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CAPÍTULO I

Apología de la fe y discurso cristiano


en la época patrística
por B. SESBOÜÉ

Cuando nace el discurso cristiano, todas las funciones llamadas a desarrollar­


se y a especializarse a lo largo de los siglos posteriores están ya presentes en el
corazón de una especie de célula germinal. Se trata, para los primeros responsa­
bles de las Iglesias y para los teólogos de anunciar la fe y de defenderla frente a
los dos grupos religiosos principales presentes en el Imperio: los judíos y los pa­
ganos. Con los primeros se trata de un debate propiamente religioso, ya que está
en juego la interpretación del papel y de la identidad de Jesús de Nazaret en la
larga historia de la salvación, que tiene su origen en las alianzas con Abrahán y
Moisés. Con los segundos el debate es a la vez religioso y político, ya que las
acusaciones contra los cristianos se refieren no sólo a sus relaciones con la razón,
sino que encierran además el reproche de que son «enemigos del género huma­
no», ateos e impíos, ya que no adoran a los dioses de la ciudad, cuyo culto es el
fundamento de la sociedad política pagana. Por eso mismo se ven periódicamente
amenazados de eliminación física. Estos conflictos y estas amenazas representan
un grave peligro para la vida de las jóvenes Iglesias. El anuncio kerigmático y
misionero y la instrucción de las comunidades van por tanto a la par con la defen­
sa y la justificación de la fe. Ésta es la matriz del primer discurso cristiano.
Pero este primer discurso tendrá que dejar muy pronto su sitio a las desviacio­
nes que se advierten en el interior de las Iglesias cristianas y ponen en discusión
la autenticidad y la unanimidad de la fe. Asistimos entonces a la dialéctica de la
determinación mutua de la herejía y de la ortodoxia. Hasta cierto punto es la des­
viación doctrinal la que da lugar al concepto de ortodoxia. Pero además, la preo­
cupación por mantener inviolable el depósito recibido de los apóstoles condujo a
forjar el concepto de herejía.
En el corazón de estos debates y de estos conflictos con los adversarios de
fuera y con los de dentro es como se fueron poniendo a punto progresivamente
los elementos metodológicos que permitían una exposición de la fe debidamente
fundada y una reflexión doctrinal sobre la misma. Una dialéctica concreta invirtió
j:11 1 de alguna forma un orden abstractamente más lógico, que exigiría que la elabora­
20 LA PALABRA DE LA SALVACIÓN APOLOGÍA DE LA FE y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁneo 21

ción de la metodología precediera al ejercicio de la apología y de la justificación. ñanza» (1 Tim 1,10; 2 Tim 4,3), o la «fe sana» (Tit 1,13). Esta vigilancia se ejer­
La historia demuestra que las cosas ocurrieron según una dominante contraria. ce para guardar el «depósito» (parathéké: 1 Tim 6,20) trasmitido desde el aconte­
Así pues, hemos de volver a algunos de los datos ya esbozados al comienzo cimiento fundador.
del primer tomo de esta obra, pero según un punto de vista diferente1• Ya hemos Tenemos así el ejercicio naciente de las dos funciones que se atribuirán más
registrado las diversas formas del discurso polémico contra los judíos, los paga­ tarde al «magisterio»: el anuncio pastoral de la Palabra en nombre de Cristo y la
nos y los herejes. Se trataba entonces de describir la aparición del discurso cris­ regulación de este anuncio, la verificación de su autenticidad. Esta segunda tarea,
tiano y de la regla de fe, que a partir de las Escrituras y de la Tradición desembo­ implícita cuando todo va bien, se impone en los tiempos de crisis y de dificulta­
có en la constitución de los diferentes Símbolos de la Iglesia y que se encuentra des. Tal fue el caso del que se ha llamado «concilio de Jerusalén» (Hch 15),
en el origen del dogma. Ahora se trata, según el punto de vista de la teología fun­ cuando se tomó una decisión que comprometía al porvenir de la Iglesia: las ob­
damental, de dar cuenta de la naturaleza y de la forma de la apología de la fe cris­ servancias judías no se impondrían ya a los cristianos procedentes del mundo pa­
tiana y de mostrar cómo la metodología de su exposición doctrinal se constituyó gano. Se comprende entonces por qué esta asamblea fue interpretada posterior­
a partir de esta apología2• mente como el prototipo de los futuros concilios.
Esta situación de los elementos que hay que tomar en cuenta impone la es­
tructura de este capítulo. La primera sección tratará del discurso apologético se­
gún las diferentes formas que tomó éste antes y después de Nicea. En una segun­ l. LA APOLOGÍA DE LA FE
da sección tocaremos la metodología del discurso de la fe desde sus primeros
testimonios hasta la reflexión más elaborada de los siglos IV y V, dentro del mar­ «Estad siempre dispuestos a dar razón (pros apologian, a hacer la apología)
co de los grandes conflictos doctrinales en torno a la Trinidad y la cristología. Fi­ de vuestra esperanza a todo el que os pida explicaciones. Hacedlo, sin embargo,
nalmente, en una tercera sección volveremos sobre la autoridad dogmática de los con dulzura y respeto, como quien tiene limpia la conciencia» (1 Pe 3,15­16). Es­
concilios ecuménicos, la gran novedad de la Iglesia constantiniana que ocupa un te texto de la Escritura indica brevemente cuál ha de ser la tarea de la apologética
lugar decisivo en el desarrollo del discurso de la fe. Pero no será inútil mostrar cristiana a lo largo de los siglos. Es verdad que la «dulzura y el respeto» no siem­
primero cómo los diversos aspectos del discurso cristiano y de su funcionamiento pre estuvieron presentes en algunos períodos en los que las fronteras entre el de­
hunden sus raíces en el testimonio del Nuevo Testamento sobre la enseñanza y la bate, la controversia y la polémica era más virtual que real. Nuestros contemporá­
regulación de la fe. neos se escandalizan fácilmente por la virulencia de ciertos lenguajes. Están y no
están equivocados a la vez: tienen razón, cuando el espíritu evangélico que debe­
El testimonio del Nuevo Testamento ría animar todo debate parece brillar por su ausencia; y están en el error cuando
toman al pie de la letra ciertas expresiones que se inscriben en un código cultural
En el Nuevo Testamento nos encontramos con dos términos dominantes para de la época, que comparten todos los rivales de entonces y que es muy distinto
expresar la palabra de la fe: proclamar (kerusso) y enseñar tdidaskd, didaskalía, del nuestro.
didachei. Son las palabras empleadas a propósito de Jesús y sus discípulos. Jesús
es el maestro (didaskalos) por excelencia. Jerónimo lo traducirá por magister.
Los discípulos no se hacen llamar Rabbi, pero también ellos enseñan: Pablo es 1. LA JUSTIFICACIÓN DE LA FE EN LOS SIGLOS II Y III
heraldo y doctor (didaskalos) de las naciones. Igualmente en las denominaciones
que se da a los ministros del Nuevo Testamento, se subraya mucho el aspecto de Los primeros adversarios del cristianismo naciente fueron ante todo los judíos
la enseñanza: apóstoles, profetas, doctores, evangelistas ... y los paganos, las dos grandes familias religiosas del mundo mediterráneo de la
En los últimos escritos del Nuevo Testamento vemos nacer la preocupación época. Los cristianos eran llamados una «tercera raza» (triton genos, para Arísti­
por una «ortodoxia»: hay que mantener la autenticidad de la fe frente a las des­ des; tertium genus, para Tertuliano3), es decir, imposibles de clasificar en este
viaciones amenazadoras. En efecto, hay personas que «enseñan otra cosa» (hété­ universo religioso.
rodidaskaloi: 1 Tim 1,3; 6,3), o que «enseñan mentiras» (pseudodidaskaloi: 2 Pe
2,1), y «seudoprofetas» (1 Jn 4,1). Hay «sectas», «facciones», en griego haire­ La apología bíblica de lafe ante los judíos
seis, un término llamado a evolucionar hasta tomar el sentido de herejía.
Así pues, los ministros de la Iglesia ejercen una misión de vigilancia o de ins­ Los AUTORES Y LOS TEXTOS: JUSTINO, Diálogo con Trifón: PApol, 279­548.
­TERTULIANO, Contra Judaeos: CCSL 2, 1337­1396.
pección (episkopé y episkopos), con la finalidad de mantener a la comunidad en
la unidad de fe y de caridad y de guardarla en la «sana doctrina» o la «sana ense­ INDICACIONES BIBLIOGRÁFICAS: A. B. HULEN, The Dialogues with the Jews as
Sources far Early Jewish Argument againts Christianity, en JBL 51 (1932) 58­ 70.

l. Cf. t. t. 38­56.
2. Oportunamente se señalarán en nota los puntos ya tratados. 3. TERTIJLIANO, Contra las naciones 1,8,1: ed. A, SCHNEIDER, o. c., (infra, 24) 77.
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! 1 22 LA PALABRA DELA SALVACIÓN APOLOGÍA DE LA FE Y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁTICO 23
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­ P. PRIGENT, Justin et l'Ancien Testament. L'argumentation scripturaire du Trai­ Justino tiene que responder en primer lugar a la objeción de la infidelidad de
té de Iustin contre toutes les hérésies commo source principale du Dialogue avec los cristianos a la ley de Moisés. Para ello, entabla el debate sobre la relación
Tryphon et de la premiére Apologie, Gabalda, Paris 1960.­ W. A. SHOlWELL, The existente entre las dos Alianzas. Porque el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob
biblical Exegesis of Justin Martyr, S.P.C.K., London 1965.­ M. SIMON, Verus Is­ anunció él mismo una alianza más perfecta (cf. Is 51,4­5; 55,3­5 y Jr 311,31­32).
rael. Études sur les relations entre chrétiens et juifs dans i'empire romain Esta alianza nueva, eterna y definitiva, destinada a todas las naciones, «abroga»
( 135­425), De Boccard, Paris 'l 964.­ M. SIMON y A. BENOIT, Le judaisme et le ch­
la primera al mismo tiempo que la cumple, ya que la antigua mantiene toda su
ristianisme antique, PUF, Paris 1968.­ G. ÜTRANTO, Esegesi bíblica e storia in
Giustino (Dial. 63­84), Ist. di litt. crist. ant., Bari 1979.­ S. KRAUSs,The Jews in identidad espiritual. Esto explica por tanto el carácter provisional y caduco de
the Works ofthe Church Pathers, I­III, en JQR 5 (!982­1983) 122­157.­ M. H­ muchas instituciones mosaicas, impuestas a los judíos por causa de su dureza de
DOU, La vision de la croix dans l'oeuvre de saint Justin, "philosophe et martyr" : corazón, con una finalidad pedagógica en tiempos de la espera del Mesías",
Recherches August, 19 (1984) 29­110.­ J. C. FREDOUILLE, Bible et Apologétique, Justino intenta a continuación probar que Jesús de Nazaret es tal como lo con­
en J. FONTAINE ­ C. PIÉTRI (eds.), Le monde latín antique et la Bible, Beauchesne, fiesan los cristianos: el Cristo y Mesías anunciado por una parte, Hijo de Dios y
Paris 1985, 479­497.­ O. SKARSAUNE, The Prooffrom Prophecy. A Study in Justin Dios por otra. Pero sabe que en la mente de su competidor existe un abismo entre
Martyr's Proof­Text Tradition: Text­Type, Provenance, Theological Profile, Brill, la primera y la segunda afirmación: en efecto, si los judíos esperan un Mesías, no
Leiden 1987.­ E. FERGUSON, Justin Martyr on Jews, Christians and the Covenant, pueden reconocer que Dios tenga un Hijo, ya que esto comprometería al monote­
en F. MANNS ­ E. ALLIATA (eds.), Early Christianity in Context. Monuments and ísmo. Por tanto, Justino intenta aprovechar los resultados de la demostración me­
Documents, Franciscan Printing Press, Jerusalem 1993, 395­405. siánica para el caso en que Trifón rechazase la de la divinidad y la preexistencia
El diálogo entre los cristianos y los judíos permaneció vivo durante el siglo II. de Cristo7•
Desgraciadamente sólo nos ha llegado una obra, el Diálogo con Trifón de Para ello Justino utiliza entonces dos momentos privilegiados de la existencia
Justino", que atestigua las relaciones a la vez polémicas y benévolas entre los de Jesús, remitiendo a dos grupos de profecías: su nacimiento virginal y su infan­
cristianos y los judíos liberales. Se conoce la existencia de un rabino Tarfón, que cia, y luego su pasión y su resurrección. La argumentación sobre el nacimiento
enseñó en Lydda, «el israelita más célebre de la época» según Eusebio. virginal de Jesús, anunciado por los profetas (en particular en Is 7), ocupa largos
Los cristianos siempre reivindicaron como herencia suya, como patrimonio capítulos y conjuga otros textos que le permiten a Justino «deducir» de algún mo­
suyo, las Escrituras del Antiguo Testamento. Querían ser fieles a las mismas. Pe­ do del Antiguo Testamento los relatos evangélicos de la infancia de Jesús, la ado­
ro los judíos, enfrentándose a ellos en este punto, les acusaban de una infidelidad ración de los magos y la muerte de los inocentes. Justino mantiene la afirmación
radical a la Ley de Moisés. «Es inútil, decían en substancia a los cristianos, que del nacimiento virginal contra todas las críticas de los judíos o de los paganos".
aguardéis de Dios la salvación, ya que no guardáis los mandamientos dados a Lo que se refiere a la pasión de Jesús es objeto de otra objeci?n de Trifón.:
Moisés. Vuestra fe es vana, ya que los profetas anunciaron un Mesías glorioso y Aparte el carácter ignominioso de una muerte en la cruz, que a nadie se le ocum­
no un Mesías doliente. Ponéis vuestra esperanza en un hombre y, lo que es peor, ría presentar como un acontecimiento salvífico. Trifón subraya que las Escrituras
en un hombre ejecutado vergonzosamente en nombre de la Ley». Estas acusacio­ anuncian un Mesías glorioso y no doliente. La respuesta de Justino consiste en
nes tocaban un punto sensible en los cristianos de origen judío. La contestación hacer un discernimiento en las Escrituras: éstas anuncian de hecho dos «venidas»
exterior siempre se interioriza. El conflicto se exaspera en el momento en que la (parusías) de Cristo, la primera bajo la forma de un Mesías doliente y la segunda
joven Iglesia tiene que separarse cada vez más de las comunidades judías, para bajo la de un Mesías glorioso, al que los cristianos esperan todavía. Pone enton­
afirmar su originalidad. ces de relieve los cantos del Siervo doliente (en particular Is 53) y los salmos que
Ante estas acusaciones, Justino intenta elaborar un discurso para justificar la evocan la pasión del justo (Sal 21 ), como otras tantas profecías de la cruz. La .re­
fe cristiana a partir de las Escrituras, es decir, en este caso el Antiguo Testamen­ surrección gloriosa de Jesús, anunciada también por las Escrituras, es una antici­
to, que se presenta como el común denominador entre los competidores. La argu­ pación de la segunda parusía (cf. Dn 7).
mentación será deliberadamente profética e intentará demostrar que el conjunto La segunda demostración, relativa a la preexistencia y a la divinidad de Jesús,
de las profecías traza de antemano las características propias del acontecimiento se apoyará en las teofanías del Antiguo Testamento que atestiguan que no es
Jesús de Nazaret; ningún otro personaje bíblico las ha reunido en su persona. Jus­ «otro Dios», sino un «Dios otro» el que se manifiesta y se dirige a los patriarcas9•
tino es perfectamente consciente de que los anuncios proféticos son oscuros y La Escritura se convierte entonces en materia de demostración para la fe1º. A co­
que no podían comprenderse antes del acontecimiento y de la doctrina de Jesús.
Guardan sin embargo todo su valor de argumentación: cuando el acontecimiento
se produce, entonces se comprende que todo ello ha «sucedido por poder y desig­
nio del Hacedor de todas las cosas»>. 6. Cf. !bid., cap. 10­29.
7. Cf. !bid., cap. 54.
8. Cf. !bid., cap. 67.
4. Cf. t. 1, 35. 9. Cf. t. 1, 147.
5. JUSTINO, Diálogo con Trifón 84,2: PApo/, 452. 10. Cf. t. 1, 132­133.
24 LA PALABRA DE LA SAL VACIÓN APOLOGfA DE LA FE Y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁTICO 25

mienzos del siglo 111 Tertuliano se inspirará en la obra de Justino en su tratado fos griegos y latinos. Esta racionalidad, que desmitologiza las historias de los
Contra los judíos11• dioses, considera que los relatos cristianos sobre Cristo ­en particular, su naci­
miento virginal­ son groseramente mitológicos. La muerte de Jesús en la cruz es
la apología racional de lafe ante los paganos una locura a los ojos de los griegos, decía ya Pablo (1 Cor 1 ,23); en cuanto a la
Los AUTORES Y LOS TEXTOS: SIGLOS II Y III: Ad Diognetum, ed. H.­1. MA­ resurrección de los muertos, ya sabemos lo que se pensaba de ella en el Areópago
RROU, SC 33 bis, 1965; PApost 845­860. ­ ARNOBJO, Contra gentes, t.I, ed. H. LE de Atenas (Hch 17,32).
BONNIEC, Budé 1982.­ ATENÁGORAS DE ATENAS, legatio pro christianis y De re­ En este terreno la apelación a las Escrituras no resulta operante, o por lo me­
surrectione mortuorum, ed. B. POUDERON, SC 379, 1992; PApol 647­708 y 709­ nos es insuficiente. El discurso cristiano tiene que hacerse reconocer como un
751.­ CLEMENTE DE ALEJANDRfA, Protrepticon, ed. J. MONDÉSERT, SC 2 bis, lenguaje racional. Es preciso denunciar las acusaciones injuriosas y las calumnias
'1976.­ CIPRIANO, Contra Demetrianum, ed. M. LAVARENNE, Clermont­Ferrand sobre el cristianismo (la eucaristía asimilada a un sacrificio de niños, inmoralida­
1940; en Obras, Ed. Católica, Madrid 1964. 272­295­ JusTJNO, Apologiae, ed A. des, etc.) y mostrar que la racionalidad del cristianismo no solamente es compa­
W ARTELLE, Etud. August., Paris 1987; PApol 182­278.­ M1Nuc10 FÉLIX, Octavius, rable con la de las religiones paganas, sino que incluso la supera.
ed. J. BEAUJEU, Budé 1974.­ ÜRIGENES, Contra Celsum, ed. M. BORRET, SC 132, La apología de la fe cristiana dirigida a la razón pagana fue objeto de una lite­
136, 147, 150, 227, 1967­1976.­TACIANO, Oratio ad graecos,ed. E. PUECH, Al­ ratura considerable a lo largo de los siglos II y III en Oriente y en Occidente, has­
ean, Paris 1903: PApol 572­628.­TERTULIANO, Apologeticum, ed. J. P. WALTZING,
Budé '1971; Ad nationes: KCCSL 1, 9­75; lew premier livre Ad Nationes, ed. A. ta la conversión del Imperio al cristianismo. La empresa había de repetirse pa­
SCHNEIDER, Inst. Suisse de Rome, Neuchatel 1968; Testimonium animae: CCSL 1, cientemente decenio tras decenio. En el marco de esta Historia de los dogmas,
173­183.­ TEÓFILO DE ANTIOQUfA, Tres libri ad Autolycum, ed. G. BSARDY y J. sólo es posible hacer algunos sondeos 12•
SENDER, SC 20, 1948: PApol 768­873. Estas obras se distinguen por la manera de considerar al «otro», es decir al
pagano. La relación que se establece entre el apologeta y sus destinatarios puede
INDICACIONES BIBLIOGRÁFICAS: A. PUECH, les apologistes grecs du [/ siécle ir desde la cortesía más exquisita hasta la diatriba más violenta. Porque la alteri­
de notre ere, Hachette, Paris 1912.­ M. PELLEGRINO, Studi su I'antica
apologetica, Anonima Veritas, Roma 1947.­ J. C. M. VAN WINDEN, le christia­ dad entre el cristianismo y el paganismo se siente por ambos lados como radical.
nisme et la philosophie. le commencement du dialogue entre lafoi et la raison, en Entonces, ¿sobre qué base y según que estrategia establecer la comunicación, ta­
Kyriakon. Festschrift Johannes Quasten, Aschendorff, Münster 1970, t. 1, 204 rea imprescriptible para el cristiano? Los exordios de los apologetas están moti­
­213.­ J. C. FREDOUILLE, Tertullien et la conversion de la culture antique, Études vados por esta doble cuestión sobre el punto de partida del debate y sobre la natu­
August., Paris 1972.­ R. JOLY, Christianisme et philosophie. Études sur Justin et raleza del «otro»".
les apologistes grecs du deuxiéme siécle, Univ. libre, Bruxelles 1973.­ R. M. 1. Justino, Atenágoras y Tertuliano en su Apologética se dirigen a las autori­
GRANT, Greek Apologists of the Second Century, SCM Press, London 1988.­ M. dades constituidas como a jueces, apelando a la justicia que éstos han de adminis­
FÉDOU, Christianisme et religions paiennes dans le Contre Celse d'Origine, Beau­ trar. Porque es injusto condenar a los cristianos con el pretexto de su nombre. La
chesne, Paris 1988.­ M. R1zz1, Ideología e retorica negli "exordia'' apologetici. ll justicia tiene que estar al servicio de la verdad y constituir con ella las bases del
problema dell'altro (ll­l/1 seco/o), Vita e Pensiero, Milano 1993.
diálogo reconocidas por todos. Sobre este fundamento se desarrollarán los diver­
El discurso a los judíos acababa con una exhortación a la conversión al cris­ sos temas retóricos hasta llegar a apelar del juicio del «otro» al juicio de Dios.
tianismo. La Iglesia quiere que se reconcilie con ella el pueblo elegido, el porta­ Así es como Justino se dirige con gran solemnidad a los emperadores, al sena­
dor de la «historia de la salvación», su propia historia. Pero los cristianos tienen do y a todo el pueblo romano, ante el cual se pone en escena como un represen­
que volverse además a los paganos dentro de su vocación universal. La Iglesia se tante de los hombres apremiados por la persecución, como portavoz y defensor
siente con la obligación de evangelizarlos, ya que ellos son su porvenir. De mo­ de sus hermanos". Pero además, con una sutil habilidad, se presenta también co­
1 :
mento representan la amenaza suprema, motivada en parte por una contestación mo un filósofo que se dirige a otros filósofos, deseando argumentar con ellos ra­
radical procedente de la conciencia helénica. Los paganos se saben portadores de zonablemente, sobre la base de ese denominador común que une a los conten­
la sabiduría filosófica, la de la razón, fruto de un trabajo milenario de los filóso­ dientes. La apelación a la verdad estará en el primer plano del discurso.
Sobre esta base Justino se defiende en primer lugar presentando el contenido
del Credo trinitario de la manera más «razonable» posible: los cristianos adoran a
un Dios único, como lo enseñan igualmente los filósofos. Adoran a Cristo, pero
11. Es inútil recordar la vitalidad de este debate sobre las Escrituras. El diálogo entre judíos y no como a un hombre ordinario, ya que se trata del Verbo (Lagos), nacido de una
cristianos se entabla en este mismo terreno. Los judíos, como antaño Trifón, creen intolerable que los
cristianos se apropien de sus Escrituras pretendiendo que éstas tienen un sentido profético, es decir,
que no se bastan a sí mismas, sino que necesitan de Cristo para encontrar su plenitud. Por otra parte,
piden con insistencia que los cristianos reconozcan que son beneficiarios de la Ley mosaica y que no 12. Cf. t. 1, 35­37.
hay por qué anunciarles a Jesucristo. La fórmula de Juan Pablo JI: «la antigua alianza no ha sido nun­ 13. Para la tipología de la literatura apologética, me inspiro en M. R1221. ldeo/ogia e retorica ....
ca revocada» (cf. DC 77 [1980] 1148, y 78 [1981] 427) ha provocado todo un debate en tomo a su in­ o. c.
terpretación. 14. JUSTINO, I° Apo/., l.
26 LA PALABRA DE LA SALVACIÓN APOLOGÍA DE LA FE Y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁTICO 27

virgen y de Dios. Pues bien, los filósofos conocen también al Logos y cuentan ces a proseguir su cruel persecución contra los cristianos: de esta manera les dan
igualmente historias de nacimiento en las que interviene un dios (Perseo nacido acceso a la verdadera gloria y sirven al progreso del cristianismo, ya que, según
de Zeus y de la virgen Danae). Por tanto, los dogmas cristianos no son impíos ni una fórmula destinada a ser célebre, «la sangre de los cristianos es como una se­
ridículos. Finalmente, los cristianos adoran al Espíritu profético, lo cual da a Jus­ milla» (semen est sanguis christianorum)16•
tino la ocasión de recoger ante los paganos ciertos elementos de su argumenta­ 2. Con el Discurso a los griegos de Taciano y los Tratados contra las nacio­
ción profética. Así pues, Justino intenta mostrar el acuerdo de la filosofía con el nes de Tertuliano y de Arnobio, se piensa en el auditorio pagano universal": el
cristianismo, que es para él la verdadera filosofía, descubierta después de un peri­ exordio se hace más breve y el tono es de antemano particularmente violento y
plo doloroso a través de las diferentes escuelas. La apología se hace catequesis negativo. Así es como Tertuliano la emprende, con una aspereza más dura aún
para los paganos. A continuación, Justino defiende las costumbres de los cristia­ que en el Apologético, contra las injusticias a las que se ven sometidos los cristia­
nos, en nombre de los mandamientos de Dios y de Cristo. Y expone los ritos cris­ nos durante los procesos judiciales que han de sufrir y contra la obcecación vo­
tianos, el bautismo y la eucaristía. luntaria de los jueces que se niegan a informarse sobre ellos y no respetan enton­
Pasa luego Justino al contrataque: los paganos narran historias escandalosas ces las normas judiciales. No solamente rechaza las acusaciones de los paganos
de los dioses y hablan de su conducta infame, añadiendo a ello fábulas ridículas. contra los cristianos, sino que las vuelve contra ellos mismos en un largo proceso
Los filósofos se contradicen entre sí. La sociedad pagana exhibe sus vicios en los de retorsión: son ellos los que abandonan sus tradiciones ancestrales, los que des­
gimnasios, los espectáculos y los juegos circenses. precian a los dioses, los que practican crímenes rituales y los que se entregan a la
Propone finalmente una conciliación. La prueba de la verdad del cristianismo inmoralidad. La ignorancia y la iniquidad, la locura y sus pretensiones de saber
son por un lado las profecías de las Escrituras que se han realizado en Cristo; son quedan estigmatizadas. Las posiciones del otro se juzgan inconsistentes ante la
también las semillas de verdad, semillas del Verbo, presentes entre los paganos, verdad. En resumen, al otro se le define negativamente. El mismo término de
los poetas y los filósofos y que están naturalmente de acuerdo con las verdades gentes o de nationes adquieren un colorido peyorativo. La oposición entre cristia­
cristianas, aun cuando estas verdades han sido desfiguradas a veces por los demo­ nos y paganos llega hasta la ruptura.
nios. Los filósofos griegos, como Platón, han tomado prestadas sus ideas de los 3. Otras obras se dirigen a destinatarios conocidos y nombrados: Autólico pa­
profetas anteriores a ellos: esta tesis es históricamente insostenible, pero fue utili­ ra Teófilo de Antioquía. Diogneto para el autor de la Carta que le dirige un autor
zada con complacencia por los apologistas cristianos, ya que les permitía mostrar que desconocemos, Demetriano para Cipriano. Esta dedicatoria personal supone
cierto paralelismo entre el papel de los filósofos entre los griegos y el de los pro­ una relación ya establecida entre el autor y el destinatario, relación de amistad pa­
fetas entre los cristianos. El discurso busca ciertas connivencias con la sabiduría ra los dos primeros, relación de competitividad religiosa para el último. De este
del exterior: «Hay cosas que decimos de modo semejante a los poetas y filósofos modo se alaba a Diogneto por el celo que lo mueve a instruirse sobre la religión
que vosotros estimáis»15• Detrás de esta apología se oculta el proyecto de una de los cristianos. La polémica contra los paganos y los judíos resulta mesurada;
«evangelización de la cultura». se muestra con entusiasmo el papel que les corresponde en el mundo a los cristia­
Si Justino se dirige como filósofo a los filósofos apelando a la verdad, Tertu­ nos: son el alma del mundo18• El tratado se abre con una breve catequesis. La ex­
liano se presenta como un abogado ante los jueces de un tribunal simbólico, ape­ hortación final contiene una llamada urgente a la conversión: «Si deseas alcanzar
lando a la justicia. Con todos los recursos de la retórica y del derecho, escribe su tú también esa fe, trata ante todo de adquirir conocimiento del Padre»".
Apologético como un alegato vigoroso y bien argumentado. Una ley del Imperio De una inspiración muy cercana es el diálogo puesto bajo el signo de la amis­
proscribe el nombre mismo de cristiano y este nombre es suficiente para ser acu­ tad por Minucio Félix, el Octavius. La obra, que toma la forma de una disputa en­
sado de todos los crímenes y ser condenado a muerte. Pero esta ley es injusta, ya tre las dos partes, va introducida por el tema caluroso de la amistad, inspirado en
que dispensa a la justicia de demostrar los crímenes imputados. Así pues, Tertu­ Cicerón. Se desarrolla en un clima de cordialidad y termina con la alegría de ver
liano intenta lavar a los cristianos de todas las acusaciones que pesan sobre ellos: cómo la amistad se ha puesto al servicio de la victoria de la verdad, el valor su­
crímenes secretos, sacrilegio (impiedad y apostasía del culto a los dioses), lesa premo.
majestad (rechazo del culto al emperador). Los cristianos, por el contrario, son 4. Con el Protréptico de Clemente de Alejandría y el Contra Celso de Oríge­
hombres religiosos que desean adorar al verdadero Dios; son buenos ciudadanos, nes, M. Rizzi opina que estamos asistiendo al final de la apologética. En Clemen­
leales al emperador, por quien rezan, y a la sociedad, para la que son útiles. Ter­ te la retórica antigua se cristianiza y se convierte en un bien propio de la Iglesia.
tuliano interviene entonces en el terreno de la fe ­mucho más rápidamente que Clemente parece depender de Menandro en su uso de la lalia, género literario que
Justino­, para justificar ciertos dogmas cristianos, ridiculizados por los paganos,
particularmente el juicio final y la resurrección de los cuerpos. Su peroración es
un desafío provocador. En vez de exigir justicia para la inocencia, incita a los jue­ 16. TERTULIANO, Apologético 59,13: o. c., 108.
17. Sobre este tratado de TERTULIANO, cf. el análisis de J.­C. FREDOUILLE, o. c., 68­88, que corri­
ge los juicios de A. SCHNEIDER, édit. crit.
18. Cf. t. 1, 36.
15. !bid., 20,3: WARTELLE, 127; PApol 204. 19. A Diogneto X, 1: SC 33 bis, 77; PApol 856.
28 LA PALABRA DE LA SALVACIÓN APOLOGÍA DE LA FE Y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁTICO 29

busca ante todo agradar y que se caracteriza por la dulzura. Orígenes se haría eco Uno de Platón o de Plotino. Estas tentaciones se veían, sin embargo, frenadas por
de la apologética antigua en la medida en que no se dirige a un rival vivo, sino la oposición masiva entre dos mundos llevados a rechazarse mutuamente. Cuanto
que responde a un libro ya viejo, e incluso a un libro muerto. Ya no queda enton­ más vayan avanzan?º las cosas, en particular con los debates contra los herejes,
ces esperanza para el otro. El verdadero destinatario se habría convertido en un mayor será la necesidad de clarificar las cosas. En definitiva, puede decirse que la
cristiano débil en la fe. El discurso ad extra se reduciría a un discurso interno a la helenización del lenguaje se puso al servicio de la deshelenización del contenido
Iglesia. Estas reflexiones de M. Rizzi2º son interesantes desde el punto de vista de tal como se verificará en el momento del concilio de Nicea23• En realidad, la cues­
la historia de las formas. Pero no deben radicalizarse: no solamente el Contra tión de la helenización del cristianismo se reduce a la de su inculturación necesa­
Celso de Orígenes muestra que los elementos religiosos del paganismo siguen es­ ria. Pero este fenómeno recuerda la distancia inevitable que sigue habiendo entre
tando presentes en su tiempo, sino que el discurso apologético se prolongará to­ los datos fundamentales de la fe y el discurso organizado que la fe da de sí misma
davía en el siglo IV. a lo largo de la historia.
Este primer discurso apologético encierra una enseñanza preñada de porvenir
por la importancia que da a la justificación racional de la fe. Sea lo que fuere de La prueba de Zafe ante los herejes
las limitaciones de estos autores, tanto en el fondo de los argumentos propuestos Los AUTORES y LOS TEXTOS: H!PÓLITO DE ROMA, Contra Noetum, texto y trad.
como en la forma del discurso, y prescindiendo del disgusto que pueden causar­ Heytrop College, London 1977; trad. fr. P. NAUTIN, con el títiulo Contre les héré­
nos ciertos excesos de la polémica, más deseosa a veces de suprimir al otro como sies. Fragment (sólo libro X), Cerf, Paris 1949.­ IRENEO, Adverus haereses, trad.
tal que de buscar una reconciliación con él, hay dos puntos que podemos conside­ A. Rousseau, Cerf, Paris 1984.­ CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Extracta Theodoti,
rar como definitivamente adquiridos. En primer lugar, la fe cristiana no puede vi­ ed. F. SAGNARD, se 23, '1970.­ TERTULIANO, De praescriptione adversus haereti­
vir en autarquía ni desarrollar su doctrina sin tener en cuenta su entorno cultural. cos, ed. R.F. REFOULÉ y P. DE LABRJOLLE, se 46, 1957; Contra Valentinianos, ed.
1.­C. FREDOUILLE, SC 280­281, 1980­1981; Adversus Hermogenem, ccsi. i. 397­
Tiene que confrontarse con la razón común y dar verdaderamente razón de sí 435; Adversus Marcionem, ed. R. BRAUN, 1, se 365, 1990; II, se 368, 1991; 111,
misma. Pretende incluso, con Justino, que «ésta sola es la filosofía segura y pro­ Se 399, 1994; Adversus Praxean, ccst. 2, p. 1159­1205.
vechosa» ". No puede desdeñar las contestaciones de su propia racionalidad. El
I: INDICACIONES BIBLIOGRÁFICAS: D. VAN DEN EYNDE, Les normes de l'ensei­
giro que se da entonces es irreversible. En su expresión, la doctrina de la fe se irá
il haciendo cada vez más racional y de siglo en siglo irá entablando continuamente gnement chrétien dans la littérature patristique des trois premiers siécles, Ducu­
lot/Gabalda, Gembloux!Paris 1933.­ W. BAUER, Rechtgláubigkeit und Ketzerei im
1. el debate con las contestaciones sucesivas que le dirigirá la razón cultural.
áltesten Christentum, Mohr, Tübingen 1934.­ D. MICHAELIDES, Foi, Écriture et
El otro punto es la interiorización por el mismo cristiano, bajo forma de pre­ Tradition, ou les "praescriptiones" che: Tertullien, Aubier, Paris 1969.­ A. LE
gunta, de la negación o de la contestación que le viene de fuera. Al dirigirse a los BOULLUEC, La notion d'hérésie dans la litterature grecque, l/-llI siecles. t. 1: De
de fuera, el creyente se habla también a sí mismo, porque vive en comunión cul­ Justin a lrénée; t. II: Clément d'Alexandrie et Origene, Études Augustiniennes,
, 1

tural con los hombres de su tiempo. Esto explica que las apologías destinadas a Paris 1985.­ H.­D. ALTENDORF, E. JUNOD, J.­P. MAHÉ, W. RORDORF, G. STRECKE,
los de fuera hayan servido también a los de dentro. No se trata de un accidente Orthodoxie et hérésie dans l'Église ancienne. Perspectives nouvelles, Cahiers de
1

histórico, sino de una necesidad de fondo. Por eso mismo, la apología condiciona la Revue de Theologie et de Philosophie 17. Geneve/Lausanne/Neuchátel 1993.
[:
ji,
la exposición doctrinal que la fe dirige a los suyos. D_espuésde haber entrado en debate con los judíos y los paganos, la joven
J! La evolución racional del pensamiento cristiano en los siglos II y III, que con­ Iglesia tuvo que enfrentarse pronto con los adversarios de dentro, es decir con
'il ducirá a la dogmatización de la fe, suscitará mucho más tarde la cuestión de la cristianos que ignoraban una regla de la fe que estaba todavía en devenir y utili­
helenización del cristianismo22• Es indudable que el lenguaje de la fe, a través de zaban las Escrituras con una libertad total, en la elección de los textos que hacían
todos estos debates emprendidos en el mundo cultural pagano, se helenizó y se e?trar _en su «canon» y según unas exégesis sorprendentes. La búsqueda de la ra­
sirvió cada vez más de las categorías del pensamiento griego. ¿Qué hay que decir cionalidad de la fe, destinada a su justificación frente al exterior, puede desarro­
del contenido? Algunas aproximaciones propuestas por los apologistas, con la fi­ llar un equívoco, como hemos visto, y el discurso cristiano se deja entonces
nalidad de mostrar la racionalidad del cristianismo a la racionalidad pagana, están arrastrar por una racionalidad extraña. Se presenta así la tentación de sincretismo.
marcadas a veces de la tentación del «concordismo». Cuando Justino compara Y de ahí nace lo que se llamará la «herejía».
con una cierta inmediatez al Lagos de la filosofía griega con el Verbo del cristia­ · La primera forma de herejía cristiana fue el gnosticismo", movimiento dualis­
nismo, no tiene suficientemente en cuenta la diferencia entre un Verbo igual al ta Y docet~, que penetró en las comunidades cristianas sembrando la agitación en
Padre, algo que no puede menos de rechazar el helenismo, y el Lagos inferior al ellas, debido a su reconstrucción de la revelación bíblica a la que se entregaba.

20. M. RIZZI, o. c., 171­202.


21. JUSTINO, Diálogo con Trifón 8, 1: TD 1,41: PApol 3 l 4s.
23. Cf. t. 1, 230.
22. Cf. infra, 305­306.­ Cf. A. GRILLMEIER, Hellenisierung ­ Judatsierung a/s Deuteprinzipien
24. Cf. t. 1, 29­34.
der krichlichen Dogmas, en Mit ihm und in ihm, Herder, Freiburg 423­488.
30 LA PALABRA DE LA SALVACIÓN APOLOGÍA DE LA FE Y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁTICO 31

Ya las epístolas pastorales y los escritos de Juan nos hablan de las dificultades Pero no basta una refutación por la razón. Los gnósticos abusan de las Escri­
que tuvieron que arrostrarse con los ambientes de tipo gnóstico. turas y por tanto hay que responderles en este terreno. Será éste el tercer tiempo
A esta primera generación de herejías tuvo que hacer frente un nuevo tipo de de la refutación. Ireneo emprende entonces una larga demostración «por las Es­
discurso, el discurso antiherético25• Justino tuvo que coger la pluma una vez más crituras» (libros III­V). Pero al comienzo de esta empresa se plantea un problema
para escr~bir un Trata~o ~?ntra todas las herejías y un Contra Marcián, que se de método. Con los gnósticos todo es objeto de contestación: el contenido de las
han perdido. Pero se sirvio de ellos Ireneo, que sigue siendo para nosotros el ver­ Escrituras, el concepto mismo de la tradición a la que ellos oponen su propia tra­
dadero ~~mpeón de la lu~ha contr~ la gnosis con su gran obra Descubrimiento y dición, secreta y superior. Ireneo responde entones elaborando su doctrina de la
refutacwn de la pretendida g~osis, llamada comúnmente Contra las herejías. tradición": la tradición se remonta al mandato que dio el Señor a los apóstoles de
Evidentemente se trata de un discurso muy polémico26, cuyas líneas fundamenta­ anunciar el Evangelio, un mandato ejecutado primero oralmente y luego por es­
les podemos trazar a continuación. crito. Esta enseñanza o tradición de los apóstoles tiene por objeto lo que se trans­
lreneo_ intenta refutar a los gnósticos en tres tiempos: los dos primeros se sitú­ mitió en unas fórmulas breves, testimonios privilegiados de la regla de fe. Se ha
an_ en el _mvel de la .razón, el tercero en el de las Escrituras y de la regla de fe. El guardado fielmente en las Iglesias gracias a la sucesión de los obispos desde los
pnmer tiem~o­ consiste en una larga exposición de las doctrinas gnósticas: el ple­ apóstoles. Esta primera doctrina elaborada de las relaciones entre la Escritura y la

=
roma vale?tmiano ~e Tolomeo, los otros sistemas valentinianos y la genealogía Tradición tendrá una influencia decisiva en la antigua Iglesia (libro III, 1­5).
la gnosis desde Simón el Mago. La motivación del obispo de Lión es doble: en Sobre esta base epistemológica bien clara es posible entonces la argumenta­
pnmer lugar, ha~ 9ue arrancar esas doctrinas del secreto de que se rodean para ción por la Escritura. Ireneo intenta no solamente reconciliar el Antiguo y el Nue­
asegurar suprestigio: par_a ello hay que desenmascararlas cuanto antes y mostrar vo Testamento, opuestos arbitrariamente por los gnósticos, sino incluso apoyar
sus contradicciones y su mconsistencia racional: «Haberlas dado a conocer es ya toda su argumentación en la correspondencia y el acuerdo entre los testimonios
haberlas vencido»21. La segunda motivación es la necesidad de conocer bien una de los profetas, de los apóstoles y de las palabra del Señor. Pero como resulta di­
doctrina para refutarla: fícil poner en obra sistemáticamente esta argumentación con tres términos, hará
de ella dos parejas: los profetas y los apóstoles (libro III, a partir de los hechos de
Todo el que quiera convertirlos tiene que conocer exactamente sus sistemas· es
los apóstoles), y luego los profetas y el Señor (libro IV, sus «palabras claras» y
imposible curar a los enfermos si se ignora el mal que sufren. Por eso nuestros ~re­
decesores, a pesar de ser muy superiores a nosotros, no pudieron oponerse de for­ sus parábolas). El libro V aportará algunos complementos, siempre según el mis­
ma adecuada a los discípulos de Valentín; ignoraban su sistema. Nosotros te he­ mo método, a partir de Pablo, de algunas escenas de la vida de Cristo y finalmen­
mos dado a conocer este sistema con toda la exactitud posible en nuestro primer te del Apocalipsis.
libro". Este largo discurso sobre los acuerdos y las «armonías» entre los dos Testa­
mentos prolonga el argumento profético utilizado con los judíos, pero según un
Iren~o es muy moderno ~or el cuidado que pone en conocer con precisión el movimiento inverso: ante Trifón, Justino se apoyaba en el Antiguo Testamento
p_ensamiento, de sus adversarios. Su documentación es seria y honrada, aunque no para legitimar el Nuevo. Ireneo parte del Nuevo Testamento para mostrar que el
siempre benevola. Impondrá así los resortes a los que recurrirá en sus posteriores Antiguo está de acuerdo con él. El Nuevo explicita al Antiguo. Del uno al otro
demostraciones (libro 1).
hay una economía de salvación, una continuidad en la diferencia portada por la
El seg_undo tiempo consiste entonces en una refutación por la razón, «bajando venida de Jesús. El cristianismo se presenta entonces como la «verdadera gno­
a su propio terreno, a fin de poder refutarlos por medio de sus propias enseñan­ sis».
zas»29. La argumentación es ante todo dialéctica: utiliza el dilema ( «una de Este paso a las Escrituras es también un paso a la exposición de la fe en el res­
d_o~ ... » ), en donde las dos hipótesis son igualmente impensables, el recurso al in­ peto a su regla tradicional, resumida bajo la forma de un Credo con dos miem­
finito, la contradicción interna entre las tesis; fustiga las exégesis aberrantes de bros: «un solo Dios, un solo Cristo». La dimensión apologética sigue estando
las Escrituras, el abuso del simbolismo de los números, las prácticas inmorales presente, ya que es preciso responder a los gnósticos, pero se va abriendo cada
(libro 11).
vez más a una larga exposición de las relaciones entre los dos Testamentos y a la
elaboración de una teología de la historia de la salvación que manifieste la racio­
nalidad de la revelación. Esta teología se centrará en la recapitulación de todas las
25. Cf. t. 1, 37­38. cosas en Cristo. En el punto de partida de la reflexión teológica constatamos por
26. La aliteratura antiherética es muy polémica. Se trata de un rasgo que desagrada a los moder­ tanto una comunicación espontánea entre la apología y la exposición doctrinal.
nos Y que Juzgan severame?te. La equidad exige que lo situemos en el horizonte cultural de la época, La apología contra la gnosis seguirá siendo objeto de un esfuerzo considera­
e?, donde era moneda comente entre todos los contendientes. En cuanto ala acusación de «exclu­ ble por parte de los autores cristianos hasta mediados del siglo III, con Clemente
sron», hay que tener en cuenta el vínculo dialéctico que reune a la ortodoxia y a la herejía y que hace
que se detemunen la una por la otra: cf. t. I, 38­41. de Alejandría y Orígenes, Hipólito de Roma y Tertuliano. En este esfuerzo, Ter­
27. IRENEO, AH 1,31,3: ROUSSEAU, 134.
28. !bid. IV, préf. 2; p. 403.
29. !bid. 11,30,2: p. 247. 30. Cf. t. 1, 46­48,
32 LA PALABRA DE LA SALVACIÓN APOLOGÍA DE LA FE Y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁTICO 33

tuliano se mostrará un campeón terrible, poniendo al servicio de la apología to­ 2. LA JUSTIACACIÓN DE LA FE EN LA IGLESIA CüNSTANTINIANA
dos los recursos de la dialéctica jurídica y de la retórica, de los que era un espe­
cialista. En su Tratado de la prescripción contra los herejes se siente la influen­ . La situación de la Iglesia en el mundo ha cambiado sustancialmente. La Igle­
cia de la teología de la tradición y de la sucesión apostólica de Ireneo. Como su sia se encuentra ahora en posición dominante: no sólo no teme ya las persecucio­
predecesor, Tertuliano opone firmemente a sus adversarios la regla de fe, bajo la nes, dado que el Imperio se ha «convertido» oficialmente, sino que va informan­
forma de un Credo trinitario. Opina que esta regla, instituida por Cristo, conserva do cada vez más a la sociedad. Las relaciones con los de fuera siguen exigiendo
una prioridad absoluta sobre cualquier otra consideración. Pero antes de empren­ un esfuerzo, pero se han hecho menos vitales. Al contrario, la Iglesia choca más
der el debate a propósito de las Escrituras, plantea una cuestión previa; en térmi­ co~ el problema interno de las herejías. En este plano es donde el discurso apolo­
nos jurídicos opone una «prescripción», es decir un declaración de inadmisibili­ gético se va trasformando progresivamente por la fuerza de las cosas en discurso
dad que impide entrar en el contenido del debate. Tertuliano opina, en efecto, que propiamente doctrinal.
'.
los herejes son los querellantes y que él es defensor; pretenden argumentar a par­
! La persistencia del discurso apologético ad extra
tir de las Escrituras, mientras que él intenta cerrarles el paso. No tienen derecho
sobre las Escrituras, dado que éstas no les pertenecen. Hacerles esta concesión es Los AUTORES y LOS TEXTOS: LACTANCIO, Institutiones divinae, ed. P.
ya reconocerlos como rivales con igualdad de derechos; y no es éste el caso. Para MüNATI, se 326, 1986; 11, 337,1987; IV, 377, 1992; V, 204­205, 1973.­ EUSEBIO
probar esta inadmisibilidad, Tertuliano demuestra que sólo las Iglesias cristianas DE CESAREA, Praeparatio evangelica, ed, E. DES PLACES et collab, 1, se 206, l 974;
se remontan a los apóstoles, mientras que las herejías se introdujeron más tarde. 11-III,Se 228, 1976; IV­V, 17, se 262,1979; V,18­VI, se 266, 1980; VII, se 215,
1975; VIII­X, se 369, 1991; XI, se 11192, 1982; XII­XIII, se 307, 1983; XIV­
Es manifiesta la anterioridad de la verdad sobre el error; la verdad «está en su de­
XV, Se 338, 1987; Demonstratio evangelica: PG 22,13­794.­ EPIFANIO DE SALA­
recho de posesión», en el sentido jurídico del término. Ireneo hacía ya valer la an­ MINA, Panarion: PG 41­42.
terioridad de la fe respecto al carácter reciente de las herejías. Pero en él el debate
metodológico se abría sobre la argumentación misma. Tertuliano intenta «pres­ INDICACIONES BIBLIOGRÁFICAS: J. R. LAURIN, Orientations maitresses des
apologistes chrétiens de 270 a 361, P. U. G., Roma 1954.­ A. POURKIER, L' héré­
cribida», al menos en esta obra.
siologie che; Epiphane de Salamine, Beauchesne, Paris 1992.­ A.­M.
El discurso dirigido contra las herejías no ha hecho más que comenzar; se irá
MALINGREY, la controverse antijudatque dans l'oeuvre de lean Chrysostome
desarrollando son la sucesión de nuevas generaciones heréticas. En adelante, las d'apres Les discours AdversusJudaeos, en De l'antijudaisme classique a l'antise­
herejías aceptarán formalmente la regla de fe, pero darán de ella una interpreta­ mitisme moderne, PressesUniv. de Lille III, 1979.
ción que se considerará ruinosa. Las primeras nacerán en torno a la Trinidad, a
partir del momento en que se plantée por sí mismo el problema de la unidad y del Lactancia vivió en los siglos III­IV y conoció las últimas persecuciones de los
número en Dios". cristianos bajo Diocleciano. En sus lnstitutiones divinae rechaza en primer lugar
Esta primera época sitúa ya a los tres contendientes que aparecen constante­ el politeísmo de la religión pagana y la filosofía, segunda fuente de todo error.
mente en todo discurso de justificación de la fe a través de los siglos: están las Propone a continuación una pequeña suma sobre la verdadera religión revelada
otras religiones, representadas aquí por el judaísmo; está la razón humana, en sus por Cristo, Hijo de Dios, subrayando sobre todo su valor moral, ya que fue la que
diversas expresiones culturales, representada entonces por la sabiduría pagana; y trajo a la tierra la verdadera justicia. Lactancio es el último testigo del discurso
apologético de una Iglesia perseguida.
está finalmente la desviación de la fe convertida en «herejía», por la interioriza­
Eusebio de Cesarea, el mayor historiador de la antigua Iglesia, escribe des­
ción errónea de las cuestiones venidas de fuera. Este último debate es delicado,
pués de acabada la persecución. Este autor infatigable siente además la necesidad
ya que es muy seria la tentación de calificar demasiado pronto como herejía lo
de entregarse al discurso apologético. En particular, es el autor de dos obras im­
que constituye el objeto de una mera disensión y de no atender al elemento de
portantes: la Preparación evangélica y la Demostración evangélica. La primera
verdad que se oculta tras una contestación unilateral. va dirigida a los paganos e intenta refutar el politeísmo, mostrando la superiori­
Este triple debate no se detiene en el umbral de las cuestiones de fe propia­ dad de la religión judía que sirvió de preparación al Evangelio. El interés de los
mente dichas. Ya el debate contra los judíos lleva a plantear un principio doctri­ escritos de Eusebio se debe a su preocupación por citar en todo lo posible los tes­
nal decisivo, el de la unidad y correspondencia entre los dos Testamentos. El de­ timonios no cristianos: hace hablar a los propios paganos. Su obra tiene un verda­
bate con los paganos provocaba un primera reflexión sobre la racionalidad de la dero valor científico por su erudición y su sentido crítico. Es mucho más serena
fe. El debate con los herejes añade a ello la primera formulación de una metodo­ que las apologías precedentes. ·
logía de la exposición que pone sobre el tapete las relaciones entre la Tradición y La Demostración responde a su vez a las acusaciones clásicas de los judíos,
las Escrituras. que reprochan a los cristianos haberse apoderado de las promesas hechas al pue­
blo elegido sin cargar con las obligaciones de la Ley. Eusebio se apoya entonces
no solamente en la Biblia, sino también en Flavio Josefo, para mostrar que el
cristianismo es, al contrario, la conclusión legítima del judaísmo. Replica de for­
31. Cf. t. I, 150­163.
¡¡:
1,

34 LA PALABRA DE LA SALVACIÓN APOLOGÍA DE LA FE Y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁTICO 35

ma dialéctica a las objeciones de los paganos y de los judíos, sirviéndose de los En los Padres griegos:
segundos para refutar a los primeros. Estas dos obras tienen también en cuenta el de la apología a la interpretación de la fe a partir de ella misma
tratado de Porfirio, Contra los cristianos, al que se refiere Eusebio con frecuen­
cia. La justificación de la fe cristiana toma en adelante la forma de un debate en
La obra antiherética más importante del siglo IV es la de Epifanía de Salami­ tomo a las grandes herejías trinitarias y cristológicas. Lo que está en discusión es
na, el Panarion o Botiquín, verdadera suma redactada entre los años 374 a 377. la especificidad del Dios cristiano, revelado en tres personas por el envío de su
Epifanio intenta proponer un antídoto para los que ya han sido mordidos o están a Hijo a nuestra carne. Se trata de dar razón de estos dos puntos clave de la fe, que
punto de serlo por la serpiente de la herejía. Hace la recensión, expone y refuta, se imponen en la composición del Credo y violentan la razón. En un primer tiem­
primero por la razón y luego en nombre de la tradición de la fe y de la Escritura, po estas herejías se apoyan en la Escritura y rechazan la transposición del lengua­
un verdadero catálogo de ochenta herejías, de las que las veinte primeras se refie­ je bíblico al lenguaje griego, que intentaba evitar las ambigüedades que se intro­
ren al período pre­cristiano, ya que su preocupación enciclopédica lo enfrenta ducían en la interpretación de la fe. Pero en un segundo tiempo proceden de la
con las herejías remontándose hasta Adán. Así pues, su concepto de herejía es manera más racional que era posible. Por eso el discurso antiherético se convierte
muy englobante: abarca a griegos y a judíos, a bárbaros y a escitas ( en virtud de cada vez más en una hermenéutica que la fe hace de sí misma, ahondando en el
Col 3,11). Epifanio se sirve de Hipólito de Roma y de Ireneo, de quien recoge la sentido y el meollo de sus afirmaciones tradicionales. Así pues, tendremos que
refutación de los sistemas gnósticos. Aborda a continuación las herejías del siglo volver más tarde sobre la metodología de este discurso que, bajo la opresión de la
III, entre las que cuenta la «herejía» de Orígenes. Trata igualmente de las herejías contestación herética, intenta cada vez más dar cuenta de la fe a propósito de ella
contemporáneas, como el arrianismo, contra el que luchará personalmente. La misma. Esto coincide con la afirmación de H. Bouillard, según la cual en la época
obra termina con una exposición que resume la enseñanza de los apóstoles. patrística y en la Edad Media, «lo que figuraba como teología fundamental no era
Epifanio es un hombre bien informado y dispone de numerosas fuentes a las una doctrina de la revelación, sino una doctrina de Dios»".
que se muestra substancialmente fiel. Tiene para nosotros la ventaja de citar lar­ Notemos solamente que los defensores de la fe consideran las doctrinas heré­
gamente los documentos que utiliza. Pero obedece además a los esquemas clási­ ticas como contestaciones que venían de fuera al terreno cristiano. Basilio de Ce­
cos de la heresiología en su manera de invocar una «sucesión» (diadokhé) de sarea opina por ejemplo que, a propósito de la Trinidad, tiene que combatir en
pensamiento entre los herejes, de subrayar la diversidad de las herejía en oposi­ dos frentes contra la herejía y que cada uno de esos frentes representa a un adver­
ción a la fe única de la Iglesia, de presentar retratos particularmente negros de los s~io exterior. El modalismo de Sabelio huele a judaísmo, mientras que el arria­
herejes, especialmente la obstinación en sus ideas. Practica igualmente con ellos msmo de los anomeanos tiene que ver con el politeísmo pagano35• Se trata siem­
el procedimiento de la «inducción arbitraria», sospecha que deduce de una doctri­ pre del fenómeno de interiorización en la Iglesia de ciertas cuestiones venidas de
na o de una praxis, la adhesión a un pensamiento que no siguen en realidad, y el fuera. Como Basilio se formó en las mismas escuelas que Eunomio, se muestra
de la «asimilación» de unas herejías a otras". Las deformaciones polémicas de la tan sensible como él a la pertinencia de las objeciones de la razón filosófica con­
heresiología son evidentes. Pero la motivación de Epifanio es también fruto de su tra la Trinidad.
experiencia personal: se encontró con herejes de diversos tipos y opina que la he­
rejía constituye un grave peligro para la fe de la Iglesia. Esta suma de las herejías, Agustín y La Ciudad de Dios
cuya intención es un tanto arqueológica, respondía en su pensamiento a una nece­ LA OBRA: AGUSTÍN, La Ciudad de Dios, ed. O.COMBES y G. BARDY, BA 33­
sidad actual. 37, 1959­1960; para los libros I­X, intr. I. BOCHET, trad. G. COMBES, revisada por
La evolución de este género literario es sensible a lo largo del siglo IV: se ha­ G. MADEC, NBA 3,1993: OA
ce cada vez más histórico y erudito. Adopta cierta postura de distanciamiento.
INDICACIONES BIBLOGRÁFICAS: G. COMBES, La doctrine politique de saint Au­
Entra en una tradición que intenta dejar bien claro qué es lo que puede constituir gu~tin, Pion, Paris 1927.­ A. GILSON, Les métamorphoses de la Cité de Dieu,
una amenaza para la fe cristiana". Vnn, Louvain/Paris 1953­ J. C. GUY, Unité et structure logique de "La Cité de
Dieu'.' de saint Augustin, Étud. August., Paris 1961.­ M. FÉDOU, Art. «Augustin»,
en Dict. des oeuvres politiques, PUF, Paris 1985, 31­40.

Agustín es autor de una gran obra apologética, La ciudad de Dios. La toma de


Roma por ~l.ari~o, el 24 de agosto del 410, fue la ocasión para que se plantease
sobre el cnstiamsmo un grave interrogante cultural. Y a en la época de los márti­
32. Saco estos datos críticos de A. POURKIER. o. c.• 486­497. res se reprochaba a los cristianos ser responsables de todas las desdichas del Im­
33. Se citan con frecuencia las ocho homilías contra los judíos de Juan Crisóstomo como ejem­
plo típico de «antisemitismo» cristiano. Esta palabra parece aquí anacrónica. Se trata de un «antijuda­
ísmo» religioso, ciertamente polémico y violento en su forma oratoria, que intenta conjurar una com­
petición concreta entre la Iglesia y la Sinagoga que algunos cristianos habían empezado a frecuentar: 34. H. BOUILLARD, Verité du christianisme, DDB, Paris 1989, 156.
cf. A.­M. MALINGREY, art. cit. 35. BASILIODE CESAREA, Epist. 210,33­5: Budé 11, 192­196.
11
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1
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1 36 LA PALABRA DELA SALVACIÓN APOLOGÍA DE LA FE Y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁTICO 37

perio romano. Para comprender este fenómeno que recuerda al «chivo expiato­ rrena coincide con un Estado cualquiera. Pero san Agustín no se olvida tampoco
rio», tenemos que pensar en la forma con que el cristianismo trató desgraciada­ de que estas dos ciudades espirituales, si no coinciden con las instituciones terre­
mente al pueblo judío durante muchos siglos. A su vez el judaísmo fue considera­ nas, se oponen sin embargo aquí abajo a través de ellas. La separación definitiva
do como un elemento a la vez marginal y contestatario de la sociedad y acusado de los dos imperios sólo tendrá lugar al final de los tiempos con el juicio univer­
de ser la causa de sus propias crisis. sal. Bajo esta luz el autor es capaz de discernir lo que ha ocurrido entre la Iglesia
La derrota y el saqueo de Roma por los bárbaros se experimentaban como y el Imperio después de Cristo.
castigos divinos y volvían a plantear la cuestión: ¿no se habrá equivocado el Im­ Agustín ensancha entonces el campo de su consideración elaborando una vas­
perio al abandonar a sus dioses para pasar al cristianismo? ¿No es un fracaso el ta teología de la historia, que tendrá una influencia inmensa en la Edad Media y
balance histórico de este último? Así pues, se trataba para Agustín de defender a hasta Bossuet. El recorrido se divide en seis edades, que reproducen simbólica­
los cristianos de quienes lo acusaban de que su religión había concurrido al de­ mente los seis días de la creación: desde Adán hasta el diluvio, desde el diluvio
sastre del Imperio. El mismo Jerónimo veía en el desastre de la ciudad de Rómu­ hasta Abrahán, desde Abrahán hasta David, desde David hasta la deportación en
lo el símbolo del fin de un imperio y de una civilización36, Babilonia, desde la deportación hasta el nacimiento de Cristo; desde Cristo hasta
Para responder a estas acusaciones, Agustín se entrega a una reflexión teoló­ el final de los tiempos, que será la llegada de un día séptimo. Por su muerte re­
gica sobre la historia política de Roma. «El De Civitate Dei se presenta así como dentora, Cristo «ofrece a las ciudades terrenas la oportunidad de convertirse a la
la exposición de un recorrido que, partiendo de la crisis reciente del 410, quiere Ciudad de Dios»:".
conducir al mundo romano a releer su historia política (lo mismo que su historia En esta vasta apología, Agustín recoge ciertos métodos (la retorsión de la acu­
cultural, doctrinal, filosófica) a descubrir la vanidad de su "teología civil", a con­ sación) y ciertos argumentos (anterioridad de las Escrituras respecto a los textos
fesar su necesidad de un mediador entre Dios y los hombres ­mediador que griegos; cumplimiento de las profecías y explicación del culto pagano por la ac­
Agustín identifica con la persona de Cristo (I­X): ¿se va a abrir la ciudad terrena ción de los demonios) que proceden de Tertuliano y hasta de Justino41• Como mu­
a este camino de salvación?»37• chos de sus predecesores, el obispo de Hipona estructura su obra en dos grandes
Como la cuestión se plantea en el nivel de la civitas, no solamente la ciudad partes: la refutación del paganismo (libros I­X) y la exposición del cristianismo
de Roma, sino también la res publica convertida en imperio y en estado, Agustín (libros XI­XXII). Pero «Agustín no se preocupa tanto de criticar a los paganos
compara esta ciudad con «la gloriosísima Ciudad de Dios, cuyos orígenes, desa­ como de mostrar el cumplimiento de sus aspiraciones en la religión cristiana»:".
rrollo y final se revelan en la Biblia»38• La reflexión política y la reflexión teoló­ Esta empresa apologética de gran envergadura defiende, a partir de una coyuntu­
gica estarán estrechamente implicadas la una en la otra, ya que la historia política ra concreta, la fe cristiana proponiendo una teología de la historia de la salvación
de Roma se lee con un presupuesto teológico y, recíprocamente, el lenguaje polí­ que abarca también concretamente toda la historia humana.
tico impregna el discurso sobre la Ciudad de Dios. Esto lleva a la famosa división Estos desarrollos de la apologética cristiana en los siglos IV y V nos condu­
de las dos ciudades: cen naturalmente a la exposición de las normas y de la metodología de la fe, ya
Dos amores fundaron, pues, dos ciudades, a saber: el amor propio hasta el des­
que es en el contexto de estas luchas de defensa y de justificación donde se elabo­
precio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí propio, la ce­ raron estas normas.
lestial. La primera se gloría en sí misma, la segunda en Dios [ ... ] En aquélla, sus
príncipes y las naciones avasalladas se ven bajo el yugo de la concupiscencia de
dominar; y en ésta, sirven en mutua caridad los gobernantes aconsejando y los 11. NORMAS Y METODOLOGÍA DE LA DEMOSTRACIÓN DE LA FE
súbditos obedeciendo".
INDICACIONES BIBLIOGRÁFICAS: D. VAN DEN EYNDE, Les normes de l'enseig­
Se trata de Jerusalén y de Babilonia. A la Ciudad de Dios pertenecen todos los nement chrétien, o. c.­ H. MAROT, Concites anténicéens et conciles oecuméni­
buenos; a la ciudad del diablo, todos los malvados de este mundo y del otro. Pero ques, en Le concile et les conciles, Cerf, Chevetogne/Paris 1960.­ H. J. SIEBEN, La
en esta confrontación. Agustín se guarda muy bien de identificar de forma il}me­ notion de magistére dans l'histoire de l'Église et de la théologie, en L'année cano­
diata a las dos ciudades con las instituciones políticas o religiosas visibles. Estas nique 31 (1988) 53­94.­ Y.­M. BLANCHARD, Aux sources du canon, le témoignage
simbolizan a dos sociedades espirituales, la de los justos y la de los impíos, que d'Irenée, Cerf, Paris 1993.
son un secreto de Dios. Durante el curso terreno de la historia, los dos imperios
A través del conjunto de estos combates, aquellos primeros doctores de la fe
no están separados, sino que se compenetran; en particular, la Ciudad de Dios no
que fueron los Padres de la Iglesia fueron estableciendo progresivamente una me­
tiene que identificarse con la Iglesia visible, lo mismo que tampoco la ciudad te­ todología para la prueba de la fe y de su relación con la Escritura. El discurso

36. Cf. M. FÉDOU, art. cit., 32.


37. /bid., 33 40. M. FÉDOU, art. cit., 38.
38. /bid. 41. Cf. l. BOCHET, éd. crit., 15­17.
39. AousTÍN,La ciudad de Dios XIV,28: BA 35, 465; OA XVI­XVII, 985­986. 42. /bid., 24­25.
111
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:1:
38 LA PALABRA DE LA SALVACIÓN APOLOGÍA DE LA FE y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁneo 39

cristiano se organiza en torno a unos puntos de orientación fundamentales. Al misma metodología. En el prólogo mismo de la obra se refiere de antemano a la
mismo tiempo se toma conciencia de las instancias encargadas de su refutación y regla de fe trinitaria. Apela igualmente a «la predicación eclesiástica transmitida
de su mantenimiento en el marco de la regla de la «fe sana», forma de expresar a partir de los apóstoles por orden de sucesión y conservada en las Iglesias hasta
por aquella época la ortodoxia. hoy», y afirma que «sólo ha de ser creída la verdad que no está en desacuerdo con
la tradición eclesiástica y apostólica»49• Esta regla de fe, llevada por la tradición y
basada en la Escritura, recapitula la enseñanza apostólica. Sobre esta base Oríge­
1. Los TRES PRIMEROS SIGLOS ANTES DE NICEA nes se entregará al comentario y a la reflexión necesaria para iluminar algunos de
los puntos que los apóstoles dejaron para la investigación de los futuros amigos
Lo esencial de lo que concierne a la regla de la fe, a la tradición y a la suce­ de la sabiduría.
sión apostólica, al establecimiento del canon de las Escrituras y a los orígenes del Lo que domina en esta época es la autoridad del contenido de la fe, la regla de
Símbolo ya fue tratado en el tomo I de esta obra43 y se completó con los datos de la fe, es decir la «regla que es la fe» (genitivo subjetivo) ­como dirá Y. Congar­,
la eclesiología naciente en el tomo III44• Aquí será suficiente recapitular esos pun­ y no el principio formal de autoridad que dice la regla para la fe (genitivo objeti­
tos esenciales bajo el aspecto de la elaboración del discurso cristiano y de sus vo). La idea de su misión a la tradición de la fe es prioritaria respecto a la de la
orientaciones normativas. autoridad eclesial. El peso de la Escritura y de la tradición es más pesado que el
de un «magisterio» todavía discreto.
La fe católica recibida de los apóstoles
La convicción de los primeros Padres hasta Ireneo, Tertuliano y Orígenes es La regulación episcopal
la siguiente: la Iglesia vive de la fe y de la doctrina heredadas de los apóstoles. La segunda convicción de los Padres antenicenos es que hay en la Iglesia
«Esta enseñanza se alimenta de tres fuentes: de la revelación de Cristo, de las hombres encargados de la función oficial de la enseñanza. Estos hombres, los
predicciones de los profetas del Antiguo Testamento y de la predicación apostóli­ obispos, deben su autoridad al hecho de que pertenecen a una sucesión legítima
ca»:". El vocabulario que entonces domina es la «fe» (pistis), la «Palabra», la en­ que se remonta a aquellos a los que confiaron los apóstoles las Iglesias. Su suce­
señanza (didaché), la «verdad», la «tradición»; estas dos últimas van frecuente­ sión es una garantía de la autenticidad de la tradición recibida y enseñada. Esta
mente unidas al término de "regla" (canon): la «regla de verdad» (regula convicción se remonta a Clemente de Roma; será objeto de la verificación de He­
veritatis), el «orden de la tradición» (ardo traditionis), expresiones éstas muy gesipo y entrará en la teología por obra de Ireneo y de Tertuliano. Por su parte,
apreciadas por Ireneo". Ignacio de Antioquía atribuía y~ al obispo la función de velar por la unidad y la
En efecto, la tradición es englobante respecto a la Escritura: los apóstoles pre­ autenticidad de la fe.
dicaron antes de escribir y la determinación del canon de los libros sagrados es La autoridad episcopal se concretará en la concepción de la cátedra episcopal,
obra de la tradición. En este sentido, «la Escritura está subordinada a la tradición o cathedra, considerada también como la garantía de la regla de la verdad y del
viva»47• En un primer tiempo la relación con el acontecimiento de Cristo se hace orden de la tradición. La Iglesia catedral es aquella en donde el obispo tiene su
por la tradición oral; en un segundo tiempo, los escritos apostólicos adquieren el sede y enseña. «La cathedra, comenta Y. Congar, es la función episcopal, es su
valor de nuevas Escrituras. La verdadera tradición y el conjunto íntegro de las continuidad, es la sucesión, es la doctrina [ ... ]. Cathedra es el término que res­
Escrituras pueden encontrarse en las Iglesias fundadas por los apóstoles. La con­ pondería a lo que nosotros llamamos "magisterio?»". Esta concepción de la cat­
creción principal de la regla de fe tradicional es el Credo, cuyas fórmulas se van hedra será puesta de relieve por Cipriano51• Pero para el obispo de Cartago, el
gestando paulatinamente hasta convertirse pronto en puntos fundamentales de episcopado es una realidad solidaria y una, y por tanto colegial, en la comunica­
orientación. ción con la cátedra de Pedro (Petri cathedra), Iglesia principal".
Ireneo fue el primero que planteó claramente esta metodología teológica, arti­ Por esta época la responsabilidad de la transmisión de la fe, de su enseñanza y
culando la relación entre la tradición y la Escritura48• Pero, hombre también él de de su regulación es por tanto cuestión de los obispos. Pero éstos son considerados
la tradición, formaliza una práctica que estaba en génesis. Lo seguirá Tertuliano y siempre en la unidad que forman con su pueblo para constituir una Iglesia: la
esta doctrina sentará jurisprudencia en la Iglesia. En el primer tratado sistemático
de teología cristiana, el Tratado de los principios, Orígenes se inscribe en esta
49. ORÍGENES, Tratado de los principios, pról. 2: se 252, 79.
50. Y. CoNGAR, Brefhistorique desformes du "magistére" et de ses relations avec les docteurs,
43. Cf.t. I, 48­56 y 57­107. enRSPT60(1976) 100­101.
44. Cf. t. 111, 269­309. 51. El término de cathedra está ya presente en El Pastor de HERMAS, 2,2; 4 3; 18,3; 19,2.4; 43,1
45. D. VAN DEN EYNDE, o. c., 101. (numeración R. Joly en se 53). Pero estudios más recientes opinan que en este autor el término no re­
46. IRENEO, AH 1,9,4; 22,1; 11,27, l; 28,1; 111, 2,1; 11,1; 12,6; 15, l; IV,45,4. mite a una función episcopal con sucesión. Cf. A. BRENT, Hippolytus and the Roman Church ind the
47. D. V ANDEN EYNDE, o. c., 315. Third Century, Brille, Leiden 1995.
48. Cf. supra, 30­31. 52. Cf. t. III, 290­292.
! 11

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1 '
40 LA PALABRA DE LA SAL V ACIÓN APOLOGÍA DE LA FE Y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁTICO 41

Iglesia es el pueblo que rodea a su obispo. Por consiguiente, no es extraño que un 2. LÓGICA Y MÉTODO DEL DISCURSO DE LA FE EN EL SIGLO IV EN ORIENTE
gran número de documentos que heredamos de esa época emanen de los obispos.
Esto no le quita nada al papel importante que ocupan los «doctores», como Tertu­ En el siglo IV se organiza el discurso de la fe. Se trata ahora de confirmar las
liano en Occidente y Orígenes en Oriente, en la elaboración del conocimiento grandes afirmaciones doctrinales del cristianismo frente a una doble contestación,
(gnosis) de la fe. Hay igualmente «escuelas» catequéticas y teológicas, por ejem­ procedente una de la lectura errónea de las Escrituras y la otra de una reflexión
plo la de Justino en Roma o la de Alejandría, en donde actuaron Clemente y Orí­ racional que interpreta los puntos más difíciles de las afirmaciones cristianas
genes. (Trinidad y cristología) a la luz inmediata de las categorías de la razón cultural.
El discurso sigue siendo polémico y se dirige contra los herejes. Pero se desplaza
De la colegialidad episcopal a los sínodos locales su centro de gravedad. Ya no se trata solamente de señalar el error, sino sobre to­
Mucho antes de que Cipriano formalizase la solidaridad colegial que une a los do de demostrar la coherencia y la racionalidad de la fe. Este desplazamiento, co­
obispos, la experiencia había demostrado que ningún obispo podía ejercer solo su mo hemos visto, conduce a la exposición de la fe a encontrar su sello a partir del
doble misión de enseñanza y de regulación de la fe. Por eso se desarrolló pronto debate contra las herejías58•
en la Iglesia una vida sinodal con la reunión de concilios (o sínodos) regionales o Si se lleva a cabo una «reducción» lógica a partir de la diversidad de las com­
locales. Estos aparecen ya en el siglo II y se celebran con regularidad en varios posiciones literarias, el plano de la marcha doctrinal seguida por los Padres puede
lugares. Tienen la finalidad de mantener la comunión entre las Iglesias, cada vez reducirse a un cierto número de pasos principales que constituyen su estructura
que se plantea un problema doctrinal o disciplinar. La reunión de los concilios lo­ básica. Describiremos aquí estos diferentes pasos a partir de unos cuantos dos­
cales y regionales induce ya la ley de la unanimidad de las decisiones tomadas y siers privilegiados que constituyen los debates trinitarios emprendidos por Atana­
la práctica de enviar Cartas sinodales a los obispos de la región que habían esta­ sia de Alejandría y Basilio de Cesarea. Un estudio de los debates cristológicos
do ausentes, para que firmasen también ellos las decisiones53• A veces se enviarán del siglo V nos conduciría a resultados similares.
estas cartas sinodales fuera de la región, con un intento de ecurnenicidad", La au­
toridad de estos primeros concilios se aceptaba ampliamente, hasta el punto de El punto de partida y la ocasión: la contestación de lafe en la Iglesia de la época
que no sólo los obispos se sentían ligados por sus decisiones, sino que ni siquiera
se atrevía a cambiarlas un nuevo sínodo. «Desde finales del siglo 11, el obispo de La fe cristiana se ve continuamente sometida a reflexión. El Credo no puede
Roma había sido un interlocutor de la vida sinodal de la Iglesia. Él mismo fue el ser objeto de una repetición mecánica: para ser transmitido de verdad, tiene que
1

instigador de la convocatoria de varios sínodos regionales»55• ser comentado e interpretado. Por otra parte, es cualitativamente una referencia
En el centro de estas relaciones de comunión entre las Iglesia, la Iglesia de viva y oral. Se desarrolló en el tiempo, contiene algunas variantes entre las Igle­
, 'I Roma desempeña el papel propio de aquella que «preside la caridad» e «instruye sias, puede recibir algunos añadidos que lo precisen en algunos de los puntos
contestados. Por eso, el recurso debidamente apoyado a una fórmula muy antigua
1

a las demás» (Ignacio de Antioquía)". Clemente había intervenido ya en los con­


flictos de Corinto. Ireneo reconocía la preeminencia de Roma, ya que estaba fun­ puede ser una manera de disimular la interpretación que un rival da de él en los
dada sobre Pedro y Pablo", Concretamente, esta Iglesia interviene en casos de ur­ nuevos debates.
gencia o de necesidad, o cuando se apela a su decisión. Así es como nació en la En efecto, la fe tiene que responder siempre a múltiples cuestiones surgidas
Iglesia la actividad conciliar. Su importancia demuestra que la reunión del primer de las dificultades engendradas, bien por una lectura de las Escrituras que desea
concilio ecuménico de Nicea el año 325 no será una novedad tan radical como a ser coherente, bien por la confrontación entre las afirmaciones de la fe y las con­
veces se ha pensado. Estará inscrita en una tradición sinodal ya bien asentada y clusiones más comunes del pensamiento filosófico. Hay que resolver los proble­
que había producido ya decisiones propiamente doctrinales. mas de interpretación cada vez que se trata de traducir en categorías nuevas los
puntos cardinales de la profesión de fe. Hoy hablaríamos de un problema de «in­
culturación». La confrontación de las afirmaciones bíblicas con las categorías fi­
losóficas del mundo griego provoca un choque. Por ejemplo, ¿cómo hay que
i I comprender la Escritura cuando nos habla de Cristo como «Hijo de Dios»? De
hecho, surgen comentarios al Credo y fórmulas nuevas. Se critica ahora el senti­
53. Esta visión de las cosas, inspirada en el testimonio de EUSEBIO DE CESAREA, es discutida por
do antiguo que se daba a ciertas fórmulas venerables. Se sacan consecuencias que
A. BRENT, o. c. parecen contradictorias. El conflicto entre obispos y teólogos (aquí a veces los
54. Cf. H. MAROT, Conciles anténicéens et conci/es oecuméniques, art. cit., 39­41; H. SJEBEN. primeros son también segundos) se convierte pronto en una crisis eclesial. En una
o.e.
55. GRUPO DE DoMBES, El ministerio de comunión en la Iglesia universal, en A. GONZÁLEZ MON­
TES, Enchiridion Oecumenicum II, Salamanca 1993, 524­576, aquí 536, n. 1665.
56. A los Romanos, Saludo y 3,1: SC lOter, 125 y 129; PApost474y476. 58 Esta conexión muestra la solidaridad original entre lo que se convertirá en teología funda­
57. Cf. t. 111, 284­286. mental y teología dogmática.
111 f
IJ' ! APOLOGIA DE LA FE Y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁTICO 43
42 LA PALABRA DE LA SALVACIÓN
1 1

¡ 1 ¡i
11 palabra, se entabla un debate en un terreno todavía sin señalizar, que pone en cri­ tentarse con la tradición de los apóstoles y con la sencillez de la fe ... »62• Antes
~~~oda argumentación sobre el fondo, reivindica la confesión de f~ eclesial que
il sis la unanimidad de las Iglesias.
· ne de la tradición63 contra el abuso que hace de ella su adversario. En el mo­
Está a punto de abrirse un foso entre las diversas interpretaciones de la fe, un
1 foso que se siente como creando una distancia entre la fe de siempre y la fe de mento de defender la plena divinidad del Hijo, apela de este modo a la fe bautis­
hoy, tal como se pronuncia en proposiciones aparentemente nuevas y en categorí­ mal en un texto en donde se refleja la emoción del creyente:
as extrañas a su origen. Se impone un discernimiento que debe permitir verificar Hay sin duda muchos puntos que separan al cristianismo del error_ de lo_s grie­
dónde se encuentra la fidelidad auténtica a la fe recibida de los apóstoles y dónde gos y de la ignorancia de los judíos, pero por mi parte creo que no existe nmguna
se sitúa la «novedad» en el sentido que los antiguos daban a esta palabra para in­ doctrina tan importante en el evangeho de nuestra salvación corno la fe en ,el Pad;e
dicar la herejía. y el Hijo. En efecto, que Dios sea creador y artífice e_s algo en que también est~
i. En semejante coyuntura y con esta motivación es como los Padres de la Igle­ de acuerdo los que han caído en el cisma por cualquier error. Pero el que ensena
sia toman la pluma, primero a título personal, pero poniendo su reflexión al servi­ que Padre es un nombre falso y que el Hijo no ~ale más que en la medida en que se
cio de un discernimiento eclesial que irá tomando con el tiempo formas concilia­ trata de una pura apelación, y no ve ninguna diferencia en confesar a un Padre.º a
un creador y en decir Hijo o criatura, ¿dónde lo situaremos? ¿En qué parte dire­
res. Este discernimiento es ante todo teológico, ya que pone en obra los recursos
mos que está? ¿Entre los judíos o al lado de los griegos? ~o_r~ue no se hará adm~­
y las intenciones personales de un individuo. Pero abre a un acto «dogmático»
tir entre los cristianos aquel que reniega del poder de la religión Y de lo que consti­
(en el sentido moderno de la palabra), ya que la crisis eclesial que se atraviesa da­ tuye la característica de nuestra adoración. Porque no hemos creído en un Artífice
rá lugar a una decisión solemne que intenta actualizar en la Iglesia de aquel tiem­ y en una criatura, sino que por la gracia del bautismo hemos sido marcados con el
po la fe recibida de los apóstoles. sello del Padre y del Hijo",

Primer tiempo: la confesión eclesial de la fe recibida de la tradición bautismal Igualmente, la primera referencia de Basilio en el tratado =:
~l _E~píritu
Santo es el contenido de fe incluido en la doxología que empleo al dirigirse «a
¡.
. El primer momento de la marcha de los Padres consiste en remontarse expre­
samente desde la fe contestada de hoy a la fe de ayer, es decir a la fe eclesial, tal
Dios Padre, con el Hijo, con el Espíritu Santo»65• Porque, para él, se da una es~ic­
ta correlación entre la regla de la fe y la regla de la alabanza y de la adoración:
como la habían recibido de la tradición bautismal. Esta fe será la piedra de toque «Creemos tal como hemos sido bautizados y glorificamos tal como creemosv".
del discernimiento que hay que emprender. Encuentra su expresión privilegiada y Esta solidaridad de conducta interioriza la doxología en la exposición doctrinal
su primera referencia en la confesión de fe que estuvo en el corazón de la cate­ mediante el uso de un lenguaje espiritual: por un lado, está la «fe sana», la «ver­
quesis bautismal y que fue pronunciada en el bautismo, es decir, en el nacimiento dadera religión» (eusebeia); por otro están los «blasfemos» y los «impíos», los
mismo de la vida cristiana. La confesión y el bautismo van a la par y se reciben «prevaricadores» y los «renegados»67• En es~a _misma obra ~asilio expresa de for­
inseparablemente de la tradición eclesial: «La fe y el bautismo, dirá Basilio, dos ma solemne la referencia a la regla de fe recibida en el bautismo:
modos de salvación, están ligados entre sí y son indivisibles­". El bautismo es
¿Cómo somos los cristianos? Por la fe, todo el mundo lo dirá. Pero ¿de qué
llamado una «tradición o entrega de la fe eclesial y «católica». Es la fe de las
manera nos hemos salvado? Porque hemos renacido de arriba, evidentemente, por
Iglesias de Alejandría y de Cesarea, que intercambian sus confesiones, substan­
la gracia del bautismo[ ... ]. Después de haber adquirido la ciencia de esta salvación
cialmente idénticas en cuanto al contenido, a pesar de sus variantes literarias. Es­ efectuada por el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, ¿ vamos a abandonar la «f~rma
ta fe es la que permite decirse cristiano, es decir vincularse directamente a Cristo, de la enseñanza» recibida? Ciertamente, sería preciso gemir hondamente st por
mientras que los herejes llevan generalmente el nombre de su fundador. azar nos encontrásemos ahora más lejos de nuestra salvación que en el momento
Por eso Alejandro de Alejandría interroga en seguida a Arrio sobre su profe­ en que creímos, si ahora renegásemos de lo que entonces recibimos. El mismo da­
sión de fe6(). Después de haber señalado las negaciones del mismo Arrio, Atanasio ño supone partir sin bautismo que haber recibido uno que falte en un sol? punto a
le opone la profesión de la verdadera fe, poniendo así la luz sobre el candelero la tradición. En cuanto a la profesión de fe que hicimos cuando nuestra pnmera en­
para expulsar las tinieblas", incluso antes de entrar en la contestación presente. trada, cuando apartándonos de los ídolos vinimos al Dios vivo, el _que no la guar?a
Efectivamente, la confesión de fe se mantiene por su propio peso, ya que tiene el en toda ocasión y no la abraza durante toda su vida como una sólida salvaguardia,
ése se hace extraño a las promesas de Dios, contradiciendo al escrito f!rmado por
valor de confesión oficial y tradicional de la Iglesia. Respecto a Eunomio, Basilio
su propia mano, que entregó como confesión de la fe. Porque st el bautismo es pa­
procederá de la misma forma. La primera frase de su libro dice lo siguiente: «Si
todos aquellos sobre los que se ha invocado el nombre de nuestro Dios y Salva­
dor Jesucristo quisieran no intentar nada contra la verdad del Evangelio, sino
62. BASILIO DE CESAREA, Contra Eunomio 1, 1: se 299, 141.
63. /bid.I,4:SC299,163­171
64. !bid. 11,2: se 395, 89­91.
59. BASILIO DE CESAREA, Sobre el Espíritu Santo XIl,28; se 17 bis, 347. 65. BASILIO, Sobre el Espíritu Santo 1,3: SC 17 bis, 257.
60. Cf. B. SESBOÜÉ, B. MEUNIER, Dieu peut­il avoir un Fils?, Cerf, Paris 1993, 33­35. E6. BASILIO, Carta 159, 2: Budé, Il, 86.
61. ATANASIO, Contra los arrianos 1,8,9: PG 26,25­32. 67. BASILIO, Sobre el Espíritu Santo Xl,27: SC 17 bis, 341.
I!! ! 1'

44 LA PALABRA DE LA SAL VACIÓN


APOLOGÍA DE LA FE Y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁTICO 45

reagrupaciones de textos bíblicos_. P~a Atanas~o. el diablo, autor de tod~ herejía,


1
ra mí principio de vida y si el primero de los días es el de la regeneración, está cla­ el que viene a sembr~r t~d_a la c1za~a en medio del ~uen grano, sabe_ ~1tar muy
1
ro que la palabra más preciosa será también la que se pronunció cuando recibí la bien la Escritura para justificar sus fmes. Lo demostro cuando la tentac10~ de Eva
[· gracia de la adopción filialv".
en el origen de los tiempos y cuando la tentación del Señor en el Evangelio".
Esta referencia original es aceptada comúnmente por los rivales en el comba­ La prueba de fe por la Escritura pondrá en obra un método de lectura y de ar­
te. No ocurre ya lo que ocurría en tiempos de Ireneo, cuando era preciso justificar gumentación: , . . .
el origen de la tradición. El opúsculo de Eunomio comienza también con la refe­ l. A la luz de la regla de fe el recurso a la Escritura se hace segun el prmcipio
i
1 rencia a la «profesión de fe más simple»69• Así es como antes de Éfeso la discu­ de la totalidad. La fe no selecciona unas Escrituras, sino que, lo mismo que las
1 ·
:/
sión entre Cirilo y Nestorio girará en tomo a la justa interpretación de la fe de Ni­ reivindica por entero como su propio bien, así también las utiliza y las pone a to­
cea, de la que cada uno de ellos hace la piedra de toque de la ortodoxia. das ellas al servicio de su propia prueba. La lectura que de ellas da es constante,
Este punto de partida es también un punto de retorno periódicamente, algo así apoyándose la de hoy e~ l~ del pasado,. P~;º
desarrollándola ~ profundizando en
como una respiración entre dos argumentaciones. A Atanasio le gusta repetir las ella, dentro de una unanimidad. La tradición de los Padres den va su valor del ?e­
cosas: ésta es la fe católica, ésta es la nota distintiva de la fe en Cristo", ésta es la cho de estar a su vez arraigada en las Escrituras 14• Igualmente, el proceso escntu­
fe que anunciaron desde el origen los apóstoles y que se mantiene desde entonces rístico busca la unanimidad de los textos, ya que no le basta con apoyarse en la
en la Iglesia católica71• mayoría de ellos: no puede admitir que se haga valer ni_ uno solo c?ntra sus afir­
De este modo la fe tradicional está en el fundamento de todo. Es regla, «nor­ maciones. Mientras haya antinomias, será preciso trabajar por mamfestar que no
ma» inquebrantable que envolverá con su autenticidad todos los siguientes desa­ hay nada de irreductible entre los textos de la Escritura. Más vale entonces que el
rrollos de la misma. Tiene su propia unidad y su coherencia ya bien probada en autor confiese su incapacidad para responder más bien que ceder75• •
las disputas anteriores; conoce sus lineas de fuerza y sus ejes principales; sabe Esto explica la preocupación tan frecuente por agrupar los textos y c1tarl?s
que es una totalidad imposible de desgarrar. Es espíritu, ya que se vive en el Es­ como un desfile interminable de testigos, y recíprocamente por argumentar sin
píritu que la inspira en cada corazón y la conserva en toda la Iglesia. En cada uno cansancio a propósito de los textos citados por los herejes. a fin de mostrar que ~I
de los cristianos se concreta en un «sentido de la fe», que lo hace sensible a cual­ uso que se hace de ellos es erróneo. A veces, basta con Citar los t~xtos, de la Escri­
, 11
quier afirmación que la hiere de cerca o de lejos. tura en el orden debido para ilustrar abundantemente una doctrina, Estos hablan
! Segundo tiempo: el recurso a las Escrituras
suficientemente por sí mismos; se completan y se organizan espontánea~ent~ co­
mo un manojo para hacer que surja la luz que se pedía. La prueba termmara con
, • ' 76
un breve comentano, que no siempre es necesario . . .
Aquí es donde se inserta lógicamente el recurso a la Escritura. Aun cuando la 2. Pero la mayor parte de las veces el uso de la Escntura se convierte en_ ar­
argumentación escriturística no sigue inmediatamente en el plano literario a las
gumentación articulada. Algunos textos no se comprenden de anteman? ~1 se
consideraciones que corresponden al momento anterior, se presupone este mo­ bastan a sí mismos. Para hacer que surja el sentido según la fe, el autor c~1stiano
mento, que determina la actitud del doctor que abre la Escritura para justificar
tiene que insertarlos en una argumentación ordenada. Esta puede tomar d1vers~s
con ella el punto de fe que se discute y liberarlo de las contestaciones heréticas.
aspectos. El caso más simple es la confrontación de dos textos, cuya letra sena
No se trata ya de comentar la Escritura ni de descubrir sus diversos sentidos, co­
incapaz de demostrar nada si se aislase el uno del ot~o. ~~ro una vez confront~­
mo podía hacerlo Orígenes. Esta exégesis es propiamente «dogmática», es decir,
dos entre sí, se completan maravillosamente. La sustitucion o la corr_espon~enc1a
que aporta su confirmación a la regla de la fe. Por esta misma razón se leerá a la de los miembros de una frase o de los términos equivalentes entre si permite ha­
Escritura dentro de la tradición guardada por la Iglesia, es decir, en el ambiente cer que se conjuguen y elaborar así una conclusión firme. Por ejemplo,. )os califi­
de interpretación que sigue a la transmisión original de la Escritura. Atanasio ha­ cativos que la Escritura da al Espíritu se los da también_ al Padre y_al ~!JO: De es­
bla de una interpretación «eclesiástica» de la Escritura". Encontramos aquí la ac­ ta manera el inventario de los «nombres» en la Escritura permite justificar la
tuación de la regla de fe y los principios doctrinales que se sacan de ella, no ya afirmación de que el Espíritu, don de Dios, es Dios mism?. La conjunción de es­
como polos de referencia y de reflexión proclamados, sino utilizados espontánea­
tos testimonios muestra que el Espíritu pertenece a la Trinidad.
mente, como una forma que anima una materia. En efecto, sin regla de fe se pue­
de hacer que las Escrituras digan todo lo que a uno le place. Esta regla, expresada
en los Credos, será por tanto el eje principal en torno al cual se harán todas las

73. !bid. 1,8: PG 26, 25­28.


68. !bid. x, 26: se 11 bis, 337. 74. BASILIO, Sobre el Espíritu Santo XI!,16: KSC 17 bis, 301. . .
69. EUNOM!O, Apología 5­6: SC 305, 241­245. 75. BASILIO, Contra Eunomio III,6: SC 305, 169, donde el autor confiesa su ignorancia sobre el
70. ATANASIO, Cartas a Serapión 11,7­8; JII, 7: SC 15, 156­160 y 172­173. origen del Espíritu Santo, para no caer en los dilemas de su adversario.
11. Ibid. 1,28: se 15, 133. 76. Cf. ATANASIO, Contra los arrianos 1,11­12: PG 26, 33­38.
72. ATANASJO, Contra los arrianos l,44: PG 26, 102 c.
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46 LA PALABRA DE LA SAL V ACIÓN APOLOGÍA DE LA FE Y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁTICO 47

3. Esta preocupación por la totalidad no tiene entonces un mero valor cuanti­ 0 casión de los testimonios de la Escritura y de las afirmaciones de las fór­
tativo: a través de la acumulación de textos el autor cristiano no busca solamente mul de fe". Por ejemplo, la fórmula joánica: «Quien me ve, ve al Padre» (Jn
la repetición de una fórmula que le agrada; se trata de buscar la coherencia del ~°g)sconstituye un principio de exégesis que permite agrupar en torno a él otros
lenguaje de las Escrituras. Intenta mostrar su consenso armonioso isymphonosi". textos que expresan fa relación del Hijo con el Padre".
A través de la múltiple variedad de las expresiones, desea discernir las que remi­
ten a una ley del lenguaje y las que no lo hacen. Cuando los Trópicos Egipcios" Tercer tiempo: razonamientoy elaboración del lenguaje
sostienen que el Espíritu es creado argumentando, a partir de Am 4, 13, que habla El retomo a la confesión tradicional de la fe ilustrada por una relectura de las
de «el que crea el soplo (pneuma)», Atanasio discierne una ley en el lenguaje de
Escrituras sobre el punto en discusión siempre resu~~a necesaria, pero cad~ ve~ ~s
la Escritura, que permite ver si se trata del viento o del Espíritu Santo. En el pri­
menos suficiente. Podía bastar cuando la contest~c.10n_era p~ramente escntun~~1­
mer caso, el término pneuma aparece desnudo e incluso sin artículo, mientras que
ca, pero no cuando las categor~as de la razón he~~mca intervienen en la expresion
en el segundo hay siempre una determinación o una cualificación: «Espíritu San­ de la fe. En efecto, por hipótesis, la argumentación empleada conserva el lengua­
¡i to», «Espíritu de verdad», etc.79 A propósito de la fórmula de 1 Cor 8,6, que atri­ je de las Escrituras y de los Credos originales, cuyas expresiones están sacadas
l.: buye al Padre el «de quien» y al Hijo el «por quien», Basilio afirma: «No se trata prácticamente todas de la Escritura. Pero el nervio de la contestación está ahora
li! del lenguaje de uno que legisla, sino de uno que distingue cuidadosamente las hi­ en la manera con que es preciso trascribir o traducir esas expresiones en el nuevo
'I póstasis»:". Pero como sus adversarios, siguiendo a Aecio, asientan un principio
lenguaje cultural que necesita la expansión de la fe cristiana. .
i de lectura que deduce un dato ontológico de un dato lingüístico: «"Los seres de En adelante es necesario apelar a la razón y argumentar racionalmente. Como
;,¡; los que se habla de forma desemejante son de naturaleza desemejante", y al re­ en todo diálogo apologético, es el adversario el que determina el terreno en donde
vés, "los seres de los que se habla de forma desemejante son también de naturale­ hay que asentar el debate. En el momento de franquear este ~~bral, el autor cris­
za desemejante?»!', dará la vuelta al principio invocado: la Escritura, lejos de re­ tiano siente una especie de vértigo. En efecto, tanto por tradición como por con­
servar una partícula diferente para cada persona divina (el de quien para el Padre, vicción, no deja de denunciar el uso de la «sabiduría de fuera» o «de los de fue~
l,1 el por quien para el Hijo y el en quien para el Espíritu Santo ­lo cual ilustraría la ra»87• Le parece de buen tono acusar a la filosofía de ser una fuente de errores, si
tesis del adversario­), utiliza estas tres partículas para cada una de las tres perso­ no de mentiras, y burlarse de su pretendida «tecnología»88• Además, son los here­
nas. Al final de un largo repaso de los textos escriturísticos, Basilio se siente en­ jes los que se han apoderado de esta técnica y la emplean contra la fe. En resu­
! 1 tonces autorizado para concluir que lo que se dice de manera semejante indica men, el padre de la Iglesia se encuentra en la situación delicada _de ten~r que com­
una naturaleza semejante82• prometerse en la dialéctica filosófica de su tiempo, al m1.smo tiempo .que
La prueba que recurre a la ley del lenguaje se confirma con la contraprueba: reconoce que no le sirve de nada. Cuanto más la emplea, más siente la necesidad
lo mismo que la Escritura habla siempre del Hijo en lenguaje de eternidad, tam­ de justificarse diciendo que no lo hace. Pero con el tiempo llegará a reconocer
bién habla siempre de las criaturas en lenguaje de tiempo". que el debate teológico requiere otras armas distintas de la simple confesión de
Finalmente, respetar la ley del lenguaje es comprender las expresiones simbó­ fe",
licas por lo que son y no de manera material: El acto de estar sentado el Hijo a la Atanasio había emprendido ya este camino, por ejemplo en el debate sobre el
derecha del Padre tiene el valor de una entronización gloriosa, que lo reconoce tiempo y la eternidad a propósito de la generación del Hijo'", o para justificar el
como igual al Padre y no el valor de la concesión de una dignidad de orden infe­ empleo del consustancial por el concilio de Nicea. Mucho más decisiva es la ac­
rior, como la del «escabel» previsto para sus enemigos", titud de Basilio ante la construcción dialéctica, realmente férrea, que le opone el
4. De este modo, de reagrupación en reagrupación de las Escrituras, el autor
cristiano intenta encontrar los grandes ejes de la economía de la salvación. En es­
te marco es donde pondrá también en obra los principios doctrinales elaborados
85. Cf. el conjunto de argumentos soteriológicos expuestos en el t. 1, 289­292.
86. ATANASIO, Contra los Arrianos I,12: PG 26,35 c.
77. ATANASIO, Cartas a Serapión I,32: SC 15, 142. 87. BASILIO, Sobre el Espíritu Santo III,5: SC 17 bis, 265. ,
78. Cf. t. I, 201­202. 88. Ibid. VI, 13: se 17 bis, 289.­ Cf. J. DE GHELLINCK, Patristique et Mayen Age, t. III, Etude VI:
79. ATANASIO, Cartas a Serapión I,3­4: SC IS, 82­85. "Un aspect de l'opposition entre héllenisme et christianisme. L'attitude vis­a­vis de la dialectique
80. BASILIO, Sobre el Espíritu Santo V,7: SC 17 bis, 273 dans les débats trinitaires", Duculot, Gembloux 1948, 245­310.
81. /bid. II, 4: SC 17 bis, 261 89. Cf. BASILIO, Prólogo VIII sobre /afe, 2: PG 31,679 b­c, respondiendo a unos monjes proecu­
82. Ibid. II­V: SC 17 bis, 261­285; cf. t. 1, 212­214. pados por verle usar un vocabulario extraño a la Escritura: «Lo mismo que el soldado y el labrador no
83. ATANASIO, Contra los arrianos 1,13: PG 37,40. toman en sus manos los mismos instrumentos [ ... ], tampoco el que exhorta a la sana doctrina y el que
84. BASILIO, Sobre el Espíritu Santo VI,15: SC 17 bis,291­295. ­ La atención que ATANASIO y rechaza a los adversarios utilizan el mismo tipo de discurso. [ ... ] Una cosa es la simplicidad de los que
'¡ BASILIO dirigen al lenguaje de las Escrituras no les impide ni mucho menos dar la prioridad a las reali­ confiesan en paz la religión, y otra los sudores de los que se oponen a los enemigos del falso conoci­
1 dades afirmadas por encima de las palabras ordenadas a ellas. Esto les permite relativizar el empleo miento».
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de algunos términos, ya en la Escritura y más aún en el lenguaje dogmático. 90. ATANASIO, Contra los arrianos 1,11­13: PG 26, 33­40.
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1' 48 LA PALABRA DE LA SALVACIÓN
- APOLOGÍA DE LA FE Y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁTICO 49

1
campeón de la segunda generación arriana, Eunomio de Cízico91• La repetición de Africano, el mártir Atenógenes, Gregorio el Taumaturgo, Firmiliano de Cesarea,
las afirmaciones tradicionales sería en este caso inoperante. La defensa de la fe Melecio y hasta Dianeo, el obispo que le bautizó e hizo de él el destinatario ac­
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no puede quedarse más acá del nivel racional de la contestación elaborada por su tual de esta tradición. Apoyado en esta nube de testigos, Basilio no puede ser
adversario. Por tanto, necesita construir a su vez un discurso racional estrecha­ considerado como un «innovador»95• Lo mismo hará Cirilo de Alejandría, cuando
mente condicionado por el pensamiento de aquel a quien tiene que refutar paso a constituye un dossier patrístico para demostrar que el título de «Madre de Dios»
paso. (Theotokos) que se le da a la Virgen no es ninguna novedad, ya que tiene en su
En el sentido estricto del término Basilio tiene que «dar cuentas» (tas euthu­ favor el uso de cierto número de sus predecesores", Otros dossiers patrísticos son
I i nas hupekhein) de la fe, es decir, «dar cuenta» (ton logon parekhesthai)92 ante el los que constituye Teodoreto, para justificar sus posiciones doctrinales. Esta acti­
pensamiento filosófico. No estamos lejos del reddere rationem de Agustín. Esta tud se mantendrá hasta en el uso corriente de la teología.
doble obligación de la fe y de la razón es la que lleva adelante la reflexión: todo
su problema consiste en proponer el misterio trinitario confesado desde los oríge­ Tiempo conclusivo: la decisión conciliar
nes en el marco de una elaboración conceptual coherente, lo cual supone una to­
ma de posición sobre las categorías del ser y la estructura del lenguaje. Su discur­ Al recordar el papel del concilio ecuménico al final de este proceso, nos sali­
so tomará por tanto un giro especulativo y metafísico, desconocido hasta mos de la trama literaria de los tratados patrísticos tomados en sí mismos. Sin
entonces en los textos cristianos.Todo está ordenado por la preocupación de con­ embargo, no nos salimos de su lógica, ya que las obras que hemos considerado
ferir a las categorías de la razón la aptitud para expresar sin contradicciones la co­ tienen un impacto eclesial y una vinculación concreta con los concilios.
herencia del misterio trinitario93• Pero lo que Basilio pide en préstamo a la sabidu­ El concilio interviene al final ­provisional al menos­ de un debate, para ejer­
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ría filosófica es del orden de la dialéctica y de la lógica, así como de algunos cer la autoridad reguladora del cuerpo episcopal. Intenta acabar con el conflicto
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conceptos, de una forma que por otra parte podemos calificar de ecléctica: se mediante una decisión que interviene para zanjar el pleito entre la fe tradicional y
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guarda mucho de afiliarse a un pensamiento filosófico concreto. la nueva contestación que ha surgido. Por eso vuelve a la confesión de fe en don­
1 11 i de había encontrado su fundamento el discurso. Pero la «actualiza» dotándola de
Cuarto tiempo: aparece el recurso a los monumentos de la tradición expresiones nuevas, sacadas oportunamente del lenguaje filosófico, a fin de qui­
1
tar toda ambigüedad en la interpretación actual de la antigua confesión. Los con­
El recurso a la tradición adquiere también progresivamente una forma nueva. cilios trinitarios y cristológicos giraron todos ellos en torno al Símbolo de fe; en­
Su forma clásica informa desde el principio el movimiento doctrinal que acaba­ tonces es cuando se añadió el término consustancial al Símbolo de Nicea, cuando
mos de exponer y se basa en la convicción vital de que el mensaje de la fe bautis­ se elaboró la secuencia sobre el Espíritu Santo y la Iglesia con ocasión del Cons­
mal viene del Señor por medio de los apóstoles y ha sido mantenido auténtica­ tantinopolitano I, cuando se confirmó en Éfeso la lectura ciriliana de Nicea. En
mente por la tradición eclesial en las Iglesias que fundaron94• Pero con el tiempo Calcedonia se elaboró una fórmula cristológica que tomaba la forma de un segun­
los autores cristianos son conscientes de que la doctrina que exponen tiene ya en do artículo del Credo, considerablemente alargado y precisado. En todos estos
su favor el testimonio explícito de sus predecesores. De ahí su preocupación por casos hay una inclusión que va del Credo al Credo.
constituir cadenas de testimonios no solamente a partir de las Escrituras, sino Sin embargo, el proceso nunca se cerró definitivamente. El concilio engendra
también a partir de los Padres. Esta segunda forma del argumento de la tradición, a su vez nuevos debates, que arraigan en lo que no está aún bastante maduro o
destinado a tener un gran éxito, consiste por tanto en presentar los «monumentos equilibrado en su definición. Los escritos de Atanasio contra los arrianos se sitú­
de la tradición». Estos testimonios vienen después de lo esencial de la demostra­ an así después de Nicea, en aquella larga batalla doctrinal que va a suscitar el
ción basada en la confirmación mutua de que dan la confesión de fe y las Escritu­ concilio. Estos debates concluirán en el concilio I de Constantinopla, después de
ras, igualmente después de los primeros esfuerzos de elaboración racional. la muerte de Atanasio y de Basilio, con un nuevo Símbolo que recoge su trabajo
El primer ejemplo en donde la cosa se presenta de manera sistemática es el sobre el Hijo y sobre el Espíritu Santo. A partir de Nicea los grandes tratados pa­
tratado Sobre el Espíritu Santo de Basilio de Cesarea. El penúltimo capítulo de su trísticos se sitúan a la vez antes y después de un concilio. Así es como funcionó
libro «ofrece la lista de los hombres ilustres en la Iglesia», que utilizaron la doxo­ durante varios siglos la elaboración cada vez más racional del discurso cristiano,
logía en donde figura el Espíritu junto con el Padre y el Hijo. Basilio tiene el or­ bajo el ritmo de la intervención periódica de los concilios ecuménicos, que ejercí­
gullo de poder presentar ante el tribunal un «montón de testigos»: Ireneo, Cle­ an su autoridad reguladora en nombre de la tradición de los apóstoles.
mente de Roma, Dionisio de Roma y Dionisio de Alejandría, Orígenes, Julio el

91. Cf. t. 1, 208ss y 224ss


92. BASILIO, Sobre el Espíritu Santo XXV,59: SC 17 bis, 461. Cf. las reflexiones de B. PRUCHE,
ibid., 1167­168.
93. Cf. el contenido de esta argumentación, t. 1, 234­238. 95. BASILIO, Sobre el Espíritu Santo XXIX,71­75: SC 17 bis, 501­519.
94. Cf. ATANASIO, Cartas a Serapión 1,28: SC 15, 133. 96. CIRILO DE ALEJANDRÍA, Sobre lafe recta. A las princesas: PG 76, 1209 d- 1217.
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50 LA PALABRA DE LA SALVACIÓN APOLOGIA DE LA FE Y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁTICO 51

3. AGUSTÍN Y LOS LATINOS: DE LAS AUTORIDADES A LAS RAZONES


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está en la etapa de la invención. Es una recuperación y una síntesis ­hoy ha­
blaríamos de una «relectura»­, más refleja y más construida. Intenta de este mo­
Un nuevo cuestionamiento cultural de la razón do poner más de relieve los textos de la Escritura, poniéndoles su nota personal.
Con Agustín apunta una nueva exigencia de la razón creyente. Al comienzo Como sus antepasados, Agustín razona sobre el enunciado de la fe. Porque el cli­
de su gran obra Sobre la Trinidad, el obispo de Hipona señala tres tipos de con­ ma de la «cuestión» (quaerere) se extiende a toda la obra.
testación, de los que cada uno es el resultado de dejarse «engañar por un prema­
turo y perverso amor a la razón»97• Pues bien, estos adversarios «razonadores» se Segundo tiempo: el recurso a la razón
atreven a decir que se sienten desilusionados por las respuestas que les propone la Es entonces cuando Agustín emprende deliberadamente un nuevo discurso,
fe cristiana. Nos encontramos con un texto extraño que atestigua el cambio de pero bajo el signo del empeño por «dar razón». Este discurso se hará según dos
mentalidad que se ha operado:
1¡ pistas diferentes. La primera (libros V­VII) se refiere a la coherencia lógica y on­
Hay quienes se irritan ante este lenguaje[= el de la cruz, es decir el anuncio tológica del lenguaje relativo a las tres personas divinas1º2• El obispo de Hipona
tradicional del Credo], juzgándolo gravemente injurioso, y prefieren creer que reflexiona a partir de las categorías de sustancia y accidente, y sobre todo de rela­
quien así habla nada tiene que decir, antes que confesar su desconocimiento ante ción. Distingue entre los atributos relativos (inengendrado y engendrado) y los
lo que oyen. Y a veces les damos, no las razones que ellos piden y exigen cuando
atributos esenciales. Elabora la doctrina de la procesión del Espíritu Santo a partir
hablamos de Dios ­quizás no las entendieran, ni nosotros sabríamos explicarnos
bien­, sino las que sirven para demostrarles cuán negados e incapaces son para en­ del Padre y del Hijo (ab utroquey", en nombre de la oposición de las relaciones.
tender lo que exigen. Mas como no escuchan los argumentos que desean oír, juz­ Al obrar de este modo, señaliza el terreno de la teología trinitaria latina dejándole
¡I i gan, o que obramos así para ocultar nuestra insipiencia, o que maliciosamente un campo rico en «semillas de razones», como dirá más tarde Boecio. Sin em­
emulamos su saber, y así, indignados y coléricos, se alejan de nosotros". bargo, su búsqueda no culmina por completo su objetivo: él mismo es consciente
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de una aporía sobre la palabra persona que puede atribuirse al Padre y al Hijo y al
Así pues, no basta con desarrollar el Credo, con justificarlo en su coherencia.
I,. 11 Este cuestionamiento contrario decidirá el eje de la redacción de la obra de Agus­ Espíritu Santo, a pesar de decirse en plural para la Trinidad, en contra de la ley de
tín: el verbo de acción que domina toda la empresa de Agustín en esta obra es el los términos comunes a las personas divinas: «Sin embargo, cuando se nos pre­
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11 de «dar razón» (reddere rationem) gunta qué son estos tres, tenemos que reconocer la indigencia extremada de nues­
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tro lenguaje. Decimos tres personas para no guardar silencio, no como si preten­
Por lo cual, con la ayuda de Dios nuestro Señor, intentaré, según mis posibles, diéramos definir la Trinidad»"?', A pesar de su esfuerzo especulativo prodigioso,
contestar a la cuestión (reddere rationem) que mis adversarios piden, a saber, que
Agustín no evita sin embargo un uso demasiado inmediato de las categorías lógi­
la Trinidad es uno solo, único y verdadero Dios. Y cuán rectamente se dice, cree y
1, entiende (intelligere) la unicidad e identidad de substancia o esencia en el Padre, cas.
en el Hijo y en el Espíritu Santo". ¿Cómo se sitúa esta marcha de Agustín en relación con el trabajo que antes
1 había emprendido Basilio de Cesarea para adoptar las categorías de la razón al
Primer tiempo: el recurso a las autoridades enunciado trinitario? Por una parte, lo utiliza y lo prolonga, en particular ponien­
do de relieve los términos relativos. Por otra parte lleva a cabo un desplazamiento
Pero en un primer tiempo, «es necesario probar, fundados en la autoridad de
del centro de gravedad de la investigación. Lo que en sus predecesores era un
las Santas Escrituras, la certeza de nuestra fe»100• Se trata para Agustín de recapi­
tiempo de llegada se convierte ahora en un punto de salida: los resultados de
tular los datos anteriores de la demostración por la Escritura que nos legaron los
aquellos pasan a ser ahora cuestiones. Los Capadocios podían ser más rigurosos o
Padres griegos. El dirá que lo ha hecho, «fija la mirada de mi atención en esta re­
; i gla de fe»101• En los cuatro primeros libros de su obra escribe como un heredero: más hábiles que Agustín en su manera de utilizar las categorías; no tenían miedo
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su discurso reproduce la marcha de sus predecesores y se somete a sus normas, la de dar unos complementos racionales a la prueba de la fe. Pero precisamente para
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regla de fe y las Escrituras. Pero lo hace en su propio tiempo, recibiendo el len­ ellos esto no pasaba de ser «complemento». Al contrario, en Agustín se trata de
1
guaje del dogma trinitario establecido por los primeros concilios. Su discurso, una empresa francamente nueva que toma el relevo de la anterior y pasa a ser el
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muy fiel a la exégesis dogmática de los Padres griegos, se mueve en un clima objeto privilegiado de su preocupación. Por este título se verá en él legítimamen­
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1¡¡ nuevo. Su argumentación a partir de las «autoridades» bíblicas y tradicionales ya te al primer actor del paso de las autoridades (auctoritates) a las razones (ratio­
nes).
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97. AGUSTÍN, La Trinidad J, 1, 1: BA 15, 87; OA V, 127
1 98. /bid.1,1,3: BA 15, 93­95: OA V, 131­133 102. Cf. r.i. 241­244.
99. /bid. 1,2,4: BA 15, 95: OA V, 133 103. Cf. t. I, 253­255.
100. /bid. 104. AousríN, La TrinidadV,9,10: EA 15,449; OA Y. 413; cf. igualmente VII,4,9: BA 15, 535­
i _I 101. /bid. XV,228,51: BA 16, 565; OA V, 941 537; OA V. 48ls
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52 LA PALABRA DE LA SALVACIÓN APOLOGÍA DE LA FE y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁ neo 53

La segunda pista racional que siguió Agustín (libros VIII­XV) abordará el 1. EL CONCEPTO DE DOGMA
misterio trinitario a partir de sus analogías y de sus imágenes en la creación y en
el alma humana. No se trata ya, como se ha dicho, de una investigación filosófica INDICACIONES BIBLIOGRÁFICAS: A. DENEFFE, Dogma, Wort und Begriff, en
que siga a un proceso teológico, sino de la prosecución de la misma empresa de Scholastik 6 (1931) 381­400 y 505­538.­ P. A. LIÉGÉ, art. «Dogme», en Catholi­
«investigación» según un nuevo tipo de inteligibilidad que pone en obra la apor­ cisme IIl (1952)951­952.­ M. ELZE, Der Begriff des Dogmas in der Alten Kirche,
tación de la antropología. Glosando una frase de P. Ricoeur, podríamos decir que en ZThK 61 (1964)421­438.­ W. KASPER, Dogma y palabra de Dios, Razón y Fe
Agustín nos muestra cómo «el misterio da que pensar». Podría decirle a Dios en / Mensajero, Madrid/ Bilbao 1968­ H.­J. SIEBEN, Der Traditionsbegriff des Vin­
zent von Lerin, en Konzilsidee der A/ten Kirche, o. c., 153­156.­ U. WICKERT, art.
su oración final: «Anhelé ver con mi inteligencia lo que creía mi fe»!",
«Dogma l. Historisch», en TRE 9 (1982) 26­34.­J.­P. WEISS, art. «Vincent de Lé­
rins», en DSp XVI (1993) 822­832.
El juicio de santo Tomás sobre Agustín
El origen de la palabra dogma está en el verbo griego dokein, que significa
Santo Tomás, con la lucidez que lo caracteriza, situará exactamente el papel parecerle a uno, opinar, creer conveniente. El substantivo dogma, expresa por
de Agustín en la evolución del discurso teológico cristiano y de su metodología tanto una opinión en el sentido técnico de la palabra (la opinión del médico, del
entre los Padres y la Edad Media: físico), o una doctrina (filosófica o de otro tipo). En la época patrística el término
Hay dos manerasde tratar de la Trinidad, como dice Agustín en su primerli­ es muy usado en las escuelas filosóficas para designar los puntos clave de la doc­
bro sobreLa Trinidad, a saber por autoridades y por razonamientos. Agustínadop­ trina de una escuela ihairésis), en cuanto que son normativos para la adhesión al
tó estasdos maneras,comoél mismo dice. En efecto, algunosde los santosPadres, sistema'?'. El término evolucionó también en el vocabulario jurídico, para expre­
por ejemploAmbrosioe Hilario, se dedicaronsolamente a una de ellas,la que pro­ sar una decisión, un decreto o una norma.
cede por autoridades.Boecio, por el contrario, escogió dedicarse a la segundama­ En los Setenta y en el Nuevo Testamento el término dogma significa entonces
nera, la que procede por razonamientos, presuponiendo lo que los demás habían un decreto o una prescripción legal: por ejemplo, las disposiciones de la ley judía
obtenidopor autoridades'"'.
(Col 2,14; Ef2,15), el «edicto» de César Augusto (Le 2,1), los edictos del empe­
Agustín se situó en una encrucijada: antes de él los Padres hablaban sobre to­ rador (Hch 17,7), las «decisiones» del concilio de Jerusalén: Pablo y Silas se en­
do por autoridades, es decir sobre la base de una argumentación bíblica y tradi­ cargan de transmitir los dogmata que habían tomado los apóstoles y los presbíte­
cional, como hemos comprobado. Después de él, Boecio'" inaugurará un método ros «en el Espíritu Santo» (Hch 16,4). Este empleo es el que seguramente
puramente racional y especulativo, abriendo así el camino que recorrerá luego la anticipó el sentido futuro de las decisiones dogmáticas de la Iglesia.
escolástica. Este nuevo terreno de reflexión teológica habría de tener un gran En los primeros Padres no es frecuente el empleo de esta palabra; en ellos sig­
porvenir y tendrá sus repercusiones en la futura formación del dogma. Agustín nifica decreto'", precepto:", enseñanza'", con frecuencia una instrucción moral
une los dos métodos, sabiendo que el segundo no puede construirse más que so­ de Cristo. Igualmente, para el cristianismo que se considera como la «verdadera
bre el fundamento bien reconocido del primero. El cuestionamiento ad intra está filosofía», los dogmata son los puntos fundamentales de la doctrina de la fe y de
por tanto ampliamente motivado por un cuestionamiento ad extra, que viene de la la práctica cristiana, y todo lo que es objeto de precepto112•
razón cultural y se impone al teólogo mismo que comulga con esta cultura. En el siglo IV el término se especializa en dos direcciones. En Eusebio de Ce­
sarea designa las «decisiones sinodales tomadas a propósito del bautismo de los
herejes»!", Por otra parte, se reserva para la doctrina de la fe, a diferencia de la
111. LA AUTORIDAD DOGMÁTICA DE LOS CONCILIOS doctrina moral; así es como la entienden los dos Cirilos, de Jerusalén y de Ale­
jandría, y Gregorio de Nisa114. Pero según esta visión, se distingue entre los «ver­
Hemos de volver sobre la aparición de la institución del concilio ecuménico,
destinada a jugar en adelante un papel primordial en la regulación de la fe. Con­
viene igualmente puntualizar los primeros usos del término dogma, que habría de 108. Cf. A. J. L'idéal religieux des grecs et l'Évangile, Lecoffre, Paris 1932, 221.
FESTUGIERE,
alcanzar la fortuna que todos conocemos, debido a una atención cada vez más 109. Cf. CLEMENTE DE ROMA, A los Corintios 27,5' PApost 203. Es el verbo el que se emplea.
110. Didache 11,3: PApost 89.
centrada en la dimensión normativa de la fe.
111. IGNACIO DE ANTIOQUIA, Magnesios 13,1; Epístola de BERNABÉ 1,6; 9,7; 10,1.9: PApost 466,
¡i ¡,
772, 790, 792.
i I• 'I,
112. Cf. JUSTINO, 1 a Apología 44, I; T ACIANO, Discurso a los griegos 27, 1; A TENÁGORAS, Súplica
i ¡,'i II a propósito de los cristianos 3,11,1; A Diogneto 5,3: PApost 229.610.661; CLEMENTE DE ALEJANDRIA,
·, 1¡·:
Stromata 7,16, 104, 1; ORÍGENES, Contra Celso 1, 7; 2,24; 3,39; 3,76; 5,22; EUSEBIO DE CESAREA, HE
!f 1,3,12; 4.4. Cf. W. KASPER, Dogma y palabra de Dios, o. c., 35 ..

Li
105. /bid. XV,28,51: BA 16, 565: OA V, 941 113. W. KASPER, lb., remitiendo a EUSEBIO, HE VII, 5,5.

.i
:l
106. TOMÁS DE AQUINO, Exposición sobre el De Tri ni tate de Boecio, Prólogo 9: Opuse. Theol., 114. !bid., remitiendo a C!RILO DE JERUSALÉN, Catequesis bautismales 4, 1: PF ( 1993) 64; ed.
1
Marietti 1954, t. 2, 314, cast. de J, C. ELORRIAGA, DDB, Bilbao 1991, 98; CIR!LO DE ALEJANDRIA, Comentario sobre Juan
107. Cf. t. 1, 244­246. 21,25: PG. 74,756.
a:¡au.
­ 111.fi/
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!¡! ,! 54 LA PALABRA DE LA SALVACIÓN APOLOGÍA DE LA FE Y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁTICO 55

daderos dogmas», es decir, las posiciones doctrinales cristianas, y los «falos dog­ en este punto a Agustín. Sin embargo, pone las condiciones de un progreso au­
mas», es decir las doctrinas heréticas, como lo hacía ya Ireneo. Este uso es tam­ téntico del dogma; la sabiduría y la inteligencia cristianas deben «crecer según su
bién el de los concilios, que utilizan la palabra dogma, no para designar sus defi­ género propio, es decir, en el mismo sentido, según el mismo dogma y el mismo
niciones, sino siempre en el sentido de «doctrinas», verdaderas o falsas. pensamiento»124. Los «dogmas cristianos» son para él los «dogmas de la filosofía
Calcedonia intenta de este modo elevarse contra los dogmata del error!". celestial»125: lo que pertenece a la profesión de fe católica es un «dogma divi­
1 1
Basilio de Cesarea, en un pasaje célebre del tratado Sobre el Espíritu Santo no»126. Vicente se acerca entonces al sentido moderno de la palabra dogma con la
11
establece una oposición original entre las proclamaciones (kerygmata) y las doc­ connotación de obligación que tiene. Pero su libro no tuvo ninguna importancia
1, trinas (dogmata): las primeras vienen de la enseñanza escrita y las segundas de la en la Edad Media. Descubierto en el siglo XVI, ejerció entonces una influencia
tradición secreta. Piensa que «tienen la misma fuerza respecto a la religión»!", preponderante en las controversias sobre la tradición entre católicos y protestan­
11
expresión que recogerán Trento y el Vaticano Il117• Pero el contexto y el uso del tes.
1
'; 11 vocabulario son muy diferentes. Basilio sitúa entre las «proclamaciones» lo que Por su parte, el marsellés Gennadio (t por el año 492) pone como título de un
nosotros llamaríamos hoy más bien dogmas; y llama dogmata a lo que es objeto resumen de las grandes afirmaciones de la fe el de Libro de los dogmas eclesiás­
de una trasmisión secreta según el principio del arcano, concretamente lo que se ticos'", Su preocupación por subrayar la normatividad de las afirmaciones o de
refiere a las prácticas litúrgicas. Subraya la solidaridad que une los dos terrenos. las tesis que expresa es evidente, ya que de vez en cuando emplea la fórmula del
Porque las proclamaciones son también a su manera dogmata'", Por eso habla del anatema. Esta obra atribuida por mucho tiempo a Agustín o a Isidoro de Sevilla,
«dogma de la monarquía divina», es decir de la doctrina de la unidad trinitaria, o será muy respetada en la Edad Media.
de los «dogmata de la teología», del «dogma de la religión»!". Por consiguiente, dejando aparte las orientaciones tardías de Vicente de Lé­
En Occidente, el término de dogma está ausente en las obras de Tertuliano, rins y de Gennadio, el término de dogma no pertenece realmente en la época pa­
Cipriano, Ambrosio, Agustín, León y Gregario Magno!". Pero ocupa un lugar trística al vocabulario de la regulación de la fe. Tiene el sentido de doctrina y no
importante en el Commonitorium de Vicente de Lerins (t antes del año 450), que todavía el sentido moderno de dogma. Lo que hoy llamamos dogma ellos lo de­
emplea generosamente esta palabra con el deseo de buscar criterios que permitan signaban como fe, confesión deje, o también como kerigma.
discernir la verdad del error. Su primer criterio se ha hecho célebre:
Incluso en la Iglesia católica hay que vigilar con el mayor cuidado en tener por
verdadero lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos (quod ubique, 2. Los CONCILIOS ECUMÉNICOS
quod semper, quod ab omnibus creditum est). Porque no es verdaderamente católi­
co, en el sentido fuerte de la palabra, más que el que capta el carácter universal de INDICACIONES BIBLIOGRÁFICAS: Col. Le concile et les conciles. Contribution a
todo121. l'histoire de la vie conciliaire de l'Église, Cerf, Chevetogne/Paris 1960.­ W. DE
VRIES, Orient et Occident. Les structures ecclésiales vues dans l 'histoire des sept
Vicente, pues, retiene y absolutiza en cierto modo el criterio de la ecumenici­ premiers concites oecuméniques, Cerf, Paris 1974.­ Y. CONGAR, Pour une histoire
dad en el espacio y en el tiempo: la antigüedad y el acuerdo unánime presente, a sémantique du terme "magisterium" y Bref historique desformes du "magistére"
los que concede un valor normativom,. Su proverbio se inspira en el dossier pa­ et de ses relations avec les docteurs, en RSPT 60 ( 1976) 85­98 y 99­112.­ H. J.
trístico constituido por el concilio de Efeso, que había reunido testimonios llega­ SIEBEN, Die Konrilsidee der a/ten Kirche, F. Schoningh, Paderborn 1979.
dos de todas las regiones (ubique) y de épocas diferentes (semper), cuyo número El concilio ecuménico es una institución nueva que se inauguró en el siglo IV
(omnes) expresaba una unanimidad'", Vicente se opone a toda novedad y critica con la reunión del concilio de Nicea (325), dado que las condiciones políticas lo
hacían entonces posible, mientras que los problemas de fe se consideraban tan
graves que exigían una resolución solemne por parte de toda la Iglesia. Pero esta
115. COD II, 1, p.192; DzS 300.­ Pero más tarde la segunda carta de Cirilo a Nestorio (Carta 4 novedad no debe hacernos olvidar, como se ha visto'", la tradición casi bisecular
del corpus ciriliano) se llamará «carta dogmática», por el hecho de que había sido aclamada en Éfeso. de los concilios locales y provinciales.
116. BASILIO DE CESAREA, Sobre el Espíritu Santo XXVII,66: se 17 bis, 479­481.
117. Cf. infra, 115­116 y 421­422.
118. Cf. B. BRUCHE, intr. a SC 17 bis, 141­142.
119. BASILIO DE CESAREA, Sobre el Espíritu Santo XVIIl,47; XX,51; XXX,77.
120. W. KASPER, o. c., 37.
121. VICENTE DE LERINS, Commonitorium 2,5: CCSL 64, p. 149; trad,. M. MESLIN. Soleil Levant,
Namur 1959, 39. 124. VICENTE DE LERINS, Commonitorium 23,3: CCSL 64, p.177­178; trad. M. MESLIN, p. 102.
122. La verificación concreta de este criterio sobre un punto determinado puede plantear difíciles El término «dogma» se encuentra en el título del capítulo.
problemas. La unanimidad histórica no siempre puede verificarse. No se puede hablar muchas veces 125. /bid. 23, 13: CCSL 64, p. I78; trad , p. I05.
más que de una unanimidad moral. También en un sentido relativo es como se hablará de «consenso 126. lbid, 22,16: CCSL 64, p.177; trad., p. IOI.
unánime de los Padres» sobre un dato de fe. 1?.7. GENNADIO, Libro de los dogmas eclesiásticos, PL 58, 979­1000.
123. Cf. J.­P. WEISS, art. «Vincent de Lérins», en DSp 16,828. 128. Cf. supra, 39­40.
1

1.1 1 1. ¡ 11
11 .
I¡ ·· ;I 56 LA PALABRA DE LA SALVACIÓN APOLOGÍA DE LA FE Y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁTICO 57
; ; (1¡¡!

1¡1·1 El procedimiento conciliar ca nueva 132• Por esta «explicación» que es también una traducción, el concilio
'1
zanja el debate sobre el sentido que hay que dar aquí y ahora, en el ambiente cul­
11
,1 Hay tres términos cl:ve que car~~terizan el proceso conciliar, que intenta re­ tural griego, a las grandes afirmaciones bíblicas sobre Dios, Jesucristo y el Espí­
novar lafe, dar una ensenanza y emitir una definición'29• ritu Santo. La toma de conciencia que enseña el concilio se expresa particular­
l. La/e se ~nt_iende de dos ~aneras: en el sentido subjetivo del acto de fe y mente en Calcedonia, en una fórmula cuyo alcance ha subrayado W. Kasper'",
en el sentid~ objetivo del contenido de la fe, ambos indisociables entre sí. Por una siguiendo a E. Schlink. La expresión que introduce la definición de Calcedonia
parte, las primeras definiciones se inscriben en el Símbolo de fe, que comienza ya no es: «Creemos ... », sino: «Todos a una voz enseñamos (ekdidaskomen) que
con el ve~bo: «Creemos ... », y no «~reo ... ». Ese «nosotros» expresa la unanimi­ ha de confesarse ... »134• La confesión (homología) se convierte entonces en ense­
d~? eclesial de la confesión de fe. Esta no es solamente una fe (pístis), sino tam­ ñanza (didaskalía). Con el tiempo este aspecto de las cosas se irá haciendo cada
bien un conse~so en l~ confesión (homología). El concilio es una celebración en vez más dominante).
d,onde la Iglesia reunida pone un acto teologal de fe y vive un nuevo Pentecos­ 3. El tercer término importante es el de definición, introducido en Calcedo­
tes 130• nia: «Definió (horisen) el santo y ecuménico Concilio ... »135• Este término traduce
Est~ acto teolo~~l de fe tiene dos connotaciones complementarias. Por una una toma de conciencia por parte del concilio de su propia autoridad al servicio
parte, tiene la función de aportar_una determinación clarificadora sobre el punto de la regulación de la fe. Definir es zanjar, delimitar, tomar una decisión. La deci­
que entonces se de_b~te. El concho elabora una fórmula o un discurso interpreta­ sión conciliar toma entonces una forma jurídica: es un «decreto», como se dirá
tivo puesto al _ser:ic1~. de la_confesión. Esta redacción se llamará «exposición de frecuentemente a continuación, un acto jurídico en materia de fe, que es en este
la fe», (ekthesis pisteosv o simplemente «fe» (pistis), tomándose con frecuencia caso un acto de jurisprudencia que interpreta los textos fundadores de la Escritura
este ~ermmo como el indicativo de una formulación pronunciada en una fecha de­ y del Símbolo; es un acto de autoridad que vincula a los creyentes, pero con la
term~n.ada. Se hablará así de la pistis de Nicea para designar el Símbolo de este única finalidad de mantenerlos en la obediencia a la fe apostólica. La Iglesia «ha­
concibo. Por otra_ ~arte, )ª confesión de fe tiene un fuerte acento doxológico: es ce» de algún modo la verdad de su fe en un momento dado de su historia. Por
un :icto de_ adoración ª. D10s _Y de obediencia a lo que exigía la fe de siempre. Des­ consiguiente, una definición dogmática nunca basta por sí misma, ya que guarda
pues de Nicea, Atanasio no mvoca ya la autoridad del concilio en cuanto tal sino siempre relación con el texto fundador al que se refiere. Por eso la hermenéutica
que deduce d~ ~lgún modo esta autoridad del hecho de que los Padres han e~pre­ de los textos conciliares es siempre la hermenéutica de una hermenéutica'".
sado I~ ~e, recibida de los apóstoles y de sus predecesores, es decir transmitida por
la tradición:
El anatema
,, L?s Padres, en materia de fe ­escribe­, no dijeron nunca: "Se ha decretado es­ La tradición conciliar hará del anatema la conclusión normal de todo canon
to , sino: "Así cree 1~ Iglesia católica"; y a continuación confesaron lo que creían,
que condena a los herejes. Este término viene de la Escritura. Su sentido etimoló­
a fin de mostrar mamfiestamente que su pensamiento no era nuevo, sino apostóli­
co1,1. gico (ofrenda votiva) se ha desviado para expresar lo que se entrega a la cólera de
Dios y es por consiguiente maldito, destinado al exterminio ­los enemigos de Is­
. Este acto de ,fe ~postólica, solemnemente reformulado, intenta dar gloria a rael según las reglas de la guerra santa­ o a la destrucción ­el botín cogido al
D10s. Ha~ ~t~o termmo que expresa muy bien estos dos aspectos de la ortodoxia: enemigo (Dt 7,1­6; 13,12­17; Lv 27,28­29). El término se encuentra en el Nuevo
el de «rehg1?n» (eusebeia, ?lucho m_ás f~erte que el término «piedad», con que Testamento con el sentido espiritual de maldición (Mt 18, 15­18; 1 Cor 5,3­5),
sw~le traducirse), en oposicion a la «impiedad» (asebeia) de la herejía. La euse­ donde aparecen ciertas fórmulas con anatema:
b_eia es_ la verdadera religión, la autenticidad de la fe «sana» que da fielmente glo­
Pues sea anatema cualquiera ­yo o incluso un ángel del cielo­ que os anuncie
ria a D10s en el pleno respeto a su revelación. un evangelio distinto del que yo os anuncié [ ... ]. Si alguno os anuncia un evangelio
2. El concilio da además una enseñanza, ya que elabora fórmulas nuevas. distinto del que habéis recibido, ¡caiga sobre él el anatema! (Gál 1,8­9). Si alguno
Desarrolla el contenido inicial de la fe y lo actualiza en función de la crisis pre­ no ama al Señor, sea anatema (1 Cor 16,22).
sente y _de la novedad cultural según la cual se plantea el problema. Introduce un
«es decir» entre la palabra de la Escritura y de la tradición y la fórmula dogmáti­ Pablo expresa incluso, de forma paradójica, su deseo de ser anatema, a fin de
poder permitir a sus hermanos de raza obtener la salvación (Rom 9,3). El objeto

129. No es posibl: anali~ aq.uílos procedimientos utilizados en los debates conciliares; señale­
~os s1mple~ente que estos se inspiran fuertemente en los modelos ya existentes en las asambleas po­
líticas de la epoca y que el debate era allí una expresión de la búsqueda de la verdad. 132. Cf. t. 1, 205s.
130. _Recogiendo esta perspectiva antigua, Juan XXIll quería hacer del Vaticano II un «nuevo 133. W. KASPER, o. C., 53.
Pentecostés». 134. COD II­1, p. 199: DzS 301; MI 57.
IOl.131. ATANASIO, Sobre los sínodos 5: PG 26,588; trad. Y. CONGAR, Bref historique .. , art . cit., 135. /bid,p.201;DzS30l;M/57.
136. Cf. B. SESBOÜÉ, Le procés contemporain de Chalcédoine, en RSR 65 (1977) 55­60.
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¡1 \1 58 LA PALABRA DELA SALVACIÓN APOLOGÍA DE LA FE y MÉTODO DEL DISCURSO DOGMÁneo 59


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práctico del anatema era la expulsión de la comunidad, que sancionaba de este La autoridad del obispo de Roma
modo un pecado cometido contra ella. El obispo de Roma sigue ejerciendo su autoridad doctrinal como en el pasado.
El concilio de. El vira (~or el año 300) fue el primero que formuló cánones con Con el tiempo y con la multiplicación de las crisis, es cada vez más consciente de
an~tema, constru1?os segun el modelo de las fórmulas paulinas. Este género lite­ que ejerce una ~~toridad propia en materia doctrin~l140• Pe~o el nacimiento de la
rano se mant,e~dra para los cánones dogmáticos hasta el Vaticano J. En el antiguo institución conc1har plantea un problema nuevo: ¿como articular la autondad del
derecho canoruco, el anat~~a era l~ forma más solemne de la excomunión, que
concilio con la autoridad de la primacía papal?
llev~ba cons1g? ~a separación del miembro que se juzgaba rebelde a lo que la co­ En el momento de Nicea el papa Silvestre se mantuvo muy pasivo. Declinó la
munidad le ex1g1~ ,en nomb:e de la fe. A finales del siglo IX se hará la distinción invitación a dirigirse al concilio «debido a su ancianidad» y su ausencia constitui­
entre la exc?mumo~ q.ue ~nva de la comunión eucarística y el anatema que sepa­ rá un precedente. No tenemos ni siquiera una prueba de que confirmara al conci­
ra de la s.0~1edad cnstiana 37• En su uso dogmático el anatema sigue siendo siem­
lio. En Éfeso, Celestino y sus legados tuvieron un papel más importante, pero no
pre cond1c10_nal. A lo lar~o de la historia se referirá cada vez menos a las perso­
puede hablarse todavía de una confirmación formal de Éfeso por Celestino. En
nas ~ recaern sobre la ~ahdad de una afirmación. Califica solemnemente Jo que es
Calcedonia es mayor la manifestación de la autoridad de León; León tiene con­
considerado. 1,ncompa~1ble con la pertenencia a la fe cristiana. La severidad de es­
ciencia de que tiene autoridad sobre el concilio. Pero, como ha demostrado W. de
ta formulación cont:~buirá ~ ab~olutizar la sentencia afectada de este modo y a
Vries141, ya en Éfeso y más aún en Calcedonia, la concepción de las relaciones en­
ver en ella la exp:es10n pn~1,legiada ?e las _<<definiciones». Pero el sentido que se
tre el concilio y el papa es distinta en Oriente y en Occidente. León piensa que el
da al anatema vana en función de la intención de cada concilio!".
concilio se atuvo a su Tomo a Flaviano, mientras que los Padres de Calcedonia
dicen que juzgaron ortodoxo el documento de León. Igualmente, León confirma­
De la recepción de hecho a la autoridad de derecho
rá Calcedonia con cierta restricción, rechazando su canon 28º. Esta práctica se
Ya hemos,presentad~ !as vicisitudes de la recepción de Nicea y la aparición mantendrá y será considerada a continuación como necesaria para la autoridad de
d~ una teología del concibo, que no existía antes de la primera asamblea ecumé­ un concilio ecuménico.
nica 139. Recorde~os simplemente que el movimiento fue de una autoridad de he­ ¿Qué ocurre por esta época con el uso del término magisterio? Los antiguos
cho a un~ autondad. de derecho,. paso del que Nicea nos ofrece un ejemplo exce­ concilios se guardan bien de utilizarlo a propósito de ellos mismos. Agustín es un
lente. Pnmero se hizo la experiencia ­a través del tiempo y de las dificultades testigo del pensamiento de su época: el magisterio (magisterium) se reserva para
que sab:mos­ de que este c~nc~Iio ~abía renova_do efectivamente y confirmado la Dios y para Cristo, debido a lo que se dice en Mt 23, l O: «Uno solo es vuestro ma­
fe de los ~póstoles, que había s,1do fiel a la Escntura y que era recibido realmente estro, Cristo». Los hombres no tienen más que un ministerio (ministerium). Esta
por este titulo por el mayor numero de Iglesias. En un segundo movimiento se pareja magister­minister es clásica, escribe Y. Congar'". Pero san León habla ya
co~probó .que no podía ser de otro modo, ya que se constataba que en Nicea se de la Iglesia romana como maestra (magistra). Y el Sacramentario leoniano habla
babia re_umdo y expresado toda la Iglesia en la persona de sus obispos. Pues bien, del «magisterio» de los apóstoles Pedro y Pablo por el que es gobernada la Igle­
la I~lesia universal no pued~ errar en la fe. Por tanto, se afirmó que el concilio sia'". Volveremos a encontrarnos con este término en la Edad Media, pero en un
ha?'~ hablado de forma definitiva y se relacionó su autoridad con su carácter ecu­ sentido todavía muy lejos del que reviste en nuestros días.
~emco. Se Ileg? entonces a afifll}ar la autoridad de derecho del concilio ecumé­
nico,_ que estara ya presente en Efeso. Por tanto se pasó de la proposición: «el
c.onc1ho ha renovado la fe de los apóstoles y su decisión reviste por ello una auto­
ndad s~berana», ~ esta otra: «el concilio ecuménico, que representa la fe de toda
la Iglesia, no podía menos de renovar la fe de los apóstoles y tiene por ello una
au_tondad soberana». Las grandes vicisitudes de la recepción de Nicea fueron el
cnso.l .donde s~ ~laboró la toma de conciencia de la autoridad definitiva de un
c.onc1h~ ecumemco. Así es como, en el conflicto entre Cirilo y Nestorio, el conci­
lio fue invocado como una piedra de toque de la comprensión de la encarnación.

140. Cf. Y. CONGAR, Bref historique ... , art. cit., 1102.


137. Cf. A. BRIDE, art. «Anatheme», en Catholicisme 1 (1948) 517. 141. Cf. t. 1, 328­331.
138. Volveremos sobre ello al tratar de concilio de Trento, infra, 125­126. 142. Cf. Y. CoNGAR, Pour une histoire sémantique... , art. cit., 86­87.
139. Cf. t. 1, 239 y Ill, 362 143. Cf. !bid., 88.

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