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FILOSOFÍA POLÍTICA I
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FILOSOFÍA POLÍTICA I
Los nuevos liberales creían también que la libertad debía de ser restringida en
aquellos casos en que pusiera en peligro el desarrollo físico y moral del bienestar
social. Y esto es especialmente importante en el caso del derecho de propiedad,
pues éste «no es un derecho absoluto del propietario individual que el Estado está
limitado a mantener en su nombre». Cualquier propiedad y riqueza es en parte
producto del esfuerzo de un sinfín de individuos. De ahí que el Estado tenga el
derecho y la obligación de regular su uso y disfrute. Por otra parte, para el libera-
lismo social el desarrollo del individuo y el ejercicio de la libertad «en sentido po-
sitivo» están profundamente vinculados con la igualdad, así como la justicia so-
cial y la redistribución de la riqueza. Cree que el resultado de la deseable compe-
tencia por la riqueza, los recursos o las ventajas sociales está claramente influido
por las condiciones en las que cada individuo inicia dicha competencia. Es por
ello que insiste en apostar por la igualdad de oportunidades. Ésta habría de al-
canzarse a través de un plan de reformas sociales que estableciese diversas polí-
ticas públicas destinadas a igualar las condiciones de partida de aquellos que
han de competir por la riqueza y los recursos sociales. El estado debe ofrecer a
los individuos ciertos recursos y bienes sin los cuales no les sería posible aquel
ejercicio de la libertad en sentido positivo. Y esto para el liberalismo social es
especialmente relevante en el caso del acceso al conocimiento, a la cultura y a la
educación. Esta última es «la oportunidad de oportunidades», la condición básica
para asegurar una auténtica igualdad de oportunidades en la competencia social
por los recursos. Lejos de aquél viejo liberalismo, el liberalismo social concibe
ahora al Estado como un instrumento para la consecución de la igualdad de
oportunidades y ciertas formas de justicia social. Se trata de usar al Estado para
ofrecer a los individuos las condiciones de vida mínimas a partir de las cuales
sean éstos los que establezcan sus propios objetivos.
Para el liberalismo social la prioridad de la libertad sobre el resto de princi-
pios de justicia es incuestionable y éste es el límite superior de la concepción libe-
ral de la justicia. El nuevo liberalismo habría de ser democrático, además de
igualitarista. El liberalismo social ha insistido desde sus comienzos en la necesi-
dad del sufragio universal, reconociendo con ello los derechos políticos de la mu-
jer.
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vidualismo radical propio del liberalismo clásico y para el cual los individuos
únicamente existen como «vidas separadas» cuyos derechos convierten en ilegí-
tima toda actividad del Estado que vaya más allá de sus funciones protectoras. El
fundamento de dichas posiciones se encuentra en su concepción de la propiedad
privada y la libertad individual. Para el liberalismo conservador la propiedad pri-
vada es el primero y más importante de los derechos individuales, un derecho
que admite muy escasas restricciones en cuanto a su uso y alcance. El derecho a
la apropiación y acumulación ilimitada de posesiones se convierte en un fin en
sí mismo. Para los liberal-conservadores el derecho de propiedad privada consti-
tuye la más importante garantía de la libertad individual. Ésta es un principio
moral sobre el cual no caben compromisos. La libertad no consiste en la posibili-
dad de que cada cual haga lo que quiera. Consiste única y exclusivamente en la
posibilidad de decidir y de actuar dentro de un ámbito en el que la coacción que-
da reducida al mínimo. Un ámbito que, sin embargo, exige la existencia del Es-
tado en tanto que sólo éste puede protegerlo y preservarlo. El liberalismo conser-
vador solventa la cuestión de la igualdad mediante el recurso a la mera igualdad
ante la ley y las oportunidades. Está excluido cualquier tipo de procedimiento de
justicia social o de redistribución de la riqueza a fin de asegurar a todos aquellas
condiciones sociales relacionadas con el acceso a la educación, la sanidad, la vi-
vienda y el trabajo. De ahí que el liberalismo conservador prescinda del concep-
to de justicia social y remita la solución de los problemas que de ella pretenda
afrontar a la caridad privada.
Para el liberalismo conservador contemporáneo la democracia es una «poliar-
quía». Se caracteriza por la existencia de una pluralidad de grupos de interés y
presión que se han convertido en auténticos centros de poder que han suplanta-
do a los ciudadanos y tratan de determinar la toma de decisiones políticas bus-
cando satisfacer sus propios intereses.
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