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DEL

PlfSAMIKITO
Y SU

ENUNCIACIÓN

considerados en sí mismos, en sus relaciones y en sus leyes.

P A R T E PRIMERA.

DEL PENSAMIENTO Y SU ENUNCIACIÓN CONSIDERADOS


COMO SIMPLES HECHOS.

WCION M U

1>K .VRKSTIL.VS FACULTADES MENTALES CONSIDERADAS E N S<! ORIGEN'.


O.U:\CTF.1!. Y DESENVOLVIMIENTO GRADUAL.
Colocado e l h o m b r e e n e l centro d e t o d a s l a s r e l a c i o n e s
u n i v e r s a l e s t o c a c o n s ü e s p í r i t u e l c i e l o y c o n s u s s e n t i d o s la
t i e r r a . De e s t a s u e r t e le v e m o s hacer s u carrera por e l m u n d o
e n t r e su o r i g e n y su d e s t i n o . Mas e s t a carrera, q u e u n s e r
i n t e l i g e n t e y l i b r e d e b e s e g u i r s o b r e la p a u t a d e la lei para
q u e e l uso d e s u l i b e r t a d l e s e a f a v o r a b l e , l e c o n s t i t u y e , d i -
g á m o s l o así, e n la i m p r e s c i n d i b l e n e c e s i d a d d e p a s a r u n a
v i d a d e r e l a c i ó n mientras p e r m a n e c e e n la tierra. Obser-
v é m o s l e rodeado de objetos, en m e d i o del universo, respi-
r a n d o e l a i r e q u e l e c i r c u n d a , e c h a n d o u n a m i r a d a por la
c r e a c i ó n , r e c i b i e n d o -i'/npresioBes d e d i v e r s o g é n e r o , h a l l a n -
do d e n t r o d e sí m i s m o u n t e s t i g o i r r e c u s a b l e d e las a f e c -
c i o n e s q u e r e c i b e , r o d e a d o d e l m u n d o , d i g á m o s l o así, y sor-
p r e n d i e n d o al m u n d o e n s u p r o p i o p e n s a m i e n t o . Tal e s el
p r i m e r f e n ó m e n o q u e n o s p r e s e n t a la i n t e l i g e n c i a h u m a n a :
su vida e n m e d i o de los objetos materiales, estos objetos
m i s m o s e s p i r i t u a l i z á n d o s e á s u t u r n o para v i v i r e n el a l m a ,
y el alma obrando á su v e z de una manera sensible sobre
2IO DEL PENSAMIENTO
ia materia por el imperio de su voluntad sobre sus fuerzas
físicas, y el de sus fuerzas físicas sobre la materia inerte.
¿Cómo explicar este primer fenómeno? Por la existencia de
los objetos externos, su acción sobre los sentidos, y él efecto
ele esta acción en el espíritu. No es de nuestro propósito
'elevar la explicación de este fenómeno á la clase de una
ciencia, no es necesario tampoco: se perdería el tiempo en
enseñarle á cada uno lo que todo el mundo sabe. Hai
cuerpos fuera de nosotros, nosotros mismos tenemos un
cuerpo: hai sentidos en nuestro cuerpo, y estos sentidos lo
son en tanto que nuestra alma recibe las afecciones que en
ellos se verifican. Expliquemos, pues, la economía de este
fenómeno tan solo para llamar á la unidad y á la clasifica-
ción lo que todos conocemos y sentimos.
Cualquiera que tenga una idea mui superficial de las cua-
lidades de los cuerpos, sabrá que estos afectan de cinco mo-
dos el nuestro. En la vista obran inmediatamente los rayos
de la luz; en el olfato, las partículas que se exhalan de los
cuerpos olorosos, en el gusto, las partículas de aquellos que
se destinan al alimento ó al placer del paladar; en el oido,
el movimiento vibratorio del aire que conduce el sonido; y
en el tacto, la extensión de los otros cuerpos en virtud de
su impenetrabilidad. Este es un hecho demostrado por la
experiencia de todos los siglos, y por lo mismo puede racio-
cinarse sobre él con entera seguridad. ¿Con qué nombre
darlo á conocer? Le llamamos impresión. Se sabe el orí-
gen de esta palabra: viene de la preposición in y del verbo
premere, la primera significa el lugar donde pasa alguna co-
sa, el segundo designa el acto de estar una cosa obrando
inmediatamente sobre otra. Si pues aplico un cuerpo á
cualquiera parte del mió, produzco una impresión, es decir,
una presión en cierto lugar, si los aromas llegan á mi olfato,
producen una impresión, es decir, cierta presión en el órga-
no de aquel nombre: si los objetos visibles hieren mis ojos,
es porque los rayos de la luz que vuelven de la superficie de
aquellos, producen una presión en mi pupila. Finalmente,
si experimento el placer de un sabor exquisito, ó el desa-
grado de otro que no lo sea, es. precisamente porque las par-
tículas del cuerpo sabroso ejercen una presión inmediata en
el órgano del gusto. Queda pues demostrado el hecho y
manifiesta la exactitud del nombre que le designa. Pa-
semos adelante.
¿La impresión es lo mismo que el sentimiento de ella?
Decimos que no. Podríamos valemos de varias pruebas;
pero en obsequio de la brevedad presentaremos una del
Y SU E N U N C I A C I Ó N . 217
iodo concluyente. Puede existir la impresión en el órga-
no sin el sentimiento de ella: luego aquella y este son en-
teramente diversas. Que puede existir y que existe defac-
to innumerables veces, es un hecho que acredita la expe-
riencia de todos los dias. Hombres hai que por un vicio
déla organización no pueden sentir las impresiones de los
objetos exteriores, sin que por esto dejen de obrarse en ellos
tales impresiones. Un ciego no sabe que el sol existe, sino
porque oye asegurarlo generalmente; sin embargo, si tiene
abiertos sus párpados, recibe su pupila la impresión de los
i-ayos de luz. Es indiferente un manjar agradable para el
que tiene viciado el órgano del gusto; y sin embargo, no es
menos cierto que las partículas de aquel ejercen allí su ac-
ción, como pudieran hacerlo en el órgano mejor constituido.
Resulta de lo expuesto, que el sentimiento es un hecho
mui diverso de la impresión. ¿Qué se necesita pues para
que esta sea correspondida de aquel? Dos cosas precisa-
mente: primera, un conducto por donde la impresión exte-
rior se comunique á la parte interior; segundo, una sustan-
cia interna que la reciba. Infiérese de aquí que el senti-
miento de la impresión es precisamente el acto en que el
alma la recibe por un conducto determinado. He aquí el
motivo que nos ha decidido á designar este sentimiento
con el nombre de percepción. Esta palabra viene de la
preposición per y del verbo capere. La primera significa
entre otras cosas, el conducto por donde se pasa; y el ver-
bo designa el hecho de tomar ó recibir algo. Luego el ver-
bo percipere significa recibir alguna cosa por un conducto
determinado; y por lo mismo el nombre que se ha dado al
sentimiento de la impresión externa, tiene toda la exacti-
tud filosófica.
Basta lo dicho para establecer el primer hecho de que
ha de partir el análisis de las facultades de nuestra alma.
Por via de método anticiparemos aquí que todas ellas se
refunden en categorías, la de los conocimientos, que se lla-
ma entendimiento, y la de las voliciones y noliciones, que
se llama voluntad. Entremos en materia.

ENTENDIMIENTO.

CAPÍTULO PRIMERO.

DE LA ATENCIÓN.

Acabamos de ver cómo el sistema, sensible comenzando


28
218 DEL PENSAMIENTO
por la acción de los objetos externos sobre nuestros ór-
ganos, termina en la percepción. Esta palabra puede ser
sinónima de sensación, si en la sensación el alma permane-
ce pasiva; pero en el caso contrario, la sensación es cosa di-
versa. Si la sensación consiste, como pretende Condillac,
en el acto de referir nuestras percepciones al objeto que las
causa, desde aquí comienza la actividad de nuestra alma,
y la escuela sensualista se halla en el caso de reducir la sen-
sación á la clase de una simple precepcion, ó de sufrir una
derrota completa desde su primer punto de partida.
El alma, pues, no siempre es indiferente á las impresio-
nes que recibe; y sea que la afecten agradable, sea que des-
agradablemente, las mas veces vuelve sobre el mismo con-
ducto por donde han pasado á ella, y se tija desde luego en
los objetos que las producen. Este es un hecho que no ha
menester de prueba, pues todo ei mundo le conoce por ex-
periencias que se repiten á cada momento. Un ruido des-
agradable se siente por necesidad; una música melodiosa se
escucha con interés: detiénese con arrobamiento el espíritu
á la vista de una perspectiva hermosa; deja con indiferencia
un objeto despreciable. Cuando la necesidad mas urgente
obliga al enfermo á tomar una bebida amarga, hace lo que
puede para borrar hasta el último recuerdo de su impresión;
mui al contrario de un manjar exquisito, cuyo sabor deli-
cado quisiera prolongar indefinidamente. Todos estos he-
chos están manifestando que el alma recibe unas veces las
impresiones sin referirlas á objeto ninguno, mientras que en
otras se fija desde luego en el objeto que las produce. To-
das las lenguas tienen palabras diversas para explicar estos
hechos diferentes: donde quiera encontramos ios verbos
ver y mirar; el primero, que indica la acción de Jos objetos
visibles en el alma, y el segundo, que expresa la acción del
alma sobre los objetos visibles; los verbos oír y escuchar,
gustar y saborear &c. &c.
Estos dos estados de la alma son tan diversos, que seria
imposible confundirlos: en el uno los objetos obran sobre
ella; en el otro ella obra sobre los objetos: en el uno es pu-
ramente pasiva; en el otro es activa: las impresiones las perci-
be, aun cuando no quiera, desde el instante en que el objeto
obra sobre los sentidos, al paso que es enteramente libre
para volver ó no sobre el objeto que ha causado tales im-
presiones. Establecida pues la diferencia, solo resta de-
signar con algún nombre el tercer hecho. Le llamamos
atención, del verbo attendere, compuesto de la preposición ad
y el verbo tendere: este indica precisamente el acto de di-
Y SU ENUNCIACIÓN. 219
rigirse, y aquella manifiesta el punto que sirve de término
á esta dirección. Atención, pues, es la tendencia del alma
á un objeto determinado.
La atención es pues la primera facultad de nuestra alma:
como facultad es esencialmente activa; y puesto que sin
ella no puede nuestra alma, como veremos luego, ni aun for-
marse ideas de las cosas, debe concluirse de aquí, que todos
los conocimientos, que llegamos á adquirir, son un resultado
preciso de la actividad de nuestra alma.
La atención produce ordinariamente dos efectos en el
alma: primero, las ideas; segundo, ciertas facultades, que
no son sino los varios modos de ser que va teniendo aquella
en su desarrollo, ó bien el efecto de su permanencia sobre las
ideas. Hablaremos de unas y otras con la debida sepa-
ración.

§ I-

DE LAS I D E A S .

El primer efecto de la atención es la idea. Nos explicare-


mos. Se ha visto ya que, cuando se dirige la atención al objeto
que ha conmovido los sentidos, queda en el alma una repre-
sentación mas ó menos perfecta, pero siempre análoga á las
impresiones recibidas. Por esto un pintor puede reprodu-
cir en su lienzo las imágenes de los objetos que le han afec-
tado, aun cuando no les tenga presentes: por lo mismo su-
cede que un filarmónico canta él solo después lo que ha
oido cantar, ó toca lo que ha oido tocar: por la misma causa
preferimos ciertos olores y sabores á otros, y aplicamos nues-
tro tacto á unos objetos, ó le retiramos de otros. A estas
representaciones las llamamos ideas; pues aunque esta pa-
labra, tomada del griego, significó en su origen la imagen,
puede aplicarse á las otras percepciones por una especie de
analogía. Cierto es que el olor, el sabor, el sonido, el ca-
lor, el frió, la aspereza ó tersura de las superficies, no tie-
nen color ni figura, y por lo mismo sus representaciones,
hablando en rigor, no son imágenes; pero esto no es un in-
conveniente que nos obligue á variar de nombre. El nom-
bre le aplicamos á la representación en general, la cual se
verifica de un mismo modo, sea cual fuere el sentido afee-
tado; y claro es, que habiendo una semejanza mui notable
bajo este respecto, y aun una identidad absoluta en la ope-
ración, puede aplicarse metafóricamente la palabra idea, no
220 DEL PENSAMIENTO

solamente á las representaciones de la figura y colorido, si-


no también á las que se tienen de las otras cualidades de
los objetos. Por otra parte, en materia de voces el uso es
el juez, juez irrecusable y sin apelación, al cual deben su-
jetarse nuestros discursos y nuestros escritos: lie aquí un
nuevo motivo para hacer una aplicación que hace todo
el mundo.
Aquí parece que debíamos entrar en la célebre cuestión
de las ideas innatas; pero realmente no debe ser así. ¿Por-
qué? porque siendo el principal objeto de esta sección el
desarrollo de las facultades del alma, las ideas figuran como
un objeto subalterno, un grado de transición. Cuando se
trate directamente del pensamiento, será otra cosa; porque
su carácter histórico nos llevará por precisión á decir algo
sobre este punto. Veamos pues, como la acción de la aten-
ción sobre las ideas, que ha hecho nacer, desarrolla varias
facultades, que no son en sustancia sino la misma atención
trasformada en su modo de obrar, ó fecundada en sus efectos.

§11.

DE LA REFLEXIÓN CONSIDERADA EN G E N E R A L .

Si el alma tiene la facultad de fijarse en un solo objeto,


la tiene igualmente de fijarse en otro. Pero muchas ve-
ces se fija alternativamente en dos ideas para descubrir
ciertas relaciones entre ellas. Cuando los objetos sean mui
llanos ó el espíritu esté mui ejercitado, una ojeada sola basta-
rá para conseguir elfin;pero no es esto lo común, y casi
nunca se verifica el descubrimiento de ciertas relaciones,
sin fijarse alternativamente en los dos objetos. Este movi-
miento alternado de la atención sobre dos ideas es lo que
se llama propiamente reflexion, nombre figurado de que se
ha hecho uso por la semejanza que tiene este acto de ia
atención con el movimiento de un cuerpo que, habiendo cho-
cado en cierto lugar, retrocede desde aquí al punto de par-
tida sobre la misma línea de incidencia.
Viendo en qué consiste la reflexion, se ve también de
qué modo enlaza el alma sus ideas; pues la misma fre-
cuencia con que lleva su atención de una en otra idea es cau-
sa de que, recordando una, recuerde inmediatamente la
otra. Esto, que sucede en dos ideas, se verifica en muchas,
siempre q^e dirige su atención á ellas de la misma manera.
Y SU ENUNCIACIÓN. 221
Este enlace de las ideas es el fundamento del orden que
se advierte en los principios de las ciencias. Veamos aho-
ra cómo de la reflexión nace la comparación.

§ III.
COMPARACIÓN.

Cuando el alma recorre alternativamente sus ideas, fi-


jándose en una, pasando á otra, retrocediendo á la prime-
ra, y volviendo de nuevo á la segunda, en fuerza de la re-
petición de estos actos, llega por último á ver casi á un mis-
mo tiempo las dos ideas sobre que reflexiona, bajo un as-
pecto común, y entonces se dice que compara las ideas. La
comparación pues no es otra cosa, que el acto de conside-
rar dos ideas bajo un aspecto común.
Por lo que se ha visto, la comparación y la reflexión no
son facultades diversas de la atención, sino mas bien mo-
dificaciones suyas: la primera, por ejemplo, no es mas que
la atención alternativamente dirigida á dos ideas, y la se-
gunda es la misma atención contemplándolas bajo un as-
pecto común.
La comparación da por resultado la percepción casi si-
multánea de lo que tienen de común ó semejante dos ideas
comparadas; y esta percepción, fijando á su turno la aten-
ción, da la idea de la semejanza percibida. Veamos ahora
los efectos que produce el desarrollo continuo de la atención
sobre sus ideas, y los enlaces que de estas se forman.

§ IV.

MEMORIA, REMINISCENCIA, IMAGINACIÓN.

Así como la atención, cuando se fija en las percepciones


que ha recibido el alma por el conducto de los sentidos,
produce las ideas, así también, cuando se fija en estas, las
enlaza. Por este enlace de ideas el alma puede conser-
varlas mucho tiempo, recordarlas cuando quiere, y en con-
secuencia adquiere la memoria, pues esta no es otra cosa,
que la facultad de recordar ideas.
Suele suceder que, no conservando memoria ninguna de
ciertas ideas, las vuelve á adquirir alguna vez; pero aun
entonces no las ve como nuevas, pues el enlace que hai
222 DEL PENSAMIENTO
entre la idea y el sentimiento de ella hace que nuestra al-
ma conozca al recibirlas, que ya las habia tenido otra vez.
Esta facultad se llama reminiscencia, que como se ha visto,
es un resultado del enlace de las ideas.
Finalmente, todo el mundo sabe por experiencia propia,
que nuestra alma conserva largo tiempo la imagen de los
objetos visibles, y que aun cuando estos estén ausentes,
ella ios está viendo en sí misma, y también, cuando quiere,
forma de ellas nuevas combinaciones, y las comunica nue-
vas formas y diverso colorido. Esta facultad se conoce
vulgarmente con el nombre de imaginación, la cual resul-
ta igualmente, á lo menos en su primer grado, del enlace de
las ideas.
Lo que hasta aquí hemos dicho pobre la memoria, la remi-
niscencia, la imaginación, la comparación y la reflexión, es un
simple antecedente, y no tiene mas objeto que presentar á un
golpe de vista estas facultades, para demostrar que no son
ellas en sustancia, sino los diversos modos de existir y de
obrar que tiene la atención. Mas cada una de estas facultades,
excepto la reminicencia, á medida que se desarrolla y fecun-
da, va saliendo, digámoslo así, de la esfera de una simple
atención trasformada, y exige, para ser bien conocida, un aná-
lisis particular. Consecuentes pues á este concepto, proce-
deremos á discurrir especialmente sobre cada una de ellas
en el mismo orden con quedan enunciadas.

CAPÍTULO SEGUNDO.

IIE LA MEMORIA.

"La palabra memoria no es empleada siempre precisa-


mente en el mismo sentido; pero siempre expresa alguna
de las modificaciones de esa facultad, por la cual guarda-
mos en depósito y conservamos para algún uso futuro los
conocimientos adquiridos. Esta facultad es evidentemen-
te la primera basa de nuestros progresos intelectuales,
siendo claro que sin el socorro que ella nos suministra,
llegaría á ser inútil para nosotros la experiencia mas dila-
tada. Consta la memoria de dos facultades subordinadas:
¿cuáles? la capacidad de retener las cosas que hemos
aprendido, y el poder de llamarlas á nuestro pensamiento
cuando se nos ofrece la ocasión de aplicarlas. Una y
otra se significan con la palabra memoria."
Y SU E N U N C I A C I Ó N . 223
"Los hechos individuales que constituyen el tesoro de
nuestros conocimientos, son llamados de vez en cuando á
nuestro pensamiento, ya espontáneamente, esto es, sin in-
tervención alguna de nuestra voluntad, ya mediante la ac-
ción laboriosa de nuestra voluntad sobre nuestro entendi-
miento; mas como el resultado es uno mismo, siempre se
caracteriza con el nombre de memoria." 1

Refiérense las operaciones de la memoria ó á las cosas, ó


á sus relaciones mutuas, ó á los acontecimientos. En el últi-
mo caso el recuerdo viene unido con la idea del tiempo; no
así en los dos primeros. Mas estas diferencias importan poco,
puesto que, dando el mismo resultado genérico, pueden ser
representadas por la misma palabra.
"¿Cómo y porqué acción, pregunta un escritor de nues-
tros dias, se produce este fenómeno de la memorial La fi-
losofía, dice, se ha propuesto algunas veces esta cuestión;
pero ni una sola se la ha llegado á resolver. Nosotros
vamos todavía mas lejos, pues tenemos entendido que es-
te es uno de aquellos problemas cuya solución ha sido
rehusada á nuestra inteligencia. De ordinario en todas las
cosas viene á escapársenos la última razón de ellas: este es
el secreto de Dios." "Yo encuentro en mí, dice Reid, la
2

concepción distinta y la firme convicción de una serie de


acontecimientos pasados. ¿Cómo se produce este fenóme-
no en el alma? yo le llamo memoria; pero el nombre no es
la causa." 3

En vano recurriríamos al sistema de las ideas innatas, á


una causa unitaria independiente del vínculo que conser-
va la vida de relación exterior: porque en esta hipótesis
quedarían sin solución absolutamente las visicitudes por
donde suele pasar la memoria en consecuencia de las que
sufre el sistema sensible. En vano recurriríamos á las teo-
rías filosóficas que han pretendido explicar el fenómeno
por las impresiones ó imágenes que quedan en el cerebro;
porque el fenómeno de las ideas intelectuales y morales,
que se conservan y reproducen en nuestro espíritu, como
las ideas sensibles, se presentaría como un efecto sin cau-
sa, ó reduciría á la nada la referida hipótesis, por ser inca-
paz de darle una explicación satisfactoria.

1
BUGALD-STEWART. Éléments do la philosophio de 1' esprit
humainu. Chap. V i , Sect. I. [Extracto.']
' M A L L E T , (inspector de la Academia de París) en el Dictinnaire des
Sciences •plñlosopkiqíic;;, ¡id. M E M O ! R E .
8
E3SHÍ sur ia memoire. Ch. 11.
224 . DEL PENSAMIENTO
Dejando pues á los curiosos el sabio entretenimiento de
investigar sin fin sobre objetos cuyas causas pueden ignorar-
se sin inconveniente alguno para los efectos prácticos de
nuestras facultades internas sobre nuestras ideas, recorrere-
mos cuatro hechos experimentales que hallamos consignados
en el Diccionario de las ciencias filosóficas.
PRIMERO. Es un hecho experimental que aquellas co-
sas que mas vivamente nos han interesado, ó mas profunda-
mente nos han conmovido, se recuerdan con mayor exacti-
tud y facilidad, y se conservan en la memoria por mas tiem-
po que las insignificantes ó pasajeras.
SEGUNDO. Es un hecho del mismo género, que las cosas
en que poco ó nada fijamos la atención, d se nos escapan
absolutamente, ó desaparecen pronto de la memoria; mien-
tras que se graban mejor en ella, dejando á la vez un re-
cuerdo mas fiel y permanente, aquellas en que mas hemos
fijado nuestra atención.
TERCERO. La experiencia nos enseña también, que el
orden y la regularidad con que se presentan las ideas, influ-
yen notabilísimamente en que se recuerden con mas facili-
dad y se conserven de una manera mas fiel.
CUARTO. Se advierte con demasiada frecuencia, que nun-
ca es mas fiel ni mas pronto el recuerdo de una idea, que
cuando ella, mediante un enlace natural ó artificicial, se li-
ga en la memoria con otra idea de mas fácil recuerdo.
Colígese de lo dicho, que la viveza de las impresiones,
el empeño de la atención, el orden económico y el enlace
natural ó artificial de las ideas, son otros tantos medios de
ejercer con provecho, desarrollar sin obstáculo y expeditar
casi del todo la facultad que nos ociipa.
La función principal de la memoria consiste en recoger
y conservar los resultados de la experiencia, para que nos
sirvan de regla en nuestra conducta futura, y bajo este res-
pecto la memoria puede sin duda ser mas ó menos perfec-
ta en diferentes individuos por muchas razones: primera,
por la mayor ó menor facilidad que se tenga para adquirir
estos resultados de la experiencia; segunda, por la perma-
nencia ó duración de lo que se adquiere; tercera y última,
por la prontitud con que el individuo sabe servirse de ellos
en las ocasiones particulares. Sigúese de aquí, que tres co-
sas constituyen una buena memoria: aptitud para adquirir
con facilidad, tenacidad para retener, y prontitud para re-
cordar. La reunión de estas tres cualidades es un fenóme-
no bien raro; mas puede suplirse á la naturaleza con el ar-
te y el trabajo, á fin de obtener resultados análogos.
Y SU ENUNCIACIÓN. 225
¿De qué modo se suple la naturaleza? por los apuntes, la
repetición constante de la lectura, el orden en la coloca-
ción y distribución de las ideas, &c. &c. De aquí se infiere
que la memoria es unas veces efecto inmediato de la na-
turaleza, y otras obra principalmente del arte: lo cual ha
dado margen á que se reconozca y acepte, una división de
la memoria en natural y artificial.
La reminiscencia, según se ha visto ya, es menos una facul-
tad nueva que una de tantas modificaciones de la memoria.
Obsérvese cómo, no se retocaría, digámoslo así, una idea pre-
sente con su imagen ya pasada, hasta producir la conciencia de
la identidad, si la. imagen ó idea no se conservasen, no se re-
produjesen bajo el carácter de habidas antes. Si al ver á
una persona, siento que la he visto otra vez, su presencia
no es, digámoslo así, sino un toque dado á mi memoria, una
causa ocasional que la pone en acción. En esto nos fun-
damos para creer que la reminiscencia no viene á ser sustan-
cialmente sino la memoria en uno de sus actos. La expe-
riencia que tiene cada uno acerca de este fenómeno, saca
de ordinario á la reminiscencia de la esfera puramente casual
en que la colocan los filósofos de la escuela sensualista.
Según ellos la reminiscencia nunca puede ser un acto delibe-
rado, reducida como lo está bajo el sistema sensualista al
efecto de sentir la identidad de una idea presente con ella
misma pasada. Pero realmente no es así, porque sobre la
experiencia dicha el alma puede ponerse, y se pone de he-
cho muchas veces, á buscar estas identidades: lo cual es tan
cierto que, como veremos á su tiempo, la reminiscencia tiene
un criterio propio para certificarse del hecho, y no incurrir
en los errores consiguientes á un falso recuerdo.

CAPÍTULO T E R C E R O .

DE LA IMAGINACIÓN.

Cuando hablamos de esta facultad, la limitamos, como se


na visto, á la simple aptitud para conservar la imagen sensi-
ble de los objetos ausentes, ó combinar en la forma otros
nuevos objetos capaces de representarse bajo un aspecto visi-
ble. Así debia ser cuando no hacíamos mas que mencio-
nar la imaginación; mas ahora procuraremos fijar de algún
modo esta noción importante, sirviéndonos al propósito de
29
22ti DEL PENSAMIENTO
las doctrinas de tres célebres filósofos de nuestros dias, que
citaremos al concluir.
La antigua Sicología no veia en la imaginación sino una
simple capacidad para conservar y reproducir las precep-
ciones del sentido de la vista en ausencia de los objetos.
Platón no nos dejó ninguna teoría de esta facultad: tal vez
en ella no miraba otra cosa que la memoria imaginativa.
Aristóteles consagra en su tratado "del Alma," todo un ca-
pítulo al análisis de esta facultad. Hácela entrar en el
alma sensitiva, y la coloca, en el orden de las facultades,
entre los sentidos y la opinión; pues que se distingue de los
primeros en que no necesita la presencia real de los objetos
para conservar su imagen, y de la segunda, en que no
complica en grado alguno la creencia. La Sicología estoica
modifica mui esencialmente la teoría de Aristóteles, pues
que considera la alma como una fuerza, y la vida como una
acción: atribuye á su actividad todas las facultades del alma,
inclusa la sensación, y reputa, en consecuencia, la imagina-
ción como un poder activo, reducido, por otra parte, á la única
tarea de conservar las impresiones sensibles. Los Alejan-
drinos adelantaron mas la teoría de los Estoicos: Plotino re-
conoce una imaginación superior, cuyo destino es represen-
tar en imágenes todas las ideas. Verdadero espejo de que se
sirve la razón para reflejar sobre la naturaleza sensible las
iluminaciones de Ja inteligencia pura, esta imaginación es
para ellos una facultad intelectual que sobrevive á la se-
paración del alma y el cuerpo. Libre y exenta de todo
vínculo sensible, sigue á la alma en su vuelo hacia las re-
giones celestes, y es una de las facultades que se hacen
sentir en la bienaventuranza. Esta teoría de la imaginación
es profunda y original, porque ningún filósofo anterior la ha-
bía presentado, ni podido tampoco, entrando Platón, traducir
como Plotino en imágenes centelleantes las abstracciones
mas sutiles de la dialéctica.
La Sicología moderna volvió á la imaginación sensible.
Para Descartes no es la imaginación sino un intermedio que
convierte la sensación en recuerdo. Malebranche, conside-
rándola también como una facultad sensible, emplea para
explicar su origen, la hipótesis fisiológica de un sistema de
pequeños filamentos nerviosos que parten de los órganos
exteriores de la sensibilidad, y van á terminar al cerebro.
La conmoción de este sistema puede provenir de una doble
causa, esto es, ó de la impresión de los objetos sensibles sobre
la parte de los nervios que termina en los órganos, ó de la
influencia de los espíritus animales sobre la parte de los ner-
Y SU ENUNCIACIÓN. 227
vios que termina en el cerebro: en el primer caso hai una
simple percepción, en el segundo no hai mas que imagina-
ción. Si la acción de los espíritus animales es fatal, la
imaginación será pasiva; si es, empero, provocada por la vo-
luntad, será activa. La escuela de Condillac suprime la
distinción de pasivo y activo en el sistema de las faculta-
des, y reduce la imaginación á la simple capacidad de con-
servar las impresiones sensibles. Laromiguiere restituye
la actividad á la imaginación, convirtiéndola en una reflexión
que combina las imágenes. Maine de Byran, llamando á la
doctrina estoica de las facultades activas la Sicología, distin-
gue dos imaginacionos, una enteramente pasiva, que nos es
común con los animales, y se ejerce principalmente en el
delirio, en el sueño, en el somnambulismo; y otra activa y
voluntaria, que es propia del hombre, y no se desenvuelve si-
no en los estados en que la alma tiene perfecta conciencia
y plena posesión de sí misma. Por lo demás, ambas se limi-
tan á reproducir imágenes. Kant parece haber considera-
do la imaginación como la facultad de schematizar, es decir,
de representar bajo formas generales los objetos de nues-
tras sensaciones: por ejemplo, las concepciones abstractas
de encina y árbol, de león y animal son schémas propia-
mente dichos, y deben referirse á la imaginación.
Hemos visto ya las diferentes opiniones y teorías filosófi-
cas sobre la imaginación. Ninguna de ellas, á excepción
de la de Plotino, ha tenido una boga general. Que el
ejercicio de esta facultad sea fatal ó voluntario, que termine
en una reproducción concreta y pasiva, ó en una represen-
tación abstracta y general de los objetos sensibles, nada
anuncia en las definiciones precedentes, excepto la de Plo-
tino, la imaginación que inventa, cria, idealiza, la verdade-
ra imaginación. La memoria imaginativa, lejos de ser toda
la imaginación, no podría considerarse ni como su primer
grado, sino apenas como una condición esencial de ella.
En efecto, esta bella facultad no está reducida exclusivamen-
te á sacarnos de la inmensa realidad que nos circunda, para
trasportarnos á la realidad todavía mas inmensa que ella
forma con sus creaciones, á ese mundo de prestigios y de en-
cantos donde hallan sus tipos magníficos las bellas artes, y de
donde emanan las impresiones sublimes que ocupan la alma
del poeta; sino antes bien, dilatando casi hasta lo infinito la
esfera de su acción, nos hace componer seres que no hai en
la naturaleza, modificarlos que existen, y presentarlos de or-
dinario con los atractivos de la novedad. La imaginación
en su mas alto grado constituye el Genio, este rei de la in-
22S D E L PENSAMIENTO
teligencia humana, que todo lo rinde á su poder, que rige
los sentimientos subyugando la imaginación, y á quien reco-
nocen por soberano las maravillas de las artes y las
obras maestras de la elocuencia y de la poesía. Su esen-
cia consiste, en combinar las impresiones de lo pasado de
tal modo, que formen un compuesto, un todo cuyo tipo bus-
cariamos en vano en el mundo real: los recuerdos son ios
materiales de que usa; el acto de reunirlos es propio suyo:
de ella nace el soplo de la vida que los anima, y por eso
se califica de facultad creadora. Claro es que en la crea-
ción ha de entenderse restringida, como todo lo que perte-
nece á un ser finito, cual es el hombre. Los recuerdos pro-
ceden de ideas que tuvieron origen en las impresiones que
las cualidades de los cuerpos ocasionan en los sentidos: es-
tas cualidades no dependen de nosotros, ni por consiguien-
te las especies que de ellas se conservan en la memoria.
Así aun en el ejercicio de la facultad mas brillante y en
que se manifiesta'mas la excelencia del alma humana, se
descubre la imposibilidad de que esta se libre absolutamente
de l a l e i que la sujeta á lo exterior. En este sentido puede
decirse que los recuerdos son el vínculo que une las crea-
ciones de la imaginación con las realidades.
Con esto hai ya lo suficiente para comprender cuan vas-
to es el campo que se ofrece á su energía, y cuan variadas
han de ser sus creaciones: mas para que estas se verifi-
quen, no basta que haya materiales; es preciso también un
artífice que los disponga y les dé la forma conveniente. Has-
ta ahora solo hemos tenido en consideración la parte mecá-
nica de la facultad que nos proponemos conocer: tiempo es
de hacernos cargo de la parte espiritual. Examinando el
análisis de las facultades intelectuales propuesto por Condi-
Uac, observamos que al describir la imaginación habia pres-
cindido, lo mismo que al tratar del juicio y de la reflexión,
del sugeto á quien esas cualidades pertenecen. Enumeró
los elementos necesarios para que sus actos lleguen á efec-
tuarse; mas no tuvo presente que sin el yo, las combinacio-
nes que se atribuyen á esa facultad fueran tan inconcebibles,
como lo seria la formación de la luz sin eljiat del Eterno.
No nos parece necesario insistir en una cosa de suyo tan
clara, que solo el espíritu de sistema pudo desconocerla: la
intervención de la actividad humana aparece aquí mani-
fiesta sin que nos esforcemos en persuadirla.
Pero hai que tener en cuenta que, á mas del yo y de los
recuerdos producidos por las Sensaciones, se encuentra en
las obras de la imaginación otro elemento que no puede
Y SU ENUNCIACIÓN. 229
referirse ni á estas ni á aquel. Fácil es comprender que, ha-
biendo tanta analogía entre las propiedades de los seres
animados, el ingenio ha de descubrir entre unas y otras mil
relaciones diversas: las composiciones de los poetas así lo
demuestran. Homero comparaba á Aquiles con el león en-
furecido, y Milton á los ángeles arrojados del cielo, con las
hojas que caen de los árboles en el Otoño. También se conci-,
be como, reuniendo varias cualidades esparcidas entre obje-
tos diversos, se forman esos tipos cuyo original, según poco ha
lo hemos advertido, no se halla en el mundo real. Tales son
la muerte y el pecado descritos por el mismo Milton en su
célebre poema; y por punto general, los personajes alegó-
ricos de que tanto uso suele hacerse en las obras de
los poetas.
Siendo la imaginación una de las facultades que se mo-
difican mas en su gradual desenvolvimiento, nada seria tan
interesante como seguir su historia, caracterizando al paso
sus épocas sucesivas así en el individuo como en la huma-
nidad; pero ciñéndonos á indicar esta especie de desiderá-
tum en las ciencias sicológicas, en la literatura y en las
artes, trasladaremos aquí una brevísima reseña que podría
considerarse como la mas breve sinopsis de un trabajo
tan importante. Arriba el hombre á la existencia por la sen-
sación: sus primeros pensamientos son impresiones; sus pri-
meros deseos son apetitos: su imaginación entonces no vie-
ne á ser en sustancia sino la memoria imaginativa, este es-
pejo del mundo sensible, que no refleja todavía ni el menor
rayo de esa luz que se llama idea. Después, cuando la in-
teligencia propiamente dicha despierta ya, y mezcla sus
primeras concepciones con las impresiones sensibles, la
imagen comienza á entrever lo ideal confusamente, al tra-
vés de las imágenes de la realidad: he aquí su primer
momento. Entonces confunde lo ideal y lo real, lo invi-
sible y lo visible, lo infinito y lo finito en un todo concre-
to, y no teniendo aún el sentimiento claro y distinto de lo
ideal, ni el tipo cabal de lo bello, adopta sin elección las
formas que se le presentan, y las reproduce en sus obras sin
haberlas depurado. . . . Tal es, por ejemplo, la imaginación
de los primeros pueblos de Oriente: llega de ordinario á lo
sublime; pero se coloca raras veces en lo bello.
Cuando el caos de las facultades primitivamente con-
fundidas ya iluminado, muestra distintamente cada una de
ellas, dejándolas ver dentro de sus respectivas órbitas, la
imaginación rasga poco á poco el velo que la cubre, y le va
separando al mismo tiempo de las impresiones sensibles que
230 DEL PENSAMIENTO
la ofuscaban, y de la inteligencia á quien corrompían. Adquie-
re la conciencia de sí misma, y se reconoce en su carác-
ter propio, esto es, en el de una facultad puramente estéti-
ca: comprende entonces que su objeto directo no es la
verdad sino la belleza, esto es, la verdad en segundo tér-
mino, y que sus representaciones van encaminadas á la ad-
.miracion y al gusto, menos que á la convicción y á la creen-
cia: abandona el dominio de la religión y la filosofía que ha-
bía invadido, y viene á reconcentrarse definitivamente en
la poesía y en las artes. Mas no concluyamos de aquí
un divorcio entre estos dos objetos y la filosofía, porque
seria mui repugnante á la naturaleza de las cosas; sino una
concentración metódica relativa á su acción puramente di-
recta, quedando en su término respectivo en orden á las
demás facultades y á los demás objetos de nuestro pen-
samiento. La alta moralidad de las obras de la imagina-
ciowtiene por principio la eterna y profunda afinidad en-
tre lo bello y lo verdadero. 1

Tal vez nos hemos extendido excesivamente, supuesta


la limitación á que debe ceñirse una simple reseña de las
facultades del alma; pero la importancia y ramificaciones
de esta nos excusará á los ojos de nuestros lectores. Bas-
te lo expuesto para conocer que la imaginación parece
rozarse con todas nuestras facultades mentales; á lo menos
influye notablemente en todas, y todas á su turno concu-
rren á desarrollarla. Diriamos que la imaginación es m e -
nos una facultad singular, que un concurso de varias, si
no viésemos por todas partes el atributo distintivo que la
caracteriza. Mas no por esto seria fácil determinarla con
la exactitud que las otras.

CAPÍTULO C U A R T O .

DE LA REFLEXIÓN.

No ha mucho hemos dado una idea brevísima de la re-


flexión; mas para dar á conocer esta facultad en su carác-
ter propio, en sus relaciones sicológicas y en sus principa-
1
Las fuentes de donde hemos tomado el fondo dé las ideas para escri-
bir este capítulo, son el art. Imaginatión, compuesto por V A C H E R O T ,
é inserto en el Dictionaire des sciencies philosophigues, el capítulo
V I H de la obra de D U G A L D - S T E W A R T titulada: Eléments de la phi-
losophie de V esprit humaine, revne corrigée et complétée par L. P E I S E ;
[ T o m . I ° edición de París de 1845.] y por ú l t i m o , las Lecciones de
filosofía ecléctica por G A R C Í A L U N A . (Lección duodécima.)
/
Y SU ENUNCIACIÓN. 231
les efectos, es necesario tenerla antes de la conciencia,
de la observación, de la meditación, del recogimiento y de la
contemplación. Trataremos de ellas como antecedentes pre-
cisos para la reflexión, y después de haber hablado con mas
amplitud de esta facultad, diremos una palabra más sobre
la comparación.

§ I.

CONCIENCIA.

Ademas del mundo material, cuyos fenómenos llegan á no-


sotros por medio de los sentidos, existe, como ya hemos di-
cho, otro mundo puramente interior, donde se refleja todo
el mundo visible y existe otra multitud de objetos inacce-
sibles á los sentidos, y que no tienen menos variedad ni
inspiran menor interés que los que ofrece al espectador el
cuadro magnífico y sublime del universo. Este mundo to-
do espiritual se llama interior, porque las escenas que nos
presenta pasan dentro de nosotros, y nos basta reconcen-
trarnos en nosotros mismos, para tomar conocimiento de
todas las ideas, de todas las afecciones, de cuanto exis-
te en las regiones profundas de nuestra alma. Sea
cual fuere el carácter propio del objeto que sentimos,
siempre se nos manifiesta de un modo análogo: lo cual
basta para suponer que en el número de nuestras facultades
internas existe alguna destinada exclusivamente á adver-
tirnos de lo que pasa dentro de nosotros, una facultad que
nos ponga en relaciones, digámoslo así, con nosotros mis-
mos, y nos otorgue por este medio un dominio absoluto so-
bre los muchos ó variados fenómenos de nuestro espíritu.
Esta facultad se llama conciencia. Centinela vigilante y cons-
tantísimo de nuestro interior, nada pasa en él que le sea
desapercibido: testigo irrecusable de cuanto se agita, se obra
y existe en estas regiones que el ojo no mira, ni el oido
escucha, ni el tacto alcanza, es digámoslo así, el grande
y fiel cronista de nuestras facultades internas, de nuestras
ideas, de nuestras pasiones y de todos nuestros pensamientos.
Mas esta escena de la vida interior es tan variable y
movible de por sí, tan rápida la sucesión de los objetos
que por ella pasan, y son tan tenues de suyo los vestigios que
dejan, que su vida seria instantánea, perdiéndose para siem-
pre, si no contáramos con el poder necesario para volver de
pronto sobre estas huellas fugitivas, á efecto de fijar sobre
ellas nuestra atención, y reproducirlas espiritualmente, y re-
232 DEL PENSAMIENTO
servarlas corno amplia y fecunda materia para la acción de
nuestras potencias mentales.
Ahora bien, la actividad que desplega entonces el es-
píritu para concentrarse sobre los hechos conocidos es-
pontáneamente por la conciencia, constituye la facultad
que hemos llamado reflexión. Esta pues, como se advier-
te desde luego, es una facultad complexa, es la concien-
cia misma haciendo su tránsito del estado puramente pa-
sivo al estado activo, para recorrer las ideas, radicarías,
examinarlas, observarlas, compararlas y percibir clara y
distintamente sus varias relaciones.
Cuando hemos hablado pues de la reflexión, como de la
atención misma movida alternativamente sobre dos ideas
á la manera que un cuerpo elástico sobre dos planos, he-
mos bosquejado apenas, digámoslo así, las primeras faccio-
nes de esta facultad interna, cuyo desenvolvimiento filo-
sófico, extendiéndose gradualmente por todo el horizonte
del pensamiento, nos da la última razón de los conoci-
mientos profundos, del juicio práctico, de las altas dotes
del carácter social, de la conducta y tino para desenvol-
ver sobre los objetos de nuestros deberes todas nuestras
facultades morales.

§11.

OBSERVACIÓN. MEDITACIÓN.

Para conocer mejor cómo la reflexión viene á ser la ac-


tividad de la conciencia, precisemos este análisis al exa-
men de un fenómeno harto frecuente en el sistema de
nuestra vida mixta, esto es, de las facultades internas y
los objetos exteriores en su comercio recíproco: lo que al
mismo tiempo servirá para manifestar lo que propiamente
hablando, se entiende por observación. Ya hemos visto có-
mo llegan por último á nuestra alma las impresiones que
nos causan los objetos externos; ya hemos visto cómo estos
afectan los sentidos, y por este medio el alma se apercibe
de las conmociones que en ellos se verifican. Ya hemos
visto que el alma en este caso es simplemente pasiva, y
acabamos de notar cómo la percepción viene á ser lo mis-
mo que el sentimiento interior de lo que nos afecta, viene á
ser lo mismo que la conciencia pasivat La percepción, pues,
podría decirse que es la conciencia á las puertas de nues-
tra alma cuando se halla en contacto con el mundo exte-
rior, porque entonces no hace otra cosa que advertir á la
Y S ü ENUNCIACIÓN, 233
alma de las conmociones externas. Acabamos de ver igual-
mente una afección análoga que experimenta el alma cuando
dentro de ella misma se forman ciertas afecciones que no
le vienen de fuera: en un sentido lato podría llamarse tam-
bién este fenómeno percepción interior ó puramente espi-
ritual, porque el alma se apercibe de una cosa por su sen-
tido interno; pero realmente es la misma conciencia, dando
testimonio de la aparición de estos íntimos pensamientos; y
esto podría servir de paso para descubrir y fijar la prime-
ra diferencia que se nota entre la percepción propiamente
dicha y la conciencia pasiva. Mas aun cuando la conciencia
nos advierte de objetos puramente interiores, siempre es
pasiva, limitada, como se nota desde luego, á la simple co-
municación de lo que la afecta. Ya hemos visto también
cómo el alma no se contenta con apercibirse de lo que en
ella pasa, sino que se detiene, cuando le place, sobre la im-
presión puramente pasiva ó la percepción interna, impi-
diendo así que se le escape, y haciéndola entrar en su domi-
nio: ya hemos visto que ella no solamente ve, sino también
•mira; no solamente oye, sino también escucha; que estos dos
estados son diversos, como lo son la pasibilidad y la activi-
dad, y son análogos, porque ve y mira con la vista, oye y
escucha por los oidos; en suma, afecta y es afectada por el
mismo órgano intermediario y sobre el mismo objeto que la
ocupa. Ahora bien, cuando el alma se detiene sobre las
percepciones que recibe de los objetos exteriores, ó sobre
estos mismos objetos por medio de los sentidos, es decir,
cuando atiende á ellos para formarse una idea mas completa,
se dice que observa. La observación es, pues, la mirada atenta
del alma, ó su atención en ejercicio sobre los objetos ex-
ternos por el ministerio de los sentidos. Un procedimiento
análogo emplea sobre los objetos puramente interiores ó es-
pirituales que la afectan, cuando quiere conocerlos ó pro-
fundizados; pero este acto tiene otro nombre, el de medita-
ción. De manera que la observación y la meditación se tie-
nen entre sí relativamente á sus objetos, como el universo
físico y el universo interior; relativamente á sus causas
ocasionales, como la percepción externa y la percepción in-
terna; pero á esto se limitan sus diferencias, pues por lo
demás, los procedimientos son enteramente análogos. Po-
dría decirse para mayor claridad, que la meditación es la
observación interna, y la observación la meditación externa.
Supuesta la analogía de ambos procedimientos, veamos
ahora cómo en uno y otro caso la conciencia lejos de ha-
ber desaparecido, permanece mas constante, es ella misma
30
234 DEL PENSAMIENTO
reaccionando sobre sus primeras impresiones. ¿Qué es el
ver? la conciencia pasiva de la forma esterior. ¿Qué es el
mirar? la conciencia activa de esta misma forma. ¿Qué es
oir? la conciencia pasiva del sonido. ¿Qué es el escuchar?
la conciencia activa del fenómeno que ha conmovido el tím-
pano del oido. ¿Qué es percibir? la conciencia pasiva de lo
que exteriormente nos afecta. ¿Qué es observar? la con-
ciencia activa de estos objetos, examinados, radicados en el
alma, conocidos ya en sí, ya en sus relaciones mutuas. Lo
mismo respectivamente puede decirse de todos los otros
fenómenos análogos y operaciones semejantes que se veri-
fican en el alma.
Si pues la reflexion es la atención afectando al objeto, y
esta es la misma conciencia activa, pues la conciencia ni
abandona el fenómeno, ni se desprende del acto, desde
luego se concibe la razón que hemos tenido para no consi-
derar la reflexion, sino como la atención en ejercicio, ni esta
sino como la conciencia en acción. Por lo demás, objetos
tan delicados é imperceptibles, como son todos los que figu-
ran en la escena de la vida espiritual, no admiten mayor
claridad ni distinción ni en los procedimientos ni en los re-
sultados de su análisis. Tampoco seria necesaria, pues la
circunstancia de ser todo esto experimental para cada uno,
hace mas que suficientes estas descripciones aproximativas
para su conocimiento perfecto y sus diversas aplicaciones.
En este punto un análisis extremo, dilatándose sobre porme-
nores imperceptibles, relaja ó enerva las fuerzas de la in-
teligencia, confunde y oscurece mas bien que ilustra, sobre
las altas cuestiones de la metafísica.

§ III.

DEL RECOGIMIENTO.

El recogimiento difiere mucho de la reflexión, como la pre-


paración difiere del acto mismo que tiene por objeto. Reco-
gerse es disponerse favorablemente para la reflexión, es
prepararse para entrar en sí mismo: recogerse es despren-
derse de todos los obstáculos que pueden impedir ó emba-
razar aquella acción del espíritu, es aislarse del mundo
exterior, sosegar el tumulto de las pasiones, imponer silen-
cio á toda preocupación capaz de poner trabas al ejercicio
mismo del pensamiento; es reconcentrar toda su actividad
Y-SU ENUNCIACIÓN. 235
en el espectáculo interior del alma; es una condición indis-
p e n s a b l e para reflexionar con buen éxito, pero no es la
reflexion misma.

§ IV.

DE LA CONTEMPLACIÓN.

Hai otro fenómeno intelectual mui digno de examinarse,


la contemplación. Entre los muchos y diversos objetos que
interesan mas ó menos la atención de nuestra alma, se en-
cuentran algunos que, por ciertas analogías ó mayor intimi-
dad de relación con lo que forma ó constituye el objeto de
nuestras esperanzas, de nuestros deseos ó de nuestras pa-
siones, absorven, por explicarnos así, en una íntima y pro-
funda mirada todas nuestras facultades internas, y ganan
de tal suerte nuestra preferencia sobre todo el sistema
de los objetos sensibles ó espirituales que nos conmueven,
que parecen correr un densísimo velo sobre todo el cuadro,
para quedarse solos y de pié en frente de nuestra mirada
interior.
Cuando uno de estos objetos llega á afectarnos con este
grado de intensidad, semejante afección interna ejerce tal
imperio sobre nosotros, que nos roba'el poder, digámoslo así,
sobre cuanto no es ella. Comienza por aislarnos del mundo
exterior, y este es el retiro espiritual, continúa por despren-
dernos de todos los objetos íntimos que pudieran divagamos,
y este es el recogimiento, sigue por arrebatarnos toda la parte
fenomenal de la voluntad y la inteligencia, y esta es la abs-
tracción pasiva, y termina por fijarnos dulce y agradablemente
sobre el objeto, y esta es la contemplación. Por esta facultad
misteriosa, el alma está toda ocupada y enteramente des-
prendida, reacciona con toda su actividad sobre las prime-
ras impresiones del objeto, y en la intensidad suma con
que sobre él se reconcentra, parece ir perdiendo su activi-
dad misma, y quedar en una dulce y agradable pasibilidad,
ó si se quiere, en una reciprocidad imperceptible de acción
y de pasión sobre el objeto mismo. Esta facultad no es
la memoria, porque no trae consigo necesariamente unida
la idea de lo pasado; no es la prevision, porque no se re-
fiere precisamente á lo futuro; no es la atención, porque
ésta figura en un término mui subalterno después de ha-
ber sido acaso la primera en el obrar; no es la observación,
porque no tiene por oficio conocer distintamente un obje-
230 DEL PENSAMIENTO
to exterior; no es la simple conciencia, porque no se redu-
ce ni al testimonio de las impresiones recibidas, ni á la*
simple reacción sobre ellas mismas; no es la reflexión, por-
que en su modo de ser falta este movimiento activo de la
atención sobre las ideas parciales; no es tampoco la medita-
ción, porque no se dirige á ejercitar el discurso, á analizar
el objeto, á descubrir sus relaciones: no es nada de esto,
si bien podrá interesar en sus grados ó términos respecti-
vos, ó transitorios, como ocasión, causa, principio, medio
& c , cualquiera de las facultades internas: es la contempla-
ción. Querer definirla, seria oscurecerla. Todos la cono-
cen, porque todos tienen sus preferencias íntimas ó profun-
das sobre los objetos varios de su inteligencia y de su vo-
luntad: todos la experimentan por la vida de relación: es
común á toda la especie humana, porque nadie es extra-
fío á la historia de los goces internos, ni á la corriente de
las pasiones sobre sus respectivos objetos.
La contemplación de ordinario interesa toda nuestra par-
te moral, y no puede por lo mismo quedar sin trascenden-
cias en sus efectos. Ella sigue la razón de su principio,
de su objeto y de sus efectos sobre el corazón. Tiene una
página mui fecunda en la historia de nuestros extravíos, y
una categoría eminente en el rango de las virtudes. 1

§ V.

EFECTOS GENERALES DE LA REKLEXrON.

Después de haber hablado de la reflexión, trayéndola de


continuo al cotejo con otras facultades diversas para cono-
cerla mas distintamente, no será fuera de propósito decir
alguna cosa sobre sus efectos. Enumerar todos los re-
sultados importantes de la reflexión seria sin duda alguna
decir cuánto debe la humanidad á la religión, á la filoso-
fía, á las bellas artes: es visto pues, que no podremos reu-
nir aquí sino los mas generales. Así como de la escrupu-
losa observación de los hechos de la naturaleza física han

1
Sin embargo, al tratar aquí este punto, le consideramos exclusiva-
mente bajo un aspecto filosófico, dejando aparte esos otros aspectos que
recibe la contemplación en la teología mística, y que, siempre inaccesibles
al contacto del análisis, no pueden explicarse sino con los principios que
presiden al orden sobrenatural de las cosas, cuya existencia figura entre
los dones misteriosos de la gracia divina.

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