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A Paulina Piedrahita
in memoriam
Tal ha ocurrido con su poesía, que ha sido mal editada y de manera muy parcial. Aunque
Isaacs nunca abandonó la actividad poética y manifestó repetidamente su intención de
realizar una edición total de su obra literaria, las circunstancias no se lo permitieron y sólo
una mínima parte de su producción poética fue recogida en libro. A su muerte, en 1895,
sólo eran accesibles a los lectores sus poemas juveniles en la edición de El Mosaico (l864)
y los dos extensos poemas de la madurez: Saulo (1881) y La tierra de Córdoba (1893). El
resto de su poesía permaneció durante más de un siglo dispersa en periódicos y revistas de
la época o inédita en los manuscritos.
En 1864 El Mosaico publicó en Bogotá las Poesías con 27 composiciones juveniles escritas
entre 1860 Y 1864, las cuales se reimprimieron en Buenos Aires, en 1877, con la adición de
algunos textos inéditos.
En 1881 la imprenta de Echeverría publica en Bogotá el “Canto Primero” de Saulo. En
1893 la Imprenta de El Espectador publica en Medellín La tierra de Córdoba.
En 1895 Jorge Roa, director de la ""Biblioteca Popular"" y amigo de Isaacs, publica un mes
después de su muerte un cuadernillo que contiene 31 composiciones, 19 de las cuales son
distintas de las de 1864.
En 1907 Ángel Pola edita en México una recopilación de 52 poemas pero sólo 48 son de
Isaacs, pues uno está repetido con distinto título, dos no le pertenecen y otro es de dudosa
atribución.
En 1920 Baldomero Sanín Cano edita en Barcelona las Poesías completas de Jorge Isaacs
en donde recoge 50 poemas, tres de los cuales no están anotados en el índice. No aporta,
por lo tanto, mayores conocimientos acerca de su poesía, pero reproduce e introduce
numerosas erratas.
1
McGrady, Donald, La poesía de Jorge Isaacs, Bogota: Instituto Caro y Cuervo, p. 67, 1964 Separata de
Thesaurus, tomo XIX, N° 3.
Otras ediciones modernas o recientes de las supuestas poesías completas incluyen un
número muy reducido de composiciones y desmejoran lo ya conocido2 Tal es el caso del
libro de Carlos. Arturo Caicedo Licona, cuya VI Parte lleva con admirable desparpajo el
título de “Poesías completas de Jorge Isaacs y comprende 94 títulos. Esto significa que 22
años después de la edición de Romero el autor la desconoce o ignora, pues ni siquiera la
cita en la bibliografía.
2
María: novela americana, seguida de las poesías completas, Buenos Aires: Editorial Sopena, 1938. Poemas
completos. Incluida su novela María. Buenos Aires: Editorial Tor, 1956. María Poesías... Recopilación e
introducción a las poesías por Sergio Mejía Echavarría, Madrid: Aguilar, 1957 (Colección Crisol 90). Obras
completas, Medellín: Ediciones Académicas, 1967. Carlos Arturo Caicedo Licona, Jorge Isaacs. Su María,
sus luchas, Compilación critica, Medellín: Quibdó: Editorial Lealon, 1989.
edición presenta varias deficiencias de diverso orden. Por una parte, el criterio resulta
contradictorio, pues sostiene en un lugar que se propone recopilar la totalidad de la
producción poética del autor y, en otro, que descarta algunos poemas de los manuscritos
por considerarlos poesía menor o de circunstancia. Por otra parte, aunque afirma
reiteradamente haber tenido en cuenta los manuscritos de la Biblioteca Nacional, o
cuadernos ""de borradores como él los llama, al cotejar los textos publicados por Romero
con los de los manuscritos se evidencian varios hechos:
1) Romero conoció los manuscritos pero no los transcribió ni los cotejó con los textos
publicados.
Se limitó a reproducir los textos ya publicados por Roa, Pola y Sanín Cano con sus
múltiples erratas y sin tener en cuenta las abundantes correcciones que el autor introdujo en
el Manuscrito 314-0 I (que representa la última voluntad del autor en 10 relativo a
numerosos poemas) ni la últimas versiones publicadas en la prensa.
Con el fin de sustentar las afirmaciones anteriores, basta citar algunos casos específicos en
los cuales el editor afirma explícitamente haber tenido en cuenta los manuscritos.
De igual manera, el poema “¡Estote liberi!” (título que significa en latín ¡Sed libres!), y que
parece ser tomado del Ms 01 puesto que no ha sido encontrado en ninguna versión de
prensa, lo transcribe con numerosas erratas y lo cita varias veces con el absurdo título de
“Estrofas libres”.
Las dotes de Isaacs como poeta no han sido reconocidas por los críticos, pues la opinión
prevaleciente entre éstos es que el excepcional autor de María es un poeta mediocre.
Inclusive Gabriel García Márquez declaró en una entrevista reciente, a propósito de María,
que Isaacs no había escrito ni un solo verso bueno. Debe tomarse con reserva la opinión
que expresa Miguel Antonio Caro en su artículo “El darwinismo y las misiones”:
Aunque el Isaacs poeta es menos desconocido que el Isaacs dramaturgo, las anteriores
valoraciones se basan en un conocimiento muy deficiente de su poesía que abarca
generalmente los poemas publicados por El Mosaico y, en el mejor los casos, los
publicados por A. Romero Lozano. Inclusive un especialista como Donald McGrady, quien
junto con Romero ha sido uno de los pocos críticos que han conocido y se han ocupado con
algún detenimiento de la obra poética de Isaacs, afirma:
“Jorge Isaacs poetry is much inferior to the high quality of his novel María, but is of
sufficient merit to place him along Colombia's secondary poets... Isaacs poetry is not
profound; it contains no hidden meanings or recondite symbols. Only an occasional image
adorns the prosaic narratives and descriptions. ... Isaacs was primarily interested in the
content of his verses, not in the form. Therefore, the task of the critic is not that of
discovering a meaning concealed by complicated or ambiguous technique, but simply
consist in describing the content of Isaacs' poetry and showing its relationship to his life and
to María”4.
Si bien resulta arriesgado establecer cortes cronológicos netos, se pueden distinguir dos
grandes épocas en la poesía de Isaacs, con algunas variaciones temáticas, estilísticas, de
tono y de actitud. La primera que corresponde a los años 1859-1870 (es decir la poesía
anterior y contemporánea a María hasta su viaje a Chile) y la segunda que va hasta 1894,
fecha en que compone su último poema titulado ""Los inmortales"". Isaacs, en la mayoría
de los casos, indica la fecha precisa de composición de sus poemas a la que añade con
3
Caro, Miguel Antonio. Obras, tomo 1, Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, p. 1050, 1962.
4
McGrady, Donald, Jorge Isaacs, New York: Twayne Publishers, p. 33, 1972.
frecuencia el dato relativo al lugar. En la etapa inicial correspondiente a los años 1859-
1867 compuso el mayor número de poemas; se han recogido 84 y 9 traducciones. De los
años 1868 a 1873 sólo resultan 7 y de los últimos veinte años se conocen 73
composiciones, entre las cuales se destacan dos de gran envergadura como Saulo y La
tierra de Córdoba.
Una característica muy peculiar de su trabajo poético sobresale cuando se comparan las
versiones de los manuscritos con las publicadas en la prensa y las distintas versiones de
prensa entre sí: el autor corrige varias veces los textos tanto en los manuscritos como
después de haberlos publicado. De ahí que la labor de establecimiento del texto definitivo
resulte particularmente dispendiosa pues sólo puede hacerse después de haber cotejado
fechas y, sobre todo, las múltiples variantes.
A lo largo de los 35 años mencionados podemos comprobar una evolución pero también
algunas constantes. Hay actitudes, temas y rasgos estilísticos que retornan y otros que son
específicos de cada una de las épocas.
La continuidad puede observarse sobre todo en algunos temas y subtemas que, con mayor o
menor énfasis y frecuencia, reaparecen en toda la poesía de Isaacs. Los más evidentes son:
la naturaleza, los afectos familiares, el amor, las contiendas civiles, la nostalgia, la
proscripción, el poeta y la poesía.
La naturaleza es siempre mujer. Al igual que en María, establece múltiples relaciones entre
ella y la mujer amada:
Vi tardes de verano
tardes del Cauca,
voluptuosas, risueñas,
y engalanadas,
y muchos días fueron menos hermosos
que mi Felisa.
(Felisa)
Los afectos familiares: el amor paterno, filial y conyugal, los recuerdos del hogar y de los
juegos infantiles inspiran un conjunto significativo de poemas de tipo más autobiográfico y
anecdótico en el primer período: La tumba suya, La mañana del abuelo, El turpial, El
gorrión, Mayo, El primer beso, La huérfana, El esclavo Pedro, El rey Ulises, Clementina;
y más líricos en la segunda etapa: Adormeciendo a David, A mi hija Clementina, El viejo
soldado.
5
Los poemas se citan según la versión definitiva establecida por la autora de este ensayo.
Existe también un grupo de poemas de tema heroico dedicados a la patria y a sus próceres y
tres himnos de guerra, dos de los cuales envió al concurso realizado el 20 de julio de 1881
para escoger la letra del himno nacional de Colombia. Las guerras civiles son el tema de
unos quince poemas; eminentemente narrativas los de la primera época (La vuelta del
recluta, El desertor en campaña, El cabo Muñoz, Los parias, La voluntaria, La muerte del
desertor) y menos anecdóticos y más líricos los de la segunda, como La tumba del soldado
(1874) en el cual evoca la fidelidad del perro, el negro Terranova compañero jovial del
regimiento, que en el solitario campamento del ejército vencedor llora sobre la tumba del
soldado hasta dejar sobre ella sus huesos como único recuerdo. La reina del campamento es
un poema jocoso que tiene como protagonista a la hermosa y coqueta Tarcila, una de las
figuras típicas de la literatura costumbrista colombiana: la “soldadera”, es decir, la mujer
que acompaña a la tropa: en cambio, La voluntaria (aunque de inferior calidad) es la
versión trágica de este tipo de personaje: Rita, la joven desventurada, a quien la soldadesca
destruye la casa y a quien vemos en la última estrofa macilenta y haraposa llorando sobre la
tumba del padre reclutado a la fuerza. Este, como los demás poemas del mismo tema, que
por lo general tienen como personaje central al soldado separado de sus seres queridos y
obligado a ir a la guerra, es un documento de protesta contra la ferocidad e insensatez de las
luchas fratricidas.
Con el fin de entender, aunque sea en parte, esta actitud de Isaacs, debemos recordar
algunos aspectos biográficos. El desastre económico de Guayabonegro y las burlas crueles
y los ataques de que fue objeto por parte de sus conciudadanos lo hirieron profundamente,
lo obligaron a marcharse de Cali a donde no volvería. Los violentos ataques de los
conservadores y del clero a su actividad política y educativa en defensa del programa
radical de la educación laica, gratuita y obligatoria, el desastroso final de la aventura
antioqueña, su expulsión de la Cámara, la crisis del radicalismo, su fugaz y desafortunada
actuación en la guerra civil de 1885, la quimera de la riqueza cada vez más esquiva,
generan en Isaacs profundas frustraciones.
Así en “El Dios del siglo arremete contra los ricos, los adoradores del Becerro de oro, para
quienes el único crimen es la indigencia.
6
En lo relativo a la métrica ver: Cristina, María Teresa, “Jorge Isaacs” en: Gran Enciclopedia de Colombia. 4,
Literatura, Bogotá: Círculo de Lectores, p.97, 1992.
No temáis de otro Dios la omnipotencia,
danzad en torno del Becerro de oro
y ahogad, en estruendoso coro
la impertinente voz de la conciencia.
Insomnio es uno de sus poemas más reflexivos. Partiendo del contraste entre la soledad del
viajero errante
y la vida familiar del pobre labrador que al atardecer encuentra reposo en su hogar, llega a
meditaciones acerca de la existencia, del hombre (gusanillo luminoso, pensador gusano),
del saber (“¿Saber? ! Pensar que se sabe!”, según cita en el epígrafe de Goethe), de la
Patria, de la función del poeta.
En algunas composiciones asume el tono del profeta bíblico que lanza invectivas contra la
corrupción y la decadencia de su siglo. Estos poemas van precedidos con frecuencia por
epígrafes tomados de la Biblia. Son textos muy combativos y polémicos en que el lenguaje
se desborda y, cuando toca el tema político, se vuelve virulento y casi panfletario. Aunque
su valor es más documental que estético, citaremos algunos versos a título puramente
ilustrativo. Así, Borradores de campaña (inédito, 1877) escrito después de la batalla de Los
Chancos y dedicado a César Conto es una arremetida anticlerical contra Roma X sus
ministros que han traicionado el ideal del Nazareno. El lenguaje recuerda algunos escritos
del periódico El Programa Liberal:
Los poemas de los últimos años son especialmente amargos (Cuasi-soneto, La sabia gente,
Los hombres ilustres de Plutarco, Desaliento, Pro Patria, En la tortura); en un lenguaje
más adolorido que violento, arremete contra los siervos de Pluto, los avaros, la turba venal;
opone las legiones de la luz a los ejércitos de las tinieblas y del fanatismo; el águila, el
probo, es víctima de los canes iracundos del “avariento cruel”. En ¡Sed buenos! exhorta a
sus hijos a perdonar “de la turba venal la befa impía”.
En La corona del bardo se refiere a la fugacidad de la gloria que suscita la envidia de los
adoradores del oro: sólo el amor inmortal hace inmortales y al llegar al sepulcro sobrarán
coronas de espinas:
Uno de sus últimos poemas es el soneto Demeter que merece ser citado integralmente.
A partir de 1881 recorre parte del territorio colombiano: la Costa Atlántica, la Sierra
Nevada de Santa Marta, la Guajira; conoce las tribus indígenas de estas regiones. De estas
experiencias nos quedan algunos de los mejores poemas como éste, brevísimo, A la Sierra
Neyada:
El imperio chimila, En las orillas del mar Caribe, En los desiertos de Ariguaní y la
delicada elegía La muerte de Belisario, dedicada a su fiel compañero de exploraciones.
El eros es un tema constante en la obra poética de Isaacs desde sus comienzos. En la
primera época, la expresión es más recatada y contenida y está asociada con frecuencia a la
felicidad perdida por la muerte de la amada: Ten piedad de mí, A orillas del torrente, etc,
Zoraida es el apasionado y desesperado lamento de la mujer traicionada que convierte el
amor en absoluto y muere por él. Este poema anticipa en muchos aspectos a Saulo.
Saulo, el poema más ambicioso de Isaacs y punto culminante de su poesía, es todavía muy
desconocido e injustamente despreciado. No fue valorado por “la crítica y todavía
McGrady en 1964, quien parece no haberlo leído, repite viejos prejuicios”. Isaacs tuvo la
ambición de escribir un largo poema épico (sic) (…) El poema es tan confuso que no se
percibe cuál ha de ser su asunto. No es de sentir que el poeta no acabara este poema, pues
como observó Gómez Restrepo, „es una cosa lamentable‟”p. 26)7. Esta afirmación la
enunció el ilustre crítico colombiano en un ensayo de juventud, y la reiteró años más tarde
en su Historia de la literatura colombiana, “Isaacs, que en sus obras anteriores había sido
de una claridad meridiana, adoptó en Saulo un estilo vago e incoherente, hasta el punto de
que es difícil comprender qué tema se proponía desarrollar. Parece iniciar una historia de
amor (…) pero no se inicia tema ninguno concreto ni aparece claramente definida ninguna
figura”8.
Otros, como Sanín Cano y Maya, no lo mencionan. Desafortunadamente esta obra quedó
inconclusa. Se publicó solamente el Canto 1 formado por treinta poemas —que suman 643
versos endecasílabos alternados con algunos heptasílabos— precedidos, a manera de
prólogo, por el soneto titulado Homenaje del autor en la tumba de Heloísa. No tenemos
información acerca del contenido de los cantos siguientes ni podemos entender porqué fue
considerado un poema épico.
Por una reseña publicada por su amigo Adriano Páez, en la revista literaria que él editaba
(La Patria, abril 28 de 1881), logramos una visión de conjunto del poema. Escribe Páez:
“Estamos en el mar Pacifico. Un buque surca rápidamente las ondas. ¿A dónde va? No lo
sabemos. Dos jóvenes, dos amantes, al parecer felices, contemplan desde el buque el mar,
7
McGrady, La poesía de Jorge Isaacs: p. 26
8
Gómez Restrepo, Antonio, Historia de la literatura colombiana, vol. IV, Bogotá: Litografía Villegas, p. 243,
1957.
el cielo, la inmensidad. Llámanse Saulo y Olga. Han leído casi todo el día y pronto la noche
los cubrirá con sus sombras. ¿Qué han leído? Ese poema inmortal de amor y martirio que se
llama la Vida de Heloísa y Abelardo; esas cartas —tal vez apócrifas— en que la heroína del
Paracleto contaba su amor y sus penas al filósofo de Santa Genoveva; cartas que son el
Decalogo de los enamorados y la admiración del mundo.
Esa lectura ha producido sobre alga un efecto tan fulminante como el que cuenta Francesca
de Rimini, en el poema de Dante, que produjo en ella y Paolo la historia de Lanzarote y
come amor lo strinse (como lo aprisionó el amor). Ha sentido Olga lo que sintió Graziella,
a orillas del mar Tirreno, cuando Lamartine leía a la dulce niña el idilio de Pablo y Virginia
de Saint-Pierre.
Saulo es poeta, es un genio desgraciado. Como Byron y Harold ha recorrido el mundo, sin
encontrar reposo, y lleva en su propio seno la víbora que lo matará. Ejerce sobre las
mujeres la fascinación casi fantástica que ejerce Byron, y surcan su frente todas las
tormentas que surcaron la frente de Manfredo. Olga, por él, olvidó sus deberes... y ha
dejado a su patria. (...)
Olga ama con amor desesperado y ve en Saulo patria, familia y Dios. Saulo se ha
desgastado contra las rocas en los agrios caminos de la vida; sobre su alma ha caído lluvia
de tormentas terribles, y nada puede consolarle ni llenarle, ni aun el amor de Olga.
La noche llega ya, y; del regazo mullido de Olga rodó a sus plantas el poema santo, las
cartas de Heloísa. Entonces su amante da voz al delirio antes silencioso y ensalza a la
desgraciada esposa de Abelardo al mismo tiempo que a Olga. Su imaginación es un volcán:
de sus labios salen torrentes de poesía.
Olga lo oye extasiada, suspirando, admirando, adorando: ya hay lágrimas en sus ojos... y al
fin solloza. Interrúmpelo a veces con acentos de profundo amor y ternura infinita, como los
gemidos del arpa, no acallados a veces, en medio de una orquesta. Saulo sigue en su delirio
de amor, con la fuerza, la velocidad, el brillo de una catarata: divaga por todas las regiones
y todas las épocas: olvida a Heloísa, vuela a la tierra de Abraham y de Jacob, evoca las
mujeres bíblicas. Entonces pensaríais que estábais en los países de Oriente, a orillas del
Jordán, y que escuchábais “El Cantar de los cantares” en boca de Salomón o de David. La
poesía bíblica, la poesía de Sakountala y de los bardos persas, vibra en los ardientes labios
de Saulo. Las vírgenes de Judea repiten sus acentos de amor en las líquidas llanuras del
Pacífico, y Oiga; vencida como Heloísa y como Dioema, cae, palpitante, ebria de ternura y
de dicha, en brazos de Saulo.
El buque continúa su misterioso viaje por el Pacífico. Olga reposa feliz, mientras en la mar
se contempla el firmamento. Saulo vela y medita…
Saulo es el poeta, el genio infortunado que ama lo sublime... y Olga lo ha abandonado todo
para seguirlo. El yo lírico se dirige a Olga y en algunos versos entabla diálogo con ella.
Más allá del tiempo y del espacio, la identidad de la enamorada se confunde con la de
Heloísa y con figuras femeninas de la antigüedad clásica y de la Biblia. Es un personaje
simbólico, pero no abstracto, que encarna el amor total, del cuerpo, del espíritu y del
intelecto. Por lo tanto, se refiere a ella mediante pares opuestos: además de ser Heloísa ella
es Safo (poetisa griega que encarna el eros), y Débora (juez y profetisa de Israel que
representa el conocimiento); Psiquis (el alma, en el mito griego, que sólo puede ser
desposada por Amor) y Diana (diosa protectora de la naturaleza salvaje); Betsabé"" y
Susana (adulterio y castidad). También es Sulamita, Ruth y Dioema.
Transcribimos el primer poema:
Me la figuro en ti; ¡ya la comprendo!
Arcángel y mujer, casta y ardiente...
Safo en el alma, Débora en la mente,
con el amor humano enamorada,
ciega de amor y trémula sintiendo
ósculos de los ángeles que tocan
sus sienes y la veste inmaculada.
Eres tú como fue; ¡ya la imagino!
Este amor pasión se expresa mediante un lirismo desbordado, un tono enfático, retórico,
pletórico de interrogaciones y exclamaciones, rico en metáforas, en un lenguaje
entrecortado que expresa el éxtasis, el desgarramiento y el delirio amorosos.
Retomando las palabras de Fernando Charry Lara podemos decir que Saulo es “una de las
más hermosas, misteriosas, maltratadas y desconocidas creaciones de la poesía
colombiana”.
El 11 de enero de 1891 fallece Elvira Silva, la hermana adorada de José Asunción. Amada
y admirada por su belleza, inteligencia y modestia, su muerte causó consternación en la
sociedad bogotana. A Isaacs lo unía una vieja amistad con la familia Silva, particularmente
con el joven poeta, a pesar de la diferencia de edad -28 años- Y con Elvira a quien conoció
desde niña y asociaba con su hija Clementina, muerta a los doce años. Este afecto fue
retribuido por Elvira. Relata Enrique Santos Molano que el día antes de que ella cayera
enferma, el 5 de enero, los Silva invitaron a su casa al conde Gaspar Gloria, ministro
plenipotenciario de Italia, al hermano de éste y a Jorge Isaacs y que, cuando Elvira se
acercó a él, “tomó con ambas manos la cabeza encanecida del autor de María, y
atrayéndolo hacia ella besó afectuosa la mejilla cuarteada de su poeta favorito”9. Al día
siguiente de su muerte y bajo el impacto inmediato del dolor, compone el canto “Elvira
Silva” que envía a José Asunción el día 17 de enero con una nota muy escueta: “Amigo de
mi alma: estas estrofas son el homenaje de mi cariño y gratitud en la tumba de su hermana.
¡Todavía le quedaban a mi corazón muchas lágrimas!”. Ese mismo día, Silva escribe a
Isaacs una carta cuyo contenido sólo puede ser deducido de la respuesta de éste del 2l de
enero. Por ella sabemos que Silva le envía el retrato de EIvira, sus pañuelos “fragantes aún
con el perfume de sus manos. Los he recibido en este momento -escribe Isaacs- Aquí los
tengo... Los guardaré como las trenzas y juguetes de mi Clementina”. De Elvira dice el
poeta: “anhelaba mi reposo y alivio, la prosperidad de mis trabajos”10.
Silva apreciaba a Isaacs como amigo y como poeta. Elogió el canto a Elvira que pensaba
publicar en Nueva York; además, entre los objetos de gran valor personal que entregó a sus
acreedores, figuraba en la lista de libros “un ejemplar de Saulo, pasta de cuero de Rusia con
esquinas de plata, regalo de Jorge Isaacs”.
Elvira Silva lleva un epígrafe de V. Hugo:
9
Santos Molano, Enrique, El corazón del poeta, Bogotá: Nuevo Rumbo Editores, p. 673, 1992.
10
Silva, José Asunción, Obras completas, Bogotá: Banco de la República, pp. 361-362, 1965.
Consta de 131 versos (127 endecasílabos y 4 heptasílabos) agrupados en siete poemas o
unidades que no responden al esquema de la estrofa tradicional. En esta elegía encontramos
los tópicos fundamentales del género como son: la lamentación —el dolor causado por la
muerte—, la alabanza del muerto, la invocación al mismo para resucitarlo y la consolación.
El poema comienza con una interrogación sin respuesta, que implica un rechazo de la
muerte, y con la expresión del dolor por la perdida de la que endulzaba y consolaba la
amarga existencia del poeta dolorido. La lamentación se funde, se refuerza con la agonía
personal del poeta.
El elogio de la joven muerta se traduce en una idealización que evita lo abstracto fundiendo
lo general con lo individual. El tópico idealizante se personaliza y se tiñe de ternura. La
joven no es un ser de este mundo, su acento es de “ritmo sobrehumano”, es un ángel que en
la muerte alcanza la perfección de su naturaleza. Elvira es la Obra de Arte suprema, el
Poema perfecto, cuya perfección no es de este mundo; es el ideal de belleza soñado o
intuido por los poetas, que no morirá mientras la canten, vano ensueño “quizá del alma que
memora o que presiente la belleza inmortal…”; es: “celestial hechicera”, “ángel consolador
en mi agonía!”, “embeleso y amor de los amores...”, “hálito de Jehová, luz de su mente /
humanada en mujer”. Es también la reina en su trono, la desposada de la muerte. El féretro
es su trono y su lecho nupcial. Así, los elementos eróticos se asocian con lo virginal y con
la muerte.
La figura central que rige el poema es el apóstrofe: a Elvira para que siga viviendo; a los
vivos (poema VI), en la exhortación que se expresa mediante los imperativos: “En silencio
llorad, los que la amasteis…”, “El féretro mullid”, “poned blando cojín”, etc.
Por último, al igual que en otras composiciones del segundo período, la rima no está sujeta
a alternancias regulares y prefiere la asonante a la consonante que utiliza sólo en los pasajes
particularmente dramáticos como recurso para intensificar el pathos.
Las oraciones truncas expresan el desgarramiento, la intensidad emotiva, el sentimiento
desbordado e incontrolable.
La Tierra de Córdoba es la última ambiciosa composición que emprende Isaacs. Se trata de
una extensa obra formada por ocho poemas (212 versos en 53 estrofas). Es un canto a
Antioquia, así llamada en homenaje a uno de sus próceres: José María Córdoba, el héroe de
Ayacucho. Isaacs siempre manifestó afecto y simpatía por esta tierra a la que legó sus
restos, pues compartía la creencia - al parecer sin mayor fundamento histórico- acerca del
origen israelita de sus gentes.
El poema presenta algunos aspectos interesantes desde el punto de vista métrico. Aunque se
declare no muy experto en la materia, estos cuartetos polimétricos demuestran que Isaacs se
propuso emprender algunos experimentos de virtuosismo formal.
Para concluir, podemos afirmar que la poesía de Isaacs sigue siendo injustamente olvidada
y subvalorada por diversas razones: