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Caso BALBIN

CSJN,Fallos, 217:122

FALLO DE LA CORTE SUPREMA

Buenos Aires, junio 26 de 1950.

"Considerando: Que habiéndose cuestionado en autos la aplicación de una claúsula


constitucional -art.63-, y el pronunciamiento recaído fue contrario a la inteligencia atribuida
o al privilegio explícita yreiteradamente invocado por la defensa, que se funda, a su vez en
la mencionada claúsula constitucional (art.14 inc.3, ley 48); que, por lo demás, en la
interposición del recurso se han cumplido las exigencias del art.15 de la misma ley, el
recurso extraordinario es procedente, y así se declara.

Que en cuanto al fondo del asunto, de las constancias de autos resulta que el Dr. Ricardo A.
Balbín fue suspendido en sus funciones de diputado nacional, en sesión de la Cámara de
Diputados de la Nación, el 29 de septiembre de1949, según constancias del Diario de
Sesiones del año respectivo, p.4296 in fine.

Que la defensa sostiene que el allanamiento del fuero parlamentario, resuelto por la Cámara
de Diputados, sólo debe aplicarse al juzgamiento del sumario determinado que provocó la
medida; en otros términos, que en el supuesto de existir otros sumarios incoados contra el
mismo legislador -como en el caso de autos- se requiere, según los recurrentes un número
igual de pronunciamientos legislativos previos, pues la falta de éstos, impide la
sustanciación de los procesos promovidos o que puedan promoverse.

Que ha de tenerse presente, para el examen del punto sometido a la decisión de la Corte,
una primera y fundamental circunstancia, vinculada con el principio de la separación y
función propia de los poderes del Estado.En este sentido, si bien es indudable la
trascendental importancia que reviste el fuero parlamentario, como garantía del libre
ejercicio de la función legislativa, no lo es menos, dentro de la armonía funcional de los
poderes, que alcanza igual jerarquía el libre ejercicio de la función judicial, como garantía
de sus decisiones, sobre todo cuando una rama legislativa, al entregar a la justicia la
valoración de la conducta de uno de sus miembros imputado de delito, y al que ha privado
de sus fueros, permite a los jueces cumplir, sin reatos incompatibles con su elevada misión,
el delicadísimo deber de aplicar las leyes que el propio parlamento sancionó para la
preservación del cuerpo social que representa, o para resguardo de la vida, honor y
patrimonio de sus integrantes, afectados o vulnerados.

Que el principio rector que se enuncia, inspirado en la división de los poderes del Estado,
aparece confirmado por la índole de la decisión legislativa, que suspende en sus funciones a
uno de sus miembros de la Cámara, por aparecer sumariado. El pronunciamiento del
desafuero carece de toda relevancia en la ulterior decisión judicial que ha de recaer en la
causa, lo que revela inequívocamente que la medida legislativa reviste un evidente
einconfundible carácter político, como lo tiene tambie’n el examen de los motivos en que
se apoya, pues debe limitarse a apoyar la seriedad de la imputación -en cuanto ella pudiera
constituir una maniobra tendiente a afectar la integridad del cuerpo o a trabar la función
legislativa-, ‘sin inmiscuirse en declaraciones de carácter judicial ni tampoco en la
interpretación de disposiciones vigentes en materia penal, pues esta tarea corresponde ala
justicia; y toda intromisión extraña sería a las bases fundamentales de nuestro régimen
gubernativo, que no admite la posibilidad de que se confundan, por ningun concepto, las
funciones independientes que corresponden a los diversos poderes organizados por la
Constitución. La decisión se apoya, así, en motivos o razones de interés general, de
moralidad o de conveniencia pública, que justifican la suspensión del privilegio y aconsejan
someter al legislador acusado a la acción tutelar y reparadora de justicia’( Diario de
Sesiones, Diputados, 1903, t.II, P. 121). Basta, pues, para decidir el desafuero, la
apreciación política de la conducta del legislador, realizada por la Cámara a que pertenece
con motivo de un sumario, pero actuando como juez natural, también político, de los
derechos, títulos y privilegios de sus miembros (doctrina de los arts. 57 y 59, Const.
Nacional).

Que fijada la naturaleza de la decisión legislativa corresponde añadir, para determinar su


alcance, conforme al precepto del art. 63 de la Const. Nacional, que éste era único en el
mundo al tiempo de su incorporación, por primera vez, a la Const. de1819, adoptándoselo
después, en principio, en diversas Const. americanas. Se presenta así como un precepto de
factura propia, o casi original, que no responde a ensayo organizador anterior alguno, y no
se aproxima siquiera al modelo norteamericano de la Carta de 1853, con el que tantas veces
se ha querido encontrar similitud para la aplicación de la jurisprudencia. La diferencia
indudable entre ambos cuerpos constitucionales se destacó en Fallos, 54:46, al afirmar que
’la constitución argentina se separó de su modelo por razones peculiares a nuestra propia
sociabilidad y motivos de alta política’. En consecuencia las consideraciones que se
formulen, fundadas en antecedentes históricos, o en preceptos diferentes, nacionales o
extranjeros, vinculados a los fueros parlamentarios, resultan inoperantes para desentrañar el
verdadero alcance del texto del art. 63, cuyas características esenciales se dejan
consignadas.

Que salvada la independencia del Poder Legislativo, y asegurada la garantía de su


integridad y funcionamiento, mediante la necesidad de la decisión de una de sus Cámaras,
por el voto de las dos terceras partes de sus miembros presentes, ‘suspendiendo en sus
funciones al acusado’, que lo despoja de sus inmunodades, lo excluye de su seno, le veda el
ejercicio del cargo, lo priva de las remuneraciones y de cualquiera otra prerrogativa o
garantía inherente a la función, que no puede desempeñar si no media un nuevo
pronunciamiento que lo rehabilite, reincorporándolo, es evidente que durante el tiempo de
la ‘suspensión’, los actos del legislador se rigen en sí, y en sus consecuencias, por el
principio de la igualdad de todos los habitantes ante la ley (art. 28, Constitución).

Que si en la apreciación de los actos del legislador suspendido cupiese una discriminación
entre el delito que fue materia del sumario determinante de la privación del fuero, y los
demás delitos que ejecutara, se crearía un estatuto jurídico particular, irritante para el
principio de igualdad enunciado, a todas luces injustificable, y que no se encuentra
autorizado por cuerpo legal, antecedente jurisprudencial ni interpretación doctrinaria
alguna. La separación efectiva, autorizada y dispuesta por el cuerpo legislativo en atención
a que éste considera que el orden público prevalece sobre la función legislativa, y reconoce
que los jueces son libres de defenderle o restaurarle, es el verdadero alcance que debe
atribuirse a la suspensión de los fueros.

Que, además, el límite que se pretende atribuir a la ‘suspensión en las funciones’, es decir,
para un delito determinado y concreto, exclusivamente, trabaría la investigación y
esclarecimiento de delitos conexos con aquel que sirvió de base a la iniciación de las
actuaciones preliminares al momento en que la Cámara se pronunció, e igualmente podría
llegar a entorpecer la acción de los jueces en cuanto a las competencias derivadas de
aquellos hechos, y aun dificultar el cabal pronunciamiento judicial, en orden a la justa
calificación legal de una compleja figura delictiva.Que el límite alegado, por otra parte, no
resulta del texto del art. 63 ni de los términos en que fue proclamada la medida, en el sub
iudice, por el presidente de la Cámara de Diputados, registrados en la p. 4396 del Diario de
Sesiones, donde se consigna:’Quedan allanados los fueros del señor diputado por Buenos
Aires, doctor Ricardo Balbín’, sin otras condiciones ni limitaciones.

Que, por fin, la suspensión en las funciones no importa una descalificación que convierta al
legislador en persona indigna de recobrar sus fueros parlamentarios, pues no es la iniciación
de uno o más procesos, ni el arresto lo que determina tal calidad, sino la condena, cuando
ella reviste esos caracteres; tampoco entraña la suspensión un prejuzgamiento acerca de la
inocencia o culpabilidad del legislador encausado, porque ello es extraño, como se ha
dicho, a la función legislativa que se examina y, finalmente, no anticipa juicio sobre la
procedencia del procesamiento. La suspensión, pues, es una medida que se adopta en
resguardo del prestigio del cuerpo, que no puede admitir en su seno a un miembro
sospechado de la comisión de actos delictuosos, y esta medida no habrá de tender a
obstaculizar la más amplia acción de la justicia, que lo segregará definitivamente o lo
devolverá al cuerpo, con la declaración de honor que corresponda, sin nuevas interferencias
o requisitos que en nada rozarían la firme e irrevocable decisión ya adoptada por la Cámara,
al entregarlo a los jueces.

En su mérito, habiendo dictaminado el Procurador General, se confirma la sentencia


apelada, en cuanto ha podido ser materia del recurso. Notifíquese y devuélvase al tribunal
de procedencia".

LUIS R. LONGHI, RODOLFO G. VALENZUELA, FELIPE S. PEREZ, ATILIO


PESSAGNO, TOMAS D. CASARES

DISIDENCIA DE FUNDAMENTOS DEL DOCTOR CASARES

"Considerando:

1) Que el fuero parlamentario es una garantía del libre ejercicio de la función legislativa.
Pero si este libre ejercicio es indispensable para el recti orden de la vida institucional, no es
menos esencial en ella el libre ejercicio de la función judicial. La necesidad que el
Parlamento tiene de la libertad de sus miembros no ha de valorarse prescindiendo de
considerar la necesidad que tiene el cuerpo social que los jueces cumplan sin reatos el deber
de perseguir, del modo que las leyes dispongan, la infracción de ellas. Por eso cuando se
trata de la condición de un legislador privado de sus fueros frente a la actuación de la
justicia a su respecto, no se trata de un problema concerniente a la libertad individual sino
de una cuestión institucional. En la posibilidad de ser sometido a la acción de la justicia hay
todo lo contrario de un riesgo para la libertad individual rectamente entendida, puesto que
nadie está expuesto a ser procesado ni menos aún privado de libertad con motivo del
proceso, cuando se lo proponga cualquier pretensión arbitraria, sino cuando lo disponga un
juez ante cuya conciencia no puede dejar de estar presente nunca que bajo su custodia
hállase tanto la integridad del orden establecido por las leyes, cuanto el honor y la libertad
de quienes sean acusados de violarlas.

2) Que todo pronunciaiento de una Cámara del Congreso respecto al desafuero que de uno
de sus miembros pida un juez impone la previa consideración confrontada de los dos
intereses institucionales en juego: el de la integridad de la respectiva Cámara y de la libre
actuación de la justicia. Acordar el desafuero importa consentir la desintegración del cuerpo
que lo acuerda en razón de que, desde el punto de vista de lo que es preferentemente
requerido por el orden público, se le reconoce prevalencia a la libre actuación judicial.

3) Que el reconocimiento de esa prevalencia se hace, por imperativo de la Constitución,


‘previo examen de sumario’, esto es, de las actuaciones a raíz de las cuales el juez ha
decidido el procesamiento. Lo que quiere decir que el examen del sumario no ha de dar
sólo pretexto u ocasión sino razón y fundamento al desafuero.

4) Que no obstante, se debe referir de algún modo esa examen a la causa del procesamiento,
pues debe recaer sobre el ‘mérito’ del sumario, no puede consistir en nada parecido a una
anticipación del juicio judicial, como se explicará más adelante, ni tampoco a una revisión
de la procedencia del enjuiciamiento dispuesto por el juez, lo cual importaría allanamiento
de la función propia y privativa de la justicia. A esta altura del examen de la cuestión
importa especialmente la última de las observaciones precedentes, pues con ella queda
establecido que la relación del desafuero con el examen del sumario no es meramente
extrínseca, ajena por completo a la causa misma del proceso, ni concerniente a la seriedad
con que se lo haya promovido.

5) Que de la relación en que lo decidido por la Cámara está con el examen del sumario que
la misma debió hacer, y de que el desafuero no comporta la separación del legislador (art.
59) sino su suspensión en las funciones (art. 63, parte última) síguese que la privación de
las inmunidades no es ilimitada. Considerarla ilimitada implica admitir la posibilidad de
que la suspensión se prolongue con motivo de procesos que, de haber tenido el cuerpo
posibilidad de examinar la causa determinante de ellos, hubiese considerado improcedente
el desafuero, esto es, su propia desintegración. Lo que quiere decir que este modo de
interpretar el alcance de la privación de inmunidades se desentiende de que la razón de ser
de esta última proviene del examen del sumario que la Cámara debió hacer al decidirla.

6) Que de la suspensión a que se acaba de aludir (art. 63, parte última, de la Constitución)
no se sigue consecuencia ninguna en orden al desafuero. Las consecuencias de ella sólo
conciernen a la relación del legislador suspendido con el cuerpo de que es miembro. El
desafuero produce la suspensión y por lo mismo esta última, como consecuencia que es del
primero, no puede tener sobre él ninguna influencia.

7) Que si bien no es ilimitado, tampoco se ha de considerar al desafuero como


‘exclusivamente’ relativo al proceso para el cual se lo pidió y en vista del cual fue decidido.
Atribuirle ese restringido alcance en razón, precisamente, de que se lo decidió ‘previo
examen del sumario’, esto es, en atención a una determinada acusación y a determinadas
constancias relativas a ella, importa desnaturalizar radicalmente el sentido de dicho examen
convirtiéndolo en una cierta anticipación del juicio judicial por el juicio de la respectiva
Cámara, con lo cual el resguardo de los órganos legislativos resultaría obtenido mediante
una sustitución de la función propia de los órganos judiciales. Si ello hubiera estado en el
propósito del régimen constitucional en este punto, no el desafuero sino el íntegro
juzgamiento de la causa le habría sido encomendado a la respectiva Cámara.

8) Que para atribuir al requisito del examen en cuestión la consecuencia de que el desafuero
sólo posibilita el proceso tenido en vista cuando se lo acordó habría que interpretarlo como
una apreciación anticipada, así fuera sólo presuntiva, de la culpabilidad atribuida al
legislador. Lo cual, sobre comportar, como quedó dicho, invasión de lo que es privativo de
la justicia, no podría hacerse sin temeridad, pues lo que la Cámara tiene a su disposición es
sólo un sumario inconcluso. Cuando una Cámara del Congreso entiende debe hacer un
juicio de semejante alcance sobre uno de sus miembros el procedimiento es el de la
separación legislado en el art. 59 de la Constitución.

9) Que los términos de la cuestión concluyen siendo los siguientes: del examen del sumario
proviene la razón por la cual la Cámara deniega o acuerda el desafuero -de donde se sigue
que este último no puede considerarse ilimitado en sus efectos sino de algún modo
vinculado con el procesamiento que se tuvo en vista-; pero ese examen no puede referirse a
la existencia o inexistencia de presunciones de culpabilidad en las actuaciones examinadas
-de donde se sigue que el desafuero no puede considerarse ‘exclusivamente’ relativo al caso
particular tenido en vista-; luego el examen sólo ha podido tomar en consideración la
naturaleza o especie del delito imputado. En otras palabras, el examen del sumario no
puede proporcionar fundamento a la decisión -y se ha explicado que ‘debe’ proporcionarla-,
sino en razón de la clase de delito por la cual se lo instruye. Sólo una consideración de esa
especie puede ser hecha por la Cámara con el debido fundamento, dados los elementos del
juicio de que dispone, y sin sustituirse a la justicia en ninguna medida. Y éste el
precisamente el juicio requerido para decidir cual de los dos intereses institucionales en
juego -el de la integridad del cuerpo o el de la libre actuación judicial-, se ha d dar
preferencia, vista la diversa significación que tanto en el orden moral individual como en el
orden social y en el político tiene las diversas violaciones de la ley que ésta califica
taxativamente como delitos.

10) Que está, pues, en la razón de ser del desafuero que mientras no se produzca la
reincorporación del legisalador al cuerpo de que es miembro, posibilite todos los
enjuiciamientos determinados por delitos de la misma especie del que la Cámara tuvo en
vista al acordarlo, y no otros.

11) Que a esta consecuencia no se oponen las palabras finales del artículo constitucional
examinado (‘ponerlo -al legislador privado de los fueros- a disposición del juez competente
para su juzgamiento’). El sentido de eelas corresponde al que tiene el precepto considerado
en toda su integridad y que es el que se ha explicado precedentemente. Es obvio que el
legislador sea puesto a disposición de ‘un’ juez puesto que el desafuero se refiere a ‘un’
procesamiento y al pedido hecho por el juez que lo ha dispuesto. Pero sería no sólo fundar
la interpretación del todo en la letra de una cláusula de él a pesar de que la interpretación se
vuelve contra la que impone la consideración del todo y no obstante tener la cláusula un
obvio sentido congruente con la lógica inteligencia del precepto integral, sino también
hacer una interpretación, aparentemente favorable a las atribuciones y privilegios de la
Cámara, pero que sacrificaría el real significado de la decisión de esta última al imponer
nuevos pronunciamientos en situaciones que reproducirían rigurosamente aquélla en que la
Cámara se halló cuando acordó el desafuero: acusación dirigida contra el mismo miembro
de ella y por el mismo delito; los dos únicos puntos sobre los que pudo y debió recaer el
examen en que su decisión originaria se fundó.

12) Que no hay, por fin, riesgo alguno de sustitución de la Cámara por el juez en orden a la
determinación del alcance del desafuero cuando se trate de procesos que no sean el que la
Cámara tuvo en vista, si el delito imputado es de la misma especie, porque la determinación
de las especies o clases de delitos es taxativa en las leyes penales por lo cual no hay al
respecto problemas de interpretación ni posibilidad de inclusiones analógicas.

Por lo tanto, habiendo dictaminado el Procurador General y puesto que se da en este caso la
condición indicada, se confirma la sentencia objeto del recurso en lo que ha sido materia de
él".
TOMAS D. CASARES.

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