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Seminario de Ética

Brayan Alexander Martinez Zavala N° de cuenta: 2015-1902-286

Doce hombres en pugna

La película titulada “Doce hombres en punga” tiene como premisa principal,


a doce hombres los cuales forman parte de un jurado y, de ellos dependerá si un
joven acusado de matar a su padre, es condenado a la silla eléctrica o si por el
contrario es absuelto del cargo de asesinato, once hombres inicialmente lo creen
culpable, solo uno duda de que esto sea así, para que pueda emitirse un
veredicto debe existir unanimidad entre los miembros del jurado. En base a esta
en apariencia sencilla premisa, se desenvolverá toda una trama en la cual los
sesgos o ideas iniciales, que se tenían en relación con el acusado, estarán
sujetas a mutaciones todo ello gracias al adecuado uso del lenguaje, puesto que,
se logra ir sembrando de uno, en uno, lo que ellos llamaran “una duda racional”.

Me resulta casi imposible al pensar en este filme, no hacer una asociación o


recordar un dialogo de Platón, esto lo digo porque eran once hombres contra
uno, pero este uno se vale del lenguaje y, a través del uso de la mayéutica y la
retórica empieza a cuestionar a los once hombres, acerca de los supuestos por
los cuales ellos consideraban al joven culpable, en cada uno de estos supuestos
hizo notar las posibles contradicciones o imposibilidad de verdad que estos
poseían, es gracias al poder de la palabra que puede persuadir a los once
miembros del jurado, que los supuestos de los cuales parten son cuanto menos
dudosos, y que para condenar a un ser humano a la pena de muerte no puede
existir ningún tipo de duda, esto por el valor intrínseco de la vida en sí misma.
Esta idea de unanimidad para llegar a un veredicto, recuerda a la idea de Rawls,
acerca de la elección de principios de justicia, donde el hecho de que exista
unanimidad es un papel fundamental.

Más allá de reforzar lo que hace mucho tiempo tengo claro “la evidente
importancia del lenguaje”, como instrumento que configura y expresa la realidad,
por alguna razón esta película me remite a algo más, y es quizás a ese espíritu
cartesiano y porque no decirlo la esencia de la filosofía misma, a no dar nada por
supuesto, a dudar de todo aquello que se nos presenta, porque aun y cuando
crea que algo se me presenta claro y distinto, existe la posibilidad de que esto
solo sea una ilusión. Así como los once miembros del jurado, creían estar
seguros de la culpabilidad del acusado, y que resultaron dándose cuenta de su
error, así estoy seguro de que hay mucho en vida que al ser sometido a juicio,
caería en cuenta de mi error. Es por ello que seré atento al momento de oír lo
que los otros tengan que decir, pues las palabras tengan que decir tanto como
el auto examinarse, pueden ser fuentes de verdad.

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