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Recolectar

Desencadeno guerras por todo el cuerpo


Buscando pedazos, para armar
Nuevos recuerdos,
Colecciono palabras que escuche en el
Metro, la calle, en la playa, en el desierto.
Guardo pedacitos de veranos pasados
Para ponerlos en un tocadiscos
Para volver a armar sentimientos.

Recuerdo de los 5 años


Las espigas silvestres del jardín
Con la propia fricción de sus manos
Cobran vida por unos segundos
cuando quedan pegadas en la ropa
Luego vuelven al suelo.

Conversación robada en la calle


Mamá no guardes la ropa de verano
No escondas el verano entre cajones
Polvo y olvido
No secuestres la niñez
Que se esconde en mis pupilas
Esa niñez que se va en marzo
Pero vuelve en las calles
En las grietas de la calle
En las rejas al bajar corriendo el cerro,
Mejor guarda la ropa de invierno
Y salgamos a jugar
Al 1 2 3 por mí
Y por todos mis compañeros.
Excusas para recordar
Encontraran siglos después,
Cuando solo queden los envases
De una sociedad
Que se consumió a sí misma
(Gonzalo Millán)
Todos las formas de volver a casa
Fueron erráticas con h
Convertidas en memorias irreparables,
El alzhéimer tomó el protagonismo
Para cada ciudadano pretencioso con su:
Memoria
Con su nostalgia
La casa perdió la forma
Entre escombros pegados a las grietas húmedas
de cada persona
De cada madera
De cada sabana
Rasgada por los años
Los niños y nuestros aledaños
Recuerdos.

horas
Matábamos las horas contando defectos
Trizando fotos que conmemoraban
Años pegados en frustración
Que alimentamos como sí hubiera sido posible:
Besar la lluvia, no extrañar cuando hacía frío
Omitiendo que teníamos sed de un abrazo,
Que queríamos vernos pasar de noche
Y que nadie se diera cuenta de nuestro
Abrazo
Donde poníamos los ojos chinos
Poníamos un beso francés
En el cuerpo
Y buscamos eliminar
Un status quo
Pero era una fuerza
Que nos quebraba la voz
Nos mentía la ciudad
Y caíamos en excesos pasajeros.
Cada granito de la arena para volver mi corazón al mar
(Trayecto desde Viña del Mar a Valparaíso)
Al subir al microbus camino al puerto, fijo la mirada:
En el asiento de la derecha, ubico el mejor vidrio
El que no esté rayado; diáfano
Que no esté debilitado por los años de recorrido
Y en el que no se pueda apreciar un reflejo incoloro
¿para qué quiero sombras?
Si aún no puedo apreciar sus rostros sin fortunas
Sí tengo suerte, me siento al lado del mejor vidrio
Con entusiasmo y paciencia me hago recluta del paisaje
De los pasajeros de las avenidas, de los que fuman cigarrillos
Para matar el tiempo y el agobiante acto de: esperar.
Inquieta, aún queda poco para llegar a la costa.
Para darme más placer dejo de malversarme con
Los audífonos, los retiro, los guardo como si fueran cadenas.
Cada vez falta menos, la desesperación hace de esto
Un sortilegio.
Mi última imagen es el reloj viñamarino donde el tiempo
No es tiempo, no es temple, no son flores
No son los nombres de las flores
(Solo reconozco rosas blancas de la estación)
Es la atracción efímera del turismo
No es el amor del jardinero, es dinero
Es intercambio monetario, porque nadie sabe a donde
Van los pétalos y el sudor de flores y jardineros de allí.
Pero, al fin llegamos al mar, donde dejo desempolvar mis ojos.
Mis ojos no se despegan del vidrio, ni para ver las horas
Ya sé que al dejar de verlo, se acabó el tiempo.
Pero miro con ojos de niña descubriendo el mundo.

La primera vez que recuerdo el mar, cuando no le tenía miedo


Cuando corrí a lanzarme al sol y a las olas que se posaban conjuntas
El inevitable defecto de ser niños y no pensar que cada objeto del azar
Es un arma de doble filo.
Eso no me importó, corrí y casi me dejo ir por el abrazo involuntario del mar
Me aferre a la pierna derecha de mi mamá.
Y mire de lejos como oscilaban las olas
Como había que entrar con delicadeza, porque al mar
Le dolían los indiferentes, los que le robaban territorio,
Los que sacaban agua en baldes pequeños
Para depositarla en la arena en espacio huecos,
Le dolía que la gente desapareciera en sus olas
No era su intención.
Por eso me siento al lado derecho y contempló
El dolor y la oscilación del perdón del mar.
Recolectores, adiós a las ratas
Éramos tan pobres, oh hijo mío,
tan pobres
que hasta las ratas nos tenían compasión
(Luis Rogelio Nogueras)
Las ratas, roedores Romésticos* rumiantes que protegen a su madriguera
Roban retazos rotos de objetos personales, para hacer una conservación
Digna de un restaurador de reliquias familiares; se interrogan y responden
Los vicios de un mundo que almacena ficticiamente las memorias de sus
Buenos momentos familiares
en objetos cambiables con los años
El medio es el mensaje dicen las ratas, pero no creen en el medio
Creen que las madrigueras juntas protegen el cariño de una familia
Que se destruyó a sí misma.
-Las ratas también tenemos corazón-
Por eso al abandonar esta casa, la madriguera albergara
Cualquier nostalgia familiar, que usted quiera rescatar.
*Romésticos: Domésticos y roer

Trabajos
Duermo poco
Si estás, estás en esta casa
Déjame preparado un té
Deslízalo por la mesita
Al lado de mi sueño
Anota un beso en la servilleta
Y vuelve sin hacer ruidos
Ni pausas,
Estaré aquí
Pero estaré
Algo ausente
Tiritando
Pero, aquí.

Pertenencias olvidadas
En esta casa no quedan más que muebles
Y una que otra fruta podrida.
Guarde armas bajo mi cama
No había dinero
Pero sí había que proteger la casa.
Ahora esta casa no es herencia de nadie
Ni de los gatos del barrio
Ni lo pájaros pueden armar sus nidos.
Las a r m a s siempre fueron i n s e r v i b l e s.
(I r r e v e r s i b l e s)
A mi niño del sename
Yo no quiero que a mi niña
la vayan a hacer princesa.
Con zapatitos de oro
¿cómo juega en las praderas?
Y cuando llegue la noche
a mi lado no se acuesta...
(Miedo, Gabriela Mistral)
Nunca quisimos tendernos en estas fachadas paternas
No creemos en las bendiciones
Nuestro gueto estaba marcado por padres inciertos
Madres a las que no les sonaba la canción de madres
Sonaban los bailes, sonaban pasos disfrazados
Y sonaba la calle.
(nunca entendí bien eso de los hogares).

Mis nombres siempre eran vociferados


Acompañados de expresiones chilenas cotidianas
Al entonar mi nombre, no había nombre
Había otros deseos, el de nunca haber tenido un nombre.

Somos los niños del odio


Nuestra apariencia displicente/ marginal
Nuestra conducta un poco antisocial
No era a propósito,
Pero fue rechazada
A gritos/puños/miradas directas e indirectas
Los profesores perdieron la paciencia
Los directores nos cerraron las puertas
Ser marginado a mi marginalidad
La sociedad me busca castigos públicos
Trabajos no remunerados
Y educación militar
Pronta muerte cerebral
Los sociólogos nos describen
Nos estudian, nos comprenden
Pero siguen desaprobando
Nuestra apariencia displicente
(No existe el cromosoma criminal)
Conductas aprehendidas de la selva marginal
La gente no nos quiere.
Nos hacen los que hiere
Y nos hieren los juicios
Ser punto de una multitud
Que no sabe ni señalarse a sí misma.
Y se ahoga en sí misma.

Yo no quiero que estos niños


Les vayan a armar una carrera
Con trabajos de fuerza
Y violencia
¿Cómo vuelven a pensar
De otra manera?

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