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Prefacio

Las matemáticas no nacieron plenamente formadas. Fueron


haciéndose gracias a los esfuerzos acumulativos de muchas personas
que procedían de muchas culturas y hablaban diferentes lenguas.
Ideas matemáticas que se siguen utilizando hoy datan de hace más
de 4.000 años.
Muchos descubrimientos humanos son efímeros; el diseño de las
ruedas de carro fue muy importante para el Reino Nuevo Egipcio,
pero hoy día no es exactamente tecnología de vanguardia. Las
matemáticas, por el contrario, suelen ser permanentes. Una vez que
se ha hecho un descubrimiento matemático está a disposición de
cualquiera, y con ello adquiere una vida propia. Las buenas ideas
matemáticas difícilmente pasan de moda, aunque la forma de
implementarlas puede sufrir cambios espectaculares. Hoy seguimos
utilizando métodos para resolver ecuaciones que fueron descubiertas
por los antiguos babilonios. Ya no utilizamos su notación, pero el
vínculo histórico es innegable.
De hecho, la mayoría de las matemáticas que se enseñan hoy en la
escuela tienen más de 200 años.
La inclusión de las matemáticas modernas en los programas de
estudio en los años sesenta del siglo pasado llevó la asignatura al
siglo XIX. Pero, contra lo que pueda parecer, las matemáticas no se
han quedado quietas. Hoy día, se crean más matemáticas nuevas
cada semana que las que los babilonios pudieron manejar en dos mil
años.
El progreso de la civilización humana y el progreso de las
matemáticas han ido de la mano. Sin los descubrimientos griegos,
árabes e hindúes en trigonometría, la navegación en océanos abiertos
hubiera sido una tarea aún más aventurada de lo que fue cuando los
grandes marinos abrieron los seis continentes. Las rutas comerciales
de China a Europa, o de Indonesia a las Américas, se mantenían
unidas por un invisible hilo matemático.
La sociedad de hoy no podría funcionar sin matemáticas.
Prácticamente todo lo que hoy nos parece natural, desde la televisión
hasta los teléfonos móviles, desde los grandes aviones de pasajeros
hasta los sistemas de navegación por satélite en los automóviles,
desde los programas de los trenes hasta los escáneres médicos, se
basa en ideas y métodos matemáticos. A veces son matemáticas de
mil años de edad; otras veces son matemáticas descubiertas la
semana pasada. La mayoría de nosotros nunca nos damos cuenta de
que están presentes, trabajando entre bastidores para facilitar esos
milagros de la tecnología moderna.
Esto no es bueno: nos hace creer que la tecnología funciona por
magia, y nos lleva a esperar nuevos milagros cada día. Por otra
parte, es también completamente natural: queremos utilizar estos
milagros con tanta facilidad y tan poco esfuerzo mental como sea
posible. El usuario no debería cargarse con información innecesaria
sobre la maquinaria subyacente que hace posible los milagros. Si
todos los pasajeros de un avión tuvieran que superar un examen de
trigonometría antes de embarcar en el avión, pocos de nosotros
dejaríamos la tierra alguna vez. Y aunque eso podría reducir nuestra
pisada de carbono, también haría nuestro mundo muy pequeño y
provinciano.
Escribir una historia de las matemáticas verdaderamente completa es
virtualmente imposible. La disciplina es ahora tan amplia, tan
compleja y tan técnica, que ni siquiera un experto podría entender
por completo un libro semejante; dejando aparte el hecho de que
nadie podría escribirlo. Morris Kline se acercó con su épico
Pensamiento matemático desde la antigüedad hasta los tiempos
modernos. Tiene más de 1.200 páginas de letra pequeña, y deja
fuera casi todo lo que ha sucedido en los últimos cien años.
Este libro es mucho más corto, lo que quiere decir que he tenido que
ser selectivo, especialmente en lo que se refiere a los siglos XX y XXI.
Soy plenamente consciente de todos los temas importantes que he
tenido que omitir. No hay geometría algebraica, ni teoría de
cohomología, ni análisis de elementos finitos, ni ondeletes.
La lista de lo que falta es mucho más larga que la lista de lo que se
ha incluido.
Mis elecciones se han guiado por lo que probablemente es la
formación básica de los lectores y por la concisión con que pueden
explicarse las nuevas ideas.
La historia sigue aproximadamente un orden cronológico dentro de
cada capítulo, pero los capítulos están ordenados por temas. Esto es
necesario para darle una coherencia narrativa, si lo pusiera todo en
orden cronológico, la discusión saltaría de forma aleatoria de un tema
a otro, sin ningún sentido de dirección.
Esto podría estar más cerca de la historia real, pero haría el libro
ilegible. Por eso, cada nuevo capítulo empieza con una vuelta al
pasado, y luego toca algunos de los hitos históricos por los que pasó
la disciplina en su desarrollo. Los primeros capítulos se detienen a
mucha distancia en el pasado; los últimos capítulos recorren a veces
todo el camino hasta el presente.
He tratado de dar una idea de las matemáticas modernas, por lo que
entiendo cualquier cosa hecha en los últimos 100 años más o menos,
seleccionando temas de los que los lectores pueden haber oído hablar
y relacionándolos con las tendencias históricas generales. La omisión
de un tema no implica que carezca de importancia, pero creo que
tiene más sentido dedicar algunas páginas a hablar de la
demostración de Andrew Wiles del Último Teorema de Fermat —de lo
que la mayoría de los lectores han oído hablar— que, por ejemplo, a
la geometría no-conmutativa, de la que tan sólo el fundamento
ocuparía varios capítulos.
En definitiva, ésta es una historia, no la historia. Y es historia en el
sentido en que cuenta un relato sobre el pasado. No se dirige a
historiadores profesionales, no hace las finas distinciones que ellos
creen necesarias, y a veces describe ideas del pasado a través de los
ojos del presente. Esto último es el pecado capital para un
historiador, porque hace que parezca que los antiguos estaban
luchando por llegar a nuestro modo de pensamiento actual. Pero creo
que es defendible y esencial si el objetivo principal es partir de lo que
ahora sabemos y preguntar de dónde proceden dichas ideas. Los
griegos no estudiaron la elipse para hacer posible la teoría de las
órbitas planetarias de Kepler, ni Kepler formuló sus tres leyes del
movimiento planetario para que Newton las convirtiera en su ley de la
gravedad. Sin embargo, la historia de la ley de Newton se basa
firmemente en el trabajo griego sobre la elipse y el análisis de Kepler
de los datos observacionales.
Un subtema del libro son los usos prácticos de las matemáticas. Aquí
he ofrecido una muestra muy ecléctica de aplicaciones, pasadas y
presentes. Una vez más, la omisión de un tema no indica que carezca
de importancia.
Las matemáticas tienen una historia larga y gloriosa aunque algo
olvidada, y la influencia de la disciplina sobre el desarrollo de la
cultura humana ha sido inmensa. Si este libro transmite una
minúscula parte de la historia, habrá alcanzado lo que yo me
propuse.

Coventry
Mayo de 2007

Capítulo 1
Fichas, cuentas y tablillas
El nacimiento de los números

Las matemáticas empezaron con los números, y los números siguen


siendo fundamentales, incluso si la disciplina ya no se limita a los
cálculos numéricos. Sobre la base de los números, las matemáticas
han construido conceptos más sofisticados y se han desarrollado hasta
constituir un área muy amplia y variada del pensamiento humano, que
va mucho más allá de lo que encontramos en un típico temario escolar.
Las matemáticas de hoy tratan más de estructuras, pautas y formas
que de los propios números. Sus métodos son muy generales, y a
menudo muy abstractos. Tienen aplicaciones en la ciencia, la industria,
el comercio..., incluso las artes. Las matemáticas son universales y
ubicuas.
Empezó con números
Durante muchos miles de años, matemáticos de muchas y diferentes
culturas han creado una enorme superestructura cimentada en los
números: geometría, cálculo infinitesimal, dinámica, probabilidad,
topología, caos, complejidad, etc. La revista Mathematical Reviews,
que registra cada nueva publicación matemática, clasifica la disciplina
en casi un centenar de áreas mayores, subdivididas en varios miles
de especialidades. Hay más de 50.000 matemáticos investigadores en
el mundo, que publican más de un millón de páginas de matemáticas
nuevas cada año.
Los números parecen muy simples y directos, pero las apariencias
engañan.
Matemáticas genuinamente nuevas, no sólo pequeñas variaciones
sobre resultados ya existentes.
Los matemáticos también han investigado en los fundamentos lógicos
de su disciplina, y han descubierto conceptos aún más fundamentales
que los números: lógica matemática, teoría de conjuntos. Pero, una
vez más, la motivación principal, el punto de partida del que fluye
todo lo demás, es el concepto de número.
Los cálculos con números pueden ser duros; obtener el número
correcto puede ser difícil. Incluso así, es mucho más fácil utilizar
números que especificar qué son realmente. Los números cuentan
cosas, pero no son cosas: podemos coger dos tazas, pero no
podemos coger el número «dos».
Los números se denotan por símbolos, pero no son símbolos:
diferentes culturas utilizan diferentes símbolos para el mismo
número. Los números son abstractos, y sin embargo nuestra
sociedad se basa en ellos y no funcionaría sin ellos. Los números son
una construcción mental, y sin embargo tenemos la sensación de que
seguirían teniendo significado incluso si la humanidad fuera barrida
por una catástrofe mundial y no quedara ninguna mente para
contemplarlos.

Las primeras marcas


La historia de las matemáticas empieza con la invención de símbolos
escritos para denotar números. Nuestro familiar sistema de «dígitos»
0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, para representar todos los números
imaginables, por grandes que sean, es una invención relativamente
reciente; nació hace unos 1.500 años, y su extensión a los
«decimales», que nos permite representar números con alta
precisión, no tiene más de 450 años. Los computadores, que han
introducido los cálculos matemáticos en nuestra cultura de forma tan
profunda que ya no notamos su presencia, llevan con nosotros tan
sólo unos 50 años.
Y sólo hace 20 años que disponemos de computadores
suficientemente potentes y rápidos para servirnos en nuestros
hogares.
Sin números, la civilización tal como ahora la conocemos no podría
existir.
Todo empezó con pequeñas fichas de arcilla, hace 10.000 años en el
Próximo Oriente.
Los números están por todas partes, como sirvientes ocultos que
corren de un lado a otro entre bastidores: llevan mensajes, corrigen
nuestra ortografía cuando escribimos a máquina, programan nuestros
vuelos de vacaciones al Caribe, llevan el registro de nuestros bienes,
garantizan que nuestros medicamentos sean seguros y efectivos. Y,
en contrapartida, hacen posibles las armas nucleares y guían bombas
y misiles hacia sus objetivos.
No todas las aplicaciones de las matemáticas han mejorado la
condición humana.
¿Cómo surgió esta industria numérica verdaderamente enorme?
Incluso entonces, los contables ya estaban registrando quién era el
propietario de qué, y de cuánto; incluso si todavía no se había
inventado la escritura y no había símbolos para los números. En lugar
de símbolos numerales, aquellos contables antiguos utilizaban
pequeñas fichas de arcilla. Unas eran conos, otras eran esferas y
otras tenían forma de huevos.Había cilindros, discos y pirámides. La
arqueóloga Denise Schhmandt-Besserat dedujo que estas fichas
representaban productos básicos de la época. Las esferas de arcilla
representaban fanegas de grano, los cilindros representaban
animales, los huevos jarras de aceite. Las fichas más antiguas datan
del 8.000 a.C. y fueron de uso común durante 5.000 años.

El hueso de Ishango, con las pautas de marcas y los números que


pueden representar
Con el paso del tiempo, las fichas se hicieron más elaboradas y más
especializadas. Había conos decorados para representar barras de
pan, y tabletas en forma de diamante para representar cerveza.
Schmandt-Besserat se dio cuenta de que estas fichas eran mucho
más que un artificio de contabilidad. Eran un primer paso vital en el
camino hacia los símbolos numerales, la aritmética y las
matemáticas. Pero ese paso inicial fue bastante extraño, y parece
dado por accidente.

Izquierda. Las marcas de cuenta tienen la ventaja de que pueden ir


añadiéndose de una en una, durante largos periodos, sin alterar o
borrar marcas anteriores. Se siguen utilizando hoy, a menudo en
grupos de cinco con el quinto trazo cruzando diagonalmente los
cuatro anteriores. Derecha. La presencia de marcas de cuenta aún
puede verse en los numerales modernos. Nuestros símbolos 1,2, 3 se
derivan, respectivamente, de un solo trazo, dos trazos horizontales
unidos por una línea inclinada, y tres trazos horizontales unidos por
una línea inclinada

Se dio porque las fichas se utilizaban para llevar registros, quizá con
fines impositivos o financieros, o como prueba legal de propiedad. Las
fichas tenían la ventaja de que los contables podían ordenarlas
rápidamente para calcular cuántos animales o cuánto grano poseía o
debía alguien. El inconveniente era que las fichas podían ser
falsificadas. Así que para asegurar que nadie interfería en las
cuentas, los contables guardaban las fichas en recipientes de arcilla,
como si estuvieran precintadas. Podían descubrir rápidamente
cuántas fichas, y de qué tipo, había dentro de un recipiente dado
rompiéndolo. Siempre podían hacer un nuevo recipiente para un
almacenamiento posterior.
Sin embargo, romper repetidamente un recipiente y renovarlo era
una forma muy poco eficaz de descubrir lo que había dentro, y los
burócratas de la antigua Mesopotamia pensaron algo mejor.
Inscribieron símbolos en el recipiente que hacían una lista de las
fichas que contenía. Si había dentro siete esferas, los contables
dibujaban siete esferas en la arcilla húmeda de la vasija.
En algún momento los burócratas mesopotámicos se dieron cuenta de
que, una vez que habían dibujado los símbolos en el exterior del
recipiente, ya no necesitaban los contenidos, y ya no tenían que
romper el recipiente para ver qué fichas había dentro.
Este paso obvio pero crucial dio lugar a un conjunto de símbolos
numerales escritos, con diferentes formas para diferentes clases de
bienes. Todos los demás símbolos numerales, incluidos los que hoy
utilizamos, son los descendientes intelectuales de este antiguo
artificio burocrático. De hecho, es posible que la sustitución de fichas
por símbolos haya constituido también el nacimiento de la propia
escritura.

Marcas de cuenta
Estas marcas de arcilla no eran ni mucho menos los más antiguos
ejemplos de escritura numeral, pero todos los ejemplos anteriores
son poco más que rayas, «marcas de cuenta», que registran números
como una serie de trazos, tales como

|||||||||||||

para representar el número 13. Las marcas más viejas conocidas de


este tipo, 29 muescas grabadas en un hueso de pata de babuino,
tienen unos 37.000 años. El hueso se encontró en una cueva en las
montañas Lebombo, en la frontera entre Swazilandia y Sudáfrica, por
lo que la cueva se conoce como la Cueva de la Frontera, y el hueso es
el hueso de Lebombo. A falta de una máquina del tiempo, no hay
modo de estar seguros de lo que representan las marcas, pero
podemos hacer conjeturas informadas. Un mes lunar tiene 28 días,
de modo es posible que las muescas estén relacionadas con las fases
de la Luna.
Hay reliquias similares de la Europa antigua. Un hueso de lobo
encontrado en la antigua Checoslovaquia tiene 57 marcas dispuestas
en once grupos de cinco con dos sueltas, y tiene unos 30.000 años.
Dos veces 28 es 56, de modo que esto podría ser un registro lunar de
dos meses. Una vez más, parece que no hay modo de comprobar
esta sugerencia. Pero las marcas parecen deliberadas, y debieron
hacerse por alguna razón.
Otra antigua inscripción matemática, el hueso de Ishango en Zaire,
tiene 25.000 años (estimaciones previas de 6.000-9.000 años fueron
revisadas en 1995). A primera vista las marcas a lo largo del borde
del hueso parecen hechas casi al azar, pero quizá haya pautas
ocultas. Una fila contiene los números primos entre 10 y 20, a saber,
11, 13, 17 y 19, cuya suma es 60. Otra hilera contiene 9, 11, 19 y
21, que también suman 60. La tercera hilera recuerda un método
utilizado a veces para multiplicar dos números por duplicación y por
división por dos repetida. Sin embargo, las pautas aparentes pueden
ser una simple coincidencia, y también se ha sugerido que el hueso
de Ishango es un calendario lunar.
Las marcas de cuenta tienen la ventaja de que pueden irse añadiendo
de una en una, durante largos periodos, sin alterar o borrar marcas
anteriores. Se siguen utilizando hoy, a menudo en grupos de cinco
con el quinto trazo cruzando diagonalmente los cuatro anteriores.
La presencia de marcas de cuenta es profunda, y aún puede verse en
los numerales modernos. Nuestros símbolos 1, 2, 3 se derivan,
respectivamente, de un solo trazo, dos trazos horizontales unidos por
una línea inclinada, y tres trazos horizontales unidos por una línea
inclinada.

Las marcas se convierten en numerales


El camino histórico desde las fichas de los contables a los numerales
modernos es largo e indirecto. Con el paso de los milenios, los
pueblos de Mesopotamia desarrollaron la agricultura, y su forma de
vida nómada dio paso a un asentamiento permanente en una serie de
ciudades-estado: Babilonia, Erido, Lagash, Sumer, Ur. Los primitivos
símbolos inscritos en tablillas de arcilla húmeda se transformaron en
pictogramas —símbolos que representan palabras mediante imágenes
simplificadas de lo que las palabras significan— y posteriormente los
pictogramas se simplificaron y quedaron reducidos a un pequeño
número de marcas con forma de cuña, que se imprimían en la arcilla
utilizando un estilete seco con un extremo plano y afilado. Podían
hacerse diferentes tipos de cuñas manejando el estilete de diferentes
maneras. Hacia el 3.000 a.C. los sumerios habían desarrollado una
elaborada forma de escritura, ahora llamada cuneiforme: «en forma
de cuña».
La historia de este periodo es complicada; diferentes ciudades se
hicieron dominantes en tiempos diferentes. La ciudad de Babilonia, en
particular, alcanzó gran importancia, y aproximadamente un millón
de tablillas de arcilla babilónicas han sido extraídas de las arenas
mesopotámicas. Unos pocos cientos de ellas tratan de matemáticas y
astronomía, y muestran que los babilonios tenían un amplio
conocimiento de ambas disciplinas. En particular, eran astrónomos
expertos y desarrollaron un simbolismo sistemático y sofisticado para
los números con el que podían representar datos astronómicos con
alta precisión.
Los símbolos numerales babilónicos van mucho más allá de un simple
sistema de recuento, y son los más antiguos símbolos conocidos en
hacerlo.
Se utilizan dos tipos diferentes de cuña: una cuña delgada y vertical
para representar el numero 1, y una cuña gruesa horizontal para el
número 10.
Estas cuñas se disponían en grupos para indicar los números 2-9 y
20-50.
Sin embargo, esta pauta se detiene en 59, y la cuña delgada toma
entonces un segundo significado, el número 60.
Se dice por ello que el sistema de numeración babilónico es de «base
60», o sexagesimal. Es decir, el valor de un símbolo puede ser un
número, o 60 veces dicho número, o 60 veces 60 veces dicho
número, dependiendo de la posición del símbolo. En esto es similar a
nuestro familiar sistema decimal, en el que el valor de un símbolo se
multiplica por 10, o por 100, o por 1.000, dependiendo de su
posición. En el número 777, por ejemplo, el primer 7 significa «siete
cientos», el segundo significa «setenta» y el tercero significa «siete».
Para un babilonio, una serie de tres repeticiones del
símbolo para «7» tendría un significado diferente, aunque basado en
un principio similar. El primer símbolo significaría 7 x 60 x 60, o
25.200; el segundo significaría 7 x 60 = 420; el tercero significaría 7.
Por lo tanto, el grupo de tres significaría 25.200 + 420 + 7, que es
25.627 en nuestra notación. Aún pueden encontrarse hoy reliquias de
los números babilonios de base 60.
Los 60 segundos en un minuto, 60 minutos en una hora y 360 grados
en un círculo completo se remontan a la antigua Babilonia.

Símbolos babilónicos para los números 1-59

Puesto que es difícil escribir a máquina en cuneiforme, los estudiosos


escriben los numerales babilónicos utilizando una mezcla de nuestra
notación de base 10 y su notación de base 60. Así, las tres
repeticiones del símbolo cuneiforme para 7 se escribirán como 7, 7,
7.Y algo como 23, 11, 14 indicará los símbolos babilónicos para 23,
11 y 14 escritos en orden, con el valor numérico (23 x 60 x 60) + (11
x 60) + 14, lo que da 83.474 en nuestra notación.

Los babilonios
Nosotros no sólo utilizamos diez símbolos para representar números
arbitrariamente grandes: también utilizamos los mismos símbolos
para representar números arbitrariamente pequeños. Para hacerlo
empleamos la «coma decimal». Los dígitos a la izquierda de la coma
representan números enteros; los que están a la derecha de la coma
representan fracciones. Fracciones especiales son los múltiplos de
una décima, una centésima y así sucesivamente. Por lo tanto 25,47,
pongamos por caso, significa 2 decenas + 5 unidades + 4 décimas +
7 centésimas.
Los babilonios conocían este truco y lo utilizaron con un efecto
extraordinario en sus observaciones astronómicas. Los estudiosos
denotan al equivalente babilónico de la coma decimal por un punto y
coma (;), pero ésta es una «coma sexagesimal» y los múltiplos a su
derecha son múltiplos de 1/60, (1/60 x 1/60) = 1/3600 y así
sucesivamente. Como ejemplo, la lista de números 12, 59; 57, 17
significa

12 x 60 + 59 + 57/60 + 17/3600

que es aproximadamente 779,955.


Se conocen casi 2.000 tablillas babilónicas con información
astronómica, aunque muchas de éstas son pura rutina, consistentes
en descripciones de maneras de predecir eclipses, tablas de sucesos
astronómicos regulares y breves extractos. Unas 300 tablillas son
más ambiciosas y más excitantes; tabulan observaciones del
movimiento de Mercurio, Marte, Júpiter y Saturno, por ejemplo.
Por fascinante que pueda ser, la astronomía babilónica es algo
tangencial a nuestra historia principal, que es la de las matemáticas
«puras» babilónicas. Pero parece probable que la aplicación a la
astronomía fuera un acicate para la búsqueda de las áreas más
cerebrales de dicha disciplina. Por ello es justo reconocer cuán
precisos eran los astrónomos babilonios cuando se trataba de
observar sucesos celestes. Por ejemplo, encontraron que el periodo
orbital de Marte (estrictamente, el tiempo transcurrido entre
apariciones sucesivas en la misma posición en el cielo) era 12, 59;
57, 17 días en su notación, aproximadamente 779,955 días, como ya
se ha señalado.

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