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SOCIEDAD Y POLÍTICA EN COLOMBIA.

La experiencia del Frente Nacional


Jaime Rafael Nieto
Miguel Angel Beltrán V.*

El Frente Nacional, es el resultado de un acuerdo político global entre los dos

partidos tradicionales en Colombia, el liberal y el conservador, luego del

prolongado período de inestabilidad institucional y política asociada a la situación

de violencia partidista y excepcionalidad militar en la dirección del Estado,

durante los años cincuenta. Por el carácter transaccional entre partidos que le

dio origen y por el propósito que lo define, en términos de lograr la estabilidad del

sistema político, puede caracterizársele como un régimen consociacionalista1, en

todo caso, no el único en la experiencia histórico-político colombiana. Su

contenido básico como régimen de coalición bipartidista, consistió en el usufructo

paritario (bipartidista) de todos los órganos del Estado: del poder ejecutivo,

legislativo y judicial. Desde el punto de vista de la capacidad de inclusión o

apertura política, puede caracterizársele como un régimen de democracia

restringida, ya que limitaba el acceso real o posible a las posiciones del Estado

única y excluyentemente al personal político proveniente del bipartidismo 2 .

Partidos o movimientos políticos diferentes a la inscripción liberal o

conservadora e incluso a fracciones de los dos partidos que no comulgan con la

política del Frente Nacional quedaban de antemano por fuera de la escena política

* Profesores adscritos al Departamento de Sociología, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia.


1 Jonathan Hartlyn. La Política del Régimen de Coalición.. Bogotá: Uniandes-TM, 1993.
2 Cabe advertir que sobre el carácter restringido o no del régimen del Frente Nacional siempre hubo

dos perspectivas teóricas encontradas, por un lado, entre quienes, como Daniel Pecáut (Crónica de Dos Décadas
de Política en Colombia), el Frente Nacional aparecía como régimen democrático y civilista si se le compara
con el espectro político de regímenes autoritarios en cabeza de las dictaduras militares que imperaron en casi
toda América Latina durante las décadas sesenta, setenta y parte de los ochenta; y, por otro lado, entre quienes,
como Eduardo Pizarro L. ("Democracia Restringida y Desinstitucionalización Política". En: Pedro Medellín Torres,
La Reforma del estado en América Latina,. Bogotá: Fescol) y Francisco Leal Buitrago (Estado y Política en
Colombia, Bogotá: Siglo XXI. Bogotá, 1984), aparecía como un régimen excluyente, que bloquea la participación
política a otros movimientos o partidos políticos diferentes al bipartidismo. Hoy es claro que ambas posiciones se
han moderado, para dar lugar a una posición de "centro", en donde si bien, para los primeros, el Frente
Nacional conserva una estructura institucional de carácter liberal y democrático, se reconocen aspectos y
2

institucional y de la posibilidad de realizar acciones políticas legales para acceder

al ejercicio del poder.

En estas líneas nos proponemos por una parte, examinar los factores históricos y

políticos que condujeron a la implantación del Frente Nacional y, por otra, dar

cuenta, de manera breve, de algunos de los efectos más importantes del régimen

de coalición bipartidista sobre la triple relación Estado-Bipartidismo-Sociedad en

vías a aportar elementos para la comprensión de la crisis contemporánea de

Colombia y las posibles alternativas frente a ella desde el campo de la política.

Cabe anotar que cuando hablamos de crisis del régimen de coalición bipartidista,

no estamos preestableciendo el colapsamiento seguro ni mucho menos inminente

del propio sistema político. Así como la perdurabilidad por tanto tiempo del

sistema bipartidista no es una señal per se de fortaleza, tampoco consideramos

que la crisis sea una manifestación del colapsamiento inevitable y a corto plazo

del sistema. Por el contrario, el análisis pretende mostrar, de paso, cuáles son los

alcances y formas de una y otra característica (perdurabilidad y crisis) del

sistema bipartidista en Colombia, en los marcos del Frente Nacional.

LOS PACTOS DE BENIDORM, MARZO Y SITGES

La fórmula de una salida bipartidista a la crisis generada por el gobierno militar de

Rojas Pinilla (1953-57) tuvo sus antecedentes en la propuesta presentada por el

expresidente Alfonso López Pumarejo al directorio liberal de Antioquia, en carta

fechada 2 de marzo de l956, donde planteó el establecimiento de un gabinete de

expresiones autoritarias y excluyentes, para los segundos, cabría hablar, más que de un régimen realmente
3

coalición con representación proporcional de los dos partidos y la posiblidad de que

el partido liberal apoyara a un candidato conservador, para suceder en la

presidencia al general Rojas. Esta reforma sería expedida por una Asamblea

constituyente conformada por representantes de los partidos políticos tradicionales,

liberal y conservador3.

Un paso adelante en este proceso de aproximación de las dos colectividades, fueron

las conversaciones entre el jefe del laureanismo (Laureano Gómez) y el director del

partido liberal (Alberto Lleras Camargo), de las cuales salió un acuerdo político

conocido como "Pacto de Benidorm", firmado el 24 de julio de 1956, donde se

precisaron los puntos para un retorno al gobierno civil y se sentaron las bases para

el futuro Frente Nacional. Los dos jefes políticos se muestran cautos, pero decididos

en la adopción de fórmulas que garanticen el ejercicio del poder entre los dos

partidos y hablan de la necesidad de "una sucesión de gobiernos de coalición

amplia de los dos partidos, hasta tanto [...]el régimen civil este libre de riesgos”4.

Con el acuerdo de Benidorm, se inicia en el país una doble rehabilitación pólítica:

por una parte se pretende la recuperación del prestigio de las Fuerzas Armadas,

cuya legitimidad empezaba a ser seriamente cuestionada por amplios sectores de

opinión; y, por otra, la rehabilitación política del jefe conservador Laureano Gómez,

cuyo gobierno en su momento había estimulado una dura represión contra las

fuerzas opositoras, y que ahora se le presentaba como un abanderado de la idea

democrática. De esta forma Laureano Gómez asume la representación "auténtica y

restringido, de un régimen al que se percibía como excluyente.


3 “Carta del Doctor Alfonso López sobre la reforma Constitucional”, Bogotá, marzo 2 de 1956 en ¿Por

qué y cómo se forjó el Frente Nacional?. Bogotá: Imprenta Nacional, julio 20 de 1959.
4 Ibid., p. 14.
4

genuina" del partido conservador , excluyendo el otro sector en que se hallaba

escindido el partido conservador: el Ospinismo.

Con las pretensiones del general Rojas de perpetuarse en el poder, las

contradicciones entre el régimen militar y los partidos políticos tradicionales,

fueron agudizándose aún más 5 . Esta situación crea las condiciones favorables

para un proceso reorganizativo de las direcciones partidistas y un estrecho

acercamiento de las dos colectividades, enfrentadas en la década anterior pero

aglutinadas ahora en torno a un objetivo común: combatir la dictadura militar.

Después de su renuncia a participar en la Asamblea Nacional Constituyente

(ANAC), convocada por Rojas Pinilla, Ospina Pérez formaliza un compromiso de

oposición con la Dirección Nacional Liberal que se materializa en el "Pacto de Marzo"

(20 de marzo de 1957), donde los firmantes6 declaran su abierta oposición a los

deseos de Rojas de continuar en el poder y se plantea la coalición de las dos

colectividades tradicionales como única salida a la crisis. Dicho pacto, convertido en

plataforma política del ahora llamado "Frente Civil", logra su consolidación con la

candidatura conservadora de Guillermo León Valencia, tan pronto avalada por los

dirigentes liberales como descalificada por La Comisión Nacional de Acción

Conservadora (CONACCION) que, bajo las directrices de Laureano Gómez, impugna

5 Las pretensiones del general de perpetuarse en el poder, se hacen cada vez más claras en sus

discursos y acciones políticas: el 28 de enero de 1957, el general Gabriel París, Ministro de Guerra, anuncia que,
Rojas continuará en la presidencia hasta 1962" Para legitimar esta decisión, el general Rojas convoca para el 30
de abril del mismo año, a una nueva Asamblea Nacional Constituyente, constituida por liberales y
conservadores afectos al régimen y presidida por su exministro Lucio Pabón Nuñez, uno de sus más cercanos
colaboradores. Cfr. Alvaro Tirado Mejía: "Rojas Pinilla del golpe de opinión al exilio" en Nueva Historia de Colombia,
Bogotá: Planeta, 1988, tomo II, pág.105.
6 Este documento está firmado por la Dirección Nacional Liberal en cabeza de Alberto Lleras Camargo,

Eduardo Santos, Darío Echandía y Carlos Lleras Restrepo y por el Directorio Nacional Conservador con Guillermo
León Valencia, Juan Uribe Cualla, Francisco de Paula Pérez y Alfredo Vásquez Carrizosa, entre otros.
5

las pretensiones de liderazgo de quienes "a última horan se sumaban a la

oposición".

Pero mientras las cúpulas partidistas discuten los mecanismos que garantizarían

el ejercicio del poder entre las dos colectividades tradicionales, una vez derrocado el

régimen militar, otro proyecto -alimentado por las luchas de resistencia

campesina- se abre paso en el país como alternativa surgida del polo popular. Al

frente de este proyecto se colocaba Guadalupe Salcedo Unda, uno de los más

prestigiosos líderes de la resistencia campesina en los Llanos Orientales de

principios de los años cincuentas, quien en un documento firmado con antiguos

compañeros de lucha expresa "la necesidad de una inmediata coordinación de los

sectores democráticos del país y principalmente de los comandos alzados en armas

y la posibilidad de acuerdo para la acción conjunta de la unificación de todas las

fuerzas vivas del país, y la recuperación republicana de Colombia"7.

Los esfuerzos en este sentido, pronto se ven ahogados con el asesinato en un

céntrico lugar de la capital, del exguerrillero liberal del Llano. Pocas semanas atrás,

el gobierno de Rojas Pinilla había sido sustituido por una Junta Militar de Gobierno

conformada por cinco generales y presentada por los ideólogos del Frente Nacional

como un gobierno de transición de la "dictadura" a la "democracia", en el que

debían crearse las condiciones para un retorno a las instituciones republicanas.

La concreción del proceso político conducente al Frente Nacional se plasma en el

"Pacto de Sitges", donde un año después de la declaración de Benidorm, el 20 de

7 Alfredo Molano, Amnistía y Violencia, Bogotá: CINEP, l978, p.42


6

julio de 1957, se fija con precisión los lineamientos del acuerdo frentenacionalista.

El documento, firmado por los expresidentes Alberto Lleras Camargo y Laureano

Gómez, sustentaba en esencia la necesidad de una reforma constitucional que

estableciera por vía plebiscitaria la distribución paritaria de los cargos

administrativos por el término de tres períodos de gobierno. Esta fórmula era

presentada por sus gestores como una solución al problema de la violencia

partidista que venía estremeciendo al país desde la década anterior y como tal

explotaba un sentimiento muy anhelado por las mayorías nacionales, al mismo

tiempo el acuerdo pretendía rescatar el prestigio de las Fuerzas Armadas deshecho

por las acciones de los mandos castrenses en la violencia oficial.

EL PLEBISCITO DE 1957

Retomando la propuesta expresada en el Pacto de Sitges, la Junta Militar fija para

el 1 de diciembre la convocatoria a un Plebiscito Nacional, con el objetivo de

someter a consulta popular la reforma constitucional que habría de consagrar las

instituciones frentenacionalistas. Uno de los principales obstáculos para la

realización del plebiscito lo constituyó la división del partido conservador entre

Laureanistas y Ospinistas. Circunstancia ésta que anunciaba ya una situación que

habría de caracterizar el Frente Nacional: el desplazamiento de los conflictos

partidistas hacia conflictos entre fracciones partidistas. Frente a estos hechos el

partido liberal, a través de su director, optó por mantener una actitud de

neutralidad, aunque a su interior algunas corrientes, como el grupo liberal de "La

Calle" expresaban su inconformidad frente a los manejos políticos del Laureanismo.


7

A mediados de noviembre, y ya de regreso al país, Laureano Gómez, exigía a la

Junta Militar el aplazamiento del debate plebiscitario y manifestaba su rechazo

explícito a la candidatura de Guillermo León Valencia, en la que veía un acuerdo

entre la dirección liberal y un grupo del conservatismo, con exclusión de los demás

sectores. Al mismo tiempo, argumentaba para el aplazamiento del plebiscito un

recrudecimiento de la violencia liberal contra los conservadores8.

Cuando los acuerdos amenazaban con romperse, una conspiración atribuída al

Rojismo, denunciada por La Junta Militar, y sobre la cual informaron los periódicos

del l8 de noviembre precipitó la solución. Bajo la presión de los acontecimientos, la

Junta convocó a una Conferencia en el Palacio de San Carlos, donde se reiteró la

necesidad de mantener el plebiscito para la fecha fijada, se acogió la fórmula del

expresidente López Pumarejo, según la cual la candidatura debería ser sometida a

consideración de los congresistas de los dos partidos y se acordaron fechas para la

realizacion de las elecciones de 1958. En estas condiciones el Pacto de San Carlos,

como se le llamó, celebrado el 22 de noviembre daba vía libre a la realización del

plebiscito.

El texto de la consulta plebiscitaria, establecía en su artículo segundo, la paridad de

los partidos, liberal y conservador, en las corporaciones públicas hasta el año de

1968 inclusive. Esta norma que posteriormente se hizo extensiva hasta el año de

1974 (inclusive) 9 , suspendía la representación proporcional de los partidos -que

hasta el momento había caracterizado el régimen electoral colombiano- y

8 La Calle, Bogotá: noviembre 15 de 1997.


9 El artículo 6 del acto legislativo número 1 de 1959, establece que: "El artículo 2 de la reforma
constitucional aprobada por el plebiscito del primero de diciembre de 1957, regirá hasta el año de mil novecientos
setenta y cuatro inclusive".
8

consagraba por un lapso de 16 años el sistema paritario. Además, introducía por el

mismo período de tiempo, el mecanismo del cuociente electoral, con el claro objetivo

de hacer frente a las divisiones internas de los partidos tradicionales.

La reforma plebiscitaria de 1957 supuso, también, un cambio en el principio

vigente de la mayoría absoluta por el de las dos terceras partes y aunque esta

norma aparecía como una fórmula para propiciar la intervención de los dos partidos

en la toma de decisiones de las corporaciones públicas, en la práctica misma del

Frente Nacional habría de conducir a serios problemas en el desarrollo de las

labores legislativas. Otras reformas aprobadas en la consulta plebiscitaria

consagraban: la igualdad política de la mujer y el derecho a voto; la obligación de

invertir no menos del 10% del presupuesto general de gastos en la educación

pública; el establecimiento de la carrera administrativa para los empleados

públicos; así como, la facultad de los presidentes, gobernadores, alcades y otros

funcionarios para nombrar y remover empleados administrativos.

Gracias a la capacidad de manejo de los partidos tradicionales y la presentación del

acuerdo como garantía de la paz, el plebiscito contó con un significativo respaldo,

ya que cerca de un 95% de los sufragantes se manifestaron en favor del pacto

bipartidista.

EL CANDIDATO PRESIDENCIAL DE LA COALICIÓN

Una vez votado el plebiscito y definidas las bases del acuerdo bipartidista, el

problema a resolver era la selección del candidato presidencial que representaría al

Frente Nacional en las elecciones del 4 de mayo. En el pacto de San Carlos los dos
9

partidos tradicionales habían expresado su acuerdo en torno a la candidatura

ospinista de Guillermo León Valencia, condicionándola a su ratificación por el

Congreso de la República que se eligiría el 16 de marzo de 1958.

Los resultados electorales de marzo imprimieron, sin embargo, una dinámica nueva

al proceso político que se venía desarrollando: el partido liberal obtuvo el 57.6% de

la votación, superando por un significativo margen de más de 500.000 votos al

partido conservador que se había presentado dividido en tres fracciones: el

ospinismo, el leyvismo y el laureanismo. Esta última fracción, adversa a la

candidatura de Valencia, duplicó en votos a las dos primeras, quedando en sus

manos y en las del partido Liberal, la definición del nuevo candidato presidencial.

La propuesta inicial vino de Laureano Gómez, quien en carta dirigida a Alberto

Lleras, con fecha 30 de marzo de 1958, puso a su consideración una lista de 80

conservadores presidenciables 10 , a la vez que sugería la posibilidad de que el

gobierno de coalición lo encabezara el mismo Lleras, con la condición de que fuera

aprobado un acuerdo que garantizara la próxima presidencia a un conservador. La

propuesta no prosperó no solo por la respuesta evasiva del partido liberal, sino

también por el rechazo que tuvo por parte de un importante sector de dirigentes

conservadores.

Ante estos hechos, la comisión de delegatarios de la convención liberal para

contribuir a la solución del problema de la candidatura presidencial, propuso como

10 La lista estaba conformada por los congresistas elegidos por el conservatismo doctrinario en el
debate electoral de marzo (con la excepción de su hijo Alvaro Gómez ). Y agregaba una lista de conservadores
no pertenecientes al Congreso: Joaquín Campo Serrano, Guillermo Amaya Ramírez, Guillermo Salamanca, Juan
Uribe Holguín, Hernando Gómez Tano, Miguel Moreno jaramillo, Ramón Emiliani Vélez, Próspero Carbonel,
10

candidato del Frente Nacional a Fernando Isaza, -un personaje desconocido en el

campo de la política- planteando que en caso de que esta fuera rechazada, el

partido liberal estaría dispuesto, a acogerse a la propuesta de Laureano Gómez,

esto es, que el primer presidente de la coalición fuese un liberal (concretamente

Lleras Camargo); en contraprestación adquiría el compromiso de votar, para el

segundo período presidencial, por un ciudadano de filiación conservadora.

El sector industrial agrupado en la Asociación Nacional de Industriales (ANDI), que

venía ofreciendo un apoyo cada vez más abierto a la política del Frente Nacional,

entra a mediar en favor de una pronta solución al problema de la candidatura

presidencial. A principios de abril de 1958, una comisión designada por la ANDI, se

entrevista con los dirigentes políticos con el objeto de plantearles sus puntos de

vista sobre el proceso de selección del candidato presidencial.

Poco después, un grupo de Industriales de Medellín, inscribe ante la Alcaldía de

esta ciudad, la candidatura de Alberto Lleras Camargo, acción que motiva un

pronunciamiento de respaldo, de más de 500 dirigentes empresariales del Valle,

liderados por Manuel Carvajal, gerente de Carvajal y Cía. De igual forma, otros

gremios económicos, expresan su respaldo a la candidatura de Lleras11.

En estas circunstancias, la propuesta fue aceptada por la Junta Parlamentaria

conservadora, y el 19 de abril de 1958, dirigentes de los dos partidos tradicionales

redactan el texto de reforma constitucional, consagrando por cuatro períodos de

Victor Cock Arango, Rafael Delgado Barreneche.


11 Cfr. Alvaro Echeverri, Elites y Proceso Político en Colombia (1950-1978)., pág 180-183. Bogotá: Fundación

Universitaria Autónoma, 1988.


11

gobierno la alternación en la presidencia de la República. Esta reforma debería ser

aprobada en dos sesiones ordinarias del Congreso por una mayoría calificada de

dos terceras partes.

La creación de esta nueva institución que posibilitó la candidatura liberal de Alberto

Lleras Camargo y su consagración como primer mandatario del Frente Nacional, se

constituyó en punto de conflicto en el interior de las dos colectividades políticas.

Dos días antes de las elecciones, el 2 de mayo de 1958, un grupo de oficiales y

agentes de la Policía Militar, dirigidos por el coronel Hernando Forero, intentaron un

golpe de estado, tomando prisioneros a 4 de los 5 miembros de la Junta. El golpe,

aunque logró frustrarse, fue una advertencia de que las fuerzas que conspiraban

contra el Frente Nacional no estaban completamente controladas. El 4 de mayo se

efectuaron las elecciones y el candidato de la coalición, Alberto Lleras Camargo,

obtuvo cerca de 2.5 millones de votos, convirtiéndose en el primer mandatario del

Frente Nacional.

LA ALTERNACIÓN PRESIDENCIAL

Los artífices de la política del Frente Nacional, entendían muy bien que, en un país

con una fuerte tradición presidencialista, la alternación era una pieza fundamental

para el buen funcionamiento del engranaje frentenacionalista. Dejar la institución

presidencial a los vaivenes de la política, después de asegurar la paridad en las

corporaciones públicas, era súmamente arriesgado para la estabilidad del régimen

bipartidista. Por esa razón había que dar un nuevo apretón de tuercas al sistema y
12

sellarlo herméticamente para que no pudiera infiltrarse en él ningún elemento de

perturbación. Este fue el verdadero sentido de la alternación.

La alternación aparecía, así, como fórmula salvadora para eliminar el espíritu

hegemónico y el sectarismo político que había desangrado al país en las décadas

anteriores pues se planteaba que la elección presidencial con un candidato liberal y

otro conservador, podría revivir el fraude y la violencia, que era lo que,

supuestamente, se pretendía eliminar con la política de compromiso del Frente

Nacional. Contrariamente, con la alternación el presidente no se asumiría como

representante de una colectividad interesado en favorecer a sus copartidarios y

perseguir al adversario sino como candidato de una coalición bipartidista,

cumpliendo una importante labor pedagógica hacia el pueblo colombiano.

Estos argumentos, que calaban hondamente en el sentir de liberales y

conservadores -muchos de los cuales habían padecido los "horrores" de la violencia

partidista y anhelaban la pronta pacificación del país- carecían de una base sólida,

ya que lo que se veía en la política nacional era una creciente fragmentación de los

partidos tradicionales y un desmoronamiento, cada vez mayor, de sus fronteras

ideológicas. En estas circunstancias, la pugna entre los partidos tradicionales se

había desplazado al interior de los mismos adquiriendo, incluso, mayor virulencia e

intensidad. Resulta evidente, entonces, que el pacto de alternación, al establecer la

filiación política del presidente, ofrece a sus artífices mayores garantías para el buen

desarrollo del Frente Nacional. Sin embargo, no resuelve un problema que, a la


13

postre, habría de convertirse en un gran dolor de cabeza para los promotores de la

política frentenacionalista: el de las disidencias partidistas12.

El Frente Nacional desató así, tres procesos directos, diferentes pero articulados,

sobre la política en Colombia. El primero, un proceso creciente de

despartidización o de despolitización bipartidista de la ciudadanía,

tradicionalmente educada, desde el púlpito, la escuela y la familia, en las

inscripciones fanáticas y sectarias de los dos partidos. El segundo, un proceso

de "hiperpartidización" del Estado. Y, por último, un bloqueo a la participación

política, que con el transcurrir mismo del Frente Nacional se fue haciendo cada

vez más crónico. Se trata, como dijimos, de tres procesos estrechamente

relacionados y, así mismo, determinantes en la definición de los niveles, ritmos y

profundidad, de los procesos de articulación entre Estado, Bipartidismo y

Sociedad. Veamos enseguida en qué consistió cada uno de estos procesos y la

manera como han afectado la política en el mediano plazo13.

POLÍTICA SIN CIUDADANOS

La despolítización bipartidista que progresivamente sufrió la ciudadanía durante

el Frente Nacional, es un proceso social y político, cuyas fuentes pueden

encontrarse, tanto en las propias transformaciones de la política que el

12 Dado que liberales y conservadores tenían garantizada constitucionalmente su participación en el

gobierno, el Frente Nacional desplazó el enfrentamiento entre los dos partidos al interior de éstos, dando origen
a diferentes corrientes de oposicón a las fracciones coaligadas y gobernantes. El faccionalismo, bajo el régimen
frentenacionalista, tuvo un efecto contradictorio pues a la vez que “le proporcionó un pequeño grado de
legitimidad al régimen y proveyó canales electorales alternativos, tanto para los partidarios leales y sectarios que
no podían decidirse a votar por el partido opositor, como para otros que se oponían a los gobiernos de coalición
por razones socioeconómicas “ (Jonathan Hartlyn, Op. Cit., pág. 115)
13 Por un esfuerzo de síntesis, nos detendremos en los dos primeros, dejando para otro oportunidad

una ampliación respecto al bloqueo de la participación política inherente al propio carácter del Frente Nacional,
aspecto sobre el que, por lo demás, más ha abundado la literatura política colombiana.
14

bipartidismo empezó a realizar, como en las percepciones y mutaciones de las

masas respecto de ellas.

Veamos resumidamente algunos de estos procesos. En primer lugar, desde los

partidos. Por un lado, es clara la "muerte" progresiva de la política, según la

manera como desde el siglo XIX la ejercieron, vivieron y recrearon en el

imaginario colectivo los dos partidos tradicionales. En otros términos, la

naturaleza consociacionalista del régimen de coalición bipartidista y la

inscripción de los partidos en él, desató el agotamiento agonístico de la lógica

sectaria y fanática de adscripción ciudadana a cada uno de los dos partidos.

Silenciar la lucha violenta y sectaria por el poder de Estado, es decir, expulsar la

violencia de la política y neutralizar la lucha por el poder, y establecer una paz

duradera entre los partidos, fue uno de los cometidos más importantes del

régimen del Frente Nacional. La desradicalización partidista que el propio

régimen de coalición bipartidista imponía, conllevó a una pérdida de importancia

por la diferenciación e identidad programática e ideológica entre los partidos. El

bipartidismo tradicional allana, de esta manera, un proceso irreversible de

unidad política entre las élites, de largo plazo, estratégica, en el que se borrarían

progresivamente las fronteras partidistas que en otras épocas caracterizaron la

identidad de los dos partidos, los cuales fueron, así mismo, motivo de encendidos

y acalorados debates, disputas electorales e incluso violencia y guerras civiles.

La restricción impuesta por el Frente Nacional a la participación política,

correlativamente, imponía una restricción del espectro mismo de la política. Los

viejos nombres, las viejas épocas, las viejas consignas, los viejos símbolos, los
15

viejos temas, los odios heredados, debían sucumbir para dar paso ahora a la

"política sin romanticismo", al interés pragmático y al cálculo racional,

milimétrico, paritario, por acceder a la burocracia del Estado. Democracia

restringida y cohabitación burocrática, se constituyen, de esta forma, en los

nuevos signos de la política, que el bipartidismo tradicional concibe y desarrolla

en los marcos del Frente Nacional.

Cabe advertir, por otra parte, que esta "muerte" de la vieja política no estaba

exenta de los requerimientos mismos del proceso de modernización capitalista de

la sociedad y del nuevo contexto mundial determinado por la llamada "guerra

fría". Tanto el uno como el otro, requerían de un "silenciamiento" de la política,

según la forma como el bipartidismo la había realizado hasta entonces.

Demasiado "ruido" político colocaba persistentemente al sistema social al borde

de su ruptura e ingobernabilidad, ponía en jaque la estabilidad requerida para

desatar e implantar el proceso de desarrollo económico y social y la inversión de

capitales, e impedía la modernización del Estado, acorde con los procesos de

modernización social en curso.

Desde el punto de vista de la práctica política, del que hacer político, de la

manera de hacer política, así como de la manera como operan y funcionan los

partidos, esta nueva dimensión de la política durante el Frente Nacional, produjo

efectos y transformaciones importantes. Algunos rasgos de estas

transformaciones se pueden indicar enseguida.


16

Por un lado, pierden importancia relativa los actores tradicionales de la política,

para ganarla, correlativamente, otros. No se trata de que los partidos hubieran

dejado de ser los actores protagónicos de la política, como en efecto lo siguen

siendo, sino de cambios importantes en el protagonismo de ciertas estructuras,

instancias y figuras dentro de los propios partidos. En efecto, con el

eclipsamiento de los programas y las ideologías, se experimenta igualmente un

eclipsamiento progresivo de los liderazgos nacionales y de los ideólogos de

partido, para dar lugar al protagonismo del Bob tipo norteamericano, como jefe y

gerente de campañas electorales, del sistema de clientelas y de listas. De hecho,

durante el régimen de coalición se produce un desplome progresivo de los

liderazgos nacionales y de su papel como instancias cohesionadoras de los

partidos a escala nacional. Por otra parte, se fractura parcialmente el sistema

funcional y tradicional de articulación de los niveles nacionales con los niveles

regionales y locales de partido, y cambia igualmente el peso relativo de uno y otro

nivel, cobrando mayor importancia el nivel regional y local sobre el nacional. De

esta manera, se produce el repliegue regional del bipartidismo, con profundidad y

desarrollos desiguales. Los partidos devienen cada vez más extremanente en

federación de caciques y jefes regionales, con débil y precaria articulación

nacional.

Por otro lado, pierden importancia relativa algunos escenarios tradicionales de la

política, como por ejemplo, la plaza pública. Desde el siglo XIX, ésta se había

instituido como escenario predilecto de confrontación y acción política pública, de

legitimación de liderazgos y de jefaturas, como lugar de encuentro y de

sociabilidad política de la ciudadanía. En su lugar, toma fuerza el escenario de


17

las convenciones de partido, los directorios y los escenarios cupulares, como

lugares de transacción de intereses y de puja entre fracciones burocráticas de los

partidos. De hecho, la fuente de legitimidad de la representación cambia, de las

masas y la plaza pública, al cenáculo de los jefes; del discurso ideológico, se pasa

progresivamente al bolígrafo del jefe del directorio, de la misma manera como la

cohabitación burocrática en el Estado sustituía la confrontación ideológica en la

plaza pública.

Con la cohabitación burocrática y la desradicalización ideológica, la política

bipartidista deviene en un proceso de transacción de intereses entre la cúpula de

los dos partidos en sus diferentes niveles y entre éste y la ciudadanía. La lógica

y el mecanismo que hace posible este juego burocrático y transaccional de

intereses, es el clientelismo. El clientelismo, en efecto, no es nuevo, en la

estructura del sistema político colombiano. Sin embargo, con el Frente Nacional,

se convierte en el sistema predilecto de articulación política del propio sistema

político.

Como mecanismo dominante de articulación política, el clientelismo conjuga dos

lógicas: por un lado, se convierte en el mecanismo a través del cual los partidos

articulan a las masas, aunque parcialmente, a la política, a través de un sistema

de prebendas, favores y de intercambio de bienes públicos; el universalismo de

las políticas públicas sociales que postula el llamado Estado benefactor, en

Colombia adopta un sesgo clientelista dirigido a favorecer a determinados

sectores de la población inscritos en las redes clientelares. De esta manera, puede

decirse que el Frente Nacional, lejos de transformar, por el contrario, refuerza la


18

estructura premoderna del sistema político. La política adquiere, de esta manera,

un valor instrumental y pragmático, sustraída de referentes ideológicos y

programáticos, y más aún de proyectos colectivos.

Por otro lado, el clientelismo se convierte en el principal mecanismo de

reproducción electoral de los partidos y, por consiguiente, en su principal recurso

de poder. Ante la ausencia de programas, de ideologías y de sentimientos

afectivos, sectarios y fanáticos aglutinadores, el clientelismo se convierte en el

principal capital electoral de los partidos, lo cual les permite acceder a las

posiciones del Estado y apoderarse de los recursos públicos para reproducirse

como élite, desprovistos de cualquier compromiso nacional con la ciudadanía. La

política deviene en un negocio privado monopolizado en manos de caciques y

barones electorales. Concomitante con la naturaleza del pacto frentenacionalista,

el sistema clientelista del bipartidismo vacía de todo contenido político la política.

Se trata de una práctica "política" despolitizadora, en donde la disputa política

partidista se reduce al control de los recursos del Estado y al acceso a algunos

bienes públicos por parte de sectores de la población. De esta manera, se va

perfilando ostensiblemente una tendencia endogámica y autorreferida del sistema

político, consistente en un abandono progresivo de las expectativas y demandas

ciudadanas a su propia suerte. Colocados cada vez más de espaldas al país, los

partidos sólo aspiran a autorepresentarse como élites en el poder y a reproducirse

como tales. Se configura, así, una burocratización extrema del sistema

bipartidista.
19

Un segundo elemento de esta transformación de la política durante el Frente

nacional, proviene desde la propia sociedad. En primer lugar, de la forma como es

percibida la política por la ciudadanía. La extinción progresiva de las fronteras

programáticas e ideológicas entre los partidos, la cual fue desarrollándose en la

medida en que se consolidaba el Frente Nacional, por un lado, y la transacción

burocrática en el Estado entre sus líderes y el compartir permanente de la gestión

del mismo, por el otro lado, fue erosionando y debilitando concomitantemente, el

sentimiento de partido entre sus adeptos. De esta manera, las adscripciones

sectarias y fanáticas que anteriormente aglutinaban a la ciudadanía y las

dotaban de un sentido de pertenencia y representación políticas a través del

bipartidismo, son desplazadas por las adhesiones clientelistas, pragmáticas y

generalmente pasivas a los barones electorales. De esta forma, la política empieza

a ser percibida por la ciudadanía, ya no como el escenario desde el cual construir

una identidad política, social y cultural, sino como el lugar extraño y lejano,

desde donde "los políticos" realizan sus componendas.

Al quedar delimitada la participación paritaria en el control y conducción del

Estado y reducir el papel de las masas como referente de primer orden de la

política, el bipartidismo pierde fuerza e importancia como referente de identidad

política y articulación social. Lo cual condujo a que la política misma sufriera un

proceso de desarraigo entre las masas. Con la neutralización de la lucha por el

poder y la desradicalización de la política, las masas inician un abandono

progresivo de las identidades partidistas, para refugiarse en sus propias

iniciativas individuales, en la apatía o en la indiferencia colectivas. Una sensación

de abandono se apodera y recubre a amplios sectores de la población, la cual


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traduce el vaciamiento social de la política desatado por el bipartidismo

liberal-conservador. De esta manera, con la desbipartidización se despliega un

fenómeno más amplio y duradero de despolítización de la sociedad.

En segundo lugar, cabe advertir que, si bien el erosionamiento progresivo de la

ideología sectaria y fanática explica el proceso de despolitización de la sociedad,

tal fenómeno no lo explica todo. De ahí la conveniencia de incluir en el análisis

factores no propiamente políticos, asociados directamente con el proceso de

modernización capitalista acelerada que experimenta Colombia y su mayor

contacto con el mundo durante el Frente Nacional. En efecto, hasta mediados del

siglo XX el bipartidismo tradicional se nutría y expresaba sin mayores

dificultades un mundo anclado en la tradición y en la cultura pueblerina, rural y

agraria. Con la modernización rápida de la sociedad (urbanización e

industrialización, sobre todo), este mundo tradicional se resquebraja, se agrieta y

se disloca, desatando procesos sociales y expectativas de vida, a los que el

bipartidismo no logra darle forma, incluirlos y representarlos políticamente.

Con la modernización acelerada de la sociedad colombiana, las bases sociales de

la política tradicional se transforman, dejando al bipartidismo y al Estado sin el

piso y el arraigo social que los sostenía desde épocas pretéritas. El plasma social

premoderno sobre el cual crecía y se reproducía exitosamente el sistema

bipartidista, cambia de base, como dijimos, y desata nuevas dinámicas, nuevas

demandas y nuevos procesos sociales y culturales, a una escala y una velocidad

inesperadas, para los cuales las estructuras del sistema político no estaban

adecuadas ni preparadas. De esta manera, puede decirse que, además de


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bloquear políticamente las nuevas dinámicas de la sociedad contemporánea, es

decir, de autocerrarse respecto de las demandas funcionales del propio sistema

social en sentido amplio, el sistema bipartidista desataba procesos crecientes de

frustación política colectivas. Las expectativas frustradas que los límites mismos

de la modernización imponía, no eran canalizadas, ni representadas en la política

ni en el Estado a través de los partidos14.

DEMOCRACIA Y PARTIDOCRACIA.

El segundo proceso de importancia que desata la instauración del Frente

Nacional sobre la política colombiana, es el que aquí caracterizamos como de

hiperpartidización del Estado, como una modalidad extrema de partidocracia. En

efecto, al aprobarse el plebiscito que da origen al Frente Nacional, se

constitucionaliza, por primera vez en la historia política y constitucional del país,

un régimen de partidos en el Estado. Experiencia cuyo parangón, en el plano

internacional, encuentra en el PRI de México y el PCUS de la antigua Unión

Soviética y la mayoría de las Democracias Populares de Europa del Este, sus

referentes más cercanos.

Desde el punto de vista de la democracia liberal, los sujetos de la representación

y de la acción política son los partidos. Son estos los encargados de agregar

intereses y representarlos en las instancias del Estado. La democracia es, en ese

sentido, una competencia abierta entre partidos. En Colombia, esta competencia

14 En Colombia, a diferencia de otras naciones latinoamericanas, no se dieron las condiciones

suficientes, aunque en parte sí las necesarias, para el surgimiento de movimientos populistas con capacidad
para darle forma orgánica y traducción política a los efectos mismos de la modernización. El gaitanismo de los
años treinta y cuarenta y la Anapo durante los años sesenta y setenta fueron intentos fallidos en ese sentido.
Cfr. Eduardo Y Jaime Nieto López, Las Terceras Fuerzas Políticas en Colombia. Tesis de Grado. Departamento de
Sociología, Universidad de Antioquia. Medellín, 1987.
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estuvo definida históricamente por la confrontación entre los dos partidos

tradicionales, el liberal y el conservador, pese a las características y avatares

propios del sistema político bipartidista, en el que las formas clásicas de la

democracia liberal se han conjugado simbióticamente con formas autoritarias y

patrimoniales, y guerras civiles en la competencia y ejercicio del poder político.

Desde mediados del siglo XIX hasta el advenimiento del Frente Nacional a

mediados del siglo XX, el sistema bipartidista monopolizó y acotó históricamente

el campo de la política y la competencia por el poder político, sin tener que acudir

a la fórmula constitucional para que tal monopolio fuera efectivo y exitoso.

Con la constitucionalización de los partidos liberal y conservador como partidos

de Estado, el referente de la democracia liberal como modelo político al cual

siempre han aspirado las élites políticas dominantes, se trastoca, y, con ella, la

propia tradición histórica del sistema bipartidista. La sustancia de este doble

trastocamiento está en la supresión de la competencia política entre los partidos.

En efecto, como régimen de coalición bipartidista consagrado por el Frente

Nacional, esta competencia política abierta, consustancial y propia de la

tradición histórico-política colombiana y de la democracia liberal, es sustituida

ahora por el acuerdo, la transacción forzosa y el imperativo de la unidad

bipartidista en el acceso al poder político y la distribución paritaria de la

burocracia del Estado. La propia naturaleza del régimen de coalición, como

régimen consocionalista, imponía la neutralización de la lucha por el poder

político, esto es, la supresión de la competencia entre los partidos, como guerra o

como política. En este sentido, la democracia restringida consagrada por el Frente

Nacional, lo era en el doble sentido de, por un lado, instituir el bloqueo a


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partidos y movimientos políticos no bipartidistas, y, por otro lado, erradicar la

competencia política entre los propios partidos liberal y conservador.

La hiperpartidización del Estado se constituye, de esta manera, en causa y efecto

de las transformaciones de la política producidas por el Frente Nacional, y

redefine, por consiguiente, las formas tradicionales de articulación entre los

partidos, el Estado y la sociedad. Algunas de estas transformaciones las hemos

indicado arriba;. Conviene, sin embargo, detenernos algo más en el último: la

cohabitación burocrática en el Estado, y, sobre todo, en el proceso de

burocratización que progresivamente sufre el bipartidismo con el transcurrir

mismo del Frente Nacional, a raíz de tal hiperpartidización del Estado.

Si la democracia liberal se caracteriza, como hemos dicho, por la competencia

política entre partidos, con la constitucionalización de los partidos como partidos

de Estado, bajo el Frente Nacional, la democracia se transfigura en partidocracia,

bajo la forma extrema de hiperpartidización del régimen político. En este dominio

extremo y excluyente de los partidos sobre el régimen político, radica la diferencia

entre democracia, como sistema de partidos y la partidocracia.

Al instituirse la cohabitación burocrática y paritaria entre los partidos, el

clientelismo se constituye, como indicamos arriba, en el mecanismo que mejor

posibilita la realización de la partidocracia bipartidista sobre el Estado. Esto es

perfectamente coherente con la carrera que desata por insertarse en las redes
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clientelistas de los partidos, convirtiéndose en la principal fuente de vinculación

laboral y profesional del Estado15.

Sin embargo, el impacto político más directo de la hiperpartidización del Estado

se hizo sentir sobre la dinámica misma de los dos partidos. Sobre todo porque,

como se ha indicado arriba, la otrora confrontación entre los partidos se desplaza

hacia su propio interior. Las disputas y pujas internas entre las fracciones por la

oficialidad partidista se hacen más frecuentes y pugnaces, tanto en el plano

nacional como regional, ya que tal oficialidad era la única forma legítima para

establecer los pactos bipartidistas y acceder a la burocracia del Estado. Esta

tendencia al faccionalismo y la disidencia partidistas, es correlativa con el papel

preponderante que cobran los directorios, como fuente de legitimidad de

candidatos y dirigentes políticos.

15 A partir del Frente Nacional es clara la tensión en el Estado, entre una lógica política clintelista que

posibilita el control estatal bipartidista, y una lógica tecnoburocrática, profesionalizante y eficientista, que
reclama el procesos de moderniación e intervención estatal. El gobierno que mejor ilustra dicha tensión, es el de
Carlos Lleras Restrepo (1966-1970).

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