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La rehabilitación vestibular como concepto hace referencia a actividades que son indicadas al
paciente con el fin de promover la compensación vestibular reduciendo los síntomas que puedan
derivar de una lesión vestibular, siendo por lo tanto, una de las modalidades terapéuticas más
importantes para los pacientes con inestabilidad crónica (López et al., 2003).
Los inicios de este tipo de rehabilitación fueron en la década de los 40 en Inglaterra por Cawthorne
y Cooksey, para el tratamiento de pacientes con traumatismos craneanos y enfermedad de
Méniere, ofreciendo un nuevo abordaje para el tratamiento del vértigo, introduciendo ejercicios
que debían realizarse acostado o sentado y eliminando el uso tradicional de distintos
medicamentos (Mor et al., 2001). La técnica de rehabilitación fue llamada “habituación específica”
y se basa en la realización de una serie de ejercicios o movimientos que buscan desencadenar el
cuadro de vértigo, hasta que a través de la habituación se consiga la adaptación del paciente. Este
tipo de ejercicios han sido aplicados a personas con disfunción vestibular periférica unilateral, sin
embargo, el inconveniente que presentan es que no se ajustan al caso de cada persona, ya que
son de naturaleza genérica (López et al., 2003).
Las terapias de rehabilitación para enfermedades vestibulares han logrado consolidarse como un
tratamiento de carácter no médico importante y eficaz para los síntomas de la no compensación
de desórdenes vestibulares. Estas además han demostrado tener gran efectividad en el manejo de
los pacientes con síntomas crónicos que se relacionan con un evento laberíntico (Dispenza & De
Stefano, 2013).
El sistema vestibular aporta datos sensoriales claves para el control del balance y habilita al
sistema nervioso central con información, que tiene que ver con la posición y el movimiento de la
cabeza. La vía vestibular se utiliza para la generación de movimientos compensatorios de los ojos y
respuestas posturales durante el movimiento de la cabeza, además ayuda a resolver información
de la imagen visual que puede ser confusa (MontesCastillo et al., 2000).
Una condición estabilizada puede ser descrita como una en la que ya no se producen ataques o
episodios de vértigo debilitante y otras respuestas otológicas o parasimpáticas como náusea
aguda, vómitos, etc., lo que ha sido descrito como una “tormenta laberíntica” (López et al., 2003).
La mayoría de las condiciones, como neuritis vestibular o laberintitis, una vez que la fase aguda ha
pasado, se estabilizan. En estos casos, el daño anatómico y fisiológico al sistema es normalmente
por una infección viral o bacteriana de los líquidos laberínticos, como también puede ser por una
inflamación viral o bacteriana de la porción vestibular del VIII par craneal. El paciente puede tener
síntomas relacionados a la disfunción crónica del reflejo vestíbulo ocular, pero ya no es objeto de
ataques (López et al., 2003).
En la mayoría de los casos la compensación vestibular ocurre de manera espontánea y rápida, sin
embargo en muchos otros los síntomas de disfunción vestibular persisten en el tiempo, siendo
estos últimos los mejores candidatos para incluir en programas de rehabilitación vestibular. Un
déficit vestibular mal compensado puede deberse a múltiples factores, situación que se da sobre
todo en personas adultas mayores, por lo que existen distintos protocolos de rehabilitación los
cuales son complementarios y no excluyentes (López et al., 2003).
Entre los ejercicios de rehabilitación vestibular, se encuentran las “actividades para estabilizar la
mirada”, que constituyen un escalón más avanzado en los programas de rehabilitación universal,
estas actividades son individualizadas y de complejidad creciente. Además de incluir ejercicios de
habituación, se hace énfasis en fomentar mecanismos de adaptación vestibular con estímulos
visuales y movimientos oculares, con el fin de propiciar la recuperación de las respuestas
dinámicas vestíbulo-oculares. Se debe tener en cuenta en este tipo de métodos que los cambios
persistentes en la adaptación vestibular requieren tiempo y que esta es específica dependiendo
del contexto (López et al., 2003).
Otros ejercicios para la rehabilitación vestibular son los “ejercicios de control postural”, los que
requieren de la utilización de una estrategia motora adecuada y de la integración correcta entre
los sistemas vestibular, visual y somatosensorial para mantener el equilibrio y la orientación en el
espacio. La estabilidad postural se consigue diferenciando la información aportada por cada
sistema y escogiendo el más apropiado para utilizar en cada circunstancia (López et al., 2003). Para
las personas con limitaciones físicas que no le permitan realizar actividades de este tipo, se
recomiendan las “actividades de acondicionamiento del estado general”, en estas el primer paso a
seguir es mejorar la autonomía del paciente a través de ejercicios de desplazamiento rápido,
marcha con obstáculos, cambios rápidos de posición (sentado-de pie) y ascenso-descenso de
escalones, además de la práctica de ejercicios poco intensos, pero que favorezca el tono muscular.
Luego le sigue la deambulación en ambientes naturales, como espacios abiertos y lugares
concurridos, lo que se puede realizar junto a actividades cotidianas para fomentar la
compensación. Finalmente, si el paciente ha logrado mejorar su condición física, se debe prescribir
un programa de reforzamiento muscular, el que puede incluir ejercicios de natación u otras
actividades. Con esto se busca mejorar el equilibrio, ayudar a mantener el grado de compensación
que se alcanzó y mejorar el estado anímico y físico del paciente (López et al., 2003).
http://repositorio.uchile.cl/bitstream/handle/2250/138231/Blanco%20Leyton%20Manzo%20Mon
daca%20Zapata.pdf?sequence=1&isAllowed=y