mente enfrentándose a la casi total
disolución de los valores estéticos,
de desarrollar el componente inte-
grador de la fantasía como elemento
vertebrador de una antropología de
lo fantástico, constituyente esencial
de la obra de arte.
En la segunda mitad de los años
ochenta comienza, permítaseme
el símil platónico aunque entre no-
sotros más significadamente orte-
guiano, la segunda navegación de
Antonio García Berrio, esta vez hacia
la proyección del contenido sobre la
forma, bajo especie de fórmula inte-
gradora que pretende desvelar las
representaciones fantásticas de la
proyección imaginativa.
una voz constante. En este
hondo basamento descansan los
dos tomos que cierran la trilogía. La
poética del imaginario, considerada
desenlace común de la mitocrítica y
de la psicocrítica, de origen francés,
es renovada y ampliada por García
Berrio –sobre todo en su singular do-
minio de la espacialidad literaria– pa-
ra llegar a un profundo conocimiento
de la imaginación como núcleo con-
sistente de la obra de arte. Tanto La
construcción imaginaria en «Cánti-
co» de Jorge Guillén (1985) como
las dos ediciones de su Teoría de la
literatura (1989 y 1994) se instalan
en la necesaria voluntad de anclar el
conocimiento poético en bases sóli-
das y perdurables, en medio de los
embates de las escuelas de la sospe-
cha y del nihilismo. A lo largo de los
últimos veinte años quizás ha sido la
de García Berrio la voz intelectual es-
pañola más constante y rigurosa de
todas las que se han alzado contra la
inasibilidad postmoderna; y no única-
Cultural (Madrid) - 08/05/2010, Página 23
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sino proponiendo obligadas transfor-
maciones en la crítica literaria y artís-
tica al abrazar la ambiciosa finalidad
de restaurar la validez universal del
juicio crítico.
Uno de los campos de estudio que
en estos años ha atendido insisten-
temente García Berrio, muy visible
en el tomo III, es la crítica artística,
sobre todo pictórica. Incluidas sus
tempranas aproximaciones a la obra
de Brinkmann (1981), muchos de los
ensayos recopilados abundan en una
profunda explanación del modelo de
realización textual propia del arte vi-
sual: Saura, Chillida, Ciria, Sanleón,
Kiefer, Galindo, Tàpies, Lüpertz, Be-
rriobeña... Firme en su propósito,
García Berrio siempre ha conside-
rado la obra de arte como un todo
irrenunciable, espacio de reflexión
y de conocimiento que aúna la ex-
periencia humana en el centro de la
variedad de los lenguajes artísticos,
desde la pintura clásica española a
los movimientos vanguardistas y las
creaciones más aparentemente sin-
gulares, y por ello personalísimas, de
nuestra época.
propósito globalizador. Infa-
tigable tarea la de García Berrio, por
su esfuerzo y persistencia, por su pro-
fundidad reveladora, por la seriedad
de su compromiso, muy próxima a la
de aquellos que, como Northrop Frye
o Harold Bloom, han sido capaces de
sustentar por sí solos una trayecto-
ria intelectual determinante y propia.
Nacida a la vez de una base filológica,
hoy tan absurdamente desatendida,
y de un firme propósito globalizador,
la selección enciclopédica que acaba
de publicarse tendrá consecuencias
inevitables en los estudios literarios
como las tuvieron muchos de los
textos que la componen cuando se
dieron a la luz.
Desde el estudio profundo de
los esquemas imaginativos cons-
cientes e inconscientes de Jorge
Guillén, Francisco Brines o Claudio
Rodríguez hasta los debates sobre
la licitud moral del teatro, desde el
esquema retórico de la pintura abs-
tracta hasta las conmemoraciones
de Don Quijote o Calderón, desde la
reseña cercana o colaboración más
generosamente humilde hasta los
homenajes más humanamente sen-
tidos, los tres volúmenes de El centro
en lo múltiple son un hondo desafío
para el lector y un fondo inagotable
de posibilidades y hallazgos. No hay
teorías, debates o aspectos cruciales
de la crítica literaria de los últimos
cuarenta años que no merezcan
aquí honda y serena atención. Los
especialistas que conocían gran
parte de esta monumental obra, y
sus incontables discípulos, se verán
ahora –nos veremos– nuevamente
sorprendidos y acuciados: García Be-
rrio ha conseguido dar fundamento
al pensamiento literario contemporá-
ABCD 23
neo desde presupuestos tan firmes
como perdurables y sugestivos. Será
una aventura intelectual de primer
orden debatir hasta dónde habrán de
conducirnos. n
GARCíA BERRIo,
máS ALLá DE LoS ISmoS
AUNQUE FoRmA PARTE DE LA GENERACIóN ESTRUCTURALISTA DE
ECo Y ToDoRoV, GARCíA BERRIo ComPARTE EL ImPULSo DE LA ANTE-
RIoR, INTEGRADA PoR GRANDES SABIoS Como FRYE Y AUERBACH
luis beltrán almería
Antonio García Berrio forma parte
de la generación de estructuralistas
europeos que irrumpió en el panora-
ma de la teoría literaria internacional
a principios de los años setenta del
siglo pasado. Con García Berrio for-
man esta generación Eco, Genette,
Todorov y Van Dijk, entre otros. Y, sin
embargo, dos aspectos lo distancian
de esa generación, que es la suya en
estricto sentido histórico.
El primero de tales aspectos
es su conexión con la generación
anterior, la generación de grandes
sabios –Wellek, Frye, Curtius, Auer-
bach, Abrams, Propp– que floreció
en la teoría y crítica literarias a
mediados del siglo XX. Con esta
generación García Berrio compar-
te un impulso superador de la gran
cicatriz de la teoría literaria moder-
na: la escisión entre formalismo y
sociologismo. Comparte también el
García Berrio, como Frye,
persiGue la Formulación
de una crítica inteGral
que amplíe los límites es-
trechos y parciales de los
métodos modernos
propósito de los grandes informa-
dores de las disciplinas: transfor-
mar el panorama heredado y ofre-
cer una nueva etapa a las futuras
generaciones. Esta ha sido la labor
de García Berrio.
actitud personal. El segundo
de los motivos que lo distancian
de su generación tiene que ver con
una distinta actitud personal ante
el método estructural. La genera-
ción de teóricos estructuralistas
a la que pertenece Antonio García
Berrio se encontró hacia 1975 con
el colapso que liquidó el estructu-
ralismo. Las enormes expectativas
que había levantado este método en
los estudios literarios y lingüísticos
se vieron abocadas, de repente, a un
panorama de disolución. Sólo la na-
rratología sobrevivió a duras penas
una década más. El fantasma del
escepticismo arruinó las pretensio-
nes científicas del estructuralismo
literario.
Ante el reto que ese colapso
representaba, la respuesta de la
generación estructuralista fue la
dispersión. Todorov y Van Dijk aban-
donaron los estudios literarios. Eco
se orientó preferentemente a la
creación literaria. Genette se enrocó
en la narratología. otros buscaron
refugios irrelevantes. La respuesta
de García Berrio a esa crisis se basó
en un giro a la teoría de la imagi-
nación. De este giro son producto
sus monumentales estudios sobre
poesía (las obras de Jorge Guillén,
Claudio Rodríguez y Francisco Bri-
nes) o Cervantes.
el gran recurso del siglo xx.
La imaginación aparece en estos es-
tudios como la instancia superadora
de la concepción dualista de la obra
literaria (esto es, forma y conteni-
do), en la que han naufragado los
estudios literarios modernos. La teo-
ría de la imaginación ha sido el gran
recurso del siglo XX para la reforma
de las disciplinas humanísticas. Pen-
sadores tan distantes, en apariencia,
por sus posiciones políticas como
Sartre, Bachelard, Castoriadis, Tay-
lor y Frye han ido a coincidir en un
dominio conceptual en el que con-
vergen hoy los esfuerzos para su-
perar las grandes antinomias del
pensamiento contemporáneo.
No resultará extraño que el teóri-
co de la literatura al que con mayor
frecuencia menciona García Berrio
sea Northrop Frye. Frye luchó con
denuedo ante los esfuerzos de un
sector de su generación por arrin-
conarlo asociándolo con el forma-
lismo, a pesar de haber conjugado
el giro al simbolismo de la mitocrí-
tica con la teoría de los géneros.
Algo parecido ha sucedido con
García Berrio. Quizás sean forma-
listas las aplicaciones simplifica-
doras que han hecho otros de las
ideas de estos pensadores. Pero
sus propuestas constituyen sendas
muestras de superación del dualis-
mo paralizante de lo formal frente
a lo social, del lenguaje frente a la
vida. Por eso, ambos autores persi-
guen la formulación de una crítica
integral que amplíe los límites es-
trechos y parciales de los métodos
modernos.
A este aspecto parece referirse
Harold Bloom cuando, en el capítulo
que dedica a Shakespeare en El ca-
non occidental, expresa su profundo
acuerdo con García Berrio acerca de
la defensa del valor estético uni-
versal como seña de identidad de
las obras de Shakespeare, Dante y
Cervantes. Esta idea, la de un valor
estético universal, es el fundamento
de la fe en una teoría integral que
explore la esencia del hecho literario
y estético sin limitarse a los fenóme-
nos periféricos, esto es, una teoría
más allá de los ismos. n