Sunteți pe pagina 1din 7

1

SOBRENATURAL
Dios es nuestro Padre y nos pide que creamos en Él porque nos ama.

Cuando un joven de veintitrés años decidió casarse con la mujer que amaba, su hermosa
novia de diecinueve años, él tenía todo por delante, su capacidad para emprender, su creatividad,
voluntad de hierro, pasión y, especialmente, su claro deseo de servir al Señor. ¡Podríamos decir
que no le faltaba nada! El futuro abría sus puertas de par en par a una vida plena. Años después,
ese joven puede afirmar que realmente sus sueños se han cumplido. Logró formar una hermosa
familia, siguió la visión que Dios le planteó y fundó un ministerio donde se le da la honra y la
gloria a Él, pero el camino no fue fácil. A pesar de tanta claridad respecto a su llamado y del
respaldo del Señor, hubo momentos de incertidumbre, por lo que fue necesario batallar
sinsabores en todos los aspectos, desde lo más sencillo como el sustento para su propio hogar
hasta cuestiones delicadas como las difamaciones.

Recién casados, en el proceso de establecer su hogar, él y su esposa vivían en una pequeña casa
alquilada. Su boda había sido un verdadero milagro de provisión y muchas personas bendijeron
a la pareja con regalos. Ellos veían emocionados los paquetes de diferentes tamaños. Había
grandes cajas como también pequeñas, todas envueltas en bonito papel blanco con hermosos
diseños. Era como una navidad especial. Tomados de la mano, los recién casados dieron gracias
por tanta bendición. Algunos obsequios eran muy particulares. Por ejemplo, los padres de la
novia les regalaron un juego de cubiertos de plata. ¡Wow! Sí, ¡wow! Ellos aún no terminaban de
visualizar en qué momento los utilizarían, pero seguramente lo harían en alguna ocasión
especial. La cuestión era que primero, antes de pensar en usar esos elegantes utensilios, se
requería llevar la comida a la mesa y él estaba concentrado en ese asunto. De hecho, al tomar la
decisión de casarse, al escuchar que Dios le decía: «Es tiempo de que te comprometas y
comiences tu vida de servicio en pareja», casualmente tocó a la puerta de su oficina un vendedor
de utensilios de cocina y por fe compró un juego de cuchillos. Cuando los recibió, dijo: «Señor, te
obedeceré, me voy a casar. Ya compré lo primero para mi nuevo hogar, provee todo lo demás».

Siendo un joven esposo, decidió dedicarse al negocio de los seguros porque le permitía acomodar
su horario para que no interfiriera con el tiempo de servicio al Señor. No le iba mal, al contrario,
tenía gracia para presentar sus argumentos a los potenciales clientes y con el tiempo se destacó
en el equipo de ventas, incluso ganó premios. Pero eso no lo vacunaba contra cierta
incertidumbre, o tal vez era ansiedad por avanzar más rápido. No estoy seguro, la cuestión es
que un día, sal de casa. . . es decir. . . el joven salió de casa preocupado por las finanzas, por cómo
cumpliría a su esposa la promesa de la casa nueva y esos sueños que habían visualizado juntos.
En ese momento escuchó la voz de su Padre: «Si te di los cubiertos, ¿no te daré los alimentos?».
Fue un razonamiento tan lógico y a la vez una promesa tan cariñosa, que el joven. . . bueno, mejor
digo de una vez que el joven era yo. . . pues yo no pude contener las lágrimas. ¡Por supuesto! Creo
que no era tiempo para comprenderlo en su totalidad, pero fue una lección de fe como otras que
recibiría.

Las personas me preguntan cómo vivir realmente conforme a la fe en Dios, y la respuesta es


sencilla, pero a la vez compleja porque puede resumirse en una frase: «Entrégate al Señor», lo
que implica muchas cosas, desde el conocimiento de Su Palabra, donde encontramos nuestra
identidad y código de conducta, hasta nuestra actitud frente a cada situación, por grande o
pequeña que sea. Sin ir muy lejos, la oración del Padre Nuestro, ampliamente conocida, es una
completa declaración de fe porque a partir de la primera afirmación: «Padre nuestro. . .»,
aseguramos comprender que somos hijos, herederos y ciudadanos de un reino que opera bajo
estándares y normas diferentes a las del mundo. ¡Esa es la clave!

Somos hijos, herederos y ciudadanos de un reino que opera bajo estándares y normas diferentes a
las del mundo. ¡Esa es la clave!
En dicha oración que Jesús enseñó, pedimos: «Venga Tu reino, hágase Tu voluntad así en la tierra
como en el cielo», pero tal vez no dimensionamos lo que esa petición implica: que tengamos paz,
que prevalezca el bien, que haya justicia, que nos liberemos del afán. En resumen, que vivamos
en la tierra como viviríamos en el cielo, ¿no es así?

Y para vivir en esas condiciones ideales, sobrenaturales, debemos aprender sobre el sistema de
Dios que, efectivamente, no es de este mundo. No es fácil lograrlo porque implica despojarnos de
lo que el mundo nos enseña y renovar nuestro entendimiento priorizando la convicción de que
Él nos ama y se interesa por cuidarnos. Tener fe en Dios significa que la maravillosa verdad de
Su paternidad debe ser el fundamento de nuestra vida, a tal punto que cambia totalmente el
panorama porque al ser Sus hijos adquirimos derechos y responsabilidades, como sucede en
toda familia.

Dios nos propone un sistema totalmente diferente al que nos propone el mundo porque nos pide
que confiemos en Él antes que en cualquier opción que pueda ofrecer el hombre. No dice que lo
primero frente a la dificultad debe ser buscar la ayuda de un amigo o familiar, sino que lo primero
es buscarlo a Él, porque en medio de un problema, siempre acudimos a la persona en quien más
confiamos, por lo tanto, si decimos vivir por fe, buscar a Dios con un corazón humilde será
nuestra primera reacción ante una situación adversa.

De lo mucho o poco que yo podría enseñarte con mi testimonio es precisamente esto, que Dios
ha sido el pilar de mi existencia, siempre, en todo momento. Ha sido mi primera opción, y te
aseguro que no he sido defraudado, pero tuve que aprender a pensar, sentir y actuar de acuerdo
con lo que Él enseña en Su Palabra, por eso me convertí en ferviente lector de la Biblia y mi anhelo
más grande es compartirte las sencillas pero transformadoras verdades que he descubierto.

En el principio, según leemos en el libro de Génesis, en la Biblia, vemos que Adán y Eva fueron
creados para vivir en un sistema hermoso: disfrutar y sojuzgar el jardín del Edén, pero desviaron
su atención, pecaron al escuchar el consejo de la serpiente y comieron el fruto del árbol del bien
y del mal. Entonces, se vieron obligados a entrar en otro sistema diferente al que Dios les había
preparado. El sistema de este mundo fue diseñado para el Adán que salió del Paraíso y asumió
una naturaleza humana no redimida. A partir de ese momento, tuvo que obtener el pan con el
sudor de su frente. Este cambio nos afectó a todos; sin embargo, ¡Jesús vino a darnos la
posibilidad de ser partícipes de Su naturaleza divina1 y devolvernos el acceso a ese sistema
original y perfecto que Dios había diseñado!

Esta cuestión de la desobediencia me hace reflexionar porque, si lo analizamos, Adán se


concentró más en la única prohibición que tenía, por lo que desestimó todo lo que sí podía hacer
y disfrutar. ¿Valía la pena alejarse del sistema de Dios por comerse un fruto? ¡Claro que no! Pero
al enfocarnos en lo que no tenemos o no podemos hacer, desperdiciamos todo lo que sí está a
nuestro alcance.

Cuando alguien decide entregarle su vida al Señor a veces se lamenta porque, obviamente, hay
comportamientos que tendría que evitar, como beber licor, fumar o parrandear y mentir, pero
no se da cuenta de que todo «lo prohibido» hace daño al cuerpo y al espíritu, por eso Dios nos
pide que busquemos solo lo bueno, agradable y perfecto. Sin embargo, en el sistema del mundo
encontramos agrado en lo que nos hace daño, ¿acaso no es irónico? Justo por esas
contradicciones, el Señor nos pide que le permitamos renovarnos para apreciar todo desde Su
perspectiva y disfrutar de los beneficios que alcanzamos al cambiar nuestro estilo de vida de
acuerdo con Su sistema.

Por supuesto que todo cambio es difícil, pero es entonces cuando debemos fortalecernos y
permitir que nuestra fe en Dios prevalezca sobre lo que el mundo nos presenta como valioso.
Siempre he dicho que ser inteligente es dejarse asesorar por alguien más inteligente, y ¿quién
mejor que nuestro Creador? Otro ejemplo es que el Señor nos pide que seamos humildes frente
a una ofensa, mientras que el mundo nos abre la puerta a la revancha. ¿Qué debemos hacer si
deseamos vivir por fe?

Obviamente, debemos obedecer lo que Dios nos señala como correcto y no dejarnos dominar por
nuestra naturaleza humana que nos impulsa a responder con arrogancia. Cuando comenzamos
a vivir por fe, nuestro Padre nos va perfeccionando, nos reconforta, nos da paz y fortalece nuestra
voluntad hasta que logramos cerrar nuestros ojos y caminar confiados en Sus instrucciones.

El mejor sistema
Desde mi perspectiva, el primer paso para vivir por fe es reconocer que el sistema de Dios es
el mejor y que estamos dispuestos a obedecerlo, lo que abre las puertas a una vida con grandes
expectativas y la capacidad de soñar e imaginar. ¡Es como nacer de nuevo! Pero es nacer a una
vida en donde somos herederos de las promesas que encontramos en Su Palabra. Si das ese paso
te garantizo que recibirás agradables sorpresas.

Él es nuestro Creador, sabe lo que dice y cómo funciona todo, tiene poder y autoridad para
decirnos cómo actuar y ¿lo mejor? ¡Nos ama, desea que nos realicemos! Si quieres un aliado de
influencia, no puedes tener otro mejor. ¿No te parece? Es como hacerle servicio a tu vehículo;
puedes llevarlo donde cualquier mecánico, pero lo mejor es llevarlo a la agencia en donde tienen
todo el sistema y los repuestos para arreglarlo. No intentes arreglar tu vida con el defectuoso
sistema de este mundo, mejor obedece las instrucciones del fabricante, tu Creador, quien te
conoce por dentro y por fuera, y es el único que puede sanarte, restaurarte y prosperarte. El
sistema del mundo y el de Dios se oponen, por eso al entregarle tu vida debes cambiar tu
pensamiento. Acércate a Él para que te renueve y vivas por fe.

No intentes arreglar tu vida con el defectuoso sistema de este mundo, mejor obedece las
instrucciones del fabricante, tu Creador, quien te conoce por dentro y por fuera, y es el único que
puede sanarte, restaurarte y prosperarte.

Y ¿cuáles son algunos de los principios fundamentales de Su reino? La comunicación con Él y el


perdón son básicos. Por eso, el Señor nos pide que oremos en todo lugar y con buena actitud,
haciendo a un lado el enojo y perdonando las ofensas.2

Jesús compartió mucho sobre la oración con Sus discípulos, porque para lograr ese cambio de
sistema, es determinante la comunicación, ya que no puedes amar y tener fe en alguien a quien
no conoces. En una oportunidad, les explicó sobre la necesidad de orar y no desmayar, y lo hizo
con una parábola que hablaba de una viuda insistente que le pedía intervención a un juez. Este,
ya cansado, la atendió. Ella no usó el sistema del mundo, sino que usó el sistema de Jesús, quien
nos enseña a insistir con fe.3 El mundo dice: «Usa mi sistema, busca alguien con influencia que
pueda facilitarte las cosas, busca a quién sobornar»; pero Dios te dice: «Usa Mi sistema, Yo sé lo
que te digo, demuestra tu fe, clama de día y de noche, sin descanso, pídeme y actúa
correctamente».4 Nadie tiene tanto poder para ayudarte como el Señor, el Juez por excelencia,
quien te da acceso directo a Su trono de gracia para que obtengas oportuno socorro. Su Palabra
dice que Él no tardará en responder, pero debe encontrar fe. ¡Si no recibes lo que esperas es
porque te tardas en clamar! No hay nada imposible para Dios, así que todo es posible si crees y
le pides.

Nuestro Señor es claro en decir que recibiremos todo lo que pidamos. 5 Por supuesto que no
recibiremos aquello que sea pecado, porque si estás conectado con Él, sabes que no es posible
pedir lo que nos hace daño y nos aleja de Su lado, pero todo lo que es lícito se puede pedir.
Entonces, ¿qué esperas? ¡Pídele! Si quieres, incluso prueba pedirle algo «no tan bueno». ¡Ya verás
que te responderá! En ese caso, por supuesto que Su respuesta será «No», pero nada pierdes con
intentarlo.

Qué importa lo que otros digan, tú deja a los demás con su oración, pide con fe y te será hecho.
Eso es lo que nuestro Padre nos ha enseñado. Yo estoy convencido de ello porque le he pedido
con fe y Él ha obrado ya que sabe que en todo momento deseo darle la honra y la gloria. Jesús
nos enseña a pedir en Su nombre. Él nos eligió y quiere que demos fruto 6 porque el Padre será
glorificado cuando se cumplan tus peticiones, se pudran esos yugos de enfermedad, pobreza,
orgullo, separación y desilusión.

Cuando operas en el sistema de Adán, buscas soluciones naturales. Frente a una enfermedad lo
primero que haces es averiguar si el seguro médico cubre el tratamiento, pero si operas en el
sistema de Dios, nada te turba porque sabes que has recibido sanidad por el sacrificio de Jesús.
No importa cuántos negocios se caigan, Él dice que habrá provisión sobrenatural para tu vida.
Recibirás llamadas de personas que desean bendecirte con trabajo e invitaciones que te
proveerán. Ora porque se abran puertas, y mientras eso sucede, también dile al Padre: «Sé que
todo estará bien porque dependo de Tu sistema».
Debemos ser como niños ingenuos delante del Señor, completamente dependientes de Su poder,
gracia y misericordia. Yo lo he experimentado con la obra del ministerio, he sido obediente y Él
toma el control, provee los recursos y allana el camino para todo emprendimiento que beneficie
a muchos. Accede al sistema de Su reino que opera sobrenaturalmente por fe. No confíes en el
sistema de este mundo.

Busca ser justo delante de Sus ojos y verás que tu oración no tendrá tropiezo. No significa que
seas perfecto, sino que tu corazón sea conforme con lo que Él pide. Convéncete y decídete a vivir
por fe. ¡Tírate de cabeza y sumérgete en el reino de Dios!

S-ar putea să vă placă și