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Matthew Johnson da, por otra parte, una explicación realmente convincente acerca de por qué
la Nueva Arqueología tuvo menos seguidores en Europa. En primer lugar, nos aclara que en
las universidades estadounidenses, la disciplina arqueológica suele asociarse a los
departamentos de Antropología cultural, donde es importante la base teorética y se aprecia
mucho la epistemología; en cambio, en Europa, los arqueólogos son casi todos
prehistoriadores asociados a departamentos de Historia, de hecho, la mayoría de los europeos
considera que no hay una ruptura clara entre Historia y Prehistoria, sino un proceso continuo y
desigual, de ahí la concepción más historicista de la disciplina. En segundo lugar, los
arqueólogos americanos son, en su mayoría, de ascendencia europea, y consideran los
yacimientos arqueológicos como parte de pueblos ajenos, en este sentido pone un ejemplo
muy ilustrativo:
I.- El problema:
- Significados culturales y contexto: donde individuo activo y pasivo juegan un papel muy
importante.
1: Relación entre cultura material y sociedad – como se relaciona la cultura material y sociedad-
2: Las causas del cambio – Que causa el cambio-
Corrientes idealistas en Arqueologia: Toda corriente que acepte que la existencia de cierto
componente de acción humana no predecible en una base material.
Los arqueólogos procesuales defienden que toda investigación arqueológica debe partir de
una idea previa que dirija toda la investigación. A partir de ella, se aplica el método científico
hipotético-deductivo.
Una de las principales críticas que se le hacen a la arqueología procesual es que en una
excavación arqueológica no se puede partir de una única premisa inicial preconcebida, pues,
cuando se abre una excavación, hay que estar preparado para cualquier cosa.
En este sentido, los arqueólogos procesuales tienen mucha fe en los modelos matemáticos y,
particularmente en la teoría de sistemas. De hecho, Clarke dedica varios de los capítulos de
su libro principal a adaptar esta teoría, con tanto detalle que, muchos de sus colegas han
quedado desconcertados ante lo que consideran una aplicación excesiva e innecesaria a
causa de su exposición poco familiar y oscurantista. Por ejemplo, Clarke define la cultura
humana como un sistema de subsistemas, a saber:
La cultura material no refleja relaciones sociales, sino una forma subjetiva de ver las
relaciones.
Formación Social----
Infraestructura (base)
El análisis crítico del marxismo nos menciona la importancia del individuo autónomo del quien
se han olvidado otras teorías materialistas
En la Arqueologia sistémica son las reglas del sistema lo que condiciona y regula al individuo.
En el estructuralismo el individuo aparece controlado por universales de la mente humana o
por estructuras generales que funcionan fuera de su alcance.
La arqueología tiene que ir hacia atrás para avanzar, tratar de recuperar la historia cultural y
un enfoque filosófico coherente.
En la opinión de Merton, “la teoría de alcance intermedio nos permite trascender el falso
problema de un conflicto teórico entre lo nomotético y lo idiotético, entre lo general y lo
totalmente particular, entre la teoría sociológica generalizadora y el historicismo.”5
Una teoría de alcance intermedio es una teoría capaz de explicar parcialmente una gama de
diferentes fenómenos sociales, y constituye un tipo simple de teoría en el sentido de que
busca dar cuenta del núcleo de la historia causal más que la historia completa. No pretenden
explicar todos los fenómenos de interés sociológico y no están fundadas en reduccionismos.2
Marcos de Significado
Leer la cultura material
Todo objeto existe al mismo tiempo en muchas dimensiones significativas, la totalidad de las
dimensiones relevantes de variación de cualquier objeto pude identificarse como el contexto
de ese objeto y que guardan relación con este.
Los postprocesualistas han señalado numerosos agujeros en las teorías procesuales, como es
el caso de la debilidad en la contrastación de sus hipótesis, el abuso indiscriminado de
la Teoría del Nivel Medio como herramienta universal para validar cualquier idea, el fracaso en
la aplicación de la Teoría de sistemas recurriendo a parches como la «Caja negra»de Clarke,2
la falta de resultados que demuestren la supuesta superioridad de sus procedimientos (cuando
no de sonados fracasos o de ideas peregrinas), el determinismo funcional, la excesiva
abstracción de sus trabajos (que a menudo son meros ejercicios teóricos, basados en
informaciones de segunda mano) y, sobre todo, el menosprecio del ser humano como
individualidad.
La Arqueología postprocesual defiende la importancia del individuo, de cada uno de sus actos
personales así como la originalidad y singularidad de las culturas que forman («agency»:
el libre albedrío o la heurística, opuestos al determinismo procesual: la capacidad de las
personas o de las sociedades para tomar decisiones por propia iniciativa, en virtud de sus
valores éticos y morales).
TODO ES POSIBLE
-UNA ARQUEOLOGÍA CRÍTICA: Ciencia, Ética y Política en la construcción del pasado, Víctor M.
Fernández Martínez, Ed. Crítica 2006
“Este libro está escrito para formar arqueólogos que recuperen mundos perdidos” (p. 20), para
devolver a la luz comunidades casi o totalmente invisibles. La primera tarea de una arqueología
crítica es “la denuncia de los elementos de la ideología dominante que actúan implícitamente
dentro de sus discursos, para luego empezar la construcción de discursos alternativos
contrahegemónicos” (p. 86), que permitan escuchar voces que no quedan recogidas en las
narraciones sobre el pasado que registran la historia “de los blancos, de los hombres, de los
occidentales, del individualismo, de la libertad, de la iniciativa privada, etc.” (p. 19).
La arqueología se encuentra situada ante una segunda pérdida de la inocencia. Como otras
disciplinas ligadas al terreno de la ideología y de la construcción de “verdades” dotadas de
autoridad dentro de nuestras sociedades occidentales, no puede considerarse una ciencia neutral,
sino un producto del contexto social e histórico de cada momento.
Partiendo de estas premisas, defiende el autor, la política no sólo es necesaria, sino inevitable,
desde un punto de vista epistemológico. Son precisamente los aspectos políticos de la arqueología
los que se han decidido subrayar en este texto (p. 76) y es ese compromiso con la situación del
presente lo que permite dotar a la arqueología de un papel esencial de carácter emancipatorio en
la sociedad en la que vivimos, porque el conocimiento es un arma de transformación de la realidad
(pp. 14 y 19). Una arqueología crítica. Ciencia, ética y política en la construcción del pasado,
pretende ser fiel a las últimas tendencias del movimiento postmoderno en arqueología en las que
se entrelazan trabajos que pueden adscribirse a las versiones más recientes de la teoría marxista,
feminista y postcolonialista.
Es, de hecho, como el propio Víctor Fernández nos recuerda, el primer resumen global que se
publica en castellano de la influencia de estas corrientes de pensamiento en arqueología. Si
dejamos a un lado obras recientemente publicadas por parte de autores como A. Hernando1, A.
González-Ruibal 2 o J. VivesFerrándiz 3, los libros sobre teoría arqueológica son francamente
escasos en nuestro país.
Hay que remontarse a una obra anterior del propio Víctor Fernández, publicada en Madrid hace
ya 17 años (Teoría y método la arqueología), para encontrar un volumen de un autor hispano de
temática similar, aunque no deben olvidarse las escasas traducciones de libros esenciales para la
disciplina como Interpretación en arqueología, de I. Hodder, que vio la luz en la misma colección
de la editorial Crítica que hoy nos presenta la obra que comentamos.
El libro se estructura en seis capítulos y una conclusión, aunque el volumen puede dividirse dos
partes principales. La primera se dedica a examinar la relación entre la ciencia, la ética y la política,
mientras que la segunda es un repaso de algunas corrientes de pensamiento que pueden incluirse
dentro de la arqueología postprocesualista.
En el primer capítulo introductorio el autor se plantea el conflicto entre verdad y valor, analizando
cómo la separación entre el juicio y la religión desde el renacimiento no sólo ha liberado la ciencia
de dogmas religiosos y normas morales, sino que le ha proporcionado una posición de cierta
superioridad respecto a la ética.
La ciencia se ha encontrado ante la paradoja de que la moral específica de la disciplina implica una
pretendida neutralidad moral. Los científicos aparecen ante la sociedad como individuos capaces
de desvelar la verdad, considerada como una propiedad objetiva de la realidad, dejando a un lado
tanto la ética como la política, que se perciben como manifestaciones sujetas a la esfera de la
ideología.
Distintos investigadores han demostrado que los límites entre ciencia, ética y política son mucho
más difusos de lo que suele aceptarse, lo que lleva al autor a sugerir que una de las tareas más
importantes de una arqueología crítica es demostrar la falsa existencia de una realidad de carácter
objetivo estudiada por científicos desprovistos de cualquier sesgo ideológico.
A lo largo del segundo capítulo Víctor Fernández nos propone un recorrido sobre los orígenes de la
ciencia moderna, el positivismo y algunos de los dilemas morales planteados a los científicos en la
actualidad, como la delimitación de las diferencias entre ciencia, pseudociencia y “racionalidades
no occidentales”. Se repasan también, de forma somera, distintas fórmulas de acumulación de
poder dentro del mundo científico y los métodos que emplean los investigadores para afianzar su
autoridad en el contexto de una economía de bienes simbólicos (descrita por P. Bourdieu) en el
que el precio económico de dichos bienes permanece oculto, sin olvidar otros aspectos, como las
dificultades para generar publicaciones originales, cuando cada una de ellas debe basarse en
trabajos publicados con anterioridad o la presión de publicar tanto como sea posible para
acrecentar –a veces de forma artificial– la longitud de los curricula.
Como contraposición, desde posiciones postmodernas se defiende que tanto la ciencia como las
verdades que genera son productos construidos en el seno de sociedades concretas. El problema
al que nos enfrentamos, como ya avanzó M. Foucault, no es tanto saber distinguir entre la verdad
y su opuesto a través de la ciencia, sino entender cómo se genera la verdad en una sociedad y en
un momento concreto y lo que la distingue de la mentira.
En la segunda parte del libro se discuten de forma separada cuestiones relacionadas con la
arqueología feminista, poscolonialista y marxista, si bien esta última recibe mayor atención, tanto
en número de páginas como en la profundidad con la que se analizan diferentes aspectos, algo por
otra parte lógico, teniendo en cuenta el compromiso del autor con la corriente postmarxista.
Este apartado se cierra con una revisión de algunos ejemplos de la aplicación de las teorías
feministas a la investigación sobre el pasado y al papel desempeñado por las profesionales dentro
distintas instituciones relacionadas con la arqueología.
“Cómo oí decir a Umberto Eco en una entrevista”, recuerda V. Fernández, “todos confiamos en
que aquello que no podemos leer esté repetido en los libros o artículos a los que sí tenemos
acceso.” (p. 40-41). Una arqueología crítica es, precisamente, además de un libro valiente y
comprometido, una obra muy valiosa como elemento de difusión en nuestro país de las últimas
corrientes de pensamiento en nuestro campo de estudio, aunque posiblemente se eche en falta
alguna referencia a las publicaciones más recientes de autores como I. Hodder, C. Tilley, M.
Rowlands o M. Shanks, por citar únicamente algunos nombres.
Quizá hubiese sido deseable asimismo encontrar –especialmente en el capítulo segundo donde se
estudia la interrelación entre ciencia, ética y política- alguna alusión a la hegemonía de las
posturas más cercanas al positivismo en la arqueología española. No se puede negar, en cualquier
caso, la contribución del autor al apasionante debate abierto sobre distintas formas de pensar la
realidad que, finalmente, ha encontrado también un espacio dentro de la arqueología.
El primer punto que me gustaría analizar con más detenimiento es la aclaración que el profesor
Fernández hace del concepto de postmodernismo. En muchos ámbitos, y sobre todo desde los
sectores más reaccionarios de la Arqueología, se ha criticado el excesivo relativismo al que lleva el
postmodernismo, lo cual dejaría la investigación en un callejón sin salida.
Se basaban en afirmaciones como que el postmodernismo niega la realidad. Sin embargo, lo que
hace es advertir diferentes realidades para un mismo hecho dependiendo del observador y eso en
sí mismo no deja de ser una realidad. Más allá, el postmodernismo crítico sitúa al observador en
su contexto social (posiciones del sujeto), dotando de contenido crítico las diferentes realidades
que pone de manifiesto. En definitiva, la misión fundamental del postmodernismo es poner la
nota de atención sobre todo aquello que la filosofía tradicional había obviado, en ocasiones de
forma equivocada.
Los capítulos dedicados a las Arqueologías Críticas hacen un repaso de su desarrollo y sus
principales planteamientos. La Arqueología marxista es tal vez la que tiene un tratamiento más
cuidado, con especial atención al concepto de resistencia. De ahí, la arqueología del capitalismo o
la arqueología social latinoamericana, que responden a la necesidad de una arqueología que no
atienda solo a las elites, a través de rasgos de resistencia en el registro material, de no centrarse
sólo en los elementos de prestigio, etc.
La Arqueología feminista, representa otro de los atractivos de los últimos años a través de los
estudios de género. Aquí el punto fuerte es un análisis a favor de un feminismo coherente, de una
arqueología del género, sin excesos, pues la esencia de una arqueología crítica pasa por darle la
voz a quien no la tenía, no por quitársela a los demás.
Por último, trata el Postcolonialismo y el Multiculturalismo, un tema mucho más delicado y que
podría dar lugar a una ingente literatura, al entroncar con problemas tan actuales como el
nacionalismo o la etnicidad. Pero antes de concluir esta reseña, me gustaría detenerme
especialmente en el que es tal vez el punto débil del libro, a la vez que uno de los más
interesantes. La Ética en Arqueología.
Pero la Ciencia, la Ética y la Política, nos tocan incluso antes de interpretar y tal vez de un modo
mucho más peligroso. Principalmente me refiero a Ética y Política. La Arqueología ha cambiado
mucho en los últimos años y una parte muy importante de ese cambio ha venido a través de los
diferentes modelos de gestión patrimonial que se han venido aplicando dentro y fuera de España.
Si nos centramos en nuestro país (sin ser el único caso), la “profesionalización” de la arqueología
derivada de las leyes de patrimonio, ha dejado abierta una vía de debate en torno a las
implicaciones económicas y políticas de la Arqueología, que van ligadas a la necesidad no sólo de
esos códigos éticos que se mencionan, sino también de un control serio y una regulación de la
actividad. Desde el momento en que la Arqueología se convierte en empresa entran en juego
intereses económicos tanto para los arqueólogos como para quienes los tienen que “sufrir” en
mayor medida, los constructores. La obligación de pagar todas las intervenciones arqueológicas
que se deriven de una obra, sumado al tiempo que esa obra permanece parada, han creado un
mito contra el mundo de la Arqueología por parte del sector de la construcción, que no sólo pone
en peligro al patrimonio, sino que además fomenta la mala praxis de determinados individuos
(arqueólogos).
Esto se añade a las implicaciones políticas que muchas veces tiene y que se acentúan con
cuestiones de identidad nacional en territorios donde las intervenciones de urgencia están
sacando a la luz un pasado que no se corresponde con el discurso clásico nacionalista. Éstos no son
los únicos problemas ni las únicas reflexiones que se pueden obtener de aquí, es tan sólo una
muestra de hasta dónde llega la importancia de una Arqueología Crítica. Para terminar, me
gustaría hacer un último apunte. Publicar es hacer algo público. Algo que en el caso de la
Arqueología ya es público antes incluso de que lo conozcamos. Así, la propiedad intelectual de los
resultados puede demandarla el arqueólogo, pero los resultados son de todos y por tanto el
arqueólogo está obligado a hacerlos públicos con la mayor brevedad y el mayor rigor posible. Hoy
esto se materializa en forma de una memoria que se debe entregar a la Administración, pero sigue
faltando un paso fundamental, la sociedad.
Y sin entrar en más debates, no puedo menos que recomendar la lectura de éste libro a todo
aquel que le guste la Teoría y en definitiva a todo aquel que le guste la Arqueología. Ayuda a
pensar y a ser consciente de muchas de nuestras carencias.
Fin de la superposición del conflicto de clases sobre otros conflictos. Se atiende así a las
luchas de género, étnicas, culturales, etc.