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El aporte de la mujer en la tarea de la docencia en Chile

Sofía C. Fernández San Miguel

Introducción

En el presente trabajo me dispongo a analizar, teniendo por referencia algunos textos

relacionados al tema (en particular “La mujer chilena” de Felícitas Klimpel) el aporte y la

relevancia de la mujer en la tarea docente en Chile, incluso desde sus inicios, pese a las

dificultades que tuvo y ha tenido que enfrentar en lo relativo a su ingreso oficial y

equitativo. Me propongo, tras hacer una breve exposición del tema, demostrar cómo este

oficio siempre ha mantenido cierta relación con la labor femenina y cómo es uno en los

cuáles más se podría destacar su actividad.

Exposición/reseña histórica

El ingreso de la mujer a la educación oficial, primaria y secundaria en Chile, en

contraposición a la del hombre se ha caracterizado por verse desde sus inicios aquejada por

ciertas dificultades; teniendo en cuenta que la misma extensión de la educación primaria y

secundaria a las capas menos favorecidas de la población (tanto hombres como mujeres)

había presentado obstáculos y no logró desarrollarse óptimamente de inmediato, la dirigida

específicamente a las mujeres se halló en un principio particularmente afectada.

Como es sabido, no fue hasta si no con el advenimiento de la Independencia de Chile y la

formación republicana que la idea de la educación generalizada cobró interés para los

dirigentes del país (antes de ello, ésta estaba principalmente a cargo de la Iglesia, y era muy

limitada); al ser concebida la tarea educadora como a cargo del Estado, en cambio, se
empezaron a dictar decretos de apertura de escuelas. El 12 de Agosto de 1812 es firmado

por Prado, Carrera, Portales y Vial un decreto que exigía a los Cabildos y Conventos la

apertura de escuelas primarias para niñas; es aquí donde también se empieza a visualizar la

tarea de la mujer como educadora, al ser una buena candidata debido a su rol histórico

relativo al cuidado de los niños. No obstante, el desarrollo de la educación generalizada de

la mujer estuvo durante este período plagada de dificultades y lejos de poder darse de forma

óptima. En el censo realizado aquel año, tan sólo un 10% de las mujeres sabía leer y el 8%

escribir y menos de éste número asistían a las escuelas 1

De entre los gobernantes de esta época (S. XIX) uno de los pocos que logró dar un impulso

notable a la educación femenina fue Manuel Montt, a quien se le atribuye la fundación en

1854 de la Escuela de Preceptoras. Durante su mandato, se extendió el número de escuelas

para mujeres de 30 a a 139; aumentando el número total de alumnas de 1.200 a 6.400,

además de crearse la Ley General de Instrucción Primaria en 1860.

No obstante, pese a la creación de nuevas escuelas (aunque éstas no llegaban a igualar a las

de varones) y aunque en esta área –la de la docencia– la mujer tuvo una particular

relevancia, habiendo sido escogidas algunas por los Ministros, las dificultades continuaron

con respecto a lo relativo a la calidad del profesorado: ya que, sin embargo, muchas veces

las designaciones eran arbitrarias y más debido a intereses particulares/políticos que al

mérito. A esto contribuía también, el que se creasen varias escuelas en un corto período de

tiempo y el promedio de profesoras tituladas no diese abasto para todas ellas.

1
Diamela Eltit, “Crónica del sufragio femenino”, 1994
La escasez de preceptoras chilenas aptas durante esta época conllevó a que se contratasen

maestras extranjeras, especialmente alemanas, muchas de las cuales son recordadas hasta

hoy por los testimonios de las alumnas que estudiaron con ellas.

La primera directora chilena no fue, de hecho, designada sino hasta 1899: Carmen Silva

Donoso, y cabe destacar que no sin recelos por parte de los sectores más conservadores que

no creían que una mujer chilena estuviese preparada para el cargo.

A partir de este hecho, no obstante, y con la promulgación entre otras cosas de la Ley que

hacía obligatoria la educación primaria en 1920, se le abrieron las puertas a muchas

mujeres tanto chilenas como extranjeras para poder ejercer la docencia y asumir la

dirección de escuelas.

De 1887 a 1935 se habían graduado 2.289 mujeres como profesoras; hacia 1960 el número

ascendía a tres mil. La mayoría egresadas del Instituto Pedagógico y la Escuela de

Educación de la Universidad de Concepción. 2

El impulso fue notable sobre todo hacia la segunda mitad del siglo, con los nuevos

movimientos sociales feministas y la promulgación de la Ley de Sufragio femenino

universal (1949), hechos que aunque no directamente relacionados con el tema de la

docencia guardan relación en cuanto permitieron re-plantear la idea de la mujer como actor

social y reivindicar y rescatar su importancia en diversos ámbitos, unos de los cuales fue el

de la educación, en el que ya poseía cierta tradición.

2
Memoria Chilena, “Mujeres y profesiones universitarias (1900-1950)”, “Profesoras de Estado”.
Disponible en: [http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-96246.html]
Análisis

Teniendo en consideración las circunstancias históricas (ya mencionadas algunas a grandes

rasgos) que han delimitado a las mujeres en su educación y en sus posibilidades de

desempeñarse en alguna profesión, resulta ya mucho más evidente el por qué de su

relevancia en el sector de la educación: pues, en ningún otro ámbito, la mujer se ha

mostrado históricamente tan a la par o incluso adelante que el hombre.

Prueba de esto es que las mujeres ejercieron cargos en escuelas y pudieron acceder a la

posibilidad de formarse como preceptoras incluso antes de poder acceder a la educación

superior.

En la historia de la educación chilena, la creación de la Universidad de Chile en 1842 fue

sin duda un hito importante para su desarrollo y el advenimiento de la nueva clase

profesional en Chile; no obstante, la extensión de la educación universitaria estuvo vedada

para la población femenina hasta 1877 (La escuela de preceptoras se creó en 1854),

pudiendo acceder únicamente éstas a dicha escuela, además de la educación primaria.

En 1877 se autoriza el ingreso a la mujer a la educación superior mediante el “Decreto

Amunátegui”, el cual para poder promulgarse se basó entre otros en el argumento de que
las mujeres poseían ventajas naturales para poder ejercer algunos oficios relacionados con

la asistencia a otras personas. 3

Sacando cuentas, para 1885 el número de profesoras tituladas en el área de la educación

eran como muestra el gráfico 4:

559 en contraposición a los 368 hombres titulados. Es decir, las mujeres eran mayores en

número en esta área más que en ninguna otra, y –es más– lo eran exclusivamente en ésta.

Una de las posibles explicaciones para esto es que dentro del rubro de la educación, y del

cuidado de niños en general, las habilidades valoradas se pueden definir como muy afines a

lo femenino; no se busca, en efecto, lo mismo que para un trabajo estrictamente mecánico o

técnico, si no que son valoradas las habilidades blandas y de tacto para-con los niños y

pacientes (pues, cabe mencionar, también en el área de la Salud y la enfermería la mujer

tuvo un rol considerable desde sus inicios).

3
Memoria Chilena, “Mujeres y profesiones universitarias (1900-1950)”, “El ingreso femenino a la universidad”. Disponible en:
[http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-755.html]
4
Listado censal de profesiones, Provincia de Santiago, 1885.
Se entiende, pues, que la presencia de la mujer en el rol de la educación no es algo nuevo y

posee ya una trayectoria, por lo que podría considerarse que las búsquedas y los deseos de

mejorar en este ámbito van más por el lado de regular y optimizar las condiciones del

trabajo, que por fundar algo nuevo o despejar las vías hacia su ingreso.

Podría decirse que el hecho de que haya habido presencia femenina en el área de la

docencia desde mucho antes que en otros oficios no garantiza que esta esté exenta de

dificultades. Las hay, como por ejemplo el hecho de que existe una fuerte división en los

cargos administrativos: las mujeres se desempeñan principalmente como profesoras de aula

y minoritariamente en cargos mayores. En los puestos de privilegio sigue habiendo

mayoría masculina. Así, resulta que la proporción de mujeres en aula va disminuyendo

conforme aumenta el nivel educativo (la edad del estudiantado). En el caso de Chile las

mujeres constituyen por ejemplo el 99% del profesorado en la educación parvularia, el 77%

en la educación básica, el 55% en la educación media y sólo el 33% en el área de la

docencia universitaria. 5

Por lo tanto, estos datos nos deberían proporcionar una pauta para entender mejor el hecho

y contextualizarlo, pero sin perder de vista que aún queda por avanzar en esta área, y que

las mismas razones que posibilitan la inclusión en determinados ámbitos (el rol de la

educadora como figura maternal, casi como una extensión de lo doméstico) podrían resultar

no del todo aplicables para todos, y una posible tarea a plantearse podría ser la de

reivindicar el rol de la mujer como capaz de ejercer igualitariamente todo tipo de roles,

5
Elaboración en base a OECD 2004b; MINEDUC 2005c.
como por ejemplo el de la docencia universitaria y la investigación.

Resumen

Habiendo expuesto pues a un nivel general y detallado en los puntos que consideré

necesarios el tema, esperaría que mediante la lectura de este ensayo pueda obtenerse una

cierta noción del lugar de la mujer en el rol de la educación en Chile, las condiciones que

posibilitaron su surgimiento, y el estado y algunos de los problemas actuales que podrían

plantearse en relación a esto.

A modo de resumen, podría destacar que el rol de la mujer en la educación posee una

trayectoria mayor que en otro ámbitos que sólo llegaron principalmente a desarrollarse en

el S. XX, y de los que aún muchos se hallan en condiciones de desigualdad, si bien al

menos actualmente se dan las posibilidades para que surjan (podría nombrarse como

ejemplo el rol de los trabajos mecánicos, en los que en el gráfico de 1885 expuesto había

una brecha notable).

Las mujeres han estado presentes, en efecto, desde el surgimiento de las primeras escuelas

en el ámbito educativo, al surgir la necesidad de tener más gente capaz de enseñar y hacerse

cargo de la educación de una porción de la población que hasta entonces no contaba con

educación formal; y desde entonces, mediante la Creación de la Escuela de Preceptoras y el

progreso en cuestiones de acceso a la educación superior fueron desarrollándose sus

capacidades y facultades para ejercer.


De acuerdo con esto y hasta la fecha sigue habiendo una importante presencia femenina en

las escuelas, principalmente a nivel de educación primaria, secundaria y parvularia (siendo

ésta la que cuenta con mayor presencia; probablemente debido a la presencia del

componente maternal en el cuidado de niños pequeños, que es al que se le atribuye de

hecho el permitir que la mujer se consagrara en el ámbito).

Sin embargo, el acceso a las posiciones de poder y a los puestos de alto nivel se ha

caracterizado por presentar condiciones de desigualdad con respecto a la posibilidad de

desempeño a nivel de sólo docencia escolar, dándose que en estos puestos la situación llega

a revertirse (hay mayoría masculina en ellos), o no se condice con la posición destacada a

nivel subordinado.

Este fenómeno parece algo difícil de reducir a una sola causa, pues son muchos los factores

sociales, laborales e históricos que han contribuido a esto, y no es una circunstancia que se

dé solamente en Chile, pues hay otros países en los que pese a considerarse más

desarrollados, se sigue dando de igual manera esta situación. Mas no parece tampoco una

circunstancia que se deba pasar por alto, y en este sentido, la tarea propuesta va orientada a

investigar las causas de esta situación y en lo posible a tratar de equiparar las condiciones y

posibilidades de las mujeres a acceder a todos los cargos del área de la educación por igual,

teniendo además en cuenta la trayectoria que se posee (que resulta ser un buen argumento

para la posible objeción del no hallarse aún aptas para tal tarea) y su presencia siempre

considerable en el área de la docencia escolar y cargos subordinados, que al fin y al cabo,

podría pensarse que son los cargos que más íntimamente relacionados están con la tarea del

enseñar y educar: son las profesoras, en efecto, las que deben relacionarse día a día con los
alumnos, observar sus circunstancias, educarles de acuerdo a eso y sobretodo ayudarles

para formarse como personas íntegras.

Bibliografía

Felícitas Kimpel. (1962). “La mujer chilena”. Santiago: Ed. Andrés Bello.

Diamela Eltit. (1994). “Crónica del sufragio femenino”, Santiago: SERNAM.

Memoria Chilena, art. “Mujeres y profesiones universitarias (1900-1950)” y “El ingreso

femenino a la universidad”, “Profesoras de Estado”.

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