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IDENTIDAD DEL MAESTRO 1

EN COLOMBIA

Universidad Distrital Francisco José de Caldas


Facultad de Ciencias y Educación
Licenciatura en Educación Básica con Énfasis en Humanidades y Lengua Castellana
Fundamentos de pedagogía y educación
Por: Karen Cristina Lozano Álvarez - Cód. 20162160023

Atentados contra La Identidad del Maestro en Colombia

El rol del maestro en Colombia, a lo largo de la historia, ha sido, con algunas


excepciones, muy menospreciado, la crisis de valores y crisis económica conjugan un
juego peligroso contribuyendo al deterioro de la imagen del docente, labor cada vez
menos atractiva a los ojos de otros profesionales, de futuros aspirantes y del conjunto de
la sociedad (Cabo, 2016).

Asimismo, debido a que las personas ignoran esta labor y el sentido de este
trabajo, al docente no se le reconoce como persona ni se le da la relevancia que merece;
definiéndose no como una profesión sino como un servicio insalvable para la sociedad,
a su vez se le percibe como labor despreciable y avergonzante que “cualquiera” puede
realizar, es desprestigiada no sólo socialmente sino también económicamente.

Sin embargo, este ensayo tiene como propósito presentar que aunque hoy día
poco se reconoce la importancia del docente, éste tiene gran repercusión en la sociedad,
no sólo como un maestro sino también como un orientador, sensibilizador, guía, etc. Para
lo anterior se mencionará el papel del docente en Colombia a lo largo de la historia,
asimismo se exhibirán las reformas educativas, la poca autonomía que se le brinda al
educador, y se destacará la significación del educador para el país y el mundo.

Concepción del Maestro a lo Largo de La Historia

Con el paso del tiempo, la profesión de docente se ha ido desmeritando, ha pasado


de ser un sujeto de gran relevancia a llegar al punto de ignorar su labor, sin embargo es
un largo recorrido, por eso se destacará algunos hechos en la historia que marcaron el
papel del maestro.
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En 1550, se autorizaron los conventos para instruir a clérigos y seglares en las


cátedras de gramática y lectura, el docente tenía un rol de apóstol moralizante y
disciplinario. Por tanto los docentes dependían de la iglesia, la cual exigía una marcada
formación escolástica, dando por hecho que esta labor era una vocación que requería
entrega.

Pasando ya a la segunda mitad del siglo XVIII, con la institucionalización de la


función docente “la secta de la tiza y el tablero pone fin a la acción de ir de puerta en
puerta en busca de dinero a cambio de enseñanza” (Martínez y Noriega, 1989, p.32). De
1770 a 1800 se solicita título de maestro para obtener mayor prestigio/privilegio social,
sin embargo para obtener este título no sólo era necesario “leer y escribir sino ser hombre
blanco, decente y arreglado” (Martínez y Noriega, 1989, p.48).

Del mismo modo, a inicios del siglo XIX se designa crear instituciones de
enseñanza que abordaran los problemas sociales del momento, idea que el sabio Caldas
ya pensaba. Antes de la creación de las normales, los maestros buscaban
reconocimiento y se implementa la educación lancasteriana (la letra con sangre entra)
“lo que produce un descentramiento del maestro respecto a la enseñanza desconociendo
su singularidad” (IESALC1 y Universidad Pedagógica de Colombia, 2004, p.12). En 1844
se institucionalizan las Escuelas Normales, institutos para la formación de docentes
(educados con parte de la pedagogía de Pestalozzi).

Ya en el siglo XX, en 1917 el título de maestro había ascendido, para conseguirlo


se exigían requisitos más complejos que el que sólo ser un hombre blanco y pulcro, “ya
el maestro era un personaje decente, si carecía del papel dominante del cura, del
gamonal o del alcalde, pertenecía en todo caso a la élite social” (Helg, 2001, p.59).
Ganaban dinero que bastaba, pero aun así ahorraban en previsión de retardos en el pago
del salario. Con las recesiones económicas que se dieron después de la primera guerra
mundial y de la crisis de 1921, pocos eran los maestros que recibían su paga.

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Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe.
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Algunos maestros recibían bonos que negociaban si no tenían ahorros, otros


maestros hacían huelga o el pago que recibían eran cajas de botellas de
aguardiente que ellos revendían después, y otros tomaron la iniciativa de leer a
los adultos o dar clases de higiene y salud para redondear su salario. (Helg, 2001,
p.60)

Debido a que Colombia se encontraba en un periodo crítico por el frente nacional


durante 1958 hasta 1974, el movimiento sindical tomó fuerza, un paro convocado en
1959 mostró aspectos de las reivindicaciones y negociaciones entre los educadores y el
gobierno, así se formalizó en 1960 la Asociación Nacional de Educadores Colombianos,
después, durante la década de los 70, el sindicato luchó permanentemente por el
reconocimiento de la profesionalización del maestro, el establecimiento de un marco
claro y homogéneo para la administración del personal docente y directivo docente
(López, 2008).

En 1977 sale el decreto 028, donde el primer artículo del estatuto docente declara
“empleados públicos”; el escalafón determina el estatuto, esto anula el nivel actual de
cada educador lo que da paso al poco reconocimiento de esta labor; el propósito central
del decreto es liquidar las organizaciones sindicales del magisterio. Surge en 1982 el
llamado “El Movimiento Pedagógico en Colombia” que buscaba racionalizar y mejorar la
calidad de la educación protestando en contra de la reforma impuesta por el ministerio
de educación, “reforma educativa que se fundamentaba en los principios de la psicología
conductista y reducía el maestro a ser un simple administrador de currículo, pensado,
organizado e impuesto por los técnicos del ministerio de educación”. (Valencia, 2006,
p.12)

Reformas Educativas

Asimismo, otros factores que influyen en la pérdida de la identidad del maestro en


Colombia son algunas reformas, que a pesar de que dicen tener el propósito de mejorar
el sistema educativo, pocas se aplican, y las que se aplican sólo tienen como fin acentuar
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un tipo de conducta que tiene que seguir el docente. Por tanto se hablará de tres
importantes momentos de las reformas educativas en pro del estado.

La nacionalización de la educación, que condujo a un modelo administrativo


centralizado de la educación pública y que convino perfectamente a las
necesidades de los educadores que pedían la organización y confiabilidad que les
dio entonces el Estado central. Un segundo grupo de reformas se inició al finalizar
los años 80 […], el país adoptó una reforma incrementadora, puesto que las
transformaciones fueron progresivas y no tocaron los intereses mencionados.
Como lo afirma Nelson (2000: 53), las reformas de los 90 fueron lentas, modestas
y con riesgos de deshacerse o de ser revertidas. En Colombia, tres años después
de la puesta en marcha de la reforma que modificó la distribución de competencias
y recursos en 1993 […], los distintos actores parecían de acuerdo en señalar las
carencias como la poca efectividad, ineficiencia e incapacidad para responder a
las necesidades de la población, así como la necesidad de hacer “algo”, no
solamente aumentando las inversiones, sino mejorando el diseño de los
programas sociales y sus modalidades de entrega. “Y a finales de los años 90 se
empieza a originar una “contrarreforma” que antepuso economía a la pedagogía.
La lógica neoliberal de reducción de costos se impuso a los nobles propósitos de
la educación como derecho, ahora condicionada a la estandarización” (Castillo,
2016)”. (López, 2008, p.29)

Sin embargo, pocas de esas reformas se aplicaron realmente, pero propuestas


tales como la de la ley 30 de 1992 que seguramente sigue en pie, donde las empresas
privadas pueden invertir en las universidades públicas, eso sí, sin mencionar las
reformas de los años 60 y 70 que se centraron en la expansión del sistema educativo,
financiando construcciones, dotación de materiales, contratación y capacitación de
docentes, donde el Estado pidió al sector privado que en horarios complementarios
prestara sus instalaciones al sector oficial para la ampliación de la cobertura, pero las
administraciones privadas se resistieron debido a que no veían beneficios claros en
contraparte (López, 2008, p.29); donde se crearán universidades con ánimo de lucro, y
también una posible lesión a la autonomía universitaria. También, está la resolución 2041
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del 2016, que busca homogenizar la formación docente, viola la autonomía y ahonda la
crisis de la educación superior, entre otras.

Los profesores están siendo proletarizados porque se descualifican sus procesos


de trabajo […]. En ese sentido, los profesores deben defender la enseñanza
pública como el escenario en el que se tiene que construir un saber que le sirva a
las vastas mayorías de un país y que no tenga un fin mercantil, lo cual supone
enfrentar la homogenización del pensamiento y de la vida por la que propugna el
capital. (Vega, Renán)

De este modo, las reformas que se aplican no están al servició de la educación


como tal, sino que tienen únicamente el propósito de mejorar los resultados de las
evaluaciones nacionales e internacionales, de convertir la educación en un negocio y de
privatizar las instituciones públicas de educación superior, formando, no sujetos críticos
sino que sujetos dispuestos a cumplir las tareas asignadas por el mundo neoliberal en el
que nos encontramos.

Remuneración Docente

De igual importancia, otro agente que desprestigia al docente, es el poco salario


que reciben quienes ejercen esta noble profesión en nuestro país, a pesar de la gran
inversión que tienen que hacer para lograr terminar esta carrera; estudios hechos por
FECODE afirman que el promedio del salario de los educadores no supera el $1.500.000
mensual a pesar de las largas jornadas de trabajo, esto es en parte la mayor causa de
paros y movilizaciones por parte de los maestros de nuestro país.

Asimismo, cuando se habla de la deficiencia de la calidad educativa en Colombia,


los principales culpables son los maestros, pero no se tiene en cuenta, que no es sólo
culpa del maestro por ser obligado a seguir una malla curricular y no ir más allá, también
es de la poca cobertura, presupuesto y relevancia que el Gobierno le da a la educación.
“En muchos casos ha existido una falta de apropiación de los procesos y resultados. Los
maestros cuestionan los programas de formación y lo que en ellos se invierte, se le da
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poco o ningún reconocimiento a las características de los maestros como sujeto que
aprenden”. (Vaillant, 2016, p. 15)

De este modo, es hora de que el Gobierno Nacional considere que la educación


es la base del país, es la columna vertebral del desarrollo Colombiano, y ahora que
estamos es una época donde se busca la paz, la educación cumple un papel fundamental
como promotor del diálogo y la participación para acabar con la desigualdad y la
violencia, “para mejorar la calidad se requieren docentes con reconocimiento social, bien
pagados y con un escalafón que estimule el estudio” (Senén, 2012). Se debe reivindicar
la profesión docente pues los maestros son quienes tienen la responsabilidad de
transformar la realidad de Colombia a través de la educación.

Perseverancia del Maestro

En conclusión, a pesar de los múltiples factores que influyen en la pérdida de


identidad del docente, éste no renuncia y sigue con el propósito de que la sociedad
reconozca esta labor, no sólo como una profesión que orienta y brinda conocimientos
sino también como una profesión que crea conciencia y origina cambios en el presente
y para el futuro.

No obstante, a pesar de que hoy día se puede decir que la mayoría de la formación
de los docentes de nuestro país es inadecuada debido a tanta reforma que atenta con el
sistema educativo y aprisiona a los educadores en mallas curriculares, los que ejercen
esta labor y son poco remunerados, continúan, pues consideran que la función del
docente va más allá de enseñar, investigar y descubrir, ésta tiene “la función de ayudar
a crecer y apoyar a las nuevas generaciones en su proceso de desarrollo humano”
(Marques, 2006, p.9)., es decir, no es sólo una labor que transmite conocimiento, sino
también que orienta y facilita el aprendizaje, sensibilizando al educando con su entorno
para que pueda mejorarlo.

Asimismo, es adecuado decir que la labor de docente no todo mundo la puede


realizar. “Educar es un arte, una técnica y un talento y, por eso el profesional de la
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educación necesita tener vocación para ejercer la función de educar” (Marques, 2006,
p.9), y es que la tarea de educar es auténticamente humanística, es un acto de amor y
coraje (Freire, 1965) y que aunque no se remunere muy bien, se tiene la satisfacción de
que aporta al mundo como pocas profesiones logran hacerlo.

De esta manera, la tarea del docente no es sencilla en Colombia y no será así con
el paso del tiempo, pero el maestro no tiene que desfallecer, sí, en el camino de la
docencia se van a hallar obstáculos como ya se vio anteriormente que desanimarán al
maestro, pero que también lo impulsará a seguir y cambiar la visión que el mundo tiene
de esta labor, tiene que tomar lo obstáculos y asumirlos como desafíos que debe que
sobrepasar para así llegar a la construcción de una nueva identidad, construcción que
deberá ser conquistada para que los otros puedan asignar al docente un lugar singular,
como éste se merece, un lugar de reconocimiento, prestigio, cambio y contribución.
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