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Guía de Lenguaje y Comunicación

Lee este cuento policial con mucha atención. Busca las palabras que no conoces en el diccionario. Marca con
corchetes sus párrafos. Escribe, para cada uno de ellos, una oración que lo sintetice.

El bote llegó a las costas de una ciudad inglesa. Entre la muchedumbre que
regresa, se distinguía ese hombre vestido de gris, chaleco blanco y un
sombrero de paja con cinta casi azul. La serenidad de su rostro, su delgadez,
su tez trigueña y su barba negra corta no hacía suponer que, tras esa figura,
se encontraba una de las cabezas más potentes de Europa. Se trataba de
Valentín, jefe de la policía parisiense y el más famoso investigador del mundo.
Venía de Bruselas a Londres para realizar la captura más comentada del siglo.
Flambeau estaba en Inglaterra. La policía de tres países había
seguido la pista del afamado delincuente.
Sospechaba que trataría de escaparse en Londres, aprovechando el
trastorno que, por entonces, causaba en aquella ciudad la celebración del
Congreso Eucarístico. Sería fácil, bajo esas circunstancias, adoptar un
disfraz de sacerdote, pero nadie sabía con certeza cómo actuaría Flambeau.
Hace años que ese coloso del crimen tenía al mundo en zozobras con
sus fechorías que eran anunciadas por los periódicos de la mañana, en los que se relataba cada uno de sus escapes
como delitos extraordinarios, cometidos con gran audacia. Era un hombre de gran contextura física y altura
gigantesca. No era sanguinario; sus delitos eran hurtos ingeniosos de gran categoría. Pero cada uno de ellos merecía
historia aparte, y podría considerarse un cuadro único en su especie por su sencillez abrumadora.
“¿Cómo arreglárselas para descubrirlo?”, se preguntaba Valentín. Pensó que, aunque Flambeau poseía el arte
de disfrazarse,no podría ocultar su enorme estatura. Había decidido arrestar a cualquiera que fuera sospechoso, a
alguna vendedora de frutas de desmedida talla o un granero corpulento o una duquesa medianamente
desproporcionada. El punto era no dejar escapar a ningún sospechoso, pero en la
estación en la que se encontraba no se había topado con nadie que tuviera la traza de
delincuente. Sin embargo, al final del recorrido se encontró con un sacerdote de cara
redonda que derramaba una grandiosa candidez. Al verlo, sólo atinó a reírse
descontroladamente mientras el Padre Brown bajaba con todos sus paquetes y con uno
especial que tenía piedras azules. Este pequeño hombre era muy diferente de aquel
individuo de más de 1,90 metros que buscaba. Hasta llegó a pensar que el criminal se le
había escapado.
Se dirigió a Scotland Yard – la oficina de policía-, para regularizar su situación
y buscar la manera de capturar a Flambeau: Después, echó a pasear por las calles de
Londres. Mientras lo hacía, algo inesperado sucedió: las nubes del cielo se unieron
formando la figura de un contorno de un ojo humano y, en el fondo del paisaje, se vio la
sombra de un signo de interrogación. Quizás era el vaticinio de los interrogantes que
tendría que resolver para atrapar al coloso del crimen.
Adaptación de “La cruz azul”, en El candor del Padre Brown,
De Chesterton, por Olga Pereyra.

Después de leer
Los adjetivos son palabras que se utilizan para describir y destacar cualidades y características de los objetos, de
los lugares, de las personas, de los animales.
1 Completa la información de la ficha de identidad.
2 Construye, una ficha personal para el investigador Valentín.

3 Mira estas dos secuencias y escribe, en tu hoja, cómo te imaginabas que Valentín atrapó a Flambeau.

4 Revisa tu final varias veces y corrige tu versión para que no tenga errores ortográficos.

5 Lee en voz alta el final que imaginaste para esta historia. Escucha el de tus compañeros y compañeras.

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