer las
reformas. Pese a todo nos pusimos manos a la obra sin pensar mucho en la avalancha
mediática que nos esperaba en un espacio tan querido por los vitorianos como es La
Virgen Blanca intentando, como ya dijera A. Carandini, la difícil tarea de saber “silenciar
de vez en cuando su elaborada memoria histórica para poder captar las imprevisibles
novedades que cualquier porción de terreno guarda en su interior” (Carandini, 1997:
13). Como si de algo premonitorio se tratara, las reflexiones del ilustre arqueólogo se
hicieron realidad, las novedades surgieron y fueron, como casi siempre, totalmente im-
previsibles.

MOTIVOS DE LA ACTUACIÓN Y ESTRATEGIA DE EXCAVACIÓN

Las excavaciones de la Virgen Blanca venían propiciadas por las obras de remode-
lación de dicha plaza. Pese a no poseer ninguna categoría de protección especial, la
más que evidente posibilidad de que en el subsuelo pudieran surgir elementos que hi-
cieran paralizar las obras, conllevó que tanto las empresas constructoras, Mendigorri e
Iruña, como el Museo de Arqueología de Álava y el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz(2),
se pusieran en contacto con nosotros para llevar a cabo una serie de prospecciones
previas a la obra civil. Por tratarse de una actuación enmarcada dentro de la arqueolo-
gía de gestión, el plan de intervención tuvo que adaptarse y reducirse a aquellas áreas
donde más se iba a incidir en el subsuelo, mientras que se supervisaría el resto con un
control arqueológico de todos los trabajos. Lamentablemente para el resultado de los
estudios, las zonas a excavar se redujeron así drásticamente, si bien el registro arqueo-
lógico no se ha visto dañado y espera a tiempos futuros cuando vuelva a haber nuevas
remociones de terreno.

Así pues, la estrategia de trabajo estuvo condicionada desde el principio por el tipo
de rehabilitación que se quería ejecutar. Se abrieron un total de 12 sondeos de valora-
ción, correspondientes a las estructuras de las fuentes que iban a ser colocadas en la
Plaza, con unas dimensiones de 2 por 2 metros, a excepción de uno mayor, de 6 por 4

(1) Parece mentira que hayan pasado más de 10 años desde que, en unas prácticas intensivas en la Universidad del País
Vasco, aterrizáramos en el interior de la Catedral de Santa María, ignorantes en lo que al futuro se refería y desconocedores
de que íbamos a pasar en su interior y alrededores casi una década excavando e investigando.
(2) Desde aquí queremos dar las gracias al Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz por el apoyo prestado. Sin su confianza no hu-
biéramos podido, entre otras cosas, efectuar las dos ampliaciones que nos han permitido ahondar en la investigación y, por
lo tanto, en los resultados.

402
metros, en donde a posteriori se insertaría un depósito de compensación de todo el en-
tramado hidráulico. Dichos sondeos pretendían satisfacer dos objetivos fundamentales:
en primer lugar, recuperar y documentar los posibles restos arqueológicos en aquellos
puntos donde debía intervenirse en mayor grado y, en segundo lugar, valorar el poten-
cial arqueológico de la zona objeto de estudio.

Tras la finalización parcial de la obra, viendo la importancia de los hallazgos efectua-


dos, nos vimos en la necesidad de pedir un permiso de ampliación para los sondeos nº
4 y 5, permiso que nos fue concedido por el Museo de Arqueología de Álava y costeado
por el ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz. Estas dos ampliaciones han tenido una impor-
tancia vital en las conclusiones finales de este trabajo.

RESUMEN DE LOS RESULTADOS OBTENIDOS

Estructuras tardoantiguas(3)
La fase más antigua hallada en las excavaciones corresponde al sondeo 5 (y su
posterior ampliación). En él, cortado por una serie de estructuras bajomedievales, ha
aparecido un relleno (UU.EE. 81 y 508) que amortiza una estancia semiexcavada en
la roca (a la que denominaremos a partir de ahora Fondo 1(4)). Orientada noroeste-
sureste, su forma en planta es ovalada y el fondo irregular. No se ha podido excavar en
su totalidad, debido por un lado a encontrarse cortada al sureste por una gran zanja de
cronología moderna y, por otro, al salirse de los límites del sondeo en su extremo nor-
oeste. Con todo el seguimiento de obra nos ha permitido, al menos por este último lado,
poder documentar una mayor superficie. Así, la longitud máxima conservada es de 3,60
metros con una anchura máxima de 2,32 metros y una profundidad variable de 0,61
metros de media (fot. 1).

Fot. 1. Estructuras tardoantiguas.

(3) Si bien se han podido distinguir diferentes estructuras que a continuación se detallarán, no es menos cierto que la com-
plejidad de los cortes así como el único relleno que los amortiza puede dar lugar a otras interpretaciones en un futuro. Recor-
damos aquí otros ejemplos similares como los “fondos de suelos rehundidos” aparecidos en el yacimiento de Buzanca 2
(Ciempozuelos, Madrid) (Penedo, 2006) o el yacimiento de Can Gambús 1 (Sabadell, Barcelona) (Roig, Coll, 2007). Las for-
mas aparecidas en estos yacimientos son irregulares, si bien en su interior presentan diferentes silos y cortes (Penedo, 2006).
(4) Como “Fondo de Cabaña” entendemos la misma definición que A. Vigil-Escalera usa para el término “Cabaña”, esto es,
el “hoyo correspondiente al suelo excavado de una cabaña o al espacio subterráneo, de almacenamiento, de aireación o
“cama” de cualquier tipo de estructura residencial o auxiliar identificable como tal” (Vigil-Escalera, 2000: 223).

403
En su interior, al sureste, ha aparecido un silo de 1,3 metros de diámetro y 0,99 me-
tros de profundidad respecto al nivel de suelo del fondo. Dentro del mismo fondo, al nor-
oeste, se encuentra un hoyo ovalado, con una orientación noroeste-sureste, de 1,39 me-
tros x 0,38 metros y 0,49 metros de profundidad, con una funcionalidad desconocida.
Muy cerca de este hoyo y cortando parte del perfil del fondo, se ha documentado un
corte de forma en planta cuadrangular de 0,37 x 0,50 metros, que podría tratarse del
único agujero de poste documentado de la estructura.

Este fondo amortiza otro anterior de menor tamaño (al que llamaremos Fondo 2), que
tampoco se ha preservado en su totalidad por encontrarse cortado por la misma zanja
moderna que el anterior, y que tiene unas dimensiones máximas conservadas de 2,54
metros (N-S) por 1,68 metros (E-W). Con total seguridad sabemos que el Fondo 2 es la
estructura más antigua del conjunto, pues se halla cortado tanto por el Fondo 1 como por
el Silo 1, pero la presencia de un único relleno para todo el conjunto nos ha impedido re-
coger más muestras que nos ofrezcan una datación absoluta individualizada (fot. 2).

Fot. 2. Representación de las estructuras


tardoantiguas en la excavación y recons-
trucción hipotética de algunas de ellas.

404
Con las reservas que nos produce el no haber podido excavar en su totalidad el Fon-
do 1, podríamos adscribirlo al tipo A1 de la división tipológica que A. Vigil-Escalera ha
desarrollado a partir de sus trabajos en Gózquez de Arriba y La Indiana y que se carac-
teriza por tener una planta más o menos “ovalada simple, con o sin horno, silo o conte-
nedor” (Vigil-Escalera, 2000: 231), además de unas medidas que rondan los 3,70 m. de
longitud por 2,40 m. de anchura, algo que encaja, siendo cautos, con nuestra estructura.
Únicamente posee un posible agujero de poste, si bien “assez souvent il est impossible
de découvrir des traces de trous de poteaux à l’intérieur d’une fosse qui semble pour-
tant bien étre un <<fond de cabane>>” (Chapelot, 1980: 8). Su planta ovalada contrasta
con las estructuras del siglo VIII y posteriores aparecidas en las excavaciones de la Ca-
tedral de Santa María, todas ellas más o menos rectangulares(5). Precisamente A. Vigil-
Escalera observa en estas formas ovaladas una factura de tradición prehistórica, rela-
cionando a continuación las plantas rectangulares con “tradiciones constructivas impor-
tadas en la época de las invasiones” (Vigil-Escalera, 2000: 229). Al mismo grupo cree-
mos que se podría asignar el Fondo 2, si bien aquí las dudas son mayores por encon-
trarse en peor estado y, como ya se ha dicho, sólo parcialmente conservado.

Sea como fuere, las pruebas de Carbono 14 realizadas a un fragmento óseo animal
ofrecen unas fechas inequívocamente tardoantiguas(6). El relleno del que se han toma-
do las muestras para datación, producido tras el abandono de las estructuras por la
acumulación de sedimentos de forma natural y paulatina, hace inviable que pueda pen-
sarse en filtraciones de material. Esta génesis del depósito hace que los restos arqueo-
lógicos localizados en él sean tan exiguos, frente a la abundancia que hubiera propor-
cionado de ser, por ejemplo, un basurero.

Los materiales recuperados en el referido relleno, además de escasos, se encuen-


tran muy fragmentados. El repertorio lo conforman restos óseos aún no identificados(7),
4 lasquitas de sílex sin talla ni tratamiento alguno, varios restos de material constructi-
vo(8) (adobe), una placa de hierro fracturada, un vidrio y 19 fragmentos cerámicos(9). És-
tos son todos galbos, de pequeño tamaño y se pueden dividir en:
• 2 fragmentos cerámicos vinculados a la tradición alfarera romana.
• 13 fragmentos cerámicos del Grupo I (Solaun, 2005: 146-152). De éstos, dos poseen
una decoración peinada.
• 4 fragmentos de cerámica común medieval. El tamaño de estas piezas es tan re-
ducido que no nos atrevemos a asignarlos de forma definitiva. No obstante creemos
que 2 de los fragmentos, de cocción mixta (interior reductor y exterior oxidante) y con
presencia de micas, podrían ser un grupo no caracterizado; los otros dos, de cocción
oxidante y micáceos, formarían parte del Grupo V (Solaun, 2005: 172-205).

(5) Una excepción notable es la estructura circular aparecida en la primera fase del Período 3, datable entre los siglos VIII-IX,
con un agujero en la roza que “sugiera la idea de que la armadura de madera se montó sobre postes para refuerzo de las
tablazones” (Azkarate y Quirós, 2001:34).
(6) Laboratorio CIRCE, DSE121. Fecha BP 1388± 36. Calibrada por el programa CALIB5: al 68% (1σ) 623-665 A.D.; al 95%
(2σ) 592-685 A.D.
(7) Dichos restos serán analizados próximamente por el paleontólogo Pedro Castaños Ugarte. Por desgracia el volumen de
material óseo recuperado en este contexto es extremadamente pequeño, lo que sin duda afectará al resultado final.
(8) No descartamos que algunos de estos restos constructivos sean de época romana, al igual que ocurre con dos de los
fragmentos cerámicos. Que sean unaaintrusión o, por lo contrario, hayan sido reutilizados en épocas posteriores, es una
cuestión que en este momento no podemos resolver.
(9) También fueron recogidas muestras de tierra que actualmente están siendo tratadas por miembros del Grupo de Inves-
tigación en Arqueología Medieval y Postmedieval de la Universidad del País Vasco a cuyo director, Juan Antonio Quirós
Castillo, queremos dar especialmente las gracias.

405
La más que posible presencia del grupo V (la gran fragmentación que sufren hace
muy difícil su asignación definitiva) en un contexto fechado prácticamente en la 1ª mitad
del siglo VII aporta nuevos y apasionantes horizontes al conocimiento ceramológico en
nuestro territorio, ya que hasta ahora se consideraba el siglo VIII como el “momento en
el que nuevos contextos arqueológicos comienzan a constatar la presencia de otras pro-
ducciones locales desconocidas hasta el momento. Nos referimos a la cerámica grosera
de paredes finas (Grupo II), la cerámica micácea (Grupo
Grupo V
V) y la cerámica oxidante con
abundantes desgrasantes (Grupo VI)” (Solaun, 2005: 310).

Nosotros mismos pensábamos que se trataba de “una estructura doméstica alto


medieval”, tal y como hemos apuntado no hace mucho (Cabrerizo y Cardoso, 2007: en
prensa) hasta que hemos tenido conocimiento de las dataciones de C14. Creemos que
se abren nuevos caminos de estudio y que, en un futuro, habrá más contextos tardoan-
tiguos excavados que permitan una estadística más fiable para la cronología cerámica
de esta época en el País Vasco y, más concretamente, en Álava.

Arrabal bajomedieval
Ningún testimonio nos ha quedado entre los siglos VIII-XII incluidos. Tras las estruc-
turas tardoantiguas y su posterior amortización se abre un vacío que dura casi 500 años.
Dentro de las reservas que el porcentaje excavado nos hace tener, parece que el lugar
es abandonado en esas fechas. Las hipótesis respecto a qué sucedió las señalaremos
más tarde. Lo importante ahora es que, tras medio milenio de vacío estratigráfico la pla-
za vuelve a dar nuevamente síntomas de estar habitada o, al menos, de producirse cier-
ta actividad económica o vital en ella.

Las evidencias pertenecientes a este momento, datadas en el siglo XIII(10), aparecen


localizadas en los sondeos 5 y 7. Una vez más, la limitación impuesta por la superficie
abierta nos hace ser cautos. Así, en el sondeo 5, bajo un relleno de amortización arci-
lloso fechado ya en esta época, nos aparecen varios cortes de difícil interpretación pero
que se encuentran relacionados con un canal construido en lajas de piedra, así como al
menos dos agujeros de poste (fot. 3). Por otro lado, en el sondeo nº 7, bajo sucesivos
rellenos contemporáneos, se ha documentado un agujero de poste que corta a un silo
anterior de época también bajomedieval, así como otro rebaje cuadrangular para un
apoyo. Este rebaje y el silo están realizados en el relleno fechado por C14 (fot. 4).

Todo indica que estas estructuras bajomedievales son las mismas a las que se
refiere D. Diego de Salvatierra en su obra Gobierno y República de Victoria y que J. J. de
Landázuri y Romarate cita en su obra Historia civil, eclesiastica, politica y legislativa de
la M. N. y M. L. Ciudad de Victoria, sus privilegios, esenciones, franquezas y libertades,
deducida de memorias, y documentos autenticos: “Lo mismo es de el arrabal que
duraba de la plaza mayor hasta el prado adonde era el Monasterio de Santa Clara (…)
han quedado en este arrabal poquitas casas (…) fuera de esto hay letras que dan fé,
en lo cual es cierto que pues tenia tales arrabales, era su población muy grande, lo
qual todo debia de estár en pie el año 1400. pues el año 1423. se hizo el dicho pedido”
(Landázuri y Romarate, 1929: 12-13).

(10) Laboratorio CIRCE, DSZE64. Fecha BP 727± 28. Calibrada por el programa CALIB5: al 68% (1σ) 1265-1286 A.D.; al
95% (2σ) 1227-1297 A.D. La prueba radiocarbónica se efectuó sobre un resto faunístico.

406
Fot. 3. Elementos bajomedievales hallados en el sondeo 5.

Fot. 4. Silo bajomedieval y agujero de poste en el sondeo 7.

407
Una vez más, el porcentaje excavado nos invita a ser prudentes con las interpretacio-
nes, pero su presencia en el sondeo 5 y 7, así como en el seguimiento de obra en el ini-
cio de la calle Mateo Moraza (donde aparecieron varios estratos con abundante material
cerámico de esa época) nos indica que la ocupación bajomedieval de este sector era
importante y no se trataba únicamente de elementos aislados.

Época moderna y contemporánea


A partir de los siglos XV y XVI la actividad en la Plaza se ve incrementada, y las
evidencias arqueológicas, por lo tanto, también. Ubicada extramuros, la actual Plaza
de la Virgen Blanca era un lugar “al exterior de Vitoria”, entre la vida urbana y el trabajo
de campo pero al mismo tiempo lugar de encuentro de la población. Precisamente, un
claro ejemplo de esto es el puente hallado en el sondeo nº 4, ampliado posteriormente
para poder recuperarlo casi en su totalidad (el propio ritmo de las obras y el que éstas
no afectasen al resto del conjunto nos impidió su excavación íntegra).

En un momento desconocido por la ausencia estratigráfica se construye un puente


que, por su posición y orientación, es evidente que se encuentra relacionado con la en-
trada a la calle Zapatería. Dicho puente sin duda tendría la función de salvar un obstáculo,
ya fuera natural o artificial. Precisamente tanto de uno como de otro tenemos constancia
arqueológica. Del primero en forma de riachuelo, el cual se ha documentado tanto en
este sondeo como en el nº 2. Seguramente se tratara de un curso de agua estacional,
con cierta importancia en las épocas húmedas del año y que bajaría de la zona alta del
Campillo para desembocar en el río Zapardiel. De estos pequeños arroyos y sus puen-
tes nos habla Landázuri y Romarate: “Estos rios son causa de que en las más de las
puertas de esta Ciudad por donde se sale á el campo, haya sus puentes de piedra de
buena arquitectura (…)” (Landázuri y Romarate, 1929: 8).

Sin embargo, también hemos podido registrar que los límites de este “curso fluvial”
han sido trabajados para conseguir una mayor verticalidad y, con ello, proporcionar a
este elemento natural una mejor función defensiva y, en definitiva, hacerlo funcionar co-
mo verdadero foso de la muralla que cerraba las calles Correría, Zapatería y Herrería(11).

Conservado íntegramente, el puente se construyó en mampostería caliza disponién-


dose sus estribos en seis hiladas regulares que alcanzan la altura de 85 centímetros. El
arco compuesto por 27 hiladas de mampuestos conforma una estructura abovedada de
3,3 metros de largo, con una luz de 1,8 metros y una flecha de 1,9 metros. La longitud
total del puente sería de 8,12 metros (fot. 5).

Tal y como ya hemos dicho no conocemos el momento de su construcción, puesto


que la estructura se apoya sobre la roca natural y carecemos de estratigrafía anterior a
su realización, ya que todos los rellenos conservados se le vienen adosando o cubrien-
do. Lo que sí sabemos es que para inicios del siglo XVI dejó de ser utilizado. Por una
parte tenemos un suelo que ha aportado material cerámico de los siglos XV y XVI que
cubre parcialmente el puente. Por la otra, dos obras pictóricas diferentes (una anónima
fechada en 1544 ubicada en el Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz y otra de Benito de
Casas(12), que es copia decimonónica de otro anterior del siglo XVII) donde no aparece

(11) Este foso tendría una anchura aproximada en su parte inferior de 5,16 metros y de 6,16 metros en la superior.
(12) El cuadro lleva por nombre “Perspectiva de la M.N. y M.L. ciudad de Vitoria, mirada de Sta. Brígida y copiada de un cua-
dro antiguo que se halla en la Casa de la Ciudad: La ofrece como primer ensayo de su afición al M. Y. A. Benito de Casas.
Año de 1838”.

408
Fot. 5. Vista del puente, utilizado hasta principios del siglo XVI.

representada dicha estructura. Todos estos datos nos indican por lo tanto que la fecha
más lógica para este puente sea el siglo XV o anterior.

También se han encontrado para esta época diferentes infraestructuras que, al igual
que el puente, se encuentran relacionadas con el agua, en este caso con su traída y
consumo, una preocupación manifestada sucesivamente en la documentación(13). Esas
infraestructuras se pueden dividir principalmente en dos grupos: el correspondiente a
las aguas destinadas a las fuentes Triana y Mayor
Mayor, del año 1656 (posteriormente las
canalizaciones de la fuente Mayor serán reutilizadas nuevamente para portar agua a
diferentes fuentes de la ciudad, entre ellas la fuente de María Victoria en 1779(14)); y
el de las diversas traídas de agua para el abastecimiento de la ciudad, destacando la
gran obra realizada en el último cuarto del siglo XIX que trasladaba tan preciado líquido
desde el monte Gorbea.

(13) En 1559, por ejemplo, en varios documentos relativos a la construcción de una fuente en la calle Santo Domingo, que
iba a ser surtida con una cuarta parte del agua que recibía la fuente de “la Plaza”, el motivo esgrimido para su construcción
es “que como fuera notorio esta ciudad padecía muy grande necesidad de agua de fuente” (Archivo Municipal de Vitoria-
Gasteiz, Sección 24 Legajo 001 No 003). El problema se mantiene a lo largo de los siglos. Así, aún en una fecha tan tardía
como 1820, se dice que “el agua que en el dia tiene esta ciudad en sus fuentes, se halla alterada en sus propiedades físicas
y mas en otoño por ser muy escasa (...)” (Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz, Sección 8 Legajo 004 Nº 007). Esto no será
resuelto hasta que la gran obra de traídas de agua desde el Gorbea sea emprendida a finales del siglo XIX.
(14) En el seguimiento de la obra hemos podido localizar y registrar esta fuente de María Victoria, ubicada justo debajo de
donde se encuentra en la actualidad el monumento a la batalla de Vitoria.

409
El primer conjunto lo hemos podido encontrar en los sondeos 5 y 11, bajo diversos
rellenos del siglo XIX y principios del XX. Responde a una estructura formada por tres
tuberías cerámicas de 15 centímetros de sección (durante el seguimiento se ha visto
que estas dimensiones son variables) encerradas en un encofrado cuadrangular de
argamasa muy compacta. Esta conducción de agua venía en un principio desde Are-
chavaleta y Mendiçabel (¿Mendizabala?) para la fuente Mayor; y de la “pared de las
Trianas” para la de Triana (AA.VV., 2003: 210-214). Sin embargo, las necesidades de
agua de una población creciente hicieron que se propusieran nuevos proyectos de traí-
das de agua que no funcionaron hasta que, en el siglo XIX, se decide conducirla desde
el Gorbea.

Las obras realizadas para la traída de aguas desde este monte han aparecido en
los sondeos 2 y 4, así como en el seguimiento posterior de las obras de la Plaza y con-
sisten en la colocación de una tubería de hierro colado de 22 centímetros de diámetro
destinada para el agua potable. Paralela a ella se ha localizado una serie de atarjeas
cronológicamente anteriores realizadas en mampostería regular, formada por dos mu-
ros paralelos sellados por grandes lajas horizontales (utilizada como desagüe) que, sin
pertenecer propiamente a esta obra de traídas de aguas del Gorbea, sí que nos indica
que se aprovechó la citada obra para una modernización y reestructuración del sistema
de alcantarillado de la zona. Es en este momento cuando se construye el depósito de
aguas del Campillo.

Un poco anterior en el tiempo a esta última obra, es el llamado por la documenta-


ción “Cuerpo de Guardia Principal”, registrado en el sondeo 8 y que fue construido en-
tre los años 1781 y 1825(15). Únicamente hemos recuperado parte de su cimentación,
realizada en sillería de gran porte, a la que se adosaba un muro de mampostería y un
empedrado coetáneos o inmediatamente posteriores al edificio.

Por último, como nota final a esta rápida descripción de la evolución de la Plaza
de la Virgen Blanca, decir que las reformas realizadas entre los siglos XVIII y XX son
numerosas, tal y como atestigua la documentación, muestra de la vitalidad creciente de
la ciudad en estas últimas centurias. Quizás las más destacables sean las que corres-
ponden a los sucesivos empedrados que han cubierto la plaza desde al menos el siglo
XIX y que han ido cambiando y modificándose a lo largo del tiempo.

EVOLUCIÓN HISTÓRICA

Los restos más antiguos encontrados en Vitoria-Gasteiz corresponden, hasta el mo-


mento, a una serie de fragmentos de Terra Sigillata Hispánica recuperados, fuera de
contexto, en diversas excavaciones del casco histórico vitoriano(16). Como ya se ha co-
mentado, algunas de las piezas recogidas en las UU.EE. 81 y 508, pertenecen también

(15) Mientras que en el plano de Justo Antonio de Olaguíbel para la construcción de la Plaza Nueva, fechado en 1781, no
aparece, es en 1825 cuando tenemos por primera vez constancia gráfica de él, en este caso en el “Plano topográfico de la
Ciudad de Vitoria y sus barrios” realizado por Manuel Ángel de Chávarri. Su destrucción tuvo que ser poco antes de 1843,
fecha en la que está datado el expediente sobre el “Traslado del Cuerpo de Guardia Principal en la capilla de los pasos de
San Vicente” (Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz, Sección 24 Legajo 52 Nº 26).
(16) Algunas de estas intervenciones son las realizadas en la Catedral de Santa María (Azkarate et alii, 2002: 680-681), la
Plaza de Santa María nº 1 (Gil Zubillaga, 2000: 181-182), en la zona de El Campillo (Fernández Bordegarai, 1998: 225), en
el solar 44 de la calle Herrería (Loza y Niso, 2004: inédito) o en los solares 19 y 21 de la Calle Santo Domingo (Loza y Niso,
2006: inédito).

410
a época romana (2 fragmentos cerámicos y, con dudas, algún resto constructivo). Em-
pero se encuentran igualmente descontextualizados, con lo cual volvemos a situarnos
en el mismo punto de partida.

Sea como fuere, las piezas de TSH localizadas en las intervenciones del casco his-
tórico de Vitoria-Gasteiz nos indican que, “sobre el cerro que, con el tiempo, acogió pri-
mero a Gasteiz y luego a Vitoria, hubo sin duda algún tipo de asentamiento hace casi
dos mil años” (Azkarate y Quirós, 2003: 11). De la misma idea son los arqueólogos Mi-
guel Loza y Javier Niso al señalar que “no queremos decir que hubiera una ocupación
continuada en esta época sino que pudo haber algún tipo de presencia puntual en la
zona de la colina de Vitoria-Gasteiz” (Loza y Niso, 2006), aseveraciones que nosotros
compartimos.

Lo que sí que estamos en condiciones de afirmar, no obstante, es que ha sido en la


Plaza de la Virgen Blanca donde ha aparecido la estratigrafía más antigua documentada
hasta el momento en la ciudad. Ésta tiene la particularidad de no encontrarse en un con-
texto funerario, como era la norma en los yacimientos tardoantiguos más cercanos (ya
sea Aldaieta, San Pelayo, Buzaga, Santimamiñe, etc.), sino en un entorno “doméstico”.

Sabemos que el relleno que amortiza el conjunto de estructuras tardoantiguas está


datado en algún momento del siglo VII por lo cual aquéllas tienen que ser, cuanto me-
nos, inmediatamente anteriores. Por lo tanto, el vacío cronológico (que no estratigráfi-
co, mucho más amplio) que se cierne en estos momentos sobre Vitoria-Gasteiz y que
estamos seguros el tiempo se encargará de borrar es, como mucho, de tres siglos: el
intervalo entre la moneda del siglo IV hallada en la Catedral de Santa María y el aban-
dono de las mencionadas estructuras.

Las evidencias exhumadas nos muestran, por lo tanto, que en el siglo VII existía ya
a los pies de la colina de Gasteiz algún tipo de asentamiento cuyas dimensiones e im-
portancia hoy por hoy nos es imposible de determinar, dado que la superficie excava-
da nos impide hacer arriesgadas extrapolaciones. El lugar elegido es idóneo para la
ocupación humana: ubicado al sur(17), junto a corrientes de agua y con una orografía
cercana muy adecuada tanto para las labores agrícolas como ganaderas. No nos pare-
ce descabellado presumir que, mientras esto ocurre a los pies, en la cima de la colina
existiera algún tipo de unidad político-administrativa que controlara este o estos asen-
tamientos, pese a que hasta la actualidad no se ha encontrado ninguna evidencia de su
existencia. Sí que tenemos ejemplos en la bibliografía, y de gran valor nos ha parecido
el descrito por A. Vigil-Escalera respecto al yacimiento visigodo de Gózquez de Arriba,
donde se detecta en la zona alta de la colina un único edificio de planta compleja que
“podría indicar la existencia de una administración independiente y jerárquicamente
superior a las familias, o una familia de mayor rango social, (de no tratarse de una es-
tructura de uso comunal)” (Vigil-Escalera, 2000: 250). Sin querer ser demasiados atre-
vidos, parece significativo que una estructura similar surja, eso sí, a partir del siglo IX,
en lo alto de la colina, tal y como han puesto en evidencia las excavaciones realizadas
en la Catedral de Santa María(18).

(17) En algunas conversaciones con Ramón Loza esta posibilidad ya había sido planteada por él hace algún tiempo. Así, “la
cara sur era la posibilidad más lógica para el asentamiento de población en la primitiva Gasteiz”, algo que nosotros compar-
timos plenamente y que creemos queda demostrado en el siguiente artículo.
(18) Nos referimos a la estancia a modo de longhouse que se levantaba en el sector oriental de la plaza de la Catedral de
Santa María en el siglo IX. El espacio que ocupa tendrá un uso habitacional hasta finales del siglo XII: “Estamos sin duda,
ante un espacio privilegiado –un espacio de poder– en torno al que se organiza el urbanismo de esta zona de la primitiva
Gasteiz” (Azkárate y Quirós, 2003: 13).

411
Existiría otra posibilidad respecto a la ubicación de este centro político, administra-
tivo y militar tardoantiguo y es que se encontrara aún más cercano que la “longhouse”
aparecida en la Catedral. Nos referimos a algún punto ubicado alrededor de las iglesias
de San Miguel y San Vicente, en los cuales, según palabras de E. García Fernán-
dez, “conviene insistir en estas iglesias por lo que significan desde un punto de vista
eclesiástico y religioso, pero principalmente porque son reflejo de la existencia en la
zona de un poblamiento bastante antiguo” (García, 2003: 135). Precisamente en esta
última iglesia hubo en algún momento del Medievo una fortaleza cuyas características
desconocemos pero cuya existencia, a tenor de los trabajos dirigidos por A. Azkarate
en el estudio histórico-arqueológico de la misma durante el año 1999 (Azkarate Garai-
Olaun, 2000: 280), quedó demostrada. Esto, la cercanía de los restos tardoantiguos de
la Plaza de la Virgen Blanca y que, según E. García Fernández, el culto a San Vicente
estuviera muy difundido en la Península Ibérica durante los siglos VII al X nos hace
pensar en la hipótesis de que realmente este fuera el punto donde se ubicara esa pri-
mitiva atalaya tardoantigua.

El colapso del sistema romano no tuvo que traer necesariamente una ruptura total
en las formas de poblamiento, al menos en cierto tipo de asentamientos (Azkarate,
2004: 38) y todo indica que este sería uno de esos casos, reflejándose en la perma-
nencia ininterrumpida del poblamiento desde algún momento de los siglos I-II (indepen-
dientemente que éste se ubicara en la colina o en sus faldas) hasta la actualidad.

Sin embargo no es fácil plantear la cuestión del poblamiento tardoantiguo en el País


Vasco y, más concretamente, en Álava. Sus características tan específicas (y nos refe-
rimos sobre todo a su arquitectura “efímera”) han hecho que estos yacimientos hayan
podido permanecer ocultos a la vista de generaciones de arqueólogos. La disciplina
arqueológica, en continuo avance y mejora, permite dotarnos ahora de nuevas herra-
mientas que, sin duda, ayudarán a una mejor identificación de estos asentamientos,
con lo que esto conllevará para los venideros estudios. Así, la teoría de la debilidad
demográfica de época tardoantigua y la concentración de los lugares de hábitat que,
a día de hoy, parece evidente (y nosotros ni las confirmamos ni las desmentimos)
para ciertos lugares como Bizkaia (Camino, 2001: 107) o Álava (Azkarate, 2004: 39),
podrían verse rebatidas, o al menos matizadas, en un futuro a raíz de los nuevos des-
cubrimientos que se vienen sucediendo(19).

Como ya hemos señalado, el registro estratigráfico se interrumpe en la segunda mi-


tad del siglo VII y es precisamente poco después, en el siglo VIII, cuando se encuentran
las primeras evidencias en lo alto del cerro, puestas a la luz con las excavaciones de
la Catedral de Santa María. La densidad de este poblamiento debió de ser importante
y el altozano “pronto se convierte en un núcleo de agregación de comunidades campe-
sinas, que quizás de forma dispersa ocupaban antes las inmediaciones de la llanada
alavesa” (Azkarate y Quirós, 2003: 22).

(19) Para el caso de Bizkaia se muestra especialmente interesante la investigación que ya desde el año 2007 venimos
realizando en Kortezubi, junto a la Iglesia de San Mamés (Sánchez, Unzueta y Vallo, 2008: en prensa) y que ha permitido do-
cumentar una necrópolis tardoantigua fechada por Carbono 14 en la primera mitad del siglo VII. Los resultados obtenidos y
las expectativas de futuras excavaciones nos hacen añadir este cuarto punto de hábitat tardoantiguo a los tres descritos por
I. García Camino, estos son, el área Finaga-Abrisketa-Arrigorriaga, el área Mesterika-Meñakabarrena y el área del Duran-
guesado (Camino, 2001: 107). Si bien el área de Santimamiñe se encuentra cerca del de Mesterika-Meñakabarrena, a am-
bas les separa la ría de Urdaibai y están asociadas a montes diferentes: el primero a Ereñozar y Mesterika-Meñakabarrena
al monte Sollube.
Para Álava, evidentemente, nos referimos al nuevo contexto tardoantiguo de Vitoria-Gasteiz, amén de los nuevos casos que,
indudablemente, irán surgiendo.

412
Los motivos de la desaparición del registro arqueológico en la Virgen Blanca entre
los siglos VIII y XIII no son claros. El proceso de sedentarización que se vive a partir del
siglo VIII en todo Europa y la situación política de inseguridad motivada por las incur-
siones árabes sin duda tuvieron que afectar a dicha ausencia de registro. La formación
de un asentamiento estable en lo alto de la colina sería la causa de una reorganización
del espacio y del campesinado llevada a cabo por las élites locales por un lado y de
inseguridad motivada por el clima bélico por otro.

Efectivamente, de una manera u otra los hechos acaecidos tras la entrada árabe
en la península en el 711 tuvieron que afectar a esta parte del territorio alavés. Así, la
crónica de Ibn Al-Atir nos dice que Álava pasó a manos árabes en el año 734 y hasta
el siglo IX hay documentadas diversas razzias que de forma más o menos violenta
afectaron a esta provincia y, por ende, a su población(20). Nos parece bastante probable
que estas gentes, en un momento de creciente inseguridad, decidieran trasladarse a lo
alto de la colina, como sucede por ejemplo en Galicia donde “los acontecimientos del s.
VIII han producido un desplazamiento de la población hacia zonas más elevadas, sobre
antiguos castros o en los lugares de antiguas villae” (Quiroga y Lovelle, 1993: 44).

Sea como fuere, la reordenación y el traslado de poblaciones a posiciones en altu-


ra es algo que, en mayor o menor medida, se constata en todo el norte peninsular(21).
Para el siglo VIII la desmembración del estado visigodo es un hecho y esto tuvo que
afectar a todos los niveles (económico, fiscal, militar…). A. Besga hace algún tiempo
que defiende la idea de Vitoria como límite del estado visigodo, centrando su teoría
en la identificación de ésta con Victoriaco, la ciudad que, según la crónica de Juan
de Biclaro, fundara Leovigildo en el año 581. Para este autor, tanto Victoriaco, como
Pamplona, Olite (fundada también en época visigoda como plaza defensiva ante las
incursiones vasconas) o los eremitorios rupestres fueron territorios vascos controlados
por los visigodos: “existió un País Vasco integrado en el Reino Visigodo. Este hecho no
debe contemplarse como un fenómeno sorprendente. Tampoco como un producto de la
mera intrusión de un poder extraño, sino como la consecuencia de la historia anterior,
como se hace en regiones vecinas con las que el sur del País Vasco tenía una afinidad
mayor. Efectivamente, en la época de los reinos germánicos no hizo sino reproducirse
la división del País Vasco que lo había caracterizado desde las últimas etapas (…)”
(Besga, 2001: 288).

(20) Igualmente hay documentados pactos entre las clases dirigentes alavesas, que ven peligrar su status, y los emires árabes.
Para ahondar más en este tema se puede consultar el artículo de Ernesto García Fernández “Clérigos, caballeros, burgue-
ses y campesinos en la Edad Media”, en Ribera, A. (dir.) (2003) “Historia de Álava”. Editorial Nerea. Donostia-San Sebastián.
(21) Como breve acercamiento a la cuestión del poblamiento en el norte peninsular para estos siglos se puede consultar,
para Portugal, el artículo de I. Martín Viso, “En la periferia del sistema: Riba Côa entre la antigüedad tardía y la alta edad
media (siglos VI-XI)”; del mismo autor, para el norte de la Península Ibérica, la obra “Poblamiento y estructuras sociales
en el norte de la Península Ibérica (siglos VI-XIII) (2000); para Galicia, el ya mencionado artículo de López Quiroga J. y
Rodríguez Lovelle, M. “Poblamiento rural en el noroeste de la Península Ibérica (ss. V-XI): una introducción al estudio del
poblamiento rural entre la Antigüedad tardía y la alta Edad Media en Galicia a través de un análisis micro-regional” (1993);
de los mismos autores también se puede consultar (entre otros) “Un modelo de análisis del poblamiento rural en el valle del
Duero entre los siglos VIII-XI a partir de un espacio macro-regional: las tierras gallego-portuguesas” (1997); sobre Asturias
y sus particularidades ha trabajado M. Fernández Mier, véase su artículo “Transformación del poblamiento en la transición
del mundo antiguo al medieval en la Montaña Asturiana (Península Ibérica)” (1996); para Álava y Madrid en particular y para
todo el norte peninsular en general contamos con el artículo de J. A. Quirós Castillo y A. Vigil-Escalera Guirado, “Networks
of peasant villages between Toledo and Velegia alabense, northwestern Spain (V-Xth centuries)” (2006); respecto a Navarra,
la tesis de J. J. Larrea, La Navarre du IVeau XIIesiècle. Peuplement et société, (1998); finalmente, para Bizkaia es de sumo
interés la tesis de I. García Camino, “Arqueología y poblamiento en Bizkaia, siglos VI-XII: la configuración de la sociedad
feudal” (2002).

413
Identificar la antigua Gasteiz (con las reservas que produce usar este término para
aquellas centurias) con el mundo visigodo o con el norpirenaico es algo aún temprano
para dilucidar, si bien creemos que el elenco material recogido en la excavación de
la Plaza de la Virgen Blanca marca unas diferencias más que notorias respecto al
aparecido en los contextos de las “necrópolis tardoantiguas de influencia continental”
(Azkarate, 2005/2006: 405)(22). Las futuras excavaciones deberán de dilucidar si estas
diferencias junto con otros datos nos están hablando de una posible frontera cultural y,
por qué no, política, que pudiera relacionarse con la hipótesis propuesta anteriormente
por A. Besga(23).

Volviendo al hilo original de nuestra exposición, tras la reorganización del pobla-


miento producida en el siglo VIII en lo alto de la colina, la actual Plaza de la Virgen Blan-
ca no vuelve a ser ocupada hasta el XIII. Y esto sucede en un momento de crecimiento
demográfico y económico, cuyas “consecuencias derivadas de esta nueva reorganiza-
ción del poblamiento, desde los intereses recíprocos de sus pobladores y del propio
poder político navarro o castellano, fueron notables para el conjunto de los habitantes
de la actual Álava y abarcan desde los aspectos políticos a los administrativos, econó-
micos, sociales, religiosos o culturales” (García, 2003: 138-139). Sin duda la fundación
de la villa de Nova Victoria en 1181 y los dos posteriores ensanches que conoció con
Alfonso VIII (1202) y con Alfonso X el Sabio (1256) hizo que Vitoria pasara a posición
hegemónica en la provincia, atrayendo a no poca población venida de aldeas limítrofes,
fenómeno similar al que sucedió con la fundación de otras villas en Álava como Salva-
tierra o Alegría(24), que sin embargo no llegarían a alcanzar con el tiempo la importancia
y poder político de la primera.

Para concluir, a modo de epílogo, decir que a partir de estos siglos la Plaza de la
Virgen Blanca (denominada en la documentación “plaza vieja” en contraposición a la
“plaza nueva”, construida a finales del siglo XVIII y comúnmente llamada “Plaza de
España”) entrará a formar parte de modo, si cabe, más activo en la vida vitoriana. Su
aspecto diáfano, ya para el siglo XVI, será el inicio de su carácter como centro de reu-
nión de los habitantes de la, por entonces, pequeña ciudad de Vitoria-Gasteiz.

CONCLUSIÓN

Como hemos explicado en este artículo, la Plaza de la Virgen Blanca, centro de la


actual Vitoria-Gasteiz y periferia del núcleo medieval fortificado de ésta, tiene unos orí-

(22) Nos referimos a la cerámica del Grupo I de cronología tardoantigua que en el yacimiento de Aldaieta supone un 100%,
al igual que en Santimamiñe, por un 68% de presencia en los materiales recogidos en la Plaza de la Virgen Blanca; para los
siglos VIII-X el Grupo I en la Álava nuclear representaría el 8% frente al 100% de Santimamiñe o un 56% en el entorno del
monte Oiz (Solaun, 2005: 312-313).
(23) Si se busca profundizar en el estado de la cuestión pueden consultarse las ya referidas obras de A. Besga Marroquín:
Domuit Vascones, el país vasco durante la época de los Reinos Germánicos. La era de la independencia (siglos V-VIII)
(2001); o A. Azkarate Garai-Olaun: “Sobre los orígenes cronológicos de los cementerios cispirenaicos de época tardoanti-
gua” (2005) y “El país vasco en los siglos inmediatos a la desaparición del Imperio Romano” (2004); también son de sumo
interés los trabajos realizados por K. Larrañaga Elorza: “Cantabrismo en Navarra” (1998) y “Vascocantabrismo y arqueolo-
gía” (1998-1999); y el extracto de la tesis ya mencionada de J. J. Larrea (1994).
(24) Queremos subrayar para la villa de Salvatierra, por su actualidad y papel que la arqueología ha tenido, el caso de Zor-
noztegi, excavado en la actualidad por el Grupo de Investigación en Arqueología Medieval y Postmedieval de la Universidad
del País Vasco, dirigido por J. A. Quirós. En los trabajos que dicho grupo está realizando se ha puesto de manifiesto que
Zornoztegi se abandona en la segunda mitad del siglo XIII, si bien hasta el momento se pensaba por la documentación que
éste se había producido en algún momento del siglo XV. Así, “resulta inevitable asociar el abandono de la aldea de Zornoz-
tegi con la fundación en el año 1256 de la villa de Salvatierra sobre Agurain” (Quirós Castillo, 2006b).

414
genes mucho más antiguos de los que hasta ahora se pensaba. De lugar de expansión
bajomedieval o zona de reunión decimonónica ha pasado, tras las excavaciones de la
Virgen Blanca, a ser el lugar con la estratigrafía más antigua de la ciudad. Estamos se-
guros de que futuras excavaciones darán cronologías similares a las aquí mostradas,
y ansiamos el momento de tener un registro de cronología romana que nos demuestre
lo que parece ya obvio a raíz de los fragmentos cerámicos de TSH encontrados en
diversas excavaciones del casco histórico.

Asimismo volvemos a repetir que somos conscientes de la limitación de excavar un


porcentaje tan limitado del total de la plaza y no queremos que las teorías aquí mostra-
das se tomen como definitivas. Ahora bien, dicho esto, también afirmamos que éstas
tienen una base sólida gracias a la profesionalidad de los arqueólogos que en la Plaza
han trabajado y las evidencias que en ella han hallado. En un futuro, cuando la Plaza
de la Virgen Blanca vuelva a ser abierta, este porcentaje de excavación podrá ser am-
pliado y validará, o no, las opiniones aquí expuestas.

Mientras tanto la Plaza de la Virgen Blanca ve transcurrir, desde su privilegiada po-


sición, el devenir de una ciudad que quizás, en estos momentos, sepa valorarla en su
justa medida.

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417
ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA nº 24 419-434 VITORIA-GASTEIZ 2009 ISSN 1695-1611

TESTIMONIOS ARQUEOLÓGICOS EN LA ZONA ALAVESA


DEL MACIZO DE GORBEIA

Armando Llanos Ortiz de Landaluze*

Palabras clave: Gorbeia. Yacimientos arqueológicos. País Vasco. Álava.


Gako hitzak: Gorbeia. Arkeologia-aztarnategiak. Euskadi. Araba.
Key words: Gorbeia. Archaeological sites. Basque country. Álava.

RESUMEN:
Tiene por objeto reseñar los yacimientos conocidos en la parte meridional o alavesa del Macizo de Gor-
beia, con el fin de ofrecer una visión de conjunto de la ocupación por el hombre de esta zona de montaña,
durante las primeras etapas históricas.

LABURPENA:
Gorbeia Mendigunearen ekialdeko edo arabar aldean ezagutzen diren aztarnategiak azaltzea du xede,
lehen etapa historikoetan mendialdeko eremu honetan gizakiaren okupazio orokorraren ikuspegia eskaintze-
ko helburuarekin.

SUMMARY:
The object is to list the sites that exist in the southern or Alavesa section of the Gorbeia Mountain Range
with a view to offering an overall view of man’s presence in this mountainous region during the earliest histori-
cal periods.

INTRODUCCIÓN

Es abundante la presencia humana en todo el Macizo de Gorbeia, ya desde la pre-


historia, tanto en espacios de habitación, como en otros relacionados con aspectos fu-
nerarios e incluso cultuales. En este caso solamente se tratará de los testimonios que se
distribuyen por la zona meridional del Gorbeia que corresponde al territorio alavés. Salvo
algunos casos que se encuentran en la zona sur y oeste –cuencas de los ríos Baias y
Altube–, la mayor parte de los yacimientos se distribuyen por las laderas del sureste
–cuenca del Zubialde– donde se agrupan en un buen número.

El conocimiento de la mayor parte de estos yacimientos se inició a finales de los años


50 del siglo XX. Inicialmente como hallazgos aislados en algunas cuevas, y posterior-
mente como producto de breves prospecciones con sondeos, a los que siguieron otras
excavaciones arqueológicas programadas, de larga duración. Todo este conjunto de co-
nocimientos es lo que se resume en las siguientes lineas.

Agradezco la aportación de F. Galilea, al facilitarme datos referentes al mundo mega-


lítico, en alguno de los casos inéditos.

* Instituto Alavés de Arqueología / Arkeologiarako Arabar Institutua. Pedro Asua 2, 2º Dpto 53. 01008 Vitoria-Gasteiz.
arman.llanos@gmail.com

419
CUENCA DEL RÍO ZUBIALDE

Cueva de Mairuelegorreta I
Aunque la cueva es conocida desde antiguo, no es hasta el año 1918 cuando existe
noticia como yacimiento arqueológico, debiéndose a E. Eguren y J.M. de Barandiarán
la referencia (Llanos et alii. 285. 1987). Se ubica en término del municipio de Zigoitia,
siendo el pueblo más cercano Múrua (fot. 1).

Los testimonios procedentes de esta cavidad, se concretan en elementos cerámicos


recogidos en superficie y en unos sondeos estratigráficos. En superficie, unos fragmen-
tos cerámicos en compañía de restos de carbón, en la galería de la calle de La Estación,
junto a un bloque de piedra. Otro hallazgo de un fragmento de recipiente, correspon-
diente a una gran vasija de perfil cóncavo-convexo y superficie alisada, con huellas de
haber tenido un pezón lateral de orejeta, se realizó entre las salas de las Sietes Calles
y de Peña Grande. Parecen corresponder a un momento indeterminado de la Edad del
Bronce.

En el exterior de la cueva, a unos 100 m. de la boca de entrada, en dirección norte,


M. Laurino, encontró un hacha pulimentada. (Llanos et alii. 54. 1987).

Fotografía 1. Boca de acceso a la cueva de Mairuelegorreta I (foto A. Llanos).

Cueva de Mairuelegorreta III


A escasa distancia de la anterior, prácticamente junto a ella. En 1959, y como par-
te del programa de investigación desarrollado durante las IV Jornadas Espeleológicas
Vasco-Navarras (Barandiarán; Medrano 1959) (Llanos et alii. 285. 1987), se realizó un
sondeo de 2 por 2 metros, a 17 metros de la entrada, que alcanzó los 2 metros de pro-
fundidad.

Los materiales arqueológicos localizados se redujeron a: (-54 cm.), fragmentos ce-


rámicos de pastas delgadas y color rojo; (-132 cm.) vestigios de hogar con gran abun-
dancia de carbón, junto a huesos quemados; (-165 cm.) fragmentos cerámicos mode-
lados, de pasta con desgrasantes y color negruzco.

Cueva de Mairuelegorreta XI
Como parte de los trabajos de investigación del Instituto Alavés de Arqueología, se
iniciaron en 1977 una serie de sondeos en cuevas de la zona sureste del Gorbeia (Altu-
na; Baldeón 1986) (Llanos et alii. 286. 1987). Uno de ellos se llevó a cabo en esta cueva
que también es conocida por los pastores de la zona como Sagutxo I.

Solamente se realizó una cata de 1 por 1 metros, con una profundidad de 207 cm. En
la primera capa (0 a -45 cm.) se encontró una raedera doble recto-convexa. Los niveles

420
inferiores aportaron restos óseos de fauna correspondientes a: Cabra, oso de las caver-
nas, ciervo, gran bóvido, gato montés, marmota, glotón. Aparte de la presencia humana
en esta cueva en el estrato I, como un hábitat antiguo, es de destacar la presencia de
un amplio catálogo de fauna entre la que se encuentra, en el estrato VI, restos de glotón
(Gulo gulo), de gran interés por la escasez de restos conocidos y que está indicando un
momento climáticamente frío (Würm III). Actualmente este animal se encuentra en una
zona comprendida entre Noruega, Suecia, Finlandia y norte de Rusia.

Acero
En la zona limítrofe de Álava y Bizkaia, en el término de Acero, y en el inicio del ca-
mino que desde este lugar desciende hacia Mairuelegorreta por la margen derecha del
río Zubialde, en una prospección realizada por A. Llanos y M.N. Urrutia, se localizaron
varios fragmentos de cerámica modelada.

Cueva de Artzegi II
Se sitúa en término del municipio de Zigoitia, siendo el pueblo de Múrua el más
próximo. En esta cueva (Pérez; Bastida 1963) también se llevó a cabo un sondeo, por
miembros del Instituto Alavés de Arqueología en 1977-78, dando como resultado el
hallazgo de material cerámico, lítico y restos óseos de fauna (Llanos et alii. 89. 1987).

Cueva de Artzegi III


Pasado el manantial de Artzegi, a unos 100 metros en dirección norte, y a unos 50
metros sobre el arroyo de Errekaseku, se encuentra esta pequeña cavidad. En un son-
deo, llevado a cabo por el Instituto Alavés de Arqueología, en 1978, se localizaron mate-
riales cerámicos modelados con desgrasantes en la pasta (Llanos et alii. 286. 1987).

Artzegi
En la senda que discurre por la orilla izquierda del río Zubialde, antes de llegar a la
cueva-manantial de Artzegi y de cruzar la tubería que a manera de puente pasa sobre
el río, se encontraron varios fragmentos de cerámicas modeladas. Localizados por A.
Llanos.

Cueva de las Legorras


Término municipal de Zigoitia. En la zona de los embalses de Gorbeia, en su vertiente
izquierda, se encuentra esta cueva, fácilmente localizable por su gran boca de entrada
(Eraso et alii 1959) (Llanos et alii. 297. 1987) (fot. 2). Procedentes de un sondeo reali-
zado en esta cueva existe un lote de materiales arqueológicos consistentes en piezas
líticas (escotaduras, lascas, láminas y restos de talla), fragmentos de cerámicas modela-
das así como restos paleontológicos, principalmente de herbívoros.

Cueva de Arrillor
Se accede desde el pueblo de Múrua, término municipal de Zigoitia. Concretamente
se encuentra en la zona del embalse de Gorbea (fots. 3 y 4), encima de la entrada de la
cueva de Sale el Agua. Consta de una sola galería con doble entrada. En las primeras
exploraciones a esta cueva en 1958, por parte del grupo Espeleológico de la Excursio-
nista Manuel Iradier, se pudo detectar una antigua presencia humana al descubrir como
uno de los accesos desde el exterior se encontraba taponado por cuatro bloques tronco-
cónicos de arenisca, que tenían una perforación en uno de sus extremos.

421
Fotografía 2. Entrada a la cueva de Las Legorras. (foto A. Llanos).

Un pequeño sondeo estratigráfico realizado en la boca de entrada del sureste, en el


año 1959 (Barandiarán; Fz. Medrano 1959), permitió recuperar algunas piezas de mate-
rial lítico tanto en sílex como en cristal de roca.

Posteriormente y bajo la dirección de A. Saénz de Buruaga (1987-1988-1989-1990-


1991-1992-1993-1994 y 1997) (2003), se llevaron a cabo unas campañas continuadas
de excavaciones entre los años 1987-1997, interviniendo en la entrada del sureste. La
excavación del paquete estratigráfico llegó a una profundidad de más de 5 metros.

En esta excavación, la más completa de todos los trabajos arqueológicos llevados en


esta parte del Gorbeia, se pudo detectar la presencia del hombre de Neanderthal (Paleo-
lítico Medio). De estos momentos Musterienses se conocen numerosos instrumentos de
sílex y cuarcitas (raederas, puntas y denticulados) además de huesos tratados y abun-
dantes restos de animales cazados (cabra, sarrio, ciervo, caballo, rinoceronte, bisonte)
junto a estructuras de hogares o zonas de combustión y espacios de tratamiento de los
diversos materiales. Como restos antropológicos de aquellas gentes neanderthales se
recuperó un molar correspondiente a un individuo de 9 a 13 años de edad.

Otros niveles superpuestos a los anteriores, ya en el Paleolítico Superior, testimo-


niaron la presencia de grupos cromagnones. Una serie de objetos en sílex (raspadores,
láminas de dorso) y en asta (azagaya con base en doble bisel) están apuntando a una
ocupación durante el periodo Magdaleniense.

422
Fotografía 3. Zona de la cuenca del río Zubialde. Al fondo la cota máxima del monte Gorbeia. Entre árboles
asoma la peña Gingia, en la que se desarrolla la cueva de Arrillor. (foto A. Llanos).

Fotografía 4. Entrada protegida, a la cueva de Arrillor. (foto A. Llanos).

423
Cueva de Zubialde
Se sitúa en la zona de los embalses de Gorbea, al sur de la anterior, en el mismo
borde de la pista que permite llegar hasta estos embalses. Conocida en 1990, por el
polémico hallazgo en su interior de pinturas rupestres de aspecto paleolítico. En un pri-
mer momento se consideraron auténticas (El Correo 1991). Posteriormente, mediante
un estudio a fondo de estas pinturas (Altuna; Apellániz; Barandiarán 1992) (Apellániz
1995), considerando su morfología, técnica y pigmentos además de otras consideracio-
nes, se llegó a la conclusión de que habían sido hechas o retocadas en época reciente,
si bien no se descartó de que algunas de estas pinturas fueran antiguas. El conjunto
de temas reflejados en sus paredes es de 102, consistiendo en representaciones de
animales (caballos, peces, ciervos, uros, bisontes, mamuts, cabras, rinocerontes lanu-
dos), diversos signos y símbolos, además de impresiones de manos tanto en positivo
como en negativo.

Cueva de Zubialde II
Cercana y por debajo de la anterior. También se localizaron en ella tres temas pic-
tóricos, consistentes en una figura de bisonte y dos de signos. Las conclusiones sobre
su autenticidad es la misma que para las otras.

Yacimiento al aire libre de Asunkortabide


Término municipal de Zigoitia, siendo la localidad más próxima Múrua. En la ladera
sureste del Gorbeia, en la zona de Asunkorta y Egillolarra, alrededor del camino que
lleva a la cueva de Mairuelegorreta, se localizaron en superficie una serie de materiales
líticos que se extienden por varios puntos. En conjunto supone un importante lote de
496 ejemplares de piezas en sílex y una en cuarcita. La materia prima (sílex) procede,
entre otros, de diversos puntos: Treviño, Urbasa, Sierra de Cantabria, y Valle del Ebro.
Parece corresponder a una población de economía pastoril, que cronológicamente
puede encajarse en momentos Calcolíticos (Saéz de Buruaga; Agirre 2003).

Múrua
En término municipal de Zigoitia y en los alrededores del pueblo de Murua, existe la
referencia del hallazgo de un chopping-tool en arenisca, encontrado por el Abate Breuil,
en 1918 (Fz. Medrano 1948).

Municipio de Zigoitia. Con esta denominación consta el hallazgo de una serie de


materiales líticos: Restos de talla y de núcleos, lascas y láminas, además de algunos
fragmentos de cerámicas modeladas. El lugar del hallazgo está próximo al pueblo de
Múrua, en los comienzos de la carretera que conduce a las canteras del Gorbeia (Lla-
nos et alii. 214. 1987).

Gorbea
Con este mismo nombre indeterminado, se denomina algún material lítico encontrado
en las proximidades de la cueva de Sale el Agua, en la zona del embalse del Gorbeia.
Este material procede de la antigua colección de la Sociedad de Estudios Vascos, que-
dando constancia de ello en un antiguo inventario realizado por D. Fernández Medrano
en 1945 (Llanos et alii. 198. 1987).

424
Manurga
Sin localización precisa, en esta localidad, quedó constancia en un inventario reali-
zado por D. Fernandez Medrano (Llanos et alii. 330. 1987) del hallazgo de una hacha
incompleta de sílex

CUENCA DEL RÍO SANTA ENGRACIA

Menhir de El Gizon
En término municipal de Echaguen. En la ladera suroeste del monte Oketa y a 200
metros de la cumbre. Menhir de tipo losa alzada, de arenisca del lugar, de forma un
tanto irregular de 2 metros de altura, una anchura de 0,70 metros en la base y 0,20
metros en la punta y un espesor de 0,36 metros en la base, que conforman un monolito
apuntado y de sección rectangular (fot. 5). Actualmente sigue en pie, aunque un poco
inclinado sobre el terreno. Descubierto por P. Fernández de Larrea y E. Knörr, siendo
conocido de antiguo por los habitantes de los pueblos vecinos.

Fotografía 5. Menhir de El Gizón. (foto F. Galilea).

425
Fotografía 6. Dolmen de Oketa. (foto F. Galilea)

Dolmen de Oketa
Término municipal de Echagüen. En la ladera suroriental del monte Oketa, domi-
nando una extensa campa (fot. 6). Dolmen largo. Túmulo circular de 7 metros de diá-
metro y 0,50 metros de altura, realizado con bloques de caliza. Cámara de la que se
conservan y despuntan 7 pequeñas losas que delimitan un recinto rectangular de 4
metros de longitud y 1,5 metros de anchura. Descubierto en 2007 por P. Fernández de
Larrea y F. Galilea.

Túmulo de Luberi
Pertenece al municipio de Ollerías. En una cresta que asciende al monte Motxote-
gui, en una campa llana antes del ascenso principal. Túmulo desfigurado de 9 metros
de diámetro y 0,40 metros de altura realizado con grandes piedras calizas. Descubierto
en 1974 por J. A. Madinaveitia y T. Urigoitia.

CUENCA DEL RÍO BAIAS

Berretín
Ayuntamiento de Zuia. Como hallazgo aislado, en una zona indeterminada de este
término, J. Elejalde encontró una pequeña hacha lítica pulimentada (Llanos et alii. 327.
1987).

426
Fotografía 7. Pinturas rupestres en la cueva de Lazaldai. (foto A. Llanos).

Pagazuri
Ayuntamiento de Zuia. Entre la zona de las neveras y el refugio de Pagazuri, al lado
de una charca, se recuperó de forma casual, una fíbula zoomorfa en bronce, correspon-
diente cronológicamente a una Edad del Hierro final.

Cueva de Lazaldai
Se emplaza en la zona sur de Gorbeia, en el término municipal de Zuia, al norte del
pueblo de Zárate (Llanos et alii, 291. 1987). Descubrimiento realizado por D. Fz. Medra-
no y J. Arbosa en 1958. En las paredes de una de las galerías, se ejecutaron una serie de
pinturas de tipo esquemático abstracto, en negro (foto 7) (Llanos; Agorreta 1961) (Llanos
1963). En esta misma galería se recogieron una serie de objetos (cerámicas, colgante
en bronce, y otros) depositados en el suelo y que junto a restos lígneos, formaban parte
de un ritual desconocido llevado a cabo en esta galería. Al final de esta misma galería y
en un divertículo, se acusan trabajos de extracción de mineral de hierro.

Fechaciones de los restos de madera, mediante C14 permitieron datar estos hallaz-
gos en momentos tardoantiguos. Por testimonios orales, se recogió el dato de que en
la galería principal se encontraron restos humanos depositados en el suelo.

Aldarro I
Se llega a este lugar desde el pueblo de Sarría, ayuntamiento de Zuia. Yacimiento
al aire libre, descubierto por F. Murga 1981. Está próximo al cauce del río Bayas. El
hallazgo de materiales arqueológicos consistió en material lítico de sílex, con restos
de núcleos y talla, lascas, raspadores, raederas, láminas, truncaduras, pieza de hoz, y
alguna pieza con pulimento (Llanos et alii. 214. 1987).

427
Aldarro II
También se trata de un hallazgo al aire libre, algo más al norte del anterior de Aldarro
I, con el que posiblemente tenga alguna relación. Se trata de piezas en sílex (restos de
núcleos y talla, lascas y láminas) (Llanos et alii. 214. 1987). Descubierto por F. Murga
en 1981.

Azkarai
Termino municipal de Zuia. Éste es otro de los yacimientos al aire libre, ubicado al
norte del pueblo de Sarría, en las proximidades del cauce del río Bayas, en una con-
fluencia de dos arroyos. Los testimonios del antiguo hábitat que allí existió, se reducen
a piezas de sílex, que junto a restos de núcleos y residuos de la talla de útiles, se en-
cuentran lascas, láminas, y raederas (Llanos et alii. 214. 1987).

Otro espacio, con unos materiales similares, denominado Arkarai se encuentra en


las proximidades. Probablemente tuvieron una relación entre ambos, ya que el ajuar
lítico recogido, está apuntando al mismo momento cronológico-cultural (Llanos et alii.
236.1987). Ambos yacimientos fueron descubiertos por F. Murga en 1981 y 1983 res-
pectivamente.

Puente Arlobi
En el término de la localidad de Sarría, municipio de Zuia, en las proximidades del
cauce del río Bayas (fot. 8), y en una loma con cantiles bien marcados en las proximi-

Fotografía 8. El río Baias, en su discurrir por la zona entre Arlobi y Azkarai. (foto A. Llanos).

428
dades de los puentes sobre los arroyos Arralde y Padrobaso, se recuperaron algunos
materiales líticos en sílex, consistentes en lascas y restos de talla, núcleos, raedera den-
ticulada, pieza con escotadura, y láminas. Otros materiales líticos se encuentran en el
camino que desde la caseta de pesca existente en este lugar, llega a los citados puentes
(Llanos et alii. 308. 1987). Descubierto por J. A. Madinabeitia en 1978.

Menhir de Arlobi
En término del pueblo de Sarria. En la estribación meridional del monte Illumbe.
Desde el valle en la zona de Arlobi, hasta el monte, se suceden tres escalones. El men-
hir se localiza entre el primero de estos escalones, en una zona llana, en vaguada, y en
el inicio del segundo escalón, al lado de un viejo camino que atraviesa estos escalones
perpendicularmente. Magnifico ejemplar, prismático irregular de arenisca no apuntado
y de sección cuadrangular, que en el momento de su descubrimiento estaba caído y
roto en varios fragmentos. Altura 4.80 metros, anchura 0,60 metros y grosor también de
0,60 metros. Recientemente ha sido restaurado y puesto en pie (fot. 9).

Descubierto en 2003 por I. Gaztelu y otros miembros de la Sociedad Excursionista


Manuel Iradier. Posteriormente en 2004, M. Martínez, L. M. Martínez y O. Suárez noti-
fican al Museo de Arqueología de Álava su existencia. Excavado en 2005 y 2006 por P.
Lobo. No se han publicado sus resultados.

Fotografía 9. Menhir de Arlobi. (foto F. Galilea).

429
Menhir de Pagozarreta Este

En jurisdicción de la localidad de Sarria, municipio de Zuia. En la estribación meri-


dional del monte Odoriaga, sobre un cordal del terreno que desciende hacia el cauce
del río Bayas o Arralde.

Menhir de tipo losa alzada, de arenisca de sección rectangular (fot. 10). Altura actual
sobre el terreno 3 metros, anchura 1,20 metros y grosor que en la base es de 0,60 me-
tros y en el extremo superior 0,30 metros. Punta marcadamente angulosa y centrada.
La orientación de este menhir es de este a oeste. Recientemente ha sido restaurado y
colocado en pie. Desde este menhir se observa perfectamente el de Arlobi, y la situa-
ción de Pagozarreta Oeste del que se encuentra separado un kilómetro. Desconoce-
mos las circunstancias de su descubrimiento aunque I. Gaztelu en 2003 da noticia de
su existencia a la vez que el menhir de Arlobi.

A 250 metros al noreste de este menhir, en la provincia de Bizkaia, se localiza el


dolmen de Pagozarreta.

Fotografía 10. Menhir de Pagozarreta Este. (foto F. Galilea).

430
Menhir de Pagozarreta Oeste
Se ubica en término municipal de Sarria. En la estribación meridional del monte
Odoriaga, sobre una tercera lengua del terreno que desciende hacia el cauce del río
Bayas. Al oeste del menhir de Pagozarreta Este.

Menhir de tipo losa alzada, de arenisca, de planta rectangular apuntada y sección


rectangular. Se encuentra caído y partido en dos fragmentos. La altura es de 3,30 me-
tros, la anchura de 1,30 metros y el grosor de 0,20 metros. La orientación del menhir
es E-O. Desde este menhir se observa el menhir de Pagozarreta Este. Descubierto en
2007 por F. Galilea. No se conoce excavación.

Islarra
En terrenos de la localidad de Guillerna, ayuntamiento de Zuia. Próximos a la au-
topista AP-68, al sur del peaje entre Beluntza y Amezaga se encontraban dos grandes
túmulos denominados Islarra I e Islarra II, en los que se recogió, en superficie, algún
material lítico. Labores de labranza han arrasado estos túmulos recientemente. (Llanos
et alii. 138-139. 1987).

CUENCA DEL RIO ALTUBE

Cueva de Arraldai
En las cercanías de los caseríos Maracalda, ayuntamiento de Zuia, al iniciar el des-
censo del puerto de Altube. Su pequeña boca de entrada se abre en la parte alta del
puerto de Altube. Se descubrió de forma casual ya que hasta ese momento su entrada
se encontraba cegada con piedras. Tuvo un carácter sepulcral, encontrándose los restos
humanos distribuidos en diferentes puntos de la cueva. Los enterramientos se deposita-
ron sobre la superficie de la cavidad, cubriéndose con piedras, encontrándose otros em-
bebidos en una capa estalagmítica. En la excavación llevada a cabo (Apellániz; Llanos;
Fariña 1967) se recuperaron los restos de 9 personas, calculando que fueron enterrados
alrededor de 15 a 20 individuos. No se halló ningún resto de ajuar (Llanos et alii. 279.
1987) Por comparación con otras cuevas de este tipo excavadas en Álava, su cronología
puede llevarse a momentos Calcolíticos.

Dolmen de Ganbidea
En término municipal de Barambio. Sobre un espolón llamado Ganbidea que parte
de la montaña Odoriaga, junto al camino antiguo de pastores que lleva de Murguía a
Orozco. Dolmen corto. Sin túmulo. Cámara compuesta por dos losas de arenisca en
pie, junto a ellas hay otras dos tumbadas. La mayor de ellas mide 1,33 metros de lon-
gitud y la menor 0,89 metros. Hoy aparece todo muy revuelto como consecuencia de
haber acumulado piedras sobrantes en la construcción de un camino (fot. 11). Descu-
bierto en 1968 por J. M. Apellániz. No se conoce excavación pero según palabras de
su descubridor, todo parece revuelto y la cámara ha sido completamente vaciada.

431
Fotografía 11. Dolmen de Ganbidea. (foto F. Galilea).

Basande
Ayuntaminto de Zuia. En la zona baja del puerto de Altube (carretera A-624) cercano
a los caseríos de Ziorraga, y al lado del río Altube. Se accede por un camino que nace
antes del puente. Este yacimiento ocupa una zona que se encuentra entre un arroyo
afluente del Altube y éste. Son numerosos los materiales líticos recogidos en superficie
en lo que parece ser un hábitat al aire libre. Descubierto por F. Murga. (Llanos et alii.
309. 1987)

A unos 500 m. de distancia, en el camino de Altube a Belunza, también encontró un


hacha pulimentada incompleta de ofita. (Llanos et alii. 327. 1987)

Eskartegi
En la parte baja del Puerto de Altube, en la confluencia del arroyo Berbada con el río
Altube, sobre una superficie algo elevada, al lado de los caseríos Eskartegi, se localizó
numeroso material lítico, consistente sobre todo en restos de talla así como algunas
piezas. Este yacimiento fue descubierto por Andoni Aldama.

A MANERA DE RESUMEN

En este breve resumen de los principales yacimientos existentes en la parte alavesa


del Gorbeia, se puede ver que fue ampliamente ocupada desde momentos prehistóricos,
siendo los restos más antiguos, de momento, los de la cueva de Arrillor, de carácter Mus-

432
teriense. Una buena parte de los yacimientos, principalmente en cuevas, se localizan
en la cuenca del río Zubialde. Estas cavidades se convirtieron en hogar, cementerio y
lugar de cultos. Además de este tipo de yacimientos en cuevas, existen otros, donde los
hábitat al aire libre están indicando que no solamente se buscaron los refugios naturales,
sino que de alguna manera se crearon un tipo de viviendas construidas, posiblemente de
estructuras sencillas, que permitieron habitar en espacios donde no existían cavidades
naturales. Aparte de algún caso como Asunkortabide, en la zona oriental del Macizo, la
mayor abundancia de hallazgos se encuentra en la zona occidental, en concreto en la
cuenca del río Bayas. Esto parece que tuvo su desarrollo en unos momentos del Cal-
colítico-Edad del Bronce. También hacen su presencia varios monumentos megalíticos,
siendo especialmente destacados los menhires.

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434
ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA nº 24 435-848 VITORIA-GASTEIZ 2009 ISSN 1695-1611

MÉTODOS CUANTITATIVOS EN ARQUEOLOGÍA

Fernando Galilea Martínez*

Palabras clave: Arqueometría. Estadística. Geoestadística. Morfometría geométrica. Cluster. Inferencia. Se-
riación. Cronología.
Gako hitzak: Arkeometria. Estatistika. Geoestatistika. Morfometria geometrikoa. Klusterra. Inferentzia. Se-
riatzea. Kronologia.
Key words: Archaeometry. Statistics. Geoestatistics. Geometric morphometrics. Cluster. Inference. Se-
quencing. Chronology.

RESUMEN:
Métodos cuantitativos en arqueología es una colección de técnicas matemáticas y estadísticas aplicadas
a la arqueología. Reúne los tres pilares clave del aprendizaje, una base teórica que compagina rigor con com-
prehensión, aplicación a casos prácticos reales, y las herramientas informáticas necesarias. Nos situamos
dentro de lo que se denomina Arqueometría, pero distanciándonos de otras técnicas auxiliares de la arqueo-
logía. En cada uno de los veinte casos que estudiamos proporcionamos la base teórica y la forma de aplicarla
mediante las herramientas proporcionadas que incluso nos permiten interactuar con el programa. Las áreas
de estudio comprenden la geoestadística, la morfometría de los objetos, las agrupaciones y clasificaciones o
clusters, diferentes tests estadísticos, varios técnicas de seriación como son las de ausencia-presencia, bat-
tle-ship, escalado multidimensional y análisis de coordenadas principales, dataciones combinadas de C-14
y series temporales por wavelets. Presentamos técnicas antiguas, incluso olvidadas, como son la seriación
junto a nuevos procedimientos aplicados por primera vez en arqueología como es la morfometría geométrica
y wavelets, además de clásicos estudios estadísticos como son el análisis cluster, la estadística no paramé-
trica, la función de densidad Kernel, junto a un renacer de estadísticas sencillas que han resultado ser más
potentes que lo que se pensaba, como son los histogramas.

LABURPENA:
Arkeologiako metodo kuantitatiboak, arkeologiari aplikaturiko matematika- eta estatistika-tekniken bilduma
da, eta honako hauek biltzen ditu: ikaskuntzaren funtsezko hiru zutabeak, zehaztasuna eta besarkadura ba-
teratzen dituen oinarri teoriko bat, egiazko kasu praktikoetako aplikazioa, eta beharrezko informatika-tresnak.
Arkeometria deritzonaren barruan kokatzen gara, baina arkeologiaren beste teknika osagarri batzuetatik urrun-
duz. Aztertzen ditugun hogeitabi kasuetako bakoitzean oinarri teorikoa eta emandako tresnen bidez hori apli-
katzeko modua ematen dugu. Tresna horiek elkarri eragitea ere ahalbidetzen digute. Ikerketa-arloek honako
hauek barne hartzen dituzte: geoestatistika, objektuen morfometria, elkartzeak eta sailkapenak edo kluste-
rrak, estatistika-test ezberdinak eta seriatzeko hainbat teknika, hala nola, absentzia-presentziazkoa, battle-
ship, dimentsio anitzeko eskala-faktorea eta koordenatu nagusien analisia, C-14ko datazio konbinatuak eta
wavelets bidezko denbora-serieak. Teknika zaharrak, eta baita ahaztutakoak ere aurkezten ditugu, adibi-
dez, seriatzea, eta horiekin batera arkeologian lehen aldiz aplikatutako prozedura berriak, eta horien artean
mofometria geometrikoa eta wavelets. Halaber, estatistika-azterketa klasikoak ere aurkezten ditugu, hala
nola, cluster analisia, estatistika ez parametrikoa eta Kernel dentsitate-funtzioa, eta horiekin guztiekin bate-
ra, pentsatu baino ahaltsuagoak gertatu diren estatistika soilen berpiztea, esate baterako, histogramak.

* Instituto Alavés de Arqueología / Arkeologiarako Arabar Institutua. Pedro Asua 2, 2º Dpto 53. 01008 Vitoria-Gasteiz.
arkfgalilea@telefonica.net

435
SUMMARY:
Quantitative methods in archaeology is a collection of mathematical and statistical techniques applied to
archaeology. It brings together the three key pillars of learning, a theoretical base that combines rigour with un-
derstanding, application to real practical cases and the required computer tools. We are in the realm of what
is known as Archaeometry, but distancing ourselves from other auxiliary archaeological techniques. In each
one of the twenty two cases studied, we provide the theoretical base and the way of applying it by means
of the tools provided, that even allow us to interact with the programme. The fields of study include geosta-
tistics, the morphometrics of objects, groups and classifications or clusters, different statistical tests, several
sequencing techniques such as absence-presence, battle-ship, multidimensional scaling and the analysis
of key coordinates, combined C-14 dating and temporary wavelets series. We present former techniques,
that have even been forgotten, such as sequencing together with new procedures applied for the first time in
archaeology, such as geometric morphometrics and wavelets, as well as classical statistical studies, such as
cluster analyses, non-parametric statistics, Kernel density functions, together with simple statistics that have
proven to be stronger than expected, such as histograms.

436
ÍNDICE

CAPÍTULO 0. INTRODUCCIÓN..................................................................................................................438

CAPÍTULO 1. GEOESTADÍSTICA...............................................................................................................444
1.1. Interpolación espacial. El caso de las cerámicas celtibéricas en tierra de berones........................444
1.2. Estadística espacial. Coeficiente R Poisson. Los dólmenes de la sierra de Aralar.........................456
1.3. Diagramas polares. La orientación de los dólmenes en el País Vasco...........................................465
1.4. Test del vecino más próximo. Los poblados del Hierro I en Álava...................................................475
1.5. Interpolación espacial. Definición y relimitación de recintos mediante agujeros de poste..............487
1.6. Geoestadística de la Estación Megalítica de Entzia-urbasa. La Función K de Ripley.
Test de Mantel..................................................................................................................................495

CAPÍTULO 2. MORFOMETRÍA GEOMÉTRICA..........................................................................................504


2.1. Morfometría Geométrica. Las puntas de flecha en diversos enterramientos colectivos
del Eneolítico alavés........................................................................................................................505
2.2. Morfometría Geométrica. El caso de las hachas de talón
y anillas del bronce atlántico alavés................................................................................................544

CAPÍTULO 3. CLASIFICACIÓN Y AGRUPACIÓN.......................................................................................557


3.1. Determinación del origen de cerámicas. Análisis FRX y cluster. 1ª parte: el método.....................558
3.2. Análisis FRX., Cluster y función discriminante del sílex en el cantábrico oriental...........................612

CAPÍTULO 4. ANÁLISIS E INFERENCIA ESTADÍSTICA...........................................................................644


4.1. Análisis de correspondencias y su aplicación al estudio de la alimentación
en la Edad del Hierro........................................................................................................................644
4.2. Estudio de la composición química de los objetos de metal de la cueva sepulcral
de Gobaederra (Álava)....................................................................................................................651
4.3. Aplicación de la función de densidad Kernel. Estudio de las dimensiones
de los menhires en Álava................................................................................................................667
4.4. Asociación de variables cualitativas. Test X2 de Pearson. Test exacto de Fisher
y test de Cochran, Mantel y Haenszel.............................................................................................682
4.5. Test de Kolmogorov-Smirnov. Graficas de Bagolini. El yacimiento de Itsetsasi. (Álava).................727
4.6. Pruebas no paramétricas. Prueba U de Mann-Whitney. Las cerámicas del poblado
Berón de La Hoya (Álava)...............................................................................................................733

CAPÍTULO 5. SERIACIÓN Y CRONOLOGÍA.............................................................................................737


5.1. Dataciones combinadas de C-14 y análisis de la varianza. El enterramiento bajo roca
del Eneolítico de San Juan Ante Portam Latinam (Álava)...............................................................739
5.2. Seriación de la necrópolis vettona de la Osera. La necrópolis celtibérica de Numancia................751
5.3. Wavelets y análisis de la varianza. Su aplicación al estudio de dataciones de C-14.
Los dólmenes del cantábrico oriental y alto valle del Ebro..............................................................773
5.4. Seriación por “Battle-ship” de Petrie y Ford....................................................................................784
5.5. Cronología anual dolménica............................................................................................................799

CAPÍTULO 6. CÁLCULOS..........................................................................................................................812
6.1. Cálculo del volumen de cerámicas. Su aplicación al poblado Berón de La Hoya
(Laguardia. Álava)............................................................................................................................813

437
INTRODUCCIÓN
Qué son los métodos cuantitativos

La observación es el primer método de todo estudio científico. Obtenemos una pri-


mera aproximación al objeto o entidad que pretendemos analizar. Determinamos, for-
mas, tamaños, colores, y otras características. También tenemos a nuestra disposición
un conjunto de herramientas que nos permiten ir más allá de lo que nuestros ojos pue-
den observar. Con una lupa podemos apreciar diferentes características de las plantas
o animales que a simple vista es imposible. Con el microscopio podemos llegar a ver
la existencia de las células que componen los seres vivos. Conforme aumenta la com-
plejidad de las herramientas que empleamos podemos llegar a observar las moléculas
e incluso los átomos que constituyen los ladrillos de la materia. A simple vista cuando
miramos el firmamento observamos un cielo cubierto de estrellas, pero a través de un
telescopio obtenemos una imagen del firmamento totalmente diferente, galaxias, nebu-
losas, agujeros negros. Con instrumental tecnológico apropiado incluso podemos ver
objetos que no son visible al ojo humano, como el Universo en infrarrojos, en rayos X,
en rayos gamma, en ultravioleta, etc. Nosotros no podemos ver estos objetos o estas
características, pero sin embargo existen, están presentes, sólo se necesita el instru-
mento apropiado para cada objeto o característica.

Los métodos cuantitativos aplicados a la arqueología son el conjunto de técnicas


que nos permiten observar objetos y relaciones, e inferir y extrapolar resultados que a
simple vista o con el razonamiento no son ni observables ni extrapolables. Nos permi-
ten ver, interpretar, inferir, extrapolar y comparar. Vienen a ser la lupa, el microscopio
o el telescopio de la observación visual. Para cada problema o análisis concreto de-
beremos utilizar el instrumento apropiado. Como todo instrumental debe ser conocido
y estudiado de antemano para poderlo aplicar correctamente. Saber como funciona,
hasta donde llega su visión, como se enfoca. Y esto exige un determinado tiempo de
aprendizaje. Cuando observamos una tabla de doble entrada, nuestro cerebro puede
llegar a comprender las relaciones de cuatro o cinco objetos con tres o cuatro variables.
Pero si tenemos una tabla con la salida de un análisis químico de FRX, en el que apa-
recen 24 tipos de óxidos o variables y más de cuarenta elementos, unas 960 celdas o
casillas, nuestra vista se desliza a través de estas celdas repletas de números sin llegar
a fijarse en ninguna en concreto. Para poder “ver” entre estos números tenemos unas
herramientas estupendas como son el análisis matemático y el análisis estadístico.

Los métodos cuantitativos entran en escena donde y cuando las ciencias o técnicas
auxiliares de la arqueología terminan. Los análisis físicos, los análisis químicos son te-
mas de profesionales de la física y química. La interpretación de estos resultados debe
ser tema para arqueólogos. La frontera difusa de contacto entre los análisis obtenidos
a través de las técnicas auxiliares de la arqueología y los análisis de estos resultados
a través de los métodos cuantitativos requiere un esfuerzo por ambas partes. Por parte
de los profesionales de las técnicas auxiliares, se deben conocer los parámetros en
que la arqueología y la obtención de los datos se mueven, para poder aplicar aquellas
técnicas más convenientes en la resolución del problema planteado. Por parte del ar-
queólogo se debe conocer la metodología que la técnica auxiliar está empleando para
conocer cuales son sus parámetros a la hora de interpretar sus resultados. Ambas
partes deben conocer suficientemente el método de la otra. Las herramientas que se
utilizan deben ser, las mejores que existan en el mercado. La producción científica no
difiere sustancialmente de la producción industrial.

438
Se suele conocer como Arqueometría a la colección de métodos cuantitativos que
existen en arqueología. Sin embargo conviene realizar una precisión. No toda técnica
auxiliar que es aplicable en arqueología es Arqueometría. Existen numerosas técnicas
físico y químicas de determinación de elementos, etc., que no son Arqueometría sino
técnicas de la disciplina concreta física o química. Lo que sucede es que influenciados
por las revistas “Archaeometry” de la Universidad de Oxford, y “Radiocarbon” se ha ve-
nido denominando así a los artículos publicados en éstas que predominantemente, por
no decir absolutamente, tratan de temas físico y químicos no directamente vinculados
con la arqueología, pero si con posibilidades de ser aplicados como técnicas en algún
tipo de análisis directamente en arqueología.

Necesidad de aplicación de los métodos cuantitativos


Comentábamos como la observación es el principio del método científico. Sin em-
bargo este método se queda prontamente obsoleto. Cuando observamos un recipiente
cerámico, vemos su forma, su color, su decoración, su tamaño. Para un observador este
recipiente es de forma ovalada, color anaranjado, decoración lineal y tamaño pequeño.
Pero para otro observador la forma puede ser ovalada aunque abierta, el color amarillo
tirando a anaranjado, su decoración es en cenefas y su tamaño mediano. La cuantifica-
ción es necesaria tanto como medida de un hecho o variable, como también para poder
hablar en términos homogéneos. Para ello definiremos su forma bien ajustándola a fun-
ciones polinómicas o mejor mediante morfometría geométrica, calcularemos su volu-
men en centímetros cúbicos, etc. Con ello conseguimos un doble propósito no solo
cuantificar sino poder comparar. Pasamos de una descripción “arqueología narrativa”,
a una cuantificación “arqueología cuantitativa”.

En una excavación arqueológica obtenemos una serie de objetos, situados tanto es-
pacial como cronológicamente. Esta situación se mide mediante coordenadas espacia-
les y a través de la estratigrafía, coordenada temporal. Cada objeto se puede definir por
una multitud de variables, cada una de las cuales mide una característica del mismo.
Esta definición del objeto a través de sus variables es una medición o cuantificación del
mismo. Es decir que en una excavación obtenemos multitud de datos que pueden ser
objeto de cuantificación o medida. La mejor manera de manejar datos es a través de
las matemáticas y concretamente en su modalidad estadística. Vivimos en un mundo
sumergido y rodeado por las matemáticas cuyas aplicaciones son infinitas. El mismo
procedimiento, “wavelets”, se aplica para observar el “big-bang megalítico” que para la
realización de una película de dibujos animados.

Sin embargo las aplicaciones matemáticas y estadísticas han tenido que sortear un
grave problema como ha sido lo laborioso de su ejecución. Ha sido la revolución elec-
trónica la que ha conjuntado la fuerza y grandeza de las matemáticas y la estadística
con su herramienta gemela, la informática. Procedimientos que exigían un largo traba-
jo, apenas se realizaban, y si se hacían sólo se ejecutaba un único procedimiento. Hoy
simplemente obtenemos sin dificultad todas las posibles combinaciones que ese mis-
mo método arroja en función de diferentes parámetros. No solamente esto, sino que ha
posibilitado la aparición de nuevas técnicas impensables hace unas pocas décadas.

Posibilidad de aplicación de los métodos cuantitativos


Nos encontramos en el inicio de una etapa, en la que confluyen una poderosa técni-
ca junto con una herramienta, alma gemela de la propia técnica. En nuestro caso la aso-
ciación es perfecta, tenemos variables, todas medibles y cuantificables, tenemos los mé-

439
todos y técnicas matemáticas y estadísticas apropiadas y los medios técnicos necesa-
rios para su aplicación. Estamos en el inicio de una estimulante etapa de crecimiento
en el conocimiento de tendencia exponencial. Antes el esfuerzo y el tiempo lo dedi-
cábamos a la realización de cálculos, calculadora en mano. Ahora en escasos minu-
tos introducimos los datos, en segundos obtenemos los resultados, y ahora sí, ahora
podemos dedicar todo el esfuerzo a pensar en los resultados, y no a perder el tiempo
en cálculos eternos. Anteriormente el 80% del tiempo, siguiendo la Ley de Paretto, se
dedicaba a labores manuales y el 20% a labores intelectuales. Hoy hemos dado la
vuelta a la situación y el 20% del tiempo lo dedicamos a labores manuales y el 80% a
labores intelectuales de interpretación de los resultados obtenidos. No se debe tener
la menor duda que esta inversión en esfuerzo intelectual se materializará en nuevos
conocimientos, más amplios y profundos que los que se tenían hace unos pocos años.
Por ejemplo desde jóvenes conocemos los sencillos histogramas. Para cualquier estu-
dio lo primero que realizábamos era el correspondiente histograma, lo cual llevaba su
tiempo. Realizábamos un histograma con los intervalos de la variable que hubiéramos
definido y según resultaba el histograma, decidíamos. Hoy en cambio tan sencillo pro-
cedimiento ha sufrido una profunda renovación. Ahora los histogramas son interactivos,
es decir que podemos interactuar con el dibujo y cambiar los intervalos de la variable
(el número de barras) de una forma más rápida que lo que me ha costado redactar esta
línea. Tenemos delante una poderosa herramienta que ni imaginábamos su poderío.
Simplemente modificando los intervalos de la variable, observamos la aparición de
picos, señal de que estamos observando un fenómeno de agrupamiento de la variable
en torno a clusters. Antes perdíamos el tiempo calculando y dibujando el histograma y
dedicábamos poco esfuerzo a su interpretación. Hoy te sitúas delante del ordenador y
sencillamente vas actuando interactivamente, modificando los parámetros, y dedican-
do el tiempo a pensar en el significado de los resultados que estas obteniendo. Incluso
podemos decir que el trabajo manual ahora, más que una pérdida de tiempo, es un
gasto de tiempo que no es lo mismo. Al igual que la sociedad estamos cambiando de
trabajadores manuales a trabajadores intelectuales y es aquí, en el trabajo intelectual,
donde se localiza la productividad y el valor añadido del científico.

Para llegar a este punto se ha tenido que recorrer un largo camino. En un principio
los cálculos estadísticos se realizaban a mano, papel y lápiz. Personalmente he tenido
más suerte porque en mi época de estudiante salieron al mercado las primeras calcula-
doras electrónicas. Esto facilitaba el trabajo. Para ello realizábamos una serie de tablas
con varias columnas cuya finalidad era establecer cálculos intermedios. Estos cálculos
intermedios eran aplicados a unas fórmulas y obteníamos un estadístico. La compara-
ción de este resultado estadístico con el facilitado en tablas determinaba el sentido del
análisis. De realizar estos cálculos a mano a realizarlos con calculadora el ahorro de
tiempo y la exactitud del resultado eran apreciables. Un análisis sencillo de la varianza
podía llevar dos horas de intenso trabajo y absoluta concentración para no confundirte
en los cálculos. Hoy cualquier programa estadístico lo realiza en apenas un segundo.
Y no solamente esto, la programación del análisis de la varianza con el programa de
Microsoft “Excel” apenas lleva cinco minutos.

Cuando en 1980 salieron los primeros ordenadores el tiempo manual empezó a


reducirse sobretodo a partir de la salida al mercado de las primeras hojas de cálculo,
como fueron Visicalc, Multiplan y Excel. Sin embargo la realización de programas es-
tadísticos en estas hojas de cálculo era en algunos supuestos muy complicado, a no
ser de que se tuviera acceso a un Centro de Cálculo con personal, medios y ganas de
realizarte alguna de estas programaciones. El problema era grave. No encontrabas los
programas adecuados.

440
Ha sido con la entrada del nuevo milenio, con el desarrollo de Internet, cuando se
ha tenido acceso a multitud de información y de programas de uso libre o público o de
empresas comerciales de carácter estadístico, cuando verdaderamente se ha posibi-
litado que todo aquel que lo desee y previo un riguroso estudio de temas estadísticos
pueda acceder y aplicar multitud de técnicas estadísticas. Sin Internet no seria posible
conocer los numerosos programas estadísticos que existen. Nosotros vamos a utilizar
el programa PAST, PAleontological STatistics, ver. 1.81, casi exclusivamente. PAST es
un buen programa, muy completo y fácil de manejar diseñado en principio para uso
paleontológico. Con unas pocas horas de entrenamiento se consigue manejarlo con la
suficiente habilidad. Es de difusión libre y se puede bajar gratuitamente de Internet de
una forma muy sencilla. Ha sido desarrollado por Øyvind Hammer, D. A. T. Harper y P.
D. Ryan.

Objetivos de este libro


Las páginas que siguen son continuación del artículo que con el título de “Estadís-
tica aplicada a la arqueología” redacté en 1984 gracias a una beca que me fue conce-
dida. Como hemos comentado anteriormente no es comparable la situación de 1984
con la actual por lo que los contenidos y metodología son totalmente novedosos. No
ha sido mi pretensión que este libro sea un manual de estadística. Existen actualmente
múltiples y muy buenos manuales de introducción y profundización en temas estadísti-
cos. He pretendido y espero haber logrado, que sea un manual de métodos y técnicas
aplicadas muy directamente a la problemática cotidiana del mundo arqueológico. Bus-
co el equilibrio entre rigor, aplicabilidad y facilidad. Las matemáticas y la estadística no
tienen porque ser difíciles de entender, si se explican adecuadamente. La explicación
teórica profundiza a un nivel lo suficiente como para comprender adecuadamente la téc-
nica propuesta, con palabras sencillas que puedan ser entendidas por el sector al que
va dirigido este libro. No pretendo demostrar las bases teóricas del método estadístico
aplicado, por salirse del objetivo propuesto. Lo que pretendo es que se domine el tema,
que se entienda y comprenda, que se conozcan las condiciones de aplicabilidad de ca-
da técnica. Como he comentado la profundización en el aspecto teórico puede realizar-
se con cualquiera de los múltiples manuales de estadística que existen.

No me baso exclusivamente en el aspecto teórico del método, que a muchos de los


lectores haría desistir con solo intentar entender los primeros párrafos, sino en conjun-
ción con la aplicación a un caso concreto real. El esquema que se utiliza en los casos
propuestos es prácticamente el mismo. Primero se realiza una introducción al problema
arqueológico que tratamos de resolver. En segundo lugar comento las características
arqueológicas del yacimiento o de los objetos a estudiar. A continuación se explican las
bases teóricas que se van a aplicar para la resolución del problema, compaginando ri-
gor con comprensión adecuada y suficiente de éstas. Continuamos con la realización
práctica del caso en la que aplicamos los conocimientos estadísticos comentados an-
teriormente, los condicionantes de su aplicabilidad y como debe utilizarse el programa
informático que vamos a aplicar. Por último y más importante las conclusiones que
sacamos del caso según los condicionantes teóricos que hemos visto y su conjunción
con los datos disponibles.

Este conjunto de teoría, caso práctico y programa informático es donde reside la


base que sustenta este libro. Por primera vez el arqueólogo tiene a su disposición los
tres pilares en que se sustenta todo aprendizaje. Una base teórica que compagina ri-
gor con sencillez, un caso real y un programa informático de libre acceso para aplicar.
Hasta ahora los libros de metodología carecían de algunas de estas bases, ahora se
dispone de una herramienta completa, sencilla y eficaz.

441
El libro está estructurado en seis grandes capítulos. Comienza con cinco temas
relacionados con la Geoestadística. La Geoestadística son un conjunto de técnicas y
métodos que analizan variables u objetos desde un punto de vista espacial. Este pun-
to de vista espacial puede ser estudiado en diferentes escalas, tanto a un nivel de ma-
croescala como a niveles de microescalas. Analizamos diferentes técnicas relacionadas
directamente como son los variogramas, gridding, coeficiente R de Poisson, diagramas
polares e índices diversos, y técnicas de aplicaciones varias como es el análisis cluster,
test de normalidad y mixture.

El segundo capítulo trata de un tema novedoso en arqueología como es la morfo-


metría geométrica. La morfometría geométrica estudia la forma de los objetos con téc-
nicas matemáticas. Se puede aplicar para cualquier tipo de objeto, tanto en 2-D como
en 3-D, e incluso automatizar la toma de datos. Anteriormente solo podíamos definir
matemáticamente las formas de las cerámicas por ajustes a funciones polinómicas.
Las técnicas utilizadas se basan en el análisis elíptico de Fourier, autovalores, rejillas
de deformación y componentes principales.

El tercer capítulo estudia la aplicación del análisis cluster para la determinación


de grupos afines o clusters. Es una técnica muy utilizada en arqueología porque res-
ponde a una de las preguntas más frecuentes e importantes, como es la formación de
conjuntos semejantes o desiguales. En este caso hemos aplicado esta técnica a la
determinación del origen de cerámicas y en un segundo estudio al origen del sílex. In-
cluimos otras técnicas necesarias como son el análisis discriminante, test de Hotelling,
así como diagramas triangulares.

En el cuarto capítulo tratamos diferentes tipos de estudios en cuatro temas dife-


rentes. Vemos las técnicas mixture, kernel, gráficos 3-D, histogramas, prueba de nor-
malidad, cluster, análisis de correspondencias, test de la X2 de Pearson, test exacto de
Fisher, test de Cochran-Mantel-Haenszel, así como dos casos de pruebas estadísticas
no paramétricas como son la prueba K de Kolmogorov-Smirnov y la prueba U de Mann-
Whitney.

El quinto capítulo estudia los objetos o variables desde un punto de vista temporal.
Son cuatro casos dedicados a este tema. El primero trata de la combinación de data-
ciones múltiples de C-14. La importancia radica en que si tenemos varias dataciones
de un mismo objeto o variable, a través de un método estadístico podemos reducir con-
siderablemente el intervalo temporal proporcionado por el laboratorio. Los dos temas
siguientes tienen un componente también temporal, pero en este caso no absoluto,
sino relativo. Me estoy refiriendo a la seriación. La seriación ha sido una técnica prácti-
camente olvidada en las dos ultimas décadas, más por la dificultad que supone realizar
un programa de este tipo, que por el interés que presenta esta técnica. Exponemos
cuatro métodos diferentes de seriación como son el método de presencia-ausencia,
el método de Petrie y Ford más conocido como “battle-ship”, seriación por escalado
multidimensional y seriación mediante análisis de correspondencias. En el cuarto tema
trato un nuevo tipo de análisis por “waveletes”, que permite analizar variables a lo largo
del tiempo, permitiendo visualizar cómodamente, tendencias estacionales en los valo-
res que adopta la variable estudiada. Las técnicas que vamos a utilizar comprenden el
análisis cluster, mixture, ANOVA, formula de Spaulding, formula de Long y Rippeteau,
formula de Chauvenet, índice de seriación, ajuste parabólico, distancia de Jaccard,
funciones polinómicas y componentes principales.

442
En el sexto capítulo tratamos el tema del cálculo del volumen de cerámicas. Co-
mentábamos al inicio que la observación es el inicio de la ciencia. En el caso de las
cerámicas lo primero que vemos son dos características, la forma y el tamaño. Aunque
hay múltiples estudios sobre la forma de la cerámica y su análisis, es difícil encontrar
algún estudio en que se haya cuantificado el tamaño o volumen de la cerámica. El des-
interés de la arqueología en materia de cuantificación alcanza en este punto su máximo
exponente.

En Vitoria-Gasteiz a 31 de Julio de 2009.

BIBLIOGRAFÍA

BARCELÓ, J. A.
(2007) Arqueología y estadística (1). Introducción al estudio de la variabilidad de las evidencias arqueológi-
cas”. Universidad de Barcelona. Departamento de Prehistoria. Barcelona.

BAXTER, M.
(2003) “Statistics in archaeology”. Arnold applications of statistics. London.

GALILEA, F.
(1984) “Estadística aplicada a la arqueología”. Caja Provincial de Álava. Vitoria.

MONTERO, I.; GARCÍA HERAS, M.; LÓPEZ-ROMERO, E.


(2007) “Arqueometría: cambios y tendencias actuales”. Trabajos de Prehistoria, 64, nº 1. Madrid

SHENAN, S.
(1992) “Arqueología cuantitativa”. Editorial Crítica. Barcelona. Traducción de J. A. Barceló del original “Quan-
tifying Archaeology”, Edinburgh University Press. Edimburgo 1988.

URIEL, E.; ALDÁS, J.


(2005) “Análisis multivariante aplicado. Aplicaciones al Marketing, Investigación de Mercados, Economía,
Dirección de Empresas y Turismo”. Editorial Thomson. Madrid.

443
CAPÍTULO 1. GEOESTADÍSTICA

INTRODUCCIÓN

Bajo el epígrafe Geoestadística he reunido un conjunto de métodos que miden y


cuantifican objetos y variables en función de su situación espacial. Podemos definir la
Geoestadística como la ciencia que estudia fenómenos regionalizados, que son los que
están influidos por su situación espacial, y que presentan una correlación o dependencia
espacial. Estos métodos son aplicables tanto a escalas grandes, como pueden ser la si-
tuación de yacimientos arqueológicos, como a escalas medias, como puede ser la si-
tuación de objetos dentro de yacimientos arqueológicos. Y a microescalas, como puede
ser la situación de decoraciones en cerámicas, retoques en útiles de sílex, composición
química de un recipiente cerámico. Con estos métodos correlacionamos situación espa-
cial con valores de una o varias variables, buscando una continuidad entre correlación
estadística y causalidad humana, la cual no siempre se produce.

La Geoestadística es un área relativamente reciente dentro del análisis matemático,


que hasta el presente ha tenido un escaso desarrollo y éste en parte derivado por la in-
troducción de los SIG, que entre sus opciones presentan técnicas de Geoestadística. Sin
embargo la Geoestadística no tiene nada que ver con los sistemas de información geo-
gráfica. Si que utilizan algunas técnicas comunes, pero su semejanza se queda ahí.

La correlación espacial nos permite observar si los valores dependen de su situa-


ción espacial. Mide la distancia que se produce entre los valores de una variable en fun-
ción de su distancia espacial y cuantifica la dirección de la variación geográfica. Para
ello utilizaremos variogramas, técnicas de krigeado, gridding, y variados tipos de índices.
Estas técnicas permiten realizar estimaciones, pero no entraremos en este mundo de las
estimaciones, por estar alejado de la problemática arqueológica.

La estadística clásica no funciona en este tipo de problemas puesto que su premisa


inicial consiste en la independencia de las observaciones. Sin embargo en la Geoes-
tadística este presupuesto no se da, sino al contrario, cada dato esta influido por el va-
lor que toman los datos próximos, disminuyendo esta influencia a medida que nos ale-
jamos de él.

1.1. INTERPOLACIÓN ESPACIAL. EL CASO DE LAS CERÁMICAS CELTIBÉRI-


CAS EN TIERRA DE BERONES

En un trabajo anterior estudiamos como con un análisis combinado de FRX y Clus-


ter podemos atribuir las cerámicas a diferentes alfares, aunque desconozcamos don-
de se localizan estos. Este estudio trata de situar estos alfares en unas coordenadas
aproximadas.

Para ello partimos de las siguientes hipótesis. En primer lugar la composición quími-
ca de la arcilla varía en el espacio. Efectivamente, esto lo pudimos comprobar al ana-
lizar la composición química de ocho barreros localizados en la zona de La Rioja. En se-
gundo lugar, aunque no conozcamos la composición química de los alfares concretos
de la etapa celtibérica estimamos: que la composición química de las cerámicas son un
estimador aproximado de la composición química de los barreros, que la zona de influen-

444
cia de una alfar es mayoritaria en los poblados de los alrededores y que cuanto más pró-
ximos estén mayor será esta, y en consecuencia podemos sustituir los barreros por las
cerámicas encontradas en los poblados.

De esta forma las cerámicas de un poblado son un estimador aproximado de la


composición química de la arcilla de la zona. Esto es lo que queremos comprobar.

La Geoestadística son un conjunto de técnicas y herramientas que permiten anali-


zar y predecir los valores de una variable distribuida en el espacio. Es la estadística
aplicada a datos geográficos. Los orígenes de la geoestadística se encuentran en el
campo de la minería y de ahí se ha exportado a otros muchos campos de las ciencias
de la tierra y humanas.

Los nuevos programas de información geográfica (SIG), y la aplicación de la Geoes-


tadística suponen una nueva forma de analizar el comportamiento espacial de una va-
riable. Los datos georeferenciados con coordenadas geográficas, aunque valdría cual-
quier par de datos de un eje cartesiano, son analizados por estos programas generando
mapas de dispersión. Sin embargo la información que suministran es escasa. Se nece-
sitan paquetes de Geoestadística que permitan extraer toda la información que se en-
cuentra en esas variables georeferenciadas. Para ello se cuenta con dos técnicas o mé-
todos principales: el variograma que es un método que observa el comportamiento de
la variable en el espacio y su dirección isotrópica el krigeado que es un método de in-
terpolación es decir, de cuantificar el valor de la variable en cualquier punto del espacio
y el mapa de isolíneas.

En la estadística tradicional las observaciones son independientes entre sí y este


supuesto debe cumplirse fielmente. Sin embargo en la Geoestadística no sucede esto
sino al contrario, ya que por definición las observaciones muestrales próximas presen-
tan valores semejantes, mientras que las más alejadas tienen valores cada vez más
diferentes. Es decir que en la estadística clásica las observaciones se suponen provie-
nen de una misma función, y en la Geoestadística, cada observación es una función.
Stefan (1934) lo definió perfectamente “los datos procedentes de unidades geográficas
están atados, como racimos de uvas, no separados como las bolas en una urna”.

La Geoestadística se define como el estudio de fenómenos regionalizados que exis-


ten en el espacio y que presentan una correlación o dependencia espacial. La geoes-
tadística trata de determinar ese fenómeno espacial mediante una función matemática
denominada variable regionalizada que define y mide este fenómeno.

La inferencia clásica estadística no sirve cuando existen variables regionalizadas,


concretamente por la premisa principal de que las observaciones no son independien-
tes. Si a fenómenos regionalizados les aplicamos los estadísticos clásicos, nos encon-
traríamos con graves problemas que implican la infravaloración del nivel de significación
y consecuentemente la sobrevaloración de la potencia del contraste. Para un intervalo
crítico, cuando hay dependencia espacial, la probabilidad de error del tipo I es mayor y
la potencia del contraste menor que cuando las observaciones son independientes.

1.1.1. INTERPOLACIÓN ESPACIAL. VARIOGRAMAS

La interpolación espacial es un método que permite estudiar el comportamiento es-


pacial de una variable, detectando la variabilidad en función de la distancia, la correla-
ción espacial y las direcciones de anisotropía. Correlaciona individuos donde dos de sus

445
variables son coordenadas cartesianas y como caso particular, cuando éstas son coor-
denadas geográficas.

En definitiva nos permite observar si los valores de una variable están relacionados
con su situación espacial. Esta situación se detecta mediante la función variograma, que
indica como fluctúan los valores y la dirección de la variable en el espacio, indicándonos
de esta forma su estructura espacial.

La función variograma se define como la mitad de la esperanza de los incrementos


cuadráticos de primer orden de Z(x). El variograma es desconocido. Lo primero que de-
bemos obtener, es un variograma experimental a partir de los datos muestrales. El vario-
grama representa la variación media de cambio de una variable con la distancia. Es una
función monótona creciente que alcanza un valor límite, que se mantiene constante, de-
nominado meseta. Alcanzada esta meseta la autocorrelación es nula. Obtenido este va-
riograma experimental, construimos un variograma experimental medio, que es la media
de los cuatro variogramas direccionales, este-oeste, norte-sur, y sus bisectrices.

La secuencia de estos cuatro variogramas, nos permite observar si existe un com-


portamiento anisótropo de la variable que indicarla que la variable tiene un comporta-
miento correlacionado con la dirección en la que se observa su movimiento. En caso con-
trario, cuando la variable tiene un comportamiento similar en cualquier dirección, se dice
que es isotrópica.

El siguiente paso es obtener el variograma teórico, que es un modelo que se ajusta


al experimental, para estudiar el comportamiento espacial de la variable. Esto se debe a
que no se puede trabajar matemáticamente con el variograma experimental, al carecer
de función matemática. Son varios los modelos teóricos según la función en su origen
y la presencia o ausencia de meseta. Los más frecuentes son: modelo esférico que es
el más utilizado, modelo exponencial, modelo Gaussiano y modelo potencia. La selec-
ción de uno de los modelos es una cuestión subjetiva, aunque existen una serie de
criterios estadísticos que pueden ayudar. Entre estos, el más extendido es de la valida-
ción cruzada que básicamente nos indica si las estimaciones que vamos a realizar en el
krigeado son buenas o no. Para considerar correcto el ajuste el porcentaje de datos mal
estimados no debe pasar el 5%, la media de los errores tiene que estar próxima a cero
y la media cuadrática de los errores estandarizados tiene que aproximarse a uno.

Se diferencian dos tipos de variogramas, con meseta y sin meseta. Los variogramas
con meseta se caracterizan por un rápido incremento de la variabilidad de la variable
a medida que aumenta la distancia entre los puntos, hasta que se estabiliza en lo que
se denomina meseta, que es el mayor valor del variograma. Se denomina alcance a la
distancia para la cual se produce la estabilización del variograma (inicio de la meseta),
teniendo como principal característica que en este tramo los valores de la variable es-
tán correlacionados entre sí. A partir de aquí, es decir en la meseta, los valores de la
variable no están correlacionados. La dependencia espacial disminuye a medida que se
incrementa la distancia y finaliza a una distancia determinada. Normalmente el variogra-
ma no arranca del eje de coordenadas sino que comienza con un valor positivo en or-
denadas para una distancia cero. A esto se le denomina “efecto pepita”, e indica que
la variable tiene un comportamiento aleatorio en las pequeñas distancias, que pueden
existir errores en el muestreo, o que puede existir un efecto escala, en el que la varia-
ción en la variable sea inferior a las distancias entre los puntos.

446
Si el variograma tiende a la horizontalidad están indicando la ausencia de depen-
dencia espacial. A estos variogramas se les conoce como efecto pepita puro. Los va-
riogramas sin meseta crecen ilimitadamente no presentando la típica meseta de no
correlación.

Una vez estudiado el comportamiento espacial de la variable, el siguiente paso con-


siste en obtener la estimación espacial mediante el krigeado, a través de los valores
de los datos muestrales y de la información sobre la variabilidad espacial de la variable
obtenida anteriormente en el variograma. El krigeado es un medio de estimación, de in-
terpolación, de obtención de los valores de una variable desde una población muestral.
Es un método de interpolación superior a los tradicionales, como son los del inverso
ponderado de la distancia y triangulación, porque mientras que éstos últimos utilizan
la distancia euclidiana para el cálculo de los pesos a aplicar a cada dato muestral, el
krigeado utiliza además de la distancia la geometría de localización de las muestras.
Además el krigeado minimiza la varianza del error esperado. En el krigeado los puntos
próximos tendrán unos valores de las variables más parecidos que los puntos que se
encuentren más lejanos. Existen diferentes clases de krigeado. El más utilizado es el
krigeado ordinario.

Es decir, a partir de los puntos muestrales estimamos el valor de esa variable en


cualquier punto del espacio. Para esto obtenemos el estimador de krigeado, que nos mi-
de el valor más probable de la variable teniendo en cuenta los valores de la variable en
los puntos próximos. El estimador asigna pesos elevados a los puntos más próximos al
que se quiere obtener, y pesos más bajos cuanto más alejados estén, sin tener en cuen-
ta los valores en esos puntos. Se forma un sistema de ecuaciones que son las que de-
terminan el estimador.

Para visualizar el comportamiento espacial de la variable se forma un gráfico de iso-


líneas, en el que se refleja los valores que toma la variable espacialmente. Los ejes de
coordenada son las coordenadas geográficas, longitud y latitud y a través de las líneas
con valor equivalente, se forma una representación de los valores de la variable con la
interpolación obtenida a través de los pasos anteriores. Estos gráficos son muy fáciles
de interpretar y a través de las isolíneas podemos apreciar gráficamente los valores
que adopta la variable.

Lo comentado hasta aquí hace referencia a una estadística univariada, con una sola
variable. Pero en la realidad son múltiples las variables que definen un problema. Para
solucionarlo se necesita conocer lo que se denomina como variograma cruzado. En este
supuesto la estimación se denomina co-krigeado.

Para la realización de este estudio hemos utilizado el programa PAST en su versión


1.81. Se trata de un magnifico programa, muy completo y muy sencillo de manejar que
se puede descargar gratuitamente de la red. Ha sido desarrollado por Øyvind Hammer,
D. A. T. Harper y P. D. Ryan.

En este programa, en la opción Geometría, seleccionamos la opción Gridding. Se pue-


den utilizar tres tipos de algoritmos, medias móviles, rejilla y krigeado. En este último
caso podemos especificar tres tipos de modelos teóricos: esférico, exponencial y Gauss.
Sin embargo este programa no proporciona el dato de anisotropía.

447
1.1.2. VARIOGRAMAS. INTERPOLACION ESPACIAL

Como siempre que se realiza un análisis estadístico procedemos a realizar un Aná-


lisis Exploratorio de Datos para observar como se comportan las variables y cuales son
sus valores estadísticos más significativos. El resultado se recoge en la siguiente tabla:

ESTADÍSTICA UNIVARIANTE
Si Al Fe Mn Mg Ca Na K Ti P
N 21,000 21,000 21,000 21,000 21,000 21,000 21,000 21,000 21,000 21,000
Min 50,440 18,180 5,900 0,041 1,570 1,300 0,300 4,110 0,788 0,098
Max 60,920 23,290 7,470 0,072 2,330 8,060 0,640 5,270 0,958 0,407
Sum 1156,640 450,190 143,630 1,232 39,990 103,520 9,860 96,150 17,928 3,611
Mean 55,078 21,438 6,840 0,059 1,904 4,930 0,470 4,579 0,854 0,172
Std. 0,807 0,332 0,100 0,002 0,052 0,528 0,025 0,079 0,012 0,018
Variance 13,678 2,311 0,212 0,000 0,057 5,847 0,013 0,133 0,003 0,007
Stand. 3,698 1,520 0,461 0,010 0,239 2,418 0,114 0,364 0,055 0,081
Median 55,250 21,630 6,830 0,061 1,810 5,060 0,450 4,500 0,832 0,157
Skewness 0,066 -0,451 -0,304 -0,314 0,229 -0,161 0,241 0,268 0,667 1,443
Kurtosis -1,659 -1,069 -1,123 -1,385 -1,591 -1,629 -1,484 -1,323 -1,116 1,618
Geom. 54,960 21,385 6,824 0,058 1,890 4,223 0,457 4,565 0,852 0,158

El resultado también se puede observar en el boxplot del siguiente gráfico.

64

56

48

40
Y

32

24

16

0
Mn

Mg

Ti
Si

Al

P
Fe

Ca

Na

448
1. Interpolación espacial variable Si.
En el gráfico 1 observamos el resultado de la interpolación espacial. El porcentaje de
Si aumenta a medida que nos desplazamos hacia el Oeste, disminuyendo cuando se-
guimos el curso del Ebro en dirección al Mediterráneo. No parece que haya diferencia
en relación a la latitud siendo esta variable constante.

2. Interpolación espacial variable Al.


En el gráfico 2 observamos el variograma resultado de la interpolación espacial de
la variable Al. El porcentaje de Al se incrementa según nos desplazamos hacia el Este.
Existen dos puntos atípicos de sentido contrario. En el primero la concentración au-
menta en un entorno de media intensidad y en el segundo localizado al Oeste la situa-
ción es la contraria, disminuyendo ostensiblemente la concentración en un entorno de
fuerte composición en Al.

3. Interpolación espacial variable Fe.


En el gráfico 3 observamos el variograma. Al igual que en el caso anterior el incre-
mento de la concentración de Fe se produce en dirección Este, sin que la latitud influya
en la correlación de manera decisiva.

4744

4736

4728
62,5

4720
57,4

4712
52,2

4704
47,1
4696

4688

4680

496 504 512 520 528 536 544 552 560

Gráfico 1. Gridding variable Si.

449
4744

4736

4728
22,9

4720
21,8

4712
20,7

4704
19,5

4696

4688

4680

496 504 512 520 528 536 544 552 560

Gráfico 2. Gridding variable Al.

4744

4736

4728
7,38

4720
6,94

4712
6,5

4704
6,06
4696

4688

4680

496 504 512 520 528 536 544 552 560

Gráfico 3. Gridding variable Fe.

450
4. Interpolación espacial variable Mn.
El variograma del gráfico 4, muestra una disposición en aspa indicando no solo una
tendencia a incrementarse hacia el Este sino también en latitud. La mayor concentra-
ción se produce en la zona sureste y puntualmente en el noroeste. La menor concentra-
ción se da en la zona central.

5. Interpolación espacial variable Mg.


El variograma 5, muestra el incremento de esta variable en dirección Este, sin ape-
nas influencia de la latitud.

6. Interpolación espacial variable Ca.


La variable Ca, gráfico 6, tiene correlación con la longitud Este y también una ligera
tendencia con la latitud.

7. Interpolación espacial variable Na.


Esta variable se comporta claramente por su anisotropía clara en dirección sureste
135º. Observamos como la composición química de Na se incrementa conforme nos
desplazamos en dirección sureste como se observa en el gráfico 7.

4744

4736

4728
0,0683

4720
0,0597

4712
0,0511

4704
0,0426

4696

4688

4680

496 504 512 520 528 536 544 552 560

Gráfico 4. Gridding variable Mn.

451
4744

4736

4728
2,34

4720
2,04

4712
1,75

4704
1,46

4696

4688

4680

496 504 512 520 528 536 544 552 560

Gráfico 5. Gridding variable Mg.

4744

4736

4728
9,57

4720
6,61

4712
3,65

4704
0,693
4696

4688

4680

496 504 512 520 528 536 544 552 560

Gráfico 6. Gridding variable Ca.

452
4744

4736

4728
0,626

4720
0,5

4712
0,374

4704

0,249

4696

4688

4680

496 504 512 520 528 536 544 552 560

Gráfico 7. Gridding variable Na.

8. Interpolación espacial variable K.


Esta variable se comporta con clara dependencia espacial concretamente aumenta
hacia el este y ligeramente hacia el norte, como se refleja en el grafico 8. Existe una de-
presión en la zona central del plano.

9. Interpolación espacial variable Ti.


De nuevo la dependencia espacial de la variable Ti es muy significativo como se re-
fleja en el gráfico 9. Observamos como la variable aumenta conforme nos desplazamos
hacia el oeste y hacia el sur. Existe un gran pico en la zona central del plano.

10. Interpolación espacial variable P.


Existe una manifiesta dependencia espacial aunque esta no es lineal. Observamos
en el grafico 10 que el incremento de la variable P se manifiesta en dirección noreste.
Dándose los valores inferiores en la zona suroeste del plano. Existe una punta de P en
la zona central oeste de este plano.

453
4744

4736

4728
5,08

4720
4,73

4712
4,39

4704

4,05

4696

4688

4680

496 504 512 520 528 536 544 552 560

Gráfico 8. Gridding variable K.

4744

4736

4728
0,944

4720
0,877

4712
0,81

4704
0,743

4696

4688

4680

496 504 512 520 528 536 544 552 560

Gráfico 9. Gridding variable Ti.

454
4744

4736

4728
0,338

4720
0,245

4712
0,153

4704

0,0611

4696

4688

4680

496 504 512 520 528 536 544 552 560

Gráfico 10. Gridding variable P.

1.1.3. CONCLUSIONES

La aplicación de técnicas de geoestadística como es el estudio de la dependencia


espacial a través de los variogramas y de los gráficos de isolíneas, proporciona una he-
rramienta valiosa para el estudio de la variabilidad de fenómenos arqueológicos en el
espacio, de tal forma que podemos observar su comportamiento espacial y medirlo.

Incluso, estamos en condiciones de dar el siguiente paso como es el de conocida la


composición química de una determinada cerámica aproximarnos a la zona de fabrica-
ción de la misma. Es evidente que el tamaño muestral con el que hemos realizado el es-
tudio es pequeño, pero es indicativo, de una forma aproximada, de la dependencia de
la variable en el espacio dimensional del plano.

Hemos comprobado en líneas anteriores como se da una clara dependencia espa-


cial de las variables estudiadas. Esta variabilidad se da generalmente en la dirección
este-oeste siguiendo la dirección natural del Valle del Ebro. En menor medida se da una
ligera variabilidad en latitud norte-sur.

455
1.2. ESTADÍSTICA ESPACIAL, COEFICIENTE R DE POISSON. LOS DÓLMENES
DE LA SIERRA DE ARALAR

La estadística espacial aplicada a la arqueología es una rama de la arqueología que


no ha sido suficientemente estudiada ni aplicada, a pesar de la importancia que tiene.
Muchos de los fenómenos arqueológicos tienen una explicación espacial. Las técnicas
de estadística espacial, tratan de localizar estos fenómenos, medirlos e inferir y trasla-
dar a otros puntos las mediciones realizadas.

En este caso solo vamos a estudiar la variable situación, medida en longitud y lati-
tud, sin tener en cuenta el resto de variables que definen el fenómeno megalítico. En con-
secuencia aplicaremos el coeficiente R de Poisson y Cluster. Si quisiéramos añadir al-
guna otra variable al estudio tendríamos que aplicar el método de interpolación espa-
cial o krigeado (Kriging).

En el caso que presentamos se trata de decidir si la situación de los dólmenes de la


sierra de Aralar, 80 ejemplares, se encuentran distribuidos por la sierra aleatoriamente
o se agrupan formando conjuntos o clusters, y si es así, cuales son las agrupaciones,
como se definen éstas y que individuos componen cada una de ellas.

1.2.1. LOS DÓLMENES DE LA SIERRA DE ARALAR

La sierra de Aralar se localiza al sur de Guipúzcoa, compartiendo superficie entre las


provincias de Guipúzcoa y Navarra. Es una extensa altiplanicie que se eleva unos 300
metros al sur sobre los valle de los alrededores y 500 metros al norte. En algún punto
sobrepasa los 1.500 metros de altura s.n.m. La superficie supera los 260 km2.

Magnífica estación dolménica tanto por cantidad como por la calidad de sus dólme-
nes. Se han contabilizado 88 dólmenes y 8 menhires, lo que proporciona una de las
mayores concentraciones dolménicas conocidas. Pero si importante es en cantidad no
menos importante lo son sus magníficos dólmenes. Se trata en muchos casos de majes-
tuosas colinas pétreas que destacan por su altura, sobrepasando los 3 metros y por sus
grandes cámaras con magníficos ortostatos. Muchos de ellos fueron excavados a prin-
cipios del siglo XX.

La estación megalítica de Aralar es una magnifica biblioteca. Biblioteca de piedra


que se deja leer y que nos habla de la parte espiritual de estas poblaciones. Leyendo
con atención sus piedras, sus características, su emplazamiento y su arquitectura po-
demos entender como veían la vida y la muerte.

1.2.2. ANÁLISIS DEL VECINO MÁS PRÓXIMO. COEFICIENTE R DE POISSON

Determinadas variables tienen un componente espacial. En arqueología el estudio


espacial estadístico no ha sido empleado, a pesar de la importancia que la distribución
espacial tiene tanto en macromagnitudes como en micromagnitudes.

El estudio de la distribución espacial de los objetos puede hacerse empleando el


modelo de análisis puntual conocido como el del vecino más próximo. La probabilidad
de que la distribución espacial de puntos sea aleatoria se mide con el coeficiente R de
Poisson.
2 ¯d
El coeficiente R se define como: R=
√ A
N2

456
Siendo ¯d, la media observada de la distancia entre los dos puntos más cercanos. El
área A, es el área mínima que engloba a todos los puntos y N es el número de puntos.
Se dice que cuando R=1 estamos ante una distribución de Poisson. Cuando R>1 es-
tamos ante una distribución aleatoria y cuando R<1 estamos ante un agrupamiento de
puntos o cluster.

De la propia fórmula sacamos que cuanto mayor sea la distancia media, mayor será
R, es decir se tiende a la aleatoriedad de los puntos en el plano. De la misma forma,
cuanto menor sea A, mayor será R y tenderemos hacia la aleatoriedad. Dada una mis-
ma distancia media en una misma área, cuanto mayor sea N mayor será R y se tenderá
hacia la aleatoriedad.

Resumiendo R aumenta y tiende a la aleatoriedad cuando:


1. Aumenta d, la distancia media
2. Disminuye A, el área.
3. Aumenta N.

Esta sencilla formula determina la aleatoriedad de una determinada distribución es-


pacial de puntos. Una vez que sabemos que los puntos no están distribuidos aleatoria-
mente podemos proceder a agruparlos con la técnica del Cluster.

PAST realiza un denominado “proceso de Poisson” determinando R y algunas otras


características de la nube de punto, entre ellas el cálculo de P, que es la probabilidad
de aleatoriedad de la muestra. Proporciona los datos calculando varios valores de R en
función de dos determinadas áreas, denominadas “polinomios” y el “rectángulo menor”
y en función de dos factores de corrección, el denominado “wrap” y el conocido como
“Donnelly”. Es decir en función de los dos tipos de áreas y los dos factores de correc-
ción, vamos a obtener cuatro posibles resultados para R.

Hemos efectuado numerosas pruebas para comprobar como se comportan estas


cuatro combinaciones. Los resultados que hemos obtenido indican que la opción del
área con rectángulo menor y corrección wrap-around, proporciona los mejores resulta-
dos teóricos. Esta opción siempre ha detectado los casos más complicados de agrupa-
miento a que le hemos sometido.

1.2.3. DISTRIBUCIÓN ESPACIAL DE LOS DÓLMENES DE LA SIERRA DE ARALAR

Las coordenadas empleadas son UTM, WGS 84. Hemos comentado anteriormente
que en Aralar se conocen 96 megalitos. Sin embargo nosotros conocemos las coordena-
das de 80 de ellos. Nos falta por conocer un grupo de varios megalitos existentes en
la zona de Irañeta a Baraibar.

Determinadas sus coordenadas geográficas las reflejamos en un eje cartesiano don-


de en abscisas colocamos la longitud y en ordenadas la latitud. En el gráfico 1 observa-
mos como se distribuyen espacialmente los puntos. El gráfico 2 representa la misma
nube de puntos con la numeración realizada por nosotros. El gráfico 3 representa la
nube de puntos y la elipse que engloba al 95% de las observaciones y en donde apare-
cen reflejados dos outliers o puntos extraños como son los números 43 y 73. El gráfico
4 representa el polígono mínimo que engloba a los 80 puntos estudiados. Con el área
de la elipse y el polígono se van a obtener las áreas con las que se va a calcular R.

457
4768

4766

4764

4762
H

4760

4758

4756

4754

568 570 572 574 576 578 580 582 584 586
G

Gráfico 1. Distribución espacial de los dólmenes de Aralar.

4768

73

4766 43

4764

31 30
42
4762 29 28

41
27
H

26 2322 25
24 40
39
4760 14 181
20
179 38
21 35 37
36
63 61 60
62 59 79 81
58 80
13
12 15 16
57

4758

54
53 56
55 78
77
34 76
33 52 51
50 49 74
4756 48 46 75
4745
44 72
71 70
11
10
7
4 56 8 67 69
3 9 68
66
4754 2
64 65
32

568 570 572 574 576 578 580 582 584 586

Gráfico 2. Distribución espacial numerada dólmenes de Aralar.

458
4768

4765

4763

4760
H

4758

4755

4753

4750

4748

564 567 570 573 576 579 582 585 588 591

Gráfico 3. Elipse que engloba al 95% de los dólmenes.

4768

4765

4763

4760
H

4758

4755

4753

4750

4748

564 567 570 573 576 579 582 585 588 591
G

Gráfico 4. Polígono que engloba la totalidad de los dólmenes.

459
4768

4766

4764

4762
H

4760

4758

4756

4754

568 570 572 574 576 578 580 582 584 586
G

Gráfico 5. Distribución espacial dólmenes y menhires.

4768

4766

4764

4762
H

4760

4758

4756

4754

568 570 572 574 576 578 580 582 584 586
G

Gráfico 6. Distribución espacial con el vecino más próximo.

460
El gráfico 5 muestra la nube de puntos con separación de los dólmenes y menhires.
Observamos las agrupaciones que se forman y los agrupamientos de menhires. El grá-
fico 6 muestra la misma distribución de puntos pero uniendo los dólmenes mediante el
procedimiento del vecino más próximo, obteniendo un interesante grafo que nos pone
en evidencia las relaciones espaciales de los dólmenes y de los menhires.

Aplicando PAST, en la opción Geometría y vecino más próximo, obtenemos los si-
guientes resultados presentados en esta tabla:

COEFICIENTE R DE POISSON
POLINÓMIO RECTÁNGULO MENOR
Wrap-around Donnelly Wrap-around Donnelly
Número 80 80
Área 187,34 260,5
Densidad media 0,42704 0,3071
Distancia media 0,51169 0,57347 0,51169 0,57347
Distancia esperada 0,76513 0,81084 0,90226 0,94797
Z -5,6679 -4,6317 -7,4071 -6,303
P (random) 1,44 e-08 3,62e-06 1,29e-13 2,91e-10
R valor 0,66876 0,70724 0,56712 0,60494

Comprobamos como el área es menor en la opción polinomio que en la del menor


rectángulo 187 frente a 260, lo que produce una media de densidad de 0,43 y 0,31 dól-
menes por kilómetro cuadrado.

La distancia media en el caso de polinomio y rectángulo menor es la misma. La úni-


ca diferencia es que cuando se aplica la corrección wrap, la distancia media es de 0,51
km. y con la corrección Donnelly es de 0,57. Según el área seleccionada la distancia
esperada es superior con el procedimiento rectángulo menor e independiente del tipo
del área, siempre es superior aplicando la corrección de Donnelly.

La probabilidad de que la nube de puntos esté distribuida aleatoriamente es muy


baja. Los valores obtenidos de R son muy bajos en las cuatro combinaciones estudia-
das, lo que indica que la nube de puntos no está distribuida aleatoriamente sino que los
dólmenes se agrupan formando clusters. Los valores bajos obtenidos indican además
que el grado o intensidad de formación de grupos o clusters es muy elevada. Los valo-
res más bajos, que indican una menor aleatoriedad, los obtenemos, como ya habíamos
comentado a nivel teórico, aplicando el método del rectángulo menor y en este caso apli-
cando la corrección de Donnelly. En el método de polinomio obtenemos valores entre
0,66 y 0,70 y en el método del rectángulo menor 0,56 y 0,60.

Para ver la formación de agrupamientos vamos a realizar un cluster de sus coorde-


nadas.

El gráfico 7 es un cluster realizado por el método de paired group y distancia eucli-


diana, en el que se observan la formación de cuatro clusters. En este caso hemos ob-
tenido un coeficiente de correlación de 0,81. Si en lugar de la distancia euclidiana uti-
lizamos la distancia de Manhattan, el coeficiente de correlación es de 0,79 y de igual ma-
nera se observan cuatro grupos.

461
462
Similarity
-10,8
-9,6
-8,4
-7,2
-6
-4,8
-3,6
-2,4
-1,2
0

43
73
12
13
14
15
16
17
18
10

19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
41
20

42
29
30
31
8
Gráfico 7. Cluster. Distancia euclídea y Paired group.
9
10
11
3
5

30
6
4
7
2
32
64
65
68
66
67

40
44
72
71
45
47
46
48
49
56
77

50
50
51
55
52
78
69
70
74
76
75

60
79
80
81
33
34
53
54
35
36
38

70
39
40
37
57
58
60
59
61
62
63

80
463
Similarity
-5
-4,5
-4
-3,5
-3
-2,5
-2
-1,5
-0,5

-1

73
43
12
13
14
15
16
17
18
10

19
20
22
23
21
26
24
25
27
29
30
20

31
28
41
42
32
64

Gráfico 8. Cluster. Distancia euclídea y Single Lingake.


33
34
53
54

30
44
45
47
48
49
46
72
71
56
50

40
51
52
55
77
78
65
68
66
67
69

50
70
74
76
75
35
36
38
39
40
37

60
58
60
59
61
62
63
57
79
80
81

70
8
9
10
11
3
5
6
4
7
2

80
464
Similarity
-60
-54
-48
-42
-36
-30
-24
-18
-12
-6

2
4
3
5
6
7
8
9
10
10

11
43
73
28
41
42
26
27
31
29
30
20

14
12
13
15
16
24
25

Gráfico 9. Cluster. Distancia euclídea y método de Ward.


21
22
23

30
17
18
19
20
53
54
33
34
63
61

40
62
59
58
60
57
35
36
37
38
39

50
40
32
64
65
68
66
67
69
70
75

60
74
76
81
79
80
52
55
50
51
56

70
77
78
71
44
72
48
49
46
45
47

80
El gráfico 8 es el cluster realizado con single linkage y distancia euclídea. Se obser-
van de nuevo la formación de los cuatro clusters. El coeficiente de correlación es de
0,74. Si sustituimos la distancia euclídea por Manhattan, se siguen observando los cua-
tro clusters siendo en este caso el coeficiente de correlación 0,75.

El gráfico 9 es el cluster realizado por el método de Ward y distancia euclidiana ex-


clusivamente, ya que este método solo puede utilizar este tipo de distancia. Se observan
igualmente la formación de los cuatro grupos. El coeficiente de correlación es alto 0,79.

De los cluster realizados obtenemos la conclusión de que independientemente del


método de agrupamiento y del tipo de distancia efectuado, el resultado es el mismo y ade-
más con coeficientes de correlación muy elevados. Siempre se obtienen cuatro grupos
que se sitúan espacialmente en los cuatro cuadrantes del eje cartesiano, grupo del nor-
oeste, grupo del noreste, grupo del suroeste y grupo del sureste. Estos cuatro grupos
están separados además por franjas de terreno. La franja que divide los cuadrantes del
norte y del sur mide dos kilómetros de anchura entre las latitudes 4.757.000 y 4.759.000.
De la misma forma los grupos se separan en cuadrantes oeste y este. La anchura de
esta franja es de cuatro kilómetros entre las longitudes 574.000 y 578.000. En la zona
sur esta franja llega a los seis kilómetros.

1.2.4. CONCLUSIONES

Hemos comprobado como es posible en arqueología espacial poder determinar si la


distribución de objetos es debida al azar o por el contrario tiene algún patrón de com-
portamiento. Esto lo obtenemos a través del estadístico R de Poisson. En nuestro caso
hemos comprobado que es muy robusto, puesto que todas las alternativas que el mé-
todo presenta conducen a resultados iguales.

La aplicación a los dólmenes de la sierra de Aralar, con una muestra grande, 80 ejem-
plares, nos ha conducido a realizar unas apreciaciones sobre su situación. Primero que
los dólmenes no se distribuyen aleatoriamente sino que se concentran formando gru-
pos o clusters, y concretamente cuatro. Y que estos dólmenes se agrupan en clusters en
forma parecida a los cuatro cuadrantes del eje cartesiano y que esta separación en clus-
ters tiene su reflejo en una separación física. Concretamente dos kilómetros en sepa-
ración este-oeste y de cuatro a seis en separación este-oeste.

1.3. DIAGRAMAS POLARES. LA ORIENTACIÓN DE LOS DÓLMENES EN EL


PAÍS VASCO

Desde hace tiempo se conoce que la orientación de los dólmenes obedece a algún
tipo de pauta o comportamiento. En la bibliografía clásica siempre se ha dado este dato
como uno de los que caracterizan la descripción física de un dolmen.

El polo norte magnético y el polo norte geográfico no coinciden exactamente. Existe


una pequeña variación que se denomina declinación magnética. Esta declinación mag-
nética fluctúa con el tiempo y el paso de los años oscilando entre los +5º y los -5º en
relación al polo geográfico real.

465
Los datos de orientación se han obtenido según la declinación magnética existente
en el año en que se tomo el dato. Como quiera que esta oscilación es mínima, no he
realizado los cálculos correctores, porque no alteran el resultado final.

Debe interpretarse esta orientación, no en el sentido de orientación magnética, sino


orientación con relación al recorrido del Sol en el hemisferio norte. Es obvio que no
se conocía la brújula por lo que sus orientaciones están realizadas en función de este
astro.

Estas orientaciones con respecto al Sol son, a la salida este, al mediodía sur, a la
puesta oeste. Por eso cuando hablamos de orientaciones magnéticas, este, sur, norte
nos estamos refiriendo más bien, a la salida, al cenit y al orto del Sol en su movimiento
en el hemisferio Norte.

Los datos están obtenidos de las publicaciones de T. Aranzadi, J. M. Barandiarán


y E. Eguren. Básicamente he utilizado las recopilaciones hechas por J. M. Apellániz
(1975) y J. J. Vivanco (1981).

La orientación de los dólmenes en el caso de dólmenes largos y sepulcros de gale-


ria no ofrece duda alguna, la proporcionada por su eje mayor. En el caso de los dólme-
nes cortos, si son abiertos la orientación de las losas laterales y si son cerrados la del
eje de mayor dimensión.

Se han utilizado la orientación de 217 dólmenes agrupados en dólmenes abiertos,


cerrados y dólmenes de valle. Sus orientaciones se describen en la siguiente tabla:

abiertos cerrados valle abiertos cerrados valle abiertos cerrados valle


0 180 67 90 270 90 270
45 180 90 90 270 90 270
67 180 112 90 270 90 270
67 180 135 90 270 90 270
90 180 157 90 270 90 270
90 180 157 90 270 90 270
90 180 157 90 270 90 270
90 225 157 90 270 90 270
90 225 180 90 270 90 292
90 225 180 90 270 90 292
90 225 180 90 270 90 292
90 247 180 90 270 90 292
90 270 180 90 270 90 292
90 270 180 90 270 90 292
90 270 270 90 270 90 292
90 270 270 90 270 90 292
90 270 270 90 270 90 292
90 270 90 270 112 292

466
abiertos cerrados valle abiertos cerrados valle abiertos cerrados valle
112 292 135 180
112 292 135 180
112 292 135 180
112 292 135 180
112 292 135 180
112 292 135 180
112 292 135 180
112 292 135 202
112 292 135 202
112 292 135 202
112 315 135 247
112 315 157 270
112 315 157 270
112 315 157 270
112 315 157 270
112 315 157 270
112 315 157 270
112 315 180 270
112 315 180 292
112 315 180 292
112 337 180 315
112 337 180 315
112 180
135 180

1.3.1. DIAGRAMAS O HISTOGRAMAS POLARES

Un diagrama o histograma polar es una representación gráfica donde se recogen


las orientaciones en grados, comenzando por la cabecera donde situamos el norte y
los 0º, el este donde situamos los 90º, el sur donde situamos los 180º y el oeste donde
situamos los 270º.

Sobre los ejes de este círculo, situamos en función de su longitud o área, los datos
de la orientación dolménica, dando origen al diagrama o histograma. Es una visuali-
zación muy fácil de entender. Este diagrama puede ser representado de dos formas.
La primera es orientando desde el centro al perímetro del círculo, o diametralmente de
perímetro a perímetro. He optado por representarlo de la segunda forma porque da una
mejor idea de la orientación dolménica.

El programa utilizado es PAST. Este programa tiene una gran ventaja. Tanto en los
histogramas como en estos histogramas circulares podemos modificar el número de ba-
rras que lo componen. Esto posibilita modificarlo continuamente que es la mejor forma
de ver las agrupaciones que lo componen.

467
Conjuntamente con el diagrama obtenemos una serie de datos que nos van a per-
mitir estudiar este fenómeno. Analizaremos la media de la orientación y el intervalo del
95%. El estadístico de Rayleigh que mide la probabilidad de que los datos no sean uni-
direccionales, de tal forma que cuanto más se aproxime a 1, más unidireccionales se-
rán. Test de X2 que indica la probabilidad de que las direcciones sean totalmente alea-
torias. Teste de Rao, que considera que los datos están distribuidos uniformemente
siendo el espacio entre puntos contiguos semejante. Si la distribución fuese uniforme,
el espacio entre dos puntos será 360º/n. Si el espacio se desvía mucho de este valor la
probabilidad de que los datos tengan una distribución uniforme es menor.

1.3.2. ORIENTACIÓN DE LOS DÓLMENES DEL PAÍS VASCO

Una revisión preliminar mediante un histograma, gráfico 2, que refleje en abscisas los
grados de orientación muestra la orientación de los dólmenes, observamos tres modas
concentradas en los 90º, 180º y 280º. En principio parecen existir tres orientaciones. Sin
embargo debemos tener en cuenta que en la recogida de las orientaciones en los dólme-
nes cerrados la orientación ha sido una orientación diametral, mientras que en los dólme-
nes abiertos la que marca esta abertura, gráfico 1. En consecuencia estas dos orienta-
ciones 90º y 280º son básicamente las mismas, la diferencia estriba en la forma en que

1 4
90

74

24
19

Gráfico 1. Diagrama polar con la orientación de los dólmenes.

468
se han tomado los datos de orientación. En resumen tenemos dos tipos de orientacio-
nes la 90-280º y la 0-180º, que en relación al Sol son la de salida y puesta del Sol y la
del Sol del mediodía.

El gráfico 2 muestra la orientación de 217 dólmenes. Para la realización de este his-


tograma he realizado varios de ellos modificando el número de barras. El mejor resul-
tado lo he obtenido con 25. Es fácil ver que la mayoría, 92 dólmenes, se orientan en
el eje este-oeste, es decir en la de salida-puesta del Sol, claramente. Existe un segundo
grupo opuesto al anterior que son 27 dólmenes que tienen una orientación norte-sur,
es decir al Sol del mediodía. La orientación en muchos de estos dólmenes es casi un
perfecto sur, con la entrada hacia el sur, coincidente con los dólmenes alaveses en valle.

Los datos estadísticos confirman una media de 117º y un intervalo del 95% com-
prendido entre 95º y 107º. El coeficiente de Rayleigh es de 0,8334 lo que indica que
las orientaciones muestran una tendencia. El de X2 es de 58,71 y la probabilidad aso-
ciada muy baja, lo que indica que los valores no se distribuyen aleatoriamente. El test
de Rao es muy elevado 383,0 lo que muestra que la distribución no es uniforme sino
muy espaciada. Estos datos lo que nos están indicando es una clara tendencia a la orien-
tación de los dólmenes y en particular a la salida y puesta del Sol.

72

64

56

48
Frequency

40

32

24

16

0
0 20 40 60 80 100 120 140 160 180

Gráfico 2. Histograma con Kernel de la orientación de los dólmenes.

469
Sin embargo existe un grupo muy numeroso, 47 dólmenes que tienen una orienta-
ción un tanto alejada de la principal este-oeste, aunque claramente se observan que
también siguen esta tendencia. Esto puede estar motivado por la diferente aparición del
Sol sobre el horizonte según la época del año. La inclinación de la tierra cambia en fun-
ción de las estaciones. En verano estamos menos inclinados respecto al plano del Sol,
por eso tenemos el Sol al mediodía alto y aparece más al norte, describiendo un arco
elevado. En invierno el Sol aparece bajo sobre el horizonte, más al sur, en esa precisa
dirección de este grupo de dólmenes.

He observado que la orientación de los dólmenes es claramente este-oeste cuando


el dolmen se encuentra en una superficie plana, alejada de los montes. Cuanto más
plano es el terreno circundante mejor es la orientación con respecto al eje este-oeste.
Existen otros dólmenes situados en caminos, pero metidos entre elevados terrenos cir-
cundantes. En este caso también la orientación es este-oeste, pero con tendencia hacia
el sur. Esto es motivado porque el Sol aparece sobre su horizonte cuando ya esta ele-
vado sobre el horizonte verdadero de la zona, lo que ocurre lógicamente con una situa-
ción más al sur de la posición del Sol. Por esta razón los dólmenes que se encuentran
rodeados de elevaciones tienden a orientarse al este-sur por la razón de que el Sol
aparece sobre el horizonte más tarde y cuando ya está desplazándose en su recorrido

Fot. 1. Pintura soleiforme del abrigo de la Senda de Lerón (Lahoz. Álava).

470
este-sur-oeste. También sucede cuando en determinados emplazamientos es imposi-
ble ver la salida del Sol hasta cuando está muy alto sobre el horizonte. En este supues-
to la orientación la han tenido que realizar “aproximadamente hacia la salida del Sol”.

Podemos considerar que la muerte, y la vida, de estas poblaciones y su cultura


espiritual giraba entorno al astro Sol. En las pinturas rupestres del Portillo de Lerón en
la sierra de Valderejo en Álava, aparecen esquematizados varios dibujos, un arquero,
un bóvido y un soleiforme. Este soleiforme esta realizado de la siguiente forma. Han
tallado un círculo en la roca rebajándola alrededor de medio centímetro. Se observan
perfectamente las marcas del instrumento que sirvió para tallarlo. Este círculo ha sido
rellenado con pintura roja. Desde este círculo rojo se han realizado varios rayos sola-
res, representados mediante triángulos rellenos de pintura roja y que lo circunvalan
completamente, aunque en la zona inferior se han perdido varios de ellos (fot. 1). Pos-
teriormente en la Edad del Hierro la presencia de este astro es de sobra conocida y
representada, en los llamados discos solares.

1.3.3. LOS DÓLMENES DE LA ESTACIÓN MEGALÍTICA DE ARALAR

El fenómeno megalítico en Aralar debe ser considerado como una biblioteca. Una
biblioteca de piedra pero que si leemos con la debida atención podemos comprender lo
que nos esta transmitiendo. El elevado número de dólmenes existentes, un centenar, la
estupenda conservación de la mayoría de ellos, nos permite leer en sus piedras lo que
estas poblaciones nos están diciendo.

En un artículo anterior comentábamos la existencia de cuatro agrupaciones en esta


estación megalítica y como la distribución de estos dólmenes no es aleatoria sino que
obedecen a algún determinado fenómeno. Lo que vamos a estudiar en este caso es la
orientación de los dólmenes según su contexto geográfico.

Antes vamos a precisar tres conceptos diferentes. Norte magnético es el valor obte-
nido por la brújula e indica la orientación hacia el polo magnético de la tierra. Norte ver-
dadero es el norte geográfico. Declinación magnética el ángulo formado entre el norte
verdadero o geográfico y el norte magnético. El norte magnético varia todos los años
de posición en intervalos de aproximadamente medio grado y hasta un ángulo sobre el
norte verdadero de hasta 6º. Por estas circunstancias al valor obtenido por la lectura de
la brújula hay que sumarle o restarle el valor de la declinación magnética en ese punto y
en esa fecha. Para nuestra zona geográfica y en 2009 la declinación magnética era de
1º10’, por lo que apenas influye en nuestros cálculos ya que esta diferencia es asumida
por la precisión de la brújula.

ESTACIÓN DENOMINACIÓN GRADOS


ARALAR. LADERA Pamplonagain 80º
ARALAR. ATA Seakoain 1 97º
Seakoain 2 40º
Ilunbeta 93º
Zineko 60º
Izeniturri 115º
Udenats 115º

471
ARALAR. CASA FORESTAL Albia 82º
Eubia Norte 75º
Erliberri 100º
Debata Arruazu 2 90º
Debata Arruazu 1 100º
Txagadi 100º
Olaberta 110º
Elurmenta Sur 80º
Erregeneko Debata 3 90º

1.3.4. OTRAS ESTACIONES DOLMÉNICAS

En la rioja alavesa la visibilidad hacia el Sol es perfecta y se le sigue sin problemas


desde su salida, orto y ocaso. No han querido orientarlos hacia el este, pudiéndolo ha-
cer sino que excepcionalmente los han orientado hacia el sur, en una exacta orientación
norte-sur con desviaciones respecto al norte magnético actual, que en algún caso no
llega al grado.

LOS DÓLMENES DE LA SIERRA DE URBASA


ESTACIÓN DENOMINACIÓN GRADOS
URBASA Amorkora Aundia 95º
Amorkora Txikia 100º
Ergibil 100º

OTROS DÓLMENES
ESTACIÓN DENOMINACIÓN GRADOS
Cuartango Gurpide Sur 110º
San Sebastián Norte 115º
Sierra de Entzia Larrazabal Norte 105º
Legaire Norte 90º
Akarte 90
Legaire Sur 135º
Itaida Sur 100º
Llanada Alavesa Sorginetxe 130º
Aizkomendi 100º

1.3.5. EL MOVIMIENTO DEL SOL EN LA BÓVEDA CELESTE

El Sol como todos sabemos sale por el este y se oculta por el oeste. Como conse-
cuencia de que la orbita de la tierra al girar sobre el Sol no sigue el plano de la eclípti-
ca del Sol sino que tiene una ligera inclinación. Se va a producir el hecho de que el Sol no

472
sale por el mismo punto cardinal este, sino que oscila. Sin embargo la salida del Sol
por el este no se produce por el mismo punto, sino que oscila a lo largo del año hacia
el norte o hacia el sur. Lo mismo ocurre en el ocaso con oscilación similar al norte o al
sur.

El día 21 de marzo, el Sol sale por el este exacto, es el equinoccio de primavera y se


pone por el oeste exacto. Según transcurren los días el punto de orto y ocaso se tras-
lada hacia el norte hasta el 21 de junio, solsticio de verano, fecha en que el Sol alcanza
su punto más alto sobre el horizonte. El día es más largo y la noche más corta, este día
la sombra proyectada del Sol es la más corta. A partir de este punto la salida del Sol
cambia su dirección y se aleja del noreste para ir bajando hacia el exacto este, lo que
lo consigue el día 22 de septiembre, equinoccio de otoño.

A partir de este día la salida y puesta del Sol se dirige en dirección sur, hasta su
punto extremo, el cual se alcanza el 22 de diciembre, día en que el Sol está más bajo
sobre el horizonte en el día más corto y la noche más larga del año. Este día la sombra
proyectada del Sol es la más larga. Es el solsticio de invierno. Desde este día y este
punto el orto del Sol vuelve a desplazarse en dirección norte hasta alcanzar el este
verdadero, cosa que vuelve a ocurrir el 21 de marzo.

Es decir, que estaríamos ante un fenómeno de cronología absoluta en el corto plazo


de tiempo que nos estaría indicando el tiempo anual en que fue construido y orientado
el dolmen. Todos los dólmenes con orientación superior a 90º estarán construidos en
un momento en que el orto del Sol se mueve entre el este y sureste, 22 de septiembre
a 22 de diciembre o a la vuelta entre el 22 de diciembre y el 21 de marzo.

Un cálculo astronómico nos podrá indicar el periodo anual de construcción tenien-


do en cuenta la precesión de los equinoccios y el movimiento de la tierra entorno a la
eclíptica solar.

1.3.6. ORIENTACIÓN ORTOSOLAR

Del diagrama polar obtenemos dos claras y diferentes orientaciones dolménicas, las
orientadas al sudeste y las orientadas al sur. Esta diferencia surge como consecuencia
de estar ante culturas o poblaciones diferentes o bien es consecuencia de una diferencia
temporal.

El Sol en su recorrido por la bóveda celeste marca cuatro puntos fundamentales


como son los solsticios de verano e invierno y los equinoccios de primavera y otoño.
Los solsticios de verano e invierno son fáciles de detectar por que son los puntos en los
que los azimuts de sus ortos son más extremos y en los que el Sol parece detenerse
en su salida. Solsticio significa Sol parado.

Los equinoccios son los puntos en los que la eclíptica del Sol corta al plano ecuatorial
de la tierra. Son muy difíciles de determinar y observar salvo que se tengan avanzados
conocimientos de mecánica celeste.

En cuanto a los solsticios, podemos indicar que actualmente los solsticios se dan
con los azimuts en el orto de 58º para el solsticio de verano y 122º para el solsticio de

473
invierno. Sin embargo, para cronologías anteriores, tenemos que tener en cuenta la pre-
cesión que hace variar estos azimuts. Además estos azimuts se ven modificados por el
horizonte dolménico, tanto por la elevación sobre el nivel del mar del dolmen como por
la elevación de su horizonte orográfico que hace retrasar el orto incluso una hora como
hemos observado en algunos casos.

Sin duda alguna uno de los aspectos más interesantes de la arquitectura megalítica
es su manifiesta tendencia a la orientación al orto del Sol en alguno de los días del ca-
lendario. Esta tendencia ortosolar la deducimos de su histograma de azimuts, en el que
observamos como la mayoría toma valores entre 90º y 130º, y una minoría entre 60º y
90º. No existe ninguna cámara orientada fuera de este intervalo 60º a 130º.

Se podría interpretar la orientación de las cámaras como una orientación a acciden-


tes geográficos, como cumbres montañosas, ríos, caminos, etc. No he observado nin-
guna orientación con estas características a pesar de que los paisajes en que se en-
cuentran enclavados los dólmenes ofrecen magníficos picos, ríos o caminos naturales
a los que orientarse. En algún caso como en la estación megalítica de Aralar la orien-
tación de la cámara busca la vaguada entre dos montañas que no se encuentran en el
mismo plano, por ser el punto inferior del horizonte orográfico y por tanto ser el primer
punto por donde aparece el Sol, en algún día del calendario.

Como hemos comentado anteriormente durante el año solar, por un mismo punto or-
tosolar pasa dos veces el Sol. En primer lugar cuando el Sol se desplaza hacia su sols-
ticio y luego cuando regresa hacia su equinoccio. Es imposible determinar en cual de los
dos diferentes momentos se ha orientado el dolmen.

Debemos interpretar esta dualidad en la orientación de las cámaras dolménicas.


Por una parte los dólmenes orientados al sudeste evidencian una orientación a la salida
del Sol, indicando un renacer desde la muerte al más allá en un transito teniendo al Sol
como vehículo portador de los inhumados. La orientación en este supuesto no tiene ma-
yores complicaciones.

La orientación al sur, además de ser muy exacta, debe interpretarse de forma dife-
rente. Esta diferencia puede venir motivada por creencias o culturas, que siguiendo sien-
do solares, manifiestan una disparidad, bien porque estamos ante un cambio motivado
por una variación cronológica. Para orientar al sur una cámara megalítica debe ser ob-
servado el Sol durante todos los días del año y durante varios años para ver sus perio-
dicidades. La sombra que se proyecta de cualquier objeto elevado es suficiente. Basta
un palo vertical clavado en tierra para observar el movimiento del astro en la bóveda
celeste. En cualquier día del calendario, el Sol sale por el este y proyecta una sombra
alargada hacia el oeste. Conforme va avanzando el día la sombra se hace cada vez más
pequeña, hasta alcanzar un mínimo, para posteriormente alargarse hasta su ocaso. Pues
bien en el momento en que la sombra es más pequeña es el mediodía local, y en este
momento el Sol se encuentra al sur del punto donde nos encontramos.

La orientación solsticial conlleva una observación más rigurosa del movimiento del
Sol y concretamente de su orto.

El solsticio de invierno se caracteriza por ser su azimut en el orto el más orientado al


sur y la elevación del Sol sobre el horizonte la más baja, lo que hace que el recorrido por

474
la bóveda celeste sea el menor del año y por eso el día es más corto y la noche más lar-
ga. Por un lado debe observarse, como sale sobre el horizonte orográfico y se observara
que en un día determinado el orto del Sol no continúa hacia el sur sino que retrocede ha-
cia el norte. Además volviendo al ejemplo de la estaca clavada en tierra, en ese día y al
mediodía, la sombra es la más alargada del año, precisamente por lo bajo que está so-
bre el horizonte orográfico. Los días anteriores al solsticio y los posteriores el azimut del
orto solar apenas cambia. Se dice que el Sol está parado sobre el horizonte.

En el solsticio de verano los movimientos del orto del Sol son similares. Observando
su salida sobre el horizonte orográfico vemos que cada día sale más hacia el norte. Sin
embargo un día determinado ya no continua en dirección norte sino que cada día sale
más hacia el sur. Ese día es el solsticio de verano. En ese momento se observa como el
día es más largo que la noche y que la estaca clavada en la tierra, al mediodía proyecta
la menor sombra del año, por estar el Sol alto y ser mediodía. De igual manera en los
días anteriores y posteriores al solsticio el azimut del orto apenas cambia de orienta-
ción, el Sol se encuentra parado.

La orientación equinoccial es más difícil de determinar. Esto solamente es posible


contando los días transcurridos entre los solsticios de invierno y verano. El día equi-
noccial esta a la semidistancia de ambos solsticios. Esto implica contar, calcular, con-
tabilizar, guardar los datos (escribirlos en algún soporte), comprobar y alguien que lo
realice.

De aquí nos surge inmediatamente la posibilidad de calcular el día del año en que
comenzó a construirse el dolmen mediante su primer paso que es la orientación, en fun-
ción del azimut del orto solar. Efectivamente esto se puede determinar, teniendo en
cuenta una serie de variables y cálculos intermedios que más adelante veremos, pero
este es otro problema.

BIBLIOGRAFÍA

APELLÁNIZ, J. M.
(1975) “Corpus de materiales de las culturas prehistóricas con cerámica de la población de cavernas del
País Vasco Meridional”. Munibe. Suplemento 1. San Sebastián.

VIVANCO, J. J.
(1981) “Orientación y tipología de las cámaras de los dólmenes de montaña y valle”. Estudios de Arqueolo-
gía Alavesa. Tomo 10. Vitoria.

1.4. TEST DEL VECINO MÁS PRÓXIMO. LOS POBLADOS DEL HIERRO I EN
ÁLAVA

Para comprender el entramado de poblados atribuidos al Hierro I en Álava (Llanos,


1974), primero hay que conocer las particularidades orográficas y geográficas de la
provincia. Álava se sitúa en un cruce de caminos. El primero proviene de la meseta
central. El segundo tiene su inicio en el Mediterráneo. Ambos convergen en el sur de

475
la provincia y desde aquí buscan una doble vía de salida. La primera conduce al mar
Cantábrico a escasos 60 kilómetros de distancia, equivalentes a 12 horas de camino.
La segunda conduce a Europa. Los poblados se localizan controlando estos caminos.

Álava se estructura en una serie de llanos o valles separados por elevaciones mon-
tañosas casi siempre en un sentido este-oeste. Estas elevaciones constituyen fuertes
barreras complicadas de atravesar y transitar. Sin embargo una serie de ríos han abier-
to pasos a través de ellas, haciendo factible el tránsito. Este movimiento de personas y
objetos debió ser importante y frecuente puesto que se observa que la inmensa mayo-
ría de poblados están controlando estos caminos y pasos naturales.

En una reciente publicación hemos analizado el sistema viario en el Hierro I, basán-


donos en el sistema fluvial y situación de los poblados, (Galilea y García, 2005). La si-
tuación concreta de la red viaria en esta etapa se desarrolla siguiendo un sistema fluvial
en las direcciones concretas que antes hemos mencionado, gráfico 1.

Dos caminos confluyen en el sur de Álava. El primero proviene de la meseta central


y a través del paso de Pancorbo sortea los montes Obarenes accediendo al río Ebro
y desde aquí siguiendo sus diferentes afluentes que provienen del norte, dirigirse en
esa dirección. En este paso de Pancorbo existe un poblado atribuido al Hierro I. Un se-
gundo camino remonta el valle del Ebro y cruza los montes Obarenes y la sierra de
Cantabria por el paso denominado de Las Conchas. Aquí se localizan dos poblados
uno a cada lado del cauce del Ebro y uno en frente del otro. El camino continúa hasta
cruzarse con el anterior, en el sur de Álava.

Entre ambos pasos, Pancorbo y Las Conchas, existen otros dos pasos secundarios.
El primero, en la localidad de Foncea y un segundo en Cellorigo. Ambos están contro-
lados por grandes poblados y ambos convergen junto a los dos principales.

Desde este punto de convergencia de los dos caminos principales y los dos secun-
darios, parten otros caminos siguiendo el cauce de afluentes del río Ebro. El primero si-
gue el río Omecillo y Tumecillo en dirección norte hacia el Cantábrico. Varios poblados
controlan el discurrir de este camino. Un segundo camino sigue el cauce del río Bayas,
en dirección al Cantábrico, existiendo varios poblados en su desarrollo. Un tercer cami-
no discurre por el cauce del río Zadorra, atravesando Álava en su totalidad y en direc-
ción a Europa. El Zadorra a su vez tiene varios afluentes en los que localizamos varios
poblados que controlan estos caminos naturales.

Un segundo núcleo de caminos se localiza al sureste de la provincia atravesándola


de sur a norte hasta converger con los anteriores. Todos estos caminos están controla-
dos por numerosos poblados.

Es decir la situación de los poblados en Álava obedece a un objetivo de control de


pasos y caminos.

Además de esta función de control, los poblados se ubican a distancias más o me-
nos regulares unos de otros. Nuestro objetivo en este trabajo consiste en determinar
las áreas de influencia de los poblados, en relación lógicamente con la situación de los
poblados más próximos, con la mira puesta en poder determinar que superficie necesi-
taban para su desarrollo económico.

476
4780

4770

4760

4750
D

4740

4730

4720

4710

4700

480 490 500 510 520 530 540 550 560


C
Gráfico 1. Sistema de distribución lineal de poblados.

4780

52

4770
49

50

51
4760

17
10 16 27 26
4750 15
24 29
25
7
1 4
6
2 21 23
D

4740 3
8 14 22
9
18
13
30
12 20
4730 11
28 55 56
57
58
34
19 53
31 54
33
32
4720
60 59
61 62 42
38
37
41

48
39 46
47 35 45
4710
36
44
40
43

4700

480 490 500 510 520 530 540 550 560


C
Gráfico 2. Sistema de distribución lineal de poblados con indicación del número de poblado.

477
1.4.1. PASSAGE

Pattern Análisis, Spatial Statistics and Geografic Exegesis, (PASSAGE), es uno de


los mejores programas de geoestadística, free software, existentes en la red. Ha sido
desarrollado por Michael S. Rosenberg de la Universidad del Estado de Arizona. Re-
cientemente ha salido una versión 2 (Beta), que puede ser utilizada en algunos proce-
sos. De todas formas el autor recomienda una serie de precauciones en la utilización
del programa al estar inacabado.

1.4.2. ANÁLISIS DEL VECINO MÁS PRÓXIMO. COEFICIENTE R DE POISSON

Determinadas variables tienen un componente espacial. En arqueología el estudio


espacial estadístico no ha sido empleado, a pesar de la importancia que la distribución
espacial tiene tanto en macromagnitudes como en micromagnitudes.

El estudio de la distribución espacial de los objetos puede hacerse empleando el


modelo de análisis puntual conocido como el del vecino más próximo. La probabilidad
de que la distribución espacial de puntos sea aleatoria se mide con un coeficiente R de
Poisson.
2 ¯d
El coeficiente R se define como: R=
√ A
N2

Siendo ¯d, la media observada de la distancia entre los dos puntos más cercanos. El
área A, es el área mínima que engloba a todos los puntos y N es el número de puntos.
Se dice que cuando R=1 estamos ante una distribución de Poisson. Cuando R>1 es-
tamos ante una distribución aleatoria y cuando R<1 estamos ante un agrupamiento de
puntos o cluster.

De la propia fórmula sacamos que cuanto mayor sea la distancia media, mayor será
R, es decir se tiende a la aleatoriedad de los puntos en el plano. De la misma forma, cuan-
to menor sea A, mayor será R y tenderemos hacia la aleatoriedad. Dada una misma dis-
tancia media en una misma área cuanto mayor sea N mayor será R, y se tenderá hacia
la aleatoriedad.

Resumiendo R aumenta y tiende a la aleatoriedad cuando:

1. Aumenta d, la distancia media


2. Disminuye A, el área del polígono.
3. Aumenta N.

Esta sencilla fórmula determina la aleatoriedad de una determinada distribución es-


pacial de puntos. Una vez que sabemos que los puntos no están distribuidos aleatoria-
mente podemos proceder a agruparlos con la técnica del Cluster.

PAST realiza un denominado “proceso de Poisson” determinando R y algunas otras


características de la nube de punto entre ellas el cálculo de P, que es la probabilidad

478
de aleatoriedad de la muestra. Proporciona los datos calculando varios valores de R en
función de dos determinadas áreas, denominadas “polígono” y el “rectángulo menor”
y en función de dos factores de corrección, el denominado “wrap” y el conocido como
“Donnelly”. Es decir en función de las dos tipos de áreas y los dos factores de corrección
vamos a obtener cuatro posibles resultados para R.

Hemos efectuado numerosas pruebas para comprobar como se comportan estas


cuatro combinaciones. Los resultados que hemos obtenido indican que la opción del
área con rectángulo menor y corrección wrap-around, proporciona los mejores resulta-
dos teóricos.

1.4.3. LOS POBLADOS DEL HIERRO I EN ÁLAVA

En el gráfico 1 observamos como los poblados se distribuyen claramente siguiendo


un componente lineal que comentábamos anteriormente y que tiene su base en el con-
trol de los caminos. También se refleja como algunos de estos puntos, poblados, tienen
la función de nodo de varios caminos. El gráfico 2 indica los números de poblado para
su identificación. También observamos como los poblados parecen que mantienen una
cierta distancia entre ellos, signo evidente de que además de controlar las vías de co-
municación, necesitan un espacio económico mínimo de supervivencia.

A partir de aquí aplicamos el test del vecino más próximo. Los resultados se reflejan
en la siguiente tabla:

POLÍGONO RECTÁNGULO
WRAP DONNELLY WRAP DONNELLY
Número puntos 62 62 62 62
Área polígono 3966,5 3966,5 6106 6106
Densidad media 0,0156 0,0156 0,0101 0,0101
Superficie poblado 63,97 63,97 98,48 98,48
Distancia media 4,3433 4,3433 4,3433 4,3433
Distancia esperada 3,9992 4,2861 4,962 5,2488
Z valor 1,2958 0,1842 -1,8782 -2,4099
P (aleatoria) 0,1950 0,8538 0,0603 0,0159
R valor 1,0860 1,0133 0,8753 0,8274

El área del polígono viene medida en kms2. La densidad media se refiere al


número de poblados por km2. La superficie del poblado es el número de km2 por
poblado. La distancia media se mide en kms., al igual que la esperada.

479
Por el procedimiento de “polígono”, obtenemos que la densidad de poblamiento es
de 64 km2 para cada poblado, es decir un cuadrado de 8 por 8 kilómetros de lado. La
distancia media es de 4,3 kilómetros entre cada poblado y la distancia que cabria espe-
rar si estuviesen uniformemente repartidos es de 4 kilómetros. Esto indica que indepen-
dientemente de que controlen el camino y paso, mantienen una distancia mínima entre
ellos. Si utilizamos el factor de corrección de Donnelly las conclusiones son semejantes.
El valor R de Poisson con valor prácticamente 1, indica un modelo típico de Poisson o
agrupamiento de estos puntos entorno a los caminos

El procedimiento del “rectángulo menor” proporciona una mayor superficie como es


fácilmente visible. Esto hace que la densidad de poblados disminuya considerablemen-
te, con la consecuencia de que la superficie por poblado pasa a 100 km2, es decir un cua-
drado de 10 por 10 kilómetros de lado. La distancia media sigue siendo la misma pero
la distancia esperada se acrecienta fuertemente, indicio de que este procedimiento pro-
porciona valores menos ajustados.

Esta superficie económica por poblado de 64 km2, no va a estar muy lejos de la rea-
lidad. Las intensas prospecciones realizada en Álava tendentes a la localización de po-
blados de esta época, así como la relativa facilidad de su localización, hacen difícil que
puedan aparecer muchos más poblados. En algunas zonas prácticamente imposible.
En consecuencia, este valor no va a estar muy alejado del real.

La distancia media es de 4,3 kilómetros lo que indica que nos encontraríamos ante
poblados que se encuentran a poco más de 1 hora de camino. Pero si la superficie por
poblado es de 64 km2 y la distancia media entre poblados es de 4,3 kilómetros, nos está
indicando que la tendencia en la forma de parcelación de este poblamiento es rectan-
gular de 4 por 16 kilómetros de lado. Posiblemente repartidos los 4 kilómetros a la fa-
chada del camino y los 16 kilómetros en sentido perpendicular al camino.

1.4.4. ANÁLISIS ESTADÍSTICO DE LAS DISTANCIAS ENTRE POBLADOS EN EL HIERRO I EN ÁLAVA

En la tabla 2 reflejamos la distancias obtenidas en el análisis anterior. El boxplot del


gráfico 3 muestra como la mediana se sitúa entorno a los 4 kilómetros de distancia, un
poco menor que la media y como las distancias no llegan a los 10 kilómetros, excepto en
tres casos atípicos o outliers.

El gráfico 4 refleja el histograma de distancias. La ventaja de tener un programa es-


tadístico como PAST, es que permite interactuar y modificar sus parámetros, lo que en un
histograma modificando simplemente el número de barras, podemos ver fenómenos que
no son fáciles de observar. En este caso hemos variado el número de barras hasta 14
que son las que se reflejan en este gráfico. Observamos dos claras modas en la varia-
ble distancias entre poblados. Unas distancias se agrupan en torno a los 3 kilómetros y
otras alrededor de los 5 kilómetros. Más adelante realizaremos un gridding de coorde-
nadas y distancias mínimas para ver que resulta.

El gráfico 5 muestra el test de normalidad Q-Q´, para la distancia, con un valor PPCC
de 0,9372 lo que indica normalidad de la variable.

La tabla adjunta refleja los estadísticos más significativos:

480
VALORES
N 62
Min. 0
Max. 12,8
Sum. 269,04
Media 4,33
Std. Error 0,32
Varianza 6,61
Stad. Desv. 2,57
Mediana 4
Skewness 1,34
Curtosis 2,32
Intervalo 95% 3,68 a 4,99

Como dato más significativo es que el 95% de los poblados se sitúan en el intervalo
de 3,68 a 4,99 kilómetros de distancia y que la mediana presenta valores inferiores a la
media.

La técnica de Mixture la hemos aplicado en el gráfico 6, con 8 barras. Al igual que en


el histograma observamos la existencia de dos modas, indicativo de que estamos an-

18

16

14

12

10
Y

0
E

Gráfico 3. Boxplot de la variable distancia mínima entre poblados.

481
18

16

14

12
Frequency

10

0
0 2 4 6 8 10 12 14 16 18

Gráfico 4. Histograma de distancia mínima entre poblados.

14

12

10

8
Sample values

-2

-3 -2,4 -1,8 -1,2 -0,6 0 0,6 1,2 1,8 2,4


Normal order statistic medians

Gráfico 5. Teste de normalidad Q-Q´ para la variable distancia mínima entre poblados.

482
te dos grupos de distancias diferentes. Un grupo de poblados se forma con distancias
inferiores a un segundo grupo. El gráfico 7, cluster de unión de vecinos, representa cla-
ramente estos dos grupos de poblados en las dos ramas principales y cada uno con dos
ramas separadas.

El gráfico 8, muestra un diagrama “gridding espacial” con la variable distancia. Cla-


ramente observamos dos tipos de distancia en función del espacio. En la zona sur estu-
diada, las distancia entre los poblados son sensiblemente menores que en la zona norte,
que están más espaciados. Este esquema tiene un ligero buzamiento noroeste-sureste
y presenta una pequeña penetración de las grandes distancias en la zona sur. De igual
manera coexisten pequeñas cumbres y pequeñas depresiones en la figura. Este fenó-
meno lo habíamos detectado en los sencillos histogramas y con el análisis Mixture. En
consecuencia podemos diferenciar dos tipos de agrupamiento de los poblados en Ála-
va. Siguiendo un eje noroeste-sureste, al norte se localizan los poblados con distancia
superior a los 5 kilómetros. Esto es indicativo de que tienen o necesitan mayor espacio
económico. Al sur del eje, los poblados guardan una menor distancia, 3 kilómetros. Ne-
cesitan menor espacio vital para sobrevivir.

1.4.5. ÍNDICES DE DISPERSIÓN


Diferentes índices que identifican el modelo de distribución espacial de los poblados.
Estos índices calculan la desviación respecto a una distribución aleatoria de Poisson.

22,5

20

17,5

15

12,5
Frequency

10

7,5

2,5

0
0 2 4 6 8 10 12 14 16 18

Gráfico 6. Gráfico Mixture en el que se reflejan dos tipos de distancias mínimas entre poblados.

483
52

58

29
43

24
57
49

44

54
10
5

50 75 75

46
75 75

45

56
75

50
25 50

42
75 50

41
51

53
55

25
59
25 50

23
1

75 50
50 50 50
25

40
35
50

26
36
50
17
27
2

16
25
4

50

39
50 50
15
6

25 50 50
3

50 50
25
8

75 25

22
25

60
25
21

25

34
50
9

14

25
61

25
18

25
62

25
12

47
13

25 25 50
25 50

30
11

25

48
25

20
25
50 25
19

28

37
38
25
25 100
25 25
25

32
31
33
25
25
25 100 50

Gráfico 7. Cluster de distancias mínimas en el que se reflejan claramente dos tipos de distancias.

4780

4770

4760

12,1

4750

8,18

4740

4,26

4730

0,342

4720

4710

4700

480 490 500 510 520 530 540 550 560

Gráfico 8. Gridding de la variable distancia mínima entre poblados en el que se observa la diferenciación
norte y sur.

484
a. Índice de Dispersión (ID)
Mide la dispersión de los puntos con respecto a su media. En condiciones de
aleatoriedad de la situación ID es igual a 1. Además ID con n-1 grados de liber-
tad sigue la distribución X2.

b. Índice del tamaño del cluster (ICS)


Bajo una distribución aleatoria de puntos, ICS arroja un valor de 0. Valores po-
sitivos indican que existe una distribución clusterizada. Valores negativos signi-
fican una distribución aleatoria.

c. Índice de Green (GI)


Es una modificación del ICS, haciéndolo independiente del tamaño muestral n.
Varia entre 0 para una distribución aleatoria y 1 para un agrupamiento o clus-
terización máxima.

d. Índice de Frecuencia del Cluster (ICF)


Es una medida de agregación e igual al valor K de una distribución binomial
negativa.

e. Índice de la media de Crowding (IMC)


Proporciona el número medio de puntos contenidos en un cuadrante que con-
tienen un número de puntos aleatorios. Su interpretación es semejante a ICS.

f. Índice de Patchiness
También conocido como índice de Frecuencia del cluster. Es una medida de la
intensidad del modelo.

g. Índice de Morisita
Cuanto más elevado es el índice mayor agrupamiento o clusterización existirá.

Dispersion Indices
Data matrix: poblados hierro passage
Column of counts: Column 1
# of counts = 62
Mean count = 518,35484
Variance = 534,88842
Index of Dispersion = 1,03190 (p = 0,40728)
Index of Cluster Size = 0,03190
Green’s Index = 0,00052
Index of Cluster Frequency = 16251,27389
Index of Mean Crowding = 518,38673
Index of Patchiness = 1,00006
Morisita’s Index = 1,00006

Análisis de segundo orden


Uno de los más populares formas de analizar puntos o localización es usando esta-
dísticas de segundo orden, estadísticas basadas en la co-existencia de pares de pun-
tos. La forma más común de caracterizar estas funciones es usando las K funciones
de Ripley. Esta función es una medida del número medio de puntos encontrados a una
distancia d, de cada punto, dividido por la intensidad media del modelo. Esta intensidad
media es el número de puntos por área. Existen diferentes métodos para comparar el

485
valor K con el valor esperado. El más utilizado es calcular la diferencia entre él y una
función L(d), conocido como ^L de Ripley. El valor esperado de ^L(d) es cero cuando los
puntos están aleatoriamente distribuidos. Valores por debajo de cero indican clusteriza-
ción, mientras que valores mayores de cero indican distribución regular.

PASSAGE, proporciona los valores de K(d) y ^L(d) para una serie de distancias defi-
nidas por el usuario. Los datos obtenidos en nuestro caso son los siguientes:

Second Order Analysis


Coordinates: poblados hierro passage
Distances: Distance poblados hierro
# of points = 62
Maximum scale = 10%
Step distance = 2,00000
No edge correction

Anexo. Coordenadas UTM de la situación de los poblados del Hierro I en Álava.

Omecillo Santidrián 484 4746 Ocio 514 4722


San Zadornil 488 4743 Valdeportilla 512 4723
Medropio 492 4741 Ayuda Los Castillos 527 4726
Pico San Pedro 492 4746 Ebro La Hoya 534 4712
Castro Robledo 478 4758 El Castejon 530 4709
Tumecillo Caranca 494 4745 Castro Buradon 512 4718
Astulez 492 4748 Castro Bilibio 512 4718
Berbeia 493 4740 Leza 529 4713
La Desilla 501 4739 San Quilez, 527 4706
San Pantaleón de Losa 476 4753 La Poblacion 544 4717
Bayas El castro de Igay 505 4731 Puerto Cabredo 547 4719
Olivan 502 4732 La Custodia 550 4705
Carasta 505 4735 San Cristóbal 549 4708
Valdeportilla 507 4740 Alarices 547 4712
Enmenetu 507 4751 Corral Nuevo 549 4713
Oro 514 4753 San Vicente de la Son. 520 4712
Jugatxi 516 4755 Labastida 515 4714
Paul 503 4737 Cantábrico Peregaña 493 4770
Zadorra Arze 507 4725 Babio 497 4766
Peña Mayor 515 4732 Santa Cristina 502 4762
Arkiz 516 4743 San Bartolomé 482 4776
Olarizu 527 4740 Campezo Portillo de la Caseta 546 4725
Henayo 541 4743 Santa cruz Campezo 556 4724
Corosparri 552 4750 Alto del Fraile 546 4730
Santa Lucia 540 4749 Pedrigales 552 4730
Aldaya 532 4753 Peña la Gallina 557 4729
Urisolo 519 4753 Galbarra 562 4728
San Formerio 513 4730 Cividad 543 4720
Txuriturri 556 4750 Miranda Pancorbo 490 4720
Santuste 517 4734 Foncea 497 4719
Inglares Portilla 513 4724 Cellorigo 500 4719

486
Distance KHat LHat
2,00000 9,53070 0,25824
4,00000 63,53798 -0,49720
6,00000 187,43704 -1,72419
8,00000 279,56712 -1,43340
10,00000 381,22789 -1,01583

La interpretación de estos resultados es la siguiente. Para una distancia teórica de


2 kilómetros existe una distribución regular de los puntos. Para distancias superiores a
los 2 kilómetros existe clusterización o agrupamiento de los poblados, porque para “d”
igual a 4, 6, 8 y 10 los valores de L(d) son inferiores a cero. Hay muy pocos poblados
con distancia inferior a los dos kilómetros.

En el gráfico 7 se observa perfectamente esta clusterización a medida que obser-


vamos con distancias más elevadas hasta los 6 kilómetros que es el valor donde la
clusterización es más intensa. A partir de este punto la clusterización desciende pero
sigue siendo intensa.

BIBLIOGRAFÍA

GALILEA, F.; GARCÍA, A.


(2005) “Vías de comunicación y población, durante la I Edad del Hierro, en Álava.” Estudios de Arqueología
Alavesa. Tomo 22. Vitoria.

LLANOS, A.
(1974) “Urbanismo y arquitectura en poblados alaveses de la Edad del Hierro”. Estudios de Arqueología
Alavesa. Tomo 6. Vitoria.

1.5. INTERPOLACIÓN ESPACIAL. DEFINICIÓN Y DELIMITACIÓN DE RECINTOS


MEDIANTE AGUJEROS DE POSTE

Suele ser frecuente la aparición de agujeros de postes durante el proceso de ex-


cavación. Normalmente la interpretación de los recintos que delimitan estos agujeros
puede realizarse con relativa facilidad. Sin embargo algunas veces, el caos en la distri-
bución de los agujeros excavados en la roca suele ser grande, dificultando su correcta
interpretación.

Para resolver este problema podemos aplicar la técnica de interpolación espacial,


que define espacios en función de los valores que tome una variable, por ejemplo el diá-
metro de los agujeros. Esta técnica debe aplicarse en aquellas situaciones en las que la
gran cantidad de agujeros y su distribución por toda la superficie, hacen difícil la inter-
pretación de visu.

Este caso es un supuesto de geoestadística microespacial. Hasta ahora hemos vis-


to supuestos relacionados con la geoestadística a gran escala. Sin embargo podemos
aplicar la geoestadística y el Gridding, a microespacios. E incluso podemos aplicar este
procedimiento a escalas más pequeñas, pudiendo definir objetos con este tipo de téc-
nicas. Un ejemplo de esto último seria el muestreo de la composición química de una
cerámica en toda su superficie, para el caso de cerámicas modeladas en las cuales su

487
composición química varía en función de la zona en la que la hayamos medido por una
técnica, como el FRX, debido a la no homogeneización de las pastas cerámicas.

1.5.1. BASE TEÓRICA

Los espacios domésticos podemos delimitarlos mediante la interpolación espacial.


La interpolación espacial se define como el procedimiento que calcula valores de una va-
riable según los valores que toma esa variable en puntos vecinos y en cualquier direc-
ción. El valor de esa variable en un punto está en función de los valores que ha tomado
esa variable en los puntos circundantes. De esta forma se delimitan espacios con equi-
valores, para un solo valor de la variable.

Si necesitáramos definir estos equiespacios con varias variables, tendríamos que


transformar estos varios valores de las variables en un único valor por medio del esca-
lamiento de los intervalos de cada variable y dando a cada intervalo un valor que no
fuese repetitivo, es decir que fuese único para cada par posible de diferente de valores.
Los datos que necesitamos son las coordenadas x e y de los agujeros, así como sus
dimensiones, diámetro y profundidad.

Vamos a utilizar el programa PAST. Basta seleccionar la opción Gridding en el menú


principal y ejecutar el cuadro de diálogo que aparece a continuación.

9,91
7

6 6,96

5 4,02

4 1,07

1 2 3 4 5 6 7 8 9

Gráfico 1. Gridding de un recinto principal con dos pequeños recintos interiores en color azul.

488
Para la realización del estudio necesitamos los datos espaciales de la variable,
coordenadas x e y, y el valor de la variable en ese punto, ya sea el diámetro, la profun-
didad, una combinación de ambos, o una transformación de los anteriores. Los casos
pueden ser los siguientes:

1. Interpolación espacial de los diámetros


2. Interpolación espacial de las profundidades.
3. Interpolación espacial del volumen, diámetros x profundidades.
4. Interpolación espacial de los valores anteriores transformados. Se puede hacer pri-
mero un cluster de diámetros, o de profundidades o de volúmenes y luego otorgar pun-
tuaciones a los clusters formados. Así a los elementos de los cluster con los agujeros
más grandes se le daría un 10, a los medianos un 5 y a los pequeños un 2, y compro-
baríamos como queda la interpolación.

Vamos a estudiar tres supuestos teóricos. En el primer ejemplo, gráficos 1 y 2, tene-


mos un recinto delimitado por agujeros grandes y en su interior dos pequeños, delimi-
tado cada uno de ellos por cuatro agujeros de diámetro más pequeño. Los datos que
introducimos en el programa son las coordenadas x e y de cada agujero y el diámetro.
Realizamos en primer lugar un cluster de coordenadas y diámetro para ver como se
agrupan los agujeros, distancia euclídea y método de agrupamiento paired group. En

9,91
7

6 6,96

5 4,02

4 1,07

1 2 3 4 5 6 7 8 9

Gráfico 2. Gridding de un recinto principal con dos pequeños recintos interiores en color azul y con isocurvas.

489
el gráfico 3, coeficiente de correlación 0,8959, observamos la formación de tres grupos,
uno el formado por el recinto grande y agujeros grandes y un segundo grupo formado
por los agujeros pequeños subdivididos en los dos pequeños recintos. Ya el análisis
cluster delimita y agrupa perfectamente los espacios naturales. El gridding interpola el
valor introducido que ha sido el diámetro en función de su situación espacial. Muestra
dos grandes espacios interiores de color azul, definidos en el cluster y rodeándolos un
gran espacio de color verdoso y amarillo que es el espacio comprendido dentro del
recinto principal. Al ser una interpolación, se aprecia un segundo gran espacio a la de-
recha formado por los grandes postes sin presencia de los dos pequeños espacios.
10

11

12

13

14

15

16

17

9
0

-1,6

-3,2

-4,8
Similarity

-6,4

-8

-9,6

-11,2

0 2 4 6 8 10 12 14 16 18

Gráfico 3. Cluster de agrupamiento de agujeros de poste en función de su situación espacial y valores de la


variable

490
10

11

12

14

15

13

16

17

18

19

20
9

8
0

-1,6

-3,2

-4,8

-6,4
Similarity

-8

-9,6

-11,2

-12,8

-14,4

0 2,5 5 7,5 10 12,5 15 17,5 20

Gráfico 4. Cluster de agrupamiento de agujeros de poste, caso de recinto principal subdividido y recinto
secundario.

En el segundo supuesto examinamos un recinto principal delimitado por agujeros


grandes y subdivido en dos espacios, y un recinto secundario y anexo delimitado por agu-
jeros más pequeños. El cluster realizado, gráfico 4, coeficiente de correlación 0,8218,
distancia euclidiana y método de agrupamiento de paired group, muestra los dos gran-
des espacios perfectamente definidos en su cluster respectivo y la división interior del
primer espacio. En primer lugar, gráficos 5 y 6, se diferencian los dos grandes espacios
a la izquierda de color verde amarillo y a la derecha de color azul. El primer espacio
está a su vez dividido en dos espacios de color verde y amarillo. A la derecha aparece
la escala de los valores de la variable que hemos introducido en este caso, que son los

491
14

12

10

9,82

6,85
6

3,88
4

0,91
2

-2

-4

2 4 6 8 10 12 14 16 18

Gráfico 5. Gridding de un recinto subdividido en dos y uno secundario en color azul.

14

12

10

9,82

6,85
6

3,88
4

0,91
2

-2

-4

2 4 6 8 10 12 14 16 18

Gráfico 6. Gridding con isocurvas de un recinto subdividido en dos y uno secundario en color azul.

492
10

11

12

13

14

15

16

17

9
0

-1,2

-2,4

-3,6

-4,8
Similarity

-6

-7,2

-8,4

-9,6

-10,8

0 2 4 6 8 10 12 14 16 18

Gráfico 7. Cluster de recintos concéntrícos.

diámetros de los agujeros y que oscilan entre el valor más pequeño 1 de color azul y
el valor mayor en rojo 10.

El tercer ejemplo es de concepción teórica más extraña, pero a efectos didácticos


es interesante. Se trata del supuesto de tres recintos concéntricos. El cluster realizado,
gráfico 7, con distancia euclidiana y método de agrupamiento de paired group, muestra
los tres recintos perfectamente agrupados con un coeficiente de correlación de 0,8186.
El gridding realizado, gráficos 8, 9 y 10, muestra los tres recintos. El interior de color
azul, el intermedio de color azul-verdoso, y el exterior de color verde-amarillo.

493
9

19,2
7

6 13,3

5 7,4

4 1,49

1 2 3 4 5 6 7 8 9

Gráfico 8. Gridding de recintos concéntricos. Cada recinto aparece en distinto color.

19,2
7

6 13,3

5 7,4

4 1,49

1 2 3 4 5 6 7 8 9

Gráfico 9. Gridding de recintos concéntricos con isocurvas.

494
9

19,2
7

6 13,3

5 7,4

4 1,49

1 2 3 4 5 6 7 8 9

Gráfico 10. Gridding de recintos concéntricos con isocurvas.

Las gamas de colores producidos son consecuencia de la interpolación de los valo-


res de los diámetros de los agujeros, según la escala que se presenta a la derecha de
cada gráfico.

Estos ejemplos se han realizado con espacios rectangulares definidos por sus án-
gulos rectos. No es el supuesto teórico en el que el gridding es más fuerte. Está pen-
sado para líneas curvas. Sin embargo a pesar de esto, es perfectamente válido para
la delimitación de espacios en los que el número y la diferencia de diámetros de los
agujeros de poste hace la labor de su delimitación manual compleja y difícil.

1.6. GEOESTADÍSTICA DE LA ESTACIÓN MEGALÍTICA DE ENTZIA-URBASA.


LA FUNCIÓN K DE RIPLEY. TEST DE MANTEL

La estación megalítica de Entzia-Urbasa, es una altiplanicie de 200 km2 que cons-


tituye una unidad geográfica y orográfica, y que se eleva a 1.000 metros s.n.m. y 500
metros sobre los valles limítrofes. Se detecta el hábitat de antiguas poblaciones desde
el Paleolítico medio. Pero es durante el Holoceno cuando adquiere una intensidad que
la diferencia de otras estaciones megalíticas. Son medio centenar de yacimientos al
aire libre situados en un ambiente en el que es muy difícil localizarlos, debido al man-
to herbáceo y boscoso que cubre la totalidad del territorio. En algunos lugares, el agua
ha barrido y limpiado unos escasos metros del suelo herbáceo, y es aquí donde se re-
coge el escaso instrumental lítico y reconocen estas zonas de hábitat.

495
No ocurre lo mismo con los testimonios de sus rituales. Superan el centenar los mo-
numentos megalíticos, dólmenes y menhires, sin contar otros tantos túmulos localizados
en el área, que como hemos indicado llega a los 200 km2. Junto con la estación de Ara-
lar y Pirineos componen las grandes estaciones megalíticas del País Vasco.

Los dólmenes se encuentran situados en los caminos que cruzan la sierra y habitual-
mente junto al portillo de acceso a la sierra. Los menhires en cambio no buscan esta si-
tuación sino que se localizan o bien en los dos cortados de la sierra o distribuidos alea-
toriamente por su superficie. La forma e intensidad del agrupamiento es lo que vamos
a estudiar a continuación.

Para este análisis he utilizado el programa PAST.

1.6.1. DÓLMENES

Situación espacial

Una primera aproximación para observar la estructura espacial de los dólmenes es


su representación mediante un diagrama de coordenadas (x, y) en el cual se genera
una representación geográfica de los datos, coordenadas geográficas, que recibe el
nombre de patrón espacial de puntos, resultado de un proceso espacial de puntos que
es lo que intentamos encontrar. Este proceso espacial sigue alguna ley de formación
por ejemplo de Poisson si es aleatoria, regular, o de clusterización, y suele verse afec-
tado por la escala a la que hayamos medido el proceso. Dos condiciones son necesa-
rias para realizar el proceso, estacionalidad e isotropía.

En el gráfico de coordenadas (figura 1) aparecen situados los dólmenes de la esta-


ción megalítica, junto con el histograma de longitudes y el de latitudes. En el histogra-
ma de longitudes y en las barras principales se definen los cinco caminos principales
de la estación. En el histograma de latitudes se observan los tres grupos principales,
cortado norte y sur y zona central.

El análisis del vecino más próximo nos va a proporcionar una serie de valores
descriptivos y además un valor R que nos va a permitir determinar si la distribución de
los dólmenes es aleatoria. En la figura 2 de coordenadas cartesianas hemos unido me-
diante una línea la situación de cada dolmen con el más cercano. Observamos como la
distribución de los dólmenes adopta un doble formato en función de la escala espacial.
A escala amplia, que engloba toda la estación megalítica, los dólmenes manifiestan
una distribución lineal. A pequeña escala se forman pequeños conglomerados que son
los que hemos determinado anteriormente.

En la siguiente tabla representamos los estadísticos descriptivos según cuatro mé-


todos diferentes. La densidad media oscila entre 0,15 y 0,26 dólmenes por km2. La dis-
tancia al vecino más próximo es de 0,772 kilómetros. El valor R, que es el resultado de
dividir la distancia media entre la distancia esperada oscila entre 0,57 y 0,79. R puede
tomar un valor tal, que si es menor que 1 indica agrupamiento de la distribución espa-
cial. Igual a 1 indica un proceso de Poisson o aleatoriedad y mayor que 1 indica una
sobre dispersión de los puntos. Al ser un valor inferior a 1 indica un agrupamiento de
los dólmenes.

496
4747,2
4,747E 06
710
20 8

18
9 17

4745,6
4,746E 06 16

1312
31

4744
4,744E 06 48

27
42 3
28 15

4742,4
4,742E 06 4
39
41
2
25
26
D

4740,8
5
4,741E 06
49
30
29
50

24 46
47 6

4739,2
4,739E 06 21
37 23
43
45 44 38
40 1 11
14
9
22

4737,6
4,738E 06
32

36

4736
4,736E 06
34
35
33

4734,4
4,734E 06

18

16

14

12

10

0
5,52E 05 5,55E 05 5,58E 05 5,61E 05 5,64E 05 5,67E 05 5,7E 05 5,73E 05 5,76E 05
Frequency
C

18

16

14

12
Frequency

10

8
Fig. 1. Diagrama de coorde-
6
nadas de la situación de los
4
dólmenes. A su derecha histo-
2
grama de las latitudes. En pie
0
548 552 556 560 564 568 572 576
histograma de las longitudes.

4,75E 06

4,748E 06

4,746E 06

4,744E 06
D

4,742E 06

4,74E 06

4,738E 06

4,736E 06

4,734E 06

5,52E 05 5,55E 05 5,58E 05 5,61E 05 5,64E 05 5,67E 05 5,7E 05 5,73E 05 5,76E 05


C

Fig. 2. Diagrama con la representación del vecino más próximo.

497
ANÁLISIS DEL VECINO MÁS PRÓXIMO DÓLMENES
Convex Hull Smallest Rectangle
Wrap Donnelly Wrap Donnelly
Número de puntos 50 50 50 50
Área 193 193 324 324
Densidad media 0,26 0,26 0,15 0,15
Distancia media 0,772 0,772 0,772 0,772
Distancia esperada 0,982 1,072 1,272 1,362
Z-Valor -2,888 -3,4143 -5,31 -5,37
P(random) 0,00387 0,00063 0,0000001 0,0000001
R Valor 0,7865 0,7209 0,6073 0,5674

La función K de Ripley

Es habitual la representación en un mapa o en un eje cartesiano de diferentes tipos


de objetos o individuos. De esta forma podemos observar visualmente como se distri-
buyen los objetos en el espacio, bien sean poblados en un área geográfica, objetos en
el interior de unas viviendas, o atributos en objetos. Lo que se pretende es observar si
existe algún tipo de agrupamiento y en este caso como se define este agrupamiento.
Una forma sencilla y práctica es la de realizar un análisis cluster de las coordenadas
que nos determinará unas agrupaciones o clusters. Sin embargo la realidad no es tan
sencilla, depende de la escala con que observemos y midamos. Podemos obtener una
diferenciación de los objetos formando unos determinados clusters, en relación a la am-
plitud de las dos coordenadas. Pero si ampliamos la escala podemos observar que lo
que parecían clusters pueden adoptar a su vez la forma de clusters, regularidad o alea-
toriedad. Incluso podemos descender más niveles y observar fenómenos diferentes. La
distribución espacial de puntos sigue tres tipos de patrones, patrones aleatorios o de
Poisson, agrupados o clusterizados y uniformes o regulares.

Es necesario un procedimiento que pueda determinar la existencia de estas agrupa-


ciones en todas las escalas posibles. Esto es lo que realiza la función K de Ripley. De-
termina en primer lugar, si se agrupan o se distribuyen aleatoriamente. Y en segundo lu-
gar, a que distancias ocurren tales hechos.

La función K de Ripley se define como el número medio de individuos en un radio “r“


alrededor de cualquier individuo. Es decir cuenta el número de puntos, que hay en di-
ferentes radios de diversa amplitud desde cada uno de los puntos y hace la media. La
densidad “Lambda” se define como el numero de observaciones dividido por el área.
Surge una dificultad a la hora de medir esta variable porque estamos utilizando áreas
circulares y en los puntos situados en el borde del área estudiada la estimación de los
puntos existentes es imprecisa. En nuestro caso este problema no se da, al ser una es-
tación megalítica una “isla” totalmente diferenciada y separada de otras estaciones.

El test de K(r) en un test de aleatoriedad completa espacial (CSR), y compara el pa-


trón de puntos observado con uno teórico obtenido de un patrón aleatorio de Poisson.
En la practica se emplea otra función L(d) porque permite una interpretación más sen-
cilla del test. Nosotros vamos a emplear una derivación de esta función que es L(d)-d
± y cuyos valores críticos se calculan mediante un factor de Ripley cuyos valores para
un nivel de significación del 5% son:


± 1,42= A
N

498
siendo A la superficie del estudio y N el número de puntos. Cuanto mayor es A o menor
es N, mayor será el valor del intervalo. Otros programas calculan los valores críticos
mediante una simulación de Monte-Carlo.

No es la única función que existe que describan patrones espaciales. Existen otras
funciones como la función de distribución de distancias al vecino más próximo (Gr), la
función de espacio vacío (Fr) y la función (J) de Van Lieshout y Baddeley.

En abscisas (figura 3), se representan los radios en kilómetros utilizados en el aná-


lisis y en ordenadas el valor de L(d)-d. Se ha definido el intervalo de confianza del
95%. La curva L (d)-d presenta dos tramos. El primero el que esta fuera del intervalo
de confianza y que comprende desde el origen hasta el radio 1,7 kilómetros, indica
agregación y consecuentemente podemos rechazar la hipótesis de CSR (Complete
Spatial Randomness) con un riego alfa de 0,05. El segundo intervalo, a partir del radio
1,7 kilómetros y que está incluido dentro del intervalo de confianza indica aleatorizacion
en un proceso de Poisson y consecuentemente no podemos rechazar la hipótesis de
CSR. El máximo valor o mancha típica de la función L(d)-d, se alcanza con un radio de
0,700 kilómetros. Significa que el patrón espacial de los dólmenes sigue un proceso
dual. De agregación o clusterización alcanzando su máximo a 0,700 kilómetros hasta
una longitud de 1,7 kilómetros, y a partir de esta distancia los puntos, aunque estén
agrupados, siguen un patrón de aleatoriedad.

600

480

360

240
L(d)-d

120

-120

-240

-360

300 600 900 1200 1500 1800 2100 2400 2700


Distance

Fig. 3. Función K-Ripley de los dólmenes de la estación de Entzia-Urbasa.

1.6.2. MENHIRES

Situación espacial

Representamos en un diagrama de coordenadas la situación espacial de los menhi-


res en la estación megalítica (figura 4). Observamos como se definen dos grupos de men-
hires, los de la zona de Entzia y los de Urbasa. Pero lo más interesante es observar, co-
mo los dos grupos presentan características de agrupamiento totalmente diferentes.

499
Mientras que en Entzia los menhires tienden a agruparse, en Urbasa presentan una
forma de aleatorizacion o de la denominada distribución de Poisson. Esto nos lleva a
plantear un doble estudio por un lado los menhires de Entzia y por otro los de Urbasa
para definir exactamente cada uno de los modelos de distribución espacial.

8 9
4,747E 06
13
14
10

4,746E 06 19 6

18

4,744E 06 24
23 42 35 2
32 28 20
34 27
33
36 26 31 30
29
5
41
4,742E 06 22
16
5

38 1
F

4,741E 06 7
44 45
39
21 40
37
11
46
12
4,739E 06 43
17

3
4,738E 06

25
4,736E 06

4
4,734E 06

5,52E 05 5,56E 05 5,6E 05 5,64E 05 5,68E 05 5,72E 05 5,76E 05

Fig. 4. Diagrama de situación de menhires.

Menhires de Entzia

En la tabla adjunta presentamos el análisis descriptivo de los parámetros de distri-


bución espacial de los menhires de la zona de Entzia. El valor R es inferior a 1, lo que
indica agrupamiento de los puntos, aunque el método de Donnelly para la forma Poli-
gonal, se aproxima a 1, lo que estaría indicando un fondo de aleatoriedad próximo a la
distribución de Poisson.

ANÁLISIS DEL VECINO MÁS PRÓXIMO MENHIRES ENTZIA


Convex Hull Smallest Rectangle
Wrap Donnelly Wrap Donnelly
Número de puntos 27 27 27 27
Área 47 47 93 93
Densidad media 0,56 0,56 0,29 0,29
Distancia media 0,446 0,698 0,446 0,698
Distancia esperada 0,662 0,748 0,928 1.015
Z-Valor -3,2386 -0,5954 -5,158 -2.8154
P(random) 0,00102 0,5515 0,00000001 0,004872
R Valor 0,6744 0,9325 0,48112 0,6880

500
Representamos la función K de Ripley en la figura 5. En abscisas se representan los
radios en metros utilizados en el análisis y en ordenadas el valor de la función L (d)-d.
Se ha definido el intervalo de confianza 95%. La curva L (d)-d presenta un único tramo
prácticamente desde el inicio y se queda toda ella fuera del intervalo del 95%, lo que es
indicativo de un fuerte agrupamiento a cualquier escala y en consecuencia podemos re-
chazar la hipótesis de CSR (Complete Spatial Randomness), con un riesgo alfa de 0,05.

960

800

640

480

320
L(d)-d

160

-160

-320

-480

400 800 1200 1600 2000 2400 2800

Distance

Fig. 5. Función K de Ripley. Menhires de Entzia.

Menhires de Urbasa

En la tabla observamos los valores descriptivos de la situación espacial de los men-


hires en la zona de Urbasa. El valor R, en el supuesto de Polígono, es aproximadamen-
te igual a 1 lo que indica un proceso de aleatoriedad de la función de Poisson. Es decir
los menhires en esta zona se distribuyen aleatoriamente.

ANÁLISIS DEL VECINO MÁS PRÓXIMO MENHIRES URBASA


Convex Hull Smallest Rectangle
Wrap Donnelly Wrap Donnelly
Número de puntos 19 19 19 19
Área 95 95 165 165
Densidad media 0,19 0,19 0,14 0,14
Distancia media 1.153 1.305 1.153 1.305
Distancia esperada 1.122 1.287 1477 1.642
Z-Valor 0,2328 0,1048 -1,8252 -1,5392
P(random) 0,8158 0,9164 0,06797 0,12375
R Valor 1,0279 1,0142 0,78113 0,79517

501
En la figura 6 observamos la función K de Ripley para los menhires de Urbasa. Toda
la función L(d)-d se enmarca dentro del intervalo de confianza del 95% a cualquier es-
cala, lo que está indicando un nivel total de aleatoriedad a cualquier escala. Compárese
con lo ocurrido en los menhires de Entzia, cuya gráfica es justamente lo contrario, la
función L(d)-d está íntegramente fuera del intervalo de confianza. Lo que nos lleva a
aceptar la hipótesis CSR (Complete Spatial Randomness) con un riesgo alfa de 0,05.

800

600

400

200
L(d)-d

-200

-400

-600

-800

-1000
400 800 1200 1600 2000 2400 2800
Distance

Fig. 6. Función K de Ripley. Menhires de Urbasa.

1.6.3. COMPARACIÓN DOLMEN-MENHIR. TEST DE MANTEL

El Test de Mantel cuantifica la correlación lineal existente entre dos matrices de da-
tos, en este caso coordenadas geográficas. El coeficiente de correlación lineal varia en-
tre +1 y -1 y se obtiene permutando los valores de una de las matrices y calculando el
producto cruzado de las dos matrices dividido por un factor que es función del número
de individuos de las matrices. Cuanto más cercano a +1 mayor será la correlación lineal
existente entre esas matrices. Un valor cercano a 0 indica ausencia de correlación,
mientras que un valor de -1 indica correlación lineal inversa.

En el caso que nos ocupa las dos matrices son las formadas por las coordenadas
geográficas de los dólmenes y de los menhires. La hipótesis nula dice que las distan-
cias entre los datos de una de las matrices no están linealmente correlacionadas con
las distancias de de la otra matriz.

Para ello PAST, realiza un ciclo de 5.000 permutaciones, proporcionando el coefi-


ciente de correlación y la probabilidad de no correlación. Se puede escoger entre dife-
rentes medidas de similaridad, que en nuestro caso por ser coordenadas geográficas,

502
he seleccionado la distancia euclídea. El resultado ha sido un coeficiente de correlación
R=0,5969 con una probabilidad de no correlación de 0. Es decir que la situación espa-
cial de los dólmenes y menhires es la misma (figura 7).

4,747E 06

4,746E 06

4,744E 06

4,742E 06
D

4,741E 06

4,739E 06

4,738E 06

4,736E 06

4,734E 06

5,52E 05 5,56E 05 5,6E 05 5,64E 05 5,68E 05 5,72E 05 5,76E 05


C

Fig. 7. Distribución espacial de dólmenes y menhires en la estación megalítica de Entzia-Urbasa.

503
CAPÍTULO 2. MORFOMETRÍA GEOMÉTRICA

INTRODUCCIÓN

Tradicionalmente el estudio de objetos se ha realizado a partir de diferentes variables


cuantitativas como longitud, anchura, espesor, etc., con las cuales se obtenían múlti-
ples índices o ratios que posteriormente eran comparados. De esta forma se reducía
el objeto a una serie de medidas lineales, punto a punto, perdiéndose la información
geométrica, global, del objeto. Además la elevada correlación existente entre estas va-
riables provocaba diferentes problemas de difícil solución. Particularmente el estudio
de contornos se ha limitado a la consecución de objetos tipológicos. En el caso con-
creto de cerámicas ajustábamos la forma a funciones polinómicas, aunque teníamos
el problema de que el ajuste no era exacto.

La morfometría geométrica se define como el estudio cuantitativo de la forma de los


objetos, de su variación y de su covariacion con otras variables, a fin de poder ser com-
parados. Este método tiene un potencial para estudios arqueológicos enorme. Sobre-
pasa a cualquier tipologia tradicional y nos introduce en una nueva visión de los objetos,
con nuevas técnicas que nos van a permitir observar nuevos hechos e interpretarlos.
No conozco ningún estudio de morfología geométrica aplicado a la arqueología, razón
por la que no incluyo ningún apéndice bibliográfico. Considero a este área como la de
mayor crecimiento futuro en los estudios arqueológicos.

En el estudio de la morfología geométrica conviene descomponer el objeto en dos cua-


lidades del mismo. Por un lado el tamaño y por otro la forma. No se estudia el tamaño
en sí, sino la forma, independientemente del tamaño y de su situación espacial. Pode-
mos definir la forma como la información geométrica resultante, una vez eliminados los
efectos de traslación, rotación y escala o tamaño. El estimador utilizado generalmente
es el tamaño del centroide, siendo el centroide el promedio de todas las coordenadas
morfométricas y el tamaño, la raíz cuadrada de la sumas de distancias al cuadrado de
todas las coordenadas morfométricas respecto al centroide definido anteriormente.

La técnica funciona de la siguiente manera. De cada objeto se obtiene su forma


o contorno, bien en 2D o en 3D. En esta forma se definen unos puntos denominados
coordenadas morfométricas o landmarks. La morfometría geometría a diferencia de
las técnicas habituales, une todos los puntos entre si, pero no mide las distancias en-
tre ellos sino su ángulo. De esta forma se evita que el tamaño o la posición del objeto
definan geometrías diferentes para un mismo objeto. Una vez definidos los landmarks,
tomamos sus coordenadas cartesianas, que como ya he dicho sólo van a servir para
definir las múltiples líneas que unen todos los puntos entre si. A continuación con el
programa podemos comparar las formas y aplicar métodos estadísticos multivariantes
como veremos a continuación.

La comparación de las formas geométricas se basa en el método de superposición,


por el cual una malla en las que se sitúan las coordenadas morfométricas de un objeto,
se superpone a una segunda malla en la que se encuentran situadas las coordenadas
morfométricas del objeto que sirve de referencia y que se obtiene por la superposición
del resto de coordenadas morfométricas de los individuos analizados. Así la deforma-
ción o deformaciones que sufre la malla del objeto a analizar, hasta que coincide con
las coordenadas de la malla de referencia indica las diferencias morfológicas existen-

504
tes. Estas diferencias se representan mediante deformaciones de las líneas que defi-
nen la malla y mediante el empleo de diferentes colores en las zonas de deformación.

Como he indicado anteriormente la MG es uno de los más novedosos e interesentes


métodos para el estudio de la forma o tipo de cualquier objeto. Además tiene una gran
ventaja a su favor, que es la posibilidad de mecanización del trabajo manual desde el
inicio hasta la obtención de resultados estadísticos.

2.1. MORFOMETRÍA GEOMÉTRICA. LAS PUNTAS DE FLECHA EN DIVERSOS


ENTERRAMIENTOS COLECTIVOS DEL ENEOLÍTICO ALAVÉS

2.1.1. DESCRIPCIÓN DE LOS ENTERRAMIENTOS

El dolmen de El Sotillo se localiza en la localidad de Laguardia (Álava), siendo uno


de los nueve dólmenes que constituyen la estación dolménica de La Rioja Alavesa. Se
trata de dólmenes morfológicamente semejantes, con cámara y corredor. Cámara que
adopta plantas hexagonales u octogonales, casi circulares. Son dólmenes de gran tama-
ño, realizados con grandes losas de arenisca y que delimitan recintos con una gran su-
perficie y volumen. El dolmen que nos ocupa fue descubierto en 1956 y excavado en 1963
recuperándose abundante ajuar. Entre este ajuar aparecieron seis puntas de flecha de
las conocidas como de pedúnculo y aletas, con una característica en las aletas y es que
no acaban en punta como suele ser habitual sino en bisel, característica que las hace di-
ferentes del resto de puntas de flecha. Junto a este material apareció un cuenco campa-
niforme tipo continental.

La cueva sepulcral de Gobaederra se localiza en la localidad de Subijana-Morillas


(Álava). Fue descubierta en 1961 y excavada durante los años 1964 y 1965. Se trata
de una pequeña cueva con inhumaciones, que en el momento de ser descubierta mu-
chos de ellos estaban todavía en superficie. Según la memoria de excavaciones se de-
finen tres niveles. Un primer nivel A, con inhumaciones en el que se recuperaron cinco
puntas de flecha de pedúnculo y aletas, ocho punzones de cobre, dos puñales largos
triangulares de cobre y un puñal corto y treinta cuentas de collar del tipo rodete, en pie-
dra dura. Se pudo datar por C-14 proporcionando este método la fecha de 1.710 ± 100
B.C. Un nivel B muy fino formado por carbones y cenizas, sin restos arqueológicos. Un
nivel C con inhumaciones, semejante al nivel A, en el que se recuperaron ocho puntas
de flecha de pedúnculo y aletas, cuatro punzones de cobre, dos puñales largos trian-
gulares de cobre y 35 cuentas de collar tipo rodete en piedra dura, junto con unos po-
cos fragmentos de cerámica modelada a mano.

La cueva sepulcral de Las Yurdinas II, se localiza en la localidad de Peñacerrada


(Álava). Fue excavada en 2000 por J. Fernández Eraso. Se trata de un único nivel ar-
queológico que fue datado entre 4.290 ± 40 y 4390 ± 80, dentro de un Calcolítico.

2.1.2. MORFOMETRÍA GEOMÉTRICA

Tradicionalmente se han estudiado las puntas de flecha desde un punto de vista li-
neal, midiendo longitud, anchura, espesor y analizando los índices o ratios entre estas
dimensiones. Los resultados obtenidos han sido escasos y poco satisfactorios. Desde
el punto de vista de la tipologia los resultados han sido también escasos. Si que se han
determinado los tres grupos principales de puntas de flecha, foliáceas, pedúnculo y
pedúnculo y aletas y sus subdivisiones, mezcla de tipologia y tamaño.

505
La morfometría geométrica pertenece al ámbito de la biología y paleontología. Su
principal característica es que estudia la forma y el tamaño desde un nuevo punto de
vista, el geométrico, y en ésta nueva forma de enfocar su estudio radica la novedad y la
fuerza del mismo. El análisis tradicional tipológico estudia una serie de variables cuan-
titativas, altura, anchura, espesor, ángulos, etc. Los problemas clásicos de este tipo de
análisis están relacionados con el alto grado de correlación que existen entre estas va-
riables. La morfometría geométrica, estudia los movimientos en el plano o en el espacio
de unos puntos concretos, estructuras geométricas, llamados coordenadas morfométri-
cas que no son más que las conocidas coordenadas cartesianas (x, y, z) también deno-
minadas “landmarks” que definen la forma del objeto estudiado y que permite compa-
rarlos con otros puntos. La morfometría geométrica proporciona una aproximación a la
forma y al cambio de la misma.

MORFOLOGÍA LINEAL MORFOMETRÍA GEOMÉTRICA

Esquema 1. Morfología Lineal y Morfometría Geométrica. Puntas de flecha.

La morfometría geométrica separa la forma del tamaño, pudiendo de esta forma po-
der comparar la forma independientemente del tamaño, hecho que era muy difícil de rea-
lizar anteriormente puesto que ambas variables están relacionadas. El estudio se rea-
liza comparando las posiciones relativas de las coordenadas morfométricas, denomi-
nados “landmarks”, que delimitan el contorno de la figura. La forma se define como la
información geométrica que permanece una vez eliminados del objeto los efectos de
traslación, rotación, reflexión y escala. El tamaño, o mejor dicho, el estimador del tama-
ño más utilizado es el tamaño del centroide, siendo el centroide la media de todas las
coordenadas morfométricas.

506
El análisis de contornos se puede realizar de diferentes maneras. El más logrado y
el que se utiliza mayoritariamente es el Análisis de Fourier y concretamente el Análisis
Elíptico de Fourier. Las series de Fourier son ecuaciones trigonométricas que utilizan
como variables senos y cósenos, y que logran reproducir con bastante precisión figuras
curvas bidimensionales o tridimensionales, a partir de un centroide y de los radios que
parten desde este a cada uno de los “landmarks” definidos previamente.

Posteriormente estos datos pueden ser tratados con los diferentes métodos multi-
variantes que existen, componentes principales, análisis de deformaciones parciales,
análisis de deformaciones relativas, y con “Thin-plate spline transformation grids”.

La morfometría geométrica utiliza generalmente el llamado método de superposi-


ción, mediante el cual se define una malla reticulada de deformación, en la que se ha-
llan posicionadas las coordenadas cartesianas de la forma o “landmarks”. Esta malla
original se superpone a una segunda en la que se sitúa la forma de referencia, general-
mente la forma promedio o una que haya sido escogida por el investigador por cualquier
razón. Entre los métodos de superposición PAST, utiliza el de coordenadas Procrustes,
que consiste en que las formas se superponen minimizando la suma de distancias al
cuadrado entre las coordenadas morfométricas. De esta manera, la deformación que
experimenta la primera malla hasta que sus “landmarks” coincidan con los “landmarks”
de la malla de referencia, nos indica las diferencias morfométricas que existen. Estas
deformaciones son de dos tipos, las llamadas deformaciones uniformes que describen
la variación global, y las deformaciones locales que afectan a alguna área concreta de
la forma.

Para el estudio de las deformaciones locales PAST utiliza dos sistemas, las defor-
maciones parciales y las deformaciones relativas, que analizan los cambios en cada
una de las coordenadas. Se emplea un parámetro alfa para enfatizar estas deforma-
ciones. Así Alfa = 0, da un peso igual a todas las coordenadas y es un equivalente a
un análisis de componentes principales de la forma. Alfa = 1 da mayor peso a las co-
ordenadas más separadas y Alfa = -1 otorga el mayor peso a las coordenadas más
cercanas.

Para la ejecución material de nuestro estudio vamos a utilizar el programa PAST. Se


trata de un buen programa de estadística, fácil de usar y de distribución libre. Ha sido
desarrollado por O. Hammer, D. A. T. Harper y P.D. Ryan, y puede bajarse de la Web.

2.1.3. COORDENADAS MORFOMÉTRICAS O “LANDMARKS”

Para un análisis de morfometría geométrica necesitamos obtener las coordenadas


(x, y) de diversos puntos que configuran la forma de la figura a analizar. Estas coorde-
nadas morfométricas pueden ser de tres tipos.

El primer tipo son coordenadas morfométricas que definen puntos característicos y


específicos de la punta de flecha, por ejemplo, la propia punta, el final de la aleta, el final
del pedúnculo, etc. El segundo tipo, coordenadas matemáticas, se definen por alguna pro-
piedad geométrica o matemática, por ejemplo las coordenadas tomadas en el filo a mi-
tad de la longitud de la punta, etc. El tercer tipo, pseudos-coordenadas, son coordenadas
localizadas entre coordenadas morfométricas o matemáticas y no obedecen a ninguna
característica particular de la forma. En nuestro caso todas las coordenadas son morfo-
métricas, excepto una que es matemática.

507
Para un buen resultado en el análisis de morfometría geométrica hay que seleccio-
nar en todos los objetos las mismas coordenadas morfométricas. Las puntas de flecha
afortunadamente tienen puntos o landmarks muy definidos y que son equivalentes en
los diferentes modelos de puntas de flecha.

Para la toma de las coordenadas (x, y) he ampliado los dibujos o fotografías publi-
cados en la memoria de las excavaciones para una mayor precisión de las mismas,
teniendo cuidado en transformar los datos medidos en la nueva escala a la escala del
dibujo o fotografía.

Así los puntos escogidos han sido los siguientes, empezando por la punta y siguien-
do en sentido contrario a las agujas del reloj:
1. Coordenada en la punta, al que siempre damos las coordenadas (0, 0).
2. Coordenada en la arista izquierda de la punta correspondiente a la mitad de la
altura.
3. Coordenada en el extremo de la aleta.
4. Cuando la aleta tiene forma de espiga tomo la coordenada a 1 mm. de la coorde-
nada 3. Cuando la aleta tiene forma de bisel la tomo en el ángulo opuesto del bisel
a la coordenada 3.
5. Coordenada en el ángulo que forma la arista interior de la aleta con la arista del
pedúnculo.
6. Coordenada en el ángulo izquierdo inferior del pedúnculo.
7. Coordenada en la mitad del pedúnculo, siendo la x siempre en este caso 0.
8. Coordenada en el ángulo derecho inferior del pedúnculo.
9. Coordenada en el ángulo interior que forma el pedúnculo y la arista interior de la
aleta derecha.
10. Coordenada en el extremo de la aleta.
11. Cuando la aleta tiene forma de espiga a 1 mm. de la anterior coordenada 10.
Cuando la aleta tiene forma de bisel la tomo en el ángulo opuesto del bisel de la
coordenada anterior.
12. Coordenada en la arista de la derecha de la punta correspondiente a la mitad de
la altura.

En las coordenadas anteriores a partir de la 8 la coordenada “y” la he puesto con


signo negativo.

Con las coordenadas obtenidas y pasada a la escala real, podemos proceder a rea-
lizar el estudio.

En el programa PAST, y en el menú “Geomet” tenemos una serie de pestañas que


nos van a permitir realizar los análisis que nos proponemos realizar. El fundamento es-
tadístico y matemático de estas pruebas puede verse en el manual de instrucciones de
este paquete estadístico.

En primer lugar el análisis de formas elíptico de Fourier. Para ello debemos cambiar
la posición de los datos de entrada que deben ser puestos en la hoja de cálculo de la
siguiente forma:

508
Forma nº 1: X1Y1X2Y2X3Y3X4Y4…
Forma nº 2: X1Y1X2Y2X3Y3X4Y4…

Es decir cada forma en una línea y las coordenadas unas a continuación de las otras.

Los análisis que vamos a realizar son los siguientes:


1. Análisis de Formas Elíptico de Fourier. A través de las coordenadas (x, y) de los
puntos equivalentes de las formas, logramos obtener una imagen del objeto real. Se-
gún esta imagen se aproxime al objeto real, mejor será la calidad del análisis que efec-
tuemos.
2. Análisis Autovalores. Es un análisis de componentes principales, proporcionando
el clásico eje y la situación de las formas en el mismo. La interpretación de los ejes y
de la situación de los puntos se realiza como en Componentes Principales.
3. Thin-plate spline transformation grids. Visualiza las deformaciones de la forma en
una malla. Los análisis efectuados pueden realizarse con los datos sin transformar, sin
embargo, se recomienda realizar una transformación de estas coordenadas a una nue-
va forma denominada coordenadas “Procrustes”, recomendándose esta transformación
para este tipo de análisis. Se realiza desde el menú de “Transformación” seleccionando
la opción “Procrustes”. Este análisis proporciona una malla en la que están represen-
tados los puntos equivalentes, y junto a los puntos, dos vectores que representan en
negro la mayor tensión y en marrón la menor tensión, junto con sus valores, incluyendo
en amarillo el grado de fuerza de cada punto. La comparación la hacemos con la media
de cada yacimiento. Junto a estas mallas de deformación podemos obtener en color
una representación equivalente. En verde se representa la expansión de los puntos y
en púrpura la contracción de los mismos.

El análisis lo vamos a realizar primero para cada yacimiento y en este orden: Las
Yurdinas II, Gobaederra y El Sotillo, y luego en forma conjunta.

2.1.4. ANÁLISIS DE FORMAS ELÍPTICO DE FOURIER

Hemos comentado anteriormente que a través de las coordenadas (x, y) obtenemos


una imagen del objeto original. Su mayor o menor parecido con el original nos dará el
grado de confianza de los análisis posteriores. Ni que decir tiene que si no obtenemos
una representación muy aproximada del original, no se debe continuar con el análisis.
Hemos analizado las 19 puntas originales que han originado 19 formas. Presentamos
solamente una de ellas viendo como funciona el sistema. El primer armónico proporcio-
na una generalización de la forma de planta ovalada, conforme vamos metiendo más
armónicos, se empieza a definir la forma. Para el modo 10 tenemos una aproximación a
la forma original. Con el modo 20, que es el máximo que el programa permite, tenemos
una imagen casi real y muy exacta del original. El análisis de las formas elípticas de
Fourier ha representado satisfactoriamente y con mucha exactitud las formas de las
restantes 18 puntas de flecha, sin excepciones.

2.1.5. ANÁLISIS AUTOVALORES

Es un análisis de componentes principales de los vectores obtenidos en el análisis


de Fourier. Analizamos en primer lugar el yacimiento de Las Yurdinas II. En la tabla 1 se

509
AUTOVALORES LAS YURDINAS II
VALOR % VARIANZA
EIGENVALOR 1 2,79767 74,009
EIGENVALOR 2 0,62584 16,556
EIGENVALOR 3 0,31619 8,3646
EIGENVALOR 4 0,038832 1,02
JOLIFFE CUT-OFF 0,26461

representan los valores obtenidos e indican que los dos primeros autovalores explican
el 90% de la varianza.

El diagrama de componentes principales de las formas (gráfico 1) separa claramente


dos grupos por su forma. El primero representado por las puntas 1, 2, 3 y 4, son puntas
de pedúnculo y aletas, con filo recto. Mientras que el segundo grupo representado por
las puntas 5 y 6, son las puntas de hombros o aletas incipientes y filo curvilíneo.

2,4

yur4 2

1,6

1,2
Component 2

yur6
0,8

yur1

0,4

yur3 yur5

-2 -1,5 -1 -0,5 0,5 1 1,5 2 2,5

yur2
-0,4

-0,8

Gráfico 1. Componentes principales


de Las Yurdinas 2. Component 1

Realizamos la transformación de las coordenadas Procrustes. Con estos datos


transformados realizamos un análisis de componentes principales de la forma, para ob-
tener una malla de deformación de la forma que indica en que zona o zonas de la punta

510
de flecha se obtienen variaciones. En PAST, este análisis, lo realizamos desde “análisis
multivariables”, “componentes principales” y marcando la casilla “shape PCA” y en el
botón “shape deform (2D)”. La tabla 2 proporciona los autovalores para cada compo-
nente y el porcentaje de varianza que explica cada uno de ellos.

AUTOVALORES LAS YURDINAS II


PC EIGENVALOR % VARIANZA
1 0,0240537 74,425
2 0,00478607 14,809
3 0,00199592 6,1756
4 0,00094959 2,9381
5 0,000534251 1,653
6 1,13E-34 3,45E-31
7 4,50E-69 1,39E-65
JOLIFFE CUT-OFF 0,00094265

El gráfico 2 presenta para Las Yurdinas 2, las deformaciones principales, con una
amplitud de 0,4 que es la que hemos empleado en todos los estudios para una mejor
comparación. Observamos claramente que la deformación de la forma media se da en
la zona superior de las aletas, lo que indica que es en esta parte de la punta donde la
variabilidad es mayor, permaneciendo constante la zona de la punta y el pedúnculo, así

Gráfico 2. Malla de deformación de Las Yurdinas 2.

511
como la punta de las aletas concretamente la zona situada entre los “landmarks” núme-
ros 2 y 3 y sus simétricos números 9 y 10.

El yacimiento de Gobaederra (tabla 3), proporciona los dos primeros autovalores


que explican el 91% de la varianza.

AUTOVALORES GOBAEDERRA
VALOR % VARIANZA
EIGENVALOR 1 5,42103 71,482
EIGENVALOR 2 1,494 19,701
EIGENVALOR 3 0,61199 8,0698
EIGENVALOR 4 0,037417 0,49339
JOLIFFE CUT-OFF 0,53086

El diagrama de componentes principales de las formas (gráfico 3) presenta una


agrupación de puntas las números 11, 45 y 60 correspondientes a puntas de flecha de
pedúnculo y aletas con estos atributos muy separados. El resto de las puntas se distri-
buyen por todo el diagrama de dispersión, dando una idea de la separación morfomé-
trica de las puntas en este yacimiento.

3,5
gob18

gob85
2,5

2
Component 2

gob11 1,5

gob45
1
gob60
gob25

0,5

-4 -3,2 -2,4 -1,6 -0,8 0,8 1,6 2,4

gob43
-0,5

-1

Component 1

Gráfico 3. Componentes principales de Gobaederra.

512
Realizamos la transformación de coordenadas Procrustes y realizamos con éstas el
análisis de componentes principales de la forma. La tabla 5 refleja los autovalores ob-
tenidos y el porcentaje de varianza explicada para cada componente principal.

AUTOVALORES GOBAEDERRA
PC EIGENVALOR % VARIANZA
1 0,0125333 46,791
2 0,00670471 25,031
3 0,00413012 15,419
4 0,00214903 8,0231
5 0,000891958 3,33
6 3,76E-04 1,41E+00
7 1,66E-34 6,18E-31
8 3,24E -36
1,21E-32
JOLIFFE CUT-OFF 0,00094265

El gráfico 4 muestra la deformación principal de la media de la forma con una ampli-


tud de 0,4. Observamos como la deformación principal se centra en la parte inferior de la
flecha y que afecta a toda la zona de las aletas y pedúnculo. Esto indica que existe una
gran variación de la forma en esta zona, permaneciendo constante la punta y el filo. Y

Gráfico 4. Malla de deformación de Gobaederra.

513
que esta variación es muy importante por la gran deformación y encogimiento que pre-
senta el gráfico en esta zona.

El dolmen de El Sotillo (tabla 5), proporciona unos datos para los dos primeros au-
tovalores que explican el 88% de la varianza.

AUTOVALORES EL SOTILLO
VALOR % VARIANZA
EIGENVALOR 1 3,03507 57,254
EIGENVALOR 2 1,6496 31,118
EIGENVALOR 3 0,58088 10,958
EIGENVALOR 4 0,034977 0,65981
JOLIFFE CUT-OFF 0,37107

El diagrama de componentes principales de las formas muestra tres grupos de puntas


(gráfico 5) claramente diferenciadas. En el primero se agrupan las puntas números 3,
4, 5 y 6 que se corresponde con puntas de pedúnculo y aletas a bisel, terminando la
aleta casi a la misma altura que el final del pedúnculo. Un segundo grupo lo constituye
una punta de pedúnculo y aletas a bisel, solamente que el pedúnculo acaba a 1/3 de la
altura. El tercer grupo lo constituye la punta número 2 de pedúnculo grueso y aletas in-
cipientes o de hombro.

0,5

sot2

-4 -3,5 -3 -2,5 -2 -1,5 -1 -0,5 0,5

-0,5

-1
Component 2

sot4
-1,5

-2

-2,5
sot5
sot6

sot3
-3

-3,5 sot1

-4

Component 1
Gráfico 5. Componentes principales de El Sotillo.

514
Realizamos la transformación de coordenadas Procrustes y a continuación el análi-
sis de componentes principales de la forma. La tabla 6 presenta los autovalores y el
porcentaje de varianza de cada componente principal.

AUTOVALORES EL SOTILLO
PC EIGENVALOR % VARIANZA
1 0,0160202 55,115
2 0,0095335 32,805
3 0,00184819 6,3584
4 0,00138244 4,756
5 0,00028065 0,96554
6 4,77E-35 1,64E-31
7 1,65E-36 5,67E-33
JOLIFFE CUT-OFF 0,00084779

El gráfico 6 muestra la deformación principal de la media de la forma con una ampli-


tud de 0,4. Observamos que la principal deformación de la forma se da en el pedúnculo
y concretamente en uno de los laterales como indicando una asimetría. La deformación
se da también en la longitud indicando la gráfica en su conjunto un alargamiento de la
forma muy manifiesta.

Como conclusión de este primer análisis diremos que en cada yacimiento existen ti-
pos o grupos de flecha perfectamente definidos y bien diferenciados con respecto a los

Gráfico 6. Malla de deformación de El Sotillo.

515
otros dos yacimientos. Esta diferenciación nos permite en un futuro atribuir cualquier pun-
ta de flecha a alguno de estos grupos originales o a cualquier nuevo grupo que pueda lo-
calizarse. Son grupos perfectamente delimitados.

Con estos datos podemos indicar que en los tres yacimientos estudiados se dan di-
ferentes morfometrías geométricas de las puntas y que por el análisis de los ejes de los
componentes principales la variación se da en la parte de enmangue de la flecha, es de-
cir, en la forma de la aleta, en la situación de la aleta, y en la proporción que guarda la
finalización de la aleta con respecto a la altura total de la misma. Todas estas variacio-
nes se marcan y diferencian de forma muy ostensible.

3
22

0,24 11

3 2

0,18 3
1

0,12 2 1 1
3

0,06 3

0 13
B

3 2
2 1

2
-0,06
3

-0,12 2
3
1 1

-0,18 1

2 3
3
-0,24 1
1
2
2
3
-0,3
-0,6 -0,5 -0,4 -0,3 -0,2 -0,1 0 0,1 0,2
A

Landmarks de los componentes principales de las puntas de flecha.

2.1.6. ANÁLISIS DE LA MALLA DE DEFORMACIÓN DE LAS PUNTAS DE FLECHA


1. Cueva sepulcral de Las Yurdinas II
1.1. Punta de flecha número 1
En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de flecha
de este yacimiento. Representamos también los vectores de tensión, su dirección y su
grado de fuerza. En el gráfico 7 observamos como se produce una ligera torsión en la
parte inferior de la punta y concretamente en la zona aguda de las aletas.

516
El gráfico 8 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en púr-
pura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del res-
to de puntas de flecha.

1.2. Punta de Flecha número 2


En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de fle-
cha del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y su
grado de fuerza. En el gráfico 9 observamos como se produce la torsión en la zona de un
lado del pedúnculo y la zona interior de la aleta, representando el ensanchamiento del
pedúnculo

El gráfico 10 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en púr-
pura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del res-
to de puntas de flecha.

1.3. Punta de Flecha número 3


En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de flecha
del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y su gra-
do de fuerza. En el gráfico 11 observamos como se produce la torsión en la zona infe-
rior del filo donde forma la aleta, existiendo un ensanchamiento a lo largo de toda la lon-
gitud de la punta y sobre todo en la zona distal y en el pedúnculo.

El gráfico 12 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en púr-
pura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del
resto de puntas de flecha.

1.4. Punta de Flecha número 4


En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de fle-
cha del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y
su grado de fuerza. En el gráfico 13 se observa como hay diferentes zonas de torsión.
La primera se da en la mitad inferior del filo y la segunda en la punta de la aleta.

El gráfico 14 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en
púrpura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del
resto de puntas de flecha.

1.5. Punta de Flecha número 5


En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de fle-
cha del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y
su grado de fuerza. En el gráfico 15 se observa una deformación de la mitad inferior del
filo y de la zona de la aleta y el pedúnculo, enganchándose toda la figura y sobre todo
el pedúnculo.

517
0,48

0,36

0,9025
0,9331

0,24
1,324
1,399
0,8205
1,077
0,9256
0,12 0,9912

1,298
1,307
0,9732
0 0,7983

1,004
1,098

-0,12 0,809
0,9275
0,9375
1
1,462 1,29

-0,24
0,05958
0,1429 1,001
1,01

-0,36

-0,48

-0,72 -0,6 -0,48 -0,36 -0,24 -0,12 0 0,12 0,24

Gráfico 7. Malla de deformación de la punta 1 de Las Yurdinas 2, con los principales valores de landmarks.

Gráfico 8. Malla de deformación de la punta 1 de Las Yurdinas 2 con expansiones y contracciones de la forma.

518
0,36

0,24 0,8059
0,8334 1,09
1,074

0,6011 0,7664
0,12 0,7709 1,118
1,008 1,08

0,8895
0 0,9512
1,019

1,228
1,192 0,856 0,1975
-0,12 1,005 0,4522
1,78
1,021
0,2634

1,794
-0,24 0,2449

-0,36

-0,48

-0,6

-0,72 -0,6 -0,48 -0,36 -0,24 -0,12 0 0,12 0,24

Gráfico 9. Malla de deformación de la punta 2 de Las Yurdinas 2, con los principales valores de landmarks.

Gráfico 10. Malla de deformación de la punta 2 de Las Yurdinas 2, con expansiones y contracciones de la forma.

519
0,48

0,36

0,24
0,5745
0,5767

0,5867 1,06
1,051
0,6227 0,6859
1,003
0,12
1,011 1,029

0,6474

0 1,002

0,99
1,038

0,612 0,9848
-0,12
1
0,9802
1,096 1,125

0,02001
0,04164 11
-0,24

-0,36

-0,48

-0,72 -0,6 -0,48 -0,36 -0,24 -0,12 0 0,12 0,24

Gráfico 11. Malla de deformación de la punta 3 de Las Yurdinas 2, con los principales valores de landmarks.

Gráfico 12. Malla de deformación de la punta 3 de Las Yurdinas 2, con expansiones y contracciones de la forma.

520
0,48

0,36

1,243
1,225

0,24
0,8621
0,84
0,9264

0,8464 0,8163 1,122


0,12 1,184

1,164

0 0,6926
0,9834 1
1,053

-0,12
0,8298 0,8715
0,8362 1,193
1,472
1,023
-0,24 0,0971 1
0,06175 1,008

-0,36

-0,48

-0,72 -0,6 -0,48 -0,36 -0,24 -0,12 0 0,12 0,24

Gráfico 13. Malla de deformación de la punta 4 de Las Yurdinas 2, con los principales valores de landmarks.

Gráfico 14. Malla de deformación de la punta 4 de Las Yurdinas 2, con expansiones y contracciones de la forma.

521
0,48

0,36

0,7657
0,764
0,24
156
1,1,111
0,9587
1,141 0,8464
1,278
0,12
0,8808 1,154

0
0,9913
0,9996
1,039

1,294
-0,12
0,9129
0,9999
0,8879 1,098
1,164
1,097
-0,24 0,02469 1,009
0,00314 1,009

-0,36

-0,48

-0,72 -0,6 -0,48 -0,36 -0,24 -0,12 0 0,12 0,24

Gráfico 15. Malla de deformación de la punta 5 de Las Yurdinas 2, con los principales valores de landmarks.

Gráfico 16. Malla de deformación de la punta 5 de Las Yurdinas 2, con expansiones y contracciones de la forma.

522
El gráfico 16 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en púr-
pura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del res-
to de puntas de flecha.

1.6. Punta de Flecha número 6


En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de fle-
cha del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y su
grado de fuerza. En el gráfico 17 se observa un ensanchamiento de toda la punta casi a
partir de la misma punta. La deformación se observa en la zona desde el segundo land-
mark hasta la unión del pedúnculo y la aleta alejando este punto hacia la punta.

El gráfico 18 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en
púrpura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del
resto de puntas de flecha.

2. Cueva sepulcral de Gobaederra


2.1. Punta de Flecha número 11
En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de fle-
cha del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y
su grado de fuerza. En el gráfico 19 observamos la deformación y torsión que se efectúa
en esta punta y que afecta a la zona que empieza en la mitad del filo y continúa hasta
el mismo final del pedúnculo.

El gráfico 20 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en púr-
pura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del
resto de puntas de flecha.

2.2. Punta de Flecha número 43


En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de fle-
cha del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y
su grado de fuerza. En el gráfico 21 observamos la deformación asimétrica que presen-
ta la punta y la torsión que se realiza en torno a la punta de la aleta, y la tendencia al
ensanchamiento que se produce en el lado simétrico de la figura.

El gráfico 22 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en púr-
pura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del
resto de puntas de flecha.

2.3. Punta de Flecha número 18


En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de fle-
cha del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y
su grado de fuerza. En el gráfico 23 se observa un ensanchamiento en la figura sobre
todo en la zona de la aleta y un estrechamiento a lo largo de la longitud de la flecha.

523
0,4

1,317
0,911
0,3
0,9249

1,391
0,9208
0,2
1,561

0,863
2,24

0,1 0,9491

1,331

0,8899
0 1,029
0,9956

1,415 0,7058
-0,1
1,511

1,268

0,6845
-0,2
0,9642
1,488

0,8119
-0,3
0,7428
2,244
1,498

-0,4

-0,5
-0,6 -0,5 -0,4 -0,3 -0,2 -0,1 0 0,1 0,2 0,3

Gráfico 17. Malla de deformación de la punta 6 de Las Yurdinas 2, con los principales valores de landmarks.

Gráfico 18. Malla de deformación de la punta 6 de Las Yurdinas 2, con expansiones y contracciones de la forma.

524
0,48

0,36

0,9972
0,9864
0,24
1,284
1,313
0,9988

0,12 1,292

0,9407
1,147
0,7378
0 0,7982
0,5254
1,013 0,6769 1,002
1,001
1
0,8589
1,02
-0,12
0,8994
1,053

0,787
0,7535
-0,24 1,091
1,058

-0,36

-0,48

-0,6 -0,48 -0,36 -0,24 -0,12 0 0,12 0,24 0,36

Gráfico 19. Malla de deformación de la punta 11 de Gobaederra con los principales valores de landmarks.

Gráfico 20. Malla de deformación de la punta 11 de Gobaederra con expansiones y contracciones de la forma

525
0,48

0,36

0,24 0,7149
0,6626
0,638
1,061
1,11
1,1
9
0,4482
0,12
1,039

0,9387

1,001
0 0,2988
0,9999 0,4755
0,2353 1,002
1,001
1,036
1,009

-0,12 1,362

0,9574
-0,24 0,9507
0,9043

1
1,231
,212

-0,36

-0,48

-0,6 -0,48 -0,36 -0,24 -0,12 0 0,12 0,24 0,36

Gráfico 21. Malla de deformación de la punta 43 de Gobaederra con los principales valores de landmarks.

Gráfico 22. Malla de deformación de la punta 43de Gobaederra con expansiones y contracciones de la forma.

526
El gráfico 24 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en púr-
pura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del res-
to de puntas de flecha.

2.4. Punta de Flecha número 25


En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de fle-
cha del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y
su grado de fuerza. En el gráfico 25 se observa un ensanchamiento global de la figura
en su zona inferior central, y una fuerte torsión en la punta de las aletas.

El gráfico 26 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en púr-
pura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del res-
to de puntas de flecha.

2.5. Punta de Flecha número 85


En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de fle-
cha del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y
su grado de fuerza. En el gráfico 27 se observa un alargamiento en la zona del pedún-
culo y un ensanchamiento en el mismo.

El gráfico 28 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en púr-
pura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del res-
to de puntas de flecha.

2.3. Punta de Flecha número 45


En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de flecha
del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y su
grado de fuerza. En el gráfico 29 no se observa ninguna torsión digna de mencionarse.
Toda la figura, excepto una ligera torsión en el cruce pedúnculo y aletas, permanece en
la media del yacimiento.

El gráfico 30 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en púr-
pura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del res-
to de puntas de flecha.

2.4. Punta de Flecha número 60


En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de flecha
del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y su
grado de fuerza. En el gráfico 31 observamos una fuerte deformación en la zona de la
unión pedúnculo y aletas torsionando el pedúnculo hasta entrar en el cuerpo de la fle-
cha y estirando las aletas hacia atrás, y quebrando el filo de la misma.

527
0,4

0,955
0,9707
0,3

1,768
0,2 0,8151 1,954
1,045

0,7504
1,093
0,1

0,9198

0 0,9988 0,9924

1,053 0,9948
0,7405 2,703
-0,1
0,7399 1,107
2,698

1,056
-0,2 2,813

0,8886
0,9715
-0,3

1,11,111
96

-0,4

-0,7 -0,6 -0,5 -0,4 -0,3 -0,2 -0,1 0 0,1 0,2 0,3

Gráfico 23. Malla de deformación de la punta 18 de Gobaederra con los principales valores de landmarks.

Gráfico 24. Malla de deformación de la punta 18 de Gobaederra con expansiones y contracciones de la forma.

528
0,4

0,3
0,4541
0,4284
1,052
1,045
0,5919
0,2 0,8982
1,009

1,012

0,1
0,9868

0,7809
0 0,9985
1,01

0,9991
-0,1
4,059
0,8419
1,086
0,5856
-0,2 1,002
0,6324 4,548
0,6629
1,004
1,019 3,753
-0,3

-0,4

-0,5
-0,7 -0,6 -0,5 -0,4 -0,3 -0,2 -0,1 0 0,1 0,2 0,3

Gráfico 25. Malla de deformación de la punta 25 de Gobaederra con los principales valores de landmarks.

Gráfico 26. Malla de deformación de la punta 25 de Gobaederra con expansiones y contracciones de la forma.

529
0,48

0,36

0,9186 3
0,901

0,9753
0,24 1,11
07
,136

1,021

0,12 0,9655

0,8387

1,328
10,941
,068 6
0 1,003
0,9926
1,053 0,7922
1,086

-0,12

0,9812
0,7806
1,166
1
-0,24 1,158 0,8669

0,8735
1,2
-0,36

-0,48

-0,6 -0,48 -0,36 -0,24 -0,12 0 0,12 0,24 0,36

Gráfico 27. Malla de deformación de la punta 85 de Gobaederra con los principales valores de landmarks.

Gráfico 28. Malla de deformación de la punta 85 de Gobaederra con expansiones y contracciones de la forma.

530
0,48

0,36

0,24 0,9494
0,939 1,079
1,083
0,967
1,198

0,12

0,9342
1,167

0,8258
0
0,6637 1,008
0,9982 0,7051
1
1,001
1,044 0,752
1,06
-0,12

0,8792 1,091 0,9107


0,9073

-0,24 1,003
1,018

-0,36

-0,48

-0,6 -0,48 -0,36 -0,24 -0,12 0 0,12 0,24 0,36

Gráfico 29. Malla de deformación de la punta 45 de Gobaederra con los principales valores de landmarks.

Gráfico 30. Malla de deformación de la punta 45 de Gobaederra con expansiones y contracciones de la forma.

531
El gráfico 32 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en púr-
pura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del res-
to de puntas de flecha.

3. Dolmen de El Sotillo
3.1. Punta de Flecha número 1
En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de flecha
del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y su
grado de fuerza. En el gráfico 33 observamos una deformación en la mitad de la flecha
como si la punta se hubiera encogido en esa zona. El resto de la punta es normal salvo
el ensanchamiento en el pedúnculo en la unión con las aletas.

El gráfico 34 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en púr-
pura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del res-
to de puntas de flecha.

3.2. Punta de Flecha número 4


En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de fle-
cha del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y
su grado de fuerza. En el gráfico 35 se refleja un acortamiento del final del pedúnculo
que penetra en la figura.

El gráfico 36 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en púr-
pura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del res-
to de puntas de flecha.

3.3. Punta de Flecha número 2


En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de fle-
cha del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y su
grado de fuerza. En el gráfico 37 observamos esta curiosa morfometría que nos muestra
una deformación muy acusada por ensanchamiento del pedúnculo y encogimiento de
las aletas. El ensanchamiento llega hasta la mitad superior de la punta.

El gráfico 38 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en púr-
pura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del res-
to de puntas de flecha.

3.4. Punta de Flecha número 5


En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de fle-
cha del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y su
grado de fuerza. En el gráfico 39 observamos una ligera deformación en el filo inferior
de la punta y torsión en la zona de la aleta.

532
0,4

0,8058
0,8078
0,3

0,9778 1,22
1,22

0,2

1,764
0,9523

0,1

1,381
0,4425
1,002
0,3502
0
0,4479 1
0,9996 1,006

-0,1 1,38
0,9998

-0,2 1,569

0,9999

-0,3 0,9963
0,9965

1,374
2,326 1,341

-0,4

-0,5
-0,6 -0,5 -0,4 -0,3 -0,2 -0,1 0 0,1 0,2 0,3

Gráfico 31. Malla de deformación de la punta 60 de Gobaederra con los principales valores de landmarks.

Gráfico 32. Malla de deformación de la punta 60 de Gobaederra con expansiones y contracciones de la forma.

533
0,48

0,36 0,9876

1,126
0,9984 0,8982
0,24

1,077

0,9974
0,12 2,923

1,491 0,7065

1,022
0 0,994 0,5181
1,001
0,8165
1,387
1,01
-0,12
0,9711

1,418
-0,24
0,9926 0,9806
1,352
1,148
0,9453
-0,36
2,446

-0,48

-0,6
-0,6 -0,48 -0,36 -0,24 -0,12 0 0,12 0,24 0,36

Gráfico 33. Malla de deformación de la punta 1 de El Sotillo, con los principales valores de landmarks.

Gráfico 34. Malla de deformación de la punta 1 de El Sotillo, con expansiones y contracciones de la forma.

534
0,48

0,36

0,9565 0,9566
0,24
1,124

1,022
0,9736
0,8256
0,12
1,002 1,166
0,872 1,104

0,9326

0 0,9918
1,054 1,003
0,9492
1,272
0,9765

-0,12
1,044

0,9936

-0,24 0,9517
1,019 1,537
0,99

1,359
-0,36

-0,48

-0,6 -0,48 -0,36 -0,24 -0,12 0 0,12 0,24 0,36

Gráfico 35. Malla de deformación de la punta 4 de El Sotillo, con los principales valores de landmarks.

Gráfico 36. Malla de deformación de la punta 4 de El Sotillo, con expansiones y contracciones de la forma.

535
0,48

0,36

0,24 0,4994
1,107

0,5428 0,3499
1,002 1,082
0,8187
0,12
1,475 0,7206

1,012

0,62
0
1
0,9905
1,052
1,188

-0,12 0,9658
0,9172
0,4931
1 0,4125
0,449 1,091
1,408 1,297
-0,24

-0,36

-0,48

-0,6 -0,48 -0,36 -0,24 -0,12 0 0,12 0,24 0,36

Gráfico 37. Malla de deformación de la punta 2 de El Sotillo, con los principales valores de landmarks.

Gráfico 38. Malla de deformación de la punta 2 de El Sotillo, con expansiones y contracciones de la forma.

536
0,48

0,36

0,8676 1,075

0,24 0,9038 1,308

1,003

0,9312
0,8955 1,094
0,12
0,9255

0,957 0,8057
1,012
0 1,009
1,003

0,9969
0,8968

-0,12 1,029
1,001

0,9749

-0,24 0,9956
1,131
0,8682
1,045

1,122

-0,36

-0,48

-0,6 -0,48 -0,36 -0,24 -0,12 0 0,12 0,24 0,36

Gráfico 39. Malla de deformación de la punta 5 de El Sotillo, con los principales valores de landmarks.

Gráfico 40. Malla de deformación de la punta 5 de El Sotillo, con expansiones y contracciones de la forma.

537
0,48

0,36

0,24
0,968
0,787
1,207
1,003 0,6478
0,9222 1,083
0,12 0,6608
1

1,705
0,8351
0
1,008 0,9901

0,9741
0,6747

-0,12 1,015 1,8


1,063
0,6422
1,007 0,4072 0,5183
1 1,027
-0,24

-0,36

-0,48

-0,72 -0,6 -0,48 -0,36 -0,24 -0,12 0 0,12 0,24

Gráfico 41. Malla de deformación de la punta 3 de El Sotillo, con los principales valores de landmarks.

Gráfico 42. Malla de deformación de la punta 3 de El Sotillo, con expansiones y contracciones de la forma.

538
0,4

0,3
0,9472
1,13

0,2 0,999
0,9566
1,113
0,9299 1,061 1,393
0,1

0,999
0,984 0,9494
1,003 1,017
0
1,135

0,874 0,9992
-0,1 1,01

1,1911,164

-0,2
0,9989 0,9539

1,176 0,8812
-0,3

1,238

-0,4

-0,5
-0,6 -0,5 -0,4 -0,3 -0,2 -0,1 0 0,1 0,2 0,3

Gráfico 43. Malla de deformación de la punta 6 de El Sotillo, con los principales valores de landmarks.

Gráfico 44. Malla de deformación de la punta 6 de El Sotillo, con expansiones y contracciones de la forma.

539
El gráfico 40 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en púr-
pura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del res-
to de puntas de flecha.

3.5. Punta de Flecha número 3


En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de fle-
cha del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y su
grado de fuerza. En el gráfico 41 muestra un estrechamiento en la zona del extremo
interior de la aleta en relación al pedúnculo.

El gráfico 42 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en púr-
pura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del res-
to de puntas de flecha.

3.6. Punta de Flecha número 6


En la malla de deformación, con las coordenadas Procrustes, comparamos los land-
marks de esta punta de flecha con los “landmarks” medios de todas las puntas de fle-
cha del yacimiento. Así representamos también los vectores de tensión, su dirección y
su grado de fuerza. En el gráfico 43 observamos una simetría total en la flecha con una
pequeña deformación por ensanchamiento de la aleta y un pequeño estrechamiento en
la zona del pedúnculo.

El gráfico 44 muestra está misma situación en la que en color verde marca la zona
de la punta que tiene que expandirse para ajustarse a la media del yacimiento y en púr-
pura la zona de la punta que se contrae para ajustarse a la media de los puntos del res-
to de puntas de flecha.

2.1.7. ANÁLISIS AUTOVALORES CONJUNTO

Hemos analizado anteriormente cada yacimiento arqueológico por separado, obser-


vando las características de cada uno de ellos. El análisis que realizamos a continuación
es un análisis conjunto de las puntas de flecha de los tres yacimientos para comprobar
sus similitudes y diferencias en la forma.

Realizamos un primer análisis de los autovalores de la forma. En la tabla 7 observa-


mos como con los tres primeros autovalores definimos un 95% de la varianza total.

El diagrama de los componentes principales (gráfico 45) es muy significativo puesto


que se ven claramente la existencia de cuatro grupos principales de formas de puntas
de flecha.

El primer grupo esta compuesto exclusivamente por puntas de flecha de Gobaede-


rra, números 11, 45 y 60. El segundo grupo está formado por puntas de flecha de El So-
tillo números 3, 6, 5, y 4 y la número 18 de Gobaederra. El tercer grupo está formado
por las puntas de flecha de Las Yurdinas números 1, 2, 3, y 5 y las de Gobaederra 25
y 43 y El Sotillo 2. El cuarto grupo formado por las puntas El Sotillo 1 y Gobaederra 85.
Queda una punta Yurdinas 6 no paralelizable con ninguna de las anteriores.

540
AUTOVALORES CONJUNTO
VALOR % VARIANZA
EIGENVALOR 1 3,09607 48,657
EIGENVALOR 2 1,548 24,328
EIGENVALOR 3 1,2327 19,373
EIGENVALOR 4 0,34013 5,817
JOLIFFE CUT-OFF 0,44541

Esto viene a indicar que cada yacimiento tiene su forma característica particular, aun-
que existe alguna forma que se asemeja a formas particulares de cualquier otro conjun-
to. El gráfico 46 muestra el mismo diagrama superponiendo unos polígonos específi-
cos y característicos de las formas de puntas de flecha de cada yacimiento estudiado. Go-
baederra es el que presenta un polígono mayor lo que indica una diversidad en las for-
mas del conjunto del yacimiento. Observamos como algunas zonas del diagrama perte-
necen a dos o más yacimientos, conforme nos acercamos al origen del diagrama.

Una análisis de componentes principales con las coordenadas transformadas Pro-


crustes podemos verlo resumido en la tabla 9. Los cuatro primeros componentes expli-
can el 85% de la varianza total.

AUTOVALORES COMPONENTES PRINCIPALES


PC EIGENVALOR % VARIANZA
1 0,0162237 42,874
2 0,00667453 17,639
3 0,00642206 16,971
4 0,00349504 9,2362
5 0,0015489 4,0932
6 1,04E-03 2,75E+00
7 5,75E-04 1,52E+00
JOLIFFE CUT-OFF 0,0011037

En el gráfico 47 y 48 presentamos un diagrama con la situación de cada punta de


flecha. En este caso observamos el agrupamiento de los valores de las formas de las
puntas de flecha según el yacimiento concreto de que se trate. Concretamente obser-
vamos tres grupos. El primer grupo está formado por las puntas de flecha de Las Yur-
dinas, con la inclusión de Sotillo 3. El segundo grupo está formado por las puntas de
flecha de Gobaederra y la inclusión de El Sotillo 1 con una semejanza total con Gobae-
derra 60 y Las Yurdinas 6. El tercer grupo está formado por las puntas de El Sotillo 3,
4, 5 y 6. Este grupo tiene semejanza con las formas de Las Yurdinas 1 y 4. La punta de
El Sotillo 2 se aleja de todos los grupos.

Comparando ambos análisis llegamos a conclusiones parecidas. Todas las puntas


de los yacimientos presentan características particulares concretas que los diferencian
del resto de yacimientos. Los grupos están clara y marcadamente definidos. Las puntas
atípicas son, con cualquier método que utilicemos, siempre las mismas El Sotillo 2 y
Las Yurdinas 6.

541
0,16
sot2

0,12
gob43

gob11

yur3
0,08
yur5

yur6
gob45
0,04
Component 2

gob25
yur2

-0,3 -0,24 -0,18 -0,12 -0,06 0,06 0,12 0,18 0,24 0,3

sot3

-0,04
yur1 gob60
sot1

yur4
sot5 sot6 gob85
-0,08
sot4

-0,12

gob18
-0,16

Gráfico 45. Componentes principales de Las Yur- -0,2


dinas 2, Gobaederra y El Sotillo. Se observan la
formación de tres grupos. Component 1

0,16
sot2

0,12
gob43

gob11

yur3
0,08
yur5

yur6
gob45
0,04
Component 2

gob25
yur2

-0,3 -0,24 -0,18 -0,12 -0,06 0,06 0,12 0,18 0,24 0,3

sot3

-0,04
yur1 gob60
sot1

yur4
sot5 sot6 gob85
-0,08
sot4

-0,12

gob18
-0,16

Gráfico 46. Componentes principales de Las Yur-


dinas 2, Gobaederra y El Sotillo, con indicación -0,2
de los polígonos que representan a cada yaci-
miento. Component 1

542
0,5

yur5

-3,6 -3 -2,4 -1,8 -1,2 -0,6 0,6 1,2

sot2 yur2
yur3
-0,5

yur6

-1
gob25 yur1

gob43
Component 2

-1,5

-2
yur4
gob45

sot4
-2,5
gob11
sot3

gob60
-3

sot5
gob85 sot6
sot1

-3,5

gob18

-4

Component 1

Gráfico 47. Componentes principales, ejes 1 y 2,


de Las Yurdinas 2, Gobaederra y El Sotillo. 0,5

yur5

-3,6 -3 -2,4 -1,8 -1,2 -0,6 0,6 1,2

sot2 yur2
yur3
-0,5

yur6

-1
gob25 yur1

gob43
Component 2

-1,5

-2
yur4
gob45

sot4
-2,5
gob11
sot3

gob60
-3

sot5
gob85 sot6
sot1

-3,5

gob18

-4

Component 1

Gráfico 48. Componentes principales, ejes 1 y 2, con polígonos de Las Yurdinas 2, Gobaederra y El Sotillo.

543
2.2. MORFOMETRÍA GEOMÉTRICA. EL CASO DE LAS HACHAS DE TALÓN Y
ANILLAS DEL BRONCE ATLÁNTICO ALAVÉS.

Las hachas de talón y anillas han sido tradicionalmente hallazgos aislados, fuera de
cualquier contexto arqueológico. Se ha sugerido para este hecho un carácter ritual.

Estas piezas pueden tener un doble origen. Pueden ser de producción local o ser
piezas producto del intercambio comercial. Por tratarse de piezas especiales, realizadas
en un metal noble, con gran peso, se cree que su origen puede ser el comercio.

La realización de una de estas hachas exige un proceso de fabricación exigente. Son


piezas de bronce, conseguidas con una mezcla de cobre y estaño en una proporción
éste último de alrededor del 5%. Conseguir estos metales y sobre todo el estaño está
solamente al alcance de muy pocas personas. Fundir los metales y lograr la aleación co-
rrecta es muy complicado. Luego la realización del molde y el proceso de vertido del me-
tal en el molde es labor de especialistas. Por estas razones la hipótesis de partida es
que estos objetos están fabricados por especialistas.

Si son especialistas metalúrgicos los que realizan esta producción, muy posiblemen-
te, su forma, su tipo, obedezcan a un mismo canon. Es decir que las proporciones de di-
mensiones, de dimensión del filo, de situación de las anillas, de comienzo del talón, obe-
dezcan a un mismo estilo, aunque estén fabricadas con diferentes moldes.

Para estudiar este tema la herramienta que se utiliza es la morfometría geométrica.

En nuestro caso la muestra es pequeña. Hemos tenido acceso a 6 hachas de talón


y anillas, provenientes todas de Álava. La descripción de las mismas y su contexto ar-
queológico pueden verse en un artículo de A. Llanos de esta misma revista (Llanos,
2004).

2.2.1. MORFOMETRÍA GEOMÉTRICA

Tradicionalmente se han estudiado las hachas de talón y anillas desde un punto de


vista lineal, midiendo longitud, anchura, espesor y analizando los índices o ratios entre
estas dimensiones. Los resultados obtenidos han sido escasos y poco satisfactorios.
Desde el punto de vista de la tipologia los resultados han sido también escasos.

La morfometría geométrica pertenece al ámbito de la biología y paleontología. Su


principal característica es que estudia la forma y el tamaño desde un nuevo punto de
vista, el geométrico, y en esta nueva forma de enfocar el estudio radica la novedad y la
fuerza del mismo. El análisis tradicional lineal estudia una serie de variables cuantita-
tivas, altura, anchura, espesor, ángulos, etc. Los problemas clásicos de este tipo de aná-
lisis están relacionados con el alto grado de correlación que existen entre estas varia-
bles. La morfometría geométrica, estudia los movimientos en el plano o en el espacio de
unos puntos concretos, estructuras geométricas, llamados coordenadas morfométricas
que no son más que las conocidas coordenadas cartesianas, x, y, z también denomina-
das “landmarks” que definen la forma del objeto estudiado y que permite compararlos
con otros puntos. La morfometría geométrica proporciona una aproximación a la forma
y al cambio de la misma.

La morfometría geométrica separa la forma del tamaño, pudiendo de esta forma


poder comparar la forma independientemente del tamaño, hecho que era muy difícil de

544
MORFOLOGÍA LINEAL MORFOMETRÍA GEOMÉTRICA

Esquema 2. Morfología Lineal y Morfometría Geométrica. Hachas de talón.

realizar anteriormente puesto que ambas variables están relacionadas. El estudio se


realiza comparando las posiciones relativas de las coordenadas morfométricas, deno-
minados “landmarks”, que delimitan el contorno de la figura. La forma se define como
la información geométrica que permanece una vez eliminados del objeto los efectos de
traslación, rotación, reflexión y escala. El tamaño, o mejor dicho, el estimador del tama-
ño más utilizado es el tamaño del centroide, siendo el centroide la media de todas las
coordenadas morfométricas.

El análisis de contornos se puede realizar de diferentes maneras. El más logrado y


el que se utiliza mayoritariamente es el Análisis de Fourier y concretamente el Análisis
Elíptico de Fourier. Las series de Fourier son ecuaciones trigonométricas que utilizan
como variables senos y cósenos, y que logran reproducir con bastante precisión figuras
curvas bidimensionales o tridimensionales, a partir de un centroide y de los radios que
parten desde éste a cada uno de los “landmarks” definidos previamente.

Posteriormente estos datos pueden ser tratados con los diferentes métodos multi-
variantes que existen, Componentes Principales, Análisis de deformaciones parciales,
Análisis de deformaciones relativas, y con “Thin-plate spline transformation grids”.

545
La morfometría geométrica utiliza generalmente el llamado método de superposición,
mediante el cual se define una malla reticulada de deformación, en la que se hallan po
sicionadas las coordenadas cartesianas de la forma o “landmarks”. Esta malla original
se superpone a una segunda en la que se sitúa la forma de referencia, generalmente la
forma promedio o una que haya sido escogida por el investigador por cualquier razón.
Entre los métodos de superposición PAST, utiliza el de coordenadas Procrustes, que
consiste en que las formas se superponen minimizando la suma de distancias al cua-
drado entre las coordenadas morfométricas. De esta manera, la deformación que expe-
rimenta la primera malla hasta que sus “landmarks” coincidan con los “landmarks” de
la malla de referencia nos indica las diferencias morfométricas que existen. Estas de-
formaciones son de dos tipos, las llamadas deformaciones uniformes que describen la
variación global, y las deformaciones locales que afectan a alguna área concreta de la
forma.

Para el estudio de las deformaciones locales PAST utiliza dos sistemas, las defor-
maciones parciales y las deformaciones relativas, que analizan los cambios en cada
una de las coordenadas. Se emplea un parámetro alfa para enfatizar estas deformacio-
nes. Así Alfa=0, da un peso igual a todas las coordenadas y es un equivalente a un aná-
lisis de componentes principales de la forma. Alfa=1 da mayor peso a las coordenadas
más separadas y Alfa=-1 otorga el mayor peso a las coordenadas más cercanas.

Para la ejecución material de nuestro estudio vamos a utilizar el programa PAST. Se


trata de un buen programa de estadística, muy buena herramienta, fácil de usar y de
distribución libre. Ha sido desarrollado por O. Hammer, D. A. T. Harper y P.D. Ryan, y pue-
de bajarse de la Web.

2.2.2. COORDENADAS MORFOMÉTRICAS O “LANDMARKS”

Para una análisis de morfometría geométrica necesitamos obtener las coordenadas


(x, y) de diversos puntos que configuran la forma de la figura a analizar. Estas coorde-
nadas morfométricas pueden ser de tres tipos.

El primer tipo son coordenadas morfométricas que definen puntos característicos y


específicos del hacha, por ejemplo, el inicio del filo, la situación de la anilla, situación de
inicio del talón, etc. El segundo tipo, coordenadas matemáticas, se definen por alguna
propiedad geométrica o matemática, por ejemplo las coordenadas tomadas la mitad del
filo, en la mitad de la longitud del hacha, etc. El tercer tipo, pseudos-coordenadas, son
coordenadas localizadas entre coordenadas morfométricas o matemáticas y no obede-
cen a ninguna característica particular de la forma. En nuestro caso todas las coorde-
nadas son morfométricas, excepto una que es matemática.

Para un buen resultado en el análisis de morfometría geométrica hay que seleccio-


nar en todos los objetos las mismas coordenadas morfométricas. Las hachas de talón y
anillas tienen puntos muy definidos y que son equivalentes en casi todos los diferentes
modelos.

Para la toma de las coordenadas (x, y) he ampliado los dibujos o fotografías publi-
cados en el estudio citado anteriormente para una mayor precisión de las mismas, te-
niendo cuidado en transformar los datos medidos en la nueva escala a la escala del di-
bujo o fotografía.

546
Teniendo en cuenta la simetría de las hachas he considerado oportuno realizar el
análisis sobre la mitad de la misma, ya que la otra mitad simétrica no aporta nueva in-
formación. Así los puntos escogidos han sido los siguientes, empezando por la base y
siguiendo en dirección contraria a las agujas del reloj:
1. Coordenada en la mitad del talón, al que siempre damos las coordenadas (0, 0).
2. Coordenada en la esquina derecha del talón.
3. Coordenada en la mitad del talón, para observar si se trata de un talón recto o
curvo.
4. Coordenada en el inicio de la anilla.
5. Coordenada en la mitad de la curva de la anilla.
6. Coordenada en la finalización de la anilla.
7. Coordenada en la mitad del hacha, para observar si se trata de un borde recto o
curvilíneo.
8. Coordenada medio centímetro antes del inicio del filo, que es la coordenada 9.
9. Coordenada al inicio del filo.
10. Coordenada a un cuarto del filo.
11. Coordenada a mitad del filo.
12. Coordenada de la intersección del hacha con el talón.

Con las coordenadas obtenidas y pasada a la escala real, podemos proceder a rea-
lizar el estudio.

En el programa PAST, y en el menú “Geomet” tenemos una serie de pestañas que


nos van a permitir realizar los análisis que nos proponemos realizar. El fundamento es-
tadístico y matemático de estas pruebas puede verse en el manual de instrucciones de
este paquete estadístico.

En primer lugar el análisis de formas elíptico de Fourier. Para ello debemos cambiar
la posición de los datos de entrada que deben ser puestos en la hoja de cálculo de la
siguiente forma:
Forma nº 1: X1Y1X2Y2X3Y3X4Y4…
Forma nº 2: X1Y1X2Y2X3Y3X4Y4…

Es decir cada forma en una línea y las coordenadas unas a continuación de las otras.

Los análisis que vamos a realizar son los siguientes:

1. Análisis de Formas Elíptico de Fourier. A través de las coordenadas (x, y) de los


puntos equivalentes de las formas, logramos obtener una imagen del objeto real. Según
esta imagen se aproxime al objeto real, mejor será la calidad del análisis que efectuemos.

2. Análisis Autovalores. Es un análisis de componentes principales, proporcionando


el clásico eje y la situación de las formas en el mismo. La interpretación de los ejes y de
la situación de los puntos se realiza como en Componentes Principales.

3. “Thin-plate spline transformation grids”. Visualiza las deformaciones de la forma en


una malla. Los análisis efectuados pueden realizarse con los datos sin transformar, sin

547
embargo, se recomienda realizar una transformación de estas coordenadas a una nue-
va forma denominada coordenadas “Procrustes”, recomendándose esta transformación
para este tipo de análisis. Se realiza desde el menú de “Transformación” seleccionando
la opción “Procrustes”. Este análisis proporciona una malla en la que están representa-
dos los puntos equivalentes, y junto a los puntos, dos vectores que representan en ne-
gro la mayor tensión y en marrón la menor tensión, junto con sus valores, incluyendo
en amarillo el grado de fuerza de cada punto. La comparación la hacemos con la media
de cada yacimiento. Junto a estas mallas de deformación podemos obtener en color
una representación equivalente. En verde se representa la expansión de los puntos y
en púrpura la contracción de los mismos.

2.2.3. ANÁLISIS DE FORMAS ELÍPTICO DE FOURIER

Hemos comentado anteriormente que a través de las coordenadas (x, y) obtenemos


una imagen del objeto original. Su mayor o menor parecido con el original nos dará el
grado de confianza de los análisis posteriores. Ni que decir tiene que si no obtenemos
una representación muy aproximada del original, no se debe continuar con el análisis.

Todas las formas analizadas han sido perfectamente encajadas por AEF, por lo que
procedemos en el estudio.

Es un análisis de componentes principales de los vectores obtenidos en el análisis de


Fourier. La tabla 1 muestra los valores obtenidos. Los tres primeros componentes prin-
cipales explican el 96% de la varianza total observada.

AUTOVALORES
PC EIGENVALOR % VARIANZA
1 0,00222256 68,942
2 0,00057933 17,97
3 0,000319189 9,901
4 5,48E-05 1,7005
5 4,79E-05 1,4861
6 5,21E-37 1,61E-32
JOLLIFFE CUT-OFF 9,41E-05

El componente 1 es la zona del talón y zona central del filo. El componente 2 es la


zona de la anilla y el encastre del talón. El tercer componente es el punto posterior del
anillo y la forma del filo.

El gráfico 1 muestra los componentes 1 y 2, realizada la transformación Procrus-


tes. Se aprecia la agrupación de las hachas de Doroño 1 y Doroño 2, así como la de
Faido.

2.2.4. ANÁLISIS CLUSTER

Los gráficos 2, 3 y 4, muestran el análisis cluster por los procedimientos de Paired


Group, single linkage y Ward, siempre con la medida de distancia euclídea. Aunque las

548
agrupaciones se realizan a una distancia quizás un tanto elevada, en los tres procedi-
mientos se forma un primer grupo compuesto por Doroño 1, Doroño 2 y Faido. Araico y
Bachicabo tienen un cierto parecido y Portilla siempre da un resultado totalmente difer-
ente del resto. Los coeficientes de correlación han oscilado entre 0,9373 y 0,8895.

2.2.5. ANÁLISIS DE LA MALLA DE DEFORMACIÓN

La malla de deformación del componente principal 1, muestra que zonas son las que
definen este componente. La deformación se da en el talón, por encogimiento desde
la base al inicio de las anillas. Una segunda deformación se produce en la parte central
del filo por ensanchamiento de este (gráfico 5).

El componente principal 2, es bien visible en la malla de deformación. Afecta a la zo-


na de la anilla, con un pronunciado estrechamiento, incluso del punto de encastre. Este
componente está afectado también por un gran ensanchamiento del filo (gráfico 6).

El componente principal 3, está definido por un encogimiento del punto posterior de


la anilla y por un encogimiento del filo que pasa de curvo a recto (gráfico 7).

A continuación vamos a realizar una comparación de cada una de las hachas del
estudio, realizando un análisis de componentes principales de la forma de cada una de
ellas.

0,024 F AIDO
DOR OÑO2

0,016

0,008

P OR TILLA

DOR OÑO1

-0,08 -0,064 -0,048 -0,032 -0,016 0,016 0,032


Component 2

-0,008

-0,016

-0,024
B ACHICAB O

-0,032
AR AICO

-0,04

Component 1

Gráfico 1. Componentes principales, ejes 1 y 2. Se observa la diversidad de formas.

549
BACHICABO
DOROÑO1

DOROÑO2

PORTILLA
ARAICO
-0,016 FAIDO

-0,032

-0,048
Similarity

-0,064

-0,08

-0,096

-0,112

0 0,8 1,6 2,4 3,2 4 4,8 5,6 6,4

Gráfico 2. Cluster, Paired group y distancia euclídea, observándose la agrupación de Doroño 1 y 2 junto con
Faido.

En el hacha de Doroño 1 (gráfico 8), observamos un ensanchamiento del extremo


del filo y un estrechamiento pronunciado de la zona posterior de la anilla y ligeramente
acusado del talan. Doroño 2 (gráfico 9), presenta las mismas características. Faido al
igual que las dos anteriores (gráfico 10).

En el caso de Portilla (gráfico 11) se observa un ensanchamiento del filo y un ligero


encogimiento de la parte posterior de la anilla. En el hacha de Araico (gráfico 12), ob-
servamos un pequeño ensanchamiento en el extremo del filo, y un pequeño estrecha-
miento en la zona de la anilla.

2.2.6. CONCLUSIONES

La metodología del análisis de morfometría geométrica, unido a la herramienta PAST,


proporciona la visión de las diferencias de formas de las hachas de anillas y talón del
bronce final atlántico. Hemos visto como por su morfometría geométrica existe un gru-

550
BACHICABO
DOROÑO1

DOROÑO2

PORTILLA
ARAICO
FAIDO
0

-0,01

-0,02

-0,03

-0,04
Similarity

-0,05

-0,06

-0,07

-0,08

-0,09

0 0,8 1,6 2,4 3,2 4 4,8 5,6 6,4

Gráfico 3. Cluster, Single linkage y distancia euclídea.

po de hachas semejantes como son las de Doroño 1, Doroño 2 y Faido. Un ligero pare-
cido con las de Bachicabo y Araico y totalmente diferente de Portilla. Esto significa que
estamos ante talleres diferentes pero posiblemente Doroño 1, Doroño 2 y Faido proce-
dan del mismo artesano.

Este estudio se ha realizado con 6 hachas, pero si aumentáramos el tamaño mues-


tral, añadiendo mayor número de ejemplares, la dificultad sería la misma. De una forma
sencilla tenemos una enorme capacidad de análisis.

BIBLIOGRAFÍA

LLANOS, A.

(2004) “Materiales metálicos del Bronce Final Atlántico en Álava”. Estudios de Arqueología Alavesa”. Tomo
21. Pp. 97-110. Vitoria.

551
BACHICABO
DOROÑO1

DOROÑO2
PORTILLA

ARAICO
FAIDO
-0,016

-0,032

-0,048

-0,064
Similarity

-0,08

-0,096

-0,112

-0,128

0 0,8 1,6 2,4 3,2 4 4,8 5,6 6,4

Gráfico 4. Cluster método de Ward.

Gráfico 5. Malla de deformación componente 1.

552
Gráfico 6. Malla de deformación componente 2.

Gráfico 7. Malla de deformación componente 3.

553
Gráfico 8. Malla de deformación de Doroño 1.

Gráfico 9. Malla de deformación de Doroño 2.

554
Gráfico 10. Malla de deformación de Faido.

Gráfico 11. Malla de deformación de Portilla.

555
Gráfico 12. Malla de deformación de Araico.

556
CAPÍTULO 3. CLASIFICACIÓN Y AGRUPACIÓN

INTRODUCCIÓN

Una de las técnicas habituales en las ciencias y en los estudios arqueológicos en


particular, es la de clasificar o formar grupos a partir de características comunes a los
individuos, de tal forma que los individuos dentro del grupo sean lo más parecidos entre
sí, y lo más diferenciados posible respecto a los individuos de cualquier otro grupo.

Es la esencia de la tipología por más que ésta haya llevado a un callejón sin salida.
Con la técnica del análisis cluster lo que estamos realizando es tipología. Pero no una
tipología basada en las sensaciones particulares del individuo que la ha creado, aunque
haya sido mayoritariamente aprobada o rechazada, sino en características reales medi-
bles y cuantificables, que diferencian a unos individuos de otros, cualquiera que sea la
persona o el método que se haya escogido.

La analogía o la disimilaridad se transforma entonces en una medida de distancia


entre dos individuos de tal forma que cuanto menor sea esta distancia más parecidos
serán los individuos y formaran un grupo. Esta distancia puede ser medida de diferentes
maneras en función del tipo de variable que estemos analizando. Así las variables cuan-
titativas tienen unas medidas de distancia o similaridad, y las variables cualitativas otras.
Existen una gran cantidad de medidas de similaridad, conozco más de 60, aplicables en
función de diferentes aspectos. Algunas son de fácil cálculo otras son más complicadas.
Unas las tenemos en nuestros programas informáticos, otras en cambio no. De cualquier
forma y por la experiencia cuando se aplica una medida de similaridad si el caso es con-
sistente cualquiera que sea la medida utilizada el resultado es el mismo o varia ligera-
mente. Es decir si aplicamos diferentes medidas de similaridad y los resultados son di-
ferentes, mejor no decir nada sobre el supuesto.

Una vez definida la medida o medidas de distancia se necesita agrupar los datos en
función de los resultados de esa medida. Existen diferentes técnicas de agrupamiento,
que generalmente producen los mismos resultados. El resultado final es un dibujo en
forma de árbol, denominado dendograma que recoge los agrupamientos realizados a
una distancia determinada. Con un poco de práctica es fácil delimitar los grupos o clus-
ters que se forman, ya que el dendograma no explicita que individuos pertenecen a que
clusters. Esta labor se deja al investigador para que determine en función del dendo-
grama resultante y de una técnica concreta, los clusters formados. Posteriormente los
clusters son analizados para delimitar sus características particulares que los definen y
separan del resto de clusters.

El análisis cluster se suele utilizar en estudios arqueológicos. Quizás sea la técnica


más aplicada, pero en una proporción muy pequeña si la comparamos con los casos en
los que sería aplicable. Es una técnica muy consistente, basada en principios fundamen-
tales de la lógica y de las matemáticas. No es una técnica de estadística multivariante
porque no se precisa ninguna condición en la población de origen. Convenientemente
aplicada proporciona resultados sólidos.

En los casos que siguen he aplicado esta técnica al estudio de la composición quí-
mica de cerámicas y del sílex. En este tema no debemos olvidarnos de la problemática
existente en la aplicación de estadísticas multivariantes a los datos composicionales de

557
suma 1. En resumen el problema ataca al fundamento teórico de la estadística, como
es el principio de independencia de las observaciones. Al proporcionarse los resultados
de los análisis químicos en porcentajes, la suma total será siempre 1. Esto significa que
al menos una de las variables es el resultado de restar 1 a la suma del resto de varia-
bles, con lo que se rompe el principio de independencia, al menos en una de ellas. La
solución radica en que el conteo de cada uno de los datos debe ser realizado en el la-
boratorio independientemente del conteo del resto de las variables. Otra solución es
transformar los porcentajes por diferentes procedimientos, normalizar las variables a
una N (0,1), tomar logaritmos o transformar los datos en ratios dividiendo todas las va-
riables por alguna de ellas y tomar posteriormente logaritmos. Esta última opción se
utiliza frecuentemente.

El análisis cluster es de aplicación universal, muy consistente, fácil de aplicar e in-


terpretar con un poco de experiencia. No está afectado por la problemática de los datos
composicionales de suma 1, por no ser una técnica estadística realmente, sino un cál-
culo matemático, por lo que no está afectada por el problema de la independencia de
las observaciones.

Aunque este capitulo está dedicado a esta técnica, a lo largo de este libro la he apli-
cado en varias ocasiones, por las razones que acabo de mencionar. En mi experiencia
siempre que me enfrento a un problema de este tipo, definir tipos o realizar clasifica-
ciones, realizo un análisis cluster con diferentes tipos de medida y agrupamiento, para
ver si los resultados son consistentes.

3.1. DETERMINACIÓN DEL ORIGEN DE CERÁMICAS. ANÁLISIS FRX Y CLUS-


TER. 1ª PARTE: EL MÉTODO

3.1.1. OBJETIVOS Y PROCEDIMIENTOS DEL TRABAJO

Dentro de la investigación que estamos realizando sobre la economía en la Edad


del Hierro, uno de los aspectos que hemos estudiado ha sido la referente al intercambio
comercial de estos pueblos. En relación al comercio del metal tenemos prácticamente
definido el área de aprovisionamiento y de intercambio. Sin embargo el aspecto referi-
do al origen e intercambio de los recipientes cerámicos nos era totalmente desconoci-
do. Tendríamos que encontrar un procedimiento que pudiera indicarnos el origen de los
diferentes productos cerámicos.

En las excavaciones realizadas en el poblado de La Hoya (Llanos, 1976), han apa-


recido numerosos recipientes cerámicos de todos los tipos. Una de las preguntas que
nos hemos hecho, ha sido el origen de estos diferentes recipientes.

Para solucionar este problema, no quedaba más opción que encontrar algún pro-
cedimiento que pudiera determinar el alfar de origen de estas cerámicas. Dentro de la
literatura existente conocíamos los análisis químicos realizados sobre cerámicas de
tipo FRX o DFRX. El Primer Congreso Nacional de Arqueometría y Arqueología cele-
brado en Granada (Capel, 1999) y la publicación de sus ponencias y comunicaciones,
nos ayudó a empezar a trabajar sobre esta problemática.

Conocemos los trabajos que sobre el análisis de tierras cocidas fue publicado en
1984 por J.C. Echalier (Echalier, 1984). Posteriormente hemos conocido la tesis doc-
toral de Carlos Olaetxea, sobre la tecnología cerámica en la protohistoria vasca (Olae-

558
txea, 2000). Además la publicación por parte de varios autores (Tsantini, et alii 2004),
del estudio sobre la caracterización arqueométrica de la cerámica común producida en
la villa romana de Sa Mesquida, nos descubre la vía por la que se pueden conseguir
resultados óptimos.

La única formula factible para lograr determinar los diferentes alfares, lo es a tra-
vés de la composición química de las cerámicas, es decir a través de la composición
química de las arcillas de origen. A simple vista se observa, (fotos 1 a 5), la diferente
composición de las arcillas por su color, desde tonalidades amarillas a rojizas e incluso
violetas, lo que indica la presencia de compuestos químicos diferentes, que dan origen
a esas tonalidades. Como hipótesis de partida tenemos que la variación composicio-
nal dentro de un barrero, es notablemente inferior a la variación composicional entre
diferentes barreros. Es decir la diferenciación intra-alfar, es sensiblemente menor a la
existente entre-alfares.

La diferencia en la composición química va a ser la suma, de las diferencias que


existan en la composición natural de la arcilla, más la variación producida por el análisis
químico de FRX.

Si esto es así, estas dos características las vamos a poder determinar mediante una
combinación de análisis químicos y análisis matemáticos.

El primer problema a resolver era encontrar que tipo de análisis físico o químico se
podría realizar. Dentro de los dos tipos clásicos FRX o DFRX, nos decantamos por el
FRX, porque éste proporciona datos cuantitativos sobre la composición química de las
cerámicas mientras que el DFRX, sólo proporciona datos cualitativos. La cuantificación
de los resultados composicionales, presenta la ventaja de que pueden ser analizados
por procedimientos matemáticos.

Con los resultados cuantitativos composicionales proporcionados por el análisis


FRX, debíamos encontrar un procedimiento matemático que nos ayudara a la interpre-
tación y análisis de los mismos. Afortunadamente, existe un tipo de análisis multivarian-
te que se ajusta perfectamente al problema que pretendemos solucionar. Se trata del
análisis de Conglomerados o análisis Cluster.

El análisis Cluster o de Conglomerados consiste en agrupar datos, realizar grupos,


en función de su mayor o menor igualdad entre los mismos. Respecto al problema
que nos ocupa, agruparía cerámicas en función de su mayor o menor parecido según
su composición química.

Partimos de una hipótesis en la que decimos que composiciones químicas seme-


jantes tienen como origen los mismos barreros así como los mismos alfares de fabrica-
ción.

Bajo esta hipótesis, el procedimiento es bien sencillo. Realizamos en primer lugar el


análisis químico de las muestras cerámicas. Con los resultados de estos análisis rea-
lizamos el análisis multivariante Cluster. Y con los resultados de este análisis Cluster,
deducimos los posibles alfares de origen de estas cerámicas.

Se trata de un experimento controlado es decir conocemos los resultados a priori


que debe dar. ¿Cómo es posible esto?. Afortunadamente conocemos una serie de da-
tos y lugares que nos van a ayudar a realizar este trabajo.

559
Fotos de la 1 a 5. Muestras de arcillas.

En primer lugar, debemos analizar como se realizaba el proceso de fabricación de


estás cerámicas a torno. La extracción del barro se realizaba en unos barreros que por
economía de producción y en concreto de transporte debían estar cerca del alfar y éste
a su vez cerca de un curso de agua. La composición química de la arcilla de un barrero
como hemos comprobado en los análisis de FRX, es homogénea entre si, y diferente,
heterogénea, entre diferentes barreros. Podemos afirmar que es perfectamente dife-
renciable la composición química de diferentes barreros.

Un segundo punto muy importante afecta a la homogeneidad de la muestra del


mismo barrero. Si como decíamos antes, la composición química de los barreros es ho-
mogénea dentro del mismo barrero, la preparación física de la arcilla para la fabricación
todavía hace más homogénea la muestra. El procedimiento de extracción de la arcilla,

560
Foto 6. Alfar de Bobadilla.

la limpieza de la arcilla, la decantación de la misma con extracción de las impurezas,


elimina materiales contaminantes que son comunes a diferentes barreros, quedando
exclusivamente la diferenciación por composición química.

Hemos tenido la fortuna de conocer la existencia de dos alfares de época celtibérica


en La Rioja. Uno de ellos en Bobadilla y el otro en El Redal.

El alfar de Bobadilla, (fotos 6 y 7), (video), lo conocíamos desde hacia muchos años.
En su superficie, todavía se recogen hoy en día, multitud de pellas de alfarero, en las
que aparecen perfectamente definidos los dedos del artesano y cantidad de cerámicas
con defectos de fabricación, y escorias.

El alfar de El Redal, (fotos 8 y 9), lo conocimos en la última fase de los estudios. Es


un alfar definido por el director de las excavaciones, Pedro Alvarez Clavijo, como de la
última etapa celtibérica.

Comentamos al principio que esta investigación estaba controlada porque cono-


cemos los resultados antes de comenzar. Nos explicamos. Conocemos dos alfares
diferentes que analizadas sus respectivas cerámicas tienen que dar clasificaciones
Clusters diferentes. Luego lo que hicimos, fue analizar cerámicas celtibéricas recogidas
en yacimientos arqueológicos distantes, de tal forma que la probabilidad de que pudie-
ran pertenecer al mismo alfar fuera nula. Pero lo más importante y por fortuna, era el

561
Foto 7. Barrero del Alfar de
Bobadilla.

conocimiento de la existencia de un poblado celtibérico, Salmanchurri, al lado del alfar


de Bobadilla del que apenas dista 3 kilómetros. La suposición era que lógicamente la
cerámica de este poblado pudiera estar fabricada en el alfar vecino.

En definitiva el resultado combinado del análisis químico del FRX y del análisis de
Conglomerados nos debería dar una solución en la que los alfares de Bobadilla y El Re-
dal quedaran perfectamente delimitados en grupos diferentes, la cerámica del poblado
de Salmanchurri debiera clasificarse en el grupo del alfar de Bobadilla y las cerámicas
del resto de poblados debieran formar grupos independientes.

Como paso previo, seleccionamos de la publicación antes comentada, una serie


de análisis FRX, cuya composición química aparecía reflejada en tablas de diferentes
yacimientos y de diferentes épocas, con lo cual la probabilidad de que fueran del mismo
alfar eran nulas o imposibles. A estos datos cuantitativos, realizamos un análisis Cluster
utilizando diferentes tipos de medida de distancias, distintas formas de agrupamiento,
para ver que resultados proporcionaban. Los resultados fueron muy buenos, detectan-
do el análisis Cluster perfectamente todos los diferentes grupos de cerámicas que se
iban proporcionando. El procedimiento era perfectamente aplicable.

Foto 8. Pella de alfarero con las marcas de


los dedos.

562
Foto 9. Escoria de fundición
del Alfar de Bobadilla.

La determinación de los centros alfareros productores de las cerámicas que se lo-


calizan en los poblados, ha sido uno de los problemas con que nos hemos enfrentado
en los últimos años. Conocer el número de alfares con los que comerciaban estos
poblados y su posible situación, es una de las claves para comprender sus estructuras
económicas así como conocer mejor sus métodos de comercio o intercambio.

La relación que hacemos entre barrero y alfar la basamos en la economía de pro-


ducción existente, consistente en que los alfares teóricamente deben situarse al lado
de las materias primas de tal forma que minimicen el esfuerzo productor. Estas son, la
arcilla, el agua y la leña. De estos factores, el esfuerzo menor se consigue situando los
alfares al lado de la arcilla, puesto que los otros dos factores son más fáciles de lograr
y su transporte exige menos esfuerzo. Al menos teóricamente. En la práctica ha suce-
dido ésto, puesto que los alfares se han situado históricamente en las cercanías de los
barreros.

El análisis de las arcillas puede hacerse por diferentes métodos, entre los que des-
tacan la Difracción de rayos X (DRX), y la Fluorescencia de rayos X (FRX). Nosotros
nos hemos decantado por el análisis FRX, en primer lugar por que cuantifica la compo-
sición de la pasta, haciendo factible su análisis matemático. En segundo lugar porque
determina la naturaleza exacta de las materias que componen la muestra. En cambio
el DRX, solo determina la composición mineralógica de la misma consecuencia gene-
ralmente de una combinación de composición química modificada por la temperatura
de cocción de la arcilla. Además sólo ofrece resultados cualitativos.

El análisis matemático para comparar y establecer diferentes grupos de composi-


ciones lo hacemos a través de lo que se conoce como análisis Cluster o de Conglome-
rados. El análisis Cluster agrupa los elementos, en este caso, piezas de cerámica, en
diferentes grupos o Clusters según su semejanza composicional química. Cada uno de
estos grupos determina un alfar o centro productor. La comparación de la composición
química de cerámicas y de arcillas geológicas, determina la similitud entre ambas, pu-
diendo llegar a determinar el origen y el lugar de fabricación de éstas.

563
Este método será más exacto, cuantas menos aportaciones posteriores haya tenido
la arcilla, en forma de desgrasantes u otro tipo de componente artificial, que haya sido
añadido posteriormente para lograr un determinado comportamiento físico. Por esto las
cerámicas del periodo celtibérico así como las de época romana fabricadas industrial-
mente son las que mejores resultados, a priori, van a arrojar.

Aunque hemos dicho que este método es el único que existe, en realidad conoce-
mos otro publicado en Internet. Se trata de un caso muy concreto, que con idénticos
objetivos parte de las medidas de la boca de ánforas, tomadas de muestras de alfa-
res conocidos, y mediante un análisis Cluster con el método de promedio y distancia
euclidiana al cuadrado, llega a determinar el alfar al que pertenece, obteniendo unas
atribuciones correctas superiores al 90% de las piezas,un excelente resultado.

La tabla nº 1 recoge los resultados de los análisis, teniendo en cuenta que para
nuestro estudio hemos tenido en consideración los elementos mayoritarios, expresa-
dos en %, y en una segunda fase los elementos minoritarios expresados en partes por
millón.

3.1.2. EL ANÁLISIS CLUSTER

Dentro de la estadística, las técnicas de análisis multivariante se definen como el


conjunto de técnicas estadísticas, que de forma simultánea miden, explican y predicen
todas las relaciones existentes entre los elementos que conforman una tabla de datos,
proporcionando un resultado que debe ser interpretado minuciosamente por el analista
(Pérez, 2004).

Dentro de esta denominación se encuentran una gran diversidad de técnicas, supe-


ran las 100, siendo la selección de ellas, una de las principales dificultades con las que
el investigador se encuentra al inicio (Varela, 2003). Entender bien cada una de estas
técnicas, es lo que permitirá realizar el procedimiento oportuno en cada momento.

La aplicación práctica no ofrece mayores dificultades, debido a la capacidad de


proceso numérico que existe actualmente y a la existencia de múltiples programas, que
facilitan nuestro trabajo. Hablamos de MINITAB, SPSS, STATISTICA, GINKGO, etc.

La técnica que mejor se ajusta a la línea de investigación que seguimos es la que


se denomina análisis Cluster o de Conglomerados. Ésta clasifica los datos en función
de las variables que lo determinan, formando grupos o Clusters caracterizados porque
las diferencias dentro del Cluster son mínimas, y las diferencias entre los Clusters son
máximas.

Para lograr este objetivo se han de realizar diferentes pasos.

En primer lugar se calcula las similitudes entre los datos a través de medidas de
distancia, correlación o asociación de las distintas variables, sean cuantitativas o cua-
litativas. Cuando la unidad de medida no está expresada en las mismas unidades, los
datos se tipifican o normalizan, con lo que se pueden comparar.

En segundo lugar se establece el procedimiento de agrupamiento comparando los


datos obtenidos anteriormente.

564
Finalmente una vez obtenido el resultado anterior el investigador en base a estos y a
su conocimiento del problema decidirá cuantos Clusters son los finalmente detectados.

El análisis Cluster permite además de agrupar datos, agrupar variables.

Estas técnicas son muy utilizadas en diferentes ámbitos como son la economía,
geología, biología, etc.

3.1.3. MUESTRAS

El análisis lo hemos realizado sobre una muestra conjunta de arcillas y cerámicas,


recogidas en la provincia de La Rioja en Agosto de 2005. Las arcillas han sido recogi-
das aleatoriamente a lo largo de la provincia, excepto en cuatro casos concretos, que
han sido recogidas en unas zonas, denominadas barreros (grandes yacimientos de ar-
cillas explotadas industrialmente) (Fot. 1, 2, 3, 4 y 5). Sobre estas muestras originales,
nos hemos limitado a limpiarlas y tamizarlas, quitándoles todo resto de material orgáni-
co e impurezas en forma de pequeñas piedras, para posteriormente tamizarlas con un
colador. Este procedimiento es semejante al que se aplicaba en la 2ª Edad del Hierro.
Lo que conocemos desde hace tiempo, es que este tipo de cerámica era sometida a
un proceso de refinamiento por precipitación, ya que en sus pastas no se encuentra
a simple vista ni con lupa binocular, trazas de impurezas. Se trata de cerámicas con
pastas decantadas.

Hemos tenido la suerte de contar con dos alfares reconocidos de esta época. Al
pie de una colina de arcilla y al lado de un río se localiza un alfar en una extensión de
unos 800 metros cuadrados en la que se recogen en la actualidad una gran cantidad de
fragmentos cerámicos, algunos recocidos de color negro, deformados por posteriores
cremaciones, y excepcionalmente innumerables pellas de alfarero, en las que apare-
cen perfectamente reflejadas las improntas de los dedos y la mano del alfarero. Hemos
analizado 6 muestras de este alfar tanto de cerámicas como de las pellas. El segundo
de ellos se localizó durante las excavaciones del poblado de Partelapeña, El Redal.

Foto 10. Pella de alfarero de Bobadilla.

565
Las muestras de cerámica analizadas han sido recogidas de yacimientos de la 2ª
Edad del Hierro que conocemos. Uno de los fragmentos analizados corresponde a un
yacimiento, Salmanchurri, situado a poco más de 3 kilómetros del alfar. El resto de los
yacimientos están dispersos por la geografía riojana.

Las muestras analizadas han sido 33 de las que 5 se corresponden con poblados, 9
se corresponden con el alfar de Bobadilla, 7 con el alfar de El Redal y el resto 12, son
arcillas de diferentes barreros.

El Alfar de Bobadilla (La Rioja)


En las proximidades del pueblo de Bobadilla, en la margen derecha del río Najerilla,
y al pie de una colina toda ella de arcilla de color rojizo oscuro, se localizan los restos de
una alfar celtibérico. Actualmente en una extensión de no más de 800 metros cuadra-
dos y en superficie, se recogen innumerables restos de lo que debió ser un importante
alfar (fot. 6). El suelo está tapizado enteramente de restos de esta actividad entre los
que destacamos abundantes “pellas de alfarero” (fotos 8, 9, 10 y 11) restos de escorias
recocidas de barro, (fotos 9 y 12), cerámicas ennegrecidas, recocidas, deformadas y
vitrificadas, restos de hornadas fallidas, (foto 13), así como abundantes restos de cerá-
micas en un amplio abanico de formas y tamaños.

También hemos localizado restos de ponderales de todo tipo y tamaño.

Foto 11. Pellas de alfarero.

566
Foto 12. Escoria de fun-
dición de Bobadilla.

La situación de este alfar se enmarca dentro de un contexto geológico propicio para


esta actividad ya que toda esta zona esta generosamente cubierta por grandes colinas
y terrenos, donde la arcilla natural forma abundantes barreros.

La colina, a cuyo pie se localiza el alfar, es enteramente de arcilla roja oscura, sin
duda el lugar de donde se aprovisionaban (foto 7). Más concretamente en una zona
anexa, en la que hoy en día existe una zona cortada que denota la extracción de arcilla.
Este hecho y su situación a 50 metros del río Najerilla, con agua abundante durante
todo el año, han hecho de este sitio el lugar ideal para asentar un alfar.

Otra de las claves de asentarlo en este lugar, además de la proximidad a las ma-
terias primas, arcillas, agua y madera, es su situación, en el paso que comunica el
valle del Ebro, con la Meseta Castellana y su salida a la capital celtibérica de Clunia.
Remontando el río Najerilla, a través de un angosto camino que atraviesa la Sierra de
la Demanda llegamos a Clunia. Este camino debió ser muy importante en la antigüe-
dad porque es el único paso natural que comunica el Valle del Ebro con las tierras de
la Meseta Castellana. La situación a la entrada del paso facilitaría el comercio de sus
productos hacia el interior de la Meseta. Es el punto más cercano al paso, donde se
localizan las tres materias primas fundamentales para el proceso productivo.

Esta actividad nacida industrialmente en esta etapa, se desarrollo de forma expo-


nencial en época romana ya que en un entorno de escasos kilómetros se localizan
importantísimos alfares romanos como los de Tritium Magallum, en la localidad de Tri-
cio. En total se han localizado mas de una docena de importantísimos alfares romanos
repartidos por diferentes localidades de este entorno.

En la actualidad por esta zona, hay instaladas importantes industrias relacionadas


con esta actividad que toma como base la arcilla.

Existe una amplia diversidad de tipología en la producción del alfar, que van desde
las grandes cerámicas de almacenaje de cereales, a los finos cuencos de mesa. Cerá-
micas que en algunos casos están pintadas con decoraciones en líneas o en bastonci-

567
Foto 13. Fragmentos recocidos de
cerámica.

llos. La tipología abarca un amplio abanico de formas y tamaños, lo que elimina el tema
de la especiliazación de los alfares.

En el alfar no solamente se producían diferentes tipos de cerámicas, sino también


ponderales, así como bolas.

Este alfar no tuvo continuación en época romana, cosa extraña por otra parte, dado
el elevado número de alfares romanos en sus alrededores, pero sí en alguna etapa
medieval. Hemos localizado un fragmento de cerámica con un grabado que representa
la estrella de David.

A la hora de realizar el muestreo hemos tenido especial cuidado en no escoger


cerámicas pertenecientes a otros periodos cronológicos. Para ello las muestras han
sido tomadas de fragmentos en los que teníamos muy claro su adscripción a la etapa
celtibérica, por ser bordes clásicos o formas también clásicas.

El Alfar de Partelapeña (El Redal. La Rioja)


El poblado de El Redal es conocido desde muy antiguo en la bibliografía, por su
magnifica colección de cerámicas excisas. Durante las excavaciones realizadas en
1982 por Pedro Álvarez Clavijo se localizó un horno del que se conservaba la mitad de
la planta. Estructura de adobe y planta circular de unos 3,5 metros de diámetro, dividida
por la mitad por un muro de adobe. En el perímetro interior se observan seis pequeños
nichos a manera de tiros. La superficie de excavación fue de 5 x 3 metros (fotos 14 y
15).

De los materiales encontrados en este horno hemos tomado las muestras para el
análisis de FRX, previa explicación proporcionada por su director acerca de las cir-
cunstancias en que se hallaron los materiales y a quien agradecemos las facilidades y
explicaciones que nos ha proporcionado relativas a este yacimiento.

568
Fotos 14 y 15. Horno de Partelapeña. (Fotos Pedro Ál-
varez Clavijo)

APLICACIÓN PRÁCTICA

Partimos de la tabla de análisis químico, utilizando solamente los datos de los ele-
mentos mayoritarios cuyos valores vienen expresados en porcentaje.

Esta es la matriz de datos sobre la que se va a efectuar el análisis Cluster.

Como todos los datos vienen expresados en la misma unidad de medida no es ne-
cesario tipificarlos para poder compararlos.

1.- REVISIÓN PRELIMINAR DE LA MATRIZ DE DATOS


Ante de comenzar un análisis Cluster es conveniente realizar un análisis previo de
las variables que intervienen. No es necesario que se utilicen todas las variables, el
investigador debe determinar cuales son las que mejor pueden ajustarse a su proble-
mática.

En la tabla 1 observamos la existencia de diferencias entre las variables de los dos


alfares.

2.- ANÁLISIS INDIVIDUAL DE LAS VARIABLES


Realizada la revisión preliminar de la matriz de datos, debemos proceder al análisis
de cada una de las variables, para tener una idea más exacta que la obtenida en el
primer paso. Es interesante obtener una descripción de cada variable, por ejemplo el
histograma, el gráfico de caja, estadísticos descriptivos varios como pueden ser: la me-
dia, la mediana, la desviación típica, la varianza, el coeficiente de asimetría, intervalos
de probabilidad, curva normal asociada a la distribución de frecuencias, etc.

Observamos que existen diferencias en las medias de todos los óxidos comparando
los dos alfares.

569
El análisis FRX ha sido muy compacto en el alfar de Bobadilla puesto que la va-
riación de datos no es muy elevada. En el alfar de El Redal esta variación es menor
proporcionando resultados más homogéneos. Podemos afirmar que estos dos alfares
aparecen ya muy definidos y diferenciados siendo los análisis proporcionados muy ho-
mogéneos en cada alfar y muy heterogéneos entre cada alfar, siendo la homogeneidad
en el caso del alfar de El Redal superior a la de Bobadilla. (Tablas principal, 1, 2, 3, 4,
5 y 6).

Resumiendo en una tabla los valores mas destacados de cada una de las variables,
tenemos:
Variable Alfar Media Desviación típica
Bobadilla 57,84 2,66
SiO2
El Redal 51,14 0,67
Bobadilla 20,57 1,51
Al2O3
El Redal 22,80 0,33
Bobadilla 6,58 0,34
Fe2O3
El Redal 7,34 0,10
Bobadilla 0,05 0,01
MnO
El Redal 0,07 0,00
Bobadilla 1,71 0,08
MgO
El Redal 2,18 0,07
Bobadilla 3,41 1,8
CaO
El Redal 7,35 0,62
Bobadilla 0,42 0,04
Na2O
El Redal 0,61 0,03
Bobadilla 4,29 0,15
K 2O
El Redal 4,94 0,18
Bobadilla 0,89 0,05
Ti2O
El Redal 0,81 0,01
Bobadilla 0,12 0,03
P2O
El Redal 0,23 0,08

3.- ANÁLISIS DE LAS VARIABLES EN GRÁFICOS 2D Y 3D


Realizada la revisión preliminar de la matriz de datos y estudiadas las variables,
podemos emparejar las variables de dos en dos, y representar sus valores en un eje
cartesiano. Surge un primer problema, motivado por el recorrido de las variables que
suele ser muy diferente.

A la hora de realizar el eje cartesiano con estas variables se va a producir un efecto,


que hay que controlar, que es la diferente escala que se obtiene en abscisas y orde-
nadas. Este efecto lo que produce es un engaño visual puesto que la escala ampliada
produce un mayor alejamiento de los puntos, con lo que da la sensación que las dife-
rencias son mayores que las reales. Si se trata de ver diferencias, esta cualidad, puede
ser utilizada para resaltarlas. (Tabla 7 y 8)

4- ANÁLISIS CLUSTER
Existen diferentes métodos de análisis Cluster. La primera división se establece en-
tre métodos jerárquicos y métodos no jerárquicos. En el primer caso, no es necesario

570
conocer el número de Clusters, mientras que en el segundo, sí necesitamos conocer
el número de Clusters. Para nuestra investigación el método que vamos a utilizar es el
método jerárquico.

Para aplicar el procedimiento de análisis Cluster, se tienen que definir la medida


de distancias entre dos puntos a utilizar, y el procedimiento de agrupamiento de estas
distancias. Por ello surgen multitud de combinaciones diferentes, ya que existen varios
procedimientos de medida de distancia y también varios procedimientos de agrupa-
miento de estas medidas.

La medida de igualdad entre dos valores puede realizarse de muchas formas. La


más utilizada es la distancia euclidea que es la conocida fórmula del teorema de Pi-
tágoras, en que la hipotenusa es la medida de la distancia entre dos puntos en una
variable bidimensional.

La distancia se mide en función de si las variables son cuantitativas o cualitativas.

Para variables cuantitativas se emplean diferentes procedimientos entre los que


destacamos:

1.- Distancia euclidea. La distancia entre dos puntos en una gráfica bidimensional
es la hipotenusa del triángulo rectángulo formado por estos dos puntos en su prolon-
gación hacia los ejes de abscisas y ordenadas, en definitiva la fórmula del triángulo de
Pitágoras.

2.- Distancia euclidea al cuadrado. Similar a la anterior.

3.- Distancia de Manhattan, o City-block. Se define como el sumatorio de las dife-


rencias entre las variables en sus valores absolutos. Esta distancia se define como
el recorrido entre dos puntos no por la hipotenusa, sino por los catetos. Es similar al
movimiento del caballo en el ajedrez.

Existen otras medidas de distancia, entre las que citaremos, D de Mahalanobis, la


distancia de Minkowski, la distancia de Chebychev, etc.

Para variables cualitativas, de las que conocemos más de 30 diferentes, citaremos


la de Russel y Rao, Jaccard, etc.

En nuestro caso sólo vamos a emplear las distancias para variables cuantitativas,
distancia euclidea, euclidea al cuadrado, y Manhattan.

En los métodos jerárquicos existen numerosos procedimientos aglomerativos, entre


los que destacamos:

1.- Vinculación entre Clusters. La disimilitud entre dos Clusters es la media de las
disimilitudes entre todos los individuos de ambos Clusters.

2.- Vecino más próximo. La disimilitud viene medida por la distancia más pequeña
entre dos individuos cualesquiera de sendos Clusters.

3.- Vecino más lejano. Al contrario que la anterior, la disimilitud viene medida por la
distancia más grande entre dos individuos cualesquiera de sendos Clusters.

571
4.- Método de WARD. También llamado método de la varianza mínima. Lo que hace
este procedimiento, es buscar dos Clusters cuya unión conlleve el menor incremento
de la varianza. Requiere una distribución normal multivariante en las variables del es-
tudio.

5.- Método del centroide. La distancia entre dos Clusters es la distancia entre sus
centros de gravedad, medida esta distancia por la media de las variables de los indivi-
duos que componen el Cluster.

6.- Método de la mediana. La distancia entre dos Clusters es la existente entre las
medianas de las variables de los individuos que componen el Cluster. Es un método
parecido al del centroide pero en este caso la medida se realiza independientemente
del número de individuos que haya en cada Cluster.

Para el estudio vamos a emplear el método del promedio, método del centroide,
método simple, y método de Ward.

El programa (Grima y otros, 2004) que vamos a utilizar es MINITAB v. 14. En él


nos encontramos con diferentes métodos de agrupación entre los que se encuentran
los que hemos escogido, así como diferentes medidas de distancia entre las que se
encuentran las elegidas por nosotros.

Comentábamos que para analizar cualquier tipo de variable estadística es útil y


aconsejable realizar primero un estudio de las características descriptivas de las mis-
mas. Nosotros en este análisis nos vamos a fijar en las variables que mayor peso tie-
nen en la composición química. Estas tres variables son SiO2, Al2O3 y Fe2O3, y vamos
a comparar sus características en los dos alfares.

El análisis FRX proporciona dos tipos de datos. El primero de ellos referidos a los
óxidos principales, llamados mayoritarios, vienen medidos y expresados en porcentaje.
El segundo tipo de datos, de elementos denominados minoritarios, vienen medidos y
expresados en partes por millón.

Vamos a analizar a continuación los aspectos estadísticos más relevantes en cuan-


to a los óxidos en su fracción mayoritaria, es decir en la que la variable viene medida en
porcentaje. El análisis FRX que hemos realizado proporciona la composición química
de 10 óxidos diferentes. Nosotros hemos estudiado las variables con más peso dentro
de la composición química. En un principio hemos realizado el estudio del análisis
Cluster con tres variables principales, SiO2, Al2O3 y Fe2O3. Luego hemos añadido MgO
y K2O para ver si los resultados eran diferentes.

5.- ELEMENTOS MAYORITARIOS

Variable SiO2
En la tabla 1 vemos un resumen de sus principales valores en el alfar de Bobadilla.
La media es de 57,83 y su desviación de 2,65. El recorrido de la variable oscila entre
53,56 y 60,92. Si comparamos estos valores con los del alfar de El Redal, tabla 4, ve-
mos que en este caso la media es menor 51,14 y la desviación 0,67. El recorrido de la
variable oscila entre 50,44 y 52,45. Esto indica que la composición química de El Redal
es más homogénea que en Bobadilla al tener una desviación menor. La composición

572
química de los dos alfares respecto a esta variable, es muy diferente y altamente signifi-
cativa al 95%, tal como aparece reflejado en los intervalos de confianza de la variable.

Variable Al2O3
La tabla 2 refleja los principales descriptores de esta variable en el alfar de Bobadi-
lla. La media es de 20,56 y su desviación 1,51. El recorrido de la variable oscila entre
18,18 y 23,10. Comparando estos valores con los de la tabla 5, correspondientes al al-
far de El Redal, vemos que este caso la media es ligeramente superior ,22,80, con una
desviación típica de 0,32. El recorrido de la variable oscila entre 22,32 y 23,29. Al igual
que sucede en el caso anterior destaca la homogeneidad de la composición química
de la muestra en el alfar de El Redal en comparación con el de Bobadilla. La composi-
ción química de la muestra es diferente, estadísticamente significativa, con un nivel de
confianza del 95%, tal como se aprecia en los intervalos de confianza de la tabla.

Variable Fe2O3
La tabla 3 recoge los estadísticos descriptivos de esta variable en el alfar de Bo-
badilla. Vemos que la media es de 6,57 con una desviación de 0,34. El recorrido de la
variable oscila entre 5,90 y 7,12. Una desviación pequeña indica una homogeneidad en
la composición química de la muestra. En la tabla 6, reflejamos los estadísticos descrip-
tivos de esta variable para el alfar de El Redal. La media es de 7,34 con una desviación
de 0,09 indicando también una homogeneidad muy elevada en la muestra. El recorrido
de la variable oscila entre 7,22 y 7,47. La composición química de la muestra a un nivel
de confianza del 95% es diferente entre ambos alfares, como se aprecia en los interva-
los de confianza reflejados.

En la tabla 7 hemos reflejado en un grafico 3D, las tres variables analizadas de los
dos alfares, así como la composición química de las cerámicas pertenecientes a los 5
poblados analizados. Se observa perfectamente, la formación de dos nubes de puntos
entorno a la composición química de los dos alfares, aun cuando observamos que en
el caso del alfar de Bobadilla esa nube es más grande, heterogénea, que en el caso del
alfar de El Redal, que es una nube con los puntos más concentrados. Es más homo-
génea. Además observamos como en el caso del alfar de Bobadilla, existe un grupo de
tres puntos que están muy alejados del grupo principal. Este hecho lo veremos refleja-
do en el resto de los análisis que realicemos.

Otro dato interesante está en relación con el yacimiento de Salmanchurri, en el


que observamos como su composición química lo sitúa al lado de la nube de puntos
del alfar de Bobadilla. Este hecho lo veremos reflejado a lo largo de los diferentes pro-
cedimientos de análisis que realizamos y viene explicado la situación del yacimiento
está cercana al alfar, apenas 3 kilómetros de distancia. Podemos anticipar con total
seguridad, que la cerámica encontrada en Salmanchurri fue realizada en el alfar de
Bobadilla.

No ocurre lo mismo con el resto de puntos pertenecientes a las cerámicas de otros


poblados. En este caso estos puntos se distribuyen aleatoriamente por el espacio 3D,
indicando que pertenecen a otros alfares con composición química diferente de los
analizados. El punto más diferenciado espacialmente, corresponde a la cerámica de
Los Arcos en Navarra.

573
Vemos por primera vez reflejado en el espacio 3D, la composición química de varios
alfares reflejados en una serie de nubes de puntos más o menos homogéneas. El sig-
nificado de esto manifiesta que en el futuro nos vamos a encontrar en un espacio 3D,
nebulosas de puntos pertenecientes a los diferentes alfares, algunas distantes entre sí,
como en este caso. En otros casos, algunas de estas nubes estarán colindantes con
otras, incluso podrán tener elementos comunes. Otras, adoptaran formas más o menos
alargadas, otras esféricas y otras ovoidales. Otras, seguirán direcciones arriba o abajo,
izquierda o derecha, incluso algunas podrán atravesar otras nubes de puntos, indican-
do composiciones químicas semejantes. En las pruebas realizadas con este gráfico, en
las que el programa MINITAB 14 nos permite rotar el cubo, observamos perfectamente
la situación espacial de las nubes de puntos, empezando a intuir como se van a desa-
rrollar en el futuro estas nubes composicionales.

6.- ANÁLISIS CLUSTER O DE CONGLOMERADOS


Analizadas las variables que intervienen en la composición química y conociendo
sus características estadísticas, procedemos a realizar el análisis Cluster.

Hemos indicado anteriormente que este análisis se divide en varios apartados:

1.- Determinación de las variables, que van a ser tenidas en cuenta en el estudio.
En nuestro caso vamos a realizar un doble análisis. Primero utilizando las tres variables
de mayor peso, SiO2, Al2O3 y Fe2O3, y luego añadiendo MgO y K2O, para contrastar si
la utilización de más variables añade algo más o diferente a las conclusiones a las que
hayamos llegado con las tres primeras.

2.- Determinación de la medida de distancia. Estamos hablando de variables cuan-


titativas, por lo que de los diferentes modelos de distancia que existen vamos a utilizar
exclusivamente la distancia euclidea, por ser la medida de distancia que mejor se adap-
ta en nuestro caso.

3.- Determinación del sistema de agrupamiento de las distancias que se determinen


en el anterior paso. Aquí los sistemas son múltiples, por lo que vamos a realizar varios
de ellos, promedio, centroide, simple y Ward, para, vistos los resultados que proporcio-
nen, ver si estos son diferentes.

4.- Análisis de los resultados obtenidos, y definición de los Clusters obtenidos por el
método de K-medias.

El análisis Cluster lo vamos a realizar utilizando el programa MINITAB V. 14 ®, en


su versión de evaluación (Grima et alii, 2004)

A.- Análisis Cluster con tres variables


La tabla 8 recoge los datos que vamos a manejar. Por un lado las tres variables y
por otro los 21 análisis realizados, nueve pertenecientes al alfar de Bobadilla (La Rioja),
7 pertenecientes al alfar de El Redal (La Rioja), y uno a cada unos de los yacimientos
de Foncea (La Rioja), Salmanchurri (La Rioja), Los Arcos (Navarra), Medropio (Álava)
y La Hoya (Álava).

El dendograma de la tabla 9, proporciona los resultados obtenidos utilizando la dis-


tancia euclidea y el sistema de agrupamiento promedio. Observamos la formación de

574
dos grandes Clusters o grupos correspondientes a las muestras de los dos alfares, in-
cluyendo la asignación de las cerámicas de los poblados a alguno de los dos Clusters.
Esto no significa que las cerámicas de los yacimientos agrupadas en alguno de estos
dos Clusters, estén fabricadas en esos alfares, sino que el análisis Cluster por defini-
ción tiende a agruparlos en algún Cluster según su parecido o proximidad euclidea. Sin
embargo, a pesar de esto, nos vamos a fijar en un par de detalles que van a aparecer
en el resto de análisis Cluster que hagamos.

Se trata de la agrupación de la observación 18 Salmanchurri, con la observación 2,


Bobadilla 2 y con el resto del grupo del alfar de Bobadilla, 1, 3, 5, 7 y 8. El agrupamiento
se realiza a un nivel de similitud muy elevado, lo que indica que las distancias euclideas
medidas entre estas tres variables es muy pequeña y que se han unido al principio, lo
que indica mucha semejanza composicional.

El grupo del alfar de El Redal muestras 10 a 16, se agrupan a mayor o menor dis-
tancia. El programa ha unido a este alfar la cerámica de Los Arcos pero a una distancia
muy elevada por la tendencia del Cluster a agruparlo todo.

Observamos como el Cluster agrupa en el alfar de Bobadilla a la cerámica de La


Hoya pero a una distancia y con un nivel de similitud muy bajo.

También agrupa, pero separadas del grupo de Bobadilla, a los ejemplares 4, 6 y 9


de este alfar. Este agrupamiento ya lo habíamos detectado en el análisis 3D, obedece
a composición química diferente al resto del alfar y muy parecidas entre ellas.

Las observaciones 17, Foncea, y 20 Medropio, son agrupadas con niveles de simi-
litud muy bajos, lo que indica niveles composiciones y alfares diferenciados.

La tabla 10, muestra el análisis Cluster realizado utilizando la distancia euclidea y el


agrupamiento por el método del centroide. No existen diferencias con el anterior proce-
dimiento. Los grupos que se forman son los mismos con los mismos individuos.

La tabla 11, proporciona el análisis Cluster utilizando la distancia euclidea y el agru-


pamiento simple. No existen diferencias con el anterior procedimiento. Los grupos for-
mados son iguales y contienen los mismos individuos.

La tabla 12, muestra el análisis Cluster utilizando la distancia euclidea y el método


de agrupamiento de Ward. Se forman los mismos grupos principales correspondientes
al alfar de Bobadilla y al alfar de El Redal, con un pequeño cambio de posicionamiento
en las observaciones de 20 Medropio y 21 La Hoya, pero permaneciendo dentro del
mismo Cluster.

Las tablas 13, 14, 15 y 16 recogen los pasos seguidos utilizando la distancia euclidea
y los diferentes tipos de agrupamiento utilizados, para los análisis Cluster efectuados.

Resumiendo:

1.- El análisis Cluster, sea el procedimiento que sea, diferencia perfectamente los
dos alfares existentes en las observaciones.

575
2.- La inclusión de las cerámicas de los yacimientos en alguno de esos dos Clusters,
lo hace a niveles de similitud muy bajos, lo que indica que no han sido fabricadas en
ese alfar, excepto la 18 Salmanchurri, que con un nivel de similitud muy elevado indica
que ha sido fabricada en el alfar de Bobadilla.

B.- Análisis Cluster con 5 variables.


A las tres variables anteriores, vamos a añadir las variables MgO y K2O, para ver si
existen diferencias significativas con las obtenidas en el análisis con tres variables.

La tabla 17 recoge las 21 observaciones y los datos pertenecientes a las 5 varia-


bles.

El dendograma de la tabla 18, recoge los resultados obtenidos utilizando la distan-


cia euclidea y el agrupamiento promedio. Los resultados son iguales que los obtenidos
utilizando las tres variables. Se forman los dos grandes Clusters agrupados entorno a
los dos alfares. Las cerámicas de los poblados son atribuidas a los mismos Clusters.
Todo lo dicho anteriormente respecto al dendograma de la tabla 16, es igualmente vá-
lido para éste.

El dendograma de la tabla 19, muestra los resultados obtenidos utilizando la distan-


cia euclidea y el agrupamiento del centroide. Los resultados son iguales a los obtenidos
utilizando tres variables. Lógicamente los resultados obtenidos son iguales a los obte-
nidos utilizando las cinco variables y el agrupamiento promedio.

El cuarto paso que hemos indicado consiste en una descripción de los Clusters ob-
tenidos, siempre a juicio del investigador, determinando sus características principales.
Para ello realizamos el análisis denominado K-medias, (tabla 20).

En la primera parte se definen los Clusters obtenidos, el número de observaciones


pertenecientes a cada Cluster, la distancia promedio dentro del Cluster y la máxima
distancia al centroide del Cluster, lo que da una idea de la homogeneidad del mismo.

En la segunda parte obtenemos la caracterización del Cluster en cuanto a las va-


riables que intervienen en el mismo. Así el Cluster 1 Bobadilla, esta caracterizado por
un centroide con las siguientes variables: SiO2 con 59,33, Al2O3, con 21,44, Fe2O3 con
6,78, MgO con 1,73 y K2O con 4,45.

Resumiendo:
1.- Los resultados obtenidos utilizando tres variables principales o utilizando cinco
variables son exactamente iguales.

2.- Se obtienen iguales resultados, en el caso de cinco variables, utilizando cual-


quier tipo de agrupamiento. Las conclusiones son las mismas.

Nuestro estudio es un estudio bimodal puesto que estamos construyendo un méto-


do de trabajo y al mismo tiempo estamos obteniendo unos resultados arqueológicos.

En cuanto al método, lo logrado hasta ahora indica:


1.- El análisis conjunto FRX y Cluster, es capaz de determinar a partir de la compo-
sición química, los diferentes alfares en las que fueron fabricadas las cerámicas.

576
2.- Los resultados son exactamente iguales, sea cual fuese, el sistema de medida
de distancia utilizado y el método de agrupamiento seguido.

3.- El método se puede aplicar a partir de los tres principales componentes. La adi-
ción de más variables no modifica los resultados obtenidos. Esto no es óbice para que
se incluyan las que se quieran puesto que el tratamiento informático es lo suficiente-
mente sencillo para incluir las que se deseen.

En cuanto a los resultados arqueológicos:


1.- Se determinan perfectamente 6 alfares. El alfar de Bobadilla, El Redal, Foncea,
Los Arcos, Medropio y La Hoya.

2.- La cerámica de Salmanchurri fue fabricada en el alfar de Bobadilla.

3.- La estructura espacial en 3D, de la composición química de las cerámicas, con-


siste en una serie de nubes de puntos de forma ovoide e irregulares de diferentes
dimensiones y dirección en el espacio 3D, que presentan una mayor distancia entre
ellas en cuanto su composición difiera. Que esta distancia va a estar relacionada con la
distancia en kilómetros de los barreros en que se sitúen los alfares, y que en el caso de
barreros cercanos pueden darse casos de que las nubes de puntos sean tangentes, y
puedan cruzarse entre dos o más de ellas. Hay que tener en cuenta, cuando se utilizan
más variables, que si en un espacio 3D los puntos parecen próximos, en un espacio 4D
o superior los puntos que parecen próximos pudieran estar alejados. Es lo mismo que
sucede en una representación 2D, que puntos que parecen próximos, si le añadimos
a la representación otro eje, estos puntos que parecen próximos en la proyección 2D,
aparecen alejados en la 3D.

7.- ELEMENTOS MINORITARIOS


Comentábamos al principio, que en los resultados del análisis FRX una parte de
los óxidos vienen medidos y expresados en porcentaje, mientras que otros elementos,
los minoritarios vienen medidos y expresados en partes por millón. Nuestro análisis ha
proporcionado los resultados de 13 de estos elementos medidos en partes por millón.

Sin embargo para nuestro estudio, vamos a utilizar solamente aquellos elementos
con mayor número de observaciones. Esto es debido a que las observaciones más pe-
queñas pueden tener problemas de conteo. Para evitar este tipo de error, lo apropiado
es suprimirlas del estudio, y analizar aquellos elementos cuyos conteos no ofrezcan
dudas. El limite los hemos fijado en 100 partes por millón.

Esta diferenciación del método entre elementos mayoritarios y minoritarios, intenta


determinar si los resultados, utilizando una u otras variables, son consistentes, es decir
ofrecen iguales o semejantes resultados o por el contrario muestran diferencias.

Para ellos vamos a utilizar las variables Ba, Rb, Sr, y Zn. Los pasos a seguir son los
mismos que los realizados anteriormente a saber:

1.- Determinación de las variables, que van a ser tenidas en cuenta en el estudio.
En nuestro caso vamos a realizar un doble análisis. Primero utilizando las tres variables
de mayor peso, Ba, Rb y Sr, y luego añadiendo Zn, para contrastar si la utilización de
más variables añade algo más o diferente a las conclusiones a las que hayamos llega-

577
do con las tres primeras. Como hemos comentado anteriormente, sólo utilizaremos las
variables cuyo conteo supere el centenar, para evitar problemas que pudieran darse en
las variables con conteos pequeños.

2.- Determinación de la medida de distancia. Estamos hablando de variables cuanti-


tativas, por lo que de los diferentes modos de distancia vamos a utilizar exclusivamente
la distancia euclidea, por ser la medida de distancia que mejor se adapta en nuestro
caso.

3.- Determinación del sistema de agrupamiento de las distancias que se determinen


en el anterior paso. Aquí los sistemas son múltiples, por lo que vamos a realizar varios
de ellos, promedio, centroide, simple y Ward, para vistos los resultados que proporcio-
nen ver si estos son significativamente diferentes.

8.- ESTUDIO DE LAS VARIABLES


La tabla 21 muestra la composición química de las 21 observaciones referidas a las
cuatro variables estudiadas, Ba, Rb, Sr, Zn.

Variable Ba
En la tabla 22 referida al alfar de Bobadilla observamos que la media es de 1.169
con una desviación de 303. El recorrido de la variable oscila entre 856 y 1.672 casi el
doble. No es una variable homogénea.

En el alfar de El Redal, tabla 23, la media es de 563,57 y la desviación de 126,74


con un recorrido de la variable entre 307 y 714. En ambos casos vemos que se trata
de una variable heterogénea porque los valores están muy dispersos. Comparando
ambas distribuciones a un nivel de significación del 95%, vemos que los intervalos son
totalmente diferentes.

Variable Rb
La tabla 24, corresponde al alfar de Bobadilla. Muestra que la media es de 268,11
con una desviación de 37,43. El recorrido de la variable oscila entre 228 y 347. El al-
far de El Redal ofrece diferentes números, (tabla 25). La media es de 400,43 con una
desviación de 73,01 y un recorrido que oscila entre 293 y 499. Comparando las cifras,
vemos que a un nivel del 95% los intervalos de confianza no coinciden. Ambos alfares
presentan composiciones químicas de Rb diferentes.

Variable Sr
En la tabla 26 referida al alfar de Bobadilla, podemos observar que la media es de
172,11 y la desviación de 13,67, con un recorrido de la variable que oscila entre 150 y
192. La tabla 27, recoge los mismos datos referidos al alfar de El Redal con una media
de 442,43, una desviación de 79,03 y un recorrido que oscila entre 394 y 620. En este
caso de El Redal vemos que los datos no son tan uniformes como en el caso de Boba-
dilla. Observamos que la diferencia entre ambos alfares es significativa puesto que sus
intervalos con un nivel de confianza del 95%, no llegan a solaparse. Ambos alfares son
muy diferentes en cuanto a su elemento químico Sr.

578
Variable Zn
La tabla 28 analiza el alfar de Bobadilla. La media es de 97,11 y la desviación de
3,51. El recorrido de la variable oscila entre 91 y 102 lo que implica una fuerte unifor-
midad y homogeneidad en los valores de esta variable. La tabla 29, recoge los valores
del alfar de El Redal, con una media de 139 y una desviación de 5,42. El recorrido de
la variable oscila entre 132 y 148 lo que también implica una fuerte uniformidad en
los valores de esta variable. La comparación de estos dos alfares con un intervalo de
confianza del 95% indica que son alfares diferentes ya que sus intervalos no llegan a
solaparse.

Al igual que hicimos con los mayoritarios hemos realizado un gráfico 3D, tablas 30,
31 y 32. Muestran el mismo gráfico desde diferentes perspectivas. Para ello hemos to-
mado las variables Ba, Rb y Sr. Observamos la formación de las nubes de puntos en la
que se ve la constitución de dos grupos principales agrupados entorno al punto 1, que
son las observaciones del alfar de Bobadilla, y al punto 2 referidas a las observaciones
del alfar de El Redal. Dispersos por el espacio 3D se sitúan el resto de los alfares co-
rrespondientes a las cerámicas de los poblados celtibéricos.

Muestran las mismas agrupaciones que las halladas en el grafico 3D de mayorita-


rios. Observamos la vecindad de la cerámica de Salmanchurri con respecto al alfar de
Bobadilla, al igual que ocurría en el gráfico 3D de mayoritarios. Comprobamos también
la existencia de dos observaciones pertenecientes al alfar de Bobadilla un tanto aleja-
das de su grupo, y quizás una mayor dispersión de los datos respecto a la nube a la
que pertenecen.

Los resultados si los comparamos con los obtenidos en el gráfico 3D de los óxidos
mayoritarios, son semejantes y prácticamente iguales.

9.- ANÁLISIS CLUSTER O DE CONGLOMERADOS DE LOS ELEMENTOS MINORITARIOS


El análisis lo vamos a realizar con las cuatro variables principales. Hemos compro-
bado sin embargo, si con tres variables los resultados serían semejantes. En la tabla
33 reflejamos las 21 observaciones utilizadas y los datos pertenecientes a las tres va-
riables.

El dendograma de la tabla 34, ha sido realizado utilizando la distancia euclidea y el


método de agrupación simple. Muestra la formación de dos grandes Clusters. El pri-
mero formado por las observaciones pertenecientes al alfar de Bobadilla, incluyendo la
número 18 perteneciente a Salmanchurri. El segundo, formado por las observaciones
pertenecientes al alfar de El Redal, incluyendo la cerámica de Los Arcos. Unos grupos
secundarios están formados por las observaciones atípicas de Bobadilla 4 y 6. El resto
de cerámicas de los diferentes poblados tienden a agruparse con las de Bobadilla.

El dendograma de la tabla 35, ha sido realizado utilizando la distancia euclidea y el


método de agrupación del centroide. Es semejante al anterior. Sólo hay un pequeño
baile de posición, aunque dentro del Cluster de Bobadilla, de las observaciones 18, 20
y 21. La observación 18 Salmanchurri sigue unida a la observación 2 de Bobadilla. Se
sigue confirmando lo atípico de las observaciones 4 y 6 de Bobadilla.

La tabla 36 muestra el dendograma realizado, utilizando la distancia euclidea y el


método de agrupamiento promedio. Los resultados son análogos a los obtenidos con

579
los dos métodos anteriores, con un pequeño cambio en la posición de las observacio-
nes 8 y 3, pero que no afectan a su pertenencia al Cluster de Bobadilla.

Resumiendo lo dicho hasta ahora en cuanto al método:

1.- El análisis Cluster, con cualquier procedimiento, diferencia perfectamente los


dos alfares existentes en las observaciones.

2.- La inclusión de las cerámicas de los yacimientos en algunos de los dos Clusters
los hace a niveles de significación muy bajos, excepto la observación 18 perteneciente
a Salmanchurri.

10.- ANÁLISIS CLUSTER CON 4 VARIABLES


A las tres variables anteriores añadimos el Zn, por ser su contador un número
elevado y en torno al 100.

La tabla 21 recoge el total de las 21 observaciones y las cuatro variables que van a
entrar en juego.

La tabla 37 muestra el dendograma proporcionado, utilizando la distancia euclidea


y el método simple. Los resultados son iguales a los proporcionados con las tres varia-
bles lo que indica que esta variable no ha influido en el resultado.

La tabla 38 muestra el dendograma proporcionado, utilizando la distancia euclidea


y el método del centroide. Los resultados son iguales a los proporcionados con la utili-
zación de tres variables, lo que indica que la variable Zn no ha influido en el resultado.

La tabla 39 muestra el dendograma proporcionado, utilizando la distancia euclidea


y el método del promedio. El resultado es igual que en el caso de tres variables, pero
difiere ligeramente en cuanto al resultado con los dos métodos anteriores, puesto que
hay un ligero reposicionamiento de las observaciones 8 y 3.

En resumen y con referencia a los elementos minoritarios:

1.- Los resultados obtenidos, utilizando tres variables principales o cuatro, son los
mismos.

2.- Se obtienen los mismos resultados utilizando cualquier procedimiento.

Comparando estos resultados minoritarios con los obtenidos en el análisis de los


óxidos obtenemos:

1.- En ambos métodos diferenciamos perfectamente los dos alfares.

2.- En ambos métodos los elementos pertenecientes a los Clusters formados por los
dos alfares son los mismos. Utilizando el método con los minoritarios, las observacio-
nes atípicas ya registradas en la gráfica 3D, números 4 y 6 aparecen más claramente
diferenciadas

3.- Es independiente el tipo de agrupamiento que hagamos, los resultados son los
mismos, ya sea comparando elementos mayoritarios ó minoritarios ó estos entre sí.

580
En cuanto a los resultados arqueológicos obtenidos:

1.- Se determinan perfectamente 6 alfares. El alfar de Bobadilla, El Redal, Foncea,


Los Arcos, Medropio y La Hoya.

2.- La cerámica de Salmanchurri fue fabricada en el alfar de Bobadilla.

3.- El espacio composicional 3D, de los alfares estudiados, consiste básicamente


en unas nubes de puntos más o menos uniformes, de formas ovoides más o menos
alargadas, con direcciones en el espacio diferentes. La distancia entre estos ovoides
tridimensionales parece que está en función de la distancia en kilómetros entre los
alfares respectivos. La forma tridimensional de las nubes son ovoides, aleatoriamente
distribuidas, en ocasiones muy separadas, mientras que en otras son tangentes, e in-
cluso secantes y en un supuesto teórico podrían los ovoides entremezclarse o incluso
atravesarse. Vale lo dicho anteriormente sobre el efecto 2D a 3D, para el caso de 3D a
4D o más dimensiones.

4.- Dada una nube de puntos pertenecientes a la composición química de un único


yacimiento arqueológico, se diferencian los diferentes alfares mediante una combina-
ción de análisis químico de FRX, y Cluster combinado con una gráfica 3D. La diferen-
ciación se realizará en base a los picos de esa nebulosa de puntos. Habrá puntos que
no se puedan diferenciar a que alfar pertenecen, pero si se sabrá el número de alfares
que hay. Para establecer los términos comparativos se deberá proceder a realizar el
análisis Cluster en base a los datos aquí proporcionados.

5.- La pertenencia de una cerámica concreta a un determinado alfar, se deberá


realizar mediante un sencillo análisis discriminante en base a las Bases de datos de al-
fares que existan (aunque no es necesario que se hallan encontrado físicamente esos
lugares), sino a través de la determinación de los diferentes alfares localizados en base
a las composiciones químicas de las cerámicas de los poblados.

11.- EL PROGRAMA GINKGO


GINKGO, como lo definen sus creadores (De Cáceres et alii, 2003), es un progra-
ma de análisis multivariante orientado a la clasificación basada en distancias. Es un
programa muy completo y a la vez complejo. Es un programa libre al que se puede
acceder a través de Internet en la pagina www.biodiver.bio.ub.es/vegana/. Realmente
está orientado a la clasificación, gestión y análisis de datos ecológicos, especialmente
la vegetación. Se ofrece dentro de un contexto de software general denominado VEGA-
NA.

Hemos utilizado este programa para comparar los resultados obtenidos anterior-
mente con MINITAB V.14® con los obtenidos con este programa.

El análisis Cluster realizado es similar al realizado con MINITAB V.14 ®, utilizando


como medida de distancia, la distancia euclidea y como medidas de agrupamiento
UPGMA, Ward y simple.

En la tabla 40, mostramos el dendograma utilizando las variables SiO2, Al2O3 y


Fe2O3, la distancia euclidea y el método de agrupamiento UPGMA. Los resultados ob-
tenidos son los siguientes. Se diferencian dos grandes Clusters, formados el primero

581
de ellos entorno a las cerámicas del alfar de Bobadilla con la inclusión de las cerámicas
de los yacimientos de Foncea, La Hoya, Medropio y Salmanchurri, éste unido a bob2
desde el principio. La cerámica de Los Arcos se une al grupo de El Redal pero a mucha
distancia. Se diferencian las observaciones que agrupan a bob4, bob6 y bob 9.

En la tabla 41, mostramos el dendograma utilizando las mismas variables, la distan-


cia euclidea y el método de Ward. Los resultados obtenidos son iguales a los obtenidos
con el anterior método. Diferenciación de los dos Clusters o alfares, las mismas obser-
vaciones incluidas en los mismos grupos, aunque algunas en posiciones diferentes,
pero que no cambia la estructura del Cluster. De nuevo las observaciones bob4, bob 6
y bob 9, aparecen separadas, y Los Arcos unida al grupo de El Redal.

La tabla 42, refleja el dendograma obtenido utilizando las tres variables anteriores,
la distancia euclidea y el método de agrupamiento simple. Los resultados obtenidos
son iguales, diferenciándose los dos Cluster principales, con los mismos individuos
incluidos en cada grupo.

Comparando estos resultados con los obtenidos con el programa MINITAB V. 14®,
observamos que los resultados son exactamente iguales. Dos grandes Clusters subor-
dinados a los alfares respectivos. Bob 2 y Salmanchurri unidos. Diferenciación de las
observaciones bob4, bob 6 y bob 9. Cerámica de Los Arcos unida lejanamente a la de
El Redal.

Si el análisis lo realizamos a través de los elementos minoritarios, los resultados son


iguales.

En la tabla 43, reflejamos el análisis con los cuatro minoritarios, la distancia euclidea
y el procedimiento simple. Se nos forman los dos grandes Clusters agrupados entorno
a sus alfares respectivos. Bob 4 y bob6 se diferencian del resto. Salmanchurri y bob 2
continúan unidos y Los Arcos sigue unido a El Redal.

La tabla 44, refleja el análisis con las variables minoritarias, la distancia euclidea y
el método UPGMA. Es exactamente igual a los anteriores.

La tabla 45, refleja el análisis con las variables minoritarias, la distancia euclidea y
el método de Ward. Los resultados obtenidos son iguales que los anteriores.

Comparando estos resultados con los obtenidos con los análisis de mayoritarios
vemos que reflejan la misma situación.

Comparando estos resultados con los obtenidos con el programa MINITAB V. 14®
vemos que se obtienen iguales resultados.

3.1.4. CONCLUSIONES

A partir de unas hipótesis básicas, como son la situación de los alfares cerca de
los barreros, la diferente composición química de estos, de tal forma que la variación
composicional intra-alfares es diferente y con menor variabilidad, a la existente entre-
alfares, y aplicando una metodología mixta combinación de análisis químicos mediante
el procedimiento de FRX, y la utilización de un procedimiento algoritmico como es el
análisis Cluster, llegamos a unas conclusiones, en las que respondemos a las pregun-
tas que nos habíamos planteado como objetivos.

582
Hemos determinado la existencia de seis alfares diferentes, la fabricación de una
de las cerámicas en un alfar existente en las inmediaciones del poblado, probando
que el resto proceden de otros barreros. Hemos podido determinar la inclusión de las
cerámicas en sus alfares respectivos, comprobando en este caso como determinados
tipos de cerámica iguales, tienen composiciones químicas análogas y proceden en
consecuencia de los mismos alfares. Hemos observado como las grandes cerámicas y
ánforas provienen del mismo alfar.

La aplicación de estas técnicas permiten atribuir con gran eficacia las cerámicas a
sus talleres, y posibilitar el estudio del intercambio comercial entre estas poblaciones.

Agradecimientos
D. Iñaki Yusta profesor de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad del País Vasco.
D. Armando Llanos del Instituto Alavés de Arqueología
D. Andoni Tarriño, de la Universidad del País Vasco
D. Javier Ceniceros, director del Museo Najerillense
D. Pedro Alvarez Clavijo, director de las excavaciones de El poblado de El Redal
Doña. María Teresa Sánchez Trujillano, directora del Museo Provincial de La Rioja.

BIBLIOGRAFÍA

DE CACERES, M.; OLIVA, F.; FONT, X.


(2003) “Ginkgo, un programa de análisis multivariante orientado a la clasificación basada en distancias”. 27
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(1984) “Éléments de technologie céramique et d´analyse des terres cuites archéologiques”. Documents
d´archéologie meridionale. Suplemento 3. Ministère de la Culture.
GRIMA CINTAS, P; MARCO ALMAGRO, Ll; TORT-MARTORELL LLABRES,J
(2004) “Estadística Práctica con MINITAB®”. Editorial Pearson. Prentice Hall. Madrid.

LÉVY MANGIN, J.P.; VARELA MALLOU, J.


(2003) “Análisis Multivariable para las Ciencias Sociales”. Editorial Pearson. Prentice Hall. Madrid.

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(2004) “Técnicas de análisis Multivariante de Datos”. Editorial Pearson. Prentice Hall. Madrid.

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(2004) “Caracterización arqueométrica de la cerámica común producida en la villa romana de Sa Mesquida
(Mallorca)”. Pyrenae. Vol 35.
URIEL, E; ALDÁS J.
(2005) “Análisis Multivariante Aplicado”. Editorial Thomson. Madrid.

583
Tabla Principal.

584
Tabla 1. Alfar de Bobadilla.

Tabla 2. Alfar de Bobadilla.

585
Tabla 3. Alfar de Bobadilla.

Tabla 4. Alfar de El Redal.

586
Tabla 5. Alfar de El Redal.

Tabla 6. Alfar de El Redal.

587
Tabla 7. Gráfico 3D. 1. Bobadilla, 2. El Redal, 3. Foncea, 4. Salmanchurri, 5. Los Arcos, 6. Medropio, 7. La
Hoya.

Tabla 8. Elementos y muestras para el análisis.


Cluster.

588
Tabla 9. Tres variables: Si, Al, Fe

Tabla 10. Tres variables: Si, Al y Fe.

589
Tabla 11. Tres variables: Si, Al y Fe.

Tabla 12. Tres variables: Si, Al y Fe.

590
Tabla 13.

591
Tabla 14.

592
Tabla 15.

593
Tabla 16.

Tabla 17. Análisis Cluster con


5 variables o elementos quí-
micos.

594
Tabla 18. 5 variables: Si, A, Fe, Mn y Mg.

Tabla 19. 5 variables: Si, A, Fe, Mn y Mg.

595
Tabla 20.

Tabla 21. Análisis Cluster con elementos minoritarios.

596
Tabla 22. Minoritarios. Bobadilla.

Tabla 23. Minoritarios. El Redal.

597
Tabla 24. Minoritarios. Bobadilla.

Tabla 25. Minoritarios. El Redal.

598
Tabla 26. Minoritarios. Bobadilla.

Tabla 27. Minoritarios. El Redal.

599
Tabla 28. Minoritarios. Bobadilla.

Tabla 29. Minoritarios. El Redal.

600
Tabla 30. Gráfica 3D de elementos minoritarios. 1ª vista. 1- Bobadilla, 2- El Redal, 3- Foncea, 4- Salmanchu-
rri, 5- Los Arcos, 6- Medropio, 7- La Hoya.

Tabla 31. Gráfica 3D de elementos minoritarios. 2ª vista. 1- Bobadilla, 2- El Redal, 3- Foncea, 4- Salmanchu-
rri, 5- Los Arcos, 6- Medropio, 7- La Hoya.

601
Tabla 32. Gráfica 3D de elementos minoritarios. 3ª vista . 1- Bobadilla, 2- El Redal, 3- Foncea, 4- Salmanchu-
rri, 5- Los Arcos, 6- Medropio, 7- La Hoya.

Tabla 33. Análisis Cluster de elementos minoritarios.

602
Tabla 34. Minoritarios. Variables: Ba, Rb y Sr.

Tabla 35. Minoritarios: Ba, Rb y Sr.

603
Tabla 36. Minoritarios: Ba, Rb y Sr.

Tabla 37. Minoritarios 4 variables.

604
Tabla 38. Minoritarios 4 variables.

Tabla 39. Minoritarios 4 variables.

605
Tabla 40. Análisis Cluster con GINKGO. 3 variables. Distancia euclidea y UPGMA.

606
Tabla 41. Análisis Cluster con GINKGO. Distancia euclidea y Ward.

607
Tabla 42. Analisis Cluster con GINKGO. Distancia euclidea y agrupamiento simple.

608
Tabla 43. Analisis Cluster con minoritarios y GINKGO. Distancia euclidea y simple.

609
Tabla 44. Analisis Cluster con minoritarios. Distancia euclidea y UPGMA.

610
Tabla 45. Análisis Cluster con minoritarios. Distancia euclidea y Ward.

611
3.2. ANÁLISIS FRX, CLUSTER Y FUNCIÓN DISCRIMINANTE DEL SÍLEX EN EL
CANTÁBRICO ORIENTAL

Dentro del conocimiento sobre las sociedades prehistóricas siempre nos ha intere-
sado, el origen de los materiales líticos y concretamente el sílex. Ha sido una fortuna
que en Álava contáramos con unas canteras de sílex conocidas desde el Musteriense y
que han sido utilizadas hasta hace pocos años por los trilleros. Las prospecciones que
efectuamos por los montes y valles alaveses nos puso en conocimiento con una varie-
dad de afloramientos naturales del sílex. Desde los impresionantes afloramientos de
Cucho, Araico y alrededores, hasta los afloramientos en la sierra de Entzia, sierra de
Arkamo y sierra de Valderejo. Simplemente la prospección superficial ya nos mostraba
la riqueza y variedad del sílex en la provincia.

No ha sido hasta hace pocos años cuando el desarrollo tecnológico y la utilización de


nuevos análisis químicos juntamente con su abaratamiento, nos ha permitido su utiliza-
ción. Además el desarrollo de la informática y el acceso al conocimiento desde Internet
nos permite la utilización de unas herramientas analíticas fantásticas. La conjunción de
estos cuatro elementos, máquinas analíticas, abaratamiento de coste, informática e In-
ternet nos abre las puerta a un mundo de conocimiento que no hemos hecho más que
empezar a vislumbrar.

En 2006 Antonio Tarriño publica su tesis doctoral “El sílex en la cuenca Vasco-Can-
tábrica y Pirineo Navarro: caracterización y su aprovechamiento en la Prehistoria”, en el
cual completa un recorrido por esta materia prima, sus características geológicas y quí-
micas, con aplicación directa a varios yacimientos prehistóricos. Sus conclusiones son
utilizadas desde hace algún tiempo por los prehistoriadores. Concretamente la detec-
ción de cuatro grandes grupos de yacimientos de sílex geológico, Treviño, Loza, Urba-
sa y Flysch, que por lo que parece son el origen de casi todo el sílex arqueológico de
los yacimientos de una amplia zona.

Nosotros en este trabajo vamos a profundizar en un aspecto que es el de caracteri-


zar el origen de los sílex en base a su composición química. Para ellos partimos del aná-
lisis FRX, y aplicamos en primer lugar un sencillo análisis estadístico para ver la estructu-
ra de las variables que caracterizan su composición química. A continuación realizamos
un análisis cluster de la cuantificación de estas variables, para buscar los grupos que
se definen según su composición química. A continuación realizamos un Análisis Dis-
criminante para encontrar las ecuaciones que definen cada uno de los grupos y a con-
tinuación asignar según estas ecuaciones los diferentes materiales líticos a cada uno
de los grupos. El origen de los datos son los análisis FRX realizados por ese autor para
su tesis doctoral.

3.2.1. ANÁLISIS CLUSTER

El análisis cluster o de conglomerados es una técnica matemática para clasificar a


individuos en grupos diferentes, de tal forma que cada grupo sea lo más o homogéneo
entre sí y lo más diferente del resto de grupos.

Se basa en medir la distancia entre los valores de las variables y agrupar los indivi-
duos en atención a estas distancias. Cada forma de medir la distancia y cada procedi-
miento de agrupar a los individuos origina un método diferente. Existen más 30 formas

612
diferentes de agrupamiento y bastantes más de medir la distancia en función de si las
variables son cuantitativas, cualitativas u ordinales. El resultado final es un dendogra-
ma o árbol ramificado cuya interpretación debe hacerse con cuidado.

Los pasos a seguir son los siguientes:


1. Partimos de una tabla n x m, en la que cada individuo viene reflejado por los valo-
res de las variables obtenidos en el análisis FRX.
2. Seleccionamos la medida de similitud entre cada observación. A esta medida se
le denomina distancia. Esta distancia puede ser medida de diferentes formas en fun-
ción de que tipo de variable estemos manejando. Así por ejemplo si estamos ante va-
riables cuantitativas una de las mejores medidas de similitud o distancia es la distancia
euclídea.
3. Creamos los grupos empleando alguno de los múltiples algoritmos clasificatorios
que existen. Algunos ejemplos son el método del centroide, método del vecino más cer-
cano, método del vecino más lejano, método de Ward, etc.
4. Se obtiene un gráfico denominado dendograma, con forma de árbol ramificado, en
el que se observan como se van agrupando los individuos. La interpretación de los re-
sultados es sencilla, aunque la realidad y la experiencia impone una interpretación muy
cuidadosa de estos gráficos.
5. Es necesario realizar varios dendogramas, según diferentes combinaciones de
distancias y algoritmos clasificatorios y compararlos. La experiencia nos dice que los
resultados son muy similares unos de otros, observando como son siempre los mismos
individuos los que cambian de grupo conforme cambiamos el método. A estos individuos
hay que estudiarlos más a fondo. Pero el resultado general, global no se altera por la exis-
tencia de estos atípicos.

Nosotros hemos utilizado el programa PAST versión 1.81. PAST es un programa de-
sarrollado por Øyvind Hammer, D. A. T. Harper y P.D. Ryan, muy completo, de fácil uti-
lización y que puede bajarse gratuitamente de Internet.

3.2.2. ANÁLISIS DISCRIMINANTE

El análisis discriminante permite clasificar a los individuos de una población en gru-


pos, a partir de los valores de las variables que definen a estos individuos. Así mismo per-
mite asignar nuevos individuos dentro de los grupos previamente definidos. Cada in-
dividuo puede pertenecer a un solo grupo. En cierta forma es muy parecido al análisis
Cluster. El desarrollo de este procedimiento se lo debemos a Fisher quien lo desarrolló
en 1930.

El análisis parte de una tabla n x m, en el que en filas aparecen los “n” individuos de
las poblaciones y en columnas los valores de las variables que definen a los individuos.
Se trata de agruparlos según los valores de estas variables explicativas.

El resultado final es una función lineal, denominada función discriminante de Fisher,


con una variable dependiente que va a ser función de la aplicación de diferentes coefi-
cientes a cada variable. Adopta la forma:
D= K+aV1+bV2+…+zVz

613
El procedimiento obtiene unos valores para K, a, b…, z positivos o negativos que
aplicados a los valores del individuo que se quiere clasificar, da como resultado un valor
D que es el que indica el grupo de pertenencia. En nuestro caso V1 seria el Al. V2 es el
Fe, etc.

El desarrollo matemático de esta función se puede encontrar en cualquier libro de


estadística, aunque daremos un sencillo esquema del mismo.

La función discriminante D de Fisher es una función lineal de z variables explicati-


vas. Para su obtención se precisa conocer en primer lugar los centroides de los grupos.
Para ello se determina el punto de corte discriminante. A continuación se trata de maxi-
mizar el coeficiente de variabilidad entre-grupos y variabilidad intra-grupos.

Nosotros hemos realizado este estudio con el programa PAST. Se trata de un buen
programa de estadística, fácil de usar y de distribución libre. Ha sido desarrollado por Ø.
Hammer, D. A. T. Harper y P. D. Ryan, y puede bajarse de la Web. Esta parte del progra-
ma, como todo él, es muy fácil de manejar.

En primer lugar construimos la tabla con los individuos y los valores de las variables
que vamos a analizar. Luego en la opción multivariable, seleccionamos Discriminante.
Hotelling t2. A continuación coloreamos los dos grupos que hemos definido antes de rea-
lizar el test. El programa proporciona un histograma, que no es más que una línea en
uno de cuyos puntos esta el origen 0. A la derecha tenemos los valores positivos y a la
izquierda los valores negativos. PAST proporciona un valor de probabilidad asociada a
la muestra test de Hotelling t2 y en la opción determinante nos da los resultados de los
coeficientes de cada variable. Éstos son los coeficientes de la función discriminante de
Fisher.

También podemos efectuar el análisis de pertenencia de un individuo a uno de los


dos grupos. Para ello colocamos a este individuo en la fila última, realizando el mismo
proceso que anteriormente. El botón tabla nos lista los individuos analizados y su valor
D de cada uno de ellos. El último pertenece al individuo que analizamos. En la fila de la
derecha nos aparece un valor con signo positivo o negativo y en la siguiente fila el gru-
po al que pertenece según el análisis discriminante. De igual forma si colocamos el va-
lor obtenido en la primera fila en la línea obtenemos la asignación al grupo que lógica-
mente coincidirá con la atribuida en la segunda fila.

3.2.3. ANÁLISIS ESTADÍSTICO DE LA COMPOSICIÓN QUÍMICA DEL SÍLEX GEOLÓGICO

El análisis lo realizaremos sobre los componentes mayoritarios, ya que los elemen-


tos traza presentan unas cantidades lo suficientemente pequeñas como para que pue-
dan tener errores de conteo.

Las variables a analizar dentro de los componentes mayoritarios han sido Al, Fe,
Mg, Na y Ca. En el gráfico 1 observamos el Boxplot, con estos elementos. El compo-
nente Al tiene una baja presencia y su variación es muy pequeña. Al igual que ocurre
con Fe y Na. El Mg presenta una mayor variación. La variación más significativa es Ca,
con un recorrido muy amplio en su valor, lo que indica que esta variable es la que más
juego puede dar.

614
4,5

3,5

2,5
Y

1,5

0,5

0
A

E
C

Gráfico 1. Boxplot con los principales óxidos Al, Fe, Mg, Na y Ca.

La variable Al la estudiamos en el gráfico 2. En el histograma observamos la presen-


cia de dos modas en torno a la ausencia de esta variable o a su presencia en el valor
0,16%. El gráfico 3 proporciona los principales estadísticos de esta variable. El gráfico
4 indica el ajuste de sus valores a una distribución Normal. El valor Ppc obtenido es de
0,8961 lo que unido a la situación de los puntos sobre la recta, nos indica que su distri-
bución no sigue una distribución Normal. Es decir que hay valores diferentes, indicando
composiciones en Al diferentes.

La siguiente variable es Fe representada su histograma en el gráfico 5. La mayor


parte se concentra en valores muy pequeños excepto un ejemplar. El gráfico 3 recoge
los estadísticos relativos a esta variable. El gráfico 6 de distribución Normal Q-Q´, re-
fleja el ajuste de los valores de la variable a una distribución Normal. En este caso el
Ppc es de 0,7045, lo que indica que los valores de la variable no se ajustan a una dis-
tribución Normal.

La variable Mg la estudiamos en el histograma del gráfico 7. En él observamos co-


mo la mayoría de los individuos se agrupan en porcentajes de componente muy bajos,
aunque el recorrido de la variable es muy amplio. El gráfico 3 representa los estadísti-
cos principales de esta variable. El gráfico 8 representa el ajuste de la variable a una dis-
tribución Normal. En este caso el Ppc es de 0,8994, lo que da un mal ajuste a esta dis-
tribución.

615
18
16
14

12
Frequency

10
8
6
4

2
0
0 0,03 0,06 0,09 0,12 0,15 0,18 0,21 0,24
Gráfico 2. Histograma de la variable Al.

PRINCIPALES ESTADÍSTICOS COMPOSICIONALES ÓXIDOS


Al Fe Mg Na Ca
N 22 22 22 22 22
Min 0 0,04 0 0,08 0,15
Max 0,24 0,64 1,31 0,25 4
Sum 1,4 2,5 6,53 4,02 37,6
Mean 0,063 0,113 0,296 0,182 1,709
Std. error 0,016 0,026 0,074 0,009 0,291
Variance 0,006 0,015 0,123 0,001 1,870
Stand. dev 0,079 0,125 0,350 0,043 1,367
Median 0,01 0,08 0,13 0,185 1,53
Skewness 0,760 3,284 1,284 -0,635 0,169
Kurtosis -0,985 10,905 0,838 -0,058 -1,691
Geom. mean 0 0,086 0 0,176 1,024

Gráfico 3. Estadística univariante de los principales óxidos.

616
0,24
0,2
0,16
Sample values

0,12
0,08
0,04
0
-0,04

-0,08

-2 -1,6 -1,2 -0,8 -0,4 0 0,4 0,8 1,2 1,6


Normal order statistic medians
Gráfico 4. Grafico Q-Q´ de normalidad de la variable Al.

27
24

21
18
Frequency

15
12
9
6
3
0
0 0,08 0,16 0,24 0,32 0,4 0,48 0,56 0,64
Gráfico 5. Histograma de la variable Fe.

617
0,7

0,6

0,5

0,4
Sample values

0,3

0,2

0,1

-0,1

-0,2
-2 -1,6 -1,2 -0,8 -0,4 0 0,4 0,8 1,2 1,6
Normal order statistic medians
Gráfico 6. Grafico Q-Q´ de normalidad de la variable Fe.

18
16
14

12
Frequency

10
8
6
4
2
0
0 0,2 0,4 0,6 0,8 1 1,2 1,4 1,6 1,8 2
Gráfico 7. Histograma de la variable Mg.

618
1,8
1,5
1,2
0,9
Sample values

0,6
0,3
0
-0,3

-0,6
-0,9
-2 -1,6 -1,2 -0,8 -0,4 0 0,4 0,8 1,2 1,6
Normal order statistic medians
Gráfico 8. Grafico Q-Q´ de normalidad de la variable Mg.

8
7,2
6,4

5,6
4,8
Frequency

3,2
2,4
1,6
0,8
0
0 0,03 0,06 0,09 0,12 0,15 0,18 0,21 0,24 0,27
Gráfico 9. Histograma de la variable Na.

619
La variable Na, la estudiamos en el histograma del gráfico 9. Observamos como las
frecuencia se asemejan a la distribución Normal. El gráfico 3 muestra los estadísticos
más importantes de esta distribución. El gráfico 10 muestra el ajuste de la variable a una
distribución Normal. El Ppc en este caso es 0,9724 lo que representa un buen nivel de
ajuste a una distribución Normal.

La variable Ca, la estudiamos en el histograma del gráfico 11. Existen dos modas o
valores de la variable en la que se concentran los datos. Un primer valor estaría compren-
dido en torno al 0,5% y el otro alrededor del 3%. El gráfico 3 muestra los estadísticos más
representativos de esta variable. En el gráfico 12 vemos como se ajustan los valores a la
distribución Normal. El Ppc en este caso es de 0,9434 como consecuencia del biapun-
tamiento del histograma, indicándonos la existencia de dos grupos.

3.2.4. ANÁLISIS CLUSTER DE LA COMPOSICION QUÍMICA DEL SÍLEX GEOLÓGICO

Realizamos un análisis cluster para la totalidad de los datos. El método que utiliza-
mos es el “paired group” y la distancia utilizada la euclídea. El coeficiente de correlación
obtenido es de 0,8883. El gráfico 13 muestra el árbol obtenido. Observamos las prime-
ras agrupaciones de los componentes mayoritarios según la cantera de procedencia.
Sin embargo los resultados no reflejan totalmente la realidad. Esto es debido al peso
que tiene la variable Ca sobre el resto.

0,27

0,24
0,21
Sample values

0,18
0,15

0,12
0,09

0,06
0,03
0
-2 -1,6 -1,2 -0,8 -0,4 0 0,4 0,8 1,2 1,6
Normal order statistic medians
Gráfico 10. Grafico Q-Q´ de normalidad de la variable Na.

620
9

8
7
6
Frequency

4
3
2
1
0
0 0,5 1 1,5 2 2,5 3 3,5 4 4,5
Gráfico 11. Histograma de la variable Ca.

4,2

3,6
3
Sample values

2,4
1,8
1,2
0,6
0
-0,6

-2 -1,6 -1,2 -0,8 -0,4 0 0,4 0,8 1,2 1,6


Normal order statistic medians
Gráfico 12. Grafico Q-Q´ de normalidad de la variable Ca.

621
19

22

18

11

13

21

20

15

10

14

16

17

12
3

7
0

-0,3

-0,6

-0,9

-1,2
Similarity

-1,5

-1,8

-2,1

-2,4

-2,7

-3
0 2,5 5 7,5 10 12,5 15 17,5 20 22,5

Gráfico 13. Cluster con distancia euclídea de las variables principales, con Ca.

Para evitar este problema, gráfico 14, vamos a realizar el cluster con el mismo pro-
cedimiento pero quitando la variable Ca. El coeficiente de correlación obtenido es de
0,9180 ligeramente superior al anterior, pero los datos muestran ya correctamente las
canteras de origen.

Los ejemplares de Urbasa se unen entre si, al igual que los del Flysch y ambos se-
parados de los del grupo de Treviño y Loza. Aunque Treviño y Loza aparecen separados
en dos grupos no es más que por un problema que tiene Loza y es que es un subcon-
junto de Treviño. Por eso aparecen sus individuos mezclados con algunos de Treviño.
Podemos decir que Loza es un subconjunto del sílex de Treviño. Tenemos dos casos de
atípicos en su composición en Flysch y Treviño.

En el gráfico 15 vemos esto mismo con una representación 3D. Vemos como el con-
junto de sílex de Treviño se desarrolla en la parte inferior y cara anterior del espacio y
como el sílex de Loza se sitúa en ese mismo espacio pero sin un desarrollo tan amplio
se concentra en un espacio más reducido. El sílex del Flysch se sitúa en una forma glo-
bular en un espacio totalmente diferenciado, más pequeño y alejado del de Treviño. El
de Urbasa al contar solamente con dos muestras, parece concentrarse tangencialmen-
te al esferoide del Flysch.

El diagrama triangular, gráfico 16, realizado con Al, Fe y Mg, muestra unos datos
iguales a lo comentado anteriormente, aunque no tan detallado y exacto al faltar la va-

622
18

10

12

14

15

16

19

17

22

11

20

21

13
5

7
0

-0,12

-0,24

-0,36

-0,48
Similarity

-0,6

-0,72

-0,84

-0,96

0 2,5 5 7,5 10 12,5 15 17,5 20 22,5

Gráfico 14. Cluster con distancia euclídea de las variables principales sin Ca.

riable Na por motivos obvios. Sin embargo si apreciamos el conjunto del Flysch, el de Ur-
basa cercano al anterior y separado Loza y Treviño, estando el primero dentro de él.

En resumen podemos diferenciar mayoritariamente el origen del material lítico me-


diante un análisis conjunto de FRX y Cluster.

3.2.5. ANÁLISIS ESTADÍSTICO DE LA COMPOSICION QUÍMICA DE LAS CANTERAS DE SÍLEX GEO-


LÓGICO

1. Cantera de Treviño
La cantera de sílex geológico de Treviño viene caracterizada en el boxplot, gráfico
17, y el estadillo del gráfico 18.

En relación a la variable Al se trata de una variable un recorrido pequeño y un fuerte


agrupamiento de sus valores, lo que indica que puede caracterizar muy bien al sílex de
Treviño.

La variable Fe, al igual que la anterior, tiene un recorrido muy pequeño lo que indica
un agrupamiento de sus valores, implicando que puede caracterizar al sílex de Treviño.

La variable Mg, tiene un recorrido mayor, mayor dispersión de los datos.

623
Al

50 50

50

Fe Mg

Gráfico 15. Gráfico 3D, con la distribución espa- Gráfico 16. Diagrama triangular de las variables
cial del sílex de Treviño, Loza, Urbasa y Flysch. Al, Fe, y Mg.

La variable Na, tiene un recorrido muy pequeño, por lo cual se concentran los datos,
implicando que es una variable que puede caracterizar muy bien al sílex de Treviño.

La variable Ca, tiene un gran recorrido, lo que implica que es una variable que no va
a caracterizar al sílex de Treviño.

2. Cantera de Loza
La cantera de sílex geológico de Loza viene caracterizada en el boxplot del gráfico
19 y en el estadillo del gráfico 20.

Se caracteriza esta cantera por la ausencia de Al en su composición química, y es-


casa presencia de Fe, en este caso, además el recorrido es muy pequeño por lo que la
puede caracterizar muy bien.

Al igual ocurre con Mg y Na, con escasos recorridos y que la caracterizan perfecta-
mente. En cambio Ca presenta un recorrido muy amplio al igual que ocurre en la can-
tera de Treviño.

3. Cantera de Urbasa
La cantera de Urbasa ha sido débilmente caracteriza en el análisis FRX al contar
únicamente con dos elementos. En el boxplot y estadillo de los gráficos 21 y 22 obser-
vamos la caracterización de las variables químicas. Debido a no contar más que con
dos ejemplares el boxplot no refleja adecuadamente sus características, al igual que
ocurre con el estadillo.

4. Cantera del Flysch


La cantera del Flysch ha sido caracterizada por 5 muestras. En el boxplot y estadillo
de los gráficos 23 y 24 reflejamos sus características principales.

Las variables Al, Fe, Mg y Na se caracterizan por un pequeño recorrido que las hace
idóneas para la tipificación de esta cantera. Un pequeño problema lo representan dos
outliers o atípicos en los valores. La variable Ca al igual que ocurre con las anteriores
canteras presenta un recorrido mayor.

624
4,5

3,5

2,5
Y

1,5

0,5

0
Mg
Al

Fe

Na

Ca
Gráfico 17. Boxplot del sílex de Treviño con sus óxidos principales.

Gráfico 18. Estadística Treviño.

625
4

3,6

3,2

2,8

2,4

2
Y

1,6

1,2

0,8

0,4

0
Mg
Al

Fe

Na

Ca
Gráfico 19. Boxplot del sílex de Loza con sus óxidos principales.

Gráfico 20. Estadística Loza.

626
0,24

0,21

0,18

0,15

0,12
Y

0,09

0,06

0,03

0
Mg
Al

Fe

Na

Ca
Gráfico 21. Boxplot del sílex de Urbasa con sus óxidos principales.

Gráfico 22. Estadística Urbasa.

627
4

3,6

3,2

2,8

2,4

2
Y

1,6

1,2

0,8

0,4

0
Mg
Al

Fe

Na

Ca
Gráfico 23. Boxplot del sílex del Flysch con sus óxidos principales.

Gráfico 24. Estadística del Flysch.

628
Una vez vistas las características de las variables en cada cantera, vamos a compa-
rar cada variable en cada cantera para observar como definen y como delimitan su es-
pacio pluridimensional.

En el primer caso tenemos a la variable Al, gráfico 25 y estadillo gráfico 26. Obser-
vamos como se solapan en algunos tramos del recorrido espacial de la variable los va-
lores de las diferentes canteras. Esto significa que en algún tramo el valor de la variable
va a ser igual a todas las canteras. En este caso sólo se va a dar en un punto corres-
pondiente al valor 0,12% en el que coinciden tres de las cuatro canteras, ya que la de
Loza presenta un valor 0. En valores cercanos al 0,13 % a 0,17% se van a confundir los
sílex de Urbasa y Flysch. Los ovoides dimensionales serían secantes

La variable Fe podemos observarla en el boxplot del gráfico 27 y estadillo del gráfico


28. A pesar del pequeño recorrido de las variables que en principio la hace ideales para
la caracterización, su proximidad en cuanto a su porcentaje las hace tocarse tangencial-
mente. La cantera con menor porcentaje es Loza, le sigue Treviño, a continuación Urba-
sa y los valores más elevados los encontramos en el Flysch. Los ovoides dimensiona-
les serían tangentes.

La variable Mg la observamos en el boxplot del gráfico 29 y en el estadillo del gráfico


30. En este caso a pesar de su pequeño recorrido la composición química es semejante
en las cuatro canteras, pero con pequeñas diferencias. Alrededor del intervalo 0,2% tres
canteras coinciden en cuanto a su valor de Mg. En el espacio pluridimensional significa
que estas nubes de puntos serían secantes en el ovoide espacial.

La variable Na la podemos observar en el boxplot del gráfico 31 y estadillo del grá-


fico 32. En torno al valor de 0,18 % tres canteras coinciden en su valor de Na, aunque
luego su nube de puntos se dirige hacia otros valores. En torno a este valor los ovoides
dimensionales serían secantes.

La variable Ca, además de tener un gran recorrido, boxplot y estadillo de los gráficos
33 y 34, en tres canteras presenta en dos de ellas valores iguales. Excepción a este prin-
cipio es la cantera de Urbasa con presencia mínima de esta variable lo que caracteriza
muy bien por si sola. En este caso los ovoides dimensionales serían tangentes en torno
a esta variable.

De todo esto podemos sacar una conclusión. Aunque los valores en relación a algunas
variables se solapen, al tener en cuenta todas las variables vamos a poder delimitar y ca-
racterizar las canteras diferenciándolas entre sí. Es decir, en un universo pluridimensio-
nal encontraríamos que las variables en algunos casos son secantes, coinciden sus va-
lores, en otros son tangentes, valores muy parecidos, y en otros los ovoides formados por
la nube de puntos están alejados entre sí.

3.2.6. ESTUDIO ORIGEN SÍLEX ARQUEOLÓGICO

Hemos logrado diferenciar mediante el análisis combinado FRX y Cluster el origen


del material geológico. El problema que tenemos que resolver es dado un análisis FRX
de un sílex arqueológico, el poder determinar su cantera de extracción.

Para ello vamos a partir del análisis de las variables Al, Fe, Mg y Na, obviando Ca
por el problema indicado en párrafos anteriores.

629
0,24

0,21

0,18

0,15

0,12
Y

0,09

0,06

0,03

0
Loza
Treviño

Urbasa

Flysch
Gráfico 25. Boxplot de la variable Al en las cuatro canteras.

Gráfico 26. Estadística Al.

630
0,64

0,56

0,48

0,4
Y

0,32

0,24

0,16

0,08

0
Loza
Treviño

Urbasa

Flysch
Gráfico 27. Boxplot de la variable Fe en las cuatro canteras.

Gráfico 28. Estadística Fe.

631
2

1,8

1,6

1,4

1,2

1
Y

0,8

0,6

0,4

0,2

0
Loza
Treviño

Urbasa

Flysch
Gráfico 29. Boxplot de la variable Mg en las cuatro canteras.

Grafico 30. Estadística Mg.

632
0,27

0,24

0,21

0,18

0,15
Y

0,12

0,09

0,06

0,03

0
Loza
Treviño

Urbasa

Flysch
Gráfico 31. Boxplot de la variable Na en las cuatro canteras.

Grafico 32. Estadística Na.

633
4,5

3,5

2,5
Y

1,5

0,5

0
A

Gráfico 33. Boxplot de la variable Ca en las cuatro canteras.


D

Gráfico 34. Estadística Ca.

634
En el libro de origen su autor atribuye a unas determinadas canteras piezas líticas
obtenidas en diversos yacimientos arqueológicos. Vamos a contrastar esos resultados
con los del análisis combinado FRX y Cluster.

1. Sílex geológico y sílex arqueológico de Treviño


Comparamos sílex arqueológico atribuido a Treviño con todos los sílex geológicos
analizados para observar donde se sitúan estas 7 piezas. En primer lugar realizamos un
análisis cluster, paired group y distancia euclídea. Los sílex analizados números 23 a 29
se localizan entre el grupo de sílex de Treviño, diferenciándose del resto de canteras.
Los gráficos 3D, número 35 y 36, permiten visualizar la situación espacial de la nube de
puntos del sílex arqueológico en relación al sílex geológico.

Su atribución concreta se da en relación al sílex geológico de Treviño en composición


que se asemeja a la de Loza, atendiendo a lo comentado en relación a la composición
química de estas dos canteras, que como dijimos, Loza es un subconjunto de Treviño.

2. Sílex geológico y sílex arqueológico de Loza


Comparamos el sílex arqueológico atribuido a Loza, 4 piezas, con todos los sílex geo-
lógicos, para situarlos en el espacio composicional. Realizamos un análisis cluster, Paired
group y distancia euclídea, gráfico 37, comprobando como se sitúan estas piezas cer-
canas al grupo del sílex geológico de Loza. El gráfico 3D, número 38, permite visualizar
la nube de puntos correspondiente a este sílex arqueológico atribuido a Loza, en rela-
ción con las nubes de puntos de todas las canteras de sílex.

Podemos concluir que la nube de puntos del sílex arqueológico atribuido a Loza, per-
tenece al sílex geológico de la cantera de Loza.

3. Sílex geológico y sílex arqueológico de Urbasa


El análisis FRX geológico fue realizado a 2 piezas, por lo que es difícil precisar los
limites de la nube de puntos geológica. El análisis FRX se ha efectuado a 5 piezas
arqueológicas. Los resultados del cluster realizado conjuntamente al sílex geológico y
a esas 5 piezas, se refleja en el gráfico 39. El procedimiento efectuado ha sido Paired
group y distancia euclídea. Observamos como el sílex arqueológico se sitúa junto al sílex
geológico de Urbasa, aunque éste último se junta antes al sílex de Treviño-Loza. En el
gráfico 40, observamos 3D, la nube de puntos del sílex arqueológico de Urbasa y su cer-
canía al sílex geológico de Urbasa.

4. Sílex geológico y sílex arqueológico Flysch


El análisis FRX geológico fue realizado a 7 piezas. Los resultados del cluster con-
junto realizado al sílex arqueológico atribuido a Flysch y el total de sílex geológico pue-
de verse en el gráfico 41. El cluster realizado en este caso fue el método de Ward. Ob-
servamos como el sílex arqueológico se sitúa en el mismo grupo que el geológico, aun-
que con alguna introducción de sílex de Treviño y Loza que están cercanos en cuanto
a su composición química. En el gráfico 42 3D, podemos observar como la nube de
puntos se sitúa sobre la nube de puntos del sílex geológico Flysch.

3.2.7. ANÁLISIS DISCRIMINANTE DEL SÍLEX GEOLÓGICO

El análisis discriminante como hemos visto anteriormente necesita cumplir una serie
de condicionantes. En el caso del sílex de Urbasa al no disponer más que de dos ejem-
plares no hemos considerado oportuno incluirlo en este estudio.

635
5

4
8

7 18

13
2

11

20
28 15 21
6 19
26 1614 12 22
2723 24
9
25 10 17
29
1

Gráfico 35. Grafico 3D del sílex geológico y arqueológico de Treviño.(1)


Gráfico 36. Grafico 3D, otra perspectiva, del sílex geológico y arqueológico de Treviño.
19

22

11

13

21

18

20

15

10

17

14

16

23

24

25

26

12
3

7
0

-0,3

-0,6

-0,9

-1,2
Similarity

-1,5

-1,8

-2,1

-2,4

-2,7

-3
0 3 6 9 12 15 18 21 24 27

Gráfico 37. Cluster con distancia euclídea del sílex geológico y arqueológico de Loza.

(1)
Obsérvese como las piezas arqueológicas (puntos negros) atribuidos a la cantera de Treviño, se sitúan junto al silex
geológico atribuido a Treviño y Loza (cruces rojas y cuadrados rosas).

636
Gráfico 38. Grafico 3D del sílex geológico y arqueológico de Loza.
19

22

18

11

13

21

20

15

10

14

16

17

24

25

27

26

23

12
3

7
0

-0,3

-0,6

-0,9

-1,2
Similarity

-1,5

-1,8

-2,1

-2,4

-2,7

-3
0 3 6 9 12 15 18 21 24 27

Gráfico 39. Cluster con distancia euclídea del sílex geológico y arqueológico de Urbasa.

637
Gráfico 40. Grafico 3D del sílex geológico y arqueológico de Urbasa.
18

11

13

15

12

14

10

25

22

17

23

26

29

21

27

28

16

24

19

20
5

-0,2

-0,4

-0,6

-0,8
Similarity

-1

-1,2

-1,4

-1,6

-1,8

-2
0 3 6 9 12 15 18 21 24 27

Gráfico 41. Cluster con distancia euclídea y método de Ward del sílex geológico y arqueológico del Flysch.

638
Gráfico 42. Grafico 3D del sílex geológico y arqueológico del Flysch.

Efectuamos el análisis discriminante para diferenciar en primer lugar los sílex de Tre-
viño del sílex de Loza. Hemos comentado anteriormente como el sílex de Loza es un
subconjunto dentro del sílex de Treviño. Con este análisis pretendemos encontrar la
ecuación discriminante que separe los dos grupos. En el gráfico 43 observamos el his-
tograma discriminante. La probabilidad del test de Hotelling t2 ha sido de 0,04749. La
función discriminante hallada ha sido:
D= -10,8456 - 63,288Al + 91,452Fe + 11,8Mg - 86,632Na - 2,0408Ca

La clasificación proporcionada por esta ecuación se proporciona en el gráfico 44.


La clasificación correcta afecta al 86,67% de las piezas, quedando mal clasificadas las
números 9 de Treviño y 14 de Loza, que aparecen en el grupo opuesto.

A continuación realizamos el análisis discriminante del sílex de Treviño y el de Flys-


ch. En el gráfico 45 tenemos el histograma discriminante. La probabilidad del test de
Hotelling t2 ha sido de 0,000223, una probabilidad muy elevada. La función discriminan-
te del sílex de Loza y del Flysch es la siguiente:
D= -71,6783-38,538Al-56,585Fe+14,333Mg-248,76Na-8,0266Ca

La clasificación proporcionada por esta ecuación se refleja en el gráfico 46. La cla-


sificación correcta afecta al 100% de las piezas.

El siguiente análisis discriminante, gráfico 47, que vamos a efectuar lo hacemos con
el sílex de Loza y Flysch. El test de Hotelling t2, da como resultado una probabilidad de
0,04924. La función discriminante del sílex de Loza y el de Flysch es la siguiente:
D= -31,8017-13,579Al-111,74Fe+70,755Mg-79,439Na-6,2311Ca

La clasificación correcta afecta al 100% de las piezas.

Resumiendo. La combinación de FRX y análisis discriminante diferencia perfecta-


mente los diferentes tipos de sílex geológico, incluso en el caso de que uno de los gru-
pos sea un subconjunto de uno principal, como es el caso de Loza.

639
3

2,7

2,4

2,1

1,8
Frequency

1,5

1,2

0,9

0,6

0,3

0
-6,4 -4,8 -3,2 -1,6 0 1,6 3,2 4,8 6,4

Discriminant
Gráfico 43. Histograma discriminante del sílex de Treviño y Loza.

ANÁLISIS DISCRIMINANTE SILEX DE TREVIÑO Y LOZA

Número

Gráfico 44. Clasificación discriminante del sílex geológico de Treviño y Loza. En grupos el origen real, en
clasificación el origen atribuido según el análisis discriminante.

640
3

2,7

2,4

2,1

1,8
Frequency

1,5

1,2

0,9

0,6

0,3

0
-40 -32 -24 -16 -8 0 8 16 24
Discriminant

Gráfico 45. Histograma discriminante del sílex de Treviño y Flysch.

ANÁLISIS DISCRIMINANTE SILEX DE TREVIÑO Y FLYSCH

Número

Gráfico 46. Clasificación discriminante del sílex geológico de Treviño y Flysch. En grupos el origen real, en clasi-
ficación el origen atribuido según el análisis discriminante.

641
3

2,7

2,4

2,1

1,8
Frequency

1,5

1,2

0,9

0,6

0,3

0
-30 -25 -20 -15 -10 -5 0 5 10 15

Discriminant

Gráfico 47. Histograma discriminante del sílex de Loza y Flysch.

3.2.8. ANÁLISIS DISCRIMINANTE SÍLEX GEOLÓGICO Y SÍLEX ARQUEOLÓGICO

Realizamos el análisis discriminante de cada cantera geológica y cada pieza de sí-


lex arqueológico, para comparar el resultado discriminante hallado con el obtenido por
el método geológico. De esta forma obtenemos las discrepancias que existen entre el
método FRX-Discriminante y el método geológico.

Los resultados obtenidos de aplicar la función determinante a cada pieza lítica ar-
queológica al contexto geológico los recogemos en la siguiente tabla:

MUESTRA ATRIB. GEOLOG. D. FISHER ATRIB. D. FISHER


AK1A3845 Treviño +0,5327 Treviño
AK1B1676 Treviño -4,883 Loza
AK6C0223 Treviño +0,012243 Treviño
MD1A0055 Treviño +0,63143 Treviño
MD2A0061 Treviño -2,8034 Loza

642
MD2A0469 Treviño -2,1896 Loza
MD2B1199 Treviño -1,6544 Loza
AK1A3847 Loza -1,4832 Loza
AK1A4064 Loza +0,25967 Treviño
AK4C3605 Loza -5,739 Loza
MD1Z0016 Loza -2,6589 Loza
AI6A0001 Flysch -2,7639 Flysch
AI6A0214 Flysch -12,245 Flysch
AK1A4191 Flysch +2,5615 Treviño
AK1A4252 Flysch -6,3612 Flysch
HB Flysch -4,4148 Flysch
HB90 Flysch +0,26647 Treviño
LK3D002 Flysch -7,1895 Flysch

En relación a las piezas arqueológicas de Treviño, las hemos comparado con el


sílex geológico de Treviño y Loza. El resultado es que han dado más piezas pertene-
cientes a la cantera de Loza que a la propia de Treviño. Si tenemos en cuenta que di-
ferenciamos el sílex geológico de ambas canteras, cabe preguntarse si esta disparidad
de resultados provienen de análisis FRX equivocados, si son consecuencia del análisis
geológico o que la distinción entre sílex geológico de Treviño y Loza es muy difícil al ser
Loza un subconjunto del sílex de Treviño.

Las piezas arqueológicas de Loza han sido comparadas de igual manera con el sí-
lex geológico de Treviño y Loza. El resultado es que tres de ellas confirman su perte-
nencia a la cantera de Loza y una cuarta a la de Treviño evidenciando igualmente la
problemática existente en la comparación de estas canteras.

Las piezas arqueológicas atribuidas al Flysch las hemos comparado con el sílex de
Treviño y el del propio Flysch. Cinco de las muestras pertenecen al Flysch, mientras que
dos de ellas han dado como resultado Treviño. Estas dos piezas ya las habíamos de-
tectado en el análisis 3D, porque se situaban muy lejos de sus valores habituales.

A manera de resumen podemos indicar que el sílex geológico es fácilmente diferen-


ciable por su lugar de origen, mediante FRX, Cluster y Análisis Discriminante. La atribu-
ción de las piezas líticas arqueológicas a las canteras en la mayoría de las veces se
puede atribuir con seguridad a alguna de las canteras. El resto tenemos la duda de si es-
tán correctamente agrupadas o por el contrario la visión geológica es la que prevalece.

Para lograr una mayor exactitud hay que aumentar el tamaño muestral y definir me-
jor cada una de las grandes zonas que parecen existir como origen del sílex. El caso
de Treviño y Loza por su cercanía geográfica presenta una mayor dificultad.

BIBLIOGRAFÍA

TARRIÑO, A.
(2006) “El sílex en la cuenca Vasco-Cantábrica y Pirineo Navarro: caracterización y su aprovechamiento en
la Prehistoria”. Museo Nacional y Centro de Investigación Altamira. Santander.

643
CAPÍTULO 4. ANÁLISIS E INFERENCIA ESTADÍSTICA

INTRODUCCIÓN

La estadística no es sólo una relación de datos numéricos, presentados de una forma


ordenada en una tabla o gráfico más o menos vistoso. La estadística es más que esto.
Es una ciencia de la información con base matemática con una serie de métodos y téc-
nicas que recogen, ordenan, clasifican, resumen y analizan datos o informaciones en fe-
nómenos de tipo aleatorio, para la realización de inferencias o estimaciones a partir de
una muestra.

Recogemos en este capítulo una serie de trabajos en los que hemos empleado una
pequeña parte de las técnicas estadísticas existentes, tanto de estadística descriptiva
como de estadística inferencial.

La estadística descriptiva es la parte de la estadística que recoge, describe, ordena,


clasifica y caracteriza las observaciones de una forma cuantitativa. Representa la primera
fase de todo análisis y en particular del análisis estadístico y nos proporciona una se-
rie de informaciones, útiles por si mismas y base en la que cimentar nuestros estudios. Es
una técnica elemental, de fácil comprensión y utilización pero muy importante. Se anali-
zan los datos de forma grafica o cuantitativa, y los resume en una serie de medidas de
tendencia central, de variabilidad, de asimetría, asi como sus relaciones mediante técni-
cas de correlación o regresión. Realmente condensa y resume una larga lista de datos
en unos pocos números de una forma clara y concisa.

La estadística inferencial es una parte de la estadística que comprende un conjunto


de técnicas y procedimientos que nos permiten conocer las propiedades de una pobla-
ción y extraer conclusiones a partir del estudio y conocimiento de una pequeña parte
de la misma, denominada muestra, medidas estas propiedades en términos de proba-
bilidad. Generalmente las poblaciones suelen ser de tamaño grande lo que impide el
estudio en su totalidad. Es por esta razón que en los estudios debemos basarnos en
una pequeña parte de la población general. Estamos hablando de conceptos como pro-
babilidad, muestreo, estimadores, etc. Es uno de los campos de la estadística más uti-
lizado y se centra en dos grandes tipos de estudio, la estimación de parámetros y el
contraste de hipótesis.

No he pretendido que este capitulo sea una introducción a la estadística. Para esto
existen gran cantidad de libros en el mercado que proporcionan un buen conocimiento
de la estadística y que recomiendo su lectura y conocimiento en profundidad. En cual-
quier caso en los casos que vamos a analizar se da la una descripción clara y profunda
de la técnica en particular.

4.1. ANÁLISIS DE CORRESPONDENCIAS Y SU APLICACIÓN AL ESTUDIO DE


LA ALIMENTACIÓN EN LA EDAD DEL HIERRO

Desde la década de 1960 se han realizado diversas excavaciones en poblados de


la Edad del Hierro en Álava. Entre 1964 y 1967 se excavó el poblado de Peñas de Oro
(Ugartechea, et alii, 1971) en la localidad de Vitoriano (Álava). Se determinaron tres es-
tratos con una secuencia cultural de Bronce Final y Edad del Hierro I.

644
Durante 1969 y 1970 se excavó el poblado del Castillo de Henayo (Llanos, 1974) en
la localidad de Alegría (Álava). La secuencia cultural determinada fue de Bronce Final,
Edad del Hierro I y Edad del Hierro II. Las fechaciones de C-14 fueron de 970 ± 110 a.c. y
760 ± 80 a. c.

En 1972 se excavó el castro de Berbeia (Llanos, 1974) en Barrio (Álava). La secuen-


cia cultural fue de Edad del Hierro I y Romanización.

Entre los años 1973 y 1990 el poblado de La Hoya (Llanos, 1983) en Laguardia (Ála-
va). Se trata de un importante e interesante poblado al haberse excavado una extensión
superficial y estratigráfica grande y que representa un porcentaje muy elevado de la to-
talidad. Se han obtenido diferentes dataciones de C-14 que determinan una secuencia
cultural desde el Bronce Final, Edad del Hierro I y Edad del Hierro II. El poblado fue des-
truido por un gran incendio que asoló totalmente la ciudad, con lo que la excavación mos-
tró una foto de la vida cotidiana en un momento temporal muy concreto.

En estas excavaciones se han hallado gran cantidad de restos de fauna sobre los
que basamos el presente estudio. Estos restos nos hablan de la alimentación y métodos
culinarios de estas poblaciones. No se ha podido determinar el porcentaje que este tipo
de alimento representa sobre la dieta de estas poblaciones. El estudio de los restos de
fauna fue realizado por J. Altuna (Altuna, 1980) y en él me he basado para la realización
de este trabajo.

4.1.1. EL ANÁLISIS DE CORRESPONDENCIAS

El análisis de correspondencias pretende representar en un espacio bidimensional,


la relación existente entre las diferentes categorías de dos variables cualitativas (Uriel,
Aldas, 2005). Por esto se dice, que sirve para visualizar tablas de contingencia.

Las características más significativas que definen este análisis son las siguientes:
1. Es una técnica descriptiva. No se necesita conocer ningún tipo de parámetro.
2. Es una técnica multivariable. Se estudian dos o más variables.
3. Es una técnica factorial. La finalidad es reducir una gran cantidad de datos y de ca-
tegorías de las diferentes variables en un número reducido de dimensiones, generalmen-
te dos, intentando que en este proceso se pierda la mínima información.

Como ya hemos hablado de estas tablas de contingencia en un articulo anterior (Ga-


lilea, 2005), no vamos a profundizar en este tema, aunque vamos a recordar de que se
trata. En un estudio de un conjunto de datos, podemos ver las características que defi-
nen a estos datos. Estas características se denominan variables. Las tablas de contin-
gencia estudian estas variables de dos en dos. Cada una de estas variables que defi-
nen a una población, se divide en diferentes categorías que son las que estudian.

Para el estudio de correspondencias, se parte de una tabla de contingencias, de dos


variables con m x n categorías y mediante una serie de transformaciones matemáticas
se sitúan y representan en un espacio bidimensional, un plano, las diferentes categorías
de cada variable. Cuanto más cercanas estén estas categorías en este eje cartesiano,
más vinculadas estarán.

El proceso matemático subyacente es muy sencillo. Primero por cada categoría de


las filas se calcula el porcentaje de cada valor respecto al total de su fila y por cada

645
columna el porcentaje de cada valor respecto al total de su columna. Estos valores se
denominan “perfiles”. Calculando el valor medio de estos, se determina lo que se deno-
mina “masa”. A continuación se calcula la matriz de distancias euclídeas entre los per-
files. Con estos datos se obtiene la cuantificación del valor “inercia”, que es el producto
de la masa por las distancias euclídeas de cada perfil al perfil promedio.

Se obtienen las coordenadas cartesianas de cada perfil que son las que se sitúan
en el eje de coordenadas.

Este análisis de correspondencias puede realizarse no solamente para dos varia-


bles sino para múltiples variables. Este tipo de análisis es muy útil cuando se utilizan dos
o más variables con múltiples categorías.

Para la obtención de este plano cartesiano vamos a utilizar el programa PAST, desa-
rrollado por Hammer O., Harper, D. A. T., y Ryan, P.D. Se trata de un buen programa
estadístico, fácil y sencillo de manejar, tanto en la entrada de datos como en el análisis
estadístico, y muy completo. Sin olvidar que es un programa “free Software”. Se puede
descargar gratuitamente de la red en la dirección <<http://folk.uio.no/ohammer/past>>.
En castellano existe una muy buena introducción al análisis estadístico aplicado a la ar-
queología utilizando este programa PAST. Su autor es Juan A. Barceló y esta publicado
por el Departamento de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Barcelona (Barceló,
2007).

4.1.2. APLICACIÓN

En primer lugar realizaremos el análisis de la tabla de contingencia para probar la


relación existente, si la hubiera, entre las variables y a continuación el análisis de corres-
pondencia propiamente dicho. En la tabla de contingencia hemos eliminado la catego-
ría “varios”, por la escasa representación de la misma y por el hecho de que esta es-
casa representación puede dar lugar a distorsiones en los resultados de la prueba.

La tabla de 3 x 6 recoge los datos que vamos a analizar. La variable primera son los
diferentes niveles de yacimientos estudiados. La segunda variable son los tres tipos de
restos principales de alimentación ganadera, Bos, Ovis + Capra, y Sus (cerdo-jabalí). Ca-
da dato representa el número de huesos que han podido ser determinados para cada
especie en cada poblado.

HENAYO 3 HENAYO 2 BERB 5-4 BERB 2-3 LHY INDOE LHY CELTIB
1 BOS 328 360 107 527 702 2129
3 OVIS+CAPRA 448 460 57 245 621 1362
8 SUS 224 384 24 183 376 1032

Tabla 1.

Realizamos el análisis de la tabla 1, de contingencia de 3 x 5, en primer lugar elimi-


nando el nivel de La Hoya celtibérico, para estudiar los restos pertenecientes exclusi-
vamente a la Edad del Hierro I.

Los resultados aparecen en la tabla 2.

646
Edad del Hierro I Edad del Hierro I-La Hoya
p(no asociac) 3,94E-043 p(no asociac) 1,69E-052
V de Cramer 0,147 V de Cramer 0,119
Contingencia C 0,204 Contingencia C 0,166

Tabla 2. Tabla 3.

La probabilidad de no asociación es muy baja, lo que nos indica que las dos varia-
bles están relacionadas, es decir, que el tipo de alimentación ganadero depende del ya-
cimiento estudiado. De la misma forma el programa nos da los valores del estadístico
V de Cramer que mide la intensidad de esta relación. Puede tener un valor entre 0 y 1.
Cuanto más cercano al 1 se encuentre, más intensa será esta relación. En nuestro ca-
so el valor es de 0,14 lo que indica que aunque existe relación, esta es muy baja. El
coeficiente de contingencia C, es otro estadístico que mide la intensidad de la relación.
Toma valores comprendidos entre 0 y 1. Cuanto más cerca este el estadístico de 1 más
intensa será esta relación. En nuestro caso es de 0,20 lo que indica una escasa relación.

De esta forma obtenemos unas primeras conclusiones.


1. Existe relación entre las variables tipo de alimentación y niveles de los poblados.
Cada nivel tiene un tipo diferenciado de alimentación.
2. A pesar de que existe un tipo diferenciado de alimentación, esta diferencia es muy
pequeña.

Podemos intuir como va a ser el gráfico que nos va a reflejar el análisis de corres-
pondencias. Van a existir puntos próximos entre las variables, aunque un poco separa-
dos.

En la tabla 3, hemos realizado el mismo supuesto incluyendo el nivel de La Hoya


celtiberico. Los resultados son similares.

Con el programa PAST, realizamos el análisis de correspondencias. Para ello selec-


cionamos en la opción multivariable, correspondencia. El programa nos da una tabla
en la que aparecen tres columnas, ejes, autovalor y % del total. La primera nos dice el
número de ejes que va a tener el plano representativo de las dos variables, normalmen-
te como es el caso, va a tener dos ejes. La columna autovalor nos da los valores aso-
ciados a ambos ejes, al igual que la tercera columna que nos da el % total de repre-
sentatividad de cada unos de los ejes. El primer eje representa el 85% y el segundo el
14,5% lo que en total da un 100%, significando que entre ambos ejes representamos el
total de la información sin que se haya perdido nada.

A continuación seleccionamos “ver diagrama”, que nos proporciona el eje cartesia-


no donde se sitúan las categorías de cada variable. Recordamos que teníamos tres ca-
tegorías de la variable “alimentación”
“alimentación”, Bos, Ovis y Sus y seis categorías de la variable
“yacimiento”, Henayo 2, Henayo 3, Berbeia 2-3, Berbeia 5-4, La Hoya indoeuropeo y
La Hoya celtiberico. Seleccionando filas, categorías y etiquetas y columnas categorías
y etiquetas, obtenemos el gráfico 1.

Lo que se intuía en el análisis de la tabla de contingencia aparece perfectamente


reflejado en el gráfico de dispersión. Así la categoría Sus se sitúa cerca de la categoría
Henayo 2. La categoría Ovis es equidistante de Henayo 3 y La Hoya Indoeuropea. La

647
categoría Bos se aproxima a Berbeia 2-3 y La Hoya celtibérica. Berbeia 5-4 es un caso
atípico alejado del resto.

Se dan tres asociaciones para la variable “ganadería”


“ganadería”, que son:
1ª. Bos se asocia con Berbeia 2-3, La Hoya celtibérica y Berbeia 5-4 aunque un
tanto alejada.
2ª. Sus se asocia con Henayo 2 principalmente.
3ª. Ovis+Capra se asocia con La Hoya Indoeuropea y Henayo 3.

En cuanto a la variable “poblado” observamos lo siguiente:


1º. La Hoya indoeuropea prácticamente equidista de la categoría Bos, Sus y Ovis,
lo que indica que la dieta en relación a estos animales es muy equilibrada, aunque con
una tendencia hacia el genero Ovis.
2º. La Hoya celtibérica, equidista de las categorías Bos, Sus y Ovis, lo que indica
que la dieta era muy equilibrada en cuanto a la proporción de estos animales, pero con
tendencia a Bos. Lo que indica un cambio en la dieta alimenticia con el transcurso del
tiempo.

0,16
B E R B E 5-4

0,12 HE NAYO 3

0,08

OVIS

LHY INDOE
0,04
Axis 2

0 B OS
B E R B 2-3

LHY CE LTIB

-0,04

-0,08

S US HE NAYO 2

-0,12

-0,16

-0,2
-0,3 -0,24 -0,18 -0,12 -0,06 0 0,06 0,12 0,18 0,24
Axis 1

Gráfico 1. Análisis de correspondencias donde se observa el emparejamiento de la variable ganadería con


su respectivo yacimiento.

648
3º. Algunos poblados tienen una cierta tendencia hacia algún tipo de alimentación
animal concreto. Así Berbeia 2-3 y Berbeia 4-5 hacia el género Bos. Henayo 3 hacia
Ovis y Henayo 2 hacia el genero Sus.

El gráfico 2 representa una ordenación diferente de los que acabamos de ver. En el


eje de abscisas se representa la variable poblado en sus diferentes categorías según el
orden que aparecen en la tabla anterior, empezando de izquierda a derecha. El eje de
ordenadas representa la variable ganado, en función de la situación en la coordenada
de la tabla anterior, siendo la longitud del segmento la frecuencia de esa categoría en
su respectiva columna.

Podemos hacer un análisis cluster de las coordenadas cartesianas de las diferentes


categorías de variables, para definir de una manera más clara las relaciones entre las
categorías de las dos variables. PAST proporciona las coordenadas cartesianas de las
categorías de las variables que pueden verse en gráfico 3. Realizamos el análisis clus-
ter, utilizando la distancia euclídea, y el agrupamiento UPGMA. PAST nos proporciona
el siguiente dendograma.

Observamos como la categoría Sus se asocia con Henayo 2. La categoría Ovis se


asocia con Henayo 3 y La Hoya Indoeuropea. La categoría Bos con Berbeia 2-3 y con
La Hoya celtibérica y algo más alejado con Berbeia 5-4.

96

84

72

60
Relay index

48

36

24

12

0
BERBE 5-

BERB 2-3

LHY CELT

HENAYO 3

HENAYO 2
LHY INDO

Gráfico 2. Análisis de correspondencias. Relación entre variables ganadería y yacimiento.

649
HENAYO3

HENAYO2
LHY INDO

BERB5-4

BERB2-3

LHY CEL
OVIS

BOS
SUS
0

-0,05

-0,1

-0,15
Similarity

-0,2

-0,25

-0,3

-0,35

-0,4
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9

Gráfico 3. Cluster con distancia euclídea donde se observa la formación de dos grupos.

Se determinan dos grandes grupos que no habíamos observado anteriormente. El


primero formado por las categorías de alimentación Ovis y Sus. El segundo por la cate-
goría de alimentación Bos, implicando que cada uno de esos poblados y niveles ha es-
cogido una dieta alimenticia de origen animal diferente.

BIBLIOGRAFÍA

ALTUNA, J.
(1980) “Historia de la domesticación animal en el País Vasco desde los orígenes hasta la romanización”.
Munibe. Tomo 32. Pp. 9-163. San Sebastián.

650
BARCELÓ, J. A.
(2007) “Arqueología y estadística (1). Introducción al estudio de la variabilidad de las evidencias arqueoló-
gicas”. Universidad de Barcelona. Departamento de Prehistoria. Barcelona.

GALILEA, F.
(2005) “Estadística aplicada a la arqueología: Asociación de variables cualitativas: Test de x2 de Pearson,
Test exacto de Fisher y Test de Cohran-Mantel-Haenszel”. Estudios de Arqueología Alavesa. Tomo
22, pp. 287-332. Vitoria 2005.

LLANOS, A.
(1983) “La Hoya, un poblado del primer milenio antes de Cristo”. Instituto Alavés de Arqueología, pp. 1-19.
Vitoria

LLANOS, A.; APELLÁNIZ, J. M.; AGORRETA, J. A.; FARIÑA, J.


(1974) “El castro del Castillo de Henayo (Alegría-Álava). Memoria de excavaciones. Campañas de 1969-
1970”. Estudios de Arqueología Alavesa. Tomo 8, pp. 87-212. Vitoria 1975.
(1974) “Castro de Berbeia (Barrio. Álava). Memoria de excavaciones. Campaña de 1972”. Estudios de Ar-
queología Alavesa. Tomo 8, pp. 221-292. Vitoria 1975.

UGARTECHEA, J. M.; LLANOS, A.; FARIÑA, J.; AGORRETA, J. A.


(1971) “El castro de Las Peñas de Oro, Valle de Zuya, Álava”. Vitoria 1971.

URIEL, E.; ALDÁS, J.


(2005) “Análisis Multivariante Aplicado”. Thomson Editores Spain. Madrid 2005.

4.2. ESTUDIO DE LA COMPOSICIÓN QUÍMICA DE LOS OBJETOS DE METAL


DE LA CUEVA SEPULCRAL DE GOBAEDERRA (SUBIJANA-MORILLAS, ÁLAVA)

Durante 1964 y 1965 tuvieron lugar las excavaciones en esta cueva que había sido
descubierta accidentalmente en 1961. Ya desde sus inicios se supo que era una cueva
sepulcral por haberse encontrado en su superficie numerosos cráneos y huesos huma-
nos. La excavación (Apellániz, et alii) definió tres niveles arqueológicos:

- Un nivel superficial A, con inhumaciones. No fue posible precisar la orientación y po-


sición de los cadáveres, aunque parece ser que en el momento de su descubrimien-
to todavía dos de ellos se conservaban intactos en su posición uno junto al otro y
con un cráneo de bóvido. Junto a las inhumaciones se recuperaron 5 puntas de fle-
cha de pedúnculo y aletas, 8 punzones de cobre, 2 puñales largos triangulares de
cobre y un puñal corto, así como 30 cuentas de collar del tipo rodete con perforación
central en piedra dura. Se dató por C-14, siendo juntamente con Los Husos, la pri-
mera datación de C-14 en Álava, con una fechación de 1.710 ± 100 B. C.

- Un nivel B formado por carbones y cenizas de escaso espesor, sin restos arqueo-
lógicos.

- Un nivel C con inhumaciones, semejantes al del nivel A, en el que se recuperaron


8 puntas de flecha de pedúnculo y aletas, una lamina de sílex, dos punzones de
hueso bicónico, cuatro punzones de cobre, dos puñales largos triangulares y 35

651
cuentas de collar de tipo rodete en piedra dura, y algún fragmento de cerámica mo-
delada negra.

Se realizaron análisis químicos de la composición de los objetos metálicos localiza-


dos en un laboratorio de la ciudad alemana de Stuttgart. El principal objetivo de este
análisis fue el de determinar si nos encontrábamos ante piezas de cobre o de bronce.
El análisis no tuvo duda alguna al no encontrar trazas de estaño en los objetos. Tam-
bién se realizó un análisis químico del nivel B, en la Escuela de Ingenieros de Bilbao
comprobando que son cenizas provenientes “exclusivamente de huesos, sin mezclas
de otras materias”.

Posteriormente Luís Valdés (Valdés, 1989) realiza nuevos análisis de composición


química de los metales, arrojando unos resultados no muy diferentes de los originales,
pero sí más precisos. Su estudio se centra en la utilización de minerales autóctonos y
en la igualdad tecnológica de la metalurgia del cobre en el País Vasco con respecto a
la región Cantábrica. Para ello realiza unos sencillos análisis estadísticos, concluyendo
que las composiciones químicas de punzones y puñales son homogéneas.

Este tema nos interesaba desde hace muchos años. Hemos esperado a tener las
herramientas adecuadas para analizar esos datos.

4.2.1. METODOLOGÍA UTILIZADA

Como hemos indicado son dos los análisis químicos efectuados. Uno en 1965 y otro
en 1988. Del examen de los datos suministrados por ambos análisis hemos escogido
el realizado por Valdés, por ser una tecnología más moderna, lo que se traduce en una
mejor cuantificación de la composición química.

Estos datos composicionales químicos van a ser estudiados estadísticamente. Para


ello vamos a utilizar una serie de procedimientos con diferentes herramientas de esta-
dística. Utilizaremos el programa PAST. Es un buen programa, fácil de usar y libre que
se puede bajar de Internet. Ha sido escrito y desarrollado por Hammer, Ø, Harper, D. A.
T. y Ryan P. D. También utilizaremos el programa WESSA (WESSA, 2008), para el es-
tudio de las funciones de densidad Kernel.

Para realizar el estudio estadístico de unas variables sigo siempre unos pasos pre-
definidos y que me han proporcionado un buen resultado. Primero analizo los datos ori-
ginales, por si hubiera algún dato extraño o erróneo. En este caso si que he localizado
tres errores en la tabla de datos original que he podido corregir. A continuación realizo
un análisis de estadística descriptiva de las variables con los estadísticos más sencillos
y que dan una idea de la estructura de estas variables, media, mediana, moda, curtosis,
etc. estudiando y determinando que variables, en función de características particula-
res, estos resultados van a ser objeto de particular estudio.

A continuación construyo los histogramas de cada variable objeto de análisis. Aun-


que parezca un método muy rudimentario, es fundamental puesto que nos permite des-
cubrir la existencia de modas. Y esto significa que si existen modas y agrupaciones en-
torno a éstas, estamos ante grupos. Gracias a las posibilidades que nos ofrece la infor

652
mática y PAST, en concreto, podemos interactuar cambiando el número de barras fácil-
mente, con lo que podemos observar la existencia de modas. Esto nos va a permitir
observar la existencia de los supuestamente primeros conjuntos o grupos. Luego con
el programa WESSA, obtengo las densidades Kernel bivariantes, con lo que preciso
mejor la existencia de estos conjuntos.

Si se trata de clasificar, agrupar, en definitiva ver conjuntos y subconjuntos, el mejor


método es el análisis Cluster. Cluster mide las distancias entre las cifras de las variables
objeto de estudio de muy diferentes maneras. Realizada esta medición se procede al
agrupamiento de las mismas, mediante diferentes tipos de algoritmos. Los individuos se
van agrupando conforme su distancia es inferior. PAST ofrece tres formas de agrupa-
miento y 14 medidas de distancia diferentes. El análisis Cluster o de Conglomerados es
un análisis muy consistente porque proporciona resultados muy parecidos cualquiera
que sea la distancia utilizada y el método de agrupamiento escogido. Una vez obteni-
dos los grupos, lo mejor es definirlos con una sencilla tabla de estadística, con su me-
dia, desviación típica, mediana, moda, Curtosis, etc.

4.2.2. ESTUDIO DE LA COMPOSICIÓN QUÍMICA DEL AJUAR METÁLICO

Como hemos indicado anteriormente en las excavaciones de la cueva se localiza-


ron 18 objetos de metal de los cuales seis puñales y doce punzones, constituyendo el
conjunto más numeroso de metales localizados en esta zona geográfica. En la memo-
ria de excavación de Apellániz, se dan a conocer los resultados del análisis químico de
estos objetos realizados en 1965 por el Dr. M. Schroder en el Laboratorio del “Landes-
museum” de Stuttgart. Del total de piezas metálicas fueron analizadas 15 que arrojaron
una proporción de cobre entre el 91% y el 97%.

A pesar de la cuantificación de los elementos principales de su composición el año


de realización, un nuevo análisis realizado en 1988 por Valdés en el ICROA da unos re-
sultados semejantes a los originales de Stuttgart, pero con mayor precisión. Es este se-
gundo análisis químico el que vamos a utilizar para nuestro estudio.

Se trata de comparar la composición química de las piezas, sobre todo el grupo de


los puñales frente al grupo de los punzones, para ver si se trata de piezas homogéneas
en cuanto a la composición química, lo que indicaría un origen común. Aunque no de-
bemos olvidar que en esta época ya existen grupos de especialistas “chatarreros” cuya
actividad consiste en fundir todo tipo de piezas de muy diferentes orígenes, con lo que
podríamos tener una mezcla de composiciones originales.

Este análisis ya fue efectuado en 1989 por Valdés, pero con los procedimientos es-
tadísticos e informáticos que entonces existían. Los años transcurridos nos han propor-
cionado nuevas herramientas de análisis estadístico que permiten un estudio más ri-
guroso de los datos.

La tabla 1 refleja la composición química de los 18 objetos metálicos analizados por


el ICROA, según la publicación, excepto los números 1507, 1564 y 1565 en los cuales
hemos tenido que cambiar las columnas de algún elemento químico por estar claro que
están mal situados en la publicación original.

653
numero Valdes Fe Co Ni Cu Zn As Ag Sn Sb Pb
1529 0,444 0,001 0,77 97,95 0 0,261 0,000 0 0,136 0
1561 0,399 0,04 2,909 95 0,293 0,414 0,000 0 0,125 0
1560 1,06 0,06 0,925 96,6 0,365 0,512 0,000 0,000 0,155 0
1502 3,468 2,106 0,641 91,15 1,503 0,000 0,000 0,518 0,119 0
1552 0,366 0 0,789 96,65 0,446 0 0,000 0,000 0,000 0,725
1541 0,000 0 0,145 98,57 0 0 0,000 0,000 0,332 0,527
1556 0,699 0 1,444 96,45 0 0,514 0 0,008 0 0
1507 0,747 0 3,357 95,67 0 0,381 0 0,001 0,107 0
1506 0,781 0 1,959 95,99 0 0,717 0,000 0 0,000 0,303
1505 0,805 0 2,151 95,82 0 0,621 0,000 0,000 0,372 0
1504 0,538 0 2,556 95,42 0,399 0,214 0,000 0,000 0,113 0,156
1557 0 0 3,042 95,74 0 0,547 0 0 0,008 0
1555 1,034 0 1,984 95,54 0 0,57 0 0 0,602 0
1553 0,013 0 1,942 96,03 0 0,581 0 0 0,258 0
1554 1,333 0 2,716 94,28 0 0,811 0 0 0,129 0
1564 0,982 0 2,413 95,25 0,302 0,000 0 0,151 0 0
1563 0 0 1,19 97,59 0,287 0,000 0,001 0,000 0 0
1562 0,889 0 0,413 97,8 0 0,353 0 0,000 0,000 0
Corregidos los numeros 1502, 1564 y 1563

Como siempre que se estudian variables lo primero que realizamos es un primer


cuadro (tabla 2) con los estadísticos comunes, media, varianza, desviación típica, etc.,
para observar el comportamiento de estas variables y comprobar si por estos datos
vamos a poder obtener un resultado. Como las medias y las desviaciones son lo sufi-
cientemente diferentes con una amplitud de recorrido podemos en principio obtener re-
sultados.

Fe Co NI Cu Zn As Ag Sn Sb
N 18 18 18 18 18 18 18 18 18
Min 0 0 0,145 91,15 0 0 0 0 0
Max 3,468 2,106 3,357 98,57 1,503 0,811 0,001 0,518 0,602
Sum 13,558 2,207 31,346 1727,5 3,595 6,496 0,003 0,680 2,457
Mean 0,753 0,122 1,741 95,972 0,199 0,360 0,000 0,037 0,136
Std. error 0,186 0,116 0,232 0,387 0,086 0,064 93,65E- 0,029 0,038
Variance 0,624 0,245 0,969 2,702 0,134 0,073 15,87E- 0,015 0,026
Stand. dev 0,790 0,495 0,984 1,644 0,367 0,271 0,000 0,124 0,163
Median 0,723 0 1,950 95,905 0 0,397 44,05E- 0,000 0,116
Skewness 2,074 3,555 -0,022 -1,028 2,419 -0,143 2,142 3,170 1,341
Kurtosis 4,934 11,292 -1,436 1,787 5,891 -1,437 4,092 9,158 1,185
Geom. mean 0 0 1,372 95,958 0 0 0 0 0

654
Analizamos a continuación los elementos minoritarios. Para el estudio escogemos
aquellos elementos minoritarios cuyo porcentaje sea lo suficientemente significativo pa-
ra evitar problemas de conteo. Los elementos que han sido escogidos para el estudio
y en los que nos vamos a basar son Fe, Ni, As y Zn.

En el boxplot (gráfico 1) reflejamos las características de cada una de estas cuatro


variables. Las variables con un mayor recorrido y que en consecuencia pueden dar ma-
yor caracterización a los objetos son Fe y Ni. En cuanto a As y Zn, parece que todos los
objetos analizados tienen un porcentaje muy similar. Las variables Fe y Zn, presentan
dos puntos atípicos que en el gráfico se representan con un asterisco. Este dato habrá
que tenerlo en cuenta porque pueden representar objetos con composición química
diferente al resto.

Analizamos la variable Fe. Para ello representamos (gráfico 2) en primer lugar su


histograma. Si lo estudiamos con cuatro barras, datos muy concentrados, no observa-
mos nada digno de mención, excepto un objeto atípico muy diferente por el mayor por-
centaje de hierro que contiene.

La variable Ni que como hemos visto anteriormente tiene un mayor recorrido, ofrece
un interesante histograma (gráfico 3). En el vemos claramente la existencia de dos mo-
das que definen ya dos grupos de objetos en cuanto a este elemento. Se ve muy clara-
mente, en la función Kernel de densidad la existencia de estos dos grupos. El primero
con una media de 0,72% y el segundo con una media de 2,40%.

3,6

3,2

2,8

2,4

2
Y

1,6

1,2

0,8

0,4

0
Fe

Ni

As

Zn

Gráfico 1. Boxplot de las variables Fe, Ni, As, y Zn.

655
9

5
Frequency

0
0 0,4 0,8 1,2 1,6 2 2,4 2,8 3,2 3,6 4

Gráfico 2. Histogramas de la variable Fe.

4,5

3,5

3
Frequency

2,5

1,5

0,5

0
0 0,4 0,8 1,2 1,6 2 2,4 2,8 3,2 3,6 4

Gráfico 3. Histograma de la variable Ni, en el que se observan dos grupos bien definidos.

656
6,4

5,6

4,8

4
Frequency

3,2

2,4

1,6

0,8

0
0 0,1 0,2 0,3 0,4 0,5 0,6 0,7 0,8 0,9 1

Gráfico 4. Histograma de la variable As, con dos grupos definidos.

La variable As, presenta en el histograma (gráfico 4) dos modas muy claras, con
valores entorno a 0,1% y 0,6%.

También analizamos la variable Cu (gráfico 5) con un histograma que se asemeja


a una distribución normal. Para verificar esta hipótesis realizamos dos pruebas. La pri-
mera conocida como de X2 (tabla 3), refleja que la probabilidad de que la variable Cu
se distribuya normalmente es muy baja 0,089 por lo que podemos concluir que no se
distribuye normalmente a un nivel de 0,05. La segunda prueba de normalidad viene
reflejada en el gráfico Q-Q´. En él observamos (gráfico 6) como la variable no se ajusta
a la línea de puntos por lo que también concluimos que no se distribuye normalmente.
El valor PPC´ que da el programa es de 0,9337.

Con este primer acercamiento a las variables individualizadas vamos a realizar un


análisis Kernel entre las tres variables Fe, Ni y As, para observar la existencia de gru-
pos de densidad entorno a unos determinados valores bivariantes que pueden empe-
zar a indicarnos la existencia de grupos dentro del conjunto de objetos metálicos que
estamos analizando.

El programa WESSA, nos permite realizar este tipo de estudio. En el gráfico 7 ob-
servamos la distribución tridimensional de estas variables viendo la existencia de gru-
pos. En el gráfico 8 observamos los histogramas de estas variables y la existencia de
modas lo que indica la existencia de grupos.

657
Shapiro-Wilk W 0,894
p-normal 0,046
Jarque-Bera JB 7,973
p-normal 0,018
Chi^2 2,888
p-normal 0,089
Upr limit: 94,871 95,972 97,074 “+inf”
Obs freq: 2 7 5 4
Exp freq: 4,5 4,5 4,5 4,5

5
Frequency

0
90 91 92 93 94 95 96 97 98 99

Gráfico 5. Histograma de la variable Cu./Gráfico 6. Grafico Q-Q´ de normalidad de la variable Cu.

En los gráficos de densidad bivariante Kernel observamos que en relación a las va-
riables Fe y Ni, la existencia de dos grupos (gráfico 9). Un valor atípico en el Fe, ya de-
tectado anteriormente y una gran agrupación en torno a un grupo de densidad muy
fuerte. En el gráfico de la variables Ni y As (gráfico 10), los grupos comienzan a definir-
se más claramente. Existen tres grandes grupos con densidades muy elevadas. En el
gráfico de las variables Fe y As (gráfico 11), se observa de nuevo ese valor atípico y la
existencia de un único grupo de densidad.

658
99

98

97

96
Sample values

95

94

93

92

91

90
-2 -1,6 -1,2 -0,8 -0,4 0 0,4 0,8 1,2 1,6

Normal order statistic medians

Grafico 6. Q-Q´ de normalidad de la variable Cu.

Gráfico 7. Grafico 3D de las variables composicionales.

El objetivo de nuestro trabajo es el de determinar si las composiciones de los puña-


les y punzones son diferentes. En la excavación se detectaron dos niveles diferentes.
En el gráfico 12, reflejamos la composición química de las variables Fe y Ni. Lo primero
que llama la atención es la igualdad en la composición química de estas dos variables
en el conjunto de los punzones del nivel A, en comparación a los punzones del nivel C

659
Gráfico 8. Histograma de las variables composicionales.

Si bien todos los punzones del nivel A, están comprendidos dentro del grupo de los de
nivel C, observamos claramente como estos punzones son un subconjunto dentro del
conjunto del nivel C. Sin embargo la composición de los puñales es totalmente diferen-
te a la de estos dos conjuntos anteriores, excepto el puñal 1561 que su composición
química se asemeja a ellos. Observamos como el 1502 es totalmente diferente. En
definitiva tenemos tres conjuntos de composiciones químicas, los puñales, excepto el
1561, los punzones y dentro de estos punzones el subconjunto de los punzones del
nivel A.

Si en este mismo gráfico de trapecios representamos las variables Ni y As, obtene-


mos el siguiente resultado (gráfico 13). El conjunto de punzones del nivel A, se integra
como un subconjunto perfectamente definido e individualizado dentro del conjunto de
punzones. Los puñales son un conjunto independiente del resto, excepto el 1561.

En definitiva existen tres grupos composicionales diferentes, los puñales, los punzo-
nes del nivel A y los punzones del Nivel C.

En una representación 3D, de las variables Fe, Ni y As (gráfico 14) observamos la


diferenciación composicional de los puñales en relación con los punzones, excepto el
1561 que como anteriormente comentábamos se asemeja a los punzones.

Para una mejor clasificación y visualización de los grupos definidos anteriormente


vamos a realizar un análisis cluster que es el que mejor se ajusta al problema que que-
remos resolver. Para ello vamos a realizar dos Clusters.

660
Gráfico 9. Grafico de densidad Kernel
de la variable Fe y Ni, en la que se observa
la existencia de dos grupos.

Gráfico 10. Grafico de densidad Kernel


de las variables Ni y As, observando
la existencia de dos grupos.

661
Gráfico 11. Grafico de densidad Kernel
de las variables Fe, y As.

3,6

1507
3,2

1557

1561
2,8
1554

1504
2,4 1564

1505
2
Ni

1506 1555
1553

1,6

1556

1,2
1563

1560
0,8
15521529

1502

0,4 1562

1541
0
0 0,4 0,8 1,2 1,6 2 2,4 2,8 3,2
Fe

Gráfico 12. Diagrama de dispersión de las variables Fe y Ni, en función de la tipología, punzones y puñales
y de los niveles A y B. En círculo negro punzones nivel C, en cuadrado azul punzones nivel A, en cruz roja
puñales.

662
1

0,9

0,8 1554

1506
0,7

1505
0,6
1553
1555
1557

1560 1556
As

0,5

0,4 1561

1507
1562

0,3

1529

0,2 1504

0,1

0
1541 1502 1552 1563 1564
0,4 0,8 1,2 1,6 2 2,4 2,8 3,2
Ni

Gráfico 13. Diagrama de dispersión de las variables Ni y As, en función de la tipologia, punzones y puñales
y de los niveles A y B. En círculo negro punzones nivel C, en cuadrado azul punzones nivel A, en cruz roja
puñales.

1507

1554
1557
1507
1561

1554

1504
1557 1561
1505 1564
1506 1555 1504 1564

1505
1553 1555
1506
1502

1556
1553

1556

1560
1502 1560

1563

1529 1563
1529
1552
1562 1552
1562

1541 1541

1507

1561
1554 1557
1564
1504

1505
1555

1506
1502

1553

1556

1563
1560
1552
1529

1562

Gráfico 14. Grafico 3D de las variables Fe, Ni y As, 1541

donde se observan las agrupaciones tipológicas.

663
1552

1529

1563

1541

1560

1562

1556

1506

1505

1555

1564

1553

1554

1507

1557

1561

1504

1502
0

-0,4

-0,8

-1,2

-1,6
Similarity

-2

-2,4

-2,8

-3,2

-3,6

-4
0 2 4 6 8 10 12 14 16 18

Gráfico 15. Cluster distancia euclídea, donde se observan la formación de dos grandes grupos.

El primer Cluster (gráfico 15) lo realizamos según el criterio de clasificación UPG-


MA, con la distancia euclídea como medida de distancia. Los resultados obtenidos son
los siguientes. Se visualizan dos grandes grupos y un valor atípico totalmente diferente
de los dos grupos, el puñal 1502. El primer grupo esta compuesto por los puñales y los
punzones 1563 y 1562. El segundo grupo es el de los punzones, con la inclusión del
puñal 1561.

El segundo Cluster (gráfico 16) lo realizamos con el método de Ward. Es un dendo-


grama muy clarificador. De nuevo existen dos grupos. El primero formado por los pu-
ñales, con la inclusión de los punzones 1562 y 1563. Y el segundo grupo formado por los
punzones, con la inclusión del puñal 1561. Sin embargo observamos la existencia de dos
subconjuntos. El primero formado por los punzones del nivel A y el segundo formado
por los punzones del nivel C, perfectamente diferenciados. Además el grupo del nivel A
esta formado mayoritariamente p or punzones del tipo “Fontbouisse”.

4.2.3. CONCLUSIONES

En estas primeras etapas de utilización del metal, la composición química de los me-
tales es un buen indicador de los diferentes orígenes de los objetos metálicos. La com-
binación del análisis químico junto con análisis estadísticos y matemáticos, permiten

664
1553

1556

1555

1506

1505

1564

1554

1507

1557

1561

1504

1502

1560

1562

1563

1529

1552

1541
0

-0,6

-1,2

-1,8

-2,4
Similarity

-3

-3,6

-4,2

-4,8

-5,4

-6
0 2 4 6 8 10 12 14 16 18

Gráfico 16. Cluster distancia euclídea, método de Ward, donde se observan la formación de dos grandes
grupos y un subgrupo.

identificar conjuntos de objetos con semejante composición química. Todas las pruebas
realizadas son consistentes, es decir arrojan iguales resultados.

En la cueva sepulcral de Gobaederra, hemos detectado tres grupos de composición


química diferente que indican orígenes diferentes de los objetos.

El grupo 1 esta compuesto por puñales con los números de inventario 1541, 1552,
1529, 1560, 1502 y los punzones 1563, 1562.

El grupo 2, corresponde al estrato A y esta compuesto por los punzones de tipo Fon-
bouisse números 1563, 1555, 1506, 1505 y el punzón 1556.

El grupo 3, corresponde al estrato C y está compuesto por los punzones números


1564, 1554, 1507, 1557, 1504 y el puñal 1561.

En la tabla 4 reflejamos los estadísticos más significativos de grupo 1, puñales. En


la tabla 5, representamos los estadísticos más significativos del grupo 2, punzones. En
la tabla 6 separadamente los estadísticos de los punzones del nivel A y en la tabla 7 los
estadísticos más representativos de los punzones del nivel C.

665
ESTADÍSTICA DESCRIPTIVA COMPOSICIÓN PUÑALES GOBAEDERRA
Fe Co Ni Cu Zn As Ag Sn Sb Pb
N 6 6 6 6 6 6 6 6 6 6
Min 0,000 0 0,145 91,15 0 0 44,05E- 0 0,000 0
Max 3,468 2,106 2,909 98,57 1,503 0,512 0,000 0,518 0,332 0,725
Sum 5,737 2,207 6,179 575,92 2,607 1,187 0,001 0,519 0,867 1,252
Mean 0,956 0,367 1,029 95,986 0,434 0,197 0,000 0,086 0,144 0,208
Std. error 0,521 0,347 0,391 1,091 0,226 0,094 83,35E- 0,086 0,043 0,134
Variance 1,630 0,725 0,920 7,142 0,308 0,053 41,68E- 0,044 0,011 0,108
Stand. dev 1,276 0,851 0,959 2,672 0,555 0,230 0,000 0,211 0,106 0,329
Median 0,421 0,020 0,779 96,625 0,329 0,130 0,000 0,000 0,130 0
Skewness 1,157 1,358 1,104 -0,775 1,022 0,245 0,332 1,360 0,486 0,623
Kurtosis -0,435 -0,087 -0,419 -1,013 -0,597 -2,032 -1,854 -0,083 -0,872 -1,739
Geom. mean 0,246 0 0,730 95,955 0 0 0,000 0 0,060 0

ESTADÍSTICA DESCRIPTIVA COMPOSICIÓN PUNZONES GOBAEDERRA


Fe Co Ni Cu Zn As Ag Sn Sb Pb
N 12 12 12 12 12 12 12 12 12 12
Min 0 0 0,413 94,28 0 15,05E- 0 0 0 0
Max 1,333 0 3,357 97,8 0,399 0,811 0,001 0,151 0,602 0,303
Sum 7,821 0 25,167 1151,58 0,988 5,309 0,002 0,161 1,590 0,459
Mean 0,651 0 2,097 95,965 0,082 0,442 0,000 0,013 0,132 0,038
Std. error 0,126 0 0,235 0,278 0,043 0,075 0,000 0,012 0,054 0,027
Variance 0,190 0 0,665 0,930 0,022 0,068 22,47E- 0,001 0,036 0,008
Stand. dev 0,436 0 0,815 0,964 0,151 0,261 0,000 0,043 0,190 0,094
Median 0,764 0 2,067 95,78 0 0,530 0 0,000 0,057 0
Skewness -0,387 0 -0,399 0,478 1,106 -0,483 1,955 2,633 1,281 1,927
Kurtosis -1,211 0 -0,660 -0,418 -0,678 -1,111 2,484 5,432 0,438 2,318
Geom. mean 0 0 1,881 95,960 0 0,098 0 0 0 0

ESTADÍSTICA DESCRIPTIVA COMPOSICIÓN PUNZONES NIVEL A


Fe Co Ni Cu Zn As Ag Sn Sb Pb
N 5 5 5 5 5 5 5 5 5 5
Min 0 0 1,19 95,54 0 56,05E- 0 0 0 0
Max 1,034 0 2,151 97,59 0,287 0,717 0,001 0,008 0,602 0,303
Sum 3,319 0 8,728 481,39 0,287 2,422 0,001 0,009 0,974 0,303
Mean 0,663 0 1,745 96,278 0,057 0,484 0,000 0,001 0,194 0,060
Std. error 0,175 0 0,182 0,359 0,057 0,125 0,000 0,001 0,124 0,060
Variance 0,153 0 0,166 0,647 0,016 0,078 45,57E- 12,85E- 0,077 0,018
Stand. dev 0,391 0 0,408 0,804 0,128 0,280 0,000 0,003 0,278 0,135
Median 0,781 0 1,959 95,99 0 0,57 44,05E- 65,05E- 0,000 0
Skewness -0,791 0 -0,320 0,669 1,073 -0,883 1,064 1,045 0,469 1,073
Kurtosis -1,179 0 -2,020 -1,418 -0,92 -1,124 -0,930 -0,956 -1,914 -0,92
Geom. mean 0 0 1,703 96,275 0 0,093 0 0 0 0

666
ESTADÍSTICA DESCRIPTIVA COMPOSICIÓN PUNZONES NIVEL C
Fe Co Ni Cu Zn As Ag Sn Sb Pb
N 7 7 7 7 7 7 7 7 7 7
Min 0 0 0,413 94,28 0 15,05E- 0 0 0 0
Max 1,333 0 3,357 97,8 0,399 0,811 0,000 0,151 0,258 0,156
Sum 4,502 0 16,439 670,19 0,701 2,887 0,000 0,152 0,615 0,156
Mean 0,643 0 2,348 95,741 0,100 0,412 0,000 0,021 0,087 0,022
Std. error 0,187 0 0,364 0,402 0,065 0,099 0,000 0,021 0,035 0,022
Variance 0,247 0 0,931 1,134 0,030 0,069 82,58E- 0,003 0,008 0,003
Stand. dev 0,497 0 0,965 1,065 0,173 0,264 0,000 0,056 0,094 0,058
Median 0,747 0 2,556 95,67 0 0,381 0 0,000 0,107 0
Skewness -0,155 0 -0,936 0,647 0,820 -0,059 1,619 1,619 0,536 1,619
Kurtosis -1,662 0 -0,475 -0,491 -1,394 -1,337 0,795 0,795 -1,196 0,795
Geom. mean 0 0 2,019 95,736 0 0,101 0 0 0 0

BIBLIOGRAFÍA

APELLÁNIZ, J .M.; LLANOS, A.; FARIÑA, J.


(1968) “Cuevas sepulcrales de Lechón, Arralday, Calavera y Gobaederra (Álava)”. Estudios de Arqueología
Alavesa. Tomo 3, pp. 21-47. Vitoria.

VALDÉS, L.
(1989) “Los primeros objetos de cobre del País Vasco. Consideraciones a la introducción de la metalurgia”.
Kobie, Tomo XVIII, pp. 65 -86. Bilbao.

WESSA, P.
(2008) “3-Dimensional Scatterplots (V1.0.4) in Free-Statistics Software (V1.1.23.r-4), for Research Develop-
ment and Education”. Office www.wessa.net

4.3. ESTUDIO DE LAS DIMENSIONES DE MENHIRES EN ÁLAVA. APLICACIÓN


DE LA FUNCIÓN DE DENSIDAD KERNEL

4.3.1. EL MUNDO DE LOS MENHIRES O MONOLITOS

A día de hoy se trata de la asignatura pendiente de la arqueología alavesa. El prime-


ro que se conoció fue el de Akarte en la sierra de Entzia en 1919. En 1964 se localiza
Mugarriaundi en la sierra de Urkilla, el mayor de Álava en la muga con Guipúzcoa. En
1980 se descubre el menhir de Mugarriluze en la misma zona que el anterior. En 1979
se descubre el segundo menhir en la sierra de Entzia, Kapitarte y en 1981 el tercero de
esta sierra de Entzia el de Itaida. En 1983 X. Peñalver publica el estudio de los menhi-
res de Euskal Herria (Peñalver, 1983), incluyendo estos cinco comentados.

Desde el primer hallazgo se atribuyo este fenómeno al mundo pastoril y megalítico


por encontrarse dentro del mismo contexto geográfico que los dólmenes, pero sin nin-
gún tipo de prueba concreta. En una visita que efectuamos al menhir de Akarte loca-
lizamos una lasca de sílex al pie del menhir, que ha sido la única prueba de la que se
ha dispuesto hasta hace unos pocos años. En 2005 en una visita de reconocimiento al

667
menhir de Peña Lacha (Llanos, Galilea 2005), se localizaron dos fragmentos de sílex
al pie del menhir.

Recientemente se han excavado y restaurado el menhir de Arlobi en el monte Gor-


bea y el menhir de El Gustal en la sierra de Valderejo, pero sin que se haya publicado
la memoria de excavaciones.

Recientemente he expuesto (Galilea, 2008) mis impresiones sobre este mundo. No


creo que estén marcando caminos. Es una forma antieconómica de realizar este traba-
jo. Hay que tener en cuenta que la extracción y transporte de alguna de estos monolitos
tuvo que ser muy difícil. Su peso, en ocasiones de varias toneladas, y su desplazamien-
to por la intrincada orografía montañosa en la que se encuentran situados, suponen
una enorme dificultad.

No están situados para ser vistos desde lejanas distancias, puesto que algunos de
ellos claramente pudieron haberse situado en zonas prominentes, visibles desde lejos,
con solo trasladar el menhir unos pocos metros. Tampoco es que estén escondidos,
pero no están situados para ser vistos desde lejos.

No creo que estén marcando grandes espacios, zonas territoriales, por la inexac-
titud de tal supuesto. Si que me ha llamado la atención de que varios de ellos estén
sobre la misma línea de división de aguas de la vertiente cantabro-mediterránea, y que
además son los de mayor tamaño, pero sin llegar a entender el significado último de
esta situación.

Mi impresión es que están marcando lugares concretos, exactamente el mismo so-


bre el que se levanta el menhir, sin que y a falta de excavaciones podamos precisar más.
Su situación en las mismas zonas que los dólmenes los emparejan con este fenómeno
megalítico encuadrándose en el mismo intervalo cronológico.

Varios de los menhires presentan señales de haber sido trabajados, puesto que su
base suele estar perfectamente escuadrada formando ángulos rectos y el extremo dis-
tal trabajado, con una o dos grandes escotaduras formando un extremo superior apun-
tado, asemejándose a un antropomorfo.

La función de densidad Kernel o núcleo

Cuando se comienza el estudio elemental de la estadística, se habla de tres medi-


das de tendencia de central, la media, la mediana y la moda. La estadística descriptiva
clásica esta basada en la media y a su alrededor gira toda la estadística paramétrica.
La moda sin embargo ha sido la gran olvidada en los estudios hasta hace dos décadas.
Recordamos que la moda es el valor máximo o frecuencia máxima de la distribución
de frecuencias o cualquier valor de la variable que posea una frecuencia mayor que su
anterior y su posterior. Habitualmente representamos los datos en la conocida figura
denominada histograma. El histograma es una herramienta de visualización y análisis
de los datos de una variable. En esta figura, en el eje de abscisas representamos los
valores que toma la variable y en ordenadas el numero de individuos que tienen ese
valor. A veces resulta que la figura se asemeja a una distribución normal de la variable
otras en cambio, no. En estas ocasiones se ha observado que el recorrido de la varia-
ble tiene dos o tres picos, o modas diferentes.

En realidad un histograma es un estimador no paramétrico de la función de densi-


dad de la variable. Es no paramétrico puesto que no se requiere la suposición del tipo
de función que la variable objeto de estudio presenta.

668
El histograma presenta una característica que lo hace hasta cierto punto manipula-
ble. Se trata del tema de la elección del recorrido de cada intervalo de la variable. Esta
circunstancia, determina el número de barras que va a tener el histograma y en conse-
cuencia el tipo de figura. En función del número de barras la figura será diferente y en
consecuencia su interpretación también lo será. Este problema no está resuelto todavía
y no existe unanimidad en los investigadores. Existe una regla, la de Sturges, que de-
termina el número de intervalos a escoger en función del tamaño muestral. Así para un
tamaño muestral de 50 el número de intervalos es 6, para 100 el número de intervalos
es 8 y para 500 los intervalos son 10. Otros estudios elevan a 9, 11 y 18 el número de
intervalos respectivamente. En nuestro caso vamos a introducir diferentes números de
intervalos, para observar lo que ocurre. Normalmente cuando se introducen intervalos
largos, escasas barras, la variable tiende a adoptar la distribución Normal. Nosotros
vamos a cambiar el número de esos intervalos intentando observar si se producen
diferentes picos en el histograma, señal de que existen diferentes modas, señal de que
existen diferentes tipos.

Para una mejor interpretación y estudio de los histogramas se necesita redefinir esos
intervalos en una función continua, función de densidad Kernel o núcleo, lo que permi-
te superar las dificultades de los histogramas en cuanto a su naturaleza discontinua, y
su mejor manejo matemático.

Actualmente diferentes paquetes estadísticos tanto comerciales como “free soft-


ware” emplean técnicas de estimaciones tipo Kernel. PAST es un programa estadístico
muy adecuado para el tema que nos ocupa. Con los datos de la variable es fácil dibu-
jar un histograma y superponer una distribución Normal o una distribución Kernel. Así
mismo es muy sencillo cambiar el número de intervalos y observar que ocurre con las
modas.

PAST puede realizar un estudio estadístico muy interesante que se le conoce con el
nombre de “Mixture”. Trata de localizar diferentes distribuciones de probabilidad mezcla-
das en una misma distribución. Si en una distribución de frecuencias, en un histograma,
tenemos varias modas, posiblemente estemos ante un caso de varias distribuciones.

En este caso concreto el resultado ha sido sorprendente.

Para el estudio de la función de densidad bivariable Kernel vamos a utilizar un se-


gundo programa del tipo “free software” llamado WESSA. Se trata de un buen progra-
ma de análisis estadístico, muy amplio y muy completo. Su único inconveniente es que
para diferentes tipos de análisis estadístico tienes que introducir nuevamente todos los
datos que necesitas ya que no los guarda en una hoja tipo Excel. El análisis Kernel que
realiza es muy bueno. En primer lugar sitúa en un espacio tridimensional las variables
que se utilizan. En segundo lugar, define unos histogramas de cada una de esas varia-
bles. Y en tercer lugar, define unos mapas de densidad Kernel al estilo de los mapas to-
pográficos, con curvas de nivel indicadoras del núcleo de densidad de las dos variables
que se correlacionan. Los resultados son muy visibles como veremos en el ejemplo. La
dirección de WESSA es: www. wessa. net

Aplicación a los menhires de Álava

Las variables que vamos a utilizar son las básicas de altura, anchura y espesor, y sus
ratios altura/anchura, anchura/espesor y altura/espesor (tabla 1).

669
DENOMINACION ALTURA ANCHURA ESPESOR ALTUR/ANC ANCH/ESPE ALTU/ESPE
PEÑA LACHA 3,75 3,25 0,56 1,153 5,803 6,696
El GUSTAL 3,7 0,8 0,2 4,625 4 18,5
EL CASTRILLO 2,8 1,1 0,3 2,545 3,666 9,333
MUGARRILUZE 2,7 1,33 0,2 2,030 6,65 13,5
MUGARRIAUNDI 5,4 1,2 0,4 4,5 3 13,5
URKITZA 2,65 0,84 0,37 3,154 2,270 7,162
AKARTE 4,8 2 0,3 2,4 6,666 16
ITAIDA 3,1 0,8 0,8 3,875 1 3,875
GUARAN 2,4 2 0,8 1,2 2,5 3
MAJADA 2,4 2 0,3 1,2 6,666 8
ATAU 2 0,4 0,4 5 1 5
ATAU II 2,5 1,4 0,19 1,785 7,368 13,157
KAPITARTE 2,1 0,9 0,3 2,333 3 7
MENDILUZE ESTE 3,5 0,9 0,3 3,888 3 11,666
MENDILUZE OESTE 4,4 2,8 0,36 1,571 7,777 12,222
EL MOJON DEL REY 2,65 0,4 0,4 6,625 1 6,625
ARLOBI 4,8 0,6 0,6 8 1 8
PAGOZARRETA ESTE 3,4 1,2 0,6 2,833 2 5,666
PAGOZARRTA OESTE 3,3 1,3 0,2 2,538 6,5 16,5
EL GIZON 2,4 0,7 0,36 3,428 1,944 6,666
TOLOÑO 2,7 2 0,5 1,35 4 5,4
BAYO 1 2,77 1,74 0,18 1,591 9,666 15,388
BAYO 2 4,98 1,78 0,25 2,797 7,12 19,92
AKARTE 2 2,2 0,99 0,17 2,222 5,823 12,941
LOS MENHIRES EN PIE LES HE SUMADO 0,40 METROS POR LA PARTE ENTERRADA.

Tabla 1

PRINCIPALES ESTADÍSTICOS
Altura Anchura Espesor
N 24 24 24
Min 2 0,4 0,17
Max 5,4 3,25 0,8
Sum 77,4 32,43 9,04
Mean 3,225 1,351 0,376
Std. error 0,203 0,147 0,037
Variance 0,989 0,523 0,033
Stand. dev 0,994 0,723 0,182
Median 2,785 1,2 0,33
Skewness 0,768 0,876 0,950
Kurtosis -0,734 0,140 -0,041
Geom. mean 3,092 1,177 0,339
Tabla 2

670
En primer lugar realizamos un análisis descriptivo de las tres variables, obteniendo
su media, varianza, desviación típica, mediana, apuntamientos y curtosis (tabla 2).

A continuación pasamos a construir el histograma de la variable altura (gráfico 1)


con diferentes números de intervalos. Al definir el número de intervalos en 8, el histo-
grama que vemos reflejado es el siguiente. Observamos como parecen existir tres mo-
das, o tres zonas de agrupamiento de la variable altura. La primera con alturas entorno
a los 2,6 metros, la segunda con alturas entorno a los 3,6 metros y la tercera con alturas
entorno a los 4,8 metros. En el primer caso tenemos 14 individuos, en el segundo 5 y
en el tercero 5. Así mismo realizamos un análisis cluster para observar el agrupamien-
to. El método de agrupamiento ha sido de Paired group (gráfico 2). De nuevo se nos
presentan tres grupos.

El primero formado por los menhires de Mugarriaundi, Akarte, Arlobi, Bayo II y Men-
diluze Oeste. El segundo formado por Itaida, Mendiluze Este, Pagozarreta Este, Pago-
zarreta Oeste, El Gustal y Peña Lacha. El tercer grupo por el resto de menhires. Veri-
ficándose de esta manera la existencia de tres grupos de menhires en función de su
altura.

Con las tres variables originales altura, anchura y espesor realizamos un gráfico 3D,
al objeto de visualizar el agrupamiento, si existiera, en relación a las dimensiones. En el
gráfico 3 observamos la existencia de estos tres grupos de menhires. Presentamos una

7,2

6,4

5,6

4,8
Frequency

3,2

2,4

1,6

0,8

0
0 0,6 1,2 1,8 2,4 3 3,6 4,2 4,8 5,4 6

Gráfico 1. Histograma de la variable altura, donde se observa la existencia de tres grupos.

671
KAPITARTE

CASTRILLO

MUGAUNDI
RIPARASA
MUGLUZE
PAGOZ O

AKARTE II
PAGOZ E
MENDI E

P.LACHA

URKITZA

GUARAN

MENDI O
MAJADA
GUSTAL

AKARTE

BAYO II
ATAU II

ARLOBI
BAYO I

MOJON
ITAIDA

GIZON
ATAU
0

-0,3

-0,6

-0,9

-1,2
Similarity

-1,5

-1,8

-2,1

-2,4

-2,7

-3
0 2,5 5 7,5 10 12,5 15 17,5 20 22,5

Gráfico 2. Cluster con distancia euclídea de la variable altura donde se observa la existencia de tres grupos.

perspectiva del gráfico. En el estudio original gracias a las facilidades del programa PAST,
hemos podido observar mejor a estas tres variables en el espacio tridimensional, ya
que el programa ofrece la posibilidad de rotar los ejes, ofreciendo una visión de los gru-
pos que se forman.

Como en todo análisis estadístico, es interesante conocer la forma de la distribución


de la variable objeto de estudio. En nuestro caso nos vamos a centrar en la variable altu-
ra. PAST permite realizar la prueba de normalidad. El estadístico de Shapiro-Wilk, (Tabla
3) da un resultado de p-normal de 0,01363. Un valor tan bajo no es más que el resulta-
do de que la distribución de la variable altura no sigue una distribución normal. También

672
podemos realizar una segunda prueba que es la del grafico Q-Q’. Observamos de igual
manera (gráfico 4) como los puntos están bastante alejados de la recta de distribución
Normal, indicando que las alturas no siguen una distribución Normal.

Según lo visto en el histograma de frecuencias con la visualización de tres modas,


podemos pensar que estamos ante el caso de tres tipos de menhires en función de su
altura. Si esto fuera así estaríamos ante el hecho de la existencia de tres distribuciones
normales de probabilidad cada una de las cuales se centra en las modas del histogra-
ma. PAST permite realizar un análisis que se denomina “Mixture” y que tiene por objeto
localizar diferentes distribuciones de probabilidad mezcladas en un mismo histograma.
El procedimiento es interactivo porque podemos cambiar algunos de los supuestos de
partida.

Shapiro-Wilk W 0,890
p-normal 0,013
Jarque-Bera JB 2,968
p-normal 0,226
Chi^2 0,666
p-normal 0,414
Upr limit: 2,558 3,225 3,891 “+inf”
Obs freq: 7 7 5 5
Exp freq: 6 6 6 6

Tabla 3

P .LACHA

M E NDI O

GUAR AN AKAR TE

R IP AR AS A
B AYO 2
M AJ ADA

B AYO 1
M UGAUNDI
P AGO E

ATAU 2 P AGO O
M UGLUZE

ITAIDA
CAS TR ILLO
M E NDI E AR LOB I

AKAR UR KITZA
KAP ITAR TE TE GUS TAL

GIZON

M OJ ON
ATAU

Gráfico 3. Gráfico 3D donde se observa la existencia de tres grupos.

673
5,5

4,5

4
Sample values

3,5

2,5

1,5

1
-2 -1,6 -1,2 -0,8 -0,4 0 0,4 0,8 1,2 1,6

Normal order statistic medians

Gráfico 4. Prueba de normalidad Q-Q´. La variable altura no se distribuye normalmente debido a la existencia
de grupos.

He realizado dos supuestos. En el primero, parto de la hipótesis de la existencia de


dos distribuciones normales (gráfico 5), en el segundo de la hipótesis de la existencia
de tres distribuciones normales. El caso que mejor se adapta es el supuesto de tres
distribuciones normales de alturas (gráfico 6) con los siguientes valores:

TIPO ALTURA MEDIA DESVIAC ESTAN PROBAB. NORMAL


ALTURA I 2,51 0,281 0,57
ALTURA II 3,50 0,20 0,22
ALTURA III 4,87 0,32 0,20

Para observar las funciones de densidad Kernel de las variables principales y de


sus relaciones tenemos que cambiar de programa. Para esto vamos a utilizar el progra-
ma WESSA, que comentábamos anteriormente.

1. Variables altura, anchura y espesor.


Una vez introducidos los datos y aplicado el análisis, WESSA proporciona diversos
análisis. Primero una representación tridimensional de las variables en la que se obser-

674
6,4

5,6

4,8

4
Frequency

3,2

2,4

1,6

0,8

0
0 0,6 1,2 1,8 2,4 3 3,6 4,2 4,8 5,4

Gráfico 5. Histograma de la variable altura en el supuesto de dos grupos.

van la formación de los grupos (gráfico 7). Unos histogramas con las tres variables.
En el histograma espesor observamos la existencia de tres grupos. En el histograma
anchura observamos la existencia de dos grupos y en el histograma altura la existencia
de dos grupos (gráfico 8).

A continuación nos proporciona tres planos de densidad bivariante Kernel. El prime-


ro (gráfico 9a) relaciona la altura con la anchura, situando las observaciones en torno a
un núcleo de densidad principal y a un segundo núcleo totalmente diferenciado del an-
terior y caracterizado por alturas elevadas y anchos, con tres ejemplares. El núcleo de
densidad principal se alarga hacia alturas elevadas con dos individuos.

El segundo gráfico (gráfico 9b) relaciona la anchura con el espesor. Se forma un


núcleo principal muy denso en la zona de anchura de 1 metro y espesor 0,4 metros,
existiendo algunos ejemplares totalmente independientes de este núcleo principal.

El tercer gráfico (gráfico 9c) relaciona la altura y espesor. Se distinguen diferentes


núcleos. El primero muy denso en torno a una altura que no llega a los 3 metros y un
espesor que no llega a los 0,4 metros. Un segundo núcleo semejante en espesor al
anterior pero de alturas comprendidas entre 4 y 5 metros. Y un tercer grupo compuesto
por alturas que van desde los 2,5 metros a 5 metros, pero de espesor mayor y superior
a los 0,5 metros.

675
8

5
Frequency

0
0 0,6 1,2 1,8 2,4 3 3,6 4,2 4,8 5,4

Gráfico 6. Histograma de la variable altura en el supuesto de tres grupos.

Gráficos 7. Gráfico 3D de las variables altura, anchura y espesor.

2. Variables altura/anchura, anchura/espesor y altura/espesor


Una vez analizadas las variables en valores absolutos vamos a estudiar las propor-
ciones entre estas variables por si pudieran existir módulos de menhires. Seguimos
dentro del programa WESSA y en primer lugar analizamos la función de densidad Ker-
nel unidimensional de la variable anchura/espesor. El programa nos ofrece siete sali-
das de esta variable con diferentes sistemas de medida Gausiano, Epanechnikov, Rec-

676
Gráfico 8.a. Histograma de la variable altura. b. Histograma de la variable anchura. c. Histograma de la va-
riable espesor

tangular, Triangular, Bipeso, Coseno, Optcoseno (gráficos 10 a, b, c). En todos estos su-
puestos, observamos la existencia de dos puntas, motivadas por la existencia de dos
modas diferentes, como consecuencia de existir dos tipos diferenciados de esta relación
anchura y espesor.

Gráfico 9a. Función de densidad Kernel.


Variables altura y anchura.

677
Gráfico 9.b. Función de densidad Kernel.
Variables anchura y espesor.

Gráfico 9.c. Función de densidad Kernel.


Variables altura y espesor.

Si analizamos las tres variables, obtenemos como resultado una serie de gráficos que
vamos a pasar a comentar. En el primero (gráficos 11 a, b, c) tenemos la representación
tridimensional de estas variables, observando el agrupamiento de algunos ejemplares. En
el gráfico 9 observamos como las variables alto/espesor no definen ningún grupo espe-
cifico. En cambio la variable ancho/espesor si define al menos dos grupos perfecta-
mente diferenciados, y como la variable alto/ancho define al menos dos grupos.

678
Gráfico 10 a. Función de densidad Kernel.
Modelo Rectangular.

Gráfico 10 b. Función de densidad Kernel.


Modelo Gausiano.

Gráfico 10 c. Función de densidad Kernel.


Modelo Gausiano.

679
A continuación en los planos de densidad Kernel bivariante y en relación a las varia-
bles alto/ancho y ancho/espesor, observamos la existencia de dos núcleos de densidad
perfectamente definidos y un par de individuos que forman otros núcleos alejados de
los dos principales. En el gráfico ancho/espesor y alto/espesor comprobamos la exis-
tencia de tres núcleos. El primero entorno a la relación ancho/espesor 2 y alto/espesor
6. El segundo muy débil en la relación ancho/espesor 5 y alto/espesor 6. El tercer nú-
cleo se forma en la relación ancho/espesor 7 y alto/espesor 15. El tercer plano de densi-
dad Kernel muestra dos núcleos de densidad en la relación alto/ancho de 3 y alto/espe-
sor 7. El segundo núcleo se centra en la relación alto/ancho de 2 y alto/espesor de 2.
Existiendo dos ejemplares que parecen conformar un nuevo núcleo en la relación alto/
ancho de 6 a 8 y alto/espesor de 7 a 10.

Resumiendo las dimensiones y las relaciones entre ellas y según los análisis efectua-
dos anteriormente podemos concluir que existen tres tipos de monolitos o menhires:

1º. Un primer grupo constituido por: un primer subgrupo que comprende los menhi-
res de Atau, Kapitarte y Akarte II. Un segundo subgrupo formado por los menhires de
El Castrillo, Bayo 1, Mugarriluze, Riparasa, Urkitza, El Mojón del Rey. Y un tercer sub-
grupo constituido por los menhires de Guaran, La Majada, El Gizon y Atau II, cuya altu-
ra media es de 2,51 metros.

2º. Un segundo grupo constituido por los menhires de Itaida, Mendiluze Este, Pago-
zarreta Este, Pagozarreta Oeste, El Gustal y Peña Lacha y cuya altura media es de 3,5
metros

3º. El constituido por los menhires de Mugarriaundi, Akarte, Arlobi, Bayo II y Mendi-
luze Este. La altura de este grupo es de 4,87metros.

Gráfico 11 a. Gráfico 3D de las variables


altura, anchura y espesor.

680
Gráfico 11 b. Gráfico 3D de las variables
altura, anchura y espesor. Otra perspectiva.

Gráfico 11 c. Gráfico 3D de las variables


altura, anchura y espesor. Otra perspectiva.

681
BIBLIOGRAFÍA

GALILEA, F.
(2008) “Dólmenes clásicos alaveses”. En prensa.

LLANOS, A.; GALILEA, F.


(2005) “Peña Lacha. Un menhir en la Sonsierra de Navarra (Peciña. La Rioja). Estudios de Arqueología
Alavesa. Tomo 22. Vitoria

PEÑALVER, X.
(1983) “Estudio de los Menhires de Euskal Herria”. Munibe 35, pp. 355-450. San Sebastián.

WESSA, P.
(2009) “Free Statistics Software, Office for Research Development and Education,
version 1.1.23-r3”, URL http://www.wessa.net/

4.4. ESTADÍSTICA APLICADA A LA ARQUEOLOGÍA. ASOCIACIÓN DE VARIA-


BLES CUALITATIVAS: TEST DE X2 DE PEARSON, TEST EXACTO DE FISHER Y
TEST DE COCHRAN-MANTEL-HAENSZEL

1. INTRODUCCIÓN

Este trabajo es parte de uno general, que con el título de Estadística aplicada a la
Arqueología, fue objeto de una beca por la Caja de Ahorros Provincial de Álava, en el
año 1983.

Desde esta fecha muchas han sido las transformaciones que han sufrido la investi-
gación y la arqueología en particular. En esa fecha los ordenadores eran objetos muy
raros y de difícil acceso. Hoy en cambio su generalización y facilidad de utilización en
forma de programas facilitan y amplían las posibilidades existentes en aquellos años.

Lo que entonces era un trabajo manual de programación hoy se ha convertido en


un mero tecleo de datos en una pantalla. Lo que antes llevaba tiempo de trabajo, hoy
el mismo procedimiento mucho más desarrollado y mejor realizado apenas lleva unos
minutos. Lo que antes eran unos cálculos eternos, hoy apenas son unos segundos y
sin error.

Sin embargo nos ha movido la publicación de este artículo una necesidad que
existía entonces y que sigue presente en la actualidad. La interpretación no sólo de los
resultados que se obtienen sino también del procedimiento que se sigue. Saber en todo
momento que significa lo que estamos haciendo y el porqué. El conocimiento exacto
de lo que estamos haciendo desde su planteamiento inicial, su desarrollo y cálculo
hasta sus resultados con sus interpretaciones, y sus restricciones en caso de que las
hubiera.

2. ALGUNOS CONCEPTO PREVIOS

La estadística es la ciencia que se ocupa de los métodos y procedimientos que


permiten reunir, clasificar, resumir, y analizar datos, siempre que la incertidumbre sea

682
la causa de los mismos. A partir de los mismos, realiza inferencias e intenta extrapolar
situaciones cuantitativas y formular predicciones.

La estadística se puede dividir en dos grandes grupos:

a.- Estadística descriptiva, se limita a ordenar y analizar los datos en su estado puro
y a definirlos utilizando métodos numéricos o gráficos

b.- Estadística inferencial, cuando el objetivo pretendido es a partir de unos datos


derivar sus características a un conjunto ampliado de los mismos. Se basa en el cálculo
de probabilidades, para a partir de tamaños muestrales inferir las características de la
población a la que pertenecen.

Los datos que analizan, presentan unas características propias, que se denominan
variables. Las variables pueden ser de dos tipos: cuantitativas que son las numéricas o
cualitativas, que son las descriptivas.

Nosotros en este trabajo nos vamos a centrar en el mundo de la Estadística inferen-


cial para el caso de variables cualitativas.

Antes de comenzar el estudio en profundidad del análisis de variables cualitativas


es conveniente conocer algunos términos que emplearemos.

Entendemos por población al conjunto de individuos que queremos estudiar y del


cual desconocemos sus características. La muestra es un subconjunto de la población.
El individuo es cada uno de los componentes de la muestra obtenida y que compone la
población original.

Nosotros estudiamos de cada individuo un conjunto de características denominadas


variables (edad, sexo, color de los ojos, peso, etc.). Estas variables pueden ser de dos
clases:
• Variables cuantitativas: son todo tipo de datos que pueden medirse o cuantificarse,
es decir expresarse numéricamente. Estas variables cuantitativas pueden ser de
dos tipos, variables cuantitativas continuas, que son aquellas que pueden tomar
cualquier valor numérico dentro de un intervalo (por ejemplo el peso) y variables
cuantitativas discretas que son aquellas que solo admiten valores exactos o enteros
(por ejemplo el número de personas).

• Variables cualitativas: estas variables representan cualidades o atributos que la


dividen en diferentes categorías (por ejemplo el sexo, color de los ojos, del pelo,
etc.). A su vez este tipo de variables pueden adoptar una escala nominal, cuando los
datos no tienen una relación entre si, por ejemplo el color de los ojos, azul, verde,
castaño, o pueden adoptar también una escala ordinal entendiendo en este caso
una determinada jerarquización y orden, por ejemplo cualquier tipo de variable o
característica que pudiera clasificarse en pequeño, medio, grande.

Como primer paso en todo estudio estadístico obtendremos los datos, que son
los valores que toman las variables que vamos a analizar y procederemos al análisis
descriptivo de los mismos. Es lo que se conoce como Estadística descriptiva. Si los datos
son de tipo numérico, podemos representarlas gráficamente y analizarlas mediante dos
tipos de medidas. Estas medidas son:

683
a.- Medidas de tendencia central. Como son, la media que es la suma de todos los
valores divididos entre el número de ellos; la mediana que es el dato equidistante de
los extremos y la moda que es el dato o valor que más se repite.

b.- Medidas de dispersión, que miden la variabilidad o distancia que presentan to-
dos los datos con relación a su media. Estas medidas son la varianza que es la media
de los cuadrados de las diferencias entre cada valor de la variable y su media aritmética
y la desviación típica que es la raíz cuadrada de la varianza. Otras medidas de disper-
sión son el coeficiente de variación y los diferentes cuartiles y percentiles.

Con estas medidas, media, varianza y desviación típica construiremos la mayoría


de las aplicaciones estadísticas. Son de una enorme trascendencia e importancia y son
la fuente de los análisis estadísticos.

3. PRUEBAS PARAMÉTRICAS Y PRUEBAS NO PARAMÉTRICAS

Cuando la distribución de las variables que estamos comparando sigue una dis-
tribución Normal utilizamos los tests denominados paramétricos y si no cumple esa
condición de Normalidad utilizamos los tests no paramétricos o de distribución libre.
Las pruebas no paramétricas son menos potentes, pero más exigentes al rechazar la
hipótesis nula y por tanto tienen menos posibilidades de acertar cuando no la rechazan
(más posibilidades de cometer un error tipo Beta). Para aumentar la potencia de una
prueba debemos aumentar n, el tamaño muestral. De esta forma para aumentar la
potencia de una prueba no paramétrica bastaría con aumentar el tamaño muestral. La
prueba de la χ2 de Pearson es una prueba no paramétrica por que no influye el tipo de
distribución de la población de la que procede.

4. ERRORES EN EL CONTRASTE DE HIPÓTESIS

El contraste de hipótesis no establece la verdad de la hipótesis sino un criterio


que nos permite decidir si la hipótesis se acepta o se rechaza, o el determinar si las
muestras observadas difieren significativamente de los resultados esperados. En este
proceso de decisión podemos incurrir en dos tipos de errores según sea la decisión que
tomemos.

Si rechazamos una hipótesis cuando debiera ser aceptada, cometemos un error de


tipo I, mientras que si aceptamos debiendo ser rechazada diremos que hemos cometido
un error de tipo II. Minimizar estos tipos de error no es una cuestión sencilla, un tipo
suele ser más grave que otro y los intentos de disminuir uno suponen el aumento del
otro. La única forma de disminuir ambos a la vez es aumentar el tamaño muestral.

HIPÓTESIS
Verdadera Falsa
DECISIÓN Aceptar Ho correcto Error tipo II
Rechazar Ho Error tipo I Correcto

La probabilidad de cometer un error de tipo I (Rechazar la hipótesis nula siendo co-


rrecta), es el nivel de significación Alfa, las tablas estadísticas proporcionan los valores

684
según el nivel Alfa que determinemos. La probabilidad de cometer un error de tipo II
(Aceptar la hipótesis nula siendo falsa) depende de la media poblacional y del tamaño
de la muestra.

5. TEST DE LA χ2 DE PEARSON

Karl Pearson fue un famoso matemático inglés de finales del XIX y principios del
XX. Este test fue aplicado por primera vez en el año 1911, aunque sus orígenes son
muy anteriores por que se basan en estudios realizados en el siglo XVIII, referentes a
problemas relacionados con el juego al que eran muy aficionada la nobleza europea.

La prueba χ2 (Chi-cuadrado) es una prueba no paramétrica que se utiliza cuando


las muestras proceden de poblaciones que no están normalmente distribuidas.

Relaciona dos variables cualitativas y permite contrastar la hipótesis de independencia


de esas variables. Compara las frecuencias observadas con las frecuencias esperadas
que son el resultado de multiplicar para cada casilla las sumas parciales de columnas
por sus filas respectivas y dividiendo este producto por el total de casos.

El estadístico chi-cuadrado se obtiene de la siguiente forma:


χ2 = E (Fo-Fe)^2/Fe

De esta ecuación se desprende que el estadístico valdrá cero, es decir las varia-
bles serán totalmente independientes, cuando el numerador valga cero y esto ocurrirá
cuando las frecuencias observadas sean iguales a las frecuencias esperadas, que es
cuando su diferencia es cero. En resumen cuando lo observado sea igual a lo teórico
ambas observaciones son iguales, su diferencia es cero y el estadístico valdrá cero.
El estadístico será tanto mayor cuanto mayor sean las diferencias entre frecuencias
observadas y teóricas, diferencia que será tanto mayor cuanto mayor sea la relación
entre las variables.

El estadístico χ2 sigue la distribución de probabilidad χ2 de Pearson con los gra-


dos de libertad resultantes de multiplicar el número de filas menos uno, por el número
de columnas menos uno (f-1) x (c-1). Si los datos son compatibles con la hipótesis de
independencia la probabilidad asociada a χ2 será alta, por acuerdo, superior al 0,05.
Si esa probabilidad es pequeña, menor que 0,05, consideramos que las variables son
incompatibles con la hipótesis nula de independencia y finalizaremos concluyendo que
las dos variables estudiadas están relacionadas.

Para que esta prueba pueda realizarse deben cumplirse dos condiciones. La prime-
ra es que las frecuencias esperadas no sean demasiado pequeñas, situándose el límite
en 5 y la segunda, que el límite de casillas que sean inferiores a 5 no supongan más
del 20% del total de casillas de la tabla de contingencia. Si la tabla de contingencia es
de 2 x 2 ninguna casilla puede tener frecuencias esperadas menores a 5. Cuando esto
sucede se recurre a la denominada PRUEBA EXACTA DE FISHER.

La base en la que subyace este test es muy sencilla y fuerte. Dice que obviamente
cuanto mayor sean las diferencias, mayor probabilidad hay de que las variables sean
independientes. Es decir compara los datos obtenidos con los que deberían ser según
la probabilidad y si esa diferencia es superior a una cantidad hallada por Pearson, y
que nosotros obtenemos de una tabla, se dice que la diferencia es significativa con un
determinado grado de probabilidad.

685
En datos pareados que pueden representarse en un eje cartesiano esta diferencia
viene definida por la distancia entre los dos puntos y que se mide calculando la hipo-
tenusa de los dos pares de datos. En variables cualitativas su cálculo lo vamos a ver a
continuación.

5.1. INTRODUCCIÓN

Para comprender el funcionamiento del análisis de variables cualitativas utilizando


el test de la χ2 de Pearson, vamos a utilizar un sencillo ejemplo. Supongamos que
lanzamos una moneda al aire 100 veces. En estos lanzamientos “cara” sale 30 veces y
“cruz” 70 veces.

Sabemos que la probabilidad de que salga cara es del 50% y cruz el 50%. Según
esta distribución de probabilidad teórica, al lanzar 100 veces la moneda tendría que
haber salido:
- Cara: 50% sobre 100 es decir 50 caras
- Cruz: 50% sobre 100 es decir 50 cruces

Sin embargo hemos obtenido 30 caras y 70 cruces. Lo que realiza el test de χ2


de Pearson es determinar si estos porcentajes obtenidos, cara 30% y cruz 70%, son
debidos al azar o existe una razón que nos permite rechazar la anterior afirmación (de
que las diferencias observadas son debidas al azar).

Para empezar debemos determinar lo que se denominan hipótesis nula (Ho) e


hipótesis alternativa (Ha).
- Hipótesis nula: No hay asociación entre las variables, la diferencia es debida al
azar.
- Hipótesis alternativa: Sí. Existe asociación entre las variables.

Para ello preparamos la siguiente tabla.

Frec. Frec. Diferencia Diferencia Estadístico


observadas esperadas cuadrado
Cara 30 50 -20 400 8
Cruz 70 50 20 400 8
100 100 χ2 = 16

Los grados de libertad de esta tabla son (2-1) = 1 g.l. Si miramos en la tabla el valor
del estadístico del 95% con 1 g.l. obtenemos el valor de 3,84. El valor obtenido 16 es
superior al valor teórico de 3,84. Interpretamos que esa diferencia es lo suficientemente
elevada, es decir significativa, para que pueda deberse al azar.

En el comentario anterior hemos introducido nuevos conceptos que vamos a aclarar


y a definir.

1.- Grados de libertad, número de datos independientes que pueden variar en una
tabla, fijados los sumandos parciales de filas y columnas. La forma de cálculo es muy
sencilla basta multiplicar el número de filas menos uno por el de columnas menos uno,
(f-1) (c-1).

686
2.- Nivel de confianza. Concepto relacionado con el establecimiento de la hipótesis
nula y que fija arbitrariamente el investigador. Normalmente se establecen los estudios
con probabilidad del 95%. Aunque en determinadas circunstancias y cuando se preten-
de tener mayor seguridad, se puede subir al 99% o incluso al 99,5%. Bajo la hipótesis
nula se sabe que los valores de χ2 se distribuyen según una distribución conocida
como JI-CUADRADO. Si la hipótesis nula fuese cierta el valor obtenido estaría dentro
del máximo valor de esta distribución JI-CUADRADO.

3.- Tablas de JI-CUADRADO. Son tablas de las denominadas de doble entrada. En


columnas aparecen los porcentajes de rechazo de la hipótesis nula que varían desde
0,1 hasta 0,005 y en filas los grados de libertad calculados según los párrafos antece-
dentes. En el Anexo 1 figuran los datos para los grados de libertad desde 1 hasta 100,
aunque a partir de 30 g.l. los datos se calculan por interpolación. Vamos a observar un
extracto de esta tabla para analizar como varía en función de la probabilidad y de los
grados de libertad.

Probabilidad de un valor superior (Nivel de confianza)


Grados de libertad 0,05 (95%) 0,01 (99%) 0,005 (99,5%)
1 3,84 6,63 7,88
2 5,99 9,21 10,60
3 7,81 11,34 12,84
4 9,49 13,28 14,86

La lectura de la tabla debe hacerse de la siguiente forma:

1.- Una vez calculados los grados de libertad nos situamos en la fila respectiva.

2.- En la prueba el investigador ha determinado la probabilidad con la que quiere


realizar el estudio. Generalmente hemos dicho que se suele trabajar con el 95%.

3.- La intersección de los grados de libertad con la probabilidad nos da una cifra que
es el valor del estadístico χ2 y que nos servirá de comparación con el que hayamos
obtenido. En nuestro caso hemos hablado de 1 g.l. y 95% de probabilidad por lo que el
valor del estadístico es 3,84.

Observamos que a medida que aumentan los grados de libertad el estadístico sube
su cifra indicándonos que se nos permite una mayor cantidad para aceptar la hipótesis
nula de independencia de las variables. De la misma manera al aumentar el valor de
aceptación de la hipótesis nula aumenta el valor del estadístico χ2.

5.2. TABLAS DE CONTINGENCIA M x N

La prueba de χ2 permite determinar si dos variables cualitativas están relacionadas.


El cálculo se realiza de la siguiente forma, para el caso de tablas de contingencia 2 x 2.
Sabemos que el valor del estadístico χ2 es el siguiente:

χ2 = E (Fo-Fe)^2/Fe

687
Donde O son las frecuencias observadas, E son las frecuencias teóricas o espera-
das

Lo que se valora es si la suma de las proporciones de las diferencias entre los valo-
res observados y los esperados, elevados al cuadrado para quitar el signo, y dividido
entre el valor esperado, supera en razón de los grados de libertad y del nivel de con-
fianza exigido en la prueba, al valor en tablas.

Vamos a desarroll ar un ejemplo para ver como funciona la prueba. Supongamos


que queremos relacionar la variable color de los ojos, que toma dos valores claro y os-
curo, con la variable color del pelo que toma dos valores rubio y moreno. Tomada una
muestra de 500 personas el resultado obtenido es el siguiente:

VALORES OBSERVADOS Color pelo


Rubio Moreno Total
Color ojos Claro 155 50 205
Oscuro 30 265 295
Total 185 315 500

Los pasos a seguir son los siguientes:

1.- Obtener la tabla de valores teóricos o esperados. Cada casilla se obtiene multi-
plicando el total de su fila por el total de su columna dividido por el número de individuos
o total general. Obtendríamos la siguiente tabla:

VALORES TEÓRICOS Color pelo


Rubio Moreno
Color ojos Claro 185x205/500=75,85 315x205/500=129,15
Oscuro 185x295/500=109,15 315x295/500=185,85

2.- Una vez obtenida la tabla de valores teóricos calculamos el estadístico χ2 para
cada una de las celdas. Hemos visto que este estadístico se calcula aplicando la
siguiente formula: (Eo –Et)^2/Et.

VALORES χ2 Color pelo


Rubio Moreno Valor χ2
Color ojos Claro 82,59 48,50 131,09
Oscuro 57,39 33,70 91,09
139,98 82,20 222,18

χ2 = 222,18

688
Repasando estos cálculos intermedios vemos que lo que estamos calculando es
una proporción entre una diferencia de dos valores (Observados-Teóricos) elevados al
cuadrado para eliminar el signo, ya que en el análisis de la χ2 la diferencia es la misma
sea del signo que sea. Y este resultado en proporción al valor teórico.

3.- Calculado el valor del estadístico χ2 que es 222,18 y establecido el nivel de


confianza en el 95% y siendo los grados de libertad de esta tabla (2-1) x (2-1) es decir
1, vamos a las tablas de la χ2 y vemos que para 1 g.l. y 95% el valor es de 3,84. Como
el valor obtenido (222,20) es superior a 3,84 rechazamos la hipótesis nula de indepen-
dencia de las variables. La diferencia es muy alta para que pueda deberse al azar y
aceptamos la hipótesis alternativa de que las dos variables son dependientes, es decir
el color del pelo y el color de los ojos son dependientes.

Observamos que cuanto mayor es el valor del estadístico obtenido la hipótesis nula
de independencia de las variables es más difícil de asumir.

Un resumen de lo calculado hasta ahora nos ayuda a comprender mejor las opera-
ciones efectuadas y el sentido de las mismas.

VALORES OBSERVADOS Color pelo


Rubio Moreno Total
Color ojos Claro 155 50 205
75,85 129,15
82,59 48,50
Oscuro 30 265 295
109,15 185,85
57,39 33,70
Total 185 315 500 (222,18)
En verde los valores esperados.
En rojo el valor de χ2

En la casilla color pelo rubio y color ojos claro el valor observado que era de 155 hay
que compararlo con el valor esperado (en verde) que ha dado como resultado 75,85
diferencia muy grande y que proporciona un valor de χ2 muy elevado (en rojo) 82,59.
En la casilla color pelo moreno y color ojos claro obtenemos también un valor esperado
muy diferente al observado y un valor de χ2 elevado.

Este procedimiento que hemos visto para tablas de contingencia 2 x 2 es exactamen-


te igual para cualquier otro tipo de tabla con cualquier dimensión.

5.3. REQUERIMIENTOS

Cuando el tamaño muestral es inferior a 100 o cuando el valor de cualquier celda es


inferior a 10 debe utilizarse la denominada corrección de YATES, que consiste en restar
a la diferencia entre los valores observados y los esperados 0,5, elevando al cuadrado
esta diferencia y dividirla entre el valor esperado de cada sumando. En este caso el
estadístico χ2 es el siguiente:
χ2 = (O-E-0,5)^2/E

689
Esta corrección hace disminuir las diferencias provocando un valor χ2 ligeramente
más pequeño con lo que hace que el estadístico sea más fuerte.

Para la correcta utilización del análisis de la χ2 son necesarios dos requisitos que
hacen referencia al tamaño muestral:

1.- Ninguna celda puede tener valor esperado inferior a 5.


2.- Al menos el 80% de las celdas de una tabla de contingencia deben tener valores
esperados mayores que 5.

Cuando no se cumplen estas premisas debe realizarse el estudio mediante un


procedimiento alternativo conocido como el “TEST EXACTO DE FISHER”

Una alternativa al test exacto de Fisher seria agrupar las filas o las columnas que
contuvieran los valores esperados inferiores a 5 con las contiguas. Se pierde algo de
información pero se podría aplicar el test de χ2.

5.4. OTRAS MEDIDAS SOBRE ASOCIACIÓN DE VARIABLES

El estadístico χ2 permite contrastar la hipótesis de independencia de dos variables,


pero no nos dice nada sobre la fuerza de asociación de esas variables. Esto es debido
a que el estadístico no sólo depende del grado en que los datos se ajustan a la distri-
bución, sino en gran medida al tamaño muestral. Con tamaños muestrales grandes,
diferencias pequeñas entre frecuencias observadas y teóricas pueden dar resultados
del estadístico χ2 elevadas. Para reducir esta diferencia se utilizan diversos métodos
entre los que destacamos:

- Coeficiente de contingencia:

El estadístico es el siguiente C = Raíz cuadrada χ2/(χ2+n). Este valor de C toma


valores comprendidos entre 0 y 1. Un coeficiente 0 indica independencia entre las va-
riables, mientras que un coeficiente 1 indicaría máxima asociación ente las variables.

En nuestro caso el valor de C= Rc 222,20/500+22,20= 0,5546

- Phi y V de Cramer. El coeficiente Phi se obtiene de la siguiente manera:

O = Raíz cuadrada de χ2/n. En las tablas de contingencia O puede adoptar valores


entre 0 y 1. En nuestro caso O = RC 222,20/500 = 0,6666

La V de Cramer adopta la expresión V = RC de χ2/(n(k-1)). Aplicando a nuestro


caso V= RC 222,20/500 (2-1) = 0,6666

Los estadísticos que miden la fuerza de asociación son entre otros los siguientes:
Reducción absoluta del riesgo (RAR), la reducción relativa del riesgo (RRR), el riesgo
relativo (RR), el Odds ratio (OR).

5.5. TEST EXACTO DE FISHER

Como hemos indicado anteriormente este test debe utilizarse alternativamente al de


χ2 de Pearson cuando el tamaño muestral es pequeño y alguna de las celdas cumple

690
que su valor esperado es menor que 5 o alternativamente que el valor esperado de al
menos un 20% de ellas también es inferior a 5.

El procedimiento es análogo al de la χ2, aunque los cálculos aun siendo elementales


son un poco engorrosos por lo tedioso del procedimiento.

El test exacto de Fisher cuantifica la probabilidad asociada a cada una de las tablas
de contingencia que se pueden formar manteniendo los mismos totales parciales en
filas y columnas que los de la tabla original. Es decir hay que realizar tantas tablas como
posibilidades haya, manteniendo fijos los totales de filas y columnas de la tabla original.
En cada una de estas tablas mantenemos la hipótesis original de independencia de las
dos variables que estamos contrastando.

VALORES OBSERVADOS Color pelo


Rubio Moreno Total
Color ojos Claro a b A+b
Oscuro c d C+d
Total A+c B+d A+b+c+d

La probabilidad exacta de observar un conjunto concreto de frecuencias a, b, c y d


en una tabla de 2 x 2 cuando se asume la hipótesis de independencia y los totales de
filas y columnas se consideran fijos viene dada por una distribución hipergeométrica:

P= (a+b)!(c+d)!(a+c)!(b+d)!/ n!a!b!c!d!

El valor de la formula lo obtenemos calculando todas las posibles combinaciones en


la que podemos disponer n datos en una tabla de 2x2 de modo que los totales de filas
y columnas sean siempre los mismos, es decir (a+b), (c+d), (a+c) y (b+d).

La probabilidad calculada según la formula anterior debe hacerse para cada una de
las tablas que hayamos formado. Posteriormente todas estas probabilidades se utilizan
para calcular el valor P asociado al test exacto de Fisher. Este valor de P indicará la
probabilidad de obtener una diferencia mayor o igual a la observada bajo la hipótesis
nula de independencia entre las variables. Si esta probabilidad es baja (p<0,05) re-
chazaremos la hipótesis nula y deberemos asumir que las dos variables están estadís-
ticamente relacionadas.

Existen dos procedimientos para el cálculo del valor del P asociado al test exacto de
Fisher. El primero se calcula sumando exclusivamente las probabilidades de aquellas
tablas cuya probabilidad individual sea menor o igual a la correspondiente tabla original.
El segundo procedimiento consiste en sumar las probabilidades asociadas a resultados
al menos superiores a la hipótesis alternativa. Este cálculo proporciona el valor de P
correspondiente al test en el caso de un planteamiento de unilateral o de una cola. Du-
plicando el valor obtendremos el valor de P para una prueba bilateral o de dos colas.

Vamos a ver en un ejemplo lo dicho anteriormente para una mejor comprensión.


Supongamos el mismo supuesto anterior pero con los siguientes datos.

691
VALORES OBSERVADOS Color pelo
Rubio Moreno Total
Color ojos Claro 1 4 5
Oscuro 7 2 9
Total 8 6 14

Observamos como los valores con los que trabajamos son pequeños y haciendo el
cálculo de los valores esperados comprobamos como varios de ellos son inferiores a
5 con lo cual no podemos efectuar el análisis de χ2, sino que se debe aplicar el test
exacto de Fisher.

A continuación calculamos el valor de P. Si las variables color de pelo y color de los


ojos fuesen independientes la probabilidad asociada a los datos que han sido observa-
dos vendría dada por:
P= 5!9!8!6!/14!/1!4!7!2! = 0,059940

A continuación construimos todas las series de posibles combinaciones de tablas


de contingencia que se puedan formar manteniendo las sumas de parciales totales de
filas y columnas es decir, 5, 9, 8, y 6. Al principio hemos comentado que los grados de
libertad eran el número de celdas de una tabla de contingencia que hay que fijar para
que dados unos totales de filas y columnas el resto estén predeterminadas. Éste es el
caso puesto que si nosotros fijamos un valor es una sola celda y dado que los totales
parciales ya están fijados el resto de las celdas están ya determinadas.

Veamos siguiendo el ejemplo el funcionamiento, para ello la celda que vamos a fijar
va a ser siempre la “a”. Esta celda va a variar entre 0 y 5 que es máximo de la 1ª fila.

1ª Combinación:
0 5 5
8 1 9
8 6 14

2ª Combinación:
1 4 5
7 2 9
8 6 14

3ª Combinación:
2 3 5
6 3 9
8 6 14

4ª Combinación:
3 2 5
5 4 9
8 6 14

692
5ª Combinación:
4 1 5
4 5 9
8 6 14

6ª Combinación:
5 0 5
3 6 9
8 6 14

Para cada una de estas tablas hemos calculado según la expresión anteriormente
indicada los valores parciales de cada P.

Estos valores son los indicados en la tabla

a b c d P
1 combinación 0 5 8 1 0,0030
2 1 4 7 2 0,0599
3 2 3 6 3 0,2797
4 3 2 5 4 0,4196
5 4 1 4 5 0,2098
6 5 0 3 6 0,0280

El valor de P asociado al test exacto de Fisher se calcula sumando las probabilidades


de las tablas que resulten menores o iguales a la tabla original. El valor de P de la tabla
original hallado anteriormente ha sido 0,059940. Las tablas cuyo P es menor o igual
que el valor 0,059940 son la 1 con un P de 0,0030 la 2ª con un P de 0,0599 y la 6ª con
un valor de P de 0,0280.

La suma de estas tablas da un P= 0,0030+0,0599+0,0280= 0,0909

5.6. RELACIÓN ENTRE TRES O MÁS VARIABLES. TEST DE COCHRAN Y DE MANTEL-


HAENSZEL

Hemos visto diferentes estadísticos que miden la relación entre dos variables. Pero
sucede a menudo que alguna de estas variables puede estar influida por otra variable.
Es en estos casos cuando debemos proceder a efectuar tipos de tests que estén de
acuerdo con esta problemática.

El problema se ajustaría al siguiente supuesto. En un yacimiento queremos comparar


dos variables que son, el sexo de los animales cazados, y la variable domesticación,
animales domésticos o salvajes. Pero existe una tercera variable que es el estrato en
el que se encuentran estos restos. La tabla de contingencia seria:

693
SEXO
MACHO HEMBRA
NIVEL I DOMESTICO a b
SALVAJE c d
NIVEL II DOMESTICO e f
SALVAJE g h

En estos casos utilizar el estadístico χ2 podría provocar problemas y dar resultados


equivocados. Utilizar separadamente cada estrato y compararlos puede ser una solu-
ción pero se pierde exactitud.

Los estadísticos de Cochran y los de Mantel-Haenszel sirven para contrastar la


hipótesis de independencia condicional, es decir la hipótesis de independencia entre
las variables sexo y estado, una vez que se ha controlado el efecto de la tercera varia-
ble, el estrato.

El estadístico de Cochran adopta la siguiente forma:


χ2co = (En-Em)^2/Ev^2

El estadístico de Mantel Haenszel es idéntico al de Cochran excepto que utiliza la


corrección por continuidad restando medio punto a la diferencia del numerador y por
cambiar el denominador de la varianza.

Ambos estadísticos se distribuyen según el modelo de la χ2 con 1 grado de libertad.


Si el nivel crítico asociado a ellos es menor que 0,05 deberemos rechazar la hipótesis
de independencia condicional y concluir que una vez controlado los efectos de la tercera
variable, las otras dos variables están relacionadas.

Una vez rechazada la hipótesis de independencia y viendo que las variables están
relacionadas interesa saber el grado de relación entre las variables. Para ello podemos
estimar el riesgo (odds-ratio) común para todas las variables. Esta estimación común
solo tiene sentido si la relación detectada es homogénea en todos los estratos. Esta re-
lación de homogeneidad de todos los estratos puede contrastarse utilizando diferentes
estadísticos.

5.7. APLICACIONES PRÁCTICAS

La utilización de paquetes estadísticos es la forma más sencilla y exacta de aplicar


lo visto hasta el momento (por ejemplo Minitab, SPSS, etc.). Realizar programas
particulares para el desarrollo de estos estudios es francamente antieconómico y con
muchas posibilidades de cometer errores difíciles de detectar.

La existencia en la red de múltiples programas libres hace viable lo que hasta hace
pocos años llevaba un esfuerzo importante en tiempo y en conocimientos, perdiendo
(gastando seria la palabra más exacta) el escaso tiempo de que disponemos en cálculos
matemáticos que no aportan nada a la investigación que estamos realizando.

694
Por ellos nos vamos a servir de programas libres de la red para el estudio de nuestros
casos. Estos se encuentran en:
www. Schnoodles.com/cgi-bin/weeb_chi.cgi

5.8. LA ALIMENTACIÓN EN LA EDAD DEL HIERRO

Vamos a desarrollar lo visto anteriormente en varias aplicaciones. En la primera


vamos a estudiar la alimentación en la Edad del Hierro a través de los restos de fauna
localizadas en yacimientos alaveses, concretamente los de Castillo de Henayo (Alegria.
Álava) (Llanos y Otros 1975), Castro Berbeia (Barrio. Álava) (Llanos y Otros, 1975 b) y
La Hoya (Laguardia. Álava) (Llanos 1975a).

Los datos faunísticos fueron publicados por J. Altuna en diferentes estudios (Altuna,
1975), (Altuna, 1978) y (Altuna, 1980).

5.8.1. Castillo de Henayo. (Alegria. Álava)

HENAYO
BOS OVIS+CAPRA SUS VARIOS Total
NIVEL III 328 448 224 9 1009
NIVEL II 360 460 384 6 1210
Total 688 908 608 15 2219

Degrees of freedom: 3
Chi-square = 26.3616726152924
p is less than or equal to 0.001.
The distribution is significant.

HENAYO
BOS OVIS+CAPRA SUS VARIOS Total
NIVEL III 328 448 224 9 1009
NIVEL II 360 460 384 6 1210
Total 688 908 608 15 2219

>>Degrees of freedom (df) = (rows - 1) x (columns - 1)


>> df = (2-1) x (4-1) = 3

>>Calculating expected frequencies for each cell ...

>>Processing row 1, column 1 ...


>> Observed value (O) = 328
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total

695
>> E = (1009 x 688) / 2219 = 312.840018026138
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((328 - 312.840018026138) **2) /
312.840018026138
>> Chi-square = 0.734640839422986
>>Total chi-square now = 0.734640839422986

>>Processing row 1, column 2 ...


>> Observed value (O) = 448
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1009 x 908) / 2219 = 412.876070301938
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((448 - 412.876070301938) **2) /
412.876070301938
>> Chi-square = 2.98804054333353
>>Total chi-square now = 3.72268138275651

>>Processing row 1, column 3 ...


>> Observed value (O) = 224
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1009 x 608) / 2219 = 276.463271744029
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((224 - 276.463271744029) **2) /
276.463271744029
>> Chi-square = 9.95573431770783
>>Total chi-square now = 13.6784157004643

>>Processing row 1, column 4 ...


>> Observed value (O) = 9
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1009 x 15) / 2219 = 6.82063992789545
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((9 - 6.82063992789545) **2) /
6.82063992789545
>> Chi-square = 0.696358461096638
>>Total chi-square now = 14.374774161561

>>Processing row 2, column 1 ...


>> Observed value (O) = 360
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1210 x 688) / 2219 = 375.159981973862
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((360 - 375.159981973862) **2) /

696
375.159981973862
>> Chi-square = 0.612605460312225
>>Total chi-square now = 14.9873796218732

>>Processing row 2, column 2 ...


>> Observed value (O) = 460
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1210 x 908) / 2219 = 495.123929698062
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((460 - 495.123929698062) **2) /
495.123929698062
>> Chi-square = 2.49168008944093
>>Total chi-square now = 17.4790597113141

>>Processing row 2, column 3 ...


>> Observed value (O) = 384
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1210 x 608) / 2219 = 331.536728255971
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((384 - 331.536728255971) **2) /
331.536728255971
>> Chi-square = 8.30193051782413
>>Total chi-square now = 25.7809902291383

>>Processing row 2, column 4 ...


>> Observed value (O) = 6
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1210 x 15) / 2219 = 8.17936007210455
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((6 - 8.17936007210455) **2) /
8.17936007210455
>> Chi-square = 0.580682386154138
>>Total chi-square now = 26.3616726152924

>>Calculating probability (P) ...


>>Looking up critical values for chi at df = 3:
>> Sig levels: 0.20 0.10 0.05 0.025 0.01 0.001
>> Crit vals: 4.64 6.25 7.82 9.35 11.34 16.27
>>Sig. 0.20: chi is greater than or equal to 4.64
>>Sig. 0.10: chi is greater than or equal to 6.25
>>Sig. 0.05: chi is greater than or equal to 7.82
>>Sig. 0.025: chi is greater than or equal to 9.35
>>Sig. 0.01: chi is greater than or equal to 11.34
>>Sig. 0.001: chi is greater than or equal to 16.27

697
Degrees of freedom: 3
Chi-square = 26.3616726152924
p is less than or equal to 0.001.
The distribution is significant.

El estadístico da un resultado de X = 26,36 que con 3 grados de libertad y mirando


las tablas con un riesgo alfa = 0,05 y una probabilidad del 95% es de 7,81. Rechazamos
la hipótesis nula de independencia de variables al ser 26,36 superior a 7,81 y decidimos
que las diferencias observadas son los suficientemente elevadas entre ambos niveles
para que puedan ser debidas al azar y que en consecuencia las variables animales y
niveles están relacionadas, significativamente. En cada nivel la comida era diferente.

Los programas estadísticos americanos conjuntamente con el valor del estadístico


suelen proporcionar el valor de la probabilidad asociada a ese valor, de tal forma que si
la probabilidad que da Alfa es inferior al valor Alfa de la hipótesis nula, 0,05, rechaza-
mos ésta.

Si observamos en el detalle del cálculo vemos que los valores más altos de χ2 los
obtenemos en el nivel III con “sus”con un valor de 9,95 y en el nivel II con “sus” por 8,30
lo que suman un total de 18,25 sobre un total valor de χ2 de 26,36.

La diferencia de alimentación entre los niveles II y III de Henayo son diferentes y


estas diferencias vienen determinadas por la variable “sus”.

Calculamos tres estadísticos significativos :

1.- Coeficiente de Contingencia de Pearson


C= RC 26,36/ (2219+26,36) = 0,1083
2.- Coeficiente de contingencia de Cramer
V= Rc 26,36/ 2219 x (2-1) = 0,1089
3.- Coeficiente O
O = Rc 26,36/2219 = 0,1089

5.8.2. Castro de Berbeia (Barrio. Álava)

BERBEIA
BOS OVIS+CAPRA SUS VARIOS Total
NIVEL V - IV 107 57 24 2 190
NIVEL II - III 527 245 183 36 991
Total 634 302 207 38 1181

Degrees of freedom: 3
Chi-square = 8.42378003647522
p is less than or equal to 0.05.
The distribution is significant.

698
BERBEIA
BOS OVIS+CAPRA SUS VARIOS Total
NIVEL V - IV 107 57 24 2 190
NIVEL II - III 527 245 183 36 991
Total 634 302 207 38 1181

>>Degrees of freedom (df) = (rows - 1) x (columns - 1)


>> df = (2-1) x (4-1) = 3

>>Calculating expected frequencies for each cell ...

>>Processing row 1, column 1 ...


>> Observed value (O) = 107
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (190 x 634) / 1181 = 101.998306519898
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((107 - 101.998306519898) **2) /
101.998306519898
>> Chi-square = 0.245268166918149
>>Total chi-square now = 0.245268166918149

>>Processing row 1, column 2 ...


>> Observed value (O) = 57
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (190 x 302) / 1181 = 48.5859441151567
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((57 - 48.5859441151567) **2) /
48.5859441151567
>> Chi-square = 1.45713616813678
>>Total chi-square now = 1.70240433505493

>>Processing row 1, column 3 ...


>> Observed value (O) = 24
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (190 x 207) / 1181 = 33.3022861981372
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((24 - 33.3022861981372) **2) /
33.3022861981372
>> Chi-square = 2.59839603795411
>>Total chi-square now = 4.30080037300903

>>Processing row 1, column 4 ...


>> Observed value (O) = 2

699
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (190 x 38) / 1181 = 6.11346316680779
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((2 - 6.11346316680779) **2) /
6.11346316680779
>> Chi-square = 2.76775679561665
>>Total chi-square now = 7.06855716862569

>>Processing row 2, column 1 ...


>> Observed value (O) = 527
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (991 x 634) / 1181 = 532.001693480102
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((527 - 532.001693480102) **2) /
532.001693480102
>> Chi-square = 0.0470241692375865
>>Total chi-square now = 7.11558133786327

>>Processing row 2, column 2 ...


>> Observed value (O) = 245
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (991 x 302) / 1181 = 253.414055884843
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((245 - 253.414055884843) **2) /
253.414055884843
>> Chi-square = 0.279370203780008
>>Total chi-square now = 7.39495154164328

>>Processing row 2, column 3 ...


>> Observed value (O) = 183
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (991 x 207) / 1181 = 173.697713801863
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((183 - 173.697713801863) **2) /
173.697713801863
>> Chi-square = 0.498178856923593
>>Total chi-square now = 7.89313039856688

>>Processing row 2, column 4 ...


>> Observed value (O) = 36
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (991 x 38) / 1181 = 31.8865368331922
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((36 - 31.8865368331922) **2) /

700
31.8865368331922
>> Chi-square = 0.530649637908339
>>Total chi-square now = 8.42378003647522

>>Calculating probability (P) ...


>>Looking up critical values for chi at df = 3:
>> Sig levels: 0.20 0.10 0.05 0.025 0.01 0.001
>> Crit vals: 4.64 6.25 7.82 9.35 11.34 16.27
>>Sig. 0.20: chi is greater than or equal to 4.64
>>Sig. 0.10: chi is greater than or equal to 6.25
>>Sig. 0.05: chi is greater than or equal to 7.82

Degrees of freedom: 3
Chi-square = 8.42378003647522
p is less than or equal to 0.05.
The distribution is significant.

El estadístico proporciona un resultado de 8,43. Si miramos la tabla de χ2, para 3


grados de libertad y un nivel Alfa de 0,05, la cifra es de 7,82. Las diferencias encon-
tradas son lo suficientemente significativas para que sean debidas al azar. Por consi-
guiente rechazamos la hipótesis nula de independencia de las variables y aceptamos
la alternativa al considerar estas dos variables como relacionadas. El programa esta-
dístico nos da el valor p que es de 0,05.

Observando los resultados internos vemos que los valores superiores parciales de
X los obtenemos para los valores “sus” y “varios” del nivel V y IV.

Los valores de los estadísticos de contingencia son los siguientes:

a.- Coeficiente de contingencia de Pearson: 0,0841

b.- Coeficiente de contingencia de Cramer: 0,0844

c.- Coeficiente de contingencia O : 0,0844

5.8.3. La Hoya (Laguardia. Álava)

LA HOYA
BOS OVIS+CAPRA SUS VARIOS Total
INDOEUROPEO 702 621 376 273 1972
CELTIBÉRICOS 2129 1362 1032 401 4924
Total 2831 1983 1408 674 6896

Degrees of freedom: 3
Chi-square = 76.4743473027586
p is less than or equal to 0.001.
The distribution is significant.

701
LA HOYA
BOS OVIS+CAPRA SUS VARIOS Total
INDOEUROPEO 702 621 376 273 1972
CELTIBÉRICOS 2129 1362 1032 401 4924
Total 2831 1983 1408 674 6896

>>Degrees of freedom (df) = (rows - 1) x (columns - 1)


>> df = (2-1) x (4-1) = 3

>>Calculating expected frequencies for each cell ...

>>Processing row 1, column 1 ...


>> Observed value (O) = 702
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1972 x 2831) / 6896 = 809.56090487239
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((702 - 809.56090487239) **2) /
809.56090487239
>> Chi-square = 14.2908929857364
>>Total chi-square now = 14.2908929857364

>>Processing row 1, column 2 ...


>> Observed value (O) = 621
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1972 x 1983) / 6896 = 567.064385150812
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((621 - 567.064385150812) **2) /
567.064385150812
>> Chi-square = 5.13001808143227
>>Total chi-square now = 19.4209110671687

>>Processing row 1, column 3 ...


>> Observed value (O) = 376
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1972 x 1408) / 6896 = 402.635730858469
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((376 - 402.635730858469) **2) /
402.635730858469
>> Chi-square = 1.76204470689206
>>Total chi-square now = 21.1829557740608

>>Processing row 1, column 4 ...


>> Observed value (O) = 273

702
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1972 x 674) / 6896 = 192.738979118329
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((273 - 192.738979118329) **2) /
192.738979118329
>> Chi-square = 33.4225671549971
>>Total chi-square now = 54.6055229290579

>>Processing row 2, column 1 ...


>> Observed value (O) = 2129
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (4924 x 2831) / 6896 = 2021.43909512761
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((2129 - 2021.43909512761) **2) /
2021.43909512761
>> Chi-square = 5.72332269859306
>>Total chi-square now = 60.3288456276509

>>Processing row 2, column 2 ...


>> Observed value (O) = 1362
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (4924 x 1983) / 6896 = 1415.93561484919
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((1362 - 1415.93561484919) **2) /
1415.93561484919
>> Chi-square = 2.0545076475598
>>Total chi-square now = 62.3833532752107

>>Processing row 2, column 3 ...


>> Observed value (O) = 1032
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (4924 x 1408) / 6896 = 1005.36426914153
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((1032 - 1005.36426914153) **2) /
1005.36426914153
>> Chi-square = 0.70567671851973
>>Total chi-square now = 63.0890299937305

>>Processing row 2, column 4 ...


>> Observed value (O) = 401
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (4924 x 674) / 6896 = 481.261020881671
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((401 - 481.261020881671) **2) /

703
481.261020881671
>> Chi-square = 13.3853173090281
>>Total chi-square now = 76.4743473027586

>>Calculating probability (P) ...


>>Looking up critical values for chi at df = 3:
>> Sig levels: 0.20 0.10 0.05 0.025 0.01 0.001
>> Crit vals: 4.64 6.25 7.82 9.35 11.34 16.27
>>Sig. 0.20: chi is greater than or equal to 4.64
>>Sig. 0.10: chi is greater than or equal to 6.25
>>Sig. 0.05: chi is greater than or equal to 7.82
>>Sig. 0.025: chi is greater than or equal to 9.35
>>Sig. 0.01: chi is greater than or equal to 11.34
>>Sig. 0.001: chi is greater than or equal to 16.27

Degrees of freedom: 3
Chi-square = 76.4743473027586
p is less than or equal to 0.001.
The distribution is significant.

El Valor de χ2 que proporciona el análisis da un resultado de 76,47 que para un


valor Alfa de 0,05 es significativo al ser superior al valor en tablas para tres grados
de libertad que es 7,42. El valor de p asociado es superior a 0,001. La diferencia es
altamente significativa.

Si observamos los datos interiores de la tabla de contingencia vemos que los


mayores valores de χ2 se obtienen en las celdas indoeuropeo y bos, indoeuropeo y
varios y celtibérico y varios. Es decir en este caso la alimentación se diferencia sobre
todo en lo que respecta a bos en el nivel indoeuropeo y a los varios en ambos niveles.

Los coeficientes de contingencia son:

a.- Coeficiente de contingencia de Pearson: 0,1047

b.- Coeficiente de contingencia de Cramer: 0,1053

c.- Coeficiente de contingencia O: 0,1053

5.8.4. Comparación Henayo/Berbeia.

HENAYO / BERBEIA
BOS OVIS+CAPRA SUS VARIOS Total
HENAYO 688 908 608 15 2219
BERBEIA 634 302 207 38 1181
Total 1322 1210 815 53 3400

704
Degrees of freedom: 3
Chi-square = 216.249698400714
p is less than or equal to 0.001.
The distribution is significant.

HENAYO / BERBEIA
BOS OVIS+CAPRA SUS VARIOS Total
HENAYO 688 908 608 15 2219
BERBEIA 634 302 207 38 1181
Total 1322 1210 815 53 3400

>>Degrees of freedom (df) = (rows - 1) x (columns - 1)


>> df = (2-1) x (4-1) = 3

>>Calculating expected frequencies for each cell ...

>>Processing row 1, column 1 ...


>> Observed value (O) = 688
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (2219 x 1322) / 3400 = 862.799411764706
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((688 - 862.799411764706) **2) /
862.799411764706
>> Chi-square = 35.4136012805023
>>Total chi-square now = 35.4136012805023

>>Processing row 1, column 2 ...


>> Observed value (O) = 908
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (2219 x 1210) / 3400 = 789.702941176471
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((908 - 789.702941176471) **2) /
789.702941176471
>> Chi-square = 17.7208332356589
>>Total chi-square now = 53.1344345161611

>>Processing row 1, column 3 ...


>> Observed value (O) = 608
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (2219 x 815) / 3400 = 531.907352941176
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((608 - 531.907352941176) **2) /
531.907352941176
>> Chi-square = 10.8855252787961
>>Total chi-square now = 64.0199597949572

705
>>Processing row 1, column 4 ...
>> Observed value (O) = 15
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (2219 x 53) / 3400 = 34.5902941176471
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((15 - 34.5902941176471) **2) /
34.5902941176471
>> Chi-square = 11.0950089730553
>>Total chi-square now = 75.1149687680126

>>Processing row 2, column 1 ...


>> Observed value (O) = 634
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1181 x 1322) / 3400 = 459.200588235294
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((634 - 459.200588235294) **2) /
459.200588235294
>> Chi-square = 66.5391881807236
>>Total chi-square now = 141.654156948736

>>Processing row 2, column 2 ...


>> Observed value (O) = 302
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1181 x 1210) / 3400 = 420.297058823529
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((302 - 420.297058823529) **2) /
420.297058823529
>> Chi-square = 33.2959601608189
>>Total chi-square now = 174.950117109555

>>Processing row 2, column 3 ...


>> Observed value (O) = 207
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1181 x 815) / 3400 = 283.092647058824
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((207 - 283.092647058824) **2) /
283.092647058824
>> Chi-square = 20.4529894950453
>>Total chi-square now = 195.4031066046

>>Processing row 2, column 4 ...


>> Observed value (O) = 38
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1181 x 53) / 3400 = 18.4097058823529
>> Chi-square = (O - E)squared / E

706
>> Chi-square = ((38 - 18.4097058823529) **2) /
18.4097058823529
>> Chi-square = 20.8465917961133
>>Total chi-square now = 216.249698400714

>>Calculating probability (P) ...


>>Looking up critical values for chi at df = 3:
>> Sig levels: 0.20 0.10 0.05 0.025 0.01 0.001
>> Crit vals: 4.64 6.25 7.82 9.35 11.34 16.27
>>Sig. 0.20: chi is greater than or equal to 4.64
>>Sig. 0.10: chi is greater than or equal to 6.25
>>Sig. 0.05: chi is greater than or equal to 7.82
>>Sig. 0.025: chi is greater than or equal to 9.35
>>Sig. 0.01: chi is greater than or equal to 11.34
>>Sig. 0.001: chi is greater than or equal to 16.27

Degrees of freedom: 3
Chi-square = 216.249698400714
p is less than or equal to 0.001.
The distribution is significant.

El valor de χ2 proporcionado es de 216,24. Comparamos este valor con el propor-


cionado en la tabla para tres grados de libertad vemos que es de 7,82. La diferencia es
significativa y el valor p asociado es superior a 0,001. Por lo cual concluimos que re-
chazamos la hipótesis de independencia de las dos variables y concluimos que ambas
están relacionadas con valor p asociado superior a 0,001.

Los valores internos de χ2 en todas las celdas superan individualmente cada uno de
ellos al valor global del estadístico y ampliamente en casi todos los casos. Por lo cual
podemos concluir que la alimentación en estos dos castros es totalmente diferente.

Los valores de contingencia son los siguientes:

a.- Coeficiente de contingencia de Pearson: 0,2445

b.- Coeficiente de contingencia de Cramer: 0,2521

c.- Coeficiente de contingencia O: 0,2521

5.8.5. Comparación Henayo/La Hoya

HENAYO / LA HOYA
BOS OVIS+CAPRA SUS VARIOS Total
HENAYO 688 908 608 15 2219
LA HOYA. INDO 702 621 376 273 1972
Total 1390 1529 984 288 4191

707
Degrees of freedom: 3
Chi-square = 326.412978259202
p is less than or equal to 0.001.
The distribution is significant.

HENAYO / LA HOYA
BOS OVIS+CAPRA SUS VARIOS Total
HENAYO 688 908 608 15 2219
LA HOYA. INDO 702 621 376 273 1972
Total 1390 1529 984 288 4191

>>Degrees of freedom (df) = (rows - 1) x (columns - 1)


>> df = (2-1) x (4-1) = 3

>>Calculating expected frequencies for each cell ...

>>Processing row 1, column 1 ...


>> Observed value (O) = 688
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (2219 x 1390) / 4191 = 735.960391314722
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((688 - 735.960391314722) **2) /
735.960391314722
>> Chi-square = 3.12543876301846
>>Total chi-square now = 3.12543876301846

>>Processing row 1, column 2 ...


>> Observed value (O) = 908
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (2219 x 1529) / 4191 = 809.556430446194
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((908 - 809.556430446194) **2) /
809.556430446194
>> Chi-square = 11.9709213861147
>>Total chi-square now = 15.0963601491331

>>Processing row 1, column 3 ...


>> Observed value (O) = 608
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (2219 x 984) / 4191 = 520.996420901933
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((608 - 520.996420901933) **2) /
520.996420901933

708
>> Chi-square = 14.5291262515189
>>Total chi-square now = 29.625486400652

>>Processing row 1, column 4 ...


>> Observed value (O) = 15
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (2219 x 288) / 4191 = 152.486757337151
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((15 - 152.486757337151) **2) /
152.486757337151
>> Chi-square = 123.962295304704
>>Total chi-square now = 153.587781705356

>>Processing row 2, column 1 ...


>> Observed value (O) = 702
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1972 x 1390) / 4191 = 654.039608685278
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((702 - 654.039608685278) **2) /
654.039608685278
>> Chi-square = 3.51691106244319
>>Total chi-square now = 157.104692767799

>>Processing row 2, column 2 ...


>> Observed value (O) = 621
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1972 x 1529) / 4191 = 719.443569553806
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((621 - 719.443569553806) **2) /
719.443569553806
>> Chi-square = 13.4703217828542
>>Total chi-square now = 170.575014550653

>>Processing row 2, column 3 ...


>> Observed value (O) = 376
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1972 x 984) / 4191 = 463.003579098067
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((376 - 463.003579098067) **2) /
463.003579098067
>> Chi-square = 16.3489508884992
>>Total chi-square now = 186.923965439153

709
>>Processing row 2, column 4 ...
>> Observed value (O) = 273
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1972 x 288) / 4191 = 135.513242662849
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((273 - 135.513242662849) **2) /
135.513242662849
>> Chi-square = 139.48901282005
>>Total chi-square now = 326.412978259202

>>Calculating probability (P) ...


>>Looking up critical values for chi at df = 3:
>> Sig levels: 0.20 0.10 0.05 0.025 0.01 0.001
>> Crit vals: 4.64 6.25 7.82 9.35 11.34 16.27
>>Sig. 0.20: chi is greater than or equal to 4.64
>>Sig. 0.10: chi is greater than or equal to 6.25
>>Sig. 0.05: chi is greater than or equal to 7.82
>>Sig. 0.025: chi is greater than or equal to 9.35
>>Sig. 0.01: chi is greater than or equal to 11.34
>>Sig. 0.001: chi is greater than or equal to 16.27

Degrees of freedom: 3
Chi-square = 326.412978259202
p is less than or equal to 0.001.
The distribution is significant.

El valor de χ2 para esta tabla es de 326,41. El estadístico χ2 en la tabla para un


nivel de 0,05 para 3 grados de libertad es 7,82. Por lo que rechazamos la hipótesis de
independencia de las variables y concluimos que ambas están relacionadas. El p-valor
para este caso es superior a 0,001.

Si observamos los valores de cada una de las celdas vemos que en la mayoría de
ellas el valor de χ2 individual supera al del estadístico, siendo las columnas de varios
las que proporcionan los mayores valores, concretamente 124 y 139. La diferencia
entre ambos yacimientos en cuanto a la alimentación se obtiene en el valor “varios”.

5.8.6. Comparación Berbeia/La Hoya

BERBEIA / LA HOYA
BOS OVIS+CAPRA SUS VARIOS Total
BERBEIA 634 302 207 38 1181
LA HOYA. INDO 702 621 376 273 1972
Total 1336 923 583 311 3153

710
Degrees of freedom: 3
Chi-square = 151.35960299436
p is less than or equal to 0.001.
The distribution is significant.

BERBEIA / LA HOYA
BOS OVIS+CAPRA SUS VARIOS Total
BERBEIA 634 302 207 38 1181
LA HOYA. INDO 702 621 376 273 1972
Total 1336 923 583 311 3153

>>Degrees of freedom (df) = (rows - 1) x (columns - 1)


>> df = (2-1) x (4-1) = 3

>>Calculating expected frequencies for each cell ...

>>Processing row 1, column 1 ...


>> Observed value (O) = 634
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1181 x 1336) / 3153 = 500.417380272756
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((634 - 500.417380272756) **2) /
500.417380272756
>> Chi-square = 35.6588659719758
>>Total chi-square now = 35.6588659719758

>>Processing row 1, column 2 ...


>> Observed value (O) = 302
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1181 x 923) / 3153 = 345.722486520774
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((302 - 345.722486520774) **2) /
345.722486520774
>> Chi-square = 5.52945180626654
>>Total chi-square now = 41.1883177782423

>>Processing row 1, column 3 ...


>> Observed value (O) = 207
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1181 x 583) / 3153 = 218.370758008246
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((207 - 218.370758008246) **2) /
218.370758008246
>> Chi-square = 0.592085400359379
>>Total chi-square now = 41.7804031786017

711
>>Processing row 1, column 4 ...
>> Observed value (O) = 38
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1181 x 311) / 3153 = 116.489375198224
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((38 - 116.489375198224) **2) /
116.489375198224
>> Chi-square = 52.8853554972239
>>Total chi-square now = 94.6657586758256

>>Processing row 2, column 1 ...


>> Observed value (O) = 702
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1972 x 1336) / 3153 = 835.582619727244
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((702 - 835.582619727244) **2) /
835.582619727244
>> Chi-square = 21.3555378868679
>>Total chi-square now = 116.021296562693

>>Processing row 2, column 2 ...


>> Observed value (O) = 621
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1972 x 923) / 3153 = 577.277513479226
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((621 - 577.277513479226) **2) /
577.277513479226
>> Chi-square = 3.31150232413832
>>Total chi-square now = 119.332798886832

>>Processing row 2, column 3 ...


>> Observed value (O) = 376
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1972 x 583) / 3153 = 364.629241991754
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((376 - 364.629241991754) **2) /
364.629241991754
>> Chi-square = 0.354590698693928
>>Total chi-square now = 119.687389585526

>>Processing row 2, column 4 ...


>> Observed value (O) = 273
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1972 x 311) / 3153 = 194.510624801776
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((273 - 194.510624801776) **2) /
194.510624801776

712
>> Chi-square = 31.6722134088344
>>Total chi-square now = 151.35960299436

>>Calculating probability (P) ...


>>Looking up critical values for chi at df = 3:
>> Sig levels: 0.20 0.10 0.05 0.025 0.01 0.001
>> Crit vals: 4.64 6.25 7.82 9.35 11.34 16.27
>>Sig. 0.20: chi is greater than or equal to 4.64
>>Sig. 0.10: chi is greater than or equal to 6.25
>>Sig. 0.05: chi is greater than or equal to 7.82
>>Sig. 0.025: chi is greater than or equal to 9.35
>>Sig. 0.01: chi is greater than or equal to 11.34
>>Sig. 0.001: chi is greater than or equal to 16.27

Degrees of freedom: 3
Chi-square = 151.35960299436
p is less than or equal to 0.001.
The distribution is significant.

El valor proporcionado es de 151,35 con tres grados de libertad, superior al valor en


tablas que es de 7,82. La diferencia es significativa con un valor p asociado superior a
0,001.

Los valores internos de la tabla de contingencia nos muestran que las mayores di-
ferencias se obtienen en las celdas “berbeia- bos”, “berbeia- varios” y “la hoya-varios”.

5.8.7. Comparación Henayo, Berbeia, La Hoya.

HENAYO / BERBEIA / LA HOYA. NIVELES INDOEUROPEOS


BOS OVIS+CAPRA SUS VARIOS Total
HENAYO 688 908 608 15 2219
BERBEIA 634 302 207 308 1451
LA HOYA. INDO 702 621 376 273 1972
Total 2024 1831 1191 596 5642

Degrees of freedom: 6
Chi-square = 608.902857160652
p is less than or equal to 0.001.
The distribution is significant.

HENAYO / BERBEIA / LA HOYA. NIVELES INDOEUROPEOS


BOS OVIS+CAPRA SUS VARIOS Total
HENAYO 688 908 608 15 2219
BERBEIA 634 302 207 308 1451
LA HOYA. INDO 702 621 376 273 1972
Total 2024 1831 1191 596 5642

713
>>Degrees of freedom (df) = (rows - 1) x (columns - 1)
>> df = (3-1) x (4-1) = 6

>>Calculating expected frequencies for each cell ...

>>Processing row 1, column 1 ...


>> Observed value (O) = 688
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (2219 x 2024) / 5642 = 796.039702233251
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((688 - 796.039702233251) **2) /
796.039702233251
>> Chi-square = 14.6633104176872
>>Total chi-square now = 14.6633104176872

>>Processing row 1, column 2 ...


>> Observed value (O) = 908
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (2219 x 1831) / 5642 = 720.132754342432
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((908 - 720.132754342432) **2) /
720.132754342432
>> Chi-square = 49.0105494829059
>>Total chi-square now = 63.6738599005931

>>Processing row 1, column 3 ...


>> Observed value (O) = 608
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (2219 x 1191) / 5642 = 468.420595533499
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((608 - 468.420595533499) **2) /
468.420595533499
>> Chi-square = 41.5917027069103
>>Total chi-square now = 105.265562607503

>>Processing row 1, column 4 ...


>> Observed value (O) = 15
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (2219 x 596) / 5642 = 234.406947890819
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((15 - 234.406947890819) **2) /
234.406947890819
>> Chi-square = 205.366817050093
>>Total chi-square now = 310.632379657597

>>Processing row 2, column 1 ...


>> Observed value (O) = 634

714
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1451 x 2024) / 5642 = 520.528890464374
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((634 - 520.528890464374) **2) /
520.528890464374
>> Chi-square = 24.7357888008085
>>Total chi-square now = 335.368168458405

>>Processing row 2, column 2 ...


>> Observed value (O) = 302
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1451 x 1831) / 5642 = 470.893477490252
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((302 - 470.893477490252) **2) /
470.893477490252
>> Chi-square = 60.5763470982472
>>Total chi-square now = 395.944515556652

>>Processing row 2, column 3 ...


>> Observed value (O) = 207
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1451 x 1191) / 5642 = 306.299361928394
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((207 - 306.299361928394) **2) /
306.299361928394
>> Chi-square = 32.1919158345859
>>Total chi-square now = 428.136431391238

>>Processing row 2, column 4 ...


>> Observed value (O) = 308
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1451 x 596) / 5642 = 153.27827011698
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((308 - 153.27827011698) **2) /
153.27827011698
>> Chi-square = 156.178783070324
>>Total chi-square now = 584.315214461562

>>Processing row 3, column 1 ...


>> Observed value (O) = 702
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1972 x 2024) / 5642 = 707.431407302375
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((702 - 707.431407302375) **2) /
707.431407302375
>> Chi-square = 0.0417004178493932
>>Total chi-square now = 584.356914879411

715
>>Processing row 3, column 2 ...
>> Observed value (O) = 621
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1972 x 1831) / 5642 = 639.973768167317
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((621 - 639.973768167317) **2) /
639.973768167317
>> Chi-square = 0.562529116619906
>>Total chi-square now = 584.919443996031

>>Processing row 3, column 3 ...


>> Observed value (O) = 376
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1972 x 1191) / 5642 = 416.280042538107
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((376 - 416.280042538107) **2) /
416.280042538107
>> Chi-square = 3.89757293426622
>>Total chi-square now = 588.817016930297

>>Processing row 3, column 4 ...


>> Observed value (O) = 273
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (1972 x 596) / 5642 = 208.314781992201
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((273 - 208.314781992201) **2) /
208.314781992201
>> Chi-square = 20.0858402303543
>>Total chi-square now = 608.902857160652

>>Calculating probability (P) ...


>>Looking up critical values for chi at df = 6:
>> Sig levels: 0.20 0.10 0.05 0.025 0.01 0.001
>> Crit vals: 8.56 10.64 12.59 14.45 16.81 22.46
>>Sig. 0.20: chi is greater than or equal to 8.56
>>Sig. 0.10: chi is greater than or equal to 10.64
>>Sig. 0.05: chi is greater than or equal to 12.59
>>Sig. 0.025: chi is greater than or equal to 14.45
>>Sig. 0.01: chi is greater than or equal to 16.81
>>Sig. 0.001: chi is greater than or equal to 22.46

Degrees of freedom: 6
Chi-square = 608.902857160652
p is less than or equal to 0.001.
The distribution is significant.

716
El valor obtenido de χ2 en la tabla es de 608,90 con 4 grados de libertad que
comparando con el valor en tabla para estos tres grados de libertad que es de 12,59 nos
da una diferencia altamente significativa, con un valor p asociado superior a 0,001.

En cada una de las celdas el valor de χ2 asociado es superior al valor total de χ2,
destacando las celdas “henayo-varios” y “berbeia-varios”. Concluiremos que la alimen-
tación en estos tres yacimientos es totalmente diferente, con niveles de significación
superiores a 0,001 generalmente.

5.9. EL NÚCLEO DE POBLAMIENTO POSTPALEOLITICO DE LARRENKE

Larrenke es un yacimiento al aire libre que se estructura en dos zonas anexas.


Esta estructuración del yacimiento en dos zonas motivó a los autores (Ferreira y Otros,
1983) a comparar el tipo de piezas de sílex localizadas en ambas zonas.

Los resultados han sido los siguientes:

LARRENKE
R P MD1-MD2 MD3-MD4 FR D3 D Total
LARRENKE SUR 50 5 53 59 11 72 20 270
LARRENKE NORTE 27 11 73 76 8 72 16 283
Total 77 16 126 135 19 144 36 553

Degrees of freedom: 6
Chi-square = 15.0563172644612
p is less than or equal to 0.025.
The distribution is significant.

LARRENKE
R P MD1-MD2 MD3-MD4 FR D3 D Total
LARRENKE SUR 50 5 53 59 11 72 20 270
LARRENKE NORTE 27 11 73 76 8 72 16 283
Total 77 16 126 135 19 144 36 553

>>Degrees of freedom (df) = (rows - 1) x (columns - 1)


>> df = (2-1) x (7-1) = 6

>>Calculating expected frequencies for each cell ...

>>Processing row 1, column 1 ...


>> Observed value (O) = 50
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (270 x 77) / 553 = 37.5949367088608
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((50 - 37.5949367088608) **2) /

717
37.5949367088608
>> Chi-square = 4.09325320717726
>>Total chi-square now = 4.09325320717726

>>Processing row 1, column 2 ...


>> Observed value (O) = 5
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (270 x 16) / 553 = 7.8119349005425
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((5 - 7.8119349005425) **2) /
7.8119349005425
>> Chi-square = 1.01216638202398
>>Total chi-square now = 5.10541958920124

>>Processing row 1, column 3 ...


>> Observed value (O) = 53
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (270 x 126) / 553 = 61.5189873417722
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((53 - 61.5189873417722) **2) /
61.5189873417722
>> Chi-square = 1.17968693024952
>>Total chi-square now = 6.28510651945076

>>Processing row 1, column 4 ...


>> Observed value (O) = 59
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (270 x 135) / 553 = 65.9132007233273
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((59 - 65.9132007233273) **2) /
65.9132007233273
>> Chi-square = 0.725080010021407
>>Total chi-square now = 7.01018652947216

>>Processing row 1, column 5 ...


>> Observed value (O) = 11
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (270 x 19) / 553 = 9.27667269439421
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((11 - 9.27667269439421) **2) /
9.27667269439421
>> Chi-square = 0.320142479969262
>>Total chi-square now = 7.33032900944143

>>Processing row 1, column 6 ...


>> Observed value (O) = 72

718
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (270 x 144) / 553 = 70.3074141048825
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((72 - 70.3074141048825) **2) /
70.3074141048825
>> Chi-square = 0.0407474382157929
>>Total chi-square now = 7.37107644765722

>>Processing row 1, column 7 ...


>> Observed value (O) = 20
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (270 x 36) / 553 = 17.5768535262206
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((20 - 17.5768535262206) **2) /
17.5768535262206
>> Chi-square = 0.33405517231115
>>Total chi-square now = 7.70513161996837

>>Processing row 2, column 1 ...


>> Observed value (O) = 27
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (283 x 77) / 553 = 39.4050632911392
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((27 - 39.4050632911392) **2) /
39.4050632911392
>> Chi-square = 3.90522390790763
>>Total chi-square now = 11.610355527876

>>Processing row 2, column 2 ...


>> Observed value (O) = 11
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (283 x 16) / 553 = 8.18806509945751
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((11 - 8.18806509945751) **2) /
8.18806509945751
>> Chi-square = 0.965671106524642
>>Total chi-square now = 12.5760266344006

>>Processing row 2, column 3 ...


>> Observed value (O) = 73
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (283 x 126) / 553 = 64.4810126582279
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((73 - 64.4810126582279) **2) /
64.4810126582279
>> Chi-square = 1.12549636454901
>>Total chi-square now = 13.7015229989497

719
>>Processing row 2, column 4 ...
>> Observed value (O) = 76
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (283 x 135) / 553 = 69.0867992766727
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((76 - 69.0867992766727) **2) /
69.0867992766727
>> Chi-square = 0.691772447723604
>>Total chi-square now = 14.3932954466733

>>Processing row 2, column 5 ...


>> Observed value (O) = 8
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (283 x 19) / 553 = 9.72332730560579
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((8 - 9.72332730560579) **2) /
9.72332730560579
>> Chi-square = 0.305436288309897
>>Total chi-square now = 14.6987317349832

>>Processing row 2, column 6 ...


>> Observed value (O) = 72
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (283 x 144) / 553 = 73.6925858951175
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((72 - 73.6925858951175) **2) /
73.6925858951175
>> Chi-square = 0.0388756477677176
>>Total chi-square now = 14.7376073827509

>>Processing row 2, column 7 ...


>> Observed value (O) = 16
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (283 x 36) / 553 = 18.4231464737794
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((16 - 18.4231464737794) **2) /
18.4231464737794
>> Chi-square = 0.318709881710285
>>Total chi-square now = 15.0563172644612

>>Calculating probability (P) ...


>>Looking up critical values for chi at df = 6:
>> Sig levels: 0.20 0.10 0.05 0.025 0.01 0.001
>> Crit vals: 8.56 10.64 12.59 14.45 16.81 22.46
>>Sig. 0.20: chi is greater than or equal to 8.56
>>Sig. 0.10: chi is greater than or equal to 10.64
>>Sig. 0.05: chi is greater than or equal to 12.59
>>Sig. 0.025: chi is greater than or equal to 14.45

720
Degrees of freedom: 6
Chi-square = 15.0563172644612
p is less than or equal to 0.025.
The distribution is significant.

El valor de χ2 de la tabla es de 15,05. Si comparamos este valor con el de tablas


para un nivel de significación de 0,05 y 6 grados de libertad obtenemos un valor de 12,59
inferior al observado. Por lo tanto concluimos que existe una diferencia significativa
entre Larrenke N y Larrenke S con un valor p asociado de 0,025.

Si observamos la tabla sólo un valor esperado es inferior a 5 con lo que podemos


realizar el estudio. Los valores de χ2 más elevados los encontramos en las celdas
“larrenke s-r” y “larrenke n-r”. En definitiva R es el valor de la variable que más condiciona
los resultados obtenidos.

5.10. LOS ELEMENTOS DE ADORNO PERSONAL

En este estudio su autor (Alday, 1987) relaciona la tipología de las cuentas con el
tipo de material en la que están realizadas.

Los resultados son los siguientes:

MORFOLOGÍA CUENTAS BANALES


DISCO TONELETE CILÍNDRICO CLO Total
LIGNITO 23 22 2 4 51
P.DURA 45 39 7 14 105
HUESO 0 12 1 0 13
Total 68 73 10 18 169

Degrees of freedom: 6
Chi-square = 16.8428341851558
p is less than or equal to 0.01.
The distribution is significant.

MORFOLOGÍA CUENTAS BANALES


DISCO TONELETE CILÍNDRICO CLO Total
LIGNITO 23 22 2 4 51
P.DURA 45 39 7 14 105
HUESO 0 12 1 0 13
Total 68 73 10 18 169

>>Degrees of freedom (df) = (rows - 1) x (columns - 1)


>> df = (3-1) x (4-1) = 6

>>Calculating expected frequencies for each cell ...

721
>>Processing row 1, column 1 ...
>> Observed value (O) = 23
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (51 x 68) / 169 = 20.5207100591716
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((23 - 20.5207100591716) **2) /
20.5207100591716
>> Chi-square = 0.299545122608737
>>Total chi-square now = 0.299545122608737

>>Processing row 1, column 2 ...


>> Observed value (O) = 22
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (51 x 73) / 169 = 22.0295857988166
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((22 - 22.0295857988166) **2) /
22.0295857988166
>> Chi-square = 3.97338152250478e-05
>>Total chi-square now = 0.299584856423962

>>Processing row 1, column 3 ...


>> Observed value (O) = 2
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (51 x 10) / 169 = 3.01775147928994
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((2 - 3.01775147928994) **2) /
3.01775147928994
>> Chi-square = 0.343241675368372
>>Total chi-square now = 0.642826531792334

>>Processing row 1, column 4 ...


>> Observed value (O) = 4
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (51 x 18) / 169 = 5.43195266272189
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((4 - 5.43195266272189) **2) /
5.43195266272189
>> Chi-square = 0.377486431785074
>>Total chi-square now = 1.02031296357741

>>Processing row 2, column 1 ...


>> Observed value (O) = 45
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (105 x 68) / 169 = 42.2485207100592
>> Chi-square = (O - E)squared / E

722
>> Chi-square = ((45 - 42.2485207100592) **2) /
42.2485207100592
>> Chi-square = 0.179192978966734
>>Total chi-square now = 1.19950594254414

>>Processing row 2, column 2 ...


>> Observed value (O) = 39
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (105 x 73) / 169 = 45.3550295857988
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((39 - 45.3550295857988) **2) /
45.3550295857988
>> Chi-square = 0.890450329438738
>>Total chi-square now = 2.08995627198288

>>Processing row 2, column 3 ...


>> Observed value (O) = 7
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (105 x 10) / 169 = 6.21301775147929
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((7 - 6.21301775147929) **2) /
6.21301775147929
>> Chi-square = 0.0996844181459566
>>Total chi-square now = 2.18964069012884

>>Processing row 2, column 4 ...


>> Observed value (O) = 14
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (105 x 18) / 169 = 11.1834319526627
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((14 - 11.1834319526627) **2) /
11.1834319526627
>> Chi-square = 0.709357878588647
>>Total chi-square now = 2.89899856871748

>>Processing row 3, column 1 ...


>> Observed value (O) = 0
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (13 x 68) / 169 = 5.23076923076923
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((0 - 5.23076923076923) **2) /
5.23076923076923
>> Chi-square = 5.23076923076923
>>Total chi-square now = 8.12976779948671

>>Processing row 3, column 2 ...


>> Observed value (O) = 12

723
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (13 x 73) / 169 = 5.61538461538461
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((12 - 5.61538461538461) **2) /
5.61538461538461
>> Chi-square = 7.25922023182297
>>Total chi-square now = 15.3889880313097

>>Processing row 3, column 3 ...


>> Observed value (O) = 1
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (13 x 10) / 169 = 0.769230769230769
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((1 - 0.769230769230769) **2) /
0.769230769230769
>> Chi-square = 0.0692307692307692
>>Total chi-square now = 15.4582188005405

>>Processing row 3, column 4 ...


>> Observed value (O) = 0
>> Expected value (E) = (row total x column total) / grand total
>> E = (13 x 18) / 169 = 1.38461538461538
>> Chi-square = (O - E)squared / E
>> Chi-square = ((0 - 1.38461538461538) **2) /
1.38461538461538
>> Chi-square = 1.38461538461538
>>Total chi-square now = 16.8428341851558

>>Calculating probability (P) ...


>>Looking up critical values for chi at df = 6:
>> Sig levels: 0.20 0.10 0.05 0.025 0.01 0.001
>> Crit vals: 8.56 10.64 12.59 14.45 16.81 22.46
>>Sig. 0.20: chi is greater than or equal to 8.56
>>Sig. 0.10: chi is greater than or equal to 10.64
>>Sig. 0.05: chi is greater than or equal to 12.59
>>Sig. 0.025: chi is greater than or equal to 14.45
>>Sig. 0.01: chi is greater than or equal to 16.81

Degrees of freedom: 6
Chi-square = 16.8428341851558
p is less than or equal to 0.01.
The distribution is significant.

Si observamos el desarrollo de cada celda vemos que en tres de ellas los valores es-
perados son inferiores a 5. Como el 20 % de 12 celdas es 2,4, estaríamos en el supuesto
de no aplicación del análisis de χ2 tal como está explicado anteriormente. Sin embargo
la diferencia es sumamente pequeña y el porcentaje del 20 % no es en ningún caso un

724
porcentaje exacto. A pesar de estas razones vamos a realizar el análisis de χ2 normal.
El valor de χ2 de 16,84 se obtiene principalmente de la relación en las casillas “hueso-
disco” y en la casilla “hueso-tonel” que aportan conjuntamente 12,48 del total.

El estadístico nos dice que estas variables están correlacionadas a un alto nivel de
significación. El autor llega a igual conclusión al afirmar “las diferencias establecidas
entre los grupos no se deben en ningún caso al azar. Hay una ruptura profunda entre
materia y forma”.

BIBLIOGRAFÍA

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(1987) “Los elementos de adorno personal y artes menores en los monumentos megalíticos del Pais Vasco
meridional”. Estudios de Arqueología Alavesa. Tomo 15. Vitoria-Gasteiz.

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Tomo 8. Vitoria-Gasteiz
(1978) “Restos óseos de Castro de Berbeia (Barrio. Álava)”. Estudios de Arqueología Alavesa. Tomo 9.
Vitoria-Gasteiz.
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725
(1986a) “La Hoya (Laguardia, Álava). Memoria sucinta de excavaciones”. Arkeoikuska 1985. Gobierno Vasco.
Dpto. de Cultura. pp.22-25. Vitoria-Gasteiz.
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Dpto. de Cultura. pp.27-29. Vitoria-Gasteiz.
(1987) “La Hoya (Laguardia, Álava). Memoria sucinta de excavaciones”. Arkeoikuska 1986. Gobierno Vasco.
Dpto. de Cultura. pp.20-24. Vitoria-Gasteiz.
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(1990) “Poblado de La Hoya (Laguardia, Álava). Memoria sucinta de excavaciones”. Arkeoikuska 1988. Go-
bierno Vasco. Dpto. de Cultura. pp.16-19. Vitoria-Gasteiz. 148
(1991) “Poblado y necrópolis de La Hoya (Laguardia, Álava). Memoria sucinta de excavaciones”. Arkeoikuska
1989. Gobierno Vasco. Dpto. de Cultura. pp.28-31. Vitoria-Gasteiz.

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(1975) “El castro del Castillo de Henayo (Alegría-Álava). Memoria de excavaciones. Campañas de 1969-
1970”. Estudios de Arqueología Alavesa. Tomo 8. Vitoria-Gasteiz.
(1975) “Castro de Berbeia (Barrio. Álava). Memoria de excavaciones. Campaña de 1972”. Estudios de Ar-
queología Alavesa. Tomo 8. Vitoria-Gasteiz.

ANEXO

DISTRIBUCIÓN DE JI-CUADRADO
PROBABILIDAD DE UN VALOR SUPERIOR
Grados de libertad 0,05 0,01 0,005
1 3,84 6,63 7,88
2 5,99 9,21 10,60
3 7,81 11,34 12,84
4 9,49 13,28 14,86
5 11,07 15,09 16,75
6 12,59 16,81 18,55
7 14,07 18,48 20,28
8 15,51 20,09 21,95
9 16,92 21,67 23,59
10 18,31 23,21 25,19
11 19,68 24,73 26,76
12 21,03 26,22 28,30
13 22,36 27,69 29,82
14 23,68 29,14 31,32
15 25,00 30,58 32,80

726
16 26,30 32,00 34,27
17 27,59 33,41 35,72
18 28,87 34,81 37,16
19 30,14 36,19 38,58
20 31,41 37,57 40,00
21 32,67 38,93 41,40
22 33,92 40,29 42,80
23 35,17 41,64 44,18
24 36,42 42,98 45,56
25 37,65 44,31 46,93
26 38,89 45,64 48,29
27 40,11 46,96 49,65
28 41,34 48,28 50,99
29 42,56 49,59 52,34
30 43,77 50,89 53,67
40 55,76 63,69 66,77
50 67,50 76,15 79,49
60 79,08 88,38 91,95

4.5. TEST DE KOLMOGOROV-SMIRNOV. GRÁFICAS DE BAGOLINI. EL YACI-


MIENTO DE ITSETSASI. (ÁLAVA)

El test de Kolmogorov-Sminorv (K-S), es una prueba no paramétrica que permite


comparar dos distribuciones de frecuencias provenientes de dos variables indepen-
dientes y continuas y determinar si las diferencias porcentuales de ambas variables son
significativas. El test de K-S se utiliza para variables continuas, aunque estén represen-
tadas en intervalos. No precisa ningún requisito de tamaño muestral y cada serie puede
tener diferentes tamaños muestrales

Para muestras pequeñas la prueba K-S es superior a la X2. Incluso cuando se re-
chaza la hipótesis nula de igualdad de distribución, se tiene mayor confianza que en la
prueba X2.

Las ventajas son las generales de todas las pruebas no paramétricas, es decir, que
no se precisa conocer las características de la población de la que procede, que esta po-
blación no tiene porqué estar distribuida siguiendo la distribución normal, binomial u
otra cualquiera. Son más sencillas de realizar y entender.

Las desventajas por el contrario es que se realizan los cálculos con menor informa-
ción, ya que agrupamos en intervalos los valores. Además toda prueba no paramétrica es
inferior a su homologa paramétrica, es decir no son tan eficientes y claras como las pa-
ramétricas.

727
4.5.1. BASE TEÓRICA

La prueba de Kolmogorov-Smirnov como prueba no paramétrica que es, no nece-


sita ningún requisito especial a cerca de la población de la que procede. Se aplica a varia-
bles continuas que puedan dicotomizarse en dos clases mutuamente excluyentes.

La prueba compara los porcentajes acumulativos de dos distribuciones de frecuen-


cias correspondientes a una variable continua, en variable medida en una escala ordi-
nal, hallando para cada intervalo su diferencia y seleccionando la mayor de ellas. Este
valor se compara con un estadístico de contraste que se calcula según una fórmula. Si
la diferencia máxima es menor que el estadístico calculado podemos concluir que no
hay una diferencia significativa, dado un determinado nivel de significación. Por el con-
trario si la diferencia máxima es mayor que el estadístico calculado podemos concluir
que la diferencia máxima es significativa a ese nivel de significación. El estadístico es
el siguiente:

KS=C.
√ NN +NN
1

1 2
2

Siendo C un coeficiente que depende del nivel de significación determinado. Para un


nivel de significación de 0,05 C = 1,36, para un nivel de significación de 0,01 C = 1,63 y
para un nivel de significación de 0,001 C = 1,95. N1 es el número de individuos que com-
ponen la primera distribución, N2 es el número de individuos que componen la segunda
distribución.

Es decir, calculamos la mayor diferencia a lo largo de las dos distribuciones de fre-


cuencias. Este valor real lo vamos a comparar con uno teórico obtenido por la multipli-
cación de un coeficiente determinado por Kolmogorov y Smirnov, y por la raíz cuadrada
de un cociente resultado de sumar el número de individuos de las dos series y dividido
por su multiplicación. La raíz cuadrada es consecuencia de que al ser el denominador un
producto, su resultado viene medido en unidades cuadradas. Cuanto mayor sean las uni-
dades de cada serie, mayor será el denominador y consecuentemente el cociente será
menor y el K-S calculado menor. Con lo que una misma diferencia máxima puede ser in-
terpretada de diferente manera en función del tamaño muestral. Cuanto mayor sea éste,
menor diferencia máxima exigiremos para que esta entre dentro de la región de acep-
tación de la hipótesis nula de igualdad de distribución de frecuencias.

El test puede ser unimuestral, cuando se compara una distribución de frecuencias


acumulada observada con una función de frecuencias acumuladas teóricas y bimuestral
cuando se comparan dos distribuciones de frecuencias acumuladas independientes.

En el test unimuestral la distribución de comparación es la teórica que generalmente


es un porcentaje igual para cada intervalo, resultado de dividir el 100% entre el número
de intervalos. El estadístico de contraste es para un nivel de significación del 0,05
1,36
D=
√ N

El siguiente ejemplo está tomado de Shennan (2003). Un grupo de tumbas femeni-


nas han sido divididas según los objetos de su ajuar en ricas o pobres, clasificándolas
en función de la edad del inhumado. La tabla adjunta muestra esta clasificación.

728
A continuación se ha determinado el porcentaje que representa cada una de ellas
sobre su subtotal y en la siguiente columna hemos obtenido el porcentaje acumulado.
La columna diferencia es el resultado de restar las columnas de % acumulado entre
tumbas ricas y tumbas pobres en valores absolutos, seleccionando el valor máximo,
que es de 0,178. A continuación calculamos el estadístico K-S en función de tres nive-
les de significación diferentes. La regla de decisión que tomamos es la siguiente, como
la Dmax que es 0,178 es inferior a cada uno de los K-S teóricos, la diferencia máxima
obtenida no es significativa en cualquiera de los tres niveles de significación calculados.

RICAS POBRES
número % % acumulado número % % acumulado DIFERENCIA
infantil 1 6 0,079 0,079 23 0,169 0,169 0,090
infantil 2 8 0,105 0,184 21 0,154 0,324 0,139
juvenil 11 0,145 0,329 25 0,184 0,507 0,178
adulto 29 0,382 0,711 36 0,265 0,772 0,062
maduro 19 0,250 0,961 27 0,199 0,971 0,010
senil 3 0,039 1,000 4 0,029 1,000 0,000
TOTAL 76 1,000 136 1,000
DIF. MAXIMA 0,178
NIVEL SIGN C K-S INTERPRETACIÓN
0,05 1,360 0,195 Como 0,178 < 0,195 diferencia máxima no significativa
0,01 1,630 0,233 Como 0,178 < 0,233 diferencia máxima no significativa
0,001 1,950 0,279 Como 0,178 < 0,279 diferencia máxima no significativa

4.5.2. LOS YACIMIENTOS DE ITSETSASI Y TRIBITU

Los yacimientos de Itsetsasi y Tribitu son dos yacimientos al aire libre próximos
entre si, apenas 2 kilómetros los separan, que han sido puestos al descubierto por la
limpieza del nivel de aguas del límite del embalse donde se localizan. En consecuen-
cia su altura sobre el nivel del mar es la misma. No son los únicos yacimientos que se
encuentran a cota del nivel máximo del embalse. Se han localizado varios de ellos en
cronologías que se inician en el Paleolítico Inferior hasta la Edad del Bronce.

El conjunto de Itsetsasi y Tribitu está formado por dos mil y mil doscientas piezas
líticas respectivamente, que abarcan un amplio espectro temporal, constituyendo un
magnifico repertorio de tipología lítica.

Vamos a comparar las dimensiones de los restos hallados en estos dos yacimien-
tos. Para ello partimos de la clasificación utilizada por los autores que sigue el método
de Bagolini, que define cuatro intervalos de tamaño, micro para objetos inferiores a 4
centímetros, pequeños para tamaños entre 4 y 6 centímetros, normales para tamaños
entre 6 y 8 centímetros, y grandes para tamaños superiores a los 8 centímetros.

La variable tamaño es una variable continua, aunque agrupada en intervalos, por lo


que es procedente realizar el test de Kolmogorov-Sminorv. Realizado el test obtenemos
que la diferencia máxima es de 0,092, y es inferior a los estadísticos K-S calculados

729
para cada nivel de significación 0,094, 0,112 y 0,134, por lo que podemos concluir que
la diferencia máxima no es significativa y por tanto los dos yacimientos no presentan
diferencias significativas en cuanto al tamaño de las piezas líticas (tabla 1).

En la segunda tabla realizamos el análisis pero en este caso de las proporciones


longitud y anchura en los intervalos definidos por Bagolini, lasca, lasca-laminar y lamina.
La diferencia máxima encontrada 0,075, es inferior a los tres niveles de significación,
por lo que podemos concluir que los dos yacimientos no presentan diferencias signifi-
cativas en cuanto a la proporción de las dimensiones de sus piezas líticas (tabla 2).

Yacimiento de ITSETSASI Y TRIBITU


TOTAL DIMENSIÓN

ITSETSASI TRIBITU
DIFERENCIA MÁXIMA
número % % acumulado número % % acumulado
MICRO 330 0,504 0,504 128 0,412 0,412 0,092
PEQUEÑO 265 0,405 0,908 128 0,412 0,823 0,085
NORMAL 53 0,081 0,989 42 0,135 0,958 0,031
GRANDE 7 0,011 1,000 13 0,042 1,000 0,000
TOTAL 655 1,000 311 1,000
DIF. MAX 0,092
NIVEL SIGN C K-S INTERPRETACIÓN
0,05 1,360 0,094 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA
0,01 1,630 0,112 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA
0,001 1,950 0,134 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA

Tabla 1.

Yacimiento de ITSETSASI Y TRIBITU


TOTAL PROPORCIÓN

ITSETSASI TRIBITU
DIFERENCIA MÁXIMA
número % % acumulado número % % acumulado
LASCA 444 0,678 0,678 234 0,752 0,752 0,075
LASCA-LAM 140 0,214 0,892 47 0,151 0,904 0,012
LAMINA 71 0,108 1,000 30 0,096 1,000 0,000
TOTAL 655 1,000 311 1,000
DIF. MAX 0,075
NIVEL SIGN C K-S INTERPRETACIÓN
0,05 1,360 0,094 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA
0,01 1,630 0,112 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA
0,001 1,950 0,134 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA

Tabla 2.

Vamos a comprobar si existen diferencias entre los diferentes tamaños definidos por
Bagolini en ambos yacimientos. Comparamos el tamaño lascas entre los dos yacimien-
tos. Los resultados encontrados indican:

730
1. No existen diferencias significativas en el intervalo lascas entre los dos yacimien-
tos, ya que la diferencia máxima 0,084, es inferior al estadístico K-S, para cualquier
nivel de significación (tabla 3).

2. No existen diferencias significativas en el intervalo lasca-laminar entre los dos


yacimientos. La diferencia máxima 0,209, es inferior al estadístico K-S para cualquier
nivel de significación (tabla 4).

3. No existen diferencias significativas en el intervalo lámina entre los dos yacimien-


tos. La diferencia máxima 0,053, es inferior al estadístico K-S para cualquier nivel de
significación (tabla 5).

Yacimiento de ITSETSASI Y TRIBITU


LASCA

ITSETSASI TRIBITU
DIFERENCIA MÁXIMA
número % % acumulado número % % acumulado
MICRO 227 0,511 0,511 100 0,427 0,427 0,084
PEQUEÑO 168 0,378 0,890 92 0,393 0,821 0,069
NORMAL 43 0,097 0,986 32 0,137 0,957 0,029
GRANDE 6 0,014 1,000 10 0,043 1,000 0,000
TOTAL 444 1,000 234 1,000
DIF. MAX 0,084
NIVEL SIGN C K-S INTERPRETACIÓN
0,05 1,360 0,110 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA
0,01 1,630 0,132 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA
0,001 1,950 0,166 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA

Tabla 3.

Yacimiento de ITSETSASI Y TRIBITU


LASCA-LAMINAR

ITSETSASI TRIBITU
DIFERENCIA MÁXIMA
número % % acumulado número % % acumulado
MICRO 71 0,507 0,507 14 0,298 0,298 0,209
PEQUEÑO 66 0,471 0,979 24 0,511 0,809 0,170
NORMAL 3 0,021 1,000 8 0,170 0,979 0,021
GRANDE 1,000 1 0,021 1,000 0,000
TOTAL 140 1,000 47 1,000
DIF. MAX 0,209
NIVEL SIGN C K-S INTERPRETACION
0,05 1,360 0,229 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA
0,01 1,630 0,275 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA
0,001 1,950 0,511 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA

Tabla 4.

731
Yacimiento de ITSETSASI Y TRIBITU
LÁMINA

ITSETSASI TRIBITU
DIFERENCIA MÁXIMA
número % % acumulado número % % acumulado
MICRO 32 0,451 0,451 14 0,467 0,467 0,016
PEQUEÑO 31 0,437 0,887 12 0,400 0,867 0,021
NORMAL 7 0,099 0,986 2 0,067 0,933 0,053
GRANDE 1 0,014 1,000 2 0,067 1,000 0,000
TOTAL 71 1,000 30 1,000
DIF. MAX 0,053
NIVEL SIGN C K-S INTERPRETACIÓN
0,05 1,360 0,296 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA
0,01 1,630 0,355 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA
0,001 1,950 0,826 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA

Tabla 5.

Yacimiento de ITSETSASI
LASCA/LASCA-LAMINAR

LASCA LASCA-LAMINAR
DIFERENCIA MÁXIMA
número % % acumulado número % % acumulado
MICRO 227 0,511 0,511 71 0,507 0,507 0,004
PEQUEÑO 168 0,378 0,890 66 0,471 0,979 0,089
NORMAL 43 0,097 0,986 3 0,021 1,000 0,014
GRANDE 6 0,014 1,000 0 0,000 1,000 0,000
TOTAL 444 1,000 140 1,000
DIF. MAX 0,089
NIVEL SIGN C K-S INTERPRETACIÓN
0,05 1,360 0,132 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA
0,01 1,630 0,158 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA
0,001 1,950 0,215 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA

Tabla 6.

Yacimiento de ITSETSASI
LASCA-LÁMINA

LASCA LÁMINA
DIFERENCIA MÁXIMA
número % % acumulado número % % acumulado
MICRO 227 0,511 0,511 32 0,451 0,451 0,061
PEQUEÑO 168 0,378 0,890 31 0,437 0,887 0,002
NORMAL 43 0,097 0,986 7 0,099 0,986 0,001
GRANDE 6 0,014 1,000 1 0,014 1,000 0,000
TOTAL 444 1,000 71 1,000
DIF. MAX 0,061
NIVEL SIGN C K-S INTERPRETACIÓN
0,05 1,360 0,174 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA
0,01 1,630 0,208 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA
0,001 1,950 0,302 DIFERENCIA MÁXIMA NO SIGNIFICATIVA

Tabla 7.

732
Por último comprobaremos para el yacimiento de Itsetsasi, si existen diferencias de
tamaño entre los conceptos lasca, lasca-laminar y lámina.

1. En la comparación lasca y lasca-laminar, la diferencia máxima 0,089, inferior al


estadístico K-S, para cualquier nivel de significación, por lo que podemos concluir que
no existe diferencia significativa, en el tamaño, entre lasca y lasca laminar (tabla 6).

2. En la comparación lasca y lámina, la diferencia máxima es 0,061, inferior al es-


tadístico K-S para cualquier nivel de significación, por lo que podemos concluir que no
existe diferencia significativa, en el tamaño, entre lasca y lámina (tabla 7).

BIBLIOGRAFÍA

FERNANDEZ ERASO, F. J.; LARREINA, D.; TARRIÑO, A.


(2004) “El conjunto lítico de superficie de Itsetsasi en el embalse de Urrunaga (Álava). Estudios de Arqueo-
logía Alavesa. Tomo 21. Vitoria-Gasteiz.
(2005) “El conjunto lítico de Tribitu en el embalse de Urrunaga (Álava)”. Estudios de Arqueología Alavesa.
Tomo 22. Vitoria-Gasteiz.

SHENNAN, S.
(2003) “Statistics in archaeology”. Arnold applications of statistics. London.

4.6. PRUEBAS NO PARAMÉTRICAS. PRUEBA U MANN-WHITNEY. LAS CERÁ-


MICAS DEL POBLADO BERÓN DE LA HOYA (ÁLAVA)

La prueba no paramétrica conocida como U de Mann-Whitney se aplica a variables


continuas en las que se desconoce si sigue una distribución normal. Es la prueba ge-
mela de la T- Student en pruebas paramétricas. Compara dos series de frecuencias de
distribución desconocida ordenándolas de menor a mayor, otorgando a los intervalos
un rango según su posición en la ordenación y calculando un estadístico U para cada
una de las series. El menor de ellos es el que se compara con los valores de U que
vienen en tablas y según resulte de la comparación se toma la regla de decisión co-
rrespondiente en orden a aceptar o rechazar la hipótesis nula. Según el tamaño de la
muestra se aplican dos tipos de procedimientos. He empleado el procedimiento para
pequeñas muestras que se aplica a tamaños muestrales inferiores a 25 individuos.

4.6.1. BASE TEÓRICA

La prueba U de Mann-Whitney es una prueba no paramétrica, es decir, no necesi-


tamos conocer ninguna característica de la población origen. Es la prueba simétrica de
la T- de Student que se aplica cuando no se conoce la distribución de la población. La
variable al igual que la prueba de Kolmogorov-Smirnov debe ser continua, aunque aquí
no es necesario que se encuentre dividida en clases.

Dada una serie de datos correspondiente a una variable dicotómica, la prueba se


realiza ordenando los mismos de menor a mayor, y concediéndoles un valor o rango se-
gún el puesto que ocupan en la serie original, sumándose los rangos de cada una de

733
las series. A continuación se calculan dos valores U, llamados U1 y U2, según la siguien-
te formula:
n1(n1+1) n2(n2+1)
U1 = n1 n2 + - ∑R1 U2 = n1 n2 + - ∑R2
2 2
Siendo n1 = tamaño muestra serie 1; n2 = tamaño muestra serie 2; R1 = sumatorio de
los rangos de la serie 1; R2 = sumatorio de los rangos de la serie 2.

Se escoge el valor más pequeño U1 o U2 y se procede de la siguiente forma:

1. Si n1 y n2 son valores pequeños, inferiores a 25, el valor más pequeño obtenido


bien U1 o U2, se compara con los valores de la tabla U de Mann-Whitney. Si el valor cal-
culado es inferior al valor en tabla, se rechaza la hipótesis nula de igualdad de distribu-
ciones.

2. Si n1 y n2 son valores superiores a 25, el valor más pequeño de ambos, se com-


para con el valor Z de la distribución normal, según los siguientes estadísticos:
U-Ñ
Z=
σu
Siendo U cualquier valor de U calculado (bien U1 o U2); U valor promedio de U; y des-
viación típica de U. Ya que el estadístico es simétrico respecto de la mediana. Un va-
lor será positivo y si calculamos con el otro valor nos dará el mismo número pero con
signo opuesto.

El valor promedio de U se calcula:


n 1n 2
U=
2
La desviación estándar de U se calcula de la siguiente forma:

√ ( N(N-1) ) (
n 1n 2 n3-N
σu=
12 )- ∑Li
Siendo n1 y n2 el tamaño de las series 1 y 2; N el tamaño total = n1+n2; Li sumatorio
de empates de ambas series.
∑Li3-Li
Li=
12
El cálculo de Li se realiza de la siguiente forma:

El valor Z calculado anteriormente se compara con la tabla de la distribución normal,


entrando en la fila del valor Z y buscando la columna del nivel de significación buscado.
El valor se compara. Si es menor se determina que la diferencia no es significativa.

4.6.2. APLICACIÓN A LAS SERIES VOLUMÉTRICAS DE RECIPIENTES CERÁMICOS DE LA HOYA

En Galilea y García (2004), se calcularon los volúmenes de diferentes recipientes


cerámicos, desglosándolos en dos grupos según su técnica de fabricación fuese a tor-

734
no o modelada a mano. Se comprobó como ambas series eran diferentes y que seguían
patrones volumétricos concretos. El volumen se obtuvo como sumatorio de troncos de
cono según la fórmula clásica del volumen del tronco de cono.

El presente trabajo aplica el test U de Mann-Whitney para comprobar como efecti-


vamente existe una diferencia entre los volúmenes de los recipientes realizados a torno
y los modelados a mano.

En la tabla adjunta representamos las dos series de volúmenes. El grupo de cerá-


micas a torno comprende 10 ejemplares, cuyo sumatorio de rangos es 115. El grupo de
cerámicas a mano comprende 8 ejemplares cuyo sumatorio de rangos es 56. El cálculo
de U, cerámicas a torno, ha dado un resultado de 20. El cálculo de U, cerámicas mo-
delada, ha dado un resultado de 60. Seleccionamos el menor valor 20 que es la U de
cerámicas a torno. Éste es el valor que vamos a comprobar con el valor de U dado en
tablas. Para una muestra de 8 y 10 elementos el valor de U para un nivel de 0,05 es
de 60, para un nivel de 0,01 es 67, y para un nivel 0,001 es de 69.

Como U, cerámicas a torno, es 20 y es menor que U en tabla que es 60 para un nivel


de significación 0,05, rechazamos la hipótesis nula de igualdad de distribuciones. Las
series volumétricas de las cerámicas a torno son diferentes de las series volumétricas
de cerámicas a mano para cualquier nivel de significación.

PRUEBA U DE MANN Y WHITNEY


YACIMIENTO DE LA HOYA
A TORNO MODELADA
ORDEN
VALOR RANGO VALOR RANGO
15,9 44,4 7 15,9 1
20,7 53 8 20,7 2
23,6 54,2 9 23,6 3
24,5 63 10 24,5 4
37,1 65 11 37,1 5
38,6 70 12 38,6 6
44,4 73,9 13 125,7 17
53 75,4 14 128,5 18
54,2 83,7 15
63 85,2 16
65
70
73,9
75,4
83,7
85,2
125,7
128,5
TOTAL 10 115 8 56
VALOR “U” A TORNO 20 MODELADA 60
Para n 10 y 8 U tabulada 0,05 es 60
Si U calc<U tabulada, 20<60 rechazamos Ho
de igualdad de distribuciones.

735
He calculado los valores que ofrece el programa PAST para esta prueba. El valor U
de la prueba, al igual que el nuestro, es 20. La probabilidad de igualdad es de 0,08316
valor muy bajo que indica que debe rechazarse la hipótesis nula de igualdad de distri-
buciones.

BIBLIOGRAFÍA

GALILEA, F.; GARCÍA, A.

(2004) “Cálculo del volumen de cerámicas. Su aplicación al poblado Berón de La Hoya (Laguardia. Álava).
Estudios de Arqueología Alavesa. Tomo 21. Vitoria-Gasteiz.

736
CAPÍTULO 5. SERIACIÓN Y CRONOLOGÍA

INTRODUCCIÓN

En este capitulo vamos a ver tres métodos relacionados con la cronología tanto re-
lativa como absoluta, seriación, datación combinada de fechaciones de C-14 y descrip-
ción de fenómenos cronológicos mediante wavelets.

La seriación es un método de cronología relativa al igual que lo es la estratigrafía. Po-


demos definirla como un método de ordenación cronológica, a partir de los atributos de
los objetos o variables. El procedimiento en esencia es sencillo. Se basa en que un atri-
buto o un objeto tienen un inicio, un desarrollo y un fin. A partir de esta premisa funda-
mental se construye la ordenación temporal o seriación. En su realización nos encon-
tramos con dos dificultades. La primera es la selección de los objetos o variables que
van a dar lugar a la seriación y la segunda es de carácter técnico, la realización de la
tabla de seriación cuando el número de variables o de individuos a seriar es grande.

La principal dificultad es la selección de las variables u objetos que pueden ser se-
riados. No todas las variables pueden ser seriadas, sólo aquellas que tengan un carác-
ter cronológico y no de cualquier otro tipo como cultural, de género, espacial, etc. Esto
es muy importante. Si no se seleccionan variables adecuadas, no se realizará una bue-
na seriación. En algunas ocasiones una mala selección es detectada cuando aplicamos
las técnicas, sin embargo en otras ocasiones no tenemos esta fortuna y podemos en-
contrar una seriación que no es cronológica. Por esta razón tenemos que tener muy cla-
ro desde el principio que las variables analizadas tienen un comportamiento cronológi-
co o estacional.

Una segunda dificultad es de orden técnico y hace referencia a lo laborioso de la rea-


lización de la seriación manualmente. Cuando combinamos múltiples variables con múl-
tiples individuos, la realización de la seriación por el método de “battle-ship” se hace muy
compleja. La utilización de un programa muy difundido como Excel, ayuda en buena me-
dida a solucionar este problema. Sin embargo ha sido la aparición de nuevas técnicas
de seriación estadísticas, apoyadas en programas informáticos, lo que ha facilitado la
realización de las seriaciones. Han sido dos técnicas concretas de análisis multivarian-
te las que han demostrado sus virtudes como herramientas de seriación, el análisis de
coordenadas principales y el escalado multidimensional no métrico. Técnicas estadísti-
cas que no nacieron con este propósito, sino que por fortuna, se ha podido comprobar
su perfecto funcionamiento en la metodología de la seriación.

Son varias las técnicas principales de seriación y múltiples sus variaciones. Pode-
mos hacer una primera división entre técnicas manuales como “battle-ship” y técnicas
estadísticas como las agrupadas en el análisis multivariante ya citadas, coordenadas
principales y escalado multidimensional no métrico. Existen otras, como la de Robin-
són, basada en la creación de una matriz de similaridad que va transformándose hasta
alcanzar una ordenación cronológica. Sin embargo fue Kendall quien se dio cuenta de
que las técnicas multivariantes tenían una capacidad de seriación. La aplicó en primer
lugar a matrices de presencia-ausencia logrando una matriz que agrupaba a lo largo
de una diagonal las presencias y a continuación las ausencias. De esta forma quedaba
seriada la matriz. Posteriormente amplió el procedimiento a matrices de abundancia,
dadas en porcentajes, a partir de una matriz similar a la de Robinson para llegar a una

737
representación en dos coordenadas de los individuos a seriar. La alineación de los indi-
viduos indica la seriación. Normalmente es una figura que tiende a una curva en forma
de herradura, lo que a su vez muestra que si los individuos no están alineados sobre
esa curva en ese eje cartesiano, los individuos no han sido seriados correctamente. Lo
cual representa hasta cierto punto una ventaja, puesto que indica si has logrado una
seriación. Un buen y recomendable trabajo sobre la historia y aplicación de la seriación
puede verse en el artículo de V. Fernández, publicado en Trabajos de Prehistoria y que
aparece citado en la bibliografía de este capítulo.

Con la aparición de la datación por C-14 estas técnicas han caído en desuso, aun-
que no hay razón para ello puesto que pueden ser aplicadas en yacimientos donde no
se ha podido realizar la datación radiocarbonica. Hoy es difícil encontrar algún artículo
que emplee estos métodos, a pesar de que en varios de ellos podían y deberían haber
sido aplicados.

Un segundo grupo trata de las dataciones combinadas de C-14. Con esta sencilla
técnica y siempre que tengamos dos o más fechas, reducimos los intervalos de data-
ción que nos suministra el laboratorio. El laboratorio proporciona dos valores, la media
y la desviación típica. Esta desviación típica poco tiene que ver con la fechación, sino
que es el cajón de sastre donde se mezclan problemas relacionados con el colágeno,
con las propiedades de la maquina que cuantifica, con el funcionamiento del laborato-
rio, etc. Mediante unas sencillas fórmulas podemos reducir esta problemática, consi-
guiendo dataciones más ajustadas, siempre que tengamos varias dataciones. No entro
a valorar la problemática de la muestra, si es hueso y si este hueso es de un animal con
periodo de vida corto o largo. O si es carbón y la fechación es del momento en que se
incendió o del momento que se cortó el árbol. Indico el empleo, una vez obtenidas la da-
taciones, de una técnica para el supuesto de que existan varias dataciones o que se
presuman referidas al mismo momento que van a permitir reducir de una forma consi-
derable el intervalo cronológico, que en este caso y esto si es importante, es un inter-
valo de datación, no un intervalo de errores de muestras o de imprecisiones del método
o del laboratorio.

Esta disminución del intervalo de datación tiene una consecuencia muy importante
y es que podemos definir en un mismo estrato el momento de inicio, hechos interme-
dios y momento de finalización. Hasta ahora se databa la fechación en algún momento
de su estrato y bastaba. Ahora podemos afinar y no limitarnos a obtener una simple
datación. Dentro de un estrato podemos determinar cronologías intermedias, hechos
puntuales que son importantes. El único problema es el coste económico y el problema
filosófico-metodológico y de práctica de la arqueología que se deriva.

Desarrollo para finalizar una técnica novedosa y que tiene muchas aplicaciones. Se
trata de la localización de fenómenos temporales dentro de una serie temporal. Una
variable tiene una fluctuación temporal. Hasta ahora la representación de los valores
de esa variable lo realizábamos en un gráfico en el que obteníamos una representación
en forma de dientes de sierra, picos, y en la que era muy difícil precisar algo más que
la tendencia y las oscilaciones y no muy claramente. Medias, medias móviles y otros
procedimientos nos permitían observar algo, muy poco, del fenómeno. Sin embargo el
procedimiento de wavelets, nos permite observar ciclos en el comportamiento temporal
de una variable de una forma visual perfecta. Ciclos y oscilaciones que hasta la fecha
eran muy difíciles poder ser observados. Es una técnica con unas posibilidades de apli-
cación a la arqueología muy importantes.

738
5.1. DATACIONES COMBINADAS DE C-14 Y ANÁLISIS DE LA VARIANZA. EL
ENTERRAMIENTO BAJO ROCA ENEOLÍTICO DE SAN JUAN ANTE PORTAM LA-
TINAM

La datación que el laboratorio de C-14 proporciona, debe ser interpretada correcta-


mente. Es un error pensar que una fecha 2.000 ± 100 debe interpretarse como 2.000
con un error de ±100. La datación que el laboratorio proporciona debe interpretarse es-
tadísticamente. Sabemos que esa datación, debido al sistema de medición que utilizan
los laboratorios, se comporta como una distribución Normal de media 2.000 y desvia-
ción típica de 100, que no es lo mismo que un error de ±100. Una distribución Normal
tiene como característica principal que el 68% de su área se sitúa entre mas/menos
una desviación típica alrededor de la media. Si en lugar de una desviación típica utiliza-
mos dos desviaciones típicas el porcentaje del área de probabilidad sube al 95%. Este
error no es un error temporal, sino producto de las propiedades de la muestra datada,
del equipo e instalaciones utilizados, etc.

La probabilidad estadística es un área. Es el área que se encuentra debajo de la


curva de probabilidad. Estas curvas de probabilidad pueden ser mesocúrticas, platicúr-
ticas y leptocúrticas. Las mesocúrticas son de tipo aplanado y van a tener por caracte-
rística que para una misma probabilidad el intervalo va a ser mayor que en una lepto-
cúrtica, que es más apuntada. La platicúrtica equivale a una distribución Normal.

Quiere esto decir que cuando el laboratorio nos proporciona la datación 2.000 ± 100,
nos esta diciendo que existe una probabilidad del 68% de que la fecha se encuentre en
el intervalo 1.900 a 2.100. Hasta ahora esta interpretación ha sido la utilizada habitual-
mente en el ámbito de la arqueología. Sin embargo en otras áreas de investigación, no
se utiliza una probabilidad tan pequeña. Generalmente utilizamos la probabilidad del
95% equivalente a dos desviaciones típicas, en nuestro caso 1.800 a 2.200. Y en algún
supuesto importante cuando buscamos una fiabilidad elevada, utilizamos tres desvia-
ciones típicas equivalentes al 99,5%.

Lo que sucede es que a medida que aumenta la probabilidad aumenta considera-


blemente el intervalo de fechación, lo que en fechaciones recientes quita todo interés
práctico a esta datación por C-14. Así en una cronología celtibérica con datación por
C-14 de 2.500 ±100, tendríamos:

1. Con probabilidad del 68%, una desviación típica, el intervalo cronológico es 2.400
a 2600.
2. Con probabilidad del 95%, dos desviaciones típicas, el intervalo cronológico es
2.300 a 2.700.
3. Con probabilidad del 99.5%, tres desviaciones típicas, el intervalo cronológico es
2.200 a 2.800.

Con dos desviaciones típicas, probabilidad del 95%, el intervalo es de 2.300 a 2.700,
es decir 400 años. En una cronología celtibérica el intervalo probabilístico ocupa prác-
ticamente el intervalo real del mundo celtiberico.

Este problema se ha solucionado por los laboratorios, manteniendo las muestras en


el contador más tiempo para lograr una mayor precisión, reduciendo el intervalo de pro-
babilidad, es decir haciendo la curva de probabilidad Normal más leptocúrtica, más pun-

739
tiaguda. Hoy algún laboratorio con un incremento en el precio no excesivo, proporciona
una sensible disminución en la amplitud de la distribución de la datación, es decir me-
nor desviación típica.

Las fechaciones por C-14 vienen corregidas por dendrocronología, desde el mismo
laboratorio o utilizando los conocidos programas OXCAL, o CALPAL, u otros del mismo
estilo. No es intención de este trabajo entrar en este tema, lo único decir que el resulta-
do que se consigue es que se aumenta el intervalo para una misma probabilidad, debi-
do a que en dataciones recientes la pendiente de la sinusoide, además de negativa, es
pequeña, lo que se traduce que cuando proyectamos el intervalo C-14 sobre la curva,
debido a la pequeña pendiente, se refleja sobre el eje de abscisas C-14 corregido, con
un intervalo mayor.

Sin embargo en determinadas condiciones, cuando sobre un mismo nivel tenemos


varias dataciones, la estadística viene en nuestra ayuda proporcionando una desvia-
ción típica fuertemente reducida mejorando sustancialmente la datación proporcionada
por el laboratorio. La forma de realizar esta corrección la vemos a continuación.

El análisis de la varianza es un método estadístico que permite determinar si diver-


sas muestras proceden de una misma población. El análisis de la varianza es conocido
por las siglas inglesas ANOVA (Análisis of variance).

5.1.1. SAN JUAN ANTE PORTAM LATINAM, UN ENTERRAMIENTO MÚLTIPLE BAJO ROCA

Estamos sin duda alguna ante uno de los enterramientos más importantes de Eu-
ropa, tanto por la cantidad de individuos inhumados como por el interés e importancia
de los datos que ha suministrado y que seguirá haciéndolo en los próximos años en
relación a la vida y muerte de estas poblaciones.

Término municipal de Laguardia (Álava). Situado en una zona aterrazada de las


múltiples que existen en La Rioja, y sin unas características especiales de localización.
Se aprovecha una oquedad natural existente debajo de un estrato de arenisca, para la
inhumación de los cadáveres. De planta rectangular e irregular de tan sólo unos 20 m2
presentaba unas dimensiones de 5,5 por 3,5 metros, y una altura antes del derrumbe
de la losa de 1 metro, lo que da una cubicación de 20 m3.

En un momento antiguo, la gran losa de arenisca que cubría el sepulcro se partió y


se desmoronó sobre los enterramientos, aplastándolos y sellándolos, hasta que la pala
excavadora los puso al descubierto. Este sellado ha tenido mucha importancia, por que
ha permitido la conservación intacta e integra de los cadáveres de los inhumados, junto
con sus ajuares.

Excavación por J. I. Vegas en dos etapas, una primera excavación de urgencia en


1985 y la definitiva con la excavación de todo el sepulcro en 1990 y 1991.

Se trata de un enterramiento colectivo de 338 individuos de todas las edades, rea-


lizado en un intervalo temporal muy corto a mediados del IIIer milenio a. de C. Se han
recogido 61 puntas de flecha la mayoría foliáceas y algunas con pedúnculo y aletas in-
cipientes, varios raspadores, numerosas láminas y fragmentos de láminas la mayoría
con retoques en los márgenes, dos hachas de piedra pulimentadas, cinco punzones de

740
hueso y una espátula sobre hueso, unos pocos fragmentos de cerámica y varios obje-
tos de adorno entre ellos 4 parejas de colmillos de jabalí con perforaciones para ser
colgados, y fragmentos de varios de ellos. Numerosas y pequeñas cuentas discoideas
de collar de lignito y de otras piedras, así como de una concha perforada, la Nassarius
reticulatus.

Las puntas de flecha se engloban dentro de una tipología uniforme. Destaca la au-
sencia de geométricos, propios de una etapa anterior, así como de puntas de pedúncu-
lo y aletas propias de un momento posterior a la utilización del sepulcro. Se venían con-
siderando las puntas de flecha como objetos del ritual de enterramiento. Sin embargo
tras los hallazgos realizados en este sepulcro, con total seguridad, se puede afirmar
que no son elemento del ajuar funerario, sino que son la causa de la muerte de los in-
humados, por haberse encontrado 13 puntas de flecha clavadas en el hueso y otras 23
cercanas a huesos, lo que hace sospechar que el resto, hasta 62, estaban también cla-
vadas en el cuerpo de los inhumados, pero en las partes blandas de sus cuerpos.

5.1.2. DATACIONES COMBINADAS

El primer autor en tratar el problema de las dataciones combinadas fue Libby en


1954. Recomienda utilizar la media aritmética como la media del grupo y para la varian-
za utilizar el estadístico F, definido como F= E (max.) / E (min.).

Posteriormente Spaulding en 1958 diferencia dos casos, según provengan las da-
taciones de una única muestra o de varias muestras diferentes y aleatorias. En 1966
Polach y Golson tratan el tema de muestras pareadas al igual que Leach en 1972. Este
autor puntualiza un tema muy importante y que habitualmente no se tiene en cuenta
y es que la desviación típica proporcionada por el laboratorio es básicamente el error
estándar de la muestra y no el error estándar de la población de la que ha sido extraída
esa muestra. Long y Rippeteau añaden en 1974 varias consideraciones importantes
sobre esta materia. Todo esto puede hallarse en el resumen de Ward y Wilson publi-
cado en Archaeometry en 1978. Posteriormente en 2003 M. Baxter publica “Statistics
in Archaeology”, donde sigue las mismas fórmulas que a continuación se presentan,
cálculo de la media, desviación típica de la media y estadístico T para la realización de
la combinación de medias.

Básicamente los estudios de estos autores nos conducen a definir tres datos: me-
dia, desviación típica y estadístico de homogeneidad de las dataciones.

Para el cálculo de la media del grupo el estadístico que se usa es el siguiente:

∑A/S2
¯
x= ———2
∑1/S

Es decir la media grupal es la media del grupo ponderada según la varianza de cada
datación.

La varianza del grupo se determina como:

V=(∑1/S2)-1

741
La varianza del grupo es la inversa del sumatorio de las inversas de las varianzas
de cada datación.

El valor del estadístico T que mide la homogeneidad de las dataciones se determina


como:

∑Ai-Ap
∑Ai-Ap
T=–––––––
S2

Es la diferencia de las dataciones con respecto a la media grupal ponderada con


sus varianzas. Esta T se distribuye como una X2 con n-1 grados de libertad.

Estas tres fórmulas son las que hemos utilizado para nuestro trabajo. Para medir la
homogeneidad de las dataciones se puede utilizar el criterio de Chavaunet pero Ward y
Wilson no lo recomiendan. Para entender los problemas del criterio de Chauvenet con-
viene leer este trabajo y el ejemplo tomado de Long y Rippeteau del yacimiento de La-
moka Lake.

De la utilización de estas fórmulas observamos que en relación a la media grupal


ésta apenas difiere de la media aritmética, lo que sucede es que al ponderar inversa-
mente su varianza muestral la media tiende hacia valores más bajos. Lo que más llama
la atención es la ostensible disminución que ofrece la varianza. Esto se debe a que nos
encontramos no ante la varianza muestral, sino ante la varianza de la media de las data-
ciones que es lo que nos interesa. Es decir la varianza que proporciona el laboratorio no
es en sentido estricto una varianza de fechación, sino una varianza que además recoge
todo tipo de errores que nada tienen que ver con su fechación. El estadístico T es un
sumatorio de las diferencias entre las fechas con respecto a su media, ponderada cada
diferencia con su desviación.

Una vez determinada la datación del grupo es cuando se procede a calibrar por den-
drocronología con los resultados obtenidos y no antes.

En 1984 V. M. Fernández publica “La combinación estadística de las fechas de car-


bono-14”, en el que hace un análisis de esta problemática basándose en los trabajos de
Long y Rippeteau y Chauvenet. Básicamente la aplicación es la misma. La única dife-
rencia radica en el cálculo de la media grupal que la realiza siguiendo a Spaulding y Long
y Rippeteau en base a una ponderación de las varianzas según una tabla proporciona-
da por estos autores. En cualquier caso los resultados son muy similares.

Siguiendo a estos autores la media del grupo se calcula como:

∑(Ci*Wi)
C= –––––––
∑Wi
Siendo Wi función de la relación entre cada desviación típica y la desviación típica
máxima del grupo.

Si
Wi= ––––––
S max

Este resultado se lleva a una tabla obtenida de Long y Rippeteau con los siguientes
factores:

742
S 0,1 0,2 0,3 0,4 0,5 0,6 0,7 0,8 0,85 0,9 1
W 100 25 10 6 4 3 2 1,5 1,33 1,25 1

El promedio de fechas se rechaza siguiendo el criterio de Chauvenet. Este autor no


tiene en cuenta a efectos del cálculo del promedio de dataciones, aquellas dataciones
que tengan menos de 1/2n probabilidad de ocurrencia. Es decir aquellas que dejen a am-
bos lados de la curva normal tipificada un 10% (1,65 veces la desviación típica). Este cri-
terio se ha demostrado ser muy rígido, por lo que es mejor aplicar el estadístico T antes
visto que se comporta como una X2.

5.1.3. ANÁLISIS DE LA VARIANZA

El análisis de la varianza permite determinar si diversos conjuntos de muestras per-


tenecen o provienen de una misma población. También se le conoce con las siglas
ANOVA.

El análisis de la varianza es un contraste de hipótesis que como tal requiere la for-


mulación de una hipótesis nula, una hipótesis alternativa, la realización de un estadís-
tico a contrastar y el establecimiento de una región de aceptación y otra de rechazo de
la hipótesis nula. En nuestro caso son las siguientes:
- H0, la media de las muestras son iguales.
- H1, la media de las muestras son diferentes.

Además se deben cumplir tres hipótesis relativas a la población de la que proce-


den:
1. Hipótesis de normalidad. La población sigue una distribución Normal. Para esto po-
demos utilizar o bien los gráficos tipo Q-Q´ o el test de Kolmogorov-Smirnov. Sin em-
bargo el hecho de que no se ajuste a una distribución normal no suele afectar de ma-
nera importante al estadístico F, debido al Teorema Central del Límite.

2. Hipótesis de homocedasticidad. Las varianzas de todas las poblaciones son idén-


ticas. En el caso de incumplimiento de esta hipótesis el estadístico F no se ve afectado
seriamente, siempre que el tamaño muestral de los grupo sea el mismo o parecido y a
ser posible inferior al doble.

3. Hipótesis de independencia. Las muestras han sido obtenidas aleatoriamente. Si


no fuera así, tendríamos un grave problema que invalidaría el método en su totalidad.

El análisis estadístico de la varianza se realiza descomponiendo la varianza total de


las observaciones en dos términos. Así tenemos:
1. Suma de cuadrados total (SCT), que es la suma de cuadrados de las desviacio-
nes de cada observación respecto a la media total. Es la variabilidad total.

2. Suma de cuadrados del factor (SCF), que es la suma de cuadrados de las des-
viaciones entre la media de cada grupo y la media general.

3. Suma de cuadrados residual (SCR), que es la suma de los cuadrados de las des-
viaciones entre cada dato y la media de los de su grupo. Es la variabilidad residual o de
grupo.

743
El análisis de la varianza queda explicado por la siguiente expresión,
SCT= SCF + SCR

A cada una de las sumas de cuadrados anteriores se les asocia unos grados de li-
bertad, que se calculan restando al número total de datos el número de restricciones.
Así los grados de libertad de SCT son n-1 (número de datos menos 1), los de SCF son
g-1 (número de grupos menos 1) y SCR son n-g (número de datos menos número de gru-
pos).

Con los grados de libertad calculados se construyen tres medias cuadráticas para
cada suma de cuadrados. Así tenemos:
1. Media cuadrática del factor. MCF = SCF/g-1
2. Media cuadrática residual. MCR = SCR/n-g
3. Media cuadrática total. MCT= SCT/ n-1

El estadístico para el contraste de hipótesis en el análisis de la varianza con un sólo


factor es el siguiente:
F= MCF/ MCR, o lo que es lo mismo (SCF/G-1) / (SCR/n-G)

A continuación debemos aplicar la regla de decisión, que consiste en que una vez
determinado el estadístico de contraste debemos crear dos regiones, región de acepta-
ción y región de rechazo, de la hipótesis nula de acuerdo con el valor obtenido del es-
tadístico de contraste.

Normalmente en las pruebas estadísticas, se utilizan dos niveles de significación,


alfa = 0,05 y alfa = 0,01. El valor alfa indica la probabilidad de cometer un error de tipo I,
es decir, rechazar la hipótesis nula cuando es correcta. En las tablas estadísticas exis-
tentes, se localiza el valor de la F de Snedecor para cada nivel de significación y para
cada par de grados de libertad. Esto determinar el valor teórico de la F de Snedecor
que es el valor que por comparación con el obtenido con nosotros, nos va a decir en
que región de aceptación o de rechazo cae este último valor. Si el valor F obtenido por
nosotros es inferior al obtenido en tablas, quiere decir que cae dentro de la región de
aceptación y consecuentemente aceptaremos la hipótesis nula de igualdad de medias.
Si por el contrario el valor F obtenido por nosotros es superior al valor F obtenido en
tablas, significa que el valor F obtenido ha caído en la región de rechazo, por lo que no
aceptaremos la hipótesis nula de igualdad de medias.

Los programas de ordenador existentes realizan el contraste de hipótesis de una


manera diferente puesto que la información que dan es el estadístico F, y el valor de la
probabilidad asociado a ese valor.

Una vez obtenido el contraste de hipótesis, se puede determinar la calidad del pro-
cedimiento mediante el coeficiente de determinación, también denominado “eta cua-
drado”, según la fórmula siguiente:
R2= SCF/SCT

Cuanto más se aproxime a 1, mayor será la parte de variabilidad total explicada por
el factor, es decir mejor será el ajuste. Un valor próximo a 0 indicará que la variabilidad
del factor explica muy poco la variabilidad total. El ajuste será malo.

744
5.1.4. ANÁLISIS DATACIONES COMBINADAS

Se han realizado 10 dataciones de C-14 en dos etapas diferentes y por tres labo-
ratorios diferentes. En primer lugar se realizaron dos dataciones en la primera fase de
excavación y luego otras ocho en la segunda fase de excavación. El problema fue que
se sospechó, desde un primer momento, que el enterramiento era contemporáneo, pero
las dataciones de los laboratorios no eran coincidentes, con una diferencia de 500 años,
de 5.000 a 4.500. El director de la excavación no considero lógicas las primeras data-
ciones efectuadas y el estudio se decantó por las segundas dataciones. En la tabla ad-
junta se muestran todas las dataciones:

Número Datación
1 5.070±150
2 5.020±140
3 4.570±40
4 4.520±50
5 4.520±75
6 4.510±40
7 4.460±70
8 4.440±40
9 4.325±70
10 4.200±95

Realizamos como siempre un análisis exploratorio de los datos. En primer lugar y


para los 10 datos o fechaciones, realizamos un histograma tipo mixture o mezcla, grá-
fico 1, a fin de observar si existen diferentes tipos o funciones. El histograma es claro.
Muestra perfectamente dos grupos uno con dataciones de 4.200 a 4.500 y otro con da-
taciones en 5.000. Un análisis cluster, Paired Group, de estas dataciones, gráfico 2,
muestra la existencia de tres grupos, el primero formado por las dataciones 1 y 2, un
segundo grupo formado por las dataciones 3, 4, 5, 6, 7, y 8, y finalmente un tercer grupo
con las dataciones 9 y 10, con un coeficiente de correlación de 0,9457.

En el boxplot del gráfico 3, observamos estos tres grupos con su situación temporal.
Se aprecia como las medias de los grupos no se solapan entre ellas, primera señal de
que pueden ser dataciones no contemporáneas.

Resumiendo el análisis exploratorio de datos, hemos apreciado la existencia de tres


grupos principales, con dataciones que pudieran ser no contemporáneas.

Para la comparación de la igualdad de medias se utilizan diversos procedimientos


estadísticos. Comparación de la igualdad de medias con el estadístico “t” y compara-
ción de igualdad de varianzas con el estadístico “F”. Si no existe igualdad de varianzas
en lugar del “estadístico t”, se utiliza un estadístico “desigualdad de varianzas t”. Para el
caso de muestras pequeñas se utiliza un denominado “Test t de permutaciones”. Para
nuestro estudio bastaría con ir comprobando dos a dos cada uno de los tres grupos que
el AED, nos ha proporcionado, aunque este procedimiento no se recomienda porque da
origen a errores al calcular los grados de libertad.

745
4,5

3,5

2,5
Frequency

1,5

0,5

0
4200 4320 4440 4560 4680 4800 4920 5040

Gráfico 1. Histograma Mixture con todas las dataciones de C-14, observando la formación de dos grupos.

Sin embargo existe un procedimiento más adecuado para la realización de este


estudio. Se denomina Análisis de la Varianza, más comúnmente conocido por su abre-
viatura ANOVA.

Para el análisis de la varianza, hemos dividido las dataciones en los tres grupos
definidos en el AED inicial. Los resultados son los siguientes:

Suma cuadrados Grados de libertad Media cuadrática F teórica P(same)


SCF 666.607 2 333.303 116,7 4,215E-06
SCR 19.995,8 7 2856,55
SCT 686.603 9
Coeficiente Determinac.
Levene Media 0,2608
Mediana 0,3706
Grupo 1 Grupo 2 Grupo 3
Grupo 1 ----------- 0,0002346 0,0002283
Grupo 2 16,25 ------------- 0,003566
Grupo 3 23,48 7,226 -------------

746
10
3

1
-80

-160

-240

-320
Similarity

-400

-480

-560

-640

0 1,2 2,4 3,6 4,8 6 7,2 8,4 9,6 10,8

Gráfico 2. Cluster, paired group. Se observan la formación de tres grupos de dataciones.

El estadístico F teórico 116,7 es muy superior a la F de Snedecor de tablas para un


alfa de 0,01 con 2 y 7 grados de libertad que es de 9,95. Por lo tanto el valor 116,7 cae
dentro de la región de rechazo de la hipótesis nula de igualdad de media y consecuen-
temente rechazamos esta hipótesis nula. El análisis ANOVA, de PAST proporciona ade-
más el valor de la probabilidad asociado al valor F teórico que es extraordinariamente
bajo 0,0000004215. Podemos afirmar que al menos un grupo de los tres, tiene cronolo-
gía diferente al resto.

Para determinar que grupo o grupos son diferentes entre sí, PAST proporciona los va-
lores de probabilidad y F teóricos entre cada grupo. De este cuadro sacamos las siguien-
tes conclusiones:

747
5040

4920

4800

4680
Y

4560

4440

4320

4200

C
B
A

Gráfico 3. Boxplot de los tres grupos de dataciones, en el que se observan que las dataciones no son con-
temporáneas.

a. Entre el grupo 2 y el 1, la situación es de diferencia total en el periodo cronológico


con un valor de Turkey de 0,0002346.
b. Entre el grupo 2 y el 3, la situación es de diferencia total en el periodo cronológico
con un valor de Turkey de 0,003566.
c. Entre el grupo 3 y el 1, la situación es de diferencia total en el periodo cronológico,
con un valor de Turkey de 0,0002283.

En resumen los tres grupos de cronología son extemporáneos entre sí.

El coeficiente de determinación hallado en el modelo es elevado 0,97, muy próximo


al valor 1 lo que indica que casi la totalidad de la variación se debe al factor y muy poca
variabilidad a la aleatoriedad.

Con lo que podemos concluir que existen tres grupos totalmente diferenciados cro-
nológicamente. El primero, dataciones 1 y 2, fueron rechazadas por su excavador en
base a ser una cronología muy antigua. Con respecto al grupo más moderno, datacio-
nes 9 y 10 podemos afirmar o bien que el enterramiento no fue simultaneo o las mues-
tras estaban contaminadas. Según los resultados obtenidos la datación combinada es
de 5.043 ± 102, siendo las dos dataciones homogéneas y por tanto comparables.

748
DATACIONES COMBINADAS C-14
SAN JUAN ANTE PORTAM LATINAM
SIGLA FECHA DESVIACIÓN “1/DESV 2” “fecha/desv2” valor T
1 5.070 150 0,0000444 0,225333 0,03174
2 5.020 140 0,0000510 0,256122 0,02765
Suma 0,0000955 0,481455782 0,05938
DATACIÓN CORREGIDA 5.043 102
VALOR T s/X2 0,0594 3,841 FECHAS HOMOGÉNEAS

VALOR T según X2 CÁLCULO HOMOGENEIDAD


grados libertad valor X2 0,05% DE LAS DATACIONES
1 3,841
2 5,991 DATACIONES 2
3 7,815 G.L. 1
4 9,488 X2 TEÓRICO 3,841
5 11,071
6 12,592
7 14,067
8 15,507
9 16,919

En la tabla adjunta aparecen los cálculos realizados a fin de determinar los tres va-
lores que nos interesan, la media, la desviación típica y el valor de T del grupo de 6 da-
taciones. La datación combinada arroja un valor de 4.506 ± 19 años. El valor T calcula-
do es de 5,8376 inferior al valor teórico de T que con cinco grados de libertad es 11,071
lo que indica que las fechas del grupo son homogéneas y se puede calcular su valor
medio. Todas estas fechas sin calibrar.

DATACIONES COMBINADAS C-14


SAN JUAN ANTE PORTAM LATINAM
SIGLA FECHA DESVIACIÓN “1/DESV 2” “fecha/desv2” valor T
1 4.570 40 0,0006250 2,856250 2,56147
2 4.520 50 0,0004000 1,808000 0,07861
3 4.520 75 0,0001778 0,803556 0,03494
4 4.510 40 0,0006250 2,818750 0,01009
5 4.460 70 0,0002041 0,910204 0,43149
6 4.440 40 0,0006250 2,775 2,72098
Suma 0,0026569 11,97175964 5,83758
DATACIÓN CORREGIDA 4.506 19
VALOR T s/X2 5,8376 11,071 FECHAS HOMOGÉNEAS

VALOR T según X2 CÁLCULO HOMOGENEIDAD


grados libertad valor X2 0,05% DE LAS DATACIONES
1 3,841
2 5,991 DATACIONES 6
3 7,815 G.L. 5
4 9,488 X2 TEÓRICO 11,071

749
5 11,071
6 12,592
7 14,067
8 15,507
9 16,919

El tercer grupo está formado por las dos dataciones más recientes. El resultado com-
binado para este grupo es de 4.281 ± 5 6 siendo el valor de T de 1,1221 inferior al valor
teórico de 3,841 para un nivel de significación del 0,05 lo que indica que las fechas son
homogéneas y por tanto comparables.

DATACIONES COMBINADAS C-14


SAN JUAN ANTE PORTAM LATINAM
SIGLA FECHA DESVIACIÓN “1/DESV 2” “fecha/desv2” valor T
1 4.325 70 0,0002041 0,882653 0,39484
2 4.200 95 0,0001108 0,465374 0,72724
Suma 0,0003149 1,348027022 1,12208
DATACIÓN CORREGIDA 4281 56
VALOR T s/X2 1,1221 3,841 FECHAS HOMOGÉNEAS

VALOR T según X2 CÁLCULO HOMOGENEIDAD


grados libertad valor X2 0,05% DE LAS DATACIONES
1 3,841
2 5,991 DATACIONES 2
3 7,815 G.L. 1
4 9,488 X2 TEÓRICO 3,841
5 11,071
6 12,592
7 14,067
8 15,507
9 16,919

Si siguiéramos el criterio de Chauvenet para el cálculo de la media del grupo de las


dataciones intermedias el resultado seria el mismo 4.506. La desviación típica es la mis-
ma puesto que se calcula de la misma forma.

CRITERIO DE CHAUVENET
MEDIA
s /max s w
0,53333333 4 18280
0,66666667 2 9040
1 1 4520
0,53333333 4 18040
0,93333333 1,25 5575
0,53333333 4 17760
16,25 73215
MEDIA DATACIÓN 4.506

750
Seguidamente procederíamos a su calibración a través de cualquier programa co-
nocido como Oxcal, Calpal, Calib, etc.

BIBLIOGRAFÍA

BAXTER, M.
(2003) “Statistics in Archaeology”. Arnold applications of statistics. London.WARD, G. K.; WILSON, S. R.
(1978) “Comparing and combining radiocarbon age determinations”. Archaeometry. Volumen 20. Part 1 Fe-
bruary, pp. 19-31.Oxford University.

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(1984) “La combinación estadística de las fechas de carbono-14”. Trabajos de Prehistoria. Volumen 41, pp.
349-359. Madrid

LONG, A.; RIPPETEAU, B.


(1974) “Testing Contemporaneity and Averaging Radiocarbon Dates”. American Antiquity 39, pp. 205-215.

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(2005) “Análisis multivariante aplicado”. Editorial Thomson. Madrid.

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Fundación José Miguel de Barandiarán. Guipúzcoa.

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bruary, pp. 19-31.Oxford University.

5.2. SERIACIÓN. LA NECRÓPOLIS VETTONA DE LA OSERA. LA NECRÓPOLIS


CELTIBÉRICA DE NUMANCIA

Se puede definir la seriación como una ordenación secuencial con un criterio tem-
poral. Desde la aparición de los métodos de datación absoluta, este procedimiento ha
quedado relegado de los estudios de arqueología. Sin embargo podemos utilizarlo en
casos especiales. Por ejemplo el estudio de yacimientos en los que no existe una es-
tratigrafía que serie los objetos, como pueden ser los casos de necrópolis, o el estudio
de objetos de yacimientos antiguos en los que no se realizó la datación por C-14 o su-
puestos especiales de seriación dentro de un mismo nivel estratigráfico.

La seriación se basa en la presencia o ausencia de variables u objetos, basándose


en el principio de que las variables o también los objetos aparecen, perduran y desapa-
recen. Esto último constituye una serie, una serie temporal.

Sin embargo hay que ser muy prudentes a la hora de utilizar las variables u objetos
a seriar. Deben ser aquellos que tienen una duración temporal y no aquellos que son
producto de su funcionalidad o de su género.

Se atribuye a W. Flinders la autoría de este procedimiento, en su aplicación a las ex-


cavaciones en Diospolis Parva en Egipto, en el siglo XIX. Otros autores continúan con

751
esta metodología, G. W Brainerd en 1951, W. R. Robinsón en 1951, Ford en 1957, J. E.
Doran y F .R. Hodson en 1975. Pero es en 1971 cuando D. G. Kendall comienza a pu-
blicar trabajos en los que utiliza esta metodología. Últimamente han publicado artículos
sobre esta temática, M. O. Hill y H. G. Still en 1980, St. Shenanan en 1997 y recientemen-
te P. J: F. Groenen y J. Poblome en 2003 y con M. van de Velden en 2007, aplicando
una nueva técnica.

Quizás pueda ser criticada esta metodología por anticuada y superada por el C-14,
pero como veremos a continuación, todavía puede ser utilizada en supuestos especia-
les. Los fundamentos teóricos son muy sencillos, aunque laboriosos. Sin embargo con
la aplicación de programas de ordenador el trabajo se reduce sensiblemente y los resul-
tados obtenidos son lo suficientemente interesantes como para que esta técnica sea
considerada.

Para este trabajo vamos a utilizar el programa PAST, desarrollado por Hammer O.,
Harper, D. A. T., y Ryan, P.D. Se trata de un buen programa estadístico, fácil y sencillo
de manejar, tanto en la entrada de datos como en el análisis estadístico, y muy comple-
to. Sin olvidar que es un programa “free Software”. Se puede descargar gratuitamente
de la red en la dirección <<http://folk.uio.no/ohammer/past>>.

5.2.1. FUNDAMENTOS TEÓRICOS

He comentado que la seriación es una ordenación temporal. El fundamento teórico


en que se basa es que las variables arqueológicas y también los objetos siguen la si-
guiente secuencia: aparecen, permanecen y desaparecen, constituyendo esta secuencia
una serie, una serie temporal. Las seriaciones están basadas en la presencia o ausen-
cia de datos. La seriación tiene un problema. No indica el sentido de la misma, es decir no
sabemos si el inicio de la serie es la cronología más antigua o más moderna. El sentido
cronológico debe deducirse de otra forma.

La seriación es una herramienta para análisis de datos que busca ordenar unos da-
tos u objetos desde una matriz, dando como resultado una ordenación de las filas en una
secuencia temporal. Existen dos tipos de algoritmos. En el primero, método fijo, sólo las
filas pueden moverse para la seriación, permaneciendo inmóviles las columnas. En el se-
gundo, método libre, tanto las filas como las columnas pueden moverse.

El primer aspecto a tener en consideración son las variables u objetos que podemos
utilizar en este procedimiento. La respuesta es sencilla, aquellos que cumplan la secuen-
cia anterior, alejados lo máximo posible de su funcionalidad, de aspectos locacionales, de
género o de aquellos otros que no tengan una clara temporalidad.

Una vez delimitados los aspectos, variables u objetos que pueden ser utilizados, el
procedimiento es bien sencillo, es simplemente ordenar. Prácticamente es como cuan-
do en una base de datos ordenamos primero por un campo. Una vez ordenado por este
campo ordenamos por un segundo campo y así sucesivamente.

Doran y Hodson (1975) sugieren tres condiciones que deben ser satisfechas:
1. Las variaciones regionales o geográficas deben reducirse al mínimo.
2. Las variables y objetos seleccionados deben provenir de una tradición cultural
singular.

752
3. Las variables y objetos seleccionados para la seriación deben depender de as-
pectos culturales y no de otros, como pueden ser la función o el género.

En el siguiente ejemplo vamos a analizar un supuesto teórico que sirve de introduc-


ción a esta metodología. El método que se utiliza es el de presencia-ausencia de obje-
tos. Este ejemplo es un modelo es decir una representación simplificada de la realidad
para una mejor comprensión del método.

Supongamos que en un yacimiento sin estratigrafía, por ejemplo una necrópolis en


la que en cada enterramiento, en nuestro caso 10 (de la tumba 1 a la 10), aparecen 10
tipos de cerámicas (del tipo A, al tipo K) y en cada tumba dos tipos de cerámicas.

Supongamos que la tumba más antigua es la número 1, hasta la más reciente que
es la 10. En la tumba 1 se han recogido los tipos A y B de cerámica. En la tumba 2,
los tipos B y C. En la tumba 3, los tipos C y D. Y así sucesivamente hasta la tumba 10
con los tipos J y K. Formamos una matriz. En cada celda anotamos un 0 en caso de
ausencia y un 1 en caso de presencia de la variable u objeto.

TIPOS DE CERAMICAS
TUMBAS A B C D E F G H I J K
1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 0
2 0 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0
3 0 0 1 1 0 0 0 0 0 0 0
4 0 0 0 1 1 0 0 0 0 0 0
5 0 0 0 0 1 1 0 0 0 0 0
6 0 0 0 0 0 1 1 0 0 0 0
7 0 0 0 0 0 0 1 1 0 0 0
8 0 0 0 0 0 0 0 1 1 0 0
9 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 0
10 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1

En PAST, en la columna multivariable se selecciona en “Multivariable” la opción


“seriación”, arrojando los resultados que se ofrecen en la tabla 1. El programa es muy
consistente, de tal forma que por muchas combinaciones que efectuemos el resultado
siempre es el mismo. He efectuado multitud de combinaciones para observar su rendi-
miento y es muy bueno.

El programa ejecuta una serie de subrutinas de tal forma que la presencia se con-
centre en la diagonal de la matriz, tal como se muestra en la tabla 1. Mediante el pro-
cedimiento denominado “constrained” ejecuta una simulación de “Monte Carlo” gene-
rando y seriando 30 matrices aleatorias, con igual número de sucesos, comparando
estos con la matriz original a fin de observar cual de las dos ofrece más información y
así sucesivamente. El algoritmo que utiliza PAST, está basado en el de Broker y Kyle
(1988).

Kendall en 1971 aplica el Escalado Multidimensional a la necrópolis de Münsingen,


como una mejora del procedimiento de la matriz diagonal anterior. En el gráfico 1 pre-

753
sentamos el resultado del escalado multidimensional, no métrico, con la distancia Dice.
Observamos como las tumbas se alinean perfectamente a lo largo de la curva siguien-
do el sentido de las agujas del reloj. Este Escalado Multidimensional lo hemos repetido
con diferentes tipos de distancias siendo el resultado igual que el reflejado. Igualmente
hemos realizado un gráfico de Sheppard, gráfico 2, que indica la calidad del resultado.
El hecho de que estén todos los puntos alineados verticalmente indica que el resultado
es óptimo.

Sin embargo el mejor procedimiento de seriación se basa en la técnica estadística


conocida como Análisis de Correspondencias. Básicamente el Análisis de Correspon-
dencias es un método de ordenación.

El análisis de correspondencias pretende representar en un espacio bidimensional,


la relación existente entre las diferentes categorías de dos variables cualitativas (Uriel,
Aldas, 2005). Por esto se dice, que sirve para visualizar tablas de contingencia.

Las características más significativas que definen este análisis son las siguientes:
1. Es una técnica descriptiva. No se necesita conocer ningún tipo de parámetro.
2. Es una técnica multivariable. Se estudian dos o más variables.

5 6
0,32

0,24

0,16
4 7

0,08
Coordinate 2

3 8

-0,08

-0,16

1 10
2 9
-0,24

-0,4 -0,32 -0,24 -0,16 -0,08 0 0,08 0,16 0,24 0,32

Coordinate 1

Gráfico 1. Escalado Multidimensional no métrico con distancia Dice, en el que se oberva la correcta y perfecta
alineación de las variables.

754
45

40

35

30
Obtained rank

25

20

15

10

0
1,2 2,4 3,6 4,8 6 7,2 8,4 9,6 10,8
Target rank

Gráfico 2. Gráfico de Sheppard que indica la buena calidad obtenida en la seriación.

3. Es una técnica factorial. La finalidad es reducir una gran cantidad de datos y de ca-
tegorías de las diferentes variables en un número reducido de dimensiones, general-
mente dos, intentando que en este proceso se pierda la mínima información.

Como ya hemos hablado de estas tablas de contingencia en un artículo anterior, no


vamos a profundizar en este tema, aunque vamos a recordarlo.

En un estudio de un conjunto de datos, podemos ver las características que definen


a estos datos. Estas características se denominan variables. Las tablas de contingencia
estudian estas variables de dos en dos. Cada una de estas variables que definen a una
población, se divide en diferentes categorías que son las que estudian.

Para el estudio de correspondencias, se parte de una tabla de contingencias, de dos


variables con m x n categorías y mediante una serie de transformaciones matemáticas
se sitúan y representan en un espacio bidimensional, un plano, las diferentes categorías
de cada variable. Cuanto más cercanas estén estas categorías en este eje cartesiano,
más vinculadas estarán.

El proceso matemático subyacente es muy sencillo. Primero por cada categoría de


las filas se calcula el porcentaje de cada valor respecto al total de su fila y por cada co-
lumna el porcentaje de cada valor respecto al total de su columna. Estos valores se de-

755
nominan “perfiles”. Calculando el valor medio de estos, se determina lo que se denomi-
na “masa”. A continuación se calcula la matriz de distancias euclídeas entre los perfi-
les. Con estos datos se obtiene la cuantificación del valor “inercia”, que es el producto de
la masa por las distancias euclídeas de cada perfil al perfil promedio. Se obtienen las
coordenadas cartesianas de cada perfil que son las que se sitúan en el eje de coorde-
nadas.

Este análisis de correspondencias puede realizarse no sólo para dos variables sino
para múltiples. Este tipo de análisis es muy útil cuando se utilizan dos o más variables con
múltiples categorías.

El resultado lo podemos considerar espectacular. Las tumbas se alinean en una per-


fecta parábola, gráfico 3, cuyo inicio comienza con la tumba 1 y a continuación la 2, 3, has-
ta la 10 en que finaliza la parábola. Es decir con este procedimiento si se han elegido
bien las variables la seriación es correcta y perfecta. Esta parábola se define con los ejes
1 y 2. Si utilizamos los ejes 2 y 3 se forma una figura de pez, pero siguen las tumbas es-
tando perfectamente alineadas, como se ve en el gráfico 4.

En la tabla 1 hemos obtenido los valores de los ejes de correspondencias. Si los pa-
samos a un gráfico tipo XY, gráfico 5, y comparamos los ejes 1 y 3 observamos como
se forma una característica función polinómica de grado 3, pero continúan estando las

1,6

6 5
1,2

0,8
7 4

0,4
Axis 2

0
8 3

-0,4

-0,8 9 2

-1,2
10 1

-1,6

-2
-2 -1,6 -1,2 -0,8 -0,4 0 0,4 0,8 1,2 1,6

Axis 1

Gráfico 3. Análisis de correspondencias, ejes 1 y 2, en el que observamos la perfecta alineación en parábola.

756
1,6

1,2 7
1

8
0,8

0,4

2
Axis 3

-0,4

-0,8
3

10
-1,2
4

-1,6

-2
-2 -1,6 -1,2 -0,8 -0,4 0 0,4 0,8 1,2 1,6

Axis 2

Gráfico 4. Análisis de correspondencias ejes 2 y 3.

tumbas ordenadas cronológicamente. En el gráfico 6 comparamos los ejes 1 y 5, obser-


vando la formación de una función polinómica de grado 5, continuando las tumbas or-
denadas cronológicamente.

5.2.2. EL EJEMPLO DE SPAULDING (1971)

En 1971 Spaulding propuso un ejemplo como aplicación practica de su teoría de


seriación. Sean cinco objetos realizados en piedra, bronce o hierro o mezcla de ellos,
cuya seriación teórica es clara, E, B, A, C y D, ó D, C, A, B, y E, es decir Piedra, Piedra
y Bronce, Bronce, Bronce y Hierro, y finalmente Hierro.

SPAULDING
OBJETOS PIEDRA BRONCE HIERRO
A 0 1 0
B 1 1 0
C 0 1 1
D 0 0 1
E 1 0 0

757
1,8

1,5 6

1,2

0,9

5
0,6
7
R

16

0,3

0 10

-0,3 18
14 11
9
-0,6 17
15

12
-0,9 13

-2 -1,6 -1,2 -0,8 -0,4 0 0,4 0,8 1,2 1,6


Q

Gráfico 5. Gráfico XY de ejes 1 y 3 con ajuste a una parábola.

1,6

1060
1,2

0,8 438
394
431

0,4
370
228

1241 200
0
6

185
270
-0,4 182

100

-0,8

508
-1,2 514

-1,6

-2
-2 -1,6 -1,2 -0,8 -0,4 0 0,4 0,8 1,2 1,6
3

Gráfico 6. Grafico XY, ejes 1y 5, con ajuste a función polinómica de grado 5.

758
A continuación realiza una matriz de similaridad utilizando la medida de distancia de
Jaccard. La matriz de similaridad queda como sigue:

SPAULDING
A B C D E
A 1/2 1/2 0 0 1
B 1/2 1/3 0 1/2 1
C 1/2 1/3 1/2 0 1
D 0 0 1/2 1 0
E 0 1/2 0 0 1

A continuación aplica el algoritmo de ordenación de tal forma que queden los coefi-
cientes 1 en la diagonal principal de la matriz.

SPAULDING SERIADO
D C A B E
D 1 1/2 0 0 0
C 1/2 1 1/2 1/3 0
A 0 1/2 1 1/2 0
B 0 1/3 1/2 1 0
E 0 0 0 1/2 1

Los objetos seriados quedan en la siguiente sucesión: D, C, A, B y E como era previ-


sible.

SPAULDING SERIADO
E B A C D
E 1
B 1
A 1
C 1
D 1

La aplicación de escalado multidimensional, gráfico 7, de estos valores genera los


siguientes resultados. La aplicación visual de las coordenadas refleja una clara parábo-
la que comienza con el objeto D y continúa la serie a lo largo de la curva con C, A, B y E.

De igual forma la aplicación de componentes principales genera una parábola, grá-


fico 8, con los objetos seriados en el mismo orden.

759
0,4

D E
0,3

0,2

0,1

0
Coordinate 2

-0,1
C B

-0,2

-0,3

-0,4

-0,5
-0,5 -0,4 -0,3 -0,2 -0,1 0 0,1 0,2 0,3 0,4

Coordinate 1

Gráfico 7. Seriación Necrópolis de La Osera. Escalado multidimensional en el que se observa la clásica pa-
rabola de sericación.

5.2.3. CURVAS BATTLESHIP O LENTICULARES

Hemos visto que la seriación se basa en una matriz de datos de presencia-ausencia.


Sin embargo existe un segundo procedimiento basado en el número de individuos o en
el porcentaje que cada objeto representa en su clase. Para realizar una seriación con este
método se parte de la matriz inicial de datos y se construye una matriz de similaridad o
disimilaridad basada en diferentes estadísticos que calculan la distancia de diferentes
maneras entre los individuos de cada celda. A continuación el proceso es el mismo. Se
permutan filas y columnas de tal forma que en las filas los valores de cada celda vayan
aumentando progresivamente hacia la diagonal para luego ir disminuyendo, midiendo
cada nueva ordenación a través de diferentes coeficientes que definen la bondad de
cada permutación hasta hacerlo máximo.

La salida es un diagrama porcentual en el que se reflejan ordenados los individuos


objetos de seriación y los objetos seriados. Este método es muy laborioso y el algoritmo
que utiliza es muy complicado. Actualmente no conozco ningún programa que realice la
seriación por curvas battleship o lenticulares.

760
0,4

D E

0,3

0,2

0,1

0
Coordinate 2

-0,1

C B

-0,2

-0,3

-0,4

-0,5 A
-0,6 -0,48 -0,36 -0,24 -0,12 0 0,12 0,24 0,36 0,48
Coordinate 1

Gráfico 8. Seriación necrópolis de La Osera. Componentes principales. Otro procedimiento de seriación en el


que tambien se forma la clasica parabola.

El siguiente ejemplo está tomado de Kris Hirst © 2006


Seriation, Step 3: Assemble Your Battleship Curves

761
5.2.4. LA NECRÓPOLIS VETTONA DE LA OSERA

Vamos a aplicar lo estudiado en los párrafos anteriores a los hallazgos de esta ne-
crópolis. Los datos los he tomado de la publicación de “Los Vettones” (Sánchez-Solís,
2003).

En la tabla general proporcionada por este autor con los hallazgos en cada una de
las tumbas analizadas en esta publicación aparecen diferenciados los materiales en
función de unas tipologías concretas, espadas, puñales, lanzas, bocados de caballo, fí-
bulas y otros varios. El análisis a efectuar se va a realizar, en principio sobre estos ma-
teriales, en atención a los supuestos enunciados anteriormente:
1. Analizamos una sola necrópolis para evitar problemas espaciales o culturales po-
siblemente asociados a varias necrópolis

2. Evitamos posibles problemas de función o de género en atención a otros materia-


les, como fusayolas y elementos de adorno.

En consecuencia estudiaremos los tipos primarios, puñales, lanzas, bocados de ca-


ballo y fíbulas.

El análisis preliminar de datos es muy complejo y confuso por la gran variedad de ti-
pos y elevado número de tumbas a seriar. En el siguiente cuadro aparecen reflejadas las
típologías y sus numeraciones en gráficos y tablas:

ESPADAS LANZAS
2 Antenas, tipo Aguilar de Anguita 22 Soliferrum
3 Antenas, tipo Alcaçer-do-Sol 23 Corte de cuatro mesas
5 Antenas, tipo Arcobriga 24 Nervio central y filo ondulado
6 Vaina de espada 25 Corte de cuatro mesas
8 Falcata 26 Hoja corta y distintas secciones
10 Puñal tipo Monte Bernorio 27 Sección elipsoidal

Eliminamos todas aquellas típologias que no aparecen en ninguna de las tumbas,


así como aquellas con materiales no representativos para una seriación. En la tabla 1
aparecen los materiales que hemos considerado en el estudio.

En la opción “multivariable” seleccionamos “seriación”, proporcionándonos el primer


resultado de esta seriación, tabla 2.

Las tumbas se reparten según una ordenación realizada por el programa, proporcio-
nando algunos datos sobre este resultado. Seleccionamos la opción “unconstrained”,
obteniendo una seriación ordenada según el criterio de movilización de las variables ti-
pológicas, intentando situar la presencia en la diagonal. La columna refleja la seriación
temporal de las tumbas y la primera fila las variables también seriadas.

He realizado un análisis de componentes principales para observar su consistencia


en orden a los dos ajustes a efectuar, ajuste a la parábola y ajuste al polinomio de 5º or-
den. Los resultados han sido difíciles de interpretar, no obteniendo ninguna de las figu-

762
NECRÓPOLIS DE LA OSERA
TIPOLOGÍAS OBJETOS
TUMBA 2 3 4 5 6 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 32 33 34 35 36 37 38 39 41 42 43 44 45 46 48 49
417
90
21
100
388
1060
20
185
264
418
59
182
251
228
140
311
508
4

763
370
1297
394
55
438
514
270
201
1241
431
361
477
282

Tabla 1. Tabla de seriación con las tumbas a seriar en filas y los objetos o variables de seriación en columnas
436
292
350
455
NECRÓPOLIS DE LA OSERA
TIPOLOGÍAS OBJETOS
TUMBA 18 22 20 2 19 16 33 26 11 17 13 35 6 24 4 42 3 32 5 15 23 46 34 9 49 43 21 25 12 14 10 48 41 37 38 27 39 36 8 44 45
59
417
100
388
311
1297
21
418
264
228
90

Tabla 2. Matriz seriada de tumbas de La Osera.


182
20
1060
140
270
185
438

764
251
508
201
35
361
477
4
1241
282
431
436
350
514
370
394
292
455
ras teóricas previstas. Esto es debido a un principio fundamental que hay que tener pre-
sente al realizar el estudio. Al tratarse de un análisis de presencia o ausencia, en cada
grupo tipológico tiene que existir al menos una variable con presencia. Es decir que en
cada grupo tipológico sea espadas, puñales, lanzas, bocados o fábulas debe haber al-
gún elemento en cada tumba, del tipo que sea, pero al menos uno.

Para solucionar este problema he seleccionado aquellas tumbas que presentan algún
tipo de espada, con algún tipo de puñal, con algún tipo de bocado y con algún tipo de fí-
bula. El número de tumbas que cumplen estos requisitos es escaso, existiendo solo unas
pocas tumbas en que se den estas circunstancias. Debido a esto he seleccionado las
tumbas en las que se dan algunas de las típologias de espadas y lanzas. El número es
pequeño, 14 tumbas pero suficientes para realizar el análisis.

En la siguiente tabla, reflejamos las tumbas y variables tipológicas, espadas y lanzas


que se han tenido en cuenta.

ESPADAS LANZAS
TUMBAS
2 3 5 6 8 10 22 23 24 25 26 27
228 1 0 0 1 0 0 0 1 0 0 1 0
100 1 0 0 1 0 0 1 0 0 0 0 0
370 0 0 0 0 1 0 0 1 0 1 0 0
394 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0 0 1
1060 0 1 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0
431 0 1 0 1 0 0 0 1 0 0 0 1
438 0 1 0 1 0 0 0 1 0 0 0 0
200 0 1 1 1 0 0 0 0 1 0 0 0
182 0 0 1 1 0 0 0 0 1 0 0 0
185 0 0 1 1 0 0 0 1 0 1 0 0
1241 0 0 1 0 0 0 0 1 0 0 0 0
514 0 0 0 0 0 1 0 0 0 1 0 1
270 0 0 1 1 0 0 0 1 1 1 0 0
508 0 0 1 1 0 1 0 0 0 1 0 0

Realizamos la seriación obteniendo el resultado reflejado en la siguiente tabla. Se


nos ofrece una primera seriación de las tumbas, con resultados numéricos buenos, tan-
to en las puntuaciones Z (0,451829), como en la p(random) de 0,651392. Seleccionan-
do la opción “unconstrained”, obtenemos el diagrama con las presencias situadas en
la diagonal, en columnas las tumbas seriadas y en la fila superior la ordenación de las
variables.

Realizamos el análisis de correspondencias y vemos en el gráfico 9, los ejes 1 y


2. Se asemeja a una parábola con una pequeña aglomeración entorno al vértice de la
parábola. Si observamos la seriación de los números de tumbas en la parábola, vemos
que son iguales a los proporcionados por la tabla empezando por la derecha, tumba
100 y acabando a la izquierda tumba 394 que delimitan el intervalo en su inicio y final
de la seriación. Queda por comprobar como se ajusta esta nube de puntos a una pará-
bola. El gráfico 10 refleja la parábola ajustada a la nube de puntos. El ajuste es bueno
puesto que el coeficiente R2 es alto 0,87764, lo que indica un buen ajuste. Esto es señal
de que la seriación obtenida es buena. Los datos del ajuste, así como la parábola se

765
NECRÓPOLIS DE LA OSERA
TIPOLOGÍA OBJETOS
TUMBAS
22 2 26 24 3 6 5 23 25 27 10 8
100
228
200
182
438
1060
270
431
1241
185
508
370
514
394

1,8

394

1,5 100

1,2

0,9

228
0,6
370
Axis 2

514

0,3

0 431

-0,3 508
185 438
1060
-0,6 270
1241

200
-0,9 182

-2 -1,6 -1,2 -0,8 -0,4 0 0,4 0,8 1,2 1,6


Axis 1

Gráfico 9. Análisis de correspondencias de La Osera, ejes 1 y 2, en el que se observa la formación de la clá-


sica parabola y las tumbas seriadas.

766
1,8

1,5 6

1,2

0,9

5
0,6
7
R

16

0,3

0 10

-0,3 18

14 11
9
-0,6 17
15

12
-0,9 13

-2 -1,6 -1,2 -0,8 -0,4 0 0,4 0,8 1,2 1,6


Q

Gráfico 10. Ajuste de la seriación a la parábola de ejes 1 y 2 de La Osera, que proporciona un muy buen coe-
ficiente de correlación.

muestran en la tabla. Decir que la función de la parábola es Y= 0,42941 - 0,0037410


x + 0,618096 x2.

Comprobamos el ajuste a la función polinómica de 5º grado, gráfico 11. El coeficien-


te R2 es muy bajo (0,26313), indicativo de que a estos niveles la nube de puntos se ase-
meja muy ligeramente a este tipo de función.

La tabla anterior también nos muestra aquellos elementos que tienen una mayor per-
duración a lo largo de la seriación. En el caso de las espadas, el tipo 6 se da práctica-
mente a lo largo de toda la serie, lo que es sinónimo de ser un mal elemento para seriar,
lo mismo que el tipo 5, 2, 10 y 3. Mayor definición temporal tiene el tipo 8, que se sitúa al
final de la serie. En el caso de las lanzas, el tipo 23 se da a lo largo de toda la seriación
al igual que ocurre con los tipos 24 y 25. Definen mejor su posición en la serie el tipo
22 al inicio de la misma, los tipos 25 y 27 en el tramo medio y final de la serie y el tipo
26 en el intermedio de la serie.

Resumiendo podemos decir que tanto el método de seriación, como la comproba-


ción de los ajustes, son un procedimiento valido para seriar cronológicamente determi-
nados tipos de objetos en especiales yacimientos arqueológicos. Siempre teniendo en
cuenta que es necesaria una buena tipología como punto de partida y aplicando estric-
tamente los criterios que hemos comentado a lo largo de este trabajo.

767
1,6

1060
1,2

0,8 438
394
431

0,4
370
228

1241 200
0
6

185
270
-0,4 182

100

-0,8

508
-1,2 514

-1,6

-2
-2 -1,6 -1,2 -0,8 -0,4 0 0,4 0,8 1,2 1,6
3

Gráfico 11. Ajuste a una función polinómica de 5o grado de La Osera.

5.2.5. LA NECRÓPOLIS CELTIBÉRICA DE NUMANCIA

Para la seriación de las tumbas de la necrópolis de Numancia, vamos a tener en cuen-


ta una serie de factores. En primer lugar vamos a seriar aquellos objetos cuyas tipolo-
gías se den en todas las tumbas. Es decir que si escogemos un objeto, fíbulas, vamos a
seriar aquellas tumbas que contengan fíbulas. Si no hiciésemos así, y seleccionaremos
espadas, el programa seriaría las tumbas con espadas y diferenciándolas de las que no
lo tengan, con lo que en lugar de seriar temporalmente, estaríamos seriando por géne-
ro o por actividad. La revisión de los materiales nos lleva a escoger exclusivamente las
fíbulas como mejor objeto para poder ser seriado.

Dentro de las fíbulas, vamos a escoger aquellas tumbas que contengan al menos
dos de ellas. La necrópolis de Numancia tiene una duración escasa, por lo que es posi-
ble que la convivencia de típologias diferentes en el tiempo sea considerable. Una tum-
ba con una sola fíbula puede situarse en cualquier momento del pequeño intervalo de
utilización de la necrópolis. Esto ha motivado que el estudio lo realicemos sobre aque-
llas tumbas con dos o más fíbulas.

El procedimiento es el mismo. En la tabla situamos con 1 la presencia de un determi-


nado tipo de fíbula y con 0 su ausencia en la tumba. El resultado es el siguiente, en el
que aparecen representadas las tumbas y sus fíbulas.

768
NECRÓPOLIS DE NUMANCIA
FÍBULAS
TUMBAS
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 TOT
6 1 1 2
22 1 1 2
32 1 1 1 3
36 1 1 1 3
38 1 1 2
40 1 1 1 1 1 1 6
47 1 1 1 3
53 1 1 2
68 1 1 2
78 1 1 2
81 1 1 1 3
92 1 1 1 3
98 1 1 1 3
101 1 1 2
106 1 1 2
118 1 1 1 3
122 1 1 2
125 1 1 2
134 1 1 2
140 1 1 1 3
141 1 1 2
146 1 1 2
149 1 1 2
151 1 1 2
153 1 1 1 3
TOT 19 20 4 2 4 1 5 3 1 2 1 1

Las siglas y típologias empleadas es la siguiente:

SIGLA TIPOLOGIA
A Anular
B La Tene 1
C Torrecilla
D Pie alzado con botón terminal
E La Tene II y III
F De pie caudal
G Simétricas
H Cabujones
I De alambre
J, K, L Caballito

El resultado de la seriación de tumbas es el siguiente:

769
NECRÓPOLIS DE NUMANCIA
TIPOLOGÍA FÍBULA
TUMBA
C B A E G J I F K D H L
22
151
53
140
149
122
38
6
106
141
36
98
118
92
68
81
32
146
40
47
124
125
78
101
153

Tumba nº 22, 151, 53, 140, 149, 122, 38, 6, 106, 141, 36, 98, 118, 92, 68, 81, 32,
146, 40, 47, 124, 125, 78, 101 y 153

En cuanto a las fábulas la seriación es:


Tipo C, B, A, E, G, J, I, F, K, D, H y L.

La seriación tiene un problema. No indica la dirección, es decir no indica el momento


anterior y el posterior de inicio y final de la serie. Por la tipología de los materiales el
orden es de antiguo a moderno, dentro de la cronología proporcionada por los excava-
dores del III siglo a I siglo A.C.

El análisis de correspondencias realizado ha proporcionado unos valores de los ejes


muy semejantes. El diagrama de ajuste a la parabólica, gráfico 12, muestra un ajuste dé-
bil con un coeficiente de correlación muy bajo. El ajuste polinómico de orden 5 mejora
la situación con un coeficiente de correlación de 0,72.

He realizado un cluster “paired group” con distancia euclídea, gráfico 13, de los ejes
del análisis de correspondencias 1, 2 y 3, para comprobar la agrupación sobre las se-
riaciones que se originan, en un intento de subdividir la serie global. Teniendo en cuenta
tanto el gráfico de seriación como el cluster, la seriación definitiva quedaría como sigue:

770
PERIODO TUMBAS FÍBULAS FÍBULA TIPO
1 22,151,53,140 La Tene 1, Torrecilla La Tene 1, Torrecilla
2 149,122,38,6,106,141 Torrecilla, Anular Anular
A 36,98,81,32 Torrecilla, Anular, La Tene II y III La Tene II y III
3
B 118,92,68,146 Torrecilla, Anular, Simétricas Simétrica
Anular, La Tene I, La Tene II y III, Pie alzado, Simétrica,
4 40,47,124 Pie alzado y caballito
Caballito
5 125,78,101,153 Anular, Pie alzado, Cabujones, Caballito Cabujones

Se diferencian cinco periodos dentro de la seriación con una subdivisión dentro del
tercer periodo. La serie comienza con las fíbulas tipo La Tene 1 y Torrecilla. En el segun-
do periodo se incorpora la Anular. En el tercer periodo La Tene II, III y Simétrica. En el
cuarto periodo la de tipo Caballito y en el 5 periodo la llamada de Cabujones.

La perduración de las fíbulas es amplia. Así La Tene 1 se refleja en el periodo 1 y en


4, lo que hace suponer su pervivencia en los periodos intermedios. La de Torrecilla co-
mienza también en el primer periodo y continúa en el 2º, 3º A y 3º B. La Anular comien-
za en el 2º periodo y pervive hasta el 5º, lo que es indicativo de que no es una pieza
buena para seriar por si sola. La Tene II y III, comienzan en el periodo 3º A y llegan al
4º periodo. La simétrica es propia del 3 º B y 4º periodo.

101
125
78
1,6

1,2

0,8

0,4
26
146
81
32
122
106
149
141
6118
92
38
AE

0
68 140
9840
36
151
22
53
-0,4

124
-0,8

-1,2
47

-1,6

-2 153
-3 -2,5 -2 -1,5 -1 -0,5 0 0,5 1 1,5
AD

Gráfico 12. Análisis de correspondencias con la seriación de la necrópolis de Numancia.

771
153

101
125

118
146

106
122
141
149

140
151

124
78

68
92

38

32
81
26
36
98
40

22
53
47
6
0

-0,4

-0,8

-1,2

-1,6
Similarity

-2

-2,4

-2,8

-3,2

-3,6

-4
0 3 6 9 12 15 18 21 24

Gráfico 13. Cluster de los ejes 1y 2 del Análisis de correspondencias de la necrópolis de Numancia.

BIBLIOGRAFÍA

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(2004) “La Necrópolis Celtibérica de Numancia”. Arqueología de Castilla y León 12. Junta de Castilla y León.

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(2003) “Los vettones”. Real Academia de La Historia. Madrid.

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(1988) “Seriation of an original data matrix as applied to palaeoecology”. Lethaia 21, pp. 79-93.

772
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(1988) “Métodos estadísticos aplicables a la reconstrucción prehistórica”. Munibe, suplemento 6, pp 25-53.
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(1985) “La seriación automática en arqueología: introducción histórica y aplicaciones”. Trabajos de Prehis-
toria. Vol. 42, nº 1, pp. 9-50. Madrid.

FERNÁNDEZ, V. M.; JIMENO, A.; MENÉNDEZ, M.; LARIO, J.


(2003) “Archaeological survey in the Blue Nile area, Central Sudan”. Complutum 2003, pp. 244-248. Madrid.

GUINEA, M.; VALMAYOR, A. F.


(1978) “Un método de seriación automática”. Revista Española de Antropología Americana. Madrid.

5.3. WAVELETS Y ANÁLISIS DE LA VARIANZA. SU APLICACIÓN AL ESTUDIO


DE DATACIONES DE C-14. LOS DÓLMENES DEL CANTÁBRICO ORIENTAL Y AL-
TO VALLE DEL EBRO

En el presente caso que estudiamos pretendemos detectar, observar e interpretar


múltiples dataciones de C-14 pertenecientes a diferentes yacimientos y en las que pu-
dieran darse fenómenos temporales como ondulaciones cíclicas y desfases. Para ello
realizamos una primera valoración de las dataciones rechazando aquellas que se salen
de los intervalos normales en los que se ubica este fenómeno. Posteriormente realiza-
mos una serie de análisis para intentar localizar esta dinámica interna, como son el aná-
lisis exploratorio de datos, cluster, análisis de la varianza y por último el análisis wavelet
que nos va a mostrar las ondas del fenómeno. Todas las dataciones son B.P. sin correc-
ción dendrocronológica.

5.3.1. LAS DATACIONES DE C-14 EN EL ÁREA

Se han realizado 70 dataciones radiocarbónicas en dólmenes del área del Cantábri-


co Oriental y Alto Valle del Ebro. Concretamente 11 en La Rioja, 17 en Burgos, 6 en Viz-
caya, 20 en Álava (incluimos el hipogeo de Longar (Viana, Navarra) por pertenecer a la
estación dolménica de La Rioja Alavesa, y 16 en Guipúzcoa. El número de dólmenes
donde se han realizado dataciones es de 32, de los cuales 5 están en La Rioja, 10 en
Burgos, 4 en Vizcaya, 6 en Álava y 7 en Guipúzcoa.

En las primeras dataciones se observó un fenómeno consistente en la existencia


de dataciones diferentes separadas por intervalos amplios temporales. Por ejemplo en
Álava en San Juan ante Portam Latinam, entre 5.020 y 4.520 y en Los Llanos entre 5.190
y 4.660. En Guipúzcoa, en Larrarte, entre 5.070 y 4.055. En los dólmenes en los que
se realizaron dataciones, se observaban fechaciones diferentes lo que daba origen a la
interpretación general de continuidad en la utilización del dolmen. Si además se repre-
sentaban todas las dataciones se obtenía una serie continúa, sin discontinuidades apa-
rentes y achacables a la aleatoriedad de las dataciones. Sin embargo si se observa de-
tenidamente el fenómeno y se ordena no en una serie única, que es una mezcla, sino
por áreas y por dólmenes obtenemos unos resultados que deben ser interpretados de
manera diferente. La repetición sucesiva del fenómeno cíclico y la circunstancia de que

773
las dataciones eran semejantes, y también que las dataciones individuales encajaban
en las dataciones y no en los intervalos del lapsus de utilización, nos ha motivado para
que apliquemos una serie de técnicas, una muy novedosa, para intentar observar la
existencia del fenómeno y definir sus características temporales.

En este trabajo vamos a completar las series introduciendo aquellas fechaciones


individuales de dólmenes puesto que como hemos dicho anteriormente habíamos ob-
servado que estas dataciones individuales encajaban en algunos de los periodos o bien
exactamente, o bien con un ligero desfase o retardo.

Del total de dataciones realizadas he tenido que seleccionar, eliminando, alguna de


ellas tanto en el tramo superior como en el inferior, por ser fechas que se escapan del
intervalo cronológico en el que nos movemos. He analizado las dataciones comprendi-
das entre 5.400 y 4.000 B.P. De las 70 dataciones iniciales, he seleccionado finalmente
52, 7 en La Rioja, 18 en Álava (incluyendo 5 pertenecientes al hipogeo de Longar (Via-
na, Navarra)), 10 en Burgos, 13 en Vizcaya y 4 en Guipúzcoa.

El listado de dataciones BP. es el siguiente:

C-14 B.P. C-14 B.P.


GUIPÚZCOA ÁLAVA
MEDIA DESV. TÍPICA MEDIA DESV. TÍPICA
Larrarte 5.810 290 Los Llanos 5.190 140
T Trikuaizti 5.300 140 SJAPL 5.070 150
Igartza w 5.270 100 SJAPL 5.020 140
Larrarte 5.070 140 Los Llanos 4.660 200
Mandubi zelaia 4.950 45 Longar (Viana, Navarra) 4.580 90
Aizibita 4.490 50 Longar (Viana, Navarra) 4.540 70
Aizibita 4.410 50 Longar (Viana, Navarra) 4.530 60
Mandubi zelaia 4.345 45 SJAPL 4.520 50
Praalata 4.310 110 SJAPL 4.520 75
Larrarte 4.055 75 SJAPL 4.510 40
Aizibita 4.030 60 Longar (Viana, Navarra) 4.480 50
Aizibita 3.990 40 SJAPL 4.460 70
Mandubi zelaia 3.960 45 Kurtzebide 4.445 95
Larrarte 3.920 75 Longar (Viana, Navarra) 4.445 70
Aizibita 3.460 50 SJAPL 4.440 40
T. Apatesaro 2.670 90 SJAPL 4.325 70
Los Llanos 4.090 120
Los Llanos 4.080 170

C-14 B.P. La Chabola


3.170 130
VIZCAYA de La Hechicera
MEDIA DESV. TÍPICA
T. urkibi 2.345 95
Boheritza 2, 1 5.500 100
La Cabaña 2 5.405 65
Cotobasero 2 4.960 90
Hirumugarrieta 2 4.955 85
Hirumugarrieta 2 4.950 85
Hirumugarrieta 2 4.865 90

774
C-14 B.P C-14 B.P
BURGOS LA RIOJA
MEDIA DESV. TÍPICA MEDIA DESV. TÍPICA
Fuentepeciña 1 5.270 140 Peña Guerra 1 3.450 70
Fuentepeciña 2 5.170 100 Peña Guerra 1 3.450 70
Fuentepeciña 2 8.260 50 Peña Guerra 2 4.630 90
Fuentepeciña 2 5.375 45 Peña Guerra 2 4.640 60
Rebolledo 5.075 40 Peña Guerra 2 3.410 60
Rebolledo 6.775 30 Peña Guerra 2 4.750 30
Rebolledo 5.305 30 Fuente Morena 4.700 25
Las Arnillas 4.575 40 Collado Palomero 2 4.900 110
Las Arnillas 4.720 150 Collado Palomero 1 4.730 30
El Moreco 5.150 60 Collado Palomero 1 4.270 60
La Cabaña 5.240 65 Collado Palomero 1 3.680 20
San Quirce 1.810 110
San Quirce 3.770 190
Valdemuriel 5.670 110
Valdemuriel 6.565 45
Ciella 5.290 40
La Mina 5.100 170

5.3.2. ANÁLISIS EXPLORATORIO DE DATOS Y ANÁLISIS DE LA VARIANZA

Empezamos el trabajo con un análisis exploratorio de datos, en las cinco áreas a es-
tudiar. En la tabla se recogen los datos univariantes de estas dataciones agrupados por
zonas. Destacamos la igualdad de datación media entre La Rioja, Álava y Vizcaya. Igual
ocurre entre Burgos y Guipúzcoa, aunque ambas con fechaciones más antiguas. La des-
viación típica es muy elevada señal de que estamos ante series e intervalos cronológi-
cos amplios, en los que pueden darse fenómenos cíclicos.

La Rioja Álava Burgos Vizcaya Guipúzcoa


N 7 18 10 13 4
Mínimo 3.410 4.080 4.575 3.920 4.865
Máximo 4.900 5.190 5.375 5.300 4.960
Media 4.237 4.553 5.115 4.469 4.932
Desviación típica 184 73 75,53 142 23
Mediana 4.630 4.520 5.170 4.345 4.952
Curtosis -1,84 -0,24 -0,29 -1,47 1,7

Como he comentado anteriormente he eliminado una serie de dataciones de Burgos,


Vizcaya y Guipúzcoa por estar fuera de contexto del mundo megalítico tanto en su tra-
mo superior dataciones superiores a 5.400 BP, como en su tramo inferior dataciones
inferiores a 4.000 BP.

El boxplot del gráfico 1 refleja las características principales de las cinco series de da-
taciones. Igualdad y antigüedad de las dataciones de Burgos y Guipúzcoa. Igualdad de
las dataciones de La Rioja, Álava y Vizcaya. Los outliers están indicando ciclos en la se-
rie general.

775
5700

5400

5100

4800

4500
Y

4200

3900

3600

3300

3000

Guipuzco
Burgos
La Rioja

Álava

Vizcaya

Gráfico 1. Boxplot con las dataciones de las zonas estudiadas.

Si realizamos un analisis cluster de cada una de las series observamos como las
dataciones se agrupan en diferentes clusters. En La Rioja, gráfico 2, se forman cuatro gru-
pos principales, con un coeficiente de correlación elevado 0,9558.

GRUPOS DATACIONES
1º 4900
2º 4750, 4730, 4700, 4640, 4630
3º 4270

En Álava el cluster del gráfico 3 arroja los siguientes resultados de agrupamiento,


con un coeficiente de correlación de 0,9218.

GRUPOS DATACIONES
1º 5190, 5070, 5020
2º 4 660, 4580, 4540, 4530, 4520, 4520, 4480, 4460, 4445, 4445, 4440
3º 4325
4º 4090, 4080

776
10

11
8

1
-160

-320

-480
Similarity

-640

-800

-960

-1120

0 1,2 2,4 3,6 4,8 6 7,2 8,4 9,6 10,8 12

Gráfico 2. Cluster de dataciones de La Rioja.

En Burgos los resultados del cluster aparecen en el gráfico 4, con un coeficiente de


correlación de 0,9411 y su resumen en la siguiente tabla:

GRUPOS DATACIONES
1º 5375, 5305, 5290,5 270, 5240
2º 5170, 5150, 5075
3º 4720
4º 4575

En Guipúzcoa los resultados del cluster, coeficiente de correlación de 0,9067, los re-
flejamos en el gráfico 5 y su resumen en la siguiente tabla:

777
10

11

12

13

14

15

16

17
4

1
-80

-160

-240

-320
Similarity

-400

-480

-560

-640

0 2 4 6 8 10 12 14 16 18

Gráfico 3. Cluster de dataciones de Álava.

GRUPOS DATACIONES
1º 5300, 5270, 5070, 4950
2º 4490, 4410, 4345, 4310
3º 4055, 4030, 3990, 3960, 3920

En Vizcaya los resultados los resumimos en la siguiente tabla:

GRUPOS DATACIONES
1º 4960, 4955, 4950, 4865

778
10

11

1
-60

-120

-180

-240
Similarity

-300

-360

-420

-480

-540

-600
0 1,2 2,4 3,6 4,8 6 7,2 8,4 9,6 10,8 12

Gráfico 4. Cluster de dataciones de Burgos.

De los análisis clusters efectuados, se deduce la existencia de diferentes series den-


tro de cada provincia. Lo que estamos detectando son diferentes ciclos o periodos de ex-
pansión de megalitismo en cada zona, viéndose afectadas éstas en momentos diferen-
tes. La diferencia temporal de cada mismo ciclo en cada provincia es el retardo que esa
localización tiene con respecto al movimiento general.

Para examinar si los clusters formados tienen identidad propia y son diferentes al res-
to vamos a comparar las medias de cada cluster entre sí mediante el denominado aná-
lisis de la varianza.

El análisis de la varianza lo realizamos en la tabla 1. En este caso los datos que nos
interesan no son los resultados generales de la tabla sino los individuales de compara-
ción de varianzas entre las diferentes series definidas con anterioridad en el analisis
cluster. Partimos de las series determinadas en el analisis cluster. Los datos generales in-
dican que la varianza entregrupos, es la que define la totalidad del analisis general, tie-
ne una probabilidad de igualdad de medias infinitamente pequeña. Pero los resultados
que realmente nos interesan son las comparaciones entre cada uno de los ciclos o gru-
pos hallados en el analisis cluster. Para este análisis he tenido que realizar por necesi-
dad del algoritmo utilizado, un pequeño ajuste a tres datos de la serie consistente en
añadir en aquellos ciclos con una sola datación de C-14, una fecha igual a la existente
más un año, para evitar tener divisiones entre cero.

779
10

11

12

13
5

1
-100

-200

-300

-400
Similarity

-500

-600

-700

-800

-900

-1000
0 1,6 3,2 4,8 6,4 8 9,6 11,2 12,8

Gráfico 5. Cluster de dataciones de Guipúzcoa.

Sum of sqrs df Mean square F p(same)


Between groups 8,75E+06 13 672918 126,2 9,58E-29
Within groups 218649 41 5332,9
Total 8,97E+06 54
Levene´s test for homogeneity of variance, based on means: p(same) = 0,0002249
Based on medians: p(same) = 0,002708
Welch F test in the case of unequal variances: F 0 4,349E04, df=10,81, p = 1,447E-23
RIOJA 1 RIOJA 2 RIOJA 3 ÁLAVA 1 ÁLAVA 2 ÁLAVA 3 ÁLAVA 4
RIOJA 1 0 0,04712 0,0001439 0,09708 0,0001461 0,0001439 0,0001439
RIOJA 2 5,071 0 0,0001442 0,0001448 0,162 0,0001554 0,0001439
RIOJA 3 15,18 10,11 0 0,0001439 0,01221 0,9995 0,1283
ÁLAVA 1 4,645 9,716 19,82 0 0,0001439 0,0001439 0,0001439
ÁLAVA 2 9,385 4,314 5,791 14,03 0 0,1288 0,0001441
ÁLAVA 3 13,85 8,78 1,325 18,5 4,466 0 0,01215
ÁLAVA 4 19,64 14,57 4,468 24,29 10,26 5,793 0
BURGOS 1 9,527 14,6 24,7 4,882 18,91 23,38 29,17
BURGOS 2 5,378 10,45 20,55 0,7327 14,76 19,23 25,02
BURGOS 3 6,094 1,024 9,081 10,74 3,29 7,756 13,55
GUIPUZC 1 5,95 11,02 21,13 1,305 15,33 19,8 25,59
GUIPUZ 2 12,33 7,257 2,848 16,97 2,943 1,524 7,317
GUIPUZ 3 21,91 16,84 6,733 26,55 12,52 8,058 2,264
VIZCAYA 0,7708 5,841 15,95 3,874 10,16 14,62 20,41

780
BURGOS 1 BURGOS 2 BURGOS 3 GUIPUZC 1 GUIPUZ 2 GUIPUZ 3 VIZCAYA
RIOJA 1 0,0001454 0,02694 0,006677 0,008908 0,0001439 0,0001439 1
RIOJA 2 0,0001439 0,000144 1 0,000144 0,0006547 0,0001439 0,01106
RIOJA 3 0,0001439 0,0001439 0,000149 0,0001439 0,7503 0,00182 0,0001439
ÁLAVA 1 0,06549 1 0,000144 0,9995 0,0001439 0,0001439 0,2943
ÁLAVA 2 0,0001439 0,0001439 0,5463 0,0001439 0,7092 0,0001439 0,0001442
ÁLAVA 3 0,0001439 0,0001439 0,0002982 0,0001439 0,9978 0,0002173 0,0001439
ÁLAVA 4 0,0001439 0,0001439 0,0001439 0,0001439 0,0005886 0,9359 0,0001439
BURGOS 1 0 0,2049 0,0001439 0,4141 0,0001439 0,0001439 0,0001561
BURGOS 2 4,149 0 0,0001439 1 0,0001439 0,0001439 0,1032
BURGOS 3 15,62 11,47 0 0,0001439 0,005034 0,0001439 0,001387
GUIPUZC 1 3,577 0,5721 12,04 0 0,0001439 0,0001439 0,0388
GUIPUZ 2 21,85 17,71 6,233 18,28 0 0,0001452 0,0001439
GUIPUZ 3 31,44 27,29 15,81 27,86 9,581 0 0,0001439
VIZCAYA 8,756 4,607 6,865 5,179 13,1 22,68 0

Observamos como de las comparaciones de la varianza entre clusters de datacio-


nes o ciclos, algunas casillas arrojan resultado igual a uno, lo que indica que sus me-
dias o fechaciones son iguales, y otras en las cuales sus resultados son muy pequeños,
próximos a cero, lo que indica una muy baja probabilidad de igualdad de medias o de
fechación.

El resumen de estos resultados es el siguiente:

a. Alta probabilidad de igualdad de medias. Rioja 1 y Vizcaya, Rioja 2 y Burgos 3,


Rioja 3 y Álava 3, Álava 1 y Burgos 2 y Guipúzcoa 1, Álava 3 y Guipúzcoa 2, Álava 4 y
Guipúzcoa 3 y finalmente Burgos 2 y Guipúzcoa 1.

b. Baja probabilidad de igualdad de medias. El resto de cruces de los clusters.

Aplicando estos resultados a cada zona dolménica y según los resultados del ana-
lisis cluster podemos decir que:

1. En La Rioja el primer ciclo dolménico aparece hacia 4.900. Un segundo ciclo apa-
rece doscientos años después hacia 4.700 utilizándose durante 100 años y un tercero
300 años después hacia 4.270. Los intervalos entre ciclos son muy amplios como para
poder ser atribuidos a la aleatoriedad, lo que nos hace concluir que hay intervalos de
tiempo en los que no se utiliza el dolmen.

2. En Álava el primer ciclo dolménico aparece hacia 5.200 con una duración de 200
años. El segundo ciclo 400 años después hacia 4.600 con una duración de doscientos
años. Un tercer ciclo hacia 4.300 y un cuarto ciclo hacia 4.100.

3. En Burgos el primer ciclo dolménico aparece en 5.400, es el más antiguo de la


zona estudiada con una duración de 100 años. El segundo ciclo aparece 100 años des-
pués hacia 5.200 con duración de 100 años. 300 años después hacia 4.800 se vuelve
a utilizar el megalito. El cuarto ciclo se inicia hacia 4.600.

781
4. El Guipúzcoa el primer ciclo se inicia hacia 5.300, coincidiendo con el inicio en
Burgos y en toda la zona y dura 300 años. Existe un intervalo de 500 años hasta que se
vuelve a emplear el dolmen hacia 4.500 con una duración de 200 años. Un tercer ciclo
final se produce 300 años después hacia 4.000.

5. En Vizcaya no tenemos constancia más que de un único ciclo que se inicia hacia
el 5.000 con una duración de poco más de 100 años.

Resumiendo diremos que existen ciclos de utilización de los dólmenes con interva-
los en los que no se utilizan. Esta situación es común a las cinco zonas estudiadas.
Estos movimientos cíclicos de utilización se dan en todas las zonas, aunque existen
desfases temporales en el mismo ciclo, en función de la zona. Este fenómeno dolméni-
co tiene un carácter explosivo, es decir que su inicio y difusión es muy rápido, y su pri-
mera utilización temporal muy corta apenas tres generaciones. Luego sigue un periodo
de trescientos años sin utilizarse, hasta que llega un segundo ciclo de reutilización con
una duración de doscientos años

El fenómeno dolménico tiene su origen en algún lugar de la meseta castellana y en


lo que a nuestra zona de estudio se refiere, hacia 5.300 B.P. se empiezan a levantar los
primeros dólmenes en Burgos y Guipúzcoa, 100 años después los localizamos en Álava,
en la zona de Rioja Alavesa y 200 años después se detectan en La Rioja y Vizcaya. A
esta ciclo inicial le sucede un lapso temporal de 100 años en Burgos, 400 años en Gui-
púzcoa, 300 años en Álava y 100 años en Guipúzcoa sin utilización, hasta que llega una
segunda ola de utilización de los sepulcros, con intervalos de utilización de hasta 200
años. La tercera ola de utilización se produce 300 años después hacia 4.100 BP.

5.3.3. WAVELETS Y SU APLICACIÓN A LA TEORÍA DE CICLOS

El analisis wavelet es el análisis más adecuado para el estudio de series temporales


que contengan diferentes tipos de variabilidad en función de la escala temporal, como
es el caso que nos ocupa. El análisis wavelet permite descomponer una serie temporal,
en función del tiempo y de la frecuencia, a diferentes escalas temporales. Esta capa-
cidad permite observar no sólo la variabilidad temporal, sino también su evolución tem-
poral. Es un desarrollo superior al análisis clásico de Fourier de series temporales. To-
ma como base una serie de funciones realizadas a partir de una primera, denominada
madre o master. PAST utiliza un algoritmo de convolución rápido. La forma del espectro
wavelet puede ser de tres tipos Morlet, que es más conocido y proporciona mejores re-
sultados, Gauss o Sombrero.

En el gráfico 6 representamos el espectro wavelet para las series temporales. En el


eje de abscisas se presentan las diferentes series analizadas y en ordenadas las dife-
rentes escalas temporales a las que pueden ser analizadas las dataciones.

La interpretación es la siguiente. Una primera onda con valor de 3,6 equivalente a


5.300 y que representa el inicio del fenómeno en Burgos y a su lado el inicio de la co-
rrespondiente al primer ciclo de Guipúzcoa. Inmediatamente debajo observamos tres
ondas correspondientes a las dataciones de La Rioja en su primer ciclo, Álava en su
primer ciclo y Burgos en su segundo ciclo. Debajo de estas tres ondas se reflejan otras
cuatro correspondientes al segundo ciclo de La Rioja, segundo ciclo de Álava, tercer

782
3,9

3,6

3,3

2,7
log2 scale

2,4

2,1

1,8

1,5

1,2

0 6 12 18 24 30 36 42 48

Gráfico 6. Espectrograma Wavelet con el reflejo de los diferentes ciclos en el desarrollo del fenómeno me-
galítico en el área.

ciclo de Burgos. A continuación el gráfico se hace muy poco ilegible producto de la se-
riación casi continúa que se produce en las dataciones radiocarbónicas.

En resumen observamos ondas de fechaciones. Una primera onda con valor 3,6 equi-
valente a 5.300. Una segunda onda con valor 2,7 equivalente a dataciones de 4.500 y
una tercera onda con valores de 2,4 para dataciones equivalentes a 4.000.

BIBLIOGRAFÍA

DELIBES DE CASTRO, G.
(2004) “Dólmenes de Sedano. Un marco para la investigación, recuperación y difusión del patrimonio me-
galítico de la Lora Burgalesa”. Patrimonio de Castilla y León. Año V, número 16.

PEÑALVER, X.
(2005) “Orígenes”. Editorial Txalaparta. Navarra.

783
5.4. SERIACIÓN POR EL MÉTODO DE PETRIE Y FORD (BATTLE SHIP). EL CA-
SO DE LOS FONDOS DE CABAÑA DE EL NEGRALEJO (MADRID)

El método de seriación más antiguo que se conoce fue propuesto y realizado por
primera vez por Petrie quien serió en 1899 las tumbas predinásticas egipcias. A éste
autor le siguieron otros a principios del siglo XX. Los estudios sobre seriación han con-
tinuado durante todo el siglo XX participando en ellos eminentes matemáticos y esta-
dísticos como Kendall, Sheppard, Kruskal y Wilkinson. El original método de Petrie, fue
mejorado por Ford quien desarrolló la forma del dibujo lenticular o “battle-ship”. Con el
desarrollo del método del C-14 esta metodología desapareció de los estudios arqueo-
lógicos siendo difícil encontrar algún artículo que aplique esta técnica.

Durante este tiempo se han desarrollado nuevas técnicas estadísticas, en las que
se ha comprobado empíricamente que ofrecen muy buenos resultados en seriación,
como son las técnicas de coordenadas principales y de escalamiento multidimensional
no métrico, que junto con la posibilidad de realización de cálculos con ordenadores ha
posibilitado el desarrollo de esta metodología. Realizar a mano la seriación por este
método es laborioso y posiblemente dará lugar a errores. Sin embargo vamos a com-
probar como con una sencilla hoja de cálculo, Excel, realizamos lo que anteriormente
era un laborioso trabajo de una manera fácil y sencilla.

Como toda seriación se aplica en los supuestos de que no existan dataciones abso-
lutas o estratigrafía, como es el caso de estratigrafías horizontales, necrópolis, fondos de
cabaña, silos etc. Sin embargo también se puede aplicar en estratigrafías, donde ésta
es una continuidad sin separaciones evidentes. Si se realiza una estratigrafía métrica ba-
sada en profundidades métricas se puede aplicar este procedimiento de seriación. Para
ello cuanto menor sea el grosor de las capas, mejor resultado dará. Además, a poste-
riori integrar es sencillo, desglosar imposible.

5.4.1. EL MÉTODO

El método que utilizó primeramente Petrie y posteriormente Ford es muy sencillo. Se


basa en el principio de que todo objeto tiene un principio, se desarrolla alcanzando un
máximo, para luego decaer y desaparecer. Esto tiene su traducción en los porcentajes
que un objeto representa en un conjunto a lo largo del tiempo, que muestran un inicio,
un crecimiento porcentual y un decremento porcentual. Se le conoce como “battle ship”
por la forma que adoptan los gráficos que representan a estos objetos.

Se basa en la cuantificación del número de objetos o variables existentes en los ya-


cimientos objetos de estudio, y su posterior adaptación en forma de porcentaje por cada
yacimiento, y la posterior y específica representación gráfica de estos porcentajes.

Como cualquier seriación lo primero que se deben analizar son los objetos o las va-
riables que tienen, o pueden tener, un comportamiento cronológico. Las variaciones que
experimentan deben ser únicamente causadas por una variación cronológica y no como
consecuencias de variaciones debidas a otro tipo de fenómenos, como pueden ser cau-
sas geográficas, de género o de actividad. En cualquier caso si el objeto o variable no tu-
viera una causalidad temporal lo detectaríamos fácilmente en el análisis.

784
La seriación por este procedimiento indica la dirección temporal, pero no indica cual
es el extremo antiguo y cual el nuevo. Esto se tiene que definir por otros procedimientos.

Van a existir cuatro tipo de gráficos, en función del desarrollo temporal en el que se
encuentre el objeto que sirve de seriación, El primero es el que da nombre al método,
“battle-ship”, por la forma que adopta la gráfica que lo representa y que refleja la idea
fundamental y básica que subyace en el procedimiento y es que los objetos o variables,
tienen un inicio cuya representación en porcentaje es 0%, un crecimiento y desarrollo con
una representación porcentual cualquiera, y un decremento desde la anterior cota has-
ta desaparecer o con tendencia a 0% (gráfico 1). La representación en todos los casos
es simétrica, el mismo porcentaje tanto a la izquierda como a la derecha del valor 0%.

El segundo gráfico (gráfico 2) se basa en objetos con un inicio explosivo en forma de


porcentaje muy elevado y que van decayendo con el tiempo. El tercer gráfico (grafico 3)
es el inverso del anterior y consiste en un inicio lento para ir creciendo y rápidamente
desaparecer.

El cuarto grafico (gráfico 4) es el inverso de “battle-ship” y se le conoce como “reloj


de arena”, por la forma grafica que adopta. Se inicia fuertemente con porcentaje eleva-
do del objeto o variable, para ir decreciendo y posteriormente volver a crecer”.

Si la gráfica resultante, quinto fenómeno (gráfico 5), adopta la forma de “dientes de


sierra”, el objeto o variable no tiene ningún sentido cronológico y es imposible que pue-
da ser seriada. En este caso lo mejor es retirarla del análisis, para no dificultar el pro-
cedimiento.

La seriación por este procedimiento indica la dirección temporal, pero no indica cual
es el extremo antiguo y cual el nuevo. Esto se tiene que definir por otros procedimientos.

Si los objetos o variables que se estudian son dos, se forman dos tipos de gráficos
exclusivamente. Si un objeto o variable adopta la forma de “battle-ship”, el otro adopta
única y forzosamente, la forma de “reloj de arena”. Es fácil entender esta dualidad pues-
to que al ser un porcentaje, la suma de ambos es igual a 1. Luego cualquiera de ellos es
1 - % otra variable. Cuando una variable toma el valor 10%, la otra toma forzosamente
el valor 90%. Es decir cuando una figura crece la otra decrece y viceversa.

Forma “Battle-Ship” Gráfico 1 Forma “Explosiva” Gráfico 2

7 6 5 4 3 2 1 1 2 3 4 5 6 7 8 7 6 5 4 3 2 1 1 2 3 4 5 6 7 8

785
Forma “Lenta” Gráfico 3

7 6 5 4 3 2 1 1 2 3 4 5 6 7 8

Forma “Reloj de Arena” Gráfico 4 Forma “Dientes de Sierra” Gráfico 5

7 6 5 4 3 2 1 1 2 3 4 5 6 7 8 7 6 5 4 3 2 1 1 2 3 4 5 6 7 8

Si uno de los objetos adopta la forma creciente, el otro adopta forzosa y únicamente
la forma decreciente.

Podemos pensar que las dos últimas formas posibles, creciente y decreciente, son
casos particulares de las dos iniciales, solo que definen unos tramos concretos de la
forma “battle-ship” o “reloj de arena”.

La ejecución del método es muy sencilla, pero implica una gran paciencia. Consiste
en formar alguna de las cuatro figuras definidas anteriormente y ver como se compor-
tan el resto de objetos o variables.

Es decir, seleccionamos la primera variable, e intentamos con sus porcentajes gene-


rar una forma “battle-ship” y observamos como se comportan el resto de objetos o varia-
bles y si forman algunos de los dibujos que hemos definido anteriormente, reloj de are-
na, creciente o decreciente. Si todas las figuras presentan estas formas reconocidas la
seriación es consistente, sin que conozcamos cual es el extremo antiguo y cual el nue-
vo. Por esto la figura inversa también, en principio, es correcta.

Si con el primer objeto o variable no hemos conseguido realizar la figura de “battle-ship”,


lo intentaríamos con el segundo, hasta lograrlo y observar de igual manera como quedan
las figuras del resto de objetos o variables. Si se logran figuras reconocibles aceptaría-
mos esta seriación. De igual manera procederíamos con el resto de objetos o variables.

786
5.4.2. UN EJEMPLO TEÓRICO

En cinco yacimientos el número de láminas, raederas y raspadores encontrados es


el que se muestra en la tabla adjunta. Creemos que estos tipos líticos pueden tener un
componente cronológico. En la parte izquierda de la tabla se presentan el número de
unidades de cada tipo por yacimiento. En la derecha representamos su porcentaje, en-
tendiendo que el porcentaje se calcula sobre el mismo yacimiento, es decir en sentido
horizontal.

Valores absolutos Porcentaje


yacimiento
Láminas Raederas Raspadores Láminas Raederas Raspadores
1 10 50 50 0,09 0,45 0,45
2 20 40 40 0,20 0,40 0,40
3 30 30 30 0,33 0,33 0,33
4 20 20 40 0,25 0,25 0,50
5 10 10 50 0,14 0,14 0,71

Vamos a realizar el análisis con la hoja de cálculo de Microsoft, Excel. Para ello defi-
nimos una escala, en tanto por ciento, sobre la que representar los valores. Los valores
se reflejan simétricamente tanto a izquierda como a derecha del valor 0%. La gráfica
inicial (gráfico 1) la hemos ordenado aleatoriamente la primera vez. La construcción de
las barras de porcentaje es sencilla basta definir la tabla y colorearla. Luego la ordena-
ción se hace copiando y pegando.

A partir de aquí empezamos la seriación. Cogemos el primer objeto o variable, que


en este caso es lámina (gráfico 2) e intentamos obtener una figura que se parezca a
una forma “battle-ship”. Obtenemos una ordenación que se asemeja a la figura busca-
da. Pero lo más importante no es tanto esta primera figura, sino como quedan repre-
sentadas el resto de objetos o variables es decir raederas y raspadores. Vemos como
raederas se asemeja a la figura decreciente y raspadores a la figura “reloj de arena”.
Esta ordenación y la seriación que lleva implícita podemos decir que es muy buena.

Si no hubiéramos obtenido esta ordenación pasaríamos al siguiente objeto o varia-


ble como es raedera (gráfico 3) e intentaríamos formar un “battle-ship”. Lograda esta
figura observamos como en cambio el objeto o variable lamina y también raspador no
adoptan una de las cuatro figuras que indican seriación sino la figura “dientes de sie-
rra”, con lo que podemos concluir que esta seriación no es correcta.

Y así sucesivamente. Si no hubiéramos conseguido una seriación con la figura “ba-


ttle-ship” (gráfico 4), lo intentaríamos con creciente o decreciente en todas las variables
(gráfico 5). Si el resultado fuese la figura “dientes de sierra” los objetos o variables utili-
zados no tienen sentido cronológico y es imposible seriarlos.

Una vez conseguida una seriación principal, podemos intentar definir mejor la se-
riación cambiando en la figura battle-ship” la simetría de los valores intermedios en una

787
GRÁFICO 1
7 6 5 4 3 2 1 1 2 3 4 5 6 7 7 6 5 4 3 2 1 1 2 3 4 5 6 7 7 6 5 4 3 2 1 1 2 3 4 5 6 7
D
R
O
N
E

GRÁFICO 2 • ORDEN POR LÁMINA • BATTLE-SHIP


LÁMINA RAEDERA RASPADOR
O
R
D
E
N

GRÁFICO 3 • ORDEN RAEDERA • BATTLE-SHIP


LÁMINA RAEDERA RASPADOR
N
D
O

788
R
E

GRÁFICO 4 • ORDEN POR LÁMINA • DECRECIENTE


LÁMINA RAEDERA RASPADOR
D
R
E
O
N

GRÁFICO 5 • ORDEN RAEDERA • CRECIENTE


LÁMINA RAEDERA RASPADOR
N
E
D
R
O
combinación de diferentes ordenaciones, para intentar lograr una mejor disposición en
el resto de las figuras. Este trabajo puede alargarse en el tiempo.

5.4.3. CÁLCULO ÍNDICE DE SERIACIÓN

En la práctica podemos aproximarnos a las cuatro formas-tipos vistos, pero no se-


rán del todo exactos. Habrá diferentes combinaciones dentro de un mismo tipo con re-
sultados parecidos. Para conocer cual de los subtipos es el que mejor define la seria-
ción debemos definir un índice que mida la calidad de la misma. Este índice estará en
función de la mejor calidad de la gráfica, definido este concepto, minimizando la forma-
ción de “dientes de sierra” a lo largo de su contorno.

El índice que mide la calidad de la seriación viene definido sencillamente por el su-
matorio de la diferencia en dientes de sierra de las figuras que definen la seriación.

Es decir, si la función que define la curva, fuese perfectamente continua, el índice


sería 0 porque no presentaría “dientes de sierra”. Cuando se forman estos dientes de
sierra, indica que la seriación no es todo lo perfecta que debería ser. La suma de estos
dientes de sierra, cuantificados por la diferencia entre sus valores absolutos, es el índi-
ce que nos indica, la diferencia con la continuidad de la función de su curva.

En el ejemplo siguiente vemos como el Índice de Seriación es 50 (gráfico 6), resul-


tado de sumar aquellos yacimientos que no se han colocado correctamente en la figura
dando origen a dientes de sierra. La mejor seriación es aquella en que la suma de los
índices de todas las figuras de los objetos sea menor. En una seriación perfecta el ín-
dice es 0. No se debe calcular el índice de seriación a una figura de “dientes de sierra”
porque como hemos comentado anteriormente debe ser anulada al inicio, por no tener
ese objeto o variable un componente cronológico.

9 8 7 6 5 4 3 2 1 1 2 3 4 5 6 7 8 9 % Diferencia
10
20
30
20 10
40
30 10
50
40 10
60
50
40
50 10
30
20
30 10
ÍNDICE 50

Gráfico 6

789
5.4.4. EL CASO DE LOS FONDOS DE CABAÑA DE EL NEGRALEJO (MADRID)

Vamos a realizar un ejemplo real para ver como funciona el método. El ejemplo está
tomado de V. Fernández Martínez, quien a su vez toma los datos de Blasco Bosqued
(1983). La seriación la realiza mediante la técnica de coordenadas principales, obte-
niendo una seriación. El yacimiento de El Negralejo (Madrid) lo constituyen 27 fondos
de cabaña, de los que ha sido seleccionados 15 por eliminación de los que contenían
menos de cuatro cerámicas con decoración. Se han seleccionado tres variables que
son la decoración de las cerámicas, incisa, boquique e impresa. La matriz de datos en
porcentaje es la siguiente:

FONDOS DE CABAÑA DE “EL NEGRALEJO” (MADRID)


DATOS PORCENTAJES
1 2 3 1 2 3
1 0 92 8 1 0 0,92 0,08
2 75 0 25 2 0,75 0 0,25
3 23 44 33 3 0,23 0,44 0,33
4 33 47 20 4 0,33 0,47 0,2
5 23 15 62 5 0,23 0,15 0,62
6 40 40 20 6 0,4 0,4 0,2
7 42 16 42 7 0,42 0,16 0,42
8 25 25 50 8 0,25 0,25 0,5
9 35 10 55 9 0,35 0,1 0,55
10 50 25 25 10 0,5 0,25 0,25
11 50 25 25 11 0,5 0,25 0,25
12 16 48 36 12 0,16 0,48 0,36
13 40 20 40 13 0,4 0,2 0,4
14 33 0 67 14 0,33 0 0,67
15 50 0 50 15 0,5 0 0,5

Con esta matriz de datos confeccionamos el gráfico “battle-ship” inicial, que adopta
la figura del gráfico 7.

Comenzamos formando una figura “battle-ship”, con la variable incisión (gráfico 8)


y observando como quedan el resto de figuras. La forma “battle-ship”, en la variable
incisión se obtiene sin problemas. Observamos como la variable boquique adopta una
forma de reloj de arena clara. Esto es así porque cuando se utilizan pocas variables
debido a que las cifras vienen reflejadas en porcentaje, cuanto mayor es el porcentaje
en una variable menor será en la complementaria. La forma “reloj de arena”, no es más
que una consecuencia matemática de la forma de presentación de los datos y no tiene
nada que ver con la cronología. Es decir que en la variable boquique no hemos obteni-
do ningún resultado con sentido de seriación. La variable impresión adopta una forma
de diente de sierra que nos indica que esta variable no tiene sentido cronológico.

Vamos a realizar la forma “battle-ship” en la variable boquique (gráfico 9).

790
INCISIÓN
1 1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1
5
9
11
12
13
14
15
17
18
19
21
29
31
33

BOQUIQUE
1 1 1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1
1
5
9
11
12
13
14
15
17
18
19
21
29

IMPRESA
1 1 1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1
1
5
9
11
12
13
14
15
17
18
19
21
29
31
33

Gráfico 7. Seriación Inicial

791
SERIACIÓN POR INCISIÓN • INCISIÓN
1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1
1
12
15
11
13
14
33
18
5
19
17
29
31
9
21

SERIACIÓN POR INCISIÓN • BOQUIQUE


1 1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1
1
12
15
11
13
14
33
18
5
19
17
29
31
9
21

SERIACIÓN POR INCISIÓN • IMPRESIÓN


1 1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1
1
12
15
11
13
14
33
18
5
19
17
29
31
9
21

Gráfico 8. Seriación Incisión por “Battle-Ship”.

792
SERIACIÓN POR BOQUIQUE • INCISIÓN
1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1
33
5
17
12
14
15
13
11
1
21
9
18
19
29
31

SERIACIÓN POR BOQUIQUE • BOQUIQUE


1 1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1
33
5
17
12
14
15
13
11
1
21
9
18
19
29
31

SERIACIÓN POR BOQUIQUE • IMPRESIÓN


1 1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1
33
5
17
12
14
15
13
11
1
21
9
18
19
29
31

Gráfico 9. Seriación Boquique por “Battle-Ship”.

793
SERIACIÓN POR IMPRESIÓN • INCISIÓN
1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1
1
13
9
5
14
15
17
31
12
33
21
29
18
19
11

SERIACIÓN POR IMPRESIÓN • BOQUIQUE


1 1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1
1
13
9
5
14
15
17
31
12
33
21
29
18
19
11

SERIACIÓN POR IMPRESIÓN • IMPRESIÓN


1 1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1
1
13
9
5
14
15
17
31
12
33
21
29
18
19
11

Gráfico 10. Seriación Impresión por “Battle-Ship”.

794
SERIACIÓN SEGÚN V. FERNÁNDEZ • INCISIÓN
1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1
5
33
31
19
18
14
17
29
13
12
15
11
9
21
1

SERIACIÓN SEGÚN V. FERNÁNDEZ • BOQUIQUE


1 1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1
5
33
31
19
18
14
17
29
13
12
15
11
9
21
1

SERIACIÓN SEGÚN V. FERNÁNDEZ • IMPRESIÓN


1 1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1
5
33
31
19
18
14
17
29
13
12
15
11
9
21
1

Gráfico 11. Seriación por aumento y disminución de las variables Incisión y Boquique.

795
Obtenemos la forma “battle-ship” en la variable boquique, pero se nos dibuja una
forma “reloj de arena” en la variable incisión con lo que tenemos el mismo problema
que en la seriación anterior que como hemos dicho la forma reloj de arena no implica
seriación sino es consecuencia matemática de la forma de presentación de los datos.
La variable impresión muestra un dibujo de diente de sierra lo que indica también que
no es una variable que pueda ser seriada.

Nos queda finalmente la seriación por “battle-ship” de la variable impresión. El resul-


tado se refleja en el gráfico 10.

Se dibuja la forma “battle-ship” en la variable impresión. La variable incisión adopta


un dibujo de diente de sierra, que indica que no ha sido seriada y la variable boquique
la forma “reloj de arena”, lo que indica que tampoco ha sido seriada.

En definitiva la seriación por “battle-ship” no ha dado resultados sobre seriación de


los fondos de cabaña.

A continuación seguimos probando con formas como son la de aumento o disminu-


ción de cada una de esas variables, que no es más que la forma original “battle-ship”,
solo que en un tramo de la misma bien creciente o decreciente. Para ello y para no
alargar el procedimiento puesto que ya hemos visto suficientemente el procedimiento
me voy a basar en la seriación realizada por V. Fernández en su artículo, que como he
comentado anteriormente está realizada por un método de análisis multivariante, coor-
denadas principales (gráfico 11).

La seriación resultante aparece reflejada a continuación. No se forma ninguna figu-


ra del tipo “battle-ship”, sino que la variable incisión es claramente descendiente, la va-
riable boquique ascendente, y la variable impresión adopta la forma indefinida de seria-
ción de “dientes de sierra”, lo que se corresponde con el conocimiento sobre este tipo
de decoración. Hemos comentado que en la seriación nunca sabemos cual es el inicio
y cual el final y que estos puntos hay que determinarlos por cualquier otro procedimien-
to. En este caso el tema era claro y no ha habido problemas. En otros casos el sentido
de la seriación puede resultar más complicado.

A continuación vamos a comprobar los resultados del análisis realizado. Para ello va-
mos a realizar un análisis multivariante, coordenadas principales, similaridad euclídea.
El resultado lo representamos en el gráfico 12:

Los dos ejes principales representan el 99,99 %.

Obtenemos la siguiente seriación, 5-33-17 (-31-12-15)-14-29-18 y 19-13-11-9-21-1.

Que comparada con la del V. Fernández, 5-33-31-19y18-14-17-29-13-12-15-11-9-


21-1, es muy parecida. Las diferencias se dan en que obtenemos tres coordenadas co-
rrespondientes a los fondos 31, 12 y 15 que se separan de la línea general de seriación.
Si observamos su situación en el gráfico “battle-ship” observamos como estos valores
se corresponden con porcentajes no bien posicionados, puesto que provocan dientes
de sierra en la forma de su dibujo. Esto es debido a que se han utilizado en la muestra
muy pocos ejemplares lo que da lugar a fenómenos aleatorios. Sin embargo la tenden-
cia la línea general indica una seriación muy consistente.

796
He realizado un segundo análisis multivariante, escalado multidimensional no métri-
co, con la medida de similaridad euclídea. El stress resultante ha sido muy bajo 0,03079.
El resultado ha sido exactamente igual. El mismo dibujo (gráfico 13), con las mismas po-
siciones de los fondos de cabaña.

40

32

24

19
8

16
13

11

8
Coordinate 2

0 14 29
33

9
-8

21
17
-16
15

-24 31

12

-36 -24 -12 0 12 24 36 48 60 72


Coordinate 1

Gráfico 12. Seriación por Coordenadas Principales de El Negralejo (Madrid).

0,3

0,24

0,18

19
8

0,12 13

11

0,06
Coordinate 2

0 29 14 33

9
-0,06

21
17
-0,12
15

-0,18
31

12

-0,24

-0,3
-0,7 -0,6 -0,5 -0,4 -0,3 -0,2 -0,1 0 0,1 0,2 0,3

Coordinate 1

Gráfico 13. Seriación por Escalado Multidimensional no Métrico de El Negralejo (Madrid).

797
Un tema pendiente de estudio es el significado de la longitud de los segmentos que
unen los puntos. Se ha comentado la posibilidad de que esta longitud sea una distancia
cronológica, sin embargo no conozco ningún trabajo sobre este tema.

Finalmente vamos a realizar el gráfico de “Battle-Ship” con los datos obtenidos tanto
por coordenadas principales como por NMMS, eliminando los fondos de cabaña 31, 12
y 15. El resultado es el siguiente gráfico 14:

NUEVA PROPUESTA SERIACIÓN • INCISIÓN


1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1
5
33
17
14
29
19
18
13
11
9
21
1

NUEVA PROPUESTA SERIACIÓN • BOQUIQUE


1 1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1
5
33
17
14
29
19
18
13
11
9
21
1

NUEVA PROPUESTA SERIACIÓN • IMPRESIÓN


1 1 1 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1
5
33
17
14
29
19
18
13
11
9
21
1

Gráfico 14. Seriación final de El Negralejo.

798
BIBLIOGRAFÍA

BLASCO BOSQUED, M. C.
(1983) “Un nuevo yacimiento del Bronce Madrileño: “El Negralejo”. Noticiario Arqueológico Hispánico 17,
pp. 43-150. Madrid.

FERNÁNDEZ MARTINES, V.
(1985) “La seriación automática en arqueología: introducción histórica y aplicaciones”. Trabajos de Prehis-
toria 42, nº 1, pp. 9-50. Madrid.

5.5. FECHACIÓN ANUAL DOLMÉNICA

En un estudio anterior relativo a la orientación de los dólmenes en el País Vasco


obtuvimos como conclusión que están orientados al orto solar y que debido a la orien-
tación sudeste de la mayoría de ellos, al orto solar de los meses otoñales o invernales.
La orientación media es de 117º, estando la orientación del 95 % de ellos comprendida
entre los valores de 107º a 117º, con una probabilidad de aleatoriedad nula. Como co-
nocemos el azimut y la altura del sol y debido a la regularidad de la mecánica celeste,
podemos calcular con mayor precisión la fecha de orientación.

Han sido J. A. Belmonte y M. Hoskin quienes más han trabajado sobre el tema de
orientaciones astronómicas en cronologías antiguas del ámbito mediterráneo. M. Hos-
kin ha trabajado fundamentalmente sobre orientación de dólmenes en Portugal y sur
Peninsular y zona de Galicia llegando a la conclusión que la mayoría de ellos se orien-
tan a la salida del Sol en algún momento del año, concentrándose fundamentalmente
en los meses otoñales e invernales. Belmonte en cambio es partidario de entender es-
tas orientaciones como lunisolares o en ciertos casos topográficas.

El propósito de este trabajo es, desde una base de conocimiento del movimiento del
Sol en la bóveda celeste tanto en momentos actuales pero sobre todo antiguos, calcu-
lar la fecha de orientación y construcción del monumento megalítico. Para ello empeza-
ré describiendo las características del movimiento del Sol, azimuts y alturas, para pasar
a la práctica con el cálculo de las fechas de tres monumentos megalíticos alaveses, los
dólmenes de Aitzkomendi, Sorginetxe y Gurpide Sur.

Quiero agradecer a D. J. I. Domínguez la ayuda prestada para la realización de es-


te trabajo, sin la cual hubiera sido imposible realizarlo, a D. J. A. Belmonte por los conse-
jos que me ha proporcionado y a D. M. M. Valdés autor del programa que he utilizado.

5.5.1. EL MOVIMIENTO DEL SOL EN LA BÓVEDA CELESTE

El Sol como todos sabemos sale por el este y se oculta por el oeste. Sin embargo
esta salida del Sol por el este no se produce por el mismo punto sino que oscila a lo
largo del año hacia el norte o hacia el sur. Lo mismo ocurre con el ocaso con oscilación
similar de norte a sur.

El día 21 de marzo el Sol sale por el este exacto, es el equinoccio de primavera y se


pone por el oeste exacto. Según transcurren los días el punto de salida se traslada ha-
cia el norte hasta el 21 de junio, es el solsticio de verano, fecha en que el Sol alcanza

799
su orto más al norte. Es el día más largo y la noche más corta. A partir de aquí el orto
del Sol modifica su posición y desciende en dirección sur hacia el este, lo que lo consi-
gue el día 22 de septiembre, equinoccio de otoño. Desde este punto y día el orto se si-
gue desplazando en dirección sur hasta su punto extremo, lo cual lo consigue el 21 de
diciembre, es el solsticio de invierno. Es el día más corto y la noche más larga del año.
Este día la sombra proyectada del Sol es la más larga. Desde este día y este punto
el orto del Sol cambia la dirección y se desplaza en dirección norte hasta alcanzar el
este verdadero, lo que ocurre el 21 de marzo del año siguiente, como se refleja en el
gráfico:

AZIMUTS ORTO SOLAR ACTUAL


140

120

100

80

60
A
40

20

0
1 7 15 21 1 7 15 21 1 7 15 21 1 7 15 21 1 7 15 21 1 7 15 21 1 7 15 21 1 7 15 21 1 7 15 21 1 7 15 21 1 7 15 21 1 7 15 21

ENERO FEB RERO MARZO AB RIL MAYO J UNIO J ULIO AGOS TO S EP TIEMB R OCTUB RE NOVIEMB RE DICIEMB RE

A medida que transcurre el día el Sol varía su azimut y su altura. El Azimut siempre
crece desde su valor en el orto hasta su valor en el ocaso. Sin embargo la altura en la
primera parte de día es creciente para luego descender a lo largo de la tarde hasta su
ocaso en cuyo momento su valor es 0º.

Entendemos por azimut el ángulo que forma un punto con respecto al norte verda-
dero o geográfico. El orto solar es el momento de aparición del disco solar por el hori-
zonte, ya sea astronómico u orográfico. La declinación magnética es el ángulo existen-
te entre el norte magnético, marcado por la brújula, y el norte verdadero o geográfico.
Esta declinación magnética varía con el tiempo y el lugar. Por horizonte orográfico en-
tendemos el que se observa desde la situación del dolmen y viene definido por la pro-
yección desde nuestra posición de la silueta de los relieves orográficos sobre la bóveda
celeste.

5.5.2. INTERPRETACIÓN DE LA ORIENTACIÓN DE LAS CÁMARAS DOLMÉNICAS

Del diagrama polar obtenemos dos claras y diferente orientaciones dolménicas, las
orientadas al sudeste y las orientadas al sur. Esta diferente orientación está motivada

800
por diferentes tendencias en el ritual como consecuencia de ser poblaciones cultural-
mente diferentes o por encontrarnos ante un momento temporal diferente.

El Sol en su recorrido por la bóveda celeste marca cuatro puntos fundamentales co-
mo son los solsticios de verano e invierno y los equinoccios de primavera y otoño. Los
solsticios de verano e invierno son fáciles de detectar mediante observación, por que son
los puntos en los que los azimuts de sus ortos son más extremos y en los que el Sol ade-
más parece detenerse en su salida. Solsticio significa Sol parado. Los equinoccios son
los puntos en los que la eclíptica del Sol corta al plano ecuatorial de la tierra. Son muy
difíciles de observar salvo que se tengan avanzados conocimientos de mecánica celes-
te. De las orientaciones que he obtenido de las cámaras dolménicas vamos a compro-
bar si alguna de ellas obedece a alguno de estos puntos característicos o efemérides.

En cuanto a los solsticios, podemos indicar que se dan con los azimuts en el orto de
58º para el solsticio de verano y 122º para el solsticio de invierno, es decir un +- 32º so-
bre el este verdadero. Además este orto se ve modificado por el horizonte del lugar, tan-
to por la elevación sobre el nivel del mar del dolmen como por la elevación de su hori-
zonte orográfico que hace retrasar el momento del orto, como hemos observado en algu-
nos casos.

He calculado los azimuts del Sol en los ortos solsticiales y equinocciales para crono-
logías comprendidas entre 6.000 y 5.000 B. P., por ser fechas que se corresponden con
los momentos más antiguos del mundo megalítico corregidas por dendrocronología com-
probando como los valores son iguales. Es decir la variable cronología no afecta al valor
de los azimuts de los ortos solares, lo cual simplifica los cálculos.

5.5.3. ORIENTACIÓN ORTOSOLAR

Sin duda alguna uno de los aspectos más interesantes de la arquitectura megalítica
es su manifiesta tendencia a la orientación al orto del Sol en alguno de los días del año.
Esta tendencia ortosolar la deducimos de su histograma de azimuts, en el que observa-
mos como la mayoría toma valores entre 90º y 130º, y una minoría entre 60º y 90º. No
existe ninguna cámara orientada fuera de este intervalo 60º a 130º, excepto el grupo de
dólmenes de la estación megalítica de La Rioja alavesa, que tienen una total orienta-
ción sur. Pero este fenómeno se debe a una diferencia cultural o temporal.

Se podría interpretar la orientación de las cámaras como una orientación a acciden-


tes geográficos, como cumbres montañosas, ríos, caminos, etc. No he observado ningu-
na orientación con estas características a pesar de que los paisajes en que se encuen-
tran enclavados los dólmenes ofrecen magníficos picos, ríos o caminos naturales a los
que orientarse. En algún caso como en la estación megalítica de Aralar la orientación de
la cámara busca la vaguada entre dos montañas que no se encuentran en el mismo pla-
no, por ser el punto inferior del horizonte orográfico y por tanto ser el primer punto por
donde aparece el Sol, en algún momento y día del calendario.

Como hemos comentado anteriormente durante el año solar, por un mismo punto el
Sol pasa dos veces. En primer lugar cuando el Sol se desplaza hacia su solsticio y en
segundo lugar cuando regresa hacia su equinoccio. Es imposible determinar en cual de

801
los dos diferentes momentos se ha orientado el dolmen, por lo que siempre vamos a ob-
tener una doble fechación.

5.5.4. CALENDARIO JULIANO Y GREGORIANO

El calendario Juliano toma el nombre del emperador Julio Cesar que fue quien lo
instauró. Básicamente es el calendario egipcio y establece un periodo de duración del
año de 365,25 días.

El calendario Gregoriano viene a corregir un desfase de fechas que como consecuen-


cia del tiempo de traslación de la tierra alrededor del Sol se venía acumulando desde
su instauración por Julio Cesar en 46 A.C. El desfase proviene de una inexactitud en el
tiempo de duración del año. Para el calendario Juliano el año duraba 365,25 días con un
año bisiesto cada cuatro años, mientras que la cifra correcta es de 365,242189. Esta di-
ferencia que parece pequeña, había producido que entre el año 325 y el 1.582 hubiera
un desfase de 10 días. Esto tenía su importancia para el calendario litúrgico ya que en
el Concilio de Nicea del año 325, se había fijado que la conmemoración de la Pascua
fuese el domingo siguiente al plenilunio posterior al equinoccio de primavera. En el año
325 este hecho se había producido el 21 de Marzo, pero en 1582 se produjo el 11 de
Marzo. Para corregir este desfase de 10 días el calendario Gregoriano adelantó la fe-
cha de tal forma que el jueves 4 de Octubre de 1.582 se transformó en el viernes 15
de Octubre.

Para evitar está problemática en astronomía se ha escogido un punto temporal cero


de inicio del computo histórico y es el 1 de Enero de 4.713 A. C al paso del Sol por el
meridiano de Greenwich, es decir a las 12:00 horas. El número de días que han trans-
currido desde entonces se conoce como días Julianos o fecha del calendario Juliano.
En este computo no existe año cero ya que se pasa del 31 de Diciembre del año -1 A.
C. directamente al 1 de Enero del año 1 D.C. Esta fecha es la de cómputo temporal en
los cálculos que vamos a realizar. Luego traduciremos el resultado de fechas Julianas
a fechas Gregorianas o actuales, a efectos de hacer más sencilla la interpretación de
los datos.

Los azimuts solsticiales y equinocciales no varían con el paso del tiempo, son los mis-
mos. Lo que varía es la fecha en que se producen estas efemérides. Conforme nos re-
trasamos en el tiempo éstas se retrasan. Es decir, que su movimiento siguiendo el avan-
ce temporal del tiempo, adelantan las fechas de las mismas, de tal forma que el solsticio
de invierno del año 1 de nuestra era fue el día 25 de Diciembre, por eso la Navidad se
celebra el día 25 y no el 21 como hubiera correspondido por ser el día solsticial.

Una segunda variable que vamos a considerar es la altura del Sol sobre el horizon-
te. En el gráfico adjunto se representa la altura del Sol sobre el horizonte astronómico
que no el orográfico del dolmen. Como sabemos a medida que transcurre el día, el Sol
incrementa su altura sobre el horizonte. Esta altura también depende del día del año
en que nos encontremos. Así el desarrollo más bajo se corresponde con el solsticio de
invierno. Conforme transcurren los días su desarrollo cada vez está más alto sobre el
horizonte hasta llegar al solsticio de primavera, en el que el día se iguala a la noche.
Continúa subiendo hasta el solsticio de verano, el día más largo del año, cuando alcan-
za la máxima altura del año a las 12 horas.

802
80
ALTURA SOL DIARIA solsticio invierno
equinoccio primavera
70 solsticio verano
solsticio otoño
60
50
ALTURA

40
30
20
10
0
-10
-20
6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18
-30 HORA

5.5.5. CÁLCULOS TEÓRICOS Y OBSERVACIONALES DEL AZIMUT Y DE LA ALTURA DEL SOL

Podemos medir dos tipos de variables en la posición del Sol, su azimut y su altura.
Ambas variables están influidas por la fecha y por la altura de su horizonte, horizonte
del lugar u horizonte orográfico puesto que su orto, orto del lugar, se produce tiempo
después del orto astronómico debido a la altura del horizonte orográfico sobre el que
se produce su salida.

1. Cálculo del Azimut


El cálculo del azimut lo podemos realizar empleando dos técnicas, mediante brújula
corregida y por trigonometría a partir de las coordenadas geográficas del dolmen y del
punto en que la prolongación de la orientación del dolmen corta a su horizonte orográ-
fico. Es aconsejable utilizar las dos, para comprobar sus diferencias e intentar precisar
lo mejor posible este azimut.

En primer lugar debemos obtener la línea de simetría del dolmen. Para ello jalona-
mos la mitad de cada extremo definiendo esta línea y tomando con brújula su orienta-
ción. Este jalonamiento y su prolongación hacia su horizonte orográfico nos determina
en que punto de la orografía corta al horizonte. Este punto lo vamos a tener en cuenta
tanto para el cálculo del azimut como de la altura por posicionamiento. Este eje de orien-
tación por el propio tipo de construcción tiene una variabilidad que vamos a tener en
cuenta a la hora de realización de los cálculos.

• Cálculo con brújula. Obtenida la orientación por la brújula, debemos realizar un pa-
so intermedio para lograr la orientación verdadera o geográfica. La brújula marca el norte
magnético, diferente del norte verdadero o geográfico, que es el que debemos utilizar. A
esta diferencia se le denomina declinación magnética y varia con la situación y con el
tiempo. Actualmente para nuestro ámbito geográfico es de 1º40´ W., variando 7´ E. por
año. Por ello debemos corregir la orientación magnética obtenida con la brújula por los
efectos de la declinación.

803
Orientación brújula
Declinación magnética +1º40´ W
Azimut orto

La declinación magnética actual es de 1º40´ W., lo que significa que al valor deter-
minado por la brújula debemos sumarle el valor de esta declinación magnética.

• Cálculo por posicionamiento. Necesitamos dos coordenadas, las del dolmen y las
del punto en que la prolongación del eje de simetría del dolmen corta al horizonte. Luego
resolvemos por trigonometría, teniendo en cuenta que por comodidad del cálculo las
coordenadas que utilizamos son UTM. Del triangulo rectángulo que se forma conoce-
mos los tres lados del mismo (por diferencias entre las coordenadas de los dos puntos),
luego podemos aplicar cualquier fórmula trigonométrica para calcular el ángulo. Si apli-
camos la fórmula de la tangente de un ángulo, sabemos que la tangente de un ángulo es
el cociente entre el cateto opuesto y el cateto adyacente. En nuestro caso el cateto opues-
to es la diferencia de latitudes, entre la latitud del dolmen y la latitud del punto de corte
en el horizonte orográfico y el cateto adyacente es la diferencia de longitudes entre am-
bos puntos. Es decir:

Tangente  = (diferencia de latitudes – diferencia de longitudes)/ distancia.

A continuación obtenemos el inverso de la tangente, cuyo resultado es el ángulo que


queremos obtener. En función de la situación del triangulo rectángulo en el primer cua-
drante o segundo cuadrante habrá que restar o sumar 90º respectivamente al ángulo
hallado.

La variable azimut es la que más va a definir la fecha de orientación al orto solar de-
bido a que a cada grado de azimut le corresponden tres días (resultado de dividir 32º
x 2 entre 180 días). Por eso debemos tener mucho cuidado en una obtención lo más
exacta posible.

2. Cálculo de la altura
El cálculo de la altura del Sol lo obtenemos por dos procedimientos diferentes. En
el primero el ángulo los obtenemos por medio de un clinómetro que es un aparato que
mide los ángulos de inclinación que en nuestro caso es el ángulo formado entre la si-
tuación del dolmen y la posición de corte de su orientación con el horizonte orográfico.
Un segundo procedimiento consiste en calcular por trigonometría este ángulo por dife-
rencias de alturas de ambos puntos orográficos.

• Cálculo con clinómetro. El clinómetro es un instrumento que mide la inclinación en


grados, entre dos puntos. Situados en la posición del dolmen apuntamos el instrumento
en dirección al punto de corte de la orientación sobre el horizonte orográfico y leemos
el resultado en grados en la escala que viene en el instrumento. A este resultado se le
añade una corrección en función de la altitud del dolmen s.n.m que aproximadamente
es de 1º por cada 1.000 metros de altitud.

• Cálculo por posicionamiento. Conociendo la altura s.n.m. del punto orográfico de


corte de la orientación del dolmen, podemos calcular el ángulo que forman ambos pun-
tos. Si aplicamos la fórmula de la tangente de un ángulo, sabemos que la tangente de

804
un ángulo es el cociente entre el cateto opuesto y el cateto adyacente. En nuestro caso
el cateto opuesto es la diferencia de alturas entre dolmen y el punto ortosolar y el cateto
adyacente es la distancia entre ambos puntos:

Tangente  = (diferencia de alturas)/distancia

Este resultado lo tenemos que corregir en función de la altitud del dolmen s.n.m.
Con estos dos datos obtenidos por cualquiera de estas técnicas, podemos comenzar a
calcular la fecha.

5.5.6. APLICACIÓN A CASOS PRÁCTICOS

Vamos a aplicar lo estudiado hasta el momento a tres dólmenes alaveses. Cada


uno de ellos presenta características diferentes y veremos como resolvemos en cada
supuesto. La brújula que he utilizado tiene una graduación mínima de 2º que es la
exactitud de la orientación. La altura del Sol la he tomado con un clinómetro de fabrica-
ción personal con una exactitud de 10´.

1. Dolmen de Aitzkomendi
Se sitúa en el extremo oriental de Álava, en la localidad de Eguilaz, en una zona
llana a 600 metros sobre el nivel del mar, rodeado de montes por el norte y sur, con
tres puntos de altura sobresalientes correspondientes a los picos de tres montes. Por
el norte Aitzgorri con 1.500 metros y Aratz con 1.400 metros. Y por el sur el Bayo con
1.100 metros. Sin embargo el dolmen se orienta al valle a un punto cualquiera de una
sierra sin características particulares alguna, punto que he podido determinar sus co-
ordenadas con la suficiente exactitud.

Se trata de un gran dolmen. Túmulo de 64 metros de diámetro y cámara formada


por tres grandes losas (parece que tuvo corredor de entrada) y una superior que deli-
mitan un volumen de 4 metros de longitud, 2 metros de anchura y cerca de 3 metros
de altura, dimensiones que lo convierten en un gran panteón. Las dos grandes losas
laterales de la cámara presentan orientaciones un poco diferentes.

• Cálculo de los parámetros azimut y altura. El eje de simetría lo he obtenido por la


unión del punto central de la losa de cabecera y la mitad de la anchura de la distancia
entre las dos grandes losas, resultando una orientación de 97º.

El punto de corte sobre el horizonte también lo he podido obtener. Si sitúa en la línea


de corte de la sierra (estación megalítica de Entzia-Urbasa) en el monte Legumbe a 1.123
metros s.n.m. He podido determinar las coordenadas geográficas del punto ortosolar,
por lo que se pueden comparar los datos topográficos con los obtenidos por medición
directa.

En la tabla 1 aparecen los datos utilizados para el cálculo. Al resultado obtenido en


Azimut le sumamos 2º en ambos extremos equivalentes al diámetro de cuatro soles, de-
bido a la imprecisión de la orientación original. A la altura le sumamos un cuarto de sol
por sus extremos superior e inferior. A la orientación obtenida mediante la brújula hay que
sumarle 1,6666 por corrección de la declinación magnética. La altura del punto ortoso-
lar medido con clinómetro ha sido de 3º 40´.

805
AITZKOMENDI

DOLMEN PUNTO ORTOSOLAR


Coordenadas LONGITUD LATITUD ALTITUD LONGITUD LATITUD ALTITUD
UTM 554.393 4.746.049 600 562.764 4.744.841 1.123
GEOGRAFICAS
-Grados 2 42 2 42
-Minutos 20 51 13 51
-Segundos 3 52 55 11
-Decimales 2,33416667 42,8644444 2,23194444 42,8530556

AZIMUT SOL orográfico brújula ALTURA SOL


Diferencia longitud 8.371 Altura dolmen 600
Diferencia latitud 1.208 Altura POS 1.123
Distancia 8.458 Tang. Radianes 0,061758
Tangente radianes 0,1418687 97 Tang. Grados 3,538
Cuadrante +-90º 90º 1,6666 Corrección altitud 0,6
AZIMUT SOL 98,128478 98,6666 ALTURA SOL 4,13849634
MÍNIMO -2 MÍNIMO -0,25
MÁXIMO 2 MÁXIMO 0,25

Diámetro sol 32´=0,500


“+-2º equivalen al diámetro de 4 soles por cada lado”
1º40´ de declinación magnética equivalen a 1,6666º en notación decimal Tabla 1. Dolmen de Aitzkomendi.

Como resultado obtenemos cuatro combinaciones de azimuts y de alturas, que po-


demos sintetizar en un intervalo definido por sus extremos inferior y superior, ya que el
resto de combinaciones se encuentras incluidas dentro de este intervalo de máximos y
mínimos.

Además tenemos que tener en cuenta que para cualquier combinación de azimuts y
alturas se pueden obtener dos fechas distintas, pero simétricas, cuando el sol pasa de
su equinoccio hacia su solsticio y cuando vuelve desde éste hacia su equinoccio.

Se nos forman ocho posibles combinaciones de azimuts y alturas con resultados de


fechación que primero presentamos en calendario Juliano y luego traducimos a calen-
dario Gregoriano actual. Podemos reducir estas combinaciones calculando solamente
sus límites inferior y superior. Así el intervalo otoñal inferior estará comprendido entre el
mínimo azimut con la mínima altura y el superior por el máximo azimut con la máxima
altura. Sin embargo el periodo invernal superior estará comprendido entre el mínimo azi-
mut con la máxima altura y el inferior con el máximo azimut y la mínima altura.

He analizado la variable cronología observando que en un intervalo de 500 años no


se modifica el orto de los diferentes días. La variable cronología no influye en los ortos
solares. La variable que más influye es el azimut, pero conjuntamente con la altura ya
que los parámetros calculados sólo se dan en una determinada combinación de días y
alturas.

Con los parámetros obtenidos tanto de azimut como de altura las fechaciones que
obtenemos son las siguientes:

806
JULIANO GREGORIANO
Azimut Altura mes/día hora azimut altura
OTOÑO 96,128478 3,88849634 26-oct 6,36,00 96,13 3,93 27-sep
100,128478 4,38849634 2-nov 6,47,52 100,453 4,387 4-oct
INVIERNO 96,128478 4,38849634 17-abr 6,42,30 96,473 4,386 19-mar
100,128478 3,88849634 9-abr 6,54,25 100,122 3,86 11-mar

Es decir el dolmen de Aitzkomendi fue:

1. Orientado al orto solar entre los días 27 de Septiembre al 4 de Octubre y teniendo


en cuenta que el equinoccio otoñal se produce el 21 de Septiembre podemos decir
que este dolmen fue orientado próximo a una fecha equinoccial, a pesar de que como
hemos comentado anteriormente la enorme dificultad que representa el calcularla.

2. Orientado al orto solar entre los días 11 y 19 de Marzo (calendario Gregoriano),


próximo al equinoccio primaveral que se produce el 21 de Marzo.

En resumen es un dolmen orientado al orto solar equinoccial otoñal o primaveral sin


que podamos diferenciar ambas efemérides.

2. Dolmen de Gurpide Sur


El dolmen de Gurpide Sur, en la localidad de Anda, forma parte de la estación mega-
lítica de Cuartango, compuesta por cuatro dólmenes y cuatro túmulos. Los cuatro dól-

GURPIDE SUR

DOLMEN PUNTO ORTOSOLAR


Coordenadas LONGITUD LATITUD ALTITUD LONGITUD LATITUD ALTITUD
UTM 508.681 4.750.895 580 510.325 4.750.400 826
GEOGRAFICAS
-Grados 2 42 2 42
-Minutos 53 54 52 54
-Segundos 37 35 25 26
-Decimales 2,89361111 42,9097222 2,87361111 42,9072222

AZIMUT SOL brújula ALTURA SOL Clinómetro


Diferencia longitud 1.644 Altura dolmen 600
Diferencia latitud 495 Altura POS 1.123 grados 8
Distancia 1.717 Tang. Radianes 0,061758 minutos 20
Tangente radianes 0,28069743 105 Tang. Grados 3,538 altura orográfica 8,33333333
Cuadrante +-90º 90º 1,6666 Corrección altitud 0,6 Corr. altitud 0,58
AZIMUT SOL 106,082778 106,6666 ALTURA SOL 4,13849634 ALTURA SOL 8,91333333
MINIMO -1 MINIMO -0,25
MAXIMO 1 MAXIMO 0,25

Diámetro sol 32´=0,500


“+-2ª equivalen al diámetro de 4 soles por cada lado”
1º40´ de declinación magnética equivalen a 1,6666º en notación decimal Tabla 2. Dolmen de Gurpide Sur.

807
menes fueron excavados a finales del siglo XVIII. Se localizan en un pequeño y estre-
cho valle, enclavado entre dos sierras que lo delimitan tanto por el oeste como por el es-
te. Durante la excavación de estos cuatro dólmenes se encontraron abundantes restos
óseos y ajuar pétreo entre los que destacan los geométricos, lo que nos está hablando de
fechaciones antiguas que corregidas por dendrocronología nos llevaría hacia un -3.700
A. C. El dolmen se encuentra orientado al este, hacia la sierra de Badaya en un hori-
zonte plano sin ningún punto o cumbre de referencia.

• Cálculo de los parámetros azimut y altura. El cálculo del azimut y de la altura po-
demos determinarlos por cualquiera de los dos procedimientos. Dolmen largo que sólo
conserva las losas de un lateral de la cámara y la losa de la cabecera, por lo que la
orientación es relativamente sencilla y exacta, to-mando las losas laterales de la cáma-
ra como eje de orientación ya que presentan una perfecta linealidad (tabla 2).

Vamos a emplear el azimut y la altura del Sol calculados por trigonometría, ya que
los calculados mediante brújula y clinómetro, entran dentro del intervalo calculado.

Los resultados se presentan en la siguiente tabla:

JULIANO GREGORIANO
Azimut Altura mes/día hora azimut altura
OTOÑO 105,082778 8,48390729 03-nov 7,14,15 105,087 8,528 05-oct
107,082778 8,98390729 06-nov 7,20,40 107,077 8,818 08-oct
INVIERNO 105,082778 8,98390729 09-abr 7,25,20 105,135 8,982 11-mar
107,082778 8,48390729 04-abr 7,31,50 106,855 8,619 06-mar

En los resultados obtenidos podemos observar como el dolmen de Gurpide Sur fue
orientado al orto solar entre los días 5 y 8 de Octubre o entre los días 6 y 11 de Marzo.

3. Dolmen de Sorginetxe
El dolmen de Sorginetxe se sitúa en la localidad de Arrizala, a escasos kilómetros
del dolmen de Aitzkomendi, en una zona llana, en la que existen varios puntos orográ-
ficos de interés como el monte Aitzgorri de 1.500 metros, Aratz de 1.400 metros, Bayo
de 1.100 metros y Arrigorrista de 1.100 metros. El dolmen se orienta en dirección al
monte Arrigorrista en una zona llana de la sierra de Entzia, punto indeterminado de un
horizonte plano, sin ningún relieve especial. Se trata de un dolmen poligonal con cinco
grandes losas que delimitan un espacio cúbico abierto de 2 por 2 y por 2,5 metros de
altura, habiéndose desechado su orientación hacia picos muy sobresalientes que do-
minan el lugar.

Al tratarse de un dolmen poligonal la orientación la he obtenido uniendo el vértice


del polígono con el punto intermedio del acceso a la cámara dando como resultado una
orientación de 113º. Como curiosidad se trata del único dolmen en Álava que tiene una
ventana formada por un rebaje de la losa occidental, lo que provoca una gran abertura.
Esta orientada a 247º ± 3º. La interpretación que hacemos de esta abertura es que está
orientada al ocaso de ese mismo día que se produjo con un azimut de 247º.

• Cálculo de los parámetros azimut y altura. En la siguiente tabla se reflejan los da-
tos y cálculos realizados para obtener los dos parámetros que necesitamos, azimut y
altura.

808
SORGINETXE

DOLMEN PUNTO ORTOSOLAR


Coordenadas LONGITUD LATITUD ALTITUD LONGITUD LATITUD ALTITUD
UTM 550.924 4.742.286 628 554.524 4.740.536 1.030
GEOGRAFICAS
-Grados 2 42 2 42
-Minutos 22 49 19 48
-Segundos 37 50 59 53
-Decimales 2,37694444 42,8305556 2,33305556 42,8147222

AZIMUT SOL ALTURA SOL


Diferencia longitud 3.600 Altura dolmen 628
Diferencia latitud 1.750 Altura POS 1.030
Distancia 4.003 Tang. Radianes 0,100094
Tangente radianes 0,41215249 113 Tang. Grados 5,735
Cuadrante +-90º 90º 1,6666 Corrección altitud 0,628
AZIMUT SOL 113,614598 114,6666 ALTURA SOL 6,3629519
MINIMO -1 MINIMO -0,25
MAXIMO 1 MAXIMO 0,25

Diámetro sol 32´=0,500


“+-2 equivalen a una anchura de 4 soles por cada lado”
1º40´ de declinación magnética equivalen a 1,6666º en notación decimal Tabla 3. Dolmen de Sorginetxe.

Sabemos que los límites mínimos y máximos del intervalo se definen de la siguiente
forma:

1. Caso de Otoñales
El intervalo menor se calcula con los menores valores de azimut y altura, siendo es-
tos resultados obtenidos superiores a los originales. El intervalo mayor se calcula con
los mayores valores de azimut y altura, siendo estos resultados inferiores a los origi-
nales.

2. Caso de Invernales
El intervalo menor se calcula con el mayor valor de azimut y el menor de altura, sien-
do estos resultados inferiores al azimut y superior a la altura original. El intervalo mayor
se calcula con el menor valor de azimut y el mayor valor de altura, siendo estos resul-
tados superior en azimut e inferior en altura a los originales.

Aplicando esto último, los resultados obtenidos son los siguientes:

JULIANO GREGORIANO
Azimut Altura mes/día hora azimut altura
OTOÑO 111,614598 6,1129519 19-nov 7,23,10 11,632 6,351 21-oct
115,614598 6,6129519 26-nov 7,35,31 115,488 6,613 28-oct
INVIERNO 111,614598 6,6122959 22-mar 7,41,30 111,801 6,423 21-feb
115,614598 6,1129519 14-mar 7,54,35 115,599 6,384 13-feb

809
Es decir que el dolmen de Sorginetxe se orientó al orto solar entre los días 21 a 28
de Octubre o entre los días 13 a 21 de Febrero.

5.5.7. LA ORIENTACIÓN OTOÑAL O INVERNAL DE LOS DÓLMENES DEL PAÍS VASCO

Los azimuts del orto solar varían a lo largo del año entre los 58º y los 122º, grados
éstos en los que se producen los solsticios de verano e invierno respectivamente, mien-
tras que los azimuts de los equinoccios se producen a los 90º. Al estar la mayoría de
los dólmenes englobados en orientación sudeste (la orientación media es de 117º y el
intervalo en el que se encuentran incluidos el 95% de los dólmenes oscila entre 107º
a117º con una probabilidad de aleatoriedad asociada a estos datos prácticamente nula,
según se refleja en el gráfico adjunto), implica que se orientaron al orto solar en fechas
otoñales o invernales. Algunos dólmenes superan los 122º con azimuts más al sudeste,
como consecuencia de que el orto solar del lugar se produce minutos después del orto
astronómico, como consecuencia de la elevación del horizonte por la altitud s.n.m y por
el relieve orográfico. Será raro encontrar orientaciones inferiores a los 58º, pero si podrán
darse orientaciones superiores a los 122º (independientemente de los dólmenes expre-
samente orientados al sur), siempre que el horizonte dolménico sea elevado, cuanto
más elevado mayor será el azimut puesto que el Sol tarda varios minutos en aparecer.

Con está técnica podemos empezar a plantearnos si las orientaciones dolménicas


siguen un patrón determinado de fechas o se distribuyen aleatoriamente por el intervalo
otoñal o invernal.

Gráfico 15. Orientación sureste y ortosolar de los dólmenes en el País Vasco.

810
BIBLIOGRAFÍA

BELMONTE, J. A.
(1999) “Las leyes del cielo”. Editorial Temas de Hoy. Madrid.

BELMONTE, J. A., HOSKIN, M.


(2002) “Reflejo del cosmos: atlas de arqueoastronomía del mediterráneo antiguo”. Equipo Sirius.

811
CAPÍTULO 6. CÁLCULOS

INTRODUCCIÓN

De siempre nos ha causado extrañeza el hecho de que en ninguna publicación que


conozcamos se haya efectuado la medición del volumen de recipientes cerámicos.

Cuando observamos una cerámica dos aspectos saltan a la vista, su forma y su


tamaño. Respecto a la forma hay cientos de publicaciones con estudios sobre este
aspecto. Sin embargo no sucede lo mismo en cuanto al tamaño, porque nunca se cuan-
tifica, y como mucho se habla de grandes o de pequeños recipientes.

No entendemos la razón de esta situación que limita en gran medida el estudio


económico de estas poblaciones, y sobre todo si tenemos en cuenta que el cálculo es
bien sencillo.

El objeto del presente trabajo no se limita al cálculo del volumen sino que pretendemos
ver, si al igual que ocurre con el peso, existe algún tipo de unidad de volumen, puesto
que a simple vista parecen existir unas modulaciones en su tamaño. Pretendemos cuan-
tificar estas modulaciones y encontrar en su caso la serie que forman estos volumenes.

Las cerámicas sobre las que hemos aplicado el método proceden del yacimiento
celtibérico, Berón, de La Hoya (Laguardia. Álava).

Fot. 1. Poblado de La Hoya (Laguardia, Álava). Acumulación de recipientes cerámicos en una de las viviendas.

812
6.1. CÁLCULO DEL VOLUMEN DE CERÁMICAS. SU APLICACIÓN AL POBLADO
BERÓN DE LA HOYA (LAGUARDIA. ÁLAVA)

Para calcular el volumen de las cerámicas partimos del dibujo de su forma, descom-
poniendo su silueta en fragmentos de 1 cm. de altura con lo que obtenemos unas figu-
ras denominadas troncos de cono.(Fig. 1)

A estos troncos de cono les aplicamos la formula ya conocida de su volumen que


es V=1/3(PI*h(R^ 2+r^2+Rr)), y en la que hacemos h = 1, por comodidad a la hora de
aplicar la fórmula .

Los pasos a seguir para el cálculo del volumen son los siguientes:

1º.- Dibujo del perfil de la cerámica mediante un conformador de varillas o procedi-


miento semejante. Este dibujo debe ser muy exacto ya que como veremos mas ade-
lante al hablar del error del procedimiento una diferencia de 1 milímetro en el radio del
tronco de cono provoca un error demasiado elevado. De hecho el volumen del toroide
generado por este volumen en los radios mayores del recipiente puede elevarse a los
100 centímetros cúbicos.

Otra variable que determina el volumen de la cerámica es la altura del recipiente


que hay que hallar muy exactamente, ya que por ejemplo en los radios mayores del reci-
piente, un tronco de cono de 1 cm. de altura determina un volumen de 2,8 litros. Como
consecuencia de esto hay que tener mucho cuidado en las cerámicas reconstruidas ya
que un error en la zona de máximo radio puede provocar como hemos dicho errores
superiores a los 2 litros. Si este error de reconstrucción se da en las zonas bajas de las
cerámicas donde los radios son menores o en cualquier otra zona de las mismas donde
se den las circunstancias de que los radios son pequeños, los errores que producen
son pequeños y asimilables.

2º.- La longitud de los radios la calculamos con una regla de centímetro en centímetro
o con papel milimetrado transparente. Siempre como en todo cálculo de volúmenes
medimos radios no diámetros. La medición la hacemos desde la mitad del recipiente a
la cara interna del mismo, por lo que al dibujar la forma de la cerámica hay que tener
mucho cuidado con el grosor de la misma.

3º.- Una vez obtenidos los radios los pasamos a una hoja de cálculo en Excel,
donde aplicamos estos radios a las fórmulas y sumando todos los volúmenes del tronco
de cono obtenemos el volumen del recipiente cerámico.

De esta forma y si se ha procedido correctamente en los tres pasos anteriores


el resultado obtenido es muy exacto. Este resultado viene expresado en centímetros
cúbicos para líquidos. Otra cuestión es el volumen de áridos que contendrían estos
recipientes volumen que estará en función de que tipo de árido se trate, trigo, cebada,
bellotas, etc.

Las piezas que hemos seleccionado son aquellas que tienen el perfil completo o
que sin ser completas, la reconstrucción afecta a una ínfima parte de su desarrollo o
en zonas donde los radios son pequeños, por lo que se provocan errores mínimos en
estas zonas.

En todo caso tiene Vds. esta aplicación en nuestra pagina web:


www. Euskalnet.net/iaa-aai.es

813
Figura 1. Descomposición de un perfil cerámico en troncos de cono.

814
RESULTADOS OBTENIDOS

Hemos realizado el estudio dividiendo las cerámicas a estudiar en dos grupos, las
realizadas a torno y las modeladas.

El resultado obtenido en las cerámicas realizadas a torno es el siguiente:

Nº INVENT. VOLUMEN UNIDAD


1802 44.496 4
390 53.074 5
6776 54.266 5
1579 63.803 6
1582 65.060 6
1158 70.274
1580 73.993 7
4007 75.404 7
463 83.730 8
1438 85.220 8

Se nos emparejan los volúmenes formando grupos en torno a los siguientes me-
didas:

1º.- 44 litros
2º.- 53-54 litros
3º.- 63-65 litros
4º.- 73-75 litros
5º.- 83-85 litros

Evidenciando la existencia de una modulación de los volúmenes en torno a las ca-


pacidades mencionadas, con incrementos de aproximadamente 10-11 litros. Este incre-
mento nos indica la unidad de volumen que es de 10-11 litros aproximadamente.

Sólamente un volumen se nos queda fuera de esta serie 70 litros.

No creemos que se trate de una mera casualidad debido al pequeño tamaño de la


muestra. En un principio creíamos que el hecho de realizarse a mano supondría que
el volumen siguiera unas pautas un tanto aleatorias, con una gran dispersión de sus
valores, transformándose de hecho en una función continua.

Sin embargo hemos visto que se nos agrupan en intervalos discretos y con una
mínima variación en su agrupación que no llega a los 2 litros y motivada exclusivamente
por el procedimiento de fabricación que seguían estos ceramistas.

Es decir que estos ceramistas fabricaban sus recipientes con unas medidas es-
tándares aunque aproximadas, que contribuían a determinar volúmenes predefinidos,
siendo el procedimiento de fabricación el causante del intervalo de variación que en
toda caso y sorprendentemente es mínimo para el volumen calculado.

815
La exactitud debe ser entendida dentro del contexto que estos recipientes repre-
sentan. No constituían por sí ningún sistema de medida sino que simplemente repre-
sentan un recipiente con un volumen determinado, aproximadamente por medida de ca-
pacidad, sin que se necesitara ser más preciso. Cuando se intercambiaba el producto,
era cuando era necesario la precisión, existiendo para cubrir tal necesidad algún tipo
de recipiente que daría la precisión necesaria.

En cuanto a las cerámicas modeladas obtenemos los siguientes resultados:

Nº INVENTARIO VOLUMEN UNIDAD


1568 15.982 1
¿ 20.741 2
1720 23.673 2
1961 24.517 2
73 37.164 3
6734 38.658 3
5600 125.778 12
1937 128.539 12

Al igual que ocurre con las cerámicas a torno y aún teniendo en cuenta el pequeño
tamaño de la muestra observamos una clara agrupación de volúmenes entorno a los
siguientes tamaños:

1º.- 23-24 litros


2º.- 37-38 litros
3º.- 126-128 litros

Aunque solamente contemos con dos ejemplares por intervalo creemos que no
se trata de una mera coincidencia sino que estamos ante una serie volumétrica en la
que faltan intervalos, debido precisamente a ser una pequeña muestra, y que coincide
con la anteriormente señalada a torno. La variación dentro de cada intervalo es mayor
como consecuencia de la menor exactitud en la fabricación de la cerámica modelada
con respecto de la fabricada a torno.

MORFOLOGÍA

Para el estudio de los parámetros morfológicos que definen la estructura de los


recipientes cerámicos vamos a tener en cuenta las siguientes variables:

1.- Altura del recipiente


2.- Radio de la boca
3.- Radio máximo
4.- Distancia a la que se encuentra el radio máximo respecto al borde de la cerámica.
5.- La distancia definida anteriormente respecto al total de la altura.

Este estudio está realizado exclusivamente para las cerámicas realizadas a torno.

816
Los valores absolutos de los parámetros estudiados son los siguientes:

DISTANCIA RADIO DIST.RAD.MAX/ALT.


ALTURA RADIO BOCA RADIO MÁXIMO
MAX MAX
41 13,2 22,9 19 19/41
46 16,5 24,3 17 17/46
45 11,9 24,0 18 18/45
47 14,4 26,4 14 14/47
53 13,8 24,5 22 22/53
50 15,0 26,7 18 18/50
53 15,0 26,3 18 18/53
49 16,2 26,9 18 18/49
56 15,0 26,4 23 23/56
54 16,6 27,7 15 15/54

Si agrupamos las cerámicas en función de la unidad de volumen que representan


obtenemos su reflejo paramétrico, que es el siguiente:

UNIDAD RADIO RADIO DISTANCIA DIST.RAD.MAX/ALT.


ALTURA
VOLUMEN BOCA MÁXIMO RADIO MAX MAX
4 41 13,2 22,9 19 19/41
46 16,5 24,3 17 17/46
5
45 11,9 24,0 18 18/45
47 14,4 26,4 14 14/47
6
53 13,8 24,5 22 22/53
50 15,0 26,7 18 18/50
7 53 15,0 26,3 18 18/53
49 16,2 26,9 18 18/49
56 15,0 26,4 23 23/56
8
54 16,6 27,7 15 15/54

Resumiendo obtenemos los parámetros en función de la unidad de volumen que


representa. En la primera gráfica reflejamos la dispersión relacionando las variables
altura y radio máximo observando la concentración de ambas variables. En la segunda
gráfica relacionamos las variables altura y distancia a radio máximo, obteniendo idéntico
resultado es decir la concentración en torno a unos valores muy concretos. La tercera
gráfica relaciona las tres variables entre sí y da idéntico resultado obteniendo valores
con muy escasa dispersión, dispersión esta que viene motivada por el volumen de las
cerámicas.

Se les ofrece un programa para el cálculo del volumen realizado en Excel. Su


utilización viene fijada por una serie de instrucciones que conviene leer antes de uti-
lizarlo.

817
CERAMICA A TORNO

Nº Rad. Rad. ALT/ %ALT/


ALTURA VOLUMEN SERIE
INVENTA BOCA MÁXIMO R.MAX R.MAX

1802 41 13,2 22,9 19 19/41 0,46 44.496 44 4

7009 43 12,9 23,7 17 17/43 0,40 48.286

1237-1238 47 13 22,5 18 18/47 0,38 49.915

390 Recons 46 16,5 24,3 17 17/46 0,37 53.074 54 5

6776 45 11,9 24 18 18/45 0,40 54.266 54 5

1579 47 14,4 26,4 14 14/57 0,30 63.803 64 6

1582-a 53 13,8 24,5 22 22/53 0,42 65.060 64 6

1158 50 15 26,7 18 18/50 0,36 70.274

1580 53 15 26,3 18 18/53 0,34 73.993 74 7

4007 49 16,2 26,9 18 18/49 0,37 75.404 74 7

256 43 15 27,9 17 17/43 0,40 78.133

463 56 15 26,4 23 23/56 0,41 83.730 84 8

1438-a 54 16,6 27,7 15 15/54 0,28 85.220 84 8

CERAMICA A MANO

Nº Rad. Rad. ALT/ %ALT/


ALTURA VOLUMEN SERIE
INVENTA BOCA MÁXIMO R.MAX R.MAX

1568 37 16 16 1 0 0,03 15.982

???? 33 13,7 16,3 14 14/33 0,42 20.741

1720 35 15,6 18,5 18 18/35 0,51 23.673 24 0,5

1961 41 12,8 15,6 24 24/41 0,59 24.517 24 1

73 39 17,5 20,2 17 17/39 0,44 37.164 38 1

6734 57 15,6 20,5 24 24/57 0,42 38.656 38 1

5600 69 28 32,4 25 25/69 0,36 125.778 127 4

1937 64 26,2 34,6 27 27/64 0,42 128.539 127 4

818
Nº INVENTA ALTURA ALT/R.MAX

1802 41 19

7009 43 17

1237-1238 47 18

390 RECONS 46 17

6776 45 18

1579 47 14

1582-a 53 22

1158 50 18

1580 53 18

4007 49 18

256 43 17

463 56 23

1438-a 54 15

Morfología altura/radio máximo


máximo
radio

819
Nº INVENTA ALTURA ALT/R.MAX
1802 41 19
7009 43 17
1237-1238 47 18
390 RECONS 46 17
6776 45 18
1579 47 14
1582-a 53 22
1158 50 18
1580 53 18
4007 49 18
256 43 17
463 56 23
1438-a 54 15

Morfologia altura/altura rad.max

morfología altura/altura
rad mad

820
Nº INVENTA ALTURA Rad. MÁXIMO ALT/R.MAX
1802 41 22,9 19
7009 43 23,7 17
1237 47 22,5 18
390 46 24,3 17
6776 45 24 18
1579 47 26,4 14
1582 53 24,5 22
1158 50 26,7 18
1580 53 26,3 18
4007 49 26,9 18
256 43 27,9 17
463 56 26,4 23
1438 54 27,7 15

Morfología Cerámica a Torno

ALT/R.MAX Rad. MÁXIMO

821
CÁLCULO VOLUMEN CERÁMICAS

Antes de comenzar el cálculo del volumen de cerámicas lea atentamente las instrucciones.

1.- El cálculo se realiza descomponiendo la figura de la cerámica en múltiples troncos de


cono siendo el volumen calculado el sumatorio de todas estas figuras.

2.-En la columna “radio nº” no debe introducirse ningún número. Solo hace referencia al radio
de que se trate en cada cerámica

3.- En la columna “radio” debe meterse el radio medido desde la mitad de la cerámica hasta
la pared interna de la cerámica y en centímetros, con un solo decimal.

4.- En la columna “volumenes” sale calculado el volumen del tronco de cono correspondien-
te.

5.- Se puede calcular cualquier volumen de cerámica comprendida entre 1 y 100 cms. No
olvide que los radios se calculan de centímetro en centímetro descomponiendo en primer lugar
la figura en troncos de cono de 1 centímetro de altura. El programa está realizado atendiendo a
esta descomposición de la altura de la cerámica en fragmentos de 1 centímetro. Si no se realiza
de esta forma el cálculo es incorrecto.

6.- Al introducir el último radio se genera un volumen final por debajo del último calculado.
Ponga este volumen a 0, escribiendo directamente sobre la citada cantidad. No olvide que si
quiere seguir utilizando esa misma hoja deberá copiar de nuevo la formula donde usted ha te-
cleado 0

7.- Usted puede copiar la zona del programa tantas veces como quiera.

8.- La forma más sencilla de utilizar es empezando por la boca del recipiente dividiendo la al-
tura en fragmentos de 1 centímetro de altura hasta el fondo del recipiente y a continuación medir
los radíos desde el centro de la cerámica hasta la pared interior de la misma.

9.- Los resultados son ofrecidos en centímetros cúbicos y en litros, en este caso con dos
decimales.

822
CÁLCULO VOLUMEN CERÁMICAS

YACIMIENTO
SECTOR
CUADRO
OTROS
VOLUMEN 0,0 C. CUBICOS
0,00 LITROS
RADIO Nº RADIO VOLUMEN RADIO Nº RADIO VOLUMEN
1 0 0,00 42 0 0,00
2 0 0,00 43 0 0,00
3 0 0,00 44 0 0,00
4 0 0,00 45 0 0,00
5 0 0,00 46 0 0,00
6 0 0,00 47 0 0,00
7 0 0,00 48 0 0,00
8 0 0,00 49 0 0,00
9 0 0,00 50 0 0,00
10 0 0,00 51 0 0,00
11 0 0,00 52 0 0,00
12 0 0,00 53 0 0,00
13 0 0,00 54 0 0,00
14 0 0,00 55 0 0,00
15 0 0,00 56 0 0,00
16 0 0,00 57 0 0,00
17 0 0,00 58 0 0,00
18 0 0,00 59 0 0,00
19 0 0,00 60 0 0,00
20 0 0,00 61 0 0,00
21 0 0,00 62 0 0,00
22 0 0,00 63 0 0,00
23 0 0,00 64 0 0,00
24 0 0,00 65 0 0,00
25 0 0,00 66 0 0,00
26 0 0,00 67 0 0,00
27 0 0,00 68 0 0,00
28 0 0,00 69 0 0,00
29 0 0,00 70 0 0,00
30 0 0,00 71 0 0,00
31 0 0,00 72 0 0,00
32 0 0,00 73 0 0,00
33 0 0,00 74 0 0,00
34 0 0,00 75 0 0,00
35 0 0,00 76 0 0,00
36 0 0,00 77 0 0,00
37 0 0,00 78 0 0,00
38 0 0,00 79 0 0,00
39 0 0,00 80 0 0,00
40 0 0,00 81 0 0,00
41 0 0,00 82 0 0,00

823
RADIO Nº RADIO VOLUMEN
83 0 0,00
84 0 0,00
85 0 0,00
86 0 0,00
87 0 0,00
88 0 0,00
89 0 0,00
90 0 0,00
91 0 0,00
92 0 0,00
93 0 0,00
94 0 0,00
95 0 0,00
96 0 0,00
97 0 0,00
98 0 0,00
99 0 0,00
100 0 0,00

824
CÁLCULO VOLUMEN CERÁMICAS

Antes de comenzar el cálculo del volumen de cerámicas lea atentamente las instrucciones.

YACIMIENTO
SECTOR
CUADRO
OTROS
VOLUMEN 85.220,4 C.CUBICOS
85,22 LITROS
RADIO Nº RADIO VOLUMEN RADIO Nº RADIO VOLUMEN
1 16,6 36 22,5 1.618,88
2 16,7 870,92 37 22,1 1.562,33
3 18,5 973,99 38 21,6 1.499,94
4 20 1.164,75 39 21,2 1.438,77
5 21,2 1.333,55 40 20,5 1.365,85
6 22,5 1.500,31 41 19,9 1.281,99
7 23,5 1.662,17 42 19,4 1.213,11
8 24,5 1.809,82 43 18,8 1.146,18
9 25,3 1.947,99 44 18 1.063,79
10 26 2.067,06 45 17,3 978,81
11 26,7 2.181,41 46 16,6 902,72
12 27,1 2.273,34 47 15,8 824,65
13 27,4 2.332,86 48 14,8 735,68
14 27,6 2.375,85 49 13,8 642,69
15 27,7 2.401,83 50 12,8 555,98
16 27,6 2.401,83 51 11,8 475,55
17 27,5 2.384,48 52 10,9 404,92
18 27,4 2.367,21 53 9,8 336,85
19 27,3 2.349,99 54 8,5 263,47
20 27 2.315,77 55 0 0,00
21 26,9 2.281,75 56 0 0,00
22 26,8 2.264,85 57 0 0,00
23 26,5 2.231,26 58 0 0,00
24 26,3 2.189,58 59 0 0,00
25 26,1 2.156,53 60 0 0,00
26 25,8 2.115,58 61 0 0,00
27 25,6 2.075,01 62 0 0,00
28 25,3 2.034,85 63 0 0,00
29 25 1.987,16 64 0 0,00
30 24,7 1.940,03 65 0 0,00
31 24,3 1.885,79 66 0 0,00
32 24 1.832,28 67 0 0,00
33 23,7 1.787,04 68 0 0,00
34 23,3 1.734,99 69 0 0,00
35 22,9 1.676,43 70 0 0,00

825
TORNO
SECTOR I
NIVEL A-2
CUADRO V-31
X 160
Y 300
Z 38
RECINTO:
Nº INVENT 1438-A
VOLUMEN 85.220 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 16,6 36 22,5 1618,876
2 16,7 870,924 37 22,1 1562,328
3 18,5 973,990 38 21,6 1499,935
4 20 1164,748 39 21,2 1438,769
5 21,2 1333,546 40 20,5 1365,852
6 22,5 1500,312 41 19,9 1281,992
7 23,5 1662,168 42 19,4 1213,107
8 24,5 1809,823 43 18,8 1146,181
9 25,3 1947,990 44 18 1063,787
10 26 2067,057 45 17,3 978,807
11 26,7 2181,411 46 16,6 902,717
12 27,1 2273,335 47 15,8 824,649
13 27,4 2332,857 48 14,8 735,678
14 27,6 2375,845 49 13,8 642,687
15 27,7 2401,826 50 12,8 555,979
16 27,6 2401,826 51 11,8 475,554
17 27,5 2384,484 52 10,9 404,920
18 27,4 2367,206 53 9,8 336,852
19 27,3 2349,990 54 8,5 263,465
20 27 2315,767 55 0 0
21 26,9 2281,754 56 0 0
22 26,8 2264,852 57 0 0
23 26,5 2231,258 58 0 0
24 26,3 2189,580 59 0 0
25 26,1 2156,530 60 0 0
26 25,8 2115,584 61 0 0
27 25,6 2075,005 62 0 0
28 25,3 2034,845 63 0 0
29 25 1987,156 64 0 0
30 24,7 1940,032 65 0 0
31 24,3 1885,787 66 0 0
32 24 1832,275 67 0 0
33 23,7 1787,036 68 0 0
34 23,3 1734,990 69 0 0
35 22,9 1676,431 70 0 0

826
SECTOR I
NIVEL A-2
CUADRO Y-10
X 33
Y 159
Z 170
RECINTO 95
Nº INVENT 6776
VOLUMEN 54.266 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 11,9 36 16,7 908,016
2 11,4 426,451 37 16 839,948
3 12 430,147 38 15,3 769,576
4 16 619,942 39 14,5 697,634
5 17,8 898,120 40 13,4 611,679
6 19,2 1075,725 41 12,2 515,096
7 20,4 1232,009 42 11,2 430,315
8 21,2 1359,349 43 10,5 369,965
9 22,1 1472,750 44 9,6 317,521
10 22,7 1576,423 45 8,6 260,417
11 23 1640,323 46 0 0
12 23,4 1690,976 47 0 0
13 23,6 1734,959 48 0 0
14 23,8 1764,615 49 0 0
15 23,9 1787,015 50 0 0
16 23,9 1794,513 51 0 0
17 24 1802,032 52 0 0
18 24 1809,561 53 0 0
19 24 1809,561 54 0 0
20 23,9 1802,032 55 0 0
21 23,8 1787,015 56 0 0
22 23,7 1772,061 57 0 0
23 23,4 1742,362 58 0 0
24 23,2 1705,553 59 0 0
25 22,8 1661,948 60 0 0
26 22,5 1611,735 61 0 0
27 22,1 1562,328 62 0 0
28 21,6 1499,935 63 0 0
29 21,1 1432,077 64 0 0
30 20,5 1359,276 65 0 0
31 20 1288,317 66 0 0
32 19,4 1219,317 67 0 0
33 18,7 1140,222 68 0 0
34 18 1057,975 69 0 0
35 17,3 978,807 70 0 0

827
SECTOR I
NIVEL A-2
CUADRO V-16
X 313
Y 215
Z 142
RECINTO
Nº INVENT 7009
VOLUMEN 48.286 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 12,9 36 15,2 754,863
2 12,5 506,750 37 14,4 688,303
3 12,9 506,750 38 13,5 611,575
4 13,9 564,367 39 12,6 535,234
5 15,8 693,738 40 11,6 460,223
6 17,3 861,081 41 10,4 380,510
7 18,4 1001,301 42 9,2 302,096
8 19,5 1128,473 43 7,8 227,493
9 20,2 1237,989 44 0 0
10 21,1 1339,860 45 0 0
11 21,7 1438,821 46 0 0
12 22,3 1520,628 47 0 0
13 22,8 1597,576 48 0 0
14 23,3 1669,205 49 0 0
15 23,6 1727,597 50 0 0
16 23,7 1757,170 51 0 0
17 23,7 1764,605 52 0 0
18 23,7 1764,605 53 0 0
19 23,6 1757,170 54 0 0
20 23,5 1742,341 55 0 0
21 23,3 1720,224 56 0 0
22 23 1683,677 57 0 0
23 22,7 1640,323 58 0 0
24 22,3 1590,476 59 0 0
25 21,8 1527,519 60 0 0
26 21,5 1472,562 61 0 0
27 20,9 1412,054 62 0 0
28 20,4 1339,714 63 0 0
29 19,9 1275,625 64 0 0
30 19,3 1206,971 65 0 0
31 18,7 1134,211 66 0 0
32 17,9 1052,257 67 0 0
33 17,2 967,748 68 0 0
34 16,6 897,366 69 0 0
35 15,8 824,649 70 0 0

828
SECTOR I
NIVEL
CUADRO
X 313
Y 215
Z 142
RECINTO
Nº INVENT 1237 ó 1238
VOLUMEN 49.915 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 13 36 17,3 967,686
2 12,6 514,761 37 16,7 908,016
3 13 514,761 38 16,1 845,058
4 13,7 560,032 39 15,5 784,363
5 15,7 679,915 40 14,8 721,196
6 17 840,262 41 14 651,609
7 18 962,376 42 13,3 585,479
8 18,7 1057,975 43 12,5 522,961
9 19,4 1140,222 44 11,6 456,380
10 20 1219,317 45 10,7 390,783
11 20,6 1294,716 46 9,6 323,972
12 21 1359,223 47 9,1 274,711
13 21,4 1412,002 48 0 0
14 21,7 1458,990 49 0 0
15 22,1 1506,784 50 0 0
16 22,3 1548,316 51 0 0
17 22,4 1569,302 52 0 0
18 22,5 1583,376 53 0 0
19 22,5 1590,435 54 0 0
20 22,4 1583,376 55 0 0
21 22,3 1569,302 56 0 0
22 22,2 1555,290 57 0 0
23 22 1534,399 58 0 0
24 21,8 1506,753 59 0 0
25 21,6 1479,358 60 0 0
26 21,3 1445,481 61 0 0
27 21 1405,331 62 0 0
28 20,7 1365,747 63 0 0
29 20,3 1320,299 64 0 0
30 20 1275,583 65 0 0
31 19,6 1231,674 66 0 0
32 19,1 1176,351 67 0 0
33 18,7 1122,252 68 0 0
34 18,3 1075,254 69 0 0
35 17,8 1023,606 70 0 0

829
SECTOR I
NIVEL
CUADRO
X
Y
Z
RECINTO
Nº INVENT 1237 ó 1238
VOLUMEN 49.915 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 13 36 17,3 967,686
2 12,6 514,761 37 16,7 908,016
3 13 514,761 38 16,1 845,058
4 13,7 560,032 39 15,5 784,363
5 15,7 679,915 40 14,8 721,196
6 17 840,262 41 14 651,609
7 18 962,376 42 13,3 585,479
8 18,7 1057,975 43 12,5 522,961
9 19,4 1140,222 44 11,6 456,380
10 20 1219,317 45 10,7 390,783
11 20,6 1294,716 46 9,6 323,972
12 21 1359,223 47 9,1 274,711
13 21,4 1412,002 48 0 0
14 21,7 1458,990 49 0 0
15 22,1 1506,784 50 0 0
16 22,3 1548,316 51 0 0
17 22,4 1569,302 52 0 0
18 22,5 1583,376 53 0 0
19 22,5 1590,435 54 0 0
20 22,4 1583,376 55 0 0
21 22,3 1569,302 56 0 0
22 22,2 1555,290 57 0 0
23 22 1534,399 58 0 0
24 21,8 1506,753 59 0 0
25 21,6 1479,358 60 0 0
26 21,3 1445,481 61 0 0
27 21 1405,331 62 0 0
28 20,7 1365,747 63 0 0
29 20,3 1320,299 64 0 0
30 20 1275,583 65 0 0
31 19,6 1231,674 66 0 0
32 19,1 1176,351 67 0 0
33 18,7 1122,252 68 0 0
34 18,3 1075,254 69 0 0
35 17,8 1023,606 70 0 0

830
SECTOR I
NIVEL A-2
CUADRO
X 295
Y 171
Z 89
RECINTO 1580
Nº INVENT
VOLUMEN 73.993 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 15 36 20,6 1359,223
2 14,2 669,831 37 20 1294,716
3 14,5 646,949 38 19,5 1225,485
4 15,7 716,693 39 19 1164,224
5 17,7 877,208 40 18,8 1122,221
6 19,4 1081,789 41 18,3 1081,097
7 20,8 1269,750 42 17,8 1023,606
8 22 1439,104 43 17,2 962,209
9 23 1590,696 44 16,7 902,654
10 24 1735,210 45 16 839,948
11 24,5 1847,522 46 15,5 779,378
12 25 1924,491 47 15 730,683
13 25,4 1995,083 48 14,3 674,386
14 25,7 2050,867 49 13,5 607,156
15 26 2099,311 50 12,8 543,381
16 26,2 2140,099 51 11,8 475,554
17 26,3 2164,761 52 11 408,449
18 26,3 2173,013 53 10,2 353,157
19 26,3 2173,013 54 0 0
20 26,2 2164,761 55 0 0
21 26,1 2148,299 56 0 0
22 26 2131,900 57 0 0
23 25,8 2107,427 58 0 0
24 25,6 2075,005 59 0 0
25 25,4 2042,835 60 0 0
26 25 1995,083 61 0 0
27 24,6 1932,251 62 0 0
28 24,3 1878,079 63 0 0
29 23,9 1824,714 64 0 0
30 23,5 1764,647 65 0 0
31 23 1698,296 66 0 0
32 22,5 1626,039 67 0 0
33 22 1555,353 68 0 0
34 21,5 1486,238 69 0 0
35 21 1418,694 70 0 0

831
SECTOR I
NIVEL A-2
CUADRO Z-31
X 375
Y 270
Z 73
RECINTO
Nº INVENT 1582-A
VOLUMEN 65.060 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 13,8 36 21,1 1425,354
2 12,2 531,600 37 20,7 1372,324
3 12,5 479,188 38 20 1301,135
4 14 552,136 39 19,2 1207,044
5 15,7 693,550 40 18,6 1122,305
6 16,8 829,895 41 18 1052,184
7 17,8 940,511 42 17,4 984,326
8 18,8 1052,352 43 16,8 918,729
9 19,6 1158,286 44 16,2 855,394
10 20,3 1250,492 45 15,5 789,368
11 20,9 1333,263 46 14,7 716,483
12 21,6 1418,757 47 13,9 642,593
13 22,1 1499,935 48 13 568,535
14 22,7 1576,423 49 12 491,136
15 23,2 1654,754 50 11,1 419,309
16 23,5 1712,894 51 10,1 353,251
17 23,9 1764,647 52 9,2 292,765
18 24 1802,032 53 8,2 238,049
19 24,3 1832,275 54 0 0
20 24,4 1862,727 55 0 0
21 24,5 1878,058 56 0 0
22 24,5 1885,745 57 0 0
23 24,5 1885,745 58 0 0
24 24,4 1878,058 59 0 0
25 24,3 1862,727 60 0 0
26 24,2 1847,459 61 0 0
27 24 1824,683 62 0 0
28 23,9 1802,032 63 0 0
29 23,7 1779,538 64 0 0
30 23,4 1742,362 65 0 0
31 23 1690,976 66 0 0
32 22,8 1647,496 67 0 0
33 22,4 1604,645 68 0 0
34 22 1548,348 69 0 0
35 21,5 1486,238 70 0 0

832
SECTOR I
NIVEL z-13
CUADRO A-3
X
Y
Z
RECINTO 10
Nº INVENT 390
VOLUMEN 53.074 cm3, reconstruida

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 16,5 36 16,2 855,394
2 15,3 794,604 37 15,5 789,368
3 15,9 764,634 38 15 730,683
4 16,7 834,859 39 14,3 674,386
5 18 946,134 40 13,6 611,491
6 18,9 1069,620 41 12,7 543,465
7 20 1188,791 42 12 479,292
8 20,8 1307,575 43 11 415,738
9 21,6 1412,128 44 10 346,623
10 22,2 1506,837 45 9,1 286,733
11 22,8 1590,529 46 8 229,975
12 23,1 1654,712 47 0 0
13 23,3 1690,945 48 0 0
14 23,8 1742,404 49 0 0
15 24 1794,523 50 0 0
16 24,2 1824,683 51 0 0
17 24,3 1847,459 52 0 0
18 24,2 1847,459 53 0 0
19 24 1824,683 54 0 0
20 23,8 1794,523 55 0 0
21 23,3 1742,404 56 0 0
22 22,9 1676,431 57 0 0
23 22,5 1618,876 58 0 0
24 22 1555,353 59 0 0
25 21,5 1486,238 60 0 0
26 21 1418,694 61 0 0
27 20,5 1352,720 62 0 0
28 20,1 1294,663 63 0 0
29 19,6 1237,926 64 0 0
30 19,2 1182,414 65 0 0
31 18,7 1128,221 66 0 0
32 18,3 1075,254 67 0 0
33 17,8 1023,606 68 0 0
34 17,3 967,686 69 0 0
35 16,8 913,336 70 0 0

833
SECTOR I
NIVEL A-5
CUADRO A-3
X
Y
Z
RECINTO
Nº INVENT 463
VOLUMEN 83.730 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 15 36 23,3 1734,990
2 14,5 683,559 37 23 1683,677
3 15 683,559 38 22,5 1626,039
4 16,6 784,939 39 22,2 1569,323
5 18,3 957,381 40 21,5 1499,998
6 19,7 1134,630 41 21 1418,694
7 20,6 1275,772 42 20,5 1352,720
8 21,5 1392,262 43 20 1288,317
9 22,4 1513,842 44 19,6 1231,674
10 23,1 1626,102 45 19 1170,308
11 23,7 1720,308 46 18,5 1104,534
12 24,3 1809,655 47 17,9 1040,717
13 24,8 1893,515 48 17,3 973,236
14 25,1 1955,677 49 16,7 908,016
15 25,5 2010,948 50 16 839,948
16 25,8 2066,952 51 15,3 769,576
17 26,1 2115,584 52 14,5 697,634
18 26,2 2148,299 53 13,5 616,015
19 26,3 2164,761 54 12,5 531,192
20 26,3 2173,013 55 11,5 452,652
21 26,3 2173,013 56 10,2 370,279
22 26,4 2181,286 57 0 0
23 26,4 2189,569 58 0 0
24 26,3 2181,286 59 0 0
25 26,2 2164,761 60 0 0
26 26,1 2148,299 61 0 0
27 25,9 2123,732 62 0 0
28 25,7 2091,185 63 0 0
29 25,4 2050,867 64 0 0
30 25,2 2010,917 65 0 0
31 25 1979,249 66 0 0
32 24,7 1940,032 67 0 0
33 24,3 1885,787 68 0 0
34 24 1832,275 69 0 0
35 23,7 1787,036 70 0 0

834
SECTOR I
NIVEL A-17
CUADRO A-2
X
Y
Z
RECINTO
Nº INVENT 256
VOLUMEN 78.133 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 15 36 23,4 1757,233
2 14 660,783 37 22,9 1683,719
3 14,4 633,514 38 22,3 1604,697
4 17 776,142 39 21,7 1520,628
5 18,8 1007,448 40 21,5 1465,755
6 20,2 1195,106 41 19,7 1334,017
7 21,5 1366,166 42 18,5 1146,464
8 22,5 1520,796 43 17,4 1012,548
9 23,5 1662,168 44 0 0
10 24,4 1802,241 45 0 0
11 25 1916,752 46 0 0
12 25,7 2018,991 47 0 0
13 26,3 2123,815 48 0 0
14 26,9 2222,964 49 0 0
15 27,2 2298,740 50 0 0
16 27,7 2367,268 51 0 0
17 27,9 2427,964 52 0 0
18 28 2454,228 53 0 0
19 28 2463,014 54 0 0
20 28 2463,014 55 0 0
21 28 2463,014 56 0 0
22 27,9 2454,228 57 0 0
23 27,8 2436,698 58 0 0
24 27,6 2410,528 59 0 0
25 27,5 2384,484 60 0 0
26 27,3 2358,598 61 0 0
27 27 2315,767 62 0 0
28 26,7 2264,873 63 0 0
29 26,4 2214,545 64 0 0
30 25,9 2148,362 65 0 0
31 25,5 2075,037 66 0 0
32 25,2 2018,886 67 0 0
33 24,7 1955,719 68 0 0
34 24,4 1893,473 69 0 0
35 23,9 1832,317 70 0 0

835
SECTOR I
NIVEL C-37
CUADRO A-2
X 184
Y 60
Z 359
RECINTO 20
Nº INVENT 4007
VOLUMEN 75.404 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 16,2 36 20,9 1412,054
2 15,5 789,368 37 20,2 1326,833
3 16,5 804,511 38 19,5 1237,989
4 19,3 1008,652 39 18,8 1152,223
5 20,8 1263,520 40 18 1063,787
6 22 1439,104 41 17,1 967,832
7 23,1 1597,828 42 16,3 876,328
8 24 1742,551 43 15,4 789,452
9 24,6 1855,177 44 14,4 697,728
10 25,3 1955,782 45 13,3 602,946
11 25,7 2042,867 46 12 503,169
12 26,2 2115,626 47 10,5 398,197
13 26,4 2173,023 48 9,3 308,285
14 26,6 2206,199 49 8,5 249,013
15 26,8 2239,625 50 0 0
16 26,9 2264,852 51 0 0
17 26,9 2273,293 52 0 0
18 26,9 2273,293 53 0 0
19 26,9 2273,293 54 0 0
20 26,9 2273,293 55 0 0
21 26,8 2264,852 56 0 0
22 26,7 2248,013 57 0 0
23 26,4 2214,545 58 0 0
24 26,3 2181,286 59 0 0
25 26 2148,320 60 0 0
26 25,7 2099,311 61 0 0
27 25,3 2042,867 62 0 0
28 25 1987,156 63 0 0
29 24,5 1924,491 64 0 0
30 24 1847,522 65 0 0
31 23,7 1787,036 66 0 0
32 23,3 1734,990 67 0 0
33 22,8 1669,205 68 0 0
34 22,1 1583,502 69 0 0
35 21,5 1493,108 70 0 0

836
SECTOR I
NIVEL Z-35
CUADRO A-3
X 128
Y 30
Z 60
RECINTO
Nº INVENT 1802
VOLUMEN 44.496 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 13,2 36 14 660,783
2 12,8 530,972 37 13 572,818
3 13 522,804 38 12 491,136
4 14,5 594,547 39 10,5 398,197
5 16 731,207 40 9,3 308,285
6 17 855,562 41 8,3 243,547
7 18 962,376 42 0 0
8 18,6 1052,184 43 0 0
9 19,1 1116,346 44 0 0
10 19,9 1194,760 45 0 0
11 20,4 1275,625 46 0 0
12 21 1346,238 47 0 0
13 21,3 1405,331 48 0 0
14 21,7 1452,246 49 0 0
15 22,3 1520,628 50 0 0
16 22,6 1583,397 51 0 0
17 22,8 1618,845 52 0 0
18 22,9 1640,302 53 0 0
19 22,9 1647,486 54 0 0
20 22,9 1647,486 55 0 0
21 22,8 1640,302 56 0 0
22 22,6 1618,845 57 0 0
23 22,3 1583,397 58 0 0
24 22 1541,363 59 0 0
25 21,7 1499,894 60 0 0
26 21,3 1452,246 61 0 0
27 20,8 1392,116 62 0 0
28 20,3 1326,770 63 0 0
29 19,7 1256,734 64 0 0
30 19 1176,414 65 0 0
31 18,3 1092,847 66 0 0
32 17,6 1012,359 67 0 0
33 16,8 929,578 68 0 0
34 16 845,132 69 0 0
35 15 755,031 70 0 0

837
SECTOR I
NIVEL A-3
CUADRO V-3
X 67
Y 363
Z 89
RECINTO
Nº INVENT 1158
VOLUMEN 70.274 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 15 36 20,8 1392,116
2 14,1 665,296 37 20,2 1320,351
3 14,5 642,467 38 19,6 1244,199
4 15,6 711,897 39 19 1170,308
5 16,8 824,858 40 18,1 1081,244
6 18 951,527 41 17,4 989,928
7 19,4 1099,099 42 16,8 918,729
8 20,8 1269,750 43 16 845,132
9 21,8 1425,574 44 15,1 759,858
10 22,7 1555,500 45 14,2 674,470
11 23,6 1683,866 46 13,2 589,908
12 24,4 1809,729 47 12 499,137
13 25 1916,752 48 10,8 408,659
14 25,6 2011,000 49 9,5 324,097
15 26 2091,216 50 8,4 251,966
16 26,4 2156,561 51 0 0
17 26,6 2206,199 52 0 0
18 26,7 2231,237 53 0 0
19 26,6 2231,237 54 0 0
20 26,5 2214,524 55 0 0
21 26,4 2197,873 56 0 0
22 26,2 2173,023 57 0 0
23 26 2140,099 58 0 0
24 25,7 2099,311 59 0 0
25 25,4 2050,867 60 0 0
26 25 1995,083 61 0 0
27 24,8 1947,833 62 0 0
28 24,4 1901,212 63 0 0
29 24 1839,888 64 0 0
30 23,7 1787,036 65 0 0
31 23,2 1727,639 66 0 0
32 22,8 1661,948 67 0 0
33 22,3 1597,576 68 0 0
34 21,8 1527,519 69 0 0
35 21,3 1459,032 70 0 0

838
SECTOR I
NIVEL
CUADRO Y-33,Z-33,Z-31
X
Y
Z
RECINTO
Nº INVENT 1579
VOLUMEN 63.803 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 14,4 36 17,2 973,309
2 14,1 637,964 37 16,4 886,852
3 15,3 679,245 38 15,7 809,412
4 18,6 905,440 39 15 740,359
5 20,7 1214,196 40 14 660,783
6 22 1432,454 41 13,2 581,237
7 23,2 1604,980 42 12,4 514,887
8 24,2 1764,867 43 11,4 445,143
9 25 1901,338 44 10,5 376,897
10 25,5 2003,031 45 9,4 311,343
11 25,9 2075,037 46 8,2 243,662
12 26,3 2140,131 47 7,5 193,721
13 26,4 2181,286 48 0 0
14 26,4 2189,569 49 0 0
15 26,3 2181,286 50 0 0
16 26,2 2164,761 51 0 0
17 26,1 2148,299 52 0 0
18 25,9 2123,732 53 0 0
19 25,8 2099,290 54 0 0
20 25,5 2066,952 55 0 0
21 25,2 2018,886 56 0 0
22 24,8 1963,541 57 0 0
23 24,5 1908,930 58 0 0
24 24,1 1855,125 59 0 0
25 23,7 1794,555 60 0 0
26 23,2 1727,639 61 0 0
27 22,7 1654,754 62 0 0
28 22,2 1583,439 63 0 0
29 21,7 1513,696 64 0 0
30 21,2 1445,523 65 0 0
31 20,7 1378,921 66 0 0
32 20 1301,135 67 0 0
33 19,3 1213,170 68 0 0
34 18,7 1134,211 69 0 0
35 18 1057,975 70 0 0

839
A MANO
SECTOR I
NIVEL
CUADRO
X
Y
Z
RECINTO
Nº INVENT 5600
VOLUMEN 125.878 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 28 36 28,6 2605,810
2 27,2 2393,312 37 28,1 2525,040
3 26,5 2264,978 38 27,5 2428,048
4 25,9 2156,614 39 27,1 2341,444
5 25,4 2066,994 40 26,5 2256,517
6 24,9 1987,198 41 26 2164,824
7 24,5 1916,700 42 25,5 2083,142
8 24,2 1862,748 43 25 2003,031
9 23,9 1817,132 44 24,4 1916,752
10 23,6 1772,082 45 23,3 1787,329
11 23,3 1727,597 46 23,1 1690,945
12 23,2 1698,233 47 22,5 1633,223
13 23,1 1683,656 48 21,8 1541,467
14 23,5 1705,585 49 21,1 1445,586
15 24,3 1794,680 50 20,4 1352,783
16 25,7 1964,013 51 19,8 1269,332
17 27,3 2206,858 52 19 1182,540
18 28,4 2437,012 53 18,3 1092,847
19 29,6 2642,462 54 17,5 1006,767
20 30,4 2827,607 55 16,7 918,802
21 31 2961,020 56 16 839,948
22 31,6 3077,888 57 15,1 759,858
23 32,1 3186,975 58 14,2 674,470
24 32,3 3257,347 59 13,3 594,170
25 32,4 3287,757 60 12,6 526,982
26 32,3 3287,757 61 11,8 467,763
27 32,1 3257,347 62 10,9 404,920
28 31,8 3206,976 63 10 343,282
29 31,5 3147,034 64 9,1 286,733
30 31,1 3077,835 65 8,3 237,955
31 30,8 3009,370 66 7,5 196,234
32 30,3 2932,128 67 6,7 158,535
33 29,9 2846,362 68 6 126,805
34 29,5 2771,215 69 4,9 93,630
35 29 2687,900 70 0 0

840
SECTOR I
NIVEL A-2
CUADRO X-33
X 217
Y 146
Z 102
RECINTO
Nº INVENT 1720
VOLUMEN 23.673 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 15,6 36 0 0
2 14,6 716,578 37 0 0
3 14,5 665,087 38 0 0
4 14,6 665,087 39 0 0
5 14,9 683,517 40 0 0
6 15,1 706,870 41 0 0
7 15,4 730,641 42 0 0
8 15,6 754,779 43 0 0
9 16 784,310 44 0 0
10 16,2 814,344 45 0 0
11 16,6 845,006 46 0 0
12 17 886,727 47 0 0
13 17,2 918,645 48 0 0
14 17,6 951,192 49 0 0
15 17,9 989,823 50 0 0
16 18,2 1023,564 51 0 0
17 18,5 1057,870 52 0 0
18 18,5 1075,212 53 0 0
19 18,1 1052,132 54 0 0
20 17,3 984,399 55 0 0
21 16,5 897,439 56 0 0
22 15,9 824,575 57 0 0
23 15,2 759,775 58 0 0
24 14,4 688,303 59 0 0
25 13,8 624,675 60 0 0
26 13,1 568,451 61 0 0
27 12,5 514,813 62 0 0
28 11,8 463,899 63 0 0
29 11,1 411,999 64 0 0
30 10,5 366,530 65 0 0
31 9,8 323,783 66 0 0
32 9,2 283,623 67 0 0
33 8,6 248,940 68 0 0
34 7,9 213,953 69 0 0
35 7,1 176,882 70 0 0

841
SECTOR I
NIVEL A-2
CUADRO D-E-37
X0
Y 268
Z 310
RECINTO 65
Nº INVENT 1937
VOLUMEN 128.539 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 26,7 36 30,1 2913,027
2 25,9 2173,180 37 29,4 2780,640
3 25,4 2066,994 38 28,7 2651,332
4 25 1995,083 39 27,9 2516,243
5 24,6 1932,251 40 27,2 2384,610
6 24,5 1893,452 41 26,4 2256,590
7 24,3 1870,393 42 25,6 2123,889
8 24,3 1855,083 43 24,8 1995,209
9 24,2 1847,459 44 23,9 1862,937
10 24,3 1847,459 45 23,2 1742,467
11 24,3 1855,083 46 22,4 1633,296
12 24,5 1870,393 47 21,7 1527,582
13 24,7 1901,181 48 20,8 1418,840
14 24,9 1932,220 49 20,1 1313,953
15 25,3 1979,281 50 19,2 1213,254
16 26,5 2107,793 51 18,3 1104,680
17 27,5 2290,488 52 17,4 1001,196
18 28,4 2454,437 53 16,5 902,801
19 29,4 2624,157 54 15,7 814,501
20 30,4 2808,883 55 14,7 726,097
21 31,3 2990,143 56 13,8 638,153
22 32,2 3167,141 57 12,6 547,769
23 33 3338,934 58 11,4 452,767
24 33,7 3494,286 59 10,3 370,153
25 34,3 3631,783 60 9,6 311,154
26 34,6 3728,482 61 8,5 257,621
27 34,6 3760,997 62 7,3 196,444
28 34,2 3717,685 63 5,7 133,402
29 33,8 3631,731 64 4,2 77,566
30 33,5 3557,327 65 0 0
31 33,1 3483,730 66 0 0
32 32,6 3390,236 67 0 0
33 32 3277,694 68 0 0
34 31,4 3157,056 69 0 0
35 30,8 3038,681 70 0 0

842
SECTOR I
NIVEL A-2
CUADRO C-1
X 107
Y 330
Z 200
RECINTO 49
Nº INVENT 6734
VOLUMEN 38.656 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 15,6 36 14 642,520
2 14,7 721,279 37 13,4 589,741
3 14 647,054 38 12,9 543,318
4 14 615,753 39 12,3 498,854
5 14,2 624,591 40 11,8 456,233
6 14,6 651,484 41 11,1 411,999
7 14,9 683,517 42 10,6 369,902
8 15,3 716,358 43 10,1 336,601
9 15,7 754,811 44 9,5 301,813
10 16 789,264 45 8,9 265,999
11 16,4 824,523 46 8,3 232,446
12 16,7 860,515 47 7,7 201,156
13 17 891,994 48 7,3 176,756
14 17,5 934,887 49 6,9 158,409
15 17,8 978,702 50 6,5 141,068
16 18,2 1017,920 51 6 122,784
17 18,5 1057,870 52 5,7 107,536
18 18,9 1098,627 53 5,3 95,075
19 19,2 1140,118 54 5,1 84,959
20 19,6 1182,414 55 4,9 78,550
21 20 1231,674 56 4,7 72,392
22 20,3 1275,583 57 4,6 67,931
23 20,5 1307,418 58 0 0
24 20,5 1320,257 59 0 0
25 20,3 1307,418 60 0 0
26 20 1275,583 61 0 0
27 19,6 1231,674 62 0 0
28 19,2 1182,414 63 0 0
29 18,7 1128,221 64 0 0
30 18 1057,975 65 0 0
31 17,5 989,865 66 0 0
32 16,6 913,483 67 0 0
33 15,9 829,707 68 0 0
34 15,2 759,775 69 0 0
35 14,6 697,560 70 0 0

843
SECTOR I
NIVEL B-1
CUADRO X-41
X 20
Y 382
Z 320
RECINTO cuadrante A
Nº INVENT 1961
VOLUMEN 24.517 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 12,8 36 12,6 522,887
2 12,4 498,802 37 11,9 471,564
3 12,5 486,958 38 11,4 426,451
4 12,7 498,770 39 10,7 383,725
5 12,9 514,730 40 10 336,664
6 13,2 535,045 41 8,8 277,968
7 13,3 551,549 42 0 0
8 13,5 564,116 43 0 0
9 13,7 581,080 44 0 0
10 13,8 593,961 45 0 0
11 13,9 602,632 46 0 0
12 14,1 615,764 47 0 0
13 14,3 633,482 48 0 0
14 14,4 646,928 49 0 0
15 14,6 660,531 50 0 0
16 14,8 678,878 51 0 0
17 15 697,477 52 0 0
18 15,2 716,326 53 0 0
19 15,4 735,427 54 0 0
20 15,4 745,061 55 0 0
21 15,5 749,910 56 0 0
22 15,5 754,769 57 0 0
23 15,5 754,769 58 0 0
24 15,6 759,649 59 0 0
25 15,5 759,649 60 0 0
26 15,4 749,910 61 0 0
27 15,4 745,061 62 0 0
28 15,2 735,427 63 0 0
29 15 716,326 64 0 0
30 14,8 697,477 65 0 0
31 14,5 674,281 66 0 0
32 14,3 651,452 67 0 0
33 14 629,042 68 0 0
34 13,6 598,328 69 0 0
35 13,2 564,147 70 0 0

844
SECTOR
NIVEL A-3
CUADRO E-7
X
Y
Z
RECINTO
Nº INVENT 73
VOLUMEN 37.164 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 17,5 36 14 629,042
2 16,5 908,184 37 13,7 602,653
3 16 829,644 38 13,3 572,598
4 16 804,249 39 12,9 539,171
5 15,9 799,233 40 0 0
6 16,1 804,260 41 0 0
7 16,5 834,733 42 0 0
8 17,2 892,099 43 0 0
9 18,2 984,493 44 0 0
10 18,9 1081,160 45 0 0
11 19,4 1152,160 46 0 0
12 19,8 1206,918 47 0 0
13 20 1244,115 48 0 0
14 20,1 1262,933 49 0 0
15 20,2 1275,562 50 0 0
16 20,2 1281,898 51 0 0
17 20,2 1281,898 52 0 0
18 20,2 1281,898 53 0 0
19 20 1269,248 54 0 0
20 19,8 1244,115 55 0 0
21 19,7 1225,422 56 0 0
22 19,4 1200,750 57 0 0
23 19 1158,161 58 0 0
24 18,8 1122,221 59 0 0
25 18,5 1092,742 60 0 0
26 18,2 1057,870 61 0 0
27 17,8 1017,920 62 0 0
28 17,4 973,183 63 0 0
29 17 929,452 64 0 0
30 16,6 886,727 65 0 0
31 16 834,785 66 0 0
32 15,6 784,310 67 0 0
33 15,1 740,297 68 0 0
34 14,7 697,508 69 0 0
35 14,3 660,563 70 0 0

845
SECTOR I
NIVEL
CUADRO
X
Y
Z
RECINTO
Nº INVENT 1568
VOLUMEN 15.982 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 16 36 6,6 149,665
2 15,6 784,310 37 6 124,784
3 15,4 754,779 38 0 0
4 15,1 730,641 39 0 0
5 14,9 706,870 40 0 0
6 14,7 688,146 41 0 0
7 14,4 665,108 42 0 0
8 14,1 637,964 43 0 0
9 13,7 607,030 44 0 0
10 13,5 581,080 45 0 0
11 13,2 559,927 46 0 0
12 13 539,140 47 0 0
13 12,9 526,856 48 0 0
14 12,7 514,730 49 0 0
15 12,5 498,770 50 0 0
16 12,3 483,062 51 0 0
17 12,2 471,438 52 0 0
18 12 459,972 53 0 0
19 11,9 448,630 54 0 0
20 11,7 437,446 55 0 0
21 11,5 422,744 56 0 0
22 11,3 408,292 57 0 0
23 11,1 394,092 58 0 0
24 10,9 380,144 59 0 0
25 10,7 366,446 60 0 0
26 10,4 349,691 61 0 0
27 10,1 330,087 62 0 0
28 9,8 311,049 63 0 0
29 9,5 292,577 64 0 0
30 9,2 274,670 65 0 0
31 8,8 254,511 66 0 0
32 8,5 235,085 67 0 0
33 8,1 216,466 68 0 0
34 7,8 198,580 69 0 0
35 7,2 176,809 70 0 0

846
SECTOR I
NIVEL B-17
CUADRO A-2
X 390
Y 45
Z 40
RECINTO A MANO
Nº INVENT ?
VOLUMEN 20.741 cm3

RADIO VOLUMEN RADIO VOLUMEN


RADIOS Centimetros RADIOS Centimetros
1 13,7 36 0 0
2 12,9 555,885 37 0 0
3 12,9 522,793 38 0 0
4 13,3 539,171 39 0 0
5 13,7 572,598 40 0 0
6 14,1 607,030 41 0 0
7 14,5 642,467 42 0 0
8 14,8 674,281 43 0 0
9 15,1 702,179 44 0 0
10 15,5 735,459 45 0 0
11 15,9 774,414 46 0 0
12 16,1 804,260 47 0 0
13 16,3 824,491 48 0 0
14 16,3 834,691 49 0 0
15 16,2 829,581 50 0 0
16 16 814,344 51 0 0
17 15,8 794,238 52 0 0
18 15,6 774,383 53 0 0
19 15,3 749,931 54 0 0
20 15,1 725,845 55 0 0
21 14,9 706,870 56 0 0
22 14,8 692,796 57 0 0
23 14,5 674,281 58 0 0
24 14,2 646,949 59 0 0
25 13,9 620,183 60 0 0
26 13,5 589,688 61 0 0
27 13,2 559,927 62 0 0
28 12,9 535,045 63 0 0
29 12,5 506,750 64 0 0
30 12,1 475,334 65 0 0
31 11,7 444,923 66 0 0
32 11,4 419,120 67 0 0
33 10,9 390,637 68 0 0
34 0 0 69 0 0
35 0 0 70 0 0

847
ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA nº 24 849-900 VITORIA-GASTEIZ 2009 ISSN 1695-1611

50 AÑOS DE BIBLIOGRAFÍA ARQUEOLÓGICA DE ÁLAVA.


1957-2007

Francisca Sáenz de Urturi*

Palabras clave: Bibliografía. Arqueología. Álava.


Gako hitzak: Bibliografia. Arkeologia. Araba.
Key words: Bibliography. Archeology. Álava.

RESUMEN:
Se recoge toda la producción bibliográfica sobre temas de arqueología alavesa, realizada en los años
comprendidos entre 1957 a 2007, coincidiendo con los cincuenta años de existencia del Instituto Alavés de
Arqueología / Arkeologiarako Arabar Institutua. También se adjunta, como complemento, lo publicado en los años
anteriores a 1957.

LABURPENA:
1957. eta 2007. urteen artean Arabako arkeologiako gaien inguruan ekoitzitako bibliografia osoa biltzen
da, Arkeologiarako Arabar Institutuaren berrogeita hamargarren urtearekin bat eginez. Halaber, osagarri gisa,
1957 aurretik argitaratutakoa ere eransten da.

SUMMARY:
The entire bibliographical production on Alava archaeology items, prepared between 1957 and 2007, has
been included in order to coincide with the fiftieth anniversary of the existence of the Alava Institute of Archaeo-
logy / Arkeologiarako Arabar Institutua. In addition, items published prior to 1957 have also been attached.

INTRODUCCIÓN

En el presente repertorio se recoge la bibliografía producida en el último medio siglo, so-


bre temas arqueológicos relativos a la provincia de Álava y aquellos artículos o monogra-
fías que, sin ser el tema principal la Arqueología Alavesa, ésta está ampliamente tratada
en ellos, y también los incluidos en la revista Estudios de Arqueología Alavesa, por tratarse
de una obra propia del Instituto Alavés de Arqueología/Arkeologiarako Arabar Institutua.
Como un complemento, se incorpora lo publicado antes de estos cincuenta años.

Se ha tratado de hacer una recopilación exhaustiva, pero dada la gran cantidad de


revistas surgidas, especialmente en las últimas décadas, es probable que por desconoci-
miento, algunos trabajos no hayan sido incluidos en esta relación.

* Instituto Alavés de Arqueología / Arkeologiarako Arabar Institutua. Pedro Asua 2, 2º Dpto 53. 01008 Vitoria-Gasteiz.
fevipe@euskalnet.net

849
LOS PRECEDENTES. HASTA 1957

AGUIRRE, A.
(1919) “Tres nuevos dólmenes en Álava”. Euskalerriaren-Alde, pp. 413-416.

ALZOLA, P. DE; AREITIO, D. DE


(1912) “Hallazgo de un hacha pulimentada en Arceniega”. Euskadi 14, pp. 141.

ALVAREZ SAENZ DE BURUAGA, J.


(1944) “Huellas romanas en Álava”. Pensamiento Alavés. 3 agosto.

AMADOR DE LOS RIOS, J.


(1871) “Estudios monumentales y arqueológicos. Las provincias vascongadas”. La revista de Es-
paña, XXI.

APRAIZ, J.
(1882) “Una visita arqueológica”. El Ateneo, VIII, nº 12-13, pp. 189-190.
(1896) “Un nuevo dolmen alavés”. Euskalerria, pp. 187-190.
(1892-93-96) “Los dólmenes alaveses”. Euskalerria, pp. 401-406; 443-448.
(1901) “Cristianos o Prehistóricos”. Euskalerria, Tomo XLIV. pp. 116.
(1904) “Discurso acerca de los dólmenes alaveses”. Euskalerria, pp. 311-315, 421-424 y 453-
457.

ARANZADI, T.; BARANDIARAN, J. M.; EGUREN, E.


(1922) Los nuevos dólmenes de la sierra de Entzia. San Sebastián.
(1923) Grutas artificiales de Álava. Eusko Ikaskuntza. San Sebastián.

ASSAS, M.
(1845) “Nota sobre el dolmen de Eguilaz (Aizkomendi)”. Semanario Pintoresco Español.

BARAIBAR, F.
(1879) “Primera noticia de Sorginetxe o dolmen de Arrizala”. Irurac-Bat.
(1881) “Los dólmenes de Álava”. Euskalerria, IX, pp. 207-208.
(1883) “Álava durante la dominación romana: las ruinas de Iruña”. En El Ateneo.
(1887) “Lápidas romanas de Iruña”. Boletín de la Real Academia de la Historia, X, pp. 403.
(1889) “Inscripciones romanas cerca del Ebro en las provincias de Álava y Burgos”. Boletín de la
Real Academia de la Historia, XIV.
(1895) “Lápidas romanas inéditas en Navarra y Álava”. Euskalerria, XXXII.
(1906) “Epigrafía armentiense”. Boletín de la Real Academia de la Historia, XLIX.
(1912) Museo incipiente. Suplemento a la memoria del curso 1911-1912 en el Instituto General y
Técnico de Vitoria. Madrid.
(1914) “Lápida de La Puebla de Arganzón y Laguardia”. Boletín de la Real Academia de la Histo-
ria, LXIV, pp. 176-181.

BARANDIARAN, J. M.
(1917) “Investigaciones prehistóricas en la diócesis de Vitoria”. Boletín de la Sociedad Aragone-
sa de las Ciencias Naturales, XVI, pp. 210-236.
(1920) “El arte rupestre en Álava”. Boletín de la Sociedad Ibérica de las Ciencias Naturales.
(1927) “Contribución al estudio de los establecimientos humanos y pastoriles del País Vasco”.
Anuario de Eusko Folklore, VII.

850
(1928) “Trabajos del Laboratorio de Etnología y Eusko-Folklore en el año 1928”. Anuario de Eus-
ko Folklore, VIII, p. 5.
(1932a) “Investigaciones prehistóricas: paralelo entre lo prehistórico y lo actual en el País Vasco.
Investigaciones en Balzola y Guibijo”. Anuario de Eusko Folklore, XII. pp. 115-120.
(1932b) “Los dólmenes en la Sierra de Guibijo”. Anuario de Eusko Folklore, XII, pp. 115-120.
(1933) “Trabajos del Laboratorio de Etnología y Eusko-Folklore”. Anuario de Eusko Folklore, XIII.
(1934a) El hombre primitivo en el País Vasco. Zarauz.
(1934b) “Trabajos del Laboratorio de Etnología y Eusko-Folklore”. Anuario de Eusko Folklore,
XIV.
(1935) “Huellas de arte y religiones en el Pirineo Vasco”. En Homenaje a D. Eduardo Escarzana.
Vitoria.
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ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA nº 24 901-919 VITORIA-GASTEIZ 2009 ISSN 1695-1611

ÍNDICES DE ESTUDIOS DE ARQUEOLOGÍA ALAVESA.


TOMOS 1 AL 24

Fernando Galilea Martínez*


Arantza García Sánchez*

Palabras clave: Estudios de Arqueología Alavesa. Indices. Publicaciones; Arqueología.


Gako hitzak: Arabako Arkeologia Azterketak. Aurkibideak. Argitalpenak; Arkeologia.
Key words: Estudios de Arqueología Alavesa. Indexes. Publications; Archaeology.

RESUMEN:
Se presentan los índices de los 24 tomos de la publicación Estudios de Arqueología Alavesa, fundada
en 1965. También se incluyen los artículos referidos a temas arqueológicos, publicados en otras revistas
editadas en Álava.

LABURPENA:
1965.ean sortutako Arabako Arkeologia Azterketak argitalpenaren 24 aleen aurkibideak aurkezten dira.
Halaber, arkeologia gaiei buruzko artikuluak, Araban argitaratutako beste aldizkarietan zabalduak, sartzen
dira.

SUMMARY:
The indexes of 24 volumes of the publication Estudios de Arqueología Alavesa (founded in 1965) are
presented here. Articles about archaeological matters and published in other magazines from Alava are also
included.

En el año 1966 veía la luz el primer volumen de Estudios de Arqueología Alavesa,


con vocación de continuidad, para dar a conocer todos los trabajos arqueológicos (es-
tudios de síntesis, memorias de excavaciones, resultados de las prospecciones, etc.)
que se venían realizando en Álava, ya que se consideró que toda la investigación que
no tenía la necesaria difusión científica, era un trabajo que no rendía los frutos que
debiera tener. Con ello se pretendía reunir en una publicación estos resultados, favo-
reciendo la consulta a los investigadores y evitando la siempre incómoda búsqueda
de una bibliografía dispersa. El ámbito de los temas a tratar se marcaba con la única
limitación de que recogiese la investigación circunscrita al territorio alavés, directa o
indirectamente. Así han sido publicados, en estos primeros 24 tomos, 8.377 páginas,
un total de 255 artículos, elaborados por 92 autores.

Otro paso importante fue la decisión en 2002, de pasar a editar esta publicación,
a partir del tomo 19, en soporte informático. Así se posibilitaba el poder incluir ilustra-
ciones en color sin ninguna limitación en cuanto al número, poder ampliar éstas para
observar detalles, y otras importantes ventajas. Se iniciaba de esta manera, una nueva
etapa que continúa en la actualidad.

* Instituto Alavés de Arqueología / Arkeologiarako Arabar Institutua. Pedro Asua 2, 2º Dpto 53. 01008 Vitoria-Gasteiz.
www.euskalnet.net/iaa-aai E-mail: iaa-aai@euskalnet.net

901
TOMO 1. AÑO 1966

VALLESPÍ, E.
Las investigaciones prehistóricas en la provincia de Álava. pp. 7-26

BARANDIARÁN, J. M.
Exploración de Aizkomendi. pp. 27-40

BARANDIARÁN, J. M.
Excavaciones en el Montico de Charratu (Albaina). Primera Campaña 1965. pp. 41-59

VARIOS.
V reunión del Instituto de Investigaciones Arqueológicas Aranzadi. pp. 60-62

BARANDIARÁN, I.
Sobre la tipología del arte rupestre paleolítico. pp. 63-104

MERINO, J. M.
Comentarios sobre tipología prehistórica. pp.105-125

APELLÁNIZ, J. M.
El Hacha de Délica y las hachas de metal en el País Vasco. pp.127-137

UGARTECHEA, J. M.
Notas sobre el bronce final en el País Vasco. pp. 139-148

LLANOS, A.
Resumen tipológico del arte esquemático en el País Vasco Navarro. pp. 149-158

FARIÑA, J.
Hallazgo de un hacha de piedra en las proximidades de Ali (Álava). pp. 159

LLANOS, A.
Sepulturas romanas ¿en Berroci (Álava). pp. 159-160

FARIÑA, J.
Un enterramiento en la Sierra de Cantabria (Álava). pp. 160

LLANOS, A.
Una necrópolis romana en la Rioja Alavesa. pp. 161-162

FARIÑA, J.
Un nuevo silo en el oppidum de Iruña (Trespuentes-Álava). pp. 162-163

FARIÑA, J.
Una necrópolis de incineración en los arenales de Gardélegui (Álava). pp. 163-164

TOMO 2. AÑO 1967

BARANDIARÁN, J. M.
Excavaciones en el Montico de Charratu y en Sarracho. 1966. pp. 17-20

902
APELLÁNIZ, J. M.; LLANOS, A.; FARIÑA, J.
Cuevas sepulcrales de Arralday, Lechón, Calaveras y Gobaederra (Álava). pp. 21-47

BASABE, J. M.
Restos humanos de algunas cuevas sepulcrales de Álava. pp. 49-91

ALTUNA, J.
Fauna de la cueva sepulcral de Gobaederra. pp. 93-99

UGARTECHEA, J. M.
Notas sobre el yacimiento de Salbatierrabide (Vitoria). pp. 101-118

ELORZA, J. C.
Ensayo topográfico de epigrafía romana alavesa. pp. 119-185

LLANOS, A.
En torno al bajorrelieve de Marquinez (Álava). pp. 187-194

FARIÑA, J.
Fíbulas del País Vasco Navarro. pp. 195-214

APELLÁNIZ, J. M.
Noticia sobre la excavación de la cueva de Los Husos I (El Villar. Álava). pp. 215-216

LLANOS, A.
Restos romanos en las proximidades de Kutzemendi (Olárizu-Álava). pp. 216-217

LLANOS, A.
Hallazgos en Urrialdo (Álava). pp. 217-218

LLANOS, A.
Descubrimiento fortuito en Guereñu (Álava). pp. 218-219

RATO, M. P.
Nuevos hallazgos de hachas. pp. 219-221

VARIOS.
Actividades arqueológicas en Álava. 1966. pp. 221-224

TOMO 3. AÑO 1968

VALLESPÍ, E.
Talleres de sílex al aire libre en el País Vasco Meridional. pp. 7-27

UGARTECHEA, J. M.
Cerámicas excísas en el País Vasco Navarro. pp. 29-34

APELLÁNIZ, J. M.; LLANOS, A.; FARIÑA, J.


Excavación del dolmen de las Campas de La Choza. pp. 35-43

903
LLANOS, A.; FERNANDEZ MEDRANO, D.
Necrópolis de hoyos de incineración en Álava. pp. 45-72

LLANOS, A.; RUIZ DE ESCUDERO, J. A.; MURGA, F.


La cueva de La Iglesia y su yacimiento arqueológico. pp. 73-81

LLANOS, A.
Dos nuevos hallazgo de la segunda edad del Hierro en Álava. pp. 83-89

FARIÑA, J.
El castro de Henayo. pp. 91-97

BARANDIARÁN, J. M.
Excavaciones arqueológicas en grutas artificiales de Álava (Trabajos en Marquínez y
Laño). pp. 99-116

BARANDIARÁN, J. M.
Excavaciones en Solacueva de Lacozmonte (Jocano. Álava). pp. 117-129

LLANOS, A.
El poblado hallstattico de la Punta de San Pedro. pp. 131-138

APELLÁNIZ, J. M.
La datación por el C-14 de las cuevas de Gobaederra y Los Husos I. en Álava. pp. 139-
145

MURGA, F.
Nuevo taller de sílex descubierto en el Valle de Angulo (Burgos). pp. 147

URRUTIA DE LLANOS, M. N.
Prospecciones en la zona de Elvillar (Álava). pp. 148

LLANOS, A.
Cueva de la Goba Grande, en la sierra de Altzania (Eguino. Álava).pp. 149

LLANOS, A.
IV Campaña de excavaciones arqueológicas en el Castro de las Peñas de Oro (Valle
de Zuya-Álava). pp. 149-150

LLANOS, A.
Estudio arqueológico de los orígenes de la Ciudad de Vitoria. pp. 150-152

APELLANIZ, J. M.
Extracto de la III y IV campañas de excavación en la cueva de Los Husos I (Elvillar.
Álava). pp. 152-154

TOMO 4. AÑO 1970

VALLESPÍ, E.
Arqueología y arqueólogos alaveses. El momento actual de la investigación arqueológi-
ca en la provincia de Álava. pp. 7-41

904
LLANOS, A.
Sobre algunas nuevas hachas de metal localizadas en Álava. pp. 43-50

APELLÁNIZ, J. M.
Las cuevas sepulcrales de Obenkun (San Vicente de Arana) y Arratiandi (Atauri) en
Álava. pp. 53-75

UGARTECHEA, J. M.
Etnología pre-romana del Pirineo Occidental. pp. 79-106

ALBERTOS, M. L.
Álava pre-romana y romana. Estudio lingüístico. pp. 107-223

ELORZA, J. C.
Estelas decoradas romanas en la provincia de Álava. pp. 235-274

ELORZA, J. C.
Un posible centro de culto a Epona en la provincia de Álava. pp. 275-282

ELORZA, J. C.
De epigrafía cristiana alavesa. pp. 283-290

APELLANIZ, J. M.
La V campaña de excavaciones en la cueva de Los Husos I. pp. 293-294

LLANOS, A.
Excavaciones en el castro de El Castillo de Henayo. pp. 294-295

FARIÑA, J.
Birimbao aparecido en las excavaciones del castro de las Peñas de Oro (Valle de
Zuya-Alava). pp. 296

TOMO 5. AÑO 1972

VALLESPÍ, E.
Conjuntos líticos de superficie, del Museo arqueológico de Álava. pp. 7-79

LLANOS, A.
Cerámica excisa en Álava y provincias limítrofes. pp. 81-98

LLANOS, A.; AGORRETA, J. A.


Nuevas sepulturas de hoyos de incineración en Álava. pp. 99-112

SÁENZ DE URTURI, F.
Dos nuevos yacimientos en el Condado de Treviño, los poblados de Los Castillos
(Torre) y San Andrés (Argote). pp. 113-131

ELORZA, J. C.
Dos nuevas estelas alavesas. pp. 133-141

905
ALBERTOS, M. L.
De la Sierra de Cantabria a los Picos de Europa, del Cantábrico al Tajo y la nueva
estela de Castro Urdiales. pp. 143-153

BUENO, M. M.; MOYA, J. G.


El puente Mantible. pp. 165-182

ELORZA, J. C.
A propósito de la muralla romana de Iruña. pp. 183-194

ELORZA, J. C.
La escultura thoracata de Iruña. pp. 195-204

ELORZA, J. C.
Un oinochoe cerámico del tipo de El-aouja. pp. 205-207

ELORZA, J. C.
Una aplique de cinturón tardorromano de Iruña. pp. 209-212

ALBERTOS, M. L.
Los nombres euscaros de las inscripciones hispano-romanas y un Ibarra entre los ve-
ttones. pp. 213-218

LLANOS, A.
Necrópolis altomedievales en la zona occidental de la Rioja Alavesa. pp. 219-245

TOMO 6. AÑO 1974

BARANDIARÁN, J. M.
Fernandez Medrano, D. Remembranzas. pp. 9-15

BALDEÓN, A.
El yacimiento del Paleolítico Inferior de Murba. pp. 17-46

BARANDIARÁN, I.
Representaciones de caballos en la cueva de Ekain. pp. 47-56

VALLESPÍ, E.
Hallazgos líticos sueltos de Álava, Navarra y Logroño. pp. 57-65

APELLÁNIZ, J. M.
Avance al estudio sobre el grupo de Los Husos, durante la prehistoria con cerámica.
pp. 67-78

ALTUNA, J.
Nuevos monumentos megalíticos para el País Vasco. pp. 79-81

MALUQUER DE MOTES, J.
En torno a la cultura megalítica de la Rioja Alavesa. pp. 83-90

906
DE PALOL, P.
Álava y la meseta superior durante el Bronce Final y Primer Hierro. pp. 91-100

LLANOS, A.
Urbanismo y arquitectura en poblados alaveses de la Edad del Hierro. pp. 101-146

ALBERTOS, M. L.
El culto a los montes entre los Galaicos, Satures y Berones y algunas deidades más
significativas. pp. 147-157

ACUÑA, P.; ELORZA, J. C.


Notas sobre cerámica romana en la provincia de Álava. pp. 159-171

BALIL, A.
Vidrio tardorromano de Iruña. pp. 173-181

ELORZA, J. C.
Numismática antigua en la provincia de Álava. pp. 183-218

MARTIN BUENO, M. A.
Nuevos puentes romanos en La Rioja. pp. 219-236

BLAZQUEZ, J. M.
Estela de Galdácano. pp. 237-245

ELORZA, J. C.; ABÁSOLO, J. A.


Nuevos teónimos de época romana en el País Vasco-Navarro. pp. 247-258

ABÁSOLO, J. A.
Un hallazgo monetario en Herran, entre las provincias de Álava y Burgos. pp. 259-263

LLANOS, A.; VEGAS, J. I.


Ensayo de un método para el estudio y clasificación tipológica de la cerámica. pp. 265-313

TOMO 7. AÑO 1974

APELLÁNIZ, J. M.
El grupo de Los Husos durante la prehistoria con cerámica en el País Vasco. pp. 1-410

TOMO 8. AÑO 1975

ESTAVILLO, D.
Contribución a la prehistoria del País Vasco. Los hallazgos líticos de la zona de Araico;
un poblado protohistórico en Portilla la Alta y otros datos de arqueológia treviñesa. pp.
11-85

LLANOS, A.; APELLÁNIZ, J. M.; AGORRETA, J. A; FARIÑA, J.


El castro del Castillo de Henayo (Alegría-Álava). Memoria de excavaciones. Campañas
de 1969-1970. pp. 87-212

907
ALTUNA, J.
Fauna de mamíferos del Castro del Castillo de Henayo. Álava. pp. 213-219

LLANOS, A.; APELLÁNIZ, J. M.; AGORRETA, J. A.; FARIÑA, J.


Castro de Berbeia (Barrio. Álava). Memoria de excavaciones. Campaña de 1972. pp.
221-292

TOMO 9. AÑO 1978

LLANOS, A.
Homenaje a D. Barandiarán, J. M. pp. 7-9

BALDEÓN, A.
Estudio de una hachereau aparecido en Peñacerrada (Álava). pp. 11-16

BALDEÓN, A.
Contribución al estudio de yacimientos pospaleolíticos al aire libre. Landa y Saldarroa
(Álava). pp. 17-45

VEGAS, J. I.
Yacimiento pospaleolítico de La Llosa. Leciñana de la Oca (Álava). pp. 47-63

CIPRÉS, A.; GALILEA, F.; LÓPEZ, L.


Dólmenes y túmulos de las Sierras de Guibijo y Badaya. Planteamiento para su estudio
a la vista de los últimos descubrimientos. pp. 65-125

GALILEA, F.
Prospecciones en la Sierra de Bóveda. Hallazgo de algunos campos tumulares. pp.
127-140

APELLÁNIZ, J. M.; FERNANDEZ MEDRANO, D.


El sepulcro de galería segmentada de la Chabola de la Hechicera (Elvillar. Álava). Ex-
cavación y restauración. pp. 141-221

HERRERO, J.
Informe sobre los trabajos de consolidación. pp. 221-224

ALTUNA, J.
Restos óseos de Castro de Berbeia (Barrio. Álava). pp. 225-244

LLANOS, A.
Bizcar. Nuevo yacimiento de depósitos en Hoyos (Maestu. Álava). pp. 245-263

ABÁSOLO, J. A.; RUIZ VÉLEZ, I.


La necrópolis de Miranda de Ebro. Materiales para su estudio. pp. 265-272

SÁENZ DE URTURI, F.
Punta de lanza damasquinada en plata, de Carasta (Álava). pp. 273-280

ALBERTOS, M. L.
A propósito de la ciudad autrigona de Uxama Barca. pp. 281-291

908
SÁENZ DE URTURI, F.
Nuevos hallazgos romanos en Álava. Marcas de alfarero y monedas. pp. 293-299

LLANOS, A.
De arqueología cristiana alavesa. pp. 301-316

VEGAS, J. I.
Aplicación del método de tipología cerámica (Llanos-Vegas) mediante proceso en or-
denador. Primer ensayo práctico. pp. 317-336

TOMO 10. AÑO 1981

BARANDIARÁN, J. M.
De mis recuerdos de D. Enrique de Eguren y Bengoa. pp. 7-18

VEGAS, J. I.
Túmulo-Dólmen de Kurtzebide en Letona. Memoria de excavación. pp. 19-66

VIVANCO, J. J.
Orientación y tipología de las cámaras de los dólmenes de montaña y valles. pp. 67-144

RUPEREZ, T. A.
El utillaje de hueso en los sepulcros de época dolménica del Ebro Medio. pp. 145-176

ORTIZ, L.; LOBO, P.


Yacimiento al aire libre de la Finca Maroto (Cucho). pp. 177-186

GALILEA, F.
Inventario y comentarios sobre el hábitat y el fenómeno funerario según prospecciones
efectuadas en la Sierra de Entzia (Álava). pp. 187-230

DEL BARRIO, B.; GARCÍA RETES, E.


Una estela discoidea en las cercanías de Iruña (Álava). pp. 231-240

CRESPO, S.
Aspectos de la romanización de Álava: Prosopografía y sociedad. pp. 241-296

RUIZ DE LOIZAGA, S.
Un ara votiva en Comunión. pp. 297-306

INSTITUTO ALAVÉS DE ARQUEOLOGÍA.


Excavaciones en el siglo XVIII en el yacimiento romano de Cabriana (Comunión. Ála-
va). pp. 307-310

TORRES, M.
Los mosaicos descubiertos en el siglo XVIII en la villa de Cabriana (Álava). pp. 311-340

VARIOS.
Indices de la revista Estudios de Arqueología Alavesa. Tomos 1 al 9. pp. 341-349

909
TOMO 11. AÑO 1983

BALDEÓN, A.; GARCÍA, E.; ORTIZ, L.; LOBO, P.


Excavaciones en el yacimiento de Fuente Hoz. (Anúcita. Álava). pp. 7-68

MARIEZKURRENA, K.
Fauna del yacimiento prehistórico de Fuente Hoz (Álava). pp. 69-76

BASABE, J. M.; BENNASSAR, I.


Estudio antropológico del yacimiento de Fuente Hoz (Anucita. Álava). pp. 77-120

BALDEÓN, A.; BERGANZA, E.; GARCIA, E.


Estudio del yacimiento de El Montico de Charratu (Albaina. Treviño). pp. 121-186

FERREIRA, A.; GIL, E.; LOBO, P.; ORTIZ, L.; TARRIÑO, A.; TARRIÑO, J. M.; VIVANCO, J. J.
El núcleo de poblamiento postpaleolítico de Larrenke (Mijancas- Santurde). pp. 187-
286

SÁENZ DE BURUAGA, J. A.
Análisis del poblamiento humano en los yacimientos líticos de superficie, durante la
prehistoria con cerámica en la provincia de Álava. pp. 287-356

GALILEA, F.
Aproximación a la demografía en Euskalherria sur durante el III-II milenio a. C. pp. 357-
380

ALTUNA, J.; MARIEZKURRENA, K.


Los restos más antiguos de gallo domestico en el País Vasco. pp. 381-386

SÁENZ DE URTURI, F.
Estudio de las cerámicas grafitadas en yacimientos alaveses. pp. 387-406

VEGAS, J. I.
Las canas como material arqueológico. Revisión y nueva interpretación. pp. 407-426

ABÁSOLO, J. A.; LOZA, L. R.; SÁENZ DE BURUAGA, J. A.


Columna miliaria de Errekaleor (Vitoria. Álava). pp. 427-439

TOMO 12. AÑO 1985

VEGAS, J. I.
Campo tumular de Askain. Izarza (Álava). Memoria campañas de excavaciones de
1976 a 1978. pp. 7-28

VEGAS, J. I.
Círculo de piedras de Gastalamendi. Montes de Iturrieta (Álava). Memoria campaña de
excavación 1981. pp. 29-58

VEGAS, J. I.
Excavaciones en las campas de Itaida. (Sierra de Encia-Álava). pp. 59-248

910
VEGAS, J. I.
Nuevos datos para la prehistoria alavesa. Conclusiones de las excavaciones realizadas
desde 1976 a 1981. pp. 249-262

ORTIZ, L.; GAMINDE, B.


Hallazgos arqueológicos en los alrededores de Pipaón (Álava). pp. 263-284

GARCÍA, E.; SÁENZ DE BURUAGA, J. A.; SAN VICENTE, J. I.


Estelas, lápidas y fragmentos epigráficos inéditos de la ermita de San Miguel de Ocariz
(Álava). pp. 285-342

GARCÍA, E.; SÁENZ DE BURUAGA, J. A.; SAN VICENTE, J. I.


Estelas y lápidas romanas inéditas del Este de Álava. pp. 343-364

ALBERTOS, M. L.
La onomástica personal en las inscripciones de Ocariz. pp. 365-378

GARCIA, E.; SAN VICENTE, J. I.


Tesorillo numismático medieval de Otaza (Actualmente aeropuerto de Vitoria-Foronda,
Álava). pp. 379-404

TOMO 13. AÑO 1986

SÁENZ DE BURUAGA, J. A.; SÁENZ DE URTURI, F.


La colección particular de materiales arqueológicos de los alrededores de Catadiano
(Valle de Cuartango, Álava) de la familia Zuazo. pp. 9-28

SÁENZ DE BURUAGA, J. A.; URIGOITIA, T.


Evidencias aisladas de cantos tallados en las márgenes del embalse de Urrunaga (Ála-
va). pp. 29-46

ALTUNA, J.; BALDEÓN, A.


Resultados del sondeo estratigráfico practicado en la cueva de Mairuelegorreta XI.
Gorbea (Álava). pp. 47-62

LOBO, P. J.
El yacimiento al aire libre de El Albardon (Tobera. Álava). pp. 63-112

ORTIZ, L.; VIVANCO, J. J.


Yacimiento eneolítico de Los Cascajos (Tobera. Álava). pp. 113-148

GIL, E.; FILLOY, I.


El poblamiento durante la edad del hierro en Treviño Occidental. Ordenación y jerar-
quización del hábitat. pp. 149-218

LOZA, R.; SÁENZ DE BURUAGA, J. A.


Estudio de la fuente llamada Fuente Pinto (Caicedo Sopeña-Álava). pp. 219-238

SÁENZ DE BURUAGA, J. A.; SÁENZ DE URTURI, F.


Nuevos tipos monetales localizados en Álava. pp. 239-272

911
SAN VICENTE, J. I.
Hallazgo de un antoniniano de Gordiano III en Álava. pp. 273-280

RUIZ DE LOIZAGA, S.
Una posible estela funeraria de Comunión. pp. 281-290

GARCIA, E.
Un osculatorio en los alrededores del embalse del Zadorra (Álava). pp. 291-296

ETXEBERRIA, F.
Introducción al estudio de los cráneos trepanados en el pasado del País Vasco. pp.
297-315

TOMO 14. AÑO 1986

CAPRILE, P.
Estudio de los objetos de adorno del Bronce Final y Edad del Hierro en la provincia de
Álava. pp. 7-416

TOMO 15. AÑO 1987

ORTIZ, L.
El hábitat en Álava desde el Neolítico hasta la Edad del Bronce. pp. 7-102

ALDAY, A.
Los elementos de adorno personal y artes menores en los monumentos megalíticos del
País Vasco meridional. pp. 103-354

GARCIA, E.
El camino de San Adrián (Guipúzcoa-Álava) en la ruta jacobea. Análisis documental y
arqueológico. pp. 355-497

TOMO 16. AÑO 1988

BALDEÓN, A.
El yacimiento de Murba. pp. 7-160

DE LA IGLESIA, R.; RODRIGUEZ, J.


Estudio geológico del yacimiento de Murba. pp. 161-198

ALDAY, A. RUIZ DE GARIBAY, A.


Consideraciones para un estudio de los asentamientos humanos en las cavidades ala-
vesas. pp. 199-234

VEGAS, J. I.
Revisión del fenómeno de los cromlechs vascos. pp. 235-244

GIL, E. ; FILLOY, I.
Estudio arqueológico de los precedentes del poblamiento en torno a Vitoria-Gasteiz
(Bronce Final-Edad del Hierro-Romanización). pp. 445-530

912
SÁENZ DE BURUAGA, A.
Nuevas inscripciones de época romana en Álava. pp. 531-556

SÁENZ DE URTURI, F.
Marcas de alfareros y epígrafes sobre terra sigillata de yacimientos alaveses. pp. 557-
576

TOMO 17. AÑO 1990

FILLOY, I.
Memoria de la 1ª campaña de sondeos estratigráficos en el yacimiento de Carasta
(Caicedo Sopeña. Álava). pp. 7-36

GIL, E.
Memoria de la campaña de sondeos estratigráficos en el yacimiento de Albeiurmendi.
(San Roman de San Millan, Álava). pp. 37-70

FILLOY, I.
Memoria de la campaña de sondeos estratigráficos en el yacimiento de El Riberón-
Ruines (Castillo de Sopeña, Álava). 1989. pp. 71-128

SÁENZ DE BURUAGA, A.
A propósito de algunos epígrafes romanos de Iruña y Asteguieta a través de un ma-
nuscrito de L. Prestamero. pp. 129-134

IRIARTE, A.
Los objetos de vidrio del nivel romano del yacimiento de Atxa (Vitoria-Gasteiz). pp.
135-144

GIL, E.
Algunos elementos metálicos de equipo militar romano en Álava. pp. 145-166

FILLOY, I.
Las fíbulas del yacimiento de Atxa. pp. 167-178

SÁENZ DE URTURI, F.
Memoria de los sondeos estratigráficos realizados en las inmediaciones de Las Cuevas
de los Moros (Corro, Álava). pp. 179-220

ETXEBERRIA, F.
Restos humanos de Cuevas de los Moros (Corro, Álava). pp. 221-222

CALLEJA, Z.; LÓPEZ DE OCÁRIZ, J. J.


Un altar mozárabe en Luco (Álava). pp. 223-244

TOMO 18. AÑO 1993

ALDAY, A.; ERAÑA, C.; ORMAZABAL, A.; PASTOR, B.


Nuevos datos sobre yacimientos arqueológicos en cuevas de Álava. Resultados de las
prospecciones de la campaña 1990-1991. pp. 7-26

913
FILLOY, I.; GIL, E.
Memoria de la intervención arqueológica en el yacimiento de San Juan (Salinillas de
Buradón) 1992. pp. 27-84

FILLOY, I.
Memoria de la intervención arqueológica desarrollada en Nanclares de la Oca (Zanja
paralela a la N-1, en los kms. 338-339, entre la empresa Volvo, S. A. y los depósitos de
piensos Biona) 1991. pp. 85-100

FILLOY, I.; GIL, E.


Memoria de las intervenciones arqueológicas en el yacimiento de Uralde (Condado de
Treviño) 1989. pp. 101-340

IRIARTE, A.
Los objetos de vidrio del nivel romano del yacimiento de Atxa (Vitoria-Gasteiz) Addenda-
Corrigenda. pp. 341-342

TOMO 19. AÑO 2002

BEORLEGI EREÑA, M.
Investigaciones en la cuenca del río Araia. Avance al estudio de los yacimientos al aire
libre. pp. 1-51

LLANOS, A.
Arqueología del Condado de Treviño. Los primeros tiempos. pp. 52-69

LLANOS, A.
Estación de Depósitos en Hoyos, de el Olagar, en la cuenca del río Omecillo. (Tuesta.
Álava). pp. 70-81

LLANOS, A.; URTEAGA, M. M.


Notas sobre el pastoreo durante la prehistoria en el País Vasco Peninsular. pp. 82-95

LLANOS, A.
Yacimientos arqueológicos en las proximidades del poblado de La Hoya (Laguardia.
Álava). pp. 96-107

LLANOS, A.
Las élites de caballería de la Edad del Hierro en Álava y zonas limítrofes. pp. 108-130

GALILEA, F.; LLANOS, A.


Ponderal del poblado de La Hoya, en tierra de Berones (Laguardia. Álava). pp. 131-
149

GALILEA, F.; GARCÍA, A.


Enterramientos infantiles en el poblado protohistórico de La Hoya (Laguardia. Álava).
pp. 150-162

IRIARTE, M. J.
Antropización del paisaje y economía de producción entre los siglos XV y IV a. C. El
entorno vegetal del yacimiento de La Hoya (Laguardia. Álava). pp. 163-190

914
LLANOS, A.
Tableros de juego en el patrimonio arqueológico de Álava. pp. 191-196

CALLEJA, Z.
Arraya y Laminoria. Año mil. pp. 197-230

TOMO 20. AÑO 2003

APELLÁNIZ, J. M.
La lección metodológica de las pinturas de Zubialde (Álava). pp. 1-9

FERNÁNDEZ, J.; TARRIÑO, A.; EGUÍLUZ, L.


Nuevos instrumentos pulimentados procedentes de conjuntos de superficie en el terri-
torio de Álava. pp. 10-41

BALDEÓN, A.; SANCHEZ, M. J.


En torno a los depósitos en Hoyos. Avance al estudio de Santa María de Estarrona.
pp. 42-52

SÁENZ DE BURUAGA, A.; AGIRRE, I.


Asunkortabide: Una serie industrial calcolítica de superficie en la parte alavesa del
Gorbea. pp. 53-66

LLANOS, A.
Las tierras de Lantarón y Ribera Baja (Álava), durante la prehistoria. pp. 67-80

LLANOS, A.
La cueva Orau y sus pinturas rupestres postpaleolíticas (Osma-Álava). pp. 81-93

LLANOS, A.
De nuevo sobre el arte rupestre esquemático-abstracto en cuevas. Reflexiones sobre
su cronología. pp. 94-116

GALILEA, F.
La demografía en el poblado Berón de La Hoya (Laguardia. Álava). pp. 117-133

LOZA, R.
Para empezar a hablar sobre la romanización de Álava. pp. 134-148

SÁENZ DE URTURI, F.
Estela romana de Nanclares de la Oca (Iruña de Oca, Álava) y su entorno. pp. 149-
154

GALILEA, F.; MADINABEITIA, J. A.


Prospecciones en las sierras de Elgea, Urkilla y Altzania. pp. 155-169

ALTUNA, J.; MARIEZKURRENA, K.


Avance al estudio de la talla de bovino en el País Vasco durante la Edad del Hierro y
las épocas Romana y Medieval. pp. 170-174

915
TOMO 21. AÑO 2004

SÁENZ DE BURUAGA, A.
Las primeras manifestaciones del Paleolítico Superior antiguo en Araba y la explotación
de las materias primas silíceas: algunas reflexiones. pp 1-16.

FERNÁNDEZ ERASO, J.; LARREINA, D.; TARRIÑO, A.


El conjunto lítico de superficie de Itsetsasi en el embalse de Urrúnaga (Álava). pp17-66.

BEORLEGI EREÑA, M.
Estelas prehistóricas en la cuenca del Araia (Álava). pp 67-90.

GALILEA MARTÍNEZ, F.; GARCÍA SÁNCHEZ, A.


Hallazgo de una pulsera de cobre o bronce en el dolmen de Itaida Sur (Sierra de Entzia.
Álava). pp 91-96.

LLANOS, A.
Materiales metálicos del Bronce Final Atlántico en Álava. pp 97-110.

LLANOS, A.
Cerámicas con ornamentaciones pintadas del Bronce Medio/Final y Hierro Medio, del
Poblado de La Hoya (Laguardia. Álava). pp 111-132.

GALILEA MARTÍNEZ, F.; GARCÍA SÁNCHEZ A.


El proceso de celtiberización en Álava. pp 133-148.

LLANOS, A.
Algunos objetos de ritual, del poblado de La Hoya (Laguardia. Álava). pp 149-172.

GALILEA MARTÍNEZ, F.; GARCÍA SANCHEZ A.


Cálculo del volumen de cerámicas. Su aplicación al poblado Berón de La Hoya (La-
guardia. Álava). pp 173-208.

GALILEA MARTÍNEZ, F.
Los sistemas de pesos en la Península Ibérica durante la II Edad del Hierro. pp 209-252.

ALBERTOS, Mª L.
La lengua de los habitantes del País V
Vasco en la Edad del Hierro. pp 253-280.

GIL ZUBILLAGA, L.
Los silos de La Llana (Labastida, Álava): Memoria de las campañas de excavación de
1995, 1996 y 1997. pp 281-310.

VARÓN HERNÁNDEZ, F. R.
Estela discoidea de la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora de Berantevilla (Álava).
pp 311-318.

AJAMIL BAÑOS, F. J.
Judimendi, el cementerio judío de Vitoria-Gasteiz. Las causas de su desaparición. pp
319-328.

GALILEA MARTÍNEZ, F.; GARCÍA SÁNCHEZ A.


Índices de Estudios de Arqueología Alavesa. Tomos 1 al 21. pp 329-344.

916
TOMO 22. AÑO 2005

GALILEA MARTÍNEZ, F.; LLANOS ORTIZ DE LANDALUZE, A.; BALDEÓN IÑIGO, A.; MORENO
GALLO, M. A.; ALDAMA MURGA, A.
Félix Murga Beraza. In Memoriam. pp. 1-36.

BEORLEGI EREÑA, M.
Hallazgos de industria lítica del Paleolítico antiguo en Ilarduia (Álava). pp. 37-50.

SÁENZ DE BURUAGA, A.; GARCÍA ROJAS, M.; RETOLAZA ARRIETA, I.


Aproximación a la interpretación tecno-tipológica del conjunto industrial de tradición
gravetiense de Prado (Burgeta, Araba). pp. 51-68.

FERNÁNDEZ ERASO, J.; TARRIÑO, A.; LARREINA, D.


El conjunto lítico de Tribitu en el embalse de Urrúnaga (Álava). pp. 69-122.

LOBO URRUTIA, P. J.
Avance al estudio del Yacimiento
A Y Calcolítico al aire libre de “Santa Lucía” (Escanzana-
Berantevilla, Álava). pp. 123-150.

LOBO URRUTIA, P. J.
Nuevos yacimientos en la cuenca baja del río A
Ayuda (A
Ayuntamiento de Berantevilla,
Álava). pp. 151-182.

LLANOS ORTIZ DE LANDALUZE, A.; GALILEA MARTÍNEZ, F.


Peña Lacha. Un menhir en la Sonsierra de Navarra (Peciña. La Rioja). pp. 183-194.

GALILEA MARTÍNEZ, F.; GARCÍA SÁNCHEZ A.


Embudos del poblado Berón de La Hoya (Laguardia. Álava). pp. 195-204.

LLANOS ORTIZ DE LANDALUZE, A.


Silbatos, del poblado de la Hoya (Laguardia. Álava). pp. 205-222.

LLANOS ORTIZ DE LANDALUZE, A.


Escultura de un verraco, en el poblado de La Hoya
(Laguardia. Álava). pp. 223-232.

GALILEA MARTÍNEZ, F.; GARCÍA SÁNCHEZ A.


Vías de comunicación y población, durante la I Edad del Hierro, en Álava. pp. 233-286.

GALILEA MARTÍNEZ, F.
Estadística aplicada a la arqueología. Asociación de variables cualitativas: T
Test de X2
de Pearson, TTest exacto de Fisher y T
Test de Cochran-Mantel- Haenszel. pp. 287-332.

TOMO 23. AÑO 2006

LLANOS ORTIZ DE LANDALUZE, A.; GALILEA MARTÍNEZ, F.


Juan Antonio Madinaveitia Armentia (1933-2005)
In Memoriam. pp 1-8.

917
ALDAMA, A.; GALILEA MARTÍNEZ, F.
Investigaciones Arqueológicas en Valderejo (Álava): 1ª parte Prospecciones. pp. 9-68.

FERNÁNDEZ ERASO, J.; SÁENZ DE BURUAGA, A.


Nota preliminar sobre el conjunto industrial de superficie del Gustal (Valle de Valderejo,
Álava). pp. 69-82.

GALILEA MARTÍNEZ, F.; LLANOS ORTIZ DE LANDALUZE, A.


El Menhir de Riparasa, en la Sierra de Toloño (Álava). pp. 83-92.

GALILEA MARTÍNEZ, F.
Memoria del sondeo en el campo Tumular de San Miguela (Sabando. Álava). pp. 93-
100.

SÁENZ DE BURUAGA, A.
Observaciones en torno al trazado de la Vía Astorga-Burdeos por Álava a partir de los
monumentos epigráficos. pp. 101-126.

SÁENZ DE URTURI RODRÍGUEZ P.


Instrumental metalico del yacimiento de San Andrés (Argote, Treviño). pp. 127-166.

GIL ZUBILLAGA, L.
Excavación Arqueológica de urgencia de la necrópolis de época Medieval y Moderna
de la iglesia parroquial de San Roque (Acebedo, Valdegovía). pp. 167-194.

HERRASTI ERLOGORRI L.; ETXEBERRIA GABILONDO, F.


Restos humanos de la necrópolis de la iglesia parroquial de San Roque (Acebedo,
Araba). pp. 195-208.

AJAMIL BAÑOS, F. J.
Indicios Arqueológicos del poblamiento Altomedieval del cerro de Laguardia. pp. 209-
226.

SOLAUN BUSTINZA J. L. ; ESCRIBANO RUIZ, S.


Aproximación a la caracterización y organización de la producción cerámica Tardome-
T
dieval en Vitoria-Gasteiz (Siglos XIV-XV). pp. 227-286.

GALILEA MARTÍNEZ, F.; GARCÍA SÁNCHEZ A.


Determinación del origen de cerámicas. Análisis FRX Y Cluster. 1ª parte: el método.
pp. 287-340.

GALILEA MARTÍNEZ, F.; GARCÍA SÁNCHEZ A.


Índices de Estudios de Arqueología Alavesa. Tomos 1 al 23. pp. 341-358.

TOMO 24. AÑO 2009

ALDAY RUIZ, A.; EGUREN, E.; PERALES, U.


“El conjunto de La Tejera (San Vicente de La Sonsierra): un hábitat recurrente durante
la Prehistoria”. pp. 01-90.

918
GALILEA MARTÍNEZ, F.
“La estación megalítica de Entzia-Urbasa (Álava-Navarra)”. pp. 91-130.

GALILEA MARTÍNEZ, F.
“Datación por C-14 del dolmen de San Martín (Laguardia, Álava). Dataciones actuales
de excavaciones antiguas”. pp. 131-146.

GARCÍA ROJAS, M.; IZQUIERDO CAMISÓN, M.


“Trabajo inicial de las dinámicas de poblamiento de los grupos superopaleolíticos en el
territorio histórico de Álava (Prospecciones 2007)”. pp. 147-180.

LÓPEZ DE HEREDIA, J.
“Estudio de los conjuntos cerámicos del final de la Edad del Bronce y del Hierro, en el
entorno de Vitoria-Gasteiz (Álava)”. pp. 181-224.

LLANOS ORTIZ DE LANDALUZE, A.; VEGAS ARAMBURU, J. I.


“Cavidad de Socuevas de San Miguel (San Miguel. Álava)”. Sus pinturas y grabados.
pp. 225-274.

LLANOS ORTIZ DE LANDALUZE, A.


“El conjunto de pinturas rupestres de Portillo Lerón. Parque de Valderejo (Lahoz. Ála-
va)”. pp. 275-296.

LLANOS ORTIZ DE LANDALUZE, A.


“El complejo paso de la Edad del Bronce Final a la Edad del Hierro, en el Cantábrico
Oriental”. pp. 297-354.

LLANOS ORTIZ DE LANDALUZE, A.


“La Edad del Hierro en el País Vasco según las investigaciones de D. José Miguel de
Barandiaran”. pp. 355-370.

SAN VICENTE, J. I.
“Consideraciones sobre la estatua romana “La Dama de Iruña”. pp. 371-394.

LLANOS ORTIZ DE LANDALUZE, A.


“Un testimonio griego, en Álava”. pp. 395-400.

CABRERIZO BENITO, K.; CARDOSO TOSTADO, J.


“Aproximación al poblamiento de Vitoria-Gasteiz a través de sus excavaciones en la
Plaza de la Virgen Blanca”. pp. 401-418.

LLANOS ORTIZ DE LANDALUZE, A.


“Testimonios arqueológicos en la zona alavesa del Macizo del Gorbeia”. pp. 419-434.

GALILEA MARTÍNEZ, F.
“Métodos cuantitativos en arqueología”. pp. 435-848.

SÁENZ DE URTURI RODRÍGUEZ P.


“50 años de bibliografía arqueológica de Álava. 1957-2007”. pp. 849-900.

GALILEA MARTÍNEZ, F.; GARCÍA SÁNCHEZ A.


“Índices de Estudios de Arqueología Alavesa. Tomos 1 al 24”. pp. 901-919.

919

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